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SOSTENIBILIDAD:

¿UN EXTRAÑO A LA MODERNIDAD?

Estrellita García Fernández


Agustín Vaca García
(Coordinadores)
Sostenibilidad: ¿un extraño a la modernidad?

Estrellita García Fernández


Agustín Vaca García
(Coordinadores)
Dr. Miguel Ángel Navarro Navarro
Rector General
Dra. Carmen Enedina Rodríguez Armenta
Vicerrector Ejecutivo
Mtro. José Alfredo Peña Ramos
Secretario General
Mtro. Ernesto Flores Gallo
Rector del Centro Universitario
Dr. Francisco Javier Gonzalez Madariaga
Secretario Académico
Mtra. Eva Guadalupe Osuna Ruíz
Secretario Admnistrativo
Mtra. Gloria Aslida Thomas Gutiérrez
Coordinadora de la Maestría en Ciencias de las Arquitectura

Cuidado de la edición
y diseño de portada: Atenas Zoe Camila Murillo Muñoz
Oswaldo Gabriel Esquivel Gómez

Primera edición, 2018


D.R. ©2018 Universidad de Guadalajara.
Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño
Calzada Independencia Norte núm. 5075
Huentitán El Bajo C.P. 44250
Guadalajara, Jalisco, México
©De los textos, sus autores
D.R. ©Fotografías páginas 285-289 de José Hernández-Claire
2012, 2013 y 2014
Los contenidos de los artículos son responsabilidad de los autores
ISBN 978-607-547-387-1

Hecho en México
Made in Mexico
ÍNDICE

De cultura, modernidad y sostenibilidad 5


Estrellita García Fernández
Agustín Vaca García

Del paisaje

Deconstruyendo el paisaje:
un bien común y un derecho de todos 21
Martín Manuel Checa-Artasu

Imaginario y patrimonio:
la Barranca de Huentitán 40
Christian Omar Grimaldo Rodríguez

El patrimonio territorial del ejido


La Primavera, Zapopan 52
María Dolores Álvarez Contreras

La conservación del patrimonio natural para el


Área Metropolitana de Guadalajara:
el caso de los parques 72
Ivonne Álvarez Gutiérrez

Entornos urbanos

El paisaje urbano histórico sostenible.


¿Conservación o reconfiguración? 88
Lourdes de la Paz Gómez Consuegra
Marisabel Almeida Torrens

Permanencia y cambio en “las colonias


modernas” de Guadalajara 108
Estrellita García Fernández

La sostenibilidad del carácter cultural


de una comunidad. Criterios de diseño urbano 137
Francisco Antonio Ribeiro da Costa
El parque Morelos de Guadalajara:
un espacio público para poner en valor 169
Juan Christopher Alcaraz Padilla

Memoria, discursos y su objetivación

Un acercamiento a las relaciones


entre sostenibilidad y corrupción en México 189
Agustín Vaca García

Análisis del discurso político


y la formación de la nación 207
Angélica Peregrina

Espacios habitables sostenibles.


La vivienda rural en Quintana Roo 221
Eugenia María Azevedo Salomao
Clara Sugeydy Torres Uicab

Alfarería tonalteca:
factores para su sostenibilidad 245
Beatriz Núñez Miranda

Sostenibilidad y subversión
en la fotografía de Hernández-Claire 268
Marcela Sofía Anaya Wittman

“Método” Kodály:
sostenibilidad y sustentabilidad 290
Hilda Mercedes Morán Quiroz

Bibliografía 316

De los autores 366


DE CULTURA, MODERNIDAD Y SOSTENIBILIDAD

Estrellita García Fernández


Universidad de Guadalajara

Agustín Vaca García


INAH-El Colegio de Jalisco

Perspectivas sobre sus relaciones

Desde finales del siglo pasado, más precisamente, a partir de que la Orga-
nización de Naciones Unidas (ONU) publicó, en 1987, Nuestro futuro común,
libro que dio a conocer el “Informe Brundtland”, empezó a cobrar peso la
urgente necesidad de frenar los excesos de la modernidad, una de cuyas
concreciones colectivas se manifestaba cada vez con mayor claridad en la
explotación irracional, y hasta agresiva, de los recursos que conforman el
medio ambiente terráqueo en su totalidad.
En este informe se estableció por primera vez el concepto de desa-
rrollo duradero o sostenible, asunto del que responsabilizó a la humanidad
entera para que ese desarrollo se lograra, sin olvidarse de “asegurar que sa-
tisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
futuras generaciones para satisfacer las propias”.1
Pero si este informe se hizo con la mira puesta en los problemas
ecológicos que ya acusaban su presencia en no pocos países, sobre todo
en los entonces llamados “tercermundistas”, sus hallazgos evidenciaron la
necesidad de vincularse con otras áreas como la economía y la política que,
en principio, se pensaban desligadas unas de otras, con la finalidad de llevar
a la práctica tal tipo de desarrollo.

1  “Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Nuestro futuro común (o
Informe de Brundtland)”. Oslo, 20 de marzo de 1987, agosto de 1987, p. 23 (http://www.un.org/es/comun/
docs/?symbol=A/42/427), agosto de 2017.

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De cultura, modernidad y sostenibilidad

Una de las condiciones que estableció el “Informe Brundtland” para


empezar a acometer la solución de los problemas del medio ambiente fue
la necesidad de la intervención de la voluntad política. No obstante pasaría
mucho tiempo para que la ecología formara parte de las agendas políticas y
de los programas y proyectos de desarrollo de los países en general, sobre
todo de los industrializados.
Quizá el “Informe Brundtland” sea una de las primeras manifestacio-
nes que denuncia, con la participación de la mayoría de los países que per-
tenecen a la ONU, los estragos de la devastación global del medio ambiente,
directamente relacionada con los efectos de la aplicación irracional de la
razón economicista que guió a la modernidad, denuncia que se continuó con
la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992), Protocolo de Kioto (1997), el
Acuerdo del Clima de París (2015), vinculante y firmado por 195 países, y la
reciente Cumbre de Taormina, en la que el Grupo de los Siete (G7) se compro-
metió, salvo Estados Unidos, a reconocer las recomendaciones del Acuerdo
del Clima de París, entre las reuniones internacionales más importantes.
Si bien, dicho informe mostró el camino para empezar a subsanar
los trastornos que había causado la modernidad, por esas fechas todavía
permanecía abierta la brecha que ella había puesto  entre la razón y todo
aquello que se relacionara con la emotividad humana: prácticas y productos
tradicionales, sabiduría ancestral, relación de las comunidades con el medio
ambiente, etcétera.
Los críticos de la modernidad, como Hans-George Gadamer, Han-
na Arendt, Eric Hobsbawm, Paul Ricoeur, Jürgen Habermas, Jean Franco,
Raymond Firth, Octavio Paz, desde hacía tiempo daban cuenta del perjuicio
social que acarreaba dicha ruptura cultural y reconocían la pérdida de con-
fianza absoluta en la certidumbre de ciertos postulados de la modernidad,
mismos que los románticos desde el siglo XIX ya habían criticado desde otro
punto de vista y con propósitos que ilustran el empeño de los humanistas
por mantener los lazos con la cultura anterior y por “conservar los objetos
materiales y construcciones que ostentaban el sello de tiempos pasados,

6
Estrellita García Fernández Agustín Vaca García

remotos y recientes. A partir de entonces se hizo presente la necesidad de


conservar estos vestigios del pasado y reunirlos en la categoría de ‘patrimo-
nio nacional’”.2
Este proceso que dio comienzo a mediados del siglo XIX occidental
podemos considerarlo como el germen de la reacción en contra de la racio-
nalidad modernizadora y el favorecimiento de la continuidad de la puesta en
valor de la subjetividad en las más variadas áreas de la vida humana. Esta
crítica se avivó con la destrucción de territorios que dejaron la Primera y,
sobre todo, la Segunda guerras mundiales, en ciudades como Dresde, Berlín,
Varsovia. Es necesario no perder de vista que la reconstrucción de la capital
Polaca, a partir de 1953, es el exponente más representativo en contra de la
racionalidad modernizadora, que cobró concreción en el proceso de reafir-
mación nacional que guió el propósito de recuperar la esencia del entorno
vital perdido.
Esta posición condujo a la ampliación de los criterios que hasta en-
tonces parecían inobjetables para la selección del patrimonio: históricos y
artísticos; las circunstancias fueron obligando a la integración en éstos de
los valores culturales intangibles y, más recientemente, el territorial. Es así
como, al “ampliar el horizonte de la noción de patrimonio, al ir más allá de los
objetos, edificios, ciudades, se ha logrado alcanzar la dimensión del territorio
como lugar que registra el paso de la historia con marcas culturales deveni-
das en paisajes”.3
Con anterioridad a este proceso, la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en
inglés) creó una categoría distinta de la de patrimonio nacional y estableció
la de Patrimonio de la Humanidad en 1972, con el propósito de asegurar la
preservación de bienes materiales y naturales sobresalientes que represen-
tan la creatividad humana en general. Bienes a los que más tarde se han
añadido los intangibles.

2  Agustín Vaca y Estrellita García. “Notas en torno de los fundamentos teóricos del patrimonio cultural”.
Agustín Vaca y Estrellita García (coords.). Procesos del patrimonio cultural. Zapopan: El Colegio de Jalisco,
2013, p. 14.
3  Estrellita García Fernández, Agustín Vaca y Eugenia Azevedo Salomao. “Diálogos y disensiones sobre
el patrimonio”. Estrellita García Fernández, Agustín Vaca y Eugenia Azevedo Salomao (coords.). Espacios
habitables, memoria y construcción del patrimonio. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2013, p. 17.

7
De cultura, modernidad y sostenibilidad

Sin embargo, en contraste con lo anterior, el auge alcanzado por la glo-


balización económica, a partir de los años noventa, sin proponérselo provocó un
renacimiento en el interés de las distintas sociedades por revigorizar sus propios
productos culturales y reafirmar su identidad particular, sin que mediara siempre
la pretensión de alcanzar la categoría de patrimonio nacional o de la humanidad.
De tal suerte, el patrimonio, como parte de la cultura, ha servido para
contraatacar los embates de la racionalidad modernizadora en lo que se re-
fiere a la destrucción de los lazos con la tradición premoderna, circunstancia
que tiende un vaso comunicante entre ésta y la sostenibilidad, puente que re-
fuerza la posibilidad de cumplir con la obligación de llevar a cabo el precepto
que se estableció en el “Informe Brundtland”.
Es evidente que la concreción de tal precepto está en manos de la
humanidad y sólo puede lograrse haciendo del desarrollo algo durable o sos-
tenible. Llegar a esto implica un debate continuo sobre valores y este debate
es siempre cultural, de acuerdo con Jon Hawkes, quien en The Fourth Pillar
of Sustainability, cita a B. Gleson y N. Low para referirse a los tres elementos
que definían al desarrollo sostenible: desarrollo económico, justicia social y
responsabilidad ecológica. Estos elementos estarían en una tensión dialéc-
tica continua que varía de acuerdo con la importancia que le dé determinada
perspectiva filosófica a cada uno de estos componentes; debido a esta va-
riación siempre habrá una mayor tensión entre dos de los tres elementos.4
Hawkes, en la obra referida, asegura que existe una confluencia de diver-
sas perspectivas filosóficas, las cuales corresponden a la variedad de culturas
nacionales que se ven obligadas a enfrentar, a partir de sus propias experiencias
históricas y socioculturales, problemas de muy variada índole: desde los que ha
traído consigo el proceso de globalización hasta los que se suscitan en el interior
de las propias culturas particulares.5 Esto ha llevado a Hawkes a afirmar que, “tal
como la biodiversidad es un componente esencial para la sostenibilidad ecoló-
gica, de igual manera la diversidad cultural es esencial para la sostenibilidad so-
cial”; de ahí que proponga a la cultura como el cuarto pilar para la sostenibilidad.6
4  Jon Hawkes. The Fourth Pillar of Sustainability. Culture’s Essential Role in Public Planning. Melbourne:
Melbourne University Press, 2001, p. 11 (http://www.culturaldevelopment.net.au/community/Downloads/
HawkesJon(2001)TheFourthPillarOfSustainability.pdf), noviembre de 2017.
5  Ibid., p. 15.
6  “Just as biodiversity is an essential component of ecological sustainability, so is cultural diversity es-
sential to social sustainability”. Ibid., p. 14.

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Estrellita García Fernández Agustín Vaca García

Hasta aquí hemos procurado referirnos a la importancia que tiene el


desarrollo sostenible y la relación indisoluble que debe haber con la cultura
para que aquél sea posible. Ahora es necesario preguntarnos ¿cuál es ese
papel que corresponde a la cultura?, y aseveramos, de acuerdo con el texto
“La cultura como finalidad del desarrollo”, que la cultura, por una parte, no
debe ser “tratada como un componente más, sino como la finalidad última
del desarrollo, y por la otra, de que los intereses propios de las culturas ten-
gan un papel preponderante en los procesos de planificación”.7 En última
instancia, se trata de que la participación social adquiera un valor mucho
más trascendente en estos procesos y al mismo tiempo que se garantice su
relación con la toma de decisiones.
En nuestros días, la cultura se ha abordado en algunos países, de
manera preferente, mediante políticas específicas dirigidas a asuntos como
el patrimonio, las artes, las industrias culturales, entre otros,8 perspectiva
que se aleja de lo que Hawkes ha colocado como el “cuarto pilar del desa-
rrollo”: la cultura, al lado de la justicia social, responsabilidad ambiental y
viabilidad económica.9
Algunos de los desafíos para la acción y la investigación en la actua-
lidad en el campo cultural, incluidas todas las formas de arte, a los que las
ciencias sociales y humanas están obligadas a enfrentarse, según Guy Saez
y Jean-Pierre Saez, están marcados por enormes transformaciones: la globa-
lización y la redistribución de los centros sobre los que gravita la economía
mundial; el crecimiento en potencia de los poderes locales; la acentuación de
los fenómenos de metropolización; la difusión o el “consumo” de la cultura; la
confusión de las distinciones tradicionales (cultura de élite o popular; cultura
local, nacional o universal); y la variedad de retos asociados a los temas de la
diversidad cultural o del desarrollo sostenible.10

7  OEA. “La cultura como finalidad del desarrollo”. Documento para el Seminario de Expertos en Polí-
ticas Culturales. Vancouver, 18 y 19 de marzo de 2002, pp. 3-4 (http://www.oas.org/udse/espanol/
documentos/1hub6.doc), noviembre de 2017.
8  Ibid., p. 3.
9  Hawkes, op. cit., p. 25.
10  Guy Saez y Jean-Pierre Saez (dir.). Les nouveaux enjeux des politiques culturelles. Dynamiques euro-
péennes. París: La découverte, 2012, p. 11.

9
De cultura, modernidad y sostenibilidad

Lo anterior, nos lleva a confirmar que dichas ciencias son las que me-
jor pueden dar cuenta de las dinámicas culturales que están en obra en el in-
terior de las sociedades. En este sentido, hay que tomar en cuenta la relevan-
cia que ha ido adquiriendo la participación de los distintos grupos sociales e
instancias gubernamentales en las decisiones que atañen a la colectividad.
Como ejemplo de esta creciente participación podemos mencionar
la intervención de uno o más grupos en la decisión de cuáles bienes cultura-
les son merecedores del reconocimiento patrimonial. De tal forma, la socia-
lización de un producto cultural puede ser el principio del proceso que con-
duciría a su patrimonialización, el cual implica el reconocimiento de valores
de diversa índole.
Es en este sentido que la ideología tiene un papel relevante, puesto
que subyace en la selección de cada uno de estos bienes de acuerdo con el
conjunto de ideas que se ponen en juego, en el que quedan al descubierto los
intereses de cada grupo, pues la patrimonialización acusa fundamentos que
pueden estar muy alejados de los criterios exclusivamente culturales, para
mezclarse con argumentos que dejan traslucir intereses puramente econó-
micos o políticos o ambos.
En tanto que recurso no renovable, el patrimonio cultural comprende
desde la memoria hasta la organización y distribución de papeles que están
destinados a cumplir en un territorio. La conservación de todo esto requiere
del concurso armónico de las actividades políticas tanto como de las eco-
nómicas que se llevan a cabo en una sociedad determinada, cuya marcha en
conjunto debe conducir necesariamente al desarrollo sostenible.
Lo que hasta aquí hemos expuesto son los fundamentos que nos lle-
varon a voltear hacia la sostenibilidad y su relación con el patrimonio cultural
como una forma de restablecer y reforzar nuestros vínculos con el pasado,
mantener lo que éste tiene de validez para nuestro presente y poder vislum-
brar un mejor futuro.

10
Estrellita García Fernández Agustín Vaca García

Prácticas culturales, política y memoria

Acorde con lo que hemos expuesto arriba, el tema que aquí nos hemos pro-
puesto dilucidar es el de las relaciones entre el patrimonio cultural, o mejor,
los patrimonios culturales y la sostenibilidad. Este vínculo es real e histórico;
sin embargo, los trabajos que abordan esta relación son escasos. Es decir,
la mayoría de los que se centran en el estudio de la cultura no contempla a
la sostenibilidad como una condición necesaria para el desenvolvimiento del
conjunto de las actividades humanas en las que se incluyen la producción
y conservación de la cultura y de los bienes tangibles e intangibles que ella
genera.
Este volumen colectivo, que se ubica decididamente en la perspecti-
va de la interpenetración de conocimientos, se integra con análisis puntuales
del papel que juega la sostenibilidad en las prácticas culturales, la política,
los avances y recomposiciones de la acción pública en la que la cuestión
territorial ocupa un lugar destacado en esta problemática.
Con esto no queremos decir que entendemos al territorio como una
isla, en la que los productos y las prácticas culturales tienen una vida des-
vinculada de la influencia de otras culturas, sino más bien como un lugar en
el que pueden darse productos y prácticas como resultado del contacto con
otras de diferentes latitudes.
El presente volumen, pues, buscó evidenciar dichos vínculos. Ni si-
quiera es necesario mencionar que el concepto de sostenibilidad es un pro-
ducto contemporáneo, cuya puesta en práctica ha permitido abordar proble-
mas socioculturales, económicos, políticos actuales, que aunque han estado
aparejados al proceso de civilización humana, se han evidenciado con mayor
fuerza a partir de su análisis desde la perspectiva de este concepto.
De allí que los textos que componen esta obra se dediquen al análi-
sis de problemas contemporáneos, en los que si bien la sostenibilidad es el
concepto central, en cada uno de ellos se examinan valores particulares que
forman parte de una discusión general continua sobre valores, sin olvidar
que estos debates están siempre vinculados a la cultura.

11
De cultura, modernidad y sostenibilidad

A tal efecto lo hemos dividido en tres secciones en cuanto a la esca-


la de estudio y los temas: paisaje; entornos urbanos; memoria, discursos y
sus objetivaciones. No obstante, estos apartados no constituyen entidades
cerradas cada una en sí misma, sino que hemos buscado puentes que las
comuniquen entre sí. Desde este punto de vista los cuatro primeros traba-
jos que integran la primera sección abordan la escala territorial, que incluye
desde una propuesta teórica hasta la patrimonialización de entornos rurales
y urbanos.
Martín M. Checa-Artasu eligió una definición de paisaje que es la que
nos ayuda a tratar de comprender el entorno que nos rodea; éste se transfor-
ma en una especie de escena con la que no sólo podemos interactuar como
individuos, sino que facilita la interacción entre los humanos. Esto permite
considerar al paisaje como un bien común insustituible, en tanto que recurso
social y cultural que posee un colectivo humano, colectivo que se encarga
de investirlo de valores tangibles e intangibles, a la vez que teje relaciones
sociales y políticas que se construyen a medida que pasa el tiempo.
En consecuencia, el paisaje se convierte en un derecho exigible, gra-
cias a su facultad de conservar y transmitir ciertos valores y expectativas
de bienestar, salud, defensa del territorio y respeto al medio ambiente. Por
último, Checa-Artasu denuncia la debilidad que tiene el concepto de paisaje
en México, en cuanto a su construcción teórica y jurídica, a pesar de que
cada vez se toma más en cuenta en la formulación de las políticas públicas
relacionadas con el territorio y con la calidad ambiental de nuestro entorno.
En el siguiente capítulo Christian O. Grimaldo centra su atención en
la barranca de Huentitán y asegura que el reconocimiento del valor de un
paisaje, como el de esta barranca, es un proceso antes que un hecho. Esto
quiere decir que en buena medida depende de la percepción de quienes la
valoren y no solamente de sus cualidades intrínsecas. De allí que el concep-
to de imaginario urbano resulta relevante para comprender los procesos de
valoración mediante los cuales un bien cultural adquiere el reconocimiento
de patrimonio.

12
Estrellita García Fernández Agustín Vaca García

Lo antes dicho por Grimaldo desemboca en un proceso de patrimo-


nialización no consciente, sino que ha resultado de la invisibilidad que ha
prevalecido en esa porción del territorio, marginado del discurso de la moder-
nidad y de las acciones de la modernización. Sin embargo esta marginación,
concluye Grimaldo, no ha impedido a los interesados en la conservación de
la barranca reconocerla como un patrimonio colectivo que se convierte en
un bien cultural, “que entre más lejano se encuentre de la clase política, más
sostenible logrará ser”.
Siguiendo esta misma línea, María Dolores Álvarez Contreras analiza
las transformaciones territoriales del ejido La Primavera, uno de los trece
ejidos que junto con otras formas de propiedad pública y privada integran el
Bosque de La Primavera, a partir de la declaratoria de protección de dicho
bosque. Estas transformaciones se enmarcan en los problemas que suscita
el uso del concepto de sostenibilidad ligado a la patrimonialización global.
Álvarez Contreras sostiene que este proceso tiene como una de las
principales consecuencias, la de limitar el concepto de sostenibilidad a sólo
valorar la naturaleza en términos de recursos para el desarrollo económico,
e imponer un criterio biologicista en la definición de los bienes naturales
patrimonializables, con lo cual se descartan las dimensiones sociales y
culturales.
Esta postergación de las dimensiones sociales y culturales trae
como resultado la necesidad de resolver el problema de la contradicción en-
tre la sostenibilidad del Bosque de La Primavera y el mantenimiento de las
formas de vida de los propietarios, problemas que la autora ejemplifica y
discute en su análisis del ejido La Primavera.
Por su parte, Ivonne Álvarez Gutiérrez ofrece un acercamiento al pro-
ceso de patrimonialización de bienes que antes no se habían considerado:
el natural urbano representado por los parques, elementos clave para la sos-
tenibilidad del medio ambiente en las ciudades. La revalorización de estos
entornos a partir de reconocer su desaparición paulatina de los ámbitos ur-
banos y los servicios ambientales y sociales que prestan, ha dado lugar a la
creación de la figura jurídica de Áreas Naturales Protegidas en su categoría
de parque.

13
De cultura, modernidad y sostenibilidad

No obstante, dicho reconocimiento de protección no está exento


de contradicciones en áreas metropolitanas complejas, en las que normas
pertenecientes a distintas instancias regulatorias del territorio se traslapan
entre sí. Este es el caso del Área Metropolitana de Guadalajara, donde, en
principio, los parques integran el patrimonio de cada uno de los municipios
que la conforman; pero el Programa de Ordenamiento Territorial entra en
conflicto con el municipio por el uso de estas áreas en las que han sido iden-
tificadas características ambientales y sociales de interés para la metrópoli.
Este conflicto se agrava con la intervención de Ley General de Asentamien-
tos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano que se arroga el
derecho de decidir el uso final de las mismas áreas.
Ante la incertidumbre que estas contradicciones generan acerca del
posible cambio de uso de suelo, con la consecuente disminución o pérdida
de estas áreas, los integrantes de la sociedad que consideran estos entornos
urbanos como comunitarios, se han organizado en la defensa de ellos.
La segunda sección de esta obra colectiva atiende a fenómenos que
tienen lugar en entornos urbanos que abarcan desde la generación de con-
ceptos hasta criterios para la planeación urbana, pasando por las formas de
percibir el patrimonio cultural. Aquí el énfasis se ha puesto en la crítica a las
maneras que ha impuesto la fragmentación sociocultural de la modernidad,
para reconocer la relevancia que, paulatinamente, ha adquirido la participa-
ción de los distintos grupos sociales en la planificación local y en la selec-
ción de los bienes culturales que son merecedores de tal reconocimiento.
Este apartado lo abre el trabajo de Lourdes Gómez Consuegra y
Marisabel Almeida Torrens. En él realizan un acercamiento al proceso de
construcción de la idea de paisaje urbano histórico y cómo la sostenibilidad
se integra y asocia al mismo. Dicho estudio, con un manifiesto énfasis en
el desarrollo de nociones y metodologías, advierte en el concepto paisaje
urbano histórico un instrumento de conservación integral que resulta mucho
más valioso y auténtico “que la mera conservación física a la que se estaba
acostumbrado”, lo cual contribuye a mantener la memoria histórica de la ciu-
dad moldeada por el tiempo y a reforzar la identidad colectiva.

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Estrellita García Fernández Agustín Vaca García

Estrellita García Fernández, por su parte, centra su atención en las


permanencias y cambios de lo que se llamó las “colonias modernas” en Gua-
dalajara. Ello implicó evaluar el reconocimiento de los valores culturales y
socioeconómicos que les han otorgado los distintos grupos que a lo largo
del tiempo las han habitado, es decir, de acuerdo con las percepciones de
valor asociadas con las experiencias de sus distintos moradores.
Esta mirada coincide con el estudio anterior no sólo por la escala de
trabajo, sino también por el papel que juega la percepción de los atributos
del recurso patrimonial en la conservación y uso de zonas que forman parte
de la memoria urbana y arquitectónica colectiva, que se han desarrollado a
lo largo del tiempo en una ciudad tan compleja como cualquiera otra de las
metrópolis.
En este mismo tenor, Francisco Ribeiro da Costa, a partir de la revi-
sión crítica de propuestas teóricas y metodológicas desarrolladas a lo largo
del siglo XX que influyeron en las formas de ciudades, villas, pueblos, pre-
senta en su trabajo un conjunto de criterios de diseño urbano que considera
contribuyen a la sostenibilidad del carácter cultural de una colectividad o
sociedad y, por ende, al mantenimiento de la identidad urbana de los sitios.
En el mismo sentido que los estudios que le anteceden, Ribeiro da
Costa considera que los valores de una cultura forjan “la vida cotidiana de
una sociedad y estimulan conductas necesarias para la interacción social
sostenible y perdurable”. De ahí, que para lograr la sostenibilidad de cualquier
tipo de asentamiento humano sea importante la planificación local con la
participación de la sociedad en su conjunto en la toma de decisiones.
En su tanto, Juan Christopher Alcaraz Padilla aborda ámbitos de in-
terrelación social, que en su mayoría son de interés para diversas escalas
urbanas: metropolitana, municipal y barrial. En particular analiza el devenir
de un espacio público de suma importancia para la ciudad de Guadalajara
y el barrio de El Retiro: el Parque Morelos, en el que fenómenos como la ex-
clusión social, la segregación urbana, la inseguridad han debilitado las cuali-
dades potenciales que teóricamente permiten definir a este espacio público
como un espacio que pertenece a todos.

15
De cultura, modernidad y sostenibilidad

A lo largo de este texto se emiten algunas definiciones y juicios de


valor sobre estos lugares de interrelación social, que en buena medida se
construyen desde la subjetividad de los actores que interactúan en él. Alca-
raz Padilla sostiene que la permanencia de dichos espacios públicos para
el disfrute de las venideras generaciones, depende de la participación de
los colectivos locales en su gestión y protección en el presente, “inculcar
su aprecio y cuidado [contribuirá a] formar un sentido de pertenencia como
medio de sostenibilidad social en favor de futuras propuestas de puesta en
valor”.
Para cerrar este volumen hemos elegido seis trabajos que, aunque
con temas disímbolos, los relaciona una clara preocupación común por des-
tacar la importancia que ha cobrado el apego a las finalidades que persigue
la sostenibilidad no solo como puente entre el presente y el pasado de las
culturas, sino también en el entorpecimiento del proceso del desarrollo ma-
terial de la vida humana, cuando la sostenibilidad y sus alcances se poster-
gan para alcanzar metas que afectan gravemente los recursos materiales y
humanos que existen en el presente.
El texto de Agustín Vaca da comienzo con un breve sumario de la
evolución del concepto de desarrollo, desde uno preferentemente econo-
micista que surgió de las exigencias de la modernidad, con la consecuente
postergación de la diversidad cultural, hasta llegar, a finales de la década de
los ochenta del siglo pasado, al de sostenibilidad que intenta detener la des-
trucción ya visible de los recursos naturales del planeta, vinculándolos con
los ámbitos sociopolítico y cultural. Este conjunto constituye el fundamento
de la vida del hombre en sociedad.
El escrito prosigue con una descripción de las circunstancias que han
venido gestándose en México a partir de las postrimerías de la primera mitad
del siglo XX, sobre todo desde el decenio de los setenta, con la formación de
poderes fácticos, algunos con el cobijo de los propios gobernantes en turno,
que se han configurado mediante organizaciones que el gobierno ha utilizado
como arma política, y otros que, aunque actúan en abierta oposición al Estado
y en contra de sus instituciones y leyes, la corrupción de funcionarios públicos
casi en todos los niveles de gobierno les brinda una impunidad casi total.

16
Estrellita García Fernández Agustín Vaca García

Este estado de cosas ha erosionado de tal manera los fundamentos


de la sociedad en todos sus estratos, que no solo se ha perdido el sentido de
los valores mínimos que se deben observar para una convivencia pacífica, sino
también el valor intrínseco de la vida humana. Esto evidencia una desvincula-
ción entre la política, la economía y la cultura que obstaculiza la consecución
del desarrollo sostenible que se garantiza en la Constitución Política del país.
Creemos que a nadie pasará inadvertida la estrecha relación que
existe con el texto de Angélica Peregrina, quien explora los discursos de con-
memoración de la Independencia, que se pronunciaron en Guadalajara en
diferentes fechas del siglo XIX. En estos discursos la autora encuentra que,
entre otras de igual importancia, la historia ha tenido la tarea de dotar a los
grupos humanos de identidad y de sentido colectivo.
Así, concluye que el historiador es el especialista que tiene el cargo
de contar a los demás lo que todo grupo necesita saber para conservar y
afianzar la señas identitarias que le permiten formar una colectividad con
una personalidad bien definida, tanto individual como socialmente.
Los siguientes trabajos dan cuenta de disímiles prácticas culturales,
cuyos productos se han convertido en soporte o vehículo de sostenimiento
de la memoria colectiva. De alguna suerte, dichos estudios son una muestra
de la diversidad cultural imprescindible para la sostenibilidad social.
De tal forma, Eugenia Azevedo Salomao y Clara Sugeydy Torres Uicab en
su trabajo estudian la vivienda rural de Chacchoben, población que formó parte
del poblamiento de Quintana Roo durante el siglo XX, una vez finalizada la Guerra
de Castas en la Península de Yucatán, y en el que migrantes de origen maya han
recreado su bagaje cultural originario en un ámbito geográfico distinto.
La apropiación de nuevos elementos en los temas de patrimonio cul-
tural y sostenibilidad, puede adquirir un papel de reutilización o el de estra-
tegia de creación. En este caso, para comprender el proceso de adaptación
al entorno de los espacios habitables, las autoras estuvieron obligadas a
observar las condiciones materiales y estructurales, tanto del ámbito cons-
truido como del natural, en los que transcurre la cotidianidad. Todo esto en
consonancia con las necesidades psicológicas y simbólicas de la población
estudiada, es decir, sus aspectos socioculturales.

17
De cultura, modernidad y sostenibilidad

Por su parte, Beatriz Núñez Miranda, siguiendo la propuesta de va-


rios autores acerca de la deseada relación entre sostenibilidad social, econó-
mica y cultural, estudia la preservación de la artesanía tonalteca frente a la
dificultad de la disponibilidad de los recursos materiales. No sólo se trata de
la preservación de una actividad tradicional, con todo lo que ello implica en
cuanto a la creatividad colectiva e individual, sino de una fuente ingresos eco-
nómicos que ha permanecido durante mucho tiempo, gracias a la conexión
con varios tipos de mercado, a la transmisión de saberes entre miembros de
las familias de artesanos y a la innovación de procesos técnicos, mismos
que hoy también comprenden una perspectiva ambiental responsable.
Para Núñez Miranda, la alfarería tonalteca, al igual que otras prácti-
cas artesanales, expresa continuidad mediante el uso de patrones estéticos,
formas, colores, a la vez que innovaciones, con fundamento en un modo de
vida particular que ha sabido sostenerse y otorgar una identidad o sentido de
pertenencia colectivo.
Siguiendo esta misma propuesta, Sofía Anaya Wittman interpreta
fotografías documentales directas, no cortadas ni alteradas en forma ni con-
tenido, que aparecen en la publicación Fe, ritos y tradiciones en Jalisco del fo-
tógrafo José Hernández Claire. Estas fotografías muestran ciertas prácticas
religiosas que evidencian la yuxtaposición de la tradición con la modernidad
mediante sus ensayos subversivos, irónicos y creativos.
A lo largo de este texto se advierte el concepto de sostenibilidad,
“tanto como condición para el desenvolvimiento de actividades humanas,
como en lo que atañe a la conservación de memoria colectiva de bienes
intangibles mediante la fotografía”, que en este trabajo concierne a la religio-
sidad popular.
Hilda Mercedes Morán Quiroz primero nos refiere que en 2016 el
Concepto Kodály ingresó al “registro de buenas prácticas de salvaguardia”
de la UNESCO. Este concepto se trata, en síntesis, de una propuesta de edu-
cación musical para todos, desde el nacimiento, y hasta el más alto nivel de
formación.

18
Estrellita García Fernández Agustín Vaca García

En su texto la autora revisa la relevancia y los significados que con-


lleva el proceso de reconocimiento de una práctica como útil para conservar
la diversidad cultural. A partir de ello, se exploran las posibilidades teóricas
y prácticas de que, lo que en apariencia no pasa de ser uno de los muchos
métodos de educación musical que se han ideado a lo largo de la historia, se
convierta de hecho en una práctica que contribuya a la conservación, com-
prensión y desarrollo del patrimonio cultural intangible de la humanidad, más
allá de las fronteras de su país de origen.
Por último, queremos reconocer y agradecer la involuntaria colabo-
ración de Jean Franco, a la que destacamos entre los críticos de la moder-
nidad. En el último libro que se ha publicado en español, Una modernidad
cruel,11 que tiene una relación directa con las distintas realidades de Latinoa-
mérica, hay un intertítulo, “Extraños a la modernidad”, que nos sugirió el título
de la presente obra.

11  Jean Franco. Una modernidad cruel. Trad. de Víctor Altamirano. México: FCE, 2016.

19
DEL PAISAJE
DECONSTRUYENDO EL PAISAJE:
UN BIEN COMÚN Y UN DERECHO DE TODOS

Martín M. Checa-Artasu
Universidad Autónoma Metropolitana

Deconstruyendo el concepto del paisaje

Es de sobra conocida la diversidad de definiciones que hay en torno al pai-


saje. Éstas no son más que el resultado del carácter poliédrico del propio
concepto que ha sido analizado durante varias décadas por distintas disci-
plinas (geografía, arquitectura, antropología, ecología, arte, urbanismo, etc.),
y también porque el paisaje ha ido abriéndose un espacio cada vez más no-
table en las políticas públicas relacionadas con el territorio y con la calidad
ambiental de nuestro entorno. Por tanto, si lo que se pretende es deconstruir
el concepto del paisaje, debemos elegir una de esas tantas definiciones para
que nos ayude en tal envite.
Para este fin, pensamos que la definición que surge del Convenio
Europeo del Paisaje, firmado en el año 2000, es la más certera. Se trata de
una definición que ha tenido un notable éxito tras el largo debate de más de
una década desde que se originó. Su aplicación es amplia tanto a nivel terri-
torial como en términos legales. Además, atiende a los planteamientos más
avanzados con relación a una teoría contemporánea del paisaje donde éste
es considerado como un concepto holístico e integrador.1

1  Kathryn Moore. “Is Landscape Philosophy?”. G. Doherty y Ch. Waldheim (eds.). Is Landscape? Essays on
the Identity of Landscape. Nueva York: Routledge, 2016, p. 293.

21
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

Así, a partir de su lectura, “cualquier parte del territorio, tal como es


percibida por las poblaciones, y cuyo carácter resulta de la acción de facto-
res naturales y humanos y de sus interrelaciones” es paisaje;2 contiene dos
elementos primordiales que, vertebrados entre sí, dotan de consistencia a
dicho concepto.
El primero de ellos advierte del carácter primordial que tiene la per-
cepción pues a través de ésta el hombre conecta lo que percibe con los sen-
tidos (el paisaje) con el espacio geográfico, que puede haber sido apropiado
por él o por otros y que calificamos como territorio. A partir de este hecho
tan simple y a la vez tan humano, el paisaje deviene en el concepto que nos
ayuda a tratar de comprender el entorno que nos rodea, convertido en una
especie de escena con la que podemos interactuar.
Es precisamente en este punto, el de la comprensión del paisaje,
donde se da un ejercicio que a través de los múltiples mecanismos de la
percepción humana revela la riqueza de posibilidades y matices que permite
una lectura del paisaje. El hecho de comprender el paisaje va más allá de lo
que percibimos en primera instancia. De hecho, se busca entender la real es-
tructura de lo que percibimos de determinada manera según nuestros cono-
cimientos y experiencia, y también, en una suerte de fenomenología, nos per-
mite tomar conciencia de nuestra espacialidad, asombrarnos con la belleza
o la fealdad de lo que vemos o incitarnos a la contemplación extasiada o a la
denuncia más acre de la naturaleza más o menos modificada por el hombre.3
Como se ve, el papel del hombre en la percepción y la comprensión es deter-
minante, tanto es así, que sin él no existe el paisaje, tal como recuerda Eugenio Turri:

Donde falte el hombre que sabe mirar y tomar conciencia de sí como


presencia y como agente territorial, no habría paisaje, sino sólo natura-
leza, mero espacio biótico, hasta el punto de hacernos considerar que,
entre las dos acciones teatrales del hombre, actuar y mirar, nos apa-
rece como más importante, más exquisitamente humana la segunda,

2  Council of Europe. European Landscape Convention. CETS, núm. 176. Dordrecht: CoE Publications,
2000, p. 17.
3  Florencio Zoido. “El paisaje un concepto útil para relacionar estética, ética y política”. Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, núm. 407, 2012 (http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-407.
htm), 2 de septiembre de 2017.

22
Martín M. Checa-Artasu

con su capacidad de guiar la anterior. Podemos decir, en otras palabras,


que quien sabe emocionarse frente al espectáculo del mundo, quien se
exalta al ver la impronta humana dentro de la naturaleza, quien siente
los ritmos de ésta y los ritmos de lo humano, es aquel que, por encima
del resto, sabe encontrar las claves justas para proyectar y construir en
el respeto de lo existente y en la prospectiva de crear nuevos y mejores
futuros.4

El paisaje es pues, una conceptualización plenamente humana,5 an-


clada muy probablemente en el proceso de evolución del hombre que atien-
de a su sensibilidad y comportamiento respecto al medio geográfico que
lo rodea y es, asimismo, un orden inteligible que puede ser comprendido,
interpretado y también comunicado.6

El carácter dual del concepto de paisaje

Un segundo aspecto inherente al paisaje que se desprende de la definición


del Convenio Europeo, y que incide en la forma como lo aprehendemos, es
su carácter dual, tal como nos alerta Berque.7 Para este autor, el paisaje se
construye en torno de la dualidad: impronta y matriz, o si se quiere: escena
e (inter)acción. Así, el paisaje en su carácter de constructo humano permite
conectar la escena (lo que percibimos) con la acción (lo que se ha construi-
do) de forma inminente, directa y usando la racionalidad y el discernimiento.
Ello hace que el paisaje sirva para interpretar el entorno en que vivimos y
establecer con él interacciones y vínculos.
Esta dualidad propia del paisaje es relevante a la hora de precisar las
características de la mirada comprensiva hacía éste. Efectivamente, mirar el pai-
saje es una acción de doble vía, a manera de un espejo que refleja una imagen.

4  Eugenio Turri. Il paesaggio come teatro. Padua: Marsilio, 1998, p. 14.


5  John H. Falk y John D. Balling. “Evolutionary Influence on Human Landscape Preference”. Environment
and Behavior, vol. 42, núm. 4, 2010, pp. 479-493.
6  Juan Vicente Caballero Sánchez. “Los valores paisajísticos. Elementos para la articulación entre teoría
e interpretación del paisaje”. Cuadernos Geográficos. Granada, Editorial Universidad de Granada, núm. 51,
2012, p. 246.
7  Augustin Berque. Écoumène. Introduction à l’étude des milieux humains. París: Editions Belin, 2000,
pp. 147 y 153.

23
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

Vemos, comprendemos e interpretamos un paisaje y cuando lo hacemos pene-


tramos en él. Así, podemos estar fuera del paisaje y dentro del mismo. Se trata de
una característica que revela la fortaleza del paisaje como constructo analítico.
Sin embargo, Eduardo Martínez de Pisón nos alerta que la interioriza-
ción del paisaje sólo es comprensible dependiendo de la subjetividad de quien
lo pretende aprehender, descomponiéndolo en diversos paisajes interiores, in-
terpretables de formas distintas pero que siempre ponen en conexión esa sub-
jetividad con lo que en el paisaje hay de objetivo y tangible, con su materialidad.8
Precisamente, la dualidad del paisaje tiene otra característica, quizás
la más importante, que algunos autores llaman materialidad del paisaje.9 Este
concepto, cada vez más usado en ciencias sociales, no es otra cosa que
los elementos tangibles e intangibles y las relaciones que se observan en la
comprensión del paisaje y de los valores que subyacen en esas relaciones.10
Así, por un lado, el paisaje deviene un elemento tangible cuando inmersos en
él descubrimos los usos del espacio geográfico desde una perspectiva abió-
tica, biótica y antrópica; usos que son resultado de las dinámicas propias de
la población que habita ese espacio. También se disciernen las experiencias
sociales y culturales marcadas por la historia o los procesos socioeconómi-
cos de todo tipo que ha sufrido ese espacio. Todo ello convierte al paisaje en
una construcción social y en una proyección cultural de quien lo habita y lo
vive cotidianamente y que descubrimos quienes lo observamos.11
Por otro lado, la intangibilidad del paisaje, lo que no se ve pero está
ahí y que es el resultado de la interrelación del hombre con el espacio geo-
gráfico, igualmente, convierte al paisaje en una construcción social y un pro-
ducto cultural,12 pues lo conecta inevitablemente a conceptos tales como

8  Eduardo Martínez de Pisón. El paisaje y sus confines. Madrid: Ediciones La Línea del Horizonte, 2014, p. 11.
9  Rafael Mata Olmo. “El paisaje, patrimonio y recurso para el desarrollo territorial sostenible. Conoci-
miento y acción pública”. Arbor. Madrid, CSIC, vol. 184, núm. 729, 2008, p. 155; Sergio Zubelzu y Fernando
Allende. “El concepto de paisaje y sus elementos constituyentes: requisitos para la adecuada gestión del
recurso y adaptación de los instrumentos legales en España”. Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana
de Geografía. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, vol. 24, núm. 1, 2015, pp. 29-42.
10  Fredrik Fahlander. “Differences that Matter: Materialities, Material Culture and Social Practice”. H.
Glorstad y L. Hedeager (eds.). Six Essays on the Materiality of Society and Culture. Mölnlycke: Bicoleur Press,
2008, pp. 129-131.
11  Joan Nogué i Font. “Paisaje, territorio y sociedad civil”. J. Mateu Bellés y M. Nieto Salvatierra (eds.).
Retorno al paisaje. El saber filosófico, cultural y científico del paisaje en España. Valencia: EVREN, Evaluación
de Recursos Naturales, 2008, p. 11.
12  Joan Nogué i Font. “El paisaje como constructo social”. Joan Nogué (ed.) La construcción social del
paisaje. Madrid: Biblioteca Nueva, 2007, pp. 9-24

24
Martín M. Checa-Artasu

poder, identidad, clase, género y etnicidad que revelan significados, símbolos,


ideologías y representaciones de los distintos grupos sociales en relación
con un espacio geográfico que analizamos desde el paisaje.13
Por último, hay que señalar dos características más del paisaje que
se desprenden de su dualidad perceptivo-comprensiva. La primera, su ca-
rácter evolutivo, es primordial y justifica también su entendimiento como
una construcción social y un producto cultural. Efectivamente, el tiempo es
un factor de acumulación de esos elementos tangibles e intangibles que de-
jan rastros en el espacio geográfico reflejados en el paisaje a lo largo de un
periodo más o menos largo.14 No se trata de una acumulación sin más. Esos
elementos dotan de identidad propia a ese paisaje y marcan una continuidad
de cómo se ha dado la relación del hombre con el medio natural.15
La segunda característica es fundamental para utilizar el paisaje
como un concepto analítico de la realidad. Ésta no es otra que la cualidad
del paisaje para integrar hombre y naturaleza, rompiendo así una dicotomía
anclada en el racionalismo mecanicista.16 Además, esta cualidad del paisaje
es primordial para revalorizarlo, pues así se convierte en un elemento que for-
talece el discurso de integración del hombre en los procesos naturales que
reclaman los nuevos planteamientos derivados de la ecología política.17 Esa
misma característica explicaría el papel del paisaje como baremo de calidad
de vida y bienestar que numerosos estudios ya documentan fehacientemente.

Las características políticas del paisaje

13  Alan Baker. “Introduction”. Alan Baker y Gideon Biger (eds.). Ideology and Landscape in Historical
Perspective. Cambridge: Cambridge University Press, 1992, pp. 2-3.
14  Andrés Guhl. “Paisajes como elemento de análisis del pasado, presente y futuro de la relación entre la
sociedad y su entorno”. M. Marino (ed.). Apuntes de 80 ambientalistas colombianos. Bogotá: Colegio Verde
de Villa de Leyva, 2008, pp. 334-340.
15  Joan Nogué i Font. “Paisatge i identitat territorial en un context de globalització”. Treballs de la Societat
Catalana de Geografía. Barcelona, Societat Catalana de Geografía, núm. 60, 2005, pp. 173–183.
16  Camilo Contreras Delgado. “Pensar el paisaje. Explorando un concepto geográfico”. Trayectorias. Nue-
vo León, UANL, vol. VII, núm. 17, enero-abril de 2005, p. 63; Pedro S. Urquijo Torres y Narciso Barrera Bas-
sols. “Historia y paisaje: Explorando un concepto geográfico monista”. Andamios. Revista de investigación
social. México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, vol. 5, núm. 10, 2009, pp. 227-252.
17  María del Rosario Guerra González. “Del antropocentrismo al biocentrismo, de la disyunción a la con-
junción, al enfocar los derechos humanos”. María del Rosario Guerra González y Rubén Mendoza Valdés
(coords.). El mundo en convivencia: derechos de las personas y de la naturaleza. México: Torres Asociados,
2015, p. 43.

25
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

Desde la materialidad del paisaje hay otro aspecto que desde hace un cuar-
to de siglo se ha convertido en un tema de capital importancia en la teoría
paisajística contemporánea: la apreciación creciente de las características
políticas del paisaje. Éstas son vistas como los efectos y las representacio-
nes ideológicas de determinadas dinámicas sociopolíticas y culturales que,
reflejadas en el paisaje, se dan en los espacios geográficos.18
En un primer nivel analítico de esas características políticas hay que
decir que el paisaje puede tener distintas funciones, usos y hasta diferentes
entendimientos conceptuales dependiendo si lo analiza un artista plástico,
un urbanista, un ingeniero o un ecólogo.19 Se trata pues de conocimientos
distintos, percepciones diferenciadas y, por ende, asignación de valores di-
versos al paisaje. Algunas de esas actividades profesionales tienden a propi-
ciar y fortalecer una mirada política del paisaje. Nos referimos, en concreto,
a aquellas que basan la intervención humana en el espacio geográfico como
el urbanismo, la arquitectura, la ingeniería o incluso la geografía y los estu-
dios ambientales.
Así, en tiempos relativamente recientes, en aquellos países donde
existen leyes que dan un papel protagónico al paisaje, ya sea en la ordena-
ción del territorio o en la gestión de éste, vemos el desarrollo de políticas
públicas que no son otra cosa que acciones concretas que valorizan y dan
uso al propio concepto.20 Con todo, se trata de características políticas, fruto
de la acción concreta y no tanto de la reflexión intelectual.
Son precisamente los análisis surgidos de esa reflexión intelectual
los que plantean, e incluso amplían, otras características políticas del paisaje.
Esos análisis surgieron desde el mundo anglosajón a mediados de la década
de los ochenta del pasado siglo en respuesta a un hartazgo hacia las posicio-
nes propias de un racionalismo antropocéntrico y sus consecuencias; además

18  Mark Dorrian y Gillian Rose (eds.). Deterritorialisations: Revisioning Landscape and Politics. Londres:
Black Dog Publishing, 2003; Moore, op. cit.
19  G. Doherty y Ch. Waldheim. “What is Landscape?”. G. Doherty y Ch. Waldheim (eds.). Is Landscape?
Essays on the Identity of Landscape. Nueva York: Routledge, 2016, p. 12.
20  Rafael Mata Olmo. “El paisaje, patrimonio y recurso para el desarrollo territorial sostenible. Conoci-
miento y acción pública”. Arbor, vol. 184, núm. 729, 2008, pp. 155-172; David Serrano Giné. “Paisaje y políti-
cas públicas”. Investigaciones Geográficas. Alicante, Universidad de Alicante, núm. 42, 2007, pp. 109-123; B.
Elorrieta y D. Sánchez-Aquilera. “Landscape Regulation in Regional Territorial Planning: A View from Spain”.
M. Jones y M. Stenseke (eds.). European Landscape Convention. Challenges and Participation. Dordrecht:
Springer, 2011, pp. 99–120.

26
Martín M. Checa-Artasu

de estar ligados de alguna manera con el florecimiento del debate ambienta-


lista.21 Una nutrida bibliografía y varios autores aparecen como referentes de
esas posiciones y nos acercan a toda la serie de componentes políticos que se
atisban a través del paisaje: ideología, significados, representaciones, grupos
hegemónicos, identidad, etc.22 La suma o la combinación de estos componen-
tes nos hacen comprender que el paisaje se produce, se crea, se modela según
intereses e ideologías y ello le otorga características políticas al mismo.
Hay otro orden político, relacionado con el anterior, que nos alerta
que tras el paisaje hay una organización política con sus normas y reglas
que se reflejan en éste, convirtiendo el análisis del paisaje en un ejercicio
de política activa.23 Efectivamente, en el paisaje percibimos construcciones
hechas por la sociedad a lo largo del tiempo, formas de propiedad de la tie-
rra, de distribución de ésta, límites, fronteras, caminos que nos ponen sobre
la pista de relaciones de buena vecindad o de abierta hostilidad.24 También
esas mismas construcciones nos hacen ver que ha habido una determinada
inversión de capital y de trabajo para su conformación y que éstas se reflejan
en el paisaje.25 De igual forma, el paisaje puede llegar a ser reflejo de na-
cionalismos concretos. Los ejemplos son muchos y han sido ampliamente
documentados a través de una extensa bibliografía en distintos países.26

Desgranando el concepto de bien común


21  Moore, op. cit., pp. 288-290.
22  Es numerosa la bibliografía al respecto. Citamos algunos ejemplos: Denis Cosgrove. Social Formation and
Symbolic Landscape. Madison: The University of Wisconsin Press, 1998; Baker, op. cit.; James Duncan. The City
as a Text: the Politics of Landscape Interpretation in the Kandyan Kingdom. Cambridge: Cambridge University
Press, 1990; Don Mitchell. “Cultural Landscapes: Just Landscapes or Landscapes of Justice?”. Progress in Hu-
man Geography. SAGE, vol. 27, núm. 6, 2003, pp. 787-196; R. P. Neumann “Political Ecology III: Theorizing Land-
scape”. Progress in Human Geography. SAGE, vol.35, núm.6, 2011, pp. 843-850; Matthew H. Hannah. “Attention
and the Phenomenological Politics of Landscape”. Geografiska Annaler: Series B, Human Geography. SAGE, núm.
95, 2013, pp. 235-250; Gilles Rudaz y Anne Sgard. “Les dimensions politiques du paysage”. Géo-regards, revue
neuchâteloise du Géographie. Neuchatel, Universidad de Neuchatel, núm. 8, 2016, pp. 5-12.
23  Don Mitchell. “Muerte entre la abundancia: los paisajes como sistemas de reproducción social”. Joan
Nogué (ed.). La construcción social del paisaje. Madrid: Biblioteca Nueva, 2007, p. 103; Don Mitchell. “New
Axioms for Reading the Landscape: Paying Attention to Political Economy and Social Justice”. James L.
Wescoat, Jr. y Douglas M. Johnston (eds.) Political Economies of Landscape Change. Places of Integrative
Power. Dordrecht: Springer, 2008, pp. 32-33.
24  P. López Paz y G. Pereira Menaut. “La tierra y los hombres: paisaje político, paisaje histórico”. Studia
Historica. Historia Antigua. Salamanca, Universidad de Salamanca, núm. 13-14, 1996, pp. 39-60.
25  David Harvey. The Limits to Capital. Oxford: Blackwell, 1982, pp. 233-234.
26  Citamos dos trabajos, ejemplo de ello: Joan Nogué y Stephanie M. Wilbrand. “Landscape Identities in
Catalonia”. Journal Landscape Research, vol. 43, núm. 3, 2018, pp. 443-454; Oliver Zimmer. “Forging the Au-
thentic Nation. Alpine Landscape and Swiss National Identity”. Alain Dieckhoff y Natividad Gutiérrez (eds.).
Modern Roots: Studies of National Identity. Londres: Taylor & Francis, 2017, pp. 95-117.

27
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

Desde la década de los años ochenta del siglo XX, el concepto de bien co-
mún ha sido de notable utilidad como elemento analítico en las ciencias so-
ciales. De hecho, se ha construido un amplio marco teórico que ha pasado
del análisis puntual de ciertos bienes a una visión sistémica donde el bien
común es un elemento clave para discernir las problemáticas socioambien-
tales que se padecen y la conflictividad de éstas.27 Prueba de todo ello es
la ingente cantidad de artículos y de libros que no sólo recopilan análisis
concretos sobre el devenir y la gestión de diversos bienes comunes, sino que
buscan, a través del concepto de bien común y sus posibilidades de gober-
nanza, encontrar una alternativa a la expansión del capitalismo como modelo
económico-político.28
En este punto, conviene apuntar que hablar de bienes comunes no se
circunscribe sólo a proyectos a pequeña escala en comunidades indígenas o
campesinas. Al contrario, la historia nos demuestra que han existido bienes
comunes durante miles de años y que en la actualidad, siguen existiendo
muchos bienes y recursos en sociedades de todo el planeta basados en la
comunidad y en el uso que ésta hace de ellos.29 A pesar de ello, éstos siguen
siendo infravalorados debido al ataque constante del capitalismo que requie-
re de la destrucción de propiedades y relaciones comunales para su expan-
sión mediante el despojo, provocando así no pocos conflictos en cualquier
lugar del mundo y en especial en América Latina.30
El concepto de bien común tiene una larga trayectoria, certificada
por su presencia en la legislación y jurisprudencia de diversos países y am-
parada por una larga tradición del derecho natural.31 Ya hablaban de él en

27  Fikret Berkes. “Revising the Commons Paradigm”. Journal of Natural Resources Policy Research. Ma-
noa, Universidad de Hawaii, vol. 1, núm. 3, 2009, p. 261.
28  Peter Barnes. Capitalism 3.0: A Guide to Reclaiming the Commons. San Francisco: Berrett-Koehler Pub-
lishers, 2006; George Caffentzis y Silvia Federici. “Commons Against and Beyond Capitalism”. Community
Development Journal, vol. 49, núm. 1, 2014, pp.92–105; Tero Tovainen. “Commons and Capitalism”. Kajsa
Borgnäs, Teppo Eskelinen, Johanna Perkiö y Rikard Warlenius (eds.). The Politics of Ecosocialism: Trans-
forming Welfare. Londres: Routledge, 2015, pp. 117-121.
29  Peter Linebaugh. The Magna Carta Manifesto: Liberties and Commons for all. Berkeley: University of
California Press, 2008.
30  Raul Zibechi. Territories in Resistance: A Cartography of Latin American Social Movements. Oakland:
AK Press, 2012, p. 108.
31  Lynda L. Butler. “The Commons Concept: An Historical Concept with Modern Relevance”. William &
Mary Law Review, vol. 23, núm. 4, 1982, pp. 835-935; Derek Wall. The Commons in History. Culture, Conflict,
and Ecology. Cambridge: The MIT press, 2017.

28
Martín M. Checa-Artasu

la antigüedad clásica Platón en La República, Aristóteles en su Política, o


Cicerón en su De Republica. También lo abordó el movimiento escolástico
en la Edad Media y, en particular, Santo Tomás de Aquino, quien desarrolló
la idea de bien común ligada a una suerte de filosofía política que lo integra
en los parámetros de la finitud cristiana. La expansión de distintas potencias
europeas por todo el orbe a lo largo de los siglos que van del XVI al XIX con
la consolidación de monarquías absolutistas, va a dar un giro a esta idea
en una clara tendencia, en primera instancia, a dominar algunos de ellos
(selvas, mares, ríos, bosques) por parte de esos Estados, para luego priva-
tizarlos. Se diluye el sentido esencial de lo que es el bien común para tratar
de incardinarlo en los mecanismos de dominio que imponen los imperios
coloniales europeos.32
Sin embargo, durante la segunda mitad de siglo XX, el concepto fue
retomado con análisis más detallados, en especial, desde la economía. A
partir de esta disciplina se hará más versátil y multifacético con las apor-
taciones de la estadounidense Elinor Ostrom (1933-2012), Premio Nobel de
economía en 2009.33 Ella conceptualizó los common pool resources de la
economía institucional, analizados ampliamente, y acuñó una definición del
bien común como determinados recursos naturales o artificiales que por sus
características tienen dificultades para ser adquiridos o gestionados priva-
damente, son irremplazables por otro bien en sus funciones y característi-
cas, y no se puede limitar el acceso a los mismos, dada su pertenencia a una
colectividad que los gestiona desde parámetros comunales y de democracia
directa.34
Ostrom y otros muchos investigadores, con base en numerosos
ejemplos por todo el planeta, pondrán en evidencia la forma de gobierno de
esos recursos por parte de una organización emanada de un colectivo, aquel
que vive de esos recursos y que llega a tener beneficios de éstos. Todo ello

32  Horacio Capel. “El drama de los bienes comunes. La necesidad de un programa de investigación”.
Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, vol. VIII, núm. 458, 2003 (http://www.ub.es/
geocrit/b3w-458.htm).
33  Álvaro Ramis. “El concepto de bienes comunes en la obra de Elinor Ostrom”. Ecología Política. Cuader-
nos de Debate Internacional. Barcelona, Fundación ENT, núm. 45, 2013.
34  Ricardo Petrella. Una narración de la historia: compartir viene. Vivir en común. Barcelona: Intermon
Oxfam, 2008, p. 18.

29
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

se contrapone a la idea más generalizada de que ese tipo de recursos sólo


pueden ser gestionados por el Estado desde la burocracia o por el mercado,
ejerciendo éste la propiedad de ellos.35
Así, ¿qué podemos entender como bien común? Se trata de un ele-
mento de uso compartido por un número significativo de personas y sobre
el cual se ejerce una gestión, parcial o total, realizada por una comunidad de
usuarios legitimados por el carácter común y público de ese bien. Atendien-
do a ello, serán bienes comunes los bosques, las aguas, la biodiversidad, la
disponibilidad de servicios de salud, de educación, la información, etcétera.
A tenor de la definición de Ostrom, se advierte que los bienes comu-
nes tienen más características: son recursos tangibles o intangibles de uso
compartido por muchos, donde hay dificultades para excluir a alguien de su
uso. Otra característica de un bien común es que puede ser considerado
como propio por un colectivo amplio, por una sociedad o una comunidad
que se legitima como poseedor, que puede gestionarlo, en todo o en parte a
través de acuerdos sociales, ya sean tácitos o normas escritas o no, para pro-
piciar precisamente, el uso colectivo, sostenible, equitativo y justo de esos
recursos.36 De igual forma, su carácter de común explica que es un bien per-
meado por la escasez; es decir, se puede acabar el bien común si no hay una
buena gestión del mismo, si su condición de común se tergiversa en aras de
lo privado o si se degrada de forma general por su uso abusivo.
Otro aspecto muy importante en el marco de este texto sobre el pai-
saje como bien común, es que no puede haberlo si no existe la idea de que
es colectivo. Es decir, el bien común es un elemento u objeto que se incar-
dina plenamente en una de idea subjetiva (la idea de lo común) más allá de
lo que es objetivamente. Un bien es común porque muchos creen que ha de
serlo.
En tiempos relativamente recientes, y superando los planteamientos
de Ostrom y sus seguidores, el concepto de bien común se ha articulado con
no pocas propuestas que provienen de la fecunda vía del marxismo abierto y

35  Elinor Ostrom. El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva.
México: FCE-UNAM, 2011, p. 59.
36  Ibid., p. 56 y ss.

30
Martín M. Checa-Artasu

la ecología política crítica.37 Algunas de esas propuestas, basadas en relec-


turas críticas de Karl Marx y de Rosa Luxemburg,38 reafirman que el gobierno
efectivo de los bienes comunes es un mecanismo que coadyuva a la sus-
tentabilidad de ecosistemas y comunidades y sirve para regular conflictos.
Otras propuestas, también recientes, dan al concepto del bien co-
mún un valor más allá de su propia objetividad. Apelan a sus características
de indispensabilidad y de no intercambiabilidad. Por ejemplo: el agua es un
bien común que no ha de pertenecer a nadie, es indispensable e insustituible
y debe ser gobernado adecuadamente por una comunidad o una sociedad.
A partir de esta idea, el bien común como objeto, junto con la organización y
gobernanza del mismo, trascienden en su significación para convertirse en
un elemento de producción y de reproducción de la vida frente a los embates
y cercamientos del sistema económico imperante, el capitalismo neolibe-
ral.39 Siguiendo con el ejemplo del agua, sin ésta no hay vida y a la vez, como
proveedora de vida, si pierde su condición de común se pone en cuestión
esa capacidad vital.
Se trata de una idea trascendente que relacionada con la gobernan-
za de un bien común tiene otras implicaciones éticas y morales. Como se-
ñala Gudeman: el bien común es un referente de “ser en común y de vivir en
común”;40 es decir, es una forma de vida y modelo económico-social fincado
en una comunidad que sabe cómo y de qué forma obtener recursos para
vivir a partir de uno o de varios bienes comunes.

37  Leila Dawney, Samuel Kirwan y Julian Brigstocke. “Introduction: the Promise of the Commons”. Leila
Dawney, Samuel Kirwan y Julian Brigstocke (eds.). Space, Power and the Commons. Londres: Routledge,
2016, pp. 21-35; Wall, op. cit.; Mina Lorena Navarro Trujillo. Luchas por lo común. Antagonismo social contra
el despojo capitalista de los bienes naturales en México. Puebla: BUAP-Bajo Tierra, 2015, p. 23.
38  Massimo de Angelis. “Marx and Primitive Accumulation: The Continuous Character of Capital’s Enclo-
sures”. The Commoner, núm. 2, septiembre de 2001.
39  J. K. Gibson-Graham. Una política poscapitalista. Medellín: Siglo del Hombre Editores-Universidad
Javeriana, 2011, p. 238.
40  Stephen Gudeman. The Anthropology of Economy. Oxford: Blackwell, 2001, p. 237.

31
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

El paisaje como bien común

Así, tomando en cuenta lo dicho en las líneas precedentes, debemos pregun-


tarnos si podemos considerar el paisaje como un bien común, tal como ya
lo han consignado diversos estudios.41 Éstos, sin eludir la dificultad teórica
que supone la relación de ambos conceptos: paisaje y bien común aluden a
varias características del paisaje para avalar esa consideración. De hecho,
le dan especial relevancia a los valores emanados de éste pues ayudan a su
conceptualización como un bien común.42 ¿Pero cuáles son esas caracterís-
ticas que hacen del paisaje un bien común?
La primera, la compleja ambivalencia del paisaje con respecto de
quién ejerce su propiedad. Ello conlleva relacionar paisaje con percepción,
aspecto medular y que depende de la presencia del hombre, como señalába-
mos al inicio del presente trabajo. Si ello es así, el paisaje puede ser consi-
derado como particular ya que es fruto de la percepción específica de cada
hombre y, por otro lado, también, puede ser común, todos los hombres pue-
den percibirlo y, por tanto, leerlo, entenderlo y asumirlo de formas distintas,
pero que sumadas en conjunto lo convierten en un concepto gestionable en
el marco de un colectivo. Es decir, un grupo de personas que perciben un pai-
saje, aunque sea en distintos momentos, encuentran puntos en común en él
que constatan su relación con un territorio, reflejado a través de ese paisaje;
una relación que tiene que ver con la presencia de ciertos valores que son
compartidos por ese grupo de personas.
Un ejemplo para tratar de explicar dicha característica puede ser un
paisaje propio de la producción vitivinícola. Quienes lo percibieran con ganas
de entenderlo, observarían un territorio fruto del trabajo de un grupo humano,

41  Entre los que destacan están Benedetta Castiglioni, Fabio Parascandolo, Marcello Tanca (eds.). Land-
scape as Mediator, Landscape as Commons. International Perspectives on Landscape Research. Padova:
Coop. Libraria Editrice Università di Padova, 2015; Anne Sgard. “Le paysage dans l’action publique: du pa-
trimoine au bien commun”. Développement durable et territoires. Ginebra, Universidad de Ginebra, núm.
2, 2010; Salvatore Settis. Il paesaggio come bene comune. Nápoles: La Scuola di Pitagora Editrice, 2013;
Laura Menatti. “Landscape as a Common Good. A Philosophical and Epistemological Analysis”. I quaderni
di Careggi. Special Issue: Common Goods from a Landscape Perspective. Florencia, Uniscape, núm. 6, 2014,
pp. 40-42; Erling Berge y Lars Carlsson (comps.). “Proceedings from a Workshop”. Commons: Old and New.
Oslo: Centre for Advanced Study, Norwegian University of Science and Technology, 2013.
42  Jean David Gerber y Gerald Hess. “From Landscape Resources to Landscape Commons: Focusing on
the Non-utility Values of Landscape”. International Journal of the Commons. Utrecht, Universidad de Utrecht,
vol. 11, núm. 2, 2017, p. 711.

32
Martín M. Checa-Artasu

que ha hecho del vino no sólo un producto comercializable, sino un estilo de


vida que contiene múltiples valores: trabajo, tenacidad, constancia, amor a
la tierra, etcétera.
Siguiendo con esta misma idea, también se puede concluir que el
paisaje por sus propias características es subjetivo y objetivo a la vez. Todos
los seres humanos podemos percibir el paisaje y también podemos vivirlo,
describirlo, gestionarlo o simplemente disfrutarlo. Desde esa circunstancia,
el paisaje es un bien común que no excluye a nadie tanto para percibirlo
como para comprenderlo.
Una segunda característica, relacionada con la anterior y que los es-
tudios reafirman, es el carácter comunal de paisaje. Esto es la capacidad
del paisaje de contribuir a la formación de la identidad de un grupo humano
que lo ha creado y modificado según el caso. Esa identidad, asociada con
el paisaje, fortalece el sentido de pertenencia a un territorio asumido como
propio.43 Se trata, como ya se mencionó, de un claro ejemplo donde el bien
común (el paisaje) trasciende a objetividad para convertirse en valor o idea
(el paisaje como reflejo de una comunidad).
Una tercera característica deriva del hecho de que el paisaje es un
baremo para conocer la calidad de la relación del hombre y el medio natural.
Relación que está siendo degradada y destruida por un capitalismo fagocita-
dor que anula e inhibe el papel de ésta y, por ende, el papel del paisaje como
elemento de vida.44 Siguiendo esta vía de pensamiento, el paisaje sería un
constructor de esa conciencia de cohabitación con y en la naturaleza, y a la
vez, en su consideración de bien común, un elemento disuasivo frente a los
embates del capitalismo que desvinculan al hombre de su relación con la
naturaleza.
Estas características promueven otras más que, quizás por obvias
razones, apenas se mencionan. El paisaje, entendido como bien común no
puede ser sustituido por otro elemento que tenga las mismas características
y funciones. Sencillamente no lo hay.

43  Sgard, op. cit., p. 6; Erling Berge. “Commons: Old and New”. Erling Berge y Lars Carlsson (comps.).
Proceedings from a Workshop on “Commons: Old and New”. Oslo: The Research Programme Landscape,
Law & Justice at the Centre for Advanced Study, March, 2003, pp. 4-5.
44  Antonio Negri y Michel Hardt. Commonwealth. El proyecto de una revolución del común. Madrid: Akal
Ediciones, 2011, p. 10.

33
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

El paisaje es multifacético y polisémico.45 Puede haber muchos pai-


sajes y otras tantas percepciones e interpretaciones hechas por cualquier
ser humano que lo perciba. A pesar de ello, no existe otro constructo inte-
lectual con esas características y potencialidades capaces de combinar lo
objetivo con lo subjetivo y lo tangible con lo intangible.

Bien común y el derecho al paisaje

La categorización del paisaje como bien común nos permite adentrarnos


en un asunto relacionado: el derecho al paisaje y cómo éste se puede ar-
ticular. Efectivamente, si el paisaje es un bien común dado que cualquier
ser humano puede percibirlo, aprehenderlo y disfrutarlo, implícitamente hay
un derecho al mismo que no puede ser menoscabado o prohibido. De igual
manera, cuando hablamos de derecho al paisaje hacemos referencia a su
disponibilidad, como concepto que aglutina determinadas características
culturales, sociales y políticas que remiten a ciertos valores relacionados
con la identidad o la memoria colectiva de un grupo. El derecho al paisaje, en
este caso, aunaría el derecho a la memoria y a la identidad.
Otro tanto sucede con esa característica que tiene el paisaje de ser
el mediador de la relación del ser humano con la naturaleza. Una mediación
que conlleva que el paisaje pueda llegar a proveer de cierto grado de bienes-
tar y coadyuvar a la obtención de mejores condiciones de salud, tal como lo
demuestran numerosos estudios.46 Conviene añadir aquí que estos efectos
del paisaje se derivan de la interacción entre sus características biofísicas

45  Jean-Marc Besse. “Las cinco puertas del paisaje. Ensayo de una cartografía de las problemáticas
paisajeras contemporánea”. Javier Maderuelo (ed.). Paisaje y pensamiento. Madrid: Abada Editores-CDAN,
2006, p. 145.
46  Citamos algunos ejemplos: Eduardo Moyano Estrada y Carlos Priego González de Cana. “Marco teó-
rico para analizar las relaciones entre paisaje natural, salud y calidad de vida”. Sociedad Hoy. Concepción,
Universidad de Concepción, núm. 16, 2009, pp. 31-44; Joan Nogué, Laura Puigbert y Gemma Bretcha (eds.).
Paisatge i salut. Olot: Observatorio del Paisaje de Cataluña. Barcelona: Departament de Salut, Generalitat de
Catalunya, 2008; Laura Menatti y Antonio Casado da Rocha. “Landscape and Health: Connecting Psychol-
ogy, Aesthetics, and Philosophy through the Concept of Affordance”. Frontiers in Psychology, vol. 7, núm.
757, 2016, pp. 1-17; Catharine Ward Thompson. “Linking Landscape and Health: The Recurring Theme”.
Landscape and Urban Planning. Nueva York, Elsevier, vol. 99, núms. 3-4, 2011, pp. 187–195; Catharine Ward
Thompson. “Is Landscape Life?”. G. Doherty y Ch. Waldheim (eds.). Is landscape? Essays on the Identity of
Landscape. Nueva York: Routledge, 2016, pp. 302-326.

34
Martín M. Checa-Artasu

y los procesos perceptivos del espectador humano.47 Vinculado con esas


cuestiones, disponer de un determinado tipo de paisaje, nos alerta, además,
de la necesidad de disponer, conocer y valorar el territorio en términos gene-
rales y también específicos.48
Pero ¿de dónde surge está idea del derecho al paisaje? Su origen
se encuentra en un largo debate que parte de la aprobación del Convenio
Europeo del Paisaje, firmado en Florencia en el año 2000. A partir de esa
norma europea el paisaje es elevado a la categoría de sujeto jurídico dis-
ponible para todos los ciudadanos, algo que ayuda a entenderlo como un
bien común. Efectivamente, tras la aprobación de ese convenio se ha venido
ampliando y dotando de mayor personalidad jurídica al paisaje en distintos
países europeos. Su influjo incluso ha llegado a América Latina a través de
amplias discusiones entre los distintos países que la integran y en el seno
de organizaciones como la Iniciativa Latinoamericana del Paisaje (LALI).49
Ello lo ha convertido en un sujeto con capacidad ética, tanto por
el hecho de contener y compartir valores como por ser de utilidad pública
para la transmisión y preservación de éstos. Es decir, proteger un paisaje
sirve para salvaguardar, compartir y difundir ciertos valores ligados con la
preservación de determinado medio ambiente y de un territorio con marcos
cultural y social específicos. En este mismo sentido, el historiador del arte
italiano Salvatore Settis, centrándose en la realidad italiana, confiere al pai-
saje la categoría de utilitas publica.50 Para él, esa utilidad pública es cívica en
47  Terry C. Daniel. “Whither Scenic Beauty? Visual Landscape Quality Assessment in the 21st Century”.
Landscape and Urban Planning. Nueva York, Elsevier, vol. 54, núm. 1-4, 2001, p. 268.
48  Riccardo Priore. “Derecho al paisaje, derecho del paisaje. La evolución de la concepción jurídica del
paisaje en el Derecho comparado y en Derecho internacional”. Revista Interdisciplinar de Gestión Ambiental,
núm. 31, 2001, p. 5.
49  Sobre este asunto véase a Roberto Mulieri. “El derecho al paisaje en Latinoamérica”. Paisaj-e. Boletín
trimestral de l’Observatori del paisatge de Catalunya. Barcelona, Observatori del Paisatge, núm. 54, 2017
(http://catpaisatge.net/cat/butlleti2/but_observador.php?idReg=1337&num=54&ed=juliol-setembre%20
17). En Colombia hay ya una notable discusión sobre la consideración jurídica del paisaje. Véase César
Augusto Molina Saldarriaga. “El paisaje como categoría jurídica y como derecho subjetivo”. Revista Facul-
tad de derecho y ciencias políticas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, vol. 42, núm. 116, 2012, pp.
159-194; y Diana Carolina Zuluaga Varón. El derecho al paisaje en Colombia. Consideraciones para la defini-
ción de su contenido, alcance y límites. Bogotá: Universidad del Externado de Colombia, 2015. También en
Argentina, con aportaciones como las de Juan Claudio Morel Echevarría. “El derecho al disfrute del paisaje:
alcance, límites y técnicas para su protección. El ordenamiento argentino”. Universidad de Alicante, 2015
(tesis de doctorado); y Federico López Silvestre y Perla Zusman. “Las normas sobre el paisaje como mirada
de época. Del proteccionismo esteticista al derecho universal en España y Argentina”. Quintana. Revista de
Estudos do Departamento de Historia da Arte. Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Com-
postela, 2008, pp. 137-155.
50  Settis, op. cit., p. 8.

35
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

tanto que el paisaje ha pasado de tener un simple valor estético a tener un


valor ético, que, de alguna forma, atesora el derecho a la vida; ya que, para
él, la defensa y protección del paisaje significan la salvaguarda del medio
ambiente y de la naturaleza para las generaciones presentes y futuras, pero
también, la protección de unos marcos socioculturales determinados ancla-
dos en la historia.
De lo arriba indicado puede inferirse que hablar del derecho al pai-
saje es comprender que la concepción del paisaje ha ido cambiando desde
los presupuestos del derecho.51 Éste ha transitado de ser un concepto emi-
nentemente espacial, pero con funciones pasivas, entendido como escena-
rio más o menos bello, a ser un concepto donde la espacialidad contiene
funciones activas y significaciones muy elaboradas y transmite relaciones y
valores de gran impacto social y político; que ha dejado de entenderse como
sólo un elemento a conservar para ser un elemento que proteger, gestionar
y rehabilitar; y que ha pasado de sólo considerar la excepcionalidad de unos
paisajes concretos para atender el paisaje desde lo cotidiano, desde la de-
gradación y desde cualquier proceso de humanización, sin considerar aque-
llos de especial relevancia, pues todos son el reflejo relacional del hombre
con el medio natural y con la construcción que de éste se ha hecho.52
Una segunda cuestión en torno a la idea del derecho al paisaje, es
que es activador y vertebrador de no pocos derechos humanos derivados
de las propias características del paisaje: el derecho a un lugar para el ade-
cuado desarrollo de la vida, a un medio ambiente adecuado, a la diferencia,
a la libertad de acción y de opinión, al desarrollo cultural, al de libre tránsito,
etc.53 El derecho al paisaje sería acicate para considerar esos otros dere-
chos, y de ahí la importancia que tiene articular un marco de referencia.54

51  Priore, op. cit., pp. 5-25.


52  Amy Strecker. “The Right to Landscape in International Law”. Shelley Egoz, Jala Makhzoumi y Gloria
Pungetti (eds.). The Right to Landscape: Contesting Landscape and Human Rights. Farnham: Ashgate Pub-
lish Limited, 2011, p. 57.
53  Shelley Egoz. “The Right to Landscape and the Argument for the Significance of Implementation of the
European Landscape Convention”. Karsten Jorgensen, Morten Clemetsen, Anne-Karine Halvorsen Thoren
y Tim Richardson (eds.). Mainstreaming Landscape Through the European Landscape Convention. Londres:
Routledge, 2016, pp. 113-114.
54  Shelley Egoz, Jala Makhzoumi y Gloria Pungetti. “Right to Landscape, an Introduction”. Shelley Egoz,
Jala Makhzoumi y Gloria Pungetti (eds.). The Right to Landscape: Contesting Landscape and Human Rights.
Farnham: Ashgate Publish Limited, 2011, p. 6.

36
Martín M. Checa-Artasu

Pero explorar la relación del paisaje como un derecho y su condi-


ción como bien común no está exento de problemáticas. Hay una abierta
complejidad en el hecho de vincular el paisaje y su disponibilidad con la idea
de disfrute del mismo. Complejidad, porque el paisaje es una construcción
social sujeta a determinada representación fincada en la percepción, que
puede ser individual o colectiva, aceptada por un conjunto de personas, he-
cha sobre un espacio geográfico concreto conformado por territorios que
pueden estar sujetos a un determinado régimen de propiedad y de gestión.
Es decir, el paisaje, su disponibilidad y disfrute por un colectivo de personas
puede, y de hecho lo hace, contraponerse al derecho a la propiedad de quien
es poseedor de un determinado territorio contenido en ese paisaje. Efecti-
vamente, las más de las veces, un paisaje engloba propiedades que quedan
obliteradas por su propia esencia perceptual. Se asumen que las propieda-
des están ahí, que existen, pero no sirven como constructoras esenciales del
territorio que el paisaje deja ver, aun cuando lo hacen efectivamente.
La controversia se da, por tanto, en la contraposición de un supues-
to derecho colectivo (al paisaje) y esa consideración de bien común arriba
mencionada, con un derecho como el de propiedad que es de carácter indivi-
dual, entroncado en el derecho natural y anclado también dentro del llamado
liberalismo legal. Dicha ideología ha permeado el marco jurídico de no po-
cos países europeos y latinoamericanos desde la mediados del siglo XIX.55
Por el contrario, el paisaje y su disfrute se centran en un valor finca-
do en lo común, de lo que es propio a un grupo de personas o ciudadanos,
como podría ser la identidad, el origen común, la tierra compartida consi-
derada como patria, etc. El paisaje y su disfrute estarían más cercanos a la
costumbre y a los derechos comunes o colectivos que son contenedores de
valores considerados y admitidos por muchas personas. Ello explicaría por
qué lo que se ve en el paisaje no es tanto lo privado, que es individual, y sí lo
colectivo. De hecho, lo privado se invisibiliza contraponiéndose frente a una
construcción disponible y perceptible para todos.56
55  Amy Strecker. “Landscape, Property, and Common Good: The Ambiguous Convergences of Spatial
Justice”. Shelley Egoz (ed.). Defining Landscape Democracy Conference Reader. Oslo: Centre for Landscape
Democracy (CLaD), Norwegian University of Life Sciences, 2015, p. 63.
56  Kenneth R. Olwig. “The Right Rights to Right Landscape?”. Shelley Egoz, Jala Makhzoumi y Gloria Pun-
getti (eds.). The Right to Landscape: Contesting Landscape and Human Rights. Farnham: Ashgate Publish
Limited, 2011, pp. 40-42.

37
Deconstruyendo el paisaje: un bien común y un derecho de todos

Conclusiones

En las líneas precedentes hemos tratado de deconstruir el concepto de pai-


saje mostrando sus principales características. En una segunda instancia
hemos hecho un somero repaso del concepto de bien común; para posterior-
mente ponerlo en relación con las características del paisaje. Este asunto
que ha sido objeto de numerosos estudios, surgidos al calor del Convenio
Europeo del paisaje, que posicionan con claridad al paisaje como un bien
común en tanto un recurso social y cultural poseído por un colectivo humano
que ve en él valores tangibles e intangibles asociados con relaciones socia-
les y políticas construidas a lo largo de tiempo. El hecho de que un colecti-
vo amplio como una sociedad o una comunidad pueda considerarlo como
propio, promueve y obliga a un uso equitativo para todos, probablemente
gestionado por la comunidad que lo considera como suyo. Se cumple así
una de las principales características de un bien común, que sólo lo es si un
colectivo lo considera como suyo.
El paisaje, además, cumple con otras características para ser bien
común: es insustituible y multifacético, tanto como ejercicio de percepción
como de interpretación, lo que conlleva a que cualquier hombre pueda perci-
bir el paisaje porque es intrínseco a la naturaleza humana. Además, el carác-
ter comunal del paisaje se exacerba aún más porque nos permite valorizar la
relación del hombre con la naturaleza que le rodea y ello tiene efectos en el
bienestar, la calidad de vida y la salud.
De igual forma, hemos analizado someramente los vínculos entre
la consideración del paisaje como bien común y su articulación como un
derecho, mismo que surge como una exigencia por disponer de paisajes
que transmitan ciertos valores y expectativas de bienestar, salud, defensa
del territorio y respeto al medio ambiente. Podemos entender que la inexis-
tencia de estos espacios, o su degradación, son actos que atentan contra
un conjunto de personas en común, y por ello pueden devenir en un acto de
injusticia al socavarse ese derecho. También, aunque de forma superficial,
hemos podido constatar la dificultad inherente a la idea del derecho al pai-
saje, pues si bien permite activar visiones colectivas donde la identidad, la

38
Martín M. Checa-Artasu

pertenencia, la ciudadanía, el sentido de nación común se dan de la mano


contrapuestas a un derecho individual, de gran importancia en las socieda-
des contemporáneas como es el de la propiedad.57
Finalmente, cabe decir que valorar el paisaje como un bien común y
demandar un derecho al mismo en unas condiciones determinadas, refleja
la voluntad de cambiar las actuales condiciones políticas, económicas y am-
bientales que tenemos y que de alguna forma soportamos. El paisaje entra
de pleno en la discusión respecto de cómo gobernar un bien común, quién y
cómo lo debe hacer.
Como hemos ido desgranando a lo largo del texto, el paisaje es con-
tenedor de valores y puede ser una herramienta para denunciar los conflictos
ambientales y territoriales que el sistema capitalista genera.
Se trata, sin embargo, de una cuestión que requiere de muchos más
análisis, quizás enfocados en realidades concretas, en particular las latinoa-
mericanas y, en especial, la mexicana. Realidades estas donde el paisaje es
un concepto aún débil en cuanto a su construcción conceptual y jurídica,
pero donde ya se acumulan numerosos conflictos en los que el territorio y
su despojo están presentes y el paisaje es reflejo de ello. Se requiere más
trabajo, tanto teórico como práctico, para elevar la consideración del paisaje
como bien común y como un derecho que refleja y contiene valores que son
propios de la sociedad o del grupo humano que los ha creado y que sirven
para valorar y potencializar la relación de esos hombres con el medio natural
que los abarca.

57  Kenneth, R. Olwig. “Commons and Landscape”. Erling Berge y Lars Carlsson (comps.). Proceedings
from a Workshop. Commons: Old and New. Oslo: Centre for Advanced Study, Norwegian University of Sci-
ence and Technology, 2013, p. 21.

