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ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

INAH SEP

DIVISIÓN DE POSGRADOS
POSGRADO EN ANTROPOLOGÍA FÍSICA

ENAH

Propuesta Metodológica para la Identificación de Maltrato Físico Infantil en


Restos Óseos: Consideraciones desde la Antropología Física Forense

ENSAYO
QUE COMO PARTE DE LOS REQUISITOS
PARA OBTENER EL GRADO DE
MAESTRA EN ANTROPOLOGÍA FÍSICA
P R E S E N T A

BÁRBARA LIZBETH GARCÍA BARZOLA

DIRECTORA DE TESIS:
DRA. LOURDES MÁRQUEZ MORFÍN

MÉXICO, D. F. AGOSTO 2012


2

Reconocimiento

La presente investigación se realizó con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y


Tecnología (CONACyT), a través de la beca otorgada dentro del Programa de
Maestría en Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
(ENAH), periodo Agosto 2010 – Julio 2012, y que se llevó a término dentro del plazo
referido.
3

Agradecimientos

A mi familia y amigos

A mis profesores y compañeros

Dedicatoria

A todas las víctimas de maltrato infantil

A ti, que formas parte de la solución…


4

Testimonio

“…ahora pienso: pobre niño, aquel que arrastrando su curtido cuerpo levanta la
mirada con la esperanza del ciego, como quien ruega a la muerte y aplaude los
instantes en que pierde el conocimiento…
Golpes que borran sonrisas, gritos que destruyen esperanzas, desmayado,
escurriendo vida, sobre el piso que le detiene para no llegar más lejos…
…Yo fui él, yo fui ella, una de tantas lágrimas de la sociedad.
Desconociendo las razones de mi penitencia transcurrieron los años, memorias que
eran tan frecuentes como los latidos de un corazón herido que a pesar de todo sigue
en movimiento.
Soportando la ira del que nada teme, la fuerza del que todo tiene, la risa del que
nada siente…
Yo, sobreviví a pesar de inagotables golpizas, de insaciables abusos, recibiendo
infinitas miradas de desprecio, sabiendo que lo que más dolor me causaba era el
desamor de mi familia, el que mi existencia para ellos no fuese más que un estorbo.
Por eso decidí sobrevivir, para contar mi historia, para escapar de la ironía que me
tocó vivir…”
J. D., 30 años.
5

ÍNDICE

RESUMEN………………………………………………………………………….. 8
INTRODUCCIÓN.………………………………………………………………….. 11
Problema de estudio……………………………………………………………… 14
Preguntas de investigación……………………………………………………... 15
Objetivos……………………………………………………………………………. 16
Justificación………………………………………………………………………... 17
1. FENÓMENO DE LA VIOLENCIA: ABORDAJE……………………………... 18
2. VIOLENCIA SOCIAL: NIVEL MACRO……………………………………….. 21
2.1 Contexto sociocultural y económico en México……………………………. 23
3. VIOLENCIA INTRAFAMILIAR: NIVEL MEDIO……………………………… 25
3.1 La familia………………………………………………………………………… 26
4. BINOMIO VÍCTIMA/VICTIMARIO: NIVEL MICRO………………………….. 29
4.1 Aspectos biológicos: el cuerpo como predisponente y receptor de
violencia………………………………………………………………………… 29
4.2 Aspectos psicológicos: los roles……………………………………………… 32
5. MALTRATO INFANTIL: ANTECEDENTES HISTÓRICOS………………… 33
5.1 Arista numérica…………………………………………………………………. 38
5.2 Violencia contra el menor: caracterización………………………………….. 39
5.3 Abuso físico: lesiones………………………………………………………….. 41
6. IMPLEMENTACIÓN DE LA METODOLOGÍA DE ANÁLISIS Y ESTUDIO 43
6.1 Identificación del abuso físico a través del análisis del antropólogo
forense…………………………………………………………………………... 44
6.1.1 Sobre lesiones……………………………………………………………….. 45
6.1.2 Lesiones por maltrato infantil………………………………………………. 46
6.1.2.1 Tegumentos………………………………………………………………… 47
6.1.2.2 Quemaduras……………………………………………………………….. 47
6.1.2.3 Otros tejidos blandos……………………………………………………… 48
6.1.2.4 Sobre huesos, cartílago y periostio……………………………………… 49
6.2 Diagnóstico diferencial: patología y aspectos tafonómicos……………….. 59
7. MALTRATO INFANTIL: MARCO LEGAL E INSTITUCIONES DE
APOYO………………………………………………………………..………….. 64
7.1 Instituciones al servicio………………………………………………………... 64
7.2 Clasificación de lesiones……………………………………………………… 67
7.2.1 Normatividad a nivel Federal y del Distrito Federal……………………… 68
8. ESTUDIO DE CASO……………………………………………………………. 77
9. PROPUESTA METODOLÓGICA PARA EL ABORDAJE DEL
MALTRATO FÍSICO INFANTIL……………………………………………….. 82
9.1 Definición del fenómeno e instrumentación metodológica………………… 83
9.2 Indicadores guía………………………………………………………………... 85
REFLEXIÓN FINAL………………………………………………………………… 89
ANEXOS…………………………………………………………………………….. 99
REFERENCIAS…………………………………………………………………….. 139
6

ANEXOS

I. VIOLENCIA: FACTORES ANATÓMICOS, NEUROHORMONALES Y


GENÉTICOS…………………………………………………………………........ 100
A. Localización anatómica de las emociones…………………………………… 100
B. Evolución de impulsos primarios y comportamientos humanos…………… 102
C. Factores de carácter emocional y su injerencia en desviaciones
patológicas………………………………………………………………………….. 105
II. FRACTURAS: TIPOS, CUADRO CLÍNICO, SECUELAS…………………. 108
A. Criterios en la tipificación de fracturas………………………………………... 108
B. Consideraciones sobre las fracturas en la infancia…………………………. 113
C. Diferencias entre los huesos del infante y del adulto……………………….. 115
1. Diferencias anatómicas………………………………………………………… 115
2. Diferencias fisiológicas…………………………………………………………. 116
3. Diferencias biomecánicas……………………………………………………… 117
D. Manifestaciones clínicas……………………………………………………….. 117
E. Tratamiento de los eventos y secuelas de lesiones óseas………………… 120
1. Aspectos generales de la consolidación……………………………………… 120
2. Consolidación de tejido óseo esponjoso……………………………………… 123
3. Retardo de consolidación y pseudoartrosis………………………………….. 123
4. Osteonecrosis……………………………………………………………………. 125
5. Periostitis traumática……………………………………………………………. 126
III. TIPOS DE VIOLENCIA CONTRA LOS MENORES……………………….. 128
A. Violencia sexual………………………………………………………………… 129
B. Violencia psicológica…………………………………………………………… 130
1. Definición de violencia psicológica……………………………………………. 132
C. Violencia por negligencia, abandono, omisión o deprivación……………… 133
1. Síndrome de Munchausen...…………………………………………………… 134
D. Categorías de violencia en el contexto sociocultural e histórico…..………. 135
E. Otras formas de violencia vinculadas al factor social……………………….. 136
7

MATERIALES GRÁFICOS

Figuras
1 Génesis del maltrato infantil a partir de la violencia social y familiar.….…... 19
2 Eventos ocurridos antes del siglo XX.…………………………………………. 35
3 Eventos ocurridos a partir del siglo XX.……………………………………….. 37
4 Diversas formas de maltrato infantil …………………………………………… 40
5 Esquema de abordaje a partir de la sospecha de MFI………….…………… 43
6 Sistema límbico…………………………………………………………………... 102
7 Alcances de la violencia psicológica…………………………………………… 131
Imágenes
1 Fractura en tallo verde…………………………………………………………... 50
2 Fractura transversa de tibia y fractura por incurvación de fíbula…….…….. 51
3 Fractura torus proximal de húmero izquierdo………………………………… 52
4 Fractura distal de tibia, clasificación de Salter y Harris tipo II (1963)………. 53
5 Fractura lineal parietal…………………………………………………………… 55
6 Osteonecrosis………………………………………..…………………………… 56
7 Pseudoartrosis…………………………………………………………….……… 57
Cuadros
1 Código Penal Federal…………………………………….……………………… 75
2 Código Penal para el Distrito Federal………………………………………….. 76
3 Fracturas ocasionadas por traumatismos directos…………………………… 86
4 Lesiones ocasionadas por inflamación, quemaduras y secuelas…………... 87
5 Clasificación de Salter y Harris (1963)………………………………………… 112
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PROPUESTA METODOLÓGICA PARA LA IDENTIFICACIÓN DE MALTRATO


FÍSICO INFANTIL EN RESTOS ÓSEOS: CONSIDERACIONES DESDE LA
ANTROPOLOGÍA FÍSICA FORENSE

RESUMEN

El maltrato infantil es un fenómeno biopsicosociocultural e histórico, que ha cobrado

relevancia en las últimas décadas porque se hizo evidente como un problema social

más que individual, aunado a la crisis sociocultural (como la pérdida de valores,

derechos y justicia) y demográfica (escasez de recursos y alta demanda de los

mismos, polarización de la riqueza y pobreza, entre otros) donde la tensión al interior

de los grupos humanos genera un aumento en la violencia mundial. Con más

frecuencia se sabe de casos de niños cruelmente maltratados que incluso llegan a

morir víctimas de la extrema violencia. Entender las causas y componentes de este

problema biosocial resulta de vital importancia para encontrar una solución a largo

plazo.

En este contexto, el objetivo de la presente investigación es proponer una

metodología para identificar huellas o lesiones en restos óseos ocasionadas por

abuso físico. En tal sentido, se analiza la frecuencia de huellas y lesiones resultado

del diagnóstico de maltrato físico infantil postmortem, teniendo en cuenta

condicionantes biológicos (herencia y trastornos neurohormonales), psicológicos y

socioculturales (estructura y dinámica familiar, la educación, el trabajo, recursos

económicos, costumbres, entre otros), donde el contexto social en el que se

desenvuelve la familia resulta importante para definir el maltrato hacia los grupos

sociales más vulnerables, en este caso los menores de edad.


9

Es en estos términos que el papel del antropólogo físico forense cobra

importancia, toda vez que los casos a estudiar requieren de un análisis lo más

completo posible, teniendo que considerar no sólo la evidencia material, sino factores

de carácter subjetivo como las emociones, ya que el alcance de este problema no se

reduce al quehacer de los profesionales involucrados de manera individual. El

antropólogo físico forense únicamente posee los restos óseos como testigos

materiales de maltrato, si bien, saber analizarlos abrirá las puertas para recrear los

últimos momentos de aquellas víctimas y de tales abusos, ya que se trata de un

problema que va más allá de las lesiones y que es posible determinar con la

integración de todos los factores antes mencionados.

A través de una extensa revisión documental en correspondencia con la

práctica forense, es que se determinaron las lesiones que con mayor frecuencia se

registran: la localización, el aspecto y la gravedad con que suelen estar presentes en

los menores afectados. Al mismo tiempo, con la revisión del tema, se consideró

pertinente una evaluación y reestructuración de la definición misma de maltrato

infantil; el análisis del material documental permitió sustentar la propuesta

metodológica para el abordaje del problema, haciendo énfasis en la información

obtenida a lo largo de la investigación.

A raíz del análisis crítico del tema, considerando el contexto cultural e histórico

por el que atraviesa México, se arribó a la conclusión de que el maltrato infantil en

todas sus variedades ha sido desestimado en fechas recientes, ya que los problemas

de inseguridad y violencia generados por el crimen organizado han conmocionado a

la sociedad en su totalidad, mientras que la violencia contra los menores no ha


10

disminuido, sin embargo persiste como algo más cotidiano y silente. De igual

manera, van en aumento los factores que ejercen mayor influencia para que se

genere, como la pobreza y la desigualdad social.

Ante la necesidad de contrarrestar el fenómeno de maltrato infantil y la

búsqueda de vías y soluciones factibles, se llevó a cabo el diseño y elaboración de

una propuesta metodológica para su diagnóstico, tras la meta de contribuir al

conocimiento, entendimiento y erradicación del problema.


11

INTRODUCCIÓN

Debido a las dificultades para realizar el diagnóstico de maltrato físico infantil en los

casos de individuos esqueletizados (como se especifica a lo largo del texto), se

consideró necesario elaborar una guía para la búsqueda intencionada de datos que

en su conjunto resultaran patognomónicos del abuso físico en menores de edad. Se

arribó al conocimiento de que el primer indicador de este problema lo constituyen los

datos de distribución de edades a la muerte, confrontadas con las edades de mayor

riesgo biológico para enfermar y morir durante la infancia. Por ello, se hizo constar

que son indispensables los estudios demográficos como referente comparativo; se

resalta, por ejemplo, en investigaciones de género y salud la negligencia hacia las

niñas (Rusell, 2001; Boone, 1984; Broda, 2001; Gonzalbo, 1987; Márquez, 2010;

Milner, 2010; Roig, 1999; Rodríguez, 2004; Sen, 2001).

En este marco, el objetivo principal de la presente investigación se orientó a

construir una metodología con los indicadores básicos de huellas de lesiones en

tejido óseo, que debido a su alta incidencia resultarían elementos clave para la

identificación de abuso físico contra los infantes. Para lograrlo, se llevó a cabo el

estudio de materiales específicos sobre tejido óseo y de los factores que intervienen

en el proceso, haciendo la revisión de un fenómeno tan complejo y dinámico donde

los condicionantes van desde aspectos macrosociales hasta individuales. De ahí el

interés de describir, analizar e interpretar las huellas y lesiones del maltrato infantil

con el propósito de configurar una perspectiva antropofísica forense, mediante el


12

apoyo de herramientas proporcionadas por la Medicina Legal y áreas afines de las

ciencias forenses.1

Con el fin de presentar el estado del arte sobre el tema se realizó una

búsqueda exhaustiva hemerobibliográfica, previa selección de los tópicos principales

de interés antropológico, médico, psicológico y legal, tales como maltrato infantil,

violencia intrafamiliar, violencia social, legislación y estadísticas nacionales,

Histología, Patología, Anatomía, Traumatología y Medicina Legal. Posteriormente, se

llevó a cabo el análisis de los materiales documentales, con la consecuente discusión

y conclusión sobre cada uno de los tópicos. Asimismo, los esquemas presentados de

elaboración propia se incluyeron en orden a las explicaciones requeridas.

El desarrollo de la investigación se realizó partiendo de un modelo sistémico

sobre el maltrato infantil, mismo que lo observa como un problema social, y por tanto

de salud pública. Si bien la familia es el espacio más intimo de relaciones sociales, la

violencia que se ejerce contra los menores responde a ciertos condicionantes

estructurales que tienen clara repercusión en el ámbito social y familiar, donde se

reproduce el ordenamiento social sustentado en asimetrías de poder y violencia.

Consecutivamente, se revisó el nivel medio o contexto social, donde se erige la

familia como eslabón indispensable para la caracterización del problema. Por último,

se accedió al nivel micro o individual, tema central del presente estudio.

1
Por otra parte, conviene señalar que se utilizaron algunos términos no enteramente fieles a la interpretación que
se les da en su ciencia de origen, sino que han sido retomados por la Antropología como analogías de uso más
cotidiano sin dejar de ser literales, tal es el caso de las palabras patología, padecimiento, diagnóstico, examen
clínico, entre otras, que en este documento deberán considerarse como un reflejo de un proceso importante en la
sociedad, conformado por diversos factores que pueden ser abordados desde distintas disciplinas, sin hacer
referencia estricta a su terminología.
13

La metodología propuesta se compone de una redefinición del concepto de

maltrato infantil, con base en la integración y especificación de algunos términos para

la comprensión lo más completa posible del fenómeno en estudio; asimismo, se

provee de una guía con los indicadores de lesiones más frecuentes que caracterizan

el abuso físico en menores, herramienta que puede utilizarse como andamiaje

durante el proceso diagnóstico en los casos de sospecha, que contempla parámetros

tanto de las lesiones como de los diagnósticos alternativos a considerarse en el

análisis.

Sobre lo expuesto, como parte de la reflexión final, se subraya la importancia

que conlleva la aportación interdisciplinaria de profesionales en el tratamiento y la

solución del problema; se hace constar que en el fenómeno incurren factores

procedentes de los tres niveles de violencia (macro, medio y micro) y que de manera

muy reciente ha empezado a dimensionarse la magnitud de un flagelo que demanda

la participación activa, no sólo del personal especializado, sino de la autoridad

competente y de los distintos estratos sociales, esto es, de la sociedad en su

conjunto.
14

Problema de estudio

El maltrato infantil2 es un fenómeno que ha permeado las diferentes épocas y

culturas en todo el mundo.3 Como se verá más adelante, el rol social de los infantes

se ha ido replanteando de tal forma que se han cuestionado y mesurado algunas de

las técnicas educativas practicadas, una vez que los niños alcanzaron la relevancia

suficiente como para figurar en el ámbito legal internacional. No obstante, la compleja

estructura del problema se ha hecho cada vez más resistente y diversificada. En tal

sentido, el análisis crítico del estado del arte sirve para analizar y poner en su lugar

cada elemento que conforma este fenómeno y su evolución en el tiempo, con el fin

de sensibilizar y hacer consciente de este problema a la población en general.

En este orden de ideas, se intenta sistematizar los indicadores que permitan

sospechar la posibilidad del maltrato físico infantil a partir de restos óseos, ya que en

muchas ocasiones el diagnóstico no fue oportuno en vida y la única forma de hacer

evidentes los abusos y vejaciones es a través del análisis esquelético, criterio que

sustenta la propuesta metodológica del presente estudio, haciendo énfasis en los

diferentes estadios evolutivos y localizaciones que serán la clave para su

diagnóstico; por supuesto, sin dejar de lado los factores contextuales en los que se

desarrolla el evento en contra del menor.

2
Proceso biosocial que culmina con el daño a la integridad física, psicológica y moral menoscabando los
derechos de los niños, que en su expresión más grave puede acabar con la vida de un infante, hecho que
cuestiona a la familia y a la sociedad.
3
Desde la antigua Grecia se había concebido a los niños como bienes materiales, siendo una propiedad era
permisible tratarlos a juicio del “dueño” y eso incluía técnicas de castigo hoy día consideradas crueles e
innecesarias. Así se observa que en otras culturas se utilizaba a los menores como ofrendas a los dioses,
teniéndose por honorable esta práctica.
15

Preguntas de investigación

Sobre lo expuesto, tienen lugar las siguientes preguntas de investigación:

 ¿Qué es el maltrato físico infantil?

 ¿Cuáles son sus antecedentes?

 ¿Qué factores intervienen para que ocurra el maltrato físico infantil?

 ¿Cuáles son los indicadores de maltrato físico infantil que se pueden encontrar

en restos óseos de acuerdo con la bibliografía existente?

 ¿Cuáles son sus características: frecuencia, localización, grado de afectación,

entre otras?

 ¿Cuáles son los diagnósticos diferenciales y alteraciones tafonómicas a

considerar?
16

Objetivos
En orden al tema de estudio se plantean los siguientes:

General

 Proponer una metodología para la identificación de huellas de maltrato físico

infantil en restos óseos.

Específicos

 Llevar a cabo una revisión teórica documental sobre el tema.

 Caracterizar la violencia en contra de los menores en todos sus niveles y tipos.

 Caracterizar el maltrato físico infantil.

 Identificar cuáles son y qué características poseen los indicadores más

frecuentes de maltrato físico infantil en tejido óseo.

 Determinar cuáles son los diagnósticos diferenciales y aspectos tafonómicos

durante el estudio de los materiales óseos.


17

Justificación

La presente investigación se fundamenta en la necesidad de identificar a los infantes

que sufren abusos y malos tratos, situaciones de agravio que pasan inadvertidas

porque se omite la búsqueda, así como el registro adecuado de las evidencias que

se requieren para aplicar la justicia.

En tal sentido, se pretende destacar la importancia de un fenómeno que no

pierde vigencia en las distintas sociedades del mundo y que, dadas sus dimensiones,

se considera un problema de salud pública sin soluciones específicas (OMS, 2002),

pues rebasa las alternativas de control y prevención puestas en marcha (Congreso

de la Unión, 2000; Rodríguez Corona, 2004; OMS, 2005). Se trata de un problema

que va más allá de las características descritas en la literatura y que requiere de un

nuevo análisis con las actualizaciones pertinentes, así como la inclusión de distintos

criterios para su análisis y abordaje; es decir, demanda un estudio multidisciplinario e

incluyente.

Desde esta perspectiva, el análisis antropofísico forense hace posible su

estudio en todos los niveles de afectación, mismos que se explican a continuación,

tanto a nivel social (macro), intrafamiliar (medio) e individual (micro). De ahí que la

finalidad de la presente investigación esté orientada a la exigencia de que los niños

merecen protección suficiente ante la problemática planteada, y aun las víctimas

fallecidas merecen justicia sobre la base de un diagnóstico que registre las

verdaderas causas de su muerte.


18

1. FENÓMENO DE LA VIOLENCIA: ABORDAJE

En el primer apartado, para exponer el tema de estudio y facilitar su comprensión

debido a la complejidad que caracteriza este fenómeno, se propone el análisis desde

un enfoque sistémico que lo observa y relaciona a través de tres dimensiones: un

primer nivel macrosocial; un segundo nivel familiar; y como un tercer nivel el

microsocial o individual donde se establece el binomio víctima/victimario. 4 (Fig. 1).

En el segundo apartado se refieren los abusos físicos que derivan de los tres

niveles en los que tiene lugar la violencia. En la tercera y última sección se ofrece la

propuesta metodológica para el abordaje del problema por parte del personal

competente, así como un estudio de caso para su análisis y discusión.

Ahora bien, entender la violencia como una mezcla de factores y detonadores

al interior de un grupo humano, sometido a coerciones sociales y culturales, es

intentar desenredar uno de los problemas que por siglos ha permanecido vigente,

pues se puede decir de él que es inherente a la conducta humana y que, en

cualquiera de sus expresiones, es a su vez la suma de aquellas partes que en cada

individuo tiene diferente porcentaje de composición.

4
Es importante destacar que el maltrato infantil (MI) forma parte de la violencia al interior de las familias
tradicionales y no tradicionales (VIF) debido a que ocurre en el seno de esta agrupación social o en torno a ella;
asimismo, subrayar que en el contexto de la violencia social tienen cabida los dos niveles anteriores, y siendo
ésta más generalizada en todos sentidos se manifiesta en una muy amplia variedad que se constituye en una
acción violenta o contra el natural modo de proceder, violentando a otro ser humano de manera injusta y
perjudicial (Larousse, 2008; UTEHA, 1952; Enciclopedia del Idioma, 1991; Harper Collins, 1992). Aquí conviene
no perder de vista que el rubro social se encuentra en correspondencia directa con algunas expresiones del
maltrato infantil.
19

Fig. 1. Génesis del maltrato infantil a partir de la violencia social y familiar.

Elaboración propia.

En tal medida, los factores que integran la VIF generan en la persona afectada

condicionantes que, posteriormente, hacen de la víctima el victimario que repite el

mismo esquema cambiando de rol, de manera que el desempeño individual habrá de

repercutir en lo colectivo y, por tanto, el fenómeno se inscribe a nivel micro, medio y

macrosocial. Es decir que la complejidad de la violencia radica en que intervienen

diversos condicionantes que de manera dinámica interactúan, algunos de tipo

estructural (desempleo, bajos salarios, extenuantes jornadas laborales, entre otros),

que pueden detonar la violencia en el ámbito familiar (ante la frustración,

sentimientos de desesperanza, presiones económicas). Por ejemplo: ser víctima

directa –como en el caso de maltrato infantil– o indirecta –como ser testigo de

violencia contra la madre– son formas de violencia al interior de los hogares que

pueden gestar la conducta violenta en el hijo y en lo sucesivo atentar contra la

integridad de alguna persona que él observe de menor jerarquía o poder (hermano

menor, abuelo o su novia).


20

Asimismo, otro elemento a destacar en el análisis de la violencia es su

historicidad, tener presente que cada sociedad por medio de sus instituciones ha

legitimado o no a la violencia, lo que permite o impide cuestionar ciertas expresiones

de la violencia.

Desde esta perspectiva, agrupar los factores en conjuntos resulta de utilidad

para explicar mejor el entramado implícito, pues se trata de un proceso dinámico que

no deriva de una estructura estática, dado el constante movimiento, reacomodo,

intensidades y presentaciones de los factores involucrados.

Dicho lo anterior, y a riesgo de simplificar el problema, se ofrece la siguiente

propuesta para nombrar los componentes:

 La parte biológica, donde se encuentran todas aquellas características y


“desajustes” neurohormonales, químicos y genéticos.
 La parte psicológica que se forma con el procesamiento de las vivencias y
capacidades de respuesta anatomo–funcionales de cada individuo.
 El contexto social e histórico que se expresa mediante las relaciones
interpersonales y su condición temporal en las que se desenvuelven los
individuos.
 El componente cultural aunado a las relaciones interpersonales que justifican
o no el actuar de las personas según las normas sociales preexistentes.

Este complejo entramado de dimensiones, como se verá más adelante, admite

construir el concepto de maltrato infantil, entender cómo embonan todos ellos, cómo

se eslabonan y fusionan las piezas del rompecabezas. Analizar el fenómeno implica

definir y clasificar la violencia en contra del otro como una tarea importante, pues a

partir de esta conceptualización se propone dar marcha a un sinfín de intervenciones


21

interdisciplinarias tratando de abarcar el problema para minar su fuerza y

consecuencias que, hoy por hoy, demanda atención prioritaria en todo el mundo.

