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ALIMENTOS

El nuevo Código Civil ya impacta en lo concreto en los fallos judiciales. En una reciente
sentencia una jueza de familia no sólo determinó una cuota alimenticia (con dinero en
efectivo y en especie, a través del pago mensual de la prepaga y el colegio de los hijos),
sino que también ordenó que la misma se actualice en función a las paritarias
obtenidas por el padre.

La cuota alimentaria es un monto que se le fija al progenitor que no convive con sus
hijos (en un caso de divorcio o separación de hecho) para que colabore con los gastos
que demanda el bienestar de los menores. Es mensual y obligatoria hasta los 21 años y
contempla los gastos derivados de la vivienda, alimentación, salud, educación y
esparcimiento.

El problema es que, en contextos inflacionarios como el que vivimos, el cálculo suele


generar inconvenientes entre las partes. Hasta ahora que entró en vigencia el nuevo
Código Civil.

Cabe destacar que el artículo 659 del Código Civil y Comercial estipula que “la
obligación de alimentos comprende la satisfacción de las necesidades de los hijos de
manutención, educación, esparcimiento, vestimenta, habitación, asistencia, gastos por
enfermedad y los gastos necesarios para adquirir una profesión u oficio”. Luego la
normativa señala que “los alimentos están constituidos por prestaciones monetarias o en
especie y son proporcionales a las posibilidades económicas de los obligados y
necesidades del alimentado”.

“Ha habido una variación en los ingresos del demandado como consecuencia del
cambio de residencia (del padre), pero también ello ha significado una mayor
dedicación de la progenitora al cuidado de sus hijas, del cual debe ocuparse casi en
exclusividad, no pudiendo contar con la participación del padre en la vida cotidiana de
las niñas. Estas circunstancias deben ser evaluadas al momento de fijar la pensión
alimentaria”, explica la jueza en la sentencia al portal.

Así, la fijación de la cuota alimentaria no sólo tendrá en cuenta las necesidades de las
hijas, sino también las posibilidades económicas del padre y la indispensable
contribución del otro progenitor (la madre que vivía con las niñas).

Así, los montos percibidos se irán actualizando al mismo tiempo en que el padre
perciba incrementos salariales. De todas maneras, hay que recalcar que la sentencia no
se encuentra firme, ya que aún puede ser apelada por cualquiera de las partes
intervinientes en la causa.
I. Introducción

El deber alimentario deriva, en nuestro derecho, de tres grandes institutos: la filiación, el matrimonio y el

parentesco. En los tres casos, y siempre que exista una cuota alimentaria pactada o establecida

judicialmente, ya sea a favor del cónyuge, de los hijos o de un pariente, el transcurso de los años y las

modificaciones que se presentan en la vida, tanto de los alimentados como de los alimentantes, generan

distorsiones en dicha cuota que deben ser subsanadas.

Por tratarse de una obligación de valor1, sin perjuicio de los pagos en especie que se convengan, la cuota

alimentaria debe adecuarse a las nuevas realidades que se presentan. El deudor debe procurar al

acreedor el valor económico del bien con independencia de la suma monetaria que sea necesaria para
ello2. Ese acomodamiento puede darse en el marco de un acuerdo extrajudicial o muchas veces requiere

nuevamente de la intervención judicial.

La experiencia nos indica la conveniencia de agotar todas las instancias previas tendientes a llegar a

dicho acuerdo, ya que nadie conoce mejor que las mismas partes cuáles son las necesidades de los

alimentantes y cuál es la capacidad económica del alimentante, dos parámetros esenciales a la hora de

determinar el quantum de la cuota alimentaria.

Muchas veces nos hemos visto frente a excelentes sentencias desde el punto de vista jurídico, pero de

imposible cumplimiento para aquel que debe pagar la cuota o que resulta absolutamente exigua para

cubrir las necesidades de los reclamantes.

Asimismo, hoy resulta sumamente relevante la búsqueda de los verdaderos índices de inflación frente a la

distorsión que presentan los índices oficiales suministrados por el INDEC.

