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PSICOLOGIA SOCIAL:

PERSPECTIVAS TEÓRICAS
Y METODOLÓGICAS'"

por

J o sé L u is A l v a r o E s t r a m ia n a

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MÉXICO
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C PLAZA í> 28043 MADRID ESPAÑA
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c . <f AGRADECIMIENTOS ..................................................................................................................... XI

P R Ó L O G O ...................................................................................................................................................... XIII

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. XVII

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial


de esta obra por cualquier procedim iento (ya sea gráfico, electrónico,
óptico, químico, mecánico, fotocopia, etc.) y el almacenamiento o trans­ 1. COMIENZOS DE LA PSICOLOGÍA SO C IA L................ 1
misión de sus contenidos en soportes magnéticos, sonoros, visuales o de
cualquier otro tipo sin permiso expreso del editor.
I. HISTORIA, ACUMULATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO Y PSICOLOGÍA
SOCIAL. BREVES APUNTES INTRODUCTORIOS ................................................. 1
238310 II. LA PSICOLOGÍA COLECTIVA......................................................................................... 3
Primera edición, septiembre de 1995 III. V ÓLKERPSY CH O LO GIE : ANÁLISIS HISTÓRICO Y CONSECUENCIAS
PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL CONTEMPORÁNEA....................................... 4
© SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S. A *IV. LA PSICOLOGÍA DE MASAS.............................................................................................. 9
Calle Plaza, 5. 28043 Madrid V. LA PSICOLOGÍA DE MASAS: APUNTES PARA UNA PSICOLOGÍA SO­
© José Luis Alvaro Estramiana CIAL DE LAS MULTITUDES ............................................................................................. 10
DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY
Impreso y hecho en España
Printed and made iti Spain 2. ORÍGENES DE LA CO N CEPCIÓ N PSICOLÓGICA
Diseño de la cubierta: Pedro Árjona EN PSICOLOGÍA S O C IA L 19
ISBN: 84-323-0895-1
Depósito legal: M. 30.358-1995
I. LA TEORÍA INSTINTIVISTA ............................................................................................. 19
Fotocomposición: EFCA, S. A. ■"II. EL MODELO INDIVIDUALISTA, CONDUCTISMO Y EXPER1MENTA-
Parque Industrial «Las Monjas». C/ Verano, 38
LISMO: TRES RASGOS PARA UNA PSICOLOGÍA SOCIAL PSICOLÓGICA. 23
Torrejón de Ardoz. 28850 Madrid
Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa III. BREVES APUNTES SOBRE LA PSICOLOGÍA SOCIAL HASTA EL PE­
Paracuellos de Jarama (Madrid) RIODO DE POSGUERRA........... .................................... ................................................... 26
VI In d ice ín d ic e vil

3. M ARCOS TEÓRICO S EN PSICOLOGÍA SO CIAL ..... 32 6. EL MODELO ESTRATIFICADO DE LA A C CIÓ N Y


EN FO Q U E S T E Ó R IC O S A FIN E S. PR O PU E STA S
I. LA TEORÍA DEL INTERACCIONISMO SIMBÓLICO .......................................... 32 PARA LA PSICOLOGÍA S O C IA L 94
II. OTRAS TEORÍAS O ENFOQUES EN PSICOLOGÍA SOCIAL. AFINIDA­
DES CON EL INTERACCIONISMO SIMBÓLICO .................................................. 37
III. EL PARADIGMA CONDUCTISTA EN PSICOLOGÍA SOCIAL: CONDUC- 7. PE RSPE CTIV A S M E T O D O LÓ G IC A S EN P S IC O ­
TISMO SO C IA L........................................................................................................................ 41 LOGÍA SO C IA L .......................................................................................................... 98

111.1. Conducta e intercambio social.................................................. 42 I. TÉCNICAS CUANTITATIVAS VERSUS TÉCNICAS CUALITATIVAS 99


111.2. De las teorías del aprendizaje social al conductismo so- II. TÉCNICAS CUANTITATIVAS Y TÉCNICAS CUALITATIVAS: ¿SÓLO
ciocognitivo..................................................................................... 47 UNA CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA?........................................................................ 100
III. MÉTODO HIPOTÉTICO-DF.DUCTIVO VERSUS MÉTODO INDUCTIVO.
^ IV. EL COGNITIVISMO EN PSICOLOGÍA SOCIAI......................................................... 50 EL PAPEL DE LA TEORÍA ................................................................................................. 101

• IV. 1.Teorías de la consistencia. La disonancia cognoscitiva de IV. LA ACUMULATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO 10 3
Festinger........................................................................................... 52 V. RAZÓN CAUSAL FRENTE A INTERPRETACIÓN 104
* IV.2. Las teorías de la atribución......................................................... 54 VI. EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO. DISEÑOS EXPERIMENTALES O
IV.3. La noción de esquem a ................................................................................ 58 DISEÑOS CORRELACIONALES...................................................................................... 106
IV.4. Sesgos y errores en la cognición................................................ 59 VIL EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO: ¿UN PARADIGMA METO­
DOLÓGICO PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL? ....................................................... 108
V. ASPECTOS INDIVIDUALES Y SOCIALES DE LA COGNICIÓN SOCIAL .. 60 VIII. REFLEXIONES FINALES PERO INACABADAS EN TORNO A LA METO­
DOLOGÍA .................................................................................................................................. 114

\ 4. LA PSICOLOGÍA SOCIAL EU RO PE A 65
8. NOTAS FINALES ACERCA DE LAS CARACTERÍSTI­
CAS Y OBJETO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL ............. 116
* I. RELACIONES INTERGRUPAI ES, IDENTIDAD SOCIAL Y CATEGORI-
ZACIÓN ....................................................................................................................................... 66
EPÍLOGO .............................................................................................................................................. 125
II. LA PSICOLOGÍA SOCIAL DEL CAMBIOtLA INFLUENCIA MINORITA­
RIA ................................................................................................................................................. 70
III» LA “TEORÍA” DE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES ................................. 74 BIBLIOGRAFÍA ............................................ ..................................................................................... 127

ÍNDICE DE NOMBRES..................................................................................................................... 145

5. DEL INDIVIDUALISMO AL SUBJETIVISMO. ¿U N A


NUEVA PSICOLOGÍA S O C IA L ? 83

I. NATURALEZA, HISTORIA Y RELATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO SO­


CIAL .............................................................................................................................................. 83
II. SUBJETIVISMO Y OBJETIVIDAD EN PSICOLOGÍA SOCI A l.............................. 86
III. PARTICULARISMO VERSUS PSICOLOGÍA SOCIAI. TRANSÍ JUl .TURAL ... 88
IV. CONSTRUCTIVISMO VERSUS OBJETIVIDAD ........................................................ 90
Como un cruce de caminos entre los destinos indi­
vidual y colectivo de hombres y mujeres. Ambos
tentativos, ambos inacabados, pero ambos narra-
bles y mínimamente inteligibles si previamente se
dice y se entiende que la verdad es la búsqueda de
la verdad...
Carlos Fuentes
AGRADECIMIENTOS

Este libro está escrito en diferentes momentos y lugares. Distintas


son las personas que de una u otra forma han contribuido a su culmi­
nación. D urante mi estancia en la U niversidad de Cam bridge, la
ayuda de Teresa Garlake y de Colin Fraser fue de un gran valor en la
elaboración inicial de este libro.
Otras personas han contribuido con sus críticas y sugerencias a la
finalización del mismo: Joelle Bergere, Eduardo Crespo, N ydza C o­
rrea, Alicia Garrido, Tomás Ibáñez, Florencio Jiménez Burillo, Fre-
deric Munné, Sagrario Ramírez, José Luis Sangrador, María Ros, José
Ramón Torregrosa y Josefina Zaiter. A todos ellos mi agradeci­
miento por el tiempo que dedicaron a discutir conmigo diferentes as­
pectos de este libro.
También a Javier Abásolo por su estímulo intelectual y confianza
personal y a Felipe Contreras por su trabajo en las correcciones de
pruebas, tan “invisible” como necesario.
PRÓLOGO

Este libro constituye un esfuerzo de síntesis de lo que es uno de los


posibles caminos en el análisis de la psicología social. Se trata, ante
todo, de un camino selectivo antes que de un análisis exhaustivo de
todo lo que hoy en día es o constituye el ser histórico de la psicología
social. Llevar a cabo esta última tarea correría el riesgo de convertirse
en un catálogo de teorías, métodos y aplicaciones para el que dispo­
nemos de una ingente bibliografía cuyo ritmo de publicación excede
al de la lectura reposada de cualquier persona. Las páginas que so­
meto a tu paciente criterio de lector todavía anónimo están divididas
en ocho capítulos.
En el primero, tras unas breves consideraciones sobre la natura­
leza histórica del conocimiento psicosocial, se describen de forma
crítica las aportaciones de la psicología de los pueblos de Wundt y las
aportaciones de la psicología de las masas. Ambas forman el entra­
mado de lo que autores como Blanco (1988) denominan tradición
grupal en psicología social. Ambas tradiciones de pensamiento, im­
portantes a finales del siglo XIX, aunque analizadas en algunos textos
o artículos a lo largo del presente siglo, han sido ignoradas sistemáti­
camente por una psicología social predominantemente individualista.
En unos momentos como los actuales, de resurgimiento de los nacio­
nalismos y de reforzamiento de los movimientos sociales en todo el
mundo, de un nuevo protagonismo social de las masas, la recupera­
ción de estos textos, desde una visión histórica y crítica, no resultaría
una tarea baladí para la psicología social contemporánea si entende­
mos que ésta debe ser más social y menos individualista.
En el segundo capítulo se analizan algunos estudios iniciales de lo
que podríam os denom inar, siguiendo de nuevo a Blanco (1988),
como tradición individualista. La contraposición entre los dos m a­
nuales de psicología social de McDougall y de Ross, aparecidos en el
mismo año de 1908, resulta interesante para poder situar histórica­
mente la polémica entre dos concepciones divergentes de la psicolo­
gía social. Algo posteriores, los estudios de Floyd Allport vendrán a
XIV J o s é Luis A lvaro E stram iana P ró lo go XV

consolidar dos aspectos claves del paradigma dominante en la disci­ reivindicación de una dimensión más social para la misma. La psico­
plina, como son su carácter individualista y su fe en la metodología logía de las minorías activas, la teoría de la identidad social y la teoría
experimental. Un tercer elemento, como es el contexto behaviorista de las representaciones sociales forman los tres enfoques teóricos a
en que se enmarcan sus estudios, tendrá, no obstante, una menor in­ los que está dedicado este capítulo. La finalidad de los capítulos ter­
cidencia. El seguimiento del primero de los aspectos anteriormente cero y cuarto es la de ofrecer una visión crítica de algunos de los
señalados se realiza en los capítulos dedicados al análisis de algunas principales desarrollos teóricos que han tenido lugar en las últimas
teorías contemporáneas en psicología social. décadas. Los marcos teóricos que aquí se exponen forman el entra­
Entre la publicación de la psicología social de Floyd Allport en mado de la psicología social contemporánea y dan continuación a la
1924 y la psicología social de posguerra ocurren hechos significativos constitución histórica de la psicología social tratada en los dos prime­
en el decurso de la disciplina que han sido cubiertos señalando algu­ ros capítulos del libro.
nos de los desarrollos tanto teóricos como empíricos más importan­ En el capítulo quinto, a propósito de las posturas expresadas por
tes que tienen lugar en este periodo. psicólogos sociales como Gergen o Bar-Tal y Bar-Tal, se lleva a cabo
La descripción de aspectos claves del modelo propuesto por una crítica de lo que podríamos denominar como el nuevo enfoque
Floyd Allport es, obviamente, una de las posibles guías con las que ir individualista en la psicología social actual.
estudiando los cambios en la psicología social acaecidos en los últi­ En el capítulo sexto se definen las características de algunos mo­
mos años. Así, por ejemplo, al surgimiento de las teorías sobre el in­ delos no reduccionistas de explicación del comportamiento social, y
tercambio o de la comunicación persuasiva de los años cincuenta, le que sirven para definir una concepción teórica de la disciplina.
seguirá una reacción de teorías cognitivas, como la de la disonancia, Finalmente, el capítulo séptimo está dedicado a los aspectos me­
que serán predominantes en los años sesenta. Los diferentes modelos todológicos de la psicología social, con una especial referencia al ex­
de la atribución recogerán el testigo de este predominio durante la perimento de laboratorio.
década de los setenta para, a su vez, ceder terreno a la consolidación Las conclusiones finales, capítulo octavo, intentan ofrecer una
de diferentes propuestas y modelos que configuran el paradigma so- síntesis de lo recogido en páginas anteriores y señalar algunas herra­
ciocognitivista en nuestros días. Todas estas teorías y modelos expli­ mientas teóricas y metodológicas desde las que construir una psicolo­
cativos pueden ser analizados desde dos de los ángulos desde los que gía social más social y más abierta a diferentes metodologías.
interpretar críticamente los cambios en los paradigmas dominantes
en psicología social, y que son la contraposición entre explicaciones
sociales e individuales, por un lado, y entre modelos cognitivos y
modelos conductistas, por otro.
La inclusión del interaccionismo simbólico, así como de otras
teorías que guardan una mayor similitud con los planteamientos de
este marco teórico, también puede ser analizada desde esos mismos
ángulos a los que me acabo de referir. No olvidemos que el interac­
cionismo se propone como una teoría conductista pero sin exclusión
de los procesos mentales. Al mismo tiempo, la división entre teorías
centradas en el medio y teorías centradas en el individuo nos será útil
para situar las diferentes concepciones del interaccionismo, así como
para analizar otras corrientes teóricas afines.
11 capítulo cuarto es una incursión en la denominada psicología
social europea. No en balde, uno de los rasgos distintivos de algunos
de los modelos teóricos que constituyen dicha psicología social es su
INTRODUCCIÓN

Durante los últimos años asistimos a un debate en las ciencias socia­


les en general y, más concretamente, en nuestra disciplina sobre el
tipo de explicación más adecuado al comportamiento humano. Este
debate ha adoptado, y sigue adoptando, diferentes formas en las que
diversos dualism os —su b jetiv id ad -o b jetiv id ad , individualism o-
holismo, naturaleza-cultura, idealism o-m aterialism o, acción-con­
ducta, explicación-comprensión, etc.— han constituido los ejes de
una polémica central para la psicología social.
Ciertamente, no se trata de una polémica nueva, sino que es con­
sustancial a la propia historia del conocimiento social. Tiene antece­
dentes tan lejanos como los que caracterizan a posiciones filosóficas
contrapuestas, como las que representan Platón y Aristóteles. M ien­
tras que en Platón el individuo, para convertirse en un ser social, ne­
cesita de la asociación con sus semejantes, para Aristóteles el hombre
es un ser social por naturaleza. Siguiendo a Graumann (1988), en la
actualidad, ambas tradiciones filosóficas se corresponderían con dos
líneas de pensamiento diferentes. La primera vendría caracterizada
por enfatizar el carácter determinante de las instituciones sociales en
el comportamiento individual, mientras que la segunda pretendería
destacar el carácter autónomo de la conducta y la determinación de
las estructuras sociales por procesos de carácter individual.
Ambas corrientes de pensamiento pueden ser denominadas, si­
guiendo el modelo de Gergen (1982), como explicaciones centradas
en el medio y explicaciones centradas en el individuo, y han consti­
tuido y constituyen, en la actualidad, dos psicologías sociales diferen­
ciadas: una psicología social psicológica y una psicología social socio­
lógica. Si bien hay un cierto reduccionismo en esta división entre
ambos tipos de psicología social, lo cierto es que los paradigmas do­
minantes en psicología, y en psicología social, responden a lo que
Buss (1978, p. 59) denomina cambios entre dos supuestos diferentes
como son: la persona construye la realidad, por un lado, y la realidad
construye a la persona, por otro. Ciertamente, los principales para-
X V III J o s é Luis A lvaro E stram iana 1. COMIENZOS DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

digmas teóricos en psicología, como son el conductismo, el enfoque


cognitivo, el psicoanálisis y la psicología humanista, suponen cam­
bios de uno a otro de los supuestos mencionados. No es mi preten­
sión, en este libro, realizar un repaso de los antecedentes filosóficos
de las diferentes formas de entender la psicología social, sino tan sólo
identificar algunos de los dualismos que han nutrido las polémicas
habidas entre los que se dedican a su estudio para, finalmente, descri­
bir mi visión de la psicología social. Se trata de la resolución de una
paradoja, para mí sólo aparente contradicción entre lo individual y lo I. HISTORIA, ACUMULATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO Y PSICOLOGÍA
social, en cuya base se encuentra la raison d'étre de la psicología so­ SOCIAL. BREVES APUNTES INTRODUCTORIOS
cial. Lejos de mis objetivos, por tanto, el realizar un análisis exhaus­
tivo de las diferentes teorías y modelos que constituyen el entra­ Asistimos en los últimos años a un renovado interés por la historia de
mado, cada vez más confuso y extenso, de lo que conocemos como la psicología social, por desvelar los determinantes sociohistóricos de
psicología social, tanto en su vertiente psicológica como sociológica la producción del conocimiento psicosociológico. Diferentes autores
(véase Jiménez Burillo y otros, 1992; Collier y otros, 1991; Stephan y nos alertan acerca de la necesidad de una reconstrucción histórica de
Stcphan, 1991). Esa labor ya ha sido realizada, de forma excelente, la disciplina (Blanco, 1993; C ollier y otros, 1991; Graumann, 1987;
por otros autores tanto españoles como extranjeros, que nos han de­ Ibáñez, 1990; Lück, 1987; M orawski, 1979). Algunos de estos psicó­
jado constancia de ello en los ya numerosos manuales de psicología logos sociales nos recuerdan que situar los comienzos de la psicología
social existentes. La elección de los temas aquí desarrollados es, como social en uno u otro estudio, en uno u otro autor, en uno u otro para­
ya quedó dicho, selectiva antes que exhaustiva, y tiene como hilo digma teórico o metodológico no es algo intrascendente para la psi­
conductor el análisis de aspectos que considero que son claves para cología social. Situar un origen supone dar una historia al quehacer
ejemplificar mi concepción sobre la psicología social. de una forma de conocimiento, al tiempo que justifica y legitima la
ortodoxia del quehacer presente de ese mismo saber. Asimismo, la
propia historia de una forma particular de conocimiento social va
dando a quienes la practican la idea de una acumulatividad del saber
dentro del paradigma teórico-metodológico al que se está adscrito.
Esta noción de la acumulatividad del saber no es ajena ni a la psicolo­
gía social en su conjunto ni a la psicología social española. Reciente­
mente Pettigrew (1991) destacaba como una de las causas de la debili­
dad de la teoría generada en la psicología social contemporánea el
hecho de centrarse en efectos aislados y no acumulativos. También,
entre nosotros, psicólogos sociales como Meliá (1987), afirman que
una de las características que definen a la psicología social es la de te­
ner un carácter acumulativo. Idea ya expresada con anterioridad por
numerosos psicólogos sociales, como por ejem plo Zajonk (1980,
p. 185), quien afirmaba que «la disciplina ha alcanzado tal grado de
desarrollo y sofisticación que permite que muchas de sus conjeturas
pronto se conviertan en teoremas comprobados».
El establecimiento de principios o leyes universales según las cua­
les se regularía el comportamiento humano, supuesto donde asentar
2 J o s é Luis A lvaro E stram iana C o m ien z o s d e la p sico lo g ía so cia l 3

la acumulatividad del conocimiento social, no es, sin embargo, apro­ desarrollarse perfectamente con el esquema de la actual psicología social:
piado para las explicaciones en psicología social. El problema básico basta con que el conjunto de signos que ésta genera se articulen en torno a un
proyecto de crítica utópica [...]. Nos encontraríamos entonces con una prác­
reside en reconocer que las ciencias sociales tratan del com porta­
tica experimental semejante a la actual pero orientada por un programa utó­
miento humano y que éste no está sujeto a las regularidades del pico [Fernández Dols, 1990, pp. 145-146].
mundo físico, sino que se encuentra inmerso en el devenir histórico y
cultural de toda sociedad. Esto no quiere decir que no sea posible Sin negar la importancia que para el desarrollo de la psicología
ningún tipo de acumulatividad en el conocimiento de la realidad so­ social ha tenido la práctica experimental, en este libro pretendo de­
cial. El establecimiento de leyes probabilísticas garantiza dicha acu­ fender la necesidad de un pluralism o teórico (véase Munné, 1991,
mulatividad, pero la hace contingente del contexto histórico y social. 1993) y metodológico; la idea de que son posibles otras formas de in­
Frente a una idea mecanicista del progreso científico, el análisis terpretación histórica de la disciplina, en donde no queden excluidas
histórico nos muestra ejemplos de acomodación ideológica del cono­ perspectivas diferentes para su comprensión. En el análisis del pensa­
cimiento generado en las ciencias sociales (véase Bergere, 1988). Asi­ miento psicosocial tienen cabida presupuestos sociológicos e históri­
mismo nos alerta de cómo cualquier pugna de intereses —y la ciencia cos; y éstos forman, en definitiva, parte de su historia. Una historia
no es ajena a intereses económicos, políticos y sociales... de poder, en que está sujeta tanto a omisiones como a múltiples reconstrucciones.
última instancia— entre grupos enfrentados lleva a cada uno de ellos El caso de Wundt, del que trataré a continuación, es un claro ejemplo
a realizar una particular reconstrucción histórica del conocimiento de lo que acabo de señalar.
que legitime sus ideas. En último término, no es sólo en un pasado escrito sino también
No debe extrañarnos, por tanto, que en un manual de la disci­ en un conocimiento atento a los cambios sociales e influido por di­
plina se incluya una teoría excluida en otro. Tampoco que un autor chos cambios en donde debe radicar el rumbo de la psicología social.
considerado como fundamental en un caso ni tan siquiera sea men­ Y esto no es válido sólo para sus objetivos sino también para sus pre­
cionado en otro texto de psicología social (véase Collier, Minton y supuestos teóricos y sus prácticas metodológicas.
Reynolds, 1991). Las páginas siguientes de este libro también pueden
ser objeto de esta última crítica, pues como en todo texto los presu­
puestos teóricos y metodológicos del autor guían la selección de los
autores y teorías que sirven para ilustrar sus ideas. Así, por ejemplo, II. LA PSICOLOGÍA COLECTIVA
nos encontramos con interpretaciones históricas de la psicología so­
cial como la de G. W. A llport, publicada en 1954 y reeditada en Si atendemos a lo que se ha venido en considerar como los comien­
1968 y 1-985, en donde se erige como uno de los pilares de la disci­ zos de la psicología social, parece que no tendríamos otro remedio
plina el método experimental utilizado en las investigaciones de Tri- que mencionar a Triplett (1898) y sus estudios experimentales o ha­
plett. Partiendo de esta concepción, una parte importante de psicólo­ cer referencia a la fecha de 1908, momento en el que se publican los
gos sociales considerarían que todo aquello que no esté sustentado manuales en psicología social de Ross, Social Psycbology, y de Mc-
por la lógica expcrimentalista no debería formar parte de la historia Dougall, Introduction to Social Psycbology. No obstante, antes de
de la psicología social. Esta idea puede ejemplificarse en un intere­ que Triplett publicase los resultados de sus experimentos —Haines y
sante libro de un psicólogo social como Fernández Dols (1990), Vaughan (1979) nos muestran cómo la fecha en que Triplett publica
quien afirma que: sus estudios no puede darse como un acontecimiento histórico en la
psicología social por la sencilla razón de que Triplett no fue el primer
[...] hablar de una psicología “desenmascaradora” desde presupuestos socio­
psicólogo social experimentalista— y de que Ross y McDougall vie­
lógicos y/o históricos (por ej., marxistas) carece de sentido desde el interior
de la propia psicología, ya que ésta construye su objeto desde una tradición ran impresos sus manuales, ya existían dos tradiciones que pueden
de pensamiento distinta [...]. Desde mi punto de vista, dicho trabajo puede ser consideradas como precursoras y constituyentes de la psicología
4 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p s ico lo g ía so cia l 5

social moderna: la psicología de los pueblos y la psicología de las del espíritu que es la Vólkerpsychologie. Para estos autores es esencial
masas. que junto a una psicología individual exista una psicología de los
Analizaré, brevemente, las aportaciones de ambas psicologías, in­ pueblos constituida por el estudio de sus productos culturales, como
tentando enlazar ese análisis o reconstrucción histórica con lo que son el lenguaje, las costumbres y los mitos. Esta nueva disciplina en­
constituye una visión de lo que, a mi juicio, debería ser el objeto y cuentra en la comunidad cultural — Volk— el punto de referencia
marco de la psicología social. esencial para explicar esas formas de comportamiento colectivo que
Casi cincuenta años antes de que Wundt publicase sus primeros trascienden a los individuos y que no pueden ser entendidas más que
escritos sobre la Vólkerpsychologie aparecen en Rusia los primeros en­ por la asociación de éstos en una comunidad cultural y por referencia
sayos sobre una psicología de carácter etnográfico que, de acuerdo a un espíritu o mente común — Volksgeist— a todos ellos.
con Budilova (1984), constituyen los comienzos de la psicología social
La descripción que Blanco (1988, p. 37) da de la Vólkerpsycholo­
en Rusia.VEl estudio de los procesos mentales como un producto cul­ gie , en relación a Lazarus y Steinthal, es la siguiente:
tural e histórico y la importancia atribuida al lenguaje en la construc­
ción de un pensamiento compartido sobre el que se asienta la idea de La psicología de los pueblos es una especie de historia psicológica de la hu­
nación, son los rasgos principales de esta “psicología social” rusa^ manidad cuyo objetivo se centra en describir cómo son los espíritus, las men­
La falta de un desarrollo teórico y metodológico será la causa de tes, las almas de los diferentes pueblos, razas y comunidades y encontrar las
que esta psicología etnográfica quede sin desarrollar, salvo en lo que leyes que están regulando las m anifestaciones concretas de los diversos
se refiere a los estudios sobre lenguaje y pensamiento. Volksgeist, es decir, de aquello que convierte la diversidad en comunidad, de
Diferente será el caso de Wundt y su Vólkerpsychologie, donde se aquello que hace de varios individuos un solo pueblo, aquello que configura
nos ofrece un desarrollo conceptual y teórico de la psicología social un modo armónico de hacer, de pensar e instalarse frente al mundo.
—ciertamente Wundt no utiliza el término psicología social más que
en una ocasión (Lück, 1987)— con influencia en el desarrollo de las No es, sin embargo, hasta W ilhelm Wundt (1832-1920) cuando
ciencias sociales contemporáneas así como en la propia psicología so­ la Vólkerpsychologie cobra su formulación más detallada en una ex­
cial actual (véase Farr, 1983). tensa obra de diez volúmenes: Vólkerpsychologie: Eine Untersuchung
der Entwicklungsgesetze von Sprache, Mythus und Sitte (W undt,
1900-1920).
De acuerdo con Farr (1983), podemos distinguir tres planos dife­
III. VÓLKERPSYCHOLOGIE: ANÁLISIS HISTÓRICO Y CONSECUENCIAS rentes en la trayectoria e interés intelectual de Wundt: creación de
PARA LA PSICOLOGÍA SO CIAL CONTEMPORÁNEA una psicología experimental, de una metafísica científica y de una psi­
cología social. La postura de Wundt, conocedor de las ideas de Laza-
La división político-administrativa y el desarrollo de una conciencia rus y Steinthal, es diferente a la que ambos mantienen por su rechazo
nacional son dos de las características de la Alemania del siglo XVIII, del isomorfismo entre procesos individuales y procesos interindivi­
esenciales para entender los antecedentes históricos de la Vólkerpsy­ duales y su preocupación por el estudio de la evolución humana a
chologie. Como tal, es esencialmente un producto del pensamiento través de sus creaciones mentales, más que por una psicología dife­
social alemán y de los esfuerzos de creación del Estado-nación ale­ rencial de las características de comunidades culturales diferentes.
mán, sentimiento que va a cobrar una fuerza especial con el surgi­ Para W undt (1916), la Vólkerpsychologie debe ser entendida
miento del nacionalismo (véase Dazinger, 1983). Serán un lilósofo, como complementaria de una psicología de la conciencia individual.
M. Lazarus (1824-1903), y un filólogo, H. Steinthal (1823 1899), los El desarrollo mental de cualquier comunidad no puede ser entendido
encargados de dar a conocer en el ámbito científico, a través de los como el desarrollo de la conciencia individual, de ahí que la investi­
veinte volúmenes de la revista Zeitschrift fu r Vólkerpsychologie und gación de las funciones y productos del pensamiento a través del mé­
Sprachwissenschaft (1860), las ideas derivadas de esta nueva ciencia todo introspectivo sea en este caso inadecuada. La psicología experi­
6 J o s é Luis A lvaro E stram iana C o m ien z o s d e la p s ico lo g ía so cia l 7

mental de Wundt, para la que propone el método introspectivo como W undt en su Vólkerpsychologie podemos encontrarla en Vigotski
método de análisis de los procesos mentales individuales, se ve com­ (1896-1934) y Luria (1901-1978), para quienes los procesos cogniti-
plementada por el estudio de los procesos mentales como creaciones vos superiores no son fenómenos naturales sino que tienen una géne­
colectivas (el lenguaje, los mitos, la religión, etc.), como productos de sis sociohistórica. Asimismo, la incidencia de Wundt sobre Mead es
una experiencia colectiva a la que el individuo aislado no puede tener notoria. Ciertamente hay diferencias entre ambos, como es la dificul­
acceso. Para Wundt, el lenguaje, la religión, el arte, etc., no pueden tad de Wundt para relacionar el proceso de comunicación con el sur­
ser entendidos más que como productos del pensamiento colectivo, gimiento de los procesos mentales; pero es gracias a su influencia, a
mantenidos por la asociación de los miembros de una comunidad: través de sus estudios sobre el lenguaje de gestos, como el análisis
conductista de Mead será capaz de ilustrar el proceso de ontogénesis
La V ólkerpsychologie puede ser considerada como una rama de la psicología [...]. de la mente a través de la comunicación de gestos significantes, en el
Su objetivo es el estudio de los productos mentales que son creados por una co­ contexto de la experiencia social:
munidad humana y que son, por lo tanto, inexplicables en términos de una con­
ciencia individual, al presuponer la acción recíproca de muchos. Éste será para La existencia de la mente o de la inteligencia sólo es posible en términos de
nosotros el criterio que defina el objeto de la V olkerpsychogie [...] en el análisis gestos como símbolos significantes; porque sólo en términos de gestos que son
de los procesos mentales superiores, la V ólkerpsychologie es un elemento indis­ símbolos significantes puede existir el pensamiento [Mead, 1934/72, p. 90].
pensable de la psicología de la conciencia individual. Si bien esta última descansa
en los principios de la V ólkerpsychologie, no debe olvidarse que no puede haber La relación entre los procesos mentales y el lenguaje la encontra­
V ólkerpsychologie fuera de los individuos que entran a formar parte de relacio­ mos de nuevo en Vigotski y en Luria, sólo que en este caso se trata de
nes recíprocas, de forma tal que también la V ólkerpsychologie presupone una contextualizar dicha relación, de darle unas coordenadas sociohistó-
psicología individual o, como generalmente se la denomina, una psicología ge­ ricas y no meramente ontogenéticas. En definitiva, la división entre
neral. La primera, sin embargo, es un suplemento importante de esta última, al psicología experimental y Vólkerpsychologie no sólo refleja, sino que
proveer de los principios necesarios para una interpretación de los complejos da respuesta a una interesante polémica en psicología social: de un
procesos de la conciencia individual [Wundt, 1916, p. 3]. lado, la interpretación de los procesos cognitivos superiores como
procesos individuales y, de otro, su estudio como productos sociales,
Si bien la figura y los temas planteados por Wundt en su Vól­ originados en el transcurso de la historia.
kerpsychologie aparecen escasamente reflejados en los manuales de La influencia de la Vólkerpsychologie de Wundt en Durkheim, a
psicología social, diversas cuestiones planteadas por este psicólogo quien este último visita en Leipizg (1885-1886), es también im por­
alemán son esenciales para entender algunos aspectos de la psicología tante para comprender la concepción sociológica de este último. Si
social actual. bien se ha entendido que la influencia de W undt en Durkheim se
En primer lugar, la Vólkerpsychologie de Wundt es un intento de debe más a su enfoque positivista que a su Vólkerpsychologie, lo
estudio de la génesis de la mente humana como producto social e his­ cierto es que el rechazo mostrado por Wundt a una explicación psi­
tórico. No nos ha de extrañar que la traducción al inglés de los tres cológica de los procesos mentales colectivos, aunque diferenciada de
primeros volúmenes de su Psicología de los pueblos lleve el subtítulo la del sociólogo francés —ya quedó señalada la proximidad entre la
de Apuntes para una psicología histórica del desarrollo de la humani­ definición que Wundt da de Vólkerpsychologie y una concepción no
dad (1916). Es en este texto donde Wundt explica las razones que le reduccionista de la psicología social— presenta analogías con la no­
llevan a adoptar el nombre de Vólkerpsychologie y que, si atendemos ción que Durkheim tiene sobre el hecho social como algo externo al
a su contenido, vemos que se trata de una psicología social histórica, individuo e irreductible a una explicación psicológica:
ya desarrollada de forma pormenorizada en los diez volúmenes que
constituyen su Vólkerpsychologie. La idea de que la cultura es un Nos parece totalmente evidente que la materia de la vida social no puede ex­
proceso colectivo sujeto al devenir histórico es central en el pensa­ plicarse por factores puramente psicológicos, es decir por estados de la con­
miento de W undt. U na postura m uy sim ilar a la defendida por ciencia individual [Durkheim, 1895/1976, p. 15].
8 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p sico lo g ía socia l 9

La influencia de Wundt en Durkheim (1898) es también percepti­ modelo de sujetos independientes que persiguen fines individuales. Es cierta­
ble en su separación entre representación individual y representación mente arriesgado asumir la validez universal de este modelo, a través de cul­
colectiva (Dazinger, 1983; Farr, 1983, 1986a\ Graumann, 1988). La turas, subculturas y en un tiempo histórico. Lo que la Vólkerpsychologie
primera sería objeto de la psicología, la última se correspondería con el ofrece es un modelo alternativo donde los procesos psicosociológicos son
campo de estudio de la sociología. Conciencia/representación indivi- tratados como atributos de un sujeto colectivo constituido por la interacción
dual-conciencia/representación colectiva son los dos extremos de una de las personas y su acción común no intencionada.
contradicción en la que se va a encontrar la psicología social desde sus
orígenes y de la que trataremos posteriormente, al describir la teoría de Opiniones similares a la expresada por Dazinger las encontramos
las representaciones sociales como un intento de superación de ambos en otros psicólogos sociales como Jaspars (1986), quien propone una
polos en dicha polémica. Lo que aquí interesa destacar es no sólo la in­ psicología social de orientación sociológica como la que encontramos
fluencia que los estudios de Wundt ejercieron en el pensamiento de fi­ en los inicios de la Vólkerpsychologie, o Farr (1990), para quien la recu­
guras tan destacadas para la psicología social como George Herbert peración de los postulados teóricos y metodológicos de la Vólkerpsy­
Mead, o para la sociología, como es el caso de Emile Durkheim, sino, chologie es necesaria para el renacimiento de una psicología societal.
lo que es aún más importante, señalar lo que su Vólkerpsychologie Recuperar los postulados de Wundt para la psicología social con­
puede aportar para la psicología social contemporánea. temporánea no sólo constituye un ejercicio de memoria histórica sino
Diversos acontecimientos, entre los qué cabe destacar el predo­ que es, como acaba de quedar descrito, importante para una psicolo­
minio conductista en psicología, la influencia del paradigma positivista gía social contemporánea que, tal y como indica Graumann (1988),
(Farr, 1983, 1990; Dazinger, 1983), el individualismo metodológico, tan sólo m uy recientemente ha empezado a tener en consideración
característico de una gran parte de la psicología, y acontecimientos los temas centrales de la Vólkerpsychologie.
posteriores a la muerte de Wundt en 1921, en los que se asociaba su Ciertamente, la psicología social de Wundt adolece de una mayor
psicología cultural con el surgimiento del nacional-socialismo, han síntesis entre su psicología individual y su psicología colectiva, entre
llevado, sin embargo, bien a ignorar su Vólkerpsychologie, que no lo individual y lo social, así como de no haber considerado la posibili­
será traducida al inglés más que muy parcialmente, bien a una repre­ dad de estudiar la interacción social como objeto de su psicología so­
sentación distorsionada de su pensamiento, que resalta su carácter cial, síntesis que encontraremos formulada en Mead con su concepto
precursor en los orígenes de la psicología como ciencia experimental del self y su estudio de la interacción social (Dazinger, 1983; Farr,
y olvida su Vólkerpsychologie: claro ejemplo por otra parte de una 1986¿i). Sin embargo, el estudio de los procesos mentales como produc­
psicología social de carácter sociológico, constituida por el estudio de tos históricos y sociales, y por tanto no reductibles a una psicología
las propiedades de la conciencia individual, como productos de la individual, la importancia atribuida al lenguaje, tanto en la formación
asociación de las personas, y de la cultura, como producto de dicha de toda organización social como en la explicación de todo estado psi­
interacción. cológico individual, y su apertura hacia métodos no experimentales en
Los orígenes de la psicología social se encuentran asociados a esta el estudio de los productos de la mente colectiva como el lenguaje, la
segunda perspectiva de carácter sociológico, en la que el objetivo es el religión, las costumbres o los mitos, son aspectos a tener en cuenta en
estudio de la vida mental colectiva, resultado de la interacción entre una concepción no reduccionista de la psicología social.
individuos (véase Graumann, 1988). La importancia de la Vólkerpsy­
chologie de W undt para la psicología social actual es clara y así ha
sido destacada por autores como Dazinger (1983, p. 311), quien des­
cribe excelentemente este hecho de la siguiente forma: IV. LA PSICOLOGÍA DE MASAS

