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Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883 y muere el 3 de julio

de 1924, fue un escritor de origen judío que escribió en alemán. Sus obras
están consideradas como las más influyentes de la literatura universal, se
caracterizan por temas como: la alienación, la brutalidad física y psicológica,
los conflictos entre padres e hijos, personajes en aventuras terroríficas,
laberintos de burocracia y transformaciones místicas.

Entre sus obras se destacan: El Proceso (1925), El Castillo (1926) y La


Metamorfosis (1915). Las dos primeras se dieron a conocer luego de su
muerte. La literatura no ha sido considerada su prioridad, sin embargo queda
demostrado que para Kafka ésta era una necesidad existencial. Estudió
doctorado de derecho, y trabajó en el Instituto de Seguros de Accidentes de
Trabajo en Praga. En su lecho de muerte, provocada por una tuberculosis con
la que tuvo que luchar durante una suma de tiempo considerable, el escritor
solicitó a su mejor amigo Max Brod que quemase todos sus manuscritos. Sin
embargo Gracias a la inteligente desobediencia de Max Brod las obras de
Kafka perduran hasta los lidas de hoy, y sin ella no tendríamos figuras como:
Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez.

Sus tres obras: El proceso, El Castillo y La Metamorfosis, pertenecen al


género narrativo, pues se identifican en estas los distintos elementos como:
narrador, personajes, cronotopia y acontecimientos. Lo que se coloca en tela
de juicio, es el subgénero en el que deben ser clasificadas. Algunos críticos
establecen que debido a su extensión, estas tres creaciones deben ser
consideradas novelas. Sin embargo, teniendo en cuenta su complejidad,
podemos ver que los acontecimientos de las mismas giran en torno a una sola
temática. Debido a esta consideración, las tres obras comenzaron a ser
definidas como cuentos de gran extensión.

En El Proceso podemos observar como impera durante toda la trama


una búsqueda incansable por conocer el motivo por el cual Josef K ha sido
detenido en un principio, teniendo que lidiar posteriormente con un proceso
cuyo origen ignora, y que jamás le es revelado en el transcurso del relato:

“Por otra parte ––continuó K (…) Las preguntas principales son: ¿Quié2n
me ha acusado? ¿Qué organismo tramita mi proceso? ¿Es usted funcionario?
Usted se encuentra en un grave error dijo el supervisor (…) Tampoco
puedo decirle si le han acusado, o mejor, ni siquiera se si le han acusado.
Usted está detenido, eso es cierto, no sé más” (pág.10)

El Castillo también se caracteriza por un solo eje temático muy similar al


del Proceso, que consiste en la aspiración del protagonista K por entrar a un
Castillo prácticamente inaccesible y desconocido.

Por otra para La Metamorfosis pose un eje temático distinto a las dos
obras anteriores, su problemática gira en torno a la transformación de Gregor
Samsa sin ninguna explicación lógica.

El Proceso y el Castillo se caracterizan en primer lugar por el nombre


del protagonista. Kafka no tiende a adjudicar a sus personajes nombres
demasiado complejos o extensos, porque según él: “el escribir nombres me
causa una extraña confusión”. Sin embargo, muchos de ellos resultan
significativos para la trama. Tanto en El Proceso como en El Castillo, el
personaje principal es denominado K, nombre que claramente coincide con la
letra inicial del apellido del autor.
En relación a los sucesos, se puede distinguir en ambos relatos
que los protagonistas mantienen una rutina, que es afectada por un hecho
inusual, que a su vez, desencadena la trama.
En el caso de El Proceso, Josef K es el gerente de un banco. Su vida
transcurre mecánicamente entre su habitación y la dedicación a su labor:
“K ––normalmente permanecía hasta las nueve en la oficina (…) Cuando
llegó a las nueve y media de la noche a la casa en que vivía, K se encontró en
la puerta con un muchacho que permanecía con las piernas abiertas y fumando
en pipa (…) K se disculpó algo confuso por haber llegado tan tarde” (pág. 14)
Por otra parte este rasgo referente a una rutina diaria que se ve
bruscamente interrumpida no se observa de modo tan evidente en El Castillo,
si bien el narrador nos informa ya en el primer capítulo que el protagonista, el
Señor K, trabaja como agrimensor.

Es de vital importancia el rol social y laboral que desempeñan los


personajes. De esta forma, el juez y el fiscal de El Proceso están despojados
de un nombre, dándose a conocer únicamente la labor que ejercen. Lo mismo
sucede con el subdirector del banco donde trabaja Josef K, el abogado y el
sacerdote.

Esta idea también se reitera en El Castillo con personajes como el


alcalde, los ayudantes y los dos maestros, cuyas identificaciones personales se
mantienen anónimas.

