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René Descartes

Meditaciones acerca de la Filosofía Primera.


Segunda Meditación
Valeria Arias Olave
Juan Manuel Pinchao
Universidad del Valle

“(...) Yo soy, yo existo, es necesariamente verdadero


cuantas veces es expresado por mí, o con concebido por la mente”
(Descartes, 2009:83)

Para dar inicio a la exposición del texto de la Segunda Meditación de Descartes, partiremos
del hecho de que, en esta disertación, el filósofo intenta dilucidar si en el mundo existe algo de
lo que pueda decirse es cierto, o si, por el contrario, nada es más cierto que el que nada sea
cierto. En su célebre obra, Descartes busca llegar a la respuesta del “yo”, o al menos, a lo que
hace que seamos algo, y por ello introducirá la “duda metódica”. Esto lo pronuncia en virtud
de que no podemos tener la certeza de que nuestros sentidos nos acercan a la verdad, o si se
quiere, que éstos sean la condición necesaria para aseverar que conocemos al mundo en su
totalidad, y por esta razón, la duda metódica se trae a cuento, pues ella le permitirá a Descartes
a lo largo de su obra, poner de manifiesto el interrogante sobre la realidad del conocimiento,
una realidad que no es evidente simplemente por el hecho de que así nuestros sentidos lo
determinan.
Desde un principio, Descartes estaba en conflicto con las cosas que él hasta ese entonces
concebía como verdaderas. Él no descartaba la posibilidad de que sus sentidos (vista, tacto,
olfato etc.,) lo estuviesen engañando, y es por este motivo que optará por la duda metódica,
pues en últimas ésta es la que lo guiará a encontrar las respuestas que tanto le aquejan. Sin
embargo, las pistas para llegar a dichas soluciones se tornan algo confusas, debido a que, puede
existir un genio maligno que lo engañe constantemente, y puede que este genio se aproveche
de su fuerza para hacer que él considere verdadero el conocimiento que ha adquirido por medio
de los sentidos, cuando posiblemente puede que dicho conocimiento sea falso. A raíz de lo
anterior, Descartes toma un ejemplo ilustrativo: el problema del sueño. Resulta sumamente

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compleja la dicotomía existente entre el sueño vs la vigilia, ya que básicamente la pregunta
radica en (i) ¿Cómo puede saber él que cuando sueña en realidad está viviendo? pues
independientemente que éste sea un sueño, en él se representan imágenes vívidas con mucha
claridad, indistinguibles del estado de vigilia.
Según Descartes no puedo decir que soy cuerpo, pues dudo de este ya que no existe manera
directa de comprobación de las partes que componen lo que es mi idea de cuerpo. Sin embargo,
puedo decir que imagino un algo tal que mi mente lo llama cuerpo y posee ciertas extremidades
que imagino y que, a su vez, estas extremidades cumplen ciertas funciones, las cuales, sin
embargo, no son propias del cuerpo sino de la mente. Es decir, si puedo sentir con lo que
imagino son mis manos, si puedo oler, con lo que imagino es mi nariz, de estos actos
correspondientes sólo puedo estar seguro de ellos en tanto que los puedo pensar, en otras
palabras, sólo puedo estar seguro de que lo que hago lo hago en tanto que puedo pensar lo que
hago.
Ahora bien, podemos decir que, así como en la concepción platónica de la caverna, exista una
realidad que percibo, pero esta realidad me engaña o, más bien, existe un alguien (genio
maligno) que según Descartes es quien me engaña. De esta manera, tampoco puedo estar seguro
de lo que hago sólo porque lo pienso, pues puedo sentir algo que no existe al ser sólo una
creación de un superior que me engaña y que hace que imagine que lo sienta, así como puedo
oler algo que no existe sino sólo en tanto creación de mi mente que se ve afectada por el “genio”
que me engaña.
A manera de explicación de nuestro análisis anterior citaré un diálogo de la película The Matrix
el cual parece ser totalmente pertinente en este estudio, y es en el momento en que Neo se
encuentra esperando el llamado de la pitonisa para recibir su mensaje, un niño pareciera estar
doblando una cuchara con su mente, y en el momento en que invita a Neo a realizar la misma
acción le dice:


- No trate de doblar la cuchara. Es imposible. En vez de eso, sólo trate de darse cuenta
de la verdad.
- ¿Cuál verdad?
- Que la cuchara no existe.
- ¿La cuchara no existe?
- Y entonces verá que la cuchara no se dobla. Es sólo usted.


(The Matrix, 1999)

Pareciera entonces que nada de lo que está a nuestro alrededor y percibimos como real, lo es
en verdad. Y que muchos de los sucesos que transcurren en nuestra línea espacio-temporal son
simplemente “imaginaciones” o creaciones mentales que, en menor o mayor medida, son
autónomas. Es decir, y con esto trataré de exponer el punto de Descartes con respecto al “genio