Los psicólogos y los psicólogos sociales a menudo encuentran dificultades en La psicología de masas, junto con la Vólkerpsychologie, constituyen
considerar los procesos sociales en términos diferentes a los que provee el los enfoques principales en la formación moderna de la psicología so­
10
C o m ien z o s d e la p sico lo g ía socia l 11
J o s é Luis A lvaro E stram iana

cial. El estudio de las masas constituirá una preocupación desde la que determinan todo un periodo de convulsiones y agitación política
que se irá construyendo la psicología social europea. No sólo en Ita­ en la mayor parte de los países europeos. En definitiva, el temor al
lia y Francia (véase Blanco, 1988), sino también en Rusia (véase Budi- poder de las masas, poder expresado a través del sufragio universal o
lova, 1984), los orígenes de la psicología social se encuentran aso­ de un proceso revolucionario, y el miedo a su irrupción en el devenir
ciados a los estudios sobre la psicología de las masas. Tampoco de la historia son los factores que provocarán la reacción de las clases
Alemania, aunque de forma más tardía, será ajena a esta tradición, dominantes y por ende de los científicos sociales «alineados» con la
como lo demuestra la publicación por Park (1904/72) de su diserta­ ideología de las mismas. Un recorrido por algunos de los autores más
ción doctoral, influida por los estudios de Le Bon y Tarde, y donde representativos en el estudio de la psicología colectiva nos servirá
la diferencia entre masas y público constituye uno de sus ejes centra­ como pretexto no sólo para indicar los orígenes de la psicología so­
les. Las ideas de Le Bon tam bién tendrán in flu en cia en Freud * cial europea sino también para hacer una reflexión sobre la importan­
(1921/69). Asimismo en España, Ortega y Gasset (1930/83), se preo­ cia de la incorporación de los estudios de psicología colectiva en el
cupará por el tema publicando su libro La rebelión de las masas. quehacer de la psicología social actual.
En las páginas siguientes no ha sido mi pretensión hacer un exa­ Es en la Psicología de las masas de Le Bon (1895/1983) donde en­
men pormenorizado de los estudios de psicología de masas realizados contramos un claro reflejo de los factores anteriormente señalados.
en los inicios de nuestra disciplina, sino más bien, al hilo de alguno de En palabras de este autor, el ascenso de las masas es sinónimo del de­
sus autores más representativos, dar una idea del carácter no indivi­ clinar de la raza y de la civilización.
dualista, al menos en sus objetivos, de la psicología social en sus orí- Si bien el libro de Le Bon conoció una rápida difusión, sus ideas
cgenes. Una psicología social que con el devenir del tiempo «ha redu­ no son novedosas y se encuentran en escritos anteriores, como los de
cido su objeto de interés, pasando de las masas al grupo, del grupo a Gabriel Tarde o de Scipio Sighele (1891), autor de Les foules crimine-
la diada, y de la diada a los procesos cogmtivos que transcurren en la lles, quien acusa a Le Bon de haber plagiado sus ideas.
cabeza del individuo» (Ibáñez, 1990, p. 57). Le Bon comparte con otros autores contemporáneos, si exceptua­
La comparación entre esta tradición psicosociológica y lo que mos la tradición psicosocial rusa, una concepción negativa del com­
Blanco (1988) llama la tradición individualista, y que no es otra cosa portamiento de la masa. En opinión de este autor, al formar parte de
que una psicología social psicológica, nos permitirá analizar uno de la masa organizada, todas las características positivas que definían el
los debates que mayor tensión ha generado entre los defensores de comportamiento individual se difuminan, pierden su fuerza, y el in­
ambas tradiciones. dividuo deja de comportarse racionalmente para dejarse llevar por el
espíritu irracional de aquélla. El hecho más llamativo que presenta
una masa psicológica es el siguiente:

V. LA PSICOLOGÍA DE MASAS: APUNTES PARA UNA PSICOLOGÍA Sean cuales fuesen los individuos que la componen, por similares o distintos
SOCIAL DE LAS MULTITUDES que puedan ser sus géneros de vida, ocupaciones, carácter o inteligencia, el
simple hecho de que se hayan transformado en masa les dota de una especie
Como toda forma de conocimiento social, la psicología de masas de alma colectiva. Este alma les hace sentir, pensar y actuar de un modo com­
tiene unas coordenadas sociohistóricas. El siglo XIX se caracteriza, pletamente distinto a como lo haría cada uno de ellos por separado [Le Bon,
principalmente, por ser un siglo de cambios acelerados e inestabilidad 1895/1983, p. 29],
social: los procesos revolucionarios en diferentes lugares de Europa,
la creciente industrialización y consiguiente urbanización y creci­ Los mecanismos a través de los cuales se puede explicar el proce­
miento de las grandes ciudades, los desplazamientos migratorios, el der inconsciente e irracional de las masas son la sugestión y el con­
surgimiento de los diversos movimientos nacionalistas y la cada vez tagio:
mayor influencia de los sindicatos, forman un conjunto de factores
12 J o s é Luis A lvaro E stram iana C .om ienzos d e la p sico lo g ía socia l 13

La desaparición de la personalidad consciente, el predominio de la personali­ nismo social, que no lo sitúa tan lejano de la doctrina supraindividual
dad inconsciente, la orientación de los sentimientos y las ideas en un mismo de Durkheim, de la ley de la unidad mental de las masas de Le Bon, o
sentido, a través de la sugestión y el contagio, la tendencia a transformar in­ del espíritu grupal de McDougall:
mediatamente en actos las ideas sugeridas, son las principales características
de la masa. Ya no es él mismo sino un autómata cuya voluntad no puede l.a gran excusa de las multitudes, en sus abominables excesos, es su prodi­
ejercer dominio sobre nada [Le Bon, 1895/1983, p. 32], giosa credulidad que recuerda al comportamiento de un hipnotizado [...].
Una multitud de hombres reunidos es mucho mas crédula que cada uno de
Graumann (1988) resume el origen de la psicología de las masas ellos por separado; porque el hecho solo de tener su atención concentrada
basándose en dos modelos diferentes. El primero deriva de la suges­ sobre un único objeto es una especie de monoideísmo colectivo, los acerca al
tión hipnótica, que de práctica terapéutica es adaptada como modelo estado de sueño o de hipnosis, donde el campo de la conciencia, singular­
de influencia social por los psicólogos de las masas. El segundo se de­ mente reducido, es invadido por entero por la primera idea que se le ofrezca
riva de los descubrimientos epidemiológicos sobre el contagio bacte­ |Tarde, 1901/86, p. 73].
riológico de Louis Pasteur (1822-95) y de Robert Koch (1843-1912),
y que aplicados a la explicación del comportamiento colectivo devie­ De nuevo la sugestión, el estado hipnótico, la irracionalidad, la
nen en contagio mental. Ambos modelos dan pie a Le Bon para lo credulidad como características del comportamiento colectivo.
que el mismo denomina como ley psicológica de la «unidad mental La importancia de Tarde reside también en el hecho de que, a di­
de las masas», una concepción de la masa organizada como una enti­ ferencia de los estudios dominantes dentro de la psicología colectiva,
dad psicológica diferente e independiente de la de sus miembros. indica que ésta no debe preocuparse tanto de las multitudes como del
La idea que Gabriel Tarde (1843-1904) tiene sobre la conducta público. Un hecho nuevo, como es la irrupción de la prensa escrita y
colectiva, aunque diferenciada de la de Le Bon, comparte con este su amplia difusión en las ciudades, con la consiguiente creación de
autor ciertos supuestos comunes, como la aplicación de las nociones corrientes de opinión que agrupan a personas distintas y alejadas en­
de sugestión e hipnosis a la explicación de la conducta colectiva. La tre sí, es la característica principal de una nueva y diferente multitud,
propia idea que Tarde tiene de la imitación es similar a la de un es­ el público, y de un nuevo líder de masas, la prensa escrita:
tado hipnótico. Sus diferencias con respecto a Le Bon y Durkheim
Se ha hecho una psicología de las multitudes, pero queda por hacer una psi­
provienen de su concepción más psicosocial de la conducta. En su cología del público, entendido en este otro sentido, es decir, como una colec-
polémica con Durkheim, Tarde mantendrá que la conciencia colec­ lividad puramente espiritual, como una dispersión de individuos, físicamente
tiva no tiene una existencia independiente de los individuos, «un es­ separados y entre los cuales sólo existe una cohesión mental [Tarde, 1901/86,
píritu colectivo, una conciencia social, un nosotros, que exista fuera y p. 43],
por encima de las conciencias individuales» (Tarde, 1901/86, p. 41).
En consecuencia, dado que los procesos sociales se explican por la Acabamos de señalar el predominio en Tarde de una visión pesi­
combinación de la interacción mental —de la influencia de unas men­ mista de las multitudes, a las que caracteriza de intolerantes, orgullo-
tes sobre otras a través de la imitación y el contagio— y de la innova­ sas e irresponsables. Con respecto al público señala que, si bien en
ción de ideas, la explicación del comportamiento colectivo se deriva éste predomina en mayor medida lo racional frente a lo irracional, las
de unos prin cip io s idénticos (véase M o sco v ici, 1981/85¿*). De ideas frente a la pasión, es, al contrario que las multitudes, más ho­
acuerdo con esta concepción, los efectos de las masas sobre el com­ mogéneo en sus opiniones y menos variable, y a través de la opinión
portamiento individual ya no son vistos de forma unidireccional, modifica el devenir social y político.
como vemos en Le Bon y otros autores de la época, sino como el La psicología de masas no sólo queda restringida al ámbito ita­
producto de «las relaciones recíprocas entre las conciencias» (Tarde, liano y francés, sino que encuentra en el segundo volumen de la psi­
1904/86, p. 42). El pensam iento de Tarde no está, sin em bargo, cología social de McDougall, The Group Mind (1920), una continua­
exento de contradicciones, al no poder sustraerse a un cierto determi- ción en el área de in flu e n c ia an g lo sa jo n a . El p u n to de v ista
14 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p s ico lo g ía so cia l 15

expresado por M cDougall en esta obra contrasta fuertemente con el lugar, se da una disminución del sentido de la responsabilidad personal [...].
de su Introduction to Social Psycbology (1908). A pesar de que el Una segunda condición que coopera con la anterior en mantener los proce­
propio autor indica que su obra posterior no es más que una conti­ sos intelectuales de las muchedumbres en un nivel bajo es que sus miembros
nuación de las concepciones expresadas en su primer trabajo, los son altamente sugestionables [McDougall, 1920, pp. 40-41],
contrastes son evidentes. M ientras que en su primera obra predo­
mina una concepción instintivista como motor y explicación de la La necesaria conexión entre los procesos individuales y colectivos
actividad humana, su posterior incursión en la psicología colectiva le se halla de nuevo en una encrucijada paradójica para McDougall. Su
lleva a abandonar su anterior enfoque individualista. La introduc­ defensa de una psicología instintivista y de una «teoría sociológica»
ción de un punto de vista genético y de una visión globalista en el del comportamiento colectivo nos recuerda en gran medida la separa­
estudio de la mente humana son los nuevos pilares donde se asienta ¿ ción de W undt entre psicología experim ental y psicología social.
su psicología social: I anto W undt como M cDougall y Tarde, representan un esfuerzo
por dar cuenta de ambas dimensiones del comportamiento humano.
[...] Mientras que el desarrollo de la mente individual está moldeado por la Sin embargo, habrá que esperar todavía para que la psicología social
sociedad en la que se desarrolla, esta última es a su vez el producto de la inte­ logre integrar el estudio de lo individual y de lo social, algo que sí lo­
racción de las mentes que la componen; en consecuencia sólo podemos en­ grará Mead con la introducción del concepto del self y Kurt Lewin
tender la vida de esas sociedades si consideramos la interrelación entre ambos con su noción del «espacio vital».
elementos [McDougall, 1920, p. 6], No quisiera acabar estas líneas sin mencionar el estudio de O r­
tega y Gasset (1930/83) sobre el comportamiento de las masas, o más
Las acciones grupales o colectivas dejan de ser la suma o el reflejo correctamente del hombre masa. M ucho antes de que M oscovici
de acciones individuales o expresión de tendencias particulares de sus (1985¿) «descubriera» la era de las masas, Ortega ya hablaba de la re­
miembros. Al formar parte de un grupo, el comportamiento de los belión de las masas como el fenómeno característico del siglo XX. El
individuos se ve modificado. Lo que diferencia a aquél de éste es la
lector interesado por las posibles aportaciones de la filosofía orte-
existencia de una conciencia colectiva, de un espíritu de grupo que se guiana a la psicología social puede leer los artículos de O vejero
impone sobre las conciencias individuales, pero que no tiene existen­ (1992) y Torregrosa (1986). No obstante, sirva como botón de mues­
cia más que en la estructura organizada de las mismas: tra su idea acerca de lo social:
La influencia que ejerce el medio en el individuo como miembro de un grupo
[.os problemas humanos no son, como los astronómicos o químicos, abstrac­
organizado no es ni una suma de sus miembros individuales ni algo cuya
tos. Son problemas de máxima concreción, porque son históricos. Y el único
existencia no sea mental. Es el grupo organizado como tal, cuya existencia
método de pensamiento que proporciona alguna probabilidad de acierto en
está en las personas que lo componen, pero que no existe en la mente de nin­
su manipulación es la «razón histórica» [Ortega y Gasset, 1930/83, p. 134].
guno de ellos, y que tan poderosamente influye en cada uno de ellos debido a
que es algo más poderoso, más globalizador que la mera suma de esos indivi­
duos [McDougall, 1920, p .12]. No está de más recordar que esto fue dicho más de cuarenta años
antes de que Gergen (1973) publicase su polémico artículo acerca de
En consonancia con esta concepción teórica del grupo desarro­ la psicología social como historia.
llada por McDougall, su opinión de la muchedumbre no se aleja de la Por lo que respecta al análisis que hace Ortega del com porta­
que hemos visto con anterioridad en otros autores: miento colectivo, observamos una concepción de la estructura psico­
lógica del hombre masa claramente psicosocial, alejada del determi-
En prim er lugar, el individuo, cuando form a parte de la m uchedum bre, nismo social (Le Bon, 1983; M cDougall, 1920, etc.) o psicológico
pierde, en cierta medida, su autoconciencia, no se da cuenta de que es una (véase Allport, 1924) con los que se ha estudiado el comportamiento
personalidad distinta [...], hasta cierto punto se despersonaliza. En segundo colectivo. Pero dejemos hablar a Ortega:
16 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p s ico lo g ía socia l 17

La vida no elige su mundo, sino que vivir es encontrarse, desde luego, en un 1 9 5 7 , entre otros), los procesos colectivos no han sido objeto de in­
mundo determinado e incanjeablc: en este de ahora. Nuestro mundo es la di­ vestigación o reflexión sistemática por parte de los psicólogos socia­
mensión de fatalidad que integra nuestra vida. Pero esta fatalidad vital no se
les. Las razones principales habrá que buscarlas en el desarrollo del
parece a la mecánica. No somos disparados sobre la existencia como la bala
de un fusil, cuya trayectoria está absolutamente determinada [...]. Todo esto
individualismo metodológico y el auge del paradigma experimenta-
vale también para la vida colectiva [Ortega y Gasset, 1930/83, pp. 170-171J. lista dentro de nuestra disciplina (véase Jiménez Burillo, 1 9 8 5 ) . Este
último factor explicaría por qué, por ejemplo, mientras el estudio de
Ortega no ve en el comportamiento colectivo ningún mecanismo las minorías activas propuesto por Moscovici ( 1 9 7 6 / 8 1 ) ha dado lugar
por el cual la masa necesariamente se imponga sobre el individuo, a todo un conjunto de investigaciones en psicología social experi­
ningún principio inexorable que imponga su ley determinando final­ mental, su psicología de las masas ( 1 9 8 1 / 8 5 ¿ í) no haya generado,
mente su comportamiento. comparativamente, una línea tan prolífica de pensamiento, si excep­
Persiste en Ortega, no obstante, una idea negativa de las masas, tuamos su efecto más bien indirecto en las investigaciones sobre in­
contrapuesta a la de elite o m inoría selecta. Sin embargo, el pesi­ fluencia social.
mismo que Ortega mantiene con respecto a la masa no deriva de nin­ Retomar el estudio empírico sobre los fenómenos colectivos es
gún carácter patológico de ésta, no se trata de un pesimismo ahistó- importante por varios motivos: en primer lugar, supone reconocer su
rico abstraído del contexto cultural, como ocurre, en cierta medida, importancia en la vida social e individual del hombre contemporá­
en los estudios ya citados. Prueba de ello es que, para Ortega, lo que neo; en segundo término, porque es imposible entender el comporta­
define a la masa no es su número sino su cualidad, su forma de insta­ miento de las personas sin hacer referencia al comportamiento colec­
larse en el mundo. Así, si socialmente lo que caracteriza a la masa es tivo y viceversa; en tercer lugar, porque puede facilitar la articulación
su incapacidad para dirigir su destino, psicológicamente el hombre de una teoría psicosociológica de los fenómenos de masas normal­
masa se identifica con el hombre medio incapaz de actuar de acuerdo mente considerados desde el determinismo social (Le Bon, McDou­
con ideas propias. No es de extrañar que Ortega encuentre en el es­ gall, etc.) o desde un determinismo individualista (Allport, Blumer,
pecialista científico el ejemplo prototípico de hombre-masa: incapaz etc.); en este sentido, cabe señalar los diferentes estudios en los que se
de tener una visión globalizadora debido a su conocimiento especiali­ analizan los fenómenos de masas desde diferentes tradiciones teóricas
zado y particularista. Lo dicho anteriormente no presupone que los en psicología social como el interaccionismo simbólico, la teoría de la
análisis de O rtega sean ajenos al juicio ideológico-valorativo del categorización social o la teoría de las representaciones sociales (véase
autor. Es cierto que el pesimismo de Ortega surge del análisis de las Gaskell, 1 9 9 0 ) . En cuarto lugar, puede hacer que se ensanchen aún
masas en un contexto de auge de las ideologías autoritarias y de deca­ más las fronteras metodológicas del experimentalismo en nuestra dis­
dencia europea, pero, al no alejarse de ese contexto histórico, Ortega ciplina.
critica al hombre-masa de ese tiempo, y no al comportamiento colec­ Por último, el estudio de la conducta colectiva nos lleva, necesa­
tivo, como intrínsecamente perverso. riamente, a la necesidad de investigar otros aspectos de la realidad
Es así como el pensamiento de Ortega, anclado en el devenir his­ ligados a nuesrtra vida cotidiana y de especial trascendencia como, por
tórico de su tiempo y circunstancia, abre una puerta al estudio de la ejemplo, el impacto de los medios de comunicación. Tal y como,
masa desde una perspectiva no reduccionista. Ciertam ente incom­ acertadamente, indica Roda ( 1 9 8 9 , p. IX ) en la introducción de su
pleta pero merecedora de ser tenida en cuenta. libro sobre la influencia de los medios de comunicación de masas:
Si bien psicólogos sociales como Graumann ( 1 9 8 7 ) o Javaloy
[...] una explicación de la conducta colectiva en la sociedad actual no es posi­
( 1 9 9 0 ) han señalado que el estudio del comportamiento colectivo es
ble sin recurrir a los medios y en esto los datos de la investigación confirman
una de las tareas inacabadas de la psicología social actual, lo cierto es lo que la gente tiene por cierto. Gran parte de lo que hacemos, pensamos y
que, salvo excepciones (p. ej., Garzón y Rodríguez, 1 9 8 9 ; Gaskell, sentimos se encuentra m ediatizado por la realidad simbólica que aquéllos
1 9 9 0 ; M ilgram y Toch, 1 9 6 9 ; Moscovici, 1 9 8 1 / 8 5 ^ ; Turner y Killian, crean.
18 J o s é Luis A lvaro E stram iana 2. ORÍGENES DE LA CO N CEPCIÓ N PSICOLÓGICA
EN PSICOLOGÍA SOCIAL
En resumen, la investigación sobre la conducta colectiva es una
de las formas de recuperar e introducir, en definitiva, una tradición
del pensamiento psicosociológico, constituyendo un marco privile­
giado para el desarrollo de una psicología social más sociológica, tal y
como señalan autores como Gaskell (1990) o Farr (1990). La preocu­
pación por los fenómenos colectivos nos sitúa en un punto de vista
diferente al del individualismo de muchos estudios en psicología so­
cial, al tiempo que recupera la idea de la relevancia social de los
mismos.
I. LA TEORÍA INSTINTIVISTA

La división entre las concepciones psicológica y sociológica del com­


portamiento humano queda reflejada en los primeros manuales de
psicología social. McDougall, en su texto de 1908, considerará como
objetivo específico de la psicología social:

Mostrar cómo, dadas las inclinaciones y capacidades naturales de la concien­


cia individual, toda la compleja vida de las sociedades se ve modelada por
aquéllas, reaccionando en el curso de su desarrollo e influyendo en el indivi­
duo [McDougall, 1908, p. 3].

Esa inclinación y capacidad de la que nos habla McDougall no es


otra que la que proveen las disposiciones instintivas, origen de toda
actividad humana individual o colectiva:

Quítense estas disposiciones instintivas con sus poderosos impulsos y el or­


ganismo será incapaz de realizar actividad alguna; permanecería inerte y sin
movimiento como un precioso reloj de pared al que se le hubiesen quitado
las agujas o un motor a vapor cuyo fuego se hubiese apagado. Los impulsos
son las fuerzas mentales que dan forma a todos los aspectos de la vida de los
individuos y de las sociedades [McDougall, 1908, p. 44].

En esta explicación instintivista de la actividad humana, el medio


social juega un papel secundario; influye en dichas tendencias innatas
incrementando su complejidad pero dejando invariable su naturaleza.
Cada instinto se corresponde con una respuesta emocional que lo
identifica; así, por ejemplo, el instinto de huida se corresponde con
una respuesta emocional de temor, o el instinto de repulsión con una
reacción emocional de disgusto. La experiencia puede modificar la
conducta del individuo a través de su influencia sobre las percepcio­
20 J o s é Luis A lvaro E stram iana O r íg en es d e la co n cep ció n p sico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 21

nes de ciertos objetos, pero los componentes emocionales de los ins­ producto social. A su vez, la acción de individuos extraordinarios in-
tintos son, para McDougall, de naturaleza inmutable. lluye en la transformación del medio y el progreso social.
Ross (1908), fuertemente influenciado por Tarde, propone, por el La orientación instintivista de McDougall contará con partidarios
contrario, una definición de la psicología social claramente diferen­ y detractores desde un principio. Su influencia sobre uno de los teó­
ciada de la ofrecida por McDougall, considerando a la psicología so­ ricos de la psicología social con mayor repercusión en los psicólogos
cial como parte de la sociología: «La psicología social se ocupa de las sociales de orientación sociológica como George H. Mead, ya seña­
uniform idades debidas a causas sociales, es decir, a los contactos lada por psicólogos sociales como Blanco (1988), merece ser tenida
mentales o a las interacciones mentales» (Ross, 1908, p. 3). Interac­ en consideración para comprender algunos aspectos en la evolución
ciones que, según Ross, están determinadas por los principios de in­ posterior de algunas corrientes de pensamiento dentro del interaccio­
vención y de sugestión e imitación, fundamentalmente. El propio nismo simbólico, como es la concepción desarrollada por Blumer. La
Ross (1904, p. 405), en un reconocimiento explícito a Tarde, es muy publicación del artículo «Social psychology as counterpart to physio-
claro al respecto: logical psychology» (Mead, 1909), resulta reveladora de la influencia
de McDougall sobre el pensamiento de Mead. En él, su autor pro­
El campo de las interaccioncs y relaciones personales ha sido explorado y no pone una psicología social fundamentada en tres características prin­
se puede decir que ofrezca problema serio alguno [...]. Lo que nos hace falta cipales. En primer lugar, una visión de la naturaleza humana basada
resolver es cómo sencillos procesos interindividuales dan lugar a resultados en la noción de instinto social. En segundo lugar, una teoría de la in­
tan espectaculares y difusos como el lenguaje, los mitos, las costumbres [...]. tercomunicación social. Por último, una teoría de la identidad como
La construcción, difusión y transmisión del lenguaje, los mitos y otros pro­ conciencia social. Para el fundador del interaccionismo simbólico, la
ductos similares, dependen [...] de dos fenómenos elementales como son la
existencia de instintos sociales en el hombre es condición necesaria
combinación original de ideas en la mente individual —invención— y la ac­
ción de unas mentes sobre otras —sugestión e imitación—.
para el surgimiento de la conciencia. Aquéllos son los responsables
de que el organismo reaccione de formas particulares ante cierto tipo
Como vemos, las definiciones de McDougall y Ross difieren cla­ de estímulos y de que dichas respuestas se conviertan en nuevos estí­
ramente; mientras que en McDougall el comportamiento puede ser mulos que contienen, a su vez, el repertorio posible de actitudes que
un organismo diferente puede adoptar ante los mismos:
explicado, principalmente, mediante los instintos, en Ross se destaca
una concepción en la que es la imitación el principio explicativo de la
La importancia de los instintos en la organización social de la conducta o
misma. El objetivo y nivel de análisis que ambas orientaciones atribu­
comportamiento no está en el hecho de que una forma que pertenece a un
yen a la psicología social es lógicamente divergente. Para McDougall grupo social hace lo que otros hacen, sino que la conducta de una forma es
se trata de encontrar los instintos sociales que determinan la con­ un estímulo para que otra lleve a cabo un determinado acto y que este acto se
ducta social. Ross, por el contrario, se propone estudiar las causas y convierta de nuevo en un estímulo para que la primera reaccione de una de­
las condiciones que hacen del individuo un ser social. Aunque las in­ terminada manera, y así sucesivamente en una interacción indefinida [Mead,
teracciones mentales tienen una importancia clave en el esquema ex­ 1909, p. 406].
plicativo de Ross, su psicología social no se reduce a una psicología
de las relaciones interpersonales, sino que se centra también en las in­ La teoría comunicativa de Wundt va a servir a Mead para elabo­
fluencias sociales del medio sobre la persona y los grupos o forma­ rar su posición con respecto a la aparición del lenguaje significante.
ciones sociales. Tanto los procesos mentales individuales como la es­ Ln ella considera que la comunicación simbólica es el resultado del
tructura mental de los grupos dependen, según Ross, de modos de desarrollo del gesto vocal que se da en una situación de interacción
vida impuestos por su posición en el sistema social. Para Ross, la uni­ social. Lo que en un principio es la expresión de emociones indivi­
formidad en las creencias y los sentimientos determina tanto la for­ duales se convierte, como consecuencia de la interacción con otros,
mación de grupos sociales como las relaciones entre ellos, siendo un en la base de la comunicación. La aparición del gesto simbólico y del
22 J o s é Luis A lvaro E stram iana O ríg en es d e la co n cep ció n p s ico ló g ica en p sico lo g ía s o cia l 23

pensamiento presuponen, por tanto, la existencia de una situación so­ las características del receptor, como la edad, el sexo, la raza y el tempera­
cial de interacción. El surgimiento de la conciencia reflexiva tiene su mento. Este tratamiento se aproxima al de Hovland, Janis y Kelley (1953).
origen en la conciencia del otro. Es, por tanto, conciencia social antes Estos autores encontraron que la persuasión variaba con la credibilidad del
que conciencia individual. Ahora bien, las formas de interrelación comunicador y la organización de los argumentos (incluyendo la repetición,
que fundamentan la aparición de una conciencia reflexiva dependen la pertenencia al grupo y la personalidad).
de esas tendencias a actuar de una forma predeterminada ante ciertos
estímulos que son los instintos sociales: El desarrollo de una psicología social de carácter individualista es
la causa principal de que, como señala Pepitone (1981, citado en
Anterior al surgimiento de la conciencia reflexiva dentro de la cual existimos, en Graumann, 1988), el pensamiento de Ross no haya formado parte de
los comienzos de la sociedad humana, ha tenido que existir esta condición que la tradición dominante de la disciplina.
es la interacción de actos surgidos de los instintos sociales [Mead, 1909, p. 407].

No nos debe extrañar que Mead considerase que la psicología fi­


siológica debería formar parte de la psicología social. II. EL MODELO INDIVIDUALISTA, CONDUCTISMO
La postura defendida por M cDougall en Introduction to Social Y EXPERIMENTALISMO: TRES RASGOS PARA
Psychology fue fuertemente criticada con posterioridad por su inca­ UN A PSICOLOGÍA SOCIAL PSICOLÓ GICA
pacidad para explicar la variabilidad de la conducta, así como por su
concepción biologicista de la naturaleza humana, erróneamente iden­ Las concepciones «supraindividualistas» del comportamiento hu­
tificada con el determinismo del movimiento eugenésico y sus ideas mano, «representadas» por autores como Le Bon, McDougall, Durk-
racistas, de las que, desafortunadamente, se hará eco en su libro de lieim, etc., o la que ilustra Ross (1908) en su Social Psychology, van a
1921, Is America Safe fo r Democracyf (véase Collier, Minton y R ey­ ser el centro de ataque de F. Allport (1924).
nolds, 1991). Su teoría de los instintos sociales caerá en el olvido El interés en el análisis de sus ideas reside en haber constituido el
hasta la aparición de postulados semejantes defendidos por algunos punto de confluencia de los elementos del paradigma dominante en
etólogos (p. ej: Ardrey, 1970; Lorenz, 1978; Eibl-Eibesfeldt, 1983) y, psicología social: el análisis conductista, el individualismo metodoló­
más recientemente, por sociobiólogos como Wilson (1983). gico y la investigación experimental. Elementos que han corrido di­
El trabajo de Ross ha permanecido relegado en los trabajos con­ versa suerte. Mientras que el enfoque conductista ha ido declinando
temporáneos en psicología social, así como de los estudios sobre in­ en favor de modelos de carácter cognitivo, el individualismo metodo­
fluencia social. Desde el momento de su publicación, su Social Psy­ lógico y el diseño experimental han seguido teniendo una influencia
chology será prácticamente ignorada por los psicólogos sociales de notoria en la psicología social.
formación psicológica, convirtiéndose, por el contrario, en el autor La concepción conductista es claramente perceptible en el manual
más citado en los textos de psicología social escritos por sociólogos. de psicología-social que F. Allport publica en 1924: en él se señala,
Contrasta este olvido con la agudeza de algunos de sus análisis. A como objeto de estudio de la psicología social, la conducta social en­
este respecto, Collier y otros (1991, pp. 30-51), nos recuerdan, por tendida como «las estimulaciones y reacciones que surgen entre los
ejemplo, las evidentes analogías entre el concepto de sugestión en individuos y la parte social de su medio; es decir, entre los mismos
Ross y los estudios de Hovland y colaboradores sobre la comunica­ individuos» (F. Allport, 1924, p. 3).
ción persuasiva, de notable influencia en la psicología social de los En este texto, F. Allport seguirá el modelo «behaviorista» desa­
años cincuenta: rrollado por E. B. Holt, en donde, a diferencia del conductismo radi­
cal de Watson, se defiende que, aunque de forma secundaria, la con­
Ross creía que la sugestión variaba en función del prestigio del orador, el nú­ ciencia debe formar parte del estudio de la conducta (véase Jiménez
mero de veces que se repetía el mensaje, el tamaño del grupo de referencia y Burillo, 1980). Floyd Allport considera necesario que la psicología
24 J o s é Luis A lvaro E stram iana í )r¿gen es d e la co n cep ció n p s ico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 25

social realice un estudio descriptivo de la conciencia, llegando incluso (.• intensificada a través de la presencia de la multitud, pero aquélla tiene su
origen en los impulsos individuales [F. Allport, 1924, p. 295].
a afirmar que tomamos conciencia de nosotros mismos a través de los
otros. Sin embargo, la idea predominante en Allport, en consonacia
con el pensamiento de Holt, es que la conciencia no es tanto un pro­ Para F. Allport, por tanto, la psicología social no se diferencia de
ducto de la interacción social, tal y como la concebía G. H. Mead, la psicología individual; más aún, la existencia de una supuesta con­
ciencia colectiva, de un espíritu grupal, es totalmente negada: la con­
como la respuesta individual a los estímulos del medio. Mientras que
ducta no es más que una suma de actos individuales. La falacia grupal
para G. H. Mead la conciencia juega un papel activo en la determina­
se corresponde, según este autor, con la afirmación del grupo como
ción de la conducta, para F. Allport la conciencia no puede ser nunca
una entidad psicológica independiente de la de sus miembros; muy al
un principio explicativo de la conducta. Allport, en alusión al pensa­
contrario, afirma, la conciencia del grupo no es más que la acción
miento de Mead, sustituye el concepto de interacción de carácter
uniforme de individuos sometidos a estímulos comunes y que res­
consciente en la explicación de la acción social por la noción de inter-
ponden de forma singular. En resumen, para él, «la psicología social
estimulación fisiológica. Su posición no es sólo reductible a la del in­
es la ciencia que estudia la conducta del individuo en tanto en cuanto
dividualismo metodológico, sino que en diversos momentos deja en­
ésta estimula a otros individuos, o es en sí misma una reacción a la
trever un m ecanicism o de carácter bio lo gicista. Los fenómenos
conducta de aquéllos» (Allport, 1924, p. 12).
grupales deben ser explicados no ya en función del comportamiento
El último aspecto que hay que destacar en este psicólogo ameri­
de los individuos, sino en últim a instancia por procesos de origen
cano es su defensa del experimentalismo, defensa que ha influido no­
fisiológico derivados de estímulos sociales:
tablemente en el devenir de la psicología social y que constituye,
junto con su énfasis en los procesos individuales, una de las principa­
La explicación no se deriva del deseo, el sentimiento, la voluntad o el propó­
sito, por importantes que puedan aparecer a nuestra conciencia inmediata,
les diferencias con respecto a la tradición sociológica en psicología
sino de la secuencia estim ulación-transm isión neuronal-reacción. La con­ social. Sus estudios sobre la influencia grupal en el individuo son una
ciencia a menudo acompaña esta cadena de sucesos, pero nunca establece un excelente ilustración del mismo. Los experimentos sobre facilitación
vínculo de unión en dicha cadena [F. Allport, 1924, p. 2]. social llevados a cabo por Allport (1924) en el Harvard Psychology
Laboratory entre 1916 y 1919 mostraban que la realización de una ta­
Con el transcurso del tiempo el propio F. A llport irá m odifi­ rea se veía incrementada con la sola presencia de otras personas reali­
cando sus posiciones conductistas y evolucionando hacia una psico­ zando esa misma tarea. Esa presencia constituía un estímulo social
logía social más cognitiva (véase Collier, Minton y Reynolds, 1991). que desencadenaba un incremento de las respuestas asociadas a la
El carácter individualista de la psicología social de F. Allport es consecución de un objetivo común. Así, por ejemplo, diferentes acti­
desarrollado, entre otros trabajos, en su psicología de las multitudes. vidades mentales (razonamiento, atención, asociación de palabras) se
Para este autor, el estímulo social predom inante en una situación realizaban con mayor frecuencia en situaciones de grupo que en si­
multitudinaria es de carácter sugestivo, el cual facilita respuestas que tuaciones de aislamiento; la calidad de dichos procesos se veía, no
no son otra cosa que la liberación de impulsos o tendencias preexis­ obstante, disminuida.
tentes. Nada diferencia, por tanto, una situación grupal o colectiva de Un dato que, sin embargo, no parece haber sido tenido muy en
una individual: cuenta por los defensores del paradigma experimental es la adverten­
cia que el propio Allport (1924, p. 284) hace con respecto a las lim ita­
Los miembros de una multitud pueden ser sugestionados en las manos de un ciones del mismo:
líder, pero dicha sugestión debe estar siempre en consonancia con alguna po­
derosa respuesta del individuo en la misma dirección. Es, por tanto, el indivi­ La realidad de la vida social de los grupos en referencia a las interrelaciones
duo la raison d ’étre de la multitud. Su respuesta no sólo provee el motivo que los individuos mantienen entre sí es mucho mas compleja que la de las
para la conducta colectiva sino que limita su dirección. La acción es facilitada situaciones experimentales descritas con anterioridad. Es por esta razón que,
26 J o s é Luis A lvaro E stram iana O rígen es d e la co n cep ció n p sico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 27

