You are on page 1of 2

Si pudieras cambiar algo en el mundo, ¿qué cambiarías?

- 10 lugares para comenzar (Ailín Fessler)

En este tiempo de cuaresma, camino a Semana Santa, estamos invitados a contemplar una vez más el acto de
amor más grande de todos los tiempos: Jesús, siendo Dios, que murió en una cruz para salvarnos, para darnos
vida en abundancia y conducirnos a otra mejor que esta: la eterna, y todo gratuitamente porque nos
ama. Entonces, quisiera reformular la pregunta inicial del video y centrar la atención en la siguiente: «¿qué
estás haciendo (tú) para cambiar el mundo?”.
Si no saben por dónde comenzar, aquí les comparto humildemente algunos consejos que son fruto de haber
examinado mis acciones y sus efectos en los demás bajo la luz de la fe, y que particularmente intento aplicar
en el día a día. Nadie dice que es tarea fácil, pero cuando somos conscientes de “para quien” y “junto a quien”
trabajamos, todo toma un sentido distinto:

1. Empieza por gestos de bondad simples


Es curioso como gestos tan simples, que están al alcance de todos, tienen el poder de llegar a cambiarnos el
día. Hay algunas personas que ni siquiera emiten sonidos o cambios de expresión facial al chocar mejilla con
mejilla, o al dar un apretón de manos, y eso nos hace sentir un poco extraños. Por eso, presta atención a las
personas que saludas, míralas a los ojos, y di sus nombres con una sonrisa. «Se cazan más moscas con una
gota de miel que con un barril de vinagre» (San Francisco de Sales).

2. Da sin esperar recibir


Los regalos son demostraciones de interés, cariño, atención, pero lo son mucho más cuando no se los espera.
Sorprende a tus seres queridos con un regalo fuera de programa, que no coincida con su cumpleaños u otro
día especial, desde una simple esquela de buenos días, hasta cualquier cosa que a esa persona le pueda gustar.
También te propongo un desafío aprovechando el tiempo de cuaresma y el Año de la Misericordia: intenta
hacer un regalo a aquella persona que más te cuesta querer. «De todas las variedades de virtud la
generosidad es la más estimada» (Aristóteles).

3. Haz tu parte. Dios hará la suya en su justo momento


Fíjate metas concretas, con pasos cortos pero seguros. Tomaré como ejemplo alguien que sueña con eliminar
la pobreza del planeta. Es un deseo genuino y que no debe perderse, pero un cambio tan grande no depende
solamente de una persona. En ese caso, comienza por dar de comer a aquellas personas en situación de calle
con las que puedes cruzarte en tu andar diario. Haz esto cada vez que puedas, quizás algún día logres abrir un
comedor. «Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar te enseña que hagas cuanto puedes y que
pidas lo que no puedes» (San Agustín).

4. Trabaja en la causa que te interesa cambiar


Piensa en cuál es tu mayor preocupación por las realidades en las que vivimos y aporta tu granito de arena
desde un grupo que se dedique a buscar el mismo cambio que tú deseas. Puede ser algún movimiento pro-
vida, de ayuda al medio ambiente, algún hogar de niños, etc. De esta manera aprenderás mucho de los demás,
los demás aprenderán de ti y como regalo hasta puedes ganarte amigos. «Yo hago lo que tú no puedes, y tú
haces lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas» (Madre Teresa de Calcuta).

5. Corrige con paciencia los errores de los demás


Cuando somos nosotros los que cometemos alguna falta o no entendemos algo, quisiéramos que el mundo
entero se detenga y nos explique qué, cómo, cuándo y dónde. Sin embargo, muchas veces nos cuesta perder
algunos minutos de reloj con alguien que necesita de nuestra ayuda. Ármate de paciencia y ten por seguro
que esos minutos que consideras perdidos, son los mejores invertidos. «Así que, todas las cosas que queráis
que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los
profetas» (Mateo 7:12).

6. Sé un verdadero amigo
Jesús mismo nos habla del valor de la amistad: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace
su amo; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre» (Juan 15,
15). Si crees que andas descuidando tu relación con algún amigo, llámalo e intenta quedar en una cita con
él. «Un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene
precio, no hay manera de estimar su valor. Un amigo fiel es un bálsamo de vida, que encuentran los que temen
al Señor» (Eclesiástico 6, 14-16).

7. Invierte tu tiempo en cosas que valgan la pena


Intenta llenar tu vida con obras de caridad, cumpliendo con todos los deberes que te corresponden. Alimenta
tu espíritu con buenas lecturas y embellece tu vista con aquello que miras. «Es para mí una alegría oír sonar
el reloj: veo transcurrida una hora de mi vida y me creo un poco más cerca de Dios» (Santa Teresa de Jesús).

8. Perdona
¡Qué tarea tan difícil a veces!, ¿no? Si contamos con nuestras propias fuerzas, jamás podremos lograrlo. De
nosotros puede venir el deseo de perdonar, pero la gracia de hacerlo viene únicamente de Dios. El acto de
perdonar está íntimamente unido a la humildad. Aprendamos a reconocer que nosotros también nos
equivocamos y tomemos como ejemplo a Jesús que en el momento de su pasión clamaba la misericordia del
Padre, antes que su justicia: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23, 34). Presta más
atención cada vez que rezas el Padrenuestro y confía en que Dios acudirá en tu ayuda para liberarte de todo
rencor y angustia.

9. Haz apostolado y no descuides tu relación con Dios


Si realmente queremos cambiar vidas, debemos anunciar a los demás al único capaz de transformar
corazones. He sido testigo de ese cambio que solamente Dios puede hacer en un corazón endurecido y ciego,
sacando toda impureza e imperfección para llenarlo de luz. Hay muchas maneras de evangelizar. Busca la más
adecuada y respeta los tiempos de cada persona y los tiempos de Dios. Nosotros simplemente somos
instrumentos a través de los cuales Él actúa. «Separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15, 5) No abandones
tu oración. Visítalo en el Sagrario, frecuenta la confesión y la eucaristía para unirte a Él cada vez más. «Predica
el Evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras» (San Francisco).

10. Piensa con más frecuencia en que el cielo nos espera


Cuando la tristeza parece invadirme, cuando las cosas no salen como yo esperaba o cuando mis fuerzas
parecen llegar a su fin, me consuela enormemente saber que esta vida es pasajera y que si hemos buscado
hacer la voluntad del Padre en nuestras vidas, la recompensa que nos espera es el cielo. Hace poco escuché
una definición de lo que es el cielo que se convirtió en una de mis favoritas: «El cielo es aquello que nos dice
que desde ahora debemos ir preparándonos para las sorpresas». La realidad del cielo supera toda nuestra
imaginación y pensar en él nos incentiva a intentar hacer lo mejor que podamos para cambiar el mundo y a
levantarnos si hemos caído, porque sabemos que ese es nuestro destino, junto a nuestro Padre, de regreso
en casa. «Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque
las primeras cosas han dejado de existir» (Apocalipsis 21, 4).

You might also like