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maligno”, existe la posibilidad de elegir sobre los sucesos que transcurren, al igual que es
posible elegir sobre los actos que realizamos, sin embargo, no es de todos posible elegir los
actos que realizamos.
Para Descartes, la existencia de un genio maligno que no sólo pinta una realidad engañosa a
nuestro alrededor, sino que a su vez manipula algunas de nuestras acciones mentales, o del
pensamiento, pareciera ser evidente en esta segunda meditación. Sin embargo, también hay
algo evidente en nuestro filósofo, y es la existencia de nuestra propia mente la cual, si bien
puede verse manipulada en su acto de pensar, es de todos claro que podemos pensar y que, por
tanto, la mente existe.
En el diálogo citado del filme encontramos que el niño le comunica a Neo que la cuchara, la
cual es un objeto de la “realidad” o, en otras palabras, del mundo exterior, no existe. Sin
embargo, le revela que en tanto la acción de “doblar” la cuchara por la cual se ve afectada la
idea de cuchara es un acto no correspondiente al mundo físico, pues la cuchara no existe en el
mundo físico, sino en el inteligible. Así pues, es nuestra mente la que, al moverse, “mueve” la
cuchara; y en tanto que es nuestra mente, somos nosotros quienes nos movemos, pues somos
nosotros los que existimos.
Ahora bien, con respecto al “genio maligno”, del cual poco nos hemos encargado en este
análisis. Podemos decir que, en Descartes, tal engañador puede manipular nuestra mente y
hacernos creer de manera magistral la existencia de una “realidad” que no existe. Y, en tanto
que es poderosísimo como así lo determina nuestro filósofo, está en todos lados y en todo nos
afecta. Sigamos la ejemplificación con otro diálogo de la película. El momento en que Morfeo
se dirige a Neo para contarle sobre aquella denominada Matrix que los ha engañado todo el
tiempo y de la que se tiene que liberar, la cual podemos asemejar directamente aquí con el
engañador de Descartes.


- La Matrix está en todos lados. A nuestro alrededor. Aún aquí, en este mismo cuarto.
La ves cuando miras por la ventana, o cuando enciendes el televisor. La sientes
cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el
mundo que te han puesto sobre los ojos para cegarte a la verdad.


(The Matrix, 1999)

Teniendo dos problemas como lo son el de los sentidos y el del sueño/vigilia, hay que sacar a
flote que las matemáticas y la geometría nunca podrán engañar, porque éstas, sin importar los
conflictos por los que Descartes se enfrenta, siempre serán verdaderas. Es importante
mencionar este aspecto, pues de lo único que no se puede dudar, es del fenómeno matemático
porque en sí contienen una verdad indiscutible.
Formulada una cuestión en la Primera Meditación, pasaremos a la segunda, donde Descartes
sale de un solipsismo, para pasar a la idea de Dios. No obstante, este cambio estuvo inmerso

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en la respuesta que el autor encontró en sí mismo, tal es la de que él es una substancia pensante,
y de lo único que no se puede dudar es de las matemáticas, y de que consecutivamente él es en
cuanto él piensa. (ii) ¿Cómo se puede dudar de la existencia del “yo” mientras éste esté
pensando?, (iii) ¿Acaso es posible no existir y pensar al mismo tiempo? La respuesta es no. Es
simplemente absurdo concebir la existencia fuera del pensar, pues el “yo” no puede no existir
y a la vez pensar, o viceversa. Son dos características inherentes al “yo” que no se pueden
separar la una de la otra.
Teniendo por sentado que cogito ergo sum (pienso, luego existo), Descartes tendrá una
dificultad para definir el pensamiento como lo que se constituye por aquellas ideas provenientes
de los sentidos. Para darle solución a dicho problema, surge el ejemplo de la cera:
(…) Tomemos por ejemplo esta cera: acaba de ser retirada del panal, aún no ha perdido
todo el sabor de su miel, retiene algo del olor de las flores de donde fue recolectada; su
color, su figura y tamaño son claros, es dura, es fría, es fácil de tocar y, si se la golpeara
con el dedo, emite un sonido; allí están, en fin, todas las cosas que parecen requerirse
para que un cuerpo pueda ser conocido de la manera más distinta (At.Vlll, 30).
Ahora bien, teniendo este ejemplo acordado por Descartes, la pregunta que inmediatamente
surge es: ¿Sigue siendo o no la misma cera a pesar de que ésta sufrió por fenómenos externos?
Para llegar a la respuesta de este inconveniente, es importante tener en cuenta que la cera está
constituida por unos modos, a saber: la forma, el color, la textura, la solidez, etc., y está también
constituida por una substancia material: altura, anchura, profundidad, entre otras., En la medida
que el “yo” por medio de los sentidos observa los modos y la extensión de la cera, en su mente
se formará la idea de ésta (a partir de un criterio mental), y esta idea es la que le va a permitir
considerar que la cera misma no es ni la fragancia, ni el olor, ni el color, pues a pesar de que la
cera haya cambiado todos estos modos, la idea de ella sigue presente en su pensamiento. Sin
embargo, esto no quiere decir que la cera haya desaparecido del todo, ya que sin importar que
sus modos se vieran alterados, sigue estando la substancia material, quiere decir, su extensión.
Si la cera se percibe con la mente según Descartes, la respuesta a la pregunta formulada
anteriormente, es que la cera sigue siendo la misma en cuanto al pensamiento que éste tenga
de ella, y a su substancia material, aunque sus modos hayan cambiado.
A manera de conclusión y siguiendo con las ideas planteadas, retomamos la pregunta
principal que es la que nos compete: ¿Qué es lo que existe para Descartes, y cuál es el criterio
de existencia? Pues bien, haciendo hincapié en el párrafo anterior, y trayendo a colación
algunas de las previas respuestas, lo que existirá para Descartes es todo aquello que puede ser
pensado y puesto en un criterio mental. Los cuerpos mismos, con todo lo que concierne a su

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substancia material y modos, pueden manifestarse en el “yo” por medio de los sentidos, pero
la idea de éstos como tal, estará plasmada en la mente del “yo”, pues gracias a la facultad que
tiene la mente de juzgar, se puede llegar a tener un conocimiento del cuerpo. Finalmente, para
que exista un criterio de existencia debe haber una mente que pueda pensar y juzgar las cosas.

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