FFyL Colegio de Historia Europa en la Edad Media Elí Gutiérrez Briseño Reporte de lectura:
Jean Flori, Caballeros y caballería en la Edad Media,
Barcelona, Paidos, 2001, 270 págs.
La presente, es una breve reseña de la obra de Jean Flori Caballeros y caballería en la
Edad Media, en la cual resumo las ideas principales que desarrolla el autor en su texto y rescato la tesis fundamental que plasma a lo largo de toda la obra. Antes de comenzar quisiera puntualizar que trataré de no traicionar las ideas de Flori aun cuando a veces me parece que hago generalizaciones que en su texto están mucho más clarificadas. Por lo cual me parece conveniente tener en cuenta siempre que los procesos históricos, sociales e ideológicos a los que se refiere Flori siempre sucedieron de diferente manera, en cronología, intensidad y nivel, en diferentes regiones de Europa occidental, y que la región que más destaca siempre es la región del norte de Francia. Sin más procedo a reseñar su obra. La caballería nace en una cultura que abreva de dos fuentes, el mundo romano y el mundo germánico. Esta cultura romano-germánica va a ser la base de una sociedad donde se presentan una serie de profundas mutaciones que permiten el nacimiento de la caballería. Hacia el ocaso del Imperio Romano, en la Antigüedad Tardía, el ejército de aquel poderoso Imperio sufrió una notable transformación, a lo largo de los siglos III, IV y V; hubo una germanización del ejército y a la vez una romanización de los bárbaros germanos que se incorporaban al Imperio. En la cultura germánica se exaltaban los valores guerreros, y la caballería va a heredar mucho de aquella cultura: su vocabulario, costumbres y prácticas guerreras. Por otro lado estaba la Iglesia, esa poderosa institución que sirvió de puente entre la Antigüedad Clásica y la Edad Media y que logró conservar la idea de Imperio en medio de un mundo desquebrajado por los acontecimientos históricos políticos y militares. Aunque al principio rechazaba la guerra por ser una manifestación de la violencia, con el tiempo fue aceptándola como un mal necesario, hasta justificarla como un modo de proteger a la Santa Iglesia Católica. De modo que esta suma de un ideal evangélico en medio de una estructura institucional romana mas los valores guerreros de la sociedad germánica dieron por resultado a aquella sociedad medieval madre de la caballería, en el siglo XI. La caballería nació, pues, en el seno del reino Franco, uno de los núcleos de poder más importantes de la Europa Occidental en la Alta Edad Media. La dinastía de los merovingios comenzó una alianza de la monarquía con la Iglesia, que después se consolidaría con Carlomagno. Sin embargo el poder central con los merovingios era débil, y los poderes regionales se valían de sus propios recursos para defenderse y ganar poder; los grandes señores se hacían de una guardia personal de guerreros, antecedente importante de la caballería. Carlomagno, en sus guerras de conquista, empelaba a la caballería como un elemento importante en sus victorias militares, mientras que la Iglesia se encargaba de ensalzar a los guerreros cristianos y satanizar a los enemigos. De este modo se empieza a generar una ideología en torno a la guerra y sus funciones, que después se va a convertir en la ideología caballeresca. El sueño del Imperio de Carlomagno no dura mucho, pues en el siglo IX y a lo largo del X se desmiembra en una serie de pequeñas unidades de poder cuyo símbolo material militar principal fueron los castillos y las fortalezas. Hay una privatización de las funciones públicas, producto de la incapacidad del poder central, del deseo de autonomía política de los príncipes y de la creación de una ideología regionalista. Así, se reconoce al rey como tal pero el poder real, judicial, militar y administrativo lo ejercen los príncipes. También las invasiones normandas contribuyeron a este proceso, en el cual, práctica y simbólicamente, el poder militar va tomando mayor fuerza. Hacia el siglo XI se parcela aun más este poder que va a pasar a un ámbito local. Si en el siglo X los príncipes ganaron su autonomía de los reyes, en el XI fueron sus vasallos, los señores, los que ganaron autonomía de los príncipes. Proceso en el cual los milites fueron un factor fundamental, ya que apoyaban a su señor y eran los agentes prácticos y los representantes simbólicos de su poder. La militarización de la sociedad va acompañada de la multiplicación de los castillos y de un cambio de estructura en la aristocracia. Ya que el poder se tiende a localizar, la aristocracia busca no dividir los territorios sobre los que tiene dominio heredando sólo a un hijo; una aristocracia, vertical y ya no horizontal, como antes. De esta manera los segundos y terceros hijos que no entran el servicio eclesiástico quedan sin un lugar social y generalmente se ponen al servicio de algún “grande”, como soldados, y se convierten en los milites, que con el tiempo serían los caballeros. Antes del siglo XI un caballero sólo era un guerrero que montaba a caballo, pero aun no tiene la connotación honorífica del puesto. El término miles se podía aplicar a cualquier guerrero, incluso a un príncipe, claro que con sus adjetivos, y esto reflejaba la promoción ideológica de la caballería en una sociedad militarizada. Podían ser personas de la baja nobleza, campesinos ricos, o del patriciado urbano, pero generalmente vasallos de algún señor con el suficiente dinero como para costear su equipo militar y bastante tiempo como para llevar a cabo su entrenamiento para la guerra. De esta manera el uso de las armas se convertía en un medio de escala social y, aunque estaba prohibido que un siervo las usara, era posible que escaparan a la vigilancia. Así, se comprueba la