aunque los resultados obtenidos en los experimentos sean de utilidad, las ge­ elaborada por Moscovici y otros psicólogos sociales, y de la que se
neralizaciones derivadas de los mismos deban realizarse con cautela. tratará en páginas posteriores. Autores como Graumann (1988, p. 14)
han indicado que la medición de las actitudes es el logro principal de
También su defensa del individualismo es matizada en un artículo la psicología social de los años treinta y cuarenta (para un estudio
posterior (véase F. H. Allport, 1962), donde, si bien sigue manteniendo histórico de la investigación sobre las actitudes, véase Rodríguez Pé­
su crítica a la idea del grupo como poseedor de una entidad suprain- rez, 1989). Esto impulsó la consolidación del estatus científico de la
dividual independiente que se impone sobre las mentes individuales, disciplina, a la que también contribuirá la creciente utilización del
reconoce como erróneo considerar a la psicología social como disci­ método experimental. En esta década de los años treinta, junto a la
plina individual. aparición de excelentes investigaciones de campo, como la de Jahoda,
En resumen, Floyd A llport constituye un punto de referencia Lazarsfeld y Zeisel (1933/72) sobre las consecuencias psicosociales
obligado para entender el acontecer de la psicología social. La con­ del desempleo, o el estudio longitudinal de Bennington, realizado a
cepción defendida por este psicólogo social frente a las de Kantor linales de la década por Newcomb (1943; 1958/82) sobre el cambio
(1924), Kroeber (1917) o Bogardus (1924), para quienes los fénome- de actitudes y pautas de conducta en función de los grupos de refe­
nos sociales no pueden ser reducidos a fenómenos psíquicos (véase rencia, se publican importantes trabajos en los que se difunden d i­
también Blanco, 1988), será hegemónica en la psicología social psico­ versos marcos teóricos. Entre estas publicaciones, habría que destacar
lógica, en la que primarán, formando los fundamentos en los que se la aparición de Espíritu, persona y sociedad (Mead, 1934/72), obra
asentará la concepción dominante de la disciplina, el experimenta- clave para el desarrollo del interaccionismo simbólico; la psicología
lismo y la concepción individualista. topológica de K. Lewin (1935, 1936), que culminará con la publica­
ción postuma de la teoría del campo (1951); el enfoque sociométrico
para el estudio de las relaciones y estructuras grupales de Moreno
(1934); y los estudios experimentales sobre el efecto autocinético que
III. BREVES APUNTES SOBRE LA PSICOLOGÍA SOCIAL servirán a Sheriff (1936) para elaborar su teoría sobre la formación de
HASTA EL PERIODO DE POSGUERRA normas, y que pueden considerarse como pioneros en un cambio en
psicología social de un enfoque individualista como el que representa
Entre la publicación de la Psicología Social de Allport en 1924 y la F. Allport por otro de carácter grupal (véase C ollier y otros, 1991).
psicología social de la posguerra ocurren algunos hechos significati­ Cabe destacar también los estudios experimentales de Bartlett (1932)
vos que es preciso dejar reseñados. En primer lugar, desde un punto sobre la memoria y los factores sociales del recuerdo. Sus ideas ten­
de vista metodológico, el desarrollo de las escalas de actitud (Bogar­ drán una notable influencia en el desarrollo posterior de la psicología
dus, 1925¿z y 1925¿»; Thurstone, 1929; Likert, 1932) dará un gran im­ (social) cognitiva. Su noción de esquema se ha convertido en un con­
pulso a la investigación desarrollada en psicología social. Unos años cepto clave en los estudios sobre cognición social. La idea actual de
más tarde, en 1935, la publicación del capítulo de G. W . Allport so­ esquema como organización estructurada de conocimiento, depen­
bre las actitudes, en el Handbook of Social Psychology de Murchison, diente de factores sociales y culturales, se encuentra presente en las
contribuirá al apuntalamiento de una perspectiva más individualista, investigaciones de Bartlett sobre la memoria. Por último, desde fuera
alejada de concepciones más sociológicas de las actitudes como las de la disciplina, hay que destacar la influencia de la antropología cul­
mantenidas por Thomas y Znaniecki (1918) en su estudio sobre la tural. A través de los escritos de antropólogos como Franz Boas,
migración de campesinos polacos a Estados Unidos y sus consecuen­ Ruth Benedict, M argaret Mead y Ralph Linton, la psicología social
cias sobre ei cambio de valores y actitudes (véase Jaspars y Fraser, mostrará una cierta preocupación por la variabilidad cultural de la
1984). El predominio de la concepción más psicológica de las actitu­ conducta y las diferencias asociadas a pautas de socialización y perso­
des ha generado en nuestros días la «profusión» de numerosos estu­ nalidad. Asimismo, un conjunto de conceptos como los de “institu­
dios en los que se utiliza la “teoría” de las representaciones sociales ción”, “cultura”, “estatus” y “ro l”, utilizados profusamente en el
28 J o s é Luis A lvaro E stram iana O ríg en es d e la co n cep ció n p s ico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 29

campo de la antropología cultural, se incorporarán a los análisis reali­ I.ns psicólogos, durante la guerra, no trataron de demostrar lo científicos que
zados por los psicólogos sociales (Jackson, 1988). Aunque el interés eran, tan sólo trataban de utilizar sus conocimientos científicos y de todo
por los determinantes culturales de la personalidad pierden su impor­ upo para enfrentarse a problemas que requerían soluciones urgentes.
tancia después de la segunda guerra mundial, los problemas plantea­
dos por la antropología cultural han seguido vigentes en algunos de Si bien el desarrollo metodológico y la aplicación del conoci­
los planteamientos de psicólogos sociales que propugnan una psico­ miento a la resolución de problemas sociales son las características
logía social transcultural, como Bond (1988) o Jahoda (1986). principales de la disciplina durante este periodo, también se producen
Es también en la década de los años treinta, más concretamente aportaciones teóricas, fundamentalmente desde tres marcos teóricos:
en 1936, cuando se constituye la Society for the Psychological Study las teorías del refuerzo, la psicología de la Gestalt y el psicoanálisis.
of Social Issues, entre cuyos fines primordiales se encontraba la in­ Enmarcados en el conductismo social e influenciados por la teo­
vestigación de problemas sociales y la intervención social. ría del aprendizaje de Hull aparecerán las contribuciones de Dollard
En los años cuarenta, el periodo de la segunda guerra mundial y otros (1939) y de M iller y Dollard (1941). En un primer libro, Do­
marcará un giro en el predominio de los intereses teóricos de la dé­ llard, Doob, M iller, Mowrer y Sears (1939) expondrán su hipótesis de
cada precedente hacia una psicología social aplicada, caracterizada la frustración-agresión, en la que es perceptible la influencia de la for­
fundamentalmente por un desarrollo tanto interdisciplinar como de mación psicoanalítica de Dollard y M iller. En el modelo propuesto
diversos métodos y técnicas de investigación. Los trabajos recogidos por estos autores se asume que todo acto agresivo presupone la exis­
en Studies irt Social Psycbology in World War I I (Stouffer y cois., tencia de frustración y que la experiencia de frustración conduce a la
1949; Hovland, Lumsdaine y Sheffield, 1949) resultan paradigmáticos agresión. Investigaciones posteriores, como las de Berkowitz (1962),
de este periodo. Su incidencia, tanto teórica como metodológica, se cuestionarían la perspectiva de estos psicólogos, demostrando que la
extiende hasta mediados de la década de los sesenta. En esta investi­ relación entre frustración y agresión no es universal: aunque la frus­
gación colectiva, y durante un periodo de cinco años, se realizaron tración puede llevar a una conducta agresiva, también pueden darse
más de trescientos estudios y seiscientas mil entrevistas (para un re­ reacciones no agresivas a la frustración. De manera análoga, la frus­
sumen de los dos primeros volúmenes, véase Lazarsfeld, 1949). La di­ tración no siempre conduce a una conducta agresiva. También Ban-
versidad de métodos empleados para la elaboración y examen de los dura y Walters (1963) dan cuenta de diversos trabajos experimentales
datos obtenidos —cuestionarios para la medición de actitudes, análi­ en los que la agresión puede producirse en ausencia de frustración.
sis experimentales para el estudio de los efectos de la comunicación En los experimentos con niños llevados a cabo por ambos psicólogos,
en el cambio actitudinal...—; la variedad de temas tratados —comuni­ la frustración sólo llevaba a respuestas agresivas en presencia de mo­
cación persuasiva, cambio de actitudes, papel de los grupos prima­ delos agresivos.
rios, satisfacción con el puesto de trabajo, implicación en los objeti­ En un segundo libro, M iller y Dollard (1941) expondrán su teoría
vos de la guerra, estrés emocional, relaciones interraciales...—, y la del aprendizaje, destacando el papel de la imitación. Para estos auto­
profundidad conceptual con que fueron tratados —conceptos como res, el aprendizaje es el resultado de «respuestas instrumentales» en
nivel de expectativa, percepción selectiva, privación relativa, etc., han las que el refuerzo lleva a la repetición de la conducta imitativa. Ban-
mostrado su utilidad conceptual en otras investigaciones posterio­ dura y Walters (1963) criticarán posteriormente la teoría, destacando
res—, han contribuido, de forma notable, al desarrollo de las ciencias la importancia del aprendizaje observacional. A este respecto, Ban-
sociales. Sirva como ejemplo de dicha influencia, además de lo ya dura y Walters (1963/74, p. 18) señalan lo siguiente:
apuntado, su contribución a la teoría de los grupos de referencia y a [...] los teóricos del aprendizaje conceden cada vez más atención al proceso
los estudios sobre el cambio de actitudes (véase con respecto a este de imitación, pero lo siguen tratando normalmente como una forma de con­
último tema el excelente trabajo de Roda, 1989). Corno resumen de dicionamiento instrumental, tal y como lo concebían M iller y Dollard. Sin
lo dicho, sirva la cita de un artículo de Smith (1983, p. 170) sobre la embargo, hay bastantes pruebas de que puede haber aprendizaje por obser­
historia de la psicología social: vación de la conducta de otros, incluso cuando el observador no reproduce
30 J o s é Luis A lvaro E stram iana ( Orígenes d e la co n c ep c ió n p s ico ló g ica en p s ico lo g ía so cia l 31

las respuestas del modelo durante la adquisición y, por tanto, no recibe re­ I)ice Heider: «Resumiendo esta discusión preliminar de los estados de equili­
fuerzo. brio o que se armonizan, podemos decir que se caracterizan por dos o más
relaciones que cuadran bien entre sí. Si no existe un estado de equilibrio, apa­
Dentro de tradición de la teoría de la Gestalt hay que destacar los recerán fuerzas dirigidas hacia ello. O bien habrá tendencia a modificar estos
trabajos de Kurt Lewin, Solomon Asch y Fritz Heider. En el caso de sentimientos, o, de lo contrario, se tenderá a cambiar las relaciones unitarias
mediante acciones y reorganizaciones cognoscitivas. Si no se puede llevar a
K. Lewin, podemos rastrear, tanto en su teoría del campo (1951/78) efecto el cambio, entonces el estado de desequilibrio producirá tensión, y los
como en sus diferentes escritos, diversos aspectos de su influencia en estados en equilibrio serán preferidos a los de desequilibrio».
la psicología social contemporánea. El experimentalismo como mé­ Si se sustituye el término «en equilibrio» por la palabra «consonante» y
todo de análisis de la realidad social, la importancia dada a la expe­ el término «en desequilibrio» por la palabra «disonancia», la fórmula de Hei­
riencia psicológica en la explicación de la conducta y su ahistoricismo der es casi igual que la nuestra, por lo menos hasta donde hemos llegado.
son tres de esos rasgos. Ciertamente, la figura de K. Lewin no se re­
duce a esos tres rasgos y habría que señalar entre otros su interés por Acabada la segunda guerra mundial, Adorno y cois. (1950) publi­
los estudios grupales así como su énfasis en la investigación encami­ carán su conocido estudio sobre el antisemitismo y los orígenes del
nada a la acción social (para un detallado análisis de la psicología so­ prejuicio, La personalidad autoritaria : m uy probablemente, la mayor
cial de Kurt Lewin, véase Blanco, 1988, 1991). contribución de la teoría psicoanalítica al campo de la psicología so­
Con respecto a Solomon Asch, hay que destacar sus trabajos so­ cial. El estudio de Adorno y cois, servirá de punto de referencia para
bre formación de impresiones (1946) y sobre conformismo (1952); otras investigaciones posteriores, como las de Rokeach sobre el dog­
estos últimos de una gran importancia por su efecto en las investiga­ matismo (1963/82).
ciones sobre influencia social. Así, por ejemplo, Milgram (1973/80), El periodo analizado en este apartado trajo, desde el punto de
en sus trabajos experimentales sobre la obediencia a la autoridad, re­ vista humano, la tragedia y el sufrimiento. El imparable ascenso del
conoce, entre otras, la influencia de Asch. En ellos se describen las nazismo llevó a numerosos científicos sociales europeos a la emigra­
condiciones y los mecanismos psicológicos que explican cómo, en ción y al exilio. Desde el punto de vista del desarrollo de la disciplina,
ausencia de intimidación, se produce la aceptación, por parte de per­ la contribución de los psicólogos sociales a la resolución de los pro­
sonas normales, de órdenes inmorales emitidas por una autoridad y blemas cotidianos de las personas y el desarrollo de nuevas técnicas
que implican la posibilidad de causar daños físicos a terceros. Tam­ de análisis pueden mencionarse como dos de sus principales logros.
bién la psicología de las minorías activas de Moscovici (1976/81) ten­ Iras la finalización de la segunda guerra mundial, el espíritu de coo­
drá, en la controversia con el esquema conceptual de Asch y en la peración interdisciplinar se irá poco a poco desvaneciendo (véase
reinterpretación teórica de los resultados de sus experimentos sobre Jackson, 1988), la perspectiva cognitivista irá afianzando su predomi­
influencia mayoritaria, una importante área de referencia. nio, teorías de alcance medio harán su aparición y los métodos y téc­
Dos artículos de Fritz Heider (1944, 1946), sobre la atribución de nicas de análisis se irán perfeccionando.
causalidad en los procesos de percepción y sobre la noción de equili­ Las páginas siguientes recogen un análisis crítico de algunos de
brio psicológico, respectivamente, supondrán una contribución deci­ los marcos téoricos que han ido consolidando su presencia en el área
siva en posteriores teorías de la atribución y en el desarrollo de las o han ido apareciendo en las últimas décadas.
teorías de la consistencia, como la de Festinger. El propio Festinger
(1957/75, pp. 21-22) reconocerá su deuda con H eider en la formula­
ción de su teoría de la disonancia cognoscitiva al citar el libro de H ei­
der (1958), The psychology of interpersonal relations, inédito en esos
momentos, y en el que este psicólogo recoge las ideas de sus dos pu­
blicaciones ya citadas:
3. MARCOS TEÓRICO S EN PSICOLOGÍA SOCIAL M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía so cia l 33

I,a perspectiva conocida como interaccionismo simbólico comprende las si­


guientes ideas básicas: la influencia que los estímulos tienen sobre la con­
ducta humana es mediatizada por el contexto de significados simbólicos en
los que aquélla tiene lugar. Estos significados emergen de la interacción com­
partida de los individuos en la sociedad humana. La sociedad misma es cons­
truida mediante la conducta de las personas que juegan un rol activo en el
desarrollo de los límites sociales que imponen a su conducta. De esta forma,
la conducta humana no es un camino unilineal hacia un fin predeterminado,
sino un proceso de construcción activa mediante el cual los hombres luchan
La exposición de algunos de los principales marcos teóricos servirá por “dar sentido” a su medio social y físico. Este proceso de “dar sentido” es
de conexión entre la psicología social realizada hasta la década de los internalizado en forma de pensamiento, ya que el pensamiento es el proceso
años cincuenta y la psicología social contemporánea. El método de intraindividual de resolución de problemas que caracteriza la interacción in­
descripción escogido tiene, en apariencia, una forma más sincrónica terindividual.
en la que se ha procurado no romper con el hilo argumental de pági­
nas anteriores. De nuevo, la dicotomía entre explicaciones psicológi­ El interaccionismo simbólico tiene sus antecedentes en los enfo­
cas y explicaciones sociales nos servirá de eje conductor en las si­ ques elaborados por W illiam James (1842-1910), Charles Horton
guientes páginas. C o o ley (1864-1929), John D ew ey (1859-1952) y W. I. Thomas
A continuación se exponen de una forma crítica modelos como el (1863-1947). Todos estos autores desarrollan conceptos que serán
interaccionismo simbólico y otras teorías afines, las teorías del apren­ retomados posteriormente por los trabajos de los interaccionistas
dizaje social, el conductismo sociocognitivo, la teoría del intercam­ simbólicos, entre los que destaca la figura de George Herbert Mead
bio, la teoría de la disonancia cognoscitiva, las teorías de la atribución (1863-1931), a quien ya he hecho referencia en páginas anteriores.
y las de la cognición social. El siguiente capítulo estará dedicado a la Si bien el término interaccionismo simbólico no se debe a Mead
exposición de otras teorías, como son la teoría de la identidad social, sino a Herbert Blumer, es Mead quien elabora el conjunto de con­
la teoría de las minorias activas y la teoría de las representaciones socia­ ceptos teóricos que conocemos como interaccionismo simbólico.
les. El estudio de algunos aspectos y autores de estas diferentes co­ Mead, conocedor de las ideas de Watson, parte del conductismo
rrientes teóricas nos irán sirviendo para exponer algunos aspectos del
social en su esquema teórico, pero introduce el análisis de la concien­
transcurrir temporal de la disciplina así como para ir perfilando algu­
cia como esencial en todo estudio de la conducta; este hecho diferen­
nos elementos con los que definir el marco y los procedimientos de
ciará radicalmente su teoría de la propuesta por el conductismo radi­
mi concepción de la psicología social.
cal de Watson:

No es posible negar la existencia del espíritu o la'conciencia o los fenómenos


mentales, ni resulta deseable hacerlo; pero es posible explicarlos en términos
I. LA TEORÍA DEL INTERACCIONISMO SIMBÓLICO conductistas que son, precisam ente, sim ilares a los que emplea W atson
cuando trata con fenómenos psicológicos no mentales [...]. La conducta men­
El enfoque interaccionista puede ser considerado como el principal tal no es reductible a conducta no mental. Pero la conducta o los fenómenos
representante del pensamiento sociológico en psicología social. Si mentales pueden ser explicados en términos de conducta o fenómenos no
bien la publicación de las ideas de Mead (1909, 1934) son bastante an­ mentales [...] [Mead, 1934/72, p. 58J.
teriores, su legado intelectual no alcanzará una amplia difusión hasta
después de la segunda guerra mundial (véase Ibáñez, 1990). El segundo concepto im portante para entender la teoría de
M eltzer, Petras y Reynolds (1975, p. VII) dan la siguiente defini­ Mead es el de gesto. Mead, en polémica con W undt acerca de la re­
ción del interaccionismo simbólico: lación entre la mente y los procesos de comunicación, señalará que
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aquélla surge en el curso de la comunicación y experiencia social de viduo se corresponde con la conducta social del grupo al que perte­
las personas. Mead ilustra dicho proceso ejemplificándolo en un en­ nece, cada persona reacciona ante el mismo de forma diferente. De
frentamiento entre dos animales en el que cada acto de uno se con­ nuevo Mead ejemplifica esta idea utilizando dos nuevos conceptos
vierte en un estímulo para el otro, cada acto de uno de los contrin­ como son los de “m í” y de “y o ”:
cantes se convertirá en una reacción al mismo en una cadena de
actos que dan lugar a una «conversación de gestos». Ahora bien, en El “yo ” reacciona a la persona que surge gracias a la adopción de las actitu­
el ejemplo citado, no se trata de actos conscientes. Cuando los ges­ des de los otros. Mediante la adopción de dichas actitudes, hemos introdu­
cido el “m í” y reaccionamos a él como un “y o ” [...] las actitudes de los otros,
tos son conscientes, éstos se convierten en gestos simbólicos, que es
que uno adopta en cuanto afectan a su propia conducta, constituyen el “m í”,
lo que permite la aparición de la persona: «Cuando ese gesto repre­ y eso es algo que existe, pero las reacciones a ello no se han dado aún.
senta la idea que hay detrás de él y provoca esa idea en el otro indi­ ( aiando uno se sienta a meditar algo, posee ciertos datos que existen. Supon­
viduo, entonces tenemos un símbolo significante» (G. H. M ead, gamos que se trata de una situación social que tiene que resolver. Se ve a sí
1934/72, p . 88). mismo desde el punto de vista de uno u otro individuo del grupo. Estos indi­
Para Mead, el lenguaje simbólico es el que hace posible la apari­ viduos, relacionados todos juntos, le confieren cierta persona. Bien, ¿qué
ción de formas superiores de organización social que hacen surgir debe hacer? No lo sabe, y no lo sabe nadie [...]. El “yo ”, en cuanto reacción a
una conciencia reflexiva. La capacidad de la persona de ser un objeto i'sa situación, en contraste con el “m í” involucrado en las actitudes que
para sí misma sólo es posible gracias al lenguaje. Pero esta capacidad adopta, es incierto [Mead, 1934/72, pp. 202-204],
no es consustancial al individuo, sino que es una característica de la
interacción humana. Para M ead, la form ación del sí mismo se da En conjunto, la obra de Mead nos provee de una teoría de la so­
como proceso social y evolutivo. En una primera fase, el niño se ciedad y de un análisis psicosocial de la conducta (véase Joas, 1985;
identifica con los roles de otros significativos como la madre. Esta Uriz Pemán, 1992). En ella se destacan los aspectos simbólico-comu-
primera adopción de las actitudes de los otros sobre sí mismo es el nicativos como características distintivas del ser humano (véase Rose,
requisito imprescindible para que el niño pueda ser también un ob­ 1971/82).
jeto para sí, al poder adoptar las actitudes que otros tienen en rela­ La continuación de las ideas de G. H. Mead queda reflejada en
ción con él mismo. En esa identificación con roles particulares está la diferentes tradiciones de pensamiento interaccionista, como son las
base sobre la que se asienta su identificación con los otros como un escuelas de Iowa y de Chicago, así como en el enfoque dramatúrgico
todo. Este nuevo estadio del desarrollo de la persona es ejemplificado de E. Goffman.
por Mead comparando el juego con el deporte. Mientras que en el Las diferencias entre las escuelas de Iowa y de Chicago, represen­
juego el niño aprende a adoptar el papel de los otros, en el deporte tadas por M. H. Kuhn y H. Blumer, podrían resumirse, siguiendo a
tiene que adoptar la actitud de todo el grupo o, en la terminología Meltzer, Petras y Reynolds (1975, p. 123), de la siguiente forma:
adoptada por Mead, del otro generalizado:
1.a Escuela de Chicago [...], en oposición a la Escuela de Iowa, pone el énfasis
El deporte constituye, así, un ejemplo de la situación de la que surge una per­ en los procesos, no en la estructura; en la introspección simpática y no en las
escalas de actitud, en la emergencia y no en la determinación.
sonalidad organizada. En la medida en que el niño adopta la actitud del otro
y permite que esa actitud del otro determine lo que hará con referencia a un
objetivo común, en esa medida se convierte en un miembro orgánico de la Mientras que Blumer (1969/82) concibe la interacciónn y la defi­
sociedad [Mead, 1934/72, pp. 188-189]. nición de uno mismo como un proceso abierto, Kuhn (1964) enfatiza
los aspectos estructurales que dan estabilidad a la interacción y deter­
El enfoque de Mead no supone, sin embargo, una idea sobreso- minan la definición y conducta del yo.
cializada de la persona, pues, si bien el surgimiento de la persona sólo En el enfoque dramatúrgico de Goffman (1959/87) la interacción
es posible en la medida en que la actividad social organizada del indi­ es entendida como un proceso de realización dramática en la que los
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individuos, a través de sus actuaciones, intentan influirse m utua­ La resonancia interaccionista de esta cita extraída de Bandura
mente m ediante el m anejo de im presiones. El propio Goffman (1987) revela que la influencia de este enfoque trasciende los límites
(1959/87, p. 27) define los objetivos de su perspectiva de la siguiente de su propio marco teórico.
manera: En las páginas siguientes se realiza una crítica a esta teoría, al ana­
lizar otros enfoques que se relacionan estrechamente con la teoría
[...] cuando un individuo se presenta ante otros tendrá muchos motivos para de Mead.
tratar de controlar la impresión que ellos reciban de la situación. Este in­
forme se ocupa de algunas de las técnicas comunes empleadas por las perso­
nas para sustentar dichas impresiones y de algunas de las contingencias co­
munes asociadas al empleo de dichas técnicas.
11. OTRAS TEORÍAS O ENFOQUES EN PSICOLOGÍA SOCIAL.
AFINIDADES CO N EL INTERACCIONISM O SIMBÓLICO
Otros textos suyos, entre los que podríamos destacar Internados
(1961/70) y Estigma (1963/70), constituyen excelentes tratados de A finales de la década de los sesenta y hasta finales de la década de los
microsociología acerca de la manera en que las personas recluidas en setenta surgen un numeroso conjunto de críticas al paradigma domi­
instituciones totales, en un caso, o las que sufren un estigma o son es­ nante en el área. Además de la falta de relevancia de sus estudios, su
tigmatizadas, en otro, definen y estructuran su identidad en el curso ahistoricismo y el uso del experimento de laboratorio como principal
de las interacciones con otros. Los análisis de Goffman han tenido herramienta de análisis, numerosos autores critican también el reduc-
influencia sobre los teóricos del etiquetado, para quienes la conducta cionismo psicológico imperante en la disciplina. Estas críticas desem­
desviada es, esencialmente, un producto de las definiciones sociales bocarán en la llamada crisis en psicología social (véase Jiménez Buri-
acerca de la misma. Ilo, 1985). Se argumentaba que el paradigma dominante había sido el
En la actualidad, el interaccionismo simbólico es un enfoque teó­ de una psicología social psicológica y que ésta debía tener un mayor
rico de gran vitalidad e influencia no sólo en sociología sino también carácter social. Como consecuencia de estas críticas, las tradiciones
en psicología social (véase Stryker, 1987). La inclusión de un capítulo de pensamiento sociológico en psicología social, como el interaccio­
en el Advances in Experimental Social Psychology , de Berkow itz nismo simbólico, empiezan a aparecer reflejadas en mayor número en
(1983), y en el Handhook o f Social Psychology (Lindzey y Aronson, los manuales de la disciplina. Este renovado interés llevaría también a
1985) demuestran la preocupación por esta teoría psicosociológica. una mayor atención, tanto a teorías afines como la etnometodología
La incidencia del interaccionismo simbólico en la psicología so­ o el enfoque dramatúrgico, como a nuevos marcos teóricos como el
cial es perceptible no sólo por su influencia directa en otros enfoques de la etogenia. Estos enfoques presentan rasgos comunes con el inte­
cuyos conceptos y explicaciones teóricas son deudoras del mismo, raccionismo simbólico, y pueden ser considerados como escuelas de
sino también porque sus ideas forman parte de otras tradiciones de pensamiento que derivan algunos de sus conceptos del interaccio­
pensam iento, como es el caso del conductismo sociocognitivo de nismo simbólico, como el enfoque dramatúrgico de Goffman o la et­
Bandura (1987), quien, aún sin reconocerlo, introduce planteamien­ nometodología. Mención aparte, aunque también tengan una clara
tos interaccionistas en su obra. Así, por ejemplo, este autor (Bandura, conexión con el interaccionismo simbólico, merecerían el enfoque
1987, p. 39), en la exposición de su teoría social cognitiva, expone lo construccionista de Berger y Luckman (1967/79) y ciertas perspecti­
siguiente: vas teóricas del concepto de rol.
Estos enfoques, pese a sus diferencias, tienen ciertas característi­
La importante capacidad de utilizar símbolos, que afecta prácticamente a to­ cas comunes: una concepción de la acción humana en términos de su
dos los aspectos de la vida, proporciona un medio poderoso de cambio y de intencionalidad, autonomía y reflexivilidad. Todas estas característi­
adaptación al entorno. Por medio de los sím bolos, los sujetos confieren cas, en tanto en cuanto definitorias de la conducta humana, compar­
igualmente significado, forma y continuidad a las experiencias vividas. ten una visión subjetivista de la misma. Fenomenólogos como Schutz
M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 39
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(1972) entienden la conducta en términos de los significados atribui­ lisis de Goffman (1959/87) se destacan los aspectos microsociales de
dos por los individuos. La realidad social es construida a través de los las relaciones interindividuales frente a los determinantes estructurales
ile la interacción social, en el enfoque etnometodológico la estructura
significados surgidos de la experiencia individual y de la interacción
social sólo tiene existencia como experiencia narrable, como signifi­
social. De forma similar, para el enfoque etogénico, el objeto de la
cado compartido sujeto a un cambio continuo. Para etnometodólo­
psicología social lo constituye
gos como Cicourel (1964/82) la estructura social es ante todo un pro­
ducto de la interacción en la vida cotidiana. Esta concepción de la
la identificación de los mecanismos generativos que dan lugar a la conducta
[...]. El problema central en la explicación de la conducta social es la identifi­ acción social la encontramos también en el interaccionismo simbólico
cación de los significados que subyacen a la misma. Para descubrir estos últi­ tal y como es entendido por Blumer (1969/82, p. 41):
mos el modelo presupone la obtención de relatos —las propias declaraciones
de los actores acerca de la realización de sus actos—, de los significados socia­ 1.a postura del interaccionismo simbólico sostiene que el propio agente cons­
les que tanto ellos como otros dan a las acciones [Harré y Secord, 1972, p. 9]. truye su acción, y que ésta no es el mero desencadenante de la actividad pro­
ducida por la influencia de factores determinantes sobre su organización.
En parecidos términos conciben los etnometodólogos la realidad
social. Para la etnometodología la realidad es ante todo una actividad Todas las teorías analizadas comparten una visión opuesta al es-
tructuralismo. Las personas no son receptores pasivos que van aco­
reflexiva e interactiva, construida socialm ente (véase C aballero,
modando sus necesidades a las demandas del medio, sino ante todo
1991). El objetivo de las ciencias sociales para autores como Garfin-
actores que reconstruyen simbólicamente el mismo. Como el propio
kel (1967) es el estudio de las expresiones “indexicales” o significados
Blumer (1969/82, p. 81) señala en otro lugar:
compartidos en cualquier actividad cotidiana. Para este modelo teó­
rico la sociedad humana es el producto de interpretaciones continuas La descripción correcta es que el individuo construye sus objetos basándose
que se dan en el curso de la interacción. La preocupación de los etno­ en su propia y continua actividad, en lugar de estar rodeado por objetos pre­
metodólogos radica en el estudio de lo que Weber denomina «con­ existentes que influyen en él y elaboran su conducta [...]. Su acción es cons­
ducta significativa». truida o elaborada, en lugar de ser un mero producto de la conducta [...] las
El análisis de cómo las personas dan sentido a sus acciones no fuerzas, externas o internas que supuestamente influyen en el individuo pro­
es, sin embargo, el único ni más importante objetivo de la psicología duciendo su comportamiento, no son las que desencadenan este proceso de
social: autoindicación. Tampoco lo abarcan ni lo explican las presiones del medio,
estímulos orgánicos, deseos, actitudes sentimientos, ideas y demás factores.
Prestando atención a lo que las personas dicen acerca de sus acciones, la et­
nometodología ignora las acciones mismas —y esto en el fondo, lo que las Este carácter procesual del comportamiento es compartido por
personas hacen, es central para la psicología social [H ewitt, 1988, p. 19]. teóricos de la teoría del rol, como R. H. Turner (1962) o Strauss
(1963), para quienes la estructura social debe ser entendida como un
Los modelos anteriormente señalados continúan la tradición filo­ proceso de interacción en el que los roles son definidos y negociados
sófica alemana de la Versteben, cuya preocupación principal es el de forma constante en el curso de la interacción. Estos mismos aspec­
análisis del significado que los individuos dan a su acción. Compar­ tos pueden ser también encontrados en el enfoque dram atúrgico
ten todos ellos la idea de que la persona no sólo es libre de escoger, (Goffman, 1959/87), en donde la organización social es considerada
entre el repertorio de conductas posibles, la más adecuada, sino que, como una consecuencia de la interacción social de los individuos preo­
al mismo tiempo, su carácter reflexivo le perm ite interpretar correc­ cupados no por el cambio, sino por el manejo de impresiones y la
tamente el significado —intenciones y metas— de su acción. Mien­ forma en que su conducta es percibida por los otros; concepción si­
tras que en el modelo teórico expuesto por H arré y Secord (1972) y milar a la del método etogénico defendido por Harré (1983, p. 300),
H arré (1983) se enfatiza el comportamiento autónomo, y en los aná­ para quien el análisis psicosocial de la acción y de las relaciones socia­
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les debe centrarse en el «orden expresivo», el cual hace referencia a la da la conducta, así como las tensiones entre los grupos y clases socia­
motivación de los actores sociales por «mantener su honor y digni­ les en cada época, constituyen factores determinantes de dichas cons­
dad, obtener el respeto del prójimo y evitar su desprecio, mostrarse trucciones simbólicas. Los procesos de interacción simbólica en los
moralmente valiosos y estéticamente atractivos». El modelo de análi­ que se da la aparición de la persona como ser social son imprescindi­
sis propuesto por Harré es el del drama. Al igual que en el enfoque bles para entender ésta, pero caeremos en un idealismo social si estas
dramatúrgico de Goffman (1959/87), se propone estudiar la interac­ interacciones aparecen aisladas de la estructura social en la cual se
ción social como si de una representación dramática se tratara. dan. Así lo entienden concepciones del interaccionismo simbólico
En resumen, aunque con diferentes matices —por ejemplo, el en­ como la ya referida de Kuhn (1964), los últimos análisis de Goffman
foque etogénico no niega una explicación estructural de la acción (1983), en donde se rechaza la idea de que el estudio de las institucio­
(Harré, 1983)—, la crítica principal que los enfoques aquí expuestos nes sociales pueda ser realizado a través del estudio de las interacciones
comparten con el interaccionismo simbólico es la de su escasa aten­ cara a cara, o el enfoque estructural que de la teoría interaccionista
ción a la estructura social (M eltzer y otros, 1975; Stryker, 1983). Su tiene Stryker (1983, 1987, 1991).
relevancia como marcos de comprensión teórica consiste, fundamen­ Los elementos teóricos y metodológicos que propongo para la
talmente, en el carácter simbólico atribuido a la conducta humana. El psicología social en capítulos posteriores pretenden tener en cuenta
comportamiento de las personas está sujeto al sistema de significados dichos aspectos estructurales, sin por ello negar que la realidad social
que éstas realizan sobre sí mismas y sobre los otros en el curso de la es construida simbólicamente en el curso de la interacción social y
interacción. que, por tanto, está sujeta al cambio. En este sentido, el interaccio­
El interaccionismo simbólico, así como los diferentes enfoques y nismo simbólico constituye un modelo teórico de gran utilidad en el
escuelas de pensamiento que acaban de ser mencionados constituyen, análisis psicosocial de la conducta humana en la medida en que incor­
en definitiva, unos marcos útiles de interpretación del com porta­ pore al mismo una concepción estructural, tal y como sucede en el
miento social, si bien hay dos aspectos que deberían incorporarse a enfoque que del interaccionismo nos ofrece Stryker (1987, p. 91), en
su esquema teórico. El primero es que la conducta humana no puede el que se tienen en cuenta los aspectos simbólicos y estructurales de
ser reducida a sus aspectos simbólicos. Como señalan Carabaña y la realidad social: «el yo guía y organiza la conducta y es moldeado a
Lamo de Espinosa (1978, p. 181): través de la interacción con otros, pero son las estructuras sociales las
que moldean la interacción».
[...] decir que los objetos se constituyen en la interacción simbólica es decir
algo que, siendo cierto, puede acabar encubriendo toda la verdad. La percep­
ción del objeto es siempre resultado de la interacción simbólica, pero de nin­
gún modo lo es el objeto mismo. Reducir el objeto a su construcción en el III. EL PARADIGMA CO NDUCTISTA EN PSICOLOGÍA SOCIAL:
proceso com unicativo es reducirlo a ser objeto del lenguaje y de pensa­ CO NDUCTISM O SOCIAL
miento, no objeto real.
No creo necesario desarrollar aquí un amplio y detallado resumen de
Por otro lado, el interaccionismo simbólico, junto con las teorías las diferentes teorías conductistas y neoconductistas con los diferen­
aquí reseñadas, debe prestar más atención a los aspectos estructurales tes modelos de explicación del comportamiento o las distintas formas
y no sólo microsociales de dicha conducta. Los significados compar­ de condicionamiento —el lector interesado puede consultar excelen­
tidos en el curso de la interacción deben ser entendidos en un con­ tes revisiones en m anuales como el de M unné (1989) o P inillos
texto más amplio de relaciones desiguales de poder. La paradoja del (1980)— . Dicha revisión excedería los lím ites planteados en este
hombre consiste en ser constructor de su medio y estar subordinado libro. Quisiera, sin embargo, realizar algunos comentarios sobre al­
al mismo. Esta paradoja no puede ser explicada de forma completa gunas teorías que, recogiendo algunos aspectos de la tradición con­
sin tener en cuenta que los contextos históricos y culturales en que se ductista y neoconductista, han elaborado distintas nociones, como las
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de intercambio, aprendizaje vicario, etc., desde las que intentan expli­ res los que nos sirvan como referente en la exposición de este enfo­
car la conducta social. que teórico en el que, como señala Rodríguez Pérez (1993, p. 73), «se
La influencia del modelo conductista en psicología social es per­ nos presenta un modelo racional de ser humano en el que su con­
ceptible en diversas teorías como las del intercambio, las teorías del ducta esta orientada y regida por la conservación y maximización de
aprendizaje social y los estudios sobre persuasión y cambio de actitu­ sus intereses».
des de la escuela de Yale, con Hovland a la cabeza (Hovland, Janis y Al igual que la teoría de Thibaut y K elley (1959), la teoría de
Kelley, 1953). Otras teorías de alcance medio, entre las que cabe in­ Homans explica la conducta humana en términos de intercambio. El
cluir el estudio ya clásico de Dollard y otros (1939), la teoría del modelo propuesto por este último autor parte del supuesto de que el
aprendizaje de M iller y Dollard (1941), la teoría de la autopercepción comportamiento social se rige por las mismas reglas que el comporta­
de Bem (1967), la teoría del locus de control de Rotter (1966), la teo­ miento individual. De igual forma, para inferir leyes sobre el com­
ría de la facilitación social de Zajonk (1965), o la de la indefensión portamiento social sólo hay que observar detenidamente aquellos
aprendida de Seligman (1975), entre otras, también serán deudoras principios que determ inan el com portam iento in d iv id u al. Para
del paradigma conductista y neoconductista. Estas teorías, en pugna Homans (1970/82, pp. 92-100), estos principios fundamentales, to­
con modelos de explicación cognitivista irán, paulatinamente, per­ mados en gran medida de la psicología de Skinner, son cinco:
diendo su importancia ante el predominio durante los años sesenta de
la teoría de la disonancia cognitiva y de los diversos enfoques de la 1. Cuanto más sea recompensada la actividad de una persona, tanto más pro­
teoría de la atribución y de la cognición social durante los setenta y bable es que ésta lleve a cabo esa actividad.
2. Si la actividad de una persona se ha visto recompensada en el pasado, ma­
ochenta. Una prueba de este cambio lo constituye la reorientación de
yor es la probabilidad de que la persona realice esa actividad u otra seme­
alguna de estas teorías, como la de la indefensión aprendida de Selig­ jante.
man (1975), que pasa a formar parte de las teorías de la atribución 3. Cuanto más valiosa sea la recompensa de una actividad para una persona,
tras la reformulación de Abranson y otros (1978). Pero detengámo­ tanto más probable es que ésta realice esa actividad.
nos antes en indicar algunos contenidos de dos marcos teóricos de re­ 4. Cuanto más haya recibido una persona una recompensa determinada en
ferencia casi obligada, como son la teoría del intercambio y la teoría un pasado inmediato, tanto menos valiosa le resultará dicha recompensa.
del aprendizaje social. 5. Si una persona no recibe por su actividad la recompensa que esperaba o
recibe un castigo que no esperaba, mostrará una actitud agresiva que le
servirá de recompensa.
m.i. Conducta e intercambio social
En el esquema que vertebra la psicología de Homans (1961) es
Una de las corrientes de pensamiento derivadas del conductismo que importante hacer referencia a su noción de «justicia distributiva» para
mayor auge ha tenido en psicología social está formada por el grupo explicar el comportamiento que regula las relaciones de intercambio
relativamente homogéneo de teorías del intercambio social. El lector entre dos personas. Para este autor, las relaciones de intercambio no
in teresad o en co n trará am plios resúm enes en diferen tes textos se darán a menos que las recompensas obtenidas por quienes partici­
(Blanch, 1982; Jiménez Burillo, 1985; Munné, 1989), así como en la pan en la interacción sean proporcionales a sus estatus sociales y a sus
monografía de Morales (198 ib). Aunque la investigación sobre el in­ inversiones. Es decir, cuando los beneficios obtenidos por una per­
tercambio social ha atraído la atención de la sociología y la antropo­ sona no son proporcionales a sus inversiones es poco probable que la
logía social, en psicología social destacan las aportaciones de Thibaut relación de intercambio continúe.
y Kelley (1959), Homans (1961) y Blau (1964/82), quienes, a su vez, El reduccionismo psicológico, tanto teórico como metodológico,
han tenido una influencia decisiva en otros enfoques del intercambio es consustancial a la teoría de Homans, pues su objetivo es explicar el
como son la teoría de la equidad y la teoría de la elección racional comportamiento individual y social a partir de principios psicológi­
(véase Jiménez Burillo, 1985; Morales, 1981 b). Serán estos tres auto­ cos. A este reduccionismo habría que añadir como característica fun­
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damental su intención de establecer “leyes” generales del comporta­ psicólogos del refuerzo, en cambio, acentuaron las consecuencias de la recom­
miento humano. El conjunto de proposiciones establecido por H o­ pensa pero no las condiciones que determinan el modo en que se la percibe.
mans para explicar el comportamiento social se refiere al individuo,
independientemente de su contexto normativo o cultural, pretensión La satisfacción o atracción de una relación social, así como su per­
compartida en su primer libro, El grupo humano (Homans, 1959/77), manencia o extinción, dependerán, de acuerdo cón ambos autores, del
en donde pretende determinar las uniformidades del comportamiento •■nivel de comparación» y del «nivel de comparación para las alternati­
intragrupal, estableciendo para ello una serie de principios generales vas». El primer concepto hace referencia al nivel mínimo que los resul­
de validez transcultural. Sirva como ejemplo de dichos principios el tados de una interacción deben tener para que dicha interacción resulte
siguiente: «cuanto mayor sea la frecuencia con que las personas inter- satisfactoria. El segundo concepto hace referencia a la comparación en-
actúen unas con otras, más fuertes podrán ser sus mutuos sentimien­ tre los resultados obtenidos en una interacción con los que se deriva-
tos amistosos» (p. 158). i ían de llevar a cabo otras interacciones; es decir, el «nivel mínimo para
Si bien El grupo humano está organizado en torno a las ideas de­ que la relación permanezca». Ambos autores ejemplifican su análisis de
rivadas de la teoría funcionalista, en tanto que en Social behavior, los procesos de dependencia en las relaciones interindividuales me­
Homans (1961) parte de los principios del condicionamiento ope­ diante el uso de matrices. Estas matrices representan las diferentes es­
rante de Skinner, el reduccionismo psicologista y el establecimiento trategias y combinaciones de estrategias que pueden darse entre las
de principios generales que regulan el comportamiento de las perso­ personas en el curso de su interacción. Las elecciones de cada partici­
nas son dos rasgos que, a mi juicio, dan continuidad teórica y meto­ pante determinan diferentes costos y recompensas y, en definitiva, di­
dológica a su obra. ferentes grados de satisfacción. Algunos de los aspectos de la teoría de
En 1959, Thibaut y K elley publican The social psychology o f estos dos psicólogos sociales son revisados posteriormente por ambos
groups. En este libro, ambos autores presentan una teoría de las rela­ autores al analizar aquellas interacciones en que la relación no está
ciones interpersonales y el funcionamiento grupal. Su postulado bá­ guiada tanto por el beneficio propio como por el interés por el otro
sico es que toda conducta social necesita para su mantenimiento que (véase Collier, Minton y Reynolds, 1991; Munné, 1989).
sea reforzada o, dicho en otros términos, recompensada. Si una con­ Al comienzo de la exposición de su teoría del «emergentismo so­
ducta social no es reforzada dejará de realizarse. De esta forma, toda cial», Blau (1964/82, pp. 4 y 5) define el concepto de intercambio de
interacción puede ser explicada en función de una relación de inter­ la siguiente forma:
cambio en la que dos o más individuos interactúan para conseguir Para que una conducta desemboque en intercambio social ha de satisfacer
metas que les son mutuamente beneficiosas. Si bien esta teoría tiene dos condiciones. Tiene que estar orientada hacia metas que sólo se pueden
un marcado carácter individualista, pues asume que entendiendo las satisfacer por medio de la interacción con otras personas y tiene que proveer
relaciones de intercambio que se dan en la diada es posible explicar los medios para la obtención de tales metas [...]. En pocas palabras, el inter­
las relaciones de los grupos sociales, su mérito consiste, tal y como cambio social puede reflejar cualquier conducta orientada a metas social­
indican Deutsch y Krauss (1965/84, p. 120), en mente mediadas [...]. El intercambio social, tal y como se concibe aquí, se
limita a las acciones que son contingentes a las reacciones recompensantes de
otros y que cesan cuando estas reacciones esperadas no se producen.
[...] el hecho de que las recompensas y los costos no se experimentan como
absolutos: la importancia psicológica de una recompensa varía según las ex­
El objetivo de este sociólogo es el de estudiar cómo formas y
periencias pasadas de la persona y las oportunidades presentes. Al ampliar de
esta manera el concepto de resultado, T hibault y Kelley establecieron un
procesos complejos de asociación emergen de formas de asociación
puente entre los conceptos de los teóricos de la Gestalt y los psicólogos del más simples.
refuerzo. Tradicionalmente los guestaltistas pusieron de relieve que las re­ En contraposición a la teoría de Homans, Blau (1964/82) pro­
compensas se perciben en relación con un contexto, pero dejaron de lado el pone dar una explicación más sociológica de los procesos de inter­
estudio de las consecuencias de la recompensa sobre el comportamiento; los cambio. En palabras del propio autor:
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Mi desacuerdo con la teoría de Homans brota de esta concepción en la que el culta una comprensión global de los fenómenos que pretende expli­
intercambio tiene una naturaleza estrictamente social. El objetivo de la teoría car. Se trata, en definitiva, de una psicología social ahistórica y etno-
del intercambio para los sociólogos es, en mi opinión, explicar la vida y la es­ ccntrica. Estas críticas no anulan el carácter explicativo de la teoría ni
tructura sociales en términos de los principios de intercambio, derivados de su fecundidad a la hora de guiar la investigación de temas como la te­
los análisis de los procesos recíprocos que componen el intercambio social, y
rapia conyugal, la distribución de poder dentro de la familia o la co­
no explicar la conducta individual implicada en el intercambio recurriendo a
principios psicológicos [...]. En otras palabras, no soy un reduccionista psico­ municación informal (véase Morales, 1981 b). En resumen, y como
lógico, mientras que Homans lo es, o, más bien, es un individualista meto­ señala Torregrosa (1982, p. X III):
dológico, denominación que él prefiere [Blau, 1982, p. XVI].
hn una sociedad en que casi todo puede estar sometido al valor de cambio es
ile esperar, casi tautológicamente, que las teorías del intercambio reflejen o,
Pese a esta afirmación de Blau, su enfoque teórico sigue siendo
incluso, modelen la lógica de los procesos sociales. Ahora bien, de ahí a pre­
psicologista, pues si bien su interés es el de fundamentar una teoría tender que estamos ante un modelo de hombre y sociedad que se correspon­
sociológica que explique la formación de la estructura social y no la den con una supuesta naturaleza humana inmutable y ahistórica, y que, por
conducta individual, como era el caso de Homans, para ello recurre a tanto, es universal c intemporalmente válido, es sumamente arriesgado, y
principios psicológico-individuales. Así, por ejemplo, las diferencias creo que, hoy por hoy, insostenible.
de estatus y de poder características de la estructura social son vistas
como consecuencia de intercambios desiguales de recompensas socia­
les. U na explicación sociológica debería tener también en cuenta ii 1.2. De las teorías del aprendizaje social al conductismo
cómo la estructura social determina intercambios desiguales. En úl­ sociocognitivo
tima instancia, y según Blau, la interacción social está basada en ten­
dencias psicológicas básicas como son la atracción entre los indivi­ Ya quedó indicado en páginas anteriores que en las primeras formu­
duos y sus deseos de recompensa (Blau, 1982, p. 16). Los principios laciones de M iller y Dollard (1941) sobre la teoría del aprendizaje so­
que dirigen los intercambios entre las personas son similares a los que cial, basadas en la teoría del aprendizaje de H ull y en el psicoanálisis,
se aplican en la teoría liberal económica, siendo la ley de la oferta y la se destacaban los procesos de imitación y refuerzo. Un nuevo enfo­
demanda la que regularía los mismos. La teoría del intercambio de que de la teoría es el propuesto por Bandura (1962) y Bandura y Wal-
Blau propone un modelo universalista de conducta racional estructu­ icrs (1963/74). En él se cuestiona la importancia que los primeros
rado en torno a relaciones de intercambio que se explicarían por los teóricos del aprendizaje social asignaban al papel del refuerzo en el
mismos principios que regulan la actividad económica en las socieda­ aprendizaje por imitación. Bandura (1962, 1976/82), sin negar la im­
des de mercado. portancia del refuerzo, destaca que en numerosas ocasiones el apren­
En resumen, además de la falta de especificidad conceptual de dizaje no se da como consecuencia del refuerzo, sino de forma vica­
nociones como “valor”, “recompensa”, “beneficio”, “nivel de com­ ria; es decir, por observación de otras personas, anticipando las
paración para las alternativas”..., lo que en parte explica su olvido de consecuencias de la propia conducta.
la génesis social e histórica de estos conceptos, las teorías del inter­ La teoría del aprendizaje social de Bandura es también una crítica
cambio aquí expuestas no se apartan de dos de los pilares sobre los .il modelo E-R, prototípico del conductismo radical, en el que se pro­
que se ha construido el paradigma dominante en psicología social, pone una noción del comportamiento humano demasiado mecani-
como son el reduccionismo psicológico y el establecimiento de prin­ cista como para poder perdurar en la explicación de la conducta, y
cipios universales del comportamiento humano. Asimismo, aunque ante la que reaccionarán psicólogos como Bandura. La teoría desa­
los diferentes enfoques que de la teoría se han expuesto presuponen rrollada por Bandura (1976/82; Bandura y Walters, 1963/74) supone
la existencia de procesos simbólicos en toda relación de intercambio, un cambio de perspectiva con respecto a dicho modelo, en donde el
no se detienen en su análisis (véase Morales, 1981 b). Este hecho difi­ aprendizaje y la conducta son considerados como el resultado de si­
48 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía socia l 49