39
IMAGINARIO Y PATRIMONIO:
LA BARRANCA DE HUENTITÁN, GUADALAJARA

Christian O. Grimaldo
CIESAS

En el multicitado ensayo El idioma analítico de John Wilkins, Jorge Luis Bor-


ges habla de la increíble cantidad de categorías arbitrarias con las que se
puede catalogar al universo; según sus propias palabras: “Notoriamente no
hay descripción del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es
muy simple: no sabemos qué cosa es el universo”. Bajo este entendido, me
permitiré iniciar este texto a partir de una categorización reconocidamente
arbitraria; en México existen dos tipos de ciudades: las ciudades con barran-
ca y las ciudades sin barranca. Gracias a la de Huentitán, Guadalajara en-
tra en la primera categoría, a pesar de que muchos de sus habitantes no lo
reconozcan.
Lo primero que llama la atención cuando se parte de esta categoriza-
ción es que hay ciertas ciudades cuyos símbolos identitarios se proyectan a
partir de sus barrancas. Encontramos un par de casos bastante ejemplares
de ello en los escudos de los estados de Chiapas en México y Arizona en Es-
tados Unidos. En el escudo de Chiapas aparece la barranca conocida como
el Cañón del Sumidero, misma que ha sido catalogada como Parque Nacio-
nal, con lo cual se asegura su protección ecológica mediante un decreto ofi-
cial del Estado mexicano. El escudo del estado de Arizona, Estados Unidos,
presenta una perspectiva de El Gran Cañón del Colorado, ubicado también
dentro de un Parque Nacional y además considerado como Patrimonio de la
Humanidad desde 1979.
Para alguien que habita la ciudad de Guadalajara y reconoce que
la mancha urbana se extiende hasta el borde de una barranca que alcanza
una profundidad de 500 metros (el doble que el cañón del sumidero), por lo
que resulta interesante preguntarse el motivo por el cual su falla geográfica

40
Christian O. Grimaldo

no alcanza el nivel de reconocimiento oficial que las de otros sitios. Puede


hacerse aquí una subcategorización arbitraria: dentro de las ciudades con
barranca existen las ciudades que reconocen el valor de sus barrancas y las
que no reconocen el valor de sus barrancas.
El reconocimiento del valor de un paisaje, como el de la Barranca de
Huentitán, es un proceso antes que un hecho, lo que quiere decir que depen-
de en buena medida de la percepción de quienes la valoren y no solamente
de sus cualidades intrínsecas. Actualmente, la Barranca de Huentitán es va-
lorada por quienes la visitan de manera recurrente, más que por las autorida-
des políticas, económicas y culturales que por lo regular deciden volver ofi-
cial el valor de los paisajes y otros tipos de patrimonios. Refiriéndose de una
manera jocosa a estas élites patrimonializantes, el cronista Juan José Doñán
describió la situación actual de la Barranca de Huentitán como “una extraña
concesión que la Guadalajara catrina le hizo a la Guadalajara popular”.1 En
otro contexto, el mismo personaje me comentó alguna vez con un lenguaje
más soez que los ricos de Guadalajara son “los más pendejos del país”, por-
que teniendo un paisaje hermoso al borde del cual podrían haber construido
sus residencias, prefirieron darle la espalda; para cuando se dieron cuenta de
su error, la zona ya estaba urbanizada; lo cual, sabemos, no necesariamente
es motivo para que se detengan sus ímpetus por reurbanizar la zona con el
consecuente despojo urbano que implicaría para las poblaciones que han
habitado ahí desde antes.
Como he mencionado, el reconocimiento y el valor oficial que adquie-
re un sitio como patrimonial depende en buena medida de la percepción y el
consenso de quienes ostentan las credenciales para patrimonializar. La per-
cepción del valor está intermediada por procesos sociales, entre los cuales
se encuentran los imaginarios urbanos, que pueden definirse como formas
simbólicas coherentes y funcionales relativamente estables, mediante las
cuales las personas articulan el territorio de la ciudad y se posicionan en
él. Los imaginarios urbanos generan sentidos de pertenencia y apropiacio-
nes que a su vez establecen zonas de interacción, divisiones simbólicas y

1  Juan José Doñán. Oblatos-Colonias. Andanzas tapatías. Guadalajara: Arlequín, 2013, p. 84.

41
Imaginario y patrimonio: la Barranca de Huentitán, Guadalajara

fronteras culturales. Son adjetivados como urbanos porque son caracterís-


ticos de las ciudades debido a la heterogeneidad que conllevan como rasgo
definitorio.
En los últimos tiempos, la palabra “imaginario” aparece más en el
uso cotidiano. Su uso indiferenciado puede ser fuente de confusiones, sobre
todo cuando se le utiliza como un sinónimo de lo fantasioso, lo presupuesto
o lo ficcional. Un problema inicial, tal como Martha Herrero lo plantea, viene
de la lengua en que se origina la palabra, el francés, y las complicaciones que
su traducción a otras lenguas conlleva:

En inglés el término imaginaire carece hasta la fecha de un equiva-


lente preciso, en italiano immaginario suele referirse a un conjunto de
imágenes o un producto de la imaginación y en español, al traducir
el término francés, nos referimos a veces a “lo imaginario” y otras a
“el imaginario”.2

Para Miguel Rojas Mix, el estudio de los imaginarios se ocupa de “la


creación y utilización de imágenes para informar, convencer, seducir y legi-
timar procesos de influencia”.3 Esto quiere decir que los imaginarios tienen
la capacidad de definir épocas, delimitar hechos, sustentar prácticas y orga-
nizar el mundo social. Como sostiene el psicólogo social Tomás Ibáñez, “la
realidad social es, aunque sólo sea en parte, sustantivamente simbólica”, y
por ende aquellas lecturas que se hacen de la realidad no son simples repre-
sentaciones de ella que descansan en cada una las cabezas de las personas;
esas lecturas también crean la realidad.4
El concepto de imaginario urbano resulta relevante entonces para
comprender los procesos de valoración mediante los cuales un bien cul-
tural adquiere la relevancia de patrimonial. El caso concreto de la Barran-
ca de Huentitán sirve para evidenciar cómo, en determinados contextos,

2  Martha Herrero Gil. “Introducción a las teorías del imaginario. Entre la ciencia y la mística”. Ilu. Revista
de Ciencias de las Religiones. Madrid, vol. 13, 2008, p. 241.
3  Miguel Rojas Mix. El imaginario. Civilización y cultura del siglo XXI. Buenos Aires: Prometeo, 2006, p. 19.
4  Tomás Ibáñez. “Esas cosas no se dicen”. ¿Por qué A? Fragmentos dispersos para un anarquismo sin
dogmas. Barcelona: Anthropos, 2006, p. 67.

42
Christian O. Grimaldo

un bien cultural, a pesar de contar con las características sustanciales e


históricamente determinadas, no obtiene el reconocimiento patrimonial
correspondiente.
Para dar cuenta de este fenómeno, enunciaré brevemente las carac-
terísticas de la Barranca de Huentitán, posteriormente abordaré el fenóme-
no de la fluctuación en sus valoraciones simbólicas y la manera en que los
imaginarios urbanos han mediado en los procesos de intervención material,
apropiación e identidades asociadas con un paisaje que para algunos es una
joya natural y para otros una simple referencia verbal. Como se verá, estos
procesos están relacionados con una frontera cultural que segrega a la po-
blación de Guadalajara en términos de clase social.5
Comprender los elementos y el proceso de transformación que si-
guen los usos e imaginarios de esta barranca permite ver la imbricación en-
tre procesos históricos, sociales, políticos y económicos con el ámbito de lo
simbólico. Éste último en ocasiones relegado a un papel secundario o acce-
sorio en lo que respecta a la comprensión de la realidad por parte de quienes
planean las grandes urbes y quienes deciden lo que merece ser valorado y
protegido bajo el manto de lo patrimonial.

La barranca y su relación geográfica con Guadalajara

La Barranca de Huentitán es un segmento de la también conocida como Ba-


rranca del Río Grande de Santiago, la cual tiene una longitud aproximada de
500 km, comprendidos desde el municipio de El Salto en el estado de Jalis-
co hasta las llanuras del estado de Nayarit. Lo inabarcable de su extensión
en términos de experiencia cotidiana conlleva a la necesidad de nombrarla
según los sitios mediante los cuales las personas acceden a ella, entre ellos
San Cristóbal, Colimilla, Guadalupe, Santa Rosa y La Experiencia, por mencio-
nar algunos. En el caso de Guadalajara hay dos accesos muy reconocidos:
Oblatos y Huentitán.

5  Renée de la Torre. “Fronteras culturales e imaginarios urbanos: La geografía moral de Guadalajara”.


Daniel Vázquez et al. El centro histórico de Guadalajara. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2001.

43
Imaginario y patrimonio: la Barranca de Huentitán, Guadalajara

La diferenciación o segmentación de la Barranca del Río Grande de


Santiago es clave para abordar su valor social y cultural en relación con la
ciudad de Guadalajara. El desconocimiento y desapego de la población res-
pecto de los bordes topográficos del Valle de Atemajac es tal que, en el ima-
ginario de algunos habitantes, Oblatos y Huentitán son dos barrancas distin-
tas, es decir, separadas y no parte de una misma falla geográfica a lo largo de
la cual corre un mismo río. La zona en su conjunto fue declarada como Área
Natural Protegida con el carácter de Zona Sujeta a Conservación Ecológica,
según se asienta en el Acta de Cabildo del Ayuntamiento de Guadalajara co-
rrespondiente al día 5 de junio de 1997.
Por sus características naturales, la barranca cuenta con un micro-
clima específico que promueve la diversidad de especies de flora y fauna.6
En ella existen más de cien variedades de plantas, de las cuales varias son
endémicas. Existe además un amplio espectro de vida silvestre que puede
categorizarse en aves, reptiles, mamíferos e insectos. Una peculiaridad de
este tipo de vida es que puede apreciarse por temporadas cíclicas o por zo-
nas, debido a las condiciones del clima y a los factores desencadenados por
la lluvia. El clima en la zona de Huentitán-Oblatos se diferencia de aquel en la
zona del Valle de Atemajac por su desnivel altitudinal y se constituye como
una zona microclimática.7 La condición climática es clave en la expresión
visual del paisaje y la experiencia de vivirlo. En la barranca se reconocen tem-
poradas denominadas “de secas” y “de lluvias”. Los ecotonos se transforman
radicalmente en cuestión de meses, como se podrá apreciar a continuación.

Los usos y apropiaciones de la barranca de Huentitán

Una característica particular del acceso de Huentitán, al que se le conoce


comúnmente como “la Barranca de Huentitán”, es que al fondo del mismo se
encuentra el cauce del Río Santiago con el del Río Verde. Otra particularidad
es que por este acceso es posible llegar hasta el fondo de la misma descen-
diendo 500 metros a través de una vereda.

6  Enrique Estrada Faudón. “Antecedentes e importancia de la Barranca Oblatos-Huentitán”. Estudios his-


tóricos. Guadalajara, año IV, núm. 68-69, septiembre-diciembre de 1997, p. 1744.
7  Idem.

44
Christian O. Grimaldo

Este acceso a la barranca ha sido actor y trasfondo de diversos


cambios sociohistóricos de la ciudad de Guadalajara. Es decir, que el análisis
de sus usos, representaciones y referencias da cuenta de la transformación
de la ciudad y su población de forma única. Al acceso de la barranca por
Huentitán se le han atribuido rasgos y prácticas según la época, los actores
y los intereses en turno. A lo largo del tiempo se han creado diversas expre-
siones simbólicas sobre el acceso por Huentitán que hoy son reconocidas
como verdades debido a su normalización o institucionalización.
Bajo el riesgo de simplificar demasiado, pueden describirse algunas
apropiaciones específicas de la Barranca de Huentitán a lo largo de los si-
glos. La primera corresponde con su uso como frontera para la fundación de
la ciudad Guadalajara; los fundadores estuvieron pasando de un lado al otro
de la barranca para protegerse de los embates de las poblaciones indígenas
que habitaban desde antes que ellos el territorio de la Nueva Galicia.
Una segunda apropiación corresponde con su uso como paso co-
mercial. La barranca fue un paso importante para la entrada de artículos
diversos provenientes del norte de Jalisco mediante el oficio de los arrieros
que cruzaban el río a través del Puente de Arcediano, construido el 7 de junio
de 1894. A los márgenes de este puente se encontraba el poblado rural del
mismo nombre. El encargado de supervisar y proyectar la construcción del
puente fue el ingeniero Salvador Collado. Entre los datos más importantes
de esta obra debe comentarse que fue el primer puente colgante construido
en México. Los materiales con los que se construyó fueron todos de origen
local, con excepción de los cables, comprados en la ciudad de Trenton, Esta-
dos Unidos, a la fábrica de John A. Roebling, el ingeniero a cargo del diseño
del puente de Brooklyn.8
La tercera apropiación tiene que ver con el desarrollo industrial de
la ciudad a partir del uso de la fuerza hidráulica para la generación de elec-
tricidad. Las dos plantas hidroeléctricas pioneras en el desarrollo industrial
de Guadalajara utilizaron la fuerza del Río Santiago. En 1898 se construyó la
planta hidroeléctrica de El Salto, ubicada en la gran caída de agua del muni-
cipio de Juanacatlán, donde inicia la barranca. La planta convirtió a la Com-

8  Salvador Collado. Memoria sobre la construcción del puente de “Arcediano”. México: Salvador Collado, 1894.

45
Imaginario y patrimonio: la Barranca de Huentitán, Guadalajara

pañía de Luz y Fuerza Motriz de Guadalajara S.A. en la primera hidroeléctrica


para el servicio público de la República Mexicana. Un año después, en 1899,
se construyó la planta hidroeléctrica de Las Juntas que proporcionó energía
eléctrica a otras fábricas como La Experiencia y Atemajac, favoreciendo el
avance industrial.9 Al lado de esta planta se fundó un segundo poblado rural,
con el nombre de Las Juntas, habitado principalmente por los trabajadores
de la planta y sus familias.
Con la llegada del ferrocarril a la ciudad, el 15 de mayo de 1888, y con
la construcción de múltiples carreteras que conectaban a la ciudad con otras
poblaciones, la función de paso comercial de la barranca comenzó a mermar,
por lo cual comenzaron a desaparecer poco a poco los arrieros del paisaje.
Esto coincidió con la época en que la mancha urbana de la ciudad comenzó
a expandirse hacia los márgenes de la barranca y con un interés importante
en el discurso de las autoridades locales respecto del valor paisajístico y
estético de la barranca.
A este cuarto periodo de apropiación se le puede reconocer como el
turístico-recreativo. Entre otras cosas, es el periodo durante el cual se cons-
truyeron los parques miradores diseñados para que la población acudiera a
admirar el paisaje. El nuevo uso del paisaje se vio favorecido por el sistema
de calzadas panorámicas que el ayuntamiento de Guadalajara promovió du-
rante los años sesenta en la administración de Francisco Medina Ascencio.10
Una noticia del periódico da cuenta del paisaje que se develó ante los tapa-
tíos con la construcción de nuevas avenidas, así como una referencia sobre
la afluencia de visitantes que comenzó a tener:

Desde que fue abierta al público la prolongación de la Calzada Inde-


pendencia, que lleva hasta el borde mismo de la Barranca de Oblatos,
son innumerables los tapatíos y extranjeros que la visitan, sobre todo
en los domingos y días festivos, aprovechando los descansos en sus
trabajos.

9  Sergio Valerio Ulloa. “Empresas, tranvías y alumbrado público. La compañía Hidroeléctrica e Irrigadora
del lago de Chapala”. María Eugenia Romero Ibarra, José Mario Contreras Valdez y Jesús Méndez Reyes
(coords.). Poder público y poder privado. Gobiernos, empresarios y empresas, 1880-1980. México: UNAM,
2006.
10  “Cuatro calzadas a la Barranca”. El Informador. Guadalajara, 25 de junio de 1963, p. 3-A.

46
Christian O. Grimaldo

La Barranca de Oblatos que tiene sitios de gran atrac-


tivo turístico y que eran desconocidos aún para un gran parte
de los habitantes de esta ciudad puede ahora ser admirada en
toda su magnitud y belleza.
Esta Barranca, también se va a visitar por la prolonga-
ción de Belisario Domínguez y por la Calzada del Obrero, que
son los tres accesos que ha logrado construir el Ayuntamiento
actual para llegar a ella.11

Es de apreciarse que estas obras tuvieron un impacto trascendental


en el acercamiento de la población al paisaje. Ahora las personas comenza-
ban a apropiarse de la barranca como un lugar visitable y de descanso. Con
el tiempo, los deportistas empezaron a utilizarla como lugar de entrenamien-
to debido a la pendiente de su camino. Hubo incluso una reapropiación de la
infraestructura del periodo industrial, como puede apreciarse en el caso de la
vía del funicular, que ahora comenzó a utilizarse como un reto de resistencia
para deportistas que se atrevían a subir por ella.
La fatiga producto de la exigencia física requerida para llegar al fon-
do de la barranca comenzó a considerarse compensable con las bondades
paisajísticas ofrecidas por el ecosistema de la barranca. El descenso de fa-
milias completas por la vereda para bañarse en el río y organizar días de
campo se volvió más común; al mismo tiempo, grupos de amigos medían
su fuerza al competir por ver quién recorría en menor tiempo la distancia
desde el lecho del río Santiago hasta la “puerta de la barranca”. Incluso, ha-
bía quienes se divertían practicando pesca en los ríos. La venta de mangos
o ciruelas de los huertos que cuidaban los pobladores de las localidades del
fondo también se volvió un referente común.
Los lugareños del fondo de la barranca, que originalmente se dedicaban
a trabajar en las presas e hidroeléctricas, o bien a una economía de subsistencia
basada en las bondades del paisaje, comenzaron a abrir pequeños negocios. Ahí
ofrecían a la venta bebidas refrescantes y alimentos para los visitantes.

11  “Barranca de Oblatos”. El Informador. Miscelánea noticiosa. Guadalajara, 28 de septiembre de 1964,


p. 1.

47
Imaginario y patrimonio: la Barranca de Huentitán, Guadalajara

La contaminación del Río Santiago también es parte de estos proce-


sos de cambio. En el decenio de los sesenta se derivaron los desechos de la
ciudad de Guadalajara a una desembocadura en dicho río. Aunado a la con-
taminación preexistente por parte de las empresas asentadas en el corredor
industrial de El Salto, esta contaminación terminó por transformar al río, en
el que antes se pescaba, en un caldo café y pestilente.
Como ya se ha visto, el río es uno de los componentes básicos del
paisaje de la barranca. El impacto funcional y afectivo que generó su conta-
minación constituyó un foco de alerta para los tapatíos sobre el riesgo am-
biental que el paisaje corría. El paisaje de Huentitán, que no había alcanzado
a posicionarse como referente primario en la identidad tapatía, vio transfor-
mada una de sus principales virtudes en defecto. En ese contexto se llegó al
quinto y último periodo, que puede reconocerse como el de destrucción. Éste
se caracteriza sobre todo por la intervención directa sobre la materialidad
natural y humana de la Barranca de Huentitán, y curiosamente, por un nuevo
reconocimiento por parte de las autoridades acerca del valor paisajístico y
natural de la barranca desde una visión de negocio.
El periodo de destrucción ocurre a partir del año 2002 y sigue hasta
estos días. Está definido por la intervención sobre el paisaje a partir de di-
versas obras emprendidas por el sector público y privado. Lo que dejó este
periodo fue la destrucción de la mayoría de los bienes patrimoniales y las
prácticas culturales características de la Barranca de Huentitán. En concre-
to, fue a partir de dos principales proyectos: el de la presa de Arcediano y la
propuesta para la construcción de un Museo Guggenheim.
El proyecto de la presa de Arcediano situaba una cortina metros aba-
jo de la confluencia de los ríos Santiago y Verde; tendría una altura máxima
de 125 metros y en su parte superior 10 de ancho por 460 de largo, con lo
cual se inundaría un total de hasta 712 hectáreas.12 Esta intervención repre-
sentó el impacto más fuerte sobre el patrimonio material del paisaje, puesto
que implicó la remoción del puente de Arcediano, al tiempo que provocó el
desplazamiento forzado de los habitantes de Arcediano y Las Juntas, de-
moliendo las casas de los primeros y conservando deshabitadas las de los
12  Bogar Armando Escobar Hernández. Los señores del agua. Relaciones de poder en el abasto hídrico de
la zona metropolitana de Guadalajara. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2012, p. 245.

48
Christian O. Grimaldo

segundos. A los visitantes comunes se les prohibió el paso al sitio donde


antes se encontraban todos estos elementos y con los que solían interactuar
de forma habitual.
La construcción de la presa se encontró con fuerte oposición por
parte de la ciudadanía, organizaciones no gubernamentales y la Universidad
de Guadalajara. Entre otras cosas, se argumentaba la baja calidad del agua y
las afectaciones a la salud que conllevaba; el deterioro ambiental; y el impac-
to por el desplazamiento forzado a los habitantes del pueblo de Arcediano.
Por otra parte, el Museo Guggenheim fue planeado para ubicarlo al final de
la Calzada Independencia, en las inmediaciones del Parque Mirador Inde-
pendencia, y apareció en los medios generalmente asociado con la Barranca
de Huentitán. Según el estudio de viabilidad desarrollado por la Fundación
Guggenheim, se eligió a la barranca como escenario porque “ofrece un entor-
no natural impresionante para un museo internacional con fuerte presencia
arquitectónica”.13
Este proyecto, además, buscó involucrar a la municipalidad de Gua-
dalajara en un plan de desarrollo urbano que lo respaldara. Según el estudio
de viabilidad del Guggenheim:

En los alrededores del lugar no hay hoteles, restaurantes, tiendas u


otras instalaciones o infraestructura para el turismo. Con el fin de
impulsar y atraer visitas al Museo y hacerlas más agradables, es muy
recomendable que el Municipio establezca un plan para desarrollar
estas instalaciones, que podría incluir incentivos para el desarrollo
privado.14

La promoción visual y discursiva de este museo introdujo en las ambicio-


nes de la clase política y el sector inmobiliario a la zona norte de Guadalajara; en
general representó el involucramiento de la Barranca de Huentitán con un sector
poblacional y actores que no habían estado presentes antes. Siguiendo lo dicho por
Doñán, pareciera que finalmente la Guadalajara catrina volteaba a ver a la barranca.

13  Fundación Solomon R. Guggenheim. Guggenheim de Guadalajara. Estudio de viabilidad. Nueva York:
Guggenheim Museum Publications, 2005, p. 17.
14  Ibid., p. 21.

49
Imaginario y patrimonio: la Barranca de Huentitán, Guadalajara

En el año 2009 la fundación Solomon R. Guggenheim decidió can-


celar el proyecto.15 Ante esto, la fundación Guadalajara Capital Cultural y el
gobierno del Estado de Jalisco presentaron un proyecto alternativo llamado
Museo Barranca de Arte Moderno y Contemporáneo. Actualmente, las obras
del Museo Barranca, ubicado dentro del parque mirador siguen inconclusas,
pero las imágenes de su materialidad circularon prolijamente, al igual que las
del Guggenheim.
Los visitantes asiduos a la barranca tomaron estas intervenciones
como un embate de las autoridades sobre un patrimonio que ellos habían
reconocido desde mucho tiempo atrás. Los habitantes de las comunidades
de Arcediano y Las Juntas perdieron sus formas habituales de vida y su pa-
trimonio edificado. La ciudad perdió con ellos a las dos últimas comunidades
rurales registradas en Guadalajara, además de una parte importante del pa-
trimonio histórico de la ciudad.

Las implicaciones del imaginario

Lo aquí descrito da cuenta de las formas diversas mediante las cuales ha


sido apropiado y transformado un paisaje caracterizado por ser una falla
geográfica. La descripción involucra en todo momento a la presencia, usos
y apropiaciones humanas sobre una parte específica de una barranca de
extensión muy amplia; pero quizá lo más interesante sean las formas y los
motivos por los que este sitio se ha concebido de formas diferenciadas en
función de la época y los actores implicados.
La Barranca de Huentitán en relación con la ciudad de Guadalaja-
ra constituye una frontera natural, cultural e incluso racial. Se trata de una
forma material que definió formas primigenias de alteridad social en la vida
de una de las ciudades más importantes del territorio mexicano. Hoy, en el
contexto urbano que habitamos los tapatíos, esta alteridad sigue vigente y
continúa operando una serie de conflictos por el territorio que vale la pena
reconocer.

15  “Cancelan proyecto Guggenheim en Guadalajara”. El Informador. Guadalajara, 1 de noviembre del


2009, p. 8-A.

50
Christian O. Grimaldo

La proliferación de las primeras fábricas de Guadalajara en la perife-


ria urbana representada por la barranca del Río Santiago va de la mano con
el nacimiento de la clase obrera tapatía.16 La ubicación periférica de las fábri-
cas también implicó la aparición de una nueva zona de periferia social donde
antes se había asociado un límite racial, lo que generó que el espacio urbano
se estratificara según la naturaleza de las labores que desempeñaban los
distintos grupos sociales que habitaban Guadalajara.
Entre las relaciones conflictivas herederas de estas fronteras cultura-
les que son visibles en la época contemporánea puede mencionarse el caso
del desplazamiento forzado de los pobladores de Arcediano y Las Juntas,
quienes tuvieron que sacrificar sus lugares de habitación y sus costumbres
en aras de un discurso de modernidad y progreso que sostenía la necesidad
de construir una presa; lo urbano fue en este caso lo que se opuso a lo rural.
Las diversas apropiaciones que he mencionado anteriormente configuran
la institucionalización de un imaginario al que puede llamarse “de borde”, en el cual
convergen símbolos, significados y afectos que caracterizan dos polos opuestos.
Los dos polos sustentados en este imaginario representan una oposición entre lo
positivo y lo negativo en la que se desarrolla el conflicto entre natural-artificial, vi-
da-muerte, tradicional-moderno, salud-enfermedad, entre otros. Este tipo de ima-
ginario da cuenta de una geografía moral que a su vez ordena identidades, prácti-
cas y apropiaciones urbanas; y que incluso configura procesos de colonialidad.17
La invisibilización de las virtudes y acontecimientos de Huentitán (y del res-
to de la barranca en sí) ha correspondido con su constante asociación a una pobla-
ción que suele ser invisibilizada: la población de los marginados en el discurso de la
modernidad. En éste (y seguramente en muchos otros casos), la oficialización del
patrimonio aparecerá limitada a la posibilidad de regular, controlar y mercantilizar
las formas de vida social asociadas con los bienes patrimoniales en cuestión. En
Guadalajara este proceso de mercantilización activó intervenciones que no lograron
culminarse y que dejaron un paisaje devastado. Hoy, los guardianes más adeptos de
la barranca no dejan de reconocerla como un patrimonio colectivo que entre más
lejano se encuentre de la clase política, más sostenible logrará ser.
16  Águeda Jiménez, Jaime Olveda y Beatriz Núñez. El crecimiento urbano de Guadalajara. Zapopan: El
Colegio de Jalisco, 1995.
17  Véase Manuela Camus. Vivir en el coto. Fraccionamientos cerrados, mujeres y colonialidad. Guadalaja-
ra: Universidad de Guadalajara, 2015.

51
EL PATRIMONIO TERRITORIAL
DEL EJIDO LA PRIMAVERA, ZAPOPAN

María Dolores Álvarez Contreras


El Colegio de Jalisco

Introducción

En este capítulo se analizan las transformaciones territoriales del ejido La Pri-


mavera a partir de la declaratoria de protección del Bosque La Primavera.1 El
marco de análisis es el cuestionamiento de la noción de sostenibilidad ligada
a la de patrimonialización global, 2 misma que se identifica en este trabajo
con el desarrollo sostenible débil, denominado así por Gudynas. En términos
generales, éste se caracteriza por admitir que el medio natural es un sistema
cerrado cuyos recursos son limitados por concebir el desarrollo asociado
con el crecimiento económico y por suponer “que los cambios se procesan
en especial en el marco del mercado, aceptando distintas formas de mercan-
tilización de la Naturaleza, y aplicando innovaciones científico-técnicas”.3
Esta noción hegemónica de sostenibilidad ha desempeñado un pa-
pel importante en la concepción antiecológica de las Áreas Naturales Prote-
gidas (anp), en cuanto que las ha construido como porciones de naturaleza
desvinculadas de sus contextos regionales. Además, se ha privilegiado el
criterio biologicista en la definición de los bienes naturales patrimonializa-
bles, es decir, el valor patrimonial se define a partir de indicadores técnicos y

1  El Bosque de La Primavera está ocupado por trece ejidos, además por pequeñas propiedades privadas
y un área de propiedad pública perteneciente al Gobierno del Estado.
2  Everaldo Batista da Costa define la patrimonialización global como el “brusco movimiento universal de
espectacularización y banalización por la acogida progresiva de los lugares promovido por la dialéctica
Estado-mercado, sobre la base de las técnicas, de la ciencia y de la información; en síntesis, es un proceso
de resignificación de los lugares a escala planetaria”. Cidades da patrimonialização global. Simultaneidade
totalidade urbana–totalidade-mundo. São Paulo: Humanitas-FAPESP, 2015, p. 35.
3  Eduardo Gudynas. “Desarrollo y sustentabilidad ambiental: diversidad de posturas, tensiones persis-
tentes”. Alberto Matarán Ruiz y Fernando López Castellano (eds.). La Tierra no es muda: diálogos entre el
desarrollo sostenible y el postdesarrollo. Granada: Universidad de Granada, 2011, p. 80 (http://gudynas.com/
publicaciones/GudynasUsosIdeasSustentabilidadGranada11.pdf).

52
María Dolores Álvarez Contreras

biológicos, y se le resta importancia a las dimensiones sociales y culturales;


y aunque paulatinamente se ha transitado hacia enfoques ecosistémicos, el
componente antrópico continúa escasamente representado.4
La declaración de un área protegida supone una nueva organización
y apropiación de los recursos, así como una redefinición espacial; es una im-
posición desde arriba.5 A partir de su declaratoria como Área Natural Prote-
gida (ANP), el Bosque La Primavera6 ha estado sometido a trasformaciones
relativas a su nuevo significado de patrimonio natural. Este territorio quedó
sujeto a la administración, manejo y gestión estatal, con el objetivo, como en
cualquier reserva y en conformidad con el paradigma de la sostenibilidad, de
garantizar que los recursos naturales no sean devastados o usados negligen-
temente y, de este modo, no comprometer la satisfacción de las necesidades
de las futuras generaciones.7 Sin embargo, la deriva de esta intención es
paradójica, ya que se desplaza a la sociedad del presente a pesar de que los
recursos se pretenden resguardar para la “sociedad futura”, cuando es pre-
cisamente su participación social la que garantiza la conservación de áreas
ecológicamente valiosas.8

4  José de Jesús Hernández López y Elizabeth Margarita Hernández López. “Proteger lo natural, despro-
teger lo social. Reflexiones de los impactos de la conservación de la naturaleza en México”. PASOS. Revista
de Turismo y Patrimonio Cultural. Castelo da Maia, Santa Cruz de Tenerife, Instituto Universitario de Ciencias
Políticas y Sociales e Instituto Superior da Maia, vol. 13, núm. 1, 2015, p. 76 (http://www.pasosonline.org/
Publicados/13115/PS0115_05.pdf).
5  Beatriz Santamarina Campos. “Patrimonialización de la naturaleza en la comunidad valenciana. Espa-
cios, ironías y contradicciones”. Oriol Beltrán, José J. Pascual e Ismael Vaccaro (coords.). Patrimonializa-
ción de la naturaleza. El marco social de las políticas ambientales. Donostia: Ankulegi Antropologia Elkartea,
2008, p. 33 (http://www.ankulegi.org/wp-content/uploads/2012/03/0902Santamarina-Campos.pdf).
6  El bosque La Primavera es una caldera volcánica, pero el topónimo con el que se identifica popular-
mente es Bosque de La Primavera. Un texto recomendable a propósito de su origen geológico es el de Phil
Weigand. “La caldera de Coli y su vecina Guadalajara”. Relaciones. Zamora, El Colegio de Michoacán, núm.
129, 2012, pp. 291-318.
7  “[…] el concepto de áreas protegidas […] implica la administración y el uso correcto de los recursos de
la Tierra [cuyos] principios se aproximan al debate e intento pragmático del desarrollo sustentable, pues
se refieren a la capacidad de producción de los ecosistemas, a las oportunidades de investigación y moni-
toreo de fauna y flora, a las cuestiones de desarrollo humano y arrojan una luz hacia la educación ambien-
tal”. Everaldo Batista da Costa y Valdir Adilson Steinke. “Brasília e áreas protegidas do cerrado: gestao do
patrimonio mundial no Brasil central”. OLAM: Ciência & Tecnologia. Río Claro, Brasil, ALEPH Engenharia &
Consultaria Ambiental Ltda, vol. 12, núm. 2, 2012, p. 120 (http://www.periodicos.rc.biblioteca.unesp.br/
index.php/olam/index).
8  “[La] participación de la sociedad civil es un elemento contundente en los procesos de implementación
de la política ambiental y urbana por su materialización en el territorio y sus efectos en la calidad de vida de
una sociedad en un tiempo, espacio y contexto determinado”. Ivonne Álvarez Gutiérrez. “La implementación
de la política ambiental en el caso de la Villa Panamericana 2006-2012”. Zapopan: El Colegio de Jalisco,
2017, p. 252 (tesis de doctorado).

53
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

En este capítulo se relaciona la sostenibilidad débil con las directri-


ces de la patrimonialización global, según la cual se resignifica la función de
un territorio que se vuelve un recurso administrable por agentes externos, en
este caso el Estado. Actualmente, en el ejido La Primavera, uno de los trece
que cuentan con parcelas al interior del área protegida,9 se observa que las
directrices de la patrimonialización global se han normalizado, lo que se ma-
nifiesta en las principales transformaciones del territorio ejidal, entre ellas,
las resultantes de la construcción de un parque ecoturístico.
Asimismo, en el trabajo se utiliza el concepto de patrimonio territorial
como un integrador de lo natural y lo antrópico, con el fin de abordar las trans-
formaciones en la demarcación ejidal, territorio en el que convergen al menos
dos grupos culturales: los ejidatarios y la comunidad del pueblo de La Primavera.
La perspectiva del patrimonio territorial implica la consideración de un
concepto de sostenibilidad que trascienda su definición inicial desde el cam-
po naturalista, de manera que integre coherentemente todas sus dimensiones
(cultural, social, política, económica y ecológica). De esta suerte, es posible
comprender las problemáticas que surgen alrededor de la conservación del
ANP y las transformaciones del territorio del ejido en cuestión. El proceso
de patrimonialización del Área de Protección de Flora y Fauna La Primavera
(APFFLP) es una muestra de que la sostenibilidad es débil, la conservación de
un área natural se limita y, en algunos sentidos, se vuelve inoperante.

El Área de Protección de Flora y Fauna La Primavera

Igual que en otros países, en México la patrimonialización de la naturaleza


es atribución del Estado, aunque las propuestas pueden ser planteadas por
pueblos indígenas, organizaciones sociales, públicas o privadas.10 El Bosque
La Primavera es actualmente el referente ecológico más importante para los
habitantes del Área Metropolitana de Guadalajara (AMG). Se decretó como
Área Protegida de Competencia Federal desde 1980, gracias a las demandas
9  María Cruz Carrillo Rodríguez. “Propuesta de programa maestro de educación ambiental para el área de
protección de flora y fauna La Primavera, Jalisco, México”. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2014
(tesis de maestría), p. 55 (http://biblioteca.cucba.udg.mx:8080/xmlui/handle/123456789/5778).
10  Véase el artículo 59 de la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente. Diario Oficial
de la Federación. México, Poder Ejecutivo, T. DCCXXXVI, núm. 7, secc. I, 9 de enero de 2015 (http://www.dof.
gob.mx/index.php?year=2015&month=01&day=09).

54
María Dolores Álvarez Contreras

encabezadas principalmente por la Universidad de Guadalajara.11 Posterior-


mente se categorizó como Zona de Protección Forestal y Refugio de la Fauna
Silvestre;12 y luego, en el año 2000, se le adjudicó la actual categoría de pro-
tección, de acuerdo con la legislación vigente: Área de Protección de Flora y
Fauna. Asimismo, se publicó su Programa de Manejo en el Diario Oficial de
la Federación.13
Hay que mencionar que en 1995 se transfirió la administración del
área protegida al Gobierno del Estado de Jalisco mediante un Acuerdo de
Coordinación con el Gobierno Federal, mismo que se renovó más adelante.14
La administración del área quedó en forma de fideicomiso público goberna-
do por un Comité Técnico y operado por la Dirección Ejecutiva.15
En 2012, después de un incendio de gran magnitud, se inició un pro-
ceso de cambio administrativo: de fideicomiso pasó a organismo público
descentralizado (OPD). El 12 de octubre de 2013 se publicó la Ley del OPD
Bosque La Primavera, la cual dotó de personalidad jurídica y patrimonio pro-
pios al organismo y le proporcionó las herramientas para la administración y
manejo del área protegida, permitiéndole efectuar actos de autoridad acor-
des con los fines de protección, conservación y restauración del bosque.16

11  “Demanda formal de la UdeG”. El Informador. Guadalajara, 9 de junio de 1976, pp. 1C, 2C (http://www.
hemeroteca.informador.com.mx).
12  El área protegida estaría a cargo del Ejecutivo Federal a través de la Secretaría de Agricultura y Recur-
sos Hidráulicos (SARH). Diario Oficial de la Federación, 6-03-1980.
13  “Acuerdo que tiene por objeto dotar con una categoría acorde con la legislación vigente a las super-
ficies que fueron objeto de diversas declaratorias de áreas naturales protegidas emitidas por el Ejecutivo
Federal”. Diario Oficial de la Federación. México, Poder Ejecutivo, México, Poder Ejecutivo, T. dlxi, núm. 5,
secc. I, 7 de junio de 2000 (http://www.dof.gob.mx/index.php?year=2000&month=06&day=07).
14  El 7 de marzo de 2013 se firmó y entró en vigor el último acuerdo cuya vigencia es del 30 de noviembre
de 2018. “Acuerdo de coordinación que celebran la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y
el Estado de Jalisco, con el objeto de establecer las bases y mecanismos mediante los cuales la Comisión
Nacional de Áreas Naturales Protegidas otorga al estado la administración y manejo del Área de Protección
de Flora y Fauna La Primavera”. México, Poder Ejecutivo, T. dccxvii, núm. 20, secc. I, 27 de junio de 2013
(http://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5304226&fecha=27/06/2013).
15  La estructura del Comité Técnico se definió de la siguiente manera: el gobernador de Jalisco como
presidente y el secretario técnico de Desarrollo Rural (Seder). Entre los vocales estaban un delegado de
la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y otro de la Procuraduría Federal de
Protección al Ambiente (Profepa), así como los presidentes de los municipios cuyos territorios coinciden
en el bosque: Tala, Tlajomulco de Zúñiga, Zapopan, El Arenal y Guadalajara. Comisión Nacional de Áreas
Naturales Protegidas (Conanp). Programa de manejo. Área de protección de flora y fauna La Primavera. Mé-
xico: Semarnat, 2000, p. 4 (www.conanp.gob.mx/que_hacemos/pdf/programas_manejo/primavera.pdf).
16  “Ley del Organismo Público Descentralizado denominado ‘Bosque La Primavera’”. Periódico Oficial
El Estado de Jalisco., Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, T. ccclxxvii, núm. 19, secc. iv, 12 de
octubre de 2013 (sites/periodicooficial.jalisco.gob.mx/files/10-12-13-iv.pdf).

55
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

Como fundamento del cambio se argumentó que el esquema ante-


rior impedía actos de autoridad a la Dirección Ejecutiva, lo que debilitaba
considerablemente su quehacer de inspección y vigilancia, entre otras ac-
ciones.17 La ley del OPD dispone que su máximo órgano de gobierno sea
la Junta de Gobierno, presidida por el gobernador del estado de Jalisco, en
tanto que el director general del bosque desempeñe el cargo de secreta-
rio técnico.18 Es en este marco de protección del bosque que el territorio y
formas de vida del ejido La Primavera se transformaron. En tanto que para
quienes detentan los derechos ejidales, el significado de la creación del área
protegida se mantiene como una intervención en su territorio por parte de las
autoridades en el tema ambiental.

Patrimonialización global y sostenibilidad débil

Everaldo Batista da Costa denomina patrimonialización global al movimiento


contemporáneo mundial de búsqueda de la preservación del patrimonio na-
tural y cultural.19 Desde hace algunas décadas, el conjunto de acciones del
movimiento conservacionista se ha dirigido principalmente a la creación de
Áreas Naturales Protegidas.20 En este esfuerzo, se busca integrar de forma
estratégica los elementos de los recursos naturales en mecanismos de go-
bernanza. Con el objetivo de proteger superficies de valor ecológico, ocurre
el control de territorios de identidad y naturaleza por parte de agentes he-
gemónicos. Se produce un efecto de homogeneización al institucionalizar
normas “universales”, lo cual ejerce una dominación simbólica mediante la
imposición de la legitimidad de un orden social.21
En México, las primeras manifestaciones de la conservación in
situ de la biodiversidad estuvieron vinculadas con la valoración estética y
espiritual de la naturaleza, pura e inmaculada, y con su significación para

17  “OPD o junta intermunicipal, las opciones para La Primavera”. Milenio. Guadalajara, 23 de enero de
2012 (http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9099982).
18  “Ley del Organismo Público…”, op. cit.
19  Da Costa, Cidades da patrimonialização…
20  Víctor M. Toledo. “Repensar la conservación: ¿Áreas naturales protegidas o estrategia biorregional?”
Gaceta Ecológica. México, UNAM, núm. 77, 2005, pp. 70-71 (http://www.redalyc.org/html/539/53907705/).
21  Cfr. Da Costa y Steinke, op. cit., pp. 118-119.

56
María Dolores Álvarez Contreras

la identidad colectiva.22 Actualmente, las ANP mexicanas siguen la tenden-


cia de la patrimonialización global al tener un lugar central en la política de
conservación y manejo de la biodiversidad.23 A diferencia de otros países, la
intervención del Estado en México para regular el uso, aprovechamiento, pro-
tección, conservación, restauración y preservación de los ecosistemas, se ha
incorporado desde afuera debido a la presión ejercida por organismos inter-
nacionales que han orientado sus acciones a ello,24 aunque dicha facultad ha
sido legitimada por el gobierno mexicano actual e incorporada a la gestión
pública mediante leyes, decretos e instrumentos de planeación. Es importan-
te señalar que la política ambiental mexicana se funda más en las visiones de
quien toma las decisiones que de las de otros actores interesados.25
En las últimas décadas del siglo XX, la conservación cobró relevan-
cia en el contexto del desarrollo sostenible, “cuando las políticas públicas se
enfocaron hacia el uso racional de los recursos naturales con la finalidad de
garantizar su reproducción para las generaciones futuras”.26 México participó
desde muy temprano en reuniones internacionales a propósito de la conser-
vación de los recursos naturales, pero fue a principios de los años setenta
cuando el Movimiento Conservacionista Mexicano se vio más influenciado,
con el inicio del programa El Hombre y la Biósfera (MAB)27 de la UNESCO y
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano.28

22  Para una historia de la conservación en México puede consultarse, por ejemplo, Lane Simonian. La de-
fensa de la tierra del jaguar. Una historia de la conservación en México. México: Semarnap-Conabio-Imernar,
1999 (http://www2.inecc.gob.mx/publicaciones/download/118.pdf); Carlos Melo Gallegos. Áreas naturales
protegidas de México en el siglo XX. México: UNAM, 2002; entre otros.
23  Conafor. “Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales 2013-2018”. Méxi-
co, Conafor, 20 de agosto de 2013, pp. 35-39 (http://www.conafor.gob.mx:8080/documentos/ver.
aspx?articulo=5403&grupo=8).
24  Álvarez Gutiérrez, op. cit., p. 13.
25  Yara Fernández Moreno. “¿Por qué estudiar las percepciones ambientales? Una revisión de la lite-
ratura mexicana con énfasis en áreas naturales protegidas”. Espiral. Estudios sobre Estado y Sociedad.
Guadalajara, Universidad de Guadalajara, vol. 15, núm. 43, pp. 180-181 (http://biblat.unam.mx/pt/revista/
espiral-estudios-sobre-estado-y-sociedad/articulo/por-que-estudiar-las-percepciones-ambientales-una-
revision-de-la-literatura-mexicana-con-enfasis-en-areas-naturales-protegidas).
26  Hernández López y Hernández López, op. cit., p. 76.
27  Man and Biosphere.
28  Simonian, op. cit., p. 185.

57
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

En este contexto, debe mencionarse el importante papel que des-


empeñó Gonzalo Halfter, quien cuestionó el sistema de Parques Nacionales,
modelo de anp, por no considerar los intereses de las poblaciones que viven
en o cerca de las áreas que se quieren proteger; además, propuso adecuacio-
nes a las reservas de la biósfera, el modelo establecido por el MAB.29
Es de señalar que, como lo muestra la abundante literatura científi-
ca acerca de anp, continúa habiendo un desfase entre lo deseable y la ins-
trumentación de programas de manejo con esas consideraciones. Aún re-
presenta un gran reto integrar la sostenibilidad en todas sus dimensiones.30
Por ejemplo, en el actual Programa Nacional de Áreas Naturales Protegidas
(PNANP) 2014-2018 se observa un enfoque acorde con la sostenibilidad dé-
bil, postura que considera a la naturaleza como una forma de capital, “eva-
luado, sobre todo, en términos monetarios, por el cual se otorga un precio a
la naturaleza”;31 según Eduardo Gudynas, “es una postura que se siente con-
fortable con el Informe Brundtland ya que acepta el crecimiento económico
como motor principal del desarrollo (el problema pasa a ser cómo crecer)”.32
Lo mismo se puede decir del Plan Nacional de Desarrollo (PND)
2013-2018, donde el tema ambiental se integra en la meta “Para un Méxi-
co Próspero”, cuyo objetivo 4.4. propone “impulsar y orientar un crecimien-
to verde incluyente y facilitador que preserve nuestro patrimonio natural al
mismo tiempo que genere riqueza, competitividad y empleo”.33 El PND con-
sidera un capital natural en términos de crecimiento económico, en cuanto
que reconoce que existe un costo monetario del agotamiento y degradación
ambiental, mismo que para 2011 representó 6.9% del pib. De ahí que se afir-
me que los retos están definidos por el objetivo de “propiciar el crecimiento

29  Véase Gonzalo Halfter. “Las reservas de la biosfera: conservación de la naturaleza para el hombre”.
Acta Zoológica Mexicana. México, Instituto de Ecología, núm. 5, 1984, pp. 4-50 (http://www1.inecol.edu.mx/
azm/documentos/1_58/5-Halffter.pdf).
30  Véase Mariana Bobadilla et al. “Esquema de evaluación para instrumentos de política ambiental”.
Política y cultura. México, UAM, núm. 40, 2013 (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4473367
&info=resumen&idioma=SPA).
31  Eduardo Gudynas. “Los límites de la sustentabilidad débil y el tránsito desde el capital natural al patri-
monio ecológico”. Educación, participación y ambiente. Caracas, MARN, vol. 4, núm. 11, 2000, p. 7 (http://
ecologiasocial.com/wp-content/uploads/2016/08/GudynasCapitalNaturalVz00.pdf).
32  Gudynas señala tres corrientes respecto de la sustentabilidad: una débil, otra fuerte y otra superfuerte.
Véase Gudynas, “Desarrollo y sustentabilidad ambiental…”, p. 80.
33  Gobierno de la República. “Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018”. México, Gobierno de la República,
2013, p. 138 (http://pnd.gob.mx/).

58
María Dolores Álvarez Contreras

y el desarrollo económicos, a la vez que asegurar que los recursos naturales


continúen proporcionando los servicios ambientales de los cuales depende
nuestro bienestar”.34
Generalmente la sostenibilidad se representa gráficamente con un
triángulo equilátero en el que cada vértice expresa una dimensión: económi-
ca, social y ecológica.35 Este modelo supone dichas dimensiones de manera
equilibrada; sin embargo, tal como se muestra en el PND y en los programas
Sectorial de Medio Ambiente y el de Áreas Naturales Protegidas, en la reali-
dad las fuerzas económicas prevalecen sobre ellas.36 Además, si bien la di-
mensión ecológica define las superficies a proteger, la biodiversidad es vista
de forma instrumental. A pesar de la trayectoria recorrida, sorprende que la
legislación ambiental mexicana

[aún] comprende a las anp tal y como lo hacían los preservacionistas


del siglo xix, es decir, como sitios donde se impide que la naturaleza
sea perturbada por el hombre y donde son reconocidos los atributos
físicos y biológicos del espacio, pero no su carácter social, partiendo
de una clara separación entre las esferas de lo social y lo natural.37

Cabe señalar que la definición mexicana de ANP es una reinterpreta-


ción de concepciones nacionales e internacionales producidos en el marco
del movimiento conservacionista internacional.
Según Bobadilla y sus colaboradores, se han hecho esfuerzos por
implementar en instrumentos normativos, de planeación y económicos, una
forma de sustentabilidad basada en la relación entre los problemas ambien-
tales y socioeconómicos; no obstante, apenas se avizora un avance en las

34  Ibid., p. 77.


35  Otros autores le atribuyen cinco dimensiones: económica, ecológica, social, política y cultural. Esthela
Gutiérrez Garza y Édgar González Gaudiano. De las teorías del desarrollo al desarrollo sustentable. México:
Siglo XXI-UANL, 2010, p. 123.
36  Véase Pablo Ángel Meira Cartea y José Antonio Caride Gómez. “La geometría de la educación para el
desarrollo sostenible, o la imposibilidad de una nueva cultura ambiental”. Revista Iberoamericana de Educa-
ción. Madrid, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, núm. 41,
2006, pp. 103-116 (http://www.rieoei.org/rie41a04.pdf).
37  Leticia Durand y Jorge Jiménez. “Sobre áreas naturales protegidas y la construcción de no-lugares.
Notas para México”. Revista Líder. Chile, Universidad de Los Lagos, vol. 16, 2010, p. 64 (http://ceder.ulagos.
cl/lider/images/numeros/16/[LIDERVol16Año12-2010-ISSN-0717-0165]4.-Sobreáreasnaturalesprotegidas.
pdf).

59
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

políticas públicas en materia ambiental: de ser reactivas y correctivas están


integrándose progresivamente planteamientos más preventivos, participati-
vos e incluyentes.38 Por ejemplo, el desarrollo sustentable en la Ley Gene-
ral de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA) se reconoce
como un proceso que incide en la calidad de vida de las personas; igualmen-
te, el ambiente se concibe de manera holística y no sólo en términos natura-
les. Así que, en buena medida, las deficiencias se encuentran en la aplicación
de la política pública.39
Las ANP, como instrumentos de política ambiental, han sido criti-
cadas severamente por excluir “a las comunidades que históricamente han
desarrollado su modo de vida en dichos territorios”.40 En efecto, el sistema
de reservas, parques naturales y otras áreas naturales, ha sido estructurado,
en su mayor parte, a partir de criterios meramente biológicos, tales como la
distribución de la riqueza de especies, el número de endemismos o el núme-
ro de especies amenazadas.41 Los primeros parques naturales resultaron un
medio para “conservar áreas naturales como ‘santuarios de la vida’ […], como
espacios para preservar ‘en vivo el espectáculo’ de la naturaleza salvaje […]”,42
por lo que fueron expulsadas de las mismas las poblaciones autóctonas; las
áreas naturales se constituyeron como una especie de museos, una forma
de naturaleza naturalizada:43

[…] Este enfoque (biologista) reduce la problemática de la preserva-


ción de la variedad de la vida al mero aislamiento de porciones de
naturaleza (e incluso de solamente conjuntos de especies) supues-
tamente prístina o intocada, sin considerar los condicionantes so-

38  Cfr. Bobadilla, et al., op. cit., p. 101. Álvarez Gutiérrez coincide al afirmar que el paradigma del desarro-
llo sustentable en la política ambiental tiene alrededor de treinta años, durante los cuales “se ha buscado
articular tres esferas que se consideran primordiales la económica, la social y la ambiental”. Álvarez Gutié-
rrez, op. cit., p. 32.
39  Ibid., pp. 38-39, 115 y 128.
40  Ibid., p. 67.
41  Toledo, op. cit., p. 71.
42  Philippe Descola. “Posface. Les coulisses de la natura”. Cahiers d’Antropologie Sociale, núm. 3, 2007,
pp. 123-127. Cit. por Santamarina Campos, op. cit., p. 30.
43  Idem.

60
María Dolores Álvarez Contreras

ciales, económicos, culturales y políticos que se relacionan con esos


fragmentos aislados, y sin tomar en cuenta las diferentes escalas en
que tal diversidad se expresa en el espacio.44

Desde esta visión, la administración y gestión estatal de las áreas


protegidas prevalecen por encima de los intereses de las comunidades que
las habitan y que detentan los derechos sobre la tierra, mermando la posi-
bilidad de balance entre conservación y producción.45 Así, las comunidades
pierden importancia en cuanto tales, ya que se consideran depredadoras de
una naturaleza señalada y definida espacialmente como patrimonio nacio-
nal. Las comunidades pasan a ser agregados de individuos que, evaluados
bajo criterios ecológicos y demográficos, pierden visibilidad:

[Se dejan de lado] visiones acerca del acceso a recursos basadas


en conocimientos que han sobrevivido pese a las transformaciones
culturales ocasionadas por el avance de la sociedad nacional y la
economía de mercado pero, sobre todo, no incorporan aquella con-
cepción sobre el entorno sustentada en un manejo del territorio con
una carga simbólica que va más allá del mero aspecto ecológico y
económico.46

Se trata de una de las formas más socorridas para integrar a la po-


blación local en la conservación es la promoción turística y recreativa de
los patrimonios naturales, basada en su cualidad de atractivos naturales. No
obstante, y aunque se plantea con criterios sostenibles, las actividades turís-
ticas y de recreación no siempre logran el balance entre la conservación de la
naturaleza y de la cultura; de hecho, uno de los mayores riesgos que implica

44  Toledo, op. cit., pp. 68 y 71.


45  Idem.
46  Alejandro Balcázar Vázquez. “El espacio simbólico como reproductor de la sociedad”. Mario del Roble
Pensado Leglise (coord.). Territorio y ambiente: aproximaciones metodológicas. México: Siglo XXI, 2011, p.
285.

61
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

el impulso del turismo es “el de la pérdida de [los] valores propios [de las co-
munidades], sustituidos por aquéllos otros que se demandan como objeto de
consumo [y] el olvido de los intereses y objetivos de la población residente”.47
Es a lo que Nogués-Pedregal se refiere como una puesta en valor ha-
cia fuera, en la que prevalece la significación del patrimonio como un recurso
administrable, como un instrumento para la sostenibilidad de una modalidad
concreta de desarrollo (la sostenibilidad débil),48 basado en el mercado tu-
rístico del patrimonio.49 Es el efecto normalizante que refiere Costa con la
patrimonialización global, que impone una visión del mundo y transforma los
significados del patrimonio territorial.

El patrimonio territorial

El concepto de patrimonio territorial es una ampliación, verificada en las dé-


cadas recientes del concepto inicial de patrimonio, limitado al campo histó-
rico y estético; ahora se dirige hacia una visión más global, pasando de con-
siderar sólo elementos excepcionales a una apreciación más extensa que
incorpora componentes tradicionalmente excluidos, elementos vernáculos o
cotidianos e intangibles con un carácter contemporáneo y que aportan una
dimensión territorial manifiesta.50
Esta derivación del patrimonio hacia lo territorial ha sido resultado del
“paulatino reencuentro de lo ‘natural’ y lo ‘humano’ que, durante mucho tiem-
po, han discurrido por sendas paralelas, separando ‘patrimonio natural’ y ‘patri-
monio histórico’, identificado éste, de preferencia, con patrimonio edificado”.51

47  Alfonso M. Doctor. “El itinerario como herramienta para la puesta en valor turístico del patrimonio
territorial”. Cuadernos de Turismo. Murcia, Universidad de Murcia, núm. 27, 2011, p. 278 (http://revistas.
um.es/turismo/article/view/139951).
48  Cfr. Antonio Miguel Nogués-Pedregal. “Dar valor y poner en valor”. II Congreso Internacional de Pa-
trimonio Cultural y cooperación al desarrollo. Actas del congreso. Valencia: Universidad Politécnica de Va-
lencia, 8, 9 y 10 de junio de 2006, p. 11 (http://www.researchgate.net/profile/Antonio_Nogues-Pedregal/
publication/265162098_’Dar_valor’_y_’poner_en_valor’._Dos_estrategias_para_el_desarrollo_significati-
vo_del_patrimonio_en_contextos_tursticos/links/54ca6e9e0cf2c70ce521d55b.pdf).
49  Cfr. Santamarina Campos, op. cit., pp. 31-32.
50  José Ortega Valcárcel. “El patrimonio territorial: el territorio como recurso cultural y económico”. Ciu-
dades. Valladolid: Instituto Universitario de Urbanística de la Universidad de Valladolid, núm. 4, 1998, pp. 35,
37 (http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2239512.pdf); Doctor, op. cit., p. 274.
51  Ortega Valcárcel, op. cit., p. 35.

62
María Dolores Álvarez Contreras

Así, el patrimonio territorial trasciende la idea de “mero sumatorio de elemen-


tos individualizados o aislados, y conjuntos estrictamente delimitados, a una
visión comprehensiva, integrada […] y, por ello, multifacética”.52
Evidentemente, el concepto de patrimonio territorial apela al territorio
como lugar antropologizado. Hay formas distintas de entenderlo,53 pero de
manera general, el concepto ha transitado de una consideración predomi-
nantemente física o geométrica, identificada con el medio natural como el
escenario en el que las sociedades se desarrollan,54 a una de carácter social
que contempla el territorio como un elemento culturalmente construido:55

El espacio como construcción […] significa entender el territorio


como un producto de la sociedad; comporta introducir un compo-
nente de historicidad que hace del territorio un producto contingente
y, al mismo tiempo, vinculado a condiciones determinadas de orden
temporal o histórico. Supone incorporar una dimensión evolutiva y
transformadora que depende de factores externos, sociales. […] El
territorio es, así, en la mayor parte de los casos, en áreas de amplia
continuidad cultural histórica, una especie de palimpsesto, cuya lec-
tura requiere identificar los diversos “territorios” incorporados en él,
separar estas distintas aportaciones históricas, valorando su grado
de inserción, en cada caso, así como la amplitud que cada uno ocupa
y las modalidades de articulación de lo antiguo en lo nuevo, y el gra-
do de transformación experimentado en ese proceso de absorción y
“refuncionalización”.56

52  Doctor, op. cit., p. 274; R. Silva. “Agricultura, paisaje y patrimonio territorial. Los paisajes de la agricul-
tura vistos como patrimonio”. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, núm. 49, 2009, pp. 309-334;
y J. M. Feria. “Patrimonio territorial y desarrollo sostenible: un estudio comparativo en Iberoamérica y Espa-
ña”. Estudios Geográficos, vol. LXXI, núm. 268, 2010, pp. 129-159.
53  Véase, por ejemplo, Mario Sosa Velázquez. ¿Cómo entender el territorio? Guatemala: Cara Parens,
2012.
54  “Esta percepción de carácter naturalista o ambiental, muy arraigada en la Geografía moderna, pero
compartida desde una perspectiva cultural, por la sociedad occidental sin excepción, ha proporcionado al
territorio una cierta identidad con Naturaleza. Territorio y Naturaleza han venido a ser, en cierta medida,
sinónimos”. Ortega Valcárcel, op. cit., pp. 37-38.
55  Ibid., p. 38.
56  Idem.

63
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

Es mediante un conjunto de prácticas que el territorio se constru-


ye y refuncionaliza cotidianamente, otorgándole diversidad de atribuciones
y significados que están vinculados con la organización y reproducción de
los grupos sociales que le dan sentido.57 Por ello, el conflicto es inherente al
territorio.58
Una de las líneas derivadas de la evolución conceptual del patrimonio
es la “que ha incorporado a la Naturaleza la presencia humana, decantando
así una concepción integrada, en una perspectiva de equilibrio con el entor-
no, plenamente introducida […] en el marco del patrimonio natural”.59 Aunque
en algunos casos la integración entre lo natural y lo antrópico se ha extendi-
do a ámbitos tales como el administrativo y el jurídico, en buena medida co-
rresponde a lo conceptual científico.60 Asimismo, mucho del reconocimiento
de dicha unión se debe a la visión mercantil e instrumental del patrimonio,
al “criterio de utilidad sobre los territorios, es decir, una percepción de éste
como proveedor de recursos: suelo urbanizable, agua, bosques, etcétera”.61
En el último siglo, la identificación territorial del patrimonio natural
se deriva, según Ortega, del desarrollo de una cultura de la naturaleza que
ha potenciado espacios destacados como áreas de interés cultural; lo que
implica movimientos significativos de población para su uso. Se trata de una
valoración ambiental de áreas con predominio de componentes bióticos y
abióticos, que además cuentan con presencia humana escasa o periférica.62
A pesar de ello, como se comentó en el apartado anterior, considerar
al patrimonio territorial únicamente como un recurso turístico forma parte
de una puesta en valor hacia fuera, que hace de las áreas naturales patrimo-
nios de la humanidad, que las vuelve espacios públicos, pero que, desde el
punto de vista de los propietarios de la tierra, puede implicar un despojo por

57  Balcázar Vázquez, op. cit., pp. 283-284.


58  Álvarez Gutiérrez, op. cit., p. 83.
59  Ortega Valcárcel, op. cit., p. 36.
60  “En consecuencia, la visión que prevalece en la valoración del patrimonio está disociada por tipos,
lo mismo en las leyes y reglamentos vigentes en el país y en el estado de Jalisco que en instrumentos de
planeación. En cualquier caso, la valoración del patrimonio se aleja de las dinámicas socioterritoriales que
posibilitarían la comprensión tanto del pasado como del presente”. Estrellita García Fernández y Beatriz
Núñez Miranda. Crecimiento urbano y patrimonios. Santa Anita y Toluquilla, dos pueblos en el Área Metro-
politana de Guadalajara. Guadalajara: CUAAD, Universidad de Guadalajara, 2017, p. 116 (http://qartuppi.
com/2017/CRECIMIENTO.pdf).
61  Ibid., p. 120.
62  Ortega Valcárcel, op. cit., pp. 37 y 40.

64
María Dolores Álvarez Contreras

agentes externos. Por tanto, el concepto de patrimonio territorial debe ser


vinculado con grupos culturales específicos que han construido su identidad
en interdependencia con el lugar.
Hablar de patrimonio territorial en el Bosque La Primavera implica
considerar otros factores que van más allá de sólo la conservación de la bio-
diversidad, es decir, en términos territoriales, desde un enfoque funcional o
instrumental. Para ello es preciso tener en cuenta su relación con el entorno
regional, incluyendo la ciudad y las comunidades circundantes.63 Asimismo,
deben ser visibles las pertenencias comunitarias relacionadas con el Bosque
que aún perviven. Considérese que actualmente, la superficie ejidal del ANP
Bosque La Primavera es menor a la tercera parte del territorio,64 y que la vida
rural de los antiguos ejidos y comunidades ha ido apagándose.
Sin duda, la declaratoria de Área Natural ha sido muy importante
para la conservación de la biodiversidad del bosque; no obstante, la merma
de la diversidad cultural representa una gran pérdida. La Primavera conforma
un patrimonio que debe ser conservado para las generaciones presentes y
futuras, pero también constituye herencias territoriales asociadas con perte-
nencias comunitarias.

El patrimonio territorial del ejido La Primavera

El ejido La Primavera pertenece a la jurisdicción municipal de Zapopan,


Jalisco,65 y se localiza al norte del ANP. Dentro de su territorio se encuentra
el poblado La Primavera, mismo que conforma una delegación municipal y
que forma parte de los puntos de acceso al bosque, el más importante por el
número de personas que por ahí ingresan.

63  Aunque se reconoce que existe esta vinculación con el entorno, no existe decreto de zona de amorti-
guamiento para el bosque, lo que sitúa a todos sus componentes en una posición de mayor vulnerabilidad.
Véase Álvarez Gutiérrez, op. cit., p. 116.
64  Más de la mitad de la superficie del ANP (53%) es de propietarios particulares. La superficie con tenen-
cia ejidal se estima en 28.3%. Carrillo Rodríguez, op. cit., p. 55.
65  Según el Registro Agrario Nacional (RAN), los beneficiarios del ejido La Primavera suman 168, distri-
buidos en ejidatarios (97), avecindados (56) y posesionarios (15). Padrón e Historial de Núcleos Agrarios
(http://www.ran.gob.mx/ran/index.php/sistemas-de-consulta/phina).

65
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

Brambila López describe la población de este lugar como heterogé-


nea66 y en aumento debido a la expansión de la metrópoli.67 La heteroge-
neidad se evidencia, entre otras cosas, en la morfología de las viviendas:
viejas casas de adobe sin enjarrar coexisten con otras de tipo residencial. La
localidad se caracteriza por una urbanización deficiente y por la diversidad
de sus actividades económicas: mantiene actividades como la cría de caba-
llos, la ordeña y la producción de pollos y gallos de pelea en granjas avícolas,
pero también han aumentado los establecimientos comerciales (abarrotes y
alimentos) que atienden las necesidades de los visitantes. Por estas caracte-
rísticas puede calificarse como un asentamiento periurbano.68
Aunque el ejido constituyó el núcleo primigenio del poblado, actual-
mente los ejidatarios son minoría.69 Antes del decreto de 1980, las familias
del ejido vivían de la venta de leña y aguarrás, ambos, producto de los árbo-
les.70 Brambila López refiere que ya desde la dotación del ejido en 1938 se
había establecido un compromiso de cuidado ambiental, pues desde 1934 el
bosque era Zona de Protección Forestal:71

En el acta de deslinde de los terrenos concedidos por dotación al


ejido se establece que quedan obligados a respetar y cuidar los mon-
tes, pudiendo disponer únicamente de la madera muerta. Se des-
prende de las obligaciones asentadas en este documento, el legítimo
interés del gobierno por la preservación del bosque, al señalar los
límites para la disposición de la madera. Lo anterior permite apreciar

66  Leticia Brambila López. “Representaciones sociales de los habitantes de La Primavera, Zapopan, Mé-
xico, respecto de su entorno ambiental. Elementos para una propuesta de educación ambiental”. San José
de Costa Rica: Universidad Estatal a Distancia, 2013, p. 105 (tesis de doctorado) (http://repositorio.uned.
ac.cr/reuned/handle/120809/1006).
67  Hacia 2010 la localidad contaba con 2,310 habitantes. Aunque ha aumentado su población, el ritmo
del crecimiento ha disminuido de una tasa por cien de 5.3 de 1970 a 1980, a 2.7 de 2000 a 2010. Calculado
con base en INEGI. Registro histórico de localidades. Clave de localidad 141200022. (http://www.inegi.org.
mx/geo/contenidos/geoestadistica/introduccion.aspx).
68  Brambila López lo designa “suburbano”; sin embargo, para el contexto de La Primavera es más adecua-
do el periurbano, en cuanto que la franja periférica del AMG es un fenómeno relacionado con el crecimiento
urbano de la metrópoli y la consecuente absorción de los antiguos pueblos, más que del crecimiento eco-
nómico en las ciudades, el caso de las sociedades industrializadas.
69  Ibid., pp. 105 y 148-149.
70  Alejandra Guillén. “Decreto de protección afectó a habitantes de La Primavera”. El Informador. Guada-
lajara, 8 de marzo de 2010 (http://www.informador.com.mx/jalisco/2010/184011/6/decreto-de-proteccion-
afecto-a-habitantes-de-la-primavera.html).
71  Conanp, op. cit., p. 9.

66
María Dolores Álvarez Contreras

–desde este momento que es la sustentabilidad ecológica o conser-


vacionista la que constituye el sustento teórico que subyace en la
resolución de dotación de tierras. Este enfoque considera la susten-
tabilidad como un problema estrictamente ecológico ambiental […].72

Sin embargo, la participación de la autoridad estatal sobre el ANP se


hizo evidente hasta el funcionamiento de la Dirección Ejecutiva del bosque,
en 1996. A partir de entonces, los ejidatarios tuvieron que compatibilizar el
aprovechamiento de su territorio con la conservación del mismo. No fue fácil
para ellos entender las consideraciones que implicaba el estatus de área pro-
tegida sobre su territorio, decisión que se tomó sin habérseles consultado.73
Casi la mitad de la superficie ejidal (46.39%) quedó integrada al ANP.74
Debido a que parte de los ejidatarios dedujeron que ya no podían
hacer nada con sus tierras, muchos de ellos presentaron la cesión de de-
rechos ejidales; otra gran mayoría emigró, sobre todo los más jóvenes.75 En
la actualidad, entre los ejidatarios predominan quienes no pertenecen a la
comunidad, mismos que son referidos como “de la ciudad”.76 Para algunos,
este hecho encarna el riesgo de que tarde o temprano se enajenen terrenos
del ejido, en particular los ubicados fuera del perímetro del ANP, como ya ha
sucedido. Se percibe que estos terrenos son vistos como una “alcancía” para
cuando la ciudad de Guadalajara alcance aquella zona, un escenario que se
deja ver ya como inevitable.77
Otra transformación importante fue la conformación del Parque Eco-
turístico Ejido La Primavera. El plan maestro, elaborado conforme al progra-
ma de manejo del APFF,78 contempla la regulación de las actividades ecotu-
rísticas en el bosque con el fin de ordenar las visitas espontáneas, las que ya
72  Brambila López, op. cit., pp. 148-149.
73  Guillén, op. cit.
74  La superficie total del ejido es de 842 ha. RAN-INEGI. “Núcleos Agrarios al 31 de diciembre de 2004.
Proyecto Observatorio de Instituciones Territoriales”. México: El Colegio de México, Secretaría de Desarrollo
Social y Cosulcorp, 2007 (http://wwww.obsinter.com).
75  Guillén, op. cit.; Brambila López, op. cit.
76  Este dato no está corroborado, se apunta aquí con base en afirmaciones de pobladores de La Prima-
vera y en testimonio expresado en Guillén, op. cit.
77  Entrevista a Germán. Realizada por Dolores Álvarez. La Primavera, Zapopan, Jalisco, 16 de noviembre de 2017.
78  Ejido La Primavera. “Plan maestro para el desarrollo ecoturístico del ejido La Primavera”, 2010 (http://
sinat.semarnat.gob.mx/dgiraDocs/documentos/jal/estudios/2007/14JA2007TD066.pdf). La Primavera es
uno de los seis ejidos que cuentan con estudios para proyectos ecoturísticos. Carrillo Rodríguez, op. cit.,
p. 56.

67
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

se presentaban desde tiempo atrás. La conformación del parque consistió


en la realización de algunas adecuaciones para recibir a los visitantes; en
particular, se instaló equipamiento apto para días de campo, campismo, sa-
nitarios, señalética, entre otros.
El ejido obtiene ingresos de la cuota (mínima) de entrada al parque,
ya sea que los paseantes se queden en las áreas de día de campo o que lo
crucen para ir a Río Caliente, paraje que se ubica al interior del bosque, más
allá del territorio del ejido, y que ha sido un atractivo para paseantes de la
ciudad por largo tiempo.
La asistencia al bosque se concentra los fines de semana y días fe-
riados, recibiendo en promedio dos mil personas, pero es durante la tempo-
rada vacacional de primavera (Semana Santa) cuando hay mayor afluencia.
Así, la concurrencia continua es uno de los beneficios que los ejidatarios re-
ciben de la cercanía del ejido a la ciudad, ya que la mayoría de los paseantes
procede de alguno de los municipios del AMG. Igualmente, pobladores de La
Primavera han encontrado en ello una fuente de ingresos, de ahí la terciariza-
ción de la economía del pueblo.
De esta manera, se observa que en el ejido se han normalizado las
directrices de la patrimonialización global, de tal suerte que el territorio en
cuestión, como parte de un ANP, se ha resignificado como un patrimonio
valorado desde fuera; primero, por la exclusión de los ejidatarios en la defini-
ción de área protegida; segundo, por la alternativa ecoturística que ha resig-
nificado el sitio como un espacio público. Es sabido que muchos de los visi-
tantes consideran el bosque como propiedad de la nación, desconociendo
los derechos ejidales. En estas condiciones, la sostenibilidad se ha reducido
a un enfoque de desarrollo comunitario, mediante aprovechamientos del te-
rritorio de “bajo impacto”, tal como se considera la producción turística.
Se observa que a pesar de no haber sido consultados para decretar
el bosque como área protegida, los ejidatarios se han adaptado a las medi-
das de protección que el programa de manejo establece,79 aun con cierto
recelo. Una muestra de ello es su postura ante el OPD Bosque La Primavera.

79  La ley prevé que los programas de manejo se actualicen cada cinco años, lo que no ha sucedido con el
del APFFLP. Actualmente se encuentra en un proceso de actualización que se ha alargado.

68
María Dolores Álvarez Contreras

Con la constitución de este organismo se presumió la participación


de los ejidatarios, entre otros sectores; no obstante, para este grupo no es
suficiente un lugar –de veintiuno– en la Junta de Gobierno para trece ejidos;
esta situación los posiciona en una situación de desventaja en la toma de
decisiones.80 Al menos diez ejidatarios y propietarios tramitaron un amparo
en 2014,81 argumentando el derecho a decidir sobre sus territorios.82
En contraparte, ante el reconocimiento de la difícil relación con ejida-
tarios y propietarios, la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial
(Semadet) señaló la figura de OPD como un modelo de gobernanza,83 mismo
que sería aceptado sobre la marcha con los primeros beneficios que reciban
de la OPD.84 A más de cuatro años de haberse constituido, los ejidatarios se
mantienen al margen de ésta. Sin embargo, el ejido La Primavera ha sido be-
neficiario de apoyos gestionados por la Dirección del bosque, como el pago
de servicios ambientales, sobre los que todavía se conoce poco.
El problema de la exclusión de las comunidades no es exclusivo de
una nación. Santamarina Campos señala los conflictos con los habitantes
de las áreas protegidas entre los retos generalizados más desafiantes en
la gestión de las anp.85 En México se reconoce que la conservación va de
la mano con la participación de las comunidades residentes,86 pero sigue
representando un reto conciliar variados intereses relativos a las superficies
de valor ecológico. Mientras que la protección de áreas naturales favorece la
continuidad de la biodiversidad:

80  Jorge Covarrubias. “OPD Bosque La Primavera. Elección manipulada”. Proceso Edición Jalisco. Gua-
dalajara, 26 de abril de 2014 (http://www.proceso.com.mx/?p=370658).
81  Jorge Covarrubias. “Innecesario, el OPD de La Primavera”. Proceso Edición Jalisco. Guadalajara: 1 de
febrero de 2014 (http://www.proceso.com.mx/?p=363839).
82  La ley del opd impone la obligación de incorporar a los propietarios y poseedores de las tierras del
área natural en la administración de la misma, asunto que en la conformación de la Junta de Gobierno no se
cumple. José María Pulido. “Raquel Gutiérrez Nájera: la OPD de La Primavera puede venirse abajo”. Semana-
rio Conciencia pública. Guadalajara, 28 de septiembre de 2013 (concienciapublica.com.mx/rumbo-al-2012/
jalisco/raquel-gutierrez-najera-la-opd-de-la-primavera-puede-venirse-abajo/).
83  Gabriel Ibarra Bourjac. “Agua, Zapotillo, El Purgatorio y OPD de La Primavera: agenda que polariza”. Semana-
rio Conciencia pública. Guadalajara, 11 de enero de 2014 (http://concienciapublica.com.mx/rumbo-al-2012/
jalisco/los-caminos-de-jalisco-agua-zapotillo-el-purgatorio-y-opd-de-la-primavera-agenda-que-polariza/).
84  “Opositores a OPD de La Primavera crean Consejo Regulador”. El Informador. Guadalajara, 9 de ene-
ro de 2014 (http://www.informador.com.mx/jalisco/2014/506535/6/opositores-a-opd-de-la-primavera-
crean-consejo-regulador.htm).
85  Santamarina Campos, op. cit., pp. 32-33.
86  Julia Carabias et al. Patrimonio natural de México. Cien casos de éxito. México: Comisión Nacional para
el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, 2010.

69
El patrimonio territorial del ejido La Primavera, Zapopan

“Los planes conjuntos de gestión forestal, […] ofrecen muchas prue-


bas de que el objetivo dual de mejorar el hábitat y la conservación
de los bosques al mismo tiempo que se mantiene el acceso a sus
usuarios tradicionales a sus recursos, suele acabar beneficiando a
ambos”.87
La administración, gestión y manejo del Bosque La Primavera es un
reto aún más difícil de enfrentar por su adyacencia al AMG, y los distintos
intereses sobre este territorio, incluyendo los de los treces ejidos, no siempre
y no todos a favor de la conservación de la biodiversidad, aunque sí de su
patrimonio territorial. El decreto de protección del bosque supuso su exclu-
sión del mercado al impedir actividades humanas intensivas con base en una
preocupación biológica y bajo el argumento del interés público. No obstante,
en el caso del ejido La Primavera, parte de su patrimonio territorial se ha
convertido en un recurso administrable vinculado con el potencial turístico,
es decir, en un territorio mercantilizado.
El beneficio económico que el ejido recibe de la concurrencia conti-
nua se revierte en amenaza para el bosque cuando es desordenada y masi-
va. La demanda de turismo de naturaleza en el AMG ha promovido cambios
materiales en el territorio del ejido,88 dirigidos al consumo del público urbano
que, en temporada alta, ejercen una enorme presión sobre el bosque. Sin
embargo, hasta ahora parece ser la alternativa de continuidad para el ejido.

Comentarios finales

La reflexión en torno de las transformaciones del ejido La Primavera gene-


radas con la creación del Área de Protección de Flora y Fauna La Primavera,
subraya que los ejidatarios han tenido que transformar su forma de vida para
adaptarse a las disposiciones que implican que casi la mitad de su territorio
esté situado dentro del perímetro de protección.

87  David Harvey. Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana. Madrid: Akal, 2013, p. 112.
88  Del ejido y de otros territorios que son frecuentados por paseantes urbanos.

70
María Dolores Álvarez Contreras

Las principales transformaciones que se han manifestado son la mi-


gración de ejidatarios, la cesión de derechos ejidales a personas no origina-
rias de la comunidad, la construcción del parque ecoturístico y la terciariza-
ción de las actividades económicas de la comunidad, que han derivado en la
conversión de agricultores a proveedores de servicios turísticos.
Existen otras transformaciones pendientes por abordar que consisten
en la posible enajenación de partes del territorio ejidal para asentamiento hu-
mano, esto en dos modalidades: la edificación de un asentamiento para des-
cendientes de ejidatarios y la venta de terrenos a foráneos que han construido
casas de campo. Esto evidencia la percepción de los pobladores acerca de la
ineludible extensión del área metropolitana hasta esta zona del bosque.
Estas transformaciones ponen en entredicho la sostenibilidad de las
ANP como instrumento de la política ambiental y la casi obligada recreación
de lo natural89 como vía para la inclusión de las comunidades locales. La
producción ecoturística universaliza los lugares de naturaleza y mercanti-
liza la cultura. Se conserva el elemento natural utilitario para el ambiente,
pero se minimiza el papel que tienen en la conservación las comunidades
que detentan los derechos sobre esos territorios. La inclusión efectiva de
los propietarios de la tierra debe partir de la ampliación de la sostenibilidad
con un enfoque territorial, lo que implica, para La Primavera, en primer lugar,
considerar su localización en el entorno metropolitano regional, es decir, pen-
sar, y sobre todo actuar, conforme con sus relaciones con la ciudad y otros
sistemas ecológicos (áreas silvestres regionales).
La sostenibilidad no tiene una única expresión, debe verse como un
proceso y no como una meta predefinida en espacio y tiempo. En todo caso,
sus posibilidades de instrumentación dependen de las condiciones, plazos
y escalas de cada ámbito.90 En el caso del ejido La Primavera, habría que
evaluar las posibilidades de promover su transformación a una comunidad
sostenible teniendo como base la conservación de la biodiversidad y los
servicios ambientales, además las actividades recreativas como principales
fuentes de recursos, pero más allá de lo económico, subrayando las valora-
ciones y prácticas relativas a su patrimonio.
89  Santamarina Campos, op. cit., p. 32.
90  Gutiérrez y González, op. cit., pp. 190-192.

71
LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO NATURAL
PARA EL ÁREA METROPOLITANA DE GUADALAJARA:
EL CASO DE LOS PARQUES

Ivonne Álvarez Gutiérrez


Universidad de Guadalajara

Introducción

Cuando se aborda el tópico de la conservación del patrimonio natural, con


frecuencia se hace desde la perspectiva de los grandes espacios intactos o
poco afectados por la actividad del hombre, es decir, desde las áreas natura-
les protegidas, sitios ambientalmente relevantes por los servicios que brin-
dan a los humanos. Sin embargo, en la actualidad existe una revalorización
del espacio público, específicamente de los parques, jardines y áreas verdes
urbanas, como sitios de esparcimiento, disfrute de la naturaleza y servicios
ambientales.
En meses recientes, se ha integrado un movimiento urbano socioam-
biental denominado Red Metropolitana en defensa de los parques, áreas ver-
des, cerros, arroyos, lagos, barrancas y bosques del Área Metropolitana de
Guadalajara (AMG). Esta red se integra por usuarios, vecinos, científicos, y
tiene por objeto la defensa de estos espacios contra proyectos de infraestruc-
tura y equipamiento urbano promovidos por autoridades municipales, quie-
nes cuentan con atribuciones legales para intervenir estas áreas en beneficio
colectivo.

72
Ivonne Álvarez Gutiérrez

Este texto es un primer acercamiento al proceso de patrimonializa-


ción de un nuevo legado: el natural urbano, máxime que es un elemento clave
para la sostenibilidad de las ciudades.1

Patrimonialización de la naturaleza

De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, el patrimonio se


define como un conjunto de bienes y derechos adquiridos por cualquier título.
En términos legales, consiste en un conjunto de bienes pertenecientes a una
persona natural o jurídica, susceptibles de estimación económica.2 Por tal,
patrimonio hace referencia a pertenencia o propiedad de una cosa o un bien
atribuido a una persona, sea física o jurídica con valor económico.
En la actualidad, el término patrimonio ha ampliado su ámbito de apli-
cación, es utilizado para referirse al legado cultural, arquitectónico, artístico,
histórico o documental; igualmente se aplica en campos tan distintos como el
patrimonio genético, natural, material, inmaterial, alimentario, biológico, fílmico,
científico, lingüístico, etnológico, industrial, rural o migratorio; y no sólo se habla
de patrimonio local o nacional, sino también de patrimonio de la humanidad.3
Como bien lo señala Riogé y Frigolé, las acepciones del vocablo patrimonio
cambian en el tiempo y el espacio, lo que ahora es patrimonio en el pasado resultaba
inconcebible considerarlo como tal; resulta en patrimonio algo que es valioso para
una sociedad particular de acuerdo con su contexto social, político, económico, cul-
tural y ambiental, y es apropiado por esa sociedad como parte de su identidad o de su
vida cotidiana, por lo que el proceso de patrimonialización da como resultado nuevas
formas de ver, reconocer y apropiarse del patrimonio, sea éste natural o cultural.4

1  Con relación a los términos de sostenibilidad y sustentabilidad, resulta necesario aclarar que en los ám-
bitos internacionales, específicamente en los diversos documentos oficiales de la Organización de Nacio-
nes Unidas (ONU) se utiliza el término de sostenibilidad; sin embargo, en el caso mexicano, en los ámbitos
normativos, programáticos e institucionales se hace uso del término de sustentabilidad como sinónimo. Au-
nado a lo anterior, la propia Real Academia de la Lengua Española (RAE) señala que sustentar es conservar
algo en su ser o estado, sostener algo para que no se caiga o se tuerza, defender o sostener determinada
opinión; por su parte sostener es definido como sustentar, mantener firme algo, sustentar o defender una
proposición, mantener o proseguir, por lo que terminológica y lingüísticamente resulta apropiado su utiliza-
ción sinonímica. Véase RAE (http://dle.rae.es/?id=SBOxisN), 4 de septiembre de 2017.
2  Idem.
3  Xavier Roigé y Joan Frigolé. “La patrimonialización de la cultura y la naturaleza”. Xavier Roigé, Joan Fri-
golé y Camila del Mármol (eds.). Construyendo el patrimonio cultural y natural. Parques, museos y patrimonio
rural. Unión Europea: Editorial Germania, 2014, p. 12.
4  Idem.

73
La conservación del patrimonio natural para el Área Metropolitana de Guadalajara: el caso de los parques

Así, la patrimonialización es el proceso de producción cultural en fun-


ción del cual los elementos, sean culturales o naturales, son seleccionados
y destinados para nuevos usos sociales que representan determinada iden-
tidad y son activados por los agentes de producción: desde alguna instancia
de poder político o de la misma sociedad civil.5 Es así que el proceso de pa-
trimonialización es una reinterpretación del pasado a partir de problemáticas
contemporáneas, mediante “la remodelación, reconstrucción, elaboración,
fabricación o recuperación de edificios, paisajes, monumentos, formas de so-
ciabilidad y valores”.6
En este tenor, como lo señalan Vaccaro y Beltrán, la naturaleza dejó
de ser vista como un espacio baldío y un refugio de alimañas, para convertirse
en un bien colectivo, al que se atribuye un valor intrínseco y necesita, por ello,
de gestión gubernamental y protección. La revalorización de la naturaleza se
relaciona con su creciente escasez y la tendencia a su desaparición en el
entorno urbano. Sólo aquello que no es común y que resulta por tanto valio-
so, atrae la atención de la sociedad, la ley y el mercado.7 Agregaría a estos
elementos que la revaloración se da en virtud de la cercanía o convivencia
de una colectividad determinada con espacios representativos de elementos
naturales.