Otro tema esencial, a la hora de evaluar el mantenimiento del valor adquisitivo de la cuota alimentaria,

resulta de la posibilidad de poder establecer una cuota integrada tanto por un monto en efectivo, como de

rubros que el alimentante debe pagar en forma directa absorbiendo él, de esta manera, los mayores

costos de éstos en forma automática.

II. Causales de aumento de cuota

Por lo expuesto, es pacífica la jurisprudencia al determinar la procedencia del aumento de la cuota

alimentaria cuando se dan determinados presupuestos que pasaremos a analizar 3.


Dentro de las causales que habilitan a promover el incidente de aumento de cuota alimentaria, la doctrina

y la jurisprudencia destacan en especial los siguientes supuestos.

1. Aumento de las posibilidades del alimentante

Un parámetro esencial a tener en cuenta al momento de evaluarse un incremento de la cuota alimentaria

es el aumento del patrimonio o de los ingresos del alimentante 4.

Este aumento puede estar dado por la percepción de una herencia o donación que conlleve una

modificación en el patrimonio del alimentante que amerite el aumento de la cuota 5.

De todas maneras, el solo aumento del patrimonio no justifica la modificación de ella, ya que debe tenerse

muy presente que la cuota alimentaria debe establecerse buscando un equilibrio entre las necesidades de

los alimentados y las posibilidades de los alimentantes. Aunque el demandado tenga ingresos o patri-

monio desmesurados, la cuota deberá aumentarse hasta cubrir las necesidades, pero no debe

sobrepasarla 6.

Por otro lado, el aumento del patrimonio puede no traer aparejado en forma directa una posibilidad cierta

de aumentar la cuota alimentaria.

El Dr. Halbide, juez del Tribunal de Familia n. 2 de San Isidro, provincia de Buenos Aires, sostiene en ese

sentido que “deben diferenciarse dos situaciones relacionadas a esta ‘mejoría’ del obligado alimentario: el

incremento de sus ingresos, y el incremento de su fortuna”.

Sostiene que en el primer caso no hay duda de que dicha circunstancia debiera reflejarse en la cuota

vigente. En cambio, para el segundo supuesto dice que “el recibir por herencia una porción de algún

inmueble, o —incluso— una propiedad en su totalidad, no siempre significará que el beneficiario adquiera

por ese solo motivo mayor disponibilidad económica. Habrá que evaluar de qué modo ello mejora su

standard de vida, considerándose incluso la entidad de valor de que lo sea transmitido” 7.

Asimismo, procede el aumento si los ingresos del alimentante han pasado a ser mayores que los tomados

en cuenta para la fijación de la cuota anterior, como por ejemplo si el demandado se ha visto aliviado del

pago de sus cargas familiares 8, o de una cuota hipotecaria, o de una obligación de otra índole.

2. Incremento de las necesidades del alimentado


Las variables que pueden llevar al incremento de las necesidades de los alimentados son innumerables, y

dependen de los avatares de la vida misma. Sin embargo, estudiando los fallos jurisprudenciales,

podemos encontrar algunos supuestos que se presentan de manera constante y que pasaremos a

analizar 9.

a) Enfermedades

La enfermedad del alimentado —hijos, cónyuge o parientes— genera, en casi todos los casos, un

incremento notorio en los gastos que éste debe soportar.

En general, no sólo se ve afectado el rubro salud en forma directa o la compra de medicamentos. Es


posible que la situación de una enfermedad prolongada y grave imponga necesidades de todo tipo, que

deben ser comprendidas por la cuota alimentaria, a saber: adaptaciones en la vivienda, necesidad de un

acompañante, alimentación especial, tratamientos ambulatorios, aumento del gasto en los traslados, etc.

. Si se trata de un menor de edad, también se deberá prever la educación y apoyo domiciliarios.


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Frente a una situación de enfermedad, debemos distinguir si estamos ante la necesidad de un aumento

de cuota, en caso de que la enfermedad o la discapacidad sea permanente o frente a un supuesto de

gasto extraordinario, si se trata de una situación transitoria y excepcional.