tuaciones de refuerzo provenientes del medio. En este modelo unidi­ limo enfoque conductual y el humanismo tienen mucho en común [...]. La
reccional, es el medio el que influye sobre el individuo, reaccionando ética autocéntrica de la auto-realización tiene que ser moderada por la con­
este de forma pasiva ante las presiones del mismo. Por el contrario, la sideración de las consecuencias sociales de la conducta personal. Los con-
ductistas generalmente subrayan las fuentes ambientales de control, mien­
teoría propuesta por Bandura, tras enfatizar en un primer momento
tras que los humanistas tienden a restringir su interés al control personal
la im portancia del aprendizaje observacional (Bandura y W alters, I Contrariam ente a la visión unidireccional, los logros humanos son el
1963/74), concibe la conducta como el resultado de la interacción de resultado de la interacción recíproca de las circunstancias externas con nu­
factores am bientales, personales y com portam entales (Bandura, merosas determinantes personales, entre los que se incluyen las potenciali­
1976/82). En ella, no sólo se tienen en cuenta los factores personales dades de que está dotada la persona, las competencias adquiridas, el pensa­
como mecanismos de explicación que se situarían entre el estímulo y miento reflexivo y un nivel alto de iniciativa personal [Bandura, 1976/82,
la respuesta, sino que se señala el papel que juega la cognición en la pp. 241-242].
conducta:
Con posterioridad, todos estos aspectos de la teoría del aprendi­
Las teorías que niegan que los pensamientos regulan las acciones no se pres­ zaje social son desarrollados y profundizados por Bandura (1987),
tan fácilmente a explicar la conducta humana. Podrán repudiarse las activida­ acercando sus ideas al campo de la cognición social y recogiendo,
des cognoscitivas en el marco del condicionamiento operante, pero hay algo
m uy simple: su influencia en las secuelas causales no puede eliminarse [Ban­
aunque sin citarlo, las aportaciones del interaccionismo simbólico. El
dura, 1976/82, p. 24], propio Bandura (1987) propone una nueva definición para su enfo­
que: teoría social cognitiva. En ella se enfatiza el papel de la capaci­
Para Bandura, el comportamiento social obedece a una causalidad dad simbólica de la persona, la conducta propositiva y autorregulada,
múltiple en la que, además de los factores externos y personales, se el aprendizaje por observación y las autopercepciones de eficacia
incluyen los elementos cognoscitivos en forma de «procesos simbóli­ (véase, en relación con este último punto, su teoría de la autoeficacia,
cos», se enfatiza la importancia del aprendizaje vicario —basado en el Bandura, 1977).
recuerdo de los efectos de las conductas de otras personas y que hace Algunos autores como Munné (1989) han calificado la teoría de
posible anticipar las consecuencias que se derivan del propio com­ Bandura de conductismo sociocognitivo, afirmando que se trata de
portamiento— y, por último, se recurre a una noción de autorregula­ una interpretación hedonística del esquema E-R. En cualquier caso,
ción del comportamiento, escapándose así del determinismo del con­ los postulados teóricos de Bandura han subrayado algo que muchas
ductismo radical. Volveré sobre este último punto cuando trate de las de las teorías en psicología social parecen ignorar: el «determinismo
concepciones relativistas en psicología social, enmarcándolas en el recíproco» entre el medio y la conducta de las personas. El entorno
paradigma individualista de nuestra disciplina. ejerce un control a través de las «limitaciones de la situación» y del
La psicología social no parece haber tenido demasiado en cuenta repertorio de posibles respuestas a la acción de los otros. No todos
la teoría del aprendizaje social de Bandura, tal vez porque la misma es los medios posibilitan un mismo grado de posibilidades para una
considerada, comúnmente, como teoría socioconductista, pasada ya conducta autónoma y autodirigida. Esas mismas diferencias en las
de moda ante el auge del cognitivismo. Sin embargo, la concepción características del entorno condicionan y delimitan la conducta. Las ca­
del comportamiento social que subyace a esta teoría es estrictamente racterísticas del medio son, por tanto, una condición necesaria para
psicosociológica, alejada de reduccionismos de uno u otro signo: una elección real en el curso del comportamiento. El reconocimiento
de este factor es básico, y así ha sido considerado por psicólogos so­
Las perspectivas psicológicas del determinismo, como otros aspectos de la ciales como Himmelweit (1990), para quien es un requisito necesario
teorización, condicionan la naturaleza y el alcance de la práctica social. Los
determ inistas del ambiente tienden a utilizar sus métodos al servicio de
en la construcción de una psicología social más «societal», o Jahoda
modelos de conducta preescritos institucionalm cnte. Los determ inistas (1989), para quien supone una de las características imprescindibles
personales prefieren cultivar las potencialidades de auto-dirección. Este úl- en pos de una psicología social no reduccionista. Pero, si el ambiente
50 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía so cia l 51

influye en la conducta, aquél es, a su vez, un producto de las acciones pos es en última instancia un problema de psicología individual. Son
de los individuos: los individuos los que deciden ir a la guerra; son los individuos quie­
nes luchan en las batallas y son los individuos los que deciden la
En general, el entorno es sólo una potencialidad hasta que es actualizado por paz», lo cierto es que sigue persistiendo en gran parte de la psicología
las acciones adecuadas; no es una propiedad fija que de forma inevitable se social esta misma visión, a pesar de las transformaciones acaecidas en
imponga a los individuos [Bandura, 1976/82, p. 230J. el paradigma dominante de la psicología social.
Si bien la preocupación mostrada por los primeros teóricos de la
Esta misma idea es desarrollada por Bandura en su exposición de Vólkerpsychologie y la psicología de masas por los procesos de ca­
la «teoría cognitiva social» (Bandura, 1987, p. 44) al referirse al con­ rácter colectivo pierde importancia con el dominio en psicología del
cepto de «reciprocidad triádica», según el cual «la conducta, los fac­ paradigma conductista, su sustitución por el modelo cognitivo tam­
tores cognitivos y demás factores personales y las influencias ambien­ poco ha supuesto un cambio radical a este respecto. Al paradigma
tales operan de forma interactiva como determinantes recíprocos». cognitivista en psicología puede criticársele el que haya sustituido un
Si el modelo conductista presentaba en la concepción de la psico­ individualismo de carácter reactivo por, en el mejor de los casos,
logía social de Allport el marco donde desarrollar su concepción in­ un individualismo ilustrado. En este sentido, merece la pena citar el
dividualista de la psicología social, desarrollos ulteriores como los de interesante artículo de Sampson (1981, p. 734) sobre los aspectos ideo­
Bandura (1976/82, 1987; Bandura y W alters, 1963/74), constituyen lógicos de la psicología cognitiva:
explicaciones más sociales del com portam iento hum ano, lo que
unido a su rigor teórico y metodológico (Munné, 1989) hace de ella Id conductismo nos da una idea de la persona como receptor pasivo sobre el
un marco de interpretación al que los psicólogos sociales deberíamos que un mundo activo escribe sus mensajes; el cognitivismo ha cambiado esta
prestar más atención. perspectiva ofreciéndonos una realidad pasiva sobre la que la persona cogni-
livamente activa escribe.

Este supuesto de la psicología cognitiva no difiere en gran medida


IV. EL COGNITIVISMO EN PSICOLOGÍA SOCIAL cuando nos trasladamos a la psicología social, tal y como podemos
comprobar en esta cita de un psicólogo social cognitivo como es
Pese a las matizaciones posteriores introducidas por Floyd Allport Eiser:
(1962) en sus planteamientos individualistas, la explicación de fenó­
menos grupales o colectivos en términos individuales ha encontrado En sus supuestos teóricos, el modelo cognitivo en psicología social ha sido
construido sobre el punto de vista del individuo como procesador activo de
una enorme resonancia ulterior, siendo predominante en la psicología
la información. La hipótesis principal es la de que el efecto de cualquier estí­
social contemporánea. La cada vez menor influencia del paradigma mulo depende de cómo es éste categorizado e interpretado por el perceptor,
conductista y neoconductista en psicología social, y el predominio y cómo esta interpretación depende de los atributos de los estímulos y de las
del paradigma cognitivista, con su énfasis en la consideración de que expectativas previas y niveles de comparación previos del perceptor [Eiser,
las personas no son meros objetos sometidos a la influencia del me­ 1986, p. 343].
dio sino que es en el procesamiento de la información de dicho me­
dio donde radica una explicación correcta del comportamiento, no Para ilustrar el predominio del carácter individualista de la psico­
supondrá, en muchos de los estudios realizados, un cambio en dicho logía social cognitiva me centraré en el análisis crítico de distintas
modelo individualista. teorías, modelos e hipótesis que constituyen el núcleo de lo que co­
Aunque este reduccionismo individualista no aparece tan explí­ nocemos como sociocognitivismo. Asimismo, en las páginas siguien­
cito como en la conocida e ilustrativa sentencia de un psicólogo social tes se incluyen algunas reflexiones sobre la necesidad de que en los
como Berkowitz (1962, p. 167), según la cual, «el estudio de los gru­ estudios sobre procesos cognitivos se tenga en cuenta una perspectiva
52 J o s é Luis A lvaro E stram iana
M arcos teó rico s en p s ico lo g ía socia l 53

interaccionista, con el objeto de superar el sesgo individualista de una La disonancia ni puede explicarse exclusivamente en términos psico­
gran parte de los estudios en psicología social cognitiva. lógicos ni puede ser entendida si no es formando parte de un con­
texto normativo y valorativo. Estos contextos normativos son cons­
trucciones sociales antes que individuales. Es en ellos donde se define
iv.i. Teorías de la consistencia. La disonancia cognoscitiva el carácter disonante de cualesquiera dos elementos. La contradicción
de Festinger cognitiva es, antes que nada, una contradicción entre sistemas de
creencias ancladas en identidades grupales. En este sentido, la teoría de
Las teorías de la consistencia cognitiva ocupan un lugar preeminente
la disonancia es incapaz de explicar por qué o en qué circunstancias
en la psicología social de los años sesenta, persistiendo su influencia
surge la disonancia; simplemente parte del supuesto de su existencia
en los años setenta (véase Aronson, 1980). El supuesto que subyace a
para, a continuación, señalar que todo organismo tiende a su reduc­
los diferentes enfoques que podemos agrupar en este marco teórico
ción. Como señala Gergen (1973, p. 318), no son los mecanismos psi­
—teoría del equilibrio de Heider (1946), de la congruencia de Osgood
cológicos de reducción de la disonancia los que deben ser objeto de
y Tannenbaum (1955) y de la disonancia de Festinger (1957/75)— está
preocupación para el psicólogo social, sino su inteligibilidad en dife­
basado en la idea de la persona como un organizador cognitivo, ra­
rentes contextos sociohistóricos:
cional y consistente del medio. De las teorías incluibles en este mo­
delo, la teoría de la disonancia cognoscitiva de Festinger (1957/75) es La teoría de la disonancia depende del presupuesto de que las personas no
la más conocida y la que ha dado lugar, hasta hace poco tiempo, a un pueden tolerar cogniciones contradictorias. La base de dicha intolerancia no
mayor número de investigaciones, particularmente en el campo del parece estar genéticamente dada. H ay personas que sienten de forma muy d i­
cambio de actitudes. Es en esta área de estudio donde radica la princi­ ferente con respecto a dichas contradicciones. Así, por ejemplo, los primeros
pal aportación de la teoría. Su enfoque cognitivo-motivacional del existencialistas celebraron el acto inconsistente.
cambio de actitudes supone un giro importante en el predominio de
las explicaciones de los teóricos del refuerzo durante los años cuarenta Desde esta perspectiva histórica a la que se refiere Gergen, es po­
y cincuenta. A su vez, otras perspectivas teóricas, como la teoría de la sible evaluar tanto el contenido de la teoría de la disonancia cognosci­
autopercepción de Bem (1967) o la teoría del manejo de impresiones tiva como su evolución en el marco de la psicología social. En este
de Tedeschi y otros (1971), han propuesto, corí posterioridad, inter­ sentido, resulta pertinente la consideración que C ollier, M inton y
pretaciones alternativas de los resultados ofrecidos en las investiga­ Reynolds (1991, p. 211) hacen al respecto:
ciones de Festinger. La proposición motivacional básica de esta teoría
es la de que todo organismo tiende a una situación de equilibrio. El supuesto central de las teorías de la disonancia y de la consistencia es que
Cuando dicho equilibrio se quiebra, por la contradicción de elemen­ el conflicto es estresante y que las personas buscan el equilibrio y la armonía,
tos comportamentales, cognitivos o motivacionales de carácter diso­ lo cual no es más que un reflejo de las tendencias sociales que tienen lugar
nante, la persona tiende a restablecer dicho equilibrio. En la teoría de tras la segunda guerra mundial. El crecimiento de la economía de mercado y
Festinger, el foco de atención se encuentra en los mecanismos indivi­ el consumo reforzaron el “ethos” americano del individualismo posesivo. En
duales de reducción de la tensión psicológica que provoca toda diso­ una sociedad orientada hacia el consumo, el conflicto es visto como una
fuerza disruptiva que interfiere con las habilidades personales para perseguir
nancia. El propio autor es muy claro al afirmar que el contexto social
el interés propio en una atmósfera de armonía y equilibrio [..], la consonancia
no cambia en nada la naturaleza individual de los procesos de reduc­ cognitiva más que la disonancia era el mejor modelo para una conducta psi­
ción de la disonancia. Todo lo más, la dificulta o la facilita (Festinger cológica típica.
y Aronson, 1968/82). Sin embargo, esta tendencia motivacional diri­
gida a reducir la tensión que origina la disonancia no es generalizable En resumen, la teoría de Festinger sitúa en la mente de los indivi­
a todas las personas, como pretende Festinger, y difícilmente puede duos lo que es un producto social o, dicho en otros términos, reduce
considerarse como una disposición individual (véase Huici, 1987<z). lo que es un proceso estructural e interpersonal a un proceso intra-
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psíquico. Parte de la existencia de la disonancia sin tener en cuenta punto de vista que podemos calificar de reduccionismo metodológico
cuáles son las circunstancias sociales, culturales e históricas que hacen individualista, al considerar que la unidad de análisis es la persona.
que los elementos de una misma situación sean percibidos o no como Un aspecto clave de dicha psicología será para este autor el estudio de
disonantes por distintos grupos sociales. O tra de las críticas realiza­ los procesos de atribución. Tal y como el propio Heider señala: «Las
das a esta teoría se refiere a la vaguedad conceptual con la que está atribuciones en términos de causas personales e impersonales (...) son
formulada y a la falta de validez metodológica de los experimentos un factor determinante de nuestra comprensión y reacción ante el
realizados para contrastar las hipótesis derivadas de este enfoque. Fi­ medio» (1958, p. 16). La necesidad de las personas de establecer las
nalmente, a diferencia de Festinger, podemos concebir la contradic­ causas de los sucesos sociales como un elemento esencial de sus rela­
ción de cogniciones opuestas, no como antecedentes de procesos uni­ ciones interpersonales constituye la idea central de los posteriores de­
versales de reequilibrio que tienen lugar en la mente del individuo, es sarrollos de la teoría de la atribución. Explicar el proceso mediante el
decir, como un proceso intrapsíquico, sino como la consecuencia de cual la persona construye sus inferencias causales acerca del medio y
sistemas de creencias sociales contradictorios. Dichos sistemas de cómo dichas inferencias constituyen mecanismos cognitivos centrales
creencias sirven para el mantenimiento de la identidad grupal e indi­ para la compresión del comportamiento, serán los objetivos de los
vidual. Surgirá disonancia allí donde la identidad grupal se vea ame­ psicólogos de la atribución.
nazada. Los cambios cognitivos o en la conducta no tienen por qué De estas nuevas teorías, dos son de particular importancia: la teo­
basar su explicación, exclusivamente, en la búsqueda del equillibrio ría de las inferencias correspondientes de Jones y Davis (1965) y el
individual tras la aparición de la disonancia, y pueden también ser in­ modelo de la covariación de Kelley (1967, 1973). M uy brevemente, el
terpretados como el resultado de una amenaza a la identidad grupal o modelo presentado por Jones y Davis parte de la consideración de
colectiva. Asimismo, la disonancia puede ser interpretada, como se­ que la persona que observa una acción atribuirá dicha acción a dispo­
ñala Crespo (1982, p. 254), como un cuestionamiento del sentido de siciones personales si infiere que la conducta se corresponde con una
la acción. disposición e intención estable por parte de quien la realiza. De
Pese a las críticas señaladas, la teoría propuesta por Festinger y acuerdo con Jones y Davis (1965, p. 222):
colaboradores es una perspectiva original que ocupa un lugar desta­
cado en la historia reciente de la psicología social, al poner en cues­ Se asume que, generalmente, el perceptor comienza con la acción pública de
tión las predicciones de los teóricos del refuerzo y proponer una teo­ otro [...] entonces toma ciertas decisiones sobre la habilidad y el conoci­
ría alternativa al cambio de actitudes. miento que le permitan enfrentarse con el problema de atribuir intenciones
particulares al actor. La atribución de intenciones es, a su vez, un paso nece­
sario para la asignación de características más estables al actor.
iv.2. Las teorías de la atribución
Cuando el perceptor infiere que el actor conoce las consecuencias
Los diferentes enfoques que constituyen la teoría de la atribución tie­ de su acción y tiene la capacidad para llevarla a cabo, el origen de d i­
nen su origen en los análisis de Heider (1944,1958), aunque no alcan­ cha acción será atribuido a una disposición del actor.
zarán una importancia clave en la psicología social cognitiva hasta la Dos principios, el de «los efectos no comunes» y el de «la desea-
década de los setenta. Fleider (1958), con su libro The psychology of bilidad social», determinan la probabilidad de que el actor realice una
interpersonal relations, y años antes con su estudio «Social perception inferencia correspondiente. Cuanto menores son los efectos no co­
and phenomenal causality», constituye un punto de referencia inelu­ munes, por ejemplo, cuando la acción escogida tiene un sólo efecto, o
dible en la construcción de las teorías posteriores sobre la atribución, cuanto más inusual o socialmente no deseada es una acción, mayor
como son las de Jones y Davis (1965) y Kelley (1967, 1973). Si bien será la probabilidad de atribuir esa acción a una disposición personal.
Heider (1958) es consciente de las limitaciones de su enfoque, su pre­ En el modelo propuesto por Kelley, el que una persona atribuya
tensión es la de construir una psicología del sentido común desde un la causa de una conducta o acción a la persona que la realiza, a la enti­
56 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía socia l 57

dad a la cual va dirigida su acción o a las circunstancias, dependerá de teorías formuladas desde una perspectiva conductista, como la de la
tres factores: distintividad, que hace referencia a si la persona se com­ indefensión aprendida, han sido reformuladas en términos atributi­
porta de igual forma o de manera distinta en otras situaciones, con­ vos, y nuevos modelos teóricos como el de Weiner (1986) han hecho
sensualidad, que hace referencia a si la persona se comporta igual que su aparición, incorporando elementos de carácter motivacional. Fi­
otras personas ante la misma situación o de forma diferente, y consis­ nalmente, se ha ido desarrollando todo un conjunto de hipótesis
tencia, que hace referencia a si la persona se comporta igual o de acerca de los sesgos y errores producidos en los procesos atributivos,
forma diferente en distintos momentos del tiempo ante la misma si­ entre los que podríamos destacar: el del «error de atribución funda­
tuación. Ateniéndonos al principio de covariación propuesto por Ke­ mental», que consiste en la tendencia a atribuir la conducta a factores
lley, la presencia o ausencia de cada uno de los tres factores mencio­ personales, obviando las características situacionales; el de «las dife­
nados dará lugar a un tipo diferente de explicación causal. Por rencias actor-observador», que consiste en atribuir nuestra propia
ejemplo, la conducta que refleja una alta consistencia, una baja distin­ conducta a factores situacionales, mientras que la misma conducta,
tividad y un escaso consenso, será atribuida a la persona; se atribuirá cuando son otros quienes la realizan, tiende a ser atribuida a factores
a las circunstancias cuando la conducta de la persona tiene una baja personales; y, por último, el del «efecto del falso consenso», que hace
consistencia, alta distintividad y bajo consenso; por último, cuando la referencia a la tendencia a pensar que nuestras acciones son comparti­
información de una conducta refleja una alta consistencia, una alta das por otras personas y no el reflejo de disposiciones personales
distintividad y un alto consenso, la atribución de responsabilidad se (para un resumen más detallado de los errores o sesgos de atribución,
realizará no sobre la persona que realiza la acción sino sobre el objeto véase Echevarría, 1991; Hewstone, 1992; Hewstone y Antaki, 1988;
de la misma. Kelley reconoce que su modelo de covariación es un Pennington, 1988; Ross y Nisbett, 1991, etcétera).
modelo idealizado, al suponer que la persona ha realizado múltiples Las críticas realizadas a los diferentes modelos y/o enfoques que
observaciones y dispone de la información necesaria para la atribu­ forman lo que se ha venido en denominar teoría de la atribución han
ción de causalidad. sido numerosas. Si exceptuamos algunos enfoques recientes (véase
Lo normal es que una inferencia causal se dé partiendo de una Echevarría, 1991; Hewstone, 1992; Huici, 1987a\ Pennington 1988),'
sola observación. En este caso, según Kelley (1973), el proceso de en los que los procesos de atribución son estudiados en el marco de
atribución se realiza sobre la base de una configuración de las causas las relaciones intergrupales, sociales y culturales, las teorías expuestas
plausibles de la acción o de la conducta observada. se caracterizan por ignorar el contexto social en el que se dan los di­
El supuesto principal que subyace a la teoría de K elley (1973, ferentes estilos atributivos. La tendencia de estos enfoques a explicar
p. 112), que a su vez recoge de la teoría de Heider (1958), es que cuando la asignación de causalidad como un proceso interindividual olvida la
realizamos una inferencia atributiva lo hacemos de forma análoga al causación social de las atribuciones, favoreciendo una explicación in­
científico: dividualista. Esta concepción de los procesos de atribución y el iso-
morfismo establecido entre la persona y el psicólogo se olvida, en úl­
Se asume que el hombre de la calle, el psicólogo ingenuo, utiliza una visión
timo término,'de analizar los determinantes ideológico-culturales de
ingenua del método científico. No hay duda de que su versión no es una
buena réplica de la del científico [...]. Sin embargo, posee ciertas propiedades las atribuciones. Resumiendo, la crítica que H owitt y otros (1989,
generales comunes al análisis de la varianza tal y como éste es utilizado por p. 110) realizan a los sesgos o errores de atribución puede hacerse ex-
los científicos del comportamiento. tensible a una gran parte de los estudios sobre atribución:

Las teorías brevemente descritas constituyen tres contribuciones Los teóricos han asumido que estaban estudiando principios generales de los
esenciales en la teoría de las atribuciones. Desde que fueron formula­ juicios sociales. Los sesgos se entiende que son universales, que afectan a to­
dos los perceptores sociales, independientemente de su origen social, y son
das, la proliferación de estudios ha ido en aumento hasta fechas muy
vistos como propiedades inherentes del proceso perceptual [...] así, por ejem­
recientes. Nuevos enfoques han complementado los ya existentes; plo, la distinción entre explicaciones personales y situacionales, y el sesgo ha­
58 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 59

cia la primera, no refleja, necesariamente, ningún aspecto de la naturaleza hu­ definitiva, una idea contradictoria, pues nos presenta una noción del
mana. Alternativam ente, puede ser visto como ideas actuales acerca de las individuo como generador de conocimiento, y por otro lado postula
personas y la moralidad [H owitt y otros, 1989, p. 110]. que dicho conocimiento está sometido a idénticos procesos para to­
das las personas, los cuales regulan la forma en que percibimos el
mundo. Dichos procesos mentales no se derivan exclusivamente de
iv.3. La noción de esquema aspectos sociales o históricos sino también de rasgos de carácter cog­
nitivo e individual. En cualquier caso, y sin negar la utilidad de estos
Además de los estudios sobre los procesos de atribución, otro campo postulados para la comprensión de la conducta, aíslan al ser social del
de análisis, central en las investigaciones sobre cognición y cognición medio histórico y cultural, al no considerar que la simetría entre los
social tras la finalización de la segunda guerra mundial, focaliza su modelos cibernéticos y la mente humana es en sí misma un producto
atención en los procesos de decodificación de la información (véase social de nuestra época, como lo fueron los modelos hidráulicos en la
Grande y Rosa, 1993). La idea que subyace a este enfoque es la metá­ explicación de la agresión en su momento. Por otro lado, la noción
fora del ordenador: de forma similar a aquél, los individuos son con­ de esquema debería incorporar los aspectos afectivos, motivacionales
cebidos como procesadores de datos. Se trata en última instancia de y normativos de la conducta (véase Zajonk,1980) y no reducir todo
conocer las leyes que regulan el procesamiento, almacenamiento y proceso de categorización social a un proceso de categorización cog­
utilización de la información en analogía con el funcionamiento com- nitiva. Finalmente, cabe señalar la crítica que a este enfoque han reali­
putacional. Este modelo racionalista tan influyente en la psicología zado autores como Forgas (1981, p. 5), quien señala que, si bien las
experimental cognitiva tiene también una gran influencia en psicolo­ investigaciones sobre el procesamiento de la información deben ser
gía social. Un concepto clave en este enfoque es el de esquema. Según tenidas en cuenta en psicología social, ésta no puede constituir parte
Fiske y Taylor (1984, p. 140) un esquema social se define como
esencial de la psicología social por su carácter individualista y no so­
cial, así como por la ambigüedad del enfoque:
una estructura cognitiva que representa el conocimiento organizado acerca
de un concepto dado o clase de estímulos [...]. El concepto de esquema man­
tiene que la información es almacenada de una forma abstracta [...]. En otras La psicología social no es, en primer lugar, el estudio de cómo procesadores
palabras, el conocimiento original de las personas nos permite decidir qué in­ individuales y aislados se las arreglan para dar sentido a los estímulos que se
form ación es relevante para un determ inado tema o esquema, y, de esta les presentan. Es un campo dedicado a comprender la conducta social nor­
forma, lo que es central para el procesamiento de la información. En resu­ mativa y motivada. El estudio de las estrategias del procesamiento de la in­
men, el conocimiento originario acerca de las personas y de las situaciones formación es sólo uno de los muchos campos que deben ser estudiados.
permite a los perceptores sociales dar sentido a nuevos encuentros.