Conservación del patrimonio natural

Cuando se habla de protección del patrimonio natural se hace tomando en


cuenta ecosistemas de relevancia ambiental, es decir, que resulte representa-
tiva su protección en función de la flora o fauna que habita en ellos y en virtud
de los servicios ambientales que aporta a una colectividad en un tiempo y
espacio determinado.

5  Idem.
6  Idem.
7  Ismael Vaccaro y Oriol Beltrán. “La transformación de la naturaleza en patrimonio colectivo”. Xavier Roi-
gé, Joan Frigolé y Camila del Mármol (eds.). Construyendo el patrimonio cultural y natural. Parques, museos
y patrimonio rural. Unión Europea: Editorial Germania, 2014, p. 79.

74
Ivonne Álvarez Gutiérrez

En este tenor, la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mun-


dial Cultural y Natural de 1972,8 promovida por la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) de la que México
es parte desde su nacimiento en 1945, entiende como patrimonio natural los
monumentos constituidos por formaciones físicas y biológicas, geológicas y
fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que constituyan el hábitat
de especies animal y vegetal amenazadas, y que tengan un valor universal ex-
cepcional desde el punto de vista estético o científico.9
Es así que son patrimonio natural los lugares o zonas naturales que
tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de
la conservación o de la belleza natural.10 Por lo que el patrimonio natural está
constituido por grandes formaciones o ecosistemas de relevancia única.11
En México, la conservación del patrimonio natural se lleva a cabo a
través de la figura de Áreas Naturales Protegidas (ANP), instrumento de la
política ambiental que tiene el propósito de preservar “zonas del territorio na-
cional y aquéllas sobre las que la nación ejerce su soberanía y jurisdicción, en
donde los ambientes originales no han sido significativamente alterados por
la actividad del ser humano o que requieren ser preservadas y restauradas”,12
por lo que esta categoría comprende sitios relevantes poco perturbados por
la mano del hombre.13

8  Diario Oficial de la Federación. “Decreto de Promulgación del Convenio para la Protección del Patri-
monio Mundial, Cultural y Natural adoptado en París el 23 de noviembre de 1972, y ratificado por México
en 1984”. Diario Oficial de la Federación. México, Poder Ejecutivo, 2 de mayo de 1984 (http://dof.gob.mx/
nota_detalle.php?codigo=4665879&fecha=02/05/1984).
9  Ibid., artículo 2.
10  Idem.
11  México cuenta con el registro de 12 bienes naturales, 37 bienes culturales y 2 mixtos contenidos en la
Lista del Patrimonio Mundial, convirtiéndolo en el país de América Latina con más reconocimientos en el
listado y el sexto a nivel mundial. UNESCO. “Lista del Patrimonio Mundial” (http://www.unesco.org/new/es/
mexico/work-areas/culture/world-heritage/) 4 de septiembre de 2017.
12  H. Congreso de la Unión. “Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente”, art. 3 fraccio-
nes II (http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/lgeepa.htm).
13  Esta política de conservación fue ampliamente desarrollada en nuestro país desde principios del siglo
pasado, a pesar de no encontrarse regulada en legislación alguna. Miguel Ángel de Quevedo, un reconocido
conservacionista, entre 1936 y 1939, promovió la declaratoria de áreas protegidas en casi 30% del territorio
nacional. Véase Julia Carabias y José Sarukhán (coords.). Patrimonio natural de México. Cien casos
de éxito. México: Conabio, 2010, p. 12.

75
La conservación del patrimonio natural para el Área Metropolitana de Guadalajara: el caso de los parques

Podemos señalar que los estudios acerca de la conservación del patrimonio


natural tienen por objeto insistir en la relevancia biológica de proteger estos sitios,
en razón de los servicios ambientales que brindan a las comunidades circundantes.
Otros estudios analizan cómo esta forma de conservación se ha desarrollado tras
criminalizar anteriores derechos y usos locales de los recursos naturales,14 incluso
excluyendo a las comunidades locales, como una forma de despojo legalizado.15
Existen en la actualidad un total de 176 ANP de competencia federal en una
extensión territorial de más de 25 millones de hectáreas, aproximadamente 10.47%
de la superficie terrestre y 2.45% de la superficie marina, mismas que se encuentran
al resguardo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).16 El
estado de Jalisco cuenta con diecinueve declaratorias federales y estatales de ANP,
en una extensión territorial de 789,884.24 ha y 87.9 kilómetros de litoral (tortuga ma-
rina), lo que representa 10.04% de la superficie territorio del Estado de Jalisco.17
Resulta relevante mencionar que la figura de ANP en su categoría de “par-
que” existe en los tres ámbitos competenciales, es decir, tanto la federación como
los estados y los municipios pueden decretar parques como áreas de conservación,
cuyo objeto principal de esta figura es para esparcimiento y ocio de la comunidad.
En el contexto urbano recientemente fue aprobada por el Congreso del Es-
tado la primera declaratoria de ANP con la categoría de parque.18 El Parque González
Gallo, ubicado en la zona industrial del municipio de Guadalajara con una superficie de
17.29 has, fue decretado bajo la categoría de zona de preservación ecológica de centro
de población.19 Esta declaratoria de protección restringe a las autoridades municipales
de realizar futuras intervenciones en el parque, ya que ahora se encuentra sujeto a un
plan de manejo en función de sus atributos ambientales y no de decisiones arbitrarias.

14  Vaccaro y Beltrán, op. cit., p. 85.


15  Patricia Ávila García y Eduardo Luna Sánchez. “Del ecologismo de los ricos al ecologismo de los po-
bres”. Revista Mexicana de Sociología. México, IIS, UNAM, vol. 75, núm. 1, enero-marzo de 2013, pp. 63-89.
16  Semarnat-Conanp. Programa Nacional de Áreas Naturales Protegidas 2014-2018. México: Semarnat-
Conanp, 2014, p. 12.
17  Semadet. “Áreas naturales protegidas del estado de Jalisco”, 30 de julio de 2013 (https://semadet.
jalisco.gob.mx/medio-ambiente/biodiversidad/areas-naturales-protegidas), 4 de septiembre de 2017.
18  Diario Oficial de la Federación. “Decreto Área Natural Protegida el parque denominado González Gallo,
en el municipio de Guadalajara, Jalisco”. Diario Oficial de la Federación. México, Poder Ejecutivo, decreto
núm. 26497/LXI/17, núm. 5, secc. VI, 4 de noviembre de 2017.
19  Recordemos que este parque, a inicios de la administración de Enrique Alfaro, fue escenario de conflic-
to en virtud de que en él pretendían construirse las caballerizas para resguardar a los caballos que transitan
(o transitaban) por el centro histórico de Guadalajara. Ello alertó a los vecinos, quienes se organizaron para
defender este espacio verde. César Ramírez Chávez. “Protestan vecinos en Parque González Gallo”. Mile-
nio. Guadalajara, 12 de junio de 2016 (http://www.milenio.com/region/Protestan-vecinos-parque-Gonzalez-
Gallo_0_754724655.html), 2 noviembre de 2017.

76
Ivonne Álvarez Gutiérrez

Tabla 1. Tipología de Áreas Naturales Protegidas


LGEEPA LEEEPA
*Reservas de la biosfera Competencia estatal:
*Parques nacionales *Parques estatales
*Monumentos naturales *Formaciones naturales de interés
*Áreas de protección de recursos estatal
naturales *Áreas estatales de protección
*Áreas de protección de flora y hidrológica
fauna
*Santuarios Competencia municipal:
*Parques y Reservas Estatales, *Parques ecológicos municipales
así como las demás categorías *Zonas de preservación ecológica de
que establezcan las legislaciones los centros de población
locales *Formaciones naturales de interés
*Zonas de conservación ecológica municipal
municipales, así como las demás *Áreas municipales de protección
categorías que establezcan las hidrológica
legislaciones locales
*Áreas destinadas voluntariamente
a la conservación

Fuente: Elaboración propia con información de la LGEEPA y la Ley Estatal del Equilibrio Ecológico y Protección al
Ambiente de Jalisco (LEEEPA).

Esta declaratoria es un indicativo de la revalorización de estos espa-


cios por la sociedad en contextos urbanos complejos como lo es el AMG, por
lo que la conservación de los parques como exigencia social entra en contra-
dicción con la condición legal de esos espacios como patrimonio municipal
sujetos a la libre disposición de las autoridades municipales.
Una nueva categoría para delimitar espacios verdes ha surgido en el
ámbito metropolitano: Bosque Urbano. El Programa de Ordenamiento Territo-
rial Metropolitano (Potmet) incorporó esta categoría para referirse a los espa-
cios verdes públicos o áreas verdes de relevancia metropolitana.20
20  Instituto Metropolitano de Planeación. Plan de ordenamiento territorial metropolitano del Área Metro-
politana de Guadalajara. Guadalajara: Instituto Metropolitano de Planeación, 2016.

77
La conservación del patrimonio natural para el Área Metropolitana de Guadalajara: el caso de los parques

El programa señala la existencia de 28 sitios con características de re-


gulación climática, retención de carbono, control de escorrentía en las calles,
recarga de aguas subterráneas e incluso de tipo identitarios para la ciudad,21
entre los cuales se encuentran diversos parques que la Red en Defensa de los
Parques del AMG y en los que las autoridades municipales han planificado la
construcción de infraestructura y equipamiento que se contrapone a los usos
del espacio verde.

Tabla 2. Bosques Urbanos Potmet


CONSOLIDADAS CON POTENCIAL CONSOLIDADAS CON POTENCIAL
DE DE
CONSOLIDACIÓN CONSOLIDACIÓN
Parque Agua Azul Bosque Urbano Bosque Pedagó- Parque Lomas de
Miravalle gico del Agua Aztlán
Parque Cerro El Gato Parque Cerro San Martín
Metropolitano Revolución de las Flores
Parque González Parque Lomas Parque El Deán La Piedrera
Gallo del Cuatro
Parque Parque Cerro Parque Alcalde Parque San
Solidaridad del Tesoro Rafael
Parque natural Parque Las Parque Eça Do Parque Roberto
Huentitán Liebres Queirós Montenegro
Parque Morelos Cerro Santa Parque Agro- Bosque Urbano El
María ecológico Palomar
Ixtepete
Bosque Los Cerro del Cuatro Parque Tucson Cerro La Reina
Colomos

Fuente: Plan de Ordenamiento Territorial Metropolitano del AMG (Potmet), Instituto Metropolitano de Planeación,
Junio 2016, p. 316.

21  Ibid., p. 316.

78
Ivonne Álvarez Gutiérrez

Los parques en el sistema jurídico mexicano

El artículo 115 de la Constitución Política Mexicana señala que los parques,


áreas verdes y jardines son espacios que se encuentran a cargo del munici-
pio. Por su parte, la Constitución Política del Estado de Jalisco, en el artículo
70, reitera esta misma facultad.
De acuerdo con la Ley del Gobierno y la Administración Pública Muni-
cipal del Estado de Jalisco, los parques están considerados como patrimonio
municipal en la categoría de bienes de dominio público de uso común en su
categoría de servicio público, lo que implica que pueden ser usados y apro-
vechados por toda la colectividad sin mayores restricciones que las que im-
pongan los reglamentos de uso. Estos bienes pueden enajenarse previa des-
incorporación del dominio público aprobado por el cabildo del Ayuntamiento,
una vez desincorporado pueden ser objeto de celebración de cualquier acto
jurídico que el municipio considere pertinente con aprobación del cabildo.22
Tanto los servicios públicos como los bienes municipales pueden
concesionarse a particulares con el objeto de una mejor administración de
los bienes o prestación del servicio público. Una concesión no genera dere-
chos reales y se otorga por un tiempo determinado y la infraestructura que se
genera pasa a manos del municipio una vez que caduca ese lapso.
En la regulación estatal y municipal, por tanto, los parques, jardines y
áreas verdes se encuentran a disposición del municipio como parte integran-
te de su patrimonio, es decir, estas áreas quedan a disposición del gobierno
municipal, o en su caso estatal, y se puede planificar sobre ellas lo que consi-
deren apropiado en aras del “bienestar colectivo”.
Esta regulación contrasta con la reciente publicación de la Ley Gene-
ral de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urba-
no, en la que se estipula que el espacio público se encuentra integrado por
“áreas, espacios abiertos o predios de los asentamientos humanos destina-
dos al uso, disfrute o aprovechamiento colectivo, de acceso generalizado y

22  Véase H. Congreso del Estado de Jalisco. “Ley del Gobierno y la Administración Pública Municipal del
Estado de Jalisco”, artículos 84-93 (http://congresoweb.congresojal.gob.mx/BibliotecaVirtual/busquedas-
leyes/Listado.cfm#Leyes), 2 noviembre 2017.

79
La conservación del patrimonio natural para el Área Metropolitana de Guadalajara: el caso de los parques

libre tránsito”;23 señala además que se debe privilegiar el interés general sobre
el particular, y que el espacio público destinado originalmente a la “recreación,
el deporte y zonas verdes designada a parques, jardines o zonas de esparci-
miento, no podrán ser destinados a otro uso”.24
Si bien limita el fin y uso de estos espacios, también lo es que la pro-
pia ley faculta a la autoridad municipal a utilizar el suelo de espacio público
para otros fines en caso necesario, siempre y cuando justifique sus acciones
de cambio de uso de suelo y lo sustituya por otro de características, ubicación
y dimensiones similares. Esta ley otorga al municipio la obligación de vigilar
y proteger la seguridad, integridad, calidad, mantenimiento y promover la ges-
tión del espacio público con cobertura suficiente.
Estas regulaciones formales, ambas discrepantes por el momento,25
dejan en un estado de vulnerabilidad a los parques, áreas verdes y jardines.
Si bien la nueva Ley General de Asentamientos Humanos otorga una mayor
protección a estos sitios, también lo es que deja la puerta abierta para la mo-
dificación de dichos espacios, aun cuando señala mayores restricciones para
la intervención de los municipios.
Los parques cumplen una doble función en la ciudad: una la ambien-
tal o biológica y la social. En la primera podemos señalar el funcionamiento
de estos ecosistemas para la regulación de la contaminación atmosférica, la
humedad y la temperatura, así como para la recarga hidrológica, reducción y
control de la erosión, filtro acústico y disminución de viento, e incluso tienen
un efecto antibiótico.26
Con relación a la función social, que resulta la más compleja, los es-
pacios verdes son lugares de reencuentro con la naturaleza, de descanso y
práctica de actividades lúdicas y deportivas, además de tener una función de
reequilibrio social en la población económicamente menos favorecida que,
a decir de Jordi Borja, carecen de las posibilidades para acceder a centros

23  Diario Oficial de la Federación. “Ley General de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y
Desarrollo Urbano”. Diario Oficial de la Federación. México, Poder Ejecutivo, art. 3, fracc. XVIII, 28 de noviem-
bre de 2016 (http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGAHOTDU_281116.pdf).
24  Ibid., art. 74 y 75.
25  Las legislaturas locales tendrán que realizar los ajustes normativos a la ley general un año posterior
a la publicación en el Diario Oficial de la Federación, plazo que venció 29 de noviembre del 2017 sin que a la
fecha exista la adecuación normativa.
26  Antoni Falcón. Espacios verdes para una ciudad sostenible. Barcelona: Gustavo Gili, 2007, pp. 24-31.

80
Ivonne Álvarez Gutiérrez

comerciales o plazas temáticas destinadas a las clases media-altas en razón


de sus costos elevados;27 además, las áreas verdes suscitan la relaciones
intergeneracionales, por lo que estos espacios favorecen el tránsito de las
personas y la relación entre vecinos.28

En términos de la Declaración de Quito sobre ciudades y asentamien-


tos sostenibles, los Estados, entre ellos México, en el apartado de De-
sarrollo Urbano Sostenible se comprometieron a promover espacios
públicos seguros, inclusivos, accesibles, verdes y de calidad, incluyen-
do calles, banquetas, ciclovías, plazas, áreas costeras o rivereñas, jar-
dines y parques que sean áreas multifuncionales para la interacción
social y la inclusión, la salud humana y el bienestar, el intercambio
económico y las expresiones culturales y de diálogo entre una amplia
diversidad de culturas y pueblos y que sean diseñadas y administra-
das para asegurar el desarrollo humano, para construir sociedades
pacíficas, inclusivas y participativas, así como para promover la con-
vivencia, conectividad e inclusión social.29

Además, se asumió la obligación de “incrementar la resiliencia de las


ciudades frente al cambio climático y los desastres, como las inundaciones,
los riesgos de sequía y las olas de calor”,30 lo que hace de los parques y las
áreas verdes escenarios idóneos para cumplir los compromisos asumidos
por los Estados firmantes.

27  En este tenor, Jordi Borja señala que “en esta nueva ciudad las infraestructuras de comunicación
no crean centralidades ni lugares fuertes, más bien segmentan o fracturan el territorio y atomizan las re-
laciones sociales. O los nuevos parques temáticos lúdico-comerciales excluyentes crean caricaturas de
‘centro urbano’ para clases medias consumistas”. Jordi Borja y Zaida Muxi. “El espacio público, ciudad y
ciudadanía”. Barcelona, 2000 (http://www.esdi-online.com/repositori/public/dossiers/DIDAC_wdw7ydy1.
pdf), 27 de septiembre de 2017, p. 42.
28  Antoni Falcón, op. cit., p. 32.
29  Nueva Agenda Urbana. “Declaración de Quito sobre ciudades y asentamientos humanos sostenibles
para todos”, 29 de septiembre de 2016 (http://habitat3.org/wp-content/uploads/New-Urban-Agenda-GA-
Adopted-68th-Plenary-N1646660-S.pdf, 2 noviembre 2017). p. 8.
30  Ibid., p. 12.

81
La conservación del patrimonio natural para el Área Metropolitana de Guadalajara: el caso de los parques

En términos de ciudades resilientes, las áreas verdes, parques, jar-


dines en zonas urbanas juegan un papel relevante para la sociedad; estos
espacios actualmente se encuentran muy reducidos, se han revalorizado en
función de los usos y las prácticas de habitantes circundantes a los mismos,
principalmente para el deporte, ocio, esparcimiento y recreo.

El AMG y su compleja realidad

El AMG está integrada por nueve municipios a saber: Guadalajara, Zapopan,


Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco de Zúñiga, El Salto, Juanacatlán, Ixtlahua-
cán de los Membrillos y Zapotlanejo.31 Su población asciende a un total de
4,434,87832 de personas, lo que representa el 60.3% de la población estatal,
en una extensión territorial de 273, 410 has, por lo que la densidad es de 16.22
habitantes por hectárea.
El crecimiento urbano desordenado del AMG ha generado la reduc-
ción de áreas verdes, parques y jardines, y dispone de escasos espacios de
ocio y esparcimiento con relación a la población que alberga. De acuerdo con
la Organización Mundial de la Salud (OMS) resulta necesario que las ciudades
garanticen 9 m2 de áreas verdes por habitante.
De acuerdo con el Instituto de Información Territorial del Estado de
Jalisco, los municipios que presentan una mayor escasez de áreas verdes son
Guadalajara y Tlaquepaque. En el municipio de Guadalajara dos de cada tres
habitantes viven en zonas donde no se alcanza el parámetro mínimo reco-
mendado por la OMS y en el caso de Tlaquepaque una de cada tres personas
viven en esas mismas condiciones.33

31  Periódico Oficial del Estado de Jalisco. “Declaratoria de Área Metropolitana de Guadalajara. Congreso
del Estado de Jalisco”. Decreto núm. 23021/LVIII/09. Periódico Oficial del Estado de Jalisco. Guadalajara,
Gobierno del Estado de Jalisco, 26 de diciembre de 2009. Se reforma el artículo único del diverso número
23021 que aprueba la declaratoria del Área Metropolitana de Guadalajara, integrada por los municipios de
Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco de Zúñiga, El Salto, Juanacatlán e Ixtlahuacán de
los Membrillos. Congreso del Estado de Jalisco. Decreto no. 25400/LX/15, 22 de agosto de 2015. Véase
Instituto Metropolitano de Planeación. Programa de Desarrollo Metropolitano del Área Metropolitana de
Guadalajara, 2042. Versión ejecutiva. Propuesta para aprobación de la Junta de Coordinación Metropolitana.
Guadalajara: Imeplan, 2016, p. 24.
32  INEGI. Censo de población y vivienda. Aguascalientes: INEGI, 2010 (http://www.inegi.org.mx), 4 de
octubre del 2017.
33  IIEG. “Cantidad de áreas verdes de Guadalajara y Tlaquepaque por abajo de lo recomendado”. Bole-
tín Informativo. Guadalajara, IIEG, 7 de noviembre de 2012 (http://www.iieg.gob.mx/contenido/Geografia-
MedioAmbiente/Boletin_06_zonasverdes_06112012_Completo.pdf), 26 de octubre de 2017.

82
Ivonne Álvarez Gutiérrez

El municipio de Guadalajara garantiza un promedio de 4.68 m2 por


habitante. Resulta relevante mencionar que este promedio de área verde es
diferente de acuerdo con los distritos urbanos: en la zona de la Minerva es de
14.26 m2, mientras que Tetlán sólo alcanza 0.86 m2 por habitante,34 por lo que
podemos aseverar que el acceso a estos espacios es un indicador de estatus
social. A pesar de lo anterior, de acuerdo con Margarita Anaya, Guadalajara es
el municipio con mayor número de parques, pero sin posibilidades para crear
nuevas áreas verdes.35 La reducción de estos espacios y la revalorización y
apropiación que la sociedad ha hecho de los mismos, llevó a que en el AMG
se conformara la Red Metropolitana en defensa de los parques, áreas verdes,
jardines, cerros, barrancas.36

Imagen 1. Reunión de la Red Metropolitana en defensa de los par-


ques, áreas verdes, cerros, arroyos, lagos, barrancas y bosques del Área Me-
tropolitana de Guadalajara

Fuente: Ivonne Álvarez Gutiérrez. Parque El Deán, Guadalajara, mayo, 2017.

34  Flor Beatriz Ruvalcaba Saucedo y Ana Isabel Ramírez Quintana. “Sustentabilidad hídrica y sistemas
de captación de agua de lluvia en parques del municipio de Guadalajara”. Ana Isabel Ramírez Quintana,
Margarita Anaya Corona et al. (comps.). Propuestas para la gestión de los parques en México 2012. México:
Orgánica Editores, 2013, p. 47.
35  De acuerdo con Anaya la superficie de parques con que cuenta cada municipio es de 52% en el muni-
cipio de Guadalajara, 29% en el de Zapopan, 7% en el de Tlaquepaque, 6% en los municipios de Tonalá y El
Salto. Margarita Anaya Corona. “Los parques urbanos y su panorama en la zona metropolitana de Guadala-
jara”. Revista de Vinculación y Ciencia. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, núm. 9 / 4, p. 10.
36  Agustín del Castillo. “Nace red en defensa de parques y espacios públicos”. Milenio. Guadalajara, 23 de
maro de 2017 (http://www.milenio.com/region/nace-red-defensa-parques-espacios-publicos-ayuntamien-
to-siapa-milenio-noticias_0_924508007.html), 2 noviembre 2017.

83
La conservación del patrimonio natural para el Área Metropolitana de Guadalajara: el caso de los parques

Imagen 2. Reunión de la Red Metropolitana en defensa de los par-


ques, áreas verdes, cerros, arroyos, lagos, barrancas y bosques del Área Me-
tropolitana de Guadalajara

Fuente: Ivonne Álvarez Gutiérrez. Parque El Deán, Guadalajara, mayo, 2017.

Los parques y áreas verdes que integran esa red son, en el municipio
de Guadalajara, el Parque El Deán, el jardín Mexicaltzingo, el Parque San Ra-
fael, la Barranca de Huentitán y recientemente el Parque Arboledas Sur; en el
municipio de Tonalá, el cerro de La Reina; en el municipio de Tlaquepaque, el
cerro de El Gachupín; en Zapopan, el Parque Arcos de Guadalupe, Parque Villa
Fantasía y Parque Ángel Zapopan Romero. Por su parte, en Ixtlahuacán de los
Membrillos, el Arroyo de Los Sabinos; y aun cuando no es parte del AMG, se
ha unido a este movimiento la defensa de El Cerro El Junco de Santa Cruz de
la Soledad, localidad del municipio de Chapala.
Sobre todos estos espacios públicos penden intereses privados, que
en algunas ocasiones han resultado en proyectos de urbanización con el be-
neplácito de las autoridades municipales o estatales en el caso de Chapala.
Además de la construcción de infraestructura municipal, tales como los vasos
reguladores en los parques El Deán y San Rafael, y la privatización del espacio
en beneficio de inmobiliarias en el caso de Arcos de Guadalupe, el cerro El
Junco, Parque Arboledas Sur, el cerro de La Reina, el Cerro del Gachupín y Jar-
dín de Mexicaltzingo son algunos ejemplos de perturbación de estas áreas.

84
Ivonne Álvarez Gutiérrez

Lo anterior logró la organización y movilización de los vecinos y usua-


rios de los espacios verdes, quienes emprendieron una diversidad de estra-
tegias para su defensa. Las primeras fueron legales acompañadas de movi-
lización social, tales como marchas, plantones y ferias de educación para la
recuperar las áreas verdes.
Esta defensa se ha llevado a cabo a costa y cargo de los vecinos, tan-
to en términos económicos como de inversión de tiempo, incluso de tranquili-
dad, además ha obligado a los vecinos a especializarse en temáticas legales,
en asuntos de planeación urbana, de flora y fauna, entre otras; esto en razón
de que manifiestan que el “espacio es nuestro, y nos deben informar las obras
o actividades que contemplan hacer las autoridades, tanto estatales como
municipales, ya que los perjudicados de sus planes e intereses seremos no-
sotros y nuestro espacio”.37
La Red surgió hace poco más de un año, en el mes de marzo de 2017,
con el objeto de hacer alianza y unir fuerza para la defensa de los espacios
verdes que les son cercanos y que representan para ellos calidad de vida,
esparcimiento, ocio, frescura, cultura, sólo por mencionar algunos. El trabajo
en Red los ha llevado a emprender una caravana de información, que son re-
uniones de denuncia que se llevan a cabo en cada uno de los parques –hasta
el momento se han realizado cinco caravanas–, en las cuales comparten opi-
niones sobre la problemática de cada espacio y generan nuevas estrategias
de intervención y apoyo.
El sentido de pertenencia, de arraigo y de identidad permea los dis-
cursos de los defensores del espacio verde. El valor de estos espacios está
lejos de ser económico, el valor que le atribuyen es comunitario, es decir, son
espacios de encuentro, de disfrute, de ocio, son lo más cercano que tienen de
goce de la naturaleza.

37  Entrevista a Gabriela Cervantes. Representante del parque San Rafael y miembro del Colectivo en
Rafael a defensa del Parque San Rafael. Realizada por Ivonne Álvarez Gutiérrez. Parque San Rafael, Guada-
lajara, Jalisco, 18 de noviembre del 2017.

85
La conservación del patrimonio natural para el Área Metropolitana de Guadalajara: el caso de los parques

Conclusiones

A manera de conclusión podemos aseverar que los parques, áreas verdes,


jardines, barrancas, cerros, cumplen una doble función, de tipo biológico y de
tipo social. Estos espacios son un constructo social y es la sociedad misma
la que les atribuye valores objetivos en razón de los servicios ambientales que
reciben de estos espacios, y subjetivos de acuerdo con intereses, experiencia,
vivencias individuales de cada persona.
Los requerimientos de una ciudad sostenible obligan a repensar en
los usos y destinos futuros de los parques, áreas verdes, jardines, en razón
de los beneficios tangibles e intangibles que brindan a la metrópoli y a sus
habitantes. Los escenarios de cambio climático en las ciudades demandan
una mayor atención a estos espacios por constituir zonas de recarga de acuí-
feros y reguladores climáticos.38 Esta es la razón por la cual las pautas de
crecimiento y desarrollo urbano sostenible, de acuerdo con la Declaración de
Quito, redundan en la promoción de jardines y parques como espacios multi-
funcionales que abonan a los compromisos de ciudades resilientes frente al
cambio climático.
El patrimonio natural urbano, áreas verdes, plazas, jardines, parques,
se concreta en una nueva forma de apropiación del espacio público que ha
sido resignificado por usuarios, vecinos, académicos, científicos, que buscan
su conservación y mejoramiento en beneficio colectivo en razón de los bene-
ficios que se obtienen de estos espacios.
Éste es apenas un acercamiento al proceso de reconocimiento y
reapropiación, en los ámbitos urbanos, de una nueva forma de patrimonio: el
natural.

38  Véase Kerstin Krellenberg et al. “Adaptación al cambio climático en megaciudades de América Latina”.
Santiago de Chile, CEPAL, 2013.

86
ENTORNOS URBANOS
EL PAISAJE URBANO HISTÓRICO SOSTENIBLE.
¿CONSERVACIÓN O RECONFIGURACIÓN?

Lourdes Gómez Consuegra


Marisabel Almeida Torrens
Universidad de Camagüey

Introducción

No siempre han estado vinculadas las nociones de patrimonio, sostenibilidad


y paisaje; por el contrario, la evolución del concepto de patrimonio cultural es
más larga y en la medida en que surgió la necesidad de conceptualizar su
contenido se asoció con nuevos atributos, como el de desarrollo sostenible
y más tarde el de paisaje, al ponerse de relieve la importancia del medioam-
biente para entender el papel de dicho patrimonio en la sociedad de hoy.
Durante el siglo XIX y el primer tercio del XX, la visión monumentalis-
ta del patrimonio hacía apreciarlo como algo completamente aislado de su
entorno; mientras tanto, las primeras ideas de conservación fueron desarro-
lladas individualmente por teóricos de diversas tendencias. Los trabajos de
Haussmann en París y Howard en Inglaterra hicieron que la ciudad histórica
comenzara a ser objeto patrimonial. Camilo Sitte y Gustavo Giovannoni fue-
ron los primeros en advertir la importancia del entorno o del ambiente en el
que se insertaba el monumento y con ello la noción de conjunto o de ciudad
histórica como patrimonio urbano, así se expresó en la Carta de Atenas de
1931: “Respetar la fisonomía de la ciudad”.1 La visión del paisaje en este
periodo fue de paisaje natural, geográfico o pictórico y la sostenibilidad no
constituyó un planteamiento teórico.

1  La Carta de Atenas, 1931, primer documento internacional de conservación y restauración. Lourdes


Gómez Consuegra (comp.) y Angélica Peregrina (coord.). Documentos internacionales de conservación y
restauración. Guadalajara: INAH-Conaculta, 2009, pp. 48-50.

88
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

El siglo XX se caracteriza por la toma de conciencia de amplias ma-


yorías sobre la ciudad histórica como objeto de conservación urbana, por
haber reconocido su valor testimonial para el carácter de la ciudad y la iden-
tidad cultural de sus habitantes, 2 así como las necesidades y expectativas
de sociedades cada vez más complejas, asentadas en territorios en continua
transformación.3 A partir de su primer tercio se abrió un paréntesis durante el
movimiento moderno –en el que la ciudad histórica se subvalora por obsole-
ta–; a ello se sumó la necesidad de intervenir con urgencia en las arrasadas
ciudades de las posguerras.
Las teorías de conservación se elaboraban por consenso internacio-
nal a través de reuniones, cartas y declaraciones, con la Carta de Venecia
de 1964 como documento doctrinal principal. La teoría del paisaje comenzó
a evolucionar hacia el concepto de paisaje cultural sin que se haya definido
previamente el de paisaje urbano, que se confunde en esta época con el de
morfología.
El siglo XXI posee una visión ambientalista y posmoderna, forjada
a partir de los conceptos de medioambiente y sostenibilidad enunciados a
finales del siglo XX, opuestas a la concreción palpable de “la ciudad dispersa
e informacional, más regional que metropolitana, en tensión entre la deses-
tructuración y la policentralidad”4 que encontramos hoy, donde la arquitec-
tura adquiere el sello de profesionales de fama convertidos en referentes
universales.
Sin embargo, se valoran los centros históricos urbanos como sis-
temas integrales, resultado de las relaciones históricas, geomorfológicas y
sociales, que tienen una estratigrafía física pero también de significados y
expresiones de diferente índole, donde el paisaje cambia por la influencia de
la dinámica social y se hace necesaria la sostenibilidad; se conceptualiza así
el paisaje urbano histórico.
La visualización de la ciudad histórica con sus componentes patri-
moniales: naturales y culturales, tangibles e intangibles, y la conservación
integral como paisaje urbano histórico que conserve el “espíritu del lugar”,
2  En el Coloquio de Quito, 1977, se define “centro histórico”. Ibid., pp. 307-309.
3  Orlando Campos. “Del paisaje a la ciudad”. Revista Bitácora Urbano Territorial. Bogotá, UNC, vol. 7, núm.
1, 2003, pp. 44-52 (https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4012894.pdf).
4  Jordi Borja y Zaida Muxí. El espacio público, la ciudad y la ciudadanía. 2ª ed. Barcelona: Electa, 2003, p. 8.

89
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

resulta mucho más rica y verdadera que la mera conservación física a la que
estábamos acostumbrados. Esta noción va más allá de la idea del edificio en
sí, para ahora implicar el lugar, la organización espacial, el perfil de la ciudad,
las visuales, las tipologías urbanas y arquitectónicas, la inserción de nuevas
arquitecturas, los espacios abiertos y públicos, la topografía, la vegetación,
las infraestructuras y hasta los detalles de diseño.
Sin embargo, el continuo deterioro al que está sometido tan impor-
tante patrimonio no renovable debe detenerse y dar paso a usos adecuados
que no excluyan a los residentes; que los espacios públicos, calles peatona-
les, parques y jardines, se adecuen a una función verdaderamente colecti-
va que refuerce la identidad cultural, la memoria histórica de la ciudad, con
elementos contemporáneos y de modernización de las infraestructuras que
aporten valores; teniendo en cuenta que el paisaje urbano histórico no es
tanto el que se hereda como el que se recibe moldeado por el tiempo, en la
superposición y yuxtaposición de nuevas arquitecturas y diseños urbanos
que han respondido a las necesidades de la ciudad en todos los tiempos y
que se perciben condensados en un paisaje urbano histórico reconfigurado
y sostenible.
Arribar al concepto de paisaje urbano histórico sostenible constituye
una nueva forma de enfocar la relación entre la conservación del patrimonio
y el desarrollo urbano, el entorno natural y socioeconómico –medioambien-
te–, integrados en la conservación, nueva arquitectura, el planeamiento y la
gestión, para dar respuesta a una interrogante principal: ¿se trata de conser-
vación en el sentido más ortodoxo? o ¿de la continuidad de la estratificación
que el patrimonio urbano ha venido aceptando en su devenir histórico? O sea,
la reconfiguración del paisaje con un mayor equilibrio entre la conservación
del patrimonio y el necesario desarrollo urbano.
Por ello, el presente trabajo se enfoca en el acercamiento al proceso
de construcción del concepto de paisaje urbano histórico y cómo la sosteni-
bilidad se integra y asocia al mismo.5

5  Lourdes Gómez Consuegra y Kirenia Pérez Justo. “Reflexiones sobre Patrimonio Cultural. Lo inmaterial
del centro histórico de Camagüey, Patrimonio Mundial”. Revista Apuntes. Bogotá, unc, vol. 24, núm. 2, 2012,
p. 263.

90
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

De la idea a la definición:
el concepto de paisaje cultural

Al tratar de esclarecer un concepto dentro del campo del pensamiento teóri-


co de la conservación, encontramos casi siempre un proceso que abarca un
largo periodo; así ha sucedido con el concepto de patrimonio cultural.6
Cualquier definición de paisaje implica un sujeto observador y un
conjunto de objetos observados o contemplados que generalmente osten-
tan cualidades visuales y espaciales; por tanto, posee determinados valores
asignados, que dependerán del constructo mental que se forme el sujeto
observador de la escena observada. Se entiende entonces al paisaje como
fenómeno cultural.
Pero el paisaje ha transitado desde su condición natural –geográfi-
ca–, que implica la observación desde cierta altura o distancia de un pano-
rama natural, percibido culturalmente y perceptualmente abarcable, descu-
bierto y representado inicialmente por la pintura, hasta el concepto actual
en su carácter polisensorial –visual, olfativo, táctil, sonoro–, de apropiación
personal, aplicado al paisaje urbano o cultural.7
Se enfatiza el carácter cultural del paisaje, o sea, las fuerzas objeti-
vas que articulan temporalidades en un espacio –forma de habitar un terri-
torio– revelado por la historia, integrado por los saberes de la cotidianidad y
plasmados en proyectos de planeamiento, económicos, políticos, jurídicos o
sociales. El principal protagonista es el paisaje urbano como proceso com-
plejo8 y su carácter también escalar, sistémico y holístico emergen como
necesidades epistemológicas ante el estudio de las ciudades y en particular
de los paisajes urbanos históricos.9

6  Ibid., p. 265. Véase Tabla 1.


7  Barbara Bender. “Landscapes and Politics”. The Material Culture Reader. Victor Buchli (ed.). Nueva York:
Berg, 2002, pp. 135-174.
8  Jean-Marc Besse. “Le paysage, espace sensible, espace public”. Meta: Research in Hermeneutics, Phe-
nomenology, and Practical Philosophy. París, vol. II, núm. 2, 2010, pp. 259-286.
9  José Manuel Mateo. La dimensión espacial del desarrollo sostenible: una visión desde América Latina.
La Habana: Editorial Científico Técnica, 2012.

91
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

Un punto de partida para el análisis es el conjunto de relaciones que


se dan entre el sistema de medioambiente10 sobre la base de la sostenibili-
dad, el sistema de patrimonio que comprende el natural y cultural (tangible e
intangible), y el sistema de paisaje que comprende el paisaje natural, el cul-
tural (rural y urbano) y el paisaje urbano histórico con una visión integradora.
En la primera mitad del siglo XX, las alusiones al paisaje son muy
limitadas y ambiguas, se refieren a conjunto, ambiente, entorno, contexto o fi-
sonomía; mientras que en la segunda mitad aluden a vistas internas y típicas
o a imagen urbana; se menciona el paisaje urbano sólo en dos documentos
internacionales (véase Tabla 1).11
El primero de ellos, que enfoca la noción de paisaje cultural, elabora-
do por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y
la Cultura (unesco) en 1962, no conceptualiza el paisaje cultural pero estable-
ce claramente la noción del mismo cuando expresa “la necesaria protección
de la belleza y el carácter de los lugares y paisajes, debidos a la naturaleza o
la mano del hombre que ofrecen un interés cultural o estético”.12
La Carta de Venecia de 1964, considerada la carta magna de la con-
servación, sólo hace referencia a que la conservación de un monumento im-
plica la de un marco a su escala,13 y se refiere al monumento en su contexto
más inmediato, muy limitado. Sólo cuando se realiza una nueva reunión en
Roma en 1981, el concepto de monumento se amplía a los sitios y conjun-
tos.14 Luego en 1983, en Eger, Checoslovaquia, se complementa el propio
texto, con criterios de silueta urbana, entorno creado y visualización desde
diferentes puntos de observación; la relación de lo construido, el verde cir-
cundante y las vistas internas y típicas de la ciudad.15 Estos elementos son
ampliados en la Carta de Washington de 1987, en la cual se establece la rela-
ción entre la conservación y el planeamiento urbano, integrado al desarrollo
económico y social.16

10  Integrados por los medios natural, construido y socioeconómico.


11  Normas de Quito, 1967. Gómez y Peregrina, op. cit., pp. 292-300; Carta de Brasilia, 1995, pp. 348-350.
12  UNESCO. “Recomendación relativa a la protección de la belleza y el carácter de los lugares y paisajes”.
París, 1962 (http://www.icomos-ciic.org/INDEX_esp.htm).
13  Carta de Venecia, 1964. Gómez y Peregrina, op. cit., p. 64.
14  Aclaraciones a la Carta de Venecia, Roma, 1981. Gómez y Peregrina, op. cit., pp. 70-73.
15  Complementación a la Carta de Venecia, Eger, Checoslovaquia, 1983. Ibid., pp. 73-75.
16  Carta de Toledo, 1986, o Carta de Washington, 1987. Ibid., pp. 75-77.

92
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

En la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural


y Natural, acordada en París en 1972 –documento de gran importancia– se
definen “conjuntos” y “lugares”.17 El documento no es demasiado explícito en
cuanto al paisaje cultural; la necesidad de establecer su definición se enuncia
veinte años más tarde en Santa Fe en 1992,18 y se introduce ese mismo año en
las Directrices Prácticas de la UNESCO y en la Convención de 1972.19
En la segunda mitad del siglo XX, algunos teóricos del urbanismo,
especialmente Kevin Lynch y Gordon Cullen, abordan el análisis de los fe-
nómenos visuales, perceptivos y de composición que ofrece la ciudad; se
acercan a una noción de paisaje urbano, pero no llegan a definirlo. En ese
sentido Cullen expresaba que, en su opinión, un edificio es arquitectura y dos
edificios son ya paisaje urbano.
Simultáneamente, en la década de los setenta del siglo XX se expu-
sieron los criterios de conservación integral que consideran el planeamiento
del territorio como parte indisoluble de la ciudad histórica,20 además de esta-
blecer el concepto de medio en el que se insertan los conjuntos históricos o
tradicionales, como un paso importante en el avance de la noción de paisaje
urbano21 que no llega a definirse en ningún documento internacional. Aldo
Rossi brinda análisis importantes en cuanto a las tipologías y el ambiente,
término muy utilizado y que critica.
Todavía en los años ochenta del siglo XX sólo se menciona el paisaje;
en la Carta de Florencia de 1981 se expone: “Un sitio histórico es un paisaje
definido, evocador de un acontecimiento memorable”.22 Habrá que esperar
más de dos décadas, durante las que se trabajó fuertemente a través de reu-
niones y congresos anuales –entre 1984 y 1993– para llegar a una definición
de paisaje cultural aceptada internacionalmente, y que se declarara el primer
sitio como Paisaje Cultural de la Humanidad.23 Hasta el año 2002 se llevaron
17  Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, París. Ibid., 1972, p. 96.
18  WHC-UNESCO. “16ª reunión del Comité de Patrimonio Mundial. Evaluación de la puesta en vigor de la
Convención del Patrimonio Mundial de 1972”. Santa Fe, Nuevo México, Estados Unidos, 1992 (http://whc.
unesco.org/archive/1992/whc-92-conf002-3f.pdf).
19  WHC-UNESCO. “Evaluación de la puesta en vigor de la Convención del Patrimonio Mundial de 1972”.
Santa Fe, 1992 (http://whc.unesco.org/archive/1992/whc-92-conf002-3f.pdf).
20  Declaración de Ámsterdam, 1975. Gómez y Peregrina, op. cit., pp. 111-117.
21  Recomendación relativa a la salvaguardia de los conjuntos históricos y sus funciones en la vida con-
temporánea. Nairobi, 1976. Ibid., p. 118.
22  Carta Internacional sobre Jardines y Sitios históricos, Florencia, 1981. Ibid., p. 131.
23  Tongariro National Park, Nueva Zelandia, fue el primer sitio declarado como paisaje cultural en 1993.

93
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

a cabo reuniones anuales de grupos de expertos para ajustar y precisar las


concepciones, establecer pautas y elaborar metodologías que ayudaran a
identificar de forma integral los paisajes.24 Peter Fowler25 elaboró un impor-
tante material sobre paisajes culturales que se presentaría en el taller prepa-
ratorio celebrado en Ferrara en 2002,26 con vistas a la conmemoración de los
treinta años de la Convención de Patrimonio Mundial.
El Consejo de Europa, en su reunión de Florencia en el año 2000, ela-
boró el Convenio Europeo del Paisaje, 27 que define el paisaje de forma gene-
ral y por su contenido indica la noción de paisaje cultural y, también de cierta
forma, el de paisaje urbano. Plantea también la gestión de los paisajes como
las acciones encaminadas, desde una perspectiva de desarrollo sostenible, a
garantizar el mantenimiento regular de un paisaje. Este convenio que se puso
en vigor en el año 2004, se ratificó posteriormente en Quebec en el 2008.28
A ello se han sumado otros componentes, como la clasificación de los di-
ferentes tipos de paisaje cultural: paisajes diseñados, evolutivos, fósiles, asociativos,
agrícolas, industriales, militares, artísticos, rutas, entre otros, que muestran la comple-
jidad de relacionar el componente tangible del paisaje –la tierra, el bosque, el agua, la
ciudad– y la intangibilidad de los componentes inmateriales, propios de este tipo de
patrimonio integrador. Todo ello va otorgando diversidad y precisión al concepto.
Asimismo, se introdujo el criterio de compromiso y participación ac-
tiva de las comunidades locales en la gestión y protección de los paisajes
culturales, que ya se venía aplicando para la conservación urbana en general.
A partir de la introducción de nuevos atributos que van dando pluralidad y
riqueza al concepto aparecen un gran número de documentos internaciona-
les que se enfocan a su precisión, como la autenticidad, 29 la sostenibilidad, 30

24  En Cuba, 1999, se inscribió el valle de Viñales; y en el año 2000 los cafetales de Santiago de Cuba.
25  Peter Fowler. “Paisajes culturales Patrimonio de la Humanidad, 1992-2002”. World Heritage Papers 6.
París: WHC-UNESCO, 2003 (http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001331/133121e.pdf).
26  “Cultural Landscapes: The Challenges of Conservation”. World Heritage Papers 7. Paris: WHC, UNESCO,
2002.
27  Consejo de Europa. Convenio europeo de paisaje. Florencia, 2000.
28  WHC-UNESCO. “Declaración de Quebec”. Quebec, 2008 (http://whc.unesco.org/uploads/activities/
documents/activity-646-2.pdf). Se ratifica el Convenio europeo de paisaje en más de 20 países y en algunos
como España se convierte en Ley.
29  Documento de Nara, 1994. Gómez y Peregrina, op. cit., pp. 153-155; Carta de San Antonio, 1996. Ibid.,
pp. 166-174. Recomendaciones del grupo de paisaje cultural.
30  Carta de Aalborg, Dinamarca, 1994. Ibid., pp. 155-160.

94
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

y uno de los aspectos importantes dentro de la complejidad del proceso: la


gestión. Aparece enunciada la vinculación de la sostenibilidad y la gestión de
los paisajes culturales:

[…] Los paisajes culturales que son Patrimonio de la Humanidad pue-


den constituir modelos de manejo paisajístico eficaz, de excelencia
de prácticas de conservación e innovación en la protección legal […]

[…] la sostenibilidad de los paisajes culturales sobre la base de pre-


servar las tradiciones culturales, la producción y los valores natura-
les.[…] y la participación de los sectores involucrados.31

En las Directrices Prácticas para la aplicación de la Convención, ac-


tualizadas en 2005, 32 se define con mayor precisión que los paisajes cultu-
rales son “bienes culturales que representan las obras del hombre y la natu-
raleza, en su evolución a lo largo del tiempo y en su adaptación al entorno
natural, mediante la actuación de fuerzas sociales, económicas y culturales,
externas e internas”.33
El paisaje cultural implica así, la diversidad de formas de interacción
entre el hombre y su medio ambiente natural, de diferentes tipos de paisaje,
de técnicas del uso de la tierra, de diversidad biológica y cultural, de relación
espiritual con la naturaleza, de relaciones económicas, políticas, jurídicas,
sociales, identitarias, culturales, geográficas y naturales que dan idea de su
alcance conceptual, para lograr identificar, proteger, conservar, rehabilitar y
transmitir sus valores.

31  UNESCO. “Reunión de expertos sobre paisajes culturales en el Caribe: estrategias de identificación
y salvaguardia”. Santiago de Cuba, 2005 (http://www.lacult.unesco.org/docc/Declaracion_paisajescultu-
rales_esp.doc).
32  WHC-UNESCO. “Directrices Prácticas, 2005”. Textos básicos de la Convención del Patrimonio Mundial
de 1972, pp. 23-206 (https://www.acguanacaste.ac.cr/images/documentos/TextosbasicosConvención
Patrimonio.pdf). Estas Directrices Prácticas se enunciaron en 1977 y se revisaron en 1992; como las cono-
cemos hoy se elaboraron en 1997 y se han ido perfeccionando paulatinamente en ediciones sucesivas, las
vigentes son de 2015.
33  WHC-UNESCO. “Directrices prácticas para la aplicación de la Convención del patrimonio Mundial,
2008”, p. 16 (http://whc.unesco.org/archive/opguide08-es.pdf).

95
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

Si algún atributo cobra importancia en el paisaje cultural es la parti-


cipación activa de los ciudadanos en su preservación y la relación que ello
guarda con el desarrollo sostenible enunciado desde 1986,34 y reiterado en la
Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992.35
La biodiversidad y la diversidad cultural son otros atributos que han
sido esclarecidos más recientemente, primero sobre la diversidad cultural,
en 2001, 36 y más tarde sobre la protección y promoción de la diversidad de
las expresiones culturales, 2005, 37 ya que en el propio carácter diverso de los
paisajes culturales puede estar asentada la pluralidad de expresiones cultu-
rales que el paisaje encierra.
Otra de las cuestiones que pluraliza el concepto de paisaje cultural
es su interpretación y relación con la autenticidad, la integridad, la responsa-
bilidad social y el respeto hacia el significado y el contexto cultural.38
En el concepto de paisaje cultural se han introducido nuevos valores
que otorgan amplitud y selectividad al mismo: arquitectónico, urbanístico,
arqueológico, antropológico, etnográfico, social, económico, entre otros. Una
de las nociones que pudiera considerarse dentro del sistema de valores de
los paisajes culturales es la conservación del espíritu del lugar, enunciado
primeramente en Brasil39 y ratificado en Canadá en 2008, y el significado que
ellos poseen, planteado en Xi´an, China, en 2005.40

Del paisaje cultural al paisaje


urbano histórico sostenible

El paisaje urbano es el resultado de la acción combinada de factores hu-


manos y naturales, cuya interacción en el tiempo, deja huellas visibles en el
medio urbano (véase Tabla 2):

34  Referencia básica del desarrollo sostenible: Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo. Co-
misión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo (cmmad) (Informe Brundtland), 1986. Gómez y Peregrina,
op. cit., p. 133.
35  Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992. Ibid., pp. 150-153.
36  Declaración universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural, 2001. Ibid., pp. 216-220.
37  Convención sobre Diversidad Cultural, 2005. Ibid., pp. 269-281.
38  Carta de Ename, 2005, pto. 3.4. Ibid., p. 267.
39  Declaración de Foz do Iguaçu, 2008. Gómez y Peregrina, op. cit., p. 376.
40  Declaración de Xi´an, China, 2005. Ibid., p. 282.

96
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

[…] Es evidente que dentro de los paisajes culturales excepcionales


están los paisajes culturales urbanos, que bien pueden ser considera-
dos socialmente como los más emblemáticos dentro de los centros
históricos, aunque también son los más difíciles de conservar por
la complejidad de intereses que confluyen en ellos y que tienden a
modificarlos constantemente.41

Ellos han evolucionado con una visión más abarcadora hacia los paisajes
urbanos históricos (PUH), teniendo en cuenta la historia, el contexto natural y el
medio en el que se asienta una ciudad o sector de ella. Se parte de la idea de que

[…] el paisaje urbano histórico adquiere su significado excepcional y


universal como un desarrollo territorial evolutivo, planeado gradual-
mente durante un período relevante de tiempo, por procesos de la
urbanización, incorporando condiciones ambientales y topográficas
y expresando valores económicos y socioculturales que pertenecen
a las sociedades.42

Teniendo en cuenta que el PUH es paisaje cultural, pero con una es-
pecificidad de gran interés y dinámica, la preocupación por el mismo surge
por la necesidad de definir el papel de la arquitectura contemporánea en las
ciudades y centros históricos. Si bien esa no es una problemática reciente,
el planteamiento de proyectos inarmónicos en el entorno en sitios del Patri-
monio Mundial provocó la reunión de Viena del 2005 y con ella la discusión
teórica del tema que había comenzado cinco años antes; la misma se cen-
tró en que el PUH debe ser visto desde un enfoque integrado que vincule la
arquitectura contemporánea, el desarrollo urbano sostenible y la integridad
del paisaje, sobre la base del tejido histórico, las edificaciones y el contexto
existentes;43 además buscó resolver la disyuntiva de si el concepto de paisaje
urbano histórico hace referencia a una nueva categoría patrimonial o a un

41  M. Antonio Zárate. “Paisajes culturales urbanos, un legado para conservar”. Anales de Geografía. Ma-
drid, Universidad Complutense de Madrid, vol. 30, núm. 2, 2010, p. 188 (http://revistas.ucm.es/index.php/
AGUC/article/download/AGUC1010220187A/30724).
42  WHC-UNESCO. “Memorándum de Viena”, 2005, pto. 12, p. 2 (http://whc.unesco.org/document/5965).
43  Ibid., pto. 5, pp. 1-2.

97
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

nuevo enfoque metodológico para intervenir en áreas urbanas patrimoniales.


Entonces el Memorándum de Viena del 2005 constituyó el detonador de una
nueva visión de paisaje.
El Memorándum expresa y precisa que el paisaje urbano histórico es:

[…] cualquier grupo de edificios, estructuras y espacios abiertos, en


su contexto natural y ecológico que constituyan asentamientos hu-
manos en un ambiente urbano a lo largo de un período considerable
de tiempo, y cuya cohesión y valor sean reconocidos desde el punto
de vista arqueológico, arquitectónico, prehistórico, histórico, científi-
co, estético, sociocultural o ecológico.44
[…] está compuesto por elementos definitorios del carácter que in-
cluyen usos y pautas de ocupación del suelo, organización espacial,
relaciones visuales, topografía y terreno, vegetación y todos los ele-
mentos de la infraestructura técnica, así como objetos de pequeña
escala y detalles de construcción.45

Especifica también el Memorándum que:

[…] se centra en el impacto del desarrollo contemporáneo sobre todo


el paisaje urbano con significación patrimonial, por lo que la noción
de paisaje urbano histórico va más allá de los términos tradicionales
de “centros históricos”, “conjuntos” o “alrededores”, a menudo usa-
dos en cartas y leyes de protección, para incluir el más amplio con-
texto territorial y paisajístico.46

Con ello se aclara que el concepto de paisaje urbano histórico impli-


ca dinámica urbana, transformación continua en el tiempo y está íntimamen-
te ligado con la sostenibilidad.

44  Ibid., p. 2. Cfr. concepto de conjunto histórico o tradicional de la recomendación relativa a la salvaguar-
dia de los conjuntos históricos y sus funciones en la vida contemporánea. Nairobi, 1976.
45  Ibid., pto. 8, p. 2.
46  Ibid., pto. 11, p. 2.

98
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

Los planteamientos de Viena fueron bien recibidos en Durban, 2005,47


y la Declaración sobre la conservación de los paisajes urbanos históricos, ba-
sada en el Memorándum de Viena fue aprobada en París, en 2005.48 Al año
siguiente, en Vilnius, Lituania,49 se valoró la inclusión de los sitios afectados
en la Lista de Patrimonio en Peligro, y consideró este enfoque para la eva-
luación de nuevas nominaciones y su inclusión en las Directrices Prácticas.
El taller desarrollado en Chandigarh, India, 2007, esclareció que el PUH, más
que un enfoque metodológico de conservación es un enfoque de gestión,
y que éste debería enriquecer los criterios de autenticidad e integridad de
dichas directrices.50
Los criterios del Memorándum de Viena fueron evolucionando a tra-
vés de ocho reuniones de expertos hacia la Recomendación sobre el paisaje
urbano histórico de 2011, la cual establece el paso de una concepción cen-
trada principalmente en los monumentos arquitectónicos hacia una visión
más amplia, que toma en consideración la importancia de los procesos so-
ciales, culturales y económicos en la conservación del patrimonio urbano;
por lo que debe acompañarse de la adaptación de las políticas existentes
y de creación de nuevos instrumentos para hacer realidad este enfoque. La
sostenibilidad es uno de ellos: “Se aspira a incrementar la sostenibilidad de
las intervenciones de planificación y diseño urbano”.51
La Recomendación precisa que el PUH es:

[…] la zona urbana resultante de una estratificación histórica de


valores y atributos culturales y naturales, lo que trasciende la no-
ción de “conjunto” o “centro histórico” para abarcar el contexto
urbano general y su entorno geográfico.

47  WHC-UNESCO. “Declaración y plan de acción de Durban”, 2005 (http://www.un.org/es/


durbanreview2009/pdf/ddpa_at_a_glance_sp.pdf).
48  WHC-UNESCO. Declaración sobre la conservación de los paisajes urbanos históricos, París, 2005.
49  WHC-UNESCO. “30ª Asamblea del WHC”. Vilnius, 2006 (http://whc.unesco.org/archive/2006/whc06-
30com-19e.pdf).
50  WHC-UNESCO. “Taller de gestión de paisajes urbanos históricos”. Chandigarh, 2007 (http://whc.
unesco.org/document/115808).
51  UNESCO. “Nueva vida para las ciudades históricas. El planteamiento de los paisajes urbanos históri-
cos”. París, 2013, p. 5 (http://unesdoc.unesco.org/images/0022/002209/220957s.pdf).

99
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

[…] Este contexto general incluye otros rasgos del sitio, principal-
mente su topografía, geomorfología, hidrología y características
naturales; su medio urbanizado, tanto histórico como contempo-
ráneo; sus infraestructuras, tanto superficiales como subterrá-
neas; sus espacios abiertos y jardines, la configuración de los
usos del suelo y su organización espacial; las percepciones y re-
laciones visuales; y todos los demás elementos de la estructura
urbana. También incluye los usos y valores sociales y culturales,
los procesos económicos y los aspectos inmateriales del patri-
monio en su relación con la diversidad y la identidad.52

En la noción de paisaje urbano histórico confluyen los objetivos de la


conservación del patrimonio urbano y los del desarrollo social y económico.
Es un planteamiento basado en la relación equilibrada y sostenible entre el
medio urbano y el medio natural, entre las necesidades de las generaciones
presentes y venideras y la herencia del pasado.
En Río de Janeiro, Brasil, 2013, se conceptualiza la recomendación
y la inclusión en la Directrices Prácticas de algunos criterios importantes
como que el PUH no sea considerado como una nueva categoría sino como
un nuevo enfoque metodológico; que el término tradicional de conjuntos de
edificios sea sustituido por el de sitios; y los de ciudad histórica y centros
históricos por el de patrimonio urbano.53 En París, en el año 2015, se informó
sobre la aplicación de la Recomendación donde se advierte que se debe

[…] utilizar el concepto de paisaje urbano histórico para promover la


integración, la consideración y la valoración de la cultura y el patri-
monio en las políticas y las estrategias de desarrollo urbano, tenien-
do en cuenta los valores y las tradiciones de los diferentes contextos
culturales en que se aplica este planteamiento holístico.54

52  UNESCO. “Recomendación relativa a la protección de la belleza y el carácter de los lugares y paisajes”.
París, 1962, ptos. 8 y 9, p. 3. (http://www.icomos-ciic.org/INDEX_esp.htm).
53  WHC-UNESCO. “Reunión de expertos sobre la inclusión en la Directrices Prácticas del Enfoque de
Paisaje Urbano Histórico”. Río de Janeiro, Brasil, 2013 (http://whc.unesco.org/document/135630).
54  WHC-UNESCO. “Informe sobre la aplicación por los estados miembros de la recomendación de 2011
sobre el paisaje urbano histórico, con inclusión de un glosario de definiciones”. París, 2015 (http://unesdoc.
unesco.org/images/0023/002352/235234s.pdf).

100
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

En la última década se han confrontado criterios para mayor clari-


dad del concepto, con ciertas polémicas en las que unos ven la ciudad o
el centro histórico como una parte del paisaje, como un todo más general
territorial –paisaje cultural–, y otros ven la ciudad como el todo, el paisaje
urbano su caso particular, y el PUH contenido en ellos.55 Para algunos resulta
un “concepto ambiguo y extremadamente complejo”56 y difícil de aplicar, ya
que constituye un concepto en proceso de construcción.
De esta forma, se ha ido construyendo y perfilando el concepto de
paisaje urbano histórico desde el paisaje geográfico y artístico, el paisaje
cultural, el paisaje cultural urbano y la sostenibilidad; como componentes
y atributos emergentes que se entretejen para llegar al concepto de paisaje
urbano histórico sostenible.
Sin embargo, esta conceptualización encierra tres claves que deben
puntualizarse: el carácter sistémico y relativo de las escalas del paisaje, el
paisaje como un todo general identitario (holístico),57 pero también como mu-
chos paisajes componentes y el paisaje como proceso histórico complejo.58
Comprendido así, el paisaje urbano histórico, como especificidad
del paisaje cultural en su escala más general territorial, y del paisaje cultural
urbano en su escala más particular, está constituido por elementos físicos
–culturales y naturales– y sociales, que tienen que ver con la ciudad o una
parte de ella, como puede ser su centro histórico. Entre los primeros se en-
cuentran los edificios o el ámbito construido en tres dimensiones con sus va-
lores patrimoniales tangibles o intangibles; el espacio superior atmosférico,
que implica la percepción desde cierta altura –quinta fachada–; los espacios
públicos o ámbito construido en dos dimensiones, espacios de estar y circu-
lar de la ciudad; los espacios naturales, ríos, vegetación y entorno natural, y
la gente que usa la ciudad, los edificios y los espacios. El paisaje constituye
un sistema complejo, abierto y dinámico, en el que los diferentes compo-

55  ICOMOS. “Foro sobre ciudades históricas y paisaje histórico urbano. Grupo de trabajo de países ibe-
roamericanos”, 2007 (http://www.todopatrimonio.com/pdf/cicop2010/26_Actas_Cicop2010.pdf). Cfr. Al-
fredo Conti: “Paisajes históricos urbanos”. Conferencia, 2009.
56  José. L. Lalana. “El paisaje urbano histórico: modas, paradigmas y olvidos”. Revista ciudades. Valladolid,
Universidad de Valladolid, vol. 14, 2011, pp. 15-38 (http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3720255.pdf).
57  UNESCO, “Reunión de expertos...”, p. 6.
58  WHC-UNESCO, “Memorandum de Viena...”, pto. 19, p. 4.

101
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

nentes cambian y se interrelacionan de forma diversa y poseen un sesgo


transversal de contenidos transdisciplinares, que se traslapan a los análisis
convencionales:

Es posible afirmar que la aplicación del enfoque del Paisaje Urbano


Histórico implica no sólo un cambio conceptual respecto a enfoques
tradicionales sino también un cambio de paradigma en cuanto a pro-
cesos, métodos e instrumentos de planificación y gestión.59

Por otra parte, el paisaje también está constituido por un ámbito pri-
vado que tiene, de hecho, un uso colectivo al poder ser observado y disfru-
tado; y el ámbito público, que es de propiedad pública pero también de uso
colectivo. Por eso es que entendemos el paisaje urbano histórico, por ese
ámbito general colectivo percibido como un todo que cualifica a la ciudad
como punto de encuentros sociales.
La percepción buena o mala de las partes que conforman el es-
cenario de la vida cotidiana –los ámbitos físico, espacio superior, público,
natural y la gente– condicionan determinada percepción estética del con-
junto del paisaje. Es indudable que se defienden valores de ciudad propios
del urbanismo, como la comodidad, tranquilidad, seguridad y accesibilidad,
pero también propios de la urbanidad, como la sociabilidad, solidaridad, los
comportamientos sociales, así como buenas condiciones de habitabilidad,
medioambientales y de calidad de vida, en el marco general de sostenibili-
dad; sin olvidar la belleza, la armonía y el orden que constituyen un orgullo
cívico y dan sentido de pertenencia a sus habitantes.
El conjunto de elementos que constituyen el paisaje urbano se per-
ciben como un todo que produce un efecto de belleza y dignificación visual
que hace que el ciudadano y el visitante tengan una buena impresión de la
ciudad en su conjunto. Pero el paisaje urbano no es solo imagen urbana,
es calidad de vida, rehabilitación del medio físico, pero también del social,
es incorporación de nuevas arquitecturas y diseños urbanos de calidad, es

59  Alfredo Conti. “La conservación y la gestión de las ciudades históricas desde la perspectiva del
Paisaje Urbano Histórico”. Buenos Aires, 2014 (conferencia) (http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/hand-
le/10915/50335/Documento_completo.pdf-PDFA.pdf?sequence=3).

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Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

mejoramiento de los inmuebles e incorporación de nuevos usos que actuali-


cen las necesidades de la ciudad contemporánea y realcen visualmente a la
misma, es buen urbanismo y urbanidad. “Llenar de contenido práctico y ope-
rativo, mediante medidas concretas, el concepto de paisaje urbano histórico
[…] es sin dudas, un potente desafío”.60
Así puede quedar concebido un modelo de paisaje urbano deseado, que
identifique de forma general a la ciudad, la haga competitiva y la coloque en el
mapa internacional. Elementos tan simples como el color de los taxis de Nueva
York, el uso de un tipo de pavimento en las aceras de Barcelona,61 el de las playas
de Río de Janeiro o la forma de rotulación de los edificios en México, han demos-
trado que pueden llegar a constituir elementos identificativos muy fuertes.
Pero también este paisaje general identitario contiene numerosos
paisajes, caracterizados cada uno de ellos a su vez, por su memoria, su es-
tratigrafía y sus propios componentes.
Paisajes que no se han conservado en el sentido ortodoxo del térmi-
no, se han moldeado en el transcurso del tiempo a través de las diferentes
etapas de evolución de la ciudad, que contiene la historia y el imaginario pro-
pio de la misma, que le ha otorgado identidad y reconocimiento. Por tanto, es
importante integrar al paisaje urbano tradicional que lleva consigo una logra-
da imagen urbana de la estratigrafía de la ciudad, los elementos contempo-
ráneos que puedan reconfigurarlo aportándole valores, tal como lo hicieron
las etapas históricas anteriores que han quedado sintetizadas en él y que se
expresan como proceso histórico complejo.62
Ahora bien, la problemática que dio origen a la discusión teórica so-
bre los efectos producidos por la inserción de nueva arquitectura en la ciu-
dad histórica63 y a la construcción del concepto de paisaje urbano histórico,
posee otra arista importante: la afectación o conservación de la integridad

60  Miguel Ángel. Troitiño Vinuesa. “El papel del turismo en la ciudad histórica en el marco conceptual
de la Declaración de Viena. Funcionalidades emergentes y retos para la conservación y la gestión”. Román
Fernández-Baca et al. El paisaje histórico urbano en las ciudades históricas patrimonio mundial. Sevilla:
Junta de Andalucía, 2009, p. 198.
61  Jaume Barnada et al. “La gestión de la imagen de la ciudad y su paisaje”. Rehabilitación de centros his-
tóricos y barrios degradados. Barcelona, Universidad Oberta de Catalunya, 2012 (material didáctico), p. 94.
62  WHC-UNESCO, “Memorándum de Viena...”, pto. 19, p. 4.
63  Marisabel Almeida Torrens. “Inserción urbano-arquitectónica en parcelas edificables del centro histó-
rico de la Ciudad de Camagüey”. Camagüey, Universidad de Camagüey, 2013 (tesis de maestría).

103
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

visual de la propia ciudad histórica.64 Así se plantean la protección de vistas


importantes,65 de corredores visuales o de zonas de visibilidad preferente,66
además de la necesidad de estudios de impacto visual.
Numerosos documentos se refieren a esta problemática –la Decla-
ración de Hanoi de 2009,67 o la de San Petersburgo, Rusia, de 2012–,68 y la
necesidad de encontrar instrumentos de análisis ha conllevado el uso de Sis-
temas de Información Geográfica (GIS o SIG) y las tecnologías de la informa-
ción y la comunicación para registrar, entender y exponer la compleja estra-
tificación de las zonas urbanas y los distintos elementos que las constituyen.
De todo lo analizado se considera importante insistir en dos cuestio-
nes que conforman una visión clave: el paisaje urbano más que conservación
requiere reconfiguración, precisa la integración de todos los mecanismos de
gestión que intervienen en él.
El desarrollo sostenible ha vuelto recientemente a la palestra interna-
cional con fuerza. En Doha, Qatar, 2014,69 se establecieron ocho puntos clave
del desarrollo sostenible relativos al patrimonio; y en París se aprobó en 2015
el documento Patrimonio Mundial y Desarrollo Sostenible,70 incorporado en
la Nueva Agenda Urbana de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas
sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III), desarrollada
en octubre de 2016 en Quito, Ecuador.71 Además, en Nueva York, en 2015,
la ONU analizaba los logros de los Objetivos del Milenio72 con vistas al do-
64  Marisabel Almeida Torrens y Marisabel Torrens Amador. “Impactos en el Paisaje Urbano Histórico
en la Ciudad de Camagüey. Análisis de las Vistas Relevantes en torno a los Hitos principales”. XI Simposio
Desafíos en el Manejo y Gestión de Ciudades. Camagüey, 2017.
65  WHC-UNESCO. “International World Heritage Expert Meeting”, Agra, India, 2013 (http://whc.unesco.
org/uploads/events/documents/event-992-12.pdf).
66  Juan Luis de las Rivas y Gregorio Vázquez. “El paisaje urbano histórico de la ‘ciudad Vieja’ de Salamanca,
claves para un plan de gestión”. Revista Ciudades. Valladolid, Universidad de Valladolid, vol. 14, 2011, p. 71.
67  WHC-UNESCO. “Declaración de Hanoi sobre paisajes urbanos históricos”, 2009 (http://whc.unesco.
org/document/128593).
68  WHC-UNESCO. “Documento de San Petersburgo”, Rusia, 2012 (http://whc.unesco.org/archive/2012/
whc12-36com-INF.19.pdf).
69  Los ocho elementos claves son: desarrollo económico inclusivo, sostenibilidad ambiental, paz y se-
guridad, resiliencia/reducción de riegos ante desastres, igualdad de género, comunidades locales, pueblos
indígenas y derechos humanos. Véase WHC-UNESCO. “38ª reunión del whc”. Doha, Qatar, 2014 (http://whc.
unesco.org/en/sessions/38COM).
70  WHC-UNESCO. “20ª Reunión de la Asamblea General. Patrimonio Mundial y Desarrollo Sostenible”.
París, 2015 (http://whc.unesco.org/archive/2015/whc15-20ga-13-es.pdf).
71  ONU. “Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible. Hábitat III”. Quito, 2016 (http://www.rumboahabitat3.
ec/docs/new-urban-agenda.pdf).
72  Comportamiento de los 8 objetivos enunciados en 2000. Véase ONU. “Informe de cumplimiento de
los Objetivos del Milenio”. Nueva York, 2015 (http://www.un.org/es/millenniumgoals/pdf/2015/mdg-re-
port-2015_spanish.pdf).

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Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

cumento “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo


Sostenible”,73 con 17 objetivos que garantizarán la sostenibilidad en los próxi-
mos quince años, presentado también en Hábitat III, 2016.

Conclusiones

El valor del paisaje urbano histórico sostenible como enfoque metodológico se sin-
tetiza al establecer la importancia y relación del planeamiento urbano y territorial,
la gestión, el urbanismo, la arquitectura, la conservación patrimonial, el paisaje y
la sostenibilidad, así como con la identidad cultural, ya que constituye “una nueva
forma de mirar la ciudad, su centro histórico y el entorno natural y construido, con
una visión integradora, en la gestión, la conservación y la planificación”.74
Aceptar que el paisaje cultural es también urbano o urbano-histórico y
además sostenible, permite actuar de forma integradora respecto de los compo-
nentes patrimoniales y sociales de una ciudad construida mediante la interacción
de sucesos que van dejando huellas, que no pueden ser borradas de forma defi-
nitiva, integrando así pasado, presente y un futuro inmediato que es visualizable.

73  ONU. “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, 2015” (http://www.
unctad.org/meetings/es/SessionalDocuments/ares70d1_es.pdf).
74  ICOMOS. “Carta de Zacatecas”, 2009 (http://conservacion.inah.gob.mx/normativa/wp-content/
uploads/Documento38.pdf), pp. 3-4.

105
El paisaje urbano histórico sostenible. ¿Conservación o reconfiguración?

Tabla 1. Evolución del concepto de paisaje cultural y su relación con


la sostenibilidad

Fuente: Elaboración propia.

106
Lourdes Gómez Consuegra Marisabel Almeida Torrens

Tabla 2. Evolución del concepto de paisaje ubano-histórico y su re-


lación con la sostenibilidad

Fuente: Elaboración propia.

107
PERMANENCIA Y CAMBIO EN “LAS COLONIAS MODERNAS”
DE GUADALAJARA

Estrellita García Fernández


Universidad de Guadalajara

Acaso os preguntéis por qué Axl no se dirigía a los otros aldeanos para
que le ayudasen a recordar su pasado, pero no era tan sencillo como pue-
da parecer. Porque en esta comunidad raramente se hablaba del pasado.
No pretendo decir que fuese tabú. Quiero decir que en cierto modo se
había diluido en una niebla tan densa como la que queda estancada sobre
los pantanos. Simplemente a estos aldeanos no les pasaba por la cabeza
pensar en el pasado, ni tan siquiera en el más reciente.
El gigante enterrado
Kazuo Ishiguro

Acerca del estudio

El interés por estudiar la permanencia y el cambio en las formas de vida de


“las colonias modernas” de Guadalajara desde el enfoque de la sostenibili-
dad, se funda en la evidencia de que ésta es una condición necesaria para el
desarrollo de las actividades humanas y no en la añoranza de ciertas prácti-
cas, imágenes urbanas y tipologías arquitectónicas, ni en el deseo de mante-
ner la pervivencia de dichas representaciones disociadas de la sociedad a la
que pertenecen en la actualidad.
En este sentido, cabe precisar que en el presente trabajo el término
sostenibilidad se emplea no como asunto independiente o propio, sino desde
la perspectiva del desarrollo sostenible o duradero como el medio para alcan-
zar la “realización de la existencia humana en todas sus formas y en toda su
plenitud”, esto es, “el desarrollo deja de ser un fin en sí mismo y la cultura, en
lugar de ser un medio para alcanzarlo, se reafirma como su finalidad última”.1

1  OEA. “La cultura como finalidad del desarrollo”. Documento para el Seminario de Expertos en Polí-
ticas Culturales. Vancouver, Canadá, 18 y 19 de marzo de 2002 (http://www.oas.org/udse/espanol/
documentos/1hub6.doc), mayo de 2017.

108
Estrellita García Fernández

Así pues, difiere de la noción de sostenibilidad que en sus orígenes concibió


la protección al medio ambiente y el desarrollo desde los “patrones económi-
cos y culturales de los países occidentales desarrollados”.2
De tal suerte, en este texto se analiza el proceso de transformación
arquitectónica, gentrificación y cambio de uso de suelo verificado en algunas
de las colonias modernas y residenciales de Guadalajara a partir de los años
treinta del siglo XX, pero sobre todo durante las últimas dos décadas del
presente siglo, cuando la mayoría de las transformaciones se han concebido
desde la “urbanización del capital”, 3 poniendo en riesgo la preservación de
formas de habitar en el presente –algunas de éstas de más larga data y otras
más recientes–, así como las formas de construir en la urbe jalisciense y, por
lo tanto, afectando parte de la memoria y bienes colectivos, sin los cuales
sería poco probable comprender el propio devenir de la sociedad tapatía, el
crecimiento de la ciudad y la participación de connotados constructores en
dichos ámbitos urbanos, en los que actualmente “la propiedad privada y la
tasa de ganancia [tienden a prevalecer] sobre todos los demás derechos”.4
Sin embargo, una comprensión de las permanencias y cambios en
“las colonias” implica hablar de capas de valor, como lo propone Jukka Jo-
kilehto, es decir, “más que proponer medir los valores patrimoniales, parece-
ría más apropiado evaluar el impacto de su reconocimiento. Los valores del
patrimonio pueden identificarse como capas de percepciones, asociadas a
diferentes aspectos o atributos del recurso patrimonial”.5
En consecuencia, centramos la atención en el reconocimiento de los
valores culturales y socioeconómicos que a lo largo del tiempo han estable-
cido distintos grupos sobre estas áreas, de acuerdo con sus procesos de

2  Esthela Gutiérrez Garza y Édgar González Gaudiano. De las teorías del desarrollo al desarrollo susten-
table. México: Siglo XXI-UANL, 2010, p. 124. Véase también ONU. “Informe de la Comisión Mundial sobre
el Medio Ambiente y el Desarrollo. Nuestro futuro común (o Informe de Brundtland)”. Oslo, 20 de marzo de
1987 y agosto de 1987 (http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/42/427), agosto de 2017.
3  David Harvey. Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana. Madrid: Akal, 2013,
p. 106.
4  Ibid., p. 19. Consúltese también CNDH. “¿Cuáles son los Derechos Humanos?” (http://www.cndh.org.
mx/Cuales_son_derechos_humanos), febrero de 2018.
5  Jukka Jokilehto. “Valores patrimoniales y valoración”. Trad. de Mariana Pascual, Valerie Magar, Gabriela
Peñuelas y Lucía Gómez-Robles. Revista de Conservación. México, INAH-Secretaría de Cultura, núm. 2,
julio de 2016, p. 27 (http://conservacion.inah.gob.mx/publicaciones/wp-content/uploads/2016/07/Conver-
saNum.2_2016_Joki_ValoresPatrim.pdf), febrero de 2018.

109
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

aprendizaje,6 lo que probablemente ayude más a explicar las ideas, proyectos


y actuaciones, que hacerlo sólo desde la perspectiva de los beneficios parti-
culares de cada grupo y/o la confrontación per se.

Establecimiento de las colonias

El establecimiento de las colonias modernas o residenciales en Guadalajara


a finales del siglo XIX, formó parte del proceso de crecimiento de la ciudad
hacia el poniente, es decir, producto de las prácticas sociales –abierta a to-
dos– espacializadas en un área contigua a los límites urbanos. Dichas funda-
ciones se llevaron a cabo sobre terrenos de propiedad privada, los cuales, en
su mayoría, habían sido utilizados como potreros, huertas o ranchos.7
Con la construcción de las colonias residenciales o “colonias catri-
nas del poniente”,8 como también se les llamó, se instituyó una nueva forma
de vida en la ciudad, a la vez que se afianzó la tendencia de segregación so-
cioespacial; esto es, se mantuvo la relación entre estrato socioeconómico y
ubicación en la traza urbana: hacia el noreste y sureste los barrios indígenas
fundacionales y varias de las nuevas colonias populares que se erigirían al
término de la primera década del siglo XX, mientras que el denominado pri-
mer cuadro de la ciudad y el poniente se destinaron, principalmente, para las
élites y los grupos con niveles de ingresos más altos.9
Los modernos asentamientos se establecieron en un momento de
relativa paz social y progreso de las élites urbanas frente al retraso del ám-
bito rural, aun cuando ciertos cultivos como el henequén, la caña y el agave
se beneficiaron de la penetración del capital en su proceso de manufactura
debido a lo atractivo que resultaba su transformación fabril en términos de
ganancia.10

6  Ibid., pp. 26-27.


7  Eduardo López Moreno. La cuadrícula en el desarrollo de la ciudad hispanoamericana. Guadalajara, Méxi-
co. Estudio de la evolución morfológica de la traza a partir de la ciudad fundacional. Guadalajara: Universidad
de Guadalajara, 1992, pp. 152 y 157.
8  Daniel Vázquez. “Las colonias catrinas del poniente”. Guadalajara: ensayos de interpretación. Guadala-
jara: El Colegio de Jalisco, 1989, p. 91.
9  Confróntese Plano de 1915. Idem.
10  José María Muriá (dir.). Historia de Jalisco. T. IV: Desde la consolidación del porfiriato hasta mediados
del siglo XX. Guadalajara: Gobierno de Jalisco, 1982, p. 93.

110
Estrellita García Fernández

Al inicio de las obras de las colonias Francesa (1898), Americana


(ca. 1900), Reforma (1904) y Moderna (1906), Guadalajara ya era uno de los
principales centros de población del país con casi 84,000 habitantes –los
residentes de Jalisco ascendían a 1,114,765 personas–,11 en buena medida
debido a la migración proveniente de diversas localidades del propio estado,
razón por la que “las pequeñas ciudades de Jalisco sufrieron en su mayoría
un estancamiento y hasta una reducción en el número de habitantes”.12 Este
proceso migratorio continuó en los siguientes años, de acuerdo con los re-
sultados de los censos de 1900 y 1910.
El trazo de las colonias residenciales estuvo influenciado por crite-
rios urbanísticos presentes en Europa desde la primera mitad del siglo XIX,
relacionados con la tradición utópica. En las primeras colonias, en cierta me-
dida, es posible apreciar ideales que se encuentran expresados en la obra
Sesame and Lilies de 1865 de John Ruskin (1819-1900): “Calles limpias con
campos libres en derredor; un cinturón de hermosos jardines y huertos, de
forma que se pueda llegar a ellos desde cualquier punto de la ciudad, en po-
cos minutos de paseo”;13 referencia literaria que, además del conocimiento
de las experiencias urbanas desarrolladas en países europeos entre 1890 y
1914, probablemente permitió al ingeniero Ernesto Fuchs (1860-1943), uno
de los promotores de la colonia Francesa, autodesignarse en 1931 como fun-
dador de la primera colonia higiénica en el país.14
Sin embargo, a diferencia de algunos experimentos urbanos euro-
peos, las colonias tapatías sólo fueron accesibles como lugar de residencia
para los estratos sociales altos y no para obreros o empleados; tampoco
pretendieron “ser autosuficientes y basarse en un equilibrio armónico entre
industria y agricultura”,15 como el movimiento de las ciudades jardín de Ebe-
nezer Howard (1850-1928), al menos hasta la fundación de la colonia Moder-

11  Entonces la ciudad de México contaba con 325,707 habitantes (Distrito Federal, 468,705) y la capital
poblana con 98,946 (total de la entidad 973,876). Ministerio de Fomento, Dirección General de Estadística.
Censo general de la República Mexicana. Distrito Federal y Estado de Puebla, 1895. México: Ministerio de
Fomento, Dirección General de Estadística, 1899.
12  Muriá, op. cit., pp. 18-19.
13  Leonardo Benevolo. Historia de la arquitectura moderna. Barcelona: Gustavo Gili, 2005, p. 382.
14  Daniel Vázquez. Guadalajara: ensayos de interpretación. Guadalajara: El Colegio de Jalisco, 1989, p. 97.
15  Benevolo, op. cit., p. 383.

111
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

na en octubre de 1906, en la que manzanas orientadas hacia el sur fueron


destinadas para la construcción de “fábricas, industrias y almacenes”, bene-
ficiándose de la cercanía de la vía ferroviaria en sus procesos productivos.16
Correspondió a la colonia Francesa encabezar el nuevo tipo de ur-
banización a partir de 1898 –probablemente el nombre se debió al origen
de alguno de sus inversionistas o a la tendencia del momento–.17 Para tal
efecto se formó la Compañía Jalisciense de Construcciones S.A., integrada
por los “señores Augusto Bec en representación de Fortul, Chapuy y Cía., An-
tonio Gas representando a L. Gas y Cía., Justo Fernández del Valle y Ernesto
Fuchs, estos últimos por sí mismos”.18 No obstante, el despegue constructivo
en dicha colonia ocurriría hasta 1903, después de desintegrada la Compañía
Jalisciense en 1899 y de que el ingeniero Ernesto Fuchs y el también ingenie-
ro Carlos F. de Landero adquirieron los terrenos que aún estaban en venta,
incluidas las áreas reservadas para las calles.19

Con esta expansión y primera sub-urbanización, con este lento tras-


lado de las clases dominantes […] hacia la periferia y hacia el po-
niente, se da también en Guadalajara un cambio del concepto de la
arquitectura tradicional […].
Gracias a esta transformación, que se advierte tímidamente
al principio en la colonia Francesa, se abandona el espacio central
del patio alrededor del cual se desenvuelve una casa generalmen-
te cerrada hacia el exterior, y se inicia la construcción de viviendas
compactas, rodeadas de jardín, abiertas hacia el exterior y que se ex-
panden internamente alrededor de un vestíbulo o circulación, casas
casi siempre resueltas en dos plantas.20

16  López Moreno, op. cit., p. 168.


17  En general, los nombres elegidos para las colonias corresponden con nociones de la época acerca
del progreso y sentido de distinción, incluso con las aspiraciones cosmopolitas de la élite residente en la
capital jalisciense: Francesa, Reforma, Americana, Moderna y West End (nombrada Poniente en los planos
de 1920 y 1926).
18  Vázquez, op. cit., p. 93.
19  Jesús Manuel Nájar Fierro. Ernesto Fuchs. Guadalajara: Arquitónica, 2016, pp. 107-108.
20  Vázquez, op. cit., p. 61.

