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Dante.
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Universidad de Chile 2002
Attar.
*
Ella lavó su boca en cuatro rostros distintos olvidando la propia voz
sobre su amado espejo. Sin rostro, él se ocupa de un solo frente,
pone toda su fe en cada efigie de silencio que recibe.
Ella sabe recordar entre sus sueños las aguas escurriendo del aseo,
luego, despierta vuelve hasta encontrarse en la cláusula del brillo,
persistiendo entre su boca y sus besos arruinados en el eco. Su
canto repite incansable su amor cada vez más difunto hasta perder
el blanco.
No pedimos crecer así, parte, par. Nos tuvimos como un brazo terco
tendría una ventana. Ella recorrió la casa lejos de ella misma y amó
su cuerpo en sueños. Cada una de sus abluciones en cada rincón
del espejo fue una flor, el choque de sus propios recuerdos con el
nuevo espacio vacío.
*
Los amantes se han encontrado en el viento que los despide. Solo
él ha pasado por el sitio donde existieron, ha huido con su
monumento de hojas pero ambas manos en todos los hombres
calzan uno el rostro. La mirada que desea permanecer con voluntad
de sal únicamente.
Son las cosas que perdemos en el fuego las que guardan mayor
peso en el baúl que es el reverso del camino; está lleno de papeles
a cuyo derredor la humedad se agolpa resonando: es una puerta,
pero la puerta de algo, un algo de nadie que todos criamos. Una
cúspide.
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21-03-2019 Ejercicios en prosa, por David Villagrán
Nosotros que en la letra nos conocimos por la letra, más abajo
compartimos la espina de la infancia cuando los amantes sucedían
bellos, con adornos, la salutación de la piedra. La sangre era el
Dios, estaba escrito, y la flor el sacrificio. ¡Qué apremios del
descuido en el camino engañoso de la obligación!.
Por eso tuve la sonrisa horrible de los que murieron en diluvio. Tuve
en mi la energía y la desazón del gigante que en auxilio acude a un
monte que le llega a las rodillas. Fui un río. Tuve por eso también el
cansancio de quien corre bajo el agua respirando de los peces.
*
El sueño es la verdadera prisión con que la aurora se empobrece,
aunque en ella se duerma hasta la muerte, como tal supo acabar
con cada quién. A los animales les bastó para morir la soledad; a las
bestias, el hambre y la impotencia de sus miembros ante el tiempo.
Con sus manos blancas ella dio a los santos una vida tan contraria
como la de besarse trinidad en desconsuelo. A mí me quitaba el
sueño y me daba la noche en medio del día. El agua se estancaba
recta, aplazando su ascensión al sol, dudando del lugar del mar, o
esperando tan denso como solemne un oro que secretaba bocas en
el aire
*
Los elementos contienen leyes puras, inteligencias que nos van pensando
por dentro. He sentido el camino infranqueable del triángulo terrestre. He
intentado asentarme en mi garganta. El canto es mitad aire mitad rastro.
Caminamos.
Las rodillas del agua que llevamos hacen sed de nuestros pasos. Mi
amigo estaba perdiéndose en el fuego, nos dábamos las manos en
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el odio.
Injurié a aquella mujer con toda mi alma, y ella, mi alma, fue la única
en abandonarme. Se marchó temerosa como la belleza y la verdad
al encontrar sangre en desmesura por el eco de un dolor.
*
La tarde es la hora de la derrota. El vía crucis de la luz cubierta y
encerrada tras paños, vidrios y trapos. Hay sangre por la cual
luchamos como la luz, resonando y cubiertos por muros. Sangre
que levantaría la tierra.
*
¿Existe el hombre del trasfondo? ¿Qué hace el hombre que
contempla algo meditabundo, algo nervioso? Busco una rapidez que
conduzca mis medios en su escucha, porque hay una tardanza y no
es el peso del aire.
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Hay un muro donde vivo y se sienten agresiones, cuando pienso
qué son los ladrillos, cuál es su vínculo con el invierno y la luz de mi
casa, cuando mi casa amanece. Yo sólo soy el que vive, pero la
letra reclamó un lugar, un espacio llano donde comenzar a construir
lanzando cables, nivelando.
Abro mis puertas al día, las puertas que el reloj despeja sólo cuando
estoy a la espera del sueño y entonces, el hombre entra en el
edificio porque huye; Huye en su desesperación de tarde a tumultos
y sólo; Ha aprendido a otorgarse desvíos, pero los pasillos persisten
aún cuando el oído se recoge en la búsqueda de augurios.