Los personajes de Kafka poseen una gran complejidad. Antes de


centrarnos en estos con mayor profundidad, es necesario conocer los aspectos
del género narrativo, tales como narrador y cronotopia.
En El Castillo podemos observar a un narrador omnisciente; pues
su relato sobre los acontecimientos es detallado por otra parte siguiendo las
clasificaciones de Genette (1972), estamos frente a un narrador extradiegético,
pues no participa en la historia que narra, y heterodiegético, debido a que los
acontecimientos que relata no le sucedieron a él. Más allá de realizar una
descripción detallada, se ha distinguido que el narrador también emite juicios
de valor acerca de algunos aspectos:
“Era pequeña, colorada, sana, el cabello abundante y rojizo estaba
recogido en una trenza, algunos mechones ondulados colgaban alrededor del
rostro; llevaba un vestido liso que caía verticalmente y que no le quedaba bien:
estaba hecho de una tela gris brillante, en la parte inferior había sido
estrechado en el bajo de un modo tosco e infantil con ayuda de una cinta de
seda” (pág. 124)
Además de describir su vestimenta, el narrador también emite su
opinión sobre la misma. El vestido que llevaba el personaje “no le quedaba
bien”. También se distingue el uso de adjetivos calificativos, tales como tosco e
infantil. Se trata de un relato subjetivo, propio del Realismo. Sin embargo, los
rasgos realistas son escasos y se ven interrumpidos por acontecimientos
fantásticos, impregnados de un sesgo fantasmal, una cierta mística.
Respecto los espacios donde se desarrollan los acontecimientos
de El Proceso y El Castillo, se puede afirmar que ambos están provistos de
ciertas peculiaridades en común. Una de ellas, es la miseria que se deja
percibir en el relato, a través de espacios suburbanos, apartados de la las
clases sociales altas. Un ejemplo de ello en El Proceso, es la descripción de
Josef K, cuando lo visita por primera vez la casa de su abogado:
“Mientras hablaba, miraba por la ventanilla y observaba cómo se
acercaban a los suburbios en los que se hallaban las oficinas del juzgado”
(pág. 59)
De todas formas, el espacio en que se distingue la miseria en
mayores proporciones, es el barrio precario donde vive el pintor Titorelli:
“... vivía en los arrabales precisamente en la dirección opuesta a donde
se encontraba el juzgado en el que había estado (…) Era un barrio aún más
pobre, las casas eran más oscuras, las calles estaban llenas de suciedad, que
se acumulaba alrededor de la nieve” (pág. 83)
“En la casa en que vivía el pintor sólo estaba abierta una hoja de
la puerta, en la otra habían abierto un agujero, a través del cual, cuando K se
aproximó, fluía una repugnante sustancia amarilla y humeante, de la que huyó
una rata metiéndose en un canal cercano” (pág.83)
Podemos observar ideas muy similares entre El Proceso y El
Castillo, pues en la obra el Castillo la trama transcurre en un pueblo cubierto
por una espesa capa de nieve (pág.2). Otro rasgo a destacar es el ambiente
constantemente frío, donde la nieve y la lluvia son recurrentes. Este castillo en
un comienzo se encuentra rodeado de niebla y oscuridad, teniendo en cuenta
que en ambas obras predominan los ambientes cerrados y oscuros.
Los espacios que se identifican en El Proceso son generalmente
cerrados y pequeños. El cuarto que habita, su despacho en el banco, la
habitación del abogado. El más claro ejemplo alude a la habitación del pintor
Titorelli, que además de ser diminuta, resulta sofocante, bochornosa,
desesperante:
“El aire de la habitación le resultaba opresivo (...) no era el calor lo que le
molestaba, sino el aire, tan enrarecido que dificultaba la respiración; era
ostensible que hacía mucho tiempo que no ventilaban la habitación. Esta
sensación desagradable se intensificó, ya que el pintor le invitó a sentarse en la
cama, mientras él se sentaba en la única silla de la habitación, frente al
caballete” (pág. 88).
También lo podemos ver cuando K va a informarse sobre el curso de su
proceso en las oficinas del estado:
“… ¿Usted viene por primera vez? Bien, no es nada extraordinario, ya le
digo. El sol cae sobre el tejado y la madera caliente provoca este aire tan
enrarecido. El lugar no es el más adecuado para instalar despachos, por más
ventajas que ofrezca en otros sentidos. Pero en lo que concierne al aire, los
días en que hay mucha gente, y eso ocurre prácticamente todos los días, se
torna casi irrespirable. Si considera, además, que aquí se cuelga ropa para que
se seque ––es algo que no se puede prohibir a los inquilinos––, entonces no se
sorprenderá de haber sufrido un ligero mateo…”
De la misma forma, los escenarios que conforman El Castillo,
tales como la posada, la casa de la familia de Barnabás y la escuela son
herméticas y oscuras. Entre tantos despachos, corredores, habitaciones con
pasadizos secretos tales como el que tiene el artista Titorelli en su diminuto
desván, Kafka logra elaborar un conjunto de espacios que conforman laberinto
interminable, en los cuales los protagonistas mueren en el intento de escapar.
Sin lugar a dudas una de las virtudes de Kafka es su capacidad de crear
situaciones intolerables en las obras, dichas situaciones se caracterizan por
circunstancias vividas por los protagonistas, y en las cuales no logran tolerar,
resistir o llevar a cabo acciones con paciencia.