En relación a problemas específicos de salud que no sean de carácter permanente, la jurisprudencia ha

sostenido que ellos deben canalizarse a través de alimentos extraordinarios y no del aumento de la cuota

alimentaria 11.

Por ello, han sido admitidos como gastos extraordinarios: los de la última enfermedad, los demandados

por una intervención quirúrgica, la necesidad de cambiar de clima por razones de salud, gastos de

internaciones derivados de un tratamiento prolongado 12.

Asimismo, deben tenerse presentes los gastos extraordinarios consecuencia de tratamientos de

ortodoncia, problemas en la vista o tratamientos psicológicos no cubiertos por la obra social o la prepaga

médica.

Respecto de los tratamientos de ortodoncia, la C. Nac. Civ., sala H, 29/4/1997, ha sostenido: “Si el

tratamiento de ortodoncia del hijo menor de las partes excede la presentación de cobertura médica

mediante la obra social con la que el ejecutado se comprometió en el acuerdo homologado en el juicio de

divorcio, el punto se encuentra alcanzado por el concepto de alimentos extraordinarios, pues no fue tenido

en cuenta —siquiera en forma implícita— al establecer la presentación relativa a los alimentos ordinarios
y, además, no se trata de ninguno de los conceptos enunciados por el art. 372 del Código Civil,

constituyendo una erogación que, en principio, no debe ser cubierta de un modo regular, periódico o

permanente” 13.

El uso de lentes de contacto permanente para corregir y mejorar la visión puede ser considerada una

erogación que reviste carácter excepcional, y comprendida en una cuota extraordinaria 14, o por la

periodicidad con la que debe ser renovada, tratándose en la actualidad de lentes descartables,

incorporarse en la cuota por medio de un aumento.

b) Mayor edad de los hijos

En los supuestos de alimentos debidos a los descendientes, la jurisprudencia es conteste en sostener que

la mayor edad de los hijos trae aparejado un aumento de los costos y traslada la carga de la prueba al

padre que pretende sostener lo contrario 15.

Por lo tanto, deberá ser el alimentante quien pruebe que en realidad no hubo tal aumento, a pesar del

desarrollo físico de sus hijos. Dicho aumento es, en general consecuencia de la aparición de nuevas

necesidades relacionadas con su alimentación, escolaridad, vestimenta, intensificación de las actividades

recreativas 16 y la ampliación de su vida de relación 17.

Por su parte señala la jurisprudencia: “La mayor edad del menor alimentado implica un aumento de los

gastos de subsistencia, tales como manutención, educación, esparcimiento, vestimenta, asistencia y

gastos por enfermedad, que torna procedente al aumento de la cuota alimentaria” 18. “La cuota alimentaria

debe incrementarse en función de la mayor edad de los hijos, pues su crecimiento y la ampliación de su

vida de relación ocasiona un sensible aumento de sus necesidades más elementales” 19.

La mayor edad del hijo, permite también suponer la posibilidad de que éste tenga ingresos propios.

Antes de la sanción de la ley 26.579, sobre mayoría de edad la jurisprudencia sostenía que el hecho de

que el menor pudiera arbitrar los medios para obtener un ingreso propio, si bien no obstaba al aumento,

podía ser tenido en cuenta para graduar el monto de la cuota cuando algunos gastos podían ser

solventados por ese ingreso 20.

III. Ley 26.579 sobre mayoría de edad

La reforma introducida por la ley 26.579, sancionada en diciembre de 2009, reduce la mayoría de edad de

los 21 a los 18 años.


El art. 3º de dicha ley modifica el art. 265 del Código Civil y dispone: “La obligación de los padres de

prestar alimentos a sus hijos, con el alcance establecido en el artículo 267, se extiende hasta la edad de

veintiún años, salvo que el hijo mayor de edad o el padre, en su caso, acrediten que cuenta con recursos

suficientes para proveérselos por sí mismo”.