*
Es tan difícil encontrarte, cuánta arquitectura hay que repetir, cuánto
sol hay que tragar sin un respiro. Mi casa esta rodeada de aridez.
No hay aves mensajeras esperando por ventanas. No hay
tecnología que soporte esta distancia en medio del propio cuerpo.
Hay escombros del porvenir anterior. Hay teléfonos que inútiles nos
secan más que el deseo de sernos cada uno amante de su muerte
propia y separada. Pero sólo el grito rodeado de silencio, ¡Sí!, Sólo
el grito rodeado de silencio y mi silencio en su conquista subalterna.
*
A los amantes no los rige su voluntad, he aquí el punto donde la
tragedia se vuelve salmo y la personalidad persiste. Los amantes
son vehículos de Dios, ellos le aman en su vacío futuro de querer,
en su recurrencia, y en la recurrencia de su distancia, que es la
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única manifestación de su encuentro.
El amor desconoce sus escritos.
*
Nosotros, que vemos la madurez como una caída porque la boca es
el fruto único de nuestra hambre en ascensión, pendemos como
nuestros labios de una distancia inexistente, que bien valdría su
existencia no en el golpe de la mordida, sino en la cicatriz anterior
de su anhelo mismo.
*
Ella ha respirado con premura porque su aire que no está en el aire
le hace falta ahora, no antes, tampoco después de su partida. Estoy
en frente de sus manos recostadas sobre la ropa de su cama, y han
desfallecido algo de piel por fuera. Los huesos estrecharon algo en
medio de la médula, algo se estaba negando desde más allá, en el
átomo de calcio donde una palabra se deshacía en sílabas vocales,
dejando a las consonantes menos que el valor de una promesa
orbitando.
*[1]
Estamos en la medianía de la respiración y el pecho, como un coral
ha convertido en leche lo que antes era su pulso. Un soplo
contenido vino para fecharse pendiente. Era el mar, la bóveda
formada por el hijo con su mirada en alto.
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Tu madre escribió la primera letra de la primera línea porque ella se
llamó Comienzo, y tuvo nombres para cada pausa del entierro mío
en hojas de agonía.
Ella dijo "Ancla eres porque sólo el ancla se libera de su peso en la
cubierta de la nave a la que pertenece", y por aquellas palabras mis
miembros persisten rígidos como moluscos en el universo propio de
su hambre. Pero ¿quién conoce el idioma con que el niño expresa
su dolor? ¿Está muerto o respira desde el fondo todavía?
*
Atravieso la hora que afilada es levadura. Tengo hambre de ruinas a
este paso, a este viento en que me llega el claustro y me refresca
todo porque es destrucción.
Para el final de la tarde, cuando pueda ver desde aquí mi casa, será
dispuesto el reconocimiento; la arquitectura sabrá de su mordida
póstuma aunque su cuerpo traicione al silencio escribiendo de odio
la piel de su amigo.
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La velocidad es sincera con ellos, tan durmientes, sin embargo, hay
hojas que penetran a un tiempo su sueño y apuro, e intentan decir
todo de prisa cuando caen a sus torsos lapidados por la inercia.
¡Ay, si es bella esta hora! Una oportunidad para cada piedra y
vagabundo; un sol y cielo abierto, luz que también se rompe entre
los árboles corriendo a su trabajo de sombras como un río de
belleza para la crisma de cada cual, observadores y observados.
*
Mi casa se va quebrando y no hay un mar en medio de su cuerpo.
Mi casa son los trozos de mis ojos, las rasgaduras en las paredes
que escrutan; escombros de la hora que me erige.
*
Estoy envejeciendo. Tengo frío de cerrar las puertas y mi ventana;
tengo los bolsillos de mi abrigo llenos de almendras para
mantenerme quieto. Aún así huelo la hierba sobre la cual me tiendo
en las tardes.
¡Imaginación! Qué frugales son las estampas de la desventura. Hay
nieve y solo puedo decirlo igual que hace cinco años; incomodando
a mi mano para indicarla.
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*
No sé que pensar, o si estoy, o dónde, si lo que busco y lo que no,
se mueve fijo comenzando por venida. El día se sabe hermoso
repentinamente y hay viejas edificaciones escurriendo tras una
ventana por momentos.
¡El día es hermoso pero le falta una hora! La calle lívida al paso del
aire imaginaba a sus hombres una brisa. Esto que soy es un
pasaje...