2. VIOLENCIA SOCIAL: NIVEL MACRO

Sobre lo expuesto, se hace necesario tener clara la definición de violencia, piedra

angular del tema de estudio, misma que basta conocer a través de las más sencillas

interpretaciones: se trata del uso de la fuerza física que es injusta y capaz de ofender

a otro individuo, es una acción con la que se puede obligar o someter a alguien;

coacción moral o intimidatoria hacia una persona, inspirar temor, racional y fundado

desde sufrir un mal inminente y grave en su persona, descendientes, ascendientes

y/o bienes; aplicación de medios violentos para vencer su resistencia, en contra de la

voluntad actuando de manera impetuosa y con fuerza, es decir, se procede contra el

modo regular o la justicia, conlleva una distorsión del sentido o intención para causar

daño (Larousse 2008, UTEHA, 1952; Enciclopedia del Idioma, 1991; Harper Collins,

1992).

La violencia así entendida no se concibe como un sinónimo de agresividad,

toda vez que en la primera existe un razonamiento previo, una intención y una

voluntad para llevarla a cabo; en cambio, la segunda es y ha sido una herramienta

evolutiva para garantizar la supervivencia de las especies a lo largo de su evolución

histórica, se trata de algo natural en los seres vivos (Herrera y Molinar, 2006).

Al investigar sobre el tema, se observa que la violencia tiene como

fundamentación histórica las diversas características anatomo–funcionales


22

(trastornos psiquiátricos y de la conducta), vinculadas a las diferentes esferas del

actuar humano, tales como la cultura, religión y política, por citar algunas (Parizek,

2006). Este fenómeno se ha establecido a través de las diferencias u oposiciones en

los roles sociales, capacidades, responsabilidades, oportunidades y, muy a nuestro

pesar, el valor que se le asigna a cada una las personas, todo ello inmerso en una

política de sexo/género, como describe Herrera y Molinar (2006). Se trata de cómo

se organiza la sociedad o el grupo humano al que se pertenece.

Por otra parte, tales diferencias son transmitidas como estereotipos de

generación en generación mediante la enseñanza de los roles y su aceptación social,

de ahí la educación diferenciada para hombres y mujeres (Espinoza, 2006). En este

marco, se justifica el discurso milenario, la hegemonía masculina teórica y práctica, a

nivel de géneros y en el ámbito individual y colectivo, legitimando la violencia en más

de una forma dentro y fuera del hogar, desde el nacimiento hasta la muerte, a través

de la dualidad y el mito (Russell y Harmes, 2001).5

Sin embargo, la violencia se ha diversificado más allá del género,

constituyéndose en nuevos rostros, por ejemplo hacia la discapacidad y la pobreza.

Los extremos de la vida se han vulnerado, todo comenzó con la imposición de los

hombres adultos fuertes sobre las mujeres débiles, ahora no sólo es contra ellas,

sino de los adultos jóvenes sobre los niños y viejos, del rico sobre el pobre, de los

5
En la dinámica de roles y comportamientos hay una especie de “trato” o acuerdo vetusto, donde el hombre
constituye un orden social pactado con la mujer en un sistema de tipo patriarcal, probablemente a raíz de la
fuerza física (como símbolo de la superioridad masculina) y la sumisión de la mujer al varón a cambio de un
monopolio: el derecho a las emociones, la crianza y los quehaceres domésticos, entre otros “bienes”. Se ejerce
un abuso de poder mantenido por medio de tácticas como la jerarquización de roles, trabajo, arte y cultura,
educación, opinión, política (Herrera y Molinar, 2006).
23

países del primer mundo sobre los poco desarrollados, de los otros hacia usted. La

violencia al día de hoy también se ha globalizado rápidamente (Almeida y Gómez,

2005; Campillo, 2006).

Las relaciones asimétricas de poder/control son el componente que vuelve a la

violencia racional, con intención, y se presentan entre actores cuyo perfil así lo

permite bajo el esquema de los opuestos: fuerza/debilidad, juventud/ancianidad,

adultez/infancia; podría decirse que se basa en la dualidad de las características de

la violencia a ejercer. Disminuir al otro frente a él porque amenaza su rol establecido,

lo convierte en agresor, ésta es una de las razones más importantes para que ocurra

la violencia (Sen, 2001; Sacroisky, 2003).

Lo anterior denota inseguridad, miedo y sugiere una redefinición forzada de su

papel “cómo debería ser yo” ante la sociedad, una sociedad que presiona con los

estándares de actuación de los individuos. La razón de proceder violentamente es

resultado de muchas más complejas interacciones de las distintas esferas que

rodean a un individuo inmerso en dicha problemática, si bien éste es un bosquejo

explicativo bastante accesible del porqué algunas veces los individuos actúan como

lo hacen sin detenerse a pensar en las consecuencias y complicaciones que tendrán

las acciones cometidas.

2.1 Contexto sociocultural y económico en México

Los aspectos sociales, en gran medida determinados por las particularidades del

grupo social al que se pertenece, responden a su composición, dinámica y normas.


24

La cultura como eje rector de esa dinámica, así como del patrimonio y

caracterización individual–colectiva del grupo, respecto de otras agrupaciones, se

ubica dentro del contexto histórico que enmarca las condiciones y su desarrollo a lo

largo del tiempo en relación con otras sociedades y países, de las que dependen los

aspectos económicos y las tensiones de desigualdad que, en términos de pobreza y

aun miseria, afectan a los grupos en los que se ubican todos y cada uno de los

individuos de escasos o nulos recursos.

La historia en nuestro país es claro ejemplo de la confluencia de los factores

mencionados ya que en cada estado, municipio, localidad, delegación o colonia, se

evidencia el amplio margen de pobreza extrema en que viven muchas familias, como

resultado de las políticas y estrategias gubernamentales que han puesto en marcha

los gobiernos encabezados por cúpulas de poder que sólo obedecen a los intereses

de unos cuantos, la élite de México, y que no favorecen en absoluto a la mayoría de

los mexicanos. Políticas como el manejo de los combustibles, la mínima inversión en

educación y cultura, ciencia e investigación, el subsidio asignado a la milicia y

armamento en la lucha contra el crimen organizado, entre otras, son la causa de las

desigualdades que ensanchan el abismo entre unos y otros, abonando la semilla de

la violencia social en cada uno de los subgrupos de nivel medio, es decir las familias.

Aquí cabe subrayar que la complejidad del nivel macro involucra y se yergue

sobre los otros dos niveles, y que el análisis expuesto no pretende agotar las

características que lo determinan, ya que el objetivo principal del presente estudio se

orienta a ofrecer la vía de un diagnóstico individual más que social. De tal forma, se
25

sugiere tomar en cuenta los factores del primer nivel como anotaciones para el

balance final en orden a los casos de estudio.

3. VIOLENCIA INTRAFAMILIAR: NIVEL MEDIO

En el estudio del segundo nivel se debe situar el fenómeno de la violencia como

parte generadora recíproca, es decir, donde la familia puede ser el subgrupo blanco

(víctima) de la violencia macrosocial; o bien, generadora de la misma (desde el nivel

medio producirla hacia el nivel micro individual). Hay que recordar que la violencia no

proviene siempre del exterior al interior de los grupos sociales, pues en algunos

casos la violencia se gesta a partir de ellos, toda vez que los factores componentes

se hallan en ideal medida tanto a nivel individual como subgrupal.

La familia como el espacio de relación más íntimo, satisface una serie de

necesidades básicas indispensables para la sobrevivencia, provee de cuidados y

afectos, pero también representa un espacio de conflicto y desigualdades entre sus

miembros, de ahí que se recurra a una extensa gama de violencias que discurren

bajo dos ejes: el género y la edad, sustentados por prácticas, creencias, situaciones

e instituciones que legitiman o cuestionan la violencia.

En este marco se sustenta el desarrollo del tema: el fenómeno se estudia y

analiza en los tres niveles mencionados, considerando que puede generarse desde

ambas direcciones: de afuera hacia dentro o a la inversa.


26

3.1 La familia

La reflexión histórica sobre la familia permite poner de manifiesto que no hay uno,

sino varios tipos de familia y de organizaciones familiares muy diferentes en el

tiempo y el espacio, con arreglos muy diversos según las sociedades (Valdivia, 2008;

Gonzalbo, 1987).6

La familia, junto con otras instituciones, posee gran peso tocante a la forma de

constituirnos como seres funcionales en la sociedad, constituye la base de la

educación en el microambiente del individuo, y de haber la posibilidad, avanzar por

los peldaños del sistema educativo de su país. Este hecho va de la mano con la

influencia que ejerza el aprendizaje de los valores y principios obtenidos en el

ambiente sociocultural (Sacroisky, 2003). En tal sentido, debemos tomar en cuenta el

proceso y nivel educativo de cada uno de los integrantes de la familia, toda vez que

la formación académica, a la par de la educación familiar, tiene que ver con la

actuación social del individuo, en su conducta mesurada dentro y fuera de la familia,

sin decir que en todos los casos a mayor educación corresponda mejor

comportamiento.7

6
En la actualidad como antaño, la familia es a la vez causa y consecuencia de relaciones culturales y
económicas, manteniendo relaciones múltiples y simultáneas con el grupo social y el Estado. La estructura
familiar se va adecuando al contexto histórico en el cual se desenvuelve, se ven reflejados aspectos culturales
importantes como creencias religiosas, sistema de valores, de comunicación y relaciones, entendimiento de
significados, asignación de roles, entre otros (Campillo 2006); es así como aprendemos a relacionarnos los unos
con los otros, aprendemos a tratar y a ser tratados de una manera determinada.
7
Otro aspecto a considerar es uno de los riesgos al interior de la familia que surge de las relaciones neuróticas: el
ahogo o destrucción de sus miembros por la presión intolerable ante el sufrimiento de las prohibiciones o pérdidas
(carencias económicas, vicios, enfermedades…), ya que la familia es la institución encargada de la transmisión
de una herencia material e inmaterial, cultural, social y simbólica; por ello, es de vital importancia que en el seno
del hogar la violencia no se mimetice para perpetuarse (Colectivo Abierto de Sociología, 1999).
27

En orden a la multiplicidad de dimensiones permeadas por la violencia, tienen

cabida otras situaciones que si bien corresponden a distintos niveles de análisis,

conforman la red explicativa del problema: a nivel del macro ambiente, el carácter

estructural del Estado (desigualdad y exclusión); a nivel grupal (comunidad) y nuclear

(familia), el alcoholismo, el consumo de tóxicos permitidos y prohibidos, ciertas

formas de urbanización, ciertos mensajes de los medios de comunicación social, el

estímulo a estilos de vida donde la agresividad se relaciona con el éxito, la industria

del crimen y ciertas dimensiones de los procesos subjetivos (Herrera y Molinar,

2006).8

Hay que tener en cuenta que la familia, aparte de ser la institución mínima y

básica de la sociedad, encargada de transmitir la educación en términos de

principios, valores y sentimientos, condiciona asimismo el actuar dentro de la cultura

y grupo al que se pertenece, asegurando la ininterrumpida transmisión de los

papeles jerárquicos desde el seno familiar, donde se generan los cimientos de un

futuro individual y colectivo.

Ciertamente, la violencia intrafamiliar es soportada en silencio, legitimándose

con leyes, usos y costumbres, justificándose como una tradición cultural, haciendo

que su expresión más endémica sea el maltrato a la esposa e hijos, de forma

universal en todos los grupos y afinidades biológicas, culturales y de orden

socioeconómico (OMS, 2005). Dos de los factores desencadenantes y cruciales de la

VIF son la edad y el género, características cíclicas y constantes que no es posible

8
Aquí conviene precisar que se mencionan estas circunstancias no en el sentido de causalidad lineal de las
mismas, sino planteándolas como situaciones interactuantes que, desde diferentes niveles de complejidad,
aportan datos insertos en la red explicativa que constituye la violencia en un problema biosocial.
28

evitar, pues son los ejes donde discurren las asimetrías de poder en la familia. De

hecho, constituyen una dinámica de poder/afecto en la cual existen relaciones de

dominación/subordinación, como en los otros tipos de violencia.

En cualquier tipo de relación, por ejemplo hombre/mujer, padres/hijos, o

individuos de diversas generaciones, se establecen asimetrías de poder, de ahí que

en las personas se establezcan posiciones opuestas, desempeñando papeles

antagónicos, un tanto rígidos y creando una dinámica propia, diferente en cada

núcleo (Campillo, 2006; Gilberti, 2005), lo anterior sumado a la adversidad contextual

y la aceptación del discurso hegemónico sobre los roles, hace posible la presencia

de las características necesarias para la interacción de las fuerzas mencionadas que,

al oponerse al interior de la familia, dan lugar a la explosión (Herrera y Molinar, 2006;

Molinar y Herrera, 2009).9

Aquí conviene considerar los datos estadísticos a manera de referencia: según

la Encuesta Nacional sobre Violencia Intrafamiliar (ENVIF, 2003), de cada 100

hogares donde el jefe es hombre, casi 33 presentan algún tipo de violencia. Los

miembros más frecuentemente agresores son el jefe del hogar, 49.5%, y la cónyuge,

44.1%. Las víctimas más comúnmente afectadas son hijas, hijos, 44.9%, y cónyuges,

38.9%.

Las expresiones más frecuentes de maltrato emocional son los gritos y los

enojos mayores; los hogares con presencia de agresiones de tipo emocional

9
Queda de manifiesto el binomio víctima/victimario vinculado con los factores extrínsecos del macroambiente, un
tipo de violencia sobre el que no se abundará por el momento, dejando para más adelante el desarrollo temático y
punto central del problema de estudio en la presente investigación.
29

sufrieron gritos, 86%, y enojos mayores, 41%. Las formas de maltrato que con más

frecuencia se presentan en la violencia física, fueron los golpes con el puño, 42%;

bofetadas, 40% y golpes con objetos, 23% (INEGI, 2003).

4. BINOMIO VÍCTIMA / VICTIMARIO: NIVEL MICRO

La violencia que se ejerce sobre el menor y que proviene de otro individuo se analiza

en este apartado en sus aspectos biopsicológicos, pues es en el asiento orgánico y

de la psique, cuerpo/mente, donde ocurre toda la experiencia del maltrato infantil

interpersonal; es decir, el binomio en la dualidad complementaria de sus elementos

materializa el complejo proceso.

4.1 Aspectos biológicos: el cuerpo como predisponente y receptor de

violencia.

Tanto la estructura cerebral como sus funciones se encuentran bajo el control

armónico de la genética, el soma y su estado natural (salud/enfermedad), y del

ambiente específico (sociocultural e histórico), de ahí que las acciones humanas

resultantes se hallan determinadas por la combinación de todas ellas. De manera

que la conducta, causa y resultado del actuar, es gobernada por la interacción de

factores tan diversos como el pool genético, las experiencias tempranas de la vida,

los daños cerebrales adquiridos durante la gestación y el alumbramiento, modelos de


30

comportamiento aprendidos y un sin número de situaciones contingentes (Parizek,

2006).

Para comprender, orgánicamente, de dónde surge el posible descontrol de

este fenómeno es imprescindible conocer la localización anatómica de las emociones

que derivan en violencia; algunas de las estructuras componentes del sistema

nervioso central se relacionan, directamente, con nuestro objeto de estudio y se

ubican en el llamado sistema límbico.

Dicho sistema tiene un papel esencial en el procesamiento de impulsos que

influyen en la actividad del sistema nervioso, su influencia suprime o aumenta las

expresiones del organismo, interpretadas como conducta emocional, básicamente a

través de dos tipos de vías: la serotoninérgica (dependiente de la serotonina) y la

adrenérgica (dependiente de la norepinefrina) (Guyton y Hall, 2001). De igual forma,

se presume que el sistema límbico puede actuar como eslabón entre el sistema

sensorial, la actividad motivada y la memoria reciente, además de contener los

centros de placer o recompensa y de castigo o aversión, fundamentales para el

reforzamiento de la conducta de los seres vivos (Víctor y Ropper, 2003; Noback,

1980; Guyton y Hall, 2001).

La estructura que se encarga por excelencia del análisis de la información

antes de emitir un comportamiento de tipo agresivo es el neocortex, si bien debe

pasar por la amígdala, pues ésta recibe y procesa información olfatoria, táctil y

gustativa de la corteza temporal; esta estructura es importante por el papel que juega

en el procesamiento de la información que deriva de una situación determinada y


31

sobre la asociación entre un estímulo sensorial y las emociones que pueden

acompañarlo, tales estímulos pueden ser generadores de violencia si son molestos o

irritantes. La estimulación eléctrica del neocortex produce conductas agresivas, lo

cual se ha evidenciado en las convulsiones del lóbulo temporal y/o amígdala.

Cabe señalar que a dichas conexiones se atribuyen las características

conductuales, endócrinas y neurovegetativas de la conducta agresiva; también se

sustenta que la amígdala interviene en la génesis del miedo, incluyendo el miedo

condicionado, aunque se ha demostrado que el miedo es componente fundamental

en la génesis de la agresividad (Guyton, 2002). Respecto de algunas alteraciones en

la producción, secreción, recaptura en las rutas y funciones de las estructuras y los

neurotransmisores antes mencionados –ya sea por exceso o defecto en este

circuito–, se han descrito como síndromes y enfermedades que reflejan datos de

alteración en la conducta de los individuos afectados.

Por otra parte, el asiento del maltrato físico, tema principal de la presente

investigación, es asimismo ese cuerpo que recibe todo estímulo exterior,

repercutiendo en su salud y bienestar, ya sea por los traumatismos infligidos, por las

carencias nutricionales, por las jornadas de trabajo extenuantes, por todas las

condiciones en que se vive el fenómeno. En tal sentido, la capacidad de respuesta

de cada organismo depende de todo cuanto le rodea desde el momento de la

concepción, el cuerpo resistirá lo que le sea posible en relación directa con la

respuesta al estrés psicológico suministrado. Sobra decir que cada individuo es único

y diferente a todos los demás, por lo que sólo es posible el análisis de los eventos

comunes al fenómeno.
32

4.2 Aspectos psicológicos: los roles

En este apartado se consideran las causas y repercusiones que se observan en la

esfera psíquica. Un aspecto a destacar es la manera en que los individuos se

posicionan de sus roles en términos de víctimas o victimarios, indicador

imprescindible para determinar el perfil de unos y otros; ciertamente en muchos

casos la víctima es un agresor potencial que a mediano o largo plazo pasará a

ocupar el rol de opresor, si bien algunos individuos salen avanti a través de la

resiliencia: una serie de mecanismos de defensa psicológicos (Munist, 1998).

En conjunto con los aspectos biológicos, la violencia insta a los individuos a

realizar acciones que revelan el contenido de la psique humana: el cómo una

persona responde a las vejaciones, a los malos tratos, a las carencias, y en qué

medida esto tiene que ver directamente con la educación, o falta de la misma, en

todos sus niveles: emocional y cognitiva, entre otras (Vivas, 2003). De tal suerte que

un individuo, esté o no preparado para interactuar con otras personas, habrá de lidiar

con la problemática –si fuera el caso– en función de sus capacidades nulas o

desarrolladas, enfrentar barreras y ejercer defensas psíquicas que haya o no

generado con el paso del tiempo.

Ante el problema, respecto de los menores, la oportunidad de prepararse para

defenderse del abuso es mínima, ya que todo lo conocido, sus vivencias, derivan de

un clima envuelto en la violencia continua. Sabido es que cada individuo tiene una

forma de reaccionar de conformidad con sus preceptos culturales, normas, creencias

y leyes, si bien su condición de especie le imprime semejanzas con otros individuos


33

tanto físico–fisiológicas como emocionales, de ahí la clasificación de características y

parámetros de análisis.

5. MALTRATO INFANTIL: ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Dentro de todas las variedades de violencia, el interés por el maltrato infantil se ha

hecho evidente como problemática social en las últimas décadas, asimismo el

reconocimiento de los derechos específicos de los niños asociados con su

vulnerabilidad. A diferencia de esta condición actual, en los tiempos antiguos,

Aristóteles ya mencionaba que los niños al igual que los esclavos eran una propiedad

(material) por lo que nada que se les hiciera sería injusto (Loredo, 1994), hecho que

holgaba la conducta de los adultos hacia los menores, se podía darlos y/o

abandonarlos e incluso matarlos sin merecer castigo alguno.

En la Biblia hay un ejemplo en términos de obediencia y sacrificio donde se

narra cómo Abraham entrega a su propio hijo como ofrenda (Génesis 22:2, 9-10);

ciertamente en diversas culturas de la antigüedad los hijos se ofrendaban a las

divinidades (Márquez, 2010). En Esparta, si los niños presentaban malformaciones

se cometía infanticidio, lanzándolos al vacío desde el monte Taigeto, que mide unos

2,410 metros de altura, mientras que en la India, a estos defectos se les consideraba

maleficios demoniacos, por lo que los recién nacidos eran destrozados (Loredo,

1994).

En otros países, los métodos ya no sólo eran aplicados por los propios padres,

sino que empleaban animales para dañar y acabar con los niños, tal es el caso de
34

China, que debido al control de natalidad tan estricto que implementaron, entre otras

políticas, arrojaban al cuarto hijo, que ya no era permitido tenerlo, a los animales

salvajes para que les sirviera de alimento (Loredo, 1994; Russell, 2001). En la Edad

Media una práctica común de los padres era el abandono de sus hijos o la venta de

éstos para hacerlos esclavos (Vacaflor, 2002).

El asesinato no ha sido la única forma de maltrato, también las guerras han

hecho de los infantes víctimas de las circunstancias (Hitler en Alemania, Franco en

España, EUA en Vietnam), así como lo ha sido el empleo de los niños para trabajar

jornadas de más de 16 horas (Loredo, 1994), situación que aún se observa en

algunos países subdesarrollados como México, fenómeno que obedece a la

marginación social y extrema pobreza en que vivían y viven las familias, redes de

explotación como el crimen organizado, conflictos bélicos, negligencia, orfandad,

marginación social, entre otras causas (Loredo, 2001).

Ante estos escenarios, no era posible ignorar por más tiempo las condiciones

que padecían los niños. La información que se tiene registrada data de 1626, cuando

Zacchia planteó este fenómeno como un problema médico–legal resultado de

algunas autopsias de infantes (Villanueva, 2004). Aunque más de dos siglos después

(1860), es Tardieu el primero que se ocupa de estudiar lesiones en cadáveres de

niños que fallecían en circunstancias poco justificadas por enfermedades comunes a

la época, describió lesiones halladas en 32 cuerpos, de los que 19 fueron

consistentes con heridas por fuego y asfixia (Loredo, 1994). A lo largo de 13 años

realizó 202 autopsias de las que concluyó que las lesiones y malos tratos contra los
35

menores eran de índole diversa y causadas con distintos materiales, resultando casi

imposible enunciarlos todos.

Posteriormente, en 1883 se fundó la English Society for the Prevention of

Cruelty to Children, en Liverpool, Inglaterra, y al año siguiente se fundó la London

Society for the Bleedin' Prevention of Cruelty to Children, agrupaciones dedicadas al

estudio de los casos que consideraban resultado del maltrato infantil (Loredo, 1994).

Poco a poco el fenómeno fue tomando forma, despertando conciencias y generando

interés entre los científicos sobre la existencia del problema. Como respuesta, en

1899 se estableció el primer Tribunal de Menores en los Estados Unidos de América;

sin embargo, no fue sino hasta mediados del siglo XX cuando comenzaron a

valorarse los factores que condicionan el bienestar de los niños (Rodríguez, 2004).

(Fig. 2).

Fig. 2. Eventos ocurridos antes del siglo XX. Elaboración propia.

Mientras tanto, continuaron las aportaciones científicas. Besnier (1902),

Parisot y Caussade (1929), realizaban investigaciones por su cuenta (Villanueva,

2004); Caffey (1946) publicó el hallazgo de fracturas múltiples de huesos largos junto
36

con hematoma subdural en seis lactantes, cuyos padres no explicaron de manera

razonable y convincente cómo ocurrió el evento; fue Caffey quien dio inicio a la

descripción de lo que más adelante se conocería como el Síndrome del Niño

Maltratado (Loredo, 1994); por su parte, Silverman (1953) encontró algunos

indicadores al examinar las radiografías de casos de niños con patrones similares y

sustentó el origen traumático de aquellas lesiones; Wooley y Evans (1955)

sostuvieron que eran ocasionadas por traumatismos intencionales (Villanueva, 2004).

En 1959 se aprobó la “Declaración de los Derechos del Niño”, y en 1962,

Kempe en colaboración con Steele, Draegenmuller y Silver, determinaron que estos

datos y características encontradas correspondían a lo que llamaron Síndrome del

Niño Maltratado o Golpeado (Villanueva, 2004). A partir de entonces comenzaron las

investigaciones y la producción de leyes para la defensa, el cuidado, la protección y

promoción de la niñez.

Al respecto, Maroteaux, Fessard, Aron y Lamy, en 1967, describieron lesiones

oftálmicas asociadas, Strauss especificó el Síndrome Metafisiario o de Strauss

(Bonnet, 1980) que consiste en la fractura a nivel de la metáfisis de los huesos

largos. En 1971, Vincent Fontana agregó a la descripción del síndrome la posibilidad

de observar simultáneamente alteraciones emocionales, carencias nutricionales,

negligencia en su atención general, todos estos daños ocasionados por los adultos

encargados de su cuidado (Loredo, 1994). Al pasar de los años se ha enriquecido el

contenido del Síndrome de Strauss, hoy día se dispone de diversas consideraciones

y subclasificaciones, como por ejemplo el subapartado del maltrato a los niños in

utero, conocido como abuso y negligencia fetal (Loredo, 1994). (Fig. 3).
37

Desde esta óptica, los niños son y han sido a través de la historia, ante su

vulnerabilidad, la figura más débil de la institución social llamada familia. Indagar

sobre las raíces de esta problemática es una labor ardua que requiere de objetividad;

los profesionales de diversas ramas del saber han tratado de comprender, regular y

definir lo que debe considerarse dentro del concepto de maltrato infantil (Loredo,

1994 y 2001).