A pesar de que se mantiene la obligación de prestar alimentos para los progenitores hasta los 21 años, la

ley trajo aparejados cambios significativos que afectan directamente el régimen alimentario y el tema que

hoy nos ocupa:

• Se prevé expresamente que los ingresos del alimentante mayor de 18 años puede ser un factor

eximente de obligación parental en relación al pago de la cuota alimentaria. Por supuesto, dichos ingresos
deben ser suficientes para cubrir todas sus necesidades, ya que la extensión del deber alimentario en

relación al hijo mayor entre los 18 y 21 años es equivalente al que tenía siendo menor de edad. Al punto

de que el hijo podrá, en nombre propio, iniciar una acción por aumento de cuota, si los alimentos que

percibe no son suficiente para cubrir sus necesidades.

• Actualmente, a partir de los 18 años es el hijo quien tiene la legitimación activa, tanto para solicitar

alimentos como para pedir su aumento, ya que cesa la representación legal de los padres, en forma

automática, cuando ellos cumplen la mayoría de edad. Por lo tanto, frente a un proceso ya iniciado, los

hijos deberán ratificar lo actuado por su padre o madre y decidir si continuar o no el proceso. Este punto

ha sido muy criticado por la doctrina, ya que lleva a los hijos a litigar contra sus padres, afectando la

relación entre ellos.

• Asimismo, el hijo es el único facultado al cobro de los alimentos. Solo si él lo autoriza en forma expresa,

podrá el progenitor continuar percibiendo los alimentos en su nombre. De otro modo, el pago a una

persona diferente del hijo no tendrá efectos de pago cancelatorio.

• Corresponde al hijo mayor de 18 años la administración de la cuota alimentaria, aun aquella fijada con

anterioridad a su llegada a la mayoría de edad. Ella puede ser abonada por el progenitor no conviviente, o

por ambos, en el caso de que el hijo no viva con sus padres.

IV. Actualización cuota por el aumento del costo de vida

El aumento del costo de vida, consecuencia de los procesos inflacionarios padecidos por el país y

provocado por el aumento masivo y generalizado de precios, tiene una influencia directa y negativa en la

cuota alimentaria.
El Dr. Bossert sostiene que “es posible presumir que el alimentante ha visto incrementados sus ingresos

de modo acorde al aumento del costo de vida, ya que ello se adecua al orden normal de los sucesos; para

contrarrestar esta presunción el alimentante debería producir prueba concluyente acerca de un es-

tancamiento de disminución en sus ingresos” 21. Vemos cómo en este supuesto también se invierte la

carga de la prueba y se pone en cabeza del alimentante la obligación de probar que sus ingresos no se

han modificado en la misma medida que la inflación.

En este sentido, la jurisprudencia ha sostenido que hasta de oficio, por aplicación del art. 163, inc. 6º,

CPCCN, los jueces pueden tener en cuenta los procesos inflacionarios, por tratarse de hechos

modificativos de la situación jurídica, producidos durante la sustanciación del juicio 22.

Sólo con el trascurso de los años, los acuerdos sobre alimentos pactados en la República Argentina se

tornan insuficientes para atender las necesidades básicas de los alimentados como consecuencia del

proceso inflacionario y el correlativo aumento del costo de vida desde la época de su celebración. Al

tratarse de un hecho público y notorio, no debe ser probado por las partes 23.

A la problemática que históricamente planteó el tema de la inflación en nuestro país, en los últimos años

se han sumado dos agravantes: primero, la prohibición legal de establecer en los acuerdos pautas de

actualización desde el año 2001; y a partir del año 2007, la falta de credibilidad de los índices oficiales de

inflación que declara el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos).

1. Prohibición legal de establecer pautas de actualización

En el año 1991, la ley 23.928 estableció en sus arts. 7° y 10 la prohibición de la indexación o actualización

de las deudas dinerarias por la variación de los precios. En su momento, una parte de la doctrina

consideró que a partir de dicha ley no se podían establecer pautas de actualización o indexación, ya

fueran acordadas o establecidas judicialmente, en materia de alimentos 24. Otros autores, en cambio, sí la

aceptaban 25.

Actualmente la ley 25.561—al igual que su antecesora, la ley 23.928—prohíbe toda forma de indexación o

actualización de las deudas y en su art. 5º prohíbe, asimismo, las cláusulas de ajuste en las obligaciones

de cualquier naturaleza pactadas o establecidas con posterioridad a la sanción de la ley.

