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Año 19 N° 705 Semana del 22 al 28 de octubre

JESÚS MINISTRA SANIDAD (Parte VI)


Mateo 20, 29-34

1.- OBJETIVO DEL TEMA


Comprender que Jesus no sólo puede sanar la ceguera física sino tambien la ceguera espiritual que
en muchos momentos los creyentes experimentamos, para lo cual veremos la actitud que tuvieron
los ciegos que fueron sanados en este pasaje del Evangelio de Mateo.

2.- IDEA CLAVE


Leer en silencio las lecturas. Meditar unos minutos en las lecturas para encontrar la idea principal
antes de compartir. ¿Qué te dice a ti?, ¿Qué le dice a la comunidad?, ¿Qué le dice a la sociedad?

En esta ocasión, Jesús nos pregunta ¿Qué quieren que haga por ustedes? Al igual que los ciegos
podemos pedirle que nos sane de nuestra ceguera, que queremos ver como El para ser y servirle
como quiere, pero si hay algo que nos pide es una oración fervorosa y fe completa en El.

3.- ENSEÑANZA
Jesús en camino hacia Jerusalen, donde sufrirá la muerte en la cruz, es reconocido y proclamado
por dos ciegos quienes gritan como demanda de salvación -«!Señor, que se abran nuestros ojos!».

Originariamente, el Mesías era esperado como alguien que curaría a los enfermos (Is 61,1s), en
particular a los ciegos, pero esta concepción fue reemplazada después por la imagen de un Mesías
político, dispuesto a vencer a los enemigos de Israel. Por eso la muchedumbre, entusiasmada por
los signos que realizaba Jesús, intenta hacer callar a los dos ciegos, a fin de que no detengan el
camino del hijo de David hacia su «ciudad».

Sin embargo, Jesús se detiene para ayudar a los ciegos, para servirles, para sanarles. El Evangelio
enfatiza en este pasaje el poder de Jesús, que, en contra de la corriente, se inclina sobre ellos y oye
de inmediato su petición, que expresa al mismo tiempo su situación de indigencia pero también su
fe.

Jesús se muestra como alguien que no busca el aplauso de la gente, que no se preocupa por ganar
el favor de la muchedumbre, sino que como el Mesías bueno y compasivo, conmovido por los
sufrimientos ajenos, libera a los hombres de sus enfermedades.

Una de las enfermedades más graves por cierto es la ceguera, o sea, el no poder «ver» a Jesús, el
no reconocerlo como Salvador. Sin embargo, cuando se abren los ojos de los ciegos, al primer
milagro le sigue otro todavía mayor: éstos, curados, se ponen a seguir a Jesús, para subir con él
hasta el Gólgota, a compartir su suerte, convirtiéndose así de salvados en cooperadores de la
salvación.

¿Qué debemos hacer nosotros? Examinemos a estos ciegos, mejores que muchos que gozan de
buena vista, sin guía que los llevara al Señor y sin poderle ver cuando lo tenían delante, se
empeñaron en llegar hasta Él y empezaron a gritar a voz en cuello, y cuando se les mandaba
callar, levantaban más la voz, se apreciaba su fervor. De ahí que Jesús ni siquiera les pregunta si
tienen fe, como solía hacer otras veces, pues sus gritos y su romper por entre la gente ponían bien
de manifiesto su fe a los ojos de todos.
Año 19 N° 705 Semana del 22 al 28 de octubre

De igual manera, si con fervor nos acercamos a Dios, podremos alcanzar cuanto le pidamos como
estos ciegos. El evangelista no atestigua que por su vida estos ciegos tuvieran motivo especial de
confianza con el Señor, todo lo suplió su fervor, buen modelo para imitar. Aun cuando Dios dilate
el escucharnos, aun cuando hubiere muchos que traten de apartarnos de orar, no abandonemos la
oración ferviente, pues así Dios nos escuchará. Vemos cómo en este caso ni la pobreza, ni la
ceguera, ni que el Señor no los oyera, ni las reprensiones de la gente; ni otra cosa alguna pudo
contener el impetuoso fervor de estos ciegos.

Debemos considerar el dicho de Santa Teresa del Niño Jesús “!Qué grande es el poder de la
oración! Se diría que es una reina que en todo momento tiene acceso directo al rey y puede
conseguir todo lo que le pide”.

En efecto, Jesús ahora, resucitado y glorioso, está dispuesto a preguntarnos también a nosotros:
«¿Qué quieres que haga por ti?», nos pregunta humildemente en qué puede servirnos. El ha
venido a nosotros para que ya nadie esté ciego. Y así está el que ignora que es un ser único y
precioso para Dios, el que vive sólo pensando en que Dios no se ocupa de él, el que lucha en
soledad sus batallas, el que no sabe que es amado y es tan importante saberse amado porque sólo
el que ama puede ver, porque, en verdad, «sólo se ve bien con el corazón» (Antoine de Saint-
Exupéry).

Sólo el amor de Dios te cambia, naciste por amor y para amar, por eso en este camino de amor,
nos urge ser sanados por Jesús, ser purificados de las tinieblas del pecado, para que podamos
experimentar como él, compasión por los sufrimientos de otros.

4. PREGUNTAS PARA COMPARTIR


1. ¿Cómo va tu lectura de los evangelios? A los pastores se les insinúa fraternalmente
ANIMAR en la lectura de los Evangelios
2. ¿Qué es lo que más te ha impresionado del pasaje revisado hoy? ¿Por qué?
3. De entre la muchedumbre que sigue a Jesús, hay gente que trata de callar a los ciegos, en
la actualidad ¿quién sería esa muchedumbre?
4. Tu oración, ¿detendría a Jesús?, ¿es tan intensa, tan sentida, que captaría su atención en
una situación semejante?,
5. Ante una petición realizada a Jesús ¿si alguien te hiciera callar, te callarías, desistirías? O
¿qué harías?
6. ¿Qué respuesta sientes que Jesús pide de ti cuando te pregunta “qué quieres que haga por
ti?
7. ¿Cómo veo y siento el grito de tantos pobres (enfermos, mendigos, etc.)?

5. CONCLUSIONES
Como conclusión veamos qué nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1503
“La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda
clase son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" y de que el Reino de Dios
está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los
pecados: vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos
necesitan. Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: "Estuve
enfermo y me visitasteis". Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo
largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que
sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a
los que sufren.”, por tanto acerquémonos confiados a nuestro Señor pidiéndole sanidad para
aquella enfermedad física o espiritual que tengamos.

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