*
La isla con su tierra negra, y en ella la hendidura de un cuerpo
entero. Apenas el viento ve pasar ese leve agujero, corre porque
está seguro que no hay en él diferencia entre sus partes. El aire
busca otra cosa.
Mientras el cielo se está quieto, el mar cubre un caballo que bebía
arena.
*
El huerto de los duraznos ha sido cortado por nuestros
padres. ¡He visto hermanos míos, su tiempo interrumpido!;
Me duele su inmortal memoria por resto y pobreza. El árbol
del rey y de la reina, las ramas de la nobleza, los brotes de los
hombres que trabajan la tierra de su sangre; Todos me han
visto en sueños, cada uno con su armadura rasgada, todos y
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*
Vivir un día durante un mes; imposible. ¿Necedad? Tengo que
hacerlo simplemente porque la tardanza me condena más que un
hoy, un ayer, o un mañana. No se puede vivir en la pura lejanía del
día que es destino de su antelación, ni en el año de mi muerte como
recuerdo de su porvenir una y otra vez.
Vida es tardanza. ¿Porqué tarda el recuerdo del amigo? ¡Lástima!
*
Si la muerte fuera como la idea de una enfermedad y su relación
con el cuerpo fuera simplemente lo terrible de un viento, ese viento
aún puede agradar al alma dependiendo de su trato con el ánimo;
Ni ojo, ni oído. La enfermedad; ésta enfermedad mía que comparto
con mi especie, es el recuerdo de un amigo traído por la lluvia.
Los golpes de la piel en los huesos, en los pies, son como gotas
donde se hermana el paso de la sangre. Pienso que esta sensación,
que no es otra que un peso y un desorden en la motricidad de la
inteligencia, fue auténtica, y por eso mismo, otra, cuando estando
muerto imaginaba con tal exactitud, a mi cuerpo aconteciendo en la
pura idea de un rumbo posible junto a la humedad.
*
Estoy enfermo porque escribo un dios en mi. Lo que en mi discierne
no tiene cuidado con lo que envuelve su oquedad, se hunde en la
luz que no le pertenece, carga con demasiado orgullo a la oscuridad
de su corazón.
Intuí que el sol estaba confortable, y mi voz envió otra voz hacia el
frente, la ubicó entre mis dos ojos hasta oír la luz su propio
recuerdo. Intuí que ambos serían iguales, ella y yo.
¡Caminemos juntos amiga, que somos la herida del frío! ¡Un cielo en
el hielo más oscuro, una cárcel húmeda en la llama!
*
La noche ha olvidado su entrada; yo estoy en ella, ahora que he
alumbrado al instante... ahora; comedido a extrañar su aislamiento.
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ventanas; sobre las imágenes que erizan mi piel se yergue otra tan
segura y subrepticia como un camino que aparece solo para
apartarse...
He escrito y he oído, pero ¿cómo ser el oído que oye que oye? Si
he abandonado tantos sueños por verlos, por golpearlos con mi piel
verdadera para que ella se abriera como una semilla, para que mi
amor se extendiera por mis heridas hacia afuera de mi cárcel ¿por
qué esta cicatriz entre yo y lo que contengo?.
Puedo decir. El hombre que soy deja las flores húmedas, la mano
enmudecida y frente al espejo el viaje del ciclo en su punto
intermedio final.
*
Estoy solo en esta conversación sin muros. En esta bodega donde
nada permanece con cuidado y mi silencio se pudre. No sé si lo que
puja contra mi voluntad todo este cuarto vacío hasta el grito
sostenido, es el sudor del hombre estúpido que escribe sus
respuestas a golpes de puño.
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¡Cómo van encajándose con ellos los ladrillos! La fuerza del vacío
tiene un silabario en la temperatura por inútil y establecida: el blanco
de la hoja va escrito con cicatrices del vértigo.
Mis ojos son las ventanas de un hospital donde toda la dignidad del
enfermo consiste en levantarse de cama a estampar una boca
contra el vidrio... ¡Aquí está! ¡Por fin se muestra un aliento capaz de
sostenerlo entre sus dientes! ¡Por fin una señal de verdadera
pesadumbre, más que las sábanas arrojadas sobre la
fantasmagoría de unos restos!