A partir de la entrada en vigencia de dicha ley, resultó necesario iniciar un proceso de aumento de la cuota

alimentaria, a fin de compensar el incremento del mayor precio de los bienes y servicios en relación con el

importe de la cuota.
2. Falta de credibilidad de los índices oficiales de inflación

Por otra parte, las estadísticas brindadas mensualmente por el INDEC desde que el organismo fue

intervenido en enero de 2007 hasta marzo de 2011, ocultaron más de 80 puntos de inflación, según

estimaciones de economistas y consultoras privadas. En el año 2010, el INDEC difundió un índice en

torno del 11%; en cambio, las mediciones privadas indicaron que el alza fue de entre el 22 y 25%, la más

alta desde el año 2002 26.

Como consecuencia de ello, el Dr. Lucas Aon, juez nacional en lo Civil, sostuvo que para fijar cuotas

alimentarias los jueces de familia tienen actualmente en consideración el notorio aumento del costo de la

vida, que no tiene nada que ver con las estadísticas oficiales, sino con la inflación real. Asimismo, aclaró
que solamente en el último año judicialmente se fijó una pauta de incremento del 30% anual. Según este

magistrado, buena parte de sus colegas adoptaron un criterio similar 27.

A fin de determinar el nivel real del aumento de precios, se pueden tomar en cuenta parámetros diferentes

según la profesión o actividad desarrollada por el alimentante. Ejemplo de ello es el fallo de la Cámara 1ª

de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Familia y Contencioso Administrativo de Río Cuarto, Sala 1ª, del

19/5/2010, en autos “C., V. L. I. v. R., J. L.”, que confirmó la resolución que había dispuesto el aumento de

la cuota alimentaria en base al sustancial aumento de los precios en general y de la canasta familiar en

particular —hechos de público conocimiento—, y con fundamento en datos informados en publicaciones

especializadas de gran difusión para la estimación de la situación económica del alimentante, y asimismo

rechazó el plan de pagos para las cuotas atrasadas previsto por el Código Procesal Civil y Comercial de

la Nación, en tanto sus normas no son imperativas en el ordenamiento provincial y la situación del

demandado —productor agropecuario— no justifica la implementación de esta modalidad de pago.

Los Dres. Marisa Herrera y Jorge Kielmanovich consideran acertada esta innovación aplicada por varios

jueces, en relación a apartarse de los índices oficiales en busca de los reales, y afirmaron que “los jueces

deben navegar entre la prohibición vigente de indexar y la necesidad de aggiornar las cuotas alimentarias

fijadas en causas civiles” 28.

El Dr. Aon indicó, en la entrevista citada, que a pedido de las partes, ellos piden información a las

consultoras privadas como prueba y luego lo tienen presente en sus decisiones, porque es un hecho

notorio que el proceso inflacionario es superior al que informa el Instituto Nacional de Estadística y

Censos 29.

Entre las consultoras privadas más consultadas a fin de determinar el índice real de inflación en nuestro

país podemos mencionar: Ecolatina; el estudio Bein & Asociados; Finsoport, dirigida por Jorge Todesca;
FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas), integrada, entre otros, por el

economista Juan Luis Bour; M&S Consultores, encabezada por el economista Carlos Melconian y

Graciela Bevacqua, la primera desplazada del INDEC de la Dirección de Precios y actual autora del IPC

de Buenos Aires City.

Recurrir a los índices presentados por estas consultoras representa hoy una salida alternativa valiosa en

busca de una solución a la distorsión que presentan los índices oficiales.

V. Pautas probatorias

Al momento de ofrecer la prueba en un proceso de aumento de cuota alimentaria, debemos diferenciar si


la cuota vigente fue acordada por la partes en forma extrajudicial y presentada judicialmente para su

homologación o si fue establecida judicialmente.

En el primer supuesto, al no haberse desarrollado actividad probatoria alguna al momento de fijarse la

cuota, la prueba deberá incluir no sólo la situación actual, sino que deberán acreditarse, en la medida de

lo posible, los costos y la capacidad económica de ambas partes al momento del acuerdo.