112
Estrellita García Fernández

A partir de ese año, Fuchs no sólo fue uno de los propietarios de los
terrenos de dicha colonia, sino que también gestionó ante el Ayuntamiento
la conexión de los servicios de agua potable y drenaje; además de promover
en publicaciones periódicas la venta de lotes y las facilidades de financia-
miento, elaboró los contratos de compra-venta y se encargó de diseñar y
construir la mayoría de las obras en este asentamiento.21 De acuerdo con
una de las escrituras, los compradores estaban obligados a respetar ciertas
servidumbres:

El edificio que se construya deberá quedar a una distancia de la línea


de la calle, por el frente, que no sea de menos de cinco metros y
los límites laterales, por los costados, que no sea de menos de dos
metros y medio y deberá estar treinta centímetros más alto que los
rieles de la calle de la Merced [hoy Hidalgo], tomando el nivel en la
línea central del lote. En todo frente y quince metros hacia el fondo
en los costados deberá ponerse enverjado […].
También deberá […] construir lo más pronto posible, la ban-
queta del frente, en la calle, con machuelo de cantera y dos metros
de anchura.22

Los nuevos asentamientos fueron dispuestos para ser ocupados en


su mayoría por residentes de la ciudad, nacionales o extranjeros, con solven-
cia económica para adquirir los lotes. El precio variaba según el tamaño del
solar y la ubicación, por ejemplo, en 1899 los lotes ubicados en el poniente
de la colonia Francesa llegaron a costar 857.50 pesos; pero los localizados
más cerca de la traza fundacional de la ciudad, es decir, en la parte más
oriental, costaban 400 pesos en el mismo año.23 Los predios más grandes
en esta colonia eran de cinco mil metros cuadrados aproximadamente y los
más pequeños de doscientos.24

21  Nájar, op. cit., pp. 108-110.


22  Vázquez, op. cit., p. 95.
23  Ibid., pp. 94-95.
24  Nájar, op. cit., p. 35.

113
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

Según datos del catastro de la ciudad, en la colonia Francesa se de-


sarrollaron residencias en terrenos de más de cuarenta metros de frente por
casi setenta de fondo, e igualmente se llevaron a cabo proyectos de vivien-
das en lotes de veinte metros de frente por treinta o más de fondo. Por su
parte, el diseño de viviendas en la colonia Moderna pudo disponer de mayor
área, si tomamos en cuenta que algunos bloques de manzanas tienen una
superficie de doce mil metros, es decir, más del doble de las más grandes de
la Francesa.25
Los proyectos arquitectónicos admitieron elementos tipológicos y
espaciales de variadas influencias estilísticas, entre los que destaca el eclec-
ticismo, todavía del gusto de la élite tapatía y cultivado por varios de los más
conocidos constructores de la ciudad para esas fechas. Entre éstos sobresa-
len los ingenieros Luis Ugarte, Guillermo de Alba, Juan Nigg, Ernesto Fuchs
y Alfredo Navarro Branca, los dos últimos también encargados del trazado
y del fraccionamiento de la colonia Francesa y la colonia Reforma (1904),
respectivamente.
De esta suerte, en las nuevas colonias se dio continuidad a la bús-
queda de formas modernas por las que pugnaban los arquitectos e ingenie-
ros en los últimos años del Porfiriato, pero todavía lejos de las propuestas de
entendidos como Manuel Gargollo y Parra, quien, en una fecha tan temprana
como 1869, demandó la creación de un estilo nuevo pero “apropiado a nues-
tro país, a nuestras costumbres”, 26 que dejara de lado al eclecticismo, visto
entonces como un anaquel de donde se sacaban “motivos y modelos” que
abastecían a las obras arquitectónicas conforme se requería.

25  López Moreno, op. cit., pp. 156-170.


26  Ramón Vargas Salguero (coord.). Arquitectura de la revolución y revolución de la arquitectura. T. I, Vol.
IV: El siglo XX. Carlos Chanfón Olmos (coord. gral.). Historia de la arquitectura y el urbanismo mexicanos.
México: UNAM, 2009, p. 261.

114
Estrellita García Fernández

Imagen 1. Casa de la familia Navarro Branca, obra de Alfredo Navarro


Branca, 1918

Fotografía de Beatriz Núñez Miranda, agosto de 2017.

Recién iniciadas las obras en las colonias Francesa y Americana,27 reco-


nocidos ingenieros y profesores de la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalaja-
ra, como Gabriel Castaños y Ambrosio Ulloa, realizaron en 1902 sendas críticas
a las propuestas arquitectónicas que allí se materializaban. Para Castaños los
chalets y las villas que se levantaban en las modernas colonias del poniente de
la ciudad eran exóticos y no respondían a las condiciones locales;28 entretanto,
Ulloa señalaba que inmigrados de otras partes del país o del extranjero habían
introducido ideas ajenas al entorno, influenciados aún por los modelos de habi-
tación de su lugar de procedencia y sus costumbres, lo que resultaba
27  En 1904 esta colonia, “sin cambiar el nombre, adoptó también el de Porfirio Díaz”, según dan cuenta
varios planos del Registro Público de la Propiedad. López Moreno, op. cit., p. 161.
28  Gabriel Castaños. “La habitación en Jalisco”. Boletín de la Escuela de Ingenieros de Guadalajara. Gua-
dalajara, T. I, núm. 5, mayo de 1902, pp. 119-126.

115
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

[…] muy inadecuado para la localidad. Como no sería remoto, que


dado el espíritu de imitación que aún reina entre nosotros, se esta-
bleciera la tendencia al cambio de tipo de habitación, con grave per-
juicio de la salud y de la comodidad, nos apresuraremos a combatir
esas ideas presentando gráficamente nuestras habitaciones tipos.29

En 1931, Fuchs declaró que fue una sorpresa para los habitantes de Gua-
dalajara “fincar casas modernas [pues] hubo muchos disgustos entre la gente
poco amante del progreso y envidiosa y la Cía. Colonizadora, pero especialmente
conmigo, el fundador de la primera Colonia higiénica en la República Mexicana”.30
No obstante que en las colonias residenciales se instauraron nuevas
formas de habitar representadas en las obras arquitectónicas y en los ámbitos
públicos,31 la red viaria en la primera de estas colonias mantuvo la continuidad
de la traza urbana de la ciudad, es decir calles con ejes norte-sur. Sin embar-
go, los siguientes asentamientos residenciales –la Americana hacia 1900 y la
Moderna en 1906–, proyectaron sus calles con una orientación distinta a la del
primer cuadro de la ciudad, es decir, sin continuidad con la traza tradicional.32
La discontinuidad entre la traza de algunas de estas colonias y la de la
ciudad, motivó que el Ayuntamiento ya desde 1907 prohibiera que se empren-
dieran obras sin la previa aprobación de alineamiento, medida que tuvo poco
efecto al no reglamentarse; lo que se comprueba al revisar un documento de
1918 de la Comisión de Obras Públicas, en el que se informa al Ayuntamiento
de los efectos perjudiciales que este tipo de crecimiento había producido en la
traza ortogonal, cuyo diseño de la red viaria causaba problemas en el despla-
zamiento y la continuidad de la infraestructura y los servicios:

29  Ambrosio Ulloa. “La habitación tipo en Jalisco”. Boletín de la Escuela de Ingenieros de Guadalajara.
Guadalajara, T. I, núm. 9, septiembre de 1902, p. 43.
30  Vázquez, op. cit., p. 97.
31  Alicia Lindón. “La construcción social del territorio y los modos de vida en la periferia metropolitana”.
Territorios. Bogotá, Universidad del Rosario, núm. 7, enero de 2012, pp. 27-41.
32  Véase Plano de la colonia Moderna, propiedad de los Sres. M. G. Vizcayno y Hnos. Guadalajara, 1906.
Firmado por Guillermo de Alba, Guadalajara, abril de 1906.

116
Estrellita García Fernández

Cada propietario da a su colonia la orientación que mejor le parece


y más le conviene y acomoda, según sea la forma y configuración
de sus terrenos, la más de la veces muy irregulares, lo que ocasiona
que al unirse esas colonias con el resto de la ciudad se originan na-
turalmente multitud de salientes, ancones, rinconadas, zigzags […].33

Con seguridad, el nuevo diseño concebido por los fraccionadores


tuvo entre sus pretensiones, además de obtener la mayor ganancia posible
de sus terrenos, diferenciarse del resto de los asentamientos de la ciudad, lo
que también incluyó la realización en el espacio público de amplias banque-
tas y andadores que progresivamente fueron arbolados, y hasta la construc-
ción de una inédita glorieta en la colonia Moderna. Singularidad espacial y
simbólica que no pasó inadvertida para una empresa como la Compañía de
Tranvías, la que estableció una tarifa de doce centavos para el circuito Colo-
nias, el doble de lo que costaba entonces el recorrido San Felipe y Huertas.34
Una década después de iniciadas las obras de construcción de las
primeras colonias, el ritmo de crecimiento de la ciudad se hizo más lento, in-
cluido el de las áreas residenciales,; el ambiente de relativa paz del que había
disfrutado el país desde finales del siglo XIX se vio alterado con el inicio de las
luchas armadas correspondientes al movimiento de la Revolución Mexicana
en distintas partes del territorio nacional, y en la localidad a partir de 1914.
En este periodo se manifestaron aspiraciones de los grupos en disputa,
que develaron no sólo posturas ideológicas distintas sino grandes contrastes
entre las sociedades que habitaban el país. En el ocaso de la lucha civil tuvo
lugar la elaboración de un nuevo programa político que se plasmó en la Constitu-
ción de 1917, con énfasis social y anhelo de modernidad con un sustento nacio-
nalista que incidiría en múltiples ámbitos, incluidos los urbano-arquitectónicos.35
El retorno gradual a la normalidad también hizo posible volver la mi-
rada a las colonias de las clases acomodadas y a sus formas de habitar, tal
como lo refiere El Informador en la sección “Guadalajara Moderna”, de su
edición inaugural del 5 de octubre de 1917:

33  López Moreno, op. cit., p. 176.


34  El Kaskabel. Guadalajara, T. III, núm. 442, 12 de marzo de 1911, p. 4.
35  Vargas Salguero, op. cit., p. 27 y ss.

117
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

Nuestro primer número va dedicado a nuestra bella, a nuestra


buena ciudad que cada día se embellece, que a pesar de tantos
males como sufre la patria, tiene vitalidad para crecer y hermo-
searse, cual si estuviera en su primera juventud. El rinconcito
de nuestra Sultana de Occidente, que presentamos a nuestros
lectores, da una idea que tienen nuestras colonias en cuyos edi-
ficios reina el más refinado gusto. Cuando se pasea por ellas se
siente la atmósfera de ciertas ciudades americanas y europeas
donde flota una atmósfera de elegancia y arte. 36

Al despuntar los años veinte, el poblamiento de las colonias era ya un


éxito, sobre todo el de la Reforma que, según El Informador, era un orgullo de
la ciudad de Guadalajara,

pues casi la totalidad de las manzanas están vendidas y


muchas de ellas están ya totalmente construidas. Pero ese éxito no
es un producto de la casualidad […] en la Colonia se disfruta de una
temperatura agradable refrescada por los vientos del Poniente […]
en la actualidad el paseo favorito de nuestra sociedad, que por las
tardes, afluye a la hermosa Avenida Lafayette a respirar aire puro y
a descansar de la atmósfera asfixiante de la ciudad. Los domingos,
especialmente, cuando todo el mundo descansa, busca en la Colonia
Reforma la tranquilidad y el esparcimiento que no se obtienen en otra
parte.37

Para entonces era evidente que numerosas prácticas sociales se habían


arraigado en las colonias residenciales, algunas propias de la condición de los
grupos de élite: cenas, bailes, tés, competencias de esgrima, certámenes hípicos
y campeonatos de tenis en el Country Club de la avenida Vallarta, concursos de
natación y tenis en el Club Deportivo Guadalajara en sus salones de la colonia

36  El Informador. Guadalajara, 5 de octubre de 1917.


37  “La colonia Reforma, orgullo de la C. de Guadalajara”. El Informador. Guadalajara, 22 de febrero de
1925, pp. 1 y 6.

118
Estrellita García Fernández

Reforma;38 entretanto compartían otras con el conjunto de la sociedad, si bien


en estas áreas asumían estampas particulares, por ejemplo, la celebración de
las fiestas patrias y el desfile de carros alegóricos en sus amplias avenidas.39
Como en muchas partes de la ciudad, en las colonias fue cada vez más
habitual la presencia de peatones, bicicletas y tranvías eléctricos (ca. 1907) co-
habitando en el espacio público con vehículos de motor, los que desde 1904
recorrían las calles de Guadalajara y poco a poco habían impuesto un ritmo
más acelerado en el transitar cotidiano,40 además de numerosas quejas por
accidentes viales, las que gradualmente remplazaron a los de los tranvías.41

Transformaciones hacia la cuarta década del siglo xx

A finales de los años veinte era evidente la consolidación de las primeras colo-
nias llamadas modernas o higienistas antes mencionadas, así como el avance
de otras que poco a poco completaron el nuevo polígono residencial hacia el sur
y el poniente: Donato Guerra (1907), Jalisciense (ca. 1907), Obrera (1914) y West
End o Poniente (entre 1900 y 1911);42 a la par de ello, comenzaron a percibirse
cambios, tanto espaciales, relacionados con el fraccionamiento de lotes y el uso
de suelo, como formales, asociados con los elementos tipológicos y materiales.
Por estas fechas, las colonias fueron el lugar propicio para diversas
expresiones arquitectónicas, algunas más allegadas a lo que se entendió
como arquitectura nacional y otras que siguieron pautas de la arquitectura
moderna, esto es, desde las variantes eclécticas hasta el californiano, neoin-
38  “Festival deportivo en el Country Club”; “El Guadalajara Country Club invita a sus socios al festival hípi-
co”; “Fue brillantemente inaugurado el campeonato de tennis de 2.a fuerza”. El Informador. Guadalajara, 24
de julio de 1921, p. 3; 25 de mayo, p. 6; y 30 de diciembre de 1930, p. 4. “Se inauguran los eventos de frontón”
y “Baile”. El Informador, Guadalajara, 10 de diciembre de 1936, p. 5 y p. 6.
39  Vicente García Remus. Colonia Reforma. Guadalajara: Unión Editorialista, 2007, p. 157; “En radio espe-
cial va a efectuarse el combate de flores”. El Informador. Guadalajara, 15 de septiembre de 1932, p. 1; “Por el
Club Guadalajara”. El Informador. Guadalajara, 15 de septiembre de 1935, p. 12.
40  Véanse imágenes en Nájar, op. cit., p. 103 y ss.; y Plano general de la ciudad de Guadalajara. 1908.
Editado por Loreto y Ancira y Hno. Sucs.
41  El Kaskabel. Guadalajara, 23 de abril de 1911, t. IV, núm. 454, p. 3; “Graves accidentes” y “Una mujer fue
atropellada ayer por un tranvía”. El Informador. Guadalajara, 10 de octubre, pp. 1-2; 22 de noviembre de 1925,
p. 8; “Cuestiones de tránsito”. El Informador. Guadalajara, 20 de agosto de 1936, p. 3.
42  Véase Plano de la ciudad de Guadalajara. Dirección de Obras Públicas, 1920; Plano panorámico de
la ciudad de Guadalajara. Guadalajara, Talleres linotipográficos “La Mercantil”, 1926. Autor: Ing. Civil H.
G. Higley; y Plano de la ciudad de Guadalajara. Editado en 1936. Colonias como la Obrera, Jalisciense y
Donato Guerra finalmente fueron integradas a las colonias limítrofes más grandes o consideradas como
continuación de las primeras, tal como ocurrió con otras de la primera mitad del siglo XX. López Moreno,
op. cit., pp. 204, 220 y 222.

119
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

digenista, art déco, racionalismo austero, etc. Particularmente en Guadalaja-


ra se produjeron, a la par que dichas expresiones, obras con características
regionalistas que incluyeron elementos tradicionales de las “provincias mexi-
canas”, pero que también incorporaron componentes andaluces, mudéjares,
mediterráneos –edificaciones posteriormente clasificadas bajo la denomi-
nación de Escuela Tapatía de Arquitectura–;43 e incluso, al mediar el siglo XX
se dio cabida a la arquitectura funcionalista que fue apareciendo en varias
partes de la ciudad.
Muestra de las modificaciones de uso de suelo e introducción de
nuevos servicios en las viviendas son los diversos avisos de ocasión re-
lacionados con la renta de cuartos de asistencia y la venta de viviendas,44
así como los numerosos proyectos anexos a las solicitudes de licencias de
construcción presentados ante la Dirección de Planeación, Servicios Urba-
nos y Obras Públicas del Ayuntamiento de Guadalajara a partir de 1937.
Gracias a este registro de licencias de construcción se conoce el
nombre de muchos de los constructores que hicieron posible la materialidad
de tales cambios: Aurelio Aceves, Javier Camarena, Juan Jiménez Romo, J.
Jesús Acero, Salvador Ulloa, Juan Palomar, Carlos Ugarte, Enrique Martínez
Negrete, Pedro Castellanos, Juan José Barragán, Luis Barragán, Ignacio Díaz
Morales, Rafael Urzúa, entre otros;45 nombres que se añadieron a los de Na-
varro Branca y Luis Ugarte, por esas fechas todavía en activo.

43  Fernando González Gortázar. “La arquitectura contemporánea en Jalisco”. Revista de la Universidad de
México. México, UNAM, septiembre de 1975, p. 15 (http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/
index.php/rum/article/view/10197/11435), mayo de 2015; Estrellita García Fernández. “Textos introducto-
rios a la arquitectura regionalista tapatía”. Intersticios Sociales. Zapopan, El Colegio de Jalisco, núm. 14,
septiembre de 2017, p. 336.
44  “Avisos de ocasión”. El Informador. Guadalajara, 23 y 28 de junio de 1935, p. 8 y p. 4.
45  Archivo Municipal de Guadalajara (AMG). Licencias de construcción, 1937-1944. En la creación de la
base de datos de las licencias de construcción para la colonia Reforma y Francesa participaron los estu-
diantes Aída Aracely Urbina Méndez, Kenia Valeria Cornejo Márquez, Julia Alejandra Coss Barajas y Fabricio
Yael López Zúñiga, durante el verano de la investigación del Programa Delfín 2017.

120
Estrellita García Fernández

Imagen 2. Casa Quiñones de Castellanos y Martínez Negrete, 1931

Fotografía de Beatriz Núñez Miranda, agosto de 2017.

Imagen 3. Casa Aviña Bátiz de Juan José Barragán, 1939

Fotografía de Beatriz Núñez Miranda, agosto de 2017.

121
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

Algunas de las diferencias espaciales funcionales respecto de las


primeras décadas de construcción en las colonias competen a la fábrica de
más de una vivienda en un mismo lote –a veces con el empleo de muros
medianeros–,46 así como a la edificación de locales comerciales; por ejem-
plo, en 1938 se instaló la tienda La Colonia Abarrotes Finos, compartiendo
el predio con varias viviendas,47 y en 1947 la Abarrotera Vallarta –renombra-
da en 1949 como Abarrotes, Vino y Licores–.48 A estas transformaciones se
agregaron, en algunos proyectos habitacionales, el dibujo de distribución y
conexiones de electricidad y el diseño de varios cuartos de baño.
La construcción de conjuntos habitacionales en predios destinados en
principio a una sola vivienda, además de la inclusión de servicios no previstos en el
proyecto urbano, dan muestra de cambios en la forma de habitar en estos lugares,
los cuales habían sido concebidos para ciertos grupos sociales, con espacios que
permitieran la interacción entre sus miembros, por ejemplo, en glorietas y anda-
dores, y la circulación de peatones y medio de transportes, pero sin la diversidad
de funciones y servicios de la zona más antigua de la ciudad, a la que seguían
acudiendo para la adquirir bienes de consumo en los portales del centro, disfrutar
de funciones en el Teatro Degollado, asistir a oficios religiosos, etcétera.
Aunque con dichas transformaciones se buscaba un uso más rentable del
suelo y la satisfacción de determinados consumos, ello no significó, aún, el despla-
zamiento de la población original ni un cambio radical en las formas de interactuar.
Los bienes comunes urbanos destinados a ciertos grupos, con acceso a todos “pero
regulado”,49 todavía no se encontraban dominados por lógica de la máxima mercan-
tilización ni por la perspectiva de espacios y bienes públicos como se entienden hoy.

46  AMG. Proyecto de construcción de cinco casas de los ingenieros Castellanos y Martínez Negrete, exp.
100, 1937.
47  AMG. Proyecto de construcción de cuatro casas del ingeniero Alfredo Navarro Branca, exp. 72, 1939.
48  García Remus, op. cit., pp. 70-72.
49  Harvey, op. cit., p. 113.

122
Estrellita García Fernández

Imágenes 4 y 5. Proyectos de Castellanos y Martínez Negrete, 1937


y 1938

Fuente: Archivo Municipal de Guadalajara.

123
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

Imagen 6. Proyecto de Alfredo Navarro Branca, 1939.

Fuente: Archivo Municipal de Guadalajara.

Percepciones contemporáneas del recurso patrimonial

A partir de la segunda mitad del siglo XX, las colonias residenciales dejaron
de ser el lugar preferido para la innovación urbana y arquitectónica; la aten-
ción giró hacia nuevos fraccionamientos para los grupos con mayor poder
adquisitivo localizados en la periferia cada vez más lejana del centro de la
ciudad o en territorios de los municipios vecinos con los que la capital jalis-
ciense había iniciado su conurbación aproximadamente desde 1940.50
En el diseño de algunas de las nuevas áreas residenciales influirá
todavía el trazo de la ciudad jardín, caso de Chapalita en 1943, mientras que
otras tendrán su origen en urbanizaciones de tipo campestre y habitacional
jardín, como Lomas del Valle en la década de 1940 y Bugambilias a partir
1973,51 para luego, al finalizar el siglo XX, prosperar los fraccionamientos y
cotos cerrados, entre los que destacan Puerta de Hierro y Las Garzas.

50  Estrellita García Fernández y Beatriz Núñez Miranda. Crecimiento urbano y patrimonios. Santa Anita y
Toluquilla, dos pueblos en el Área Metropolitana de Guadalajara. Guadalajara: CUAAD, Universidad de Gua-
dalajara, 2017, pp. 14-19 (http://qartuppi.com/2017/CRECIMIENTO.pdf).
51  Beatriz Núñez Miranda. Zapopan, Tonalá y Tlajomulco de Zúñiga. Disyuntivas habitacionales de la zona
conurbada de Guadalajara. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2011, p. 71 y ss.

124
Estrellita García Fernández

A diferencia de las colonias “catrinas”, las áreas residenciales estable-


cidas de los años setenta en adelante se concibieron con algunos servicios
básicos y exclusivos. Los nombres dados a algunas de estas áreas, por ejem-
plo, Ciudad Bugambilias, las bardas perimetrales, los controles de ingreso y la
propia lejanía respecto de la ciudad tradicional, esquivaron la vieja discusión
acerca del requisito de continuidad de la infraestructura, los servicios y el des-
plazamiento; a la vez que inhibieron relaciones sociales y se dejó sentado que
los bienes comunes urbanos serían sólo para quienes habitaran el lugar.
En contraste con las áreas residenciales exclusivas, que negaban de
hecho el uso de los bienes comunes urbanos, las colonias modernas, ubica-
das cerca del centro de la capital jalisciense, con acceso fácil y sin restric-
ción en el uso del espacio urbano y los servicios públicos, fueron cada vez
más de interés comercial, máxime en los años ochenta, cuando la inversión
de capital en el crecimiento urbano se pensó como un negocio mucho más
seguro y redituable que la inversión en otros sectores económicos afectados
por la crisis de principios de dicha década.
Por estas fechas, algunos arquitectos, entre otros ciudadanos, mos-
traron su inconformidad al ver desaparecer fincas que ya se consideraban
patrimoniales, como la de la calle Justo Sierra, que provocó que

un grupo de tapatíos conscientes y responsables de su ciudad [firma-


ran] una carta colectiva en defensa del conjunto de las colonias ca-
trinas del poniente, que constituyeron una forma muy característica
del crecimiento y desarrollo urbano de una época de Guadalajara, las
que se vienen destruyendo inexorablemente.52
El modelo de desarrollo económico y social de la denominada Zona
Metropolitana de Guadalajara (ZMG),53 posteriormente renombrada como
Área Metropolitana de Guadalajara (AMG),54 demandaba desde finales de
los setenta un mayor número de intercambios y servicios, sobre todo en la

52  Vázquez, op. cit., p. 91.


53  Decreto número 9781/XLVIII/78 del Congreso del Estado. Incluía a Guadalajara, Tlaquepaque, Zapo-
pan y Tonalá.
54  Decreto número 23021/LVIII/9 del Congreso del Estado. Desde 2015 incluye a nueve municipios: los
cuatro iniciales, además de Tlajomulco de Zúñiga, El Salto, Ixtlahuacán de los Membrillos, Juanacatlán y
Zapotlanejo.

125
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

ciudad central, al igual que en nuevas áreas de viviendas, como resultado del
papel que jugaba “la unidad funcional metropolitana […] en el ‘proceso global
de producción, intercambio y competencia´.”55
De esta suerte, el crecimiento urbano de la periferia y la transforma-
ción de zonas consolidadas fueron un medio idóneo para absorber el exce-
dente de capital y obtener ganancias a partir de bienes comunes urbanos.
Cuestión que ha argumentado David Harvey, al asegurar que la “absorción del
excedente mediante la transformación urbana tiene empero un aspecto tene-
broso: ha supuesto repetidas rachas de reestructuración urbana mediante una
‘destrucción creativa’ que casi siempre tiene una dimensión de clase”.56
Al concluir el siglo XX, Guadalajara contaba con 1 646 319 habitan-
tes, cuya población económicamente activa se empleaba 65.61% en el sector
terciario, muy superior al 19% de 1940 y al 5% de 1895 –este último cercano
al inicio de la construcción de las colonias–.57 Por estos años, el AMG con-
centraba más del 60% de la población urbana de Jalisco.
Los últimos años del siglo XX pusieron en evidencia varios aspectos
de las otrora llamadas colonias modernas: por un lado, la necesidad de man-
tenimiento de los inmuebles y el envejecimiento de parte de su población
residente y, por otro, el valor comercial de los predios, a los que habían ido
teniendo acceso algunos empresarios por medio de la renta o venta de las
propiedades, cuyos dueños se desplazaban a otros sitios de la ciudad.
A partir de entonces, en muchas de las edificaciones localizadas en
las principales avenidas se aceleró el proceso de transformación de uso de
suelo e intervenciones en el partido arquitectónico, pocas veces tomando
en cuenta el criterio de nuevo uso adaptativo y, en la mayoría de los casos,
modificando las formas arquitectónicas de los chalets o casas aisladas, o
lo que es lo mismo, realizando una selección de elementos arquitectónicos
asociados con diferentes aspectos o atributos del recurso patrimonial, como
lo plantea Jokilehto, y erosionando el “material contradictorio”.58

55  García Fernández y Núñez Miranda, op. cit., p. 44.


56  Harvey, op. cit., p. 37.
57  INEGI. XII Censo general de población y vivienda 2000. Sistema de Integración Territorial (ITER). Aguas-
calientes: INEGI, 2000; Antonio Peñafiel. Censo de la República Mexicana verificado el 20 de octubre de 1895.
México: Ministerio de Fomento, Dirección General de Estadística, 1898.
58  Peter Krieger. Paisajes urbanos: imagen y memoria. México: UNAM, 2006, p. 57.

126
Estrellita García Fernández

El resultado ha sido la desaparición casi total de la función vivienda


y de los inmuebles que albergaban dicha función en avenidas como Chapul-
tepec, Hidalgo y Vallarta, donde son escasos los ejemplos que subsisten. La
generalidad de este repertorio que aún subsiste se encuentra en las plantas
altas de edificios hoy destinados a servicios: tiendas de ropa, bancos, ofici-
nas, escuelas, librerías, gimnasios, cafeterías, restaurantes y muchos bares,
unos identificados como cervecerías, otros como cantinas, tabernas o mi-
cheladas; lejos de la promesa de las autoridades municipales de incrementar
la oferta de servicios inequívocamente culturales.59
Con todo, las acciones más conflictivas han ocurrido en las dos últimas
décadas, cuando la zona de las colonias se convirtió en un lugar atractivo para
desarrollar proyectos de rehabilitación urbana y de redensificación, de acuerdo
con los planes parciales de desarrollo, en los que se ha privilegiado la dinámica y
los intereses del centro metropolitano frente a los locales. Dicho proceder parece
responder a la idea de que “los bienes comunes (como el derecho a la ciudad)”
pueden ser apropiados por el poder político, así como por empresas privadas.60
Como muestra de estas intervenciones se puede mencionar el pro-
yecto de rehabilitación de las vialidades anunciado en 2008 por el entonces
presidente municipal Alfonso Petersen Farah, trabajos que se han replicado en
la presente década –el último en 2016– con varios propósitos, entre los que
destaca facilitar la realización de actividades en la vía pública61 y, según el Plan
parcial de desarrollo urbano del subdistrito 07 de 2018 –que atañe a la mayoría
de las colonias modernas–, reparar daños causados por inundaciones.62 No
59  “Guadalajara riega arte por las calles” y “Corredor cultural arranca con poco público”. El Informador.
Guadalajara, 23 y 26 de enero de 2009, p. 9-B y p. 14-A; “Habrá inspecciones rigurosas en Paseo Chapulte-
pec”. El Informador. Guadalajara, 9 de diciembre de 2012, p. 6-A.
60  Harvey, op. cit., p. 135.
61  “Arranca remodelación urbana en Chapultepec” y “Concluirán en octubre obras de la avenida Chapul-
tepec”. El Informador. Guadalajara, 10 de enero de 2009, p. 3-B; 31 de mayo de 2009, p. 5-B; “Rehabilitación
de Chapultepec y Vallarta, cara y mal hecha: vecinos”. El Informador. Guadalajara 2 de enero de 2010, p. 3-B;
“El pavimento de Chapultepec, calculado para durar 20 años”, “Anoche, quejas, pero también tráfico fluido”,
“Obras en Chapultepec causan 10 minutos extra en traslados”. El Informador. Guadalajara, 18 de enero
de 2014, p. 1, p. 2-A y p. 3-A. Además de las intervenciones nombradas, en 2009 se contempló también la
peatonalización de la avenida Chapultepec, lo que finalmente no ocurrió. “Harán consulta popular para pea-
tonalizar Chapultepec” y “Sepultan peatonalización de avenida Chapultepec”. El Informador. Guadalajara, 12
de noviembre de 2009, p. 14; 26 de marzo de 2013, p. 4-B.
62  Ayuntamiento de Guadalajara. Plan parcial de desarrollo urbano. Distrito urbano 1 “Centro Metropolita-
no”. Subdistrito 07 “La Moderna”. Guadalajara: Ayuntamiento de Guadalajara, 2018, pp. 108-109 (http://cdn.
guadalajara.gob.mx/planesparciales/PPDU-D1SD07-La-Moderna.pdf), marzo de 2018. El Plan, como los
anteriores, excluye de este subdistrito a la colonia Francesa, la Poniente (nombrada Arcos Norte) y parte de
la Reforma; e incluye manzanas del oriente que no estaban comprendidas en planes anteriores.

127
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

obstante que entre 2010 y 2017 las inversiones de rehabilitación en esta zona
representaron más de 37% de las designadas al Distrito 01 “Centro Metropo-
litano” –$456’658,094.18 en la reposición de la superficie de rodamiento con
concreto hidráulico y $19’027,420.59 en la sustitución de banquetas–, sólo al-
rededor de 25% de la superficie vial se encuentra en buen estado.63
Por su parte, la propuesta de densificación de Guadalajara, contemplada
ya desde el Plan parcial de desarrollo urbano del subdistrito urbano 5 “Americana-
Moderna”, 2001-2003,64 ha posibilitado la construcción de complejos inmobiliarios
de más de doce niveles, como las torres Horizontes Chapultepec y Punto Centro,65
ignorando varios artículos del “Reglamento de conservación del patrimonio cultu-
ral urbano en el municipio de Guadalajara”, enunciado en el propio Plan.66
En el caso del proyecto Horizontes Chapultepec, la construcción de las
torres por el grupo español LAR –empresa con presencia en nueve países– impli-
có, entre otros cambios urbanos y sociales, el derrumbe de una finca patrimonial,
la Casa Maisterra, el 3 de octubre de 2009.67 Días después del suceso y ante la
presión de la Secretaría de Cultura del Estado y otros actores, el alcalde interino
Juan Pablo de la Torre declaraba que “la crujía del número 542 de Chapultepec no
fue demolida por la empresa constructora, sino ‘desmontada’, y que ya se firmó un
convenio entre la autoridad y la desarrolladora para ponerla en pie nuevamente”.68
“Horizontes Chapultepec [argumentaba casi un mes después] es una obra que
trae empleo a la ciudad, no perjudica a ninguno de nuestros monumentos”.69

63  Ibid., pp. 108-109 y 136.


64  Ayuntamiento de Guadalajara. Plan parcial de desarrollo urbano del subdistrito urbano 5 “Americana-Mo-
derna”. Distrito urbano “Zona 1 Centro Metropolitano”. Guadalajara: Ayuntamiento de Guadalajara, diciembre
2003. Gaceta Municipal, 20 de abril de 2004, p. 263 (http://transparencia.guadalajara.gob.mx/sites/default/files/
decreto_du1-sd05.pdf), mayo de 2017. Los planes 2003 que atañen a las colonias Poniente, parte de la Reforma
y la Francesa, pueden consultarse en el Plan del subdistrito 6 “Santa Teresita”. Distrito urbano “Zona 1 Centro
Metropolitano”; y en el Plan del subdistrito urbano 11 “Arcos Vallarta”. Distrito urbano “Zona 2 Minerva”.
65  “Horizontes Chapultepec. Inicia la construcción con la financiación de Ixe Banco”. El Informador. Gua-
dalajara, 19 de julio de 2009, p. 1-D; “Ignoran petición; van por dos torres en Casa Madona”. El Informador.
Guadalajara, 19 de enero de 2013, p. 6-B.
66  Plan parcial… subdistrito urbano 5…, p. 240 y ss.
67  “Factible, peatonalizar Chapultepec: Claudio Sáinz”. El Informador. Guadalajara, 13 de noviembre de
2009, p. 6-B; “Destruyen finca patrimonial en avenida Chapultepec”. El Informador. Guadalajara, 3 de octu-
bre de 2009, p. 7B; “Ignoran petición; van por dos torres en Casa Madona” y “Con aval del TAE derrumban
fincas”. El Informador. Guadalajara, 19 de enero y 16 de julio de 2013, p. 6-B y pp. 1 y 3-B.
68  “Consejo de Transparencia pide juicio contra Horizontes Chapultepec”. El Informador. Guadalajara, 14
de octubre de 2009, p. 4-B.
69  “Consejo de Transparencia pide detener obras en Horizontes Chapultepec”. El Informador. Guadalajara,
11 de noviembre de 2009, p. 6-B.

128
Estrellita García Fernández

Acaso para estas autoridades y los llamados desarrolladores, la percep-


ción de los atributos del recurso patrimonial sea, sobre todo, un asunto de locali-
zación en la traza de la ciudad, lo que permite juzgar a los elementos materiales
como bienes de consumo renovables,70 sujetos a técnicas de marketing y de pro-
moción: “En Horizontes Chapultepec tendrás todo a tu alcance”;71 publicidad que
avisos de ocasión recientes parecieran desmentir, si nos atenemos a la oferta de
remate de algunos de los departamentos del mismo edificio.72
Algunas de las razones argumentadas por las autoridades desde el inicio
de este siglo para realizar tales acciones han sido: revertir la tendencia de despobla-
miento del subdistrito urbano,73 incentivar la ocupación de las fincas para desalentar
la especulación, incrementar el número de viviendas mediante la levantamiento de
torres de departamentos y materializar programas de carácter integral para rehabi-
litación del Distrito Centro Metropolitano, su patrimonio y actividades, entre otras.74
Tales propuestas parecen más que contradictorias si se observa el ac-
tual estado de la zona: adecuaciones de poco o nulo valor arquitectónico en
muchos de los establecimientos comerciales instalados, reducida calidad y re-
petitiva oferta de servicios y entretenimiento, altos niveles de ruido, inseguridad,
eliminación de arbolados y éxodo de habitantes con arraigo en las colonias.
Los datos censales de 2000 y 2010 confirman esta migración. De
acuerdo con el primer registro, los habitantes del polígono de las colonias
residenciales sumaban 19 562; en tanto que el último censo consigna a 16
340 moradores, aproximadamente 17% menos.75

70  “Reconstruyen rasgos de Casa Maisterra”. El Informador. Guadalajara, 3 de febrero 2012, p. 6-B.
71  “Horizontes Chapultepec. Inicia la construcción de la segunda fase”. El Informador. Guadalajara, 30
de mayo de 2010, p. 1-D.
72  “Avisos de ocasión”. El Informador. Guadalajara, 29 de diciembre de 2017, p. 6-B.
73  El área del subdistrito en el que localizan la mayoría de las “colonias” modernas difiere entre el plan de
desarrollo de 2003 y el de 2018.
74  Plan parcial… subdistrito urbano 5…, p. 263; y Plan parcial… Subdistrito urbano 07…, pp. 95-97.
75  INEGI. XII Censo general de población y vivienda 2000 y Censo de población y vivienda 2010, op. cit.
El polígono de las colonias residenciales se delimitó con base en el plano de 1926; Plan parcial… Distrito
urbano 1: SU04 y SU07; y Plan parcial… Distrito urbano 2: SU07; además de la “Cartografía urbano rural 2016”
del INEGI. Se agregaron varias manzanas del Distrito urbano 1 SU04 y del Distrito urbano 2 SU07 porque
conciernen al área de las antiguas colonias residenciales y se eliminaron algunas manzanas del oriente del
Distrito urbano 1 SU07, porque, no obstante estar incluidas en el Plan parcial… como parte de dicho subdis-
trito, difieren las formas de vida y las tipologías urbano arquitectónicas del resto del polígono residencial,
mucho más después de la apertura de la Av. Federalismo.

129
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

No obstante que el Plan parcial… Subdistrito urbano 07 reconoce que


“la dinámica de transformación de los usos del suelo provoca una tendencia
al despoblamiento, es decir, que cuando se consolida el cambio de uso habi-
tacional al comercial, disminuye la población”, y que el número de habitantes
tenderá a reducirse en el corto y mediano plazo,76 también pronostica que
esta tendencia en dicho subdistrito podrá corregirse en poco más de una
década, de manera que hacia el año 2045 la población podrá aumentar hasta
llegar a los 19 058 residentes, de los cuales 4 875 serían nuevos vecinos.77
Este pronóstico es cuestionable si tomamos en cuenta que en el subdistrito
07 persiste el ímpetu de modificación de uso de suelo al igual que la migra-
ción de los habitantes: en el año 2000 residían en esta área 18 241 personas,
en tanto que para 2010 habían abandonado el sitio 3 205 moradores.78

76  Plan parcial… Distrito urbano 1: SU07, p. 97. Hoy aproximadamente 42% del suelo tiene una función
comercial y 37% habitacional. Ibid., pp. 117-118.
77  Ibid., pp. 97 y 128.
78  De acuerdo con el XII Censo general… 2000, en el área que se considera hoy como subdistrito 07 había
65 manzanas vacías y 245 habitantes en la más poblada. Por su parte, el Censo de población… 2010 refiere
70 manzanas vacías y 195 personas en la más poblada.

130
Estrellita García Fernández

Imagen 7. Polígono de las antiguas colonias residenciales

131
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

De acuerdo con el diagnóstico de las condiciones urbanas expuesto


en el Plan:

Para evitar el abandono del territorio, se deberá revertir la tenden-


cia con la implementación de políticas de repoblamiento, basadas
en la renovación urbana, el mejoramiento de la calidad del hábitat,
la movilidad urbana incluyente e incentivos al mercado inmobiliario,
y que a su vez tomen en cuenta las condiciones urbanas actuales
de la ciudad y el aprovechamiento de los diferentes entornos que la
conforman.79

Sin embargo, este instrumento de planeación, al igual que los planes


parciales de 2003 y 2015 –este último impugnado– y varios de los proyectos
urbanos llevados a cabo en las colonias, ponderan la escala ciudad metro-
politana y desatienden dinámicas locales. Persisten en el mismo proceso
esperando tener resultados diferentes.
Como bien lo describe Luis Vicente de Aguinaga, el argumento de
atraer nuevos residentes

[…] es solo una verdad a medias. En realidad, muchos de barrios y


colonias que oficialmente se consideran despoblados ya tienen su-
ficientes pobladores, en la medida que sus residentes fijos distan
mucho de ser los únicos en habitarlos. Para entenderlo basta con
aceptar que los comerciantes, profesionistas, empleados y presta-
dores de servicios […] también son habitantes, aunque de otro tipo,
de la zona en la que trabajan y a la que atraen a sus proveedores y
clientes.80

Al parecer, la evaluación de los cambios que han ocurrido a partir de


la modificación de usos de suelo e intervenciones urbanas y arquitectónicas,
dependen del cristal con que se mire: para los vecinos ha significado el de-

79  Plan parcial… Distrito urbano 1: SU07, p. 97.


80  Luis Vicente de Aguinaga. “Diez recorridos”. Beatriz Núñez y Angélica Peregrina (coord.). Patrimonio y
modos de vida. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2014, p. 126.

132
Estrellita García Fernández

trimento de su calidad y formas de vida, así como la pérdida de solidaridad y


apoyo mutuo; para algunos especialistas los problemas de las colonias, en
particular las afectaciones en el área de la avenida Chapultepec, se deben a
su éxito;81 mientras que para empresarios como el propietario del bar Casset-
te, “la zona de Chapultepec no es una zona residencial, sino que constituye
una mezcla de actividades que van desde los negocios y oficinas hasta los
bares y restaurantes”, según expresó a El Informador en 2011:

“Yo le pido a los vecinos tolerancia y diálogo, no estoy cerrado a co-


rregir aspectos que hagan la vida más cómoda para todos; sin em-
bargo, tienen que hablar conmigo”.
[…] el problema del ruido en Chapultepec no se debe única-
mente a las ondas sonoras emitidas por el bar sino que es una com-
pleja articulación entre calles, autos, bares, restaurantes y cafés.
Añade que la importancia de la generación de empleos de
lugares como El Cassette, que llegan a crear más de medio centenar
de puestos de trabajo. “Hay mucha gente que depende del bar, la
zona de Chapultepec se ha convertido en un destino turístico muy
importante. Lo único que logramos criticando la actuación de los ba-
res es reducir la posibilidad de generar empleos y fortalecer la pro-
yección de la zona en términos turísticos”.82

A los numerosos actores, grupos e instituciones que intervienen en


las otrora colonias modernas, se ha agregado otro litigante: el Tribunal de lo
Administrativo del Estado de Jalisco (TAE), organismo que no sólo ha resuel-
to a favor de inmobiliarias con argumentos legales, sino que ha favorecido
tensiones entre quienes abogan por el derecho a vivir en la zona y la conser-
vación de bienes patrimoniales con los que sostienen el derecho de llevar a
cabo nuevos proyectos, tanto del ámbito público como del privado.

81  Juan Palomar Verea. “Lafayette/Chapultepec: por unas instrucciones de uso”. El Informador. Guadala-
jara, 26 de noviembre de 2014, p. 8-A.
82  “Tolerancia y diálogo, pide empresario”. El Informador. Guadalajara, 14 de junio de 2011, p. 5-B.

133
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

La “festivalización” y las formas de vida

Lo cierto es que de poco ha valido la existencia de la Ley de patrimonio cultu-


ral del estado de Jalisco y sus municipios83 y el reglamento correspondiente;84
y menos la Ley federal sobre monumentos y zonas arqueológicos, artísticos
e históricos de 1972, para la cual sólo algunas de las obras realizadas en
las colonias tienen valor artístico, según el artículo 33 de dicha Ley; reco-
nocimiento de valor que no ha sido impedimento para que incluso obras de
Barragán, premio Pritzker de 1980, hayan sido modificadas o destruidas,85
con excepción de la Casa González Luna –hoy denominada Casa ITESO-
Clavigero– y la Casa Cristo –sede del Colegio de Arquitectos del Estado–,
ambas declaradas monumentos artísticos de la nación por la Secretaría de
Educación Pública (SEP), además de contar con el reconocimiento del Insti-
tuto Nacional de Bellas Artes (INBA) y de la Secretaría de Cultura de Jalisco
como inmuebles de valor artístico relevante.86
Las colonias representan hoy para el negocio inmobiliario y las acti-
vidades comerciales un área importante. Sin embargo, más allá de su cen-
tralidad y fácil acceso –factores considerados por los empresarios como ga-
rantía de éxito–, es la singularidad de estos asentamientos lo que los vuelve
un lugar de oportunidad para desarrollar proyectos, mismos que deberían ser
el resultado de la concertación de intereses y no únicamente de la eventual
utilidad económica: “Contra viento y marea, vecinos, lluvia y demás seguimos
siendo la mejor fiesta de la ciudad. 110 decibeles de fiesta”.87

83  Instituida mediante Decreto 17072, vigente a partir de febrero de 1998, la última modificación se rea-
lizó en agosto de 2014. Secretaría de Cultura, Jalisco. “Ley del patrimonio cultural y natural del estado de
Jalisco”(http://sc.jalisco.gob.mx/sites/sc.jalisco.gob.mx/files/ley_del_patrimonio_cultural_y_natural_del_
estado_de_jalisco_y_sus_municipios.pdf), julio de 2017.
84  Aprobado en 1999 y cuya última reforma se llevó a cabo el 20 de junio de 2015. Secretaría de Cultura,
Jalisco, “Reglamento Ley de Patrimonio Jalisco”(http://sc.jalisco.gob.mx/sites/sc.jalisco.gob.mx/files/re-
glamento_ley_patrimonio_jalisco.pdf), julio de 2017.
85  Omar Castañeda. “Arquitectura de Barragán, una joya en descuido”. El Informador. Guadalajara, 26 de
julio de 2010, 14-B.
86  Acuerdo 382 publicado en el Diario Oficial de la Federación, 3 de mayo de 2006; y acuerdo 383 publica-
do en el mismo diario, 9 de mayo del mismo año.
87  “Persiste contaminación auditiva de bares en zona Chapultepec”. El Informador. Guadalajara, 24 de
julio de 2011, p. 1-B.

134
Estrellita García Fernández

La “festivalización”88 de esta zona parece ser un gran descubrimiento de


ciertas autoridades y de algunos empresarios para la llamada “puesta en valor”
de las colonias. Algunas de las estrategias implementadas en estas áreas han
sido, además de las intervenciones urbanas y arquitectónicas, la intensificación
de actividades comerciales en la vía pública y los frecuentes cierres de vialidades
para la ejecución de conciertos, por ejemplo, en la avenida Chapultepec y en la
Glorieta de los Niños Héroes, probablemente siguiendo modelos desarrollados en
antiguas áreas industriales en desuso, por ejemplo, en ciudades como Barcelona.
Sin embargo, en áreas residenciales como las colonias, con sus pro-
pias dinámicas, algunas de escala local y otras metropolitanas, todavía no
se explica qué se entiende por puesta en valor y quiénes serían sus benefi-
ciarios, más allá de lo que parece obvio. En buena medida, el procedimiento
seguido aparente mayor vinculación con la conquista de la noche en ciu-
dades 24 horas o “ciudad 24/7”, en las que las principales actividades se
concentran en “la economía nocturna, especialmente sobre el sector de la
diversión”,89 que con la permanencia e incremento de los residentes.90
La perspectiva de modificar la actual situación está relacionada con la
creciente participación de los vecinos en la defensa del patrimonio,91 la difusión
de valores patrimoniales92 y las promesas de algunas autoridades de sancionar
a quienes inflijan daño al patrimonio edificado y afecten a los habitantes.93 Tal

88  Francesc González Reverté y Soledad Morales Pérez. Ciudades efímeras. Transformando el turismo
urbano a través de la producción de eventos. Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya, 2012, p. 23.
89  Ibid., p. 24. Al respecto también consúltese a Jordi Borja. La revolución urbana y derechos ciudadanos.
Madrid: Alianza Editorial, 2013, pp. 238-240.
90  Diego Petersen Farah. “Don Benito y los antros”. El Informador. Guadalajara, 13 de junio de 2011, p. 1.
91  “Vecinos exigen reconstrucción de la privada Zuno”, “Reabre bar Orage, presunto promotor de demoli-
ción de Privada Zuno” y “Vecinos al rescate de una casa”. El Informador. Guadalajara, 6 de abril, p. 10-A; 13
de abril, p. 8-B; 19 de diciembre de 2012, p. 6-B.
92  Alejandra Cordero et al. Manual de uso Lafayette. Guadalajara: Montenegro Ediciones, 2011; Ana Gue-
rrero Santos. “Juan Palomar indaga sobre la ciudad que queremos”. El Informador. Guadalajara, 27 de febre-
ro de 2012, p. 12-B; Juan Palomar Verea. “Lafayette/Chapultepec: por unas instrucciones de uso”. El Infor-
mador. Guadalajara, 26 de noviembre de 2014, 8-A; Juan Palomar Verea. “Historia del tocón extraordinario y
el Ayuntamiento: obras y consideraciones”. El Informador. Guadalajara, 26 de abril de 2017, p. 7-A.
93  “Prodeur ofrece apoyo para revocar licencias”. El Informador. Guadalajara, 14 de junio de 2011, p. 5-B;
“Autoridad promete sanciones ‘ejemplares’”. El Informador. Guadalajara, 12 de abril de 2012, p. 9-B; “Gua-
dalajara premia a la memoria”. El Informador. Guadalajara, 15 de febrero de 2013, p. 8-B; “Vecinos reclaman
seguridad” y “Antros del Centro, Chapultepec y Providencia, los más problemáticos”. El Informador. Gua-
dalajara, 3 de agosto, p. 2-A; 25 de octubre 2017, p. 7-A; “Refuerzan ‘cacería’ de motoladrones” y “Tapatíos
siguen siendo víctimas de motoladrones”. El Informador. Guadalajara, 5 de octubre de 2017, pp. 1 y 9-A;
“Guadalajara anuncia operativo de seguridad en Chapultepec” y “Se duplica robo de autopartes en Jalisco”.
El Informador. Guadalajara, 30 de septiembre, p. 8-A; 25 de octubre de 2017, pp. 1 y 6-A; “Cruzada contra el
ruido en la ciudad”, “Operativo en antros y bares; sancionan a 20 negocios”, “Operativo antirruido, cierran

135
Permanencia y cambio en “las colonias modernas” de Guadalajara

como algunos especialistas lo han reconocido: “Si no se genera un equilibrio de


convivencia entre negocios y vecinos, la gente se volverá a ir y entonces perde-
remos todo”.94
La intervención en la zona ha sido defendida desde el interés públi-
co, pero lo cierto es que dichas injerencias han facilitado la apropiación de
bienes comunes urbanos a grupos con intereses y percepciones del recurso
patrimonial distinto a los de quienes tienen arraigo en la zona: “Aunque ese
bien común culturalmente creativo no puede ser destruido por el uso, si pue-
de ser degradado y banalizado por un empleo desmedido”.95

Apunte final

Comoquiera, lo que desarrolladores inmobiliarios, comerciantes e incluso las


propias autoridades municipales han imaginado para el futuro de las colo-
nias, parece ir en la dirección opuesta a no comprometer el futuro, tal como
lo plantea la sostenibilidad.96 Las inversiones sociales emprendidas en estas
áreas desde hace más de cien años están comprometidas. Para cambiar tal
estado de cosas debe empezarse por incluir a la población de las colonias
en planes y proyectos, o sea, habrá que tomar en cuenta sus formas y vida
cotidiana –lo que hacen y cómo lo hacen–, lo que dará sentido a cualquier
intervención que se haga.
La participación debe ser real y efectiva; no como se concibe en los
planes parciales: con sesiones de “capacitación para los consejos sociales
y asociaciones vecinales registradas en el Municipio”, con talleres a los que
“asisten personas interesadas en aportar”, con diagnósticos a partir de pregun-
tas que de antemano conocen los encargados de la ciudad, por ejemplo: “¿cuá-
les son los principales problemas y necesidades en su colonia?”,97 o concluir

otros seis bares en el Centro tapatío”, “Forman frente contra negocios ruidosos que violan las normas” y
“Tras sanciones, bares combaten ruido”. El Informador. Guadalajara, 22 de marzo, p. 5-A; 22, 28 y 30 de
mayo, p. 1, p. 7-A y p. 6-A; 31 de julio de 2017, pp. 1 y 8-A.
94  “Lafayette, la joya patrimonial de Guadalajara”. El Informador. Guadalajara, 9 de agosto de 2011, p. 8-B.
95  Harvey, op. cit., p. 117.
96  ONU. “Informe de la…”, p. 11 y ss.
97  Plan parcial… Subdistrito urbano 07…, pp. 46-47.

136
Estrellita García Fernández

que el modelo de desarrollo urbano es sustentable porque se realizó bajo la


premisa de “impulsar el repoblamiento ordenado del municipio particularmen-
te en zonas de alta centralidad y corredores de transporte público”:98

Actualmente, el desarrollo es éticamente justificable sólo si es sos-


tenible cultural y ambientalmente y si se tienen en cuenta en su for-
mulación las diferencias culturales. En este sentido, el desarrollo
es positivo cuando se construye a partir de la negociación entre las
distintas culturas y cuando asegura que los procesos de planeación
sean colectivos y expresen los sueños y las identidades de los acto-
res por él beneficiados.99

Las colonias residenciales son parte de la memoria urbana y arquitec-


tónica colectiva. Son a la vez territorios urbanos donde tienen lugar formas de
vida en el presente, esto es, donde se llevan a cabo prácticas de identificación
colectivas de diversa índole –religiosas, civiles, artísticas, institucionales–, que
en definitiva dan sentido de comunidad y permiten la solidaridad y la partici-
pación en asuntos de interés social. En resumen, lo que “define la cultura de
cualquier formación social real”, cultura que surge de la vida cotidiana.100

Esto requiere una ofensiva política en dos direcciones, por un lado


[…] obligar al estado a esforzarse más en el suministro de bienes
públicos para finalidades públicas, y por otro la autoorganización de
poblaciones enteras para apropiarse, usar y complementar esos bie-
nes de forma que extiendan y mejoren las cualidades de los bienes
comunes reproductivos y medioambientales no mercantilizados.101

El futuro de las colonias depende de recurrir a salidas diferentes a las


ensayadas. El reto será encontrarlas.

98  Ibid., p. 169.


99  OEA, op. cit.
100  Terry Eagleton. La idea de cultura. Una mirada política sobre los conflictos culturales. Trad. de Ramón
José del Castillo. Barcelona: Paidós, 2001 (Contextos Ideas), p. 140.
101  Harvey, op. cit., pp. 135-136.

137
LA SOSTENIBILIDAD DEL CARÁCTER CULTURAL DE UNA COMUNI-
DAD. CRITERIOS DE DISEÑO URBANO

Francisco Antonio Ribeiro da Costa


Universidad de Lisboa

Introducción

Los seres humanos a lo largo de su existencia han consumido los recursos


del ambiente o del biosistema en el que habitan, casi siempre sin reabaste-
cerlo después. Por lo general, las sociedades primitivas se mudaban a áreas
donde pudieran utilizar sus recursos durante determinada temporada antes
de continuar su camino. Las consecuencias de este proceso fueron siempre
las mismas: el paisaje natural dio lugar a diferentes tipos de asentamientos,
incluidas las grandes ciudades, que presionan el medio ambiente.
Abordar la sostenibilidad implica encarar los efectos que la actividad
humana ha tenido sobre el equilibrio de la biósfera. El concepto ha evolucio-
nado a medida que se comprenden mejor los fenómenos y las consecuen-
cias de la inestabilidad ambiental.
En los años sesenta, apoyado en la teoría general de los sistemas
de Bertalanffy de 1937, surgió un modelo que describía la realidad mediante
la definición de un común denominador entre las ciencias naturales y so-
ciales; ello generó el paradigma del desarrollo sostenible. En un inicio, este
concepto se ocupó de los aspectos relativos al desarrollo económico y su
relación con la ecología; sin embargo, rápidamente fue evolucionando hacia
dimensiones más sociales al considerar los sistemas ecológicos, la eficien-
cia económica y la diversidad cultural de las sociedades.1

1  Véase M. Drack, W. Apfalter W. y D. Pouvreau. “On the Making of a System Theory of Life: Paul A Weiss
and Ludwig von Bertalanffy’s Conceptual Connection”. The Quarterly Review of Biology, núm. 82, 2007, pp.
349-373.

138
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

El concepto de sostenibilidad nació del informe de la ex primer ministro


de Noruega, Gro Harlem Brundtland.2 Pronto se introdujo en las diversas dimen-
siones de la vida de las sociedades, sobre todo, en las cuestiones relativas al
fenómeno urbano. Asimismo, derivada de esta noción, surgió la idea de que el
futuro tendría que ser construido por todos para permitir que las futuras gene-
raciones disfrutaran los recursos que nosotros compartimos en el presente. El
informe de World Commission on the Environment and Development considera
que el desarrollo sostenible debe concentrar toda su atención en la ecología, la
economía y en los aspectos sociales de las sociedades contemporáneas.3
Por otro lado, las condiciones básicas para el desarrollo sostenible
fueron definidas en 1992, durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro: la
prosperidad social, el incremento estable de la economía y la conservación
ambiental. Dichos aspectos se basan en los principios de la integridad del
ecosistema; en la equidad intergeneracional; en la subsidiariedad eficiente
de la economía, sociedad, ambiente global y local; y en la diversidad equili-
brada de las culturas actuantes en el escenario de nuestras ciudades.4 Hoy,
la noción de sostenibilidad abarca de manera sistémica los aspectos am-
bientales, económicos, sociales y culturales.5
Partiendo de esta noción, la principal preocupación del estudio ha sido
desarrollar un conjunto de criterios de diseño urbano con miras a que contri-
buyan en mayor medida al mantenimiento de la identidad urbana de los sitios.

La sustentabilidad cultural

Kluckhohn concibe a la cultura como una abstracción surgida a partir de


tradiciones comportamentales;6 no obstante, es posible encontrar más de
ciento cincuenta definiciones que tienen en cuenta aspectos como construc-
ciones lógicas, conductas aprendidas, ideas, estadísticas, mecanismos de
2  World Commission on Environment. Our Common Future: The Brundtland Report. Oxford: Oxford Uni-
versity Press, 1987.
3  K. M. A. Chan et al. “Where are Cultural and Social in Ecosystem Services? A Framework for Constructive
Engagement”. BioScience Journal, núm. 62, 2012, pp. 744–756.
4  David Throsby. Economics and Culture. Cambridge: Cambridge University Press, 2002.
5  Donovan D. Rypkema. The Economics of Historic Preservation: A Community Leader’s Guide. Washing-
ton: National Trust for Historic Preservation, 1994.
6  Clyde Kluckhohn et al. Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions. Nueva York: Vintage
Books, 1952.

139
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

defensa. Ante ello, es importante reflexionar que el ser humano manifiesta


comportamientos singulares, tanto físicos como psicológicos, al utilizar los
objetos con los que interactúa en su contexto inmediato.7
Los valores de una cultura forjan la vida cotidiana de una sociedad y
estimulan conductas necesarias para la interacción social sostenible y per-
durable. La preservación y reforzamiento de los valores culturales tangibles e
intangibles de una comunidad permiten el desarrollo de asentamientos diná-
micos donde sus miembros son valorados y desempeñan un papel principal
para el bienestar social y económico.8
Basta recordar que la sostenibilidad está conformada por cuatro pilares
fundamentales: economía, medio ambiente, sociedad y cultura; siendo esta úl-
tima la que soporta y cohesiona al resto creando vínculos duraderos. La cultura
cumple un papel fundamental en la vida de cualquier comunidad;9 es esencial
para el desarrollo de la sociedad puesto que define los objetivos que pretenden
alcanzarse; favorece la comprensión del desarrollo y controla el comportamien-
to de las comunidades en particular y de la sociedad en general.10
La cultura es una condición elemental para la sostenibilidad y man-
tiene una relación estrecha con el desarrollo;11 sin embargo, para que esa
relación sea efectiva, los líderes y diversos actores con cierto grado de in-
fluencia deberían cambiar su comportamiento, haciéndolo “sostenible”.12 En
otras palabras, la cultura proporciona una perspectiva respecto de la evalua-
ción de los impactos en el medio ambiente.13 Según K. Nurse, la cultura es la
dimensión central del desarrollo sostenible y debe ser integrada en las otras
tres dimensiones (social, ambiental y económica).14

7  L. A. White. The Evolution of Culture. Nueva York: McGraw-Hill, 1959.


8  V. S. Belando et al. “¿Ciudad creativa y ciudad sostenible?: un análisis crítico del ‘modelo Barcelona’ de
políticas culturales”. Revista Crítica de Ciências Sociais, vol. 99, 2012, pp. 31-50.
9  O. Parodi, I. Ayestaran y G. Banse G. (eds.). Sustainable Development – Relationships to Culture, Knowl-
edge and Ethics. Karlsruhe: KIT Scientific Publishing, 2011.
10  Agenda 21 de la Cultura, 2004 (http://www.agenda21culture.net/index.php/es/docman/agenda21/222-
ag21es/file), 5 de abril de 2017.
11  R. Hauser y G. Banse. “Culture and Culturality: Approaching a Multi-faceted Concept”. O. Parodi, I. Ayes-
taran y G. Banse G. (eds.). Sustainable Development – Relationships to Culture, Knowledge and Ethics. Karl-
sruhe: KIT Scientific Publishing, 2011.
12  C. Taylor “Building Cultures for Sustainability”. Oxford Leadership Journal, vol. 1, 2009, pp. 1–3.
13  Francisco Antonio Ribeiro da Costa. “Intervención holística y participativa del patrimonio”. Agustín
Vaca y Estrellita García (coord.). Procesos del Patrimonio Cultural. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2012.
14  K. Nurse. Culture as the Fourth Pillar of Sustainable Development. Londres: Commonwealth Secretariat,
Malborough House, Pall Mall, 2006.

140
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

De acuerdo con Hawkes,15 el bienestar y la sostenibilidad son dos


aspectos estrechamente vinculados con la cultura, mientras que la prospe-
ridad económica por sí sola no representa un bienestar integral. Al igual que
la biodiversidad es vital para los ecosistemas, la diversidad cultural y su sos-
tenibilidad es esencial para la supervivencia y prosperidad de la civilización;
por ello, la cultura debe ser considerada un factor esencial para el desarrollo
humano.
Entonces, los pilares en los que se basa la sostenibilidad se compo-
nen a su vez por los siguientes elementos:
 Equidad social: justicia, compromiso, cohesión y bienestar.
 Responsabilidad medioambiental: equilibrio ecológico.
 Viabilidad económica: prosperidad material.
 Vitalidad cultural: bienestar, creatividad, diversidad e innovación.16

Los diversos sitios que conforman una comunidad ofrecen un esce-


nario sociocultural auténtico y propicio para transmitir sus valores culturales
locales, y no sólo a los nativos, sino también a los turistas, independiente-
mente de sus propios valores. De este modo, somos capaces de asistir a
lo “diferente” y aprender a partir de él. Entender los atributos que le dan im-
portancia a determinado sitio, permite al forastero adentrarse en la cultura
del país, la región y sus manifestaciones;17 de otra forma, las personas sólo
permanecerían familiarizadas con el revestimiento de la memoria. Así, toda
cultura codifica el patrimonio material e inmaterial que ha producido según
sus propios códigos, forjados por generaciones correlativas en un espacio y
en un tiempo.
En consecuencia, el ejercicio intelectual que nos lleva a estudiar el
patrimonio de un país en particular debe ser reorientado y condicionado a un
mayor y más profundo conocimiento de su cultura y de su complejidad. Lo
que para una cultura es imposible, incomprensible, caótico, incierto o absur-
do, para otra puede ser su más evidente manifestación.

15  Jon. Hawkes. The Fourth Pillar of Sustainability: Culture’s Essential Role in Public Planning. Melbourne:
Common Ground, 2001.
16  Idem.
17  D. Dredge y J. Jenkins. “Destination Place Identity and Regional Tourism Policy”. Tourism Geographies,
vol. 5, núm. 4, 2003, pp. 383-407.

141
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

La visión etnocéntrica y europeizada del patrimonio cultural universal


debería dar paso a un punto de vista etnoantropológico de los testimonios
que los antepasados han dejado.18 Materialidad e inmaterialidad deberían ser
reunificadas para dar lugar a un nuevo paradigma ético, donde la globaliza-
ción fungiera como un vehículo de conocimiento que respetara las múltiples
diferencias culturales y no la causa de la homogeneización de los valores de
cualquier sociedad dominante.
Para forjar comunidades sostenibles es de suma importancia fo-
mentar la planificación local y la toma de decisiones desde un enfoque de
largo plazo, participativo y coherente. Duxbury et al. refieren que para lograr
la sostenibilidad de una comunidad es necesario tener en cuenta sus cuatro
pilares.19 Así, sostenibilidad cultural es, sin duda, el elemento que reconoce
la necesidad esencial de los seres humanos de participar de las actividades
culturales como homenaje al pasado colectivo y permitiendo a las futuras
generaciones comprender su experiencia.
Hoy asistimos a un movimiento que nos lleva a pensar en la sosteni-
bilidad de una manera más integral20 y a considerar el enfoque en los cuatro
pilares (modelo de sostenibilidad internacional).21 Cada vez más gobiernos
locales incluyen la cultura como cuarto pilar del desarrollo sostenible; por
ejemplo, en el documento final de la Conferencia de Desarrollo Sustentable
de Naciones Unidas, también conocida como Río+20, se proporciona una
plataforma internacional para incluir a la cultura en las políticas y prácticas
de desarrollo sostenible.22

18  Francisco Antonio Ribeiro da Costa. “Comprender la complejidad del patrimonio cultural”. Beatriz
Núñez y Angélica Peregrina (coord.). Patrimonio y modos de vida. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2014, pp.
23-42.
19  La responsabilidad ambiental, la salud económica, la equidad social y la sostenibilidad cultural. N.
Duxbury, S. Jeannotte, C. Andrew y M. Mateus. “Culture in Sustainable Communities: Improving the Inte-
gration of Culture in Community Sustainability Policy and Planning in Canada and Europe”. Ponencia pre-
sentada en International Conference on Cultural Policy Research, Culture, Politics and Cultural Policies,
Barcelona, 2012.
20  M. Bostrom. “A Missing Pillar? Challenges in Theorizing and Practicing Social Sustainability: Introduc-
tion to the Special Issue”. Sustainability: Science, Practice, and Policy, vol. 8, núm. 1, 2012, pp. 3-14.
21  Duxbury et al., op. cit.
22  United Cities and Local Governments (UCLG). “Local and Regional Governments Towards Rio+20”,
2012” (https://sites.google.com/a/uclg.org/rio20/who-we-are), 7 de abril de 2017.

142
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

El desarrollo sostenible se ha centrado en un marco ambiental


que da prioridad a la superación de los problemas de la degradación eco-
lógica. Como ya se dijo, las preocupaciones ambientales son parte del de-
sarrollo sostenible como uno de sus pilares; sin embargo, las reflexiones
contemporáneas consideran que el concepto ha madurado y que debe
tenerse en cuenta el desarrollo cultural, social y económico. De acuerdo
con este punto de vista, los impactos ecológicos de las actividades urba-
nas están influenciados y determinados por factores socioculturales; por
lo tanto, el desarrollo cultural sostenible es fundamental para garantizar
la conservación del patrimonio y la identidad cultural de los sitios.23
El patrimonio construido, al igual que el patrimonio inmaterial, están
vinculados con la sociedad y las actividades organizadas en un territorio
desde el origen del lugar.24 Las sociedades hodiernas deberían regenerar la
articulación patrimonial en aquellos espacios para permitir la conservación
del carácter del legado integral. Para eso, es imprescindible mantener o
sostener los patrones culturales que representan los valores que produje-
ron esos activos, mediante la rehabilitación de ciertas actividades que con-
tribuyeron a dicho patrimonio local, haciéndolas económica y socialmente
viables y rentables. En cambio, los Estados persisten en generar políticas
obsoletas e incoherentes que no contribuyen a que la cultura de un sitio se
manifieste de manera viva.
Véase el caso de Alfama, uno de los barrios históricos de Lisboa;
ahí, la demanda desenfrenada de vivienda local para alquilar a los turistas
ha tenido como consecuencia la deserción de las nuevas generaciones na-
tivas. Este tipo de acciones son inadecuadas, pues producen a largo plazo
la evanescencia de la cultura local. Otro fenómeno recurrente es la extin-
ción de los pueblos o aldeas que alguna vez fueron el soporte vivo de la
cultura y de la economía, debido al envejecimiento gradual de la población
y a la migración de la gente joven hacia las grandes ciudades por falta de
alternativas laborales.

23  D. K. Shehayeb y Derya Oktay. “Socio-Cultural Sustainability: A Conceptual Overview and the Case of Istanbul
in a globalizing world”. Actas del International Symposium on ‘Sustainable Environments in a Changing Global
Context: Identifying Opportunities for Innovative Spaces and Practices in Contexts of Crisis, La Coruña,
2013, p.33.
24  Da Costa, op. cit., 2015.

143
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

Criterios para la sostenibilidad del carácter


cultural de los espacios urbanos

El contexto
Desde la aparición del pensamiento posmoderno, prácticamente se conside-
ró que cualquier discusión avanzada en los tratados de arte guardaba fuer-
tes similitudes con las lenguas, sobre todo en la narrativa influenciada por
pensamientos de Lacan y los lingüistas del deconstructivismo.25 Esta idea,
en realidad, nació dos décadas atrás con John Dewey, quien argumentaba lo
siguiente en El arte como experiencia:

Puesto que los objetos de arte son expresivos, constituyen un len-


guaje. En realidad son muchos los lenguajes, pues cada arte tiene su
propio medio y este medio es especialmente adecuado para una cla-
se de comunicación. Cada medio dice algo que no puede ser dicho
bien y completamente en otra lengua. Las necesidades de la vida dia-
ria han dado una superior importancia práctica al modo de comuni-
cación que es el habla. Desgraciadamente, este hecho ha provocado
el nacimiento de la impresión generalizada de que los significados
expresados en arquitectura, escultura, pintura y música pueden ser
traducidos en palabras con poca o ninguna perdida. De hecho, cada
arte habla un idioma que trasmite lo que no puede decirse en otra
lengua sin tener que variar substancialmente.26

Nelson Goodman, en Los lenguajes del arte, 27 propone cuatro idiomas


para que el arte funcione de manera adecuada: la representación, la descrip-
ción, la ejemplificación y la expresión; éstos demuestran colectivamente que
el arte tiene un poco de mérito cognitivo. Con base en estas premisas, el
contexto del presente estudio se enmarca dentro de la disciplina del diseño
urbano, el cual tiene su propio lenguaje y terminología.

25  Jacques Lacan. Escritos. Trad. de Vera Ribeiro. Rio de Janeiro: Zahar, 1998.
26  J. Dewey. El arte como experiencia. Barcelona: Paidós, 2008 (Estética 45), p. 119.
27  Nelson Goodman. Los lenguajes del arte. Barcelona: Seix Barral, 1976.

144
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

Esta investigación parte de la perspectiva holística y humanística del


diseño urbano de la sociedad occidental y su principal preocupación fue, como
ya se mencionó, desarrollar un conjunto de criterios de diseño urbano que garan-
tizaran con mayor exactitud y eficacia el mantenimiento de la identidad urbana
de los sitios. Utilizando como soporte físico la ciudad de Lisboa, Portugal, se
eligieron cinco estudios de caso como ejemplos de espacios y comunidades
bien caracterizadas, que podían expresar un mayor sentido de cohesión cultural.
El trabajo se limita a los conceptos emergentes posmodernos del diseño
urbano que se consolidaron en el colectivo erudito Occidental, particularmente en
el contexto cultural mediterráneo. Esta investigación define de manera sistemáti-
ca un conjunto de criterios socioculturales, esenciales para beneficiar y robustecer
a las comunidades y para que alcancen una interacción cultural sostenible.
El cuerpo teórico y filosófico de este trabajo se apoya en los tres en-
foques principales de la disciplina de diseño urbano:28
 El Racionalismo, que inicia y, en ocasiones, concluye con planos geomé-
tricos puros.
 El Empirismo, que empieza por la preocupación de lo que los sentidos
humanos experimentan o deberían experimentar.
 El Pragmatismo, que descubre lo que debe hacerse a través del método
heurístico del ensayo y error.

Las metodologías
Los arquitectos y los teóricos de la arquitectura de las últimas cuatro déca-
das han reflexionado acerca de cuál es el enfoque más apropiado para abor-
dar el diseño urbano.29 La preocupación por la sostenibilidad llevó a precisar
principios que tener en cuenta en el desarrollo de las ciudades;30 mientras
tanto, muy pocos se ocuparon de las relaciones entre el diseño urbano y los
28  Geoffrey Broadbent. Emerging Concepts in Urban Space Design. Londres: E & FN Spon, 1990. El Racio-
nalismo y el Empirismo desempeñan un papel fundamental en los conceptos teóricos del Posmodernismo.
29  L. Krier. “The Reconstruction of the European City”. Robert Delevoy (ed.). Rational Architecture. Bruse-
las: AAM Editions, 1978; S. Peterson. “Urban Design Tactics”. Roma Interrota. Londres: Academy Editions,
1979 (Architectural Design, 49); A. Rossi. “The Architecture of the City”. Cambridge: MIT Press, 1982; K.
Lynch. Good City Form. Cambridge: MIT Press, 1984; R. Trancik. Finding Lost Space. Londres: Van Nostrand
Reinhold, 1986.
30  T. Elkin, D. Mclaren y M. Hillman. Reviving the City: Towards Sustainable Urban Development. Londres:
Friends of the Earth with Policy Studies Institute, 1991; J. Brugmann. Managing Human Ecosystems: Prin-
ciples for Ecological Municipal Management. Toronto: ICLEI, 1992; H. Girardet. Cities: New Directions for Sus-
tainable Urban Living. Londres: Gaia Books, 1992; A. Blowers (ed.). Planning for a Sustainable Environment.

145
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

aspectos sociales, culturales o económicos de las comunidades.31 Hoy po-


demos verificar la aportación real del movimiento posmoderno que permitió
el cambio definitivo de paradigma en los abordajes sobre el espacio urbano.
Respecto a la necesidad de encontrar reglas básicas de diseño urba-
no existe una divergencia bibliográfica. Por un lado, esas reglas pugnan por
el mantenimiento del carácter cultural del espacio urbano, sosteniendo el
sentido existencial de las comunidades en el territorio; por el otro, necesitan
responder sistemáticamente a las necesidades y expectativas de las socie-
dades contemporáneas con el auxilio de proyectos de diseño urbano.
La investigación urbana, como cualquier otra, está sujeta a paráme-
tros epistemológicos creados tanto por la cultura regional como por deter-
minada estructura filosófica. El enfoque metodológico que sirve de base al
presente trabajo es cualitativo. Comienza con una visión holística y sistémica
del universo que se apoya en dos paradigmas epistemológicos. El primero
de ellos es la hermenéutica del conocimiento;32 el otro es el estructuralismo.33
La elección de los métodos no es casual, sino que es resultado de
la conjunción de los siguientes métodos. La etnografía en los “Estudios de
Caso (Lisboa)” ofreció el contexto, es decir, la relatividad de las verdades. El
sondeo analítico (cuestionarios) y el método hipotético-deductivo34 gestiona-
ron la precisión adecuada para estructurar el razonamiento.
La primera parte de esta indagación fue elaborada bajo el proceso de
inducción, recolectando conceptos a través de dos tipos de fuentes.35 Se re-
cogieron los conceptos más relevantes para entonces definir un conjunto de
criterios de diseño urbano necesarios para permitir una comunidad cohesiva
y con carácter culturalmente identificable. Estos criterios se estructuraron
bajo el sistema propuesto por Dooyeweerd en 1955, el cual consiste en racio-
Londres: Earthscan, 1993; G. Mitchel et al. “PICABUE: A Methodological Framework for the Development of
Indicators of Sustainable Development”. International Journal of Sustainable Development and World Ecol-
ogy, vol. 2, 1995.
31  I. Bently et al. Responsive Environments: A Manual for Designers. Oxford: Butterworth Architecture,
1985; J. C. Moughtin. Urban Design: Green Dimensions. Londres: Butterworth, 1996; R. Hsin. “Guidelines and
Principles for Sustainable Community Design: A Study of Sustainable Design and Planning Strategies in
North America from an Urban Design Perspective”. Florida, Florida A&M University School of Architecture,
1996 (tesis de maestría).
32  Véase K. Popper. Conjectures and Refutations. Londres: Routledge and Kegan Paul, 1963.
33  R. Barthes. Elements of Semiology. Trad. de Jonathan Cape. Londres: Lavers & Smith, 1967.
34  Véase a Popper, op. cit.; y a R. Gonçalves. Ciência, Pós-Ciência, Metaciência. Lisboa: Terramar, 1997.
35  A partir de la revisión bibliográfica se obtuvieron teorías del diseño urbano relacionadas con una pers-
pectiva humanística y cultural de la ciudad.

146
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

nalizar el propio concepto de realidad.36 Establecidos los criterios, se inició la


primera fase deductiva con el objetivo de corroborar los conceptos que los
criterios contienen.
La corroboración deseada fue gestionada por la probable falsación
de los criterios, mediante métodos y técnicas aplicadas en tres fases. En
la primera se elaboraron cuestionarios abiertos para el sondeo de opinión,
dirigidos a dos tipos de actores (sondeo analítico): a) actores con mayor in-
fluencia en el desarrollo en Lisboa; b) expertos portugueses y extranjeros
relacionados con el diseño urbano, en cuyo cuestionario se presentó la defi-
nición de los criterios elegidos.
A partir del sondeo se desarrolló un estudio de caso explicativo, en
el que la observación permitió verificar, o no, la existencia de los criterios
definidos en los lugares que sirvieron de caso, posibilitando una evaluación
cualitativa.37
La meta de la segunda fase consistió en probar la objetividad de las
observaciones de la primera fase, así como la existencia de los criterios y afi-
nar su definición. El método aplicado fue el del análisis analítico.38 Por último,
la tercera fase tuvo como objetivo afinar la definición de los criterios a partir
de los resultados de los cuestionarios elaborados en la fase 2.

Los abordajes posmodernos del diseño urbano

En términos filosóficos, el posmodernismo se asocia con la celebración de lo


efímero e irónico. Es una de las reacciones más fuertes contra la creencia en
la verdad del progreso, la objetividad científica y un destino determinista del
Hombre. No es necesario repetir que la sociedad occidental trata de alcanzar

36  P. Brandon y P. Lombardi. “Evaluation in the Built Environment for Sustainability: Toward a Multi-modal
Framework for Evaluating the Built Environment Quality”. Ponencia presentada en Research & Graduate
Colledge, Universidad de Salford, 1996.
37  El estudio de caso explicativo fue desarrollado como un método empírico por un trabajo de campo, ob-
servación directa. Se escogieron cinco estudios de caso que corresponden a áreas urbanas consolidadas
de Lisboa, en las que el sentido común considera que tienen una fuerte identidad y carácter sociocultural:
Alfama, Mouraria, Barrio Alto, Baixa Pombalina y Alvalade. Cada uno de ellos representa un tiempo y un
espacio diferente con relación al desarrollo de la ciudad.
38  El primer cuestionario buscó conocer la opinión de los actores respecto de la puntuación dada por el
actor sobre la observación hecha en la fase 1. El segundo cuestionario indagó sobre la opinión de los exper-
tos acerca de la nueva definición de los criterios. El tratamiento de los datos en esta fase fue cuantitativo.

147
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

esta forma de utopía, la perfección lograda a través del proceso evolutivo,


con la mejora de las condiciones sociales, la educación, la ciencia, o por me-
dio de reglas universales impuestas a pueblos neutros y alienados.
La imagen mental de lo posmoderno se estructura básicamente se-
gún el rechazo del éxito de la ciencia en la búsqueda de respuestas a los
problemas de la condición humana, así como en la falibilidad de los intentos
en obtener un saber absoluto en los campos del conocimiento y la negación
de una ley universal que intenta una descripción final de la historia.39 Lyotard
define lo posmoderno como la incredulidad en el conocimiento concreto rem-
plazándolo por la metanarrativa.40
Una de las consecuencias de la revolución industrial fue la creciente
sensación de inseguridad ante un futuro impredecible y, al mismo tiempo,
una sensación de nostalgia representada por una visión imaginaria de las
ciudades del pasado; se trata de una reacción natural a los cambios bruscos
e inesperados que la sociedad moderna está experimentando debido a la
globalización. La ciudad moderna no sólo ha provocado el desencanto, sino
un rechazo total.
El movimiento moderno cortó el vínculo con el pasado para proponer
la libertad y progreso basados en la idea de evolución lineal. Fue necesario
utilizar el poder de la industria y la tecnología para controlar el medio am-
biente que proporcionaría las condiciones materiales que permitirían a todos
los ciudadanos lograr un alto nivel de vida; no obstante, hemos sido testigos
de la decadencia del dominio público.41
El espacio urbano ya no era el escenario propicio para la interacción
humana que sirvió como vehículo para la información cultural que se trans-
mitía dentro de una comunidad, de acuerdo con las experiencias personales.
La información es ahora global y crea una segunda realidad promovida por
los medios de comunicación globalizados; da nuevos significados universa-
les a la vida. El universo posmoderno se compone de una multiplicidad de
realidades, algo efímero que forma parte de una serie de influencias cultu-
39  Jean-François Lyotard. La Condition Postmoderne. París: Minuit, 1985; véase también a S. Blackburn.
The Oxford Dictionary of Philosophy. Oxford: Oxford University Press, 1994.
40  Metanarrativa, término literario y filosófico que significa, simplificadamente, la narrativa contenida
dentro o más allá de la propia narrativa. Se convirtió en asunto de debate desde finales del siglo XX por el
filósofo francés Jean-François Lyotard (1924-1998).
41  H. Arendt. The Human Condition. Chicago: Universidad de Chicago, 1973.

148
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

rales: global, nacional, urbano o dentro de una comunidad local. Ello origina
una sensación de fragmentación y agrava la impresión de inseguridad. Al
respecto, hay dos subproductos filosóficos del posmodernismo que deben
destacarse:
 El posestructuralismo, que niega la existencia de significados es-
tables y ofrece correspondencia entre lenguajes, el mundo y la
realidad, la verdad o hecho que deberían conectarse a objetos de
investigación.
 El deconstructivismo,42 que aboga por la ausencia de un punto de re-
ferencia privilegiada que da significado a un texto; allí donde sólo hay
una oportunidad ilimitada para los nuevos comentarios o textos.43
Aunque ambos devinieron en respuestas arquitectónicas, el segundo
tuvo una mayor influencia en el pensamiento ligado con el diseño urbano. El
diseño urbano posmoderno manifestó un reflejo de los tiempos en constante
y alucinantes cambios. Los enfoques posmodernos han sido multifacéticos,
plurales, desinteresados y contradictorios, culturales y ecológicamente con-
textuales o incluso racionales, espirituales o cosmogéneticos.44
La ciudad funcionalista se basó en la simplicidad de una división
en zonas funcionales y en ideas modernas de movimiento; mientras que la
ciudad posmoderna es vista como un organismo vivo con interconexiones
complejas y comportamentales holísticas.45 Este intento para comprender
la complejidad es un gran avance en términos sociológicos, psicológicos y
culturales, con respecto de la simplicidad moderna. Esta complejidad en el
diseño urbano se manifiesta principalmente en dos tipos de enfoques:
 Complejidad como la manipulación del clasicismo, la utilización de
las formas existentes.

42  Teoría propuesta por Jacques Derrida en su libro De la Grammatology, de 1967. Un deconstructivista
que lee un texto puede subvertir lo que aparentemente es significante cuando se descubren contradiccio-
nes y conflictos dentro de él. Los intentos de pensar lo impensable se hacen por significados de juegos de
palabras o argumentos que podemos o no reconocer.
43  J. Derrida. Positions. Londres: Athlone Press, 1987.
44  Charles Jencks define a la arquitectura cosmogenética como expresión artística de las formas cuánti-
cas del universo. Las filosofías orientales (zen budista, neoconfucionismo y sintoísmo) proporcionan inspi-
ración, así como las teorías de los fractales o biogenética. El Columbus Convention Centre (1990), de Peter
Eisenman; la Cúpula Fractal (1992), de Charles Jencks; el Museo Judío, en Berlín (1995), de Daniel Libeskind;
y el Museo Guggenheim, en Bilbao (1998), de Frank Gehry, son algunos ejemplos de este enfoque.
45  C. Jencks. The Architecture of the Jumping Universe. Londres: Academy Editions, 1995.

149
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

 Complejidad como manifestación de nuevas totalidades, sobre los


nuevos avances científicos.46
De los diversos enfoques posmodernos (véase Figura 1), algunos se
obtienen en la práctica urbana y otros buscan un enfoque académico como
una reflexión especulativa del futuro. En consecuencia, las ideas principales
del posmodernismo pueden estructurarse en términos de diseño urbano a
través de las ambiciones formales de los planificadores,47 así como por su
relación con las formas básicas del pensamiento.48

Figura 1. Abordajes posmodernos

Fuente: Elaboración propia.

46  R. T. Venturi. Complexity and Contradiction in Architecture. Londres: Architectural Press, 1977.
47  N. Ellin. Postmodern Urbanism. Oxford: Blackwell, 1996.
48  Broadbent, op. cit.

