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COLEGIO DE ALTO RENDIMIENTO

HUÁNUCO

Esta es la historia de cómo el imperialismo occidental


terminó casi con la soberanía de un Estado antaño
todopoderoso durante el siglo XIX, precipitando
profundos cambios en aquel país a principios del
siguiente siglo. Estamos hablando de China.

La intervención extranjera en China se convirtió en un


asunto conflictivo, tanto entre las potencias
imperialistas, como desde el punto de vista chino. El
país no desapareció, pero importantes áreas del
mismo dejaron, realmente, de estar bajo soberanía
china.

El primer asalto a China fue protagonizado por los


británicos. Gran Bretaña deseaba equilibrar sus compras de té y seda chinos con la venta del opio que traía de la
India. El gobierno chino prohibió en el año 1839 la entrada de opio pero los ingleses decidieron seguir vendiéndolo.
Este hecho desembocó en las guerras del opio. El Tratado de Nanking de 1842, que puso fin a estos conflictos,
proporcionó a Gran Bretaña el enclave de Hong Kong y la apertura de doce puertos al comercio exterior. El Tratado
puso de manifiesto la debilidad del Imperio Chino ante las apetencias occidentales.

El segundo asalto europeo a China se produjo a finales del siglo XIX, con el añadido del apetito del nuevo
imperialismo japonés. Los territorios adyacentes a China habían sido ya conquistados por británicos, rusos y
franceses. Ahora era el momento de imponer sus intereses sobre la propia China. Los franceses estaban
interesados en el sur, en la zona fronteriza con Tonkin. Los británicos ansiaban el control de la cuenca del Yangtsé,
desde sus posiciones en Hong Kong y Shangai. Por su parte, Rusia deseaba Manchuria y poder avanzar hacia la
península coreana, es decir, que sus intereses se centraban en el norte de China. Por fin, Japón, el recién llegado
al expansionismo imperial gracias a su fuerte desarrollo económico propiciado por la Revolución Meiji, aspiraba al
control de Corea. Por esta razón, declaró la guerra a China en agosto de 1894. Este conflicto demostró a las
potencias europeas que Japón era ya una potencia militar de primer orden. Los chinos fueron derrotados y se
firmó el Tratado de Shimonoseki en abril de 1895, por el que reconocían la independencia de Corea, cedían a Japón
las islas de Formosa, las Pescadores y la península de Liao-Tung, así como los derechos de extraterritorialidad y
todos los privilegios de los que gozaban las potencias europeas en China. El Tratado es fundamental en la historia
contemporánea del Lejano Oriente, ya que, puso de manifiesto a los europeos que Japón podía arrebatarles lo que
habían conseguido en la zona. La primera potencia que fue consciente de la nueva situación fue Rusia, que no estaba
dispuesta a ceder en Manchuria. El puerto de Port Arthur era vital para sus intereses y consideraba que Japón se
había ya convertido en un obstáculo para la realización de los mismos. Así pues, Rusia, con el apoyo francés y
alemán, obligó a Japón a renunciar a la península de Liao-Tung. Contenido Japón por el momento, las potencias
europeas aprovecharon la debilidad china para exigirle nuevas concesiones. China, en realidad, casi dejó de ser un
estado plenamente independiente, para convertirse en un país repartido por áreas de influencia de las potencias
extranjeras. Rusia estableció su dominio sobre Manchuria, ocupando Port Arthur en marzo de 1898. En 1899, los
franceses se hicieron con su anhelada área en el sur de China: bahía de Kungsi-Chang y las provincias de Hunan,
Kueichou y Sechum. Alemania, por su parte, quiso intervenir en este reparto de China, buscando una base naval.
Aprovechó la muerte de dos misioneros alemanes para ocupar la bahía de Kiao-Chou y exigir la cesión de las
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provincias de Shantung. Gran Bretaña respondió a las expansiones rusa y alemana, que eran a las que más temía,
ocupando Wehaiwei y reivindicó toda la cuenca del Yangtsé.

Las potencias europeas


crearon en las zonas que
controlaron un sistema de
derechos semisoberanos de
carácter colonial mediante el
establecimiento de
arrendamientos. La soberanía
china desapareció de estos
territorios.

Todas estas injerencias


provocaron reacciones de
signo nacionalista, destacando
la protagonizada por
reformadores radicales en el
levantamiento de los Cien Días
(1898) y la revuelta popular
de los boxers (1900-1901),
duramente reprimidas. Los
bóxers eran los miembros de
la Sociedad de los Puños
Armoniosos, una organización
secreta contraria a la
presencia extranjera en
China. Contaban con el apoyo
tácito del gobierno imperial
chino. Atacaban a los cristianos y a los trabajadores de los ferrocarriles de las compañías europeas, provocando
que las potencias comenzaran a tomar medidas. En Pekín, el 19 de junio de 1900, pusieron cerco a las legaciones
diplomáticas europeas hasta que una fuerza expedicionaria de seis Estados levantó el sitio en agosto. Pero hubo
más levantamientos en Shensi y Manchuria, obligando a los rusos a intervenir. En 1901, el Protocolo de Pekín impuso
a China el pago de indemnizaciones por los daños causados a las potencias extranjeras en las insurrecciones y
ataques a sus intereses, hecho que no hizo más que espolear al creciente nacionalismo chino de tendencia
republicana.