En cambio, si la cuota cuyo aumento se solicita fue dispuesta por autoridad judicial, la prueba podrá

limitarse a acreditar las necesidades de los alimentados y la situación económica actual del alimentante y

bastará ofrecer como prueba los autos anteriores sobre alimentos. De la comparación entre ambas

situaciones surgirá la procedencia o no del reclamo.

“La jurisprudencia se mantiene pacífica en el sentido de estimar que, tratándose de un aumento de la

cuota alimentaria, la prueba ha de apuntar o bien al incremento de las necesidades del alimentado, o bien

a la mayor capacidad de contribución del alimentante, siempre que las primeras no hubieran sido sufi-

cientemente abastecidas al momento de su fijación. En aquellos supuestos en los que, como en la

especie, la cuota alimentaria fue fijada de común acuerdo por los padres a favor de los hijos, al requerirse

su aumento o disminución… la pretensión de la actora deberá tener como fundamento la modificación de

las circunstancias existentes al momento de acordarse la cuota alimentaria hoy vigente, que se produzcan

con posterioridad al momento en que tal acuerdo se celebrara. Ello exigirá una doble tarea probatoria. Por

un lado, ilustrar acerca de las características de la calidad de vida y nivel de ingresos existentes al

momento de convenirse la cuota cuya modificación se pretende; por el otro, los cambios que se hubieran

producido con posterioridad a dicho momento” 30.

VI. Cuantificación económica de los alimentos


En la práctica, la mayor dificultad se presenta a la hora de determinar el quantum de la obligación

alimentaria cuyo aumento se solicita.

La fijación del monto de la cuota consiste en la delicada tarea de determinar la cantidad necesaria para

cubrir las necesidades del alimentado, dentro de las posibilidades económicas del alimentante. Es

necesario lograr un prudente equilibrio entre las necesidades a cubrir y la aptitud del alimentante de llenar

tal finalidad 31.

Una opción que evita futuros incidentes de aumentos de cuotas consiste en fijar como cuota alimentaria

un porcentaje de los ingresos percibidos por el demandado. Esto es posible, en general, cuando el

alimentante trabaja en relación de dependencia.

En dicho caso, la cuota abarcará, salvo expresa aclaración en sentido contrario, todas las sumas que por

cualquier concepto perciba, incluyendo bonificaciones, premios, horas extras, asignaciones familiares 32;

debiéndose calcular el porcentual sobre la base del sueldo líquido, deduciendo de la remuneración bruta

los descuentos obligatorios establecidos por ley 33.

El porcentual debe aplicarse sobre todos los importes efectivamente cobrados por el demandado, aun los

denominados no remunerativos 34. No corresponde incluir, en cambio, los reintegros por gastos o viáticos,

ya que ellos son gastos realizados efectivamente por el alimentante a fin e cumplir su trabajo y se

presume que se consumieron durante su desempeño laboral 35.

En otro orden de ideas, la jurisprudencia ha sostenido que la nueva familia del alimentante no puede ser

justificación de una disminución de la cuota alimentaria 36 y asimismo sostiene que “para fijar el monto de

la cuota alimentaria, no es posible hacer distingos entre el primer y segundo matrimonio ni entre los hijos

del primero o segundo, ya que en todos los casos el progenitor debe procurar que las necesidades de

todos los alimentistas sean proporcionalmente atendidas” 37.

VII. Importancia de fijar parte de la cuota alimentaria abonando en forma directa determinados rubros

La fijación de rubros a cubrir en forma directa por el alimentado, sobre todo en los casos como gastos de

educación, prepagas médicas y gastos fijos de la vivienda, es otra opción que tiene dos grandes

beneficios:

1. El monto se va actualizando con el aumento del rubro que cubre en forma automática y sin necesidad

de rever los acuerdos, evitando nuevas negociaciones y, sobre todo, conflictos futuros entre las partes.
En caso de que los aumentos sean de tal magnitud que no puedan ser afrontados por el alimentado, las

partes deberán iniciar un diálogo a fin de determinar la posibilidad de, por ejemplo, en temas de salud:

reducir el plan de salud o cambiar de prepaga médica o, en cuestiones relacionadas con la educación,

evaluar el cambio de colegio o la obtención de descuentos o becas.

