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HUGO MUJICA
Simone Weil
Como sobre un nuevo amanecer, como un mítico inicio, hace algunos años, ya
décadas, se escuchó un anuncio: "en medio de la vieja cultura emerge un nuevo yo". Esta
grandilocuente afirmación –tomada de La conspiración de Acuario1, el libro que
podríamos llamar el manual introductorio e iniciático de la Nueva Era– nos va a servir de
hilo de Ariadna en este intento de comprensión y esclarecimiento de tal prometido
amanecer.
Antes de entrar en esta supuesta Nueva Era, sería bueno situarnos en el origen de
esa porción del tiempo, la nuestra, que se llama Modernidad. Lo hacemos puesto que es
imprescindible partir del inicio, mirar cómo nace ese "Yo": el "sujeto moderno", del cual,
veremos, el "nuevo yo", no es más que un nuevo vestuario de ese mismo yo. Su clon
espiritual, al que trataremos de desnudar y cuya espiritualidad trataremos de
desenmascarar.
II
pensamiento se había liberado de la vida, sus necesidades y valores, ahora la vida debía
seguirlo a él.
Eduardo Subirats, en su libro El alma y la muerte, nos condensa este paso, esta
constitución del sujeto con radical claridad:
III
los Girasoles de Van Gogh cuyo precio reemplaza y supera la fama de su autor, desde las
barbies hasta los cuerpos humanos, todo deviene mercadería, todo entre en el tick compro,
tack vendo, el compás del mercado, el latido de Occidente.
Así, ese sujeto, manido o tullido en su razón instrumental, instrumentará la realidad
para el nuevo valor que el mismo pondrá sobre la realidad: el precio. Si el hombre que se
comprendía como parte de la naturaleza buscaba la sabiduría, o el que se supo hijo de Dios
buscaba la santidad, ahora, el hombre hacedor y usufructurador buscará otro valor: el lucro,
la usura. [30]
IV
"No sólo de pan vive el hombre…" dice la Biblia… No sólo de mercancía se llena
el mercado, se dijo a sí ese mismo mercado … Cuando el hombre se sentó a la mesa del
banquete del consumo, sintió otra clase de hambre, otra clase de sed, pero claro, también
a ello acudió el mercado, también en ese vacío vio la posibilidad de llenarse él.
Sin darnos cuenta cómo, ni desde cuándo -y ya estamos de lleno en nuestra
contemporaneidad- se nos anunció, y el anuncio sigue sonando, sigue publicitando, que
estamos en los albores de un nuevo humanismo, que el Ave Fénix del hombre como medida
de todas las cosas una vez más extiende sus alas: la Nueva Era... "Por todos lados se ven
5
sus signos", anuncian sus heraldos con voz melosa y música armoniosa. Y claro, como
buenos hijos de Descartes, como hijos de la modernidad, todo ocurre dentro de nosotros,
todo viene hacia nosotros: todo es yo. [31]
La humanidad deshumanizada tiene sed de humanidad: Acuario -símbolo del
aguatero en el antiguo zodiaco- nos dará de beber. Si la razón y su brazo ejecutor, la
voluntad, mostraron su fracaso para llenarnos por dentro, la Nueva Era nos invita a tomar
otras armas: el Espíritu y la Conciencia Expandida, y también un clásico, la fe: tener "fe
en Acuario".
La llamada "conspiración de Acuario", afirman, es eterna, pero, no obstante, se
podría tomar como fecha fundante "la magna conferencia sobre la conciencia inventada en
California" en la década de los 70. Obviamente, este "invento", propio de la fase
posmoderna de la modernidad, es más bien un "pastiche": el "Transcendentalismo" del
siglo XIX (pergeñado a partir de Emerson y Thoreau) y el "Movimiento del Potencial
Humano" de los años 60, y, está claro ya que nos situamos y contextualizamos en la
cumbre del primer mundo: los Estados Unidos. Los exportadores de the american way of
life, que ahora comienzan a exportar the american way of soul, su propia y vendible alma.
Heráclito y su "todo fluye" es parte de este pastiche, a la que no puede quedar
afuera la tradición oriental descubierta por "los buscadores del Dharma": la generación
beat de los años 50 americanos. Libros que van desde el excelente Zen y el arte de los
arqueros japoneses4 hasta el lamentable Zen y el arte de la mantención de la motocicleta5
jalonan y marcan la descendente incorporación de "todo". Descendencia que incluye tanto
a los verdaderos maestros de la interioridad como a los mercaderes del confort interior…
La lista es casi eterna, pero hay algo que enhebra y arrastra ese ingente caudal: el positive
thinking, el pensamiento positivo, es decir, la quintaesencia del motor progresista
americano, dispuesto a negar hasta la muerte y hasta a la misma muerte con sus "ondas
positivas". Ondas capaces, se supone, de transformarlo todo con solo pensar positivamente
acerca de uno mismo y del propio proyecto, eso sí, sin distraerse en mirar a los demás, sin
"dividir las energías".
"Hay una especie de inocencia dinámica en la idea norteamericana de que quien
realmente se empeña puede vencer al azar y a los elementos 6". Y, párrafos después, un
autor "inspirado" por Acuario, avala poéticamente lo dicho con versos de Walt Whitman,
el cantor del progreso americano:
de su "realización" integral, creativa y armónica. Dejemos que