La situación de China desembocó en 1911 en una revolución que terminó con el imperio e instauró una república. Las
nuevas autoridades buscaron liberar a China de las injerencias extranjeras, además de reconstruir el país.

Por Eduardo Montagut Contreras. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea. @Montagut5

Montagut, Eduardo. (2014) China y el imperialismo del siglo XIX. Los Ojos de Recuperada de
http://losojosdehipatia.com.es/cultura/historia/china-y-el-imperialismo-en-el-siglo-xix/
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China es el país más poblado del mundo, con 1.325 millones de habitantes, un territorio de 9,6 millones de
kilómetros cuadrados y una civilización de más de 5.000 años.

China llegó a ser la economía más grande del mundo antiguo. La dinastía Qing, en el siglo XIX, tuvo que hacer
frente al imperialismo occidental en las dos Guerras del Opio, contra el Reino Unido que la obligó a firmar
compensaciones y ceder el puerto de Hong Kong. La rebelión de los bóxeres, de 1899 a 1901, que era un movimiento
revolucionario contra la influencia extranjera, debilitó a la última dinastía de los Qing . Dinastía que cayó
derrocada en 1911 por Sun Yat-Sen, quien se alzó como el líder de la revolución democrática china.

A finales de 1920, Chiang Kai-shek, líder del partido nacionalista, trató de reunificar a China y encaminarla a la
democracia. No obstante, con la invasión japonesa, se ve obligado a enfrentarse en una guerra que se prolongó de
1937 a 1945 con grandes pérdidas de vidas. En los siguientes cuatro años se reanuda una guerra civil entre los
nacionalistas y los comunistas liderados por Mao Tse-tung. Guerra civil que termina en 1949, cuando los
nacionalistas se retiran a la isla de Taiwán. Mao proclama la República Popular China y se nombra presidente del
Partido Comunista Chino. Mao fomentó el crecimiento demográfico, la educación, la colectivización, la planificación
central, el estatismo y una revolución cultural que trajo grandes purgas, agitaciones, y recriminaciones políticas
con un régimen totalitario.

Después de la muerte de Mao, en 1976, Deng Xiaoping comenzó a implementar una serie de reformas económicas
que marcaron el inicio del gran crecimiento de China, con una economía mixta, con gran énfasis en la privatización
de las empresas públicas ineficientes y liberalización de la economía.

El presidente Jiang Zemin, de 1989 al 2002, lideró la modernización e incorporación de China a la Organización
Mundial del Comercio. Hu Jintao, del 2002 al 2012, estableció más reformas para agilizar la producción. Estos
líderes lograron, con el fortalecimiento del sector privado, que China creciera durante 30 años a más de dos dígitos
anuales.

Libre mercado e incentivos a la competencia sacaron de la pobreza a 500 millones de habitantes. El actual
presidente, Xi Jinping, ha continuado con la política de libre competencia y estímulo a la innovación, investigación
y la alta tecnología.

Salto al exterior. A partir de Deng, se estableció en China un nuevo marco de relaciones comerciales para
potenciar las inversiones y lograr mayor competitividad, con un programa concentrado inicialmente en las
industrias pesadas y luego en la producción de bienes de consumo. Como estrategia inicial de este modelo, se dio
autonomía fiscal a los gobiernos locales, lo que generó la creación de las zonas económicas especiales (ZEE), que
lograron atraer la inversión extranjera, importar tecnología y conocimientos a base de incentivos fiscales e
infraestructura.
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Es importante destacar que China fomentó la competencia regional entre decenas de municipalidades, condados,
pueblos y aldeas. Competencia por más inversión, mayor productividad y la oferta de mano de obra calificada
fueron parte de las claves del éxito. Los aranceles promedio de China son actualmente de un 5%.

China ha sido un laboratorio gigante, donde se estimulan diferentes modelos para hacer crecer la economía local,
sin ningún entrabamiento. Crear una empresa en China es cuestión de días y no de meses o años, como en Costa
Rica. La cultura de China es ser cada vez más eficiente para competir.

China logró ingresos medios per cápita, pero está sufriendo una desaceleración que demanda nuevas
transformaciones. Cuando una economía se vuelve más grande y rica, requiere dejar de producir productos baratos
e ingresar a una economía basada en las nuevas tecnologías. Esta realidad ha obligado a China a dejar la producción
que requiere mano de obra barata y contratarla en otros países vecinos.

Comunismo. El Partido Comunista (PC) tiene más de 86 millones de miembros y es la organización política más
grande del mundo. El PC controla los diferentes niveles del gobierno y su fuerza política está en el campesinado,
pero es un hecho que el partido ha abandonado la base comunista tradicional para buscar en forma pragmática la
apertura a empresarios y otras organizaciones sociales.

La cabeza central del partido lo conforman 80 miembros que son elegidos por cinco años por el Congreso Nacional
del partido. El buró político es de 24 miembros y existe un órgano más pequeño conformado por nueve personas.
Está claro que China deberá iniciar un proceso de apertura política para lograr un modelo socialista como los
europeos, pero tomará años y cambios complejos. Libertad de los medios de comunicación, el fomento de partidos
de oposición, la libre expresión y cambios sociales, ambientales y culturales son todavía un reto pendiente.

Woodbridge, Jorge (2017) China del imperialismo al capitalismo. La nación.


http://www.nacion.com/opinion/foros/China-imperialismo-capitalismo_0_1608839108.html

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