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ENCUENTROCO~ HISTORIA
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en ¡léXiLv
CuidatIiJ de la edicifJn: Concepción Rodríguez R.
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JifV UJ Cl;jqwr1i3: U"dUrte a . at'IWO
ISBN 970-32"()081~8
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AGRADECIMIENTOS
Más .allá de cumplir con un rico habitual en toda publicación,
debo hacer aquí un reconocimiento especial a quienes han sido
promotores y han apoyado la elaboración de este trabajo.
En primer lugar, debo a Modesto Sánchez Vázquez ya Blvira
Quinranar Alba la vocación educativa en todo su ámbito de amor,
lucha, voluntad y compromiso. y a Fausto Hernández Murillo
la reiteración vocativa de todo ello en el amor) el conocimiento,
el ap'oyo, la paciencia y e] impulso.
A mis profesores, en el largo trayecto escolar) en todos los
niveles, especialmente =-imposible mencionarlosa rodos- ti
Wencesiao Roces Suárez, Edmuado O'Gorman, Alfonso García
Ruíz, Ernesto de la Torre Villar )' Josefina Zo raid a,Vá~quez. Y
a quienes me han enseñado mucho también, Beatriz Ruiz Gaycin
Pernández y Moisés González Navarro.
A todos mis alumnos, que siempre me han enseñado) partí-
cularmente con su experiencia en la práctica de la historia que se
,.,
ensena.
A la doctora Eugenia Walerstein Meyer, por su amistad, su
solidaridad, estímulo y rigor en la elaboración de este trabajo.
A la Facultad de Filosofía }f Letras, y a la UNAM} por todo.
Finalmente, a Dulce María Abrajan y Concepción Rodríguez
por su apoyo afable, consciente y solidario en los aspectos téc-
nicos de la edición de esta obra.
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A manera de introducción
En las postrimerías del milenio podemos afirmar) corno Edmun-
do O'Gorman lo hada en 1947: c'EI tiempo está ffitly vencido
para q'ue todo historiador, sea cual fuere su postura filosófica)
haga un esfuerzo por cobrar plena conciencia de ella, y por lo
tanto, del significado y alcance de su acti vidad cultural". y aña-
día: "Solamenre se logrará este fin si se obliga a sí mismo a decir
en molde lo que en conciencia se piensa".'
Es ésta una obligación de todo aquel que labora con el intelec-
to) que disfruta su labor )' que goz~ pese a todo, de 'una situación
privilegiada en la injusta. división del trabajo que caracteriza al
mundo contemporáneo. Para el historiador) tal obligación impli-
ca el compromiso de dar sentido a su quehacer: otorgar razón de
ser a la propia actividad vital implica no sólo una justificación
utilitaria} sino acatar el fundamento de su actuar para convertirlo
en norma de conducta y sustento teórico de cada una de las afir-
maciones y los actos que constituyen. su trabajo profesional. (~í
ahora, todo libro de historia debe principiar por una explicitación
de lo qtle el autor entiende que está haciendo" .:z
Hacia mediados del siglo xx la importancia de la historia y su
estatuto corno saber consagrado en el concierto de la intelectua-
lidad tornaba casi innecesaria la reflexión sobre su carácter, sen-
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tido 'y destino. La crisis del fin de la. Segunda Guerra Mundial,
la constante zozobra de la Guerra Fría) la emergencia de las jóvenes
obcranía independiente de Asia y África) y aun los estallido
rebelde encabezado por jóvene estudiantes a fines de lo e-
cntas parecían orientar a una nueva problcrnaticidad el entido
de la marcha de las ociedades humanas, i e que iban a algún
lado. En particular en América Latina, el avance de la Revolú-
ción cubana, sus consecuencias políticas de rebelión -no siern-
pre exitosas en otro paIses- y otros eventos) obligaban a vol-
ver lo ojos al interior de la propia realidad) pero al mismo tiempo,
a la búsqueda de orientaciones teórica que permitieran expli-
carla ..Por ello a fin de los esenta ) }' a lo largo de los erenra )
e produce en este continente un proceso de auge y con olida-
ción del marxismo COJUO fu ndamento teórico, y una amplia gama
de revi iones de . u planteamientos conceptuales, que se aplica-
ban, con mayor o menor éxito) al análisis de 10 fenómenos sociales)
político 1 desde luego económicos, artí tico y aun religio o }'
científicos de nuestra latinoamericanidad.
Pe e a ello) en el terreno del trabajo hi: tórico, la definición de
u propio significado no siempre se hacía explícita. En ocasione '}
en. cambio, llegaba a ser la: expresión de aquel famoso "marco
teórico de referencia" q'ue maniataba, más que explicaba, la orien-
ración del trabajo hi tórico que le seguía.' A partir de entonces,
alvo contadas excepciones) el sentido) la razón de er de una crea-
ción intelectual que e hace pública) no e explicita. Podcrno
decir) con [ean Chesneaux, que "muy pocos hi toriadores comienzan
sus obras tratando de definir su pro}'ecto·. Le parece evidente
que se dirigen en.primer lugar 'a sus iguales) (M. de Certeaux) }'
de pués al público <culto) en disponibilidad) con buena voluntad
y re peto para instruirse en los que (hacen la historia) .4
Tratar por cuenta y riesgo propios, hasta donde den las fuer-
zas, de aclarar por sí mismo y ¡yaralos demás) el significado
de las p.ropias actividades del espíritu es la. única forma de
. mte 1ectua 1; para qUIenguste
salvacion
f' . de coace biirse a s írni
nnsmo
como hombre de ciencia, es una obligación precisa.6
cos, sino que deben pasar a manos del pueblo entero para q'ue se
convierta en algo benéfico ,e11 vez de ser una maldición», 7
Si bien comparte, en este sentido, una característica de toda
ciencia} el histórico es particularmente un conocimiento que
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debe ser constitutivo de la. condición humana. Por lo mismo) las
características y peculiaridades de los procesos que propician la
difusión de la historia, deben ser objeto de estudio y análisis de
quienes se dedican a producirlo: los historiadores.