En muchas ocasiones estas situaciones son planteadas desde el inicio


del relato como por ejemplo: “la Metamorfosis “que ya en su primer párrafo nos
brida una muestra clara de esto:

“Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño


intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto".
Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar
un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes
duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el
cobertor, a punto ya de resbalar al suelo” (pág. 1).
Es intolerable que un hombre se despierte en una mañana convertido en
un insecto, va contra las leyes de la naturaleza y la racionalidad humana. Sin
embargo, la mayor preocupación de Gregor no alude tanto al hecho de
convertirse en insecto, es más ni siquiera se pregunta cómo sucedió esto. Lo
que sí le preocupa es que dicha transformación le impide ir trabajar. Este relato
es un reflejo del estado en que se siente el hombre moderno ante la sociedad y
su familia, Gregor ha perdido su identidad anterior: “ahora es otro”. Y ese otro
es un extraño, a quien se le niega toda comunicación humana; su familia se
avergüenza de él, su querida hermana, deja al poco tiempo, de cuidarlo, su
padre lo ataca con cosas cuando este intenta abandonar su encierro. Gregor
ahora es un insecto insignificante que no puede hacerse escuchar, esta
alienado del mundo, sometido a seres superiores que tienen en sus manos la
posibilidad de pisotearlo e incluso de aniquilarlo.

Por otro lado el evento intolerable que se identifica en El Proceso es


inicialmente la detención del protagonista, el motivo de la detención es omitido
por el narrador:

“Alguien tenía que haber calumniado a Josef K , pues fue detenido una
mañana sin haber hecho nada malo (…) No puede irse, usted está detenido”
(pág. 2)
“Por otra parte el asunto no puede ser de mucha importancia. Lo
deduzco porque he sido acusado, pero no puedo encontrar ninguna culpa por
la que me pudieran haber acusado. Pero eso también es secundario. Las
preguntas principales son: ¿Quién me ha acusado? ¿Qué organismo tramita mi
proceso?” (p. pág. 10)
Es realmente intrigante que Josef K haya sido procesado sin haber
delito, sin conocer el motivo de su detención. Incluso la búsqueda del mismo se
ve frustrada bajo la imposibilidad de acceder a una información concreta sobre
su situación, por este motivo visita a distintos sectores de la sociedad como por
ejemplo: abogados, Comerciantes como el señor Block, sacerdotes, distintas
mujeres como: Leni e incluso a un pintor: Titorelli, sin embargo K no logra
ningún avance significativo en su búsqueda. Kafka a través de sus obras crítica
seriamente a la injusticia impartida por un sistema corrupto:
“No hay ninguna duda de que detrás de las manifestaciones de este
tribunal, en mi caso, pues, detrás de la detención y del interrogatorio de hoy, se
encuentra una gran organización. Una organización que, no sólo da empleo a
vigilantes corruptos, a necios supervisores y a jueces de instrucción, (…), ¿cuál
es el sentido de esta organización, señores? Se dedica a detener a personas
inocentes y a incoar procedimientos absurdos sin alcanzar en la mayoría de los
casos, como el mío, tiene resultado” (pág. 32)
En el proyecto Kafkiano existe, en primera instancia, el objetivo de definir
lógicamente aquello que por su naturaleza misma es irracional, inhumano, con
frecuencia salvaje: conocía bien la burocracia de la monarquía austriaca, ese
enorme apartado simulador de justicia, de jerarquía inmutable. Esas mismas
jerarquías son las que Kafka define como una pirámide en cuya sima está el
desconocido e inapelable “tribunal supremo”, donde residen los resortes y las
trampas de la arbitrariedad absurda.
En El proceso, la identidad de cada uno de los miembros de la pirámide
es doble, invisible o simulada: los guardianes son a la vez ladrones (le roban a
K sus camisas), los verdugos, pobremente vestidos, se asemejan a viejos
actores de una compañía de segunda: los códigos sobre la mesa del juez son
libros vulgares, el pintor Titorelli pinta a los jueces superiores con una dignidad
que nunca poseyeron, por otra parte, el conocimiento de los hechos es incierto
o incompleto, por estos motivos K no logra entender nunca su proceso y todos
sus actos solo influyen negativamente en su proceso: su mayor error es su
impaciencia, en vez de contestar con humildad ( actitud propia del procesado) a
las preguntas, pronuncia grandes discursos violando todas las convenciones.
Pone en duda la autoridad del juez y la pertinencia del proceso mismo. En
pocas palabras desconoce las leyes de juego y pierde su oportunidad:
“…quiero simplemente -dijo el juez- hacer notar que usted mismo se ha
frustrado hoy (…)
En un mundo irracional, arbitrario y absurdo, Kafka parece afirmar que la
razón es la mayor culpa.
De las obras analizadas, “El Castillo” es la única que no presenta en su
inicio una situación intolerable, la misma es descubierta a lo largo de la trama.
La problemática de esta obra es la inaccesibilidad al castillo. Mientras más
esforzada sea la búsqueda por alcanzarlo, más lejos aparenta estar.
K es la muestra clara de los intentos de un hombre por incorporase a un
sistema, sin embargo no logra existir frente a los señores del castillo, sino que
se limita a las personas de la aldea como: policías y alcaldes, y a un
acercamiento a los funcionarios, empleados y secretarios del castillo:
Barnabás, Frieda, Klamm, Erlanger.
De esta forma K se mantiene en un estado de alienación frente a un
proyecto frustrado lo cual se convierte para él en una situación intolerable.
Por otra parte vemos en las obras de Kafka una clara obsesión
burocrática, a partir de la cual el autor ataca duramente a dicho sistema.
Kafka logra definir notoriamente su perspectiva sobre la burocracia a
través del formato arquitectónico del Castillo:
“No era ni un viejo castillo medieval ni un nuevo edificio suntuoso, sino
una extensa construcción consistente en unos pocos edificios de dos pisos
situados muy próximos unos de otros. Si no se hubiera sabido que era un
castillo, se habría tenido por una pequeña ciudad. K sólo pudo ver una torre, si
pertenecía a una vivienda o a una iglesia era algo que no se podía saber” (pág.
10)
El castillo está conformado por una variedad de edificios, que
representan los distintos sectores jerarquizados de un sistema fijo. En la
médula de estas edificaciones está ubicada una torre; la cual el narrador indica,
no de forma inocente, la posibilidad de que sea una iglesia. Deleuze y Guattari
(1975) le atribuyeron el nombre de bloque a esta simbología arquitectónica de
la burocracia. Dicho bloque muestra al sistema burocrático como algo
inexplicable, inaccesible, visto desde arriba o desde abajo (Deleuze y Guattari,
pág. 107), presentando como si se tratase de una divinidad. Esta afirmación
explica el motivo por el cual K jamás logra acceder al castillo. Solamente
conoce las normas pautadas, y que los habitantes de aquel pueblo respetan
como si fuese una religión, por más incoherentes que fuesen. Por ejemplo:
“Este pueblo es propiedad del castillo, quien vive aquí o pernocta, vive
en cierta manera en el castillo. Nadie puede hacerlo sin autorización del conde.