Fig. 3. Eventos ocurridos a partir del siglo XX. Elaboración propia.

Los médicos se han ocupado de identificar los signos y síntomas clínicos que

presenta su paciente para considerarlo víctima de maltrato; los abogados en

conjunción con los órganos legislativos se han encargado de reglamentar, describir y

conceptualizar el problema, a fin de establecer y aplicar medidas preventivas,

derechos de las víctimas y castigos a las personas involucradas en el maltrato de un

menor. Por su parte, la Antropología Física ha descrito los cambios corporales y


38

osteológicos en esta etapa de la vida, así como la caracterización e identificación del

binomio víctima/victimario y el análisis del contexto en que se desarrolla.

5.1 Arista numérica

Cuando se revisan las investigaciones estadísticas sobre violencia, se hace evidente

la diversidad de sentidos. Por ejemplo, según el reporte de la UNICEF (2011), los

adolescentes experimentan múltiples formas de violencia, por ejemplo: maltrato físico

y/o sexual, bullying, participación en bandas violentas y el reclutamiento en fuerzas o

grupos armados. Los adolescentes son más vulnerables al bullying; mientras que los

niños y niñas más jóvenes son proclives al maltrato físico; los varones corren un

riesgo mayor de padecer violencia física y armada, las mujeres de ser víctimas del

abandono, maltrato sexual y explotación.

Los adolescentes con discapacidad incurren en un riesgo mayor de sufrir

maltrato físico, sexual y psicológico debido a su aislamiento y condición. De acuerdo

con la OMS (2011) en su reporte sobre enfermedades y lesiones por sexo y edad, en

México de 37,537 casos registrados, los menores en edades comprendidas de 0 a 14

años, sufren lesiones intencionales ocasionadas por terceros en un 0.6%, las

muertes por violencia presentan una tasa de 0.4%, siendo el doble que las muertes

autoinfligidas, de las que ambos sexos presentan 50%, respectivamente.

Ahora bien, de estas cifras hay que considerar dos aspectos: el primero, es

que la violencia en contra de los menores calificada como un fenómeno de MI, no

requiere de dividir o especificar las causas pues todas fueron intencionales; el


39

segundo, es que debido a la dificultad en el diagnóstico para determinar las causas

de muerte, algunos casos pueden haber sido registrados en otras categorías.

5.2 Violencia contra el menor: caracterización

A través de la revisión bibliográfica realizada, es posible acercarse a una definición

que incorpore la mayor parte de las características y componentes de este

fenómeno, pues el maltrato infantil también conocido como Síndrome del Niño

Maltratado (SNM), se ha convertido en un problema de salud pública mundial (OMS,

2000). Cabe subrayar que este fenómeno no sólo afecta in vivo, sino que además

está sujeto a interpretación y demostración postmortem.

Se han elaborado diversas conceptualizaciones y definiciones que

caracterizan y delimitan el suceso, a continuación se transcribe la propuesta por

Eduardo Primero Rivas, en 1992, que proporciona una vista panorámica del

fenómeno y llena ciertos vacíos interdisciplinarios que se habían tenido olvidados por

largo tiempo:

“…el maltrato a los niños es una enfermedad social, internacional, presente en


todos los sectores y clases sociales; producida por factores multicausales,
interactuantes y de diversas intensidades y tiempos que afectan el desarrollo
armónico, íntegro y adecuado de un menor, comprometiendo su educación, y
consecuentemente su desenvolvimiento escolar con disturbios que ponen en
riesgo su sociabilización y, por lo tanto, su conformación personal y
posteriormente social y profesional” (Loredo, 1994).

No obstante las dificultades encontradas en el camino, uno de los grandes

avances alcanzados en el estudio de esta problemática social, consiste en poder


40

precisar las diversas categorías en las que se puede tipificar la agresión a un menor,

lo que significa, nombrar de manera específica algunos aspectos sólo mencionados

en definiciones precedentes. En general, de acuerdo con Loredo (1994), se

considera que este fenómeno puede dividirse en cuatro grandes grupos que abarcan

casi todas las formas de violencia contra los menores. Al respecto, el autor sustenta

la siguiente clasificación:

I. Agresión física: lesiones por traumatismos y quemaduras


II. Abuso sexual: violación, incesto, manipulación de genitales y fomento de la
prostitución y pornografía.
III. Deprivación emocional, negligencias y omisiones.
IV. Formas poco comunes: Síndrome de Munchausen en niños, abuso fetal,
abuso infantil de tipo ritual o religioso, niños de la guerra, niños en la calle y
de la calle.

Fig. 4. Diversas formas de maltrato infantil. Elaboración propia.

Existen otros tipos de maltrato que atentan contra la integridad física y

psicológica como la ejercida sobre migrantes y los menores trabajadores, en


41

términos de hostigamiento (bullying), alienación parental, tráfico de infantes y venta

de órganos. Es importante señalar que todas las categorías mencionadas no son

mutuamente excluyentes, por lo que un mismo individuo puede ser víctima, de

manera simultánea, en más de una forma de agresión.10 (Fig. 4).

5.3 Abuso físico: lesiones

La práctica del maltrato infantil es en sí mismo un estilo de vida para muchas

familias, un hábito que se hereda y se transmite como una forma de socialización al

interior de los subgrupos. Dicho estilo de vida refleja los patrones jerárquicos de

poder en las relaciones humanas intrafamiliares en nuestro país y, en la medida que

trasciende, podría decirse que se trata de un problema social más que individual

(Campillo, 2006; Gómez, 2007; Loredo, 2001).

Si bien en las instituciones educativas como en los medios de comunicación

social al alcance de la población en la actualidad se condenan los métodos

correctivos violentos; por parte de los padres, o responsables de la crianza de

menores, este tipo de prácticas continúa vigente en la población. La violencia física

representa hoy día, una de las causas principales de la morbi–mortalidad general,

especialmente en niños y adolescentes de ambos sexos (Gómez, 2007); sin

embargo, los abusos que padecen niños mayores son poco denunciados porque el

comportamiento adolescente se califica de “irreverente”, justificando las acciones en

10
Cabe resaltar que el interés de esta exposición radica en el análisis crítico del abuso físico, de ahí que en el
presente apartado se omita el desarrollo temático sobre las otras formas de maltrato, baste recordar lo ya descrito
como parte del fenómeno para un análisis completo de este proceso social. Tocante a las otras formas de
maltrato se ofrece información complementaria en el Anexo III.
42

su contra. La fuerza física se utiliza cuando otros métodos disciplinarios se

consideran ineficientes, por ejemplo conversar o llamar la atención, si es que con

anterioridad se pusieron en práctica; una de las razones principales para golpear a

un niño es “darle una lección", para hacerle cambiar cierto comportamiento, o bien

para dominarlo y controlarlo. La violencia doméstica y por lo tanto el maltrato infantil,

aunque pueda no ocurrir con fines educativos, se convierte en un hábito social y

cultural aceptado (Suárez y Menkes, 2006; Roig, 1999; Pérez, 2004).

Ligado a lo anterior, se han clasificado diversos perfiles de maltratadores,

tanto a nivel individual como de grupo y, en consecuencia, dentro de una familia

donde ocurre el maltrato se ha identificado que las víctimas, la mayoría de las veces,

presentan algún déficit físico, biológico o psicológico predisponente, que resaltan las

diferencias entre los integrantes. Otra de las causas asociadas al maltrato de un

menor puede ser un embarazo no deseado o planeado, falta de apego al hijo,

problemas económicos o en la relación de pareja, ser hijo de otro compañero

sentimental de la madre, entre otros. Por su parte, el victimario suele tener

antecedentes de maltrato, por tanto, carece de seguridad para desarrollar sus

capacidades al máximo en lo afectivo y en lo personal. En relación con la madre,

encargada principal de los cuidados al menor, algunos estudios reportan que es la

que maltrata más al menor, por el estrés que genera esta ardua tarea, además de

ser la que pasa más tiempo con él, y en la que recae la responsabilidad del menor. A

esta serie de condicionantes se suman circunstancias como educación deficiente,

depresión, maltrato e inexpresividad emocional (Herrera y Molinar, 2006).


43

6. IMPLEMENTACIÓN DE LA METODOLOGÍA DE ANÁLISIS Y ESTUDIO

Los lineamientos que se proponen tienen por objeto facilitar la detección de los casos

de maltrato físico infantil, siguiendo una serie de observaciones producto de la

elevada frecuencia que registran ciertos indicadores en el curso del fenómeno. Punto

inicial de esta guía es que la atención debe centrarse en cualquiera que sea la

sospecha de malos tratos, por lo general evidente dada la presencia de lesiones y

cicatrices en diferentes estadios evolutivos en el cuerpo de la víctima y, en otros

casos, por los cambios de actitud del infante, mala higiene, desnutrición, talla baja,

pobre rendimiento escolar, por citar algunos; además de la discordancia entre la

revisión clínica y el relato del informante (Loredo, 2001). Por lo que el abordaje de los

casos en un primer momento depende de la observación de factores biológicos;

posteriormente, casi en forma paralela, procede el estudio de los factores

psicológicos del menor, así como de los factores sociales, culturales e históricos que

conforman el fenómeno. (Fig. 5).

.
Fig. 5. Esquema de abordaje a partir de la sospecha de MFI. Elaboración propia.
44

6.1 Identificación del abuso físico a través del análisis del antropólogo forense

Las víctimas que no sobreviven a este proceso de violencia, generalmente al fallecer

no queda resuelto el caso, siendo frecuente que ni siquiera se hubiese instaurado un

procedimiento jurídico y una apropiada investigación; en otros casos, la muerte sólo

llega al punto de enterrar a la víctima en cualquier lugar, con el anonimato de su

existencia y la desaparición del testigo más importante: el menor finado. Sin

embargo, no todo está perdido, aún es posible rescatar la evidencia que queda

sepultada bajo el peso de la burocracia y el desinterés de los grupos e individuos

involucrados. En tal sentido, resulta inminente el quehacer del antropólogo físico

forense, quien deberá entrelazar los hallazgos de los materiales de estudio (restos

óseos) procedentes de las víctimas, a fin de reconstruir la vida de un ser humano que

sufrió un proceso de múltiples expresiones de violencia por parte de sus victimarios.

Como ya se mencionó, el abuso físico es la forma más evidente y llamativa de

maltrato, por ello se ha descrito de manera extensa y en principio desde una

perspectiva médica; se ha resaltado que en cada situación de este tipo existe entre el

victimario y la víctima un gradiente de poder/jerarquía y cierta intencionalidad

(Herrera y Molinar, 2006), éste es un indicador que debe considerarse para poder

reconocerlo e incluirlo como uno de los diagnósticos diferenciales a determinar.

La sospecha se instala ante la discrepancia entre lo que se observa y lo que

se evidencia en el niño/cadáver/restos óseos así como la versión y circunstancias

que refieren los padres o cuidadores sobre la muerte del menor. Una vez que se

sustenta la sospecha a raíz de la exploración física del cuerpo o materiales óseos, es


45

factible encaminar la búsqueda específica de traumatismos contusos, cortantes,

cortocontundentes, quemaduras, luxaciones, fisuras y fracturas, hemorragias, entre

los más comunes (Bonnet, 1980).

6.1.1 Sobre lesiones

Debido a que las lesiones ocasionadas por abuso físico pueden ser muy diversas,

para efectos de su estudio se dividieron en dos rubros: las que competen únicamente

a los tejidos blandos (piel, tejido subcutáneo, músculos y los diferentes órganos que

conforman la economía del cuerpo humano); y las que implican únicamente los

tejidos de sostén o duros (huesos y cartílagos), susceptibles de observar, estudiar y

analizar mediante la selección de técnicas y procedimientos.

En el caso de las lesiones que afectan tejidos blandos debe tomarse en

cuenta que si bien son las más frecuentes, su duración (tiempo en que es posible

documentarlas) es limitado, pues están sujetas a dos procesos: la curación y

reparación de los tejidos (en el caso de víctimas vivas) y a la descomposición y

degradación postmortem.

Como consecuencia de lo anterior la segunda categoría cobra importancia, ya

que la primera referente a los tejidos blandos no facilita el diagnóstico, pues se van

extinguiendo las evidencias para sustentarlo; en cambio, las lesiones que afectan los

tejidos duros experimentan, si hubo suficiente tiempo, un proceso de reparación en el

tejido que perdura dejando marcas características (después del traumatismo) durante

el periodo antemortem y perimortem. Los huesos son un material de estudio que


46

permite su examen mucho tiempo después del evento de violencia en contra del

menor, y esto constituye una ventaja, si bien es necesaria la evidencia de traumas y

lesiones en el tejido óseo, condición indispensable en el caso de la violencia física.

En el presente trabajo, por razones obvias del campo de estudio, únicamente

se analiza el segundo tipo de afectación, toda vez que el antropólogo físico forense

es el experto en dicho tejido.11

6.1.2 Lesiones por maltrato infantil

A continuación se mencionan las lesiones que con mayor frecuencia se detectan en

las víctimas de abuso físico, poniendo énfasis en las que involucran los tejidos

óseos, pues constituyen la propuesta diagnóstica, y piedra angular, de la presente

investigación.12

11
Con el afán de clarificar un poco más los aspectos descritos se recomienda, además del breve
resumen presentado a continuación, la revisión de algunos textos especializados en la descripción de
las lesiones desde el abordaje clínico–médico, legal y antropológico, donde se hallan extensas y
específicas descripciones sobre órganos y tejidos blandos afectados, así como las repercusiones a
largo plazo de las heridas, cabe enfatizar que existen tantas lesiones y características de las mismas
como creatividad por parte de los perpetradores.
12
Ya que posteriormente se desarrolla el apartado de diagnósticos diferenciales y aspectos
tafonómicos, conviene sólo recordar ciertas condiciones médicas y sociales que pueden presentar un
cuadro clínico similar a lo observado en casos verdaderos de maltrato físico infantil, tales como
accidentes, estrategia disciplinar y/o acción educativa excesiva (igualmente reprochable), usos y
costumbres en la comunidad, credos religiosos o no, alguna enfermedad del menor que favorezca
lesiones similares, además del nivel socioeconómico y contexto histórico–cultural del individuo
afectado.
47

6.1.2.1 Tegumentos

Las lesiones de piel y mucosas son las más frecuentes y fácilmente reconocibles,

suelen ser una ventana a lesiones más profundas, por ello es importante poner

especial atención en los hematomas, equimosis, laceraciones y heridas aunque

parezcan superficiales. Dichas lesiones son más frecuentes en los muslos, zonas

laterales de la cara, orejas y cuello, genitales y glúteos (Behrman, 2001; Bonnet,

1980; Knight 1999; Loredo, 1994, 2001; Patitó, 2000; Rodríguez, 2004; Tierney,

2006; Villanueva, 2004).

Asimismo, es posible identificar huellas en patrón de manos, dedos, arcadas

dentarias, cables, hebillas, planchas, perchas, dientes de tenedores, entre otros

indicadores (Bonnet, 1980). Respecto de las mordeduras humanas, dependiendo de

la zona afectada, pueden alcanzar a lesionar hueso, si no se reconocen dichas

lesiones hay el riesgo de pasarlas inadvertidas. En cuanto a la alopecia traumática

en su caso extremo, con una suave presión es posible observar hemorragia o un

hematoma que se produce por tironeo (Behrman, 2001).

6.1.2.2 Quemaduras

Estas lesiones se hallan en zonas de castigo, de manera más frecuente en orejas,

mejillas, hombros, brazos, palmas de las manos, de pies (simétricas), glúteos,

genitales, mucosa bucal o lengua, reconocibles por la forma de cigarrillos, plancha,

estufa, nivel de agua o aceite hirviendo, estas últimas pueden encontrarse en la

región del pañal con los glúteos en casquete, en calcetín o guante, con bordes
48

nítidos y precisos, de profundidad homogénea, de 1° y 2° grados, incluso de 3º, a

menudo bilaterales. En el caso de las quemaduras será posible apreciarlas en el

esqueleto únicamente si éstas fueron de tal gravedad que involucraron además de

los tejidos blandos el hueso, de tal forma que sólo pueden observarse las de 3º y 4º

grado o carbonización (Bonnet, 1980; Patitó, 2000; Villanueva, 2004).

6.1.2.3 Otros tejidos blandos

En cuanto a los tejidos blandos de órganos especializados e internos se pueden

mencionar las lesiones viscerales encefálicas, órganos de los sentidos, torácicas y

abdominales, tales como catarata traumática, ceguera y sordera parcial o total,

desprendimiento de retina, hematoma pericárdico, duodenal intramural, pseudoquiste

traumático, ruptura gástrica, duodenal, yeyunal, ileal o cólica, hemotórax y

neumotórax, desgarro hepático, ruptura esplénica y por supuesto lesiones en el

sistema nervioso central como edema cerebral concomitante con alteraciones de la

conciencia, convulsiones, hematoma subdural sin fractura de cráneo asociada,

hematoma epidural, hemorragia intraventricular, coma y secuela de atrofia cerebral

(Bonnet, 1980; Knight, 1999; Lencioni, 2008; Loredo, 1994, 2001; Patitó, 2000;

Tierney, 2006; Villanueva 2004). Todas estas lesiones dependientes de la severidad

con que se halla maltratado al menor.


49

6.1.2.4 Sobre huesos, cartílago y periostio

Ahora bien, en el caso del tejido óseo, materia del antropólogo físico forense, las

lesiones clave para el diagnóstico durante el análisis son básicamente las fracturas y

trastornos debidos a fallas en el proceso de consolidación y sus secuelas:

osteonecrosis (necrosis avascular), infecciones, y periostitis como indicador de

trauma diverso y repetitivo (Kumar, 2000).13

Por otra parte, las fracturas que en la infancia se registran con mayor

frecuencia son producto de las características del tejido óseo en la temprana edad.

Los huesos aún no se encuentran osificados por completo y contienen todavía el

componente cartilaginoso en sus epífisis proximales y distales (Behrman, 2001;

Kumar, 2000), otra característica es su mayor capacidad de reparación ósea que en

los estadios posteriores o de madurez.

Las lesiones óseas (fracturas) obedecen a diferentes mecanismos, cada

sujeto posee factores diversos que terminan influyendo de manera diferente en el

proceso de consolidación; sin embargo, a través de los años y producto de muchas

investigaciones se ha recabado, a manera de consenso, que el criterio diagnóstico

esencial es la presencia de fracturas múltiples en distintos estadios evolutivos, a

partir de ahí es que se deben considerar las siguientes fracturas que con mayor

frecuencia se reportan en los casos de niños maltratados (Behrman, 2001; Dandy,

2011; Knight, 1999; Patitó, 2000; Santin, 2005; Tierney, 2006; Villanueva, 2004).

13
Lesiones cuyas características y procesos específicos se abordan ampliamente en el Anexo II del presente
documento.
50

Las primeras fracturas que se revisarán son las de los huesos tubulares, y de

ellas la de tallo verde, llamadas así porque asemejan la rotura de un tallo vegetal

verde, en el que se rompe la corteza verde de un lado y el núcleo leñoso, quedando

íntegra la corteza verde en el otro lado (Imagen 1).

Imagen 1. Fractura en tallo verde.

Fuente: The bioarchaeology of children. Perspectives from Biological and Forensic Anthropology
(Lewis, 2007).

Este tipo de fractura responde a una inflexión en un solo sentido de los huesos

largos, por mucho que aumente la fuerza, sólo con una inflexión en dirección

contraria se podría completar la ruptura del hueso en dos partes, este tipo de lesión

se localiza en los huesos largos de las extremidades (Behrman, 2001; Bonnet, 1980,

Dandy, 2011; 2008; Knight 1999; Komar, 2008; Loredo, 1994 y 2001; Patitó, 2000;

Rodríguez, 2004; Tierney, 2006; Villanueva, 2004).

Tocante a las fracturas por incurvación, se trata de una deformidad diafisaria

sin presentar algún trazo de fractura. Su localización típica es en el radio, el cúbito y


51

el peroné. Su mecanismo es por inflexión creando una deformidad elástica primero y

luego plástica, puesto que se trata en realidad de un deslizamiento a nivel osteonal.

Imagen 2. Fractura trasversa de tibia y fractura por incurvación de fíbula.

Fuente: Forensic aspects of paediatric fractures. Differentiating accidental trauma from child abuse
(Bilo et al, 2010).

El mecanismo productor suele ser directo sobre el hueso afectado en el caso

del peroné o bien indirecto por una caída sobre la palma de la mano en el antebrazo.

En ambos casos actúa con baja energía traumática y obrando de forma lenta. Con

frecuencia puede observarse la fractura completa del hueso paralelo (incurvación del

peroné y fractura de la tibia, incurvación del cúbito y fractura del radio); se caracteriza

por presentar escaso dolor e impotencia funcional si no existe fractura asociada

(Behrman, 2001; Bonnet, 1980, Dandy, 2011, 2008; Knight, 1999; Komar, 2008;

Loredo, 1994, 2001; Patitó, 2000; Rodríguez, 2004; Tierney, 2006; Villanueva, 2004)

(Imagen 2).
52

Por otra parte, las fracturas en rodete (torus o caña de bambú) toman su

nombre por la forma del relieve en la cortical a nivel del foco de fractura. Su

localización predilecta es la unión metafiso–diafisaria del tercio distal del radio y con

menor frecuencia la porción proximal del húmero (Imagen 3).

Imagen 3. Fractura torus proximal de húmero izquierdo.

Fuente: Forensic aspects of paediatric fractures. Differentiating accidental trauma from child abuse
(Bilo et al, 2010).

El mecanismo de producción es una compresión axial sobre el hueso. No

existirá deformidad ostensible puesto que no hay desplazamiento entre los

fragmentos (Behrman, 2001; Bonnet, 1980, Dandy, 2011, 2008; Knight 1999; Komar,

2008; Loredo, 1994, 2001; Patitó, 2000; Rodríguez, 2004; Tierney, 2006; Villanueva,

2004).

Por último, las fracturas a nivel de la epífisis, llamadas epifisiolisis, son

fracturas a través del débil cartílago de crecimiento o placa fisaria y se localizan con

mayor frecuencia en el extremo distal del radio y la tibia (Behrman, 2001; Bonnet,
53

1980, Dandy, 2011, 2008; Knight, 1999; Komar, 2008; Loredo, 1994 y 2001; Patitó,

2000; Rodríguez, 2004; Tierney, 2006; Villanueva, 2004) (Imagen 4).

Este tipo de fracturas se dividen en grados según su gravedad y de

conformidad con la clasificación de Salter y Harris (1963), que van de I a V (Tierney,

2006), todas ellas es posible encontrarlas en las extremidades, siendo las más

frecuentes las diafisiarias y las metafisiarias, incluso pueden observarse

desprendimientos subperiósticos por hemorragia subperióstica. Si el análisis ocurre

ya habiendo transcurrido un poco de tiempo, es probable encontrar formación de

hueso nuevo subperióstico a partir de los siete a 10 días en forma de calcificación

lineal. De hecho pueden haber lesiones más complejas como la fractura–luxación

con desplazamiento epifisiario y, como secuela, puede evidenciarse acortamiento de

miembros, deformación y desviación de extremidades (Dandy, 2011; Tierney, 2006).

Imagen 4. Fractura distal de tibia, clasificación de Salter y Harris tipo II (1963).

Fuente: Forensic aspects of paediatric fractures. Differentiating accidental trauma from child abuse
(Bilo et al, 2010).
54

En lo referente a las fracturas de huesos planos, se consolidan rápidamente a

causa de su abundante vascularización, aportada en gran parte por las numerosas

inserciones musculares; sin embargo, se vuelven delicadas dependiendo de su

localización y los órganos que peligran, toda vez que este tipo de hueso se localiza

en las cavidades, por lo que protege órganos vitales (Moore, 2003).

En el caso de los cartílagos y huesos nasales se ha descrito la “nariz de

boxeador” como resultado de traumatismos únicos o de repetición; lisis del tabique y

subtabique nasal, la punta de la nariz se encuentra aplastada y recubre un orificio

crateriforme (Bonnet, 1980).

Por lo que se refiere al cráneo, si bien una caída accidental puede producir

una fractura en alguna de sus áreas, es sospechoso cuando las fractura son

múltiples, bilaterales, cruzando las suturas, a veces conminutas, con enostosis;

asociadas o no a hematomas subdurales o hemorragias retinianas, y las lesiones no

son compatibles con el mecanismo propuesto por los padres o cuidadores

responsables del menor. Además, puede haber huellas de hematoma periorbitario y

fracturas del macizo facial (Imagen 5).

Entre los traumatismos de cráneo cerrado se incluye el síndrome del “bebé

sacudido” (shaken baby): lactantes sacudidos violentamente en sentido

anteroposterior. Esto provoca desplazamiento de la masa encefálica y produce

microhemorragias cerebrales y retinianas, hematomas por desaceleración brusca,

que se expresa como somnolencia, sopor, irritabilidad y hasta el coma. Puede

asociarse con fractura de costillas. Los arcos costales pueden tener fracturas
55

múltiples y adyacentes, siendo más frecuentes en la región lateral o posterior

(Loredo, 1994; Knight, 1999).