2. Por otro lado, el alimentante conoce el destino del aporte y deja de temer que el dinero que él deposita

sea destinado a un fin diferente del pactado.

En general, hemos podido constatar cómo la fijación de rubros a pagar directamente por el demandado

facilita la posibilidad de llegar a acuerdos y asimismo genera menos incumplimientos que los pagos

debidos en efectivo.

De todas formas, resulta importante destacar que los pagos en especie, en principio, no pueden suplantar

en forma total el pago de una cuota en efectivo, ya que existen muchos gastos de extrema necesidad,

como, por ejemplo, los alimentos propiamente dichos, que deben ser afrontados por el alimentado.

Debemos tener sumo cuidado en que esta forma de pago no genere un control por parte del alimentante

de la vida del alimentado. Por ello, la propuesta es que se modifique la legislación actual, permitiendo que

la cuota sea fijada, aun judicialmente, en forma mixta, teniendo presentes las circunstancias de cada

caso.

VIII. Alimentos provisionales

En los procesos de aumento de cuota alimentaria, también se puede solicitar la fijación de una cuota

provisoria de alimentos a fin de paliar la situación que vive el alimentado durante el proceso, sobre todo

teniendo presente que, en muchos casos, desde el inicio de la acción hasta la efectiva sentencia puede

transcurrir más de un año, con grave deterioro del nivel de vida de los alimentantes.

El Dr. Bossert sostiene que “Los alimentos provisorios están destinados a regir desde que se los solicita

hasta dictado de la sentencia. Tienen por objeto subvenir sin demora a las necesidades del actor, ya que

la espera hasta la finalización del juicio, por lo breve que sea, puede privarlo de los rubros esenciales a su

vida” 38.

El juez deberá evaluar, prima facie, el deterioro sufrido por la cuota, teniendo presente el tiempo

transcurrido desde su fijación, la actividad que desarrolla el demandado y la documentación aportada en

autos en relación a sus ingresos y su posible aumento.


El Dr. Bossert ha dicho que “de todos modos, la demostración del caudal económico del alimentante

puede surgir de la prueba directa y en indicios sumados, o en presunciones exclusivamente, siempre que

reúnan las condiciones de eficacia que les son propias” 39.

IX. Conclusión

En virtud de todo lo expuesto, constatamos que los procesos de aumentos y actualizaciones de la cuota

alimentaria son consecuencia no sólo de las realidades individuales, sino de los avatares económicos de

nuestro país. La imposibilidad de establecer pautas de actualización ha llevado, en la práctica, al aumento

desmesurado de incidentes de aumento de cuotas alimentarias y asimismo afecta, en la práctica, el nivel

de vida de los alimentantes.

Frente a la realidad inflacionaria que vivimos, y teniendo presente que los índices oficiales se encuentran

distorsionados, propugnamos que los magistrados recurran a los índices aportados por consultoras

privadas serias, a fin de constatar el verdadero aumento de precios y cómo esto afecta a cada familia en

particular.

Asimismo, proponemos la modificación de la actual legislación a fin de que los jueces puedan fijar el

monto de la cuota alimentaria no sólo en efectivo sino también autorizando al alimentante a abonar en

forma directa determinados rubros, teniendo presentes las circunstancias de cada de caso.

La experiencia nos ha demostrado que la fijación de rubros beneficia a ambas partes y resuelve, en parte,

la problemática derivada del aumento permanente del costo de vida que sufre nuestro país y los mayores

costos derivados de la mayor edad de los alimentados.

En relación a la nueva ley sobre mayoría de edad, los hijos mayores de 18 años, al mantener su derecho

alimentario hasta los 21, son los únicos que tienen legitimación activa para iniciar o continuar acciones de

aumento y actualización de la cuota alimentaria fijada cuando eran menores de edad.

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