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En el transcurso del siglo veinte un hecho modificó sustancialmente la vida del continente
europeo y también de Asia y Oceanía: la Segunda Guerra Mundial irrumpió en el
panorama mundial sembrando desolación y caos. A su finalización, no solo los países
derrotados estaban económicamente arruinados, también los vencedores se encontraban
agotados; solo los Estados Unidos y Rusia, que habían sido aliados durante la guerra y se
habían convertido en rivales a su desenlace, se erigían como potencias de primer orden.
Su enfrentamiento provocó la división de Europa; una línea que partió a Alemania y que
era algo más que una frontera porque dividió el continente en dos zonas sometidas a la
influencia de estos grandes.
Es en este contexto de división que se sitúa nuestro trabajo, que persigue como objetivo
el brindar un panorama del desarrollo de la producción historiográfica alemana durante la
segunda mitad del siglo veinte. Cabe aclarar que el mismo abordará la situación del
sector occidental, dadas las dificultades que representa el intentar realizar este trabajo
desde la parte oriental.
De todas maneras, esta tarea presenta su complejidad, pues el desarrollo de las nuevas
corrientes historiográficas y del pensamiento histórico en la antigua República Federal de
Alemania no sigue el mismo recorrido que en otros países occidentales.
De esta manera es que en la primera mitad del siglo veinte se pueden observar en
Alemania las primeras iniciativas en pos de una historia económica y social,
materializada por la Nueva Escuela Histórica de Economía Nacional con Gustav von
Schmoller como su máximo representante y con el fin de ocuparse de los inconvenientes
originados por la industrialización seriamente. La "Escuela de Schmoller", no obstante,
continuó insistiendo en el papel central del estado y en los métodos de crítica de fuentes
propios del historicismo clásico alemán.
A partir de la segunda mitad del siglo veinte es la historiografía francesa la que influye
ahora en el panorama mundial; los Annales de Bloch, Fevbre y Braudel transforman la
historia de corte narrativo definitivamente en social y económica. Además de este aporte
historiográfico francés, que es adoptado en cada país de forma diferente, hacen sus
aportes para el perfeccionamiento y enriquecimiento de la ciencia la sociología
cuantitativa norteamericana y la antropología social.
"Si entre fines del siglo diecinueve y principios del veinte una gran parte de los
estudiosos más respetados se dirigieron desde Estados Unidos hacia Alemania, luego de
la Segunda Guerra Mundial el camino se hará de manera inversa".
Se plantea como cuestión la tesis del "camino especial alemán"; esto es, si el trayecto
seguido por la nación se apartaba de la evolución considerada normal de los modernos
estados industriales. Camino que tienen que seguir todos los países: es el camino de la
revolución burguesa que ya han seguido Francia e Inglaterra. Estos procesos implican
una estructura económica capitalista, una burguesía moderna y el control del estado de
manera violenta.
Es recién en los años sesenta en que realmente se llega a una revisión crítica del pasado
alemán; hay todo un proceso de modernización historiográfica a partir de estos años que
utiliza como razones el haber sido cuna de la historia erudita funcional y el que gran
parte de los intelectuales que acompañaron el ascenso del nazismo a partir del cuarenta
y cinco han sido desplazados. En el resto de los países occidentales, mientras tanto, se
habían comenzado a cuestionar aquellas proposiciones sociocientíficas que la
historiografía aún sostenía.
Se destaca en este período Fritz Fischer, un historiador con pasado nazi, que publica en
el año 1961 su estudio sobre el origen de la Primera Guerra Mundial: Der Griff nach der
Weltmacht (En pos de la hegemonía mundial); posteriormente en un libro subsiguiente
Der Krieg der Illusionen (La guerra de las ilusiones, publicado en 1967) Fischer postulaba
una continuidad entre los intereses bélicos alemanes en la Primera y la Segunda Guerra
Mundial, iniciando de este modo la discusión en torno al pasado germano. La obra de
Fischer, si bien se basa en el examen convencional de documentación estatal, permite la
posterior ampliación de la investigación hacia los marcos estructurales de las decisiones
tomadas en ese momento. Fischer considera que las causas del nazismo hay que
encontrarlas en la tradición política alemana que siempre se mostró autoritaria y
conservadora y cita como ejemplo que ya en los años 1913-1914 hay una política
agresiva, agregando que la iniciativa de la Primera Guerra Mundial hay que buscarla en la
clase dirigente alemana y su constante afán de expansión.
Esta obra tradicional desde lo metodológico servirá, sin embargo, para abrir la polémica
en torno al pasado alemán. Siguiendo este curso vendrán los ensayos de Eckart Kehr
(1965, 1966) sobre la época de Weimar tardía, y de Hans – Ulrich Wehler, ambos
historiadores representantes de una generación más joven formada después de la
Segunda Guerra Mundial y con una orientación crítica; consideran que la ciencia histórica
tiene una función crítica tanto de la sociedad pasada como de la presente. La razón es
considerada el instrumento del que se sirven los hombres para dominar todo lo que los
rodea, y lo que permite la destrucción y la deshumanización del mundo; partiendo de
esta premisa, las ideologías son rechazadas.
Tanto Kehr, como Wehler y Fischer sostienen la tesis del "desarrollo anacrónico" alemán:
la contradicción entre modernización económica y social y el atraso político. Influenciados
por Weber, consideran que el impulso hacia la modernización significa emprender (por
fin) el camino hacia un estado social moderno y democrático.