Imagen 5. Fractura lineal parietal.

Fuente: Forensic aspects of paediatric fractures. Differentiating accidental trauma from child abuse
(Bilo et al, 2010).

Ahora bien, en lo concerniente a los procesos de restauración defectuosos se

pueden evidenciar datos de osteonecrosis, es decir un infarto óseo y medular que

afecta la cavidad medular de la metáfisis o la diáfisis y la región subcondral de las

epífisis, resultado de isquemia de la región por sección mecánica de los vasos por

fractura, corticoesteroides, trombosis o embolia en el síndrome de descompresión,

lesiones vasculares, aumento de la presión intraósea con compresión vascular e

hipertensión venosa. Si bien existe una variedad de causas, la más frecuente se

debe a fracturas por traumatismos; en el caso de la necrosis moteada se ve afectado

el hueso esponjoso y la médula, no así la cortical porque las colaterales mantienen

su riego sanguíneo (Dandy, 2011; Kumar, 2000) (Imagen 6).


56

En el caso de los infartos subcondrales, se necrosa un fragmento triangular o

cuneiforme de tejido cuya base está formada por la placa ósea subcondral, y su

vértice corresponde al centro de la epífisis. El hueso muerto, se reconoce por sus

lagunas vacías, rodeado de adipocitos necróticos que a menudo se rompen y liberan

sus ácidos grasos; éstos al combinarse con calcio forman jabones cálcicos que

pueden persistir toda la vida y evidenciarse postmortem (Kumar, 2000).

Imagen 6. Osteonecrosis.

Fuente: Forensic aspects of paediatric fractures differentiating accidental trauma from child abuse
(Bilo et al, 2010).

Dentro de una amplia y variada gama se ubican los indicadores descritos y

otros consecuentes con el retardo en la consolidación ósea y la pseudoartrosis; los

factores que intervienen en el proceso son múltiples, como la edad, la localización de

la fractura, la complejidad del trazo de fractura, la existencia de lesión de las partes

blandas, complicaciones y tratamiento aplicado; de ahí que el tiempo necesario para

la consolidación de una fractura depende del tipo de lesión. En fracturas cerradas de

trazo simple se consideran como tiempos de consolidación normales para los adultos
57

de seis semanas para las fracturas del miembro superior y 12 semanas para las

fracturas del miembro inferior; en el caso de menores, tres y seis semanas

respectivamente.

Por otra parte, en una fractura compleja puede considerarse como normal que

tarde en consolidar seis meses. El proceso de consolidación puede prolongarse más

de lo esperado o fracasar definitivamente. En el primer caso se tratará de un retardo

de consolidación y en el segundo de una pseudoartrosis (Imagen 7).

Al establecer el pronóstico y el tiempo de consolidación de una fractura todos

estos factores deben ser valorados cuidadosamente, pues si son adversos, el tiempo

de consolidación será mayor, caso frecuente en los niños maltratados que no reciben

a tiempo la atención ni los cuidados necesarios (Dandy, 2011; Kumar, 2000).

Imagen 7. Pseudoartrosis, antes y después.

Fuente: Tratamiento de la pseudoartrosis de la tibia mediante ondas de choque por litotricia


extracorpórea (Alvarez et al, 2004).

Con base en las lesiones descritas se sugiere orientar la atención del

investigador a las localizaciones y los tipos específicos de heridas que son


58

frecuentemente encontrados en casos de abuso físico en menores de edad. Cabe

resaltar que dichas lesiones no son exclusivas, de ahí la importancia de considerar

en conjunto los factores acompañantes (perfil familiar, socioeconómico, contexto

cultural e histórico, entre otros), lo que permite sustentar la sospecha para

diagnosticar que la víctima sufrió de maltrato infantil, independientemente de que

éste en forma directa haya sido la causa del fallecimiento. Resulta importante

mencionar que en un proceso de violencia hacia el menor, no debe perderse de vista

todo detalle que pueda ser trascendente para su identificación.

En cuanto a las infecciones por fracturas expuestas, la infección crónica con

fístulas espontáneas es característica de la osteítis. Los fragmentos óseos atacados

por la osteítis se desvitalizan y por la imposibilidad de consolidación, dan como

resultado una pseudoartrosis infectada. Ésta puede persistir a pesar de todos los

intentos, si es que se le dio tratamiento, y la amputación del miembro es, a veces, la

indicada si no hubo éxito. Lo que implica la potencial gravedad de toda infección en

una fractura, tal como la diseminación hematógena y septicemia consecuente.

Otra de las secuelas son los trastornos tróficos o la algoneuro–distrofia u

osteoporosis álgica postraumática, complicación ligada a trastornos vasomotores.

Esta afección puede aparecer después de traumatismos mínimos, de fracturas, de

esguinces o de intervenciones quirúrgicas, se hace evidente posteriormente al retiro

del yeso. Parte de las huellas observables en el esqueleto son las distrofias y los

cambios articulares por la rigidez secundaria a este trastorno.


59

6.2 Diagnóstico diferencial: patología y aspectos tafonómicos

Algunos de los posibles diagnósticos diferenciales a tratar tienen que ver

directamente con las condiciones de salud del paciente afectado, otros se relacionan

con la concurrencia de acontecimientos en su contexto, cualquiera que sea el caso lo

importante es realizar la batería de pruebas necesaria de manera ordenada con el

propósito de no errar en el diagnóstico, ya que estas pruebas permiten la localización

de lesiones, su antigüedad y variedad.

El primer punto a desarrollar es el de los accidentes, evaluación en extremo

difícil, puesto que en el caso de las víctimas vivas, lo importante a determinar es si el

relato que ofrecen los padres o tutores tiene congruencia con los signos y síntomas

referidos y encontrados durante la anamnesis y la exploración física.14

Todas las características del evento hay que evaluarlas en función del tipo de

lesión, su gravedad, la tasa de mortalidad y los años de vida potencialmente

perdidos; así como indicadores sugerentes de maltrato, tales como discordancia

clínico–radiológica, lesiones y cicatrices antiguas, producto no deseado, mala higiene

personal, talla deficiente, malnutrición, bajo rendimiento escolar, esquema de

vacunación incompleto, depresión, trastornos de la conducta. Asimismo, tomar en

cuenta el retraso en la atención médica, alcoholismo o consumo de sustancias

tóxicas por parte de los cuidadores, solicitud de atención médica por un familiar o

extraño, antecedentes de maltrato en los padres o en otro miembro de la familia,

14
De acuerdo con Loredo (2001), este suceso ofrece tres componentes de estudio: el huésped, el agente y el
medio; donde siendo el huésped la víctima en sí misma cobra relevancia su edad, sexo y personalidad; el agente
está sujeto a un método de ocurrencia, como fuego, líquidos hirviendo, sustancias tóxicas, entre otros; y el medio
se refiere al ambiente en el que ocurre el evento, por ejemplo el hogar, la escuela o la vía pública.
60

convivencia con padrastros, entre otros (Loredo, 2001). De esta manera se vuelve

accesible el análisis de los hechos sin perder de vista los detalles que hacen posible

la ocurrencia de los accidentes. Cabe destacar conforme a la experiencia del autor

citado que los infantes, entre cuatro y seis años, se encuentran más expuestos a

sufrir lesiones ocasionadas intencionalmente.

Dentro del grupo de los diagnósticos de otros traumatismos y enfermedades a

considerar están los traumas al nacer por mecanismo de parto, anomalías en la

formación de colágeno como la osteogénesis imperfecta, deficiencia de cobre,

Síndrome de Menkes, Síndrome de Bruck; defectos congénitos del metabolismo

mineral como la enfermedad metabólica prematura, enfermedades neuromusculares,

raquitismo resistente a vitamina D o raquitismo hipofosfatémico, hipofosfatemia

ligada a X, defectos hepáticos (Síndrome de Alagille), malabsorción, osteoporosis

familiar, osteopetrosis, Síndrome de Cole–Carpenter, infección congénita de CMV;

defectos minerales adquiridos como raquitismo por deficiencia nutricional de

Vitamina D, uso de diuréticos, glucocorticoides y metrotexate, intoxicaciones, paresia

cerebral y espasticidad.

Ligado a lo anterior, se inscriben otras enfermedades con riesgo aumentado

como la insensibilidad al dolor congénita, fracturas por estrés; reacciones periósticas;

variantes anatómicas como engrosamientos periósticos de los huesos largos, sífilis

congénita, osteomielitis y artritis séptica, oestoma osteoide y otros tumores,

leucemia, escorbuto, enfemedad de Caffey (hiperostosis cortical infantil),

mucopolisacaridosis, anemia de células falciformes, anomalías por el uso de

vitaminas como la hipervitaminosis A, terapia de vitamina E, tratamientos con


61

prostaglandina E; metástasis o neuroblastoma; uso intraóseo de inyecciones

vasculares; trastornos de la coagulación, de los cuales deben considerarse la

hemofilia, hipoprotrombinemia y púrpura trombocitopénica; trastornos cutáneos como

la aplasia cutis, dermatitis por contacto y el Síndrome de Lyell; dentro de los

padecimientos neurológicos o metabólicos están la acidemia glutárica, indiferencia

congénita al dolor y el Síndrome de Lesh–Nyhan, específicamente con afectación en

tejido óseo (Loredo, 2001; Behrman, 2001; Bilo et al, 2010).

Otro de los diagnósticos que de inmediato resalta la sospecha de maltrato

infantil es la muerte súbita del lactante, si bien se trata de una entidad no del todo

comprendida, demanda igualmente un estudio exhaustivo para asentar o descartar

las causas de maltrato infantil (Patitó, 2000; Villanueva 2004; Bonnet, 1980).

Tocante a las posibilidades diagnósticas con influencia contextual se observan

las pautas y conductas de origen totalmente cultural: aplicaciones de ventosas,

tratamiento de la mollera caída, tronado de anginas, por citar algunas como remedio

alternativo para contener o quitar el padecimiento, implicando la lesión no

intencionada de alguna parte del cuerpo (Loredo, 2001).

Por otra parte, en cuanto a los aspectos tafonómicos, es evidente que la

simple observación de roturas de hueso pueda deberse a tres situaciones muy

distintas y de gran trascendencia (Isidro, 2003):

I. Rupturas antemortem, puede ser antigua o estar relacionada de manera


directa o indirecta con el fallecimiento.
II. Rupturas perimortem, con relación directa o sin ella, de ocurrencia muy
próxima a la muerte.
62

III. Rupturas postmortem, sin relación alguna con el fallecimiento, comúnmente


ocasionadas, en orden de frecuencia, por las técnicas de recuperación de los
materiales óseos, una acción tafonómica durante su permanencia en el lugar
de inhumación o depósito, incidencias durante su transporte al laboratorio y/o
maniobras durante su análisis.

Si bien es cierto que resulta difícil distinguir entre los eventos postmortem y los

antemortem, se han descrito algunas características bastante específicas con tal

propósito. Se destacan las siguientes para su atención y análisis.

El hueso fresco tiende a perder su continuidad respecto de la arquitectura en

sentido del colágeno, por lo que las fracturas se observan más oblicuas con bordes

cortantes y ondulantes, con superficies suaves o poco rugosas. En cambio, el hueso

seco se quiebra sin relación a la estructura, las rupturas son mas transversas, con

bordes no cortantes, de superficies muy irregulares y granulosas al tacto (Isidro,

2003).

El color de los huesos puede verse afectado si se ha sometido a procesos que

supongan bajas temperaturas (200–300° C), tornándolo café o negro; en el caso de

altas temperaturas (800° C), éste adopta una coloración azul–grisácea o blanca, lo

que permite determinar si el cuerpo fue quemado aún con tejidos blandos o

descarnado, dependiendo de la uniformidad e intensidad de las quemaduras; estos

datos revisten particular importancia si se considera que parte de las técnicas de

maltrato físico incluyeron quemaduras graves (Buikstra y Ubelaker, 1994).

En la superficie ósea se pueden observar indicios que asemejan la

reabsorción ósea, si bien puede estar ocasionado por la presencia de insectos,

gusanos y microfauna asistente. Por lo que debe buscarse cualquier dato de


63

respuesta ósea posible únicamente en vida. En el caso de que el cuerpo haya sido

depositado en la superficie o a poca profundidad puede ocasionar que los huesos

hayan estado al alcance de cierta fauna con capacidad de romperlos y dispersarlos,

en tal situación serían evidentes las marcas de dientes de carnívoros e inclusive

herbívoros, generalmente en las porciones trabeculares de los huesos largos, donde

también se pueden observar datos de puntilleo patológico (Mann y Hunt, 2005).

Las marcas de corte pueden sugerir preparación del cuerpo durante el ritual

mortuorio (ritualismo); mientras que las marcas para retirar los tejidos blandos por lo

general se hallan en torno a las articulaciones y estructuras anatómicas especificas;

en el caso de ocurrir durante la excavación se hará la distinción por medio de la

coloración del hueso subyacente al determinar su antigüedad (Botella et al, 2000).

En cuanto a las fracturas ocurridas al menos 72 horas antes del deceso es

posible observar reacción ósea que tiende a consolidarlas mediante la formación del

callo óseo.15 En cambio, si se rompe el hueso estando seco y sin tejidos blandos, los

patrones resultan distintos; sin embargo, cabe recordar que el hueso se comporta

exactamente igual poco antes de la muerte y poco después de ella, si bien es posible

identificar infiltrado en el tejido, de haber ocurrido antes de morir (Botella et al, 2000),

debido a que persiste la irrigación sanguínea del sitio afectado.

15
Este proceso de consolidación ósea se describe en el Anexo II.
64

7. MALTRATO INFANTIL: MARCO LEGAL E INSTITUCIONES DE APOYO

Debido a que el fenómeno del maltrato infantil se ha convertido en un problema que

involucra a la sociedad en su conjunto, se han propulsado leyes y normas con objeto

de proteger a las víctimas y castigar a los perpetradores. De ahí que en el abordaje

del maltrato infantil, la obligación de todos y cada uno de los servidores públicos es

denunciar ante la sospecha de un caso en el que exista la posibilidad de tal

eventualidad.

Comúnmente se tiene la idea de que sólo al personal de primer contacto

compete dar parte a las autoridades correspondientes, sin embargo cuando peligra la

vida de un menor o se sabe de la ocurrencia del fenómeno, todos somos

responsables de intervenir mediante la vía de la denuncia y estamos obligados a no

permitir que estos casos sucedan más, por ello resulta indispensable contar de

antemano con la información requerida sobre las instancias encargadas del mal trato

infantil, en cualquiera de sus fases.

7.1 Instituciones al servicio

A continuación se ofrecen los rubros del marco jurídico en el que se desenvuelve el

fenómeno de referencia, cabe aclarar que en cada entidad existen disposiciones y

normas de carácter y aplicación locales.

 Ámbito internacional:

 Declaración Universal de los Derechos Humanos


65

 Declaración de los Derechos de los Niños


 Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos
 Convención sobre los Derechos del Niño
 Convención sobre la Protección de Menores y la Cooperación en Materia
de Adopción Internacional
 Convención sobre los Aspectos Civiles de la Sustracción Internacional de
Menores
 Convención Interamericana sobre Obligaciones Alimentarias
 Convención Interamericana sobre Restitución Internacional de Menores
 Convención sobre el Consentimiento para el Matrimonio, la Edad Mínima
para Contraer Matrimonio y el Registro de Matrimonios

 Ámbito nacional:

 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículos 3º, 4º, 18,
123 y 133.
 Derechos Civiles de los Niños y las Niñas
 Código de Procedimientos Civiles
 Códigos Penales de los Estados de la Federación y para el Distrito Federal
 Código de Procedimientos Penales
 Ley para el Tratamiento de Menores Infractores
 Ley de Asistencia y Prevención de la Violencia Familiar
 Ley General de Educación
 Ley Federal del Trabajo
 Ley General de Salud
 Ley del Sistema Nacional de Asistencia Social
 Estatuto Orgánico del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la
Familia
66

Dentro de las instituciones que apoyan a las víctimas de maltrato infantil en la

capital y área metropolitana, se destacan las siguientes:

 Fiscalía Central de Investigación para el Menor


 Coordinación de Prevención al Maltrato Infantil
 Subdirección de Prevención al Maltrato Infantil del DIF
 Centros Integrales de Apoyo a la Mujer (CIAM), en las diferentes
Delegaciones de la entidad
 Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar de la PGJDF (CAVI)
 Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales de la PGJDF
(CTA)
 Unidades de Atención a la Violencia Intrafamiliar (UAVIF), en las diferentes
Delegaciones de la entidad
 Centros de Atención al Maltrato Intrafamiliar y Sexual (CAMIS) en el
Estado de México
 Secretaría de Desarrollo Social, Instituto de las Mujeres, una filial en cada
Delegación del Distrito Federal
 Casa Cuna Oasis del Niño y Casa Cuna de Nazaret
 Centro de Apoyo a Personas Extraviadas o Ausentes (CAPEA)
 Subprocuraduría de Atención a Víctimas del Delito
 Delegación Gustavo A. Madero, Grupos Vulnerables
 Instituto de Atención a Víctimas del Delito del Estado de México

Las instituciones enunciadas tienen como propósito brindar información y

atención a las víctimas de malos tratos, su asistencia es gratuita, las 24 horas del

día, los 365 días del año.


67

7.2 Clasificación de lesiones

De acuerdo con la normatividad vigente en nuestro país y el Distrito Federal, al mes

de julio de 2012, se retoma en este apartado lo concerniente a la clasificación de las

lesiones; es decir, cómo es que se clasifican y penalizan conforme a la ley, así como

los artículos relacionados con la violencia intrafamiliar y el homicidio de los menores

afectados.

Cabe mencionar que llevar a cabo la intervención legal únicamente

corresponde a la autoridad competente, y que los peritos (antropólogos, médicos

legistas y forenses, criminalistas y otros) quedan supeditados a los procedimientos y

evaluaciones que soliciten los procuradores de justicia.

Es de gran importancia que los servidores públicos y peritos en la materia

conozcan el marco legal en que se inscribe su trabajo y el punto de vista legal

respecto de la severidad de las lesiones, así como las sanciones que ameritan cada

una, toda vez que se trata de las repercusiones que el tipo de maltrato físico infantil

ocasiona en las víctimas que lo experimentan.

Si bien el médico legista es el encargado de clasificar las lesiones y

determinar la causa de muerte, siempre es indispensable el trabajo en equipo para

obtener el mejor resultado posible de la investigación.


68

7.2.1 Normatividad a nivel Federal y del Distrito Federal

El Código Penal Federal, en su Libro Segundo, Título Decimonoveno sobre delitos

contra la vida y la integridad corporal, Capítulo I: Lesiones, establece el marco legal a

nivel federal y los artículos en la materia, de los cuales se destacan los siguientes:

Art. 288. Bajo el nombre de lesión, se comprende no solamente las heridas,


escoriaciones, contusiones, fracturas, dislocaciones, quemaduras, sino toda
alteración en la salud y cualquier otro daño que deje huella material en el
cuerpo humano, si esos efectos son producidos por una causa externa.
Art. 289. Al que infiera una lesión que no ponga en peligro la vida del ofendido
y tarde en sanar menos de quince días, se le impondrán de tres a ocho meses
de prisión, o de treinta a cincuenta días multa, o ambas sanciones a juicio del
Juez. Si tardare en sanar más de quince días se le impondrán de cuatro
meses a dos años de prisión y de sesenta a doscientos setenta días multa.
En estos casos, el delito se perseguirá por querella, salvo en el que contempla
el artículo 295, en cuyo caso se perseguirá de oficio.
Art. 290. Se impondrán de dos a cinco años de prisión y multa de cien a
trescientos pesos, al que infiera una lesión que deje al ofendido cicatriz en la
cara, perpetuamente notable.
Art. 291. Se impondrán de tres a cinco años de prisión y multa de trescientos
a quinientos pesos, al que infiera una lesión que perturbe para siempre la
vista, o disminuya la facultad de oír, entorpezca o debilite permanentemente
una mano, un pie, un brazo, una pierna, o cualquier otro órgano, el uso de la
palabra o alguna de las facultades mentales.
Art. 292. Se impondrán de cinco a ocho años de prisión al que infiera una
lesión de la que resulte una enfermedad segura o probablemente incurable, la
inutilización completa o la pérdida de un ojo, de un brazo, de una mano, de
una pierna o de un pie, o de cualquier otro órgano; cuando quede perjudicada
para siempre, cualquiera función orgánica o cuando el ofendido quede sordo,
impotente o con una deformidad incorregible.
Se impondrán de seis a diez años de prisión, al que infiera una lesión a
consecuencia de la cual resulte incapacidad permanente para trabajar,
enajenación mental, la pérdida de la vista o del habla o de las funciones
sexuales.
Art. 293. Al que infiera lesiones que pongan en peligro la vida, se le
impondrán de tres a seis años de prisión, sin perjuicio de las sanciones que le
correspondan conforme a los artículos anteriores.
69

Art. 295. Al que ejerciendo la patria potestad o la tutela infiera lesiones a los
menores o pupilos bajo su guarda, el juez podrá imponerle, además de la
pena correspondiente a las lesiones, suspensión o privación en el ejercicio de
aquellos derechos.
Art. 300. Si la víctima fuere alguno de los parientes o personas a que se
refieren los artículos 343 Bis y 343 Ter, en este último caso siempre y cuando
habiten en el mismo domicilio, se aumentará la pena que corresponda hasta
en una tercera parte en su mínimo y en su máximo, con arreglo a los artículos
que preceden, salvo que también se tipifique el delito de violencia familiar.

El Código Penal Federal, en su Libro Segundo, Título Decimonoveno sobre

delitos contra la vida y la integridad corporal, Capítulo IV: Homicidio en razón del

parentesco o relación, establece los artículos en la materia. Se destaca el siguiente:

Art. 323. Al que prive de la vida a su ascendiente o descendiente


consanguíneo en línea recta, hermano, cónyuge, convivente, compañera o
compañero civil, concubina o concubinario, adoptante o adoptado, con
conocimiento de esa relación se le impondrá prisión de treinta a sesenta años.
Si faltare dicho conocimiento, se estará a la punibilidad prevista en el artículo
307, sin menoscabo de observar alguna circunstancia que agrave o atenúe la
sanción a que se refieren los Capítulos II y III anteriores

El Código Penal Federal, en su Libro Segundo, Título Decimonoveno sobre

delitos contra la vida y la integridad corporal, Capítulo VIII: violencia familiar,

establece los artículos en la materia. Se destacan los siguientes:

Art. 343 Bis. Comete el delito de violencia familiar quien lleve a cabo actos o
conductas de dominio, control o agresión física, psicológica, patrimonial o
económica, a alguna persona con la que se encuentre o haya estado unida
por vínculo matrimonial, de parentesco por consanguinidad, afinidad o civil,
concubinato, o una relación de pareja dentro o fuera del domicilio familiar.
A quien cometa el delito de violencia familiar se le impondrá de seis meses a
cuatro años de prisión y perderá el derecho de pensión alimenticia. Asimismo,
se le sujetará a tratamiento psicológico especializado
70

Art. 343 Ter. Se equipara a la violencia familiar y se sancionará con seis


meses a cuatro años de prisión al que realice cualquiera de los actos
señalados en el artículo anterior en contra de la persona que esté sujeta a la
custodia, guarda, protección, educación, instrucción o cuidado de dicha
persona.
Art. 343 Quáter. En todos los casos previstos en los dos artículos
precedentes, el Ministerio Público exhortará al probable responsable para que
se abstenga de cualquier conducta que pudiere resultar ofensiva para la
víctima y acordará las medidas preventivas necesarias para salvaguardar la
integridad física o psíquica de la misma. La autoridad administrativa vigilará el
cumplimiento de estas medidas. En todos los casos el Ministerio Público
deberá solicitar las medidas precautorias que considere pertinentes.

Por su parte, el Código Penal para el Distrito Federal, Libro segundo, Parte

Especial, Título Primero sobre Delitos contra la vida y la integridad corporal en su

Capítulo I: Homicidio, establece el marco legal para el Distrito Federal y los artículos

en la materia, de los cuales se destacan los siguientes:

Art. 125. Al que prive de la vida a su ascendiente o descendiente


consanguíneo en línea recta, hermano, adoptante o adoptado, cónyuge,
concubina o concubinario u otra relación de pareja permanente, con
conocimiento de esa relación, se le impondrán prisión de diez a treinta años y
pérdida de los derechos que tenga con respecto a la víctima, incluidos los de
carácter sucesorio. Si faltare el conocimiento de la relación, se estará a la
punibilidad prevista para el homicidio simple.
Art. 126. Cuando la madre prive de la vida a su hijo dentro de las veinticuatro
horas siguientes a su nacimiento, se le impondrá de tres a diez años de
prisión, el juez tomará en cuenta las circunstancias del embarazo, las
condiciones personales de la madre y los móviles de su conducta.