Hemos roto los párpados que unían nuestra idea de no estar más
frente sobre el frente y con Dios, y si estamos fríos, es porque
resplandecemos hartos ya de oscuro, como la luna. Hasta las
plantas y los árboles con su propio vértigo alimentan su cicatriz de
ahora, y de otra forma ascienden para saber su bosque en el
choque de los unos contra otros. Dijiste: por su encuentro el trueno
es saludable, y el lindero de su fuego conduce hasta el lindero.
*[2]
¡Si el vidrio hablara! ¿Qué hay en ese interrogarlo, en esa mirada
que no quiere ser través y se queda, ningún paso atrás, ni uno sólo
adelante?
Sólo tengo fe en que el polvo y las manchas que le pertenecen,
sean parte de toda imagen, ¡Y aún más!, que en ellos exista un frío
y un calor; un viento para impedir las grietas de tiempo y los trozos
de mundo aunado de golpe.
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Pienso ahora en la pregunta del vidrio que rompiéndose es abierto;
en la esfinge que hay crucificada en todos y cada uno de nuestros
muros:
*
Aunque no sea llamado, Dios acude. Mira, así es la luz... como
estos nardos, la tierra sosegada.
Tienes una mano sobre tus ojos ¿Tienes una puerta ante tus
manos? Así no se recoge fruto alguno.
Tu tronco es un angosto pasillo, pero, ¿De dónde vienes? ¿Por
quién has sido llamado?
Aún no llega el tiempo en que el oído distinga luz de oscuridad.
Alcanzar los ojos, eso, es un milagro, pero estar aquí de pie supera
cualquier bendición, por eso el llanto es un huevo.
Así como volaste en su vacío adorando una sustancia dividida, y
siempre semejante a cada una de tus alas, ahora es necesario dejar
tu cielo atrás.
Puede que el fuego del deseo acabe con tus cabellos; puede que
vuelvas a sentir en la boca lengua. Si el aire reinó miserables
fantasías las del polvo, en tu aliento que se eleve aurora tu alma
anocheciendo.
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En cualquier momento el mirlo comienza entonces su descenso
directo en ningún lugar del cielo, sino desde los ojos del perro que
supo aguardar, hasta su hocico de impaciencia perpetua, insaciable.
Pero no sólo árboles y aves, no sólo los cuatro elementos ni la
ausencia de un corazón pueden prestar su forma al color perdido
entre el ojo y su naturaleza o vestir al vestido en abandono de su
dote.
Dios está a su lado sin condenarlo. Él, que podría condenarte y sin
embargo bendice tu estirpe.
Dos duraznos han caído de muerte madura; uno reposa, parece que
duerme, el otro ¿despierto?, sufre por un ojo inquieto que escudriña
hacia el carozo. ¡Bienaventurado primer fruto que te entierras en tus
sueños!
Hay niños que lloran porque desean ser escuchados por la luz, hay
llantos que han caído arrancando la razón de la misericordia ¿Ha
tenido la piel del niño la suficiente sed para sostenerse?
Tú que has avanzado, ¿Has visto que avanzando por el pasillo has
logrado una ventana?
¡Una ventana de frente, qué alegría ver desde fuera como nos guía,
con qué fuerza ocurre la llamada hacia quienes miran desde afuera
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y creen ver, al encontrarse adentro iluminado, que aquel hogar
desconocido por oscuro, guardaba a sus ojos la imagen de una
amada!
*
El sueño se ha cerrado como el corazón al despedir la sangre.
Tiene un hombre ante su puerta con muchas ganas de saber como
se muere, si hay alguna insignia o sello diciendo "sí" bajo la lengua,
camino al rosario hasta no ver la puerta, su horario entero.
Ahora que la lluvia cicatrizó para estos ojos, los del hombre se han
perdido en la repetición de pórticos distintos.
*
Construyeron su cuerpo con pausa, movimiento e intervalo, y lo
ornaron con gestos de un conjunto de hombres por un río que es el
gesto, sólo para arrojarlo al mar de los miembros y celebrar la letra
escrita en la hebra del árbol, no en la flor seca que dejada en el
índice se volviera cruz para un cementerio. Construyó un cuerpo
sólo para quitarle su aliento en que arde y canta la palabra,
únicamente para bendecirlo con vacío, el vacío que permite su
presencia y la presencia del principio. El vino se vacía en el cuerpo
con distancia interior, por la venida de la sangre al ritmo que tiene el
aire, por la danza de la lengua en su mosaico y la reverencia de
esta cúpula a la tierra.
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abrazada a su silencio como dos hermanos que juntos fueran un
padre.
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