150
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

Los conceptos de diseño urbano posmoderno no responden a idea-


les fijos o a manifiestos absolutos, son más intelectuales y se posicionan
de forma flexible dentro de sus propias reflexiones, tratando de establecer
relaciones entre las dimensiones del arte y de la humanidad.
En la siguiente sección se exploran algunos criterios de diseño urba-
no en los cuales pueden identificarse diversos enfoques posmodernos. Los
criterios pertinentes se localizan mediante un proceso lógico de inducción
que permite alcanzar los objetivos de este trabajo.49 Enseguida se descri-
birán los principales abordajes que han sido parte de los fundamentos del
humanismo atemporal que, independientemente de su expresión formal, re-
flejan la profunda relación entre el ser humano y su medio ambiente.

Los abordajes y la identificación de los criterios

El abordaje neoempírico
El Neoempirismo en urbanismo y arquitectura no tiene límites estrictamente
definidos;50 en ocasiones se acerca a los enfoques del regionalismo, del neo-
tradicionalismo51 o del culturalismo.52 Esta corriente concibe al urbanismo
como un proceso de experimentación permanente, producido por la sensibi-
lidad artística, que encuentra su fuente de inspiración en el pasado bucólico
de los pequeños pueblos –por ejemplo, ciudades medievales– o en arquitec-
tura vernácula.53
La Exposición Universal de Barcelona de 1929 dio la oportunidad a un
grupo de artistas de poner en práctica algunas de las ideas del neoempiris-
mo en boga durante las primeras décadas del siglo XX.54 Reventós y Folguera
diseñaron el llamado pueblo español, como paradigma de la sensibilidad de
los pueblos españoles. Como se dijo en el momento de su construcción,
49  Los criterios considerados o descubiertos se indicarán en el texto con la fuente en estilo negritas.
50  Broadbent, op. cit. Véanse antecedentes teóricos desarrolladas por Joseph Addison en On the
Pleasures of the Imagination-The Spectator, 1713; Payne Knight, Analytical Enquiry into the Principles of
Taste, 1806; Humphrey Repton, Sketches and Hints for Landscape Gardening; y la visión artística de Camillo
Sitte.
51  Ellin, op. cit.
52  F. Choay. La Règle et Le Modéle. París: Editions du Seuil, 1980.
53  Consúltese trabajo de Clough Williams-Ellis. On the Pleasures of the Arquitecture, publicado en 1924.
54  Broadbent, op. cit.

151
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

constituía una excelente reproducción de algunas ciudades españolas tradi-


cionales. En realidad, es una pequeña ciudad amurallada que nos transporta
a un periodo imaginario e irrecuperable en el que se exaltan los sentidos.
En este contexto, otra importante contribución para la visión del em-
pirismo fue dada por Gordon Cullen, quien desarrolló desde 1945 la idea de
Townscape en su libro The concise Townscape, publicado en 1971. Cullen
define, entre otros conceptos, dos tipos de factores que deberían estar co-
nectados para producir un espacio urbano armonioso:55
 Factores humanos, es decir, esas condiciones de felicidad o tristeza, ple-
nitud o vacío, que surgen de la relación humana total (propiedad, trabajo,
asociación o integración).
 Factores físicos, la forma y composición del medio ambiente urbano ac-
tual, el molde en el que se vierte la humanidad (comunidad, patrón, pai-
saje e identidad del lugar).
El concepto de factor humano ha sido útil para conocer los ciudada-
nos dependiendo de la manera en que utilizan la ciudad. Por lo tanto, aquí
puede establecerse un criterio que representa la conciencia colectiva de los
actores, llamado responsabilidad individual. Cullen trató de poner en prácti-
ca su teoría en 1974, con la propuesta para Maryculter, una nueva villa urbana
cerca de Aberdeen, en Reino Unido. Del informe sobre Maryculter surgieron
algunos principios relativos al mantenimiento del sentido de identidad de un
lugar, más relevantes para los asentamientos de pequeña escala que para la
escala de la ciudad.56
Por su parte, Kevin Lynch, uno de los analistas urbanos más influyen-
tes de las últimas décadas del siglo XX, afirmaba que la ciudad es el resulta-
do de fuerzas temporales y pasajeras y, como tal, su crecimiento sólo puede
ser parcialmente controlado. Argumentaba que nuestra percepción sólo nos
permite cubrir una parte de la ciudad y tenemos que apelar a nuestra me-
moria (o memorias) para situarnos en relación con el territorio. Ese conjun-
to de imágenes son parte de lo que Lynch llama mapa mental. Una imagen
del espacio urbano es la mitad del resultado de la interacción entre el mapa
55  Idem.
56  Otros aportes posterior a la Segunda Guerra Mundial se pueden encontrar en América del Norte, caso
de la comunidad costera de Florida en 1981, en el que intervinieron Andres Duany, Elizabeth Plater-Zyberk.
Broadbent, op. cit.

152
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

mental del observador y el entorno real. De esta manera, los observadores


pueden dividirse en clases, más o menos homogéneas, en función del géne-
ro, edad, nivel de conocimientos, formación, temperamento o cultura. Por lo
tanto, existe cierto acuerdo entre los miembros de un grupo en particular, la
creación de imágenes con algunos puntos en común que les permiten ser
consideradas como imágenes de grupo. Estas imágenes son de interés para
los planificadores urbanos como medio de análisis.
Con base en lo anterior, la imagen puede ser analizada según tres
componentes:
 Identidad: Distinción de otra individualidad en las cosas
 Estructura: Relación estructural-espacial entre el objeto y el
observador
 Significado del objeto para el observador, a la vez práctico y
emocional.
Lynch argumenta que para que una ciudad sea armoniosa debe con-
tar con una imagen clara y legible; por otro lado, sostiene que una imagen de
una ciudad se produce a partir de los siguientes elementos físicos: sendas,
bordes, barrios, cruces e hitos;57 elementos clave para definir el criterio de
legibilidad.
Pocos años después, en el libro Good City Form,58 Lynch desarrolló
una aproximación teórica a la urbanización, donde sostiene que el diseño
urbano debe lograr un buen desempeño en función de cinco dimensiones:
 Vitalidad. El grado en que la forma de un sitio soporta las funciones vita-
les, las necesidades biológicas y las capacidades del ser humano –por
encima de todo, para proteger la supervivencia de la especie–.
 Sentido. El grado en que los sitios se perciben claramente, mentalmen-
te diferenciados y estructurados en el tiempo y en el espacio por sus
propios residentes, así como el grado en que esa estructura mental se
conecta con sus valores y conceptos. Esta dimensión es la que más con-
tribuye al criterio de legibilidad.
 Ajuste
 Acceso
57  K. Lynch, K. The Image of the City. Cambridge: MIT Press, 1960.
58  Lynch, Good City Form, op. cit.

153
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

 Control
Lynch añade dos metacriterios encaminados a lograr la calidad de
los sitios:
 Eficiencia. Se refiere al costo en términos de cosas evaluadas para crear
y mantener el sitio, aplicable a cualquier nivel de resultados de las “bue-
nas” dimensiones ambientales ya mencionadas.
 Justicia. Quiere decir la forma en que se distribuyen los costos y benefi-
cios medioambientales entre las personas de acuerdo con algún princi-
pio en particular, tales como equidad, satisfacción de necesidades, valor
intrínseco, disposición a pagar, esfuerzo realizado, contribución poten-
cial o poder.
El metacriterio eficiencia hace hincapié en la importancia de lo que
se llamaría la viabilidad de los valores sociales y culturales cuando cuanti-
ficamos un proyecto de diseño urbano. Por su parte, el metacriterio justicia
pone énfasis en la importancia de la solidaridad social y la equidad en la
comunidad.

El abordaje sintético
Uno de los intentos más importantes para sintetizar las visiones de los ra-
cionalistas y empiristas en el diseño urbano fue determinado por el Urban
Design Group (UDG) a partir de los años ochenta en Inglaterra. Este grupo
ha llegado a desempeñar un papel importante en la regeneración urbana de
algunas ciudades británicas, fungiendo como consultores de planificación.
John Rowland, uno de los fundadores y primer presidente del grupo, con fun-
damento en sus trabajos ha definido un conjunto de principios de diseño
urbano que debe estar presente en las intervenciones urbanas:59
 Contexto
 Variedad: Menos zonificación, más oportunidades para las actividades
informales y una mayor mezcla de usos. Más opciones en donde eso fue
negado.

59  J. Rowland. “The Urban Design Process”. Urban Design Quarterly, núm. 56, 1995, pp. 22-27.

154
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

 Equidad: Asientos accesibles para todos revirtiendo la tendencia a la pri-


vatización-corporativismo de nuestro dominio público, asegurando que
todos puedan participar y disfrutar del entorno urbano.
 Mayordomías
 Autoridad

El abordaje verde
Como ya se dijo al principio, el desarrollo sostenible es aquel que debe sa-
tisfacer las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de
las generaciones futuras.60 Se trata de un proceso complejo que busca una
base de consenso, tanto global como local, para que la sociedad logre un
mayor equilibrio entre sus propias necesidades y el ecosistema. Esta noción
requiere del cumplimiento de tres principales ideas subordinadas: desarrollo,
necesidades y generaciones futuras.61
El desarrollo de cualquier sistema representa un fenómeno cualita-
tivo donde son consideradas las dimensiones culturales, sociales y econó-
micas. No debe confundirse con el crecimiento, ya que éste se considera
como una expansión cuantitativa, o física, de las estructuras económicas.62
Las necesidades están relacionadas con la recopilación y distribución de los
recursos, según lo declarado por el WCED en 1987, y el nivel de necesidades
varía con la cultura y con la región. Los países más pobres del hemisferio sur
a menudo no pueden satisfacer sus necesidades básicas, como la salud y la
educación. Satisfacer las necesidades es una cuestión política, moral y ética
basada en el concepto de interdependencia global que requiere de estructu-
ras políticas apropiadas en el mundo.
Desde la preocupación por las generaciones futuras surge el con-
cepto de justicia intergeneracional o equidad, trayendo la idea de la gestión
de los bienes comunes. La cuestión de los sistemas políticos y la equidad
intergeneracional identifica la necesidad de la transmisión cultural efectiva
entre los diversos grupos culturales y entre generaciones, es decir, una efec-
tiva comunicación.

60  World Commission on Environment, op. cit.


61  Moughtin, op. cit.
62  Blowers, op. cit.

155
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

Un objetivo: ciudades europeas sostenibles


En las últimas tres décadas, un gran número de instituciones internacionales
han mostrado una preocupación creciente sobre el proceso autofágico de
crecimiento urbano, caracterizado por el consumo desproporcionado de vas-
tos recursos naturales y por una gigantesca producción de residuos. Las ciu-
dades comienzan a ser, si no responsables, serios contribuyentes al cambio
climático, a la erosión de las fuentes de materias primas y a la degradación
ambiental, así como la principal causa de la exclusión social y cultural.
Actualmente, la tecnología permite la transferencia instantánea de
información entre los habitantes más alejados del planeta, nuestras reflexio-
nes ya no están limitadas al territorio donde vivimos. En los años ochenta,
Mandelbrot alertó al mundo acerca los sistemas globales complejos gober-
nados por leyes caóticas, pero cuya geometría revelaba un mundo estruc-
turado de acuerdo con elementos dinámicos y complejos que sistemática-
mente interactuaban en varias dimensiones de la realidad; gracias a ello, las
cuestiones medioambientales y urbanas empiezan a tener una perspectiva
diferente. Los problemas locales pueden, o mejor dicho, deben ser vistos
como parte de los problemas globales del planeta. Una ciudad ya no pue-
de ser considerada como un ecosistema individual, sino que debe ser visto
como parte de un amplio ecosistema global integrado.63
La organización mundial Gobiernos Locales por la Sustentabilidad
(ICLEI) llevó a cabo en 1994 el proyecto denominado Ciudades Europeas
Sostenibles, cuyo objetivo era desarrollar ideas para la sostenibilidad de los
entornos urbanos europeos. Promovieron el intercambio de experiencias, di-
fundieron las buenas prácticas europeas sobre la sostenibilidad a nivel local
y formularon recomendaciones para influir en las políticas urbanas de los
estados miembros de la Unión Europea. Por su parte, Expert Group on the
Urban Environment (EGUE), en su primer informe refirió un conjunto de prin-
cipios que ayudarían a evaluar el progreso de las ciudades europeas hacia la
sostenibilidad:64
 Principio de la administración urbana
63  Brugmann, op. cit.
64  European Sustainable Cities Report, 1994.

156
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

 Principio de integración de las políticas


 Principio del pensamiento de los ecosistemas
 Principio de la cooperación y partenariado

Estos principios consideran la importancia del compromiso en las


negociaciones informales entre los distintos actores.
En la Carta de Aalborg, de 1984, se definieron algunos importantes
parámetros de sostenibilidad:
a) Mantenimiento del capital natural
b) Preservación de la biodiversidad
c) Especificidad de las ciudades como base para las estrategias de
planificación local
d) Participación en la toma de decisiones
e) Garantía de la eficiencia ambiental de los edificios
f) Equidad
g) Reducción de la movilidad requerida en las ciudades o formas de
control ambiental de la contaminación provocada por el transporte.

Los parámetros a y b abordan los límites de los ecosistemas, o lo


que se denominaría capacidad ambiental. El parámetro c considera el nivel
de adaptación de las comunidades en relación con las presiones culturales
externas que pueden expresarse como un criterio denominado homeosta-
sis.65 El parámetro e se aboca a la energía, los recursos, el uso de un diseño
más eficiente y los procesos de reciclado; lo que puede entenderse como
parte de un criterio denominado capacidad ambiental.
El primer informe del EGUE formó parte de la conferencia celebra-
da en Bruselas, en 1994, sobre nuevos avances en materia de desarrollo, la
cual define las políticas básicas locales derivadas del Brundtland Report de
1987; el Green Book, de 1990; y el Framework for Local Sustainability, de 1993,
para la planificación sostenible local, de la que se señalan los siguientes
parámetros:
a) La capacidad de carga del planeta
65  La tendencia a mantener constante el funcionamiento de los procesos orgánicos o a intentar restable-
cer la constancia cuando hay disturbio en uno de los procesos.

157
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

b) La administración y reorientación por el poder local de la demanda


de ciertos bienes y servicios (producción local y consumo)
c) La eficiencia ambiental alcanzada por los siguientes aspectos:66
 Durabilidad de los sistemas
 Eficiencia tecnológica
 Reciclaje
d) La eficiencia del bienestar, un equivalente social a la eficiencia am-
biental alcanzada por:
 Multiuso de los bienes
 Diversidad económica
 Equidad o distribución proporcional de la riqueza.

Los parámetros a y c refuerzan el criterio denominado capacidad am-


biental. El parámetro c se relaciona con el reconocimiento de la durabilidad
de las infraestructuras de los edificios y de los materiales de construcción;
contribuye a la eficiencia ambiental y define la durabilidad como un criterio
importante en sí mismo, denominándolo durabilidad del sistema. El paráme-
tro d refuerza el contenido de los criterios capacidad ambiental y equidad.

La teoría del abordaje integrado


Roger Trancik definió un enfoque que tiene como objetivo reunir principios
de diseño que puedan ser usados para alcanzar lo que él denomina integra-
ción.67 Así, el abordaje integrado intenta unificar las fuerzas de tres teorías de
diseño urbano: la Teoría Forma-Fondo,68 la Teoría de la Conexión y la Teoría
del Lugar,69 para encontrar una herramienta más efectiva. Este enfoque pre-
supone un conjunto de objetivos que deberían tenerse en cuenta antes de
aplicar el diseño en el territorio:

66  Es la realización del beneficio máximo para cada unidad de recurso usada y desperdicios deposita-
dos en el ambiente.
67  Trancik, op. cit.
68  La Teoría de Forma-Fondo se basa en el análisis morfológico del territorio. El paradigma de esa ima-
gen resultante del diseño así definido por la teoría, puede encontrarse en el mapa topográfico dibujado por
Battista Nolli en 1748, el cual describe los espacios públicos de Roma.
69  La Teoría del Lugar permite la comprensión del espacio urbano como un sistema de significados que
culturalmente estructuran una ciudad. Véase C. Norberg-Schulz Genius Loci. Nueva York: Rizzoli, 1979.

158
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

1. Incrementalismo, es decir, buscar la escala adecuada de interven-


ción según los patrones culturales con el fin de renovar el espacio
urbano. Esto debe llevarse de manera gradual para evitar el fuerte
impacto psicológico de una intervención a gran escala.
2. Mezcla adecuada de usos en el espacio urbano.
3. Integración del automóvil en los diversos espacios de la ciudad
tomando en cuenta que éstos deben compartirse con los peatones.
4. Fomento de una proximidad estrecha entre el lugar donde las per-
sonas habitan y laboran.
5. Integración del carácter regional en el diseño del espacio urbano.
6. Cohesión, o sea, integrar la calidad del diseño en la toma de deci-
siones políticas.

Uno de los principios de diseño definidos por Trancik, se consideró


importante para el propósito de este trabajo:
 Atravesamiento integrado. Este principio tiene en cuenta la supera-
ción de las barreras físicas para proveer el estándar urbano de con-
tinuidad. El problema puede ser resuelto con un espacio que integre
de manera simultánea las funciones de habitar y de puente mediante
la unión de dos márgenes,70 es decir, dos niveles urbanos. Considera
la importancia de la expresión urbana relacionada con las necesida-
des culturales de la comunidad, es decir, de los patrones culturales.

La teoría del abordaje responsivo


Teoría que surge como resultado del trabajo desarrollado por un grupo de
investigadores del Departamento de Arquitectura del Joint Centre for Urban
Design, del Oxford Polytechnic.71 Su propósito era crear un conjunto de prin-
cipios de diseño que promovieran una mejor calidad del ambiente construi-
do, enriqueciendo el grado de elección disponible para las personas, es decir,
crear lugares “responsivos” (un medio sensorial rico).

70  El ejemplo más conocido es el del Ponte Vecchio, en Florencia, erigido por Taddeo Gaddi después de
1360.
71  Bently et al., op. cit.

159
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

Así, se intentó desarrollar las ideas socialmente más conscientes y


consistentes practicadas en los últimos cien años. Escogieron siete temas
clave que conducirían a lugares más responsivos. De tales temas, escogimos
el criterio de la robustez, el cual se relaciona con el grado de propósitos con
que las personas pueden usar un lugar; es la calidad que permite estructurar
el espacio urbano con un número de usos que satisfacen no sólo las nece-
sidades actuales de los ciudadanos, sino también las posibles actividades
futuras. Este principio permite identificar el criterio durabilidad del sistema y
toma en cuenta las relaciones seguras entre el hombre y el medio ambiente
que lo rodea, es decir, la seguridad.

La teoría de la ciudad sostenible


El objetivo principal de la planificación sostenible es promover un alto nivel de
autosuficiencia en una comunidad participativa.72 Un enfoque sostenible para
el diseño urbano presupone determinado número de normas de intervención,
aplicables más apropiadamente a nivel local que a escala de ciudad.73
Dos presupuestos básicos de cualquier intervención urbana son: el
marco político y el uso de interfaces en los transportes terrestres. El principio
del cuadro político considera que las intervenciones deberían ser vigiladas
permanentemente por sus usuarios presentes y futuros. Este hecho sólo será
posible si las autoridades municipales crean las condiciones propicias para
que el proceso de diseño urbano incluya una participación pública efectiva.
Por su parte, el principio de subsidiariedad, entendido como la in-
terdependencia entre los diversos niveles de poder, debe asegurar la parti-
cipación de la población, pues es un deber y un derecho que las decisiones
que se tomen al respecto tengan en cuenta la opinión de la mayoría de las
escalas de una región. De este modo, la participación pública en pequeñas
comunidades ayudaría a aliviar las pesadas responsabilidades de las autori-
dades municipales, quienes se limitarían a gestionar la interacción entre las
diversas comunidades de la ciudad.

72  Moughtin, op. cit.; Hsin, op. cit.


73  Moughtin, op. cit.

160
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

La importancia de la intervención pública durante el proceso de di-


seño urbano contribuye al desarrollo de dos criterios: el de participación y la
robustez; y finalmente, la necesidad de coherencia social y cultural entre los
distintos actores favorece el criterio de la cohesión.
Cliff Moughtin también refiere otros principios de diseño urbano que
se consideraron importantes:
 La restauración y la rehabilitación de edificios, así como el reci-
clado de los materiales para la construcción, contribuye a la durabilidad del
sistema.
 La decantación por materiales regionales contribuye a una sig-
nificativa reducción de gasto energético en su producción, transporte y pro-
cesos constructivos; no dañan el ambiente y facilitan los sistemas estructu-
rales locales. Evitar materiales ambientalmente agresivos colabora con la
eficiencia ambiental y con la capacidad ambiental.
 La proyección de edificios robustos, adaptables y resistentes
al paso del tiempo contribuye a la durabilidad del sistema. Es importante
proyectar edificios ad hoc con ambiente local, tomando como base el cono-
cimiento acumulado en la arquitectura vernácula.
Por su parte, el trabajo de Robert Hsin permite tener en cuenta otros
criterios durante el diseño de una comunidad:
a) Transformar la naturaleza en diseño: ingeniería formal de la tierra, calefac-
ción y refrigeración pasiva y uso de energías alternativas. Ello contribuye a la
capacidad ambiental.
b) Reutilizar-Reducir-Reciclar. Aporta a la durabilidad del sistema.
c) Promover la diversidad.
d) Pensar localmente. Relacionar el diseño con el ambiente local y la cultura
garantiza beneficios ambientales y económicos para las regiones.
e) Mantener la perspectiva holística. Comprender las interconexiones globa-
les de la red ecológica y el impacto que el diseño del ambiente construido
tiene en ella.

161
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

La idea de diseño urbano sostenible es relativamente reciente, por lo


que no tiene una base teórica que haya sido suficientemente probada. Varios
principios, definidos por instituciones internacionales y expertos en el tema,
consideran hoy los contextos socioculturales. Organismos tales como The
National Round Table on Environment and Economy (NRTEE, Canadá); The
National Association of Counties (NACo, Estados Unidos); SUN (Reino Uni-
do); y el International Institute for Sustainable Development (IISD, Italia), de-
sarrollaron nociones de las cuales se han extraído conceptos que ayudaron
a definir algunos criterios propuestos en nuestro trabajo:
 Equidad y disparidad entre las generaciones presentes y futuras (IISD).
Principio que contribuyó a reforzar el criterio de la comunicación.
 Participación ampliada. Representación de grupos fundamentales, ya
sean profesionales, técnicos o sociales (IISD). Principio clave para la for-
mación del criterio de participación.
 Equidad (NACo)
 Diversidad. Autoridades municipales responsables de gobernar una economía
diversificada y equilibrada, con base en comunidades socialmente diferen-
ciadas (NACo). Este principio llevó a considerar la importancia de la relación
entre población, poder local y regional, que conforma el criterio de compartir.
 Energía y gestión de recursos (NRTEE). Principio del que resultó el crite-
rio de la capacidad ambiental.

El pensamiento multimodal y los criterios

En nuestro trabajo el pensamiento multimodal o multidimensional, propuesto


por Herman Dooyeweerd en A New Critique of Theoretical Thought, jugó un
papel importante para estructurar los criterios definidos. Este autor aborda la
realidad de manera holística, a partir del mundo de la experiencia, desde los
aspectos determinativos hasta los normativos.74

74  Cuantitativo, espacial, cinético, físico, biológico, sensitivo, analítico, histórico, lingüístico, social, eco-
nómico, estético, jurídico, ético y religioso. Véase P. Brandon y P. Lombardi, op. cit.

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Francisco Antonio Ribeiro da Costa

La revisión bibliográfica que se muestra en la tabla de “Criterios para un diseño


urbano sostenible”, busca tender puente entre la teoría y la práctica, explora los principa-
les temas del diseño urbano –incluidas algunas posturas filosóficas que han servido de
soporte epistemológico a dicha disciplina–, así como la idea de sostenibilidad cultural.
Por su parte, la observación de la realidad hizo posible identificar
un conjunto de criterios que representan aspectos físicos y socioculturales
de una comunidad.75 Estos criterios proporcionan una infraestructura al mo-
mento de tomar decisiones, ya sea para el análisis formal76 o para la mode-
lación espacial.77
Los criterios propuestos se probaron cualitativamente mediante la
consulta de varios actores de la sociedad lisboeta y expertos nacionales y
extranjeros, lo que permitió descubrir las debilidades, realizar correcciones y,
en la mayoría de los casos, validarlos. Finalmente, los criterios se estructuran
en un cuerpo metodológico de acción.

75  Moughtin, op. cit. Para este autor las variables físicas de la forma desempeñan un importante papel en
el diseño urbano: unidad, proporción, escala, armonía, equilibrio, simetría, ritmo y contraste.
76  G. H. Baker. Design Strategies in Architecture: An Approach to the Analysis of Form. Nueva York: Van
Nostrand Reinhold, 1989.
77  F. Ching. Architecture: Form, Space and Order. Nueva York: Van Nostrand Reinhold, 1979.

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La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

Tabla 1. Criterios para un diseño urbano sostenible


MODO CRITERIO FUENTE EXPRESIÓN
Cuantitativo Viabilidad Lynch (1984) Técnico, económico, social, ambiental y cultural
Físico Durabilidad Expert Group on the Materiales para la construcción, colores,
del sistema Urban Environment tipologías, infraestructura, materiales para el
(EGUE) (1994) ambiente construido y su durabilidad, reciclaje
de los sistemas y flujos de energía en el ambiente
construido
Biológico Capacidad Clough Williams- Formas y significados diferentes, construcciones
ambiental Ellis (1924), Rowland ordenadas y personalizadas
(1995), Hsin (1996)
- Vitalidad Lynch (1984) Salud, materiales limpios, arboleda, mezcla
preventiva de usos y prevención ambiental
Sensitivo Seguridad Bently et al. (1985) Materiales para la construcción, normativa,
prevención médica, catástrofes, ambientes
cerrados, clima, tráfico y mezcla de usos
Analítico Compartir NACo (1995) Complementariedad, dominios público y priva-
do, espacios con significado, menor distancia al
poder y proximidad funcional
Histórico Patrones Trancik (1986) Patrimonio vernáculo y erudito, relaciones
culturales sagrado-profano
Lingüístico Comunicación WCED (1987) Educación mediática, signos y símbolos
- Robustez Moughtin (1996) Detalles en el espacio colectivo, proximidad
funcional, complementariedad
Económico Capacidad Expert Group on the Consumo de recursos, control de los ecosiste-
ambiental Urban Environment mas naturales, mantenimiento, reciclaje natural
(EGUE) (1990, 1994) y artificial
Jurídico Participación Moughtin (1996), Trabajo civil en lugar de subsistencia
IISD (1996)
- Cohesión Moughtin (1996) Toma de decisión descentralizada y manteni-
miento sistemático de los nudos sociales
Ético Responsabili- Cullen (1971) Educación, ética, valores culturales, igualdad,
dad individual libertad, ayuda
- Equidad Lynch (1984), Descentralización del poder para una mejor
Rowland (1996) solidaridad
Religioso Homeostasis Expert Group on the Funcionamiento de los procesos sociales
Urban Environment
(EGUE) (1994)

164
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

Criterios que contribuyen a la sostenibilidad


del carácter cultural de una comunidad

Como resultado del análisis desarrollado, se describe el conjunto de criterios


de diseño, así como los elementos que lo conforman, los que consideramos
contribuyen a la sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad:
1. Viabilidad. Influencia que tiene un proyecto en la salud económica, am-
biental, social y cultural de la comunidad.
Fuera de. La intervención no sólo respeta los valores sociocultura-
les de una determinada comunidad, sino que también considera el
contexto social, cultural y ambiental como parte fundamental de una
política integrada. El objetivo será alcanzar un equilibrio ecológico,
económico y social en sitio urbano.
Dentro de. Recurre a la viabilidad interna de la economía local y de
la comunidad, así como a la contribución que determinado proyecto
ofrece como apoyo a esa viabilidad.
2. Durabilidad del sistema. Vida efectiva de los edificios y de los materiales
de construcción. No contempla un profundo mantenimiento de los edificios
o de los espacios urbanos.
En Edificios. Durabilidad de los materiales que aumentan el tiempo
entre ciclos de mantenimiento y el ciclo de restauración.
En infraestructuras. Obtención de una red de infraestructuras fácil-
mente utilizables, en la que el mantenimiento no implique costes adi-
cionales de repavimentación y perturbaciones excesivas en las vías
públicas, líneas ferroviarias, eléctricos u otros sistemas.
Descentralización en grupos sociales organizados dentro de la co-
munidad. Delegación de la responsabilidad del mantenimiento de
algunos elementos urbanos.
3. Capacidad ambiental. Equilibrio positivo entre los recursos consumidos y
la acción de los materiales disponibles para ejecutar el trabajo, sin compro-
meter el límite de ruptura del ecosistema. La capacidad está influenciada

165
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

por el equilibrio entre la cantidad de materia prima disponible, la cantidad de


energía consumida para la extracción, su tratamiento y la energía consumida
en el reciclaje de los materiales alternativos.
Consumo. Se verifica cuando en la utilización de cierto material se
considera la disminución de las reservas de materia prima en las
fuentes.
Reciclaje. Está comprobado cuando en el sistema de construcción
hay una cadena de reciclaje implementada y organizada.
4. Vitalidad. Capacidad de un espacio urbano para soportar las funciones
vitales, desde el punto de vista social y cultural. Cuanto más íntima sea la re-
lación entre el espacio urbano y sus usuarios habrá mayor capacidad, lo que
garantizará su valoración a largo plazo o la garantía de que los ciudadanos
mantienen el espacio sano.
Natural. Se comprueba cuando los espacios urbanos se mantienen
periódicamente sanos.
Actividad. Se verifica cuando se realizan actividades en determinado
espacio urbano a lo largo del día y buena parte de la noche.
Social. Se lleva a cabo cuando el poder local contribuye facilitan-
do y ayudando a la comunidad a mantener la salubridad del espacio
urbano.
5. Seguridad. Representa el patrón mínimo de interacción segura entre el
hombre y el ambiente físico. La seguridad será mayor cuanto mayor sea el
control visual ambiental por parte de un colectivo heterogéneo permanente
(actividades) a lo largo del día. El nivel de iluminación pública, densidad resi-
dencial, mayor número de movimientos entre el espacio público y el privado,
entre otros.
Funciones. Un espacio urbano repleto de actividades contribuye a la
prevención del crimen, garantizando siempre un nivel mínimo de con-
trol social del ambiente y evitando espacios residuales. Hay muchas
situaciones de inseguridad en espacios donde hay un bajo flujo de
peatones y tráfico de automóviles.

166
Francisco Antonio Ribeiro da Costa

6. Comunicación. Nivel de transmisión cultural entre dos o más generacio-


nes. Éste será mayor dependiendo del número de aspectos culturales trans-
mitidos a las generaciones más jóvenes de determinado espacio urbano.
Oral. Se verifica cuando hay actividades que permiten una fuer-
te interacción social, facilitando la transmisión de la cultura
intergeneracional.
Visual. Se comprueba cuando los elementos que constituyen el es-
pacio urbano transmiten señales suficientemente explícitas, indu-
ciendo al observador a comprender intuitivamente el modo en que
determinada comunidad interactúa con su ambiente. Los elementos
urbanos que sirven como señales comunican la historia y los valores
expresados por la cultura del sitio.
7. Patrones culturales. Capacidad de una comunidad de formalizar sus ne-
cesidades culturales en un espacio urbano, dando expresión al confort físico
y espiritual de aquella comunidad con la realización de sus deseos colecti-
vos. La capacidad será mayor según sea la relación entre los elementos de
significado construidos en un espacio urbano y la sociedad que vive en ese
espacio.
Vernáculo. Cuando la reproducción de los patrones de la cultura en
el espacio urbano se da por intervenciones de origen vernáculo.
Erudito. Cuando la reproducción de los patrones de la cultura en el
espacio urbano se asocia con una interpretación erudita de la cultura
urbana local.
8. Participación. Nivel de relación y entendimiento entre los actores de la
sociedad, las personas y el poder (a nivel local). El urbanista tendría que ase-
gurarse de que las personas se involucren muy temprano en el plan (sin que
eso signifique que dicten las reglas). No debería preguntar a las personas
si les gusta o no determinado plan, sino que habría de indagar si perciben
determinado problema en su comunidad o si el plan resuelve algunos de los
problemas que esa comunidad experimenta. Es necesario que las personas
tomen cada vez más conciencia de su barrio y de los problemas que expe-
rimenta la comunidad. Este criterio considera el nivel de compromiso que

167
La sostenibilidad del carácter cultural de una comunidad. Criterios de diseño urbano

los actores de la sociedad alcanzan en relación con una determinada acción


puesta en práctica. El nivel será mayor cuanto menor sea la necesidad de
utilizar fórmulas jurídicas contractuales.
Necesidades culturales. Se verifica cuando los representantes lo-
cales de la comunidad tienen instrumentos legales efectivos para
contribuir a la definición de espacios comunes que respondan a las
necesidades sociales y culturales de esa población.
Privado. Se comprueba cuando la interacción se lleva a cabo entre el
poder, las personas y las empresas privadas.
Público. Se aprecia cuando existe una interacción efectiva entre las
empresas, las organizaciones básicas de la comunidad, los actores
que desempeñan su papel en la comunidad y el poder local.
9. Robustez. Regula el nivel de heterogeneidad funcional que un barrio o un
espacio urbano tienen. El nivel será mayor cuanto mayor sea la relación y
menor la distancia entre funciones, actividades y residencias.
10. Cohesión. Nivel de interpenetración sociocultural entre los diversos ac-
tores de la sociedad. El nivel será tanto mayor cuanto más íntima sea la re-
lación de los funcionarios y los actores sociales con los valores de la cultura
de determinada comunidad.
11. Equidad. Nivel de solidaridad social en una comunidad. El nivel será tanto
mayor cuanto mayor sea la conciencia colectiva del deber de solidaridad con
los más desprotegidos.
Interior. Se comprueba cuando desde dentro la solidaridad se ejerci-
ta en la comunidad por grupos organizados.
Exterior. Se verifica cuando la solidaridad se ejercita en la comuni-
dad a través de instituciones ajenas y exteriores a la comunidad.
12. Participación. Establece el nivel de participación pública en la sociedad.
El nivel será mayor cuanto mayor sea la eficiencia y la conciencia con que la
comunidad comparta las soluciones de los problemas que afectan a la inte-
racción social en su espacio urbano.
Formal. Se comprueba cuando la participación se realiza formalmen-
te por acciones organizadas a tal efecto.

168
Informal. Se comprueba cuando la participación se realiza de forma
espontánea por la interacción de grupos de la comunidad, institucio-
nes y el poder local.
13. Responsabilidad individual. Nivel de conciencia de los valores colectivos
que cada ciudadano tiene. El nivel es máximo cuando la acción de la persona
se ve afectada de acuerdo con parámetros relacionados con los principios
morales y éticos que la comunidad comparte. Esto puede ser posible si tiene
como referencia un código moral y ético (sin ser una imposición). La carta de
los derechos humanos es un buen ejemplo de este criterio.
Centrífuga. Se verifica cuando hay medios para manifestar los va-
lores que cada uno defiende como patrón de educación individual.
Centrípeta. Se comprueba cuando hay los medios efectivos para
transmitir a los individuos, los valores del “sentido común” que de-
terminada comunidad defiende (a través de canales informales).
14. Homeostasis. Revela el nivel de adaptación de la comunidad con relación
a la presión cultural externa. El nivel será mayor cuanto mayor sea la flexibi-
lidad con que la comunidad reacciona frente al ambiente externo sin perder
su carácter. Debería existir un punto de equilibrio entre los habitantes y los
usos que contuvieran la identidad cultural del barrio. Homeostasis podría ser
el mantenimiento del equilibrio de un sistema a través de mecanismos au-
tomáticos que contrarrestaran las influencias que tienden a la inestabilidad.
Por último, no se pretende que el conjunto de criterios elegidos sea
infalible, es decir, que resuelva todos los problemas culturales del diseño de
la ciudad, sino que sea una contribución al diseño urbano, siempre que apor-
ten cierto grado de rigor a la creatividad de los proyectistas, particularmente
en términos de las dimensiones sociales de sus intervenciones.

169
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

EL PARQUE MORELOS DE GUADALAJARA:


UN ESPACIO PÚBLICO PARA PONER EN VALOR

Juan Christopher Alcaraz Padilla


Universidad de Guadalajara

El espacio urbano está estructurado, o sea, no se organiza al azar, y los


procesos sociales que se refieren a él expresan, especificándolos, los
determinismos de cada tipo y de cada período de la organización social.
Manuel Castells

Introducción

Los espacios públicos son lugares que generan vida comunitaria en una ciu-
dad, colonia, barrio o centro histórico. En ellos se desarrollan actividades y
sucesos que imprimen significados trascendentes para las colectividades.
En su interior transitan múltiples actores: sus propios habitantes, turistas,
visitantes de localidades contiguas, habitantes de las colonias aledañas,
comerciantes formales e informales, personas de escasos recursos que
solicitan apoyo económico o para alguna organización pública o civil, entre
otros. Asimismo, se vinculan con distintos usos y destinos: habitacionales,
comerciales, equipamientos, entre otros. La interacción que ahí se desarrolla
genera una serie de recuerdos que después se convierten en anécdotas pro-
pias de la memoria colectiva.1 De allí parten las perspectivas y las formas de
vivir dentro del espacio, tal como lo describen Tormeu Vidal Moranta y Eric
Pol Urrutia:

El significado del espacio se deriva, en definitiva, de la experiencia


que en éste se mantiene […] La experiencia emocional en los lugares
implica que las acciones que se desarrollan en el lugar y las con-

1  En 1968, Maurice Halbwachs definió a la memoria colectiva como el marco de percepciones sobre lo
vivido y lo experimentado en tiempos pasados. Tiene como objetivo garantizar la permanencia de la identi-
dad de una comunidad. Véase Maurice Halbwachs. La mémoire collective. Francia: Pressees Univertiraires
de France, 1968.

170
Juan Christopher Alcaraz Padilla

cepciones que del lugar se generan están imbricadas […] en cuatro


dimensiones principales: distinción, evaluación, continuidad y cam-
bio. Los lugares con significado emergen en un contexto social y a
través de relaciones sociales (escenario o dimensión local); se hallan
ubicados geográficamente y a la vez relacionados con su trasfon-
do social, económico y cultural (situación o dimensión geográfica),
proporcionando a los individuos un sentido de lugar, una ‘identidad
territorial subjetiva’.2

No obstante, las dinámicas urbanas actuales relativas al ocio y al es-


parcimiento se limitan al desarrollo de actividades dentro de centros comercia-
les y asentamientos fortificados, mismos que reducen la convivencia entre la
colectividad que opta por plusvalía y seguridad dentro de una zona específica.
Este fenómeno, aunado a otros como la gentrificación, deriva en el abandono de
los espacios públicos y en la alteración de las actividades que ahí ocurren: “La
emergencia de fenómenos de masificación, de exclusión social, de segregación
urbana, de inseguridad y violencia, tiende a debilitar las cualidades potenciales
que teóricamente permiten definir al espacio público como espacio de todos”.3
Entonces, se puede decir que la ciudad está dividida en dos modalida-
des: la zona que no se delimita con barreras físicas pero sufre patologías e in-
seguridad en sus espacios públicos, y los asentamientos privados que ofrecen
seguridad pero carecen de espacios verdaderamente públicos. Esta división
fragmenta el tejido social de la zona y produce la pérdida de sus habitantes
nativos, abriendo la posibilidad de que los nuevos inquilinos procedentes de
asentamientos contiguos no la aprecien de la misma manera, no se identifi-
quen con sus espacios públicos e interrumpan su interacción con ella:

2  Tormeu Vidal Moranta y Eric Pol Urrutia. “La apropiación del espacio: una propuesta teórica para com-
prender la vinculación entre las personas y los lugares”. Anuario de psicología. Barcelona, Universidad de
Barcelona, vol. 36, núm. 3, 2005, p. 288.
3  Patricia Ramírez Kuri. “La ciudad, espacio de construcción de ciudadanía”. Enfoques. México, UNAM,
núm. 7, 2007, p. 104.

171
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

La fragmentación social de las zonas urbanas se caracteriza por la


ausencia o no aprovechamiento de los espacios públicos; no tener
un momento para el saludo, inventar atajos para no transitar por
calles deterioradas, mal trazadas o asentamientos irregulares; todo
esto impide a la población de una zona interactuar por sí misma.4

Dicha permuta altera las actividades propias de la zona por falta de


un uso socialmente aceptable, llama a otros interesados a que se apropien
del lugar y, probablemente, atenta contra la integridad de los usuarios (tran-
seúntes, visitantes o habitantes):

Las alteraciones que se producen en un espacio público por parte de


personas que las realizan con una motivación de satisfacción perso-
nal llevan a actos de vandalismo, que consisten precisamente en la
falta de consideración de lo que puede tener como valor un espacio
para las demás personas, así como sus bienes o los bienes públicos.
Aunque podamos pensar que es una forma de apropiación del es-
pacio público, y de participación en él, el resultado es una alteración
que menoscaba la calidad del espacio público y por ello se ve como
indeseable.5

La ciudad de Guadalajara posee una cantidad considerable de espa-


cios públicos que inciden en estas patologías, y las acciones llevadas a cabo
por parte de administraciones gubernamentales no han logrado revertirlas;
al contrario, se incrementa la movilidad hacia lugares aislados que sí ofrecen
esparcimiento y seguridad. Desafortunadamente, las zonas más suscepti-
bles al abandono son aquellas adyacentes al centro histórico o primer cua-
dro de la ciudad. Entiéndase centro histórico como:

4  Iván Uriel Atanacio Medellín et al. Programas e iniciativas urbano-sociales: Estrategias participativas
para construir ciudades. Puebla: BUAP, 2014, p. 28.
5  Mauricio Velasco Ávalos. “La percepción de la violencia desde la lectura de los espacios urbanos agre-
sivos”. Violencia, ciudad y territorio. México: Miguel Ángel Porrúa, 2015, p. 87.

172
Juan Christopher Alcaraz Padilla

el núcleo original de la ciudad, es decir, a la parte más antigua o vieja


de ésta [que] por años careció de una unidad de medida temporal
con la cual medir su antigüedad o su historicidad, y de un criterio con
el cual definir e limite espacial que lo separa de aquello que no es
considerado histórico.6

A partir de las coyunturas referenciadas (y posiblemente otras más


que puedan acontecer) se presenta la perspectiva de la puesta en valor del
espacio público. En este sentido, el valor puede tener una infinidad de con-
cepciones, puesto que los juicios parten de la subjetividad7 de los actores
sociales que interactúan en él, de los hechos históricos ahí ocurridos y del
sentido de pertenencia que surge a partir de ellos.
Para que un espacio público sea puesto en valor es necesario que
exista el reconocimiento social y se adopte como propio; “si no hay un sen-
tido profundo de participación de la comunidad, no es posible establecer
nexos de pertenencia y corresponsabilidad con el entorno socioambiental
en que se vive”.8 A pesar del valor intrínseco que pueda poseer cualquier
el espacio público, se requiere de la aceptación e identificación por parte
de los involucrados para validarlo; y la cantidad de valores que cada lugar
pueda tener varía sustancialmente del entorno en el que se emplaza. Al res-
pecto, difícilmente pueden aplicarse en diferentes lugares las metodologías
que se encargan de estudiar este aspecto, puesto que todo espacio público
experimenta una situación única. Cada uno tiene necesidades específicas y,
precisamente, la puesta en valor busca destacar sus atributos potenciales
dentro del marco de la cultura9 y sostenibilidad social, a la que Jan Gehl de-
fine como:

6  Federico Gorio. “Critica dell’ idea di ‘centro storico”. Rassegna di architettura e urbanística. Roma: Uni-
vertiá degli studi de Roma, 1980, p. 55.
7  La Real Academia Española define la subjetividad como: Perteneciente o relativo al modo de pensar o
de sentir del sujeto, y no al objeto en sí mismo.
8  Carlos Mario Yory. Ciudad y sustentabilidad. Componentes y contenido de un proyecto sustentable de
ciudad a partir del concepto de topofilia. Una aproximación al contexto urbano de América Latina. Bogotá:
Universidad Piloto de Colombia, 2015, p. 129.
9  Se entiende como cultura a las percepciones, doctrinas, valores, conocimientos, dogmas y comporta-
mientos que distinguen a una colectividad.

173
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

Un concepto amplio que presenta una serie de desafíos por resol-


ver. Uno de los objetivos es lograr que los diversos grupos socia-
les que conviven en una ciudad tengan las mismas oportunidades
para acceder al espacio público y desplazarse a través de él […] el
concepto de sostenibilidad social también cuenta con una signifi-
cativa dimensión democrática, que prioriza el acceso igualitario al
espacio público, de modo que podamos encontrarnos con nues-
tros semejantes. Un prerrequisito esencial es que haya un espacio
público de acceso sencillo, que aliente a la población y usarlo y que
también sea un sitio atractivo tanto para encuentros de tipo casual
como formal.10

Entonces, la puesta en valor de espacios públicos es una solución


viable para establecer nuevos atractivos, conservar los que han subsistido y
crear un sentido de pertenencia como lugar de importancia sociocultural y
de carácter ambiental. El objetivo de la presente investigación es presentar
algunas definiciones y particularidades de la puesta en valor y aplicar estos
términos en un espacio público de suma importancia para la ciudad de Gua-
dalajara: el Parque Morelos.

Definiciones y reflexiones sobre el valor

El valor otorgado a un lugar está relativamente ligado a la subjetividad del


individuo o de la colectividad debido a que hay otros factores que aportan
especificidades al mismo. No obstante, el significado o valor simbólico que
le da cada persona lo lleva a trascender y a permanecer en la memoria colec-
tiva a lo largo de la historia. Una ermita, una pintura, un conjunto o un parque
“se valora[n] en función de su frecuentación, accesibilidad y uso lúdico, por
encima incluso de sus cualidades morfológicas y/o estéticas”.11

10  Jan Gehl. Cities for People. Washington DC: Island Press, 2010, p. 109.
11  Rocío Silva Pérez y Jesús Rodríguez Rodríguez. “Percepciones y valoraciones sociales de paisajes ur-
banos. Claves analíticas y potenciales en su incorporación a la planificación urbanística y socio-económica
de ámbito local”. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona, Universidad de Barcelo-
na, núm. 1108, 2015, p. 7.

174
Juan Christopher Alcaraz Padilla

Es indispensable tener en cuenta que la noción de valor no hace refe-


rencia al costo económico de una propiedad, sino a los atributos (elementos
cualitativos) que la sociedad le otorga. De igual manera, no debe confundirse
con los términos utilizados en acciones gubernamentales como rehabilita-
ción o rescate de espacios públicos, ya que estos tienen que ver con aspec-
tos superficiales reflejados, por lo general, en cambios de piso, infraestruc-
tura o mobiliario urbano, y no siempre consideran a los actores sociales de la
localidad para la toma de decisiones.
Al respecto, Horacio Gnemmi sostiene que “hablar u ocuparse de los
valores es tratar del significado último y determinante de la vida humana”.12
Cada peculiaridad del espacio depende del enfoque que se le otorgue. Mien-
tras los grupos inmobiliarios consideran que el valor reside en el uso de suelo
de un inmueble, para un grupo de personas que habita en un barrio o colonia
tradicional recae sobre sus referentes personales y sus experiencias:

El concepto de valor, hablando en términos generales, es un concep-


to resbaladizo, difícil de manejar porque nos remite a abstracciones
que caen dentro del campo especulativo de la filosofía […] El valor
es una cualidad añadida que los individuos atribuyen a ciertos obje-
tos que los hacen merecedores de aprecio. Estamos, pues, ante un
concepto relativo que aparece y desaparece en función de un marco
de referencias intelectuales, culturales, históricas y psicológicas, que
varían según las personas, los grupos y las épocas.13

La puesta en valor busca estacar las virtudes potenciales en lo his-


tórico, arquitectónico o artístico, social, tecnológico y ambiental del lugar. El
tema no es meramente reciente, pues ya desde la segunda mitad del siglo
XX existía una preocupación por proteger las cualidades de los sitios ante las
nuevas tendencias modernizantes.

12  Horacio Gnemmi. Puntos de vista sobre la conservación del patrimonio arquitectónico y urbano. Argen-
tina: Ediciones Eudecor SRL, 1997, p. 69.
13  Josep Ballart Hernández et al. “El valor del patrimonio histórico”. Complutm Extra. Madrid: Universidad
Complutense de Madrid, núm. 6, 1996, p. 215.

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El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

En 1967, la Comisión Internacional para la Protección de Monumen-


tos y Sitios (ICOMOS) llevó a cabo la Reunión sobre Conservación y Utiliza-
ción de Monumentos y Lugares de Interés Histórico y Artístico con el propó-
sito de promover la conservación, revitalización y utilización de los bienes
patrimoniales. El resultado fueron las Normas de Quito, las cuales definen la
puesta en valor del patrimonio cultural, sus medidas técnicas y legales:

Poner en valor un bien histórico o artístico equivale a habitarlo en


las condiciones objetivas y ambientales que, sin desvirtuar su natu-
raleza, resalten sus características y permitan su óptimo aprovecha-
miento. La puesta en valor debe entenderse que se realiza en función
de un fin trascendente que en el caso de Iberoamérica sería contri-
buir al desarrollo económico de la región.14

A partir de las Normas de Quito se desprendieron varios puntos de


vista sobre el tema. Horacio Gnemmi definió la puesta en valor como un mé-
todo de defensa del patrimonio; sugiere identificar los valores que realmente
funjan como tales antes del inicio de los trabajos de conservación o restau-
ración. Por otro lado, Joseph Ballart afirma que:

El valor es una cualidad añadida que los individuos atribuyen a ciertos obje-
tos que los hacen merecedores de aprecio. Estamos, pues, ante un concep-
to relativo que aparece y desaparece en función de un marco de referencias
intelectuales, culturales, históricas y psicológicas, que varían según las per-
sonas, los grupos y las épocas.15

Los valores más frecuentes y comunes son los históricos, sociales,


artístico-arquitectónicos, tecnológicos y ambientales; sin embargo, no hay
que dejar de mencionar que cada espacio público tiene sus propias necesi-
dades y sus propios valores.

14  Lourdes Gómez Consuegra (comp.) y Angélica Peregrina (coord.). Documentos internacionales de con-
servación y restauración. Guadalajara: INAH-Conaculta, 2009, p. 294.
15  Ballart Hernández, op. cit., p. 215.

176
Juan Christopher Alcaraz Padilla

Proteger el valor histórico en los trabajos de conservación y restau-


ración del patrimonio edificado es de suma importancia para la puesta en
valor; aquel “comprende la historia cultural de la estética, la ciencia, tecno-
logía, la vida humana y sociedad entre otros y es parte fundamental de los
espacios abiertos”.16
Los hechos históricos indican la permanencia del lugar en el colec-
tivo social; “el potencial de los bienes históricos como recurso ha de ser eva-
luado en cualquier caso a la luz de contextos específicos, ya que la atribución
de valor sólo puede existir en función de situaciones reales y socialmente
determinadas”.17
El valor artístico-arquitectónico aporta realce al sitio de manera
sustancial y guarda mayor complejidad que el histórico, debido a que su es-
timación puede caer en el error de destacar elementos no originales de la
época o, mejor dicho, falsos históricos:18

El valor artístico es un valor más subjetivo, depende de la personal


interpretación de quien lo vive y observa acerca de la intención es-
térica del creador y su particular visión del mundo. Comprende las
cualidades de forma, proporción, escala, color, contrates, texturas,
materiales y factores externos vinculados al sitio como olores y soni-
dos […] El valor resulta de la unidad de los elementos que componen
la obra, tanto de sus elementos estructurales como de los elementos
sensoriales y expresivos.19

Según el caso, resulta más o menos complejo dar valor a un sitio


por sus particularidades artísticas. Por ejemplo, puede haber esculturas o
elementos significativos considerados importantes para una parte conside-
rable de la población, pero que por su temporalidad (principalmente las obras
consumadas en el siglo XX) algunas instancias públicas o autoridades en

16  Claudia Angélica Suárez Carrasco. Espacios abiertos patrimoniales. México: UNAM, 2016, p. 39.
17  Ballart Hernández, op. cit., p.216.
18  Un falso histórico es aquel elemento adosado que imita el lenguaje de diseño sin previa investigación
o distinción entre lo que pertenece al periodo de la obra y lo que no.
19  Suárez Carrasco, op. cit., p. 41.

177
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

la materia no los asumen así. Inclusive, puede suceder que la obra de algún
autor no sea apreciada de manera positiva, independientemente de los signi-
ficados que la sociedad ya le haya otorgado.
El valor social se sitúa en el mismo ramo de lo intangible. Se trata de
un elemento medular en la estimación de un sitio al ser la sociedad el prin-
cipal motor y objeto de estudio de investigaciones recientes. Los usuarios
determinan si el espacio corresponde a su contexto (barrio, colonia o centro
poblacional) y si merece ser apreciado: “el reconocimiento social de los es-
pacios públicos guarda una estrecha relación con la frecuentación ciudada-
na y se asocia a la diversificación social y funcional de los barrios”.20
El estudioso de este tema debe llevar a cabo trabajos de etnografía
y elaborar conjeturas respecto del uso que la población da a ese espacio
como forma de manifestación cultural, ya sea para eventos específicos o
simplemente para su esparcimiento cotidiano. Para entender la dinámica del
espacio público, el observador debe adentrarse en ella:

El valor social comprende las propiedades que convierten un lugar


en el núcleo de manifestaciones y actividades sociales, culturales,
religiosas, entre otras, y lo dotan de un simbolismo que da valor y
propician estas concentraciones de personas […] el valor social es
intangible pero no por ello menos importante y por lo mismo más
sensible a los cambios que pueda haber en la configuración y mate-
ria física de los bienes en cuestión.21

El siguiente paso que debe dar el investigador es identificar las téc-


nicas constructivas que sitúan al lugar en una temporalidad específica. A
esta particularidad en términos de conservación del patrimonio urbano se le
denomina valor tecnológico:

Este valor abarca las cualidades de la técnica y ciencia aplicadas en


el diseño y construcción de los espacios abiertos. Comprende las
técnicas de bioingeniería, las obras hidráulicas, los modelamientos y
20  Silva Pérez y Rodríguez Rodríguez, op. cit., p. 6.
21  Suárez Carrasco, op. cit., p. 42.

178
Juan Christopher Alcaraz Padilla

contenciones del terreno, el uso y manejo de materiales, técnicas de


plantación y otros que son un testimonio de los avances de la época
en esas materias.22

El valor tecnológico no se refiere a lo que actualmente se entiende


como tecnología (medios digitales, sistemas automatizados y de alta eficien-
cia), sino a los métodos utilizados en la eventualidad del sitio. Por ejemplo,
puede existir un lugar cuyo sistema constructivo marcó el cambio de época
en cuanto a la ejecución de los trabajos, sistema constructivo, materiales o
forma de vida; por ello, es imperativo remarcar y difundir esta característica.
El paisaje o elementos naturales dentro del espacio urbano son un
atributo invaluable. Ellos aportan a mejorar el clima, absorben contaminan-
tes, proporcionan oxígeno y visualmente se complementan a los sitios; a es-
tas características se le denomina como valor ambiental. Sus ventajas eco-
lógicas dotan de mejor calidad de vida a los usuarios por la interacción de
ellos con la naturaleza, aportan beneficios climáticos a la urbe y promueven
la toma de conciencia hacia el medio ambiente.
Dentro de este contexto, el usuario o la colectividad crea y recrea
imágenes, percepciones y sentimientos que abonarán al apego del lugar: “El
paisaje no es la naturaleza ni el territorio, el paisaje urbano no es la ciudad, ni
alguno de sus enclaves significativos, sino la imagen que de ella se destila,
bien sea esta individualidad o colectiva”.23
Se puede afirmar que “el valor ambiental se encuentra de cierta
forma separado de los otros valores, sin embargo, constituye una razón
más para incrementar la protección de los espacios abiertos y asegurar su
conservación”.24 Aquellos lugares en los cuales se localizan, se dotan y se
conservan sus áreas verdes adquieren valor agregado. Desafortunadamen-
te, para las administraciones gubernamentales, el mantenimiento de dichas
áreas genera un gasto continuo, así que optan por limitar los servicios nece-
sarios para su adecuado mantenimiento; por lo tanto, es indispensable invo-
lucrar a los actores sociales en el cuidado del mismo.
22  Ibid., p. 42.
23  Javier Maderuelo. “El paisaje urbano”. Estudios geográficos. España, Universidad de Alcalá, núm. 269,
2010, p. 575.
24  Suárez Carrasco, op. cit., p. 43.

179
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

Como se dijo al inicio de este trabajo, todos estos valores dependen


del sitio que intervenir; algunos espacios pueden tener potencial arquitectó-
nico, otros tecnológico o ambiental. Todo espacio urbano parte de un lugar
que ha tenido en la historia y en la memoria del colectivo:

Cada proyecto de puesta en valor constituye un problema específi-


co y requiere una solución también específica […] En general, todo
proyecto de puesta en valor envuelve problemas de carácter econó-
mico, histórico, técnico y administrativo. Los problemas técnicos de
conservación, restauración y reconstrucción varían según la índole
del bien.25

En conclusión, cada espacio urbano requiere para su estudio de una


metodología particular y de acciones particulares. Además de los ya men-
cionados, pueden existir valores distintos y cada uno debe ser analizado con
detalle para el aporte de su puesta en valor.

El Parque Morelos y su puesta en valor

El Parque Morelos, anteriormente conocido como La Alameda, forma parte


importante del desarrollo de la ciudad de Guadalajara. Su función, al igual
que La Alameda de la Ciudad de México, era el esparcimiento de la población
situada al límite nororiente de la ciudad. Este espacio público tiene antece-
dentes históricos relevantes como ser el parque de mayor extensión terri-
torial dentro de la ciudad, formar parte de las actividades dominicales de la
población y situarse como principal área de descanso de los residentes del
primer cuadro.
Con el paso del tiempo, el Parque Morelos ha experimentado diver-
sas transformaciones que van desde la modificación de los trazos interiores
hasta los de sus límites. En la actualidad, gran parte de las actividades reali-
zadas en el interior del lugar obedecen a otros propósitos escasamente rela-
cionados con el ocio y esparcimiento, ofreciendo un aspecto de degradación

25  Gómez Consuegra, op. cit., p. 299.

180
Juan Christopher Alcaraz Padilla

y deterioro, incluyendo sus alrededores. Estas patologías se han originado


por factores tales como el establecimiento de giros comerciales y de servi-
cios, por proyectos fallidos de las distintas instancias gubernamentales y la
fragmentación del tejido social debido al traslado de los habitantes del lugar
a otros puntos de la ciudad.26
La problemática no es reciente. Lleva un largo periodo arrastrando
contrariedades similares, y aunque podría culparse al contexto inmediato
actual (bares, casas de empeño, edificaciones abandonadas y terrenos bal-
díos), no es el único conflicto: debe sumársele la falta de atención por parte
de las autoridades en la creación de labores vinculantes con la población.
Entonces, ¿el Parque Morelos tiene atributos aptos para una puesta
en valor? En primera instancia hay que destacar su valor histórico, puesto
que data de finales del siglo XVIII. Ha sido partícipe de eventos que han mar-
cado no sólo al lugar, sino a la fisonomía de la ciudad de Guadalajara. Un
ejemplo de ello es la rectificación de la ahora conocida Calzada Independen-
cia, donde parcialmente se localizaba el antiguo borde natural de la ciudad,
el río San Juan de Dios; esta acción marcó el cambio en la superficie del
parque, la apertura de un eje principal de la ciudad y el fin de la barrera entre
el oriente y poniente de la ciudad.27
A finales de la primera década del siglo XXI, el Parque Morelos fue
parte de lo que en su momento se denominó Proyecto Alameda, después co-
nocido como las Villas Panamericanas. El contexto inmediato del parque se
modificó, dejando huecos urbanos procedentes de los predios que se adqui-
rieron y demolieron para llevar a cabo el mencionado plan; al final de cuentas,
el proyecto fue trasladado a la zona del Bajío, en el municipio de Zapopan.
Actualmente, es parte fundamental del siguiente macroproyecto que plantea
la reactivación de la zona: Ciudad Creativa Digital. Dentro del marco de este
último se han hecho modificaciones en los andadores del interior del parque
con el fin de dar un nuevo sentido al espacio público. Ello comprueba que a
pesar de las diversas modificaciones del lugar, sigue fungiendo como parte
fundamental de los planes promovidos por diversas instancias.

26  Ocurrido por los predios vendidos para el proyecto de Villas Panamericanas.
27  Aunque en el año 2009 se agregó una barrera física a lo largo de la Calzada Independencia: el sistema
de transporte público Macrobús.

181
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

En el interior del parque se encuentran elementos escultóricos y ar-


quitectónicos del siglo XX y XXI que pueden ser tomados como referentes de
su valor artístico-arquitectónico. Cabe destacar que debido a la complejidad
para valorizar estos elementos, se ha caído en el desatino de tratar de retirar-
los, ya que para ciertos autores de los proyectos de intervención éstos care-
cen de valor identitario.28 Entre los trabajos que se han efectuado a raíz del
proyecto Ciudad Creativa Digital29 está la propuesta de retirar las esculturas
juego para remplazarlas por un ágora, misma que los autores pensaban sería
una mejor opción para el sitio. El desconocimiento de los antecedentes de
estas esculturas hizo que no se les tomara en cuenta para su conservación;30
por fortuna, los habitantes realizaron eventos a favor de su conservación y
mostraron que tenían un significado importante para ellos.
Asimismo, la edificación conocida como la Fuente de Sodas, de la
autoría del arquitecto Alejandro Zohn, 31 tiene un valor tecnológico por el uso
de cascarones de concreto como parte de la nueva tecnología en boga du-
rante la segunda mitad del siglo XX. Este espacio es un referente importante
para los habitantes de la zona debido a la cantidad de actividades que ahí se
realizan; a pesar de ello, el mantenimiento por parte del Ayuntamiento de la
ciudad ha sido nulo, causando deterioros en ciertos puntos de la estructura
que pueden llegar a repercutir en la seguridad del mismo.
Dentro del parque se llevan a cabo diversas actividades (ya sean li-
citas e ilícitas) que de alguna manera han llevado a los actores sociales a
apropiarse de este espacio. El turismo sexual, la delincuencia, la venta de
productos de dudosa procedencia y las actividades familiares de esparci-
miento que aún persisten, han aprendido a coexistir unos con otros.
Cada actividad tiene su espacio definido y no interfiere con el resto.
Independientemente de que cada una obedezca a propósitos personales,
ninguno obstruye la continuidad del otro. Un caso importante es el de las
actividades socioculturales que se llevan a cabo todos los sábados en el lado
poniente de la Fuente de Sodas, adyacente a la esculturas lúdicas; mientras
28  Tal es el caso de las esculturas localizadas en la parte poniente del parque.
29  Iniciado en el año 2017.
30  Dichas esculturas de la autoría del arquitecto Javier Fabián Medina Ramos obtuvieron el segundo
premio en el III Bienal Nacional de Escultura del Instituto Nacional de Bellas Artes junto con el arquitecto
Alejandro Zohn, en mayo de 1967.
31  También galardonada en el II Bienal Nacional de escultura de mayo de 1967.

182
Juan Christopher Alcaraz Padilla

tales actividades transcurren pacíficamente, en la zona céntrica donde se


localiza el kiosco se ofrecen “pláticas” religiosas; y en el oriente, el comer-
cio sexual se practica sin tapujo alguno. Francisco Talavera Durón corrobora
la convivencia de los distintos actores sociales en el contexto del Parque
Morelos:

Los vecinos no niegan que hay prostitución y drogadicción en su


colonia, específicamente en el parque Morelos. Sin embargo, están
acostumbrados a ver a las prostitutas, a los drogadictos y a los tra-
vestis. Al parecer se han dado por vencidos. Son grupos que han
conformado redes dentro de la colonia, personajes que son parte de
la vida y el paisaje del barrio.32

En los últimos años, un grupo de actores sociales se ha mantenido


al tanto del lugar y ha adquirido un fuerte apego por este espacio público;
se trata de los habitantes del barrio de El Retiro y de las zonas aledañas. En
algunas ocasiones se han manifestado en contra de diversas intervenciones
que ahí pretendían realizarse por parte del H. Ayuntamiento de Guadalajara,
como el proyecto Alameda (las Villas Panamericanas) y el de la Ciudad Crea-
tiva Digital. Este último no se ha socializado de manera correcta, dejando en
el aire una gran cantidad de cuestiones que preocupan a los interesados en
la conservación. Para ellos, los actos de las administraciones gubernamen-
tales han caído en un círculo vicioso por el hecho de continuar sistemática-
mente con una nula socialización de los planes, a pesar de que las obras
correspondientes ya han comenzado.
Dentro de este marco, puede verse que el valor social del parque es
significativo ya que ayuda a la trascendencia por medio del apego y el tra-
bajo en conjunto en favor de la conservación del mismo. El simple hecho de
provocar la cancelación de un proyecto de gran magnitud como las Villas
Panamericanas, deja ver el apego de la gente y su sentido de pertenencia a la
colonia y a su espacio público. En el planteamiento de la puesta en valor del

32  Francisco Talavera Durón. Los mil y un retiros en torno al parque Morelos. La construcción social del
territorio. Guadalajara: Ayuntamiento de Guadalajara, 2009, p. 38.

183
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

Parque Morelos es primordial transmitir las propuestas de conservación a la


colectividad que ahí se desenvuelve, porque esencialmente son ellos los que
transmitirán la importancia del lugar a generaciones futuras:

Uno de los aspectos más importantes a garantizar, dentro de este


marco, es el que tiene que ver con la comprometida participación de
los actores sociales en la construcción, preservación y cuidado de
su habitad, puesto que son ellos, en definitiva, quienes en primera
instancia se ven afectados por los múltiples problemas inherentes
del desequilibrio social y ambiental que caracteriza a las grandes
metrópolis.33

Los resultados de las entrevistas realizadas a los habitantes del lu-


gar arrojaron un dato importante: se encuentran preocupados porque la zona
ya ha sufrido una grave fragmentación del tejido social, y he ahí la razón por
la que no permiten que cualquier proyecto o trabajo continúe devastando los
espacios verdes de la colonia. Las diversas aproximaciones a los habitantes
confirman que el Parque Morelos tiene un valor social importante para la
ciudad de Guadalajara; ellos son los perjudicados cuando no se les tiene en
cuenta al momento de tomar decisiones ni cuando algún referente intrínseco
a ellos padece alguna degradación. Cabe mencionar que a pesar de las in-
tervenciones fallidas y de la inseguridad presente en la zona, todavía siguen
con vida algunas actividades tradicionales, como la Feria del Cartón de los
meses octubre y noviembre y la venta de artículos navideños en diciembre.
Esto demuestra que no están dispuestos a que desaparezcan los eventos
referentes del lugar.
Por otro lado, es de suma importancia destacar que el Parque More-
los goza de un enorme valor ambiental. Cuando se analiza el plano o imagen
satelital del primer cuadro de la ciudad de Guadalajara, puede apreciarse que
los espacios verdes no son predominantes en la zona. Se ha optado por la
manutención de plazas de concreto, al resultar más económico su manteni-
miento que el de los parques y jardines.

33  Yory, p. 86.

184
Juan Christopher Alcaraz Padilla

El parque Morelos cuenta con una superficie total de 54,050 m2 (de


acuerdo con plano proporcionado por la Dirección de Obras Públicas y por el
levantamiento topográfico realizado por el autor en diciembre de 2017). Pre-
viamente a los trabajos comenzados en el año 2017 contaba con 33,735.72
m2 de áreas verdes y, ahora, después de los trabajos, a principios del año
2018, tiene 25,610.71 m2;34 es decir, el parque ha sufrido una pérdida de 31%
de sus áreas verdes, respecto de lo que poseía en el año 2016. Incluso, los
habitantes afirman que la tala de árboles se ha vuelto una práctica común.
Basta mencionar que años atrás no era fácil divisar las edificaciones de un
punto de la calle al otro, contrario a lo que ahora sucede en vísperas de con-
cluir con los trabajos.
Diversos espacios públicos comienzan a perder sus áreas verdes a
causa de las intervenciones y de los proyectos que no consideran necesario
sostener el carácter ambiental en una urbe cada vez más saturada de con-
taminantes. Ante ello, hay que mencionar que los espacios verdes son gene-
radores de aislamiento de contaminantes auditivos, forman un microclima y
fungen como ornato natural de la ciudad, entre otras cualidades.
Como se ha dicho hasta aquí, el Parque Morelos cuenta con diversos
valores que pueden contribuir a buscar su conservación y permitir su conti-
nuidad como espacio público del primer cuadro de la ciudad. El desconoci-
miento de sus valores y su aparente falta actual de atractivos han conllevado
a estigmatizar este espacio público, y las intervenciones, en lugar de ayudar
a evitarlas, han agravado las patologías urbanas (turismo sexual, inseguridad
y compra-venta de productos de posible procedencia ilícita). Ante ello, es im-
perante hacer partícipes a los habitantes del lugar en la toma de decisiones
porque sólo ellos tienen el conocimiento de lo que se requiere en el parque.

Reflexión final

En la actualidad, los espacios públicos están experimentando situaciones


graves de abandono debido a que los atractivos que los mantenían vivos
han ido perdiéndose por factores de diversa índole, aunado a que las nuevas

34  Con base en los levantamientos realizados y al plano manejado en obra.

185
El parque Morelos de Guadalajara: un espacio público para poner en valor

generaciones realizan sus actividades de esparcimiento en otros lugares que


les ofrecen mayor seguridad. El hecho de que se deterioren los parques y
jardines tiene grandes repercusiones para la ciudad de Guadalajara; no sólo
es el espacio el que decae, sino el contexto y las dinámicas sociales que
circundan alrededor de él. Es una reacción en cadena que deriva en pato-
logías urbanas que afectan a la población y que alientan a otros actores a
apropiarse de ella:

La crisis del espacio público se manifiesta en su ausencia o aban-


dono o en su degradación, en su privatización o en su tendencia a la
exclusión. Sin espacio público potente, integrador socialmente, arti-
culador física y simbólicamente, la ciudad se disuelve, la democra-
cia se pervierte, el proceso histórico que hace avanzar las libertades
individuales y colectivas se interrumpe o retrocede, la reducción de
las desigualdades y la supremacía de la solidaridad y la tolerancia
como valores ciudadanos se ven superados por la segregación y por
la codicia, por el egoísmo y la exclusión.35

La puesta en valor tiene como intención principal el realce de los


elementos potenciales con el fin de reactivar los espacios urbanos y relacio-
narlos con la sociedad como medio de sostenibilidad. La cultura misma es
la materia prima que aporta sustancialmente a cualquier intervención que
implique la conservación del patrimonio urbano. La puesta en valor debe de
ser generadora de trascendencia de los espacios públicos a futuras gene-
raciones y programas vinculatorios con otros lugares de su contexto (otros
espacios públicos o colonias). En ningún momento debe proponerse una
metodología que no considere a los actores sociales involucrados en la co-
tidianidad del espacio público. Cada valor trabaja en conjunto con el otro;
por lo tanto, no se puede prescindir de valores que la sociedad y la historia
han tomado en cuenta, mismos que al final de la propuesta determinarán si
corresponde a lo que necesitan y perciben dentro del lugar:

35  Jordi Borja. Revolución urbana y derechos ciudadanos. Barcelona: Alianza Editorial, 2013, p. 101.

186
Juan Christopher Alcaraz Padilla

Tener una visión de la ciudad a partir del diálogo es nuestra respon-


sabilidad y también nuestro derecho. Es fundamental conocer la his-
toria de cada lugar, el análisis de su pasado, presente y futuro, de su
forma de organización y de trabajo, de la proyección de perspectivas
y escenarios donde lo más importante es la visión de sí mismo como
individuo y en convivencia comunitaria.36

Los autores de los proyectos por realizarse dentro de espacios pú-


blicos deben considerar que las propuestas proyectadas no cambiarán las
patologías del lugar; “en las calles y espacios urbanos de poca calidad sólo
tiene lugar mínimo de actividad. La gente se va deprisa a casa. Un buen en-
torno hace posible una gran variedad de actividades humanas completamen-
te distintas”.37 Por lo tanto, si esperan que el proyecto sea sostenible, indis-
cutiblemente debe ser sometido a consulta pública. La puesta en valor del
parque Morelos es una acción en la que es indispensable que los habitantes
del lugar participen con sus percepciones (principalmente los residentes de
los barrios aledaños como El Retiro). Si los proyectos se vinculan con la opi-
nión de la sociedad, ya sea mediante entrevistas, diálogos o mesas de tra-
bajo, se propiciará que los habitantes de la zona se sientan incluidos, cuiden
y forjen un sentido de pertenencia con este espacio de gran trascendencia
(desde el punto de vista de sus valores históricos, arquitectónicos, sociales
y ambientales) para evitar a caer en los espacios del anonimato a los que
alude el experto en el tema, Marc Auge.
La conservación del patrimonio urbano indiscutiblemente carece de
propósito si no se vincula con los implicados. Dejar fuera de los planes de
acción a los habitantes de zonas adyacentes propiciará la pérdida de ele-
mentos significativos y la disminución de áreas verdes, tal como sucedió en
los trabajos consumados en el Parque Morelos durante el 2017 y 2018, y lo
que posiblemente suceda con el proyecto de Ciudad Creativa Digital.

36  Atanacio Medellín et al., op. cit., p. 16.


37  Jan Gehl. La humanización del espacio urbano. La vida social entre los edificios. Barcelona: Editorial
Reverté, 2010, p. 19.

187
Es de suma importancia que el Parque Morelos se conserve, se valo-
re y se le procure un uso óptimo como espacio abierto de valor patrimonial,
ante una urbe que crece en sentido horizontal y vertical, que fortalece la se-
gregación del territorio con espacios que finalmente resultan ser privados.
Los espacios públicos son espacios de todos y para todos, y por lo
tanto, para que estos trasciendan a futuras generaciones, se debe de incul-
car su aprecio y cuidado para formar un sentido de pertenencia como medio
de sostenibilidad social en favor de futuras propuestas de puesta en valor.
MEMORIA, DISCURSOS Y SU OBJETIVACIÓN

189
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

UN ACERCAMIENTO A LAS RELACIONES


ENTRE SOSTENIBILIDAD Y CORRUPCIÓN EN MÉXICO

Agustín Vaca García


INAH-El Colegio de Jalisco

Cuando se rompe el tabú contra el daño a los otros desaparecen los


límites, se rompe el pacto social.
Jean Franco

Desarrollo y sostenibilidad

La evolución del concepto de desarrollo ha transitado desde un punto de


vista economicista-material, en la década de los cincuenta, hasta otro que,
en la actualidad, descansa en la sostenibilidad1 no sólo en lo que atañe a
las fuentes naturales que proporcionan riqueza y progreso material sino que
privilegia el progreso cultural y moral de la humanidad.
El concepto economicista de desarrollo se enderezaba, desde la
perspectiva de la modernidad occidental euroestadounidense, a mejorar las
condiciones materiales de vida que prevalecían en los países llamados del
Tercer Mundo. Sin embargo, este concepto ocultaba la convicción de que
las culturas autóctonas no occidentales, tercermundistas en consecuencia,
constituían más bien un impedimento para el progreso material y el desa-
rrollo económico de tales países, y pretendía que se implantara en ellos un
régimen político de corte democrático que regulara la vida pública y facilitara
la occidentalización completa de la cultura en todos ellos. De tal suerte, las
distintas culturas aborígenes, que hasta entonces habían mantenido cierto
grado de libertad y de continuidad en cada una de las naciones latinoameri-
canas que las albergaba, estaban condenadas a una inexorable desaparición
y así dar paso franco a la modernidad.
1  El concepto de sostenibilidad, en este texto, implica tanto a la economía como a la política y sobre
todo a la cultura en toda la extensión de la palabra; de tal suerte, lograr la sostenibilidad incluye también el
cumplimiento de exigencias sociales que aún no alcanzan la universalidad esperada, como la equidad de
género y de razas, el respeto por los discapacitados, las creencias religiosas y las orientaciones sexuales,
por mencionar algunas de las que más resistencias han enfrentado.

190
Agustín Vaca García

Por fortuna, este irracional atentado no se cumplió a cabalidad,2 so-


bre todo gracias a la influencia de la Carta de Venecia de 1970, en la que em-
pezó a considerarse a la cultura, incluida la no occidental, como un elemento
valioso para el desarrollo material; la misma reunión propició la Conferencia
Mundial sobre Políticas Culturales, que se llevó a cabo en México en 1982,
y en sus conclusiones se afirmó el valor de la cultura como componente
estratégico para el logro de un desarrollo integral en el que las diferencias
interculturales dejaran de considerarse obstáculos para apreciarse como
oportunidades para alcanzarlo.
Poca duda cabe de que esta fue una reunión fundamental en lo que
se refiere a la importancia que en lo sucesivo se dio al papel de la cultura en
el desarrollo material de los pueblos, pues años más tarde, en el Documento
de Estocolmo sobre políticas culturales, se tomó como punto de partida la
definición de cultura que hasta nuestros días ha logrado cierto consenso
oficial.
De acuerdo con este documento,

la cultura puede considerarse como el conjunto de los rasgos distin-


tivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que carac-
terizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las
artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del
ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.3

De hecho, ya desde el decenio de los cuarenta, acuñar un concepto


de cultura distinto del puramente antropológico causaba polémicas entre los
interesados en el problema. A finales de los cincuenta, Raymond Williams
propuso un concepto de cultura que, aunque no satisfizo a todos los involu-
crados, sí puede decirse que fue precursor –y mantiene una cierta vigencia–

2  No me referiré aquí a los despojos y abusos que sufrieron las distintas culturas aborígenes que sobrevi-
vieron, primero a la embestida hispana, y después, desde el siglo XIX, a las expoliaciones y discriminaciones
de todo género por parte de los mestizos, en mayor o menor medida, en los países de América Latina donde
las culturas autóctonas se habían desarrollado hasta planos que los primeros invasores judeocristianos no
habían sospechado.
3  UNESCO. “Políticas culturales: Documento de Estocolmo”. Conferencia Intergubernamental sobre las
Políticas Culturales para el Desarrollo, 1998, p. 1 (http://www.culturalrights.net/descargas/drets_cultu-
rals419.pdf).

191
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

de los que en la actualidad se formulan. Williams sostuvo que la cultura es


resultado de las relaciones indisociables entre economía, política y arte, es
decir, que la cultura es “una forma de vida completa, material, intelectual y
espiritual”.4
Ahora bien, aun cuando la definición de cultura que se propuso en el
Documento de Estocolmo parezca abarcarlo todo y, por lo tanto, definitiva, es
necesario tomar en cuenta que

cultura es uno de esos términos que, al igual que democracia o me-


dio ambiente, abarca múltiples usos y lo emplea una gran cantidad de
gente con muy variados propósitos. De tal suerte, desafía cualquier
intento de definición. Puede representar muchos de los aspectos in-
tangibles de nuestros valores, costumbres y patrones de vida que
a menudo el pensamiento y la acción gubernamentales pasan por
alto. Aunque la comprensión o la definición del término sea amplia,
representa con profundidad aspectos muy importantes de cualquier
sociedad. Por lo tanto, existe una necesidad crítica de reintroducir la
noción de cultura en el lenguaje de los políticos y burócratas.5

A estas particularidades del concepto de cultura, de la necesidad de


reintroducirlo al lenguaje político y del uso que de él pueden hacer los distin-
tos sectores de la sociedad, volveré más adelante, por lo pronto me interesa
destacar que, además, el Documento de Estocolmo asimiló los resultados
del Informe Bruntland,6 cuya importancia es insoslayable en lo que atañe al
cuidado del medio ambiente, pero también ofrece por primera vez el con-
cepto de desarrollo sostenible que se definió como aquel que satisface las
4  Raymond Williams. Culture and Society: 1780-1950. 2ª ed. Nueva York: Columbia University, 1983, p. xvi
[1958].
5  David Yencken. “Forword”. The Fourth Pillar of Sustainability: Culture’s Essential Role in Public Planning.
Melbourne: Cultural Development Network-Common Ground, 2001, p. III (http://www.culturaldevelopment.
net.au/community/Downloads/HawkesJon(2001)TheFourthPillarOfSustainability.pdf). Sobre las dificulta-
des para definir el término, los usos y abusos del mismo pueden verse con bastante provecho: Raymond
Williams. Key Words. A Vocabulary of Culture and Society. Nueva York: Oxford University Press, 1985 [1976];
Terry Eagleton. La idea de cultura. Una mirada política sobre los conflictos culturales. Trad. de Ramón José
del Castillo. Barcelona: Paidós, 2001 (Contextos Ideas).
6  Con este nombre se conoce el documento “Nuestro futuro común”, que dio a conocer la ONU en 1987
(http://www.ecominga.uqam.ca/PDF/BIBLIOGRAPHIE/GUIDE_LECTURE_1/CMMAD-Informe-Comision-
Brundtland-sobre-Medio-Ambiente-Desarrollo.pdfhttp://www.upv.es/contenidos/CAMUNISO/info/
U0506189), 11 de noviembre de 2017.

192
Agustín Vaca García

necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras


generaciones, mismo que se incorporó desde entonces en todos los progra-
mas de la ONU.
Si esto fue un cambio notable en el concepto y el papel que juega la
cultura en el progreso social, catorce años más tarde, en 2001, Jon Hawkes
escribió en Australia The Fourth Pillar of Sustainability: Culture’s Essential
Role in Public Planning,7 publicación que influyó poderosamente en la deci-
sión que tomó el Bureau Ejecutivo de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos
(CGLU) de aprobar y difundir un Documento de Orientación Política, el 17 de
noviembre de 2010, como corolario de la Cumbre Mundial de Líderes Loca-
les-3er Congreso Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, que tuvo
lugar en la Ciudad de México.
Este documento se elaboró por mandato de la Convención sobre la
Diversidad de las Expresiones Culturales de la UNESCO a la Comisión de
Cultura con el fin expreso de exaltar a la cultura como el cuarto pilar del
desarrollo sostenible,8 con lo cual la cultura vino a sumarse al “crecimiento
económico, la inclusión social y el equilibrio medioambiental”9 para comple-
tar el apuntalamiento del desarrollo sostenible, y de esta manera quedaron
comprendidos en él los patrimonios culturales –material e intangible–, la
creatividad humana, las artes, y se impuso la obligación de difundir el co-
nocimiento general de las culturas indígenas y sus tradiciones con el fin de
favorecer la conservación de su identidad y facilitar el diálogo intercultural.
Ahora bien, lo que he apuntado hasta aquí evidencia que dos de las
reuniones más importantes que se han ocupado de las estrechas relaciones
que en la actualidad guardan el desarrollo socioeconómico y la cultura se
llevaron a cabo en México, y ni siquiera es necesario decir que este país se
adhirió oficialmente a estos dos convenios, al igual que lo ha hecho con mu-
chos más no sólo de la UNESCO sino de otras organizaciones internaciona-

7  Melbourne: Cultural Development Network&CommonGround, 2001.


8  United Cities and Local Governments, Cités et Gouvernements Locaux Unis (CGLU). La cultura es el
cuarto pilar del desarrollo sostenible. Barcelona: Instituto de Cultura, 2010 (http://www.agenda21culture.
net/sites/default/files/files/documents/es/zz_cultura4pilards_esp.pdf), 21 de noviembre de 2017.
9  Ibid., p. 4.

193
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

les de igual importancia, no pocos de los cuales han sido incorporados a la


Constitución política nacional, cuyas reformas más recientes se publicaron
en 2017.10
Cabe hacer notar que mucho antes de que se diera la debida consi-
deración a las culturas autóctonas el lugar preferencial que desde hace casi
dos decenios han venido ocupando, la preocupación por el absoluto respeto
a los derechos humanos era un asunto ya bien establecido en los programas
de instituciones como la ONU y sus filiales, UNESCO entre ellas. De tal suerte
ambos principios, derechos humanos y diversidad cultural, en la actualidad
no pueden disociarse uno de otro.
Esta conjunción quedó bien asentada en la Declaración Universal de
la UNESCO sobre la diversidad cultural, en la que reafirmó su plena adhesión
a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, colocó la diversidad
cultural en el centro de los debates contemporáneos sobre la identidad,11 la
cohesión social y el desarrollo de una economía fundada en el saber.12
Pero si bien en la actualidad la cultura ocupa un lugar central en la
atención de algunos organismos internacionales de la mayor importancia
y, por lo menos de manera oficial, de los gobiernos nacionales que se han
adherido a los dictámenes de tales instituciones, es necesario no perder de
vista que, de acuerdo con la expansión que ha experimentado el concepto en
los dos decenios pasados, la cultura es sólo uno de los cuatro componentes
del desarrollo sostenible y que si no se conjuga con las otras tres dimen-
siones que lo integran: la económica, la político-social y la ambiental, esta
aspiración a la sostenibilidad no puede cristalizar en una realidad patente,
tangible.