Usted, sin embargo, o no posee esa autorización o al menos no la ha
mostrado” (pág. 2).
En El Proceso también podemos observar la presencia de un bloque,
pero este es distinto al del castillo, pues presenta a la burocracia desde otra
perspectiva: Estos bloques, en lugar de distribuirse en un círculo del cual solo
se trazan algunos arcos discontinuos, se alienan en un corredor o pasillo: cada
uno forma entonces un segmento más o menos lejano en esta línea recta
ilimitada (Deleuze y Guattari, pág. 106). Por este motivo K vaga de un lado a
otro a través de los distintos sectores burocráticos, en un proceso cuyo
surgimiento ignora, sin tener la mínima idea de las gestiones que son llevadas
a cabo en función de su injusta situación.
Gracias a su profesión Kafka logró adquirir gran conocimiento acerca
del sistema burocrático, el cual alcanzó su auge en Europa a inicios del siglo
XX. A través de sus obras Kafka ha logrado detectar y destacar los errores y
efectos negativos que este sistema ha causado en la sociedad. El primero de
ellos, es la confusión que provoca al individuo. La misma confusión que llevó a
un agrimensor hasta el pueblo del castillo, para prestar un servicio en el que no
es requerido. La explicación del alcalde es la siguiente:
“En una administración tan grande como la del condado puede ocurrir
alguna vez que un departamento disponga algo y que otro disponga otra cosa
diferente, ninguno sabe del otro, el control superior, es cierto, actúa con gran
precisión, pero, por su naturaleza, demasiado tarde, y así pueden originarse
pequeñas confusiones” (pág.76).
Este suceso que parece insignificante y tan cotidiano en la vida real
provoca un hecho irreversible en la vida del Señor K instalándolo en un
laberinto cuya resolución fue imposible.
Según Javier Roiz, Kafka plasma en sus obras un gran conflicto del
hombre moderno; “el sometimiento de este a las instituciones”; viéndose
limitado a actuar libremente. Roiz utiliza el término “self” para definir la
individualidad de cada ser humano, que se ve desarticulada desde el momento
en que el sistema lo persigue y lo encasilla, obligándolo a formar parte de una
masa de individuos deshumanizados.
Otro término que utiliza Roiz es el del buen juicio, que alude a la
capacidad creativa, libre y ordenada del conocimiento de la realidad. La
desintegración del self causada por el efecto que provoca la burocracia en la
vida del individuo, conlleva a la pérdida del juicio. Roiz establece que: Joseph K
temerá más a la locura que a la muerte física; la ruina mental, la desintegración
del self, son castigos aún mayores que la condena a morir por el extraño
crimen que él desconoce.
En El Proceso, podemos ejemplificar esta afirmación a través del diálogo
que mantienen Joseph K y su tío:
“¡Eso no me puede tranquilizar! ––gritó el tío––. Josef, querido Josef,
piensa en ti, en tus parientes, en nuestro buen nombre. Hasta ahora has sido
nuestro orgullo, no puedes convertirte en nuestra vergüenza” (pág. 56).
La mayor preocupación del tío Karl no es el bienestar de su sobrino, ni la
injusticia de un proceso incoherente, y sí la reputación familiar y la apariencia
social, este hecho hace con que el proceso se agrave:
“Era absolutamente necesario que K actuara por su propia cuenta (…), si
hubiera estado solo en el mundo, habría podido desdeñar fácilmente el proceso
(…) Pero el tío le había llevado al abogado, había intereses familiares que
contaban” (pág.75)
Llegamos de esta forma a una de las primeras semejanzas entre Franz
Kafka y el fundador de la sociología Max Weber (Erfur, 1864 – Munich, 1920),
dicha similitud se centra en el conflicto edípico que ambos experimentaron.
Weber tuvo una discusión con su padre algunos meses antes de que este
muriera, en 1897, por lo cual no hubo una oportunidad de reconciliación.
Después de este incidente, Weber comenzó a sufrir diversos trastornos como
por ejemplo: insomnio, crisis nerviosas que se convirtieron en un obstáculo
para el ejercicio de su profesión.
Igualmente la relación entre Kafka y su padre resultó ser bastante
conflictiva y lo podemos observar a través de sus producciones literarias. La
más evidente es “Carta al padre”, epístola en la que el escritor reprende a su
progenitor su conducta agresiva e hipócrita hacia él. Esta relación turbulenta
también la podemos ver en La Metamorfosis, pero lo que interesa en este
apartado son sin duda los rasgos en común entre Kafka y Weber.
Al igual que Kafka, Weber manifiesta una crítica contra la
burocracia, definiéndola como una gran maquinaria imposible de aplacar, que
se encarga de regular la vida del hombre con precisión y sin alma. Dentro de
esta máquina se encuentran los engranajes, que son los sujetos que se
despojan de su personalidad para aferrarse a la sumisión del rol laboral,
aspirando ascender progresivamente dentro de este sistema.
Además de la metáfora de la máquina, Weber también compara a
la burocracia con una jaula de hierro. Cada uno de los barrotes representa una
institución estatal. La unión de los mismos, termina encerrando a la humanidad.
En 1917, Kafka escribe una jaula salió en busca de un pájaro. Su
apellido coincide con su línea de pensamiento. Kafka es de origen checo
(Kavfa), que en alemán se traduce como “Dohie”, que a su vez en español,
significa “grajo”, una especie de ave. Este aforismo expresa la forma en que la
burocracia se ha adueñado del escritor, persiguiéndolo y encerrándolo como en
una jaula.
De forma similar se siente Josef K respecto al proceso, que lo ha
perseguido hasta convertirlo en su rehén:

“Durante la semana siguiente K esperó día tras día una notificación: no


podía creer que hubieran tomado literalmente su renuncia a ser interrogado y,
al llegar el sábado por la noche y no recibir nada, su puso que había sido citado
tácitamente en la misma casa y a la misma hora. Así pues, el domingo se puso
en camino, pero esta vez fue directamente…” (pág. 34)
“Una mañana de invierno (…) K estaba sentado en su despacho,
exhausto (…) Pero en vez de trabajar, giraba en su sillón, desplazaba
lentamente distintos objetos sobre el escritorio y, sin ser muy consciente de lo
que hacía (…) El proceso ya no abandonaba sus pensamientos...” (pág. 69)

La subordinación en las obras de Kafka procede de su obsesión


por la burocracia. La idea de clasificar a la sociedad en distintos niveles
jerárquicos, tuvo como consecuencia, además de la deshumanización, la
adjudicación del poder a algunos, que imponen su autoridad sobre otros.
Ya hemos hablado sobre la pérdida de individualidad que sufre el
hombre debido a la burocracia. Los personajes duplicados y triplicados que
mencionan Deleuze y Guattari son un claro ejemplo de este acontecimiento.
En El Castillo, los asistentes de K son dos, y jamás aparecen de
modo individual. Lo mismo ocurre con Barnabás y sus dos hermanas Olga y
Amalia, con el Alcalde y Missi, los dos maestros, y así sucesivamente. Esta
duplicación y triplicación de personajes forman distintas series, teniendo al
castillo como un punto de referencia en común. Del mismo modo, la burocracia
está provista de distintos departamentos.
La triangulación en sí es de origen familiar y lo distinguimos
claramente en La Metamorfosis, obra en que los padres y la hermana de
Gregor aparecen a menudo en conjunto. Esta triplicación se reitera a través de
la aparición de los tres huéspedes, de los cuales no conocemos su identidad.
En El Proceso, las diferentes series que conforman los personajes
multiplicados se ven claramente definidas, si bien todos son funcionarios o
auxiliares de la justicia. Las series que se distinguen, separadas por un orden
jerárquico, son las de los jueces, los abogados y los ujieres. Otros de los
personajes triplicados es el abogado que defiende el caso de Josef K, Leni y
Block. Estas series, dentro de sí mismas, vuelven a dividirse en subseries. Por
ejemplo, el comerciante Block informa que debió contratar a seis abogados
para que resuelvan su proceso. Titorelli se encuentra en compañía de tres
niñas, y así sucesivamente, reafirmando la idea del infinito.
Estos personajes multiplicados se presentan en masa como
producto de la desintegración del self que fue mencionada anteriormente. No
importa quiénes son, y sí la trabajo que desempeñan. Un ejemplo de esto es lo
que ocurre con los ayudantes del señor K en El Castillo:
“Resulta difícil con vosotros —dijo K, y comparó sus rostros como había
hecho frecuentemente con anterioridad —, ¿cómo os voy a distinguir? Sólo os
diferenciáis en los nombres, en lo demás sois idénticos como... — se
interrumpió y continuó maquinalmente —, como serpientes” (pág. 24)
Es importante destacar que las series de personajes multiplicados
no se encuentran aisladas unas de otras. Están provistas de conectores, que
son personajes que establecen vínculos entre las distintas series, por ejemplo:
Frieda interactúa con Klamm, que pertenece a la máxima jerarquía, y con sus
sirvientes a la vez. Gregor Samsa se vincula con su jefe y al mismo tiempo con
su familia.
La subordinación es un tema recurrente en la obra de Kafka.
Como se ha visto en El Castillo, el señor K ejerce su poder ante sus ayudantes.
Del mismo modo, el protagonista cumple un rol de jerarquía inferior cuando es
contratado como portero de la escuela.
Pero la obra en que se distingue la idea de subordinación con
mayor claridad, es en La Metamorfosis. En este cuento, Samsa se encuentra
doblemente subordinado. En primer lugar por su familia, destacando la
presencia autoritaria de su padre; y debido a la necesidad de sustentarse a sí
mismo y a su núcleo familiar, surge una segunda subordinación, que es la de
su trabajo.
“Si no tuviera que dominarme por mis padres, ya me habría despedido
hace tiempo, me habría presentado ante el jefe y le habría dicho mi opinión con
toda mi alma. ¡Se habría caído de la mesa!” (pág. 2).
Desde el punto de vista de Deleuze y Guattari, la
subordinación en las obras de Kafka es representada a través de la cabeza
agachada, que representa el deseo bloqueado de los personajes. De lo
contrario, la cabeza erguida simboliza el deseo que se levanta, o se escapa
(Deleuze y Guattari, pág. 14). Las posiciones de cabezas se distinguen tanto
en los movimientos que realizan los personajes, como en los retratos que
aparecen en las obras, elementos de gran relevancia desde esta perspectiva.
La proloferación de retratos se distingue en la habitación de la señorita
Bürnter, o en los cuadros de Titorelli en El Proceso.
Esta teoría puede ser comprobada con mayor especificidad en La
Metamorfosis, cuando el narrador describe la habitación del Gregor,
deteniéndose en un retrato que allí se encuentra:
“Por encima de la mesa (...) estaba colgado aquel cuadro, que hacía
poco había recortado de una revista y había colocado en un bonito marco
dorado. Representaba a una dama ataviada con un sombrero y una boa” de
piel, que estaba allí, sentada muy erguida...” (pág. 1)
Lo primero a destacar en este fragmento, es la carencia de
afectos predominante entre los personajes del relato. En lugar de colocar
fotografías de sus seres queridos, Gregor Samsa elige un recorte de revista en
el que se encuentra la imagen de una mujer aleatoria. Este fragmento confirma
la teoría de la posición de cabezas estipulada por Deleuze y Guattari, pues la
mujer del retrato se encuentra muy erguida, posición que representa autoridad.
A través del cuadro mencionado, se manifiesta también la
intención de conservar un mínimo de autonomía, ante tanta subordinación que
azota al protagonista:

“Al menos este cuadro, que Gregor tapaba ahora por completo, seguro
que no se lo llevaba nadie (...) Gregor veía claramente la intención de Grete,
quería llevar a la madre a un lugar seguro y luego echarle de la pared. Bueno,
¡que lo intentase! Él permanecería sobre su cuadro y no renunciaría a él.
Prefería saltarle a Grete a la cara” (pág. 28)

La teoría de la cabeza agachada cabeza erguida, está


estrechamente vinculada con la idea de territorialización y desterritorialización
también formulada por Deleuze y Guattari. Como fue dicho, la cabeza
agachada es sinónimo de sometimiento, es decir, el individuo es territorializado
dentro de un sistema. En La Metamorfosis, se puede decir que Samsa
previamente a convertirse en insecto, está territorializado en su ambiente
laboral y familiar, donde se ve obligado a la obediencia de normas. Por otro
lado, la desterritorialización ocurre cuando se presenta una huida de la
situación habitual del hombre. El protagonista, al despojarse de su figura
humana transifugrándose en insecto, experimienta una línea de fuga y se ve
reterritorializado, es decir, se distingue un nuevo sometimiento, que consiste en
permanecer encerrado en su habitación.
La obra de Kafka ha sido estudiada desde distintos enfoques entre los
cuales se encuentra la psicocrítica de Charles Mauron, la misma parte de la
teoría del inconsciente de Freud. Según esta teoría Kafka plantea en su obra, a
veces de manera inconsciente, la relación conflictiva que tenía con su padre.
Freud fue uno de los primeros en afirmar que la literatura, así como las
demás formas de arte, son consecuencia de un elemento onírico, lúdico o
fantasioso; que así como cuando una niño crea su propio universo al jugar, un
artista también crea su propio mundo al crear su arte.