El contenido de los esquemas orienta el conocimiento de las per­ iv.4. Sesgos y errores en la cognición
sonas, del yo, de categorías sociales más amplias, como las que carac­
terizan las relaciones intergrupales y los procesos de estereotipación, Otra área de investigación dentro del enfoque cognitivo en psicología
de situaciones sociales concretas (guiones), o, finalmente, sirven para social parte de la concepción del individuo como procesador imper­
seleccionar la información relevante a un esquema (Fiske y Taylor, fecto que simplifica la información que recibe, lo que provoca distor­
1984). Tanto el concepto de esquema como la tipología de esquemas siones en la percepción del medio. De acuerdo con este modelo, di­
parten, sin embargo, de dos nociones contradictorias entre sí: la pri­ chos errores en la evaluación de situaciones físicas o sociales son
mera hace referencia a la idea de persona como perceptor que cons­ debidos, principalmente, a principios cognitivos de carácter psicoló­
truye activamente la realidad social, la segunda está centrada en la gico: tendencia a interpretar situaciones ambiguas en función del
búsqueda de los principios cognitivos según los cuales se regula el grado de accesibilidad a alguno de los elementos que las caracterizan,
procesamiento de toda información. La cognición social nos da, en mayor accesibilidad a explicaciones de carácter emocional que racio­
60 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó rico s en p s ico lo g ía socia l 61

nal, negación de información que contradice nuestras creencias pre­ Por legítima que esta preocupación pueda ser, es cada individuo quien se
vias, acentuación de las diferencias entre objetos pertenecientes a ca­ apropia y transforma el conocimiento social de los grupos y culturas a los
que pertenece. La pregunta que debemos plantearnos no es ni la naturaleza
tegorías diferentes, etc. (véase Leyens y Codol, 1988). Una gran parte
social de la cognición ni la expresión de esta naturaleza social en el compor­
de la evidencia experimental en que se basan estos resultados tiende a
tamiento individual, sino el contenido y los mecanismos en que ésta se basa.
ignorar, de nuevo, los aspectos más sociales de dichos procesos an­ En tanto en cuanto procesos de conocimiento social —elaboración y comu­
clándolos en una supuesta naturaleza idéntica para todos los organis­ nicación— pueden ser revelados no solamente a través del complejo estudio
mos. Estas explicaciones hacen que los mecanismos de percepción in­ de las relaciones entre grupos e individuos, sino también a través de un estu­
dividual se conviertan en principios generales con los que explicar dio estrictamente cognitivo de los mecanismos de recepción y reconstrucción
nuestros errores en la interpretación cognitiva del medio. Al no reco­ de personas individuales.
nocer las variables sociales, culturales e históricas implicadas en los
procesos perceptivos, se naturalizan los mismos convirtiéndolos Si bien el reduccionismo psicológico caracteriza una gran parte de
en atributos comunes a todos los individuos. M uy probablemente, las investigaciones que constituyen el enfoque sociocognitivo (véase
tanto los errores o sesgos atributivos como otras distorsiones en la Huici, 1987#; Rodríguez Pérez, 1993; Sangrador, 1991#), no todos los
cognición serían más el reflejo de sesgos culturales que propiedades psicólogos sociales que han defendido esta corriente teórica han sus­
psicológicas de la mente. En este sentido, los psicólogos sociales cog­ tentado los mismos planteamientos. Autores como Zajonk (1980,
nitivos deberían preocuparse más por indagar acerca de la validez p. 203) señalaban a este respecto que,
transcultural de sus afirmaciones realizando estudios comparados
con los que poder confirmar o refutar la universalidad e invariabili- sometidas a un examen más detenido, la percepción social y la cognición so­
dad de los procesos cognitivos descritos (véase Collier y otros, 1991). cial nos muestran rasgos bastante diferentes de los mostrados por los estu­
dios realizados por los psicólogos experimentales. La percepción social y la
cognición social crean una realidad social, afectando tanto al perceptor como
V. ASPECTOS INDIVIDUALES Y SOCIALES DE LA CO G N ICIÓ N SOCIAL a los objetos percibidos.

Tanto la teoría de la disonancia cognoscitiva como los enfoques que Pese a estas críticas, a las que habría que sumar las de otros psicó­
acaban de ser mencionados reducen la explicación del com porta­ logos sociales, (p. ej., Forgas, 1981), en el sentido de que los estudios
miento social a principios psicológico-cognitivos de carácter univer­ sobre cognición suponen procesos que no pueden ser reducidos a la
sal. No es de extrañar que finalmente estos procesos de carácter cog­ sola investigación del procesamiento de la información, lo cierto es
nitivo sean entendidos como mecanismos perceptivos de carácter que el carácter social de la cognición como proceso y producto de la
asocial. Heider ya señalaba en 1944 (Heider, 1944, p. 358) que la or­ interacción sim bólica no ha sido suficientem ente reconocido, p ri­
ganización perceptiva del medio físico sigue las mismas leyes que la mando una imagen mecanicista de las leyes que regulan los mecanis­
percepción de unidades sociales. Una concepción similar la encontra­ mos cognitiyos de los cuales depende el comportamiento. No obs­
mos posteriormente en numerosos estudios de psicología social en tante, es dentro de esta última concepción, anclada en la corriente de
los que los mecanismos reguladores de la cognición social se derivan pensamiento del interaccionismo sim bólico, donde podría darse un
de la aplicación de los mismos principios encontrados en la investiga­ m ayor desarrollo de la psicología social cognitiva, pues si bien el
ción en psicología cognitiva, reduciendo las características y el con­ interaccionismo simbólico nos provee de un marco teórico donde in­
texto social de la cognición a sus aspectos perceptivos o de procesa­ terpretar la conducta humana en su especificidad, no dispone de un
miento de la información (véase Eiser, 1986). cuerpo de herramientas tanto heurísticas como teoréticas de alcance
Recientemente, Leyens y Codol (1988, p. 109) afirmaban, refi­ medio donde poder explicar el entramado complejo de producción
riéndose al carácter social de la cognición, que: del conocimiento que todo proceso de interacción simbólica implica.
Si bien la unión de ambas corrientes no es tarea fácil ni exenta de
62 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía so cia l 63

contradicciones, lo cierto es que el sociocognitivismo puede aportar ble la incorporación al campo de la cognición social de las dimensio­
algunos instrumentos de análisis útiles si su énfasis en lo social no nes afectiva y motivacional, así como la relación entre cognición y
queda en un mero adjetivo, como ha venido sucediendo en gran me­ conducta (Sangrador, 1991#).
dida hasta ahora. Esta visión no es nueva, y así ha sido puesta de ma­ Finalmente, cabe señalar que, aunque los estudios sobre cogni­
nifiesto por Ibáñez (1990, p. 176): ción social tengan sus orígenes en la psicología cognitiva (Garzón,
1984), deberían incorporar también tradiciones de pensamiento que,
Para que el estudio de la cognición social alcance una dimensión genuina- por su carácter sociológico —caso de la sociología de Weber o las
mente social, aún sería preciso dar un paso más, y pasar del incipiente interés ideas interaccionistas de Mead— o por su naturaleza descriptiva y no
por la subjetividad al tema mucho más fundamental de la intersubjetividad. experimental —p. ej., la fenomenología de Schutz—, no han sido ob­
Asimismo, sería conveniente pasar desde unaskformulaciones en términos de jeto de atención. Sería conveniente que estas tradiciones de pensa­
cognición social a unos planteamientos mucho más psicosociológicos centra­ miento fuesen incorporadas al campo de la cognición social. A si­
dos en el estudio de «mente social», tal y como la concebía, por ejemplo,
mismo, los estudios sobre cognición en psicología social deberían
George Herbert Mead.
prestar más atención a la génesis sociocultural de las estructuras cog-
nitivas (Sangrador, 1991#) y sustituir una visión mecanicista —bús­
En resumen, más que considerar que hay elementos comunes en­
queda de principios generales que regulan los procesos cognitivos in­
tre el cognitivismo y el interaccionismo simbólico —ciertamente en­
dividuales— por una visión más histórica y menos individualista de
tre ambas teorías existen elementos comunes, como es su explicación
los mismos. Los estudios de Vigotski (1934/85), Luria (1976/87), Lu­
no determinista del comportamiento y su énfasis en el carácter activo
ria y Yudovich (1984) y Leontiev (1959/81), entre otros, sobre la de­
de la persona en la construcción simbólica de su entorno—, lo que el
pendencia de los procesos cognitivos de factores histórico-culturales
interaccionismo simbólico y el sociocognitivism o pueden aportar
y sociales, así como la importancia atribuida al lenguaje en la génesis
son, respectivamente, el marco teórico y los procesos intermedios
de los procesos mentales, indican una adecuada línea a seguir en los
con los que analizar la realidad social. Si bien el interaccionismo sim­
estudios sobre el papel de la cognición en el comportamiento hu­
bólico nos da cuenta de una teoría en la que la interacción comunica­
mano. En este sentido, hay que destacar el estudio dirigido por Luria
tiva juega un papel determinante en la construcción social del yo, los
y realizado entre los años 1931-32 en una región del Uzbekistán, en
procesos a través de los cuales el individuo maneja, procesa, mani­
donde se analizaron los cambios colectivos en los sistemas cognitivos
pula, recrea o distorsiona el conocimiento recibido en ese proceso de
de su habitantes como consecuencia de los cambios económicos, po­
comunicación y lo integra en su conocimiento anterior sobre la reali­
líticos, religiosos y culturales acaecidos tras la introducción de las re­
dad social —que en definitiva constituye la base sobre la que enten­
formas sociales propiciadas por la revolución bolchevique. Como
der su comportamiento— no han sido objeto de desarrollo por parte
conclusión de dicho estudio, Luria señala que:
del interaccionismo simbólico. Esto hace que los postulados del so­
ciocognitivismo no sólo no sean incompatibles con los del interaccio­
Estos datos han mostrado convincentemente que la estructura de la actividad
nismo simbólico sino que la conjunción de ambos marcos teóricos cognitiva no es la misma en diversas etapas del desarrollo histórico y que las
constituiría una posibilidad de fructífero desarrollo para la psicología formas primordiales de los procesos cognitivos —la percepción y la generali­
social. Como señala Zajonk (1989), todo proceso cognitivo no puede zación, la deducción y razonamiento, la imaginación y análisis de su vida in­
ser estudiado más que en relación a los procesos comunicativos. En terior— tienen un carácter histórico y se modifican al modificarse las condi­
resumen, la aportación fundamental del interaccionismo simbólico al ciones sociales de vida y al asim ilar el individuo nuevos conocim ientos
campo de la cognición social es la de considerar la génesis de los pro­ [Luria, 1976/87, p. 186],
cesos mentales como el producto de la interacción simbólica, y no
como procesos internos individuales. También cabe destacar la contribución de la psicología social
Además de la integración de ambos enfoques, se hace indispensa­ europea al desarrollo de una perspectiva más social en las investiga­
64 J o s é Luis A lvaro E stram iana
4. LA PSICOLOGÍA SOCIAL EUROPEA
ciones sobre cognición social (véase H uici, 1987#). Más concreta­
mente, los estudios sobre categorización social y la teoría de la iden­
tidad social de Tajfel, los estudios sobre las representaciones sociales
de Moscovici y los estudios sobre desarrollo cognitivo y cognición
social de la escuela de Ginebra, de los que se tratará en páginas poste­
riores, presentan la posibilidad de una psicología social menos preo­
cupada por el estudio de mecanismos individuales y más atenta a pro­
cesos sociales.
Las críticas y sugerencias recogidas en las páginas anteriores tie­ Diferentes teorías psicosociales difundidas en el contexto europeo
nen por finalidad última la de señalar los riesgos de un cognitivismo han coincidido en señalar la necesidad de contribuir a la construcción
extremo según el cual no hay otra realidad que la realidad percibida. de una “nueva” psicología social. El análisis de algunas de las teorías
En este sentido, la anécdota de Stryker (1991, p. 89) sobre el signifi­ generadas en dicho ámbito es útil para dar idea de la posibilidad de
cado diferente que un psicólogo y un sociólogo atribuyen a la estruc­ construir una psicología social más social.
tura social puede resultar ilustrativa. Señala este autor la tendencia de Ciertamente, no todo el conocimiento originado en la disciplina
los psicólogos a traducir el concepto sociológico de estructura social puede caracterizarse por su carácter individualista. Si bien, como es
por el m uy diferente de percepción de la estructura social: lógico, las diferentes teorías que se han generado en las dos últimas
décadas difieren en aspectos esenciales, podemos también encontrar
Q uizá como una consecuencia de su aceptación implícita de la doctrina lewi-
niana de que la única realidad psicológica es aquella que entra en el campo
en la psicología social europea ciertos rasgos comunes que la alejan
psicológico del individuo, la realidad social de la estructura social era disuclta de la americana. En concreto, cabe destacar su mayor preocupación
en el disolvente universal de la percepción [...]. por un análisis psicosociológico no reduccionista en el que se enfati­
cen los aspectos sociales (véase Tajfel y Fraser, 1978; Tajfel, Jaspars y
Fraser, 1984). Esta es, al menos, una característica común a tres de las
teorías o modelos teóricos que mayor impacto han tenido entre los
psicólogos sociales europeos y que han dado lugar a un mayor nú­
mero de investigaciones. Me refiero a la teoría de la identidad social,
a la teoría de las minorías activas y, por último, a la teoría de las re­
presentaciones sociales. Obviamente, no son éstos los únicos enfo­
ques que se han producido en Europa. Ya me he referido a algunos
aspectos del enfoque etogénico, que tiene su continuación en la psi­
cología de la acción (Harré, Clarke y De Cario, 1989). Aunque no
podamos considerarlas como teorías propiamente dichas, también
han surgido otras perspectivas, como son el análisis del discurso
(Potter y W etherell, 1987), la psicología retórica de Billig (1991) o el
«método deconstructivista» (Parker, 1989; Parker y Shotter, 1990).
Son, sin embargo, las tres teorías referidas con anterioridad y, parti­
cularm ente, la teoría de las representaciones sociales, las que han
constituido un permanente marco de reflexión tanto teórico como
empírico en el contexto de la psicología social europea actual.
66 J o s é Luis A lvaro E stram iana La p sico lo g ía socia l eu ro p ea 67

valencia en relación con nuestras acciones, creencias, actitudes, intenciones o


I. RELACIONES INTERGRUPALES, IDENTIDAD SOCIAL sentimientos [Tajfel, \978a, p. 305].
Y CATEGORIZACIÓN
Este proceso de categorización es esencial para explicar las rela­
La aportación de Tajfel a la psicología social es fundamental para en­ ciones intra e intergrupales. De acuerdo con Tajfel (1982 b), el pro­
tender el desarrollo de los estudios sobre relaciones intergrupales e ceso de categorización lleva tanto a una acentuación de las diferencias
identidad social (véase Huici, 1987b, 1987c). La perspectiva de Tajfel intergrupales como a una asimilación de las diferencias endogrupales.
supone no sólo la inclusión de una dimensión de carácter más social Proceso ya observado con anterioridad por Tajfel en relación a otros
en los estudios tanto sobre las relaciones intergrupales como sobre la procesos cognitivos, así como en los estudios sobre el paradigma del
identidad, sino que en su esquema teórico es imposible el estudio de grupo mínimo, en donde Tajfel y otros (1971) describen las condicio­
uno de dichos campos sin referencia al otro. De esta manera, las rela­ nes mínimas de categorización social que generan conductas discri-
ciones intergrupales son indispensables para entender la identidad so­ minativas en contra del exogrupo y conductas de favoritismo con
cial de las personas: respecto al endogrupo. De manera análoga, el propio Tajfel (1981)
indica que los estereotipos sociales pueden ser entendidos según el
[...] los aspectos psicológicos y las consecuencias de la pertenencia a un grupo proceso de categorización descrito con anterioridad. En resumen, la
son capaces de cualquier tipo de definición sólo a causa de su inserción en teoría de Tajfel representa una teoría tanto de la identidad social
una estructura multigrupal. En consecuencia, la identidad social de un indivi­ como de las relaciones intergrupales desde una perspectiva no indivi­
duo, entendida como su conocimiento de que pertenece a ciertos grupos so­ dualista:
ciales, junto con alguna importancia de valor y emocional para él de su perte­
nencia a ese grupo, sólo puede ser definida a través de los efectos de la [...] las necesidades de la identidad social, en relación con la naturaleza de las
categorización social que divide el entorno entre su propio grupo y los otros relaciones objetivas y subjetivas entre los grupos, con el funcionamiento de
[Tajfel, 1983, p. 195]. las comparaciones sociales intergrupales, y con el significado de la legitim i­
dad percibida en su funcionam iento, nos permite considerar la conducta
Esta idea de que tanto la identidad personal como el comporta­ intergrupal en contextos sociales reales, por encima y más allá de su determi­
miento individual y colectivo deben ser entendidos como parte de la nación por las necesidades o motivos que se supone que operan con anterio­
pertenencia a un grupo es una constante del trabajo de este autor (véase ridad o independientemente de los sistemas sociales en los que viven las per­
sonas [Tajfel, 1978¿>, p. 444].
Tajfel, 1982#). Es importante recordar aquí la utilización por parte de
Tajfel (1981, 1982#), así como de otros autores (Turner, 1982), del
Algunos de los elementos utilizados por Tajfel en la construcción
concepto de categoría social. Con la introducción de este término se
de su paradigma como, por ejemplo, los diseños experimentales sobre
pretende dar una perspectiva más social a la teoría, al entender las re­
el grupo m ínim o, han sido objeto de num erosas críticas (véase
laciones interpersonales en el contexto más amplio de la pertenencia a
Brown, 1988; H uici, 1987c). También ha sido objeto de crítica su én­
diferentes categorías sociales. Al mismo tiempo, la pertenencia a dife­
fasis en los procesos intergrupales a expensas de los intragrupales
rentes categorías sociales da lugar a diferentes formas de categoriza­
(Morales, 1987) o su insuficiente articulación entre los procesos psi­
ción social. La categorización social puede ser entendida como:
cológicos y sociales en la explicación del comportamiento intergrupal
(véase Huici, 198 7b). Sin negar la pertinencia de algunas de estas crí­
[...] proceso que consiste en la organización de la información recibida del
medio en diversas maneras. Así, tendemos a ignorar ciertas diferencias entre ticas, la aportación de Tajfel a la psicología social es relevante no sólo
objetos individuales si estos objetos son equivalentes para ciertos propósitos por sus propuestas teóricas, que se sitúan en un nivel de explicación
[...]. Al mismo tiempo, tendemos a ignorar ciertas similitudes de los objetos psicosocial (véase Stroebe, 1979), sino también por su contribución a
si éstos son irrelevantes para nuestros propósitos, si revelan una falta de equi­ una comprensión más profunda de las relaciones intergrupales y, en
68 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 69

definitiva, de la discriminación, estereotipos, prejuicios, etc., que per- suelve desde un punto de vista teorico esta supuesta contradicción:
mean una gran parte de dichas relaciones. El haber sabido integrar toda persona ni es una réplica de losr otros ni un yo único.
esta nueva perspectiva con una teoría de la identidad es otro de sus En cuanto a la noción de «metacontraste», ésta hace referencia al
méritos. Los supuestos teóricos que subyacen a los procesos de cate­ proceso mediante el cual cualquier conjunto de individuos se catego-
gorización e identidad descritos con anterioridad y su aplicación a la rizará como grupo en la medida en que, en las «dimensiones perti­
explicación de la conducta intergrupal no sólo han dado lugar a un nentes de comparación», las diferencias subjetivas intragrupales sean
gran número de estudios, sino que también han constituido la base menores que las intergrupales. El concepto de «prototipicalidad» se
sobre la que se han asentado nuevas formulaciones teóricas, entre refiere al grado en que el miembro de una categoría es visto como re­
las que podríamos destacar, por un lado, la llevada a cabo por dife­ presentativo de dicha categoría. Turner, basándose en estos supuestos,
rentes autores de la escuela de Ginebra *como Doise y Deschamps establece una serie de hipótesis genéricas sobre la conducta grupal.
(véase Huici, 1987b; Huici y Morales, 1991) y, por otro, la de Turner La teoría de la categorización del yo recoge algunos aspectos de la
(1987/90). teoría de las relaciones intergrupales de Tajfel, al tiempo que presenta
La teoría de la categorización del yo de Turner está basada en un aspectos diferenciados. En palabras del propio Turner (1987/90, p. 19):
conjunto de postulados e hipótesis entre los que destacan tres con­
ceptos fundamentales como son los de «metacontraste», «prototipi- La teoría de la categorización del yo contempla la identidad social como la
base cognitiva de la conducta de grupo, el mecanismo que la hace posible (y
calidad» y «despersonalización» de la percepción del yo individual.
no sólo los aspectos del yo derivados de la pertenencia al grupo), y afirma
El último concepto es clave para la formación de una conducta
que la función de las categorizaciones del yo en distintos niveles de abstrac­
grupal y supone ción hace que tanto la conducta de grupo como la individual se produzcan
desde el yo.
la tendencia a la percepción del yo como ejemplar intercambiable de alguna
categoría social, más allá de la percepción del yo como persona única, defi­
Como podemos com probar por esta cita, la teoría de Turner
nida por las diferencias individuales respecto a los demás [...] es el cambio
desde el nivel de identidad personal al social [Turner, 1987/90, p. 84].
tiene un marcado carácter cognitivista y, si bien se formula como una
teoría no individualista (véase también Turner y Oakes, 1986), intro­
Aunque Turner afirma que la identificación como miembro de un duce un cierto sesgo psicologista. Aunque Turner es muy claro al
grupo no supone una pérdida de identidad, pudiendo incluso repre­ afirmar que la conducta grupal no puede ser interpretada en términos
sentar una «ganancia» en la misma, la contraposición que establece exclusivamente psicológicos, lo cierto es que su explicación del pro­
entre identidad personal y social no es correcta (véase Jahoda, 1986#). ceso a través del cual se actúa como un grupo está anclada en una
En otro lugar, Turner (1988, p. 106) vuelve a referirse a esta idea, a l ' perspectiva que sitúa al yo como eje central de su esquema teórico.
indicar que Un yo en cierta manera ahistórico y que es conceptualizado como es­
tructura cognitiva.
[...] alguien puede definirse a sí mismo simultáneamente tanto en el nivel per­ Si bien la teoría elaborada por Turner ha sido objeto de una buena
sonal como al nivel social. Al mismo tiempo cabría pensar que la percepción acogida por parte de diferentes psicólogos sociales europeos, también
del yo varía a lo largo de un continuo en el que un extremo es simplemente la ha recibido duras críticas, como las de W iller (1989, p. 646), quien
percepción personal del yo y el otro extremo es la percepción social del yo o describe la teoría de Turner (1987/90) en los siguientes términos:
identidad social, de tal forma que existe un continuo en esc sentido.
La teoría de la categorización del yo de Turner y colaboradores no es una
Sin embargo, la identidad personal no puede ser entendida más teoría en un sentido técnico, sino una perspectiva orientativa que ofrece su
que como identidad social (véase Torregrosa, 1983). En este sentido, visión del mundo. Los términos que forman esta perspectiva no se exponen
el interaccionismo simbólico, en sus conceptos de “y o ” y “m í”, re­ con precisión y las hipótesis no están formuladas de manera que puedan ser
70 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 71

contrastadas. Tampoco han tenido en cuenta las aportaciones de otras inves­


tigaciones [...]. M odelo M odelo
Funcionalista G en ético

Naturaleza de las relaciones Asimétricas Simétricas


entre la fuente y el blanco
II. LA PSICOLOGÍA SOCIAL DEL CAMBIO.
LA IN FLUEN CIA MINORITARIA Objetivos de la interacción Control social Cambio social

Al igual que en el siglo XIX se da un incipiente protagonismo político Factor de interacción Incertidumbre y Conflicto,
de las masas, en la segunda mitad del XX tienen lugar diversos aconte­ reducción de la negociación del
cimientos sociales en los que son las minorías las que ocupan un pa­ incertidumbre conflicto
pel destacado. Éste es el caso, entre otros, de los movimientos de pro­
Tipo de variables Dependencia Estilos de
testa contra la guerra de A rgelia en Francia, contra la guerra de
independientes comportamiento
Vietnan en América, la revuelta checoslovaca o el movimiento del
mayo francés. Movimientos “minoritarios” que irrumpen con fuerza Normas determinantes de la Objetividad Objetividad,
en la escena política y a los que se pretende dar una respuesta desde la interacción preferencia,
psicología social. originalidad
Atento espectador de su época, Moscovici plantea el estudio de
este “nuevo” protagonista histórico, confrontando una psicología de Modalidades de la Conformidad Conformidad,
las mayorías con una psicología de las minorías, una psicología social influencia normalización,
funcionalista cuya principal preocupación es el orden social, el equili­ innovación
brio y los procesos de influencia frente a una psicología genética preo­
cupada por el conflicto como motor del cambio social. FUENTE: Moscovici, 1976/81, p. 261.
Para lograr este objetivo propone que el individualismo del fun­
cionalismo psicológico sea transformado en interacción y la depen­
dencia en interdependencia, y que la relación entre mayorías y mino­ Moscovici (1976/81) señala las condiciones que requiere el com­
rías sea vista de forma no mecanicista o simétrica. Los contrastes portamiento de una minoría para ejercer influencia social. Estas con­
entre ambos modelos quedan reflejados en el cuadro de la página si­ diciones son «independientes» del poder o estatus de la minoría y se
guiente. derivan de su capacidad de consistencia, de su coherencia y no de su
Se trata, por tanto, de una perspectiva contraria y a la vez com­ competencia. Del consenso intram inoritario, de su consistencia in­
plementaria a la psicología de masas. Una psicología de las minorías terna, derivaría su visibilidad y reconocimiento social, características
activas que para Moscovici queda definida de la siguiente forma: esenciales de su posible influencia social. La capacidad de influencia
de una minoría sobre una m ayoría sólo es posible si aquélla asume de
Se ha descrito y estudiado la conformidad desde el triple punto de vista del forma consistente un sistema de normas y valores interiorizados que
control social sobre los individuos, de la eliminación de las diferencias entre sirvan de guía a su comportamiento:
éstos —la desindividuación, para ser más precisos— y de la aparición de uni­
formidades colectivas [...]. Ha llegado la hora de cambiar de orientación, de Sólo un grupo nómico, sea a favor o en contra de la norma, es capaz de ejercer
buscar una psicología de la influencia social que sea también una psicología influencia en su entorno social. Dicho de otro modo, es el carácter nómico o
de las minorías consideradas como fuente.de innovación y cambio social anémico de un grupo social lo que importa, y no el hecho de ocupar una posi­
[Moscovici, 1976/81; p. 23]. v- ' ción de poder o de constituir o no una mayoría [Moscovici, 1976/81; p. 120].
72 J o s é Luis A lvaro Estramiana La psicología social europea 73

El desarrollo de la teoría de las minorías activas, ha permitido, fluencia mayoritaria, poniendo de manifiesto sus diferencias y, a tra­
gracias a la contribución de posteriores aportaciones, tanto del pro­ vés de ellas, los diferentes procesos mediante los que se produce la in­
pio Moscovici (1980, 1985¿»), con su inclusión del concepto de con­ fluencia social. El mérito de Moscovici consiste en haber construido
versión, como de diferentes psicólogos sociales de la escuela de Gine­ una teoría psicosocial de las condiciones requeridas para un cambio
bra, ir avanzando en algunos aspectos iniciales de la teoría. Así, por dentro de las relaciones entre grupos que ocupan distintas posiciones
ejemplo, algunos diseños experimentales iniciales que se utilizaron en la estructura social, en contraposición a una psicología social preo­
como sostén empírico de la teoría de Moscovici (1976/81) inducían a cupada tan sólo por las uniformidades de la conducta humana y la in­
identificar una posición minoritaria en función del número de miem­ fluencia de las estructuras sociales en el comportamiento individual.
bros que la formaban y no por el lugar que ocupaban en una estruc­ Estudios posteriores se han encargado de describir las distintas for­
tura de poder social. Sin embargo, desarrollos posteriores inciden en mas de influencia minoritaria, los mecanismos cognitivos implicados
considerar a una minoría desde el punto de vista de su posición so­ en dicha influencia, su anclaje en un modelo explicativo caracterizado
cial. Así se expresa M ugny (1981, p. 8): por un constructivismo sociocognitivo, su interpretación en términos
de pensamiento divergente en contraste con el pensamiento conver­
Adelantamos que nosotros definimos el hecho de ser mayoritario o minori­ gente de la influencia mayoritaria, su estudio desde el punto de vista
tario no en términos de relaciones interindividuales inmediatas, numéricas de la conversión, el análisis de la resistencia a la minoría mediante la
sobre todo, sino en términos de respuestas que en un momento histórico son psicologización de su comportamiento, etc. (véanse estudios inclui­
dominantes o no en un sistema social. Así, incluso si diez personas respon­ dos en Canto, 1994; Moscovici, M ugny y Pérez, 1991, o Moscovici,
den de manera distinta que el sujeto experimental de Asch, no los considera­ M ugny y Van Avermaet, 1985). Todas estas aportaciones teóricas su­
mos mayoritarios, sino minoritarios, puesto que defienden una posición que, ponen un encomiable punto de partida para una psicología social de
sin la menor duda, podemos afirmar es impopular, no dominante, en el me­ la influencia minoritaria.
dio social en que evolucionan los sujetos considerados. Cabe, sin embargo, realizar dos críticas a la teoría. En primer lu­
gar, indicar que la identificación entre minoría y cambio e innovación
En segundo lugar, los teóricos de la influencia m inoritaria han social y mayoría y orden social no es necesariamente correcta. Tam­
hecho hincapié en analizar el conflicto desde una perspectiva social, y bién el cambio y la innovación social pueden ser promovidos por una
no meramente interindividual. Mientras que en el primer enfoque de­ mayoría, existiendo minorías que mantienen posiciones dominantes
sarrollado por Moscovici se destaca el intercambio de conocimientos y contrarias al cambio social. En este sentido, y de una forma paradó­
divergentes, en el segundo se enfatiza la confrontación de intereses jica, existe una confluencia, todo lo indirecta e inintencionada que se
antagónicos entre grupos sociales diferentes dentro de la dinámica de quiera, pero real, entre los teóricos de la influencia minoritaria y los
cambio social generada por una minoría. Asimismo, si bien los expe­ teóricos de principios de siglo sobre el comportamiento de masas.
rimentos iniciales de Moscovici se refieren básicamente a la emisión Ambos “comparten” una idea “negativa” del comportamiento colec­
de juicios sobre tareas de carácter perceptivo en las que están «exclui­ tivo en un caso y de la influencia m ayoritaria en otro. Asimismo, el
das» las relaciones de poder, los estudios posteriores sobre influencia uso de una metodología experimental para el estudio de la influencia
minoritaria han tenido en cuenta este hecho y han estudiado otros as­ minoritaria resulta insuficiente para abordar un tema de la compleji­
pectos más anclados en la realidad social, como la contaminación, la dad del que nos ocupa. Si se entiende el cambio social como un pro­
xenofobia, el aborto, etc. (M ugny, 1981; Pérez y M ugny, 1988). La ceso diacrónico e histórico, difícilmente puede estudiarse utilizando
elección de estos temas hace más viable entender la situación minori­ exclusivam ente una m etodología experimental. Estudiar un fenó­
taria en el contexto de la dominación social y de las relaciones de po­ meno tan complejo requiere de la utilización de una metodología va­
der establecidas en una sociedad. riada que sea capaz de dar una explicación del fenómeno de forma
Los estudios sobre el impacto de las minorías han supuesto, en más precisa. La formación de minorías, el éxito en la implantación de
definitiva, un avance y complementación de los estudios sobre in­ sus ideas, las tensiones y conflictos entre grupos sociales mayorita-
74 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 75

rios y minoritarios, las condiciones sociales e históricas que permiten Antes de adentrarnos en otros aspectos de las representaciones
o dificultan el acceso de una minoría al poder, son todos ellos proce­ sociales es imprescindible analizar brevemente las relaciones de este
sos que requieren para su consum ación de periodos extensos de concepto o teoría con otros conceptos o teorías similares en ciencias
tiempo, inaprehensibles en su complejidad mediante una herramienta sociales.
metodológica como el experimento que, como todas, tiene sus lim ita­ Durkheim utiliza el concepto de representaciones colectivas para
ciones. referirse a «la forma en que el grupo piensa en relación con los obje­
Pese a las críticas señaladas, los trabajos de Moscovici y de otros tos que le afectan» (Durkheim, 1895/1976, p. 16). Tal y como señala
estudiosos de la influencia m inoritaria tienen la virtud de haber Lukes (1973), el concepto de representación en Durkheim se refiere
traído al campo de la psicología social una polémica de origen socio­ tanto a los aspectos formales del pensamiento como al contenido de
lógico, si bien no soy tan optim ista como Jaspars (1986), cuando lo representado. Estas «form as de representarse la sociedad a sí
afirma que, con sus estudios sobre las minorías activas, Moscovici ha misma» son para Durkheim de una naturaleza distinta a las represen­
introducido una orientación sociológica en los estudios de psicología taciones individuales. Las representaciones colectivas, como los m i­
social. tos, las leyendas populares o la religión, no pueden explicarse, según
Durkheim, por la psicología individual. Estos hechos sociales de ca­
rácter simbólico que son las representaciones colectivas resultan de
las asociación de mentes individuales que acaban por ser externos a
III. LA “TEORÍA” DE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES cada una de dichas conciencias tomadas por separado y se imponen
sobre los individuos reforzando su cohesión:
Una de las teorías que mayor impacto ha tenido en la psicología so­
cial europea ha sido y sigue siendo la “teoría” de las representaciones Los hachos sociales no difieren sólo en calidad de los hechos psíquicos; tie­
sociales presentada por Moscovici (1961), y que este autor define ini­ nen otiro sustrato, no evolucionan en el mismo medio ni dependen de las
cialmente como: mismas condiciones. Esto no significa que no sean también psíquicos de al­
guna manera, ya que todos consisten en formas de pensar o actuar. Pero los
[...] sistema de valores, nociones y prácticas que proporciona a los individuos estados de la conciencia colectiva son de naturaleza distinta que los estados
los medios para orientarse en el contexto social [...] un corpus organizado de de la conciencia individual; son representaciones de otro tipo: tienen sus le­
conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hom­ yes propias [Durkheim, 1895/1976, p. 15].
bres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o en
una relación cotidiana de intercambios [...] [Moscovici, 1961/79, p. 18].
Como ya quedó indicado, el concepto de representación social en
El concepto de representación social se construye a partir de la p sico lo gía so cial arranca de la crítica realizad a por M oscovici
crítica que Moscovici realiza al concepto durkheimniano de repre­ (1961/79) al concepto durkheimniano de representación colectiva.
sentación colectiva, y se propone como una alternativa al concepto de Para Moscovici, lo que diferencia a las representaciones colectivas de
actitud. las representaciones sociales es el carácter dinámico de estas últimas
La “teoría” de las representaciones sociales ha dado lugar a un frente al carácter estático de las primeras. Las representaciones socia­
gran número de investigaciones. Al igual que en su día científicos so­ les son definidas por Moscovici como explicaciones de sentido co­
ciales como Thomas y Znaniecki (1918-20) propusieron el estudio mún, formas de entender y comunicar lo ya sabido que se crean y re­
científico de las actitudes como objeto de la psicología social, en la crean en el curso de las conversaciones cotidianas.^ A diferencia de las
actualidad numerosos psicólogos sociales han propuesto el estudio de representaciones colectivas, lejos de imponerse sobre la conciencia,
las representaciones sociales como objeto de la misma (véase Doise y son producidas por las personas y los grupos en la interacción social.
Palmonari, 1986). En palabras de M oscovici:

238310
76 J o s é Luis A lvaro Estramiana La psicología socia l europ ea 77

En el sentido clásico, las representaciones colectivas son un mecanismo expli­ como la teoría del interaccionismo simbólico, tal y como es interpre­
cativo, y se refieren a una clase general de ideas o creencias (ciencia, mito, re­
tada por Blumer, comparten con la teoría de las representaciones so­
ligión, etc.); para nosotros son fenómenos que necesitan ser descritos y expli­
cados. Fenómenos específicos que se relacionan con una manera particular de
ciales elementos comunes que las hacen difícilm ente distinguibles
entender y comunicar —manera que crea la realidad y el sentido común—. salvo en aspectos no centrales, como es el mayor énfasis empírico de
Es para enfatizar esta distinción por lo que utilizo el término “social” en vez la teoría propuesta por Moscovici. Asimismo, la distinción que Mos­
de colectivo [Moscovici, 1984, p. 19]. covici establece entre universos reificados —conocimiento cientí­
fico— y consensúales —conocimiento de sentido común—, caracte­
A mi juicio, el concepto de representación social es difícilmente rístico este último de las representaciones sociales, situaría a esta
distinguible del de representación colectiva. La idea de Durkheim “teoría” en la tradición de la psicología de Heider (1958). Tampoco
como defensor de una mente grupal es, en parte, incorrecta, y se debe las distinciones entre el modelo de la psicología de los constructos de
a una interpretación parcial del pensamiento durkheimniano reali­ K elly (1955) y el modelo de representaciones sociales de Moscovici
zada por F. H. Allport (1962) y no rectificada por los teóricos de las son nítidas. Tal y como señala Fransella (1984, p. 161), si bien los
representaciones sociales. En este sentido, parece importante destacar constructos de Kelly pueden equipararse a las representaciones indi­
que la noción de representación colectiva hace referencia a una cons­ viduales de Durkheim, nada impide que se les pueda considerar desde
trucción simbólica de carácter social generada en el curso de la inte­ un punto de vista grupal o social:
racción. El propio Durkheim es claro al afirmar que:
Podemos permanecer de pie en el Monte Olimpo y abstraer ciertas propieda­
Si es posible afirmar que las representaciones sociales son, en cierto sentido, des comunes a ciertos grupos y darle el nombre de “culturas” a estas dife­
externas a las conciencias individuales, lo que queremos decir es que no se rencias y similitudes. También podemos bajar en el nivel de abstracción y
derivan de los individuos aislados, sino de los mismos considerados como considerar que, como personas, nuestros constructos nos llevan a esperar
agregado, y esto es una cuestión bien distinta. Sin lugar a dudas, en la elabo­ ciertas actitudes y comportamientos de ciertas personas en determinados
ración del resultado común cada uno contribuye en su medida, pero los sen­ contextos.
timientos individuales se transforman en sociales sólo bajo el impulso de
fuerzas desarrolladas en la asociación [...]. Éste es el sentido en que la síntesis La teoría de las representaciones sociales, si bien reconoce algu­
es exterior a los individuos. No hay duda de que contiene algo de cada uno nos puntos de conexión con algunos aspectos de algunas de estas teo­
de éstos, pero no se encuentra por entero en ninguno de ellos [Durkheim, rías (Moscovici, 1988), no ha elaborado un análisis exhaustivo con el
1898/1950, pp. 35-36].
que comparar las aportaciones diferenciales de aquélla, problema éste
que afecta a su estatuto como teoría dentro de las ciencias sociales.
Pero no sólo el concepto durkheimniano de representación colec­ Ciertamente, aunque la similitud no implica una misma identidad, si­
tiva está relacionado con el de representación social. También en la gue siendo necesaria una mayor clarificación cuando se quiere pre­
sociología de orientación marxista [la noción de sistemas ideológicos sentar un producto del pensamiento como paradigmático de todo un
actuaría como equivalente del concepto de representación social, si área de las ciencias sociales como es la psicología social. M uy proba­
bien derivaría hacia los problemas de falsa identificación, entendida blemente esto último no sea posible mientras la propia definición de
esta última como falsa conciencia o alienación. De igual forma, enfo­ representación social se presente, en ocasiones, de forma tan ambigua
ques similares al propuesto por Moscovici los encontramos en la teo­ como la que nos recuerda Sangrador (199l£, p. 79), al criticar su falta
ría construccionista propuesta por Berger y Luckman (1967/79), para de precisión conceptual en el siguiente texto extraído del manual de
quienes la realidad material es una realidad de sentido común cons­ psicología social de Moscovici:
truida socialmente y objetivada a través del lenguaje. En esta misma
dirección se manifiestan autores como Gaskell y Smith (1982), quie­ Las representaciones sociales se presentan bajo formas variadas, imágenes
nes señalan que la teoría construccionista de Berger y Luckman, así que condensan un conjunto de significados, sistemas de referencia que nos
78 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 79

permiten interpretar lo que nos sucede, categorías que permiten clasificar las su sencillez como para no caer en saco roto por parte de los teóricos
circunstancias, los fenómenos y los individuos, teorías que permiten estable­ de las representaciones sociales. Algunos intentos llevados a cabo en
cer hechos sobre ellos. Y a menudo [...] todo ello junto. esta dirección (Elejabarrieta, 1991), ayudarían a conseguir una mayor
precisión conceptual, si bien esto está aún lejos de conseguirse mien­
Esta cita nos ilustra sobre el grado de ambigüedad definicional, lo tras se mantenga que la ambigüedad del concepto de representación
que no sólo dificulta su comparación con otras teorías, tal y como social supone un estímulo y una necesidad para el desarrollo de la
acaba de quedar señalado, sino que cuestiona su valor como herra­ teoría.
mienta de investigación. La introducción en psicología social del con­ Otro de los aspectos centrales en la polémica entre los partidarios
cepto de representación social no ha supuesto un avance en la clarifi­ y detractores de la “teoría” de las representaciones sociales es su afi­
cación del confuso panoram a definicional constituido por otros nidad o diferencia con respecto al concepto de actitud.
conceptos básicos en la disciplina como los de actitud, creencia, opi­ Al contrario que en el caso de las actitudes, donde encontramos
nión, valor o estereotipo (véase, Montero, 1994b). una discusión sobre las similitudes y diferencias entre éstas y otros
Las diversas matizaciones introducidas en la teoría, acorde con conceptos afines, la teoría de las representaciones ha dado por su­
los intereses particulares de cada investigador, han dado lugar a que puestas dichas diferencias, siendo escasos los estudios (C respo,
algunos autores consideren las representaciones sociales como una 1991 b] Ibáñez, 1988; Jaspars y Fraser, 1984; Montero, 1994b) donde
herramienta heurística antes que una teoría claramente definida. Así, se realiza un análisis comparativo con conceptos similares. En este
mientras algunos autores acentúan los aspectos comunicativos de la sentido, algunos autores han expresado sus dudas acerca de si la teo­
teoría (Farr, 1986b), otros destacan que forma parte de un conoci­ ría de las representaciones sociales se diferencia de otras áreas de es­
miento de sentido común (Jodelet, 1986), o enfatizan su carácter de­ tudio como la de las actitudes. En un sentido negativo se pronuncian
pendiente de la estructura social (Doise, 1984), su nivel de estructura­ Jaspars y Fraser (1984) cuando señalan que las diferencias entre las
ción (Di Giacomo, 1987), etc. La propia ambigüedad definicional, a representaciones sociales y las actitudes sólo aparecen si comparamos
la que me he referido, hace confusos sus límites y contornos así como a las primeras con una determinada concepción de estas últimas, más
su diferenciación con teorías afines. concretamente la que deviene de la definición dada por G. W. Allport
A este respecto creo conveniente incluir en este apartado el con­ (1935, p. 810) y que considera a las actitudes como disposiciones psí­
sejo dado por otro psicólogo social como Billig (1991, pp. 70-71): quicas que se encuentran en el individuo:
Los teóricos deben estudiar también lo que no son representaciones sociales. Una actitud es un estado mental o neural de alerta, organizado a través de la
La paradoja consiste en que los teóricos de las representaciones sociales de­ experiencia, que ejerce una influencia directiva o dinámica sobre las respues­
ben buscar aquellos aspectos de las creencias sociales compartidas que no tas individuales a cualquier clase de situaciones y objetos con los que se rela­
pueden ser clasificados como representaciones sociales, de la misma forma en ciona.
que dichos teóricos se preocupan de estudiar las representaciones sociales.
Esto implicaría un cambio en el rumbo de la investigación [...]. Sin una estra­ Para Jaspars y Fraser (1984, p. 123) es bajo la influencia de este
tegia que fuerce al investigador a establecer contrastes, éste se dejará llevar
por la tendencia a deslizarse hacia una concepción cada vez más universal de
último autor como «el concepto de actitud se vuelve más y más indi­
representación social, en la medida en que fenómenos de todo tipo empiecen vidualizado y es normalmente interpretado como una disposición de
a etiquetarse de «representaciones sociales». De esta forma el concepto se respuesta individual, combinada, en ocasiones, con una representa­
volverá cada vez más y más amorfo. ción cognitiva individual».
Si bien esta idea de las actitudes ha sido la predominante en psi­
Si bien no veo que el consejo de Billig se tenga que derivar, nece­ cología social, también es posible detectar otra concepción diferente
sariamente, de un enfoque retórico de la psicología social, tal y como de las actitudes. Esta otra tradición arrancaría, siguiendo a Jaspars y
propugna este psicólogo so c ia le s lo suficientemente clarividente en Fraser (1984), de la introducción del concepto por Thomas y Zna-
La psicología social europea 81
80 J o s é Luis A lvaro Estramiana

miento. Punto de vista muy similar al de otros teóricos de las actitu­


niecki (1918-20) en su libro sobre el campesinado polaco y se caracte­
des como Kerlinger (1984), para quien las actitudes son sociales en un
rizaría por ser una concepción más social de las actitudes, lo que no
triple sentido. En primer lugar, suponen estructuras compartidas de
la hace tan lejana del concepto de representación social. Si bien para
Thomas y Znaniecki (1918-20) las actitudes son entendidas como creencias sociales. En segundo lugar, se dirigen a objetos sociales del
manifestaciones individuales, estas últimas se refieren a valores cuya medio y a comportamientos hacia esos mismos objetos y, por último,
naturaleza es social en un doble sentido: por su origen cultural y por para su mantenimiento o cambio es preciso la interacción con otros.
ser compartidos por grupos sociales que se sirven de ellos para guiar, Si bien Kerlinger (1984, p. 1) destaca el carácter reactivo de las ac­
su acción. De igual forma, son numerosos los estudios en los que en­ titudes frente a la realidad social, éstas son consideradas como una
contramos una concepción de las actitudes no como mecanismos de forma de construcción simbólica de la misma:
respuesta individuales sino como un conjunto de creencias que tiene
un origen social y que son compartidas por un conjunto de indivi­ Las actitudes representan reacciones emocionales, motivacionales y cogniti-
vas de la gente hacia los «objetos sociales» del medio y su predisposición a
duos o grupos sociales. Este énfasis en los aspectos sociales es, por
actuar hacia esos objetos sociales. Tal y como señala W illiam James, las acti­
ejemplo, el que guió la investigación llevada a cabo por Jahoda, La- tudes dan sentido al medio.
zarsfeld y Zeisel (1933/72) y donde se estudiaron las actitudes de los
desempleados de una comunidad austríaca en la que tras el cierre de
Otro de los aspectos que se ha señalado como distintivo de las re­
la única fábrica todos los habitantes se quedaron sin empleo. Las acti­
presentaciones sociales frente a las actitudes es el hecho de que las
tudes bajo condiciones de desempleo descritas por Jahoda y otros
primeras determinan tanto el estímulo como la respuesta a ese estí­
(1933/72) están muy lejos de ser definidas como mecanismos de res­
mulo, mientras que las últimas son entendidas como meras respuestas
puesta individual para ser entendidas como conjunto de creencias y
a un estímulo externo (Moscovici, 1984). De nuevo, nos encontramos
comportamientos compartidos cuyo origen es social.
ante una crítica, no al concepto de actitud, sino a una concepción
Una concepción sociológica de las actitudes es la que Torregrosa
(1968) nos proponía hace ya unos cuantos años. Merece la pena citar conductista de las actitudes (véase Crespo, 1991 b).
a este psicólogo social, ya que, como ha quedado señalado, la crítica
En resumen, pese al poco eco que entre los teóricos de las repre­
fundamental al concepto de actitud es la de su carácter individual: sentaciones han tenido las dudas expresadas por algunos psicológos
sociales acerca de que el concepto de representación social difiera del
Quiero poner de manifiesto que muchas actitudes no son sólo sociales en el de actitud, estas críticas deberían tenerse más en cuenta. Esta opinión
sentido de que su objeto es un valor social cuya contrapartida subjetiva son es la expresada, por ejemplo por Fraser (1986), para quien el con­
las actitudes, o que éstas están socialmente determ inadas —son aprendidas en cepto de representación social no se diferencia del de actitud social,
los procesos de interacción social—, sino también en el sentido de que cons­ proponiendo que el estudio de las representaciones sociales se centre
tituyen propiedades o características de grupos y situaciones sociales, creen­ en lo que denomina sistemas de creencias compartidas y que pode­
cias y modos de evaluación de los mismos, independientem ente de que lo mos entendercom o sistemas estructurados de actitudes sociales (Fra­
sean de los miembros individuales de tales grupos y situaciones; y que, por
ser y Gaskell, 1990). A juicio de Fraser (1986) los estudios sobre re­
tanto, la perspectiva teórica adecuada para su com prensión y explicación
debe ser una perspectiva sociológica [Torregrosa, 1968, p. 157].
presentaciones sociales no han sido capaces de confirmar la existencia
de diehas representaciones. El propio Fraser (1986, p. 9) ejemplifica
Más recientemente, encontramos form ulaciones de las actitudes su posición realizando una crítica al trabajo original de Moscovici
que muy bien podrían haber sido realizadas con el fin de definir con­ (1961/79) sobre el psicoanálisis en los siguientes términos:
ceptualmente a las representaciones sociales. A sí, por ejemplo, Eiser
Kl estudio de Moscovici sobre la representación social del psicoanálisis [...]
(1986, p. 36) señala que las actitudes están condicionadas socialmente
no presenta sus datos en forma tal que nos fuerce a admitir la existencia de
y dependen de sistemas com partidos de representación y conoci­
82 J o s é Luis A lvaro Estramiana
5. DEL INDIVIDUALISMO AL SUBJETIVISMO.
¿UNA NUEVA PSICOLOGÍA SOCIAL?
una representación social del psicoanálisis más que la de un conjunto inco­
nexo de actitudes sobre el psicoanálisis.

En respuesta a las críticas realizadas acerca de la no diferencia en­


tre los conceptos de representación y actitud, el propio Moscovici
(1988) afirma que pese a su proximidad conceptual, lo que les dife­
rencia es el hecho de que las actitudes hacia un objeto de la realidad
social son, en cualquier caso, el resultado de representaciones previas
sobre dicho objeto. De nuevo, Moscovici (1988) reduce el concepto
de actitud a uno de sus componentes, como es el comportamental, Si bien hay autores para quienes la reivindicación del individuo como
excluyendo intencionadamente la función cognitivo-evaluativa de las única realidad psicológica o social (por ejemplo, Turner y Oakes,
actitudes. El elemento representacional en la forma de percepciones, 1986) ha caído en un descrédito científico, la reemergencia del mo­
evaluaciones, etc., forma parte de las definiciones multidimensionales delo individualista sigue ocupando un lugar predominante en la ex­
de las actitudes y no es, tal y como considera Moscovici (1988), un plicación del comportamiento humano. Como ilustración de la im ­
nuevo factor o dimensión que se derive de la teoría de las representa­ portancia que dicho modelo sigue teniendo en la psicología social
ciones sociales. actual, cabe analizar las propuestas que para la psicología social hacen
En resumen, aunque la teoría ha dado lugar a un gran número de autores como Gergen (1973, 1982) Gergen y Gergen (1982) o Bar-Tal
investigaciones (véase Ibáñez, 1988) no parece tan claro que suponga y Bar-Tal (1988).
una alternativa al concepto de actitud, y mucho menos el eje central En las páginas siguientes se realiza un análisis crítico de los mis­
de la psicología social. Si bien es cierto que el paradigma dominante mos. El fin de dicho análisis no es tanto el de describir de forma por­
en psicología social ha hecho de este último un concepto excesiva­ menorizada los planteamientos teóricos y epistemológicos de estos
mente psicologista, otras perspectivas más sociales de las actitudes autores como el de rescatar algunos temas teóricos y metodológicos
han seguido presentes en la psicología social. La crítica que los teóri­ centrales en el debate actual entre diferentes concepciones de la psi­
cos de las representaciones sociales hacen del concepto de actitud cología social.
sólo está justificada, por tanto, para una determinada concepción de
las mismas.
La “teoría” de las representaciones sociales constituye un loable
esfuerzo por reorientar la psicología social hacia una perspectiva más I. NATURALEZA, HISTORIA Y RELATIVIDAD
social que la que se deriva de la utilización del concepto de actitud, DEL CO N O CIM IEN TO SOCIAL
aunque tal vez innecesario si se tiene en cuenta que, en realidad, di­
cha crítica ha de circunscribirse al enfoque más psicologista de las
La postura manifestada por Gergen (1973), en un artículo ya clásico
actitudes. pero aún con una notoria influencia —«Social psychology as his-
to ry »—, parte de una clara división entre ciencias del com porta­
miento social y ciencias naturales. Para Gergen, la interacción hu­
mana, al contrario que los fenómenos de carácter físico, está sujeta a
una inestabilidad y cambios continuos a lo largo del tiempo, lo que
hace imposible la formulación de leyes universales sobre el compor­
tamiento. Al mismo tiempo, las teorías, métodos y conceptos utiliza­
dos para describir la realidad social, en la medida en que son difundi­
das entre la población y forman parte del conocimiento colectivo,
84 J o s é Luis A lvaro Estramiana
D el individualism o al subjetivism o. ¿ Una n u eva p sicología social? 85

dejan de tener carácter predictivo. Las personas, tras el conocimiento


conducta humana, de cuestionar el conocimiento adquirido. En resu­
de los principios que regulan su comportamiento, pueden reaccionar
men, para Gergen la realidad objetiva se convierte en un conjunto de
de forma diferente a la esperada, desconfirmando los supuestos teóri­
convenciones sociales que regulan modos diversos de comunicación,
cos que pretendían explicar su conducta. La conclusión que Gergen en formas diferentes de describir la realidad, en modelos generales de
(1973) deriva de estos supuestos es que como consecuencia de la im­ comunicación verbal sobre los que no es posible establecer supuestos
posibilidad de predecir el comportamiento humano, toda teoría so­ de validez científica (Gergen, 1982).
cial que se formule sobre el mismo está sujeta a alteraciones, propo-( Otra de las características del pensamiento de Gergen es su re-
niendo para la psicología social un enfoque histórico. duccionismo psicológico, o subjetivismo si se quiere, que le lleva a
Sin negar la validez de una concepción histórica para la psicología afirmar que: «Si la persona construye conceptualmente el medio, el
social, la contraposición entre conocim iento histórico y conoci­ medio es esencialmente un producto de la persona» (Gergen, 1982,
miento científico no está, en mi opinión, justificada: el que la psicolo­ p. 157). La idea de hombre que subyace es la de un organismo autó­
gía social deba adoptar una perspectiva histórica en la explicación del nomo que no sólo percibe sino que también construye el mundo a su
comportamiento humano no significa que no pueda ser una ciencia. manera. Se elimina así toda posibilidad de conocimiento objetivo. Al
Munné (1986, pp. 159-160) formula la misma opinión con gran clari­ mismo tiempo, la abstracción que hace Gergen del medio sitúa al in­
dad cuando escribe que: dividuo en un vacío social que invalida el contenido histórico que él
mismo atribuye a la conducta humana. En el análisis de Gergen se ol­
No se puede contraponer la psicología social como ciencia a la psicología so­ vida que la agencia es el reconocimiento de una necesidad y que el ac­
cial como historia. Ciertamente la psicología social no puede prescindir del ceso a la misma es una condición para que aquélla se pueda ejercer.
tiempo y, por consiguiente, tampoco de la historia. El conocimiento psicoso- No es el individuo en abstracto, sino su posición en un grupo o clase
cial está fuertemente condicionado por la temporalidad del acontecer. Pero la
social y en un momento histórico lo que determina el grado de auto­
psicología social tampoco puede prescindir de la espacialidad de ese aconte­
nomía alcanzado. Hablar de persona o individuo sin referencia a nin­
cer que se da en sendos procesos de estructuración constante, cuya ignoran­
cia no sólo impide un conocimiento en términos científicos sino que desvir­
gún marco cultural o histórico no deja de ser una paradoja en uno de
túa gravemente la realidad social. Por esto, el radicalism o gergeniano es los mayores defensores del método histórico para la psicología social
rechazable. Para no perder la realidad como proceso borra la realidad como (para una crítica a la psicología social de Kenneth Gergen, véase
estructura. Reduce, de esta manera, las constancias y diferencias culturales. G. Jahoda, 1986).
Las opiniones expresadas por Gergen con respecto a la psicología
A sí pues, no parece haber contradicción alguna en señalar que social tienen una clara continuación en autores como Bar-Tal y Bar-
tanto la historia —el hombre como «deudor del pasado», diría Laín Tal (1988). En opinión de estos psicólogos sociales, tres son los ele­
Entralgo— como el análisis empírico de la realidad, constituyen ele­ mentos que deben caracterizar una nueva perspectiva en psicología
mentos indispensables del quehacer cientifíco de una psicología so­ social: el subjetivismo, la distinción entre generalizaciones particula­
cial del acontecer humano (véase, por ejemplo, Zaiter Mejía, 1992). El res y universales y la filosofía no justificacionista.
relativismo epistemológico de Gergen le lleva a afirmar que el cono­ El prim er supuesto está basado en la idea de la persona como
cimiento humano no puede ser validado por critéTros-Gientífic os, sino constructor activo del medio. La segunda distinción hace referencia a
a través de principios de carácter ideolpgico-evaluativo (G ergen, la inviabilidad de establecer generalizaciones que no estén referidas a
individuos particulares o situaciones concretas. El tercer aspecto se­
1982). En opinión de este autor, son elementos de carácter metateó-
ñalado por estos autores sostiene que toda forma de conocimiento,
rico y generativo los que sustituyen a los de carácter científico en la
incluido el científico, es arbitraria, lo que hace imposible cualquier
elección de las teorías más adecuadas para la descripción del compor­
forma de conocimiento objetivo.
tamiento humano. En último término, la validez del conocimiento
Estos tres aspectos me servirán de pretexto para comentar algu­
descansaría en su capacidad de generar direcciones alternativas en la
nas cuestiones centrales sobre la psicología social actual.
86 J o s é Luis A lvaro Estramiana D el in dividualism o a l subjetivism o. ¿ Una n u eva p sicología social? 87

ducta social, y que sigue constituyendo una de las principales aporta­


II. SUBJETIVISMO Y OBJETIVIDAD EN PSICOLOGÍA SOCIAL ciones de la psicología social de origen guestáltico (Asch, 1932/87;
Heider, 1958, etc. Véase Eiser, 1986; Fiske y Taylor, 1984). Ambas
Claramente, la teoría del conocimiento mantenida por Bar-Tal y Bar- tradiciones de pensamiento pueden contribuir a una mejor compren­
Tal necesita de claras matizaciones. En primer lugar, el subjetivismo sión de la conducta.
por el que abogan estos autores no supone en realidad más que una Otro de los aspectos que se derivan de esta concepción subjeti-
forma extrema de cognitivismo en la que la realidad objetiva es asimi­ vista es la asunción de que el relato que la persona hace sobre su
lada a la experiencia perceptiva. Dado que existen tantas realidades conducta es la única base posible de análisis de la misma y que su ex­
como individuos que perciben la realidad, no es posible, según ambos plicación sólo puede estar basada en un proceso de negociación lin­
autores, ninguna forma de conocimiento objetivo. Nada es verdad o güística. Claros representantes de esta posición son Harré y el mé­
mentira, tan solo mera conjetura en la mente de individuos o grupos todo etogénico —que desde un punto de vista empírico tan pocos
sociales. El único mundo existente es aquél del cual tenemos concien­ resultados ha dado, si exceptuamos el ya clásico estudio de Marsh,
cia. La realidad exterior deja de tener una entidad propia para con­ Roser y Harré (1978) sobre la violencia entre “aficionados” británi­
vertirse en un caleidoscopio en el que la mano azarosa de quien lo cos al fútbol—, así como Potter y Whetherell (1987) y su análisis del
maneja va determinando una de las múltiples combinaciones en que discurso. Tam bién el sociorracionalism o de Gergen y M oraw ski
la realidad se nos presenta y es posteriormente evaluada. Se elimina
(1980) y Gergen (1982) y el constructivismo social de Gergen (1985)
así el problema de la falsa conciencia, pues todo acto cognitivo es en
pueden incluirse en esta concepción. Sus defensores olvidan que, si
bien la reflexivilidad sobre el comportamiento es una característica
sí mismo igualmente válido y plausible. Se olvida, asimismo, que el
ser, las condiciones objetivas de existencia, condicionan modos pre­
del ser humano, la capacidad de autoconciencia del mismo es depen­
valecientes de cognición; en otras palabras, que los procesos cogniti­
vos no son procesos ni autónomos ni individuales, sino ante todo diente de las condiciones sociales. No todas las personas tienen el
formas ideológicas de representación de la realidad en las que juegan mismo grado de conciencia sobre los condicionantes tanto externos
un importantísimo papel las diferencias entre grupos sociales con in­ como internos que regulan su comportamiento, ni tampoco la misma
tereses antagónicos. Dichas cogniciones son en el plano individual el capacidad para articularlo. Tampoco cualquier medio social permite un
reflejo de condicionantes sociales que pueden, en el curso de la inter­ desarrollo igual de dicha capacidad autorreflexiva. Son estos dos as­
acción, devenir en nuevos repertorios cognitivos que a su vez sirven pectos los que hacen inviable el que la explicación última del com­
de guías en los procesos de transformación o mantenimiento del or­ portamiento de las personas esté sometida siempre a un proceso de
den social existente. negociación sobre el significado adscrito a la acción. Como nos re­
Es esta concepción, más sociológica y que está ausente del núcleo cuerda otro psicólogo social (Billig, 1977) en su estudio sobre el fas­
argumental defendido por ambos psicólogos, lasque a mi juicio debe­ cismo, se trata de una nueva forma de relativismo cultural en el que el
ría adoptar la psicología social. Junto a esta forma de entender los respeto por los puntos de vista de los otros y la defensa de que el in­
procesos cognitivos, anclada en la tradición del pensamiento socioló­ vestigador adopte el punto de vista de las personas investigadas lleva
gico marxista, se encuentra la escuela psicológica representada perr a ignorar el antagonismo entre los contenidos ideológicos de las per­
Vigotski (1896-1934), Luria (1901-19-78) y Leontiev (1903-1979), sonas y los del investigador. Otro de los riesgos en que incurren estas
quienes ponen de manifiesto, como ya quedó señalado anterior­ orientaciones teórico-metodológicas es el de un idealismo extremo, al
mente, el carácter social y cultural de los procesos psíquicos superio­ reducir la realidad social a contenidos de carácter lingüístico. Riesgo
res. El compromiso intelectual que este enfoque realiza con el carác­ al que apunta Crespo (1991#, p. 96) cuando señala que:
ter social e histórico de toda la actividad cognitiva no es incompatible
con el énfasis que numerosos psicólogos sociales cognitivistas ponen Los enfoques discursivos están necesitados con frecuencia de una teoría del
en el carácter mediador que los procesos cognitivos tienen en la con­ “poder” que explique la relación de estructuras discursivas y no discursivas
88 J o s é Luis A lvaro Estramiana
D el individualism o a l subjetivism o. ¿ Una n u eva p sicología social? 89

(económicas, sexuales...) en el mantenimiento y cambio de las condiciones de


gía social psicológica a ignorar las variaciones culturales del compor­
existencia y en la construcción social de la realidad.
tamiento, dándonos en última instancia una visión etnocéntrica del
mismo. Una psicología social que hasta el momento se caracteriza, en
El que la realidad social sea una realidad simbólica, es decir, do­
gran medida, por la pretensión, no justificada, de establecer como
tada de significado, y que no exista independientemente de las perso­
universal lo que en la inmensa mayoría de los casos no es representa­
nas, no supone que no ejerza una presión directa sobre éstas (véase
tivo ni tan siquiera del contexto cultural que se pretende analizar
Berger y Luckman, 1967/79; Páez y otros, 1992^).
(véase Georgudi y Rosnow, 1985; Jahoda, 1988).
Es por esto por lo que la psicología social debería adoptar un ca­
rácter transcultural, es decir, tender más hacia una psicología social
comparada. Para el establecimiento de comparaciones, Berry (1979)
III. PARTICULARISMO VERSUS PSICOLOGÍA SOCIAL TRANSCULTURAL
hace una interesante propuesta que consiste en proponer diferentes
criterios sobre los que basar diversos niveles de equivalencia: equiva­
El segundo aspecto al que hacen referencia Bar-Tal y Bar-Tal es su lencia funcional —cuando las conductas observadas cumplen idéntica
propuesta de un enfoque particularista para la psicología social. Aun función—, equivalencia conceptual —cuando los significados de los
estando de acuerdo con este supuesto, es necesario hacer algunas ma- conceptos utilizados en la investigación son iguales—, y equivalencia
tizaciones al mismo. Bar-Tal y Bar-Tal (1988, p. 99) definen este en­ métrica —cuando las propiedades psicométricas del material empí­
foque de la siguiente manera: rico utilizado son las mismas—. La propuesta de Berry (1979) pre­
tende hacer compatible el análisis de los problemas sociales locales
La investigación particularista centra su atención en el estudio de los conteni­ con el desarrollo de teorías de carácter más general. Ejemplos de aná­
dos con la finalidad de caraterizar cierto tipo de individuos, grupos o situa­ lisis en los que se utiliza la metodología propuesta por Berry los en­
ciones. Los estudios particularistas, por ejemplo, pueden describir el reperto­
contramos en trabajos como los de Triandis sobre la construcción de
rio de cogniciones de un determinado grupo en un campo específico para así
describir las cogniciones que caracterizan a ese grupo específico en una situa­
tipologías de comportamientos sociales, en los estudios del propio
ción dada, o estudiar las relaciones existentes entre cogniciones y conducta Berry sobre el etnocentrismo, o, más recientemente, en los estudios
en un grupo y en una situación determinada. de Hofstede (1984) acerca de las variaciones culturales en valores so­
ciales. El estudio transcultural de la conducta no se debe centrar
Es clara la necesidad en psicología social de un nivel de análisis' tanto en la observación de universales, es decir, de «un proceso psico­
particularista como el defendido por Bar-Tal y Bar-Tal, pero dicho lógico o relación que ocurre en todas las culturas» (Triandis, 1978),
enfoque es insuficiente para comprender el comportamiento social si como en la observación de las relaciones entre las personas y los gru­
no se corresponde con un análisis transcultural a través del cual po­ pos sociales y su medio cultural. Si bien en un nivel no complejo de la
der describir y explicar lo que caracteriza la conducta de individuos o conducta humana es posible establecer universales —ejemplos de
grupos específicos, pues es sólo en el contraste entre grupos de per­ esto los encontramos en el campo de la percepción, más concreta­
mente en la «percepción indirecta» y en ciertos aspectos de la «repre­
sonas de culturas diferentes como podemos llegar a establecer lo que
sentación pictórica» (Jahoda, 1981), así como en el campo de las emo­
es específico de cada uno de ellos (véase A lvaro y M arsh, 1993;
ciones y, más concretamente, en la expresión facial de las mismas
Marsh y Alvaro, 1990). No se trata tanto de establecer principios teó­
(Ekman y Friesen, 1971/82)—, la conducta humana se caracteriza por
ricos de carácter general, allí donde tales principios se den, como de
un mayor grado de complejidad que el referido en estos estudios. La
destacar la variabilidad y especificidad cultural de la conducta hu­
explicación en estos casos debe dejar paso a un enfoque en el que se
mana inmersa en el devenir de la historia (véase Bond, 1988). En re­
describan las condiciones culturales que dan lugar a determinado tipo
sumen, el enfoque particularista que Bar-Tal y Bar-Tal (1988) nos
de relaciones sociales.
proponen es insuficiente para contrarrestar la tendencia de la psicolo­ La idea defendida en este libro no es la de una psicología social
90 J o s é Luis A lvaro Estramiana D el in dividu alism o a l subjetivism o. ¿ Una n u eva p sicología social? 91

empeñada en el estudio de procesos universales. M uy al contrario, di­ delimitado por el contexto cultural en que se produce, y sin necesi­
chos procesos no son entendidos como mecanismos que operan en dad de llegar a contraposiciones extremas entre verdades absolutas y
todos los individuos independientemente del contexto sociocultural, relativismos extremos, podemos concebir la objetividad como un co­
sino que este último es entendido como una parte, tanto de la defini­ nocimiento de la realidad social delimitado por su mayor o menor
ción que la persona hace del medio en que tiene lugar su conducta, aproximación a la misma. Sirva como ejemplo las dos formas de co­
como de los límites impuestos a su acción. nocimiento divergentes que caracterizan a Don Quijote y a Sancho
Panza acerca de su polémica sobre los molinos. En este caso, la terca
realidad se encargó de enseñar al bueno de Don Quijote que, en ver­
dad, y tal y como le recordase Sancho antes de emprenderla a lanza­
IV. CONSTRUCTIVISMO VERSUS OBJETIVIDAD das, no se trataba de gigantes sino de molinos de viento.
Pero dejemos a ambos personajes y volvamos a la psicología so­
El últim o punto defendido por Bar-Tal y B ar-T al es el de la im posi­ cial. Supongamos que, por ejemplo, nos encontramos ante dos opi­
bilidad de un conocim iento objetivo de la realidad. Bar-Tal y B ar-T al niones divergentes ante un mismo problema como las expresadas por
(1988, p. 87) definen a la teoría no justificacionista de la siguiente los dos textos siguientes:
forma:
Es un hecho bien establecido, sin embargo, que la inteligencia de la raza
De acuerdo con este enfoque, el conocimiento nunca puede ser probado blanca es de una versatilidad y complejidad superior a la de la raza negra
como verdadero ni justificado apelando a una autoridad superior. En conse­ [Allport, 1924, p. 386],
cuencia, éste consiste en información en forma de opiniones y conjeturas.
La función del prejuicio es la de facilitar la segregación de grupos opuestos
La postura defendida por estos autores es coincidente con las del entre ellos [Young, 1945, p. 258].
sociorracionalism o (Gergen y M orawski, 1980), teoría generativa
(Gergen, 1982) y constructivismo (Gergen, 1985).
I
Estas dos formas ¡de conocimiento de las relaciones raciales difie­
De ser consecuentes con este argumento, y llevándolo hasta sus ren radicalmente. Mieittras que Floyd Allport da una explicación de
últimas consecuencias, la psicología social, así como todas las ciencias las diferencias raciales en función de la inferioridad de la raza negra,
sociales, debería desaparecer. Si nada permite distinguir el conoci­ Young encuentra que las diferencias entre ambas son fruto del prejui­
miento generado por el «hombre de la calle» del generado por un es­ cio social. De acuerdo con las diferentes versiones de la postura no
tudio psicosocial (cosa que en algunos casos no deja de ser cierta), la justificacionista (sociorracionalismo, enfoque constructivista, etc.),
propia disciplina queda en tela de juicio. La actitud más acertada, de defendida por Bar-Tal y Bar-Tal, no es posible distinguir cúal de las
seguir este razonamiento hasta sus últimas consecuencias, sería pedir dos interpretaciones de un mismo problema, en nuestro caso las dife­
que se cerrasen todos los centros donde se enseñan “ciencias socia­ rencias raciales, es la verdadera, ya que ninguno de los argumentos
les”. Una crítica a este tipo de razonamiento la encontramos en un que forman el razonamiento de ambos psicólogos puede ser probado
brillante, aunque poco conocido, artículo de Lazarsfeld (1949). En él, o rechazado. En conclusión, el conocimiento generado por ambas
el autor describe seis proposiciones de «sentido común» relativas a líneas de pensam iento revelaría formas de conocim iento igual de
diferentes aspectos del estudio de Stouffer y otros, The American erróneas o igual de verdaderas, puesto que cualquier «hipótesis puede
Soldier (1949). Ninguna de las proposiciones enunciadas encontró ser verificada o falsada» (Gergen y M orawski, 1980).
verificación empírica. Al contrario de lo esperado, todas y cada una En resumen, no me parece correcta la afirmación de que no existe
de ellas fueron refutadas (véase Lazarsfeld, 1949, pp. 378-380). Sin ninguna autoridad o criterio que confirme o desconfirme nuestras
negar que los criterios de validación del conocimiento están sujetos a teorías tal y como supone la postura no justificacionista, y que tanto
cambios históricos, que el desarrollo del conocimiento se encuentra eco ha tenido en autores como Gergen (1982, pp. 108-109). Para este
D el in dividualism o a l subjetivism o. ¿ Una n u eva p sicología socia l? 93
92 J o s é Luis A lvaro Estramiana

principios metodológicos pueden ser apropiados en un contexto cu l­


psicólogo social, la contrastación empírica no es un criterio apro­
tural, en otro pueden no serlo. Se trata en definitiva de abogar por
piado de validación teórica, y propone una nueva forma de validación
una pluralidad teórica y m etodológica. La psicología social abarca un
del conocimiento consistente en comparar teorías alternativas en fun­
campo tan am plio de temas y situaciones que ninguno de los p resu­
ción de
puestos de una teoría puede abarcarlos en su totalidad. Esta visión se
aleja de todo relativism o al afirm ar que toda p ro p o sició n teórica
[...] su capacidad para poner en cuestión los principios esenciales de una cul­
tura, para indicar problemas fundamentales de la vida social contemporánea, puede ser contrastada con la realidad y que no toda explicación de la
para reconsiderar lo que se considera como ya establecido y en consecuencia realidad social es igual de correcta.
generar nuevas alternativas para la acción social.

La idea defendida en estas páginas es opuesta a la expresada, entre


otros psicólogos sociales, por Gergen o Bar-Tal y Bar-Tal, pues con­
sidero que es en últim a instancia esa misma realidad social la que
debe encargarse de corregir o confirmar el conocimiento de la misma.
Esto no quiere decir que dicha validación sea aproblemática, tal y
como queda reflejado en el capítulo metodológico. Los criterios ex­
puestos por Gergen no pueden ser un principio de validez del cono­
cimiento generado en ciencias sociales sino un objetivo de la propia
psicología social, independientemente de cúales sean los modelos teó­
ricos y prácticas metodológicas que utilicemos. En resumen, no se
trata de abogar por un empiricismo asistemático y meramente acu­
mulativo, pero sí de defender que todo desarrollo teórico debe ser
validado mediante su contrastación con la realidad. La posición sos­
tenida en este libro es contraria, tanto al relativismo en ciencias socia­
les, como a la pretensión de establecer una ciencia única resultado de
la acum ulación del saber y cuya pretensión final sea el estableci­
miento de leyes universales del comportamiento, tal y como se des­
prende de la idea de algunos psicólogos sociales, quienes señalan
como la principal debilidad de la disciplina su incapacidad para haber
constituido una teoría genérica compuesta por proposiciones que
puedan ser falsables y enfocada al estudio de efectos de carácter acu­
mulativo (véase Pettigrew, 1991). Frente a ambos extremos, es posi­
ble defender una posición según la cual todo conocimiento debe ser
contrastado con la realidad, al tiempo que se propugna que no exis­
ten teorías correctas y teorías incorrectas, tal y como es defendido
por el enfoque contextualista en psicología social (véase Axsom,
1989; McGuire, 1983). Al mismo tiempo, es necesaria una perspectiva
transcultural e histórica para darnos cuenta no sólo de la imposibili­
dad de establecer una ciencia unificada generadora de principios uni­
versales, sino también de que, mientras unas explicaciones teóricas y
6. EL MODELO ESTRATIFICADO DE LA A CCIÓ N El m od elo estratificado de la a cción y en foq u es teóricos afines 95
Y ENFOQUES TEÓRICOS AFINES. PROPUESTAS
PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL para centrarse en lo que Giddens (1982, p. 180) denomina consecuen­
cias no intencionadas de la acción social:

La historia no es un proyecto intencional. Toda actividad intencional tiene


lugar en el contexto de instituciones sedimentadas a lo largo de extensos pe­
riodos de tiempo. Las consecuencias no intencionadas de la acción son de
una trascendental importancia para una teoría social, especialmente en la me­
dida en que son incorporadas sistemáticamente en el proceso de reproduc­
ción de las instituciones.