El Código Penal para el Distrito Federal, Libro segundo, Parte Especial, Título

Primero sobre Delitos contra la vida y la integridad corporal en su Capítulo II:

Lesiones, establece los artículos en la materia. Se destacan los siguientes:

Art. 130. Al que cause a otro un daño o alteración en su salud, se le


impondrán:
71

I. Derogado;
II. De seis meses a dos años de prisión, cuando tarden en sanar más
de quince días y menos de sesenta;
III. De dos a tres años seis meses de prisión, si tardan en sanar más de
sesenta días;
IV. De dos a cinco años de prisión, cuando dejen cicatriz
permanentemente notable en la cara;
V. De tres a cinco años de prisión, cuando disminuyan alguna facultad o
el normal funcionamiento de un órgano o de un miembro;
VI. De tres a ocho años de prisión, si producen la pérdida de cualquier
función orgánica, de un miembro, de un órgano o de una facultad, o
causen una enfermedad incurable o una deformidad incorregible; y
VII. De tres a ocho años de prisión, cuando pongan en peligro la vida.
Las lesiones a que se refiere la fracción I serán sancionadas por este
Código únicamente cuando se produzcan de manera dolosa.
Art. 131. A quien cause lesiones a un ascendiente o descendiente
consanguíneo en línea recta, hermano, cónyuge, concubina o concubinario,
pareja permanente, adoptante o adoptado, se le aumentará en una mitad la
pena que corresponda, según las lesiones inferidas.
Art. 132. Cuando las lesiones se infieran con crueldad o frecuencia a un
menor de edad o a un incapaz, sujetos a la patria potestad, tutela o custodia
del agente, la pena se incrementará con dos terceras partes de la sanción
prevista.
En ambos casos, a juicio del juez, se decretará la suspensión o pérdida de los
derechos que tenga el agente en relación con el sujeto pasivo, por un tiempo
igual al de la pena de prisión que se imponga.
Art. 135. Se perseguirán por querella las lesiones simples que no pongan en
peligro la vida y tarden en sanar menos de quince días, así como las lesiones
culposas, cualquiera que sea su naturaleza, salvo que sean con motivo de
tránsito de vehículos… […].

El Código Penal para el Distrito Federal, Libro segundo, Parte Especial, Título

Octavo sobre Delitos cometidos en contra de un integrante de la familia, Capítulo

Único: Violencia familiar, establece los artículos en la materia. Se destacan los

siguientes:
72

Art. 200. Al que, por acción u omisión, ejerza cualquier tipo de violencia física
o psicoemocional, dentro o fuera del domicilio familiar en contra de:
I. El o la cónyuge, la concubina o el concubinario;
II. El pariente consanguíneo en línea recta ascendente o descendente
sin límite de grado, o el pariente colateral consanguíneo o afín hasta el
cuarto grado;
III. El adoptante o adoptado;
IV. El incapaz sobre el que se es tutor o curador.
Se le impondrá de seis meses a seis años de prisión, pérdida de los derechos
que tenga respecto de la víctima, incluidos los de carácter sucesorio, patria
potestad, tutela y en su caso a juicio del Juez, prohibición de ir a lugar
determinado o de residir en él; además se le sujetará a tratamiento
especializado que para generadores de violencia familiar, refiere la Ley de
Asistencia y Prevención de la Violencia Familiar, que en ningún caso excederá
del tiempo impuesto en la pena de prisión, independientemente de las
sanciones que correspondan por cualquier otro delito.
Este delito se perseguirá por querella, salvo que la víctima sea menor de
edad; o incapaz.
No se justifica en ningún caso como forma de educación o formación el
ejercicio de la violencia hacia los menores.
Art. 201. Para los efectos del artículo anterior, se entiende por:
I. Violencia física: a todo acto intencional en el que se utilice alguna
parte del cuerpo, algún objeto, arma o sustancia para sujetar,
inmovilizar o causar daño a la integridad física del otro, y
II. Violencia psicoemocional: a todo acto u omisión consistente en
prohibiciones, coacciones, condicionamientos, intimidaciones, insultos
amenazas, celotipia, desdén, indiferencia, abandono, o actitudes
devaluatorias, que provoquen en quien las recibe alteración auto
cognitiva y auto valorativa que integran su autoestima o alteraciones en
alguna esfera o área de la estructura psíquica de esa persona.
Art. 201 Bis. Se equipara a la violencia familiar y se sancionará con las
mismas penas y medidas de seguridad, al que realice cualquiera de los actos
señalados en el artículo anterior en contra de la persona que esté sujeta a
su custodia, guarda, protección, educación, instrucción o cuidado o con quien
tenga una relación de hecho o la haya tenido en un período hasta de dos años
antes de la comisión del acto u omisión.
Se entenderá por relación de hecho, la que exista entre quienes:
73

I. Hagan la vida en común, en forma constante y permanente, por un


período mínimo de seis meses;
II. Mantengan una relación de pareja, aunque no vivan en el mismo
domicilio;
III. Se encuentren unidos por vínculos de padrinazgo o madrinazgo;
IV. Se incorporen a un núcleo familiar aunque no tengan parentesco
con ninguno de sus integrantes;
V. Tengan relación con los hijos de su pareja, siempre que no los hayan
procreado en común, y
VI. Tengan relación con la pareja de alguno de sus progenitores.
Este delito se perseguirá por querella.
Art. 202. En los casos previstos en este Título, el Ministerio Público apercibirá
al inculpado para que se abstenga de ejecutar cualquier tipo de violencia
contra la víctima y decretará, de inmediato, bajo su más estricta
responsabilidad, las medidas precautorias necesarias para salvaguardar la
integridad física y psíquica de la víctima durante la integración de la
averiguación previa y hasta la conclusión de ésta.
En caso de determinarse el ejercicio de la acción penal, el Ministerio Público
solicitará al Juez la confirmación, ampliación o cancelación, en su caso, de las
medidas precautorias referidas en el párrafo que antecede, quién deberá
resolver lo conducente sin dilación.

Sobre lo expuesto, cabe observar que en los contenidos del Código Penal

Federal, así como en el Código Penal para el Distrito Federal, se especifican por

separado las diferentes formas de maltrato; es decir, no hay un solo apartado que

aborde el maltrato infantil, ya que se hace referencia en varios capítulos y no en

artículos consecutivos, bajo el criterio de que los delitos pueden ocurrir de manera

independiente o simultánea al tiempo que involucran otras características propias del

fenómeno abordado en dichos capítulos. Por lo tanto, en la presente exposición sólo

se retomaron los artículos relativos al maltrato físico, lesiones y su vinculación con

los delitos de orden familiar así estipulados, sin profundizar en otros aspectos.
74

Ahora bien, de acuerdo con la clasificación establecida en los mencionados

Códigos Penales, seguidamente se enumeran algunos ejemplos que corresponden a

la clasificación de lesiones, teniendo en cuenta que en ambos marcos legales la

severidad se contempla de manera muy similar, como se observa en la clasificación

de lesiones y sus respectivos ejemplos (Cuadros 1 y 2).

Cabe mencionar que los ejemplos proporcionados en los cuadros son

equivalentes entre las tablas, esto con el objetivo de que se compare el mismo tipo

de lesión con la diferente ubicación en los diferentes códigos penales.


75

Ejemplos correspondientes a la clasificación de lesiones

Cuadro 1. Código Penal Federal

Código Penal Federal Ejemplo

Art. 289 <15 días: Equimosis, laceraciones, excoriaciones,


hematomas, mordeduras, esquinces de grado I,
No ponen en peligro la vida y tardan en sanar quemaduras de 1er. grado, de 2º grado superficial
<15 días dependiendo de su extensión.

>15 días >15 días: esguinces de grado II y III, fracturas


simples no expuestas; compuestas, conminutas y
expuestas quemaduras de 2º grado superficiales
dependiendo de su extensión, y de 2º grado
profundas y 3er. grado dependiendo de su
extensión.

Art. 290 Heridas, quemaduras.

Cicatriz en cara perpetuamente notable.

Art. 291 Lesión de órganos sensoriales, secuelas de


fracturas compuestas, conminutas, expuestas;
Perturbe para siempre la vista, disminuya la como pseudoartrosis, anquilosis.
facultad de oír, entorpezca o debilite
permanentemente una mano, un pie un brazo,
una pierna o cualquier otro órgano, el uso de la
palabra o alguna de las facultades mentales.

Art. 292 Secuelas de lesiones del sistema nervioso central y


periférico, órganos de los sentidos, amputaciones.
Enfermedad segura o probablemente incurable,
la utilización completa o la pérdida de un ojo, de
un brazo, de una mano, de una pierna o de un
pie, o de cualquier otro órgano; cuando quede
perjudicada para siempre, cualquier función
orgánica o cuando el ofendido quede sordo,
impotente o con una deformidad incorregible…
incapacidad permanente para trabajar,
enajenación mental, la perdida de la vista o del
habla o de las funciones sexuales.

Art.293 Lesiones en órganos internos y/o complicaciones


de éstas, quemaduras de 2º grado profundo
Pongan en peligro la vida. dependiendo de su extensión, de 3er. y 4º grados.
76

Cuadro 2. Código Penal para el Distrito Federal

Código Penal para el Distrito Federal Ejemplo

Art. 130

Fracción I Derogado. (Equimosis, laceraciones,


excoriaciones, hematomas, mordeduras,
<15 días esguinces de grado I, quemaduras de 1er.
grado, de 2º grado superficial dependiendo
de su extensión).

Fracción II Esguinces grado II, fracturas simples,


quemaduras de 2º grado superficiales
15 a 60 días <20% SCT, heridas.

Fracción III Esguinces de grado III, quemaduras 2º


grado >20% SCT.
>60 días

Fracción IV Secuelas de heridas y quemaduras.

Cicatriz permanentemente notable en cara.

Fracción V Secuelas de fracturas y lesiones en


órganos sensoriales.
Disminuyan alguna facultad o el normal funcionamiento
de un órgano o de un miembro.

Fracción VI Acortamiento de miembros, pseudoartrosis,


amputaciones, pérdida de ambos órganos
Pérdida de cualquier función orgánica, de un miembro, sensoriales pares, lesiones de sistema
de un órgano o de una facultad o causen una nervioso central y periférico.
enfermedad incurable o una deformidad incorregible.

Fracción VII Lesiones en órganos internos, quemaduras


de 2º grado profundo dependiendo de su
Pongan en peligro la vida. extensión, 3er. y 4º grados.
77

8. ESTUDIO DE CASO

En la siguiente descripción se ha reservado la identidad de la víctima y la informante,

por lo que se utilizan pseudónimos, asimismo se omite el cauce del proceso legal,

limitándonos al reporte de los hallazgos que instauran la sospecha de malos tratos

por parte de sus familiares. El caso permite ilustrar los alcances que tiene el

problema del maltrato infantil en nuestra sociedad y el complejo entramado de

experiencias simultáneas que viven los menores afectados por el mismo, no sólo de

nuestro país, sino en todo el mundo. Cabe agregar que este caso se revisó en el

Curso de Especialización en Medicina Legal durante la rotación correspondiente al

Servicio Médico Forense (SEMEFO) de Naucalpan, Estado de México, 2009.

Durante la guardia se solicitó acudir a un levantamiento de cadáver, eran


cerca de las 22:30 horas. Se trataba de Diana, de 14 años, ahorcada con un
cable de extensión eléctrica colgando de una viga del techo de la recámara de
su madre, quien la encontró en tal circunstancia.

Bertha, la madre, comentó que su hija había estado actuando extraño y con
desinterés durante medio año, aproximadamente. Aquel día, Diana le dijo que
no iría a la escuela porque no se sentía bien. Al regresar del trabajo, por la
noche, Bertha encontró a su hija sin vida y de inmediato pidió ayuda.

Durante un breve interrogatorio, Bertha refirió que habitaban la vivienda ellas


dos, madre e hija, y que ocasionalmente se quedaba a dormir el novio de la
madre, desde hacía dos años; además, que algunas veces permitía al hombre
quedarse mientras ella se iba a trabajar. Por la precaria condición económica,
la madre trabajaba dos turnos, volviendo a casa cerca de las 10 de la noche.
Bertha admitió haber notado algunos cambios en el estado anímico de su hija,
pero no indagó más, ya que Diana siempre había sido reservada, “y tenía muy
pocos amigos”.

Una vez trasladado el cuerpo al anfiteatro del SEMEFO, se procedió al registro


criminalístico, y en seguida a la intervención de los peritos médicos legistas.
78

A la exploración física externa se encontró lo siguiente:

Femenina de 14 años, talla y peso bajos para la edad referida, presenta cable
de extensión eléctrica amarrado en cuello con el nudo en cara lateral derecha.
Al retirar el lazo se observa surco equimótico–excoriativo, de aspecto
apergaminado, oblicuo ascendente hacia el nudo en ángulo mandibular
derecho, de 0.8 cm de anchura por 0.4 cm de profundidad y 27 cm de largo,
que abarca cara anterior, lateral izquierda, posterior y parcialmente lateral
derecha, interrumpido a la altura del nudo, por encima del cartílago tiroides.
Facies congestiva, hemorragias conjuntivales, con protrusión lingual
moderada, livideces en porciones distales de las extremidades, rigidez
moderada.

Hematoma craneal de 4 cm de diámetro en región parietal posterior izquierda,


equimosis verdosa en región malar izquierda, cuatro equimosis violáceas
paralelas ovaladas de 1 por 1.5 cm de diámetro en cara póstero–lateral tercio
medio y una de iguales características en oposición en cara anterior tercio
medio de brazo izquierdo, múltiples equimosis en patrón, lineales en región
interescapular, subescapular y línea media tóraco–lumbar posterior.

Siete quemaduras de 1º y 2º grados en fase de granulación y cicatrizal,


circulares de 0.8 a 1 cm de diámetro en palmas y dorso de ambas manos,
acortamiento y deformidad no móvil de tercio distal de antebrazo derecho,
sugerente de fractura antigua no tratada.

Dos equimosis–excoriativas en forma semicircular en contraposición


sugerente de arcada dentaria humana en cara antero–interna de muslo
izquierdo, otra en glúteo derecho. Excoriación de 5 por 4 cm en rodilla
derecha, otra de 3 por 3 cm en rodilla izquierda, múltiples equimosis violáceas
y verde–amarillentas de 2 cm la menor y 4 cm la mayor en caras posteriores
de ambas piernas.

A la exploración genital se encontró lo siguiente:

Excoriaciones y desgarros en los pliegues radiados entre las cinco y siete


horas, dilatación de esfínter anal. Cicatrices antiguas de fisuras anales,
hiperpigmentación de la mucosa anal.

A la exploración física interna (necropsia) se encontró lo siguiente:

Hematoma craneal de 5 cm con fractura radiada, no deprimida en hueso


parietal posterior izquierdo, condensación de tejido celular subcutáneo en el
surco con infiltrado hemorrágico en músculo esternocleidomastoideo
izquierdo, infiltrado hemorrágico en la adventicia de carótida y yugular
79

izquierdas. Vías áreas permeables, ligera congestión pulmonar, hipostasias


generalizadas, contenido gástrico digerido en poca cantidad, vejiga vacía,
útero vacío, resto de los órganos sin alteraciones aparentes.

Debido a que en el servicio médico no se cuenta con Rayos X no fue posible


realizar más estudios para detectar otras fracturas antiguas o recientes; sin
embargo, el hallazgo de la deformidad del tercio distal en antebrazo derecho
hizo considerar la posibilidad de que Diana tuviera más lesiones similares en
otras partes del cuerpo. Se tomaron muestras perianales y vaginales para su
análisis.

De acuerdo con el parte médico, la causa de la muerte que se determinó fue

asfixia mecánica por ahorcadura completa asimétrica (ángulo mandibular derecho),

mediante lazo rígido (cable de extensión eléctrica) con nudo fijo; otros indicadores

que arrojó el estudio del cadáver consistieron en abuso sexual crónico y fractura

antigua de antebrazo derecho.

Cabe reiterar que la labor del médico legista termina al momento de integrar el

reporte de la necropsia, pues no existe documentación relacionada que deba ser

integrada por parte del perito. Sin embargo, el análisis que se puede hacer desde el

enfoque antropo–físico forense es mucho más completo y considera varios aspectos

además de la evidencia expuesta en líneas anteriores. Brevemente pueden

mencionarse algunos:

Los hallazgos en la exploración ginecológica revelan que sufría de abuso y

violaciones sexuales recurrentes, probablemente con uso de fuerza física (por las

equimosis en diferentes estadios evolutivos), además de agresiones físicas diversas

desde quemaduras hasta fracturas antiguas sin tratamiento adecuado, la talla y peso

bajo pueden ser debidos a las condiciones precarias en que vivían Diana y su madre,
80

asimismo es muy posible que haya sido víctima de maltrato psicológico verbal al

tiempo que las otras vejaciones tuvieron repercusión a este nivel.

En este punto, cabe agregar lo siguiente: es necesario tomar muy en cuenta

algunos factores de corte no biopsicológico, por ejemplo el económico. La familia de

Diana se ubica en el nivel medio de análisis, subgrupo inmerso en una serie de

presiones sociales por las carencias económicas y educativas; Diana y su madre

establecidas en el municipio de Naucalpan en una zona marginal, habitaban una

vivienda de techo de lámina y piso de tierra; su familia era atípica, sin figura paterna,

lo que se vincula al hecho de que la madre debía trabajar doble turno para ganar lo

mínimo indispensable y mantenerse ella y su hija; hay una figura masculina externa,

el novio de la madre, del cual sólo se tuvieron en ese momento los datos que la

madre refirió, dijo que era alcohólico y desempleado, que a veces se comportaba

violento con Diana y que notaba que a su hija no le agradaba.

Desde esta perspectiva, se evidencia una desvalorización de la familia en sí

misma, pues se trata de un subgrupo que al ser de características atípicas (familia no

nuclear), se integran elementos como una segunda pareja por parte de la madre, un

individuo que posee una construcción personal de vida diferente, con su educación,

sus antecedentes y su bagaje biopsicológico, todos estos factores que se hallan

fuera de consideración por parte de la madre y que compete al personal

especializado tomarlos en cuenta, indagar datos que la informante no aporta y

pueden resultar cruciales para la investigación. Por todo lo anterior quedaron abiertas

muchas interrogantes sobre el análisis de uno, uno solo entre tantos casos.
81

Por ejemplo, cabe preguntarse si la relación entre la madre y su novio tenía un

carácter destructivo, es decir violencia de género en la pareja; si la madre era

cómplice, de manera voluntaria o involuntaria, y hasta qué punto motivó la secuencia

de hechos, o si también la madre era una víctima más de la coerción de fuerzas;

tampoco se sabe si los malos tratos sufridos por Diana tuvieron lugar al interior de su

vivienda o por otro(s) individuo(s) fuera del subgrupo inmediato. En suma, eventos

que llevan a desenlaces tan dramáticos como el caso revisado.

Dar solución al problema en cada estudio de caso demanda la intervención

interdisciplinaria de profesionales capacitados en el análisis del fenómeno. En

nuestro país, al día de hoy, no existe una instancia que concentre los recursos

necesarios para realizar los estudios de manera cabal y centralizada; por el contrario,

la investigación se fragmenta y se asigna a las instituciones encargadas de procurar

e impartir justicia, con el apoyo de los profesionales que determine la máxima

autoridad en la materia.

Finalmente, conviene resaltar que la decisión de Diana al quitarse la vida,

muestra uno de los escenarios de maltrato infantil que puede ser el de muchos

menores, el caso emérito es una de las tantas tragedias que se viven en nuestro país

y que permanecen casi en el anonimato, pues como se ha señalado, el sistema

jurídico carece de la metodología tanto para la búsqueda intencionada como para el

registro de indicadores que sustenten los casos en los que se sospecha de maltrato

infantil.
82

9. PROPUESTA METODOLÓGICA PARA EL ABORDAJE DEL MALTRATO

FÍSICO INFANTIL

Tomando en cuenta los factores descritos a lo largo del texto, se presenta a

continuación la propuesta metodológica que pretende ser de utilidad para la

detección del maltrato físico infantil en restos óseos, mediante la búsqueda

intencionada de los indicadores más frecuentemente encontrados en las víctimas de

este fenómeno, a fin de elaborar un diagnóstico fundamentado con miras a la

procuración e impartición de justicia; se pretende asimismo reforzar el vínculo entre

todas las disciplinas involucradas por sus aportaciones al problema de estudio.

En el primer apartado se ofrece la redefinición del concepto de maltrato

infantil, producto del análisis del fenómeno y de los factores que intervienen en su

génesis, pues se consideró la evidente complejidad del problema y la vaguedad de

algunos conceptos ya existentes, de ahí la tarea de retomar los aspectos esenciales

para una conceptualización más completa.

En el segundo apartado se sustenta la propuesta de búsqueda intencionada, y

se resalta que los investigadores asignados al estudio del cadáver o esqueleto,

deben llevar a cabo un minucioso análisis de los tejidos para recabar la evidencia de

las lesiones patognomónicas (Cuadros 1 y 2).

Cabe agregar que cada perito actúa conforme la legislación vigente y lo

establecido por las autoridades respectivas, y que el personal especializado requiere

de entrenamiento previo para el manejo directo de evidencias.


83

9.1 Definición del fenómeno e instrumentación metodológica

Punto de partida para instrumentar la propuesta metodológica es ciertamente definir

el fenómeno de maltrato infantil, a través de una mirada integradora que dé el peso

justo a cada uno de los aspectos implicados, sin perder de vista uno solo de ellos.

Abrir el camino demanda una labor conjunta, un quehacer interdisciplinario y no

excluyente a nivel de planteamientos, herramientas y actuaciones. Con ánimo

integrador y disposición de contribuir a la mejor comprensión del problema, se

propone una definición que, partiendo de las ya existentes, se aboca a reconstruir de

manera más completa el concepto de maltrato infantil y la atención que requiere.

La definición se apoya en cuatro indicadores indispensables para el cabal

abordaje del fenómeno, si bien el orden no tiene relevancia en tanto se consideren y

desarrollen los siguientes rubros:

 El fenómeno en sí mismo
 La descripción de la víctima
 La descripción del agresor
 La descripción de los medios y condiciones en que ocurre el
hecho violento

Sobre esta base, la definición de maltrato infantil propuesta es la siguiente:

Proceso de culminación social que constituye una violencia o abuso


intencional en un individuo, desde su etapa fetal hasta la minoría de edad
legal, realizada de manera habitual u ocasional, presente en todos los grupos
humanos, sin distinción de afinidad biológica, clases sociales, religión o
estatus académico–laboral; donde intervienen diferentes condicionantes
biopsicosociales, culturales e históricos, de diferente intensidad y duración, y
que ponen en riesgo su integridad física, sexual y psicológica, así como sus
capacidades de sociabilización, pudiendo acontecer simultáneamente,
84

comprometiendo el desarrollo y aprendizaje armónico, íntegro y adecuado, y


consecuentemente su desenvolvimiento individual, con alteración en su
conformación personal y posteriormente en su actuación como adulto social y
profesional, que ocurre dentro o fuera del grupo familiar, por una persona,
institución, sociedad o aparato gubernamental en función de su superioridad
jerárquica, física, intelectual o económica.

En el contenido de la definición, el fenómeno es descrito en cuanto a sus

alcances, acotando el carácter más importante para la violencia que es la

intencionalidad y las afecciones que puede ocasionar (“...violencia o abuso

intencional en un individuo… que ponen en riesgo su integridad física, sexual y

psicológica…”). En cuanto a la descripción de la víctima se caracterizó de acuerdo

con sus esferas de estudio, es decir, en los ámbitos biopsicosocial, cultural e

histórico y sus repercusiones (“…individuo, desde su etapa fetal hasta la minoría de

edad legal… sin distinción de afinidad biológica, clases sociales, religión o estatus

académico–laboral… así como sus capacidades de sociabilización, comprometiendo

el desarrollo y aprendizaje armónico, íntegro y adecuado, y consecuentemente su

desenvolvimiento individual, con alteración en su conformación personal y

posteriormente en su actuación como adulto social y profesional…”).

La descripción del agresor contempla su relación con el menor,

indistintamente del rol (posición, sexo y edad) que ocupa, pues siempre se sitúa en

una interrelación jerárquica, verticalizada, donde el menor agredido se encuentra en

el nivel inferior (“…ocurre dentro o fuera del grupo familiar, por una persona,

institución, sociedad o aparato gubernamental…”). Tocante a los medios y

condiciones en que ocurre, hallamos la frecuencia, la distancia de los roles y

características que le otorgan la fuerza para convertirse el agresor en el victimario,


85

además de su omnipresencia en la humanidad (“…realizada de manera habitual u

ocasional… en función de su superioridad jerárquica, física, intelectual o económica,

presente en todos los grupos humanos…”).

En este sentido, se pretende que aunque extensa, la descripción del maltrato

infantil ha quedado completa y con ello se asegura la interpretación de los eventos

como verídicos si se cumple con las características del tipo propuesto en líneas

anteriores.

9.2 Indicadores guía

Ligado a lo anterior, se elaboró una guía para la búsqueda intencionada de aquellos

agravios que podrían pasar inadvertidos para el ojo no experto en el tema, la guía

ofrece una lista que contiene las lesiones de mayor frecuencia encontradas en el

abuso físico hacia los menores de edad y que, en su conjunto, resultan de gran peso

para el diagnóstico de la entidad. Aquí conviene aclarar lo siguiente: primero, las

lesiones se encuentran ordenadas de acuerdo con la frecuencia por cada región

anatómica afectada de mayor a menor, así como por la presentación de las lesiones

en la economía total del cuerpo; segundo, la lista se concibió como una herramienta

para aproximarse al problema, toda vez que el agresor puede lastimar en cualquier

parte del cuerpo y de cualquier forma a la víctima, causando diverso tipo de lesiones

y severidad (Cuadros 3 y 4).


86

Cuadro 3. Fracturas ocasionadas por traumatismos directos.

Lesiones Localización anatómica

Huesos tubulares

Fx. en tallo o rama verde Húmero, radio, cúbito, tibia, peroné

Fx. Incurvación Radio, cúbito, peroné

Fx. en rodete Metáfisis–diáfisis radio distal y húmero proximal

Fx. epifisiolisis Epífisis y placa de crecimiento radio y tibia distales

Huesos planos

Fx. Craneales Parietales, temporales, occipitales y frontal

Fx. en nariz de boxeador Tabique nasal, huesos nasales

Tórax inestable (fx. múltiples) Arcos costales, lateral y posterior

Pelvis inestable Iliaco y pubis

Huesos cortos e irregulares

Fx. columna vertebral Cervicales, torácicas, lumbares, sacro–coccígeas

Mutilaciones y Fx. falanges Manos y pies

Dientes

Fx. esmalte Incisivos y caninos

Avulsión Incisivos, caninos, premolares

Adoncia parcial o total Cualquier pieza o todas


87

Cuadro 4. Lesiones ocasionadas por inflamación, quemaduras y secuelas.

Lesiones Localización anatómica

Reacciones inflamatorias

Periostitis En cualquier hueso afectado

Quemaduras (3º y 4º grados)

Extremidades superiores Manos y tercio distal de antebrazos

Extremidades inferiores Pies y tercio distal de pierna

Secuelas

Agudas

Infección: osteítis, osteomielitis Fx. expuesta en cualquier región

Osteonecrosis Discos de crecimiento, epífisis

Trastornos tróficos reversibles En cualquier extremidad afectada

Crónicas

Retardo en consolidación Osteosíntesis o placa en diáfisis

Pseudoartrosis Sitios de fx.

Hipertróficas

Atróficas

Callos viciosos Sitios de fx.

Rigideces articulares Sitios de fx. y articulaciones próximas

Epifisiodesis Disco de crecimiento

Completa

Parcial

Con base en la definición y la metodología de análisis propuestas sobre

lesiones específicas, se intenta precisar el terreno que compete a la Antropología

Física Forense, retomando lo más importante de todos los puntos de vista de las

diferentes disciplinas que se interesan por el fenómeno, sin perder detalle alguno de

las características que conforman el maltrato en los menores de edad.


88

En tal sentido, la propuesta metodológica incluye una guía concreta para la

búsqueda dirigida hacia los traumatismos y lesiones que con más frecuencia son

evidenciados en los esqueletos de menores, víctimas de maltrato físico infantil

durante su vida; cabe advertir que de hallarse de manera aislada tales huellas sólo

podrían concebirse como sugerentes, ya que el diagnóstico se fortalecerá mediante

la acumulación de indicadores que, en su conjunto, reflejen un patrón sistemático de

violencia en contra del menor. Cada huella puede ser originada por diversas causas,

de ahí la cautela y minuciosidad para llevarse a cabo la revisión de los huesos, uno a

uno, a fin de que ninguna lesión o reacción osteológica pase inadvertida y pueda ser

tomada en cuenta para conformar y enriquecer el diagnóstico de la entidad

determinada.

En este orden de ideas, considerando los enunciados de la definición en

correspondencia con el registro de hallazgos, se puede acotar una especie de suma:

N huellas de lesiones (a mayor número, mayor la probabilidad) + la correspondencia


de los elementos vertidos en la definición (A, B, C…) = Maltrato infantil

Esta suma puede sugerir con mayor énfasis la posibilidad en el diagnóstico de

maltrato infantil del tipo físico; sin dejar de lado la concomitancia de otros tipos de

violencia que son de difícil certificación en los cadáveres esqueletizados por la falta

de huellas en los huesos: maltrato psicológico, abuso sexual, entre otros.16

16
En el Anexo III, se explican brevemente otros tipos de violencia.
89

REFLEXIÓN FINAL

La presente investigación se planteó ante la necesidad urgente de atender los casos

de menores maltratados, en sus diferentes modalidades y que, en México, no han

sido estudiados adecuadamente, debido a la carencia de un sistema y de personal

calificado que aborde el problema de manera completa e integradora, a través del

trabajo conjunto de la autoridad competente y las diversas disciplinas que en un

momento determinado se ven involucradas.

El maltrato infantil es un fenómeno que afecta a todos como miembros activos

de la sociedad y de los grupos de mediana escala como la familia, queda claro que la

actuación pronta y apropiada es la clave para dar una mejor atención a las víctimas

y, dentro de un marco legal consecuente, aplicar la sanción respectiva a los

responsables.

Ciertamente, la problemática social constituida por una crisis sociocultural y

demográfica, como se explicó, va en aumento y tensa las relaciones interpersonales

en todos los niveles de estudio; de tal suerte que en el punto máximo del caos, la

violencia se perfila como un método de sobrevivencia a un precio muy alto: la salud y

el bienestar de las personas, en este caso de los niños. A tal grado que, en algunas

ocasiones, las víctimas sucumben ante la severidad de los ataques y fallecen

después de un episodio contundente.

El proceso del maltrato infantil y las circunstancias extremas hacen necesaria

la intervención de personal calificado para el análisis de la evidencia, pues si los

materiales de análisis corresponden a un cadáver reciente se requiere de la


90

experiencia y conocimiento del médico legista; en cambio, si se trata de un individuo

en reducción esquelética, el indicado para esta labor es el antropólogo físico forense,

experto en tejidos óseos, capaz de determinarlo, reconstruir los hechos, las

emociones y el desenlace del caso.

La tarea no es sencilla, los huesos en sí mismos ofrecen dificultades para

realizar el diagnóstico, de ahí la utilidad de una guía para considerar un amplio

margen de factores e indicadores sobre maltrato infantil a través del hallazgo de

abusos físicos, para entretejer evidencias como sustento que fortalezca la sospecha

de violencia contra los menores y evitar posibles errores por omisión o falta de

orientación para seguir el curso del análisis hasta llegar a los resultados.

Con este propósito, el objetivo principal de la presente investigación fue crear

una propuesta metodológica para el abordaje y estudio de los casos de restos óseos,

cuando existe la probabilidad de malos tratos a quienes, por su corta edad, son

individuos prácticamente indefensos. La metodología propuesta va en el sentido de

concretar un diagnóstico acertado sobre los casos de maltrato infantil, que haga

constar la condición de las víctimas y se les procure e imparta justicia, pues aun

fallecidas el diagnóstico revelará las agresiones provenientes del o los victimarios.

El trabajo documental para instrumentar dicha metodología consistió en la

revisión de varios conceptos clave, además de un análisis fragmentado de las

estructuras involucradas, así como de las partes constitutivas del fenómeno de

maltrato infantil. Entre los conceptos clave se destacan tres de especial significado:

violencia social, violencia intrafamiliar y el mismo maltrato infantil en todas sus


91

modalidades, desde los aspectos biopsicosociales y culturales hasta los históricos,

que cubren en su totalidad las esferas influyentes, proveedoras y receptoras de la

violencia en la especie humana.

A través de la revisión temática se llevó a cabo un segundo objetivo:

configurar una perspectiva antropo–física forense atendiendo a la interacción de

todos los factores y ofreciendo un balance para el entendimiento del problema, desde

el campo de las ciencias forenses. De tal forma se integró una interpretación del

proceso que tiene como repercusión máxima el detrimento de la integridad física y

psicológica, sin pasar por alto las repercusiones que esto conlleva al interior de la

familia, y de manera simultánea en la sociedad misma.

La historia ha demostrado, con un sin número de ejemplos, cómo es que el

maltrato infantil ha permeado el subconsciente grupal, y cómo se ha incrustado en

términos de una costumbre avalada por la educación. Este tipo de violencia ha tenido

y tiene una amplia gama de interpretaciones y reinterpretaciones; sabido es que a lo

largo del tiempo y en todo el mundo, los niños han pasado por diferentes roles:

esclavos, objetos, mercancía, menospreciando sus derechos mínimos como seres

humanos. El panorama empezó a cambiar a raíz de las primeras investigaciones

científicas, en un principio desde la Medicina, posteriormente a la luz de otras áreas

de conocimiento, al sumarse nuevos enfoques se consideró necesaria la elaboración

de un marco legal para la protección de los menores, uno de los llamados grupos

vulnerables de la sociedad, niñas y niños en estado de indefensión.


92

Ahora bien, ya que la presente investigación se orientó a la determinación de

los indicadores específicos, con mayor profundidad respecto del tejido óseo, los más

frecuentes y rastreables, se demostró que siendo escandalosos por sí mismos,

reflejan la diversidad de técnicas empleadas para dañar a los menores; ante la

imposibilidad de mencionar todas y cada una de las maneras en que ocurre el

fenómeno, se puso énfasis en la siguiente observación: hay tantas formas de

maltratar como imaginación tengan los victimarios; aun así, es factible distinguir

algunos patrones que permiten esclarecer la comisión de maltrato infantil.

En este sentido, se destacaron aquellos indicadores que contemplan tres

grupos de lesiones patognomónicas, aunque no exclusivas, de la violencia en contra

de los menores. El primer grupo concerniente a las fracturas que, además de ofrecer

características propias de la edad y localización en que se producen, evidencian los

diferentes estadios evolutivos y frecuencia, dicho mecanismo queda inscrito en su

tipología, tal es el caso de las fracturas en tallo verde, o por incurvación, en torus,

epifisiarias, entre otras. Mediante el análisis a detalle, los indicadores pueden dar

cuenta de la intensidad, dirección y antigüedad, datos clave para sustentar el

diagnóstico que, en sí mismo, requiere de estas propiedades.

Se especificaron las lesiones del segundo grupo: aquéllas en que la fuerza

con que se producen no es tan importante como para convertirlas en fracturas

precisamente, sino se quedan a nivel de respuesta inflamatoria que también denota

la frecuencia, intensidad y evolución, por ejemplo las periostitis.


93

Se observó que en el tercer grupo se incluyen algunas de las lesiones

mencionadas, cuando existe la posibilidad de evidenciarlas a través del hallazgo de

huellas de reparación normal o anormal: en el primer caso, el callo óseo es el

indicador más llamativo durante el proceso de curación; en el segundo, la

consolidación defectuosa seguida de secuelas como la necrosis, pseudoartrosis,

acortamiento y deformación de los huesos afectados, así como la pérdida de

movilidad y su consecuente anquilosamiento articular.

Este ordenamiento de lesiones provee de indicadores fundamentales para

sustentar por lo menos dos hechos: el menor fue atacado, golpeado y lastimado; el

menor padeció el desamparo de un servicio médico adecuado y a tiempo, es decir

una atención que le proporcionara el tratamiento que requería, independientemente

de que se activara la red de investigación pertinente para la determinación de

violencia en su contra.

Aquí conviene hacer notar que el interés primordial del presente estado del

arte debía centrarse en el análisis del abuso físico; sin embargo, los demás factores

involucrados en el tema de estudio no podían dejarse al margen de la exposición,

pues la práctica del maltrato infantil es en sí mismo un estilo de vida para muchos

grupos sociales, familias e individuos, toda vez que reflejan el estatus de las

relaciones interpersonales del binomio víctima/victimario bajo el esquema de las

relaciones de poder/control, así como la jerarquía de roles y comportamientos.

Desde esta perspectiva, a lo largo del texto, se revisaron algunas definiciones

del maltrato infantil que caracterizan y delimitan el suceso; un análisis de tal


94

complejidad y desde diversos puntos de encuentro entre los factores que componen

este fenómeno social, hizo patente la necesidad de que la definición contuviera

algunos componentes mínimos, a fin de abarcar en lo posible el fenómeno objeto de

estudio, de ahí que como parte de la propuesta metodológica para su abordaje, se

llevó a cabo una redefinición del maltrato infantil, producto de un nuevo encuadre,

esto es: antropofísico forense.

Ligado a lo anterior, los criterios utilizados para analizar de cerca las

consecuencias de este proceso multifactorial de violencia, permitieron reconocer a

través de los indicadores que uno de tantos desenlaces es aquel en que

desafortunadamente tiene lugar el fallecimiento de las víctimas, otro no menos

lamentable es el de los menores que logran sobrevivir y quedan estigmatizados en

su interior bajo la sombra de lo que fue una experiencia por demás dolorosa,

reclasificándose como resilientes del proceso. Uno y otro caso demandan replantear

el problema, dimensionar sus alcances y arribar a soluciones. Las víctimas que

sobreviven, niñas y niños que son razón y motivo de la presente investigación, la

mayoría de las veces no obtienen justicia debido al sistema que priva en las

instancias públicas, como se mencionó al inicio de esta reflexión sobre el estudio

realizado, los recursos humanos y materiales insuficientes, la indagación

fragmentada, los expedientes que se archivan y permanecen en silencio, impiden

avances significativos.

Tristemente hay casos en que ni siquiera se instaura un proceso jurídico que

dé cauce a las denuncias de maltrato a menores, en cuántas circunstancias la

muerte llega y culmina con el desconocimiento y olvido del infante que pareciera ser
95

el único testigo del evento. Sin embargo, no hay por qué creer que todo está perdido,

aún es posible rescatar la evidencia y no sepultarla bajo el peso de la burocracia y el

desinterés de individuos e instancias involucradas.

Es aquí, en este escenario de aparente monotonía y pasividad, donde la

propuesta metodológica de la investigación llevada a cabo pretende llamar la

atención sobre los casos, aunque el panorama resulta menos que alentador, dado

que en la actualidad hay conflictos y situaciones fuera de control que comprometen la

tranquilidad y seguridad de todos los mexicanos.17 Ciertamente hay un clima de

violencia que cubre todo cuanto se observa en nuestro país. No obstante, a causa de

estos problemas resulta inadmisible dejar de reconocer la existencia de otros asuntos

que igualmente asaltan el corazón de la sociedad en su conjunto: la violencia que se

ejerce sobre los menores, las mujeres, los ancianos y los factores que contribuyen

como la pobreza, la falta de educación, los usos y costumbres por encima de los

derechos humanos, ejemplos de la fuerza y dinamismo que implica el fenómeno de

la violencia en sus distintas manifestaciones y que, desde cualquier punto de vista,

es injusta y ofensiva obligando y sometiendo, pues intimida e inspira temor racional y

fundado en contra de la voluntad, distorsiona y oculta el sentido o intención para

causar daño bajo el cobijo de discursos hegemónicos.

Ante esta realidad que a todos atañe, se resaltó una vez más el quehacer

inminente del antropólogo en sus niveles de especialización y subespecialización; es

decir, del antropólogo físico y del antropólogo físico forense para analizar e integrar

17
Por ejemplo, la creciente oleada de la violencia que deriva en problemas de índole social, como los recientes
asesinatos masivos que han propiciado la guerra en contra del crimen organizado o la devastación ocasionada
por fenómenos naturales.
96

una perspectiva de tal amplitud que comprenda la confección de soluciones ante los

problemas que, hoy por hoy, requieren de atención urgente dada la crisis en que se

encuentra la sociedad, no sólo en México, sino en todo el mundo.

Como ejemplo, se comenta un estudio de caso, donde a partir de algunos

datos del reporte médico se llevó a cabo un ejercicio de análisis bajo la óptica

antropofísica forense: se acotaron observaciones, se formularon interrogantes y

sugirieron lineamientos metodológicos a fin de reconocer indicadores para la

elaboración del diagnóstico, resaltando que el primer elemento para diagnosticar el

fenómeno de maltrato infantil es simplemente tenerlo en consideración.

Asimismo, el análisis debe contemplar otras causas de las mismas lesiones,

valoración que corresponde a los diagnósticos diferenciales y aspectos tafonómicos,

pues lejos de desviar la atención del profesional funcionan como apoyo de la

sospecha, en la medida que se descarta cada una de las posibles alteraciones

simuladoras y se vuelve definitivo el hallazgo como explicación del fallecimiento;

convirtiéndose en el diagnóstico de muerte de los menores afectados.

De igual forma, en materia de maltrato infantil, el estudio del marco legal

vigente en México a nivel Federal y del Distrito Federal permitió destacar los artículos

que deben ser considerados de conocimiento mínimo por parte del personal

encomendado para la investigación de los casos; con el mismo propósito, se incluyó

una lista de las instituciones encargadas de dar apoyo y orientación a las víctimas

afectadas, para que sean referidas prontamente a la instancia correspondiente.


97

A manera de conclusión, en orden al estudio realizado y la exposición del

tema en el presente documento, se resaltan aquellos aspectos que a criterio de la

sustentante son objeto de reflexión sobre el fenómeno de maltrato infantil.

La violencia en contra de los menores se ha globalizado rápidamente y de

forma silenciosa, insospechada, patrocinada por el desinterés y apatía de la sociedad

“indemne” al problema. Hay que enfrentar la realidad y no evadir las expresiones de

un flagelo que padecen tantas víctimas anónimas, tantas súplicas de niñas y niños

indefensos, participando de manera activa en la protección de los infantes.

Las características multifactoriales y complejas del fenómeno requieren de

soluciones específicas, no con el molde de una sola medida, pues exigen vías y

formas distintas de contra–ataque. Por eso es necesario conocer y reconocer las

manifestaciones del maltrato infantil, despertar conciencias, asumir

responsabilidades, plantear alternativas factibles que apuesten al cambio a corto,

mediano y largo plazo.

En el ámbito profesional, corresponde especialmente a los antropólogos

físicos forenses y, en general, a todo el personal del área forense, desempeñar un

excelente trabajo poniendo en práctica su bagaje de sensibilidad, preparación y

experiencia, todas sus capacidades para acometer los eventos de maltrato infantil,

abriendo horizontes cada vez más amplios que deriven en la mejor procuración e

impartición de justicia en términos del binomio víctima/victimario.

En adelante, el objetivo debe ser evitar que sigan sumándose este tipo de

tragedias a las estadísticas. Enfatizar que la sociedad en general y los individuos que
98

la conforman son partícipes de los eventos que acontecen día a día, nadie está al

margen de la escena, sea la víctima o el victimario, el espectador que contempla o el

ser humano que actúa en consecuencia; es momento de cambiar el sentido de la

historia y resguardar los derechos no validados por la condescendencia, la

complicidad, el apego a los viejos moldes de la educación familiar, un lastre que

inhibe cuestionarla y se yergue como dogma social.

Hay quienes se niegan a seguir encadenados al silencio. Mujeres y hombres

otrora víctimas que miran hacia ayer y hacia adelante, conscientes de que merecen

una razón, un por qué, y más que nada un nuevo comienzo. Es por ellos que se hace

necesario detener el ciclo incesantemente repetido. La brecha está abierta, basta

caminar con rumbo y encauzar nuestros pasos.


99

ANEXOS
100

ANEXO I

VIOLENCIA: FACTORES ANATÓMICOS, NEUROHORMONALES Y GENÉTICOS

La relación que existe entre los factores biológico–hormonales y las acciones que se

derivan han sido motivo de gran controversia, suponer que el comportamiento

humano se rige por la química y conformación genómica causa incomodidad en

algunos de los círculos científicos, toda vez que no es posible explicar ad integrum

los mecanismos ni su grado de influencia; si bien se ha confirmado a través de

diversos experimentos que existe una evidente relación.

A. Localización anatómica de las emociones

Resulta de interés conocer aquellos puntos anatómicos en donde se localizan las

emociones, pues es ahí donde se sugiere que se genera la violencia, entre los

circuitos involucrados se halla el sistema límbico, integrado por las siguientes

estructuras corticales y subcorticales:

El grupo subcortical incluye el hipotálamo, el septo, el área paraolfatoria, el

epitálamo, el núcleo talámico anterior, el hipocampo, la amígdala y partes de los

ganglios basales. La corteza límbica rodea dichas estructuras y está compuesta por

la corteza orbitofrontal, la circunvolución subcallosa, la circunvolución del cíngulo y la

circunvolución del parahipocampo (Guyton, 2002; Noback, 1980; Moore, 2003), como

se observa en la Fig. 6.
101

En este contexto cabe destacar algunas de las funciones relacionadas de

cada estructura:

» Hipotálamo: entre otras muchas funciones, coordina la expresión periférica del


estado emocional. Los efectos producidos por la estimulación son: aumento
general del nivel de actividad, lo que conduce a la cólera y el miedo;
sensación de tranquilidad, placer y satisfacción; castigo y aborrecimiento;
impulso sexual. Los efectos producidos por su lesión incluyen: pasividad
extrema y pérdida de estímulos, comer y beber en exceso; accesos de rabia y
conducta violenta (Guyton, 2002).

» Hipocampo: su estimulación puede causar cólera, pasividad o impulso sexual


excesivo, también es hiperexitable por lo que una leve estimulación puede
ocasionar un ataque epiléptico. Las lesiones en esta estructura conducen a
una profunda incapacidad para formar nuevos recuerdos basados en cualquier
tipo de simbolismo verbal, conocido como amnesia anterograda (Guyton,
2002).

» Amígdala: su estimulación produce cambios en el ritmo cardiaco y la presión


arterial, motilidad gastrointestinal, defecación y micción, dilatación pupilar,
piloerección y secreción hormonal por parte de la hipófisis anterior. Interviene
en la expresión somática de la emoción. Provoca movimientos involuntarios
tónicos de postura, giro, clono y movimientos asociados al olfateo y el comer,
expresiones faciales y/o corporales que manifiestan miedo, rabia o sorpresa.
Puede originar conductas como la cólera, huida y actividad sexual. De esta
manera, prepara al individuo ante la posible amenaza del estímulo, y prepara
la respuesta de huir o enfrentar. Su mediación es tanto en el estado emocional
consciente como inconsciente, por lo que su activación precede a la respuesta
ante el estímulo (Guyton, 2002).

» Corteza límbica (frontal, cíngulo, hipocampo): estas regiones no son conocidas


en su totalidad, sin embargo hay ciertas capacidades notificadas. Las lesiones
bilaterales conducen al insomnio e inquietud, y provocan una reacción de
cólera extrema. Se completa el órgano efector: atacar o huir, guarda la
memoria emocional que condiciona la respuesta futura del sujeto y que tiene
importancia fundamental en psicopatología (Guyton, 2002).
102

Fig. 6. Sistema límbico.

Fuente: Tratado de fisiología médica (Guyton y Hall, 2001).

Las estructuras anatómicas de la emoción son compartidas por actividades

mucho más elementales, como apetito y alimentación, gusto o satisfacción sexual. El

proceso evolutivo aproximó estos circuitos neuronales para facilitar al ser vivo el

aprendizaje que le permitiera su defensa y protección de la especie. Pilares de tal

aprendizaje son el gusto, disgusto y saciedad; el agrado o desagrado; la recompensa

o el castigo. La última etapa fue la especialización del neocortex para priorizar la

información proveniente de los circuitos neuronales y su información periférica

(Olivia, 1997).

B. Evolución de impulsos primarios y comportamientos humanos

La ira, la agresividad y la violencia constituyen emociones legítimas del individuo. No

obstante, el proceso evolutivo de civilizaciones y sociedades, dentro de un marco


103

legal, impuso límites a los impulsos primarios en busca del respeto a la vida y el

bienestar del grupo. Las antiguas culturas como la griega o la romana protegían a

sus ciudadanos contrastando con el poco respeto o derechos del extranjero o el

conquistado. Las religiones judeo–cristianas priorizaron el sentimiento de culpa en el

comportamiento humano y tuvieron que pasar siglos para que la Revolución

Francesa pugnara por la libertad e igualdad en derechos y deberes de cada

individuo. El comportamiento violento es heterogéneo y resultante de la interacción

de factores genéticos, biológicos, sociales y culturales. A la luz del avance del

conocimiento genético y molecular, el neurólogo sustenta la explicación biológica

individual y social de la violencia

Al indagar sobre las causas de la violencia es necesario hacer el estudio y

análisis del material documental que promete descifrar muchos aspectos

relacionados con las conductas, enfermedades y características en general de los

seres humanos, tal es el campo de la genética y su participación activa dentro de la

multicausalidad (Oliva, 1997).

Actualmente, investigaciones epidemiológicas, estudios de gemelos,

comportamiento y conducta entre hijos biológicos e hijos adoptivos destacan la

importancia de la herencia en la conducta humana (Oliva, 1997). Se incorporan los

primeros pasos en el conocimiento molecular, donde la neurotransmisión despierta

verdadero interés. Se busca identificar genes que controlen la formación de

neurotransmisores y receptores en relación con la conducta humana. Sin embargo,

aun no se posee información definitiva que autentifique las propuestas, el avance ha

sido relevante en el campo de la neurotransmisión.


104

La primera molécula que se revisará brevemente es la serotonina,

neurotransmisor que ejerce un control inhibitorio sobre la agresión impulsiva. Su

enzima catalizadora, hidroxilasa del triptofano, es un producto del gen ubicado en el

brazo corto del cromosoma 11. Se han identificado dos polimorfismos de este gen

asociados al comportamiento impulsivo y violento. En estos individuos, el ácido 5

hidroxi–indol acético (5HIAA), metabolito de la serotonina, está reducido en el líquido

céfalorraquídeo, resultado que se explica como una disminución de la actividad

serotoninérgica central, sea en su producción o actividad de receptores. La reducción

de 5HIAA se encontró en personas con intento de suicidio con actos violentos y en

personas con desórdenes de personalidad respecto de conducta agresiva durante

toda su vida (Noback, 1980).

La teoría serotoninérgica ha sido reforzada en los últimos años al demostrar

que el alcohol, asociado en un 34% a conductas extremadamente violentas, está

ligado a reducir el nivel de 5HIAA en LCR. Es el caso de alcohólicos tipo 2, con inicio

a temprana edad, antecedente de alcoholismo en el padre y desorden antisocial en

su personalidad. Sin embargo, hay estudios con criterios opuestos que aseveran la

no reducción de 5HIAA en LCR en esquizofrénicos violentos, dato que aguarda una

sólida explicación (Heninger, 1995).

La asociación con el sistema noradrenérgico requiere asimismo de mayor

información. Se afirma que dos enzimas bajo control genético gobiernan el

metabolismo de la NA y que la reducción de la MAO se encuentra en plaquetas de

individuos violentos detenidos por agresión, también ha sido reportado en varones

con retardo mental y conducta violenta. Un ejemplo en el campo experimental, es el


105

ratón knock out, genéticamente determinado para carecer de la enzima MAO, en el

que se presenta severo comportamiento agresivo. La otra enzima del metabolismo

noradrenérgico, la COMT, tiene cuatro isoformas, el polimorfismo de esta enzima se

asocia a conducta agresiva en esquizofrenia y esquizo–afectivos, propiedades

reveladas a través de muchas investigaciones.

Aquí conviene recordar que si bien el polimorfismo es genéticamente

transmitido, la expresión del gen depende de otras interacciones genéticas y su

relación con el medio ambiente, como se ha visto en los niveles de 5HIAA en LCR en

monos son diferentes siempre que estos primates sean criados por su madre o por

una extraña (Jacobs, 1995).

C. Factores de carácter emocional y su injerencia en desviaciones patológicas

Desde 1835 se reportaron casos de personalidad antisocial luego de lesión del lóbulo

frontal. Estudios recientes demuestran que vivir con lesión frontal adquirida antes de

los ocho años de edad, es factor de riesgo para desarrollar en la adolescencia una

conducta impulsiva, agresiva y antisocial (Basuela, 2008).

De igual forma, estudios de EEG y Potencial Evocado practicados en

individuos antisociales presentan anomalías de regiones anteriores del cerebro,

donde su examen clínico reporta por lo menos un signo anormal frontal en 65% de

casos. Las alucinaciones más violentas en diferentes patologías cerebrales

presentan asociación con espigas de origen anterior (Basuela, 2008; Noback, 1980).
106

Bajo el mismo tenor, los estudios de resonancia magnética en criminales

violentos con psicopatía evidencian reducción del volumen del manto cortical

prefrontal. Así como en los estudios funcionales de PET y SPECT de individuos

agresivos afectivos y asesinos predatorios dan reducción de la tasa metabólica

frontal bilateral.

De los ejemplos anteriores se desprenden diversas consideraciones, por

ejemplo que la conducta del individuo es el resultado del equilibrio entre lo biológico,

social y emocional. El medio familiar y el factor social son el primer elemento en la

desviación patológica de estos individuos durante los primeros años de vida. El factor

social declina con los años en el sujeto y pasa a ser dominado por el factor

emocional con un comportamiento antisocial a la incapacidad de reprimir su

impulsividad e indiferencia ante el acto cometido, con ausencia de sentimiento de

culpa. Las estructuras mediales del cerebro gobiernan la respuesta emocional

primaria de afecto, enfrentar o huir. Las estructuras laterales corticales, el neocortex,

desarrollaron circuitos que permiten al hombre vivir en sociedad, pudiendo frenar así

como recapacitar su respuesta y medir los riesgos y beneficios.

Prueba de las repercusiones en este nivel es el caso de individuos con daño

de la corteza órbito–frontal, que tienen dificultad de procesar expresiones de ira,

identificar estas expresiones en otras personas y no pueden crear frenos de violencia

ante estímulos de diferente orden.

De acuerdo con lo expuesto, queda ejemplificado que las diversas afecciones

en una o varias de las estructuras en el sistema nervioso central ocasionan que los
107

individuos actúen de maneras específicas, ya sea a través de la ira y la irracionalidad

o simplemente bajo el desconocimiento de lo bueno y lo malo, carecen de la

capacidad para integrarse de manera adecuada en los grupos humanos de los que

son miembros, por lo que es importante valorar las situaciones mencionadas y

constituir con ello parte del análisis que se debe realizar a cada individuo involucrado

en el fenómeno del maltrato infantil.


108

ANEXO II

FRACTURAS: TIPOS, CUADRO CLÍNICO, SECUELAS

A. Criterios en la tipificación de fracturas

Para entender cabalmente la evolución de las lesiones en hueso, se hace necesario

el conocimiento del tejido óseo y su metabolismo. En este sentido, las lesiones que

se pueden presentar son básicamente las fracturas y trastornos debidos a fallas en el

proceso de consolidación, osteonecrosis (necrosis avascular), secuelas de

infecciones y periostitis (Kumar, 2000; Botella, 2000; Dandy, 2011; Mann, 2005;

Santin, 2005; Steinbock, 1976; Ramey, 2007). Respecto de las fracturas, éstas

pueden definirse como la pérdida de la continuidad del tejido óseo, dicha ruptura

puede ser completa o incompleta, del hueso o del cartílago con hueso, causada por

una fuerza externa ya sea directa o indirecta (Dandy, 2011). Las fracturas se

producen por fuerzas traumáticas intensas que actúan sobre el hueso de forma

instantánea, superando su resistencia.

El mecanismo de producción se repite tanto en las fuerzas actuantes como en

el tipo de lesión originada (Buikstra, 1994; Dandy, 2011; Santin, 2005; Steinbock,

1976; Roberts, 1995; Isidro, 2003), por ello es muy útil conocer y clasificar dicho

mecanismo. Existen factores asociados a influencias externas, por ejemplo la edad:

en la infancia, la zona más débil y sensible a la rotura es el cartílago de crecimiento;

en la adolescencia y juventud las áreas débiles son las uniones del hueso con

tendones o ligamentos; en la edad adulta es el hueso trabecular la estructura con

más riesgo de fractura (Behrman, 2001; Dandy, 2011).


109

Cada tipo de fractura representa una progresión del grado de complejidad, con

mayor posibilidad de complicaciones (Baker, 2005; Behrman, 2001; Dandy, 2011;

Hib, 2001; Kimmerle, 2008; Knight, 1999; Krogman, 1978; Kumar, 2000; Patitó, 2000;

Santin, 2005; Schmitt, 2006, Tierney, 2006; Villanueva, 2004).

Las fracturas según la fuerza incidente se clasifican en:

a) Fractura transversa: cuando la fuerza es perpendicular al hueso.


b) Fractura oblicua: si la fuerza es oblicua al eje óseo.
c) Fractura espiroidea: cuando actúan fuerzas rotacionales. Son lesiones
extensas en cuanto a longitud y característicamente muestran una imagen en
“S” alargada.
d) Fractura longitudinal: causada por fuerzas paralelas al eje mayor del hueso.
Generalmente se asocia a otros trazos de fractura.
e) Fractura conminuta: por combinación de fuerzas diferentes. Se define como
aquella fractura que muestra más de dos fragmentos. Son ejemplos la fractura
“en mariposa” con un fragmento cortical triangular aislado, la fractura
“segmentaria” con un segmento diafisiario aislado de los otros dos y las
fracturas en “T” o en “Y” en los extremos de algunos huesos.

Por su localización las fracturas pueden registrarse en términos de:

a) Citar el hueso concreto que ha sido afectado.


b) Describir la zona del hueso afectada. Si es un hueso largo citar si está
lesionada la epífisis, la metáfisis o la diáfisis. Si la fractura es diafisiaria,
localizarla en el tercio proximal, medio o distal.

Por la disposición de los fragmentos se considera:

a) Aposición completa: cuando muestran un contacto completo, conservándose


la morfología previa a la fractura (posición anatómica).
b) Aposición parcial: implica un contacto mayor o menor entre los fragmentos que
se puede completar calculando su porcentaje o sus particiones (tercio, mitad,
etc.).
110

c) Desplazada: consiste en la separación de los fragmentos por la misma


fractura, ya sea por tracción muscular, interposición de partes blandas,
pérdida de sustancia ósea o reabsorción de los extremos. Ante esto existe el
peligro de no unión, especialmente si la distancia de separación es superior a
1 cm.
d) Cabalgada: es la ausencia de contacto de los extremos óseos con
desplazamiento lateral de uno sobre otro y el consiguiente acortamiento. Si
este acortamiento se produce sin angulación se habla de deformidad en
“bayoneta”.
e) Angulada: es la pérdida de alineación del eje óseo y se describe según la
dirección que toma el fragmento distal respecto del proximal.
f) Impactada: implica que un fragmento óseo se ha introducido en el otro.
g) Deprimida: es el hundimiento de una superficie o de un volumen óseo sobre sí
mismo, siendo un ejemplo típico la fractura del calcáneo.
h) Comprimida: implica el hundimiento de un hueso al quedar atrapado entre
otros dos, por ejemplo en la fractura del cuerpo vertebral.
i) Con componente articular: es la extensión articular de una fractura, lo que
conlleva muchas complicaciones.
j) Rotada: es el componente más difícil de valorar en una fractura, pues se trata
de definir en dos planos una alteración tridimensional. Se pueden apreciar
signos indirectos como la imagen en “S” o la incongruencia anatómica entre el
extremo proximal y distal de una fractura.
k) Avulsión: se refiere a la fractura producida en la unión de una estructura
muscular, cápsulo–ligamentosa o tendinosa al hueso, con arrancamiento de
parte del mismo. Típica de infancia y adolescencia, debido a la mayor
debilidad anatómica en ese periodo.

Por otra parte, existen las fracturas singulares que son grupos de fracturas con

características clínicas o radiológicas especiales (Baker, 2005; Behrman, 2001;

Dandy, 2011; Hib, 2001; Kimmerle, 2008; Knight, 1999; Krogman, 1978; Kumar,

2000; Patitó, 2000; Santin, 2005; Schmitt, 2006, Tierney, 2006; Villanueva, 2004).
111

Entre las fracturas singulares cabe citar las siguientes:

a) Fracturas de la superficie articular: se dividen en subcondrales (entre ellas


está la contusión ósea o bone bruise que representa el sangrado y edema de
una fractura trabecular), osteocondrales y condrales.
b) Fracturas de stress, fatiga o sobrecarga: producidas en un hueso normal, por
fuerzas tolerables pero repetidas sobre una misma zona. Aparecen como una
fina línea radiotransparente, con o sin esclerosis marginal, de trazado
transverso y sin desplazamiento de fragmentos. Afectan especialmente zonas
de carga como metatarsianos, tibia, peroné, fémur, pubis o pars interarticularis
del arco vertebral (espondilolisis).
c) Fracturas por insuficiencia: producidas por fuerzas normales sobre un hueso
con masa y/o elasticidad disminuidas. Pueden ser completas, incompletas o
trabeculares. Se localizan con mayor frecuencia en cuello de fémur, vértebras,
sacro y ramas isquiopúbicas. En estos casos se plantea el diagnóstico
diferencial con infecciones y tumores.
d) Fracturas patológicas: aquellas que se producen en un hueso ya debilitado por
una lesión focal subyacente, congénita o adquirida (tumor, pseudotumor,
infección, etc.). La mayoría de las lesiones son benignas y la fractura es la
primera manifestación clínica.
e) Fracturas en la infancia (rubro que también corresponde a las lesiones
físicas por maltrato infantil, objeto de estudio de la presente investigación):
tales fracturas, como se mencionó en el apartado respectivo, se registran con
mayor frecuencia y se denominan: fracturas en tallo verde, por incurvación o
abombamiento (bowing), la fractura en rodete o torus y las epifisiolisis. Estas
últimas son las fracturas a través del débil cartílago de crecimiento o placa
fisiaria, se dividen en grados según gravedad, desde I a V de acuerdo con la
clasificación de Salter y Harris (1963). (Tabla 3).
f) Fracturas estables e inestables: se produce inestabilidad como consecuencia
de un traumatismo cuando se pierde la capacidad de huesos y ligamentos
para mantener la posición anatómica, soportar la carga habitual y proteger
estructuras vitales, como ocurre en columna o pelvis. También se aplica el
concepto de estabilidad al tipo de fracturas que no tienden a desplazarse una
vez conseguida la reducción.
112

Cuadro 5. Clasificación de Salter y Harris (1963).


Modificado de: The bioarchaeology of children. Perspectives from biological and forensic anthropology
(Lewis, 2007).

Clasificación Descripción

Tipo I Trazo de fractura que recorre toda la estructura del


cartílago fisiario. Provoca la separación de epífisis y
metáfisis. Normalmente suele estar conservado el
periostio y los desplazamientos suelen ser escasos.

Tipo II Trazo de fractura que tras recorrer un tramo de la


fisis posteriormente se angula y acaba fracturando un
tramo de la metáfisis. El trazo de fractura abarca fisis
y metáfisis. Es el tipo más frecuente de los cinco
tipos.

Tipo III Trazo que en parte recorre la fisis y posteriormente


se dirige hacia la epífisis hasta completar un trazo
intraarticular. El trazo descrito convertiría la lesión
fisiaria en un fragmento epifisiario. La fractura abarca
fisis y epífisis.

Tipo IV Fractura que cruza desde la epífisis el cartílago de


crecimiento y continuaría fracturando hasta la
metáfisis, abarcando epífisis, fisis y metáfisis.
Ocasionaría una fractura en dos fragmentos que
contendrían cada uno de ellos una porción de la fisis.

Tipo V Es una lesión rara de diagnóstico tardío; se trata de


aplastamiento fisiario por compresión, se localiza en
articulaciones que se mueven en un sólo plano, tales
como rodilla y tobillo y que, además, son
susceptibles de sufrir ante una caída fuerzas de
compresión pura.
113

B. Consideraciones sobre las fracturas en la infancia

Retomando las fracturas en infantes, las de tallo verde son propias de los huesos

largos de los niños (Imagen 1), debido a las características estructurales y mecánicas

del tejido óseo durante el crecimiento. Se llaman así porque su morfología se parece

a la rotura de un tallo vegetal verde por inflexión, en el que se rompe la corteza verde

de un lado y el núcleo leñoso, quedando íntegra la corteza verde en el otro lado por

mucho que aumente la inflexión, sólo con una inflexión de dirección contraria se

completa la ruptura.

La porción diafisaria en crecimiento tiene un grueso periostio de gran

elasticidad que soporta muy bien las fuerzas de compresión. En la diáfisis de un niño,

al producirse una inflexión se concentran fuerzas de tracción en el lado de la

convexidad y fuerzas de compresión en la concavidad. Las fuerzas de tracción son

mal resistidas por el periostio y cortical y se produce la rotura, en la concavidad, las

fuerzas de compresión provocan fundamentalmente una deformidad plástica del

hueso y el periostio de la concavidad queda íntegro.

Puede que una inflexión muy violenta rompa las dos corticales, pero el

periostio siempre quedará íntegro en la concavidad. Por ser fracturas de infante e

incompletas, la consolidación es fácil y rápida, pero el periostio íntegro

posteriormente se retrae y vuelve a desplazar la fractura. Por ello, aunque parezca

paradójico, su reducción exige primero completar la fractura mediante mecanismo de

inflexión de dirección opuesta a la que produjo la fractura.


114

Respecto de las fracturas en rodete, el término latino torus (cordón) (Imagen

3) se aplica por recordar el aspecto que forma el relieve de la cortical a nivel del foco

de fractura a esta estructura, también recibe el nombre de fractura en caña de

bambú. Su localización predilecta es la unión metafiso–diafisiaria del tercio distal del

radio y la porción proximal del húmero con menor frecuencia. Su mecanismo de

producción es una compresión axial sobre el hueso ante una caída, por ejemplo

sobre la palma de la mano en el caso de la extremidad distal del radio; clínicamente

ocasiona dolor, impotencia funcional y signos locales ligeros sobre la región

metafisiaria afectada. No existirá deformidad ostensible puesto que no hay

desplazamiento entre los fragmentos. La exploración radiográfica mostrará la típica

deformidad en la cortical en forma de rodete.

Tocante a las fracturas por incurvación descritas por Barton (1821), se trata de

una deformidad en un hueso diafisiario sin presentar algún trazo de fractura. Su

localización típica es la porción diafisiaria fina con corticales delgadas como en el

caso del radio, cúbito y peroné. Su mecanismo es por inflexión creando una

deformidad elástica primero y luego plástica, puesto que se trata en realidad de un

deslizamiento a nivel osteonal. El mecanismo productor suele ser directo sobre el

hueso afectado en el caso del peroné o bien indirecto por una caída sobre la palma

de la mano en el antebrazo.

En ambos casos actúa con baja energía traumática y obrando de forma lenta.

Con frecuencia puede observarse la fractura completa del hueso paralelo

(incurvación del peroné y fractura de la tibia, incurvación del cúbito y fractura del

radio). Clínicamente se caracteriza por presentar escaso dolor e impotencia funcional


115

si no existe fractura asociada, hay deformidad del miembro por la incurvación del

hueso afectado (Imagen 2). La exploración radiográfica mostrará la incurvación no

anatómica del hueso afectado.

Por último, las epifisiolisis (Imagen 4) son fracturas que asientan en la fisis o

cartílagos de crecimiento y cuyo trazo de fractura puede ir recorriendo o cruzando

dicha estructura, provocando como resultado la separación de una parte de la epífisis

o la totalidad de ella de la metáfisis. Es frecuente y representa alrededor del 20–25%

de todas las fracturas de la infancia. Se produce a cualquier edad, incluso puede

darse como lesión obstétrica, pero es más frecuente en la pre o adolescencia, con

mayor incidencia en varones. Su localización preferente es en el miembro superior,

en la porción distal del radio, falanges de los dedos y la tibia distal. Pueden darse

lesiones agudas por traumatismos violentos o crónicas provocadas, por fatiga o

estrés.

C. Diferencias entre los huesos del infante y del adulto

Resulta importante mencionar que los niños poseen algunas diferencias en cuanto a

las características de sus huesos y las de los adultos (Dandy, 2011; Hib, 2001;

Kumar, 2000). Al respecto se destaca lo siguiente:

1. Diferencias anatómicas
Presencia de cartílagos de crecimiento que implica la posibilidad de fracturas a este

nivel con complicaciones de mal pronóstico por aparición de una deformidad


116

progresiva. Periostio grueso, activo osteogénicamente y bien vascularizado,

fácilmente separable del hueso y que puede cumplir un papel estabilizador

importante cuando la ruptura no es completa. La estructura ósea es más porosa,

especialmente en las metáfisis, la vascularización es rica y hace posible la rápida

consolidación de las fracturas y no frecuentes los retardos y pseudoartrosis (Imagen

7). Mayor grosor del cartílago epifisario dando lugar a que se puedan producir

fracturas osteocondrales. En niños pequeños y en determinadas localizaciones,

pueden existir epífisis aún no osificadas y plantear problemas diagnósticos

radiológicos ante una fractura.

2. Diferencias fisiológicas

Debido a la mayor vascularización presenta consecuencias como crecimiento y

remodelación ósea muy activos, mayor reacción inflamatoria, posible presencia de

fiebre tras la fractura, posibilidad de provocar estímulos de crecimiento fisiario,

consolidación rápida de las fracturas con períodos de inmovilización más cortos que

en el adulto, posibilidad de aparecer una deformidad progresiva si se lesiona

parcialmente el cartílago de crecimiento, corrección espontánea de fracturas mal

unidas con deformidades angulares y acortamientos que hace que cambien los

criterios de tratamiento respecto del adulto.


117

3. Diferencias biomecánicas

Hueso con módulo de elasticidad más bajo y por tanto con posibilidad de sufrir mayor

deformidad elástica y absorber más energía que el adulto, posible aparición de

deformidades plásticas si la fuerza traumática continúa y no es excesivamente

violenta, los ligamentos suelen tener mayor resistencia a la ruptura que los cartílagos

de crecimiento, por lo que es más frecuente la fractura fisiaria que el esguince o la

luxación.

En conjunto, todas estas características hacen que en el menor aparezcan

fracturas diferentes a las del adulto y también lo será la respuesta ósea de dicha

fractura ante un traumatismo, su tratamiento y complicaciones. A continuación se

especifican diversos aspectos sobre las fracturas óseas en los infantes.

D. Manifestaciones clínicas

Todas las fracturas traumáticas, en mayor o menor grado presentan como síntomas

clínicos dolor e impotencia funcional. El dolor es muy intenso en el momento de

producirse la fractura, cediendo parcialmente en las siguientes horas, aumenta con la

movilización y cede en gran parte si se inmoviliza el segmento lesionado. Varía en

intensidad según el trazo de fractura y su localización. Fracturas impactadas o de los

pequeños huesos de la mano y el pie pueden dar molestias dolorosas discretas. Las

fracturas diafisarias tanto las completas como las incompletas son siempre muy

dolorosas, mientras que las epifisarias y metafisarias son mejor toleradas.


118

La limitación funcional tiene relación directa con el desplazamiento de la

fractura. En las fracturas muy desplazadas hay una impotencia funcional casi

completa por la interrupción de la palanca ósea. En las fracturas incompletas e

impactadas tan solo hay una limitación funcional debida al dolor y el espasmo

muscular antiálgico, o incluso está ausente (Behrman, 2001; Dandy, 2011; Hib, 2001;

Knight, 1999; Kumar, 2000; Patitó, 2000; Santin, 2005; Tierney, 2006; Villanueva,

2004).

Los signos clínicos de las fracturas son: dolor provocado, equimosis,

deformidad, movilidad anómala y crepitación. Tienen extraordinaria variación en

función de la magnitud de la fractura, el desplazamiento y su localización más o

menos profunda. La palpación provoca dolor a nivel del foco de fractura permitiendo

su localización (Behrman, 2001). En las fracturas no desplazadas por mecanismo

directo, más valor tiene el dolor provocado al someter al hueso a una suave fuerza

de inflexión o una compresión axial percutiendo en dirección longitudinal, ya que el

simple dolor a la palpación puede corresponder a la lesión de otra estructura no

ósea.

La equimosis puede tener su origen en la lesión de la piel por el agente

traumático en las fracturas por mecanismo directo, siendo de aparición casi

instantánea. Otras veces, la equimosis no es más que la infiltración de la piel por la

sangre procedente de la hemorragia ósea o de las partes blandas profundas que

rodean la fractura. En este caso es un signo clínico más o menos tardío dependiendo

de la oposición mecánica que tenga la sangre para difundirse. Si la fractura es en un

hueso superficial aparece en pocas horas; si es un hueso profundo puede tardar


119

cuatro o cinco días en aparecer (Behrman, 2001; Dandy, 2011; Hib, 2001; Kumar,

2000; Santin, 2005; Tierney, 2006).

La deformidad es debida en parte a la tumefacción local por el hematoma y el

edema, pero la principal causa de deformidad es la desviación de los fragmentos

óseos. El desplazamiento en parte es provocado por el traumatismo, o la acción de la

gravedad sobre los extremos distales a la fractura, pero lo más importante es la

acción de los músculos sobre los fragmentos óseos. El propio tono muscular o la

contractura antiálgica que arrastra el fragmento óseo sobre el que se inserta, por lo

que cada nivel de fractura tiene un desplazamiento típico (Behrman, 2001; Dandy,

2011; Hib, 2001; Kumar, 2000; Santin, 2005; Tierney, 2006).

La movilidad anómala del segmento óseo fracturado es un signo inequívoco

de fractura que pone de manifiesto no sólo que la fractura es completa y grave, sino

que además goza de importante inestabilidad. Es un signo clínico que debe

recogerse pero no provocarse, puesto que movilizando el foco de fractura puede

aumentarse el desplazamiento y ampliar la lesión de las partes blandas. La

crepitación no es más que la consecuencia del rozamiento de los extremos de la

fractura en su desplazamiento. Por ello la movilidad anómala debe recogerse pero

nunca provocarse (Tierney, 2006).


120

E. Tratamiento de los eventos y secuelas de lesiones óseas

Las fracturas óseas se curan mediante el proceso biológico denominado

consolidación o unión ósea, con la formación entre los fragmentos óseos de un

nuevo tejido denominado callo óseo.

1. Aspectos generales de la consolidación

Las etapas iniciales de la consolidación son comunes a la cicatrización de otros

tejidos con formación de un tejido conectivo indiferenciado, pero en este caso, su

diferenciación es hacia tejido óseo, devolviendo la resistencia mecánica al hueso. En

este sentido, debe considerarse la reparación del hueso como una regeneración

tisular, más que una simple cicatrización (Dandy, 2011; Hib, 2001; Kumar, 2000).

La consolidación depende principalmente de factores in situ: localización,

magnitud de la necrosis de tejidos, movilidad y desplazamiento del foco, alteraciones

de las vascularización, infección y estado previo del hueso. También influyen factores

generales como la edad, el estado general del paciente (estado nutricional,

padecimientos concomitantes), medicamentos asociados.

Además, el proceso de consolidación sufre importantes variaciones según las

condiciones de contacto óseo y, sobre todo, con el grado de inmovilización de la

fractura, hasta el punto que puede parecer que son dos formas distintas la

consolidación con un callo exuberante que se consigue con una inmovilización pobre

con aparato de yeso, y la consolidación con unión directa del hueso cuando se utiliza
121

una inmovilización rígida con un sistema de fijación interna (Dandy, 2011; Kumar,

2000).

La reparación puede ser por unión primaria, secundaria o membranosa. La

unión primaria es la fusión directa entre extremos, resorción y aposición de nuevo

hueso cortical directamente; no tiene fase perióstica y es excepcional en la práctica

clínica. Lo más habitual es la fusión secundaria, con formación de un callo óseo,

proceso en que intervienen tejido fibroso, cartilaginoso y óseo (osificación

endocondral). La osificación membranosa ocurre cuando los bordes óseos no están

en contacto y prolifera un tejido de granulación que es capaz de osificar; en este

caso la reacción perióstica es escasa o inexistente (Hib, 2001; Kumar, 2000).

Fases histológicas

La evolución del callo óseo implica la siguiente serie de fases histológicas (Hib,

2001):

1) Fase de lesión. Algunos autores consideran que la consolidación se inicia en


el momento de la producción de la fractura, al liberarse los factores que
promueven la consolidación: factores quimiotácticos responsables de la
migración celular, factores mitogénicos y factores inductores de la
diferenciación celular a tejido óseo, que forman el grupo de factores de
crecimiento.
2) Fase inflamatoria. En el foco hay hematoma con tejido dañado y necrosado
que induce una respuesta inflamatoria aguda. Transcurridas 18–20 horas, la
capa profunda del periostio preservado junto a su capa endóstica proliferan
para iniciar el proceso reparativo. Esto no tiene traducción radiográfica,
aunque a partir del décimo día los rebordes óseos bien definidos se van
reabsorbiendo, mostrando una mejor visualización de la fractura.
3) Fase reparativa (callo perióstico o blando). El hematoma se va organizando
por su periferia, con gran proliferación de células de la capa perióstica y
endóstica, precursoras de los osteoblastos (osteoprogenitoras). Los
122

osteoblastos van formando y depositando el osteoide. Hay resorción del hueso


necrótico y la invasión del centro del hematoma por estructuras vasculares
periósticas y fibroblastos, que van transformándolo en tejido de granulación.
Posteriormente los fibroblastos sufren metaplasia y se transforman en
condroblastos que a su vez, según el grado de vascularización de la zona,
pueden llegar a constituir hueso, consiguiendo una unión elástica.
A partir de los días 4–5, todo el proceso forma un hueso primario, sin orden ni
orientación precisos (callo primitivo primario, perióstico o blando) y por tanto
insuficiente para soportar fuerzas o cargas. Pero suficiente para inmovilizar la
fractura per se (unión clínica) y establecer puentes para el callo definitivo.
Radiológicamente el callo perióstico muestra un aumento de densidad
progresivo alrededor de la fractura que acaba en puentes periósticos
continuos entre los fragmentos y que se van reforzando y confundiendo con el
hueso córtico–medular. Esta fase de curación no ocurre en áreas sin periostio
como el cuello femoral, la vértebra o la rótula.
4) Fase de remodelación (callo medular). El hueso inmaduro del callo perióstico
que ha formado un collarín alrededor de la fractura, se va alargando,
engrosando y sustituyendo por hueso maduro denso. Se forman así tiras de
hueso medular y cortical según las líneas de fuerza. De manera que a partir
de la osificación del callo blando se forma la unión ósea capaz de devolver las
condiciones mecánicas al hueso. Esto puede durar meses o años, en tanto
que radiológicamente se advierten los signos de consolidación completa
(continuidad de corticales y paso de trabéculas en la porción medular).
El proceso finaliza con la reabsorción del callo perióstico y restitución de la
continuidad medular. A veces el callo definitivo muestra zonas esclerosas o
líticas, sugestivas de no unión, lo que hace dudar si hay consolidación, si
existen zonas de fusión completa que, de forma empírica, deberán superar el
50% del anillo óseo afectado fracturado para asegurar la progresión de fusión
definitiva.

Resulta interesante mencionar que en el niño se conseguirá que el hueso

recobre totalmente su morfología, sus angulaciones e incluso los acortamientos;

mientras que en el adulto el proceso es mucho más lento y nunca llega a borrarse la

huella del callo de fractura. A continuación, para complementar la exposición del

proceso se destaca lo siguiente:


123

2. Consolidación de tejido óseo esponjoso

Las fracturas en hueso esponjoso consolidan de forma diferente a las del hueso

cortical. El periostio en epífisis y huesos cortos es una fina laminilla que apenas

forma un callo externo. La consolidación es fundamentalmente con callo medular

gracias a la invasión del foco de células indiferenciadas procedentes de la médula

ósea intertrabecular que inician una oposición ósea sobre las trabéculas muertas

(puente osteoblástico), saltando puentes óseos entre las trabéculas de ambos

fragmentos, siempre que estén próximos.

La consolidación ósea del tejido esponjoso es muy rápida, por su buena

vascularización y por el gran caudal de células indiferenciadas que posee la médula

ósea, pero en él no saltan puentes periósticos entre los fragmentos como ocurre en

las fracturas diafisiarias, por lo que exige un buen contacto entre las trabéculas de

ambos fragmentos, de lo contrario tarda mucho tiempo en cubrirse el espacio

rellenándose de tejido fibroso, que puede originar un colapso tardío. Como regla

general podemos decir que el callo definitivo, que indica curación de una fractura, se

establece entre las ocho y 16 semanas (Hib 2001).

3. Retardo de consolidación y pseudoartrosis

Como ya se mencionó, el proceso de consolidación está influenciado por múltiples

factores: edad, localización de la fractura, complejidad del trazo de fractura, lesión de

las partes blandas, complicaciones y tratamiento aplicado. El tiempo necesario para

la consolidación de una fractura varía en función de estos factores. En fracturas


124

cerradas de trazo simple se consideran como tiempos de consolidación normales de

seis semanas para las fracturas del miembro superior y 12 semanas para las

fracturas del miembro inferior en el adulto, y la mitad de estos tiempos para el niño.

Pero si los factores enumerados son adversos, el tiempo de consolidación es mayor.

En una fractura compleja puede considerarse como normal que tarde en

consolidar seis meses. Al establecer el pronóstico y el tiempo de consolidación de

una fractura cada uno de esos factores deben ser valorados cuidadosamente. El

proceso de consolidación puede prolongarse más de lo esperado o fracasar

definitivamente. En el primer caso tiene lugar un retardo de consolidación y en el

segundo caso de pseudoartrosis (Kumar, 2000) (Imagen7).

El retardo de consolidación puede definirse como la prolongación del proceso

de consolidación, más tiempo del que cabría esperar por las características de la

fractura. Desde el punto de vista anatomo–patológico sigue el mismo patrón que la

consolidación normal, pero manteniéndose durante mucho tiempo la fase de callo

fibroso, aunque finalmente osifica. En cambio, la pseudoartrosis supone un fracaso

definitivo de la consolidación, por los cambios histopatológicos que se producen en el

foco. La constante movilidad del callo blando, da lugar a la aparición de una

sustancia amorfa el “fibrinoide”, una masa acelular compuesta por colágena y

sustancia fundamental en distintos estadios de degradación.

Esta formación fibrinoide se agrieta con la movilidad y se produce una

hendidura, incluso una verdadera cavidad que se llena de líquido mucilaginoso. Esta

cavidad así estructurada se convierte en una verdadera articulación, de ahí el


125

nombre de pseudoartrosis (falsa articulación). Otras veces se forma entre los

fragmentos un tejido fibroso maduro, entonces se utiliza también el término de “unión

fibrosa”. Tanto el retardo de consolidación como la pseudoartrosis tienen una fase

común, la unión fibrocartilaginosa que puede osificarse con un final feliz, entonces se

trata de un retardo de consolidación o puede sufrir los cambios antes mencionados,

transformándose en una pseudoartrosis (Dandy, 2011; Kumar, 2000).

4. Osteonecrosis

Se trata del infarto óseo y medular que afecta la cavidad medular de la metáfisis o la

diáfisis y la región subcondral de las epífisis, todas sus formas se deben a isquemia:

sección mecánica de los vasos por fractura, corticoesteroides, trombosis o embolia

en el síndrome de descompresión, lesiones vasculares, aumento de la presión

intraósea con compresión vascular e hipertensión venosa (Imagen 6). Si bien existe

una variedad de causas, la más frecuente es por fracturas secundarias a

traumatismos.

Se observa como necrosis moteada que afecta al hueso esponjoso y a la

médula, la cortical no suele alterarse porque las colaterales mantienen el riego

sanguíneo. En el caso de los infartos subcondrales, se necrosa un fragmento

triangular o cuneiforme de tejido cuya base está formada por la placa ósea

subcondral, y su vértice corresponde al centro de la epífisis. El hueso muerto se

reconoce por sus lagunas vacías, está rodeado de adipocitos necróticos que a
126

menudo se rompen y liberan sus ácidos grasos; éstos al combinarse con calcio,

forman jabones cálcicos que pueden persistir toda la vida.

Durante el proceso curativo, los osteoclastos reabsorben las trabéculas

necróticas; sin embargo, las que quedan sirven de armazón para el depósito de

hueso nuevo vivo en un proceso llamado sustitución progresiva. En los infartos

subcondrales, el ritmo de esta sustitución progresiva es demasiado lento para ser

eficaz y por eso acaba produciéndose colapso del hueso esponjoso necrosado y

desorganización del cartílago articular, lo que predispone a una artrosis secundaria.

5. Periostitis traumática

La periostitis es la inflamación ocasionada por la infección activa o traumatismo

directo en el hueso que separa su membrana nutricia y osteogénica, ocasionando un

sangrado y la estimulación de deposición de tejido óseo de reciente formación hasta

calcificarse (hematoma perióstico calcificado) y permanecer como una elevación o

engrosamiento de la superficie ósea. Es fácilmente reconocible en su estadio activo

por sus características de color, textura y apariencia elevada (Mann, 2005; Roberts,

2001; Steinbock, 1976).

La periostitis activa presenta un tono descolorido en comparación con el hueso

subyacente, poroso debido al incremento en la vascularización, estriada y de

márgenes bien definidos. Se observa con apariencia de corteza de árbol. En los

casos reparados los márgenes son difusos y presenta disminución de la porosidad,


127

así como suavizamiento de su apariencia rugosa del comienzo (Mann, 2005;

Roberts, 2001; Steinbock, 1976).

Finalmente, cabe resaltar que las locaciones más frecuentes involucran

porciones diafisiarias que se hallan más expuestas, es decir con menos

recubrimiento muscular, como la tibia, asimismo es importante mencionar que

traumatismos leves en repetidas ocasiones pueden llegar a tener el mismo efecto a

largo plazo, por lo que no es necesario un evento traumático agudo único.


128

ANEXO III

TIPOS DE VIOLENCIA CONTRA LOS MENORES

A lo largo del presente documento se han abordado de manera general las diversas

variantes de maltrato infantil, como objetivo principal orientado al análisis del tipo

físico y las huellas que se pueden observar durante el estudio del esqueleto;

asimismo, se ha hecho constar que existen otras formas de violencia y que requieren

una revisión, aunque breve, a fin de explicar los conceptos básicos de cada una de

ellas, haciendo énfasis en la simultaneidad de su expresión (Fig. 5).

En el caso de la violencia respecto del maltrato infantil, se pueden considerar

varias clasificaciones que, en su mayoría, dividen el maltrato en cuatro o cinco

rubros. En este sentido, Loredo (1994) propone para su abordaje y distinción entre

las agresiones físicas: el abuso sexual, la deprivación emocional y otras formas

menos frecuentes; mientras que Patitó (2000) habla del abuso físico, abuso

emocional, abuso sexual y el trato negligente o por omisión.

Cabe subrayar que la clasificación elegida será acertada en tanto se ajuste al

criterio y necesidades del investigador, por lo que toca al presente estudio se

consideró cada indicador como una expresión en el microambiente que posee

conexiones muy estrechas, simultáneas y recíprocas con el meso y macroambiente,

partes que forman un todo en el fenómeno objeto de análisis.

Las causas del cómo es que los menores se encuentran en este tipo de

situaciones son muy variadas, desde la problemática al interior de la dinámica

familiar, pasando por la pobreza, la limitada o nula educación, hasta la corrupción y


129

los intereses personales de servidores públicos que incumplen el trabajo y las

responsabilidades de su cargo dentro del aparato gubernamental, un flagelo que

tiene lugar en los países en desarrollo y del primen mundo. Causas y razones tan

diversas que sería imposible especificar a profundidad. En este entendido, a

continuación se revisan de manera general aquellos indicadores relacionados con la

violencia hacia las víctimas de maltrato infantil.

A. Violencia sexual

Pareciera que el maltrato infantil es sinónimo de maltrato físico del menor, pues

resulta evidente a simple vista; sin embargo, existen otras formas de violencia menos

obvias pero igualmente destructivas para los menores. Una de ellas es la violencia

sexual, que va desde el abuso, violación, incesto, prostitución, parafilias, pornografía

infantil, entre otras (Loredo, 1994), categorías no otorgadas estrictamente por el

marco legal que las contempla, sino como parte de un ejercicio teórico para

esclarecer el problema.

En la práctica de la violencia sexual se ven envueltos niños o adolescentes

que desconocen las bases biológicas y psicológicas de un acto sexual, que se

someten al consentimiento del acto sin otorgar anuencia racional sobre las

consecuencias de una relación entre dos individuos con distintas edades, un menor y

una persona adulta, para satisfacción sexual de la segunda (Loredo, 1994); en el

ámbito médico–legal se considera que de forma coercitiva y con el propósito de

gratificación sexual se expone a los niños a eventos inapropiados para su desarrollo


130

físico y emocional (Lencioni, 2008). El adecuado tratamiento del problema requiere

detectar situaciones que demandan atención inmediata, por ejemplo lesiones e

infecciones genitales, asimismo depresión, tendencia al suicidio y uso de drogas. Por

lo tanto, el examen debe realizarse a la brevedad. Los signos de certeza de la

violencia sexual son: traumatismo anal, himeneal, acompañados generalmente de la

tétrada de la inflamación y sangrado, presencia de espermas y/o líquido seminal,

datos de infecciones contagiosas y a largo plazo el embarazo; además de daño

emocional de diversas manifestaciones, como: terrores nocturnos, ansiedad,

enuresis, ideas suicidas. (Lencioni, 2008).

B. Violencia psicológica

Este punto admite plantearse en términos de que además del maltrato físico, los

otros tipos de violencia en contra de los menores implican en sí mismos maltrato

psicológico, ya que se transgreden las barreras del binomio cuerpo/mente; es decir,

en tanto se daña el primero siempre repercute en el segundo, debido a que los seres

humanos, como se mencionó al inicio de la presente investigación, constituyen un

complejo biopsicosociocultural e histórico, imposible de fragmentar cada una de sus

partes de las otras, pues se trata de un armónico balance, lo que genera una

situación de homeostasis considerada saludable. De tal forma, según De Paul

(1999), serían las consecuencias psicológicas de las acciones lo que le definiría

como cierto tipo de elemento o componente maltratante (Fig. 7).


131

En este sentido, conviene aclarar lo siguiente: pareciera que en los diversos

textos se utiliza el término de maltrato o violencia emocional como sinónimo de la

psicológica, lo cual no es del todo correcto, más bien las características emocionales

forman parte de la totalidad psicológica de los individuos. Hecha la aclaración resulta

sencillo comprender de lo que se trata.

Fig. 7. Alcances de la violencia psicológica. Elaboración propia.

En el daño psicológico además de existir repercusiones emocionales, tales

como la vinculación afectiva y el desarrollo de empatía, entre otros, también se

encuentran alterados los componentes cognitivos, como inteligencia, percepción,

memoria, atención, desarrollo de conciencia moral y habilidades de relación social

(De Paul, 1999). El maltrato psicológico incluye actitudes de indiferencia, insultos,

ofensas y/o desprecio, producido por los padres o adultos cuidadores de niñas/os, y

que los dañan en la esfera psíquica. Se ha encontrado que este tipo de agravio

conlleva frecuentemente modos de maltrato tan profundos e incluso de efectos tan

graves o más que los ocasionados por traumatismos y lesiones físicas (Loredo,

1994, 2001).
132

1. Definición de violencia psicológica

Existen muchas definiciones sobre este fenómeno (Gómez de Terreros, 2006), si

bien la más adecuada y descriptiva para objeto del presente estudio, se subdivide en

seis formas de ocurrencia (De Paul, 1999, Gómez de Terreros, 2006) y es la

siguiente:

a) Rechazo: cualquier acto verbal o no verbal del cuidador que suponga un


rechazo o degradación del niño(a), incluye desprecio, ridiculización, castigos
recurrentes y humillaciones.
b) Aterrorizar: cualquier conducta que amenace con daño físico, muerte, o
abandono, o colocar en peligro reconocible un objeto o persona queridos por
el niño(a).
c) Aislar: comportamientos que de manera consistente niegan al niño(a) las
oportunidades para satisfacer sus necesidades de interacción o comunicación
con iguales o adultos, dentro y fuera del hogar, puede ser mediante el encierro
o limitación de su libertad espacial y conductual.
d) Explotación/corrupción: comportamientos que promuevan en el niño(a) el
desarrollo de conductas inapropiadas, como antisociales, autodesctructivas,
criminales, desviadas o desadaptadas.
e) Denegar respuestas emocionales (ignorar): comportamientos que implican
ignorar la necesitad y los intentos del niño(a) para interactuar como no mostrar
afecto, atención, ni amor por el menor, y no mostrar emociones en las
interacciones con él o ella.
f) Negligencia de tipo educativo, medico y de salud: ignorar o no permitir que
se traten los problemas y necesidades del menor. Cabe mencionar que esta
última se ha considerado como un tipo aparte en las distintas clasificaciones,
ya que se le ha designado una casilla individual debido a las implicaciones
que posee.

Con base en las características descritas el concepto de violencia psicológica

se delimita y define. Cabe reiterar que no es necesaria la presencia de huellas físicas

para que exista una agresión en la esfera psíquica.


133

C. Violencia por negligencia, abandono, omisión o deprivación

Probablemente este tipo sea el menos considerado como parte del fenómeno, pues

existen muchos factores sociales y contextuales que se ven involucrados en la

imposibilidad de cumplir ad integrum con las necesidades de un menor; bajo la

excusa de pobreza o negligencia institucional se llevan a cabo diversas omisiones;

por ejemplo, el abandono infantil en que incurren las personas responsables de

cubrir las necesidades básicas del niño(a) a su cargo (Loredo, 1994). Definir cuáles

son las necesidades de los niños remite forzosamente al terreno de la legislación.18

En cuanto a las manifestaciones clínicas para realizar el diagnóstico se

encuentran datos sugerentes de alteración y/o detención del crecimiento y desarrollo

(enanismo por privación), alteraciones del peso (obesidad psicosocial y desnutrición

grave), trastornos alimentarios (anorexia nerviosa y bulimia), alteraciones del estado

mental (depresión crónica, trastornos de autoestima), enfermedades de origen

infeccioso repetitivas por falta de higiene, pobre nivel educativo, abandono

emocional, ya descrito líneas arriba, que puede considerarse como parte de la

violencia psicológica (Loredo, 2001 y 1994).

Ahora bien, respecto de otras formas menos difundidas de la violencia en

contra de los menores, puede mencionarse el abuso fetal,19 contrario a lo que

generalmente se piensa, puede ocasionarse cuando se expone al feto a diversos

medicamentos que pueden incidir de manera directa en su adecuada formación,

18
Tema que se aborda en el Marco Legal de la presente investigación.
19
Asunto polémico y más aún si se hace referencia al aborto, tema que en el presente estudio queda fuera del
propósito de análisis.
134

crecimiento y desarrollo intrauterino, así como el empleo de tecnología que pueda

afectarlo; por parte de la madre se contempla el consumo de alcohol y drogas,

alimentación inadecuada, exposición y conductas riesgosas durante el embarazo

(Loredo, 1994).

1. Síndrome de Munchausen

Este síndrome es una variedad de maltrato en la que el adulto, mediante la

falsificación de datos clínicos simula o produce una enfermedad en el menor que,

aparentemente, requiere de atención médica (Loredo, 1994). Para identificar esta

modalidad hay que cotejar los hallazgos de la exploración clínica integral del paciente

con una explicación convincente del suceso, a fin de confirmar o descartar la

sospecha de tal síndrome. Los síntomas pueden ser desde alteraciones

hematológicas, crisis convulsivas, apneas, diarreas, vómitos y exantemas, por citar

algunos (Loredo, 1994).

Indicadores para la elaboración del diagnóstico

Ante la persistencia o recurrencia de una enfermedad cuya causa no puede ser

encontrada, se considera lo siguiente:

 Discrepancia entre el interrogatorio y los hallazgos de la exploración física.


 Desaparición de los signos y síntomas cuando el niño se encuentra junto a la
persona encargada de él.
 Presentación de signos y síntomas poco usuales que no corresponden con
una entidad bien definida.
135

 Evolución tórpida, con poca o nula respuesta al tratamiento, sin explicación


lógica.
 Padres que se muestran conformes o tranquilos con la supuesta enfermedad
de su hijo y los procedimientos empleados para su tratamiento.
 Hospitalización frecuente con tratamientos intensos y repetidos.
 Extrema servicialidad con el personal médico por parte del padre o tutor.
 Antecedentes de una investigación exhaustiva sobre enfermedades poco
comunes.

D. Categorías de violencia en el contexto sociocultural e histórico

Actualmente, las categorías de violencia infantil se tornan más contextuales, toda vez

que cobran mayor influencia los factores sociales, culturales e históricos de la

localidad a la que pertenecen los menores. De ahí la importancia de tener en cuenta

que la realidad descrita deberá ser individualizada de conformidad con el entorno que

violenta a los menores.

Una de estas categorías de violencia es el ritualismo, generalmente asociado

con las creencias religiosas satánicas, algunos autores, según Loredo (1994),

describen tales abusos como torturas y sacrificios tanto de animales como de

humanos, e incluyen el consumo de sus partes. Una de las variedades puede ser el

abuso sexual dentro del rito, en combinación con el consumo de sustancias

toxicológicas como el alcohol y algunas drogas; asimismo, dentro de esta categoría

se hallan las prácticas culturales de algunos grupos humanos que incluyen la bebida

de ciertos preparados en rituales de iniciación, obligando a los menores de edad a

participar en la ceremonia y consumir los brebajes. Un caso más en relación con las

creencias religiosas (Testigos de Jehová, Christian Science, entre otros), es no


136

permitir el tratamiento médico de los menores con enfermedades y someterlos a

curaciones de tipo espiritual, lo que retrasa o hace perder toda oportunidad de

salvación para el menor (Loredo, 1994).

E. Otra formas de violencia vinculadas al factor social

En este rubro se encuentra el maltrato a los niños en situación de calle y de la calle,

niños de la guerra, migrantes, menores que trabajan y los que sufren de

hostigamiento (bullying), tráfico de infantes y venta de órganos, formas de maltrato

que tienen que ver de manera predominante con un componente social, sin excluir

en su totalidad el componente familiar al interior de los hogares.

Tocante a los niños de la calle que no tienen hogar ni familiares a quiénes

acudir, así como los niños en situación de calle que aun contando con un hogar o

familiares, deciden por diversas razones salirse de sus casas (Loredo, 1994), poseen

como condicionantes varios detonadores en sus hogares primarios, los más

frecuentes son a partir de un ambiente de violencia in situ, asociado a carencias

económicas y bajo nivel educativo.

Se trata de situaciones no resueltas que existen en nuestro país y que

conllevan, de más a más, dificultades para exigir justicia, igualdad y equidad a

instituciones de gobierno, de salud y de educación, donde se evidencia el trato

diferenciado por discriminación (sexo, edad, nivel económico, origen étnico…). Por

otra parte, la misma sociedad contribuye a no erradicar las diversas formas de

maltrato infantil perpetuando estándares educativos, valores morales, usos y


137

costumbres que, en su conjunto, trazan y reflejan los alcances de la violencia en su

nivel macro, la violencia estructural (Fig. 4).

Cabe señalar que estas variantes de violencia por maltrato infantil tienen lugar

en cualquier parte del mundo y, como se ha mencionado, el fenómeno se origina a

partir de múltiples causas que, aunque probablemente, la de mayores efectos sea la

pobreza (Campillo, 2006; Gómez, 2007, Herrera, 2006; Loredo, 1994; Molinar, 2009;

OMS, 2005; Suárez, 2006). Sin embargo, ligado a esta condición social, no puede

descartarse otro factor igualmente determinante y casi indistinguible en orden de

aparición: la pérdida del equilibrio en las relaciones humanas, tanto a nivel micro (al

interior de la familia), como a nivel macro (la sociedad), donde la violencia en sí

misma ejerce coerción en contra de la voluntad y el bienestar de un individuo, de una

persona.

De ahí que al hablar de niños de la calle y en la calle resulta muy complejo el

análisis de los eventos que los orillan al punto de no retorno y sin solución aparente,

si bien se ha hecho constar en el presente estudio que la solución depende,

radicalmente, de las políticas de Estado, en términos de instrumentación, aplicación y

resultados.

Un escenario muy distinto es el de los infantes que se encuentran en medio de

un conflicto bélico, ya que las instituciones gubernamentales y no gubernamentales

proceden en estos casos tomando la iniciativa para afrontar y controlar el fenómeno

de maltrato en particular y la situación del país en general.


138

Desde esta perspectiva, cuando la ocurrencia es simultánea, de acuerdo con

las decisiones de las instancias mencionadas, los migrantes, niños trabajadores,

trata de personas y demás variantes, pueden ser considerados en un solo grupo o en

distintos sectores según su clasificación. Aquí conviene resaltar que cualquiera que

sea la toma de decisiones, el problema demanda atención urgente que compete al

Estado a través de las autoridades respectivas, pues la expresión del fenómeno va

en aumento a la par de su complejidad, sabido es que una gran parte de los

victimarios involucrados bajo estas circunstancias se hallan relacionados, de alguna

manera, con la delincuencia organizada.


139

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