Existen dos conceptos importantes para comprender su teoría. El


concepto de “verdad del fantasma y verdad del texto”.

La veracidad del fantasma se desprende de la realidad psíquica, y la


obra literaria es una de las formas, más fieles, en que la realidad psíquica
cobra sentido.

La verdad del texto, remite a la verosimilitud, o sea el texto literario es


representación de algo real, se refiere a algo.

Para Mauron la creación literaria está basada en el medio social, el


lenguaje y la personalidad del escritor y, lo esencial para su teoría es la obra
literaria.

En su teoría propone buscar redes textuales, relaciones y asociación de


palabras. Propone una unidad básica de significación que es la relación entre
palabras e imágenes que surgen de la superposición de textos de un mismo
autor. Define el mito personal como “el fantasma más recurrente del escritor”, o
sea es la expresión de la personalidad inconsciente del autor a lo largo de su
obra:
Siguiendo esta línea de pensamiento y luego de leer: El Castillo, El
proceso y la Metamorfosis, Carta al padre y la Condena de Kafka, podemos
observar que la imagen que más se repite a lo largo de sus obras y a partir de
la cual se construye el mito personal del autor, es la figura de su padre como
un ser autoritario, frío y distante del protagonista y los podemos observar en los
siguientes fragmento:

La metamorfosis:
…El padre cerró el puño con expresión amenazadora, como si quisiera
empujar de nuevo a Gregor a su habitación… (pág.10)

El padre le acosaba implacablemente y daba silbidos como un loco (…)


Si Gregor se hubiese podido dar la vuelta, en seguida hubiera estado en su
habitación, pero tenía miedo de impacientar al padre con su lentitud. Al darse
vuelta, y a cada instante le amenazaba el golpe mortal del bastón en la espalda
o en la cabeza. (pág.13)

…Entonces algo cayó juntó a él, rodando. Era una manzana, Gregor se
quedó parado por el terror; siguió corriendo era inútil, porque el padre se había
decidido bombardearlo (…) una manzana lanzada sin fuerza rozó la espalda de
Gregor, resbalando sin herirle, pero otra, que si guió a aquélla, se clavó en la
espalda de Gregor… (pág.50)

Esta última cita en la que el padre hiere a su hijo con manzanas


que luego se pudren en su cuerpo, puede ser interpretada como la indiferencia
del padre de Gregorio hacia su transformación y conforma un de los momento
más importante de esta obra.
La condena:
“Desde entonces, Georg se había enfrentado al negocio, como a todo lo
demás, con gran decisión. Quizá el padre, en la época en que todavía vivía la
madre, le había obstaculizado para llevar a cabo una auténtica actividad propia,
por el hecho de que siempre quería hacer prevalecer su opinión en el negocio”
(pág. 3)
“ iAh Georg! --exclamó el padre, e inmediatamente se dirigió hacia él. Su
pesada bata se abría al andar y los bajos revoloteaban a su alrededor.
«Mi padre sigue siendo un gigante», se dijo Georg” (pág.5)

“iNo! --gritó el padre de tal forma que la respuesta chocó contra la


pregunta, echó hacia atrás el cobertor con una fuerza tal que por un momento
quedó extendido en el aire y se puso de pie sobre la cama(…)”

“…Querías taparme, lo sé retoño mío, pero todavía no estoy tapado, y


aunque sea la última fuerza es suficiente para ti, demasiada para ti…” (pág.8)
Carta al padre:
“Si resumes tu juicio sobre mí, surge que no me reprochas realmente
algo indecente o malo… sino frialdad, alejamiento, desagradecimiento. Y
evidentemente me lo enrostras, como si fuera culpa mía (…) mientras q tu no
llevas ni la culpa más ínfima, salvo la de haber sido excesivamente bondadoso
conmigo” (pág.1)

“También es verdad que prácticamente no me golpeaste nunca. Pero los


alaridos, el enrojecimiento de rostro, el rápido movimiento al sacarte los tirantes
y la colocación deliberada de los mismos sobre el respaldo de la silla casi eran
peor para mí (…), desde estas direcciones desembocaba en tu culpa” (pág.6)

“Pero así fue toda tu educación. Tienes, creo, dotes de educador; a una
persona de tu misma índole seguramente le habrías sido útil (…), pero para mí,
para el niño que yo era, lo que tú me gritabas era como una orden del cielo, no
lo olvidaba nunca” (pág.6)

“No recuerdo que me hayas insultado a mí directamente y con insultos


explícitos. Ni tampoco hacía falta: ¡tenías tantos otros recursos!(…) a veces
estaba casi ensordecido por ellos y no tenía motivos para aplicármelos
también a mí, puesto que la gente a la que insultabas no era seguramente peor
que yo, y tú no estabas seguramente menos contento con ellos que conmigo”
(pág.8)
Como se ha señalado, las obras de Kafka están compuestas por
múltiples alegorías que automáticamente pueden aludir al lector a
determinadas situaciones incluso a circunstancias vividas por el mismo, como:
momentos, ideologías y reglas planteadas por la sociedad en la que este ha
vivido, como por ejemplo: el capitalismo y el materialismo.