Walter Benjamin aseguraba que

10  Última reforma publicada en Diario Oficial de la Federación. “Constitución política de los Estados Uni-
dos Mexicanos”. Diario Oficial de la Federación. México, Poder Ejecutivo, 15 de septiembre de 2015.
11  Al respecto puede verse Jacques Lafaye. La lucha por el poder. Identidades y mundialización. Zapopan:
El Colegio de Jalisco, 2017.
12  UNESCO. “Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural. Una plataforma conceptual, un semillero
de ideas, un paradigma nuevo”. Documento preparado para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Soste-
nible, Johannesburgo, 26 de agosto-4 de setiembre 2002. Serie sobre la Diversidad Cultural N° 1 (unesdoc.
unesco.org/images/0012/001271/127162s.pdf), 18 de marzo de 2017.

194
Agustín Vaca García

los amos eventuales son los herederos de todos aquellos que han
vencido. Quienquiera que haya conducido la victoria hasta el día de
hoy, participa en el cortejo triunfal en el cual los dominadores de hoy
pasan sobre aquellos que hoy yacen en tierra. La presa, como ha sido
siempre costumbre, es arrastrada en el triunfo. Se la denomina con
la expresión: patrimonio cultural… Tal patrimonio debe su origen no
sólo a la fatiga de los grandes genios que lo han creado, sino tam-
bién a la esclavitud sin nombre de sus contemporáneos. No existe
documento de cultura que no sea documento de barbarie.13

Política y sostenibilidad en méxico

Benjamin escribió lo anterior en 1940, pero se publicó por primera vez en


1955, es decir, cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ya había
logrado monopolizar la vida política del país y, con ello, llevar a la silla presi-
dencial al candidato que el partido hubiera tenido como la persona idónea e
imponer un presidente a modo en cuyo derredor girara todo lo demás durante
los siguientes seis años. El cambio, en realidad, era sólo debido a la obligada
renovación de primer mandatario cada sexenio que ordena la Constitución.
Al respecto, hay que tener en mente que, de acuerdo con Daniel Co-
sío Villegas, ya hacia los primeros años del decenio de los cuarenta habían
empezado a proliferar los cuestionamientos a la revolución mexicana, con
base en el desencanto que ya para entonces habían provocado los sucesivos
regímenes gubernamentales que se habían apropiado de ella y desvirtua-
do los cambios políticos, económicos y culturales que se prometieran en el
ideario inicial del movimiento.
De hecho, el mismo Cosío Villegas se sumó con todo vigor a estas
manifestaciones. En 1947 publicó en Cuadernos Americanos un ensayo con
el título de “La crisis de México”,14 en el que, casi a modo de conclusión,
aseguraba que la causa de la Revolución ha dejado ya de inspirar la fe que
toda carta de navegación da para mantener en su puesto al piloto; a eso debe
13  Walter Benjamin. “Sobre el concepto de la historia”. Conceptos de filosofía de la historia. Trad. de H.
A. Murena y D. J. Vogelmann. Intr. Hanna Arendt. Capital Federal: Terramar Ediciones, 2009. pp. 68 y 69.
14  El que tengo a la vista se reprodujo en Daniel Cosío Villegas. Ensayos y notas I. México-Buenos Aires:
Editorial Hermes, 1966, pp. 112-151.

195
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

añadirse que los hombres de la Revolución han agotado su autoridad moral


y política. Por otra parte, no es claro el fundamento en que podría fincarse la
esperanza de que la redención venga de las derechas,15 por los intereses que
representan, por su espíritu antipopular y su impreparación.16

Si bien Daniel Cosío Villegas ni fue el primero ni el único ni el últi-


mo que advirtió los signos inequívocos del desdoro de que fueron objeto
17

no sólo la revolución mexicana sino también la Carta Magna de 1917, por


parte del partido político que se las apropió, en cambio sí encabezó un aná-
lisis profundo,18 acompañado de una crítica libre de todo compromiso de
cualquier índole, del funcionamiento del monopolio político que mantuvo el
partido hegemónico desde su fundación en 1929 con el nombre de Partido
Nacional Revolucionario hasta 2000, último año en que mantuvo ese mono-
polio con el que adoptó en 1946 y con el que ejerce un considerable poder en
la vida pública hasta la fecha: Partido Revolucionario Institucional.
Esto último lo prueba el hecho de que las reformas electorales que
se iniciaron en 1977 y se han extendido hasta 2014, con la creación del Insti-
tuto Nacional Electoral (INE), las promovió o participó en ellas el propio PRI
de manera decisiva, a veces forzado por circunstancias de diversa índole.
Empero, este dominio sobre la vida política no pudo evitar la crítica de la
esfera pública. El mismo año en que dieron principio las reformas, 1977, Enrique
Florescano, entonces director del Departamento de Estudios Históricos del Ins-
tituto Nacional de Antropología e Historia, hizo públicas sus ideas en torno de los
efectos perniciosos del monopolio político del PRI: aseguró que la Revolución
Mexicana (1910-1921) no había logrado acabar con la corrupción que caracte-
rizó al régimen de Porfirio Díaz, “porque no modificó las bases económicas y
sociales del sistema”, circunstancias que se agravaron con la consolidación del

15  Con toda seguridad se refería al Partido Acción Nacional (PAN), el cual se fundó en 1939, que represen-
taba a las tendencias conservadoras y se le acusaba de partido confesional. Por mucho tiempo fue el único
cuya organización le permitió que se le considerara como contrincante del PRI.
16  Daniel Cosío Villegas. “La crisis de México”. Cuadernos Americanos, 1947, p. 150.
17  Como ejemplo de esto puede verse Stanley S. Ross (coord.). ¿Ha muerto la revolución mexicana? 2
vols. México: SEP, 1972 (Col. SepSetentas, 21 y 22).
18  Entre 1973 y 1975, Daniel Cosío Villegas escribió una serie de cuatro ensayos: El sistema político
mexicano; El estilo personal de gobernar; La sucesión presidencial y La sucesión: desenlace y perspectivas.

196
Agustín Vaca García

sistema capitalista, y que desde que gobernó el que fuera candidato del PRI a la
Presidencia, Miguel Alemán (1946-1952), “la corrupción invadió otros sectores
de la vida nacional como las universidades y centros de educación superior”.19
El historiador no vacilaba en asegurar que la democracia, como sis-
tema político en México, era sólo una fachada tras la que se ocultaba un
régimen cuya corrupción se acrecentaba y reafirmaba con el “sistema eco-
nómico prevaleciente, basado en la explotación de la mayoría de la población
trabajadora”, 20 al mismo tiempo denunciaba que la corrupción se escuda-
ba en una “centralización absurda e irracional de responsabilidades y dere-
chos que deben ser compartidos y puestos en práctica por la mayoría de los
ciudadanos”.21 Es del todo probable que esta centralización a que se refería
Florescano haya originado la impunidad que hoy acompaña a la corrupción.
Por otra parte, pero vinculado con el estado de corrupción guberna-
mental que desde finales del decenio de los setenta ya no fue posible ocultar,
un sinaloense, Rafael Caro Quintero, narcotraficante a plena luz del día, logra-
ba la consolidación del cártel que se ha denominado de Sinaloa o de Guada-
lajara indistintamente, una de las asociaciones delictivas que se dedicaban
a tal actividad sin que sus cabecillas se preocuparan en disimularlo, y que,
según se ha afirmado desde entonces hasta ahora en algunos medios de co-
municación, es la más poderosa que ha existido hasta los días que corren.22
Durante los setenta, pues, se desmontó ante el público el poderoso
mecanismo que mantenía el PRI para designar a quién estaría al frente del
Ejecutivo nacional; se desveló la corrupción de miembros, prominentes o no,
de las instituciones públicas en los ámbitos político y económico, y las poco
ocultas actividades del Cártel de Guadalajara y su rápido fortalecimiento en
unos cuantos años, propiciaron que el nombre de Enrique Álvarez del Casti-
llo, gobernador de Jalisco entre 1983 y 1989, se mencionara con insistencia

19  Marco Aurelio Carballo. “Enrique Florescano: la corrupción, forma de control político”. Proceso”, 30
de julio de 1977 (https://www.proceso.com.mx/4713/enrique-florescano-la-corrupcion-forma-de-control-
politico), mayo de 2018).
20  Idem.
21  Idem.
22  A modo de muestra puede consultarse “Buscan negar amparo a Caro Quintero”. Milenio Dia-
rio, México 27 de marzo de 2018 (http://www.milenio.com/policia/negar-amparo-caro_quintero-
extradicion-eu-zaldivar_0_1145885421.html), 27 de marzo de 2018; “Auge, caída y resurrección de
Rafael Caro Quintero, el ‘narco de narcos’ (https://www.infobae.com/america/mexico/2017/11/04/
auge-caida-y-resurreccion-de-rafael-caro-quintero-el-narco-de-narcos/).

197
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

como su protector, con lo que la población en general empezó a percibir, con


claridad y concreción cada vez mayores, la connivencia de las instituciones
gubernamentales con las bandas del narcotráfico.
No pasó mucho tiempo antes de que estas sospechas envolvieran a los
personajes más encumbrados de la política, como fue el caso del candidato a la
Presidencia de la República, Carlos Salinas de Gortari y de su hermano Raúl. No
obstante los señalamientos públicos, aunque no oficiales, el candidato del PRI
ocupó el cargo entre 1988 y 1994. Años más tarde, Miguel de la Madrid Hurtado,
quien lo precedió en el puesto, prácticamente confirmó tales sospechas.23
Memoire des Luttes, en su publicación de diciembre de 2009, dio a co-
nocer que a lo largo de los sexenios que encabezaron los presidentes Miguel de
la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo “a cambio de impunidad, el
Estado había impuesto a las mafias [del narcotráfico] un acuerdo de no violen-
cia”, cuyo resultado fue la corrupción de toda la escala de funcionarios públicos.
De tal suerte, desde ministros hasta policías, pasando por gobernadores, genera-
les, jueces, etc., “han sido cómplices en la transformación del México neoliberal
en el primer narco-Estado del planeta, ‘honor’ que comparte con Afganistán”.24
El empeoramiento cada día más palpable de las condiciones mate-
riales, económicas y políticas en que se desarrollaba la vida cotidiana en el
país, dio lugar a que los votantes, en contradicción con lo que preveía Daniel
Cosío Villegas en 1947, creyeran que la esperanza de la redención del país sí
venía de las derechas, a pesar de “los intereses que representan”.25
Fue entonces que Vicente Fox Quezada, candidato del Partido Ac-
ción Nacional (PAN), tomó posesión de la Presidencia el día primero de di-
ciembre de 2000. Si bien el nuevo presidente prometió “dar la madre de to-
das las batallas en contra del crimen organizado”26 y combatir la corrupción,
Felipe Calderón Hinojosa, sucesor del anterior y también de filiación panista,
fue más allá.
23  “Miguel de la Madrid acusa a Carlos y Raúl Salinas de Gortari de corrupción y narcotráfico”. Méxi-
co, Noticieros Televisa, 13 de mayo de 2009 (http://www2.esmas.com/noticierostelevisa/mexico/nacio-
nal/062946/miguel-madrid-acusa-carlos-y-raul-salinas-narcotrafico-y-corrupcion), 18 de abril de 2018.
24  Jean-François Boyer. “México contra las mafias del narcotráfico”. Mémoire des Luttes. Francia, Mede-
lu, diciembre de 2009 (http://www.medelu.org/Mexico-contra-las-mafias-del).
25  Cosío, “La crisis…”, p.150.
26  “Las diferencias en la política de drogas en los años de Fox, Calderón y Peña”. Ciudadanos en red,
Seguridad, 21 de abril de 2016 (http://ciudadanosenred.com.mx/las-diferencias-en-la-politica-de-drogas-
en-los-anos-de-fox-calderon-y-pena/), 2 de junio de 2018.

198
Agustín Vaca García

Apenas diez días después de asumir la Presidencia declaró oficial-


mente la guerra no sólo al narcotráfico sino a todas las demás actividades
del crimen organizado, las cuales se habían diversificado como reacción
ante el endurecimiento de las medidas del gobierno federal que muy pronto
recibieron no sólo críticas sino hasta una franca repulsa. 27
A finales del sexenio de Calderón, el consenso general condenaba el
fracaso del enfrentamiento armado del Estado contra el crimen organizado,
el cual se reflejó de manera casi inmediata en un considerable aumento ante
la Comisión de este delito: “El número de homicidios dolosos por 100 mil
habitantes pasó de 8.5 en 2007 a 24 en 2011, creció más de tres veces”. Se
estimaba que para 2012 ascendería a 122,858 homicidios dolosos.28
Asimismo, las organizaciones delictivas empezaron a fraccionarse
y a multiplicarse con la captura o muerte de sus principales cabecillas, dan-
do lugar a cruentas batallas intestinas por apoderarse cuando menos de una
porción del territorio que dominaba el jefe de la organización cuya cabeza se
había cercenado.29 Aunque ésta, sin duda, fue una de las causas del desme-
surado aumento del número de homicidios dolosos, es difícil, deslindar con
certeza el porcentaje atribuible al crimen organizado,30 lo cual deja un margen
considerable a los asesinatos que se originaron en la violencia social, común.
Es necesario tener en cuenta que para ese año, 98% de esos asesina-
tos gozaba de total impunidad, sin distinguir ni las causas ni el origen de ta-
les crímenes.31 Lo mismo vale para los demás delitos en que incurrían tanto
los integrantes de las cada vez más numerosas bandas delictivas, como los
que pertenecían al fuero común.32

27  “México: Seis años después: miles de muertos y un Estado más vulnerable”. Aristegui Noticias, 26 de
noviembre de 2012 (https://aristeguinoticias.com/2611/mexico/seis-anos-despues-miles-de-muertos-y-
un-estado-mas-vulnerable/), 20 de abril de 2018.
28  Rubén Aguilar y Jorge Castañeda. “La guerra antinarco, el gran fracaso de Calderón”. Proceso. Méxi-
co, 17 de octubre de 2012 (https://www.proceso.com.mx/322831/la-guerra-antinarco-el-gran-fracaso-de-
calderon), 12 de febrero de 2018.
29  “Grupos criminales crecieron 900% durante la guerra contra el narco de Felipe Calderón”. Animal Polí-
tico. México, 7 de febrero de 2017 (https://www.animalpolitico.com/2017/02/grupos-criminales-aumenta-
ron-900-la-guerra-narco-calderon/), 28 de mayo de 2018.
30  Aguilar y Castañeda, loc. cit.
31  “98% de los homicidios cometidos en 2012 están impunes”. Animal Político. México, 17 de junio de
2013 (https://www.animalpolitico.com/2013/07/98-de-los-homicidios-de-2012-en-la impunidad/), 20 de
mayo de 2018.
32  No hay que olvidar que desde las reformas constitucionales de 2007, la delincuencia organizada pasó
a considerarse delito federal. Al respecto véase Sergio García Ramírez. La reforma penal constitucional
(2007-2008). ¿Democracia o autoritarismo? 5ª ed. México: Porrúa, 2016.

199
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

Estado, política y poderes fácticos

Este panorama de crimen y de corrupción, evidentemente cobijados bajo el


alto índice de impunidad, enmarcó la recuperación de la Presidencia de la Re-
pública por parte del PRI en 2012, cargo que recayó en Enrique Peña Nieto. El
2 de diciembre de ese año, un día después de asumir el Poder Ejecutivo y en
su primer acto público importante, se firmó el Pacto por México, 33 como se
llamó al acuerdo a que habían llegado los partidos políticos más relevantes:
Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democráti-
ca, y el presidente Peña Nieto como cabeza del Gobierno Federal.
En este acto, que podría considerarse el estreno de Peña Nieto como
presidente, pareció que el flamante gobierno tenía conciencia clara de los
principales problemas que aquejaban al país, al igual que de la solución a
cada uno ellos, todo esto acompañado del firme propósito de combatirlos
para alcanzar las metas más importantes que, gobierno y partidos políticos,
prometían alcanzar mediante el Pacto por México.
Hasta entonces la mención a “poderes fácticos” era poco frecuente en
el discurso oficial de los gobiernos anteriores. El nuevo secretario de Gober-
nación Miguel Ángel Osorio Chong, al presentar el Pacto al público admitió de
manera cuasi oficial la realidad y concreción de poderes tales, cuya “creciente
influencia reta la vida institucional del país y se constituye en un obstáculo
para el cumplimiento de las funciones del Estado mexicano”. En consecuencia,
esos “poderes fácticos”, a menudo “impedían el desarrollo nacional”, el econó-
mico sobre todo, “creando así un gran lastre para la mejor distribución de la
riqueza, con la consecuente permanencia de la desigualdad.34
De tal suerte, con el objetivo de poner fin a lo anterior, Osorio Chong
recalcó que “la tarea del Estado y sus instituciones, en esta circunstancia de la
vida nacional, debe ser someter, con los instrumentos de la ley y en un ambien-
te de libertad, los intereses particulares que obstruyan el interés nacional”.35

33  SRE. “Reformas. Pacto por México”. México (https://embamex.sre.gob.mx/bolivia/images/pdf/RE-


FORMAS/pacto_por_mexico pdf), 8 de mayo de 2018.
34  “¿A qué poderes fácticos se refiere el Pacto por México?”. Aristegui Noticias. México, 2 de diciembre
de 2012 (https://aristeguinoticias.com/0212/mexico/a-que-poderes-facticos-se-refiere-el-pacto-por-mexi-
co/), 12 de febrero de 2018. Negritas en el original.
35  SRE, op. cit., p. 16.

200
Agustín Vaca García

De allí que los signatarios del Pacto aceptaran que “el combate efectivo a la
corrupción es uno de los reclamos más sentidos por la sociedad y una nece-
sidad para construir un gobierno más eficaz que logre mejores resultados”.36
Como consecuencia de lo anterior, se creería que con la declaración
de que se pondría “énfasis en Pemex [Petróleos Mexicanos] y CFE [Comisión
Federal de Electricidad]”, el gobierno no solo admitía de manera implícita la
corrupción generalizada por lo menos en dos de las industrias más impor-
tantes del Estado, sino que también tomaría cartas en el asunto y que, para
contrarrestarla, anunciara la creación de “un Consejo Nacional para la Ética
Pública con la participación de diversas autoridades del Estado mexicano y
miembros de la sociedad civil para dar seguimiento a las acciones concerta-
das contra la corrupción”.37
Para impedir un crecimiento todavía mayor de esta última, en el do-
cumento se anunciaron reformas que se llevarían a cabo en ambas indus-
trias y en la educación pública del país, pero sólo la que se llevó a cabo en
esta actividad actividad obligatoria del Estado dejó sin cabeza al poderoso
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).38
Su lideresa vitalicia, Elba Esther Gordillo Morales, quien alguna vez
encabezara una lista de las diez personas más corruptas de México,39 sin
dejar el liderazgo del SNTE logró concentrar un enorme poder mediante el
desempeño de varios cargos políticos importantes, siempre en las filas PRI,
partido a cuyo favor se encargó de garantizar el voto de los integrantes del
sindicato.
Empero, el franco impulso y respaldo que dio a la fundación del Par-
tido Nueva Alianza en 2005 y el intento de encauzar las preferencias de voto
del sindicato hacia el PAN, motivó un distanciamiento con el PRI, el cual hizo
crisis ante el rechazo de Gordillo a la reforma educativa que se anunció en el

36  Idem.
37 Ibid., Compromisos 85 y 86, p. 17.
38  Con más de un millón y medio de afiliados, el SNTE es uno de los sindicatos más poderosos de Lati-
noamérica y tiene un largo historial como aliado del gobierno, con la misión de controlar el voto gremial a
favor del gobierno federal, sin que importe el partido a que pertenezca el Jefe del Ejecutivo. “Hace pública el
SNTE su membresía total”. El Siglo de Torreón. Torreón, 15 de mayo de 2017 (https://www.elsiglodetorreon.
com.mx/noticia/1340704.hace-publica-el-snte-su-membresia-total.html), 5 de noviembre de 2017.
39  “Los diez mexicanos más corruptos”. Forbes. México, 22 de diciembre de 2013 (https://www.forbes.
com.mx/los-10-mexicanos-mas-corruptos-de-2013/), 18 de junio de 2018.

201
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

Pacto. La respuesta no se hizo esperar, el 26 de febrero de 2013 la acusaron


de los delitos de lavado de dinero, operaciones con recursos de procedencia
ilícita, defraudación fiscal, entre otros, por los que la pusieron en prisión.
En contraste, los sindicatos de las industrias estatales no sufrie-
ron cambio alguno. En Pemex permaneció a la cabeza Carlos Romero Des-
champs, quien retenía ese cargo desde 1993 y seguía a Elba Esther Gordillo
en la lista de Forbes Mexico que acabo de citar; por su parte Víctor Fuentes
del Villar, se mantuvo en el puesto que asumió en 2005. Tal parece que sólo
al SNTE se le aplicaron los correctivos que seguramente se pensó incluir en
el hasta ahora inexistente Consejo Nacional para la Ética Pública.
La estructura de estos poderes fácticos que Osorio Chong mencionó
de forma expresa en el Pacto por México permaneció intacta, y lo mismo
puede decirse de las demás agrupaciones gremiales que son parte orgánica
del gobierno, institución que en última instancia tiene la posibilidad de disol-
verlas por completo si es necesario, o por lo menos de deshacerse de sus
cabecillas y reemplazarlos con otros menos levantiscos para mantener el
control de los gremios en cuestión.
Otra cosa muy distinta ha sucedido con los poderes fácticos que,
como el narcotráfico y demás formas de crimen organizado, desde el pe-
riodo presidencial de Felipe Calderón, disputan al Estado no sólo parte del
poder político, valiéndose de la infiltración en los órganos de gobierno que
han corrompido mediante el soborno, sino también el “derecho de matar”, es
decir, el monopolio de la violencia, pues “ya sea en una relación de autono-
mía o de incorporación con respecto del Estado mismo, estas máquinas de
guerra toman prestados elementos de los ejércitos regulares, pero también
añaden sus propios miembros”.40
El Pacto por México evidenció el conocimiento pleno que ya enton-
ces tenían los pactantes de las circunstancias de inseguridad, violencia y
corrupción que imperaban en el país, pues afirmaron que:

40  Cristina Rivera Garza. Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación. México: Tusquets Edi-
tores México, 2013 (Ensayos), p. 21.

202
Agustín Vaca García

el principal objetivo de la política de seguridad y justicia será recu-


perar la paz y la libertad disminuyendo la violencia, en específico se
focalizarán los esfuerzos del Estado mexicano para reducir los tres
delitos que más lastiman a la población: asesinatos, secuestros y
extorsiones.41

Sin embargo, con el paso del tiempo no sólo crecieron “los tres deli-
tos que más lesionan a la población”, sino que su aumento se debió en gran
medida al desbordamiento de la corrupción y la impunidad.42 Pero de estos
tres delitos, quizá el homicidio doloso, seguido de la desaparición forzada,43
sean los que reciben mayor atención pública y provoca una exigencia so-
cial más apremiante hacia el Estado y sus instituciones para que intervenga
de una manera más decidida y efectiva en la contención de su crecimiento
incontenible.44
Según Animal Político, dato con el que concordaron prácticamente
todos los medios de comunicación, 2017 fue el año más violento, pues “en
total se registraron 25 mil 339 carpetas por este delito [homicidio], que equi-
valen a una tasa de 20.51 homicidios por cada 100 mil habitantes, la mayor
de la que se tenga registro oficial”.45
De tal suerte, la presencia cada vez más concreta y pugnaz del cri-
men organizado en la vida cotidiana del país, por una parte, y por la otra, la
corrupción e impunidad que afecta de manera alarmante a los funcionarios
que integran las instituciones oficiales, han incapacitado a éstas para com-
batirla. Es decir, se han creado circunstancias que permiten decir que es el

41  SRE, op. cit., p. 15.


42  “Índice de impunidad crece en 26 de 32 estados del país; solo 4 de cada 100 denuncias tiene
resultados”. Animal Político. México, 13 de marzo de 2018 (https://www.animalpolitico.com/2018/03/
indice-de-impunidad-mexico-delitos/), 3 de agosto de 2018.
43  “Con Peña, 11 mil desaparecidos más que con Calderón”. Milenio Diario. Guadalajara, 29 de julio de
2018, p. 19. Entre enero de 2007 y enero de 2016, 28,000 personas fueron reportadas como desaparecidas.
“Desaparición forzada en México: impunidad y olvido”. El Universal. México, 18 de marzo de 2016 (http://
www.eluniversal.com.mx/blogs/observatorio-nacional-ciudadano/2016/03/18/desaparicion-forzada-en-
mexico-impunidad-y-olvido), 10 de agosto de 2018.
44  Jennifer Alcocer Miranda. “Homicidio doloso crece 71% en 21 años”. Publimetro. México, 22 de mayo
de 2018. (https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2018/05/22/homicidios-doloso-crece-71-en-
21-anos.html), 15 de julio de 2018.
45  “Con 2,890 homicidios, mayo de 2018 es el mes más violento de que se tenga registro en México”. Ani-
mal Político. México, 20 de junio de 2018 (https://www.animalpolitico.com/2018/06/con-2890-homicidios-
mayo-de-2018-es-el-mes-mas-violento-del-que-se-tenga-registro-en-mexico/), 15 de julio de 2018.

203
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

“Estado el que ya no existe en tanto que ente dominante”, y que en su lugar


no quedan sino simulaciones que ocultan “poderes reales [que se ejercen] no
en virtud de una ley o una norma, sino a menudo sobre una base de arreglos
puramente informales, contingentes y susceptibles de ser revisados en cual-
quier momento y sin previo aviso”.46

En este sistema que la corrupción y la impunidad han pervertido, el traba-


jo del funcionario ya no exige una dedicación completa al cargo que ocu-
pa. El burócrata puede, de hecho, ofrecer su fuerza de trabajo para otros
fines durante el tiempo originalmente reservado a sus funciones. Puede
incluso vender esta fuerza y convertirla en una fuente de retribuciones o
rentas privadas que vienen a sumarse a su salario, si es que todavía lo
cobra. Queda, desde ese preciso momento, a su propio servicio.47

Si hasta 2006 el “cortejo triunfal” y el “patrimonio cultural” a los que


se refería Walter Benjamin,48 podían limitarse al ámbito político, no es exage-
rado aseverar que a partir de 2006 esta metáfora amplía considerablemente
su contenido. Desde ese año, con la declaración de guerra frontal por par-
te del Estado contra el crimen organizado, la colisión entre ambas fuerzas
contribuyó a hacer de los vencidos, de aquellos que carecen de todo poder,
patrimonio cultural en un sentido concreto; es decir, los convirtió en objetos
a los que es necesario conservar como patrimonio, pero ahora en el sentido
de propiedad privada, particular, en ese “estado de emergencia” continuo que
han impuesto los que se disputan el poder, quienes pueden disponer hasta
de la vida misma, si esto es necesario para alcanzar sus fines.
En 1933, el mismo Benjamin aseguraba que la posibilidad de transmitir el
significado social de una experiencia se había suprimido a partir de los horrores de
la I Guerra Mundial, pues “las personas regresaban mudas del campo de batalla.
No enriquecidas sino más pobres en lo referente a experiencias comunicables”.49

46  Achille Mbembé. Necropolítica seguido de Sobre el gobierno privado indirecto. Trad. y ed. de Elisabeth Fa-
lomir Archambault. España: Melusina, 2011, p. 83 (https://aphuuruguay.files.wordpress.com/2014/08/achille-
mbembe-necropolc3adtica-seguido-de-sobre-el-gobierno-privado-indirecto.pdf), 8 de marzo de 2016).
47  Ibid., p. 84.
48  Véase n. 13.
49  Walter Benjamin. “Experiencia y pobreza”. Para una crítica de la violencia. 2ª ed. Trad. de Marco Aurelio
Sandoval. México: Premiá editora, 1978 (La nave de los locos, 22), pp. 146-147.

204
Agustín Vaca García

Si bien estos efectos Benjamin los enunció como efecto en los huma-
nos de la I Guerra Mundial, años más tarde los refrendaría Giorgio Agamben para
las consecuencias todavía peores que dejó la II, cuyo emblema y epítome es
Auschwitz –el campo de concentración polaco–, pero añadió que “hoy sabemos
que para efectuar la destrucción de la experiencia [...] basta perfectamente con
la pacífica existencia cotidiana en una gran ciudad” pues en la organización de
ésta “el hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago
de acontecimientos –divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o pla-
centeros– sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia”.50
Creo que en el caso de México, no sólo en la “gran ciudad”, sino en
prácticamente el país completo, las condiciones que han venido configurán-
dose por lo menos desde mediados de la centuria pasada, en la actualidad
han creado una realidad en la que “la mayoría de los datos se acumulan para
conformar un panorama ajeno al estado de derecho”.51 Es esta enajenación
del estado de derecho la que posibilita que la vida cotidiana en México, por
desgracia, todavía obligue a los ciudadanos a recibir el impacto de una expe-
riencia similar a la que mencionan Benjamin y Agamben.
Aunque la primera medición se llevó a cabo en 2013, a raíz de la de-
claración de guerra contra el crimen organizado en 2007, según una encues-
ta que se realizó entre la población de 18 años y más, la percepción de inse-
guridad se ha incrementado hasta alcanzar el 76.8% en todo el país.52
En suma, estamos al borde de caer, si no es que ya estamos, en un
“estado de excepción” en el cual quienes tienen el poder soberano se ponen
por encima de las leyes y se arrogan el derecho de decidir quién muere y
quién permanece con vida sin ser llamado a cuentas.53

50  Giorgio Agamben. Infancia e historia. Destrucción de la experiencia y nacimiento de la historia. 4ª reimp.
Trad. de Silvio Mattoni. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2007, p. 8 (https://es.scribd.com/doc/123670753/
Agamben-Giorgio-Infancia-E-Historia-PDF), febrero de 2018.
51  María Amparo Casar. México: anatomía de la corrupción. 2ª ed. México: Mexicanos contra la Corrup-
ción y la Impunidad, 2016 , p. 34 (https://imco.org.mx/wp-content/uploads/2015/05/2015_Libro_comple-
to_Anatomia_corrupcion.pdf), diciembre de 2017.
52  Rubén Migueles. “Percepción de inseguridad alcanza record de 76.8% en marzo: INEGI”. El Universal.
México, 18 de abril de 2018 (http://www.eluniversal.com.mx/cartera/economia/percepcion-de-inseguri-
dad-alcanza-record-de-768-en-marzo-inegi), 7 de agosto de 2018.
53  Giorgio Agamben. Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida I. 2ª reimp. Trad. y notas de Antonio
Gimeno Cuspinera. Valencia: Pre-Textos, 2006 (https://es.scribd.com/doc/146618459/Agamben-Giorgio-
Homo-Sacer-La-Nuda-Vida-y-El-Poder-Soberano), 20 de enero de 2018.

205
Un acercamiento a las relaciones entre sostenibilidad y corrupción en México

Para concluir

Finalmente, si el objetivo que se ha fijado es el de colocar a la cultura como


requisito indispensable para la sostenibilidad, es necesario recordar que si
consideramos a la cultura como el desarrollo armónico de la política, la eco-
nomía y el arte, sólo de esta conjunción se puede esperar un desarrollo sano
de la democracia como forma de gobierno en cualquier sociedad libre.
Pero cuando la vida humana misma es objeto de amenazas cum-
plidas bajo el cobijo de la impunidad, como sucede desde hace decenios
en México y que aumenta de manera alarmante, se dificulta sobremanera
pensar siquiera en un régimen sostenible. Y si el mismo presidente Peña,
por equivocación o ignorancia, llegó a afirmar que la corrupción es parte de
la cultura mexicana, yo más bien diría que los regímenes pasados desde los
años setenta hasta el presente, han hecho de la corrupción, el delito y la vio-
lencia un patrimonio absolutamente indeseable del cual estamos luchando
por deshacernos.
Aquí cabe preguntarse si el evidente desarrollo desigual de los tres
elementos que prevalece en México –economía, política y arte– que consti-
tuyen los elementos de la sostenibilidad es lo que provoca las deficiencias
culturales que padecemos y si también esto haya causado el desdén y las
amenazas cumplidas hacia la vida humana, no sólo en el sentido biológico,
sino también en el aspecto político.
Hannah Arendt afirmaba que la misión y fin de la política es asegurar
la vida en el sentido más amplio, pues es ella la que posibilita al individuo
perseguir en paz y tranquilidad sus fines, sin importunarle. Estas condiciones
equivalen a garantizar la vida, es decir, a hacer que ésta sea posible me-
diante la seguridad pública que debe preservar el Estado. Sólo esto puede
devolver a la vida humana el valor intrínseco que tiene y restaurar las relacio-
nes sociales. Condiciones a las que debe sujetarse un régimen democrático
sostenible.

206
ANÁLISIS DEL DISCURSO POLÍTICO Y LA FORMACIÓN DE LA NACIÓN

Angélica Peregrina
INAH-El Colegio de Jalisco

Para este trabajo tomo como sostenibilidad “la condición necesaria para el
desenvolvimiento del conjunto de las actividades humanas que integran la
cultura y es la base en que se apoya la conservación de los patrimonios tan-
gibles e intangibles”, como bien lo han aseverado Agustín Vaca y Estrellita
García. De tal manera, abordaré los mecanismos de vinculación con el pasa-
do de los que se valieron los gobiernos de nuestro país en el siglo XIX para
lograr arraigar la idea de nación entre los mexicanos.

En busca de una identidad

Dotar a un pueblo de un pasado común y fundar en ese origen remoto una


identidad colectiva es quizá la más antigua y la más constante función social
de la historia, asegura Enrique Florescano. Se inventó hace mucho tiempo
y sigue vigente hoy en día. El historiador sigue siendo el especialista de la
tribu que tiene el cargo de contarle a los demás lo que todo grupo necesita
saber: ¿Quiénes somos? ¿Cuáles fueron nuestros orígenes? ¿Quiénes fueron
nuestros antepasados? ¿Cómo llegamos a este punto o a esta encrucijada
de la historia?1
Así, las funciones de la historia, entre otras tareas, se han concentra-
do en dotar a los grupos humanos de identidad y de sentido colectivo. Desde
la antigüedad los pueblos acudieron al recuerdo del pasado para combatir
el paso destructivo del tiempo sobre las fundaciones humanas; para afirmar
solidaridades asentadas en orígenes comunes; para legitimar la posesión de
un territorio; para sancionar el poder establecido; para respaldar con el pres-
tigio del pasado vindicaciones del presente; para fundamentar en un pasado
compartido la aspiración de construir una nación.2

1  Enrique Florescano. La función social de la historia. México: FCE, 2012, pp. 22-23.
2  Enrique Florescano. Memoria mexicana. 2a. ed. México: FCE, 1994, p. 9, y La función social de la histo-
ria…, p. 21.

207
Análisis del discurso político y la formación de la nación

La función de la historia fue la de dotar de identidad a la diver-


sidad de seres humanos que formaban la tribu, el pueblo, la patria o la
nación. La recuperación del pasado tenía por fin crear valores sociales
compartidos, infundir la idea de que el grupo o la nación tuvieron un
origen común, inculcar la convicción de que la similitud de orígenes les
otorgaba cohesión a los diversos miembros del conjunto social para en-
frentar las dificultades del presente y confianza para asumir los retos
del porvenir.
Florescano abunda en el sentido de que ninguna actividad intelec-
tual “ha logrado mejor que la historia dar conciencia de la propia identidad
a una comunidad. La historia nacional, regional o de grupos cumple […]
una doble función social: por un lado favorece la cohesión en el interior
del grupo, por el otro, refuerza actitudes de defensa y de lucha frente a
grupos externos”.3
Siendo así, una función cultural de la memoria histórica y de la con-
ciencia histórica es delimitar el campo de la propia vida (individual o colec-
tiva) separándola de la vida de los otros, los extraños. La memoria histórica
forma la identidad en una perspectiva temporal, une el pasado con el presen-
te y al hacerlo absorbe los temores o peligros que provoca el cambio tempo-
ral en el desarrollo de los individuos y los grupos.4
De allí deriva y se explica el gran atractivo que tiene el relato his-
tórico. Atrae al común de la gente porque el relato histórico los transporta
a los orígenes. Al tender un puente entre el pasado distante y el presente
incierto, el relato del historiador establece una relación de parentesco con
los antepasados próximos y lejanos, y un sentimiento de continuidad en el
interior del grupo, el pueblo o la nación. Al dar cuenta de épocas difíciles
o de buenos tiempos, “al rememorar los esfuerzos realizados por la comu-
nidad para defender el territorio y hacerlo suyo, crea lazos de solidaridad y
una relación íntima entre los miembros del grupo, en el espacio habitado y
el proyecto de convivir unidos”.5

3  Florescano, La función social…, p. 22.


4  Ibid., p. 23.
5  Ibid., pp. 23-24.

208
Angélica Peregrina

De novohispanos a mexicanos

Tras la promulgación de la Constitución de 1824, el gobierno de la recién na-


cida república se planteó como objetivo formar los ciudadanos que la patria
necesitaba, como base para sostener la independencia y la estabilidad so-
cial. De igual manera, los gobiernos de los estados se propusieron extender
la instrucción pública abriendo escuelas para niños y niñas, añadiendo a los
contenidos tradicionales los relativos a “derechos del hombre”, “política” y
“derechos y deberes del ciudadano” y, más tarde, “civismo”. El libro utiliza-
do para este fin varió de acuerdo con los intereses de los diferentes grupos
en el poder, pero durante los primeros años independientes se generalizó el
empleo del Catecismo de República, o elementos del gobierno republicano
popular federal de la nación mexicana, de Anselmo María Vargas, que incluso
llegó a imprimirse encuadernado en un mismo volumen con el catecismo del
padre Jerónimo de Ripalda, y a utilizarse como medio de aprendizaje de la
lectura en muchas escuelas entre 1824 y 1835.6 Ambos, el catecismo político
y el catecismo religioso, constituían los textos básicos de las escuelas repu-
blicanas, mediante los cuales se reproducían de generación en generación
las normas sociales establecidas.
Los hombres ilustrados de la época creían en la fuerza transforma-
dora de la legislación, la palabra impresa y la instrucción pública; en estos
tres factores de cambio tenían puestas sus esperanzas. Pero cabe pregun-
tarse, ¿cómo de pronto podría hablarse a la gente común de que un puñado
de hombres había decidido que ya no había monarquía sino república? La
fidelidad y la lealtad eran conceptos ligados a Dios y al rey. ¿Cómo lograr
que las futuras generaciones crecieran siendo leales al Estado recién naci-
do? Porque entonces el Estado era lo mismo que decir el reino, que era lo
mismo que hablar de un cuerpo con una cabeza que da unidad y dirección
a las partes. Pero para la gran masa sólo era posible concebir esa cabeza
personificada en el rey, pues sin cabeza no podía haber cuerpo y las partes
se desmembrarían y desaparecería el reino, así de simple. Entonces, ¿cuál

6  Adelina Arredondo. “La formación de los ciudadanos de la primera República Federal Mexicana a través
de un texto escolar (1824-1834)”. Carmen Castañeda. Lecturas y lectores en la historia de México. México:
CIESAS, 2004, p. 67.

209
Análisis del discurso político y la formación de la nación

era la nación ahora? ¿Qué tenía en común la gente que habitaba estos terri-
torios recientemente unidos como un solo país? ¿Qué los hacía diferentes
de otras entidades provistas de una historia común? ¿Dónde comenzaba y
donde acababa México?
Entender lo que era una república resultaba, sin duda, muy complejo;
entender lo que era una federación era casi imposible para el pueblo, además
mayormente analfabeto. Quizá fuera posible explicar que en la república la
sagrada cabeza real era sustituida por otra, pero eso de los tres poderes era
más difícil. ¿Cómo explicar que seguía habiendo un Estado sobre una veinte-
na de estados soberanos e independientes? ¿Cómo explicar una soberanía
que no descansaba en un soberano, o por lo menos en un poder centrali-
zado? ¿Qué debían entender ahora todos por patria, si la patria había sido
hasta entonces la gran España? ¿Cómo hacer comprensible que ya no eran
súbditos de la corona española sino ciudadanos de México? ¿Cómo aclarar
que la patria era ahora la unidad de individuos cuando antes había sido el
crisol de cuerpos, de corporaciones?
La complejidad de las transformaciones políticas y las dificultades para
cambiar las representaciones sociales tan radicalmente no escapaban a las au-
toridades del gobierno republicano, quienes se propusieron dos tareas enormes:
primero, consolidar las instituciones que regularan las relaciones políticas sobre
nuevas bases; y, segundo, difundir el nuevo imaginario social a todos los secto-
res de la población, con la aspiración de obtener la hegemonía. En particular les
preocupaba la construcción de una sociedad “moderna”, que imaginaban distin-
ta al México indígena, corporativo y católico que heredaran del orden colonial.7
El concepto moderno de nación suponía la constitución de un colec-
tivo social que habitaba un territorio delimitado y compartía características
culturales como la lengua, la historia, las costumbres. En términos políticos,
se imaginaba dicho

7  Érika Pani. “Introducción”. Nación, Constitución y Reforma, 1821-1908. México: CIDE-FCE-Conaculta-


INEHRM-Fundación Cultural de la Ciudad de México, 2010, p. 14.

210
Angélica Peregrina

colectivo integrado por individuos responsables (condición determina-


da, básicamente por ser alfabetizados y propietarios, esto es, económi-
camente independientes e interesados en la cosa pública) desligados
de sociabilidades intermedias y en relación directa con el Estado, por
medio del concepto de representación.8

Para difundir el nuevo imaginario social, los republicanos federalistas


crearon sociedades patrióticas en muchas localidades para promover las nue-
vas ideas; gracias a la libertad de imprenta fundaron periódicos, se editaron
folletos; se aprovecharon los espacios públicos, así como tertulias, paseos do-
minicales, clausuras de cursos y ceremonias cívicas y religiosas, para hacer
propaganda sobre el ideario de la república; establecieron gabinetes para la
“lectura de los papeles públicos”, que solía hacerse en voz alta para beneficio
de los analfabetos; se cambiaron nombres de poblaciones, calles y plazas re-
cordando héroes y situaciones políticas y erigiendo monumentos a la patria.9
Al lado de otros instrumentos para el cambio, como la instrucción
pública, desde luego, se aprovecharon los discursos pronunciados en los
festejos cívicos para lograr estos propósitos. El discurso para exaltar alguna
efeméride fue muy socorrido durante el siglo XIX, producto de una libertad
de expresión que se dio a raíz de la consumación de la independencia y de
la necesidad de las autoridades políticas de reafirmar un calendario cívico.

Los textos de conmemoración

En este trabajo se examina una serie de discursos de conmemoración de la


independencia, pronunciados en Guadalajara en diferentes fechas –y uno
más en la ciudad de Colima, por un jalisciense–, que abarcan de 1841 a 1876.
Gracias a que fueron publicados como fascículos, se preservaron del olvido
y constituyen una fuente para el estudio de nuestro pasado.10

8  Daniela Marino. “Indios, pueblos y la construcción de la nación”. Érika Pani (coord.). Nación, Cons-
titución y Reforma, 1821-1908. México: CIDE-FCE-Conaculta-INEHRM-Fundación Cultural de la Ciudad de
México, 2010, p. 165.
9  Apud. Arredondo, op. cit., p. 68 y ss.
10  Se conservan, la mayoría, en la colección de Misceláneas de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco
que resguarda la Universidad de Guadalajara.

211
Análisis del discurso político y la formación de la nación

Desde luego se tuvo muy presente que estos textos se adscriben a


la historiografía decimonónica, nacionalista por excelencia, que se proponía
la legitimación política del país que recientemente había logrado la indepen-
dencia y, por ende, también legitimar a los grupos en pugna por el poder.
Los textos estudiados fueron preparados ex profeso como piezas ora-
torias para recordar la independencia de México. Alocuciones debidas a per-
sonajes de distintas profesiones o cargos en el gobierno, a quienes se enco-
mendó la intervención en las solemnes ceremonias que la ocasión ameritaba.
Los discursos se integraban a los festejos organizados para recordar
el nacimiento del nuevo país, por ello la fiesta forma parte del aparato del
Estado, puesto que son los grupos en el poder los que las organizan como
mecanismos unificadores, creadores de identidades y también como instru-
mentos didácticos, ya que daban a conocer los procesos que dieron paso a
la nueva nación.
No se pierde de vista que el discurso de conmemoración era hasta
cierto punto efímero, pero su importancia estriba en la interacción social que
se propiciaba. Eran momentos en los que la monotonía era rota y con ello
ciertamente se cumplía a manera de ejercicios de disipación que mantienen
sanos a los pueblos, sobre todo tratándose de fiestas nacionales.11
Para su análisis, estos textos se agruparon en tres bloques cronológi-
cos, el primero abarca los que se pronunciaron entre 1841 y 1854, lapso en el
que el país sufrió la invasión norteamericana, se logró el restablecimiento del
federalismo, pero también se vio luego inmerso en la dictadura santanista.
Otro corre de 1856 a 1867, en el cual se examinan los discursos conmemo-
rativos de la independencia en tiempos de guerra, tanto civil entre liberales y
conservadores, como la librada contra los franceses en el Segundo Imperio.
El último grupo va de 1867 a 1876, cuando se encaminan los intentos hacia
la consolidación del estado liberal mexicano y el país se inclina por la vida
republicana. Ciertamente la secuencia de material localizado tiene lagunas,
pero, afortunadamente se encontraron algunos claramente representativos
de las diferentes corrientes políticas dominantes.

11  Antonio Annino y François-Xavier Guerra (coords.). Inventando la nación. Iberoamérica siglo XIX. Mé-
xico: FCE, 2003.

212
Angélica Peregrina

El calendario cívico

Para entender el contexto y la función que cumplieron estos discursos es


necesario referirse al calendario cívico. El calendario oficial de la recién naci-
da nación mexicana era congruente con los principios constitucionales, aun
cuando se distinguían las fiestas evidentemente cívicas: 16 de septiembre y
el 4 de octubre –Día de la Constitución de 1824–, de las religiosas naciona-
les: jueves y viernes santos, el corpus christi o el 12 de diciembre, fiesta de la
Virgen de Guadalupe. Pero no sólo se celebraban fiestas fijas, se realizaban
ceremonias públicas con motivo de los acontecimientos políticos más sig-
nificativos, como la promulgación de una nueva constitución, la llegada al
poder de un nuevo gobernante, el fin de una guerra civil, etc., y daban lugar
a ceremonias públicas que culminaban con una misa de acción de gracias
con todo y el sermón exaltando esos hechos.12 El antecedente de la fiesta
colectiva en México era la conmemoración religiosa. Pero al lograrse la inde-
pendencia, el festejo por la nación recoge formas y símbolos de la celebra-
ción religiosa, otorgándoles un nuevo sentido, así se definen otros actores,
espacios, tiempos y símbolos.
Fueron Carlos María de Bustamante y fray Servando Teresa de Mier
los propagandistas de las glorias del México antiguo y a la vez fundadores
de una nueva mitología histórica, los creadores de un panteón de héroes, los
iniciadores del nuevo culto cívico y los difusores de una retórica nacionalista
destinada a perdurar. Más que Mier, Bustamante fue un creador compulsi-
vo de mitos, héroes, ceremonias y símbolos nacionalistas, inspirados en su
patriotismo y en su indigenismo histórico. Recogió los viejos mitos criollos
y logró incorporarlos en el ritual cívico de la nación republicana. De él y de
Mier vino la propuesta, aprobada luego por el Congreso, de celebrar el 16 de
septiembre como día de la independencia nacional.13
Desde los años iniciales de la insurgencia, Bustamante intuyó la ne-
cesidad de crear los símbolos, héroes y cultos del movimiento revolucionario,
y se asignó a sí mismo la misión de ser el primer surtidor de imágenes nacio-
12  Annick Lempériere. “De la república corporativa a la nación moderna. México (1821-1860)”. Antonio
Annino y François-Xavier Guerra (coords.). Inventando la nación. Iberoamérica siglo XIX. México: FCE, 2003,
pp. 330-331.
13  Enrique Florescano. Historia de las historias de la nación mexicana. México: Taurus, 2002, p. 303.

213
Análisis del discurso político y la formación de la nación

nalistas. De tal suerte que a la lista de héroes de la insurgencia que él ayudó


a difundir, tales como Morelos e Hidalgo, agregó los nombres míticos de
Quetzalcóatl, Moctezuma, Cuauhtémoc y otros más, con los cuales compuso
un panteón entreverado de héroes indígenas e insurgentes que fortalecía su
tesis acerca de la continuidad entre la nación indígena y la república. Busta-
mante fue también uno de los propagadores más eficaces de la inflamada
retórica nacionalista que se volvió común en los festejos patrióticos de la
nación independiente: una retórica que olvidó explicar el hecho que exaltaba
para concentrarse en la pura fuerza emocional de su declaración, en la inten-
sidad evocativa de su mensaje y en el efecto sentimental que éste provocaba
en los oyentes.14
En los discursos que revisamos aparecen los héroes como Hidalgo
o Morelos, pero también se alude directamente al pasado indígena, consi-
derando al periodo virreinal como una etapa que debe ser obviada y mirar
solamente hacia el futuro, pero, eso sí, sin menospreciar la importante apor-
tación que significó la religión católica traída por los españoles.
De allí que en la guerra de independencia, tan imbuida de religiosi-
dad, parezca natural que las masas populares vieran a sus jefes como gue-
rreros iluminados, dotados de poderes especiales y protegidos por fuerzas
sagradas que los conducían a realizar empresas extraordinarias. Tal es la
imagen del cura Hidalgo que propagan sus seguidores. Esta mezcla de fervor
religioso y culto patriótico a los héroes se prolongó después de la guerra,
particularmente en las fechas en que se celebraba el grito de Dolores.15
Al consumarse la independencia el 27 de septiembre de 1821 tiene
lugar la entrada triunfal del Ejército Trigarante en la capital del país; al día
siguiente se celebró la instalación de los órganos de gobierno de la nación
independiente y la propia emancipación. Después de diez años de guerra, la
entrada de Iturbide en la ciudad de México vino a ser la primera celebración
colectiva y una fiesta popular.
Los actores de la nueva ceremonia cívica son el héroe libertador, el
Ejército Trigarante y la nación independiente. Iturbide y su ejército ocupan
los principales espacios de las ceremonias; en casi todos los escenarios se
14  Idem.
15  Florescano, Memoria mexicana…, pp. 508-509.

214
Angélica Peregrina

representa a la nación bajo la figura de una joven indígena que es liberada


de sus cadenas por Iturbide, o es conducida por el héroe a ocupar el sitial
más alto. Actos que muestran el entrelazamiento de tradiciones antiguas
con concepciones políticas modernas, que dan pie a los proyectos para erigir
estatuas, columnas, altares de la patria y otros monumentos dedicados a
honrar la independencia y sus héroes.
En la consumación de la independencia mexicana el manejo del
tiempo y la fijación del calendario revolucionario son actos imperativos: no
admiten más fechas y conmemoraciones que las que dicta el movimiento
triunfador. Por esa razón la fecha de la consumación de la independencia
por Iturbide es asumida como la definitoria del proceso insurgente y como el
momento fundador de la nación. Los independentistas de 1821 proclamaron
el 27 de septiembre el día del nacimiento de la nación y borraron el 16 de
septiembre de 1810, así como las efemérides que los primeros insurgentes
habían proclamado.16
Es importante recordar lo anterior, porque al caer Iturbide en des-
gracia, se vuelve a instituir el 16 de septiembre como la fecha oficial para
conmemorar a la nación independiente.17
Los discursos examinados confirman que la revolución de Hidalgo
y Morelos se instala en la memoria histórica como un parteaguas, como un
acto negador de la sumisión colonial y fundador de la nación mexicana in-
dependiente. Los símbolos de la rebelión popular y las imágenes míticas de
Hidalgo o de Morelos seguirán actuando en la construcción del nacionalismo
mexicano, junto con las figuras heroicas de los otros jefes de la independen-
cia y la inseparable virgen de Guadalupe.18
La conmemoración de la independencia era la fiesta que en el ámbi-
to nacional tenía más peso, pues se identificaba con una fecha fundacional,
con el nacimiento de México como nación. Ello condujo a considerar a los
hombres que la encabezaron como héroes, como padres de la nación, a los
que debería recordarse. El suceso de la independencia al recordarse año tras

16  Florescano, Historia de las historias…, pp. 306-313.


17  Conviene referir que los discursos se pronunciaron unos el 15 de septiembre, algunos el 16, otros más
el 27 de septiembre, lo cual confirma que sería mucho tiempo después cuando se precisara la noche del 15
de septiembre como la fecha oficial del “grito”.
18  Florescano, Memoria mexicana, pp. 513-514.

215
Análisis del discurso político y la formación de la nación

año, no sólo aludía al pasado, sino que marcaba pautas de la identidad, en tal
sentido también era un instrumento para formar ciudadanos. Aún más, como
a la vez se discutían temas del presente, en cada discurso para conmemorar
la independencia se reinterpretaba el pasado, acomodándolo a los intereses
del momento o del grupo en el poder y a partir de ello, se canalizaba la visión
del futuro, siendo en tal sentido también una herramienta política.
De tal suerte, durante el siglo XIX la conmemoración de la independencia
servía para discutir el rumbo que el país estaba tomando. El discurso tenía el
papel principal ya que daba cuenta de la historia, de la situación prevalecien-
te y de los proyectos nacionales.
Asimismo, recurrir a la opinión de los héroes de la patria como justi-
ficación de las acciones de partido llegó a ser usual, pues liberales y conser-
vadores hacían en sus discursos una libre interpretación de lo que Hidalgo,
Morelos, Iturbide o los demás héroes de la independencia pensaron que de-
bía ser México.
Sin embargo, la “invención de una tradición”, siguiendo el concepto
desarrollado por Eric Hobsbawm y Terence Ranger, fue un elemento impor-
tante de estabilidad en sociedades en proceso de cambio rápido y profundo;
y en el caso de las fiestas cívicas estuvo pleno de ambigüedades. Si bien
durante los primeros años de vida independiente las festividades religiosas
seguían teniendo un lugar preponderante y eran más numerosas que las fies-
tas cívicas, poco a poco las autoridades civiles hicieron esfuerzos para dar
más peso a estas últimas, proceso que, no obstante, como indica Annick
Lempérière, encontró serios obstáculos, pero “fueron creando las bases de
un espacio cívico autónomo, más o menos liberado de la sujeción corporati-
va, en el cual se podía escenificar una identidad republicana más conforme a
los ideales del liberalismo y del patriotismo cívico”.19
En los discursos de conmemoración de la independencia, se podrá
encontrar la defensa que cada autor hizo de sus ideas y como éstas fueron
conformado el nacionalismo, forjando una identidad que coadyuvó a la con-
solidación del estado liberal mexicano, ayudando a establecer y sostener el
vínculo con el pasado.

19  Lempérière, op. cit., pp. 336-337.

216
Angélica Peregrina

ANEXO
DISCURSOS CONSULTADOS Y SUS AUTORES

• Otero, Mariano. Discurso que en la solemnidad del 16 de setiembre de


1841 pronunció en la ciudad de Guadalajara el licenciado C. … Guada-
lajara: Imp. del Gobierno, 1841.

Mariano Otero Mestas (1817-1850). Nació en Guadalajara, alcanzó prestigio


nacional al destacar como jurisconsulto; fue diputado en el Congreso de la
Unión, se le identifica como precursor del juicio de amparo. Fue con este
discurso que se dio a conocer en su ciudad natal, y constituye su carta de
presentación en la vida pública, pues contribuye a darle prestigio en las filas
de los liberales, no nada más de Jalisco, sino también de la ciudad de Méxi-
co. Murió en la ciudad de México a los 33 años, a causa de la epidemia de
cólera morbus.

• Sánchez Hidalgo, Sabás. Oración cívica en celebración del


aniversario del 16 de setiembre, leída por el ciudadano…, en la plaza
principal de Guadalajara. Guadalajara: Imp. del Gobierno, 1846.

Miembro propietario de la Junta de Representantes o Consejo del Departa-


mento de Jalisco en la etapa centralista, del 5 de noviembre de 1841 al 5 de
julio de 1842; en el Ayuntamiento de Guadalajara estuvo a cargo de las comi-
siones de sanidad, así como de la de paseos y alamedas. Al restablecerse el
federalismo sería nombrado gobernador interino del estado de Jalisco del 8
al 30 de septiembre de 1847.

• Ortiz, Jesús. Discurso que pronunció en esta capital don… el


día 4 de octubre de 1846, en recuerdo de la entrada triunfante que hizo
en México el Ejército Trigarante el 27 de septiembre de 1821. Guadala-
jara: Imp. del Gobierno, 1846.

217
Análisis del discurso político y la formación de la nación

De este autor no se tienen datos biográficos.

• Anónimo. 1851. [Discurso en honor de los héroes de la Inde-


pendencia] Guadalajara.

• Galván, Francisco M. Discurso que para solemnizar el aniver-


sario del día 27 de septiembre de 1821, dijo en Guadalajara el profesor
en Medicina y Cirugía ciudadano…, socio de la ”Falange de Estudio”.
Guadalajara: Tip. de Brambila, 1851.

Médico, cuando pronunció el discurso era profesor de medicina y cirugía y


miembro de “La Falange de Estudio”, una sociedad literaria y científica fun-
dada en Guadalajara un año antes, que tenía como órgano oficial la revista
El Ensayo Literario. Galván fue en 1852 regidor suplente de las comisiones
de sanidad, de cárceles, de paseos y de redacción en el Ayuntamiento de
Guadalajara.

• Híjar, Juan B. [Discurso y poesía en honor de Miguel Hidalgo


y Costilla] s.p.i. [1854]

Juan Bautista Híjar y Haro (1830-1897). En 1854, cuando pronunció su dis-


curso y poesía en honor de Miguel Hidalgo y Costilla, muy seguramente es-
taba en Guadalajara, donde había nacido en 1830, estudió en el Seminario
Conciliar de San José al lado de personajes como Ignacio L. Vallarta, Emete-
rio Robles Gil, Ignacio Alatorre, José María Vigil, pero a diferencia de éstos,
siguió los estudios de medicina, no obstante se encontró muy ligado a ellos
ideológicamente. Recién recibido, se agregó a las armas liberales como jefe
del cuerpo médico de la milicia comandada por Santos Degollado. De esa
época data una grave fractura que sacó en una pierna y la secuela de una
cojera permanente. Desde muy joven escribió numerosas poesías, y también
sirvió en el cuerpo diplomático, asimismo llegaría a ser senador por Jalisco.

218
Angélica Peregrina

• Hermoso, Aurelio. Discurso leído en el salón principal del Instituto de


Ciencias del Estado, el 27 de setiembre de 1856, aniversario de la con-
sumación de nuestra independencia, por el C. Licenciado…, miembro
de la sociedad literaria “La Esperanza”. Guadalajara: Tip. de Ignacio
Brambila, 1856.

Pronunció este discurso tan sólo unos meses después de haberse recibido
de abogado. Liberal, miembro de la sociedad literaria La Esperanza, llegaría
a ser síndico del Ayuntamiento de Guadalajara de 1860 a 1863 y gobernador
sustituto de Jalisco durante enero y febrero de 1871. También fue catedráti-
co en el Instituto de Ciencias.

• Lancaster Jones, Alfonso. Discurso pronunciado en el salón


principal del Instituto de Ciencias del Estado el 16 de setiembre de
1861, por el C. …Guadalajara: Tip. del gobierno a cargo de Antonio de
P. González, 1861.

Alfonso Lancaster Jones (1842-1903). De filiación liberal, este discurso es


una de las primeras participaciones en actos de tal índole de este abogado
tapatío, quien también fue miembro de la Falange de Estudios y destacó por
combatir a la intervención francesa. Obtendría el título de abogado en sep-
tiembre de 1863, y entre los cargos públicos que desempeñó se cuenta el de
secretario de gobierno de Jalisco, diputado al Congreso de la Unión, también
senador y durante el efímero periodo presidencial de José María Iglesias, fue
Secretario de Relaciones. Destacó asimismo por sus trabajos en prosa y en
verso.

• Castaños, José María. Discurso pronunciado la noche del 17 de sep-


tiembre de 1867 en el portal “Medellín”, en conmemoración de las víc-
timas de la patria, por el ciudadano… Colima: s.e., 1867.

219
Análisis del discurso político y la formación de la nación

José María Castaños (1826-1887), originario de Tepic y de filiación liberal, fue


interventor de Aduanas en 1853; a causa de los trastornos ocasionados por
Manuel Lozada en aquel cantón de Jalisco, hicieron que su familia cambiara
su residencia a Guadalajara en 1860. Fue diputado al Congreso de Jalisco en
1861; y partió luego a la ciudad de México donde se le nombró Ministro de
Hacienda. De esa época data un proyecto de ley hacendaria que presentó,
cuya novedad estribó en que proponía suprimir las alcabalas. Ante la inmi-
nente ocupación de Guadalajara por los franceses, en enero de 1864, marchó
con su familia a los Estados Unidos, regresando a fines de 1866. Al restable-
cerse la república en 1867, el gobierno de Antonio Gómez Cuervo adoptó la
ley elaborada por Castaños, la cual fue muy combatida por el grupo de Igna-
cio L. Vallarta, y acabó siendo derogada en abril de 1868.

• Figueroa, Ignacio F. Discurso pronunciado por el C. Lic.…, en el aniver-


sario del 16 de setiembre de 1810. Guadalajara: Tip. de Valeriano C.
Olaguíbel, 1874.

Cuando pronunció el discurso este abogado era síndico del Ayuntamiento


de Guadalajara, y es de hacerse notar que la publicación del folleto fuese por
cuenta de varios amigos del autor, por el gran entusiasmo que despertó tal
pieza oratoria.

• Gallegos, Severiano. Discurso hecho en recuerdo de las glorias de la


patria al sexagésimo sexto aniversario de nuestra independencia. Lo
dedica a sus amigos… Guadalajara: Imp. a cargo de V. O., 1876.

De este autor no hay más huella que este discurso, también publicado por
iniciativa de un grupo de amigos, pues en apariencia Gallegos tuvo algunas
dificultades para pronunciarlo en un lugar público, por lo cual fue dado a
conocer en casa de uno de sus compañeros, localizada en San Pedro Tla-
quepaque. Es un texto precedido por unos versos dedicados a las victorias
de la patria.

220
ESPACIOS HABITABLES SOSTENIBLES.
LA VIVIENDA RURAL EN QUINTANA ROO

Eugenia María Azevedo Salomao


Clara Sugeydy Torres Uicab
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Introducción

El presente trabajo indaga acerca de la sostenibilidad del espacio habitado


en el caso de la vivienda rural de Chacchoben, Quintana Roo, y su relación
con la construcción del patrimonio cultural. En particular, se ha tomado en
cuenta este tema porque se trata de un ejemplo del proceso de poblamiento
de Quintana Roo durante el siglo XX, una vez finalizada la Guerra de Castas
en la Península de Yucatán.
Hay que tomar en cuenta que en el reordenamiento territorial de esta
entidad, los asentamientos humanos se consolidaron con la presencia de
grupos de trabajadores migrantes, provenientes de diversas partes del país.
Este aspecto marcó especificidades distintas a las de los asentamientos cu-
yos componentes están basados en una larga tradición y arraigo cultural, en
los cuales el papel de la memoria colectiva y la tradición permean natural-
mente de una generación a la otra.
A pesar de que sabemos que los fundadores de Chacchoben proce-
den de distintos lugares, el trabajo de campo arrojó que aproximadamente
40% de las viviendas se conforma por individuos de origen maya. Este aspec-
to nos llevó a seleccionar la vivienda de este grupo indígena ancestral como
objeto de este estudio para observar cómo se recrea su bagaje cultural al
transitar de su lugar de origen a otro ámbito geográfico.

221
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

Es bien sabido que en los temas de patrimonio cultural y sosteni-


bilidad, la apropiación de nuevos elementos puede “fungir como una reu-
tilización o como una estrategia de creación”.1 En el caso de los espacios
habitables, para comprender el proceso de adaptación al entorno deben ob-
servarse las condiciones materiales y estructurales tanto del ámbito cons-
truido como del natural en los que transcurre la cotidianidad en consonancia
con las necesidades psicológicas y simbólicas de las poblaciones, es decir,
sus aspectos socioculturales.2
En la actualidad, la noción de espacio habitado ha dejado de ser un
elemento material pasivo que servía de escenario a los actos humanos, para
convertirse en un mecanismo complejo (por su dimensión cultural) y dinámi-
co (por su capacidad de evolución). Se entiende ahora por espacio habitado a
la construcción humana donde, con el paso del tiempo y en un espacio físico
construido por el imaginario individual o colectivo, la vivienda cambia de sig-
nificado junto con las transformaciones de la sociedad.3 Dicho espacio debe
ser habitable, cumplir con la normatividad y considerar rasgos biológicos,
psicológicos y de convivencia social,4 de modo que el interés principal esté
centrado en las relaciones entre el sujeto, el objeto y el entorno.
Para una mejor comprensión del tema, se inicia con el estudio del
contexto histórico-espacial del territorio actual de Quintana Roo, seguido de
una revisión del asentamiento y finalmente de la vivienda.5 Se efectúa un
análisis comparativo entre la vivienda maya tradicional de Yucatán y el caso
de estudio de Chacchoben, observando las coincidencias y adaptaciones en
lo referente a materialidad física, espacialidad y usos.

1  Beatriz Núñez Miranda. “Intercambio y procesos de apropiación: alfarería canaria, tonalteca y camagüe-
yana”. Estrellita García Fernández y Agustín Vaca (coords.). Patrimonio cultural: intertextos y paralelismos.
Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2017, p. 135.
2  Al respecto, consúltese Alicia Lindón Villoria. “La construcción social del territorio y los modos de vida
en la periferia metropolitana”. Territorios. Bogotá, Universidad del Rosario, núm. 7, enero de 2012, p. 33.
Beatriz Núñez Miranda y Angélica Peregrina (coords.). Patrimonio y modos de vida. Zapopán: El Colegio de
Jalisco, 2014, pp. 15-19.
3  César González Ochoa. El espacio plástico. Consideraciones sobre la dimensión significativa del espa-
cio. México: IIF, UNAM, 2014, p. 6.
4  Ana Elena Espinoza López y Gabriel Gómez Azpeitia. “Hacia una concepción socio-física de la habitabi-
lidad: espacialidad, sustentabilidad y sociedad”. Palapa, vol. V, núm. I, enero-junio de 2010, p. 59.
5  Se toma de base el método de análisis morfológico de Georgia Butina Watson. Workshop. Oxford: Uni-
versidad de Oxford Brookes, 2017.

222
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

Hay que destacar que la vivienda rural a la que nos referimos presenta
diversas influencias que inciden en el momento de materializar el espacio habi-
table; esto se debe sobre todo a que sus habitantes –de origen maya– coexisten
con grupos originarios pertenecientes a otros contextos culturales. Del modelo
conceptual tradicional maya se evoluciona hacia una nueva configuración de
prácticas y manifestaciones culturales; en otras palabras, la reconstrucción e
hibridación en cuanto a forma, materiales y organización de la espacialidad dan
vida a un espacio habitable y habitado que responde a su realidad actual.6
Este trabajo considera a la sostenibilidad no sólo como la adecuación
de la arquitectura al medio natural, sino que toma en cuenta los factores so-
ciales y culturales. Así, durante el proceso de poblamiento en Chacchoben,
la cultura permea, se adapta, reconstruye o adopta nuevos modos de vida,
los cuales se relacionan con los hogares por medio de procesos dinámicos,7
siendo la vivienda un punto de referencia espacial y temporal para tales ac-
tividades y recorridos.8 Es así que los modos de vida son el resultado de la
manera que tiene cada sociedad de relacionarse con su hábitat y sus necesi-
dades particulares;9 incluyen a la vida cotidiana y establecen vínculos con ésta
y los procesos históricos que la afectan.10 Además, consideran los aspectos
tecnológicos, constructivos, económicos y de relación con el medio ambiente.
En nuestro objeto de estudio se observa una transformación de los mo-
dos de vida tradicionales y, por ende, resulta interesante cuestionar si la hibrida-
ción es la respuesta sostenible para mantener vigente el patrimonio cultural. En
Chacchoben las expresiones de vivienda de origen maya son variadas y el espa-
cio habitado es heterogéneo, ya que se ven influenciados por factores externos
(como los geográficos) e internos (como la memoria e historia de los pueblos).

6  El término hibridación se obtiene de Néstor García Canclini, en el sentido de que la evolución natural de
cada sociedad se ve obligada a reconfigurarse tomando en cuenta elementos pasados, presentes y futuros
o en vías de desarrollo. Néstor García Canclini. Culturas híbridas. Barcelona: Paidós, 2001.
7  Jacques Curie cit. por Alicia Lindón. “De la vida cotidiana a los modos de vida”. Elsa Patiño Tovar y Jai-
me Castillo Palma (comps.). Cultura y territorio identidad y modos de vida. 2º Congreso RNIU: Investigación
Urbana y Regional Balance y Perspectivas. Puebla: Programa Editorial de la Red de Investigación Urbana,
UAP, 2001.
8  Carlos Almeida Marques, Julián Mora Aliseda y Fernando dos Reis Condesso. “Vivienda y territorio”.
Revista Electrónica de Medioambiente. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, núm. 8, 2010 (http://
revistas.ucm.es/index.php/MARE/article/view/MARE1010120001A/1503), 5 de noviembre de 2015.
9  Eugenia María Azevedo Salomao. “Habitar y habitabilidad”. Guadalupe Salazar González et al. Lectu-
ras del espacio habitable. San Luis Potosí: Red de Historia de la Arquitectura y Conservación del Patrimo-
nio-UASP-UAY-UMSNH, 2011, p. 57.
10  Lindón V., “De la vida cotidiana…”, pp. 24-26.

223
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

Reconstrucción del territorio

En Quintana Roo, la expresión arquitectónica derivada del proceso de pobla-


miento –después de la consumación de la Guerra de Castas en la Península
de Yucatán a principios del siglo XX– y del ciclo económico forestal, amalga-
ma un conjunto de viviendas rurales disímiles. Ello constituye un testimonio
importante del habitar humano en este contexto histórico-geográfico.
Dicho proceso inició con campamentos temporales que fueron con-
solidándose y fusionándose con tradiciones, formas de vivir y conocimientos
constructivos.
Entre los procesos sociohistóricos ligados con la configuración de
la vivienda rural actual de Quintana Roo, se puede mencionar la Guerra de
Castas, el despoblamiento y aislamiento territorial, el proceso de migración,
las actividades económicas forestales, entre otros.11 A finales del siglo XIX
la infraestructura vial careció de importancia, pues actividades económicas
como la comercialización de madera del oriente o la producción de hene-
quén del noroeste de la Península de Yucatán se daban sin la necesidad de
recurrir a ella.12
De 1920 a 1939 los caminos eran pocos, motivo por el cual se imple-
mentaron campos de aviación para transportar personal y productos. Asi-
mismo, entre 1940 y 1964 el panorama del asentamiento se mantuvo sin
grandes cambios; los caminos seguían escaseando y apenas lograban co-
nectar el sur-centro-norte del territorio de Quintana Roo. En 1965 se amplió
la infraestructura vial y en 1973 las principales carreteras federales se con-
solidaron.13 Debido al aislamiento y al despoblado, fue necesario fomentar
procesos migratorios para repoblar y dar continuidad a la explotación fores-
tal. Las actividades chicleras y madereras fueron el principal sustento hasta
1970; la deforestación, agotamiento y caída de los precios condujeron a la
crisis, que posteriormente marcó el inicio de la reestructuración económica,
cuyo proyecto de éxito fue el turismo en Cancún.
11  Clara Sugeydy Torres Uicab. “Tipología constructiva de apoyos y cubiertas de la vivienda rural en la
zona centro de Quintana Roo, México”. Mérida: Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Yucatán,
2013 (tesis de maestría), pp. 3-6.
12  Gabriel Aarón Macías Zapata. La península fracturada. Conformación marítima, social y forestal del
Territorio Federal de Quintana Roo. 1884-1902. México: CIESAS-UQROO-Porrúa, 2002, p. 21.
13  Ibid., pp. 67-80.

224
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

En la actualidad, Chacchoben posee una población de 728 perso-


nas, de las cuales 408 son indígenas;14 y aunque éste es un dato estadístico
que no indica el tipo de etnia al que pertenecen, por entrevistas realizadas
se pudo establecer la presencia de habitantes identificados con un origen
maya. Durante la fundación del poblado se establecieron grupos de Yucatán,
Campeche, Veracruz, Hidalgo, Michoacán, Sonora y Oaxaca; incluso, algunos
casos particulares dan cuenta de gente originaria de Belice.
A la fecha, el turismo es la actividad económica principal de Chac-
choben gracias al sitio arqueológico de la zona; los visitantes suelen conocer
primero el pueblo debido a que tanto éste como las ruinas poseen el mismo
nombre. Algunos habitantes se dedican también a la ganadería y, en menor
medida, a la agricultura, misma que ha dejado de ser lo suficientemente renta-
ble para ellos. Por otro lado, el asentamiento turístico Mahahual, ubicado en el
Caribe mexicano, atrae a las nuevas generaciones de jóvenes de Chacchoben,
quienes en busca de empleo han dejado relegadas las actividades primarias.
Como se puede inferir, el proceso de adaptación al nuevo contexto
físico-geográfico derivó en prácticas culturales que retoman conocimientos
previos o que adoptan otros nuevos en función de la realidad presente. En
este tenor es importante revisar el tema de la sostenibilidad.
En general, las características físicas, formales, espaciales y cons-
tructivas de las viviendas con larga tradición cultural son tenidas por sos-
tenibles; no obstante, un estudio comparativo entre una vivienda indígena
tradicional y una vivienda rural actual puede indicar la ampliación de este
concepto. La propia edificación de la vivienda, la realización de actividades
productivas, su relación con el medio, la herencia cultural de tradiciones y los
cambios para aumentar o disminuir las condiciones de habitabilidad, tam-
bién dan como resultado prácticas culturales que pueden ser sostenibles.

14  Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Catálogo de localidades indígenas
2010 (http://www.cdi.gob.mx/localidades2010-gobmx/index.html), noviembre de 2017.

225
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

Sostenibilidad cultural

La relación entre los objetos arquitectónicos y la sociedad da pauta a la con-


creción de elementos, culturales materiales e inmateriales. Las estructuras
sociales enraízan estos elementos y los vuelven componentes representati-
vos e identitarios, conformando marcos de vida tan disímiles como las cultu-
ras y los grupos humanos que las conforman.
Estos elementos forman parte del patrimonio cultural, entendi-
do como un producto y un proceso heredados: originados en el pasado y
transmitidos de generación en generación.15 Dicha cuestión coincide con
lo sostenible no sólo en el aspecto ambiental, sino también en el cultural:
la noción de patrimonio contribuye a la revalorización continua de las cul-
turas, transmite experiencias y conocimientos.16 De esta manera, la cons-
trucción del lugar y de la identidad están relacionados,17 es decir, existe
una sostenibilidad cultural cuyos espacios además de habitables conllevan
prácticas humanas heredables y conforman el patrimonio cultural material
e inmaterial de los pueblos.
Lo anterior implica la necesidad de apropiación y adaptación en
búsqueda de espacios idóneos para el desarrollo de las actividades diarias,
es decir, el ser humano hace suyo el entorno y se adecua a las condiciones
de éste. Al apropiarse de elementos sociales y físicos propicia una conti-
nua retroalimentación, situación que se genera debido a procesos previos y
que alienta nuevos fenómenos, por lo que se requiere una visión fundamen-
tada en el pensamiento complejo.18

15  UNESCO. “Índice de desarrollo de un marco multidimensional para la sostenibilidad del patrimonio”, p.
132 (https://es.unesco.org/creativity/sites/creativity/files/digital-library/cdis/Patrimonio.pdf), noviembre
de 2017.
16  Idem.
17  César González Ochoa. “Espacio plástico y su significación”. Tópicos del Seminario. Revista de semió-
tica. Puebla, BUAP, núm. 24, julio-diciembre de 2010, p. 37.
18  Véase a Édgar Morin. Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa, 2007; Rafael López
Rangel et al. La complejidad y la participación en la producción de arquitectura y ciudad. México: UNAM,
2014.

226
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

Durante esta transformación del espacio natural y corpóreo se bus-


can formas habitables para el humano19 y el lugar adquiere la cualidad de
ser vivido.20 Los espacios dejan de ser ajenos, cumplen funciones, integran
prácticas sociales y se vuelven dinámicos, tal como las sociedades. De tal
manera se produce el espacio vivido y, con el paso del tiempo, sus significa-
dos pueden cambiar o permanecer fijos.21
Dentro de las prácticas sostenidas en el tiempo se encuentra la dis-
tribución del espacio y la manera en que los habitantes se interrelacionan
con sus viviendas. Esto lleva a reproducir formas de desplazamiento dentro
del asentamiento, con modelos de estructuras de trama urbana o modifican-
do elementos según las necesidades, conocimientos y recursos disponibles.

Cambio de realidad: de la comunidad


de origen al nuevo asentamiento

La transformación del espacio natural inicia con la apropiación del territo-


rio y con el establecimiento de los asentamientos cuyo desarrollo sostiene
el modo de vida de distintas sociedades. La organización de sus principa-
les elementos y puntos de encuentro conforman un sistema de relaciones
en el cual los habitantes realizan sus actividades cotidianas y llevan a cabo
sus principales festejos como un vínculo entre el entorno natural y social,
el asentamiento y la vivienda. Esta interrelación debe contener un punto de
equilibrio para llegar a ser sostenible tanto con el medio como con la cultura
de sus pobladores.
Los elementos que conforman la estructura social en Chacchoben
fueron integrándose poco a poco: primero se buscó satisfacer las nece-
sidades básicas y luego las condiciones de habitabilidad. Por ejemplo, su
cercanía con la laguna de Chacchoben nos lleva a inferir que ésta fungió

19  José Villagrán García. “Estructura teórica del programa arquitectónico”. México: El Colegio Nacio-
nal, agosto de 1963 (http://www.colegionacional.org.mx/SACSCMS/XStatic/colegionacional/template/
pdf/1970/06%20-20Artes%20Plasticas_%20Estructura%20teorica%20del%20programa%20arquitectoni-
co,%20por%20Jose%20Villagran%20Garcia.pdf), noviembre de 2017.
20  Felipe Colavidas, Ignacio Oteiza y Julián Salas (coords.). Hacia una manualística universal de habitabili-
dad básica. Catálogo de componentes, servicios e instalaciones de muy bajo coste. Madrid: Escuela Técnica
Superior de Arquitectura de Madrid, UPM, Instituto de Cooperación en Habitabilidad Básica, 2006, pp. 1-20.
21  González Ochoa, “Espacio plástico y su significación”, pp. 6 y 26.

227
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

como fuente principal de abastecimiento de agua; asimismo, se aprecia una


organización espacial con traza reticular que parte de la distribución central,
donde se ubica la plaza como unidad principal y enseguida el resto de los
elementos dispuestos en dirección norte, sur, este y oeste (véase imagen 1).

Imagen 1. Elementos principales en Chacchoben, Quintana Roo

Fuente: Elaboración por Clara Torres con base en INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010. Aguasca-
lientes: INEGI, 2010; la organización del espacio está basado en Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráuli-
cos. Subsecretaría de Infraestructura Hidráulica. La casa maya y su solar, Oriente de Yucatán. Instituto Mexicano
de Tecnología del Agua (IMTA). Tecnología de riego y drenaje. México: SARH, 1988, p. 9.

Los elementos agrupados en la manzana principal están destinados


a actividades sociales, puesto que se trata de un espacio amplio sin vivien-
das, utilizado como punto de encuentro y de referencia. La plaza, el parque
y la vegetación conforman las unidades tradicionales; mientras que domos
deportivos y gradas en las canchas son producto de los procesos de cambios
sociales e industrialización. Otros signos relacionados con la construcción
de identidad se manifiestan en el diseño de arcos que evocan el arco maya
(véase imagen 2).

228
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

Imagen 2. Componentes de la plaza principal de Chacchoben,


Quintana Roo

Fuente: Archivo Clara Torres, 2017.

En los alrededores de la plaza principal se localizan algunas vivien-


das. Al norte, en las manzanas contiguas, se ubican escuelas; y en la parte
sur hay edificios de Gobierno, otros planteles educativos y, un poco más ale-
jado, el cementerio.
Al este se encuentra un templo católico orientado hacia el ponien-
te, rasgo característico de asentamientos que combinan elementos mayas y
españoles;22 y en esta misma manzana se observan otros inmuebles impor-
tantes como el centro de atención médica y la casa ejidal. En la porción este
del poblado también se han instalado campos deportivos, un tanque elevado
de agua, escuelas, instalaciones de comunicación y el toril, mientras que en
la orientación oeste únicamente hay viviendas.
Otros elementos pertenecen a las estructuras organizacionales y a
las festividades de la comunidad, los cuales se han mantenido hasta aho-
ra por su importancia religiosa y cultural, como la celebración a San Isidro

22  SAHR-Subsecretaría de Infraestructura Hidráulica. La casa maya y su solar, Oriente de Yucatán. Insti-
tuto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA). Tecnología de riego y drenaje. México: SARH, 1988, pp. 6 y 8.

229
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

Labrador, patrono del pueblo. Una actividad bastante popular es la corrida


de toros, por lo que se ha implementado infraestructura especial fija en el
asentamiento: el toril. Durante la fiesta se realiza la vaquería, evento donde
hay música y danzas de origen yucateco llamadas jaranas; se hace uso de la
iglesia, se llevan a cabo procesiones y, al final de la celebración, se brindan
alimentos y bebidas en las viviendas.
Las edificaciones implementadas para educación, electricidad y sa-
neamiento definitivamente han incrementado la calidad de vida en el asenta-
miento. También se han incorporado espacios para construir la identidad de
los pueblos y para el desarrollo de manifestaciones culturales a través de la
integración de festividades y reconstrucción de elementos culturales. Todo
ello abona a la conformación de espacios habitables sostenibles y se integra
al patrimonio cultural del estado.

El tránsito de la vivienda maya tradicional


a la vivienda rural actual en Chacchoben

La vivienda es la célula más pequeña de las estructuras habitables y es una


combinación de dos elementos: los espacios construidos y los espacios
abiertos.23 En el caso de la cultura maya, la vivienda se compone por el solar
y por la casa habitación.24 De tal manera, para efectos de esta investigación,
la vivienda rural se define como un sistema integrado por espacios abiertos
y unidades techadas.
La vivienda rural en Chacchoben es diversa: en el proceso de obser-
vación se identificaron en coexistencia viviendas rurales de origen maya y
viviendas de madera con rasgos del bungalow inglés y con rasgos moderni-
zados por sus materiales industrializados.
Aún subsisten algunas características de la vivienda rural de origen
maya en Chacchoben como parte de la herencia y apropiación cultural y fí-
sica; no obstante, se han introducido nuevos espacios con el fin de alcanzar

23  Anne Vernez Moudon. “Urban Morphology as an Emerging Interdisciplinary Field”, 1997 (https://www.
researchgate.net/publication/235359167), 2017.
24  Ana Julia Cabrera Pacheco. “Estrategias de sustentabilidad en el solar maya Yucateco en Mérida,
México”. Geographos. Alicante, Grupo Interdisciplinario de Estudios Críticos y de América Latinade la Uni-
versidad de Alicante, vol. 5, núm. 56, 2 enero de 2014, pp. 5-6.

230
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

condiciones sanitarias habitables. En el trabajo de campo contamos un total


de 263 viviendas rurales, de las cuales 109 tienen correspondencia con ca-
racterísticas de origen maya, lo que equivale a 41% del asentamiento, como
ya se dijo en la introducción.
El solar es un elemento característico de la cultura y vida cotidiana
maya; forma parte de la economía familiar y depende de su mano de obra.
Dicha estructura está basada en un sistema con flujos de materia, energía
e interacciones para lograr productividad y autosuficiencia en tiempo y es-
pacio.25 Ahí se desarrollan diversas actividades domésticas, como cultivos y
cría de animales.
A pesar de que en Chacchoben todavía se trabajan los huertos dentro
de la vivienda rural, esta actividad ha disminuido notablemente. En la mues-
tra no se encontraron los tradicionales taasche’e,26 ka’anche,27 hobonche28 y
eras;29 en su lugar se identificaron huertos para autoconsumo, vegetación de-
corativa cultivada en recipientes reciclables y árboles frutales. Se conservan
los gallineros en la mayoría de las viviendas de la muestra, algunas cuantas
continúan con los chiqueros y en menor medida también se crían borregos.
El perímetro del solar se delimita con albarradas, 30 y en el caso que
nos atañe se apreciaron algunas variantes: en ocasiones todavía empleaban
albarradas y las combinaban con malla de alambre o vegetación; y en otras
no existía delimitación interna cuando se trataba de la subdivisión familiar.
En cuanto a unidad dormitorio, la casa maya tradicional es concebida
como térmica, fresca, ventilada y acorde con el paisaje natural;31 esto lo logra
gracias a su técnica constructiva y materiales: techos de palma, estructu-

25  Diódoro Granados-Sánchez, Georgina F. López Ríos y C. Osorio. “El Solar en la zona maya de Quintana
Roo, México”. Revista Chapingo Serie horticultura. México: Universidad Autónoma de Chapingo, vol. 5, núm.
2, 1999, pp. 170 y 177.
26  Cama de madera elevada de aproximadamente 1.5 m de altura, con troncos horizontales, utilizada
para colgar semillas o realizar ofrendas. Se ubica a un lado de la casa habitación y para esta investigación
se trata del dormitorio. Ibid., p. 172.
27  Huerto elevado. Cama de madera elevada de aproximadamente 1.5 m de altura con troncos horizon-
tales, utilizada para colgar semillas o realizar ofrendas. Se localiza a un lado de la casa habitación. Ibid.,
p. 172.
28  Semilleros o macetas colgantes, cuya función es reproducir variedad de especias ornamentales, con-
dimentarías y medicinales. Ibid., p. 172.
29  Se llevan a cabo las prácticas de manejo para siembra de hortalizas y otras especies. Ibid., p. 172.
30  Son bardas o cercos a base de piedras del lugar que sirven para delimitar el solar.
31  Las características y composición de la casa maya de Yucatán mencionadas se tomaron de Aurelio
Sánchez Suárez. “La casa maya contemporánea. Usos, costumbres y configuración espacial”. Península.
Mérida, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de México, vol.