Otto Hintze y Max Weber son dos representantes de una corriente de investigación
nacida de la Nueva Escuela Histórica de Economía Nacional, con algunos de cuyos
representantes sin embargo, mantienen algunas diferencias, que tienen gran influencia
en los historiadores alemanes. Por medio de su práctica científica, estos estudiosos
aspiran a "lograr una conceptualidad precisa [unida a] la comprobación crítica de las
premisas metódicas y teóricas de esa práctica".
Hacia fines de los años sesenta se puede apreciar una nueva tendencia en la forma de
hacer historia que dará sus frutos en la década siguiente; los máximos representantes de
esta corriente son Wehler y Kocka, aunque indiscutiblemente cuentan con un grupo de
historiadores sociales críticos que comparten sus ideas y realizan sus aportes para la
elaboración de una historia de la sociedad que contenga una sólida base institucional.
Estos historiadores se nuclean en lo que conocemos como Escuela de Bielefeld, y
consideran fundamental elaborar un análisis procesual, estructural en el que se pueda
observar la estrecha relación entre la investigación científica y la práctica social. Tal como
lo expresa Jürgen Kocka, "(...) la historia pasada sólo habrá sido comprendida del todo
cuando se puedan entender y explicar las conexiones que existen entre estructuras y
procesos por un lado y experiencias y acciones por otro".
Tanto Kocka como Wehler se ocupan del estudio de las clases trabajadoras, sin olvidar a
las clases medias. Su interés se centra en torno a la industrialización, aunque se
plantean también el origen y las razones del poder nazi. En sus trabajos se percibe la
influencia de la Teoría Crítica de Horkheimer y Adorno quienes habían regresado del
exilio en el año 1951. Si bien rechazan el marxismo, aceptan la importancia del conflicto
social y de las fuerzas materiales en el estudio de la sociedad. Utilizan a Weber como el
filtro a través del cual interpretan a Marx.
En la década del setenta y aún en parte de la del ochenta, los estudios realizados se
centran en analizar la conexión entre las condiciones laborales y las realidades
existenciales de los obreros, sin olvidar la importancia de la cultura. La investigación,
realizada con métodos empíricos, se dirige hacia la historia de los obreros y empleados
alemanes, para encaminarse más tarde hacia los integrantes de la burguesía. El centro
de la atención no será ya el mundo preindustrial y las estructuras que permanecen
estables a lo largo de períodos extensos, sino que se presta especial consideración a los
rápidos procesos del cambio en las sociedades industriales.
Pese a que la cultura ocupa un lugar importante en las investigaciones, junto al poder y
la economía, se reprocha el que, en los primeros trabajos, se haya descuidado el aspecto
cultural de la historia. Son las formas organizadas como las iglesias, las universidades,
las escuelas o las formas de asociación de los hombres las que ocupan el lugar central; y
los hombres tienden a eclipsarse tras estas grandes estructuras. También hay un
descuido con respecto a las formas de la vida cotidiana, y las problemáticas de la mujer
ocupan un lugar restringido, mencionándose algunos aspectos solamente, tales como el
trabajo, el movimiento feminista y el derecho conyugal.
Esta controversia se inicia en el año 1986 de la mano de Ernst Nolte, quien enciende la
llama con su artículo "El pasado que se niega a irse". En el mismo, este historiador
justificaba el accionar de Hitler con respecto a la prisión impuesta a los judíos, aunque no
la matanza provocada luego, argumentando la posición contraria a Alemania adoptada
por el Congreso Mundial Judío tras la declaración de guerra de 1939. La polémica se
instaló de esta forma, no solo en los círculos académicos alemanes, sino que superó las
barreras del mundo analizándose en todas partes nuevamente el pasado nazi.
Por otra parte, ya a mediados de la década del setenta había comenzado a surgir en
Alemania un grupo de historiadores que recorrían el camino de transición del marxismo y
de la ciencia social histórica a la historia de la vida cotidiana. Si bien a primera vista
parece existir una profunda distancia entre este grupo, conocido como de "la
protoindustrialización", de Göttingen y los integrantes del de Bielefeld, ambos comparten
algunos criterios en común.
En la historiografía actual, una nueva tendencia, que hace hincapié en el discurso como
medio para acercarse a la realidad histórica, representa una de las teorías posmodernas
más relevantes. En este contexto se centra la atención en el lenguaje político,
considerado como la savia capaz de infundir nueva vida a la historia de las ideas
políticas.
En los últimos años también se han revalorizado algunas áreas que no solían ser
consideradas en el ámbito de la historia. El caso de la historia de las mujeres muestra
como se ha ido evolucionando desde aquella vieja historia que solo se ocupaba del
trabajo o del movimiento sufragista, para comenzar a hacer hincapié en las experiencias
de vida de las mujeres y llegar a elaborar una historia de género que incluye también a
los hombres.
Esta imagen popular fue dando lugar a otras consideraciones, pasando a analizarse la
historia de América Latina luego de la colonización en sus aspectos positivos y negativos,
e incorporando al indígena como una categoría de análisis social, totalmente diferenciada
de las otras.
Reflexiones finales
A fines del siglo veinte y comienzos del veintiuno nos encontramos con que no existen
paradigmas de investigación, tal como ocurriera en épocas anteriores; sino una
multiplicidad de estrategias orientadoras para llevar a cabo la misma. Es indudable que
ello resulta de gran provecho, pues teniendo en cuenta que la investigación de la historia
se orienta hacia la realidad, incuestionablemente esta diversidad de estrategias y de
posibilidades de conocimiento contribuyen a acrecentar nuestra posibilidad de acceder a
la comprensión del mundo histórico.
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