Según la “RAE” el materialismo es la tendencia a dar importancia


esencial a los intereses materiales, teniendo en cuenta a la “materia” como algo
indispensable para la vida humana llegamos a la conclusión que el
materialismo en las obras de dicho autor está representado por el trabajo, y lo
podemos observar a través del siguiente fragmento de la Metamorfosis donde
el jefe de Gregor resalta que más allá de la salud de un individuo lo que importa
en esta sociedad es el trabajo y la producción.

Seguro que es como dice usted señora. –repuso el jefe–. Espero que no
sea nada serio. Aunque, por otra parte, he de decir que nosotros, los
comerciantes, tenemos que saber afrontar a menudo ligeras indisposiciones,
anteponiendo a todo los negocios (pág.8)

La vida de sus protagonistas giran continuamente entorno a la acción de


trabajar, es decir, la labor que realizan los personajes para obtener una
remuneración económica. Un ejemplo de esto es Gregor Samsa, quien
pretende dar una buena vida a sus padres y hermana y por ello se dedica todos
los días a trabajar con el fin de pagar sus deudas.

…es precisamente entonces cuando deben acordarse los jefes de lo útil


que uno ha sido y pensar que, una vez superado el contratiempo, trabajará con
redobladas energías. Yo, como usted bien sabe, le estoy muy agradecido al
señor director. Por otra parte, tengo que atender a mis padres y a mi hermana.
Es verdad que hoy me encuentro en un apuro. Pero trabajando saldré bien de
él. (pág. 9)

Esta característica está relacionada con el contexto histórico social del


autor. El materialismo es una característica primordial del siglo XX, en cual la
humanidad presenció diversas luchas y conflictos que culminaron en un fuerte
deseo de consumismo en donde lo importante es la acumulación riquezas,
territorios y por lo tanto, poder.
Otra de las miradas posibles hacia la obra de Kafka es la deísta. El
deísmo es una postura filosófica que acepta el conocimiento de la existencia y
la naturaleza de un Dios o más dioses, a través de la razón y la experiencia
personal, en lugar de hacerlo a través de los elementos comunes de las
religiones teístas como la revelación directa, la fe o la tradición.

El deísta asevera la existencia de un ser supremo pero no


necesariamente practica una religión, además niega la intervención divina en el
mundo. Se presenta como una modernización y racionalización de la fe. A
menudo se piensa que Dios está muy lejos de los hombres, y se extiende la
tendencia a sobrevalorar, más aún, a divinizar la naturaleza, la realidad.

Dicho Dios en las obras de Kafka es representado de diversas formas


pero posee ciertas características en común: es inalcanzable, distante,
invisibles ante las personas del pueblo, etc.

Es presentado como dueño y señor, como por ejemplo: el tribunal en El


proceso y como el conde en El castillo.

Tanto Josef K. en El proceso, como K en El Castillo desconocen a ese


dios supremo, Josef no logra entender nunca el motivo de su arresto, es más
se pierde en la realidad al punto que ya no sabe quiénes son los jueces que lo
juzgan. Por otra parte K en El Castillo no logra conocerlas jamás quien lo
contrato y quien establece las reglas, de esta manera, cuando logra enterarse
que se trata de un conde, tampoco llega a conocerlo. Lo único que estos dos
personajes saben es que deben cumplir dichas reglas.

En la metamorfosis ese Dios está representado por la figura de un padre


inalcanzable, distante y dictador, cuyo fin es ser obedecido a toda costa.

El padre no sabía lo que iba a hacer; al caminar levantaba los pies a


una altura desusada, y Gregorio quedó asombrado del enorme tamaño de sus
suelas. Sin embargo, no se revolvió, pues ya sabía, desde el primer día de su
vida, que cabía esperar de su padre el máximo rigor con respecto a él (pág 20)
Bibliografía:

 DELEUZE, Giles. GUATTARI, Felix (1983). Por una literatura


menor. Ediciones Era. México.
 GONZÁLEZ, José M. Jaulas, máquinas y laberintos (imágenes de
la burocracia en Kafka, Musil y Weber). Revista S.I.C.
 KAFKA, Franz (1915). La Metamorfosis. Extraído de
http://www.biblioteca.org.ar/libros/1587.pdf
 KAFKA, Franz (1926). El Castillo. Extraído de Librodot.com
 KAFKA, Franz (1929). El Proceso. Extraído de Librodot.com
 PÉREZ, Raquel (2007). “El Proceso” de Kafka desde la retórica.

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