231
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

ra de madera, muros de distintos troncos, piedra y sascab.32 En cambio, la


unidad dormitorio de la vivienda en Chacchoben consta de una estructura
de madera con muros de materiales mixtos como el tasiste, 33 tablones de
madera, de rodapié de piedra y block.
Las cubiertas actuales de las unidades dormitorio continúan cons-
truyéndose con estructura de madera y huano;34 y su forma es inclinada a
cuatro aguas con bordes redondeados. Dicha técnica ha persistido debido
a que ha probado su eficiencia en el desalojo de aguas pluviales, conduce el
aire caliente hacia la parte alta y permite mantener fresco el interior inferior.
Su tecnología constructiva forma parte del conocimiento transmitido gene-
ración en generación fungiendo como patrimonio inmaterial; y es sostenible
al ser una cubierta de larga duración.
Otra coincidencia entre la vivienda maya tradicional y la vivienda de
Chacchoben radica en que ambas se componen principalmente por una o
dos construcciones: estancia-dormitorio y cocina-comedor, misma que pue-
de estar acompañada de un área destinada al aseo personal. Estas unidades
usualmente son independientes, pero también hay ocasiones en que están
integradas en una misma construcción.
La distribución espacial de ambos tipos de vivienda se rige por la
estancia-dormitorio, la cual es la primera unidad construida y el principal ele-
mento techado con un área multifuncional; está orientada de manera parale-
la a la calle y se ubica frente al solar o al centro. Alrededor de ésta se agrupan
y organizan los demás espacios. Si la familia llegara a crecer, la solución se-
ría la construcción de un segundo conjunto de estancias-dormitorios alinea-
do detrás de la primera, que vaya extendiéndose hacia los lados. En el caso
específico de Chacchoben estas unidades pueden estar separadas, pero es
común que el crecimiento se realice contiguo a la primera estructura, confor-
mando una única unidad de mayor tamaño que dos habitaciones.

I, núm. 2, 2006, pp. 81-105; Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, op. cit. Las características y
composición de las viviendas de Chacchoben forman parte de la investigación de campo de Clara Torres,
op. cit.
32  Tierra blanca y caliza empleada en la construcción.
33  Palma tasiste es un tipo de palma que crece en los pantanos y los bosques.
34  Palmera relativamente baja ubicada en la Península de Yucatán cuyas hojas son usadas para techar
casas.

232
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

La forma del dormitorio predominante en la región oriente de Yu-


catán es absidal con dos entradas dispuestas una frente a la otra para ge-
nerar ventilación cruzada y obtener iluminación interior; en menor medida
se encuentran formas rectangulares con esquinas redondeadas; y en otros
casos la forma es rectangular o hexagonal y por lo general se compone por
un espacio libre y amplio. Sin embargo, en Chacchoben predomina la forma
cuadrangular, mantiene las dos entradas centrales una frente a la otra y el
espacio continua amplio. Otra diferencia consiste en la adopción de vanos
de ventanas al frente, cuyo uso parece más estético que funcional al perma-
necer cerradas durante el día, al igual que la entrada de la calle hacia el dor-
mitorio. También se observaron casos en que la planta arquitectónica imita
la forma absidal con la variante de que los muros se construyen con block;
este híbrido da lugar a una planta rectangular con sus esquinas en chaflán
(véase Imagen 3).
En la vivienda maya tradicional de Yucatán, el mobiliario del dormi-
torio se reduce a pocos muebles manufacturados por la familia; se compo-
ne por hamacas, baúles para guardar ropa, ropero, tendedero, mesas, sillas,
bancos, y en algunos casos por bastidores para tejer hamacas y máquina de
coser para bordar hipiles.35 Las viviendas estudiadas de Chacchoben no pre-
sentaron bastidores para tejer hamacas y sólo en un caso se encontró una
máquina de coser dentro de la habitación.
Dentro del dormitorio, visto como un espacio multifuncional, pueden
localizarse objetos introducidos por la modernidad, fruto de la influencia de
modos de vida provenientes de la ciudad, migraciones u otros factores. Algu-
nos de ellos son la estufa, la lavadora y la televisión. La presencia del refrige-
rador es significativa, pues con él se infieren cambios en los modos de vida y
dieta de los habitantes; a pesar de su alto costo y de la dificultad de obtenerlo
dentro de las comunidades, su adquisición y resguardo en los espacios para
dormir no parece una idea fuera de lugar, pues con ello se evitan posibles
robos (véase Imagen 4).

35  Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, op. cit., p. 14.

233
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

Imagen 3. Variaciones de plantas en viviendas

Izquierda arriba: planta rectangular con muros de tasiste. Izquierda abajo: planta rectangular con esquinas en
chaflán y muros de block. Derecha arriba: planta rectangular, rodapié de piedra y muros de tablones de made-
ra. Derecha abajo: planta rectangular, rodapié de piedra y muros de block. Fuente: Archivo Clara Torres, 2017.

En la actualidad, la vivienda maya transita de un espacio colectivo a


uno gobernado por la idea de intimidad.36 Algunas costumbres concernien-
tes a las formas de compartir el espacio para dormir, transforman la manera
de usar la habitación. Por las entrevistas se conoce que mediante algunos
programas de gobierno, los habitantes han sido persuadidos de dormir, los
padres de los hijos, en habitaciones separadas.

36  Othón Baños Ramírez. “Hamaca y cambio social en Yucatán”. Revista Mexicana del Caribe, Chetumal,
UQROO, vol. VIII, núm. 15, 2003, p. 169.

234
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

Imagen 4. Elementos dentro de la estancia-dormitorio en viviendas


de origen maya en Chacchoben, Quintana Roo

Fuente: Elaboración por Clara Torres con base en investigación de campo.

En el caso de estudio, en la estancia-habitación se utilizan hamacas


y camas, las cuales representan nuevas maneras de organizar los espacios
para dormir. Aunque es poco común encontrar sólo camas, se observa un
proceso de transición al cambiar la hamaca por la cama.37
La hamaca es parte del habitar diario y está presente en toda la
muestra observada, ya sea en los dormitorios, sala, cocina o al aire libre.
Puede estar de manera única en la habitación, o bien, se complementa con
el uso de camas.
En Chacchoben, de acuerdo con el origen de los recursos económi-
cos, las viviendas pueden contener dos tipos de unidades empleadas como
dormitorio: la primera, construida con recursos propios de los habitantes, y
la segunda, introducida en serie por medio de programas gubernamentales,
a base de materiales industrializados que incorporan un baño en su diseño.
Algunos entrevistados comentaron que al principio fue contrastante
el uso de este tipo de unidad con sus hábitos y manera de vivir, al encontrarla
calurosa y poco ventilada. Ésta ha sido adaptada para dormir bajo el modo
tradicional de uso de hamacas, signo de apropiación social (véase Imagen
37  Idem.

235
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

5). Por el clima cálido también se recurre a ventiladores. Es así que los ha-
bitantes prefieren, en mayor medida, ocupar sus dormitorios por la noche,
pues durante el día optan por estar en la cocina, en otras habitaciones o en
espacios al aire libre dentro de la vivienda.

Imagen 5. La hamaca y cama en unidades en serie, vivienda maya de


Chacchoben

Fuente: Elaboración por Clara Torres, con base en trabajo de investigación de campo.

No hay un límite en cuanto al número de unidades que se construyen


para dormir en la vivienda o al número de personas que harán uso de este es-
pacio, así podrían dormir una, dos, cinco o siete personas en un mismo cuar-

236
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

to. El crecimiento de la familia influye de manera directa en el crecimiento de


la vivienda, ya que paulatinamente los espacios techados se incrementan o
la vivienda original se subdivide según el número de los hijos.
El segundo espacio de importancia en la vivienda maya tradicional es
la cocina, donde se almacenan maíz, leña, cajas para el apiario, o en algunos
casos la radiograbadora. En este espacio se ubica el fogón en posición con-
traria al viento (tiende a encontrarse en la esquina noroeste o suroeste); junto
a él se dispone una pequeña mesa y taburetes que se emplean al momento
de preparar alimentos; en algunos casos se hace presente la estufa de gas.
En Chacchoben se conserva la multifunción de la cocina-comedor.
Su forma suele ser de planta rectangular y estar construida con materiales
orgánicos en muros y techos de huano. En otros casos pueden ser unidades
anexas de piedra y techos de lámina o espacios independientes en los que
se utilizan distintos materiales.
Dentro de esta cocina se destina un espacio para el uso del fogón
(continúa siendo el tradicional conformado por piedras como base dispues-
tas directamente en el piso), combustible a base de leña (madera seca), y una
parrilla o estructura metálica colocada sobre piedras para asentar las ollas,
sartenes y otros utensilios para cocinar. Es común acomodar una mesita de
poca altura y un pequeño banco cerca del fogón; este mobiliario sirve para
que las mujeres se sienten a cuidar al fuego, los alimentos o mientras hacen
tortillas.
Una de las variantes del fogón tradicional consiste en una base he-
cha con bloques de concreto. Sobre ésta se coloca una parrilla que funciona
con leña; en este caso, es menos común observar a su lado la mesita y el
banco. El fogón no es propiamente un objeto o equipamiento, es un espacio
dentro de la cocina que refleja parte del modo de vida de los habitantes,
implica el empleo de los recursos del medio natural y en algunos casos, a
mayor poder adquisitivo e influencias de la modernidad, lo construyen con
materiales industrializados.
Otra modalidad es la estufa ecológica, introducida por programas
–del mismo nombre– de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), las cua-
les funcionan con leña y tienen un respiradero para conducir el humo fuera

237
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

de la cocina. También se emplean las estufas convencionales y las parrillas


eléctricas, utilizadas en menor proporción debido al costo del equipo, así
como el del gas o electricidad, empleados para su funcionamiento. Al final,
es poco común encontrar cocinas que sólo cuenten con la estufa de gas o
parrilla eléctrica (véase Imagen 6).

Imagen 6. El fogón y la estufa en la cocina rural

Fuente: Archivo de Clara Torres, 2017. Investigación de campo.

238
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

El uso del fogón es parte de una cultura que transita de la forma de


vida rural tradicional a otra urbana, pero que conserva elementos de la me-
moria y cultura de origen.
Vale la pena cuestionar el uso del fogón tradicional, que inunda la
cocina de humo y es nocivo para la salud, sobre todo para las mujeres que
permanecen mayor tiempo en este recinto y están en continuo contacto con
este espacio.
La cocina en Chacchoben es versátil. Además de utilizarla para co-
cinar y comer, se emplea para dormir, recibir visitas, platicar con la familia y
descansar un rato. Por lo tanto, es un elemento multifuncional en las activi-
dades diarias de sus habitantes. No constituyen áreas aisladas o cerradas,
sino que se conectan con otros espacios y actividades extendiendo a otras
partes de la vivienda la interacción entre sus ocupantes y la realización de
actividades cotidianas. Al mismo tiempo, se adaptan a las necesidades del
momento y cambian a medida que la sociedad y los recursos de los habitan-
tes lo permiten.
En el caso de estudio se ha verificado el uso de depósitos de agua
para lavar los trastes, actividad que puede realizarse dentro de la cocina
usando una mesa y una cubeta o recipiente con agua. Puede contarse con la
presencia de lavaderos o bateas38 en un espacio contiguo o independiente,
también utilizados para lavar la ropa. En algunos casos incorporan lavadoras
que no llegan a sustituir por completo la batea para la ropa.
En la actualidad se observan varios solares tradicionales con pozo
de agua; sin embargo, su uso ha decaído por la introducción de la red de
agua potable que, como parte de la introducción de elementos que cubren
necesidades básicas otorga beneficios de higiene y salubridad. Aunque es-
tos pozos constituyen un bien patrimonial sostenible, no alcanzan a ofrecer
el equilibrio necesario entre tradición y habitabilidad.
Cuando hablamos de las necesidades básicas también se incluye
el aseo personal y la excreción, mismos que requieren de espacios adecua-
dos para realizarse. El “sanitario” como tal no existe en la lengua maya; para
ello se recurre al término kúuchil ichíil, que se interpreta como el lugar para

38  Objeto doméstico empleado en la península de Yucatán para lavar trastes o ropa.

239
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

bañarse o asearse. Tanto en la vivienda maya tradicional como en la de Cha-


ccboben se ocupa un espacio dentro del dormitorio, la cocina o entre ambos
para bañarse. En algunos casos puede ser una construcción independiente.
En la vivienda maya tradicional el área para excretar está al aire libre,
delimitada por una empalizada forrada con palmas. En ocasiones los dese-
chos se entierran y cubren con cal, aunque es habitual dejarlos expuestos.
Aunque algunas viviendas cuentan con letrinas, ambas estructuras se ubican
al fondo del solar y lejos del pozo.39
En cambio, en las viviendas en Chacchoben se construyen baños con
el mobiliario sanitario correspondiente. Esta unidad techada puede edificar-
se con dos tipos de recursos económicos: propios de los habitantes o como
parte de los programas de gobierno para sustituir el sanitario de empalizada.
Se trata de construcciones anexas al dormitorio o cocina, o bien, ubicadas
de manera independiente, pero ya no al fondo del solar sino cercanas a la
agrupación de espacios techados (véase Imagen 7).
El proceso de urbanización ha sido lento y la cobertura de servicios,
parcial. Generalmente en las periferias del asentamiento se carece de elec-
tricidad y no se cuenta con alcantarillado, sino que las aguas negras y grises
de los baños se dirigen hacia fosas sépticas.
Una persona entrevistada en Chacchoben comentó lo difícil que re-
sultó, en el caso de su familia, acostumbrarse a utilizar el baño introducido
por programas de gobierno, ya que no formaba parte de sus modos de vida.
Incluso, menciona que uno de sus hijos optó por seguir empleando el sanita-
rio de empalizada al aire libre. Este fue el único caso de la muestra donde se
observó la vigencia del sanitario tradicional maya.
En la búsqueda de espacios habitables se optó por dejar el sanitario al
aire libre por otro urbanizado; disminuyendo así los riesgos de contraer enfer-
medades derivadas de la exposición de los residuos. Modificar los modos de
vida no es necesariamente algo negativo; sin embargo, la abrupta incorporación
de otros repercute en un primer rechazo por parte de los habitantes. Esto no
significa que la unidad en serie sea la mejor opción y que esté acorde al medio.

39  Sánchez Suárez, op. cit., p. 102.

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Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

Imagen 7. El baño actual en la vivienda rural

Fuente: Archivo Clara Torres. 2017. Investigación de campo.

241
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

Otros espacios importantes en las viviendas rurales son las bodegas y


áreas para animales, como gallineros y chiqueros. Los corrales se ubican debajo
de los árboles por su sombra y el área de lavado y secado de ropa se localiza
usualmente debajo de un árbol frondoso o, en su caso, se habilita un tinglado
cubierto de palma. El tendedero también puede colocarse en el dormitorio. Cabe
mencionar que se ha introducido infraestructura de comunicaciones con ante-
nas parabólicas en el patio de las viviendas para recibir señal de televisión.
A partir de estas comparaciones se confirma que las prácticas de vida que
funcionan se heredan y se conservan; en cambio, las que pierden vigencia son susti-
tuidas por otras nuevas, ya sea de un momento a otro o lentamente (véase Imagen 8).

Imagen 8. Elementos de la vivienda tradicional maya en Yucatán (iz-


quierda) y de la vivienda rural actual con origen maya en Chacchoben (derecha)

Fuente: Izquierda, tomado de Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, op. cit., p. 9; derecha, Archivo de
Clara Torres, 2017.

242
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

Reflexiones finales

Existe una tendencia a caracterizar la vivienda rural como sostenible por su


forma de construcción, los materiales empleados y las técnicas desarrolla-
das a través de varias generaciones; sin embargo, cabría preguntarnos si en
verdad lo es.
En la zona de estudio no se puede hablar propiamente de una vivien-
da autóctona. Si bien existen reconstrucciones y reminiscencias culturales
constructivas, también toman lugar una serie de factores como el tiempo,
las influencias sociales, el desarrollo e introducción de nuevos materiales.
El conjunto se transforma en la materialización de estructuras de vida con
elementos que persisten y otros que han ido modificándose para mantener
una vivienda rural vigente y acorde con su medio, cultura y economía.
Los procesos de adaptación del humano al medio natural, social y
económico, son parte de las apropiaciones sociales y físicas dadas con el
paso del tiempo. Este no es un proceso finito, sino que cambia junto con los
habitantes. La vivienda rural actual forma parte de los cambios de las prácti-
cas cotidianas y culturales.
Bajo el enfoque de sostenibilidad cultural y de acuerdo con el análisis
comparativo entre la vivienda maya tradicional y la vivienda de habitantes de
origen maya en la comunidad estudiada, pudimos percatarnos que los ele-
mentos que funcionan trascienden y se heredan, las prácticas que mejoran
la calidad de vida se incorporan y sustituyen actividades que dejan de ser
útiles o convenientes; así se conforman nuevas formas en la vivienda rural
con servicios e infraestructura encaminados a un modo de vida sostenible
y habitable.
Una vivienda rural sostenible debe buscar un equilibrio entre la vi-
vienda, los habitantes y las adaptaciones al medio (natural, cultural y eco-
nómico) como un componente de la apropiación sociofísica en el tiempo,
donde se hereden modos de vida que respeten el medio y den continuidad a
su cultura e identidad, pero que también incorporen elementos funcionales
afines a las necesidades actuales.

243
Espacios habitables sostenibles. La vivienda rural en Quintana Roo

La vivienda implica habitar el espacio y no sólo usarlo, por lo tanto,


los espacios cubiertos y al aire libre son parte de un sistema general. Cada
pieza tiene su propia función, pero a la vez se interrelaciona con el resto para
adaptarse a lo requerido por los habitantes, a las condiciones del medio y de
los recursos disponibles.
La construcción de un patrimonio cultural es un proceso inmerso en
la memoria de los pueblos, involucra valores y creencias, se relaciona con las
prácticas cotidianas y las celebraciones especiales, transmitidas de genera-
ción en generación. Este patrimonio es el resultado de los modos de vida y,
por ende, de las tradiciones de los pueblos, mismas que son una reconstruc-
ción de la estructura social, económica y morfológica.
La satisfacción de las necesidades básicas va modificándose con
el paso del tiempo. En el dormitorio se transita de la hamaca a la cama; aun
cuando la hamaca se integra con la estructura de madera de la cubierta,
es económica y versátil. Este mismo dormitorio –en el cual era excepcional
encontrar un radio– ahora se ve conquistado por la televisión y, con ella, por
las influencias de la modernidad, industrialización, ideas de globalización y
de la ciudad.
Lo sostenible implica crear las condiciones necesarias para el desa-
rrollo de la cultura. La dotación de infraestructura y servicios ofrece panora-
mas más habitables para el asentamiento, aunque estas nuevas condiciones
cambian los modos de vida, implementan nuevos espacios y formas de vi-
virlos. Es el caso de la introducción del baño como se conoce en la ciudad
que, aunque no tiene acabados ni muchos detalles, prácticamente carece de
muros y techos, el mobiliario en ocasiones está incompleto y se le da priori-
dad al área para bañarse y excretar, permanecen otros elementos como ban-
quitos, cubetas y recipientes de gran tamaño para almacenar agua al interior,
que pueda ser usada en la cotidianidad.
Entre las diversas maneras de usar la cocina como un espacio multi-
funcional siempre podrá apreciarse la integración del fogón; éste genera un
ritual que implica la colocación de una mesita y banco a su altura para cuidar
los alimentos y hacer tortillas a mano. Mientras que la preparación de ali-
mentos se mantiene, los elementos en la cocina se transforman de manera

244
Eugenia María Azevedo Salomao Clara Sugeydy Torres Uicab

paulatina: en una primera fase los fogones a base de tres piedras provenien-
tes del patio empiezan a ser reemplazados por fogones elaborados con una
base de concreto, muros de block y alturas diversas, cambiando la mesita
baja por otra de altura convencional; más adelante, los programas guberna-
mentales introdujeron estufas metálicas que simulan el funcionamiento del
fogón y disponen de un tubo que expulsa el humo hacia fuera de la vivienda
para evitar enfermedades respiratorias –contrario a la práctica de ahumar el
techo para prolongar la vida útil del huano–.
La modernidad –que ha introducido nuevas formas de usar el espa-
cio– ha ido modificando la forma de cocinar con la introducción de estufas
de gas. Cabe mencionar que, aunque muchos habitantes las poseen, siguen
empleando el fogón o la estufa ecológica por ser más accesible y económica
la recolecta de leña.
Las prácticas humanas sostenibles fundamentan modos de vida que
con el paso del tiempo constituyen el patrimonio inmaterial e identidad de
los pueblos. Los hábitos se integran a la forma de vivir y articular el espa-
cio, reconstruyen tradiciones y formas funcionales de la mano del espacio y
del medio ambiente; van transformándose en la búsqueda de elementos que
aporten mayor habitabilidad y autorrealización social, donde la concreción
material, espacial, formal y social en el asentamiento y la vivienda son una
constante renovación cultural y persistencia de la memoria ancestral con
esquemas híbridos.
Sin duda, la cultura y origen de los individuos son significativos, pues
permiten entender la configuración espacial y constructiva de la vivienda, de
tal suerte que puede ser concebida no sólo como un objeto material, sino
como lugar propio de cada habitante en el cual desarrolla sus modos de vida
día con día.

245
ALFARERÍA TONALTECA:
FACTORES PARA SU SOSTENIBILIDAD

Beatriz Núñez Miranda


El Colegio de Jalisco

El barro canelo tradicional está en peligro de extinción.


Nancy Minerva Luna
Crónica Jalisco, 15 de diciembre de 2013

Resguardar la inminente pérdida del barro canelo piden los alfareros.


Víctor Manuel Pasarín
La Gaceta, 14 de octubre de 2014

Artesanos piden a Aristóteles apoyo para salvar sus bancos de barro. Le


solicitan detener la edificación de vivienda sobre sus yacimientos de barro.
Conmemoración del Día del Artesano
Ivonne Ojeda de la Torre
Jalisco, 24 de marzo de 2014

Los epígrafes que introducen el presente trabajo pertenecen a algunas noti-


cias impresas en los diarios que circulan en el Área Metropolitana de Guada-
lajara (AMG). Estamos frente a declaraciones y peticiones que han formulado
alfareros del municipio de Tonalá ante instancias municipales y el gobierno
estatal, en busca de acciones o de la implementación de alguna política pú-
blica que ordene y regule el crecimiento urbano, además de que resguarde
los recursos naturales y el medio ambiente. Dichas acciones, de alguna for-
ma, van encaminadas a conservar y proteger los pocos yacimientos de barro
y arcillas aún existentes en su territorio, materia prima que ha desempeñado
un papel crucial en la elaboración de la alfarería tonalteca, incluido el matiz y
los engobes utilizados para su decoración.1
1  El engobe consiste en una técnica de decoración en la cual una pieza se cubre por una capa fina de
pasta de un color diferente para sellar las posibles grietas. Se pueden usar como engobe todas las arcillas
rojas, blancas o coloreadas que se adhieran bien a la pieza durante el secado y durante la cocción, o bien
preparar uno con base en diversas fórmulas. Los engobes deben contener una parte de la arcilla utilizada
para hacer la pieza, esto asegura una mejor adherencia. Pueden ser coloreados con óxidos o con pigmen-
tos y se aplican de forma regular con pincel. Un engobe debe prepararse con anticipación, ya que se deja
reposar por varios días.

246
Beatriz Núñez Miranda

Son noticias inquietantes si consideramos que la alfarería es una de


las actividades tradicionales que ha distinguido a varios pueblos del muni-
cipio de Tonalá, practicada por sus pobladores como forma de vida desde
tiempos milenarios, cuyos orígenes se remontan a la época prehispánica.2
Dicha tradición comprende la producción de platos, jarros, cántaros y bote-
llones, entre otras piezas utilitarias y suntuarias; actualmente goza de reco-
nocimiento nacional e internacional debido a su variedad, a la calidad de su
factura, los colores y decorado característico.3
Estas cerámicas se han elaborado durante siglos (y aún hasta hace
poco) con arcillas y barros obtenidos de las inmediaciones de Tonalá, la ca-
becera municipal y distintos puntos alrededor de las poblaciones aledañas:
El Rosario, Santa Cruz de las Huertas, San Gaspar, Zalatitán y Coyula.
Estos pueblos hasta hace unos años estaban separados por gran-
des extensiones de tierras y aguas; sin embargo, en la actualidad son suelos
transformados por el incontenible crecimiento urbano y aguas degradadas,
perjudicados por la multiplicación de todo tipo de asentamientos, conjuntos
y desarrollos habitacionales edificados sobre antiguas tierras agrícolas, ya-
cimientos de barro, arroyos, etc. El uso de suelo se ha modificado a la par de
algunas de las actividades económicas características, como la agricultura y
la cestería, esta última casi extinta. De manera visible, el crecimiento urbano
está agotando los recursos naturales necesarios para realizar la actividad
alfarera.
Ante este panorama podríamos suponer que tal actividad está en
riesgo, según la tesis del desarrollo respetuoso del medio ambiente cuya
premisa sostiene que el desarrollo no debe degradar el medio biofísico ni
agotar los recursos naturales, proposición dada a conocer desde la Cumbre
de Estocolmo en 19724 y precisada en el Informe Brundtland en 1987, en el

2  Matías de la Mota Padilla. Historia del Reino de Nueva Galicia en América Septentrional. Guadalajara:
Universidad de Guadalajara-INAH, 1973 (Histórica de Obras Facsimilares, 3).
3  Alberto Ruy Sánchez. “La cerámica de los cinco sentidos”. Gutierre Aceves Piña (ed.). Artes de México.
Cerámica de Tonalá. México, Artes de México, núm. 14, 1991, p. 23.
4  Véase ONU. “Cumbre de Johannesburgo 2002. Información general” (http://www.un.org/spanish/con-
ferences/wssd/unced.html), 2 de febrero de 2018.

247
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

cual se definió el concepto de desarrollo sostenible o duradero,5 prestándole


especial atención al desarrollo económico y social, así como a sus efectos
sobre el medio natural.6
Según Virginia Luque Gallegos, dichos postulados en un principio no
consideraron ni tomaron en cuenta a la cultura, a las actividades humanas
que la integran, ni a lo que éstas aportan al propio desarrollo humano y eco-
nómico.7 Es el caso de las artesanías, que fueron definidas hasta 1997 por la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) como “un sis-
tema simbólico tradicional de valores y cosmovisiones que son trasmitidas
de generación en generación”;8 enunciado en el que se considera el aspecto
social y la identidad cultural de la actividad artesanal, en la que podría basar-
se el desarrollo humano y la sostenibilidad de las prácticas culturales.
Fue a partir del año 2006 cuando la cultura vinculada con la edu-
cación pasó a ser uno de los elementos esenciales del desarrollo humano
sostenible, al ser incluida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)
planteados por la ONU.9 Luque Gallegos señala que tal incorporación tuvo
su origen en la concepción de que la cultura proporciona bases sociales que
incentivan la creatividad y la innovación, es decir, la sostenibilidad social que
busca la cohesión y estabilidad de la población.10
Es el caso particular de la alfarería: una actividad económica y cultural
relacionada con el hábitat y practicada desde tiempos antiguos por civilizacio-
nes disímiles para la satisfacción de algunas necesidades; su materia prima,

5  Esthela Gutiérrez Garza y Édgar González Gaudiano. De las teorías del desarrollo al desarrollo sustenta-
ble. México: Siglo XXI-UANL, 2010, p. 122.
6  Virginia Luque Gallegos. “Cultura y desarrollo sostenible”. Periférica Internacional. Revista para el aná-
lisis de la cultura y el territorio. Universidad de Cádiz, núm. 16, p. 52 (http://dx.doi.org/10.25267/Periferica),
6 de octubre de 2017.
7  Luque Gallegos, op. cit., p. 53.
8  Surnai Benítez Arandas. “La Artesanía latinoamericana como Factor de Desarrollo Económico, Social”.
32ª Conferencia General de la UNESCO. París, octubre de 2003. Ahí definió al patrimonio cultural inmaterial
como “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos,
objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes– que las comunidades, los grupos y en
algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”.
9  ONU. “The Millennium Development Goals Report 2006”. Nueva York: ONU, 2006 (http://mdgs.un.org/
unsd/mdg/Resources/Static/Products/Progress2006/MDGReport2006.pdf), 2 de febrero de 2018.
10  Luque Gallegos, op. cit., p. 53.

248
Beatriz Núñez Miranda

el barro y la arcilla,11 también fue empleada para la edificación de las moradas,


elaboración de recipientes y toda clase de vasijas, además de la manufactura
de otros objetos con propósitos utilitarios, rituales y ceremoniales.12
La alfarería producida por los artesanos de Tonalá se ha distinguido por
su sorprendente persistencia y vitalidad, cualidades que han dado lugar a una
tradición y cultura del trabajo basadas en la habilidad manual y en la flexibilidad
laboral para incorporar diseños y productos; una actividad que se aprende y re-
produce hasta la fecha por la vía del parentesco en los talleres familiares.13
En ese sentido y tomando en cuenta la grave merma de los yacimien-
tos de barro en su territorio, vale la pena preguntarnos qué tan en peligro de
extinción está la alfarería de Tonalá.

La disponibilidad de los recursos naturales


en la actividad alfarera en Tonalá

No cabe duda que la merma de los yacimientos de barro en Tonalá se debe


en gran parte al incremento poblacional y al avance de la mancha urbana
sobre espacios antiguos rurales y sociales; como bien señala Patricia Arias:
sitios donde la gente tenía y compartía ideas, saberes y tradiciones muy año-
sos y articulados acerca de la manera de vivir y utilizar los recursos físicos y
naturales de sus entornos particulares.14
En Tonalá se observó un crecimiento demográfico lento hasta 1960,
manteniéndose alejada de los procesos del crecimiento poblacional y urba-
no que los municipios vecinos (Guadalajara, Tlaquepaque y Zapopan) venían
experimentando desde la década de los cuarenta. Fue a partir de finales de
los años setenta cuando Tonalá se inició en estos procesos de expansión
urbana (véase Figura 1). Según el decir de sus pobladores, antes de que este
proceso tuviera lugar, Tonalá contaba con

11  Chanfón Olmos, Carlos (coord. gral.). Historia de la arquitectura y el urbanismo mexicanos. Vol. I: El
periodo virreinal. T. II: El proceso de consolidación de la vida virreinal. México: UNAM-FCE, 2001, p.438.
12  Esteva Fabregat, Claudio. Significados antropológicos del arte. J. Sureda (ed.). Artes y civilizaciones.
Orígenes. África, América, Asia, Oceanía. Barcelona: Lunwerg, 2006, pp. 15-45.
13  Patricia Arias. “De villa alfarera a ciudad dividida”. Beatriz Núñez Miranda (coord.). Tonalá una aproxi-
mación a su estudio. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2000, pp. 22-23.
14  Ibid., p. 23.

249
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

tierras dedicadas a la agricultura, a la producción de la palma para


la elaboración de la cestería, la siembra de flores y hortalizas, y a la
extracción del barro y arcilla para la alfarería, actividades que reali-
zamos sin problema, teníamos mucha agua, hasta la década de los
noventa” [del siglo XX], poco antes de que llegaran los de Loma Do-
rada y la Soledad […]15

En esa época, los pueblos que integraban el municipio tonalteca se carac-


terizaban porque gran parte de su subsistencia dependía de la tierra y gozaban de
una relativa independencia económica y laboral con Guadalajara; eran autosuficien-
tes debido a que en Tonalá y Santa Cruz de las Huertas eran ceramistas y agricul-
tores, en San Gaspar se dedicaban al cultivo de flores, en Zalatitán eran alfareros y
hortelanos, mientras que en Coyula se hacía algo de cestería, herrería y cerámica.16
Como bien señaló Felipe Cabrales, 39% de la población económicamente activa de
Tonalá se empleaba en la industria artesanal y 35.6% se ocupaba de la agricultura de
tipo tradicional, sobre todo, del cultivo de maíz en secano (de temporal).17
Estas actividades prevalecieron hasta ver transformado su entorno in-
mediato, en parte por la clausura de la Presa de Osorio –cuyas aguas regaban
algunas de las tierras agrícolas–,18 el incremento poblacional, la edificación de
todo tipo de viviendas19 y nuevos asentamientos sobre tierras ejidales y tierras de
haciendas y ranchos,20 propiciándose el cambio de uso de suelo de agrícola a ur-
bano, así como la metamorfosis de yacimientos de barro en áreas habitacionales.

15  Loma Dorada y la Soledad son dos grandes desarrollos habitacionales, que surgieron entre 1980 y
1991, juntos sumaron más de doce mil viviendas.
16  Beatriz Núñez Miranda. “Permanencia y heterogeneidad cultural”. Beatriz Núñez Miranda (coord.).
Tonalá una aproximación a su estudio. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2000, p. 131.
17  Luis Felipe Cabrales Barajas. “Proceso de metropolización y segregación social tonalteca”. Beatriz
Núñez Miranda (coordinadora). Tonalá una aproximación a su estudio. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2000,
p. 74.
18  En 1991 se eliminó la presa mediante un proyecto de regeneración ecológica que convirtió a la zona en
el Parque de la Solidaridad, con lo cual se revaloró ambientalmente dicho sector. Ibid., pp. 76-77.
19  Vivienda de autoconstrucción, por encargo y vivienda terminada, promocionada por particulares, in-
mobiliarias y dependencias oficiales de gobierno.
20  Cabrales, op. cit., p. 75.

250
Beatriz Núñez Miranda

Imagen 1. Tonalá y sus pueblos aledaños, 1970

Fuente: INEGI. Carta topográfica, Gdl. Oeste D65. 1971.

Poblamiento, urbanización y cambio de uso de suelo

En 1970 Tonalá estaba habitada por 24,648 personas, época que marcó el fin de
la vida pueblerina y el inicio de un proceso de complejidad urbana. Su población
se incrementó de manera constante, de tal forma que para 2010 contaba con
478,689 pobladores y en sólo cinco años rebasó el medio millón de habitantes
al sumar a 536,111 pobladores, resultado de un intenso fenómeno migratorio.

251
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

Llegaron habitantes procedentes de los municipios de la misma


zona metropolitana, de estados circunvecinos y del interior de la República
Mexicana: Estado de México, Puebla, Tlaxcala, Michoacán, Oaxaca y Guerre-
ro. Éstos se asentaron en los múltiples desarrollos habitacionales ubicados
en terrenos aledaños a la cabecera municipal y en la periferia de poblaciones
como Zalatitán, El Rosario, San Gaspar y Coyula.
Los primeros asentamientos surgieron de manera espontánea y
se les denominó “irregulares” por establecerse en tierras ejidales. Como
muestra está la colonia Jalisco, ubicada en la parte norte del municipio so-
bre el ejido de Zalatitán; abarca 224 hectáreas e integra poco más de dos-
cientas manzanas, anteriormente parcelas que fueron comercializadas
clandestinamente.21
Heriberto Cruz señala que, al igual que esta colonia, emergieron
muchos asentamientos irregulares más; entre 1970 y 1999 se establecieron
en Tonalá otros 34 sobre 262 hectáreas, mismos que solicitaron su regu-
larización a la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra
(CORETT), institución que hasta 1991 había regularizado más de diez mil
predios en Tonalá, pertenecientes a diecinueve colonias que se asentaron en
los ejidos de San José Tateposco, Salatitán y El Rosario.22
Además de dichos asentamientos, se establecieron nuevas colonias,
conjuntos y desarrollos habitacionales con vivienda terminada, promociona-
da por particulares, promotores inmobiliarios, dependencias de gobierno es-
tatal y federal, así como por otros organismos tales como el Instituto Mexi-
cano del Seguro Social (IMSS), Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de
los Trabajadores del Estado (ISSSTE), Coordinadora Nacional de Trabajado-
res de la Educación (Cente), Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para
los Trabajadores (Infonavit), entre otros.
Asimismo, de este proceso resultó el surgimiento de pequeños y
grandes conjuntos y desarrollos habitacionales como Loma Dorada, asen-
tado sobre 244 hectáreas y con poco más de doce mil viviendas;23 y el Con-
21  Ibid., p. 76.
22  Heriberto Cruz Solís y María del Pilar Palomar Anguas. “La producción del espacio urbano de Tonalá,
1969-1995”. Beatriz Núñez Miranda (coord.). Tonalá una aproximación a su estudio. Zapopan: El Colegio de
Jalisco, 2000, pp. 153-161.
23  Beatriz Núñez Miranda. Ciudad Loma Dorada. Un gran desarrollo habitacional en la zona metropolitana
de Guadalajara. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2007, p. 151.

252
Beatriz Núñez Miranda

junto Infonavit La Soledad, emplazado sobre el lecho del afluente del arroyo
de Osorio, con 173 torres de vivienda que aglutinan 2,768 departamentos
construidos sobre 28 hectáreas.24 Entre 1970 y 1995 se les sumaron otras
34 solicitudes por parte de inmobiliarias privadas para edificar viviendas
sobre 445 hectáreas, además de quince licencias de algunas dependencias
del gobierno para ocupar 273 hectáreas.25
Así, durante estos años se impulsó la urbanización en Tonalá: se
desplegaron 86 nuevos asentamientos entre fraccionamientos, colonias
y desarrollos habitacionales, con una extensión de 2,543.01 hectáreas. 26
Queda claro que el uso de suelo se modificó radicalmente: la tierra des-
tinada a las actividades rurales pasó principalmente al uso habitacio-
nal. 27 Desgraciadamente, como consecuencia de estos procesos, que-
daron enterrados o dañados antiguos yacimientos de barro utilizados
para la alfarería.
Este proceso constructivo, regular o irregular, que de alguna for-
ma se ha continuado hasta la época actual, también ha reducido el nú-
mero de parcelas para la siembra del maíz y hortalizas, la producción de
flores y de palma para la cestería. De tal suerte, la actividad agropecua-
ria en las últimas décadas ha disminuido dramáticamente: en 1970, la
población ocupada en la agricultura correspondía a 35.6%, y para 2010
disminuyó a 1.13%. 28
Por su parte, la actividad alfarera, aunque se mantuvo oscilan-
te, ha pasado por momentos de auge y decadencia, y se ha mantenido
con un porcentaje conservador. Es decir, en 1970, 39.19% de la pobla-
ción se dedicaba a esta actividad y en el 2010 alcanzó 32.96% (véase
Tabla 1). 29

24  Mercedes Arabela Chong Muñoz. “Análisis espacial de las unidades habitacionales del Infonavit en
el Área Metropolitana de Guadalajara”. Guadalajara, Departamento de Geografía y Ordenación Territorial,
Universidad de Guadalajara, 1995 (tesis de licenciatura).
25  Cruz Solís, et al., op. cit., p. 163.
26  Cabrales, op. cit.
27  Arias, op. cit., pp. 13-41.
28  INEGI. Censo de Población y vivienda 2010. Aguascalientes: INEGI, 2010.
29  Idem.

253
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

Tabla 1. Población (porcentaje) dedicada a actividades económicas


del municipio de Tonalá, 1970-2010
Sector 1970 1980 1990 2000 2010
Agropecuarias 35.62 13.26 4.12 1.53 1.13
Industriales 39.19 25.50 34.55 34.32 32.96
Comerciales 7.68 9.45 15.45 20.89 25.56
Servicios 11.95 12.26 30.11 32.26 39.55
No especificados 6.48 31.35 3.84 2.56 0.81
Fuente: Elaborada por Daniela Gamero con base en diversos censos de población y vivienda INEGI.

En este lapso la alfarería disminuyó conforme se redujeron los yaci-


mientos de barro, como bien señalan los habitantes tonaltecas:

[…] Dieron permiso a los fraccionadores y constructoras para cons-


truir sobre algunos de los más grandes yacimientos de barro canelo,
sin solicitarles el estudio de impacto ambiental, en varios fracciona-
mientos cuando iniciaban la construcción, fuimos con el presidente
municipal para notificarle qué pasaba y solicitarle su ayuda para que
nos permitieran explotar los bancos de barro, que detuviera la obra,
pero no logramos nada, quedó enterrado el barro canelo, nuestra ma-
teria prima para elaborar el botellón.30

Lo mismo sucedió con la construcción de la Escuela Preparatoria de


Tonalá, la cual se edificó sobre las mejores minas de barro canelo: “Cuando
empezaban a construir, fuimos directamente con la directora, ella nos escu-
chó, pero los trámites universitarios son muy lentos y cuando nos dijo que
podíamos pasar por el barro, éste ya estaba contaminado, ya no servía para
hacer nuestros botellones”.31
Comentarios como éstos son muy frecuentes entre los alfareros,
pues describen el proceso de edificación de vivienda y la construcción de
todo tipo de inmuebles sobre los yacimientos de barro; no obstante que al-
30  Entrevista a Luis Coronado Martínez. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz
Núñez Miranda.
31  Ibid.

254
Beatriz Núñez Miranda

gunos de los espacios de extracción lograron prevalecer convirtiéndose en


molinos que actualmente proveen de arcilla a los alfareros de la región.32 Es
un hecho que los alfareros buscan preservar los pocos yacimientos que aún
existen, aunque también han encontrado formas nuevas de obtener barro de
otros sitios para continuar con su labor.

¡Salvaguardar la materia prima!

La merma de los yacimientos de barro es un problema que ha preocupado y ocu-


pado a los alfareros tonaltecas desde hace más de dos décadas, quienes han se-
ñalado que “son yacimientos mermados más no agotados”, los cuales deben ser
protegidos para evitar la pérdida de los recursos aún disponibles y garantizar la
permanencia y sostenibilidad de la alfarería, y con ellas tanto la estabilidad eco-
nómica como social de los artesanos. Este el caso de los alfareros de El Rosario.
Desde que se fundó Tonalá a mediados del siglo XVIII hasta la ac-
tualidad, sus habitantes han combinado la agricultura con la fabricación de
loza de barro canelo gracias a la abundancia de ojos de agua y minas de
barro;33 una actividad con la que se identifican y están orgullosos de reali-
zarla, además de ser su sustento:

La artesanía es arte, es cultura, es tradición, es fuente de ingresos y en


pueblitos como El Rosario, la alfarería sigue siendo el eje que mueve la
rueda de la economía, seguimos siendo más los que vivimos de la alfa-
rería que de cualquier otra profesión o ingreso económico.34

En ese sentido, tratando de preservar no sólo la tradición sino tam-


bién una de sus fuentes de ingresos económicos, los alfareros de El Rosario
y de Tonalá se han organizado en más de una ocasión para solicitar a las
autoridades gubernamentales su intervención para proteger los yacimientos

32  José Luis Mariscal Orozco. “Transformaciones regionales y cambios en la producción artesanal en
San Pedro Tlaquepaque, Jalisco”. Ponencia presentada en el VI Congreso de la Asociación Mexicana de
Estudios Rurales. Veracruz, México 22-26 de octubre de 2007.
33  Laura González Ramírez. Tonalá, la ciudad del sol. Zapopan: Amate, 2005.
34  Entrevista a Luis Coronado Martínez. Realzada por Beatriz Núñez Miranda, El Rosario, Tonalá, noviem-
bre de 2017.

255
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

de barro, pidiendo que se regularicen los permisos de construcción y que se


detenga la edificación de más vivienda sobre los mismos, siempre y cuando
comprueben que el barro es apropiado para la práctica de la alfarería.35
Para ello, han propuesto al gobierno que antes de construir o dar cual-
quier permiso de construcción se lleve a cabo un estudio de impacto ambien-
tal acerca del tipo de tierras sobre las que se pretende edificar y su uso pro-
bable en la alfarería: “Ya teniendo el estudio, si se ve que es adecuado para la
alfarería, suspender la obra y rescatar las minas y así salvaguardar los pocos
yacimientos que aún existen y no tener que comprar el barro en otros sitios”.36
La UNESCO entiende por salvaguardar al conjunto de medidas encami-
nadas a garantizar la viabilidad del patrimonio cultural inmaterial con la preser-
vación, promoción, transmisión –a través de la enseñanza formal y no formal– y
revitalización de este patrimonio en sus distintos aspectos. Convención para la
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial.
Aceptan trabajar con otro tipo de barro aunque consideran, sin duda,
que no es igual de maleable al de Tonalá. Algunos alfareros de El Rosario han
señalado al respecto:

Esta zona de Tonalá era la más antigua de la artesanía porque este


pueblito contaba con tierras propias y aguas propias que servían,
que daban la calidad para que el producto pudiera salir, como debe
salir, muy bien. Pero hoy tenemos que comprarlo en el molino de
Coyula, pero a su vez los de Coyula, compran los montes de barro en
Tesistán, en Zapopan, lo compran por hectáreas, lo sacan con tras-
cabo y no a pico y pala, entonces se mezcla, no es puro.37

Es un barro que se extrae con trascabo, no tan limpio ni puro como el


que ellos obtienen del yacimiento:

35  Ivonne Ojeda de la Torre. Crónica Jalisco. Guadalajara, 24 de marzo de 2014, p. 24.
36  Entrevista a Luis Coronado Martínez. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017, realizada por Beatriz Núñez Miranda.
37  Entrevista a Rogelio Fajardo. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz Núñez Miranda.

256
Beatriz Núñez Miranda

Escogíamos nuestro pedacito, empezábamos a escavar con pala y lo


sacábamos con mucho cuidado para no mezclarlo, no contaminarlo,
lo preparábamos y empezábamos a formar los botellones.38

Ahora nos cuesta más trabajo hacer nuestra loza. El barro que com-
pramos no viene limpio, entonces primero tenemos que limpiarlo muy
bien, lo que nos lleva mucho tiempo y luego prepararlo para trabajar.
Cuando no es limpio, a veces se quiebran las piezas. ¡No es igual!39

Cuando el barro no es puro no tiene la misma dureza, se quiebra.


Además no fija el almagre, entonces perdemos muchas piezas.40

Imágenes 1 y 2. Efectos según el tipo de barro en alfarería

Fuente: Fotografías por Beatriz Núñez Miranda, noviembre de 2017.

38  Al obtener el barro lo desmoronan hasta que quede un polvo uniforme y fino, al cual se le agrega agua
y se mezcla en una plancha de cemento en el piso con las manos hasta que quede moldeable. Si queda muy
pegagoso le agregan tepalcates molidos hasta que quede maleable.
39  Entrevista a Rogelio Fajardo. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz Núñez
Miranda.
40  Entrevista a Cecilia Fajardo González. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz
Núñez Miranda.

257
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

Desde hace algunos años, los alfareros establecidos en la cabecera mu-


nicipal explican que recurrieron a los yacimientos de otras localidades al perca-
tarse que el de los alrededores comenzaba a escasear. El barro de Zapotlanejo
(Rancho de la Punta y Rancho del Cajón)41 es muy parecido al de Tonalá, lo mis-
mo el procedente de Guanajuato:

Aprovechamos que viene mucha loza de otros estados a vender-


se aquí en Tonalá y con ella también cargan con barro. Es un barro
parecido pero se trabaja diferente, pero así podemos continuar ha-
ciendo nuestra loza, nuestras vasijas. Queremos conservar nuestra
tradición.42

Tradición e innovación

A decir de Javier Marcos Arévalo, la tradición no se hereda por medio de la ge-


nética, sino que se transmite socialmente y deriva de un proceso de selección
cultural; por lo tanto, es una construcción social que se elabora en el presente
sobre el pasado.43 Es entendible que la alfarería, al igual que otras prácticas
artesanales que emergen o se desarrollan en contextos históricos concretos,
expresen su continuidad mediante el uso de patrones estéticos definidos por
formas, colores y técnicas, resultado de modos de vida particulares que pasan
de generación en generación y cuyas estructuras originales pueden mantener-
se a través del tiempo –o quizá resignificarse–, conservando aquellos elemen-
tos distintivos que le otorgan identidad o sentido de pertenencia.44

41  Mariscal Orozco, op. cit., p. 10.


42  Entrevista a Rogelio Fajardo. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz Núñez
Miranda.
43  Javier Marcos Arévalo. “La tradición, el patrimonio y la identidad. Revista de Estudios Extremeños:
España, 2004, núm. 60, pp. 925-956.
44  UNESCO. “Elaboración y gestión de planes de manejo para paisajes culturales, estudio de caso Paisaje
cultural Cafetalero”. Normas sobre la protección y manejo del Patrimonio Cultural. Documento entregado por
la Cátedra UNESCO Gestión integral del Patrimonio en el marco del II Curso taller Internacional. Manizales,
Universidad Nacional de Colombia sede Manizales, del 23 al 27 de marzo de 2004 (http: //intranet.maniza-
les.unal. edu.co/modules/ununesco/admin/archivos/normassobreproteccionymanejodelpatrimoniocultu-
ral.pdf), mayo de 2014.

258
Beatriz Núñez Miranda

Tal es el caso de la alfarería tonalteca, caracterizada por una amplia


gama de estilos: barro bruñido, barro betus, barro bandera, barro canelo, ne-
gro, esgrafiado, petatillo y otros más,45 elaborados con barro blando y barro
tieso; su principal cualidad es la técnica relacionada con los engobes. Al res-
pecto, los alfareros de El Rosario señalan que “la artesanía del barro canelo
es la más vieja, es de aquí, es de casa (El Rosario). No podemos dejar que
esta técnica tan rica y milenaria del barro canelo desaparezca”.46
Por razones como ésta, los artesanos tonaltecas concentran sus esfuerzos
en preservar los yacimientos –sobre todo por la obtención de los engobes para la
decoración de las vasijas–; no obstante, están conscientes de que pueden llegar a
verse en la necesidad de importar de otras regiones arcillas que cumplan con las
mismas características físicas y químicas necesarias para su producción:47

Mire… a la mejor el barro es un elemento que pueda seguir obtenién-


dose en otros sitios alejados de Tonalá, lo que realmente preocupa
a los alfareros de aquí del Rosario son los engobes, porque nuestros
engobes son únicos, no los podemos comprar, no somos como los
del barro betus o el barro petatillo, que van a la ferretería y dicen:
véndeme tanto de verde, tanto de amarillo, tantos gramos de rojo.48

Nuestro engobe es tierra 100% natural, es tierra amarilla que consegui-


mos en los yacimientos, al sur-poniente del pueblo, en el río que colinda
con El Rosario y llega hasta Loma Dorada. Su preparación es un proceso
muy largo de batido y secado, con agua purificada y secados al sol. No
lo podemos conseguir preparado, nosotros lo preparamos. [...]

45  Denominados de baja temperatura debido a su cocción a temperaturas entre 600°C y 900°C, tempera-
tura lograda con hornos que utilizan madera.
46  Entrevista a Luis Coronado Martínez. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz
Núñez Miranda.
47  Adolfo Márquez Olivares. Profesor investigador del Centro Universitario de Tonalá. La Gaceta Universi-
taria. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 8 de noviembre de 2017, p. 2.
48  Entrevista a Luis Coronado Martínez. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz Núñez Miranda.

259
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

Podríamos importar el barro de otros municipios como Zapotlanejo y


la región Altos Sur, donde hay barros con buenas características para
la labor artesanal, que provienen de las mismas capas geológicas
que dieron origen al barro de Tonalá, el cual suponemos que fue por
alguna erupción del Cerro de la Reina o a la mejor de algún otro.49

La preparación de los engobes y del barro canelo son técnicas de ori-


gen precolombino, desarrolladas a lo largo de Mesoamérica y que prevalecen
en la actualidad; ello puede apreciarse ampliamente en las piezas exhibidas
en el Museo Tonalteca.

Imagen 3. José Isabel Pajarito Fajardo aplicando el matiz. Alfarero


de El Rosario hijo del alfaredo Nicasio Pajarito.

Fuente: Fotografía de Beatriz Núñez Miranda, octubre 2018.

49  Márquez Olivares, op. cit., p. 2.

260
Beatriz Núñez Miranda

Cabe señalar que la noción del oficio y de la técnica del barro canelo
como tradición es un discurso de fuerte arraigo entre los alfareros. La consi-
deran una actividad familiar que debe preservarse y, como bien señala Turok,
el aprendizaje profundo de la misma se desarrolla en el seno familiar.
Imagen 4. Jarro y botellón de barro canelo

Fuente: Fotografía de Beatriz Núñez Miranda, noviembre 2017.

Las mejoras y modificaciones suceden en el transcurso de la ense-


ñanza-aprendizaje entre padre e hijo, abuelo y nieto, tío y sobrino; se compar-
ten bases de conocimientos casi iguales. Es un proceso muy lento (similar
al del aprendizaje por observación) que ocurre durante la etapa de sociali-
zación en la que el niño aprecia el trabajo de sus mayores y poco a poco,
jugando o por obligación, reconoce su interés por la labor.50

50  Marta Turok. Cómo acercarse a la artesanía. México: Plaza y Valdez-SEP, 1988, pp. 10-13.

261
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

Este proceso no sólo ocurre en el interior de las familias o entre


miembros consanguíneos, también se ha dado entre los migrantes que han
llegado a Tonalá en distintas épocas y que se han empleado en la actividad
alfarera, dominando los métodos y conocimientos, pero también aportando
innovaciones sustentadas en las tendencias del mercado.
En este sentido, Patricia Arias afirma que la persistencia de esta ac-
tividad tiene que ver, quizá, con que siempre ha estado vinculada con merca-
dos exteriores y con la introducción de nuevas técnicas de producción, por
ende, nuevos materiales y mercancías.51
En la década de los sesenta, la llegada de los ceramistas Jorge Wilmot y Ken
Edwards resultó clave para la modernización del diseño de la loza, de su confección
y de los patrones de producción y comercialización. Introdujeron la alta temperatura
(stoneware) y contribuyeron con el vidriado, un proceso artesanal desarrollado y con-
tinuado por algunos artesanos para ser más competitivos en el mercado nacional.
Una década después, la alfarería tonalteca recurrió a otra variante que
combinaba diversas materias primas en vasijas o figuras. Patricia Moctezu-
ma indica que se trató de una época de experimentación constante en que se
recurrió a diversos materiales para ofrecer propuestas más atractivas: cuero,
estambre, latón, madera, papel maché, pasta, vidrio soplado, etcétera.52
Tal diversificación se dio debido a la alta demanda de mercados nacio-
nales e internacionales que, como bien señala Patricia Arias, exigen y promue-
ven una constante evolución de los productos y servicios. Así, en la actualidad
se producen toda clase de jarrones y macetas, mostrando de algún modo la
capacidad de los tonaltecas para adaptarse a las demandas de los comprado-
res. Dichas innovaciones no han impedido que continúe la producción de los
modelos tradicionales y vigentes, como los botellones y los jarros.53
En este punto habría que considerar que más allá de percibir este ofi-
cio como una mera actividad económica, la producción artesanal en general
y la alfarería en particular representan un componente importante del patri-

51  Arias, op. cit., p. 24.


52  Patricia Moctzuma Yano. “La mujer en la conformación de talleres artesanales en Tonalá”. Estudios
Jaliscienses. Zapopan, El Colegio de Jalisco, núm. 32, mayo de 1998, p. 32.
53  Arias, op. cit., p. 25.

262
Beatriz Núñez Miranda

monio cultural inmaterial54 de los artesanos tonaltecas, como bien sostiene


la UNESCO al señalar que la importancia no radica en los productos por sí
mismos, sino en la preservación y transmisión de las competencias y cono-
cimientos que aseguran su confección.55
Tradición y enseñanza continúan transmitiéndose y gestándose en el co-
razón de las familias; así, las nuevas generaciones dominan las técnicas ancestra-
les y las relacionadas con la cerámica de alta temperatura diversificando aún más
la producción y el mercado. A pesar de ello, en la época actual esta labor se realiza
de manera limitada por los artesanos jóvenes, puesto que han ido incorporándose
a los estudios universitarios y se dedican al trabajo artesanal únicamente durante
los fines de semana o por cortos periodos, mientras concluyen sus estudios o se
integran de manera definitiva en otras actividades económicas mejor remunera-
das. Prefieren convertirse en empleados y recibir un sueldo fijo, y no estar sujetos
a la expectativa del mercado alfarero56 ni a los intermediarios:

Tenemos clientes de Tijuana, Hidalgo, Michoacán, somos la cadena


productiva más grande. Un botellón me lo pagan a 25 pesos y en
Tijuana se vende a 180, sí claro, por el transporte y la gasolina que
pagan, pero igual nosotros recibimos muy poco.57

Aquí en El Rosario somos trescientas personas las que aún nos dedicamos
a la alfarería. Se ha ido retirando un poco la gente de todo esto, precisamen-
te por el poco incentivo económico que queda, por la dificultad de trabajar
en el tiempo de aguas, por las pérdidas económicas cuando el material por
estar escaso sale mal y se echa a perder la producción. Sí, ¡es lamentable!58

54  La convención para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO define al patrimonio
cultural inmaterial como los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que las comunidades,
grupos y, en algunos casos, los individuos, reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. UNESCO.
“Patrimonio Cultural Intangible” (http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?pg=0003), febrero de 2018.
55  “Todo esfuerzo de salvaguardia de las técnicas artesanales tradicionales debe orientarse, no a conservar
los objetos artesanales –por hermosos, valiosos, raros o importantes que estos puedan ser-, sino a crear con-
diciones que alienten a los artesanos a seguir produciendo objetos artesanales de todo tipo y a transmitir sus
competencias y conocimientos a otros, sobre todo a los miembros más jóvenes de sus propias comunidades”.
Fonart. Diagnóstico de la capacidad de los artesanos para generar ingresos sostenibles. México: Fonart, 2010.
56  Entrevista a Rogelio Fajardo. El Rosario , Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz Núñez Miranda.
57  Entrevista a Luis Coronado Martínez. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz
Núñez Miranda.
58  Idem.

263
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

Estamos con un foco rojo. En mi familia hace 25 años éramos más de cien
artesanos y ahora quedamos dos. Son cifras alarmantes, ésta tiende a des-
aparecer a pasos agigantados, tenemos que hacer algo para conservarla.59

Por otro lado, los artesanos se han organizado han solicitado a ins-
tituciones públicas la apertura de escuelas o talleres de alfarería para todos
los jóvenes que quieran incorporarse a esa actividad. Además, han confor-
mado organizaciones que de algún modo tratan de controlar ciertos espa-
cios de comercialización y conseguir algunos apoyos financieros. También
han buscado reformular su sistema de producción: elaboran modelos soli-
citados por el mercado para continuar produciendo la alfarería tradicional,
para lo cual se requiere que cumplan con las especificaciones nacionales e
internacionales, es decir, que no contengan plomo.

El desarrollo sostenible y la participación social

Es importante recordar que el bruñido era la técnica utilizada por los nati-
vos mexicanos, la cual se modificó con la llegada de los españoles. Éstos
incorporaron la greta y dieron mayor brillo a las piezas con un proceso de
doble cocción en los hornos; además, aportaron mayor resistencia a la loza
al introducir el vidriado con base en óxido de plomo (aunque sin el acabado
de esmaltes), cuya cocción era posible a temperaturas relativamente bajas
(entre 600ºC y 850ºC), mediante la quema de madera realizada con quemas
a cielo abierto.
Varios estudios han señalado que esta técnica de cocción –con
hornos destapados en la parte superior– contamina el ambiente y afecta la
salud de los artesanos. Esta problemática se ha dado a conocer a nivel in-
ternacional y se han tomado medidas al respecto en las entidades donde se
producen artesanías de barro para concientizar a los alfareros sobre su uso
y mostrarles la posibilidad de trabajar con esmaltes libres de plomo.60

59  Idem.
60  Leopoldo Loyola. “El Plomo en la alfarería poblana”. Elementos. Puebla, BUAP, núm. 106, pp. 23-45.

264
Beatriz Núñez Miranda

En cuanto al desarrollo sostenible y el cuidado del medio ambiente, las


Naciones Unidas han señalado que los “países participantes acordaron que es-
taba en manos de la humanidad hacer que el desarrollo fuera sostenible, pon-
derando su faceta ambiental”. Para ello, se ha indicado en términos generales,
desde el Informe Brundtland hasta la Agenda 21, que “el desarrollo sostenible
debe satisfacer las necesidades de la población actual, sin poner en riesgo la
capacidad del ambiente para que las futuras generaciones también puedan
satisfacer sus necesidades ambientales, económicas y sociales”.61
En ese sentido, el término desarrollo sostenible nació a partir de una
visión economicista y política en la que se integró la participación social para lla-
mar la atención sobre la necesidad de un cambio de conciencia relacionado con
el cuidado del medio ambiente. En la actualidad se ha puesto mayor énfasis en
la influencia de la sociedad para la toma de decisiones y en todos aquellos bene-
ficios que trae consigo un crecimiento económico en armonía con la naturaleza.
Cabe mencionar que hasta los años cincuenta, en Tonalá se producía
básicamente loza de baja temperatura confeccionada en talleres familiares,62
en hornos alimentados con madera que provocaban un alto grado de contami-
nación. Posteriormente, esta tendencia fue revirtiéndose al introducir el horno
de gas para la elaboración de la alfarería stonewear o de alta temperatura.
En la última década se ha hecho hincapié en la toma de conciencia
ambiental con base en los postulados de la UNESCO. En ese sentido, los
alfareros tonaltecas han recurrido a nuevos procesos y se han incorporado
al programa de No contaminación y sustentabilidad.63 Aceptaron el uso de
gas y acordaron disminuir el número de hornos de leña: de cien hornos sólo
quedan quince de uso comunitario.

61  ONU. “Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Nuestro futuro co-
mún (o Informe de Brundtland)”. Oslo, 20 de marzo de 1987 agosto de 1987 (http://www.un.org/es/comun/
docs/?symbol=A/42/427), septiembre de 2017, p. 23.
62  Moctezuma, op. cit., p. 164.
63  El Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) aprobó apoyos económicos y de capaci-
tación para sesenta artesanos del municipio de Tonalá, con el objetivo de que los artistas beneficiados dejen
de utilizar esmaltes con plomo (greta) en la elaboración de alfarería vidriada. El director del Fondo Tonalá Im-
pulso Alfarero, Alexander Flores Arias, agregó que la institución federal destinará cerca de un millón de pesos
para la construcción de doce hornos especiales, los cuales son necesarios para incursionar en la aplicación
de esmaltes sin plomo, como considera la Norma Oficial Mexicana NOM-231-SSA1-2002. NOTIMEX. “Hornos
y capacitación para artesanos de Tonalá”. Unión Jalisco (http://archivo.unionjalisco.mx/articulo/2013/10/03/
gobierno/guadalajara/hornos-y-capacitacion-para-artesanos-de-tonala), 27 de enero de 2018

265
Alfarería tonalteca: factores para su sostenibilidad

Por otro lado, han solicitado al gobierno estatal la creación de escuelas


de alfarería y se han sumado a programas gubernamentales –siguiendo las reco-
mendaciones de la ONU- por medio de Fondo Nacional para el Fomento de las Ar-
tesanías (Fonart) y del Instituto de las Artesanías Jaliscienses a nivel estatal y mu-
nicipal. Con ello buscan hacer uso de diferentes recursos o estrategias para lograr
su permanencia y estabilidad en el oficio artesanal, ya que se trata de programas
de intervención en los ámbitos de producción y comercialización. También llevan
a cabo proyectos de reconocimiento a la excelencia y a la trayectoria, apoyados
en organizaciones de artesanos, en los concursos artesanales y en los espacios
virtuales, como forma de promover, divulgar y abrirse a otros mercados.

Notas finales

No cabe duda que la actividad alfarera está relacionada con el medio am-
biente y, al recurrir al barro y a la arcilla para su producción, con los recursos
naturales. Esta actividad implica el conocimiento que tienen los artesanos
sobre su oficio y el manejo de su entorno, el cual ha venido experimentando
cambios dramáticos debido al incremento poblacional y al crecimiento de la
mancha urbana sobre los yacimientos de barro, poniendo en riesgo la activi-
dad alfarera y con ello la sostenibilidad económica del gremio.
El deterioro de los bancos de materia prima ha dificultado, en determina-
dos momentos, su obtención en las inmediaciones y en los lugares de costumbre;
así, los artesanos se han visto en la necesidad de buscarlo en áreas alejadas de su
entorno y han tenido que conformarse con un material de características inferiores
a las requeridas. Como consecuencia, la calidad de los productos se ha visto afec-
tada y se ha incrementado el costo de la producción, por ende, de su comercializa-
ción. Ello no siempre implica la afectación a la sostenibilidad económica y social.
No obstante, conscientes de que está en sus manos preservar la
tradición alfarera, han tratado de subsanar los daños buscando molinos y
proveedores de barro en la periferia del municipio, al mismo tiempo que se
empeñan en salvaguardar los yacimientos que aún existen, buscando una
forma en que las instituciones de gobierno reglamenten y controlen el creci-
miento urbano sobre los bancos de barro.

266
Beatriz Núñez Miranda

Por otro lado, se han preocupado por transmitir el conocimiento y las


técnicas utilizadas en la producción alfarera a las nuevas generaciones a tra-
vés del ámbito familiar. Por medio de la creación de talleres de alfarería con re-
conocimiento oficial, se pretende ampliar esta práctica con personas y grupos
que se identifiquen con la cultura tonalteca y su patrimonio. Estas acciones
están encaminadas a promover el desarrollo humano y económico propio de
los habitantes ocupados en la alfarería, es decir, la sostenibilidad social.64
Destaca la responsabilidad ambiental de los alfareros tonaltecas, quienes
se han sumado con compromiso social a la preservación del medio ambiente al
incorporarse a programas institucionales y produciendo alfarería libre de plomo.
No cabe duda que la alfarería producida por los artesanos de Tonalá
es una actividad en la que existe una estrecha relación entre la sostenibilidad
social, económica y cultural, misma que ha estado marcada por cambios e
innovaciones en los procesos técnicos, sociales, económicos, políticos y cul-
turales que de algún modo han contribuido al mantenimiento de la tradición,
independientemente de disponibilidad de los recursos materiales.

64  A partir del año 2013, la Escuela Preparatoria de Tonalá de la Universidad de Guadalajara abrió el
Bachillerato Tecnológico incluyendo a la cerámica a su plan de estudios. Cada semestre se inscribe un
promedio de ochenta estudiantes. Gaceta Universitaria. Universidad de Guadalajara.

267
SOSTENIBILIDAD Y SUBVERSIÓN
EN LA FOTOGRAFÍA DE HERNÁNDEZ-CLAIRE

Sofía Anaya Wittman


Universidad de Guadalajara

Cada sociedad produce unas formas definidas de expresión artística que,


en gran medida, nacen de sus exigencias.
Gisèle Freund

Sostenibilidad

El concepto de sostenibilidad nos remite de entrada invariablemente a aspec-


tos económicos y ecológicos; sin embargo, ahora será aplicado al fenómeno
de la religiosidad mediante los ensayos fotográficos de José Hernández-Clai-
re. En este caso, hemos seleccionado algunas imágenes de la publicación de
2016: Fe, ritos y tradiciones en Jalisco, que contiene el resultado del proyecto
que el fotógrafo realizó como miembro del Sistema Nacional de Creadores de
Arte durante los años 2012-2015. En ese sentido, nos interesa lo que destaca
Hernández-Claire: “Son imágenes documentales directas, no cortadas o alte-
radas ni en su forma ni en su contenido, las cuales pretenden mostrar las dife-
rentes formas en que los jaliscienses viven su fe y tradiciones centenarias”.1
Los ecologistas plantean no sólo un nivel de crisis, sino de catástrofe
ambiental en relación con la degradación de las condiciones de vida del planeta.
Con respecto a la sostenibilidad, Miguel Abensour señala lo siguiente: “Frente a
la catástrofe que se acerca, ¿no surge un impulso utópico que nos hace luchar
contra la catástrofe? La utopía contra la catástrofe”;2 es decir, la búsqueda de la
sociedad perfecta o las condiciones ideales para la sostenibilidad. Como bien
reconoce el autor, el término de utopía en sí mismo es polémico puesto que dos
posturas se derivan de él: quienes desean conservar a la sociedad como está y
quienes proponen cambios para lograr avanzar hacia una mejor sociedad.
1  José Hernández-Claire. Fe, ritos y tradiciones en Jalisco. Guadalajara: Fonca, 2016, p. 5.
2  Miguel Abensour. “La utopía es necesaria para volver a la realidad”. Jean Pierre Denis y Franck Nouchi
(eds.). El atlas de las utopías. Valencia: Fundación Mondiplo, 2014, pp. 8-9.

268
Sofía Anaya Wittman

En nuestro caso, la fotografía es un vehículo de la sostenibilidad de las


prácticas religiosas populares toda vez que perpetúa la memoria colectiva de
ciertos momentos de tales prácticas. Dicha sostenibilidad es plural, lo obser-
vamos en las imágenes de distintas religiones y en los diferentes niveles de
devoción o participación dentro de las actividades festivo-religiosas. Lo an-
terior puede lograrse a partir de la permanente actualización de las prácticas
rituales, por ejemplo, al hacer una comparativa entre la imagen de A la moda
de las hermanas de la Luz del Mundo. Guadalajara (2012) e Iluminadas de la Luz
del Mundo. Convocatoria Anual (2012). Si bien son dos momentos distintos del
festejo anual, consideramos que en otros tiempos sería poco probable que
una mujer practicante de dicha religión vistiera como la joven “rubia” con sus
zapatos de plataforma, y un entallado y escotado vestido.
Por otra parte, la preservación de la diversidad queda asegurada al
ver cómo se revalora el tratamiento que se da a ciertos elementos simbóli-
cos religiosos al humanizarlos. Este es el caso de Día de San Antonio en el
inicio del temporal de aguas (Tonalá, 2013), imagen a la que le han puesto
su impermeable para cubrirlo de la lluvia; Aerobics matutino (San Juan de
los Lagos, Día de la Candelaria, 2013) presenta varias figuras del Niño Dios,
cuyos brazos han sido doblados hacia arriba para que ocupen menos espa-
cio en el exhibidor para su venta, que parecieran ejercitarse al ritmo de la
música; o el Beso a Cristo Viernes Santo (Teocaltiche, 2012), fotografía que
muestra a una anciana que besa con devoción los labios de una escultura
religiosa de Cristo dentro de una iglesia.
El tema surge de la interrogación sobre la permanencia de ciertas
festividades religiosas ante el aplastante avance científico y tecnológico. En
palabras de Gustavo Santana:

Adentrarse en una fiesta puede ser como entrar en un bosque muy


frondoso. Esta pluralidad de sentidos es, precisamente, lo que man-
tiene a una fiesta viva. Las fiestas están a punto de morir cuando
tienen un único significado para los que las celebran.3

3  Gustavo A. Santana Jubells. “Gigantes, cabezudos y papagüevos, una visión antropológica”. Gigantes
con alma. Papagüevos. Las Palmas de Gran Canaria: Asociación Canaria de Amigos de los Papagüevos,
2015, p. 20.

269
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

Así, a pesar de los pronósticos sobre el debilitamiento del pensa-


miento religioso, tanto en los pueblos europeos como en los anglosajones,
en México el fervor religioso continúa manifestándose abierta y constante-
mente, como se observa en la imagen Iluminadas de La Luz del Mundo, Con-
vocatoria anual (Guadalajara, 2012), en la cual podemos ver a miles de fieles
en la avenida principal de la Hermosa Provincia con las manos en alto y bajo
el inclemente sol, en una profundísima perspectiva que nos sugiere el infini-
to en cuanto a los participantes en esa celebración anual; Celebración en la
basílica (San Juan de los Lagos, 2013) pone en evidencia el fervor religioso al
mostrar el interior del recinto abarrotado de creyentes en una toma en pica-
da. En ese sentido, Prisciliano Cordero señala lo siguiente:

Con la llegada de la modernidad y la posterior secularización mu-


chos estudiosos desde la filosofía o la sociología pronosticaron que
la religión tenía los días contados; que las creencias y las prácticas
religiosas se convertirían en irracionales en la sociedad moderna, en
la que prevalecería la ciencia como única forma de entender la rea-
lidad social.4

Sin embargo, explica Renée de la Torre, en cuanto a las diferencias


de la presencia de la modernidad en nuestro país y otros del continente:

En México, como en el resto de Latinoamérica, las teorías económicas


de la sociología religiosa europea y anglosajona basada en las teorías
de la “secularización”, no pudieron encontrar eco. Primero, porque el
fervor religioso desmentía la teoría del debilitamiento de la religión. Se-
gundo, porque los movimientos de masas populares que emergieron
durante los años setenta –con el fermento de la Teología de la Libera-
ción y del arrastre carismático del papa Juan Pablo II- eran incompa-
tibles con las teorías que apuntaban hacia la privatización religiosa.5
4  Prisciliano Cordero del Castillo. Introducción a la sociología de la religión. Valladolid: Universidad de
Valladolid, 2007, p. 8.
5  Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez Zúñiga (coords.). Atlas de la diversidad religiosa en México. Méxi-
co: CIESAS-Segob-Conacyt-El Colegio de Jalisco-El Colegio de Michoacán, 2007, p. 8.

270
Sofía Anaya Wittman

Y cómo no habrían de funcionar estas instituciones en países como


el nuestro, si a través de las prácticas religiosas se obtienen numerosos sa-
tisfactores intangibles: paz, tranquilidad, estatus, orden social, fortaleza, au-
toaceptación, consuelo y explicación del mundo.6

Una de las posturas que concuerdan con la importancia de la secula-


rización es la de Peter L. Berger, entre otros autores más, quien propone que
en la actualidad se ve a la religión como institución que incluye a) normas de
comportamiento uniformadas en algún grado; b) tradiciones, actitudes y c)
valores, rituales, ceremonias, símbolos, vestiduras y otros accesorios;7 as-
pectos todos que se aprecian en la arquitectura religiosa, fiestas patronales,
peregrinaciones, etc., captadas por Hernández-Claire, aun cuando los pro-
cesos de secularización en nuestro país son incipientes, como señalamos
líneas atrás. Retomamos nuevamente a Renée de la Torre cuando argumenta
que

ni un siglo de laicismo jacobino, ni de racionalismo científico, ni de


modernización tecnológica, ni de videocracia promovida por la era
de la información, ni todos los productores de ideologías que com-
piten con la religión han logrado debilitar, y ni siquiera han podido
arrinconar, la manifestación explosiva de la religiosidad popular.8

Las imágenes obtenidas en diversas festividades dejan testimonio


de la devoción religiosa; sin embargo, la muy particular propuesta de Hernán-
dez-Claire atrae nuestra atención al evidenciar la yuxtaposición de tradición
y modernidad mediante su ensayo visual subversivo, irónico, pero sobre todo
creativo. La ironía y la creatividad se aprecian de manera particular en diversos
títulos de sus obras: Arre caballito (Visita de la Virgen de Zapopan a Chapala,
2013), cuyo protagonista es un hombre maduro y bigotón de ruda apariencia
que mira con intriga y severidad hacia la cámara. El contraste entre las cuali-
dades duras del personaje y su indumentaria dan título a la obra, pues, además
6  Gabriel Hernández de la Paz. La mercadotecnia de la Iglesia. El comportamiento del consumidor de lo
religioso. México: Ediciones Étoile, 1994, p. 52.
7  Cordero del Castillo, op. cit., p. 10.
8  De la Torre y Zúñiga, op. cit., p. 8.

271
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

de una capa de terciopelo, lleva prendida a la cintura la figura de un tierno y


pequeño caballito cual si lo estuviera montando; lo mismo ocurre con Aerobics
matutino (San Juan de los Lagos, día de la Candelaria, 2013) descrito líneas
atrás; La confesión de San Francisco (Sayula, 2012); Meditación de San Fran-
cisco (Sayula, 2012); Niño burbuja (Lagos de Moreno, fiestas patronales, 2012),
que describiré posteriormente, por citar solo algunos ejemplos.
En cuanto al concepto de sostenibilidad, a lo largo de este texto se
advierte tanto como condición para el desenvolvimiento de actividades hu-
manas, como en lo que atañe a la conservación de memoria colectiva de bie-
nes intangibles mediante la fotografía, en este caso, la religiosidad popular.

La fotografía

En un tiempo el artista era Dios. Tenía la consideración de un


ser con facultades mágicas que le izaban por encima del resto
de los mortales entregados a cualquier otra dedicación. Mien-
tras los ciudadanos iban a trabajar, el artista se dirigía a crear,
mientras los demás trabajadores tenían ideas, el artista goza-
ba de inspiración, mientras el común de los mortales adquiría
conocimientos, el artista recibía visiones. Todos morían, pero
el artista poseía el don de llegar a inmortalizare; los demás
fabricaban productos pero el artista lograba portentos.
Vicente Verdú

Quiero reproducir las cosas como son o como serían, aunque yo no


existiera.
Taine

En la actualidad la fotografía tiene una presencia constante, ya que son po-


cas las actividades que quedan excluidas de ser captadas como imágenes
de manera individual. Asimismo, desempeña un papel fundamental como

272
Sofía Anaya Wittman

registro de innumerables acciones o descubrimientos científicos, industria-


les, históricos, etc., además de mantener de alguna forma, en el ámbito docu-
mental, el carácter de reproducción lo más imparcial que se puede esperar.
Un aspecto que ha sido tema recurrente desde los inicios de la foto-
grafía se refiere a si es o no arte. Charles Baudelaire en ese sentido tenía muy
clara su postura al diferenciar el arte y la fotografía; en su opinión la función
de esta última, con un papel primordial en las ciencias por su carácter testi-
monial, era la siguiente:

Que enriquezca con rapidez el álbum del viajero y preste a sus ojos
la precisión que faltaría a su memoria, que adorne la biblioteca del
naturalista, exagere los animales microscópicos, fortalezca incluso
con algunas enseñanzas las hipótesis del astrónomo; que sea, en
fin, la secretaria y el archivo de quien necesite en su profesión de una
exactitud material absoluta; hasta ahí, no hay nada mejor.9

Digamos que la reflexión de Baudelaire se sustentaba en que el “arte”


se definía como un escape de la realidad, de ahí que la fotografía documen-
tal no podía ser artística, pues su intención era registrar precisamente “la
realidad”.
Por su parte, para Gisèle Freund la inserción de la fotografía en el
medio artístico no ha sido sencilla. “Casi todos los artistas le negaron a la
fotografía la dignidad de obra de arte. Diversas consideraciones estéticas al
igual que cierta aprensión por la competencia contribuyeron en mucho a este
juicio”.10 Todo giraba en torno a la discusión inicial sobre “ese” aparato visto
solo como un instrumento con el cual se pueden reproducir “las apariencias
de manera puramente mecánica”; o si podía aceptarse como un “medio de
expresar una sensación artística individual”, lo cual inquietaba a los actores
involucrados, tanto críticos como artistas y hasta a los propios fotógrafos.11

9  Philippe Dubois. El acto fotográfico. De la representación a la recepción. Trad. de Graziella Baravalle.


Barcelona: Paidós Ibérica, 2001 p. 24.
10  Gisèle Freund. La fotografía como documento social. Trad. de Josep Elias. Barcelona: Gustavo Gili,
1993, p. 79.
11  Ibid., p. 67.

273
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

De hecho, la Iglesia en Alemania llegó a señalar en un periódico que


no sólo era imposible fijar reflejos fugaces, lo que de hecho sería un sacrile-
gio, sino que llegó más allá al decir que “Dios creó al hombre a su imagen y
ninguna máquina humana puede fijar la imagen de Dios; debería traicionar de
golpe sus propios principios eternos para permitir que un francés, en París,
lanzara al mundo invención tan diabólica”.12
A pesar de las dudas y de los posicionamientos extremos, gradual-
mente se vio que la lente captaba lo que el operador determinaba, que este
último decidía dentro de un acontecimiento qué encuadraba y qué dejaba
fuera, así que existían diversas formas de contar la misma historia a partir de
la deformación de la realidad propuesta por el fotógrafo. La misma Freund
afirma que:

los celosos partidarios de esa teoría, que situaban a igual nivel el


aparato fotográfico y la paleta, declaraban que, aun admitiendo que
fuera el aparato el que efectuara la fotografía, el gusto artístico del
operador intervenía con fuerza similar en la originalidad, en la com-
posición y en la iluminación del tema.13

Aaron Scharf señala, sobre ese mismo punto, que tanto la verdad
como la belleza impactan de igual forma a fotógrafos que a pintores o escul-
tores. “El pintor piensa que su ojo es como una cámara fotográfica que re-
gistra la naturaleza” y la imagen fotográfica lo hace por medio de un proceso
químico. “No cabe duda de que el fotógrafo ha de ser tan inventivo como el
pintor, y que debe tener en su mente, en primer lugar, un cuadro compuesto
por su imaginación”; de no ser así, ¿cómo es que una fotografía puede produ-
cir tantos efectos en nosotros?14
Esta discusión concluyó oficialmente, al menos en Francia, por un
caso de plagio; la conclusión fue que el abogado M. Marie:

12  Idem.
13  Ibid., p. 68.
14  Aaron Scharf. Arte y fotografía. Trad. de Jesús Pardo de Santayana. Madrid: Alianza, 2001, p. 160.

274
Sofía Anaya Wittman

[…] pasó a pedir que los derechos de reproducción de la fotografía


quedasen garantizados por la ley de 1793. El 4 de julio de 1862, el
fiscal general del estado, M. Rouselle, declaró en nombre del tribunal
que la fotografía era un arte y quedaba protegida por las mismas
leyes que todas las demás artes.15

No queda duda de la influencia que tuvo la pintura en la fotografía,


particularmente en el caso del retrato. Reconocido como uno de los primeros
teóricos en ese rubro, Disdéri publicó en 1862 Esthétique de la photographie,
donde enumeró las cualidades del retrato fotográfico influenciado por la pin-
tura. El programa debería contener, entre otros aspectos: fisonomía agrada-
ble, proporciones naturales, detalles en los oscuros y belleza.16
El paralelismo entre las cualidades del retrato pictórico y el fotográ-
fico, el reconocimiento de la fotografía como arte y el acceso gradual del
público a los instrumentos fotográficos, lograron que la fotografía se convir-
tiera en un símbolo de la democracia.

Tenderos, merceros, relojeros, sombrereros, drogueros y toda cla-


se de gentes que no disponían, en su mayor parte, más que de un
pequeño capital y sólo poseían una instrucción primaria suficiente
para llevar su contabilidad, gentes “encerradas en el estrecho hori-
zonte de una tienda” […] encontraron en la fotografía el nuevo medio
de autorrepresentación conforme a sus condiciones económicas e
ideológicas.17

En los diez primeros años de la fotografía, entre lo costoso de los


equipos, la especialidad requerida para su ejecución y el misterio creativo
que envolvía a esta actividad, se le otorgó un estatus de privilegio al fotógra-
fo; sin embargo, con el transcurso del tiempo, cuando los equipos se volvie-
ron accesibles y fotografiar pasó a ser una actividad que cualquier individuo

15  Idem.
16  Freund, op. cit., p. 64.
17  Ibid., p. 24.

275
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

podía desarrollar, el oficio de fotógrafo perdió por un tiempo prestigio. Por


ello, al reconocerse posteriormente la actividad fotográfica como una forma
de arte, el fotógrafo recuperó de nuevo su reconocimiento en este rubro.
Por otra parte, el potencial creativo de cada fotógrafo es distinto; en
el caso de la fotografía documental de Hernández-Claire nos atrevemos a
situarla en el ámbito de la subversión y no de la sumisión, de acuerdo con la
categorización propuesta por Joan Costa.