diversidad en el origen social de la caballería y el hecho de que incluso personas no aristócratas podían acceder a la baja nobleza por el ejercicio de las armas. Hasta entonces la caballería sólo es una profesión, no es una clase social ni un estrato jurídico, claro que una profesión con muy distintos niveles dentro de ella. Sin embargo hacia el siglo XIII se tiende a cerrar el paso a la caballería para los no aristócratas, y se comienza a asociar a la caballería con la nobleza y con la tenencia de tierras nobles. La nobleza está en vías de definir jurídicamente sus límites y se hace condición necesaria para la caballería, la nobleza. La caballería se convierte en una promoción decorativa, ya no en una entrada a la nobleza, sino un honor. Pero no todos los nobles llegan a ser caballeros y un plebeyo tendría que ser ennoblecido primero, para ser caballero. El esplendor de la caballería fue en el siglo XI, y a partir de entonces se fabrica en torno a ella toda una ideología, para convertirse en el siglo XIII en un título, el de Caballero. Resultado de la combinación de evoluciones políticas, económicas, sociales y técnicas. La única arma exclusiva de la caballería fue la lanza, y a partir de ella se perfeccionó con el tiempo una técnica de carga muy efectiva en las batallas pero sobre todo que fue un símbolo propio de la caballería, además de perfeccionó la fabircación de armas y armaduras tanto para el jinete como para su caballo. Por su parte la literatura, inspirada en la caballería real, también jugó un papel importante en la configuración y definición de una ética caballeresca. En estos cantares de gesta y romances se exaltaba el papel del caballero, sus hazañas individuales, su honor, su valentía y sus virtudes guerreras. Entre el siglo XI y el XIII hay un constante crecimiento del prestigio de la caballería, este grupo heterogéneo que tienen en común una profesión, y no una posición social. Estos profesionales de la guerra veían el uso de las armas casi como un deporte, violento y cruel pero un deporte, no destinado a matar sino a vencer al enemigo y ganar prestigio. Independientemente de lo que digan las narraciones literarias la realidad en el siglo XII no eran las grandes guerras y las importantes batallas, sino las pequeñas escaramuzas en guerras privadas pequeñas, el saqueo y el pillaje pero sobre todo los torneos. Los torneos cumplían tres funciones principales, una utilitaria, una lúdica y una festiva. Ahí los caballeros se preparaban y entrenaban para la guerra, eran una especia de deporte y servían como válvula de escape de la violencia en medio de una sociedad guerrera, y además se hacía toda una celebración popular en su derredor. Era también una forma de subsistencia ya que en los torneos también se conseguía, botín, y se podía conseguir gracias a la gloria ganada, algún matrimonio conveniente. Hubo constantemente una tensión entre la moral eclesiástica y la obsesión por la eficacia militar. Las guerras privadas, más que combates cuerpo a cuerpo, se libraban por medio de los saqueos, el pillaje, la rapiña, la destrucción, la toma de botín, y el rescata que se pedía por personajes importantes que se capturaban, cosas que condenaba la Iglesia. Sin embargo, con las cruzadas, va ganando terreno la idea de la práctica legítima de las actividades guerreras. También se va definiendo una ética caballeresca, que, comenzando como costumbre se va a imponer después como norma. Entre los elementos más importantes de esta ética caballeresca estaban el perdón de la vida, que además servía para pedir rescate y obtener una ganancia económica, la palabra de honor, exenta de ritual religioso y cuya práctica demuestra el carácter laico e individualista de la caballería, la solidaridad entre caballeros, que nos habla de que el código caballeresco sólo aplica entre caballeros y fomenta la construcción de un corporación, y la búsqueda de fama, gloria y honor. En medio de una sociedad militarizada, la Iglesia también buscó la manera de garantizar su protección por medio de excomuniones, afirmaciones doctrinales e instituciones de paz, y de una manera más directa, mediante la búsqueda de defensores laicos. Así, la Iglesia, la principal fuente de ideología en la Edad Media, intento modelar la ideología caballeresca como el servicio de las armas para la protección de la Iglesia, y en ese proceso la cruzada jugó un papel primordial con las órdenes religiosas militares como su principal avatar. Sin embargo la caballería, aunque se vio influida por la moral eclesiástica, mantuvo su carácter laico y principalmente profano. La iglesia adopta y sacraliza la entrega de las armas, un rito de paso germánico que representaba la entrada al mundo de los adultos, sin embargo la caballería sólo adoptó algunos elementos de la ideología de la Iglesia, como la idea de la obligación de defender a los débiles y proteger a los pobres. Las producciones literarias fueron las que recogieron y transmitieron esta ideología caballeresca. Son importantes porque seguramente tomaron de la vida de los caballeros los elementos cotidianos y los revistieron con adornos retóricos, de esta manera aunque las narraciones se inspiraban en los caballeros reales, estos fueron modelados por aquellas. Fue en el siglo XII que nació dentro del discurso cortés el concepto del amor, que no se refiere a los encuentros furtivos ya sea en el campo o en el castillo (que la Iglesia condenaba), ni a la copulación conyugal con fines de reproducción (que la Iglesia permitía), aun cuando hubiera afecto, sino a un valor noble de un hombre de menor rango social hacia una mujer noble de mayor rango social. La posibilidad de cortejo la daba el hecho de que no son marido y mujer, y no era ésta propiedad de aquél.