La polémica entre las concepciones derivadas de las nociones de ac­ El modelo estratificado de la acción propuesto por Giddens y re­
ción humana y estructura es interesante no sólo desde un punto de tomado por otros autores como Manicas (1982) es compatible con la
vista histórico, sino también desde la perspectiva de la explicación del concepción socioestructural del interaccionismo simbólico de Stry-
comportamiento humano. ker (1983), y que propone como modelo teórico para la psicología
Frente a la tradición que representan interaccionistas simbólicos social. En la visión del interaccionismo simbólico de Stryker, los sis­
como Blumer, o enfoques teóricos como la etogenia, la etnometodo- temas de significados que sirven de guía al comportamiento deben ser
logía o el enfoque dramatúrgico, encontramos los modelos estructu- interpretados en función de las divisiones sociales en clases y diferen­
ralistas, así como los enfoques funcionalistas del comportamiento hu­ cias de poder:
mano, predominantes hasta hace poco tiempo en las ciencias sociales.
De acuerdo con Giddens (1967/87), mientras que los teóricos de La idea de que se debe situar a las personas formando parte de relaciones en­
la acción social han centrado su atención en la reflexibilidad del com­ tre roles, determinadas por estructuras sociales más generales, al igual que la
idea más tradicional del interaccionism o sim bólico de que el com porta­
portamiento sin haber desarrollado ninguna idea de la estructura so­
miento de las personas esta mediado por el significado de la identidad perso­
cial, el estructuralismo y el funcionalismo tienden a caracterizar la
nal, de sí y de los demás, que deriva de la localización y de la interacción so­
conducta como el resultado mecánico derivado de un proceso de re­ ciales, todas estas ideas son las que tienen más importancia intelectual para la
producción de estructuras sociales preexistentes. Una polémica que, psicología social [Stryker, 1983, p. 59].
en parecidos términos, observamos entre las escuelas de pensamiento
conductista y cognitivista en el caso de la psicología. Más recientemente, el mismo autor (Stryker, 1991, p. 88) vuelve a
Las posturas representadas por ambos modelos teóricos no son hacer hincapié en su propuesta de una psicología social sociológica al
sin embargo incompatibles. Junto a una concepción del comporta­ afirmar que:
miento humano en la que se destaca el carácter intencional y proposi­
tivo del mismo y en la que los actores sociales tienen la capacidad de Claramente, concebir una estructura social significa admitir que existe una
dirección reflexiva de su acción y el conocimiento de las condiciones realidad social que va más allá de procesos psicológicos individuales y que
sociales en las que áquella se desarrolla, también es posible una inter­ condicionan a estos últimos de una forma importante. El reconocimiento de
pretación estructural en la que se tengan en cuenta los condiciona­ este argumento significa que hay que ir más allá de procesos psicológicos in­
mientos y constricciones institucionales que facilitan el cambio o re­ dividuales, por no mencionar los procesos de interacción social.
producción de la estructura social. Como indica Giddens (1967/87),
el dominio de la actividad humana es limitado; los hombres producen La perspectiva teórica de Stryker es muy semejante a la sociología
la sociedad, pero lo hacen como actores históricamente situados, no del conocimiento de Berger y Luckman (1967/79), para quienes la rea­
en condiciones de su propia elección. El concepto de estructura deja lidad está constituida por universos de significado compartidos so­
de tener así un contenido determinista o exclusivamente coercitivo, cialmente que, al institucionalizarse, controlan el comportamiento
96 J o s é Luis A lvaro Estramiana
El m od elo estratificado d e la acción y en foq u es teóricos afines 97

humano. En el enfoque construccionista de estos autores la sociedad


construccionista de Berger y Luckman (1967/79) o la perspectiva
sólo puede ser interpretada en la dialéctica entre realidad objetiva y
contextualista de Georgudi y Rosnow (1985), así como algunos as­
subjetiva. Como nos recuerda Eberle (1993, p. 12) en un oportuno pectos de la perspectiva dialéctica —como son su insistencia en un
artículo, en el que se argumenta la importancia de la sociología del co­ enfoque contextual e histórico, así como su consideración de la per­
nocimiento de estos autores para el desarrollo teórico de la psicología sona y el medio social como realidades no contrapuestas (Georgudi,
social: 1983; Martín-Baró, 1985)—, constituyen enfoques y nociones desde
los que es posible realizar un análisis no reduccionista de la conducta
La psicología no puede ser otra cosa que psicología social. Los mundos sub­
y la interacción social.
jetivos no pueden ser separados de los procesos en cuyo seno son construi­
dos, comunicados y mantenidos [...] las identidades personales no pueden ser
separadas de la estructura social en la cual son constituidas.

De una forma similar, Totman (1980) indica que la psicología so­


cial dejaría inacabado el análisis de la acción social si no analizase ésta
en términos de normas y seguimiento de normas. Su distinción entre
reglas constitutivas y reglas normativas es de un gran valor heurís­
tico. Las reglas constitutivas posibilitan el entendimiento de la con­
ducta en un contexto cultural específico. Las reglas normativas defi­
nen y dirigen la acción social, permitiendo ciertos tipos de conducta
y sancionando otros.
Ciertamente, la capacidad de dirección de la acción social y el co­
nocimiento que permite al actor dar razón de la misma —conciencia
discursiva— y llevarla a cabo —conciencia práctica— no se dan en un
vacío normativo. Una teoría psicosocial es incompleta en tanto no
considere las condiciones sociales en que viven las personas y su in­
fluencia en las creencias y comportamiento colectivos.
Más concretamente, una concepción de la conducta humana en la
que no se tengan en cuenta conceptos de carácter estructural puede
llegar a convertirse en una nueva forma de idealismo social. Como
nos recuerda Tajfel (1977, pp. 653-654):

Cualquier sociedad en la que haya diferencias de estatus, poder y prestigio


entre sus grupos sociales —y en todas las hay— nos sitúa en diferentes cate­
gorías sociales vitales en la definición de nosotros mismos. Dichas definicio­
nes que creemos compartir con otros son las que hacen que nos comporte­
mos de la forma en que lo hacemos.

En resumen, los modelos propuestos por Giddens, Stryker o


Totman, a los que se podrían añadir otros, como la propuesta de una
psicología social no reduccionista de M. Jahoda (1986 b), el enfoque
7. PERSPECTIVAS METODOLÓGICAS P erspectivas m etod ológica s en psicología social 99
EN PSICOLOGÍA SOCIAL
Polémica a la que no es ajena la psicología social, y que adopta la
forma de posiciones contrapuestas entre los partidarios y detractores
de posiciones dicotómicas expresadas por términos antónimos, como
los de técnicas cualitativas o cuantitativas, paradigma racional frente a
paradigma naturalista, explicación causal versus interpretación herme­
néutica, método hipotético-deductivo frente a método inductivo, mo­
delo ideográfico de explicación frente a modelo nomotético, etcétera.
Otro aspecto fundamental en la polémica acerca de la metodolo­
gía apropiada para la psicología social lo constituye la polarización
En páginas anteriores he tratado de exponer un análisis crítico de al­ existente entre los defensores y detractores del método experimental,
gunos de los enfoques teóricos sobre los que se ha ido constituyendo aspecto éste clave para entender el porqué de la llamada crisis en psi­
la psicología social, ofreciendo un conjunto de perspectivas desde las cología social, uno de cuyos pilares fue el cuestionamiento de dicho
que enmarcar el estudio de la conducta social. Estas consideraciones enfoque metodológico. Las páginas siguientes se centran en dos polé­
tendrían un carácter parcial si no se considerasen a un mismo tiempo micas que podríamos resumir en, por un lado, la contraposición entre
los aspectos metodológicos de la disciplina, pues si bien considero los enfoques cualitativos y cuantitativos y, por otro, la crítica al uso
acertada la ya conocida frase de Kurt Lewin de que no hay nada tan del experimento de laboratorio como paradigma metodológico para
práctico como una buena teoría, no es menos cierto que todo avance la psicología social.
teórico debe tener en la contrastación con la realidad que pretende
analizar su fuente de validación. Teoría e investigación son dos partes
de un mismo proceso: de reproducción y creación del conocimiento. I. TÉCNICAS CUANTITATIVAS VERSUS TÉCNICAS CUALITATIVAS
Queda implícito en la aseveración antes realizada un punto de vista
opuesto a la perspectiva de la teoría sociorracional (Gergen, 1982) y/o La característica fundamental de las técnicas cuantitativas en ciencias
constructivista del conocimiento en psicología social (Gergen, 1985) sociales es la creencia en la posibilidad de obtener un conocimiento
—que no tiene que ver ni con la crítica constructivista que McGuire objetivo de la realidad. Dicho conocimiento se caracterizaría por un
hace al empiricismo lógico tradicional ni con el enfoque desarrollado monismo metodológico según el cual los métodos de las ciencias na­
por Berger y Luckman—, según la cual no existe un conocimiento ob­ turales se consideran directamente aplicables al estudio de la realidad
jetivo de la realidad, pues éste responde a convenciones de carácter social. Como contrapartida, los partidarios de la utilización de una
lingüístico, considerando el método científico como una forma discur­ m etodología cualitativa señalan que los métodos utilizados en las
siva más. En realidad, si esto fuese así, debería admitirse que el conoci­ ciencias naturales son inapropiados para el estudio del com porta­
miento científico no es en absoluto superior al conocimiento religioso o miento social. Desde esta perspectiva se insiste en que el mundo so­
al de una secta. Como nos recuerda con agudeza Marsh (1982, p. 52): cial se diferencia del mundo físico en que el primero es construido en
la interacción social y que, por tanto, es una realidad de significados
N o debem os con fun dir un relativism o m o ral con un relativism o lógico y arg u ­ compartidos. Este énfasis en la realidad como construcción simbólica
m entar q u e, dado qu e es equiv o cad o co n sid e rar a un a c u ltu ra com o m o ra l­ hace que los partidarios de una metodología cualitativa enfaticen que
mente su p erio r a otra, es igualm en te equivocado d ecir qu e cu alq u ier explicación
la investigación debe tener por finalidad el estudio de lo social desde
sobre el m undo, desde la religiosa a la m ágica, tienen el m ism o tipo de estatus.
el punto de vista de los actores implicados. Así se expresa Cicourel
(1982, pp. 11 y 289) cuando afirma que:
Al igual que en el caso de los enfoques teóricos, la discusión en
torno a la metodología adecuada para las ciencias sociales constituye El arg u m en to g en eral, re p etim o s, es q u e q u iz á no p o d am o s co m p ren d er cuál
uno de los aspectos que ha suscitado y suscita una mayor polémica. será un m étod o ap ro p iad o p ara ex am in ar o v e rific ar una teo ría sin un a e x p li­
100 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 101

cación de cómo piensan, sienten y actúan las personas al ocuparse de sus Cuando hablamos de metodologías cuantitativas o cualitativas, estamos ha­
asuntos en la vida cotidiana [...]• La expresión cuantitativa de los resultados blando, finalmente, de un conjunto de premisas interrelacionadas acerca del
cosifica necesariamente los hechos de estudio, pero nuestras interpretaciones mundo social que son filosóficas, ideológicas y epistemológicas. Conlleva, en
—aun tras las habituales excusas y advertencias formales sobre su generali­ resumen, algo más que unas técnicas de recogida de datos.
dad y precisión— se toman como conclusiones positivas que se finge creer
válidas y repetibles. Así, se viene a hacer de la investigación algo concluso, en El problema surge, sin embargo, cuando se intenta especificar el
vez de una búsqueda de conocimiento sobre una época determinada. tipo de implicaciones que ambas metodologías conllevan. La utiliza­
ción de un tipo u otro de metodología no supone, necesariamente, la
En su versión contemporánea, esta posición crítica con respecto adscripción a todo un conjunto de postulados metateóricos o episte­
al uso de las técnicas cuantitativas tomaría como punto de referencia mológicos. Incluso es posible concebir un paradigma teórico en el
diferentes tradiciones de pensamiento, como son la fenomenología, que conviven paradigmas metodológicos y técnicas de análisis con­
especialmente a través de los escritos de Schutz, el interaccionismo trapuestas. El caso del interaccionismo simbólico y la contraposición
simbólico, el enfoque etnometodológico y la etogenia. Frente a las metodológica de las escuelas de Chicago y Iowa es ilustrativa. Así,
posiciones extremas de unos y otros encontramos una tercera posi­ por ejemplo, mientras que para Blumer (1982, p. 35) «la postura me­
ción que trataré de argum entar en las páginas siguientes, y que es todológica del interaccionismo simbólico es la del examen directo del
aquella que defiende la necesidad de considerar a ambos enfoques mundo empírico social», criticando la utilización de los tests de hipó­
metodológicos no como contrapuestos sino como complementarios. tesis y la operacionalización de variables, autores como Kuhn y
Dicho punto de vista sostiene que es en la definición del objeto de es­ M cPartland (1954) desarrollan, dentro de la teoría del interaccio­
tudio y de los objetivos de la investigación donde se configuran los nismo simbólico, un instrumento de medida de las actitudes hacia el
límites en la elección tanto del paradigma metodológico a utilizar yo — «Twenty Statements Test»— cuya descripción y contenido, así
como de las técnicas de análisis. Esta perspectiva parte, en defini­ como el análisis propuesto, se enmarcan en la orientación científica
tiva, del supuesto de que la utilización de diferentes recursos meto­ del naturalismo (véase M eltzer, Petras y Reynolds, 1975).
dológicos puede, en un mismo estudio, darnos una visión más enri- Las cuestiones anteriormente expuestas llevan a la conclusión de
quecedora de la realidad que se está estudiando. En resumen, el que si bien la utilización de un tipo específico de metodología, así
argumento principal que se desarrolla en las siguientes páginas es el como sus correspondientes técnicas de análisis, no puede desligarse
de que, aun reconociendo que las tradiciones metodológicas en las de ciertos supuestos epistemológicos y teóricos en los que se funda­
que se basan las técnicas de análisis cuantitativo y cualitativo hunden menta, tampoco implica una aceptación global de todos y cada uno
sus raíces en posiciones epistemológicas diferentes, no existe contra­ de los mismos. No debe extrañarnos, por tanto, que la utilización de
dicción alguna en utilizarlas de forma conjunta en la investigación un mismo enfoque metodológico parta de supuestos epistemológicos
social. divergentes e incluso contrarios, o que dos metodologías supuesta­
mente contrapuestas partan de un mismo enfoque teórico y episte­
mológico.

II. TÉCNICAS CUANTITATIVAS Y TÉCNICAS CUALITATIVAS:


¿SÓLO UN A CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA?
III. MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO VERSUS MÉTODO
Cabe señalar, en primer lugar, que la elección de un tipo u otro de INDUCTIVO. EL PAPEL DE LA TEORÍA
metodología es algo que tiene implicaciones que trascienden los as­
pectos puramente metodológicos. En este sentido creo acertada la La utilización de un método hipotético-deductivo puede ser conside­
opinión de autores como Rist (1977, p. 62), cuando señala que: rada como un supuesto derivado de la lógica positivista sobre la que
102 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 103

se erigen los estudios cuantitativos. Estos estudios tienen en dicho modelo hipotético-deductivo no es una prem isa necesaria de los estu­
modelo el eje sobre el que se establecen las diferentes fases de la in­ dios basados sobre una m etodología cu an titativ a. De igual form a,
vestigación científica. Según el mismo, todo proceso de investigación tampoco constituye una prem isa de los m étodos cualitativos la u tili­
debe seguir unas fases que irían desde la formulación de una teoría o zación de un modelo inductivo. Más aún, la discusión entre la supe­
modelo del cual poder derivar un conjunto de hipótesis em pírica­ rioridad de uno u otro modelo carece de fundam ento, pues todo es­
mente observables hasta la obtención de datos que remitirían a la teo­ tudio en ciencias sociales debe considerar a am bos como parte del
ría enunciada. Si bien este modelo es considerado como ejemplo de mismo proceso de investigación (véase Sarabia, 1992).
racionalidad científica, lo cierto es que, como nos recuerda Bryman
(1988), una gran parte de la investigación cuantitativa en ciencias so­
ciales no sigue dicha lógica, y en muchos casos no es la teoría la que
guía la investigación sino que es esta última la que sirve de guía a la IV. LA ACUMULATIVO)AD DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
teoría. Esto no quiere decir que se abogue por un empiricismo desli­
gado de toda formulación teórica. Como nos recuerda Marie Jahoda Una de las premisas sobre las que se asienta el positivismo es la creen­
(1989, p. 77): cia en la acumulatividad del conocimiento científico. De acuerdo con
la misma, el refinamiento metodológico y el perfeccionamiento de las
Concentrarse en la teoría es, ciertamente, una importante función de la inves­ técnicas de análisis llevaría a un conocimiento cada vez más preciso
tigación, pero no la única [...]. Más aún, la investigación orientada exclusiva­ de la realidad. Esta premisa parte de la idea de progreso aplicada a di­
mente por la teoría puede actuar en algunas ocasiones como una camisa de
cho conocimiento. Un ejemplo de esto lo constituyen los denomina­
fuerza para el pensamiento y la observación, siendo en parte responsable de
la falta de preocupación por la validez externa. dos meta-análisis. En ellos se pretende realizar una revisión de todos
los resultados obtenidos en un área de estudio específico con el fin de
A su vez, los que critican los enfoques cualitativos señalan que en llegar a una conclusión final sobre la misma. Dichos análisis se basan
éstos no se considera a la teoría como un antecedente del análisis em­ en la creencia de que el avance del conocimiento es el resultado de
pírico sino como una consecuencia del mismo. Se trata, en definitiva, una acumulación de evidencia empírica. Así, por ejemplo, al estudiar
de una crítica al modelo inductivo como inferior al hipotético-deduc- la asociación entre dos variables se tienen en cuenta todos los resulta­
tivo. Se olvida en esta crítica el hecho de que, al igual que muchos es­ dos obtenidos en diferentes estudios de los que se dispone de infor­
tudios realizados desde un enfoque cuantitativista no siguen dicho mación estadística. De esta manera, se pretende obtener la significati-
modelo hipotético-deductivo, numerosos estudios cualitativos parten vidad estadística media o magnitud de la asociación entre las variables
de marcos teóricos que guían la investigación, siendo la finalidad y, finalmente, dar una conclusión definitiva acerca de la existencia o
principal de los mismos comprobar el poder explicativo de las teorías no de asociación entre las variables consideradas. Si bien en este tipo
utilizadas, tal y como, de nuevo, nos recuerda Bryman (1988). En úl­ de análisis se emplean criterios selectivos en la elección de las investi­
timo análisis, la polémica está basada en una falsa contradicción entre gaciones que entran a formar parte del meta-análisis y se utilizan ri­
ambos modelos. Toda investigación incluye necesariamente ambos gurosos procedimientos estadísticos, el objetivo principal de los mis­
procesos, inductivo y deductivo, independientemente de que se trate mos es el resultado acum ulativo final. Si bien la acum ulación de
de un estudio cuantitativo o cualitativo. Desde este punto de vista, evidencia no es incompatible con la explicación de la variación de los
resulta irrelevante si el proceso de investigación se origina en la for­ resultados en estudios diferentes (véase Bangert-Drowns, 1986), pre­
mulación de un enfoque teórico o parte de la observación de la reali­ domina el intento de encontrar una tendencia central en los resulta­
dad para finalmente arribar a una teoría. La polémica es parecida a dos de un conjunto de investigaciones. Este objetivo relega, en el me­
aquella otra con que nos deleitaban cuando éramos niños sobre qué jor de los casos, a un segundo plano lo que debería ser tarea principal
era antes, si el huevo o la gallina. En resumen, la utilización de un del conocimiento: la contextualización sociohistórica de los resulta-
104 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 105

dos, antes que dar por confirmada o refutada una hipótesis o asocia­ samiento en ciencias sociales, y más específicamente en psicología so­
ción entre variables. cial. En ciencias sociales, podemos resaltar la posición de los fenome-
Podemos considerar a este tipo de análisis como una errónea me­ nólogos y, especialmente, la sociología de la acción de Max Weber.
táfora de la acumulatividad del conocimiento psicosocial. En psicología social, diferentes teorías enfatizan la importancia del
Ya en páginas anteriores ha quedado expuesta mi opinión acerca significado que los sujetos dan a su conducta. Tanto para los interac-
de la imposibilidad de establecer una ciencia social unificada o, lo que cionistas simbólicos como para las diferentes teorías “afines” (la
es lo mismo, establecer principios o leyes generales del com por­ etnometodología, la etogenia, etc.), éste es un aspecto central, p ri­
tamiento social. La utilización de una metodología cuantitativa no mándose una metodología cualitativa como la más apropiada para
supone, tampoco, una necesaria adscripción a este postulado del po­ captar el significado que los actores sociales dan a su conducta. Esta
sitivismo. Si bien hay que reconocer que en las tradiciones de pensa­ postura queda bien ejemplificada en la siguiente cita de Ibáñez (1990,
miento en las que se basan los métodos cualitativos se hace hincapié pp. 247-248), cuando afirma, refiriéndose a los enfoques cuantitativo
en los aspectos situacionales, la utilización de una metodología cuan­ y cualitativo, que:
titativa no es incompatible con una interpretación de la realidad so­
cial analizada en términos del contexto social y cultural-nacional en Es obvio que a partir del momento en que se está convencido de la importan­
el que se realiza la investigación. Ciertamente, éste no es un hecho cia que tienen las dimensiones simbólicas de lo social, y del papel que desem­
frecuente en psicología social (véase Bond, 1988; Marsh y Alvaro, peñan los significados, se llega lógicamente a la conclusión de que las técnicas
interpretativas son efectivamente las más adecuadas a la naturaleza del objeto
1990), pero no debemos interpretar esto como una consecuencia de la
social. El problema surge en la medida en que el significado es, por propia
metodología y técnicas de investigación dominantes, sino como un
definición, inaprensible en los formalismos necesarios para proceder a una
aspecto más del etnocentrismo que permea todos los aspectos de cuantificación.
nuestra vida social y a los que la psicología social, tanto americana
como europea —anglosajona al fin y al cabo—, no es ajena. Una con­ A mi juicio, la idea de que sólo la utilización de técnicas de aná­
cepción histórica tanto de la conducta social como de las formas del lisis cualitativo puede llevarnos a una comprensión de la conducta
conocimiento no es, en resumen, una cuestión que esté ligada necesa­
social no es correcta. Esta idea está basada, fundamentalmente, en
riamente a una u otra metodología.
dos supuestos erróneos. El primero se refiere a la idea de que la u ti­
lización de una metodología cuantitativa supone la imposición de
categorías del conocimiento que no se encuentran presentes en los
sujetos investigados. De esta forma, entre investigador e investigado
V. RAZÓN CAUSAL FRENTE A INTERPRETACIÓN
no sería posible establecer un conjunto de significados compartidos,
lo que invalidaría los resultados de la investigación. El segundo su­
La contraposición entre comprensión y explicación es otro de los ejes
puesto parte de la idea de que para comprender la conducta basta
centrales en la polémica sobre el método apropiado para las ciencias
sociales. En Dilthey (1833-1911), ya encontramos este dualismo en el con adoptar el punto de vista de los sujetos investigados. Además
que se sitúan las ciencias naturales y las ciencias sociales. Para este de los problemas que se derivan de adoptar ciertos puntos de vista
autor las ciencias del espíritu deben utilizar una metodología cuya fi­ (véase Billig, 1977), es poco acertado no tener en cuenta que las des­
nalidad sea la comprensión y no la explicación. Siguiendo esta tradi­ cripciones que una persona nos da de su comportamiento no tienen
ción del pensamiento, la psicología debería tener un carácter ideográ­ por qué ser necesariamente correctas, y no me refiero a que los su­
fico en el que el objetivo final fuese de carácter hermenéutico; revelar, jetos que forman parte de una investigación tengan la posibilidad de
en definitiva, a través de la observación, la subjetividad de los actores engañar al investigador, sino al hecho de que no siempre somos
sociales. Destacar la importancia del significado que los actores dan a conscientes del porqué de nuestros actos. La consciencia de los mis­
su acción es una característica común a diferentes tradiciones de pen­ mos está sujeta a condicionam ientos estructurales que, en ocasio­
106 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 107

nes, trascienden los relatos que los actores dan de su conducta. Esto La idea de que se conoce (con todas las reservas de verificación) la causa de
no supone ni despreciar las interpretaciones que los sujetos dan a un fenómeno desemboca en esta otra idea: que el mejor medio de validar este
conocimiento es hacer aparecer y producir un fenómeno, voluntariamente si
su acción ni considerar ésta como la única fuente válida de conoci­
puede decirse, introduciendo uno mismo, en un campo donde no está natu­
miento. Además, cabe señalar que los métodos cuantitativos no son
ralmente presente ni es empíricamente localizable, el hecho que se quiere de­
incompatibles con el estudio del significado que las personas inves­ mostrar que es la causa del fenómeno estudiado. Desde este ángulo, la valida­
tigadas dan a su propia acción (véase Bryman, 1988). Con respecto ción experimental de la prueba es siempre una acción: se trata de producir un
a la investigación cualitativa, tampoco es correcto afirm ar que su dato que de otra forma estaría dormido.
utilizació n es incom patible con el establecim iento de relaciones
de causalidad. Existen dos formas diferentes de llegar a establecer Una idea similar es la que expresa Fernández Dols (1990, p. 78)
las relaciones de causalidad entre los fenómenos sociales estudiados. cuando escribe que «el experimento es la única herramienta que, en
Los métodos cuantitativos enfatizan los aspectos metodológicos en último término, nos va a permitir construir modelos explicativos so­
el establecim iento de relaciones de causa-efecto entre variables. bre la realidad». Esta aseveración la podemos encontrar en numero­
Pero ésta no es la única forma de establecer dicho tipo de conexio­ sos manuales de metodología de nuestra disciplina.
nes entre variables. Las relaciones de causalidad también se pueden Es un hecho incuestionable que el desarrollo de los diseños expe­
establecer de forma lógico-discursiva. Tal objetivo no pasaría tanto rimentales ha tenido una influencia beneficiosa en el rigor metodoló­
por el control riguroso de variables como por la plausibilidad argu­ gico y en las precauciones que se deben tomar antes de inferir rela­
mentativa. Este es el caso, por ejemplo, de los análisis de carácter ciones de tipo causal entre variables. Sin embargo, no es menos cierto
histórico. Es posible llegar a establecer las causas que llevaron a la que los defensores del método experimental se olvidan de que la asig­
Revolución francesa sin que nos veamos tentados a confirmar nues­
nación aleatoria de sujetos no es la única forma de control de varia­
tros resultados con simulaciones experimentales. El establecimiento
bles. También es posible la igualación de los grupos en aquellas varia­
de relaciones de causalidad no es, por tanto, incompatible con nin­
bles relevantes en el fenómeno observado, reduciendo la posibilidad
de encontrar relaciones espúreas, el control de variables ex post facto
guna metodología en concreto. Lo que varía son las formas de esta­
blecer dichas relaciones. En resumen, si bien los métodos cuantitati­
(véase Blalock, 1971; Marsh, 1982, 1988), así como la aplicación de
vos ponen el énfasis en el análisis causal y los métodos cualitativos
técnicas de análisis multivariado, como el análisis de caminos. Estos
en el análisis interpretativo, ninguno es incompatible con ninguna
procedimientos nos permiten establecer la importancia de un con­
de ambas finalidades. Más aún, tal y como señala Weber, explica­
junto de variables en la varianza de una variable “dependiente”. Aun­
ción e interpretación, causa y significado, no son términos contra­
puestos sino parte de un mismo proceso de inteligibilidad de la ac­ que los diseños correlaciónales o transversales ofrecen serios proble­
ción social. mas metodológicos para poder establecer algo más que asociaciones
entre variables, la estructura misma de las variables consideradas y el
perfeccionamiento de las técnicas de análisis hacen posible el estable­
cimiento de teorías e hipótesis causales en diseños de investigación
VI. EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO. DISEÑOS EXPERIMENTALES no experimentales (Marsh, 1988; Saris y Stronkhorst, 1984). Además,
O DISEÑOS CORRELACIONALES los diseños longitudinales, en donde las observaciones de los mismos
grupos se realizan en diferentes momentos del tiempo, permiten eli­
Existe la creencia, muy extendida entre los psicólogos sociales de di­ minar los errores característicos de los diseños correlaciónales con
ferentes orientaciones teóricas y metodológicas, de que sólo con los respecto al establecimiento de inferencias causales entre variables.
diseños experim entales es posible establecer relaciones de causa- La polémica entre diseños correlaciónales versus diseños experi­
efecto, postulado fundamental en las ciencias naturales. A este res­ mentales debería dar paso a lo que hace ya tiempo Cronbach (1981)
pecto, Deconchy (1992, p. 331) señala lo siguiente: definió como una «disciplina unificada» en la que el estudio de las di­
108 J o s é Luis Alvaro Estramiana
P erspectivas m etod ológica s en psicología social 109

ferencias interindividuales propio de los análisis correlaciónales se


través de la asignación aleatoria de sujetos a las condiciones experi­
viese complementado con el estudio de las diferencias entre trata­
mental y de control, asegurándose de esta forma la no influencia de
mientos, así como con la interacción entre ambos tipos de variables.
otras variables que no sea aquélla que el experimentador pretende
manipular o, en el caso de los diseños factoriales, de aquellas varia­
bles independientes que el experimentador maneja. La validez in ­
terna de los experimentos constituye una premisa fundamental de los
VIL EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO: ¿UN PARADIGMA
mismos (Campbell y Stanley, 1982), pues, si ésta no es conseguida
METODOLÓGICO PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL?
por el experimentador, los otros tipos de validez dejan, a su vez, de
ser posibles.
La polémica sobre la adecuación o inadecuación del método experi­
Entre los factores que pueden afectar a la validez interna de los
mental en psicología social es uno de los temas sobre los que más han
experim entos cabe destacar dos. El prim ero, señalado por Orne
escrito los psicólogos sociales. Existen m ultitud de argumentos en
(1962), nos alerta sobre la posibilidad de que los sujetos experimenta­
pro y en contra de la utilización del experimento como paradigma
les puedan reaccionar frente a la ambigüedad del escenario experi­
m etodológico en psicología social (véase Aronson y otros, 1990;
mental en función del tipo de indicios que ellos creen observar en la
Campbell y Stanley, 1982; Jiménez Burillo, 1985; Leyens, 1982; M o­
rales, 1981 a; Sarabia, 1983; Harré y Secord, 1972; Manstead y Semin,
propia situación experimental, es decir, en función de las característi­
cas de la dem anda. El segundo factor es indicado por Rosenthal
1988, etc.). Hasta el momento, dicha polémica sólo ha servido para
(1966), quien señala que tanto las características personales del inves­
que se haya producido una mayor apertura metodológica y para que
tigador como las expectativas del mismo pueden incidir en la obten­
entre los psicólogos sociales exista una m ayor preocupación por la
ción de resultados acordes con sus hipótesis. En realidad, las críticas
utilización de diseños correlaciónales así como por el empleo de en­
que se derivan de los problemas de reactividad de los sujetos experi­
foques cualitativos. Pese a todo, el experimento de laboratorio sigue
mentales, señalados por Orne y Rosenthal, no han supuesto un aban­
teniendo un papel central en la psicología social contemporánea, in­
dono de la metodología experimental sino que, o bien han sido refu­
cluso entre los psicólogos sociales que podríamos considerar como
tadas por su falta de rigor metodológico (véase Clemente, 1992), o
críticos de la psicología social individualista (Doise, Moscovici, Taj­
bien han sido incorporadas a la lógica del experimento, haciendo que
fel, etcétera).
pasen a formar parte de variables que hay que controlar con el fin de
Dos son los objetivos fundamentales de los experimentos de la­
que no alteren las características y objetivos de la situación experi­
mental (véase Collier y otros, 1991; Morales, 1981 a). Otra de las crí­
boratorio: contrastar hipótesis y establecer relaciones de causalidad
entre las variables. Estas dos cuestiones son las que guían el proceso
ticas a la validez interna es la que señala la incapacidad de los experi­
de investigación psicosocial llevado a cabo en el laboratorio. Con
mentalistas para replicar los resultados de sus experimentos (Ibáñez,
relación a dichos objetivos surge el problema de la validez experi­
1990). En efecto, la posibilidad de replicar los resultados constituye
mental. Más concretamente, los psicólogos sociales que utilizan esta
un elemento de vital importancia para verificar la validez interna del
metodología se plantean, además de la validez de constructo o equi­
experimento. El problema surge ante la imposibilidad de replicar di­
valencia entre las concepciones teóricas de las variables y su opera-
rectamente un experimento, es decir, reproducir de forma exacta las
cionalización, dos tipos de validez: interna y externa. Algunos auto­
condiciones en que se produjo. Toda réplica es, por tanto, sistemática
res in clu ye n un tercer tipo de v alid ez d ife re n c ia d a de las dos
(véase Aronson y otros, 1990). Es decir, a lo sumo supone un reflejo
anteriores y que denominan validez ecológica (M orales, 1981¿í ). Por
de aquella situación experimental con la que se pretende comparar. El
validez interna, los experimentalistas entienden el hecho de que las
problema surge a la hora de interpretar los resultados de los experi­
variaciones observadas en la variable dependiente sean una conse­
mentos que sirven como réplica y compararlos con los obtenidos en
cuencia de las manipulaciones realizadas sobre la(s) variable(s) inde­
el experimento original. En el caso de que obtengamos unos resulta­
pendiente^). La consecución de dicha validez interna se consigue a
dos iguales en ambos casos, el experimentador no puede estar seguro
110 J o s é Luis A lvaro Estramiana
P erspectivas m etod ológica s en p sicología social 111

de si dicha igualdad se debe a una confirmación de los resultados ob­ falta de «realismo experimental» como en su representatividad social
tenidos en el primer experimento o a los cambios introducidos en la o «realismo mundano». En la lógica que rige la metodología experi­
nueva situación experim ental. Por otro lado, y tal y como señala mental, este último aspecto está relacionado con un tercer tipo de va­
Popper (1962), la confirmación de resultados no prueba una hipótesis lidez: la validez ecológica. Esta se refiere a la representatividad de la
o teoría sino que ésta se establece a través de un proceso de falsación situación experimental, es decir, a la simetría alcanzada entre las ca­
deductiva. Esta observación, si bien no es, en absoluto, incompatible racterísticas del medio experimental y las características del medio
con la lógica experimental, en numerosas ocasiones es ignorada en los social al que aquél representa. Dejando a un lado la de por sí proble­
experimentos de psicología social. mática distinción entre validez externa y ecológica (véase Morales,
Lo dicho anteriormente sobre la validez interna nos lleva directa­ 1981 a), ambas se refieren a una misma cuestión: la de la representati­
mente a considerar la validez externa de los experimentos, la cual se vidad de los resultados obtenidos en las condiciones definidas por la
refiere a la posibilidad de generalización de los resultados derivados práctica experimental.
de la situación experimental. Toda situación experimental será real si es percibida como real
De las amenazas a la validez externa del experimento señaladas por los sujetos experimentales, pero la situación experimental, tanto
por Campbell y Stanley (1982), dos son especialmente relevantes en si se realiza en el laboratorio como en un medio natural, siempre es­
los estudios de psicología social experimental. La primera hace refe­ tará sujeta a las condiciones de control impuestas sobre los sujetos
rencia a los efectos de interacción de los sesgos de selección y la del experimento. En dichas condiciones, no queda más que asumir
variable experimental. La segunda, a los efectos reactivos de los dis­ que se han escogido las variables pertinentes y que todo lo que queda
positivos experimentales. En el primer caso, la duda acerca de la posi­ marginado de la situación experimental es irrelevante. Este es un pro­
bilidad de extrapolar los resultados experimentales a otras poblacio­ blema que ni el experimento de laboratorio ni la experimentación en
nes es consecuencia de los sesgos introducidos por el experimentador un medio social pueden resolver, pues es el control de toda situación
en la selección de los sujetos experimentales. Un número considera­ social externa a la situación experimental la premisa fundamental de
ble de estudios experimentales utilizan como sujetos de observación a dicho enfoque metodológico.
estudiantes universitarios. Los resultados obtenidos en dichos estu­ Conviene resaltar, con respecto a la validez externa, que para al­
dios pueden ser una consecuencia de la interacción entre las caracte­ gunos destacados psicólogos sociales su planteamiento carece de sen­
rísticas particulares de estos sujetos y las variables experimentales, tido, pues los experimentos de laboratorio no pretenden ser repre­
con lo que cualquier generalización a otros grupos poblacionales sentativos de la realidad sino tan sólo servir de contraste empírico de
estaría fuera de lugar. En otros casos, la participación voluntaria modelos teóricos. A sí se expresan, por ejemplo, Doise, Deschamps y
de los sujetos experimentales arroja serias dudas sobre la posibilidad de M ugny (1985, p. XXIII) cuando afirman que:
obtener conclusiones que vayan más allá de los límites del laborato­
rio. La segunda amenaza a la validez externa del experimento radica Grisez describe certeramente una consecuencia importante de esta concep­
en la propia artificiosidad de la situación experimental. Autores como ción de la situación experimental: [...] no se trata de reproducir en el labora­
Harré y Secord (1972) han señalado la imposibilidad de reducir la torio, a escala reducida, las condiciones exactas de situaciones reales [...]. Es
complejidad de la vida social a su representación experimental. Esta decir, lo que se simula no es la realidad social, sino una teoría de esta reali­
artificiosidad experimental puede provocar que las reacciones de los dad, de tal forma que ante una experiencia no debemos preguntarnos si
representa bien la realidad, sino qué teoría se supone que representa y si la
sujetos que participan en la situación experim ental se deban a la
representa bien.
misma situación experimental. Ciertam ente, en la medida en que
se sigan realizando experim entos de laboratorio, éstos seguirán
Esta afirmación no deja de sorprender si tenemos en cuenta que si
formando parte de la realidad, tal y como reclaman autores como
el experimento de laboratorio sirve para contrastar una teoría, sirve,
Zajonk (1989); tan parte de la realidad como los barracones de un
cuartel, una discoteca o un bar. La diferencia no estriba tanto en su en definitiva, para confirmar o refutar aquella parte de la realidad a la
112 J o sé Luis A lvaro Estramiana
P erspectivas m etod ológica s en p sicología social 113

que dicha teoría se refiere. Si se entiende por teoría un conjunto arti­


culado de explicaciones acerca de la realidad social, entonces el expe­ rácter práctico o ético, me llevan a discrepar de autores como Fer­
rim ento de laboratorio se refiere a la realidad social, con lo que el nández Dols (1990, p. 78), quien señala que «el objetivo final, la acti­
problem a de la validez externa del m ism o sigue siendo un aspecto vidad por excelencia de cualquier científico o protocientífico, es sin
ineludible. duda el experim ento». Entre esta afirm ación y la de B illig (1989,
Incluso admitiendo la afirmación extraída del libro de Doise y p. 302), para quien «todos los paradigmas experimentales limitan el
otros (1985) como correcta, la controversia sobre la adecuación del desarrollo teórico», cabe un punto de vista intermedio.
método experimental para contrastar una teoría sigue abierta entre En resumen, el experimento de laboratorio está sujeto a lim ita­
los psicólogos sociales, como podemos comprobar por esta cita de ciones y tiene como cualquier metodología sus ventajas y sus incon­
Ibáñez (1991, p. 63): venientes. Pese a las consideraciones contrarias de algunos experi-
mentalistas (véase Turner, 1988), la extrapolación a la vida real sigue
Los experimentos tienen ciertamente una utilidad, pero ésta queda limitada a constituyendo un objetivo ineludible de todo científico social. En re­
sugerir “ideas” para la investigación, o a comprobar si alguna hipótesis me­ lación con esta última consideración cabría incluir en los diseños ex­
rece ulteriores desarrollos, y nunca para demostrar la legitimidad de determi­ perimentales un tipo de validez a la que los experimentalistas prestan
nados planteamientos teóricos, ni para demostrar que se tiene razón en de­
poca atención, como es la validez histórica de sus conclusiones. En
fensa de una postura teórica.
cualquier caso, el hecho de que muchos aspectos de la realidad social
queden marginados de la posibilidad de un estudio experimental hace
Si hacemos un breve repaso histórico de la disciplina, nos encon­
que ni situándonos del lado de los defensores a ultranza del uso del
tramos con que los resultados de experimentos tradicionales como
experimento de laboratorio sea posible argumentar que dicha meto­
los de Asch, Sheriff, Milgram o Festinger han sido objeto de poste­
dología es la meta final de todo científico social, o que del hecho de
riores reinterpretaciones teóricas (véase G risez, 1977; M oscovici,
que sea posible f 1 estudio experimental de un problema social se de­
1976/81; Pennington, 1988; Sarabia, 1983), lo que viene a indicar que
rive la necesidad o conveniencia de estudiarlo experimentalmente. Lo
el rigor metodológico de los diseños experimentales no presupone
una correcta interpretación teórica. Como nos recuerdan Elejaba- mismo que ocurre con las teorías en psicología social, los métodos no
son ni buenos ni malos en sí mismos, sino en la medida en que con­
rrieta y Wagner (1992, p. 237):
tribuyen a arrojar luz sobre la realidad social que pretendemos expli­
[...] la identificación de una formulación experimental correcta con una for­ car, en la medida en que nos ayudan a comprender y actuar sobre
mulación metodológica válida conduce, no sólo a un debilitam iento de la aquellos problemas que preocupan a las personas. En definitiva, el ri­
concepción metodológica en sentido amplio, sino también a eludir y camu­ gor metodológico, tanto en los diseños experimentales como en los
flar la fundamentación teórica bajo los criterios de validez experimental. correlaciónales, es un prerrequisito para la ciencia, pero son los mo­
dos de teorizar los que dan lugar al conocimiento científico (véase
De lo dicho anteriormente no debe extraerse como conclusión Sloan, 1994).
que la experimentación sea inútil o irrelevante como forma de inves­ No quisiera finalizar este apartado dedicado a la metodología sin
tigación social. Experimentos como los de Asch, Sheriff, Milgram o referirm e a la reflexión histórica que realiza House (1991, p. 49)
Festinger han contribuido al desarrollo de la disciplina utilizando cuando nos recuerda que:
como herramienta de trabajo este instrumento metodológico. Lo que
he querido señalar son algunos de los problem as del experimento Para la psicología social, el periodo que va de 1930 a 1960 fue un periodo de
como instrumento de análisis de la realidad social. Dichos problemas, innovación teórica y metodológica, utilización práctica y considerable uni­
unidos a la imposibilidad de estudiar diferentes aspectos de la reali­ dad e integración entre y a través de los límites de la disciplina. Psicólogos
dad social mediante el experimento de laboratorio por razones de ca­ sociales provenientes de la sociología o la psicología colaboraron entre ellos
y con otros científicos sociales utilizando encuestas, experimentos y observa­
114 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en p sicología social 115

ción natural para estudiar un amplio conjunto de problemas tanto de la vida como los argumentos racionales. En este sentido estoy convencido de que el
civil como militar. eclecticismo metodológico no produce efectos tan negativos como los que
resultan del eclecticismo teórico o epistemológico.
Recuperar ese espíritu, nos recuerda House (1991), es todavía
hoy una buena forma de dar respuesta a alguno de los interrogantes En definitiva, la psicología social por la que se aboga en este libro
que dieron lugar a la crisis de la psicología social. considera que es la utilización de una metodología plural la única vía
de desarrollo del conocimiento psicosocial.