La subversión

Dentro del proceso creativo, Costa propone dos comportamientos antagóni-


cos para la representación: “la realidad” y “otras realidades”, a las que respec-
tivamente denomina la sumisión y la subversión.
La primera sólo registra las apariencias, es decir, “hace presente” el
objeto ausente; sin embargo, en esta acción no se evidencia creatividad, es
una manera de percibir aspectos que están en nuestra memoria guardados
a partir de la experiencia. En el caso de la subversión se realizan acciones
“curiosas, abiertas y positivas” al reconocer otras realidades visuales y ad-
mitir otras posibilidades que van más allá de lo empírico.18 De esta manera
la subversión implica “ver otras cosas” o “ver de otra manera”.19 Por ejemplo,
las imágenes de El niño burbuja (Lagos de Moreno, fiestas patronales, 2012);
Escalera al cielo. Instalación de castillos (San Juan de los Lagos, día de la
Candelaria, 2012), en la cual observamos a varios hombres instalando los
castillos para la festividad en complicadas estructuras efímeras de madera
y carrizos; es decir, el acceso al cielo a través de esas escaleras será incine-
rado por la noche cuando inicie el encendido de los fuegos pirotécnicos; Los
héroes de José (San Juan de los Lagos, día de la Candelaria, 2012) es una
fotografía en que comparten indistintamente el espacio de venta de José
lo que parecen ser camisetas o estandartes con las imágenes de un Cristo
crucificado, San Judas Tadeo, la Virgen de Guadalupe, Bob Marley, Emiliano
Zapata, el Che Guevara y Jesús Malverde, el Bandido Generoso, Ángel de los
Pobres o Santo de los Narcos.
18  Joan Costa. La fotografía. Entre sumisión y subversión. México: Trillas, 1991, p. 8.
19  Ibid., p. 9.

276
Sofía Anaya Wittman

Esta postura, aclara Costa:

No se trata, pues, de un subproducto técnico de la fotografía sino,


por el contrario, de toda una vasta tecnología donde la química, la
óptica, la mecánica y la electrónica se interpenetran en una actividad
altamente diversificada y cuyas consecuencias son, sin duda, más
importantes que aquellas que proceden de la idea primigenia de la
fotografía.20

Es decir, el carácter de “verdad” que en un inicio caminó de la mano


con la fotografía por un buen tiempo ha sido alterado; ahora podemos ver
diversas fotografías de las cuales dudamos sobre su veracidad, gracias a
los nuevos programas de manipulación de imágenes. Así, se insiste en que,
a pesar de la imparcialidad que se le otorga a la lente, el operador nos ofrece
su visión personal realizando todas las deformaciones de la realidad que su
creatividad le permite; sumado a ello, el acto creativo es tan trascendente
por ser la fotografía uno de los hechos más eficaces para moldear nuestras
ideas e influir en nuestro comportamiento.21
En este sentido son relevantes los ensayos fotográficos como el que
analizamos, pues al registrar los hechos con su peculiar punto de vista, el
fotógrafo deja testimonio de los cambios, adaptaciones o actualizaciones
que observamos: por ejemplo, en Padre Gerardo Tovar (Romería de Zapopan,
Guadalajara, 12 de octubre de 2013) apreciamos al sacerdote tomando una
foto al rostro de la Virgen con su celular a escasos 25 centímetros de distan-
cia; Las Lupitas en taxi (El Grullo, 2014) muestra la imagen de la Virgen que
se triplica al hacer las funciones de cubreasiento del piloto, copiloto y asiento
trasero del vehículo de alquiler; o en el Peregrino con chamarra sui generis
(San Juan de los Lagos, día de la Candelaria, 2012) observamos, durante una
procesión, a un joven que carga la figura de un Niño Dios en su silla y viste
una chamarra con un llamativo estampado de hojas de mariguana.

20  Ibid., p. 10.


21  Freund, op. cit., p. 8.

277
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

En cuanto a la producción fotográfica, Costa establece una dife-


rencia entre lo que es la ejecución o “naturaleza técnica” entre fotografía
y pintura, por una parte, y el dibujo y el grabado, por la otra. Propone que la
diferencia radica en la “vocación de la fotografía como imagen; la búsqueda
fiel del instante real y el desdoblamiento técnico”. Sin duda, estos aspectos
se observan en las imágenes de Hernández-Claire, toda vez que se trata de
fotografía documental.
El primer aspecto es el que más me interesa porque se refiere al ca-
rácter del investigador creativo y plástico que da origen a un nuevo “lengua-
je”. Por ejemplo, El niño burbuja (Lagos de Moreno, fiestas patronales, 2012);
El Guasón y niño tastoán (Tonalá, fiesta de Santo Santiago, 2014), 22 en la cual
el adulto que lleva al niño de la mano en el festejo porta una camiseta con la
imagen terrorífica del Guasón, mientras que el niño viste de tastoán, con una
máscara igualmente aterradora; la analogía entre ambas figuras es el juego
mediante el cual el fotógrafo nos hace reflexionar sobre su imagen.
En este mismo tenor, seleccionamos La meditación de San Francis-
co (Sayula, 2012); y La confesión de San Francisco (Sayula, 2012); en ambas
obras, el autor juega a partir del título a humanizar la imagen del santo cuan-
do sugiere que la escultura de San Francisco se encuentra concentrado en
su meditación recostado en un sofá y en la otra fotografía evoca la confesión
del santo con el sacerdote; en cuanto a El paseo de San Antonio (San Antonio
Tlalyacapan, 2012), se describe a detalle en el apartado siguiente del texto.
Por otro lado, Dos mártires y un cristiano (Museo en Totatiche, 2014)
es una imagen en la cual se observa a dos figuras de tamaño natural que
representan a los mártires del pueblo, sentados en sus respectivas sillas, en-
marcando al hombre que se ubica de pie al centro del espacio; vida y muerte,
historia y presencia juegan en la toma fotográfica. En Papás en el día de la

22  Tastoán: Durante el periodo de la conquista Nuño Beltrán de Guzmán se enfrentó a los caxcanes (gru-
po indígena que habitaba al sur del lo que hoy conocemos como Zacatecas), quienes denominaron a los
españoles “Tlatoani” (autoridad, el que manda, o señor soberano); sin embargo, los conquistadores enten-
dieron tastoán en lugar de Tlatoani. Así, la imagen aludida en el texto se refiere a la máscara de tastoán que
es parte del ajuar para las festividades religosas que corresponden particularmente la Día de Santo Santia-
go (25 de julio). Las máscaras son grotescas pues en ocasiones representan el rostro deforme por la viruela
y llagas, en diversos estados del país se practican danzas y representaciones con la figura del tastoán.

278
Sofía Anaya Wittman

Candelaria (Tuxpan, 2013) vemos a dos hombres cargando a dos niños: uno
lleva la figura de un Niño Dios y el otro, un niño de verdad; el juego analógico
de vida y representación religiosa es la acción que enriquece a la imagen.
Sin embargo, en cuanto al segundo aspecto que planteamos, es de-
cir, el carácter de verdad capturado en un instante, también es fundamental
para reflexionar en nuestros ejemplos, pues denota la literalidad de la re-
presentación: Herencia paterna (Tuxpan, día de San Sebastián, 2013), en la
cual tanto el hombre como su hijo pequeño en brazos portan sus respectivas
máscaras del festejo popular; en Acúsome padre (Museo Totatiche, 2014) la
representación del acto de confesión es escenificada en el museo a partir
de la figura de una mujer y el sacerdote en el confesionario, todo en escala
natural; Padre e hijo (Día de los Reyes Magos, Cajititlán, 2012), en la cual, al
igual que Herencia paterna, se muestra la manera de transmitir la tradición
de generación en generación ante la representación de la figura del padre
y la miniatura del niño, ambos vestidos de igual forma para la celebración
popular-religiosa. Esta fotografía permite que se guarde la imagen como un
testimonio de lo ocurrido.
Así, lo que Costa denomina “vitalidad creativa”, sumada al aporte
técnico de la “instantaneidad del registro”, que se traducen en una imagen
“documento”, se convierten finalmente en “la memoria del mundo”.23

Las obras

Observo, observo, observo. Comprendo


a través de los ojos.
Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, en una entrevista realizada en 1951 por Daniel Mas-


clet, destaca la importancia del tema del fotógrafo documental, que no ex-
cluye el entorno, pero que busca resaltar al hombre:

23  Costa, op. cit., p. 26.

279
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

Pero el exterior (o el “interior”) en que ese hombre, que es mi tema,


vive y actúa, me sirve únicamente de decorado significativo, por de-
cirlo de algún modo. Me sirvo de ese decorado para colocar a mis
actores, para darles la importancia que tienen, para tratarlos con el
respeto que merecen. Y mi método de trabajo se fundamenta en ese
respeto, que es también un respeto por la realidad: ni ruido ni osten-
taciones personales, ser tan invisible como sea posible, no “prepa-
rar” nada, no “arreglar” nada, sencillamente estar ahí, llegar en silen-
cio, de puntillas, para no enturbiar el agua…24

El método de trabajo de Hernández-Claire se apega a los lineamien-


tos bressonianos, sus imágenes son captadas sin la actuación de los per-
sonajes, es decir, sólo se encuentran desarrollando sus actividades sin per-
catarse del aparato fotográfico, sin saber que han quedado plasmados en
un registro documental para la posteridad; pocas son las ocasiones en que
los actores miran a la cámara, y en caso contrario, son sorprendidos por la
inmediatez del disparo.
Una de las consideraciones sobre el hecho fotográfico se refiere a
ciertas interrogantes que surgen sobre las imágenes: ¿qué es lo que está ahí
representado?, ¿cómo ha sido producido?, ¿cómo se percibe?25
A esto responde la producción de un libro con fotografía de distintas
festividades religiosas en varios lugares, que es la conclusión de todo un pro-
yecto en el cual su autor evidencia el comportamiento social ante el hecho
religioso.
Como indicamos líneas atrás, el fotógrafo se funde entre la multitud
y, a pesar del notable equipo, toma la fotografía instantánea tan rápido, que
sólo en pocas ocasiones los personajes reaccionan mirando hacia la cáma-
ra. El asunto ha quedado registrado en esa fracción de segundo. Así pues, el
efecto que produce esa imagen es doble: por una parte está la temporalidad
directa, es “el aquí y el ahora”, ese “presente singular de lo que se está miran-

24  Henri Cartier-Bresson. Ver es un todo. Entrevistas y conversaciones 1951-1998. Trad. de Carles Roche.
Barcelona: Gustavo Gili, 2014.
25  Dubois, op. cit., p. 12.

280
Sofía Anaya Wittman

do (de ver y ser visto)”; por la otra está la temporalidad diferida, pues es un
acontecimiento pasado lo que queda registrado en la imagen.26 Él ha estado
ahí, ha sido testigo del acontecimiento y nos conduce a su experiencia.
Pero, ¿qué hay de la relación entre el referente y el mensaje?, ¿cuál es
el modo de representar lo real? La idea primigenia sobre la fotografía es que
“rinde cuenta fiel del mundo” y por lo regular no se cuestiona su veracidad
debido al proceso mecánico que da sentido a su existencia. La fotografía es
una especie de prueba, pero a la vez es un testimonio, tiene un trabajo crea-
tivo de propuesta de lectura diferente.
Al respecto, Philippe Dubois establece un recorrido histórico sobre el
carácter de verdad de la fotografía a partir de tres momentos: primero, el de
la mímesis, esto es, un espejo de lo real; segundo, como transformación de
lo real, es decir, un efecto o una impresión que no es neutra, sino que permite
analizar, interpretar o transformar la realidad; y por último, la fotografía como
huella de lo real entre el discurso del índice y el referente (deconstrucción
semiótica).27
Tomamos ahora una cita del texto de André Bazin, Ontologie de
l’image photographique, de 1945:

La originalidad de la fotografía respecto de la pintura reside en su ob-


jetividad esencial. Además, el grupo de lentes que constituye el ojo
fotográfico que sustituye al ojo humano se llama precisamente “el
objetivo”. Por primera vez, entre el objeto inicial y su representación
no se interpone nada más que otro objeto. Por primera vez, una ima-
gen del mundo exterior se forma automáticamente sin intervención
creadora del hombre según un determinismo riguroso… Todas las
artes están basadas en la presencia del hombre; sólo en la fotografía
gozamos de su ausencia.28

26  Ibid., p. 14.


27  Ibid., pp. 20-21.
28  Ibid., p. 30.

281
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

Esta objetividad de la que habla Bazin distingue a la imagen fotográ-


fica de la pictórica y le otorga el poder de credibilidad; es decir, el objeto re-
presentado vuelve al presente en el tiempo y en el espacio, lo cual es esencial
en un ensayo documental.
De esta manera se suman dos aspectos en la fotografía de Hernán-
dez-Claire: el carácter testimonial de una actividad que se llevó a cabo dentro
de las coordenadas temporal-espacial; así como el acto subversivo al encua-
drar la imagen y dar título a sus obras, dirigiendo al espectador hacia una
lectura “distinta”. Esto lo hace respetando ante todo a los actores inmersos
en esos “espacios decorativos” que menciona Cartier-Bresson.
Así, a partir del siglo XX se insiste en un discurso sobre la transfor-
mación de lo real por la fotografía. Y es aquí donde entran las imágenes que
hemos seleccionado de Hernández-Claire. Los protagonistas de las festivi-
dades religiosas que plasmó en sus fotografías no fueron conscientes de los
efectos que provocaron dentro del proceso creativo del fotógrafo. El niño bur-
buja está jugando sin pensar en que “alguien” ha captado su cabeza flotando
dentro de una burbuja de jabón como algo divertido. De hecho, su aparición
en la esquina inferior derecha de la imagen podría pasar desapercibida de no
ser porque el título nos indica que está ahí, que debemos buscarlo. La ima-
gen central es la arquitectura religiosa. La actividad principal registrada se
refiere a los peregrinos que han cumplido con la visita o la manda y descan-
san en las escalinatas del templo, así como a quienes apenas van llegando
agotados; pero también están los niños que juegan con las pompas de jabón
en primer plano.
De igual manera, en La confesión de San Francisco observamos que
quien dejó reposando la figura de San Francisco sobre el sofá mientras lo
vestían y preparaban para su recorrido, no pensó que generaría con ello una
imagen que evoca a un santo yendo al psicoanálisis o que se está confe-
sando con el sacerdote que comparte el escenario con la figura santa. Esas
sugerencias de lectura las da el fotógrafo cuando realiza la toma en esas
circunstancias y pone el título a su obra. Por ello hablamos de “otras realida-
des”, de lo que una imagen puede evocar de acuerdo con su composición.

282
Sofía Anaya Wittman

En el caso del encuadre de Paseo de San Antonio, cortando a quienes


llevan en andas al santo, nos da la impresión de que el personaje religioso
efectivamente se pasea tranquilamente por el pueblo cargando al niño sin
ayuda alguna, quizá va al mercado o a visitar a un amigo. La lectura queda
abierta al espectador y, sin embargo, se trata de una actividad religiosa, de
una procesión ritual.
La fotografía A la moda de las hermanas de la Luz del Mundo (Guada-
lajara, 2012), en segundo plano, como telón de fondo, se ve el peculiar templo
de dicha religión y, al frente, en primer plano, destacan dos mujeres (una más
joven que la otra) caminando hacia el fotógrafo, la toma en contrapicada las
alarga; no obstante, a pesar de la imagen preconcebida que podamos tener
de las características de las mujeres que pertenecen a esa religión, nos en-
contramos que una de ellas, en particular, usa un entallado vestido largo, se
ha teñido el pelo de rubio y calza unas sandalias con altas plataformas. Es
decir, a pesar de las rigurosas reglas, trata de estar a la moda y de incluir
elementos que la distingan de las demás compañeras.
Las Lupitas en taxi, por ejemplo, desmitifican la representación de la
Virgen al usarla como forro de los asientos del auto, pero no se toma como
una falta de respeto, sino como un proceso de humanización de la imagen al
acompañar en el trabajo diario al taxista, motivo por el cual estarán protegi-
dos su chofer y clientela.
El caso de los exvotos es particularmente interesante, pues en oca-
siones convierten a las imágenes religiosas en cómplices de delitos al agra-
decerles que no fueran atrapados por la policía cuando cometían algún acto
ilícito.
Se ha escrito mucho sobre aspectos como la teoría de la imagen ba-
sada en la psicología de la percepción; o de los estudios con enfoque ideoló-
gico o los que hablan de la antropología de la fotografía. En estos interfieren
aspectos técnicos, sociológicos, culturales, estéticos, etc. Todas estas pos-
turas se alejan del carácter mimético o real que se le otorgaba a la fotografía,
se entiende ésta como un objeto codificado; es decir, que la imagen está con-
formada por signos que debemos decodificar. En esa línea debemos seguir
la pista inicial que es el título que el autor nos da para buscar los elementos

283
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

que permitieron esa subversión creativa. No podemos olvidar que si bien la


fotografía es un hecho de reproducción mecánica, fiel y objetiva de la reali-
dad, esta realidad tiene una esencia distinta, es una búsqueda de otra forma
de mirar la realidad, bajo un esquema rebelde, atrevido, divertido y proposi-
tivo. Esto es, tiene un doble sentido, evidencia la acción y deja registro de la
tradición religiosa pero desde una perspectiva positiva y creativa.

Reflexiones finales

…aunque todas las posibles cuestiones científicas hayan re-


cibido respuesta, nuestros problemas más vitales todavía no
se han rozado en lo más mínimo.
Wittgenstein

Desde nuestra perspectiva, la sostenibilidad de la memoria de las prácticas


religiosas está asegurada porque, al actualizarse, se protege su extinción. Es
decir, continúan llevándose a cabo peregrinaciones y festejos religiosos con
el fervor de siempre pero bajo otras formas de expresarse. La vestimenta,
ahora compuesta de una mezcla entre tradición, comodidad y moda; la pre-
sencia indiscutible de los celulares que registran en fotografía o video todo
lo que acontece, es como si de no existir la imagen no se hubiera dado la
acción. Queda manifiesto en las imágenes seleccionadas que las tradiciones
populares se transmiten generación tras generación, quizá, sí, cada vez con
elementos más contemporáneos.
La propuesta de los sugestivos títulos que el fotógrafo da a las imá-
genes, al igual que la composición de las mismas, nos habla de su carácter
subversivo de acuerdo con la categorización propuesta. La manera de foto-
grafiar siempre dependerá de quién está detrás de la cámara, de quién reali-
za el enfoque y el encuadre. El acento que se da a los detalles –una toma en
picada o en contrapicada– puede definitivamente cambiar el sentido de una
imagen. De ahí el potencial creativo del fotógrafo.

284
Sofía Anaya Wittman

Mucho del proceder profesional de Hernández-Claire nos remite in-


variablemente a la forma de trabajar de Cartier-Bresson cuando leemos sus
entrevistas. Su vocación como fotógrafo documental es incuestionable y
sus registros plásticos atestiguan la continuidad de las prácticas religiosas,
cuyos rituales, peregrinaciones, etc., se han actualizado en cuanto a la intro-
ducción de nuevos elementos como la humanización y desmitificación de
objetos de culto. La anciana que besa al Cristo, el impermeable que le han
puesto a San Antonio, la Virgen María estampada en la camisa de un cre-
yente, El Jesucristo Superestrella, los bikers en la procesión de la Virgen del
Favor, etc., por lo que continúa siendo una práctica popular muy socorrida.
Es importante destacar, mediante las reflexiones de Renée de la To-
rre, que si bien la fe es una experiencia difícil de describir de manera oral o
escrita, sí es algo que se puede capturar a partir de la lente.29

Imágenes

Imagen 1. Iluminadas de la Luz del mundo. Convocatoria anual. Guadalajara, 2012

Fuente: Archivo fotográfico de José Hernández-Claire

29  Hernández-Claire, op. cit., p. 9.

285
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

Imagen 2. A la moda de las hermanas de la Luz del Mundo. Guadalajara, 2012

Fuente: Archivo fotográfico de José Hernández-Claire

286
Sofía Anaya Wittman

Imagen 3. La confesión de San Francisco. Sayula, 2012

Fuente: Archivo fotográfico de José Hernández-Claire

287
Sostenibilidad y subversión en la fotografía de Hernández-Claire

Imagen 4. Arre Caballito. Visita Virgen de Zapopan a Chapala. Chapala, 2013

Fuente: Archivo fotográfico de José Hernández-Claire

288
Sofía Anaya Wittman

Imagen 5. Niño Burbuja. Lagos de Moreno, fiestas patronales, 2012

Fuente: Archivo fotográfico de José Hernández-Claire

Imagen 6. Las Lupitas en Taxi. El Grullo, 2014

Fuente: Archivo fotográfico de José Hernández-Claire

289
“MÉTODO” KODÁLY: SOSTENIBILIDAD Y SUSTENTABILIDAD

Hilda Mercedes Morán Quiroz


Universidad de Guadalajara

Nuestra era de mecanización va por un camino en que el hombre


termina convertido en una máquina. Sólo el espíritu del canto puede
salvarnos de este destino.
Zoltán Kodály

En 2016, el Concepto Kodály –como se le denomina en inglés– ingresó al


“registro de buenas prácticas de salvaguardia” de la Organización de las Na-
ciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Se trata,
en síntesis, de una propuesta de educación musical para todos, desde el
nacimiento, y hasta el más alto nivel de formación profesional para quienes
así lo decidan, elaborada por Zoltán Kodály (Hungría, 1882-1967) durante la
primera mitad del siglo XX. En español se conoce como Método Kodály (o
como Concepción Kodály, principalmente en Argentina); por lo general, se
le asocia exclusivamente con la educación infantil y se combina con otras
propuestas de educación musical, en cuyo caso se habla del método Orff-
Kodály, Kodály-Dalcroze y Kodály-Suzuki (más o menos en orden decreciente
de popularidad), entre otros.
Revisaremos aquí la relevancia y los significados del reconocimiento
de una práctica como útil para conservar la diversidad cultural, de acuer-
do con los planteamientos de la UNESCO, y del reconocimiento de esta pro-
puesta de educación musical, según la recomendación presentada por la
comisión húngara encargada de tal tarea. A partir de ello, exploramos las
posibilidades teóricas y prácticas de que lo que en apariencia no pasa de ser
uno de los muchos métodos de educación musical que se han ideado a lo
largo de la historia, se convierta de hecho en una práctica que contribuya a la
conservación, comprensión y desarrollo del patrimonio cultural intangible de
la humanidad, más allá de las fronteras de su país de origen.

290
Hilda Mercedes Morán Quiroz

Registro de buenas prácticas de salvaguardia

El inventario patrimonial de la UNESCO, junto con los intentos –o al menos


intenciones– de preservación, comenzó en 1978 con la “Lista del patrimonio
mundial material”, que incluye espacios naturales, construidos y mixtos. En
1982 se agregó una “Lista de sitios en peligro”. Sólo hasta 2008 se inauguró
una “Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad”,
y en 2009 se agregaron la “Lista del patrimonio cultural que requiere medidas
urgentes de salvaguardia” y, finalmente, el “Registro de buenas prácticas de
salvaguardia”.
Este último “se compone de programas, proyectos y actividades que
mejor reflejen los principios y objetivos de la Convención”1 de 2003, y en
particular el referente a “la sensibilización en el plano local, nacional e inter-
nacional a la importancia del patrimonio cultural inmaterial y de su reconoci-
miento recíproco”.2
Un comité se reúne cada año “para evaluar las candidaturas y deci-
dir acerca de las inscripciones de las prácticas y expresiones culturales del
patrimonio inmaterial propuestas por los Estados Partes en la Convención
de 2003”.3 El registro de los Estados en esta Convención inició en 2004, y al
22 de febrero de 2018 son 1774. Hungría, que propone la práctica que aquí
nos ocupa, está inscrito desde 2006 por ratificación; México, desde 2005
también por ratificación; Japón fue aceptado en 2004; y Alemania en 2013.
Viene al caso la comparación entre estos cuatro Estados por dos ra-
zones: primero, por nuestra sospecha o certeza de que, en el reconocimien-
to del patrimonio, “la visión dominante es la europea occidental”;5 segundo,
porque no sólo en Hungría, sino también en México, en Japón y en Alemania
se han elaborado propuestas de educación musical basadas de una u otra
manera en las tradiciones. Por ello, podríamos preguntarnos si esas otras
1  UNESCO. “Cultura. Patrimonio inmaterial. Listas. Objetivos de las Listas” (https://ich.unesco.org/es/
objetivos-de-las-listas-00807).
2  UNESCO. “Cultura. Patrimonio inmaterial. Convención. Texto de la Convención” (https://ich.unesco.org/
es/convenci%C3%B3n).
3  UNESCO. “Cultura. Patrimonio inmaterial. Listas...”.
4  UNESCO. “Cultura. Patrimonio inmaterial. Convención. Gobernanza. Los Estados Partes” (https://ich.
unesco.org/es/los-estados-partes-00024).
5  Francisco Antonio Ribeiro da Costa. “Comprender la complejidad del patrimonio cultural”. Beatriz Núñez
y Angélica Peregrina (coords.). Patrimonio y modos de vida. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2014, p. 23.

291
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

propuestas o métodos podrían (o tendrían que) ser reconocidas como patri-


monio cultural inmaterial de la humanidad. De ello nos ocuparemos más ade-
lante. En cuanto a “la visión dominante”, notemos que, de los cuatro países, el
de Europa occidental –es decir, Alemania– se inscribió en las listas de patri-
monio cultural intangible con al menos siete años de retraso en relación con
los otros. Sin estar inscrito en la Convención, tampoco puede formar parte de
la comisión dictaminadora y, por lo tanto, no puede influir en las decisiones.
Esto, por supuesto, no demuestra que la visión de Europa occidental no sea
la dominante, pero vale la pena tomarlo en cuenta. Por lo demás, podríamos
pensar que Alemania no está tan preocupada por la conservación de tradi-
ciones o no las ve amenazadas de extinción.
Por el momento, vale la comparación entre estos cuatro países en re-
lación con su presencia en las listas de patrimonio inmaterial de la UNESCO,
que resumimos en la ilustración 1. En lo concerniente a las buenas prácticas,
Alemania y Japón no tienen registros; Hungría tiene dos –el método Kodály
y el método Táncház, que integra música y danza–, y México, uno –el Cen-
tro de las Artes Indígenas del pueblo totonaca de Veracruz. Ninguno de los
cuatro tiene registros en la lista del patrimonio cultural inmaterial que re-
quiera medidas urgentes de salvaguardia. En cambio, llama la atención que
Japón, sin registros de buenas prácticas, cuente con 21 registros en la lista
representativa.

292
Hilda Mercedes Morán Quiroz

Gráfica 1. Alemania, Hungría, Japón y México en las listas de patri-


monio cultural de la UNESCO

Fuente: Gráfica elaborada por Hilda Mercedes Morán Quiroz con base en UNESCO. “Cultura. Patrimonio inmate-

rial. Explorar las Listas” (https://ich.unesco.org/es/listas).

Mantengamos en mente que los registros en cualquiera de las listas


de patrimonio cultural intangible que mantiene la UNESCO, tienen su origen
en las propias propuestas de cada uno de los Estados en cuestión. Es decir,
no hay una comisión de la UNESCO directamente que, sin propuesta presen-
tada por algún Estado, decida su reconocimiento. Por otro lado,

las Directrices Operativas dan más peso al papel atribuido a las co-
munidades y los grupos en la Convención: por ejemplo, la inscripción
en las listas de la Convención o la inclusión en el registro de prácti-
cas ejemplares no son posibles sin el consentimiento libre, previo e
informado de la comunidad o el grupo de que se trate. Además, estas
comunidades o grupos deben participar necesariamente en la prepa-

293
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

ración y aplicación de programas de salvaguardia que reciban ayuda


internacional, y han de estar dispuestos a cooperar en la difusión de
prácticas ejemplares si el Comité selecciona su programa, proyecto
o actividad por considerar que refleja del modo más adecuado los
principios y objetivos de la Convención.6

De tal manera, se trata de un autorreconocimiento en primera instan-


cia, que queda registrado en el historial de propuestas de la UNESCO, aunque
no se apruebe su inclusión en las listas.7

Propuesta a la UNESCO

El expediente de candidatura de una “buena práctica” comienza con el lle-


nado de tres formularios: propuesta, cesión de derechos y solicitud de asis-
tencia financiera para preparar las propuestas de buenas prácticas de sal-
vaguardia. El primero contiene desde el nombre de la práctica y los datos
de contacto del representante y los responsables de su puesta en práctica,
hasta descripciones, explicaciones, pruebas, historia, planeación y reflexio-
nes en torno de las bondades de la práctica propuesta. En el caso que nos
ocupa, consta de quince páginas a renglón seguido, y se acompaña, como
se indica ahí mismo, de evidencias del consentimiento de las comunidades
implicadas, diez fotografías y un video, estos últimos con su correspondiente
cesión de derechos. Nos ocuparemos en este apartado de algunos puntos
de ese primer formulario, sin pretender agotar la información ahí contenida.
Remito, por lo tanto, al archivo original en inglés, descargable en el sitio co-
rrespondiente de la UNESCO.

6  UNESCO. “Cultura. Patrimonio inmaterial. Salvaguardia. Participación de las comunidades” (https://ich.


unesco.org/es/participacion-de-las-comunidades-00033).
7  Puede accederse a todos los expedientes presentados, a partir del informe de la reunión del comité,
enlistados por año en la página de la UNESCO. Para 2016, por ejemplo, consúltese UNESCO. “Cultura. Patri-
monio inmaterial. Actores. Comité Intergubernamental”, noviembre-diciembre de 2016 (https://ich.unesco.
org/es/11com).

294
Hilda Mercedes Morán Quiroz

1. Datos generales
En el expediente de candidatura presentado a la UNESCO a través de la
Secretario General de la Comisión Nacional Húngara ante la UNESCO, se
propone la “salvaguardia de la herencia de la música folklórica por el con-
cepto Kodály”, señalando un ámbito internacional y una amplia localización
geográfica.
Llama la atención que en este apartado de localización geográfica
se haga énfasis en señalar los “escenarios” específicos de trabajo en sus
inicios, en Hungría: “la Academia Húngara de Ciencias (HAS), el Centro de In-
vestigación de Música Folklórica, la Academia de Música Franz Liszt (LFAM),
el Instituto Kodály (KI), e instituciones de cultura pública”. No menos signifi-
cativa es la inclusión de datos temporales:
• “Desde 1964, a raíz de los congresos de la Sociedad Internacional de
Educación Musical (ISME)”. 1964 es el año en que el congreso de la
ISME se realizó en Hungría, pero la creación de la ISME, en el último
congreso del International Council for Music Education (ICME) (París,
1953) también es significativo para el “concepto Kodály”. En 1953,
Kodály era presidente del ICME, órgano de la propia UNESCO hasta
entonces, y se le nombró presidente honorario vitalicio de la nueva
sociedad, sucesora del ICME ante la UNESCO. Estos datos no apa-
recen ya tampoco en la historia de la ISME, que ahora se presenta
desvinculada de la UNESCO e informa de la creación de un comité
en 2015 cuya tarea es revisar acta constitutiva, estatutos y políticas
“para responder a las necesidades de sus miembros y de la [ahora]
más amplia comunidad de educación musical globalmente”.8
• “Desde 1975 con la inauguración del KI y la creación de la Sociedad
Internacional Kodály (IKS), el concepto se ha vuelto del conocimiento
del mundo entero”. Y, sin embargo, ni el KI ni la IKS suscriben la pro-
puesta de candidatura ante la UNESCO.

8  International Society for Music Education (https://www.isme.org/history).

295
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

Ya sin fechas, se señala que “se han creado Sociedades Kodály que
difunden el concepto en varios países, p. ej., en Japón, Corea del Sur, Aus-
tralia, China, Filipinas, Argentina, Estados Unidos de América, Gran Bretaña,
Irlanda, Grecia, Polonia, Francia, Finlandia y Canadá”. En esta enumeración,
que no pretende ser exhaustiva, se incluyen sin embargo sociedades no afi-
liadas a la IKS (China, Argentina y Polonia), y se excluyen otras que sí lo están
(Dinamarca, Alemania, Italia y Brasil como asociaciones nacionales, y Espa-
ña y Suiza, con asociaciones locales).9 Finalmente, se agrega que el método
se propaga ampliamente a través de cursos húngaros e internacionales, des-
de Australia hasta Brasil.
En consecuencia, las comunidades, grupos e individuos implicados,
son también diversos, desde Zoltán Kodály como creador hasta los “parti-
cipantes en actividades culturales, organizaciones musicales civiles, coros
y grupos musicales que operan dentro del marco de las escuelas de arte, y
trabajan en el espíritu del concepto”, pasando por:
• Los portadores de la herencia de música folklórica en las comunida-
des locales de Hungría y otros lugares.
• Pedagogos musicales activos y sus pupilos y estudiantes que traba-
jan en el espíritu del método basado en el concepto Kodály en todos
los niveles educativos […].
• Expertos que contribuyen a la cultura tradicional: investigadores de
música y danza folklóricas, sociólogos, antropólogos y profesiona-
les que documentan la música folklórica.
• Compositores y ejecutantes que aplican la música tradicional […]
contribuyendo así a la integración e introducción de la tradición mu-
sical local en la cultura musical del mundo.

2. Principales elementos y objetivos


Situándosele dentro de los campos de las tradiciones y expresiones orales y
de las artes escénicas, se describe el concepto Kodály como “un programa
complejo” con bases científicas cuyo fin es “salvaguardar la herencia musical
folklórica”.

9  International Kodály Society (https://www.iks.hu/index.php/affiliations).

296
Hilda Mercedes Morán Quiroz

Se enlistan trece elementos y objetivos principales. Me parece, sin


embargo, que de los dos primeros se desprenden casi todos los demás: el
reconocimiento de la “lengua materna musical” (1) y la afirmación de que “la
música es para todos” (2).
El primero apunta evidentemente contra la idea de que la música es
un lenguaje universal igual para todas las culturas y con una sola línea posi-
ble de desarrollo –idea que encontramos en la gran mayoría, por no decir la
totalidad, de los métodos y propuestas de educación musical–. Es del reco-
nocimiento de los idiomas musicales específicos que se desprende la impor-
tancia de las músicas folklóricas y de las posibilidades de su complejización
hacia la creación musical artística, lo que a su vez requiere de actividades
de interpretación y de una educación musical para el público en general (4).
De ahí también que sea necesaria la colaboración estrecha entre por-
tadores y recolectores de música tradicional, transcriptores de la música (es
decir, músicos con un alto nivel de preparación más allá de la ejecución de
un instrumento) y no sólo de la letra como sucede con tanta frecuencia en
nuestro medio, estudiosos de los significados e implicaciones sociales de
las prácticas musicales tradicionales, y por supuesto educadores musicales
cuyos planes y programas de enseñanza estarán centrados en las músicas
de tradición oral propias y de otros.
Esto último, porque si bien el inicio es dentro de la propia lengua mu-
sical, el objetivo es llegar a la “música universal” a través de aproximaciones
sucesivas a otras culturas, identificando “los elementos que mejor expresan
la creatividad y diversidad musicales de la humanidad con el fin de salva-
guardarlos como una herencia cultural” (3). De ahí, entonces, que también
sea necesaria la colaboración internacional y no sólo local, que posibilite
el “reconocimiento y respeto mutuos de las tradiciones musicales de otros
pueblos” (6). A la postre, y por contradictorio que parezca, esto resulta en la
renovación constante de las culturas musicales, debido a la diversidad de
las músicas tradicionales de cada cultura y el contacto entre ellas (5). De tal
diversidad y contacto es testigo, cada vez con mayor frecuencia, la escuela
y el salón de clases, por lo que se hace necesario que el profesor de música
sea también recolector y salvaguarda de las tradiciones (una vez más, con la

297
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

necesidad de una formación musical que trascienda las exigencias técnicas


de la ejecución instrumental). De tal manera, la escuela misma resulta un
medio para “recrear la práctica comunitaria viva” (7).
De “la música es para todos”, afirmación que para Kodály significa-
ba el derecho universal a la lectoescritura musical, se deriva la necesaria
participación del sistema educativo (educación general de niños y jóvenes
que preceda su formación profesional especializante) y de organizaciones
civiles (2). De igual forma, se deriva la elección de técnicas y herramientas
de enseñanza-aprendizaje. De ahí, el uso del “do relativo” o “sistema sol-fa
relativo: una manera simple, ampliamente conocida, de lectoescritura musi-
cal, que puede ser aprendida por todos” (6), así como otros (la fonomimia de
Curwen, por ejemplo), no mencionados en el expediente. Volveremos a ello
más adelante. Se menciona, en cambio, el “enfoque técnico y sistemático
que implica el uso y/o amalgama de las técnicas primarias de las comuni-
dades, tanto como los más progresistas métodos de la práctica educativa
musical internacional, resultando en la organización didáctica y por edades
del material de canciones folklóricas seleccionado” (8).
Finalmente, en este apartado se menciona que “el método, como lo
vemos ahora, ha evolucionado durante los últimos –casi 100– años” (9), pa-
sando por varias fases:
• Creación de un claro conocimiento científico de la música folklórica
húngara, a través de una recolección sistemática, sistematización,
preservación y publicación [10].
• Este trabajo ha sido apoyado por el HAS desde 1934. Hoy, el Instituto
de Musicología (IM) tiene más de 15,000 horas de música folklórica
grabada y 200,000 melodías transcritas que representan más de un
millar de asentamientos en el país. En Hungría, la educación musical
basada en Kodály es parte del currículum básico desde 1945 […]. Los
libros de texto de música para las edades de 6 a 14 años, elaborados
por Jenő Ádám y Zoltán Kodály se publicaron por primera vez en
1948, y se reimprimieron en 1993 […] [11].

298
Hilda Mercedes Morán Quiroz

• El marco social (desde la década de los veinte del siglo pasado) fue
el movimiento de la Juventud Cantante. Hoy, la Asociación de Co-
ros, Orquestas y Ensambles Folklóricos Húngaros10, la más antigua
asociación profesional, constituye el trasfondo que agrupa a más
personas [12].
• El ejemplo de Kodály y Bartók inspiró a otros compositores húngaros
a apoyar la salvaguardia de la música folklórica integrándola en sus
composiciones y enriqueciendo la cultura musical [13].

3. Medidas de salvaguardia
Con lo anterior, queda claro que la salvaguardia del patrimonio musical es
inherente al Concepto Kodály, que opera en varios niveles y ámbitos. En
síntesis:
a) Investigación: recopilación, análisis, sistematización, comparación y
publicación de la música folklórica;
b) educación generalizada: desarrollo de habilidades que permiten la
lectura y la transcripción musicales, la escucha musical consciente,
el reconocimiento de igual valor a todas las culturas, la contextuali-
zación socio-política de expresiones culturales, reintegración de la
música tradicional vocal e instrumental en la vida cotidiana;
c) Formación profesional: integración de técnicas y elementos de la
música tradicional en la composición y ejecución profesionales; for-
mación musical para profesores de todos los niveles de la educación
general, desde preescolar hasta bachillerato; publicación de reperto-
rios específicos por región, por grado de dificultad, por grupos voca-
les e instrumentales, etc.;
d) convivencia: reintegración de la música folklórica en la vida cotidia-
na, con proliferación de grupos corales e instrumentales; conserva-
ción y re-actualización consciente de prácticas culturales originadas
en tradiciones propias y “ajenas”.

10  La iniciativa de registro en la lista de buenas prácticas pertenece a esta Asociación.

299
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

4. Cuerpos competentes involucrados y su consentimiento


Sintetizo los actores colectivos implicados en esta práctica, de acuerdo
con la propuesta, indicando instituciones responsables del programa, fe-
cha de creación, página web y representante al momento de presentarse la
candidatura:
a) Instituto de Musicología del Centro de Investigación de las Humani-
dades de la Academia Húngara de Ciencias, 1953, http://zti.hu/index.
php/en, Dr. Pál Richter (director);
b) Casa de la Herencia Húngara, 2001, http://www.heritagehouse.hu,
Mr. László Kelemen (director general);
c) Asociación de Música Folklórica Húngara Vass Lájos, 1995, http://
www.vasslajos-szov.hu/, Mr. Lajos Vass (presidente), Ms. Ilona
Bakos Horváthné (vicepresidente);
d) Departamento de Música Folklórica de la Academia de Música Franz
Liszt, 2007, http://zeneakademia.hu/nepzene-tanszek, Dr. Pál Richter
(jefe del Departamento);
e) Instituto Kodály de la Academia de Música Franz Liszt, 1975, http://
kodaly.hu, Dr. László Norbert Nemes (director);
f) Sociedad Húngara Kodály, 1978, http://www.m-kodalytarsasag.hu/
index.htm, Dr. Mihály Ittzés (presidente);
g) Asociación de Coros, Orquestas y Ensambles Folklóricos Húnga-
ros (KÖTA), 1990, http://www.kota.hu, Dr. Zsuzsánna Mindszenty
(presidente);
h) Sociedad Internacional Kodály, 1975, http://www.iks.hu, Dr. Michalis
Patseas (presidente).

Con excepción del Instituto Kodály, localizado en Kecskemét, todas


estas instituciones tienen su domicilio en Budapest.
Las cartas que se presentan como “evidencias de consentimiento”
corresponden a los incisos a), b), c), d), f), g) de la lista anterior. Como dijimos
antes, no se presentan cartas por parte del IK (inciso e) ni de la IKS (inciso h).
En cambio, se incluyen cartas de instituciones e individuos, tanto de
Hungría como del extranjero, que no aparecen en la lista anterior:

300
Hilda Mercedes Morán Quiroz

• Concepto Kodály – Escuelas primarias, secundarias y vocacionales


de canto y música y Escuela de Artes Zoltán Kodály de Kecskemét
• Escuela de Música de Nyíregyháza
• Escuela Primaria y Secundaria de Canto y Música y Escuela de Músi-
ca para las Artes Zoltán Kodály de Budapest
• Monika Soltra Mgyné, profesora de música en Kaposvár
• Escuela Primaria para las Artes Weiner Leó de Szigetvár
• Sociedad Kodály de Irlanda
• Instituto de Educación Musical de Pekín: “Reporte a la UNESCO so-
bre el método Kodály en China”
• Coro Juvenil Nacional de Escocia
• Academia Británica Kodály

5. Colaboración, efectividad, evaluación y modelos


La propuesta de Kodály, en conjunto, es en sí misma un modelo colaborativo.
Inicia como tal, con el trabajo conjunto de Zoltán Kodály y Bela Bartók, al que
paulatinamente se unen colegas, estudiantes, instituciones, asociaciones y
comunidades civiles tanto locales como extranjeras. Algunas veces, la cola-
boración se da a solicitud expresa de Kodály; en otras ocasiones, es Kodály
quien responde a las demandas de otros. De ello, y de la continuidad de tal
colaboración a través de diversos canales se da cuenta en los apartados de
la propuesta correspondientes a:
• Coordinación regional, subregional e internacional;
• participación de la comunidad, y
• voluntad de cooperación.
• En cuanto a la “Concordancia con los principios y objetivos de la
Convención”, se señalan acciones y productos concretos y sosteni-
dos desde el trabajo de Kodály y Bartók hasta la actualidad, en rela-
ción con:
• “identificación y documentación”: recolección, sistematización y
estandarización;
• “salvaguardia y protección”: 200,000 melodías digitalizadas, 16 volú-
menes de canciones, 72 discos;

301
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

• “protección, promoción y transmisión a través de la enseñanza for-


mal y no formal”: inclusión de la música en el currículum de la ense-
ñanza básica generalizada, formación de grupos folklóricos de mú-
sica (coral e instrumental) y danza, casas de la cultura municipales,
festivales y antologías.
• A través de lo anterior, “el programa asegura respeto por la herencia
cultural intangible […], reforzamiento de la identidad […], preservación
de la diversidad […] y satisfacción de la creatividad humana”. A la
vez, “contribuye a generar conciencia del significado de la herencia
cultural intangible y de su mutuo reconocimiento tanto […] nacional
como […] internacional […] y asegura […] cooperación y asistencia
internacionales”.

La efectividad misma del “método Kodály” depende de la colaboración


entre iguales en ámbitos locales, regionales, nacionales e internacionales. En
la propuesta se señala que

el concepto Kodály y el método construido sobre esa base pueden


encontrarse en casi todos los campos de la vida cultural y musical
de hoy en día. Por influencia del método, las comunidades locales
vuelven a conocer su propia herencia viva y parcialmente olvidada y
empiezan a re-valorar su herencia musical. Esto promueve la sobre-
vivencia de la correspondiente herencia cultural intangible.11

Lo anterior se observa, por ejemplo, en:


• los casi 1,000 círculos de canto folklórico, con unos 15,000
miembros;
• concursos de canto folklórico, tanto nacionales como regionales,
realizados anualmente para niños en edad escolar;

11  Péter Hoppál. Op. cit., p. 9.

302
Hilda Mercedes Morán Quiroz

• un programa del IM de la HAS en colaboración con la Academia Hún-


gara de las Artes y el Museo de Etnografía, por el cual cada asenta-
miento tiene acceso al material musical (grabaciones y transcripcio-
nes) recogido en su territorio y archivado ahora en el IM;
• el “Depósito de valor local”, en el cual los miembros de las comuni-
dades locales registran su música folklórica, junto con su herencia
histórica y sus monumentos –con ello, tal música se integra al currí-
culum escolar y al repertorio de grupos locales, a la vez que da pie
para nuevos trabajos de investigación;
• el movimiento coral “Juventud cantante”, ya mencionado arriba;
• los efectos de la educación musical en el individuo, y en especial de
la educación musical basada en el canto, más allá del campo de la
música –por ejemplo, desarrollo de la creatividad y de habilidades
para enfrentar situaciones de responsabilidad;
• formación de músicos, profesores de música e investigadores espe-
cializados en música de tradición oral.

El resto del documento –“Modelo regional, sub-regional e internacio-


nal”, “Posibilidades de evaluación de resultados” y “Modelo para países en
desarrollo”– resulta reiterativo de lo que hasta aquí hemos dado cuenta. En
síntesis, la labor del KI y de la IKS, sobre las cuales recae la responsabilidad
de la diseminación del Concepto Kodály, según se señala en la propuesta
que nos ocupa, va mucho más allá de la formación de profesores capaces de
impartir buenas clases de música (cualquier música). La tarea (poco menos
que imposible) tendría que ser la formación de ciudadanos conscientes de
su historia social y cultural, así como de sus relaciones con otros en y con
los cuales se reconoce. Sobrepasa también el objetivo de salvaguardia del
patrimonio cultural, en tanto que éste es significativo sólo en la medida en
que permite al sujeto el reconocimiento de sí y de los otros como iguales a
partir de sus diferencias; por lo tanto, y como ya dijimos, del reconocimiento
del mismo valor a todas las culturas.

303
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

Adaptación o adopción del “concepto Kodály”

1. Hungría
De acuerdo con lo anterior, lo que conocemos ahora como Método Kodály
es sólo una parte del Concepto Kodály, y se implementó por primera vez,
naturalmente, en Hungría. El proceso inició con la recopilación de canciones
por regiones.12 Una vez analizadas, clasificadas y ordenadas, se publicaron
en pequeños libros de lectura para los grados superiores de la escuela pri-
maria.13 Sobre la base de las canciones recopiladas se elaboraron libros de
texto, cuadernos de trabajo y antologías de repertorio coral para cada grado
de la educación básica,14 así como manuales para profesores (tanto en hún-
garo como en otros idiomas),15 y repertorios progresivos para la enseñanza
de instrumentos16 y más antologías corales para grados superiores, escuelas
de música y grupos musicales independientes.17 Ello, sin contar las obras de
Kodály destinadas a la educación musical, desde preescolar18 hasta los más
altos grados de desarrollo musical profesional. Finalmente, la “lengua mater-
na musical” de Hungría se complejizó en obras profesionales, encabezadas
por las obras de Kodály y Bartók para salas de concierto. Complementaron
12  Vale la pena a este respecto la relación de experiencias y reflexiones de Béla Bartók recopilada en
Escritos sobre música popular. México: Siglo XXI, 1979.
13  Véase, por ejemplo, Gyorgy Déak-Bárdos (comp.). Muskátli. 97 magyar népdal. Budapest: Editio Musica
Budapest, 1954; István Borsy, Ernó Rossa (ed.) y Pál Járdányi (rev.). Tiszán Innen, Dunán Túl. 150 magyar
népdal. Budapest: Zenemükiadó, 1970.
14  Véase, por ejemplo, Helga Szabó. Ének-Zene. 5 t. Budapest: Tankönyvkiadó, 1980-1984; Helga Szabó.
Énekeskönyv + Muzsikáló Munkafüzet. 2 t. Budapest: Tankönyvkiadó, 1981; Mihály Ittzés y Gábor Robert.
Ének-zene az óvónöi szakközépiskola. 4 t. Budapest: Tankönyvkiadó, 1979-1982; Rezsöné Lantos y Lászlóné
Lukin. Ének-zene. 2 t. Budapest: Tankönyvkiadó, 1978-1979; Márta Nemesszeghyné Szentkirályi. Ének-zene
az általanos iskola szakosított tantervü. 8 t. Budapest: Tankönyvkiadó, 1968-1975; László Dobszay. A Han-
gok Világa. Szolfézskönyv a zeneiskolá. 3 t. Budapest: Zenemükiadó, 1966, 1967 y 1969.
15  Véase, por ejemplo, Erzsébet Szönyi. Musical Reading and Writing. 3 vols. Budapest: Boosey &
Hawkes-Corvina Press, 1974, 1978 y 1979; Erzsébet Hegyi. Solfege According to the Kodály Concept. 2 vols.
Budapest: Editio Musica, 1975 y 1979; Ildikó Herboly-Kocsár. Teaching of Polyphny, Harmony and Form in
Elementary School. Keckskémet: Kodály Institute, 1984; László Dobsay. Útmutató. A Hangok Világa. Buda-
pest: Zenemükiadó, 1966-1972.
16  Véase, por ejemplo, Béla Bartók. Gyermekeknek. Für Kinder. Zongorára. Für Klavier. 4 t. Budapest: Edi-
tio Musica, s/d [1908-1909]; Béla Bartók. Mikrokosmos. 6 t. Budapest: Editio Musica, s/d [1926-1939]; Béla
Bartók. Furulyamuzsika. Recorder Music. 3 t. Zoltán Jeney (comp.). Budapest: Editio Musica, 1961; János
Béres. Furulyamuzsica. 3 t. Budapest: Editio Musica, 1967, 1973 y 1974; Bartók-Brodsky. Magyar és szlovák
népdalok, táncok furulyára és gitárra. Ungarische und slowakische Volkslieder und Tänze für Sopranblokflöte
mit Gitare. T. I. Budapest: Editio Musica, 1961; Bartók-Brodsky. Magyar és szlovák népdalok, táncok szoprán-
furulyára altfurulyára és gitárra. Ungarische und slowakische Volkslieder und Tänze für Sopran- und Altblok-
flöte mit Gitare. II. Budapest: Editio Musica, 1961; Zoltán Jeney. Fuvolaiskola. Flötenschule. 2 t. Budapest:
Editio Musica, 1970; Tibor Puskás. Gitáriskola. Gitarrenschule. Budapest: Editio Musica, 1968.
17  Véase, por ejemplo, Jenö Ádám (ed.). A dal mesterei. Budapest: Editio Musica, 1956-1961.
18  Zoltán Kodály. Kis emberek dalai. Budapest: Zenemükiadó, 1962.

304
Hilda Mercedes Morán Quiroz

el proceso, seguimiento de resultados,19 obras generales de reflexión y na-


rración de experiencias y observaciones, tanto desde la perspectiva de los
actores20 como desde la de extranjeros en estancias de aprendizaje.21

2. Bases
Notemos que el formato de la UNESCO asume que hay o debe haber dife-
rencias entre un modelo para el mundo en general y un modelo para los paí-
ses en desarrollo. Sin embargo, en este caso el modelo es el mismo para
cualquier lugar: la lengua materna musical como centro de una educación
musical generalizada. En resumidas cuentas, el modelo consiste en una
combinación de principios básicos y marcos metodológicos cuya implemen-
tación y contenidos específicos dependen de un intenso trabajo previo y de
una amplia colaboración entre diferentes sectores sociales, con una base
académica interdisciplinaria. Por lo tanto, se aleja de la visión dominante
y colonialista de Europa occidental que encontramos en otras propuestas
pedagógicas musicales con secuencias y contenidos preestablecidos para
cualquier cultura. Es el caso del método de Orff, desde su origen22 hasta sus
diversas adaptaciones, 23 y del de Suzuki –sobre todo reinterpretado e imple-
mentado por Yamaha, no con contenidos japoneses o asiáticos, sino occi-
dentales “universales”–;24 puesto que no requieren de trabajo previo, resultan

19  Por ejemplo, Ilona Barkóczi y Csaba Pléh. Music Makes a Difference: The Effect of Kodály’s Musical
Training on the Psychological Development of Elementary School Children. Keckskémet: Zoltán Kodály Ped-
agogical Institute of Music, 1982.
20  Por ejemplo, Sándor, op. cit.; Vikár, op. cit.
21  Por ejemplo, Ribière-Raverlat, op. cit.; Bacon op. cit.; Hein, op. cit.
22  Carl Orff y Gunild Keetman. Muzik für Kinder. 5 t. Mainz: B. Schott’s Söhne, 1954.
23  Todas las adaptaciones del método de Orff-Keetman a otros idiomas y culturas están firmados por
Orff mismo, y contienen la misma secuencia de elementos de aprendizaje. Véase, por ejemplo: Carl Orff y
Gunild Keetman (adaptación holandesa de Marcel Andries). Muziek voor Kinderen. 5 t. Mainz: B. Schott’s
Söhne, 1958-1967; Orff, Carl and Gunild Keetman (versión inglesa de Margaret Murray). Music for Chidren.
5 t. Londres: B. Schott’s Söhne, s/f; Guillermo Graetzer. Orff-Schulwerk (Obra didáctica de Carl Orff) Música
para niños. Adaptación castellana para Latino-América. T. I: Pentafonía. I Ciclo (Preparatorio). Buenos Aires:
Editores Exclusivos Barrym, s.f.; Guillermo Graetzer. Orff-Schulwerk (obra didáctica de Carl Orff). Música
para niños. T. I, 4 vols. Adaptación castellana para Latino-América. Buenos Aires: Barry, 1961-1962; Mont-
serrat Sanuy y Luciano González Sarmiento. Orff-Schulwerk. Música para niños I (Versión original española
basada en la obra de Carl Orff y Gunild Keetman). Madrid: Unión Musical Española, 1969. Véase también
distintas obras Pierre van Hauwe, citadas en la bibliografía.
24  El método de Suzuki, al menos como él mismo lo planteó, parte también de las tradiciones y de la
lengua materna, y se centra en el “entrenamiento del talento” desde la más temprana infancia. Sin embargo,
apela sobre todo a la memoria, con poco énfasis en el aprendizaje de la lectoescritura musical, y su objetivo
casi inmediato es la ejecución instrumental. Como lo conocemos ahora en prácticamente todo el mundo,
el método Suzuki se centra desde el principio en el aprendizaje de un instrumento musical, y el material
musical propuesto, independientemente del lugar o la cultura donde se ponga en práctica, está constituido

305
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

de más fácil aplicación que el de Kodály. Sin embargo, debido a que ambos
se centran en la ejecución de instrumentos musicales desde el principio, es
necesaria una inversión material significativa por lo que, a diferencia de la
propuesta de Kodály, se vuelve imperativo encontrar soluciones especiales
para países en desarrollo.
Es por ello que, en términos tanto de sostenibilidad como de sus-
tentabilidad, la propuesta de Kodály resulta ideal para lograr una educación
musical generalizada sobre la cual se sustente el reconocimiento y la conser-
vación de la diversidad cultural, sin necesidad de grandes inversiones y sin
recurrir a la explotación de recursos naturales y procesos de construcción de
objetos cuyo uso y disfrute por parte de los usuarios no justifican sus costos.
En realidad, no es sólo ni principalmente por razones económicas
que Kodály propone el canto en lugar de la práctica instrumental. Conven-
cido de que debemos tomar en serio a los niños y de que “sólo lo mejor es
suficientemente bueno” para ellos, 25 y situado de lleno en una postura filosó-
fica humanista, su prioridad es el reconocimiento y desarrollo del sujeto y su
cultura:

¿Qué es el violín o el piano para ti? Tienes un instrumento en tu


garganta, con un sonido mucho más bello que el de cualquier violín
del mundo, con tal de que lo uses. Con este instrumento llegarás
estimulantemente cerca de los más grandes genios de la música –¡si
tan sólo hay alguien que te guíe!–26 Hasta ahora han sido los dedos
los que van a la delantera, con la cabeza y el corazón renqueando de-
trás de ellos. El camino del verdadero músico es el opuesto: empieza
con la cabeza y el corazón y desde ahí dirige a los dedos, la laringe,
o cualquiera que sea el instrumento. Es porque no lo hacemos en
este orden que tantos de nuestros pianistas tocan mecánicamente
Cuando alguien tiene veinte o treinta años le anuncian que no tiene

por cantos tradicionales “de todo el mundo” –sobre todo de Europa occidental–. Para el planteamiento pri-
mero y su primera adaptación en los Estados Unidos de América, véase, respectivamente: Shinichi Suzuki.
Nurtured by Love. A New Approach to Education. Estados Unidos: Exposition Press, 1969; Clifford A. Cook.
Suzuki Education in Action. A Story of Talent Training from Japan. Estados Unidos: Exposition Press, 1970.
25  Zoltán Kodály. “Music in the Kindergarten”. The Selected Writings of Zoltán Kodály. Hungría: Boosey &
Hawkes-Corvina Press, 1974, p. 148.
26  Zoltán Kodály. “Children’s Choirs”, 1929, p. 123.

306
Hilda Mercedes Morán Quiroz

talento. Pero tal vez si hubiera tratado de hacer música con su voz
cuando tenía seis años de edad, podría haberse acercado más al
alma de la música y, como resultado, podría tocar piano de manera
más musical.27

De los efectos negativos del uso del piano y del constante acompa-
ñamiento instrumental da cuenta en varias ocasiones; por ejemplo:

El continuo acompañamiento de piano (1) priva al niño del placer


y la ganancia que da el canto independiente. Alguien que siempre
camina con muletas, jamás podrá caminar sin ellas. (2) No sigue el
inevitable descenso en la altura del canto de los niños. Alguna vez
escuché a un coro de niños acompañado por el piano terminar dos
o tres tonos más abajo, mientras que el piano se mantuvo donde es-
taba. (3) Un piano afinado, incluso si se afina todos los días (aunque
prácticamente siempre está desafinado), no puede conducir a cantar
correctamente. (4) Incluso en un salón, las canciones infantiles de-
ben crear la ilusión de espacio abierto. Esto es impedido totalmente
por el piano. (5) No menos superfluo es tocar piano incesantemente
mientras se cuenta un cuento. Es una caricatura de la música de pro-
grama. Quien se acostumbre a buscar la representación de procesos
externos a la música, nunca entenderá la música misma. Un cuento,
a menos de que incluya una canción que pertenezca orgánicamente
a él, no necesita acompañamiento musical; en realidad, resulta odio-
so. El cuento tiene su propia música y su propio ritmo particulares; el
piano, al intentar adentrarnos en él, en realidad nos expulsa de él28.

Los primeros pasos de los principiantes en el interminable campo de


las notas deben apoyarse no por un instrumento de afinación tempe-
rada y color tonal disímil, sino por otra voz. Las ventajas del canto a
dos voces difícilmente pueden ser sobrestimadas, pero desafortuna-

27  Zoltán Kodály. “Who is a Good Musician?”. The Selected Writings of Zoltán Kodály. Hungría: Boosey &
Hawkes-Corvina Press, 1974 (1953), pp. 197-198.
28  Zoltán Kodály. “Music in the Kindergarten. Postscript”, 1957, pp. 150-151.

307
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

damente se posterga hasta que es demasiado tarde. Ayuda al desa-


rrollo auditivo en todo sentido, incluso al canto al unísono. De hecho,
quienes siempre cantan al unísono nunca aprenden a cantar en la
altura correcta. Cantar correctamente al unísono, paradójicamente,
sólo puede aprenderse cantando en dos partes: las voces se ajustan
y se equilibran mutuamente.29

3. Problemas y perspectivas
En la práctica, el primer problema para implementar el método Kodály es,
entonces, pensar la música y la educación musical sin instrumentos musica-
les, lo que para algunos resulta difícil, si no imposible. El siguiente problema
es plantearnos la posibilidad de la lectoescritura musical para todos, sobre
todo en el caso de culturas de herencia latina, como la nuestra, en la que el
sistema del “do fijo”, ligado a una lógica instrumental, complica sobremanera
lo que de hecho es mucho más simple.30 Baste una sola cita para ilustrar la
importancia que Kodály confiere a este aprendizaje, a propósito de los coros
de obreros:

Siempre me ha asombrado la manera en que un adulto inteligente


está dispuesto, sin la más mínima protesta, a dejarse tratar como
perico. Un coro que tiene al menos una idea de la lectura, aprenderá
en un periodo dado diez veces más obras, y sus perspectivas serán
diez veces más amplias que las de un coro que repite como perico
lo que oye.31

29  Zoltán Kodály. “¡Let Us Sing Correctly!”, 1952, p. 216.


30  Remito al lector interesado en este tema, a Jean Jacques Rousseau. Écrits sur la musique.
Francia: Stock/Musique, 1979; Hilda Mercedes Morán Quiroz. “Historias de un conocimiento musical ima-
ginario”. Ricardo Ávila y María Teresa Ruiz (coords.). Estudios del Hombre 8. Guadalajara: Universidad de
Guadalajara, 1998, pp. 143-165; Hilda Mercedes Morán Quiroz. “Lenguajes olvidados. La transcripción mu-
sical de los cantos de tradición oral”. Rosa H. Yáñez Rosales (coord.). Memorias V Coloquio Internacional
de Occidentalistas. El Occidente de México. Perspectivas multidisciplinarias. Guadalajara: Universidad de
Guadalajara, 2007; Hilda Mercedes Morán Quiroz. “Música: transgresión al derecho y al revés”. Agustín
Vaca (coord.). De transgresiones y transgresores. Historia y cultura. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2013,
pp. 164-172.
31  Zoltán Kodály. “The National Importance of the Workers’ Chorus”, 1947, p. 158.

308
Hilda Mercedes Morán Quiroz

Un tercer problema es, por supuesto, la magnitud del trabajo preli-


minar en torno a las canciones de tradición oral tanto propias como ajenas,
incluso sin tomar en cuenta la labor de recopilación y transcripción. Una vez
más, el problema resulta mayor para las culturas de herencia latina –por el
“do fijo” que también dificulta el reconocimiento de patrones melódicos y
armónicos similares, independientemente de la altura específica en que se
expresen– y más aún para Latinoamérica (y tal vez en especial para México),
cuyos programas de formación musical profesional se centran en buena me-
dida en la música germana, con nula o escasa sistematización del conoci-
miento de las músicas “propias”.
Agreguemos a esto que un gran porcentaje de la música popular fa-
vorita de los jóvenes es en inglés. Por si fuera poco, la formación especiali-
zante en pedagogía musical suele reforzar las estructuras musicales de otros
idiomas. De tal suerte, encontramos que, salvo muy honrosas excepciones,
incluso para especialistas en Kodály, las canciones tradicionales mexicanas
“no suenan bien” y optan por canciones traducidas o compuestas, o con-
cluyen que Kodály no puede enseñarse en español y deciden que la clase
de música sea en otro idioma (una situación viable en escuelas bilingües).32
En el mejor de los casos, el repertorio a enseñar se construye a partir de la
localización de canciones que respondan a criterios preestablecidos, en una
secuencia que, en teoría, resulta “lógica”; en ocasiones, esto “obliga” a modi-
ficar parcial o totalmente el ritmo y/o la melodía de las canciones, y a ignorar
por completo otras, calificadas de “inadecuadas”.
Así, por ejemplo, Laura Orozco reconoce que es “de suma importan-
cia proponer una secuencia melódica y rítmica para la enseñanza musical en
México de acuerdo a los principios de Kodály, que sea definida por el propio
material folclórico de nuestro país”, y que “curiosamente” en su análisis de las
canciones mexicanas encontró “un buen número de canciones [que] contie-
nen el intervalo de cuarta justa ascendente, por lo que […] es un factor deter-
minante para incluirlas en la enseñanza musical temprana”.33 Y, sin embargo,

32  Por razones obvias, omito datos personales y de formación de los profesores entrevistados.
33  Laura E. Orozco Ramos. “Un enfoque del método Kodály a la educación musical en México”. Sergio
Eduardo Medina Zacarías y Rodrigo Ruy Arias Ibáñez (comp.). Memorias del III Coloquio Nacional de Música.
Investigación, educación e interpretación de la música. Homenaje a Carlos Prieto. Guadalajara, Jalisco,
México, 2013, p. 140.

309
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

“para definir una secuencia para trabajar melodías”, elige “primero la tercera
menor (so-mi) por ser un intervalo que canta el niño muy pequeño y de ahí
incrementarlo con las siguientes secuencias ssllss-ssllssm-smd-msmd”. Es
decir, toma exactamente la misma secuencia que Orff, haciendo caso omiso
de su propio descubrimiento. Por otro lado, la selección de canciones que
presenta como “el propio material folclórico de nuestro país” consiste en 25
canciones para preescolar y 101 para los tres primeros grados de la escuela
primaria;34 un tercio de las primeras y más de la mitad de las segundas no
pertenecen a la tradición oral de México –son canciones compuestas o de
otros países de habla hispana, o traducidas de otros idiomas y países–, que
no estaría mal si no fueran presentadas como tales.
En cuanto a las canciones que sí son de tradición oral de México, muchas
de ellas están modificadas en función de la secuencia musical que propone. Final-
mente, con su selección de canciones para aprender a tocar flauta dulce a partir
de 2º grado de Primaria, se aleja nuevamente de la propuesta de Kodály para acer-
carse más a la de Orff y a la versión occidental de la de Suzuki –es decir, a la idea
de que es imposible aprender música sin un instrumento musical, e introducién-
dolo antes de un sólido aprendizaje de la lectoescritura (musical, por supuesto).
Otro tanto sucede con la Educación musical en primaria, de César
Tort, a quien nos referimos al principio de este texto, y a quien Laura Orozco
35

misma reconoce como uno de “los intentos más exitosos para diseñar una
secuencia del material folclórico para la enseñanza musical”. Tort toma la
letra de cantos de tradición ora, y cambia la música de manera que corres-
ponda con la secuencia “lógica” para la educación musical –la de Orff, que
complementa con la utilización de un sofisticado instrumental “prehispáni-
co” muy similar al instrumental Orff, y con una propuesta didáctica que va en
sentido contrario a la casi inmejorable de Orff–.36
34  La selección para los tres primeros grados de la escuela primaria se compone de varias listas que resultan
por demás confusas, respondiendo a las “necesidades” de secuencia programática para el ritmo y la melodía
por separado, así como para entonación, juego, interpretación en flauta y audición. Tomo de referencia aquí
sólo la primera de tales listas; en suma, la proporción de canciones tradicionales o folclóricas es menor a 50%.
35  César Tort. Educación musical en el primer año de primaria. Manual del profesor. México: UNAM, 1975;
César Tort. Educación musical en el jardín de niños. México: UNAM, 1978; César Tort. Educación musical
en las primarias. Instructivo para el maestro 2º grado. 2ª ed. México: UNAM, 1984; César Tort. El coro y la
orquesta escolares, Instructivo para el maestro 3º y 4º grados. 2ª ed. México: UNAM, 1988.
36  De ello he hablado detalladamente en Culture, Éducation et pouvoir. Les chansons dans l’éducation
préscolaire au Mexique de 1934 à 1963. Lille: ANRT, 1996, pp. 340-350. Para una comparación general entre
los métodos de Kodály, Orff y Tort, también véase “Música para todos: implicaciones sociales, pedagógi-

310
Hilda Mercedes Morán Quiroz

A pesar de lo anterior, es no sólo deseable sino también posible,


adoptar la propuesta de Kodály a la educación en América Latina, como lo
demuestra, por ejemplo, la experiencia de Chile, con Carlos Miró37 a la ca-
beza del programa de formación de profesores en el Instituto de Música de
la Pontificia Universidad de Valparaíso, así como las asociaciones Kodály
latinoamericanas mencionadas antes, y el creciente interés en su estudio y
aplicación. En cuanto a la recopilación de cantos, tenemos al menos parte
del camino andado prácticamente en todos y cada uno de los países. En Mé-
xico, por ejemplo, son notables por su rigor metodológico y cuidadosa trans-
cripción de la música las colecciones de Vicente T. Mendoza38 y Francisco
Moncada García, 39 así como la pequeña pero valiosa muestra de cantos de
tradición oral de Gabriel Saldívar.40

4. Ventajas
Lo que con frecuencia se argumenta a favor de otros métodos de educación
musical –en especial los de Orff, Suzuki y Dalcroze– es que el niño aprende
jugando, “sin darse cuenta”. Kodály, en cambio, no se plantea el juego explí-
citamente. Sin embargo, sus actividades y contenidos están centrados en el
proceso antes que en el producto, en la colaboración antes que en la com-
petencia, y en el aquí y ahora: tres claras características del juego. Lo que no
sucede es utilizar ese “juego” para manipular o convencer al niño para que
aprenda algo sin darse cuenta sino, por el contrario, aquí se trata de que el
niño esté siempre consciente de lo que hace y aprende.

cas y didácticas”. Contextualizaciones Latinoamericanas. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, núm.


15, 2016 (http://www.revistascientificas.udg.mx/index.php/CL/issue/view/N%C3%BAmero%2015%20
Especial%20Mayo-Junio%202016/showToc).
37  Egresado y luego profesor de la Academia de Música Franz Liszt y del Instituto Pedagógico Zoltán
Kodály durante más de veinte años, ahora de regreso en su natal Chile.
38  Vicente T. Mendoza. Lírica infantil de México. México: El Colegio de México, 1951 [FCE, 1980]; La can-
ción mexicana. México: FCE, 1982.
39  Francisco Moncada García. Juegos infantiles tradicionales. México: Ediciones Framong, 1973.
40  Gabriel Saldívar. Historia de la Música en México. México: Departamento de Bellas Artes de la Secre-
taría de Educación Pública, 1934. Para más referencias bibliográficas y discográficas, así como una clasi-
ficación de cantos tradicionales, consúltese Hilda Mercedes Morán Quiroz. “Intersections: Folk Music Re-
search and (Music) Education”. Jerry-Louis Jaccard e Hilda Mercedes Morán Quiroz. Intersections: Music,
Traditions and Education. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2010 (Col. Estudios del Hombre, núm.
27, serie Antropología), pp. 117-176; Hilda Mercedes Morán Quiroz. “La música como patrimonio cultural:
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nio cultural. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2012, pp. 141-164.

311
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

A ello atienden las técnicas de enseñanza y las “herramientas” teó-


ricas y metodológicas que han acompañado la propuesta de Kodály desde
sus primeras implementaciones en la práctica de la educación generalizada.
De entre ellas, la formulada posteriormente por Peter Erdei como resultado
de su propio aprendizaje dentro de esas primeras experiencias y de su cer-
canía con Kodály a temprana edad, resulta una demostración inequívoca de
la intención de generar conciencia (y no obediencia) en cada momento del
proceso educativo: lo que conocemos como las 3 P’s de Peter Erdei –se-
cuencia didáctica preparación (por imitación), presentación (nombre y repre-
sentación(es) gráfica(s)), práctica (ejecución consciente)– no son más que
un llamado al profesor de música a la conciencia propia y de sus estudian-
tes en relación con cada uno de los elementos que conforman la música, y
de que sean abordados gradualmente aumentando el grado de complejidad
en un proceso que no termina nunca pero que se sitúa siempre en el pre-
sente, partiendo de lo previamente aprendido. De alguna manera, el trabajo
del profesor, cuya principal responsabilidad es “inspirar” –por oposición a
la de dominar y transmitir contenidos específicos–, consiste sobre todo en
lograr que el estudiante continúe su propio proceso de aprendizaje con plena
conciencia.
El concepto de aprendizaje y trabajo en Kodály podría explicarse con
palabras de Maturana acerca de lo que es el juego:

Un niño o una niña […] sabe exactamente lo que está haciendo, pero
lo hace con su ánimo, con su sensibilidad ahí, en el presente, no en
la competencia, no en el resultado. Si nosotros los adultos hacemos
nuestras cosas de esa manera, sin conflicto emocional, sin querer
estar en otra parte fuera de donde estamos ahora haciendo lo que
hacemos, vivimos lo que hacemos en la psiquis del juego, y vivimos
en armonía, sin esfuerzo, aunque quedemos cansados al final de la
tarde de haber hecho nuestro trabajo […]. Esta noción del juego hay
que mirarla en esas dos dimensiones: en las prácticas, en los movi-
mientos o lo que quiera que fuere que es el juego particular como
una configuración de haceres, y la psiquis que quiere vivirse y que

312
Hilda Mercedes Morán Quiroz

realmente uno quiere vivir en todas las cosas que hace a lo largo de
su vida, de modo que surjan con la fluidez y la perfección de no tener
contradicción al hacer lo que se está haciendo porque no se quiere
estar en otra parte, se quiere estar ahí.41

El “estar ahí” de Kodály también podría entenderse actualmente ha-


ciendo referencia a la “conciencia plena” o “mindfulness”, tan de moda en
este momento. Y es que en la actividad musical centrada en la voz y el cuer-
po, que recurre a la memoria sólo como un medio para descubrir, detalle por
detalle, todos sus elementos y las más sutiles posibilidades de interpretación
diferente, con sus consecuentes significados, no queda más que estar ahí
donde uno está, haciendo lo que uno está haciendo. Pero además está el
otro; ese otro, o más bien esos otros que nos acompañan y que son a la vez
colaboradores, cómplices, críticos y guías. Porque la práctica musical para
Kodály, sobre todo en el periodo de formación temprana, requiere al menos
de otros dos: una segunda voz y alguien que escuche. Tanto más en cuanto
que el músico debe desarrollar al mismo tiempo y en la misma medida sus
habilidades y capacidades intelectuales, sensoriales, afectivas-emocionales
y técnicas.42
Así pues, la conciencia no se limita a la conciencia de los elementos
musicales básicos de los cuales nos “apropiamos”, que en otros métodos se
consideran prácticamente los únicos contenidos de la educación musical,
con frecuencia “aprendidos” sin que necesariamente debamos ser conscien-
tes de tal aprendizaje. Para Kodály, además, es fundamental la conciencia del
otro, tanto de ese otro inmediato con quien convivimos, como del otro que se
encuentra más allá de nuestro espacio y/o de nuestro tiempo. Es a ese otro
que debe conducir la educación musical –es decir, a la conciencia del pasa-
do y de lo diverso–. Habiendo partido de la conciencia de lo inmediato, del
reconocimiento del propio yo, se va ampliando paulatinamente ese universo
propio a través del (re)conocimiento de otros sujetos culturales por medio de
su música y los significados específicos de ésta. En este sentido, y partiendo
41  Humberto Maturana. “La educación que emociona”. Conferencia de Humberto Maturana y Ximena Dá-
vila en sesión de apertura de la Cátedra de Pedagogía de la Secretaría de Educación de Bogotá. Bogotá, Uni-
versidad Pedagógica Nacional, 27 de octubre de 2016 (https://www.youtube.com/watch?v=nGelXaLivVM).
42  Zoltán Kodály. “Who is a Good Musician?”, 1953, p. 197.

313
“Método” kodály: sostenibilidad y sustentabilidad

del reconocimiento de sí mismo –que para Giddens es precondición para


asumir la libertad y la responsabilidad que implica la modernidad–,43 Kodály
integra, ampliado, lo que para Savater posibilita la acción ética: el paso del re-
conocimiento del otro, al reconocimiento de sí en el otro, y de sí con el otro.44
De ahí que la propuesta de Zoltán Kodály, a pesar de que él mismo
afirmaba que era sólo para Hungría,45 nos parezca la opción más adecuada
no sólo para una educación musical generalizada y la formación profesional
del músico, sino para ampliarla a las otras artes.
Ciertamente tenemos opciones –es decir, somos libres– en relación
con la conservación o no de la diversidad cultural, con el reconocimiento
implícito en ello de nosotros mismos y de los otros y, por ende, de la acción
ética en relación con el planeta y sus habitantes. En nuestro caso –es decir,
en relación con el patrimonio cultural intangible–, podemos decidir que las
prácticas culturales específicas de cada región, asociadas con un idioma
determinado, han sido olvidadas, y que no vale la pena recuperarlas y con-
servarlas. Podemos decidir, pues, que en realidad lo mejor sería que todos
habláramos un mismo idioma, que en realidad parece ser lo que hemos deci-
dido en relación con la música, desde que aceptamos sin dudar que ésta es
“un lenguaje universal”.
Esperar que sean otros quienes reconozcan y conserven nuestras
culturas –en este caso, nuestras músicas–, no parece ser la acción con más
probabilidades de éxito. Y, sin embargo, es desde “afuera” que llega a noso-
tros el concepto de educación musical de Kodály, cuyo punto de partida es la
convicción de que la diversidad vale la pena, no en sí misma, sino en la medi-
da en que reconocer la igualdad de derechos y de valor intrínseco para todas
las culturas, es dar a cada sujeto la oportunidad de autorreconocimiento y
autovalidación dentro de su propia historia. Esto, a final de cuentas, permi-
tiría iniciar la relación con el otro sin resentimientos ancestrales heredados.
Importa poco, entonces, como sucede con cualquier descubrimiento cientí-
fico que mejore las condiciones de existencia de la humanidad, que la pro-

43  Cfr. Anthony Giddens. Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea.
Barcelona: Península, 1995.
44  Cfr. Fernando Savater. Invitación a la ética. Barcelona: Anagrama, 1982.
45  Zoltán Kodály, entrevistado por Arnold Daniel. Santa Bárbara, California, 1966 (https://www.youtube.
com/watch?v=dow-m3BuuNk).

314
Hilda Mercedes Morán Quiroz

puesta sea “extranjera”. Importa poco también si es un método o no. No lo


es, si nuestra idea de método es la “receta” clara, con contenidos y técnicas
de enseñanza-aprendizaje previamente diseñados y estandarizados. Sí lo es,
en cambio, en el más amplio sentido del término; es un camino claro hacia
un desarrollo integral del individuo con conciencia social.
Es desde el arte, más que desde la ciencia, que se plantean esas in-
cómodas preguntas que permiten, sin embargo, buscar, construir y transitar
por caminos de libertad:

La América española como la España entera


fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?


¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?

Y un cisne negro dijo: “La noche anuncia el día”.


Y uno blanco: “¡La aurora es inmortal! ¡La aurora
es inmortal!” ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!

Rubén Darío46

46  Rubén Darío. Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas. Barcelona: F. Granada y Ca Edi-
tores, 1907, pp. 60-61.

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“Rehabilitación de Chapultepec y Vallarta, cara y mal hecha: vecinos”. El Infor-
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octubre de 2017.
“Se inauguran los eventos de frontón” y “Baile”. El Informador, Guadalajara, 10
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“Sepultan peatonalización de avenida Chapultepec”. El Informador. Guadala-
jara, 26 de marzo de 2013.
“Tapatíos siguen siendo víctimas de motoladrones”. El Informador. Guadala-
jara, 5 de octubre de 2017.
“Tolerancia y diálogo, pide empresario”. El Informador. Guadalajara, 14 de ju-
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“Tras sanciones, bares combaten ruido”. El Informador. Guadalajara, 31 de
julio de 2017.
“Vecinos exigen reconstrucción de la privada Zuno”. El Informador. Guada-
lajara, 6 de abril de 2012.
“Vecinos al rescate de una casa”. El Informador. Guadalajara, 19 de diciembre
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“Vecinos reclaman seguridad”. El Informador. Guadalajara, 3 de agosto 2017.

Entrevistas
Germán. Realizada por Dolores Álvarez. La Primavera, Zapopan, Jalisco, 16
de noviembre de 2017.
Cervantes, Gabriela. Realizada por Ivonne Álvarez Gutiérrez. Parque San Ra-
fael, Guadalajara, Jalisco, 18 de noviembre del 2017.
Coronado Martínez, Luis. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada
por Beatriz Núñez Miranda.
Fajardo, Rogelio. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada por Beatriz
Núñez Miranda.
Fajardo González, Cecilia. El Rosario, Tonalá, noviembre de 2017. Realizada
por Beatriz Núñez Miranda.

365
DE LOS AUTORES

María Dolores Álvarez Contreras. Doctora en Antropología Social por


Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. In-
vestigadora de El Colegio de Jalisco. dolores.alvarez@coljal.edu.mx

Ivonne Álvarez Gutiérrez. Doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de


Jalisco. Profesora de asignatura de la Universidad de Guadalajara, Centro
Universitario de Tonalá. Ivonne.ag@gmail.com

Juan Christopher Alcaraz Padilla. Maestro en Ciencias de la Arquitec-


tura con orientación en Conservación del Patrimonio Edificado, Universidad
de Guadalajara, Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño. ing.arq_
csalcaraz@hotmail.com

Marisabel Almeida Torrens. Master en Rehabilitación del Patrimonio Edifi-


cado por la Universidad de Camagüey. Estudiante de doctorado en Ciencias
Técnicas, Universidad de Camagüey. Instructor adjunto de la Universidad de
Camagüey, Departamento de Arquitectura. marisabel.almeida@reduc.edu.cu

Marcela Sofía Anaya Wittman. Doctora en Humanidades y Artes por la


Universidad Autónoma de Zacatecas. Profesora Investigadora de la Universi-
dad de Guadalajara, Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño, De-
partamento de Teorías e Historias. sofianaya@gmail.com

Eugenia María Azevedo Salomao. Doctora en Arquitectura por la Universi-


dad Nacional Autónoma de México. Profesora Investigadora de la Universi-
dad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Arquitectura, Divi-
sión de Estudios de Posgrado. eazevedosa@yahoo.com.mx

Martín Manuel Checa-Artasu. Doctor en geografía humana por la Universidad


de Barcelona. Profesor Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Iztapalapa, Departamento de Sociología. martinchecaartasu@gmail.com

366
Estrellita García Fernández. Doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de
Jalisco. Profesora Investigadora de la Universidad de Guadalajara, Centro Uni-
versitario de Arte, Arquitectura y Diseño, Departamento de Teorías e Historias.
estrellitagf@prodigy.net.mx

Lourdes de la Paz Gómez Consuegra. Doctora en Ciencias Técnicas por el


Instituto Superior Politécnico “José A. Echeverría” de La Habana. Profesora
Titular de la Universidad de Camagüey, Oficina del Historiador de la ciudad de
Camagüey. lgconsuegra@yahoo.es

Christian Omar Grimaldo Rodríguez. Maestro en Estudios sobre la Región


por El Colegio de Jalisco. Estudiante del doctorado en Ciencias Sociales por
el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Profesor asociado A en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de
Occidente. psiconauta@outlook.com

Hilda Mercedes Morán Quiroz. Doctora en Estudios Romances con espe-


cialización en Estudios Hispanoamericanos por la Universidad Paul Valéry,
Montpellier III. Profesora Investigadora de la Universidad de Guadalajara,
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Departamento de
Sociología. hmmq033@gmail.com

Beatriz Núñez Miranda. Doctora en Antropología Social por Centro de In-


vestigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Investigadora de
El Colegio de Jalisco. beatrizn@coljal.edu.mx

Angélica Peregrina Vázquez. Doctora en Ciencias Sociales por El Co-


legio de Jalisco. Investigadora del Instituto Nacional de Antropología e
Historia. peregrina@megared.net.mx

367
Francisco António Ribeiro da Costa. Doctor en Urban Design por la Uni-
versity of Salford. Profesor de la Universidade de Lisboa, Faculdade de Arqui-
tetura, CIAUD (Centro de investigação em Arquitetura, Urbanismo e Design).
ribeirodacosta1@sapo.pt

Clara Sugeydy Torres Uicab. Maestra en Arquitectura por la Universidad


Autónoma de Yucatán. Estudiante del Programa Interinstitucional de Doc-
torado en Arquitectura, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
arq_touiclara@hotmail.com

Agustín Vaca García. Doctor en Estudios Romances con especialización


en Estudios Hispanoamericanos por la Universidad Paul Valéry, Mont-
pellier III. Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH). agustin.vaca@coljal.edu.mx

368
Sostenibilidad: ¿un extraño a la modernidad?
1era edición, diciembe 2018
ISBN 978-607-547-387-1
La presente obra se terminó de producir en diciembre de 2018
Maestría en Ciencias de la Arquitectura,
Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño.
Benemérita Universidad de Guadalajara.

369
El tema que aquí nos hemos propuesto dilucidar es el de las
relaciones entre el patrimonio cultural, o mejor, los patrimo-
nios culturales y la sostenibilidad. Aunque este vínculo ha te-
nido una realidad concreta e histórica, la razón economicista
sobre la que se fundamentó la modernidad, lo debilitó hasta
el grado de casi relegarlo al olvido.

Sin embargo, hoy día la sostenibilidad ha recuperado un pri-


mer plano que le posibilita poner en tela de juicio la racio-
nalidad extrema de la modernidad, y le permite establecerse
como una condición necesaria para el desenvolvimiento del
conjunto de las actividades humanas en las que se incluyen
la producción y conservación de la cultura, así como la de los
bienes tangibles e intangibles que ella genera.

Es por esto que su empleo como herramienta teórico-meto-


dológica, permite abordar problemas socioculturales, eco-
nómicos, políticos actuales, cuya posible solución se ha evi-
denciado con mayor claridad a partir de su análisis desde la
perspectiva de este concepto.

Este volumen colectivo, que se ubica decididamente en la


perspectiva de la interpenetración de diversas formas de co-
nocimiento, se integra con análisis puntuales del papel que
juega la sostenibilidad en las prácticas culturales, la política,
los avances y recomposiciones de la acción pública en la
que la cuestión territorial ocupa un lugar destacado en esta
problemática.

ISBN 978-607-547-387-1

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