Los métodos, las formas, las técnicas de la difusión, de] cono-
. •
cumento hi iSt óri
·rlCOno se l'imitan,
. por otra parte, a un am b"ItO
I
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necesaria) de someter al consenso de la intersubjetividad, las con-
clusiones que habrán de convertirse en un aporte al cuerpo de
, , .
conocrrmentos ya vlgentes.
En un tercer nivel, la docencia. En esta actividad existen for-
mas diferenciadas que adquieren un rango de preferencia diverso,
segun el lugar que OCtlpen en la sistematizada escala de los ciclos
escolares; la preferente será, por supuesto) la g,t.le ocllpan los es-
tu-diosde posgrado, donde elhistoriador espera encontrar un sujeto
receptor de mayor calidad, mejor formación jr, por 10 mismo,
mayor capacidad de respllesta a sus estudios especializados.
En el mismo ámbito se encuentran los estudios profesionales)
sobre todo los dedicados a la formación de futuros historiadores.
Ciertamente es éste un círculo selecto pero reducido, al menos en
nuestro país, pese a que ya se pueden contar alrededor de treinta
universidades en las que la historia, existe como carrera profesio-
nal en el nivel de la.licenciatura, al menos. Se encuentran tam-
bién los estudios profesionales consagrados a las ciencias socia-
les =socíología, ciencia política, antropología, economía y otras-
más abundantes, donde la historia oCllpa un lugar importante a
veces, aWlque no siempre bien comprendido.
En el escalón final) en sentido descendente, se encuentra el
resto de la docencia: el de los niveles medios =-medio básico y
medio superior-e- donde el historiador, según se afirma de ma-
nera cotidiana en el.medio académico, "viene a terminar", cuan-
do sus posibilidades personales no le permiten alcanzar el statu.s
de investigador o al menos, de profesor en el nivel superior.
La devaluación del trabajo docente, tanto en lo que se refiere
a su consideración social como a su compensación económica,
es una constante qllC se da en la actualidad y que ha sido denun-
ciada en diversos medios. Interesa aquí mencionar tan sólo esta
condición con el propósito de complementar una panorámica
del ámbito donde el historiador realiza la difusión de su. cono-
cimiento, para entender que el análisis de esta acción o conjunto
de acciones no debe contemplarse sólo desde una perspectiva
pedagógica, )' menos exclusivamente didáctica, sino que, dada la
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amplitud de variantes que presenta, requiere de un abordaje mucho
más complejo, que atienda a las diversas modalidades de su apli-
cación. "La historia es en, efecto un saber intelectual que concier-
ne a medios muy amplios: millones d,e alumnos frente a su rna-
J ,
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Dicho de esta manera, la afirmación parece obvia. No lo será
tanto cuando se analicen las condiciones y características con
que la actividad de difusión se realiza.
Conviene precisar que el concepto "difusión", que en ocasio-
nes se expresa también CO.1DO "divulgación"," parece intentar
distinguir las 'formas el} que el conocimiento histórico se trans-
mire en la escuela -lo que en términos comunes se entiende
propiamente como "enseñanza">, y aquellas en que la historia
se proyecta en los ámbitos que no son. estrictamente escolares
~cine) prensa, televisión, y Q,tros-, 10 que parece concebirse
corno "dif n o "dil\"Uigaclon,
ui: USlién" l' ,'1»
Cabe señalar aquí que las diferencias que pudieran existir entre
tales diversas formas de concebir la transmisión o proyección de
los conocimientos y conceptos históricos son) a mi juicio, sólo
metodológicas o incluso técnicas. En el fondo de la cuestión)
podemos afirmar que todas las formas de difusión del conocí-
miento histórico son formas de enseñar la historia. En distintos
ámbitos, diferentes niveles) diversas maneras, con. variadas •
metodologías, mediante distintos lenguajes el historiador debe
ser consciente de que siempre está enseñando historia. Lo hace,
por supuestO, en la cátedra, en el aula, pero también en la con-
ferencia) el artículo o el libro, en la ponencia, en UIl guión cine-
matográfico) radiofónico o televisivo) en los museos y salas de
exposición, en Ul1ensayo para una revista popular o en una charla
frente a un público no especializado. Cada una de estas formas
de presentar el conocímiento histórico implica diferencias de
elaboración pero, eII última instancia, en todas ellas se está
mostrandO' la historia; es decir, se estd ense'ñando.
De la reflexión sobre las formas de difusión del conocimiento
histórico, concebido como fundamento de su razón de ser, sur-
gió el planteamiento de algunos problemas qlle dieron origen a
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