VIII. REFLEXIONES FINALES PERO INACABADAS


EN TORNO A LA METODOLOGÍA

Por lo expuesto hasta aquí, queda clara la postura defendida en este


libro de la no incompatibilidad entre los diferentes enfoques o dise­
ños m etodológicos. Reconocer que los diversos enfoques, tanto
cuantitativos como cualitativos, arrancan de posiciones epistemológi­
cas diferentes, no significa asumir que cualquier investigador que uti­
lice uno de ellos necesariamente tenga que adscribirse a todos los
postulados implicados en las posiciones epistemológicas desde los
que emergen. Por otro lado, las críticas cruzadas entre cuantitativistas
y cualitativistas deberían servir para apreciar mejor las limitaciones
de cada método en particular (Stephan y otros, 1991). Mientras que la
investigación cuantitativa ha supuesto un considerable avance en la
reflexión sobre aspectos de la investigación tan fundamentales como
la medición, control de las variables y representatividad, los estudios
cualitativos nos alertan sobre la importancia del lenguaje y de la co­
municación, y abren una nueva perspectiva de comprensión de lo hu­
mano, al poner el énfasis en el análisis de la realidad social desde el
punto de vista de los propios sujetos investigados. Sólo la pluralidad,
tanto en la metodología como en las técnicas de investigación, puede
llevarnos a un conocimiento más profundo de la realidad analizada
(véase como ejem plo el estudio de Jah o da, L azarsfeld y Zeisel
1933/72).
Las ideas expuestas con anterioridad pueden quedar resumidas en
la siguiente opinión de Ibáñez (1990, p. 238):

El determinante en última instancia del saber producido no radica tanto en


las características de los métodos utilizados como en la potencia, el rigor y la
adecuación del marco teórico y de los supuestos epistemológicos que guían
la investigación y que permiten interpretar tanto las observaciones empíricas
N otas fin a les a cerca d e las características y o b jeto d e la p sicología social 117
8. NOTAS FINALES ACERCA DE LAS CARACTERÍSTICAS
Y OBJETO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL subraya que toda conducta debe ser entendida en el contexto histó­
rico en que se produce, al tiempo que reconoce la influencia de los
condicionamientos socio-históricos en la construcción del conoci­
miento psicosocial. Esto significa no sólo dar cuenta de los aspectos
sociales que definen un periodo histórico, sino que lleva implícito el
reconocimiento de la necesidad de enfocar dicho estudio desde una
perspectiva transcultural (véase Bond, 1988). Desde este punto de
vista, la concepción histórica aquí propugnada coincide con la pers­
pectiva contextualista descrita por Georgudi y Rosnow (1985, p. 12)
cuando escriben que:
De manera m uy resumida, varias son las conclusiones que podemos
extraer del análisis crítico de los enfoques teóricos, prácticas metodo­ En psicología social, el énfasis en la variabilidad y el cambio nos sitúa en con­
lógicas y conceptos desarrollados en páginas anteriores. De ellos se tra de la creencia de que la conducta social puede ser explicada acudiendo a
deriva una concepción del devenir humano, y por tanto de la propia principios invariables o leyes inmutables de validez transcontextual. Por el
psicología social, de la que podrían extraerse las siguientes notas: contrario, afirma la relevancia de los contextos para nuestra comprensión de
En primer lugar, llamar la atención sobre los procesos colectivos, la acción humana [...] y señala la necesidad de especificar con detalle los con­
textos en los que se realizan ciertas afirmaciones acerca del conocimiento y la
sobre la importancia de no reducir la psicología social a los aspectos
verdad.
diádicos o individuales del comportamiento. El énfasis de la psicolo­
gía social psicológica en los procesos intra o interindividuales en de­
En tercer lugar, a pesar de periodos de crisis y poscrisis en la psi­
trimento de las relaciones intergrupales, y en los que la estructura so­
cología social contemporánea, sigue estando vigente la llamada de
cial e ideológica ha quedado bien relegada a un segundo plano o
atención realizada por diferentes autores acerca de una psicología so­
simplemente ignorada, constituye un lastre para el estudio de aspec­
cial más preocupada por los aspectos sociales. Y al decir sociales
tos colectivos del comportamiento humano. El énfasis puesto en los
quiero decirlo en un amplio sentido, es decir, una preocupación ma­
procesos intrapsíquicos nos da un conocimiento sesgado de los pro­
yor por el contexto social, en el cual se incluyen aspectos económi­
cesos de interacción social. Los procesos de comunicación e influen­
cos, políticos e ideológicos hasta ahora bastante descuidados (véase
Fraser, 1980; House, 1991; M artín-Baró, 1985; Montero, 1994a\ To­
cia social no pueden ser entendidos más que como elementos consti­
tutivos de la in teracció n so cial. Del m ism o m odo, el estu d io
rregrosa, 1982). El consejo de Evans (1976, citado en House, 1991)
situacional de la interacción es ininteligible si no se sitúa en el con­
para lograr una psicología social innovadora es tan sencillo como cla­
texto más amplio de la estructura social (véase Stryker, 1991). En este
rividente:
sentido tiene interés la contribución de Doise (1980) al indicar la po­
sibilidad de integrar diferentes niveles de explicación que van de lo [...] si se me fuerza a dar un consejo, yo diría que la investigación debe orien­
intraindividual e interindividual a la consideración de la posición so­ tarse a la resolución de problemas; sigue tu instinto allá donde te guíen los
cial de los actores y la influencia de la ideología. problemas. Entonces, si surge algo de interés y que requiere técnicas y cono­
En segundo lugar, se hace necesario añadir un quinto nivel de ex­ cimiento con los que no estás familiarizado, apréndelo.
plicación a los ya establecidos por Doise. Me refiero al nivel histó­
rico. La consideración histórica del comportamiento humano no su­ En cuarto lugar, indicar la necesidad de una psicología social con-
pone necesariam ente un apoyo al relativism o propugnado por textual. La psicología social tal y como se ha desarrollado hasta nues­
Gergen (1973), según el cual la psicología social no es más que un tros días es un producto del contexto de las sociedades occidentales
conjunto de relatos de historia contemporánea. La concepción del avanzadas (véase W exler, 1983; Martín Cebollero, 1988). Los psicó­
comportamiento humano como histórico no supone, tampoco, negar logos sociales tendemos con demasiada frecuencia a validar o invali­
la posibilidad de un conocimiento científico de la conducta, sino que
J o s é Luis A lvaro Estramia-na Notas fin a les acerca d e las características y o b jeto d e la psicología social 119

dar un paradigma teórico sin tener en cuenta el contexto social en explicada por cada uno de los procesos mediadores [...]. Un diseño de inves­
que dicho paradigma es aplicable. Nos adscribimos a una u otra teo­ tigación que incluya variables de interacción provenientes cada una de ellas
ría como si fueran marcos de comprensión válidos para cualquier cul­ de una teoría diferente es un ejemplo del valor heurístico de un enfoque con­
tura y periodo histórico. La psicología social no es un cuerpo reifi- textualista.
cado de saberes, sino que tanto en sus temas de estudio como en la
aplicación teórica e investigación empírica debe ser guiada por la rea­ De lo dicho anteriormente no se deduce que sea imposible criti­
lidad que pretende explicar (véanse a este respecto los diferentes ar­ car unas u otras teorías o establecer principios teóricos que guíen
tículos de psicólogos sociales latinoamericanos incluidos en Páez y nuestra investigación. Esta perspectiva, que M cGuire (1980, p. 77)
Blanco, 1994). define también como constructivista, no niega la utilidad del análisis
La principal razón de este olvido o no consideración del contexto empírico: «El constructivismo afirma que todas y cada una de las di­
social reside en una concepción y utilización específica del empiri- ferentes teorías que existen son verdaderas y que el trabajo empírico
cismo lógico aplicado al diseño experimental, caracterizada por la revela bajo qué condiciones son verdaderas».
utilización de un enfoque hipotético-deductivo en el que predomina La defensa de esta perspectiva supone la defensa de un pluralismo
la lógica de la verificación de hipótesis. Esta situación ha llevado a teórico: pluralismo necesario, pues contribuiría a superar los diálogos
la psicología social a centrar su interés en comprobar la plausibilidad de sordos y polémicas estériles que, en ocasiones, surgen en este área
de la teoría sobre la que el investigador experimental desarrolla sus de conocimiento, al garantizar la posibilidad de una crítica externa, es
hipótesis. Frente a este tipo de orientación, nos encontramos con decir, la crítica de un paradigma teórico desde los postulados de otros
perspectivas metodológicas contrapuestas, como es el caso del enfo­ paradigmas teóricos (véase Munné, 1991, 1993).
que contextualista. Como nos indica Axsom (1989, pp. 54-55): Conviene reseñar aquí que la perspectiva contextualista no es am­
pliamente aceptada, siendo objeto de numerosas críticas. Así, por
El rasgo fundamental de la perspectiva contextualista es su rechazo del estilo ejemplo, Páez, Valencia y Echevarría (1992a, pp. 46-47) escriben que:
de investigación de la lógica empiricista que caracteriza a una gran parte de la
psicología (así como a otras disciplinas). De acuerdo con el punto de vista de
Al margen de su valor como visión del mundo, el contextualismo no puede
la lógica empiricista, algunas teorías son correctas y otras son incorrectas. La
conformar la plataforma de un programa de investigación, a menos que la
clave está en diseñar pruebas empíricas cruciales que hacen posible distinguir
ciencia abandone su objetivo de reducir de lo particular a lo general y de
entre alternativas derivadas de teorías contrapuestas. Más que considerar a al­
crear un cuerpo organizado de conocimiento [...]. Por las limitaciones intrín­
gunas teorías como correctas y a otras como falsas, el enfoque contextualista
secas al contextualismo y por el hecho de que lo que falta es generalización
considera que la mayoría de las teorías son correctas en la medida en que nos
teórica —y no contextualización del conocimiento, ya de por sí bastante lo­
revelan aspectos importantes de la conducta humana.
cal e inductivo—, es por lo que creemos que esta alternativa no es correcta.
El análisis contextual estará más preocupado por determinar, no
la verificación de la teoría, sino el nivel de explicación alcanzado por A mi juicio, tanto si se parte de teorías generales como de alcance
teorías diferentes en contextos sociales diversos. El análisis empírico medio, la perspectiva contextualista sigue siendo válida. A cualquier
y la contrastación de la teoría con la realidad no tiene, por tanto, que desarrollo teórico no le queda otra opción que contrastar el nivel de
seguir, necesariamente, los postulados de una lógica verificacionista, generalidad obtenido en contextos sociales y culturales diversos.
preocupada por la exclusiva aceptación o rechazo de las hipótesis del Este punto de vista es, asimismo, compatible con una concepción
investigador, sino que debe indicar el grado de explicación alcanzado de la psicología social como una ciencia de carácter probabilístico. La
por los modelos explicativos propuestos. Tal y como indica McGuire pretensión de diseñar una psicología social a imitación del modelo
(1983, p. 27): positivista diseñado por las ciencias naturales ha llevado a considerar
la predicción del comportamiento como un objetivo irrenunciable de
Un conjunto diverso de procesos teóricos puede ser operativo con una gran la misma. Frente a esta concepción, en este libro se propone que el
variabilidad de una situación a otra en la proporción de la varianza común carácter contextualista e histórico de la psicología social es compati­
120 J o s é Luis A lvaro Estramiana Notas fin a les acerca d e las características y ob jeto d e la psicología social

ble con un análisis probabilístico del comportamiento. Dentro de históricas de la acción social como la actividad humana se convierte
esta perspectiva no se considera el término probabilidad en un sen­ en consciente e intencional (véase Manicas, 1982). Idea que coincide
tido ontológico sino como una propiedad de la situación. La adscrip­ con la concepción que de la psicología social tienen sociólogos como
ción a un enfoque constructivista —en el sentido dado por McGuire, Mannheim (1963, p. 258), cuando escribe que el comportamiento so­
no en el utilizado por Gergen— y la perspectiva probabilística, no cial no puede ser explicado suficientemente por intenciones subjeti­
sólo deben suponer una disposición por parte del investigador social vas, y añade que:
a adoptar diferentes marcos teóricos para la explicación de un pro­
ceso social, sino que significa también un compromiso con la realidad el error de los psicólogos introspectivos es el aislamiento de la experiencia
social que se está analizando. Ni los marcos teóricos, ni la metodolo­ del individuo del ambiente social e histórico, que da lugar a la ilusión de que
gía, ni el propio investigador pueden permanecer al margen del con­ la motivación subjetiva es la fuente final y fundamental de actos sociales.
texto social en que se inscribe su investigación. Como ejemplos para­
digmáticos de esta forma de entender la psicología social podríamos La defensa de una psicología social más social, hilo conductor en
citar la propuesta de investigación-acción de Kurt Lewin o el com­ las ideas expresadas en estas páginas, no significa invalidar el conoci­
promiso ideológico de Ignacio M artín-Baró. Desde este punto de miento tanto teórico como metodológico generado por la psicología
vista, la pretensión de una teoría global que incluya diferentes niveles social psicológica. No se trata, por tanto, de abogar por posiciones
de análisis me parece una pretensión desacertada. La posibilidad de que sociólogos como Martín López (1983) caracterizarían como hiper­
una ciencia social o psicosocial unificada sólo tiene sentido si es refe­ trofias del pensamiento sociológico. El énfasis que una psicología so­
rida a un mundo social unificado. Nuestro mundo social contempo­ cial sociológica pone en los determinantes estructurales del comporta­
ráneo se caracteriza por una multiplicidad de realidades sociales. Es miento no es contradictorio con la consideración de los aspectos
en el ámbito de ese caleidoscopio social, en el que las diferencias de individuales del mismo. En este sentido, la existencia de estereotipos
clase social, de género, religiosas, educativas, políticas, culturales etc., negativos entre los defensores y detractores de una y otra concepción
forman, en cada movimiento, las diferentes imágenes del mismo, de la psicología social supone una barrera que obstaculiza una mejor
donde debemos situar la validez de los marcos teóricos utilizados. comprensión de ambos enfoques (véase Stephan y Stephan, 1991).
En quinto lugar, en estas páginas se ha propuesto una concepción Los modelos teóricos a los que acabo de hacer referencia, si bien pro­
de la psicología social que es posible identificar con perspectivas teó­ venientes de una concepción más sociológica del comportamiento so­
ricas como las propuestas por Giddens con su modelo estratificado cial, constituyen un equilibrio entre las perspectivas psicológica y
de la acción, o las de Stryker con su interaccionismo simbólico es-
sociológica, salvando los determinismos en los que ambas concepcio­
tructuralista, o el modelo normativo de Totman. Todos estos mode­
nes pueden incurrir.
los teóricos confluyen en una perspectiva teórica que se aleja tanto de
En sexto lugar, la idea de que la realidad es simbólicamente cons­
una concepción aleatoria y autodeterminada del comportamiento hu­
truida no es incompatible con el reconocimiento del impacto diferen­
mano como de una idea mecanicista del mismo. Tal y como expresa
Marie Jahoda (1986 b, p. 28):
cial de diferentes medios sobre la conducta de los individuos. La idea
del hombre como sujeto activo de su historia individual y colectiva es
[...] la tendencia a dar forma a nuestra propia vida desde dentro hacia fuera una imagen prototípica de nuestra cultura occidental, pero incom­
opera dentro de las posibilidades y límites de las condiciones sociales que acep­ pleta en sociedades donde las necesidades más básicas no tienen una
tamos pasivamente y que determinan la vida desde lo externo a lo interno. cobertura generalizada. Por otro lado, sin negar que la realidad es
construida a través de nuestras acciones, cogniciones y estructuras
Resumiendo, el estudio de las propiedades estructurales de la ac­ simbólicas, no es menos cierto que éstas, a su vez, dependen de mar­
tividad humana es un requisito imprescindible en la construcción de cos de interpretación sedimentados en el desarrollo histórico de cada
la psicología social. Es identificando las condiciones estructurales e cultura. Lo que debe guiar al psicólogo social no es tanto la búsqueda
122 J o s é Luis A lvaro Estramiana Notas fin a les a cerca d e las características y ob jeto d e la psicología social 123

de principios universales como el estudio de la relación entre dichos consecuencia directa de la preocupación de los psicólogos sociales
marcos y las representaciones imperantes en ese momento histórico. por superar algunas de las barreras señaladas en la crisis. En el caso
En séptimo lugar, reclamar la conveniencia de un m ayor plura­ de la denominada psicologíajsocial europea, al menos, el balance es
lismo metodológico. El encapsulamiento de la disciplina en la lógica positivo. Varios hechos lo demuestran. En primer lugar, la reivindi­
experimental, o a lo sumo en una metodología cuantitativista, ha pro­ cación de una psicología social más social es uno de los elementos
vocado el que muchos temas de investigación, como por ejemplo la programáticos de esa psicología social europea. Tres teorías funda­
psicología de las masas u otros fenómenos de carácter colectivo, no mentales, como son la de la identidad social de Tajfel, la psicología de
hayan conocido el desarrollo de otros temas afines de investigación, las minorías activas y la teoría de las representaciones sociales, com­
como por ejemplo el de las minorías activas. La búsqueda de relacio­ parten esa preocupación por lograr una psicología social más social.
nes de causalidad ha llevado a una injustificada hipertrofia del experi- En segundo lugar, el predominio del experimentalismo ha dado paso
mentalismo, olvidándose que, desde un punto de vista estrictamente a una pluralidad metodológica cada vez más amplia. Por último, asis­
metodológico, la descripción de procesos de causalidad entre varia­ timos a toda una serie de estudios en los que la búsqueda de una rele­
bles diferentes no se consigue sólo dentro del laboratorio. Asimismo, vancia social es tenida en consideración. Sin traspasar nuestras fron­
se ha olvidado que cada objeto de análisis y el tipo de preguntas que teras, los estudios recientes de la psicología social española así lo
sobre dicho objeto nos hacemos deben guiar nuestra elección del mé­ demuestran. Véanse, por ejemplo, los estudios sobre el trabajo y las
todo más apropiado y que, en definitiva, el que un fenómeno social organizaciones (Peiró, 1992; Rodríguez, 1995), el desempleo (Alvaro,
pueda estudiarse experimentalmente no significa que dicho método 1992; Bergere, 1989; Blanch, 1990; Garrido Luque, 1992), el naciona­
sea el más apropiado para su estudio. lismo, (Ramírez Dorado, 1992), la salud mental (Alvaro, Torregrosa
Las conclusiones aquí expuestas deben ser interpretadas como y Garrido Luque, 1992; Páez, 1986) o la delincuencia femenina (C le­
una visión personal de la psicología social, en la que, implícitamente, mente, 1986), por reseñar tan sólo algunos de los múltiples ejemplos
han estado presentes algunos de los elementos que caracterizaron a la que es posible citar.
llamada crisis de la psicología social de los años setenta. El resultado Cabe preguntarse finalmente por el objeto de la psicología social.
de esa crisis es difícil de juzgar. Va desde las evaluaciones negativas A ello no se me ocurre mejor respuesta que la de hacer cada vez más
de Jiménez Burillo y otros (1992) y de Páez y otros (199 2b), en las inteligible y llevadero aquello que un excelente novelista como es
que se destaca que persisten algunos rasgos característicos que origi­ Carlos Fuentes, define como:
naron dicha crisis —como el individualismo, la insuficiente preocu­
pación teórica, o la indefinición del concepto y objeto de la psicolo­ un cruce de caminos entre los destinos individual y colectivo de hombres y
gía social—, a las visiones más optimistas, como la expresada por mujeres. Ambos tentativos, ambos inacabados, pero ambos narrables y míni­
House (1991), Collier y otros (1991), o por Montero (1994a), para mamente inteligibles si previamente se dice y se entiende que la verdad es la
quien desde los años setenta, y como consecuencia de la crisis de la búsqueda de la verdad.
psicología social, se ha venido gestando en la disciplina un nuevo pa­
radigma caracterizado por el énfasis en los aspectos históricos, dialéc­ Así veo yo la psicología social, cada vez más atenta a ese cruce de
ticos y simbólicos de la conducta humana, el interés por la ideología, caminos que, a pesar de los pesares,
el reconocimiento del carácter activo de las personas, la preocupación
no debe en ningún caso relevarnos de la tarea de seguir construyendo una
por el cambio y la resolución de problemas sociales, el estudio de
psicología social más coherente y sistemática, más auténticamente científica y
la vida cotidiana y la utilización de métodos alternativos de inves­ más sensible a los problemas reales con que se enfrentan los hombres concre­
tigación. tos de nuestros días [Torregrosa, 1982, p. 52J.
Resulta difícil evaluar la evolución de los elementos que origina­
ron dicha crisis, pero creo que el balance es en cualquier caso posi­
tivo. Algunas de las ideas expuestas en estas conclusiones son una
EPÍLOGO

Y así, hemos llegado al final. Final que no quiere ser más que un
punto y seguido en esta incursión por algunas de las avenidas de la
psicología social. A ti lector, sólo me queda agradecer tu paciente lec­
tura de estas páginas. Igual agradecimiento a todos aquellos que a lo
largo de estos años me han ayudado a superar la pereza o desgana
que a todos, o a casi todos, nos embarga cuando nos enfrentamos con
una cuartilla en blanco.
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J
ÍNDICE DE NOMBRES

Abranson, L., 42 Boas, F., 27


Adorno, T. W., 31 Bogardus, E. S., 26
A llport, F. H., X III, X IV, 15, 17, 23, Bond, M. H., 28, 88, 104, 117
24, 25, 26, 27, 50, 76, 91 Brown, R., 67
Allport, G. W., 2, 26, 79 Bryman, A., 102, 106
Alvaro, J. L., 88, 104, 123 Budilova, E. A., 4, 10
Antaki, Ch., 57 Buss, A. R., xvn
Ardrey, R., 22
Aristóteles, xvn Caballero, J. J., 38
Aronson, E., 36, 52, 108, 109 Campbell, D., 108, 109, 110
Asch, S., 30, 72, 87, 112 Canto, J. M., 73
Axsom, D., 92, 118 Carabaña, J., 40
Cicourel, A. V., 39, 99
Bandura, A., 29, 36, 37, 47, 48, 49, Clarke, D., 65
50 Clemente, M., 109, 123
Bangcrt-Drowns, R. L., 103 Codol, J. P., 60
Bar-Tal, D., X V , 83, 85, 86, 88, 90, Collier, G., XVIII, 1, 2, 22, 24, 27, 45,
91.92 53,60, 109, 122
Bar-Tal, Y., XV, 83, 85, 86, 88, 90, Cooley, C. H., 33
91.92 Crespo, E., 54, 79,81,87
Bartlett, F. C., 27 Cronbach, L. J., 107
Bem, D., 42, 52
Benedict, R., 27 Davis, K. E., 54, 55
Berger, P., 37, 76, 88, 95, 97, 98 Dazinger, K., 4, 8, 9
Bergere, J., 2, 123 De Cario, N., 65
Berkowitz, L., 29, 36, 50 Deconchy, J. P-, 106
Bezzy, J. W., 89 Deschamps, J. C., 68,111
Billig, M., 78, 87,105,113 Deutsch, M., 44
Blalock, H., 107 Dewey, J-, 33
Blanch, J. M., 42, 123 Di Giacomo, J. P., 78
Blanco, A., XIII, 1, 5, 10, 21, 26, 30, D ilthey, W., 104
118 Doise, W., 68, 74, 78, 108, 111, 112,
Blau, P., 42, 45, 46 116
Blumer, H., 17, 21, 33, 35, 39, 77, 94, Dollard, J., 29, 42, 47
101 Doob, L., 29
146 In d ice de nom bres 147
In d ice d e n om bres

D urkheim , E., 7, 8, 12, 13, 23, 75, Himmehvcit, H. T., 49 Leontiev, A. N., 63, 86 Munné, F., 3, 41, 42, 45, 49, 50, 84,
76, 77 Hofstede, G., 89 Lewin, K., 15,27, 30, 98, 120 119
Holt, E. B., 23, 24 Leyens, J. P., 60, 108 Murchison, C. M., 26
Eberle, T. S., 96 Homans, G. C., 42, 43, 44, 45, 46 Likert, R., 26
Echevarría, A., 57, 119 House, J. S., 113,114, 117,122 Lindzey, G., 36 New'comb, T. M., 27
Eibl-Eibesfeldt, I., 22 Hovland, C. I., 22, 23, 28, 42 Linton, R., 27 Nisbett, R. E., 57
Eiser, J. R., 51, 60, 80, 87 Howitt, D., 57, 58 Lorenz, K., 22
Ekman, P., 89 Huici, C., 52, 57, 61, 64, 66, 67, 68 Lück, H. E., 1, 4 Oakes, P. J., 69, 83
Elejabarrieta, F. J., 79, 112 H ull, C. L., 29, 47 Luckman, T., 37, 76, 88, 95, 97, 98 Orne, M. T., 109
Evans, 117 Lukes, S., 75 Ortega y Gasset, J., 10, 15, 16
Ibáñez, T., 1, 10, 32, 62, 79, 82, 109, Lumsdaine, A. A., 28 Osgood, C., 52
Farr, R. M., 4, 5, 8, 9,18, 78 112,114 Luria, A. R., 7, 63, 86 Ovejero, A., 15
Fernández Dols, J. M., 2, 3, 107, 113
Festinger, L., 30, 52, 53, 54, 112 Jackson, J. M., 28, 31 Manicas, P. T., 95, 121 Páez, D., 88, 118, 119,122
Fiske, S. T., 58, 87 Jahoda, G., 28, 85 Mannheim, K., 121 Palmonari, A., 74
Forgas, J. P., 59, 61 Jahoda, M., 27, 49, 68, 80, 96, 102, Manstead, A. S., 108 Park, R. E., 10
Fransella, F., 77 114, 120 Marsh, C., 88, 98, 104, 107 Parker, I., 65
Fraser, C., 26, 65, 79, 81, 117 James, W., 33, 81 Marsh, P., 87 Pasteur, L., 12
Freud, S., 10 Janis, I., 23, 42 Martín-Baró, I., 97, 117, 120 Peiró, J. M., 123
Friesen, W. V., 89 Jaspars, J., 9, 26, 65, 74, 79 M artín Cebollero, J. B., 117 Pennington, D. C., 57,112
Fuentes, C., IX, 123 Javaloy, F., 16 M artín López, E., 121 Pepitone, 23
Jiménez Burillo, F., XVIII, 17, 23, 37, M cD ougall, W ., X III, 3, 13, 14, 15, Pérez, J. A., 72, 73
Garfinkel, H., 38 42,108, 122 17, 19, 20 ,2 1,2 2, 23 Petras, J. \V., 32,35, 101
Garrido Luque, A., 123 Joas, H., 35 M cG uire, W . J., 92, 98, 118, 119, Pettigrew, T. F., 1, 92
Garzón, A., 16, 63 Jodelet, D., 78 120 Pinillos, J. L., 41
Gaskell, G., 16, 17,18, 76, 81 Jones, E. E., 54, 55 McPartland, T. S., 101 Platón, xvn
Georgudi, M., 89, 97, 117 Mead, G. H., 7, 8, 9, 15, 21, 22, 24, Popper, K. R., 110
Gergen, K., XV, XVII, 15, 53, 83, 84, Kantor, J. R., 26 27, 32, 33, 34, 35, 37, 62, 63 Potter, J., 65, 87
85, 87, 90,91,92, 98, 116, 120 Kellcy, FI. H., 23, 42, 43, 44, 54, 55, Mead, M., 27
Gergen, M. M., 83 56 Meliá, J. L., 1 Ramírez Dorado, S., 123
Giddens, A., 94, 95, 96, 120 Kelly, G. A., 77 Meltzer, B. N ., 32, 35, 40,101 Reynolds, G., 2, 22, 24, 45, 53
Goffman, E., 35, 36, 37, 39, 40, 41 Kerlinger, F. N., 81 Milgram, S., 16, 30,112 Reynolds, L., 32, 35,101
Grande, P., 58 Killian, L. M., 16 M iller, N. E., 29, 42, 47 Rist, R. C., 100
Graumann, C. F., xvn, 1, 8, 9, 12, Koch, R., 12 Minton, H. L., 2, 22, 24, 45, 53 Roda, R., 17,28
16, 23,27 Krauss, R. M., 44 Montero, M., 78 ,79,117, 122 Rodríguez, A., 16, 123
Grisez, J., 111, 112 Kroeber, A., 26 Morales, J. F., 42, 46, 47, 67, 68, 108, Rodríguez Pérez, A., 27, 43, 61
Kuhn, M. H., 35, 41, 101 109, 111 Rokeach, M., 31
Haines, H., 3 M orawski, J. F,, 1, 87, 90, 91 Rosa, A., 58
H arré, R., 38, 39, 40, 65, 87, 108, Laín Entralgo, P., 84 Moreno, J. L., 27 Rose, A. M., 35
110 Lamo de Espinosa, E., 40 Moscovici, S., 12, 15, 16, 17, 27, 30, Rosenthal, R., 109
Heider, F., 30, 31, 52, 54, 55, 56, 60, L az arsfe ld , P. F., 27, 28, 80, 90, 64, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, Roser, E., 87
77,87 114 81,82, 108, 112 Rosnow, R. L., 89, 97,117
Hewitt, J. P., 38 Lazarus, M., 4, 5 Mowrer, O. FL, 29 Ross, E. A., XIII, 3, 20, 22, 23
Hewstone, M., 57 Le Bon, G., 10, 11, 12, 15, 17, 23 M ugny, G., 72, 73, 111 Ross, L., 57
148 In dice d e n om b res

Rotter, J. B., 42 Thomas, W. I., 26, 33, 74, 79, 80


Thurstone, L. L., 26
Sampson, E. E., 51 Toch, FL, 16
Sangrador, J. L., 61, 63, 77 Torregrosa, J. R., 15, 47, 68, 80, 117,
Sarabia, B., 103, 108, 112 123
Saris, W., 107 Totman, R., 96, 120
Schutz, A., 37, 63, 100 Triplett, N., 2, 3
Sears, R. R., 29 Triandis, H., 89
Secord, P. F., 38, 108, 110 Turner, J. C., 66, 68, 69, 83, 113
Seligman, M. E. P., 42 Turner, R. H., 16, 39
Semin, G. R., 108
Sheffield, F. D., 28 U riz Pemán, M. J., 35
Sheriff, M., 27, 112
Shotter, J., 65 Valencia, J., 119
Sighele, S., 11 Van Avermaet, E., 73
Skinner, B. F., 43, 44 Vaughan, G. M., 3
Sloan, T. S., 113 Vigotski, L. S., 7, 63, 86
Smith, M. B., 28
Smith, P., 76 Wagner, W., 112
Stanley, J., 108, 109, 110 Walters, R. FE, 29, 47, 48, 50
Steinthal, H., 4, 5 Watson, J. B., 23, 33
Stephan, C. W., xvm , 114,121 Weber, M., 38, 63, 105, 106
Stephan, W. G., XVIII, 121 Weiner, B., 57
Stouffer, S. A., 28, 90 Wetherell, M., 65, 87
Strauss, A., 39 Wexler, P., 117
Stroebe, W., 67 Willer, D., 69
Stronkj^orst, H., 107 Wilson, E. O., 22
S tryk er, S., 36, 40, 41, 64, 95, 96, Wundt, W., xm , 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 15,
116,120 21,33

Tajfel, H., 64, 65, 66, 67, 69, 96, 108, Young, K., 91
123 Yudovich, F. I. A ., 63
Tannenbaum, P., 52
Tarde, G., 10, 11, 12, 13, 15 Zaiter Mejía, J., 84
T aylor, S. T., 58, 87 Zajonk, R. B., 1, 42, 59, 61, 62, 110
Tedeschi, J. T., 52 Zeisel, H., 27, 80, 114
Thibaut, J. W., 42, 43, 44 Znaniecki, F., 26, 74, 79, 80
Este libro está destinado tanto a estudiantes que se
acercan por primera vez al estudio de la psicología social
como a aquellas personas que tienen una formación previa
en la disciplina. Para los primeros, este texto ofrece, en un
estilo claro, un análisis histórico de los principales debates
teóricos y metodológicos en psicología social. Los
segundos, encontrarán en sus páginas un análisis con el
que poder confrontar sus propias concepciones y su
quehacer docente e investigador.
En resumen, este libro sirve de introducción crítica y
pretexto para un intercambio de ideas acerca de la
situación actual y perspectivas futuras de la psicología
social.
José Luis Alvaro es profesor de Psicología Social en la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la
Universidad Complutense de Madrid. Ha sido affiliated
lecturer de la Universidad de Cambridge. Es autor de
diversos libros, entre los que cabe destacar: Juventud,
trabajo y desempleo: un análisis psicosociológico, con José
Ramón Torregrosa y Joelle Bergere (Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social, 1989), Desempleo y bienestar
psicológico{Siglo XXI, 1992), Influencias sociales y
psicológicas en la salud mental, con José Ramón
Torregrosa y Alicia Garrido Luque (Siglo XXI, 1992), Análisis
de datos cpn SPSS/PC+ (Centro de Investigaciones
Sociológicas, 1995) y Técnicas de análisis estadístico en
ciencias sociales, con Alicia Garrido Luque (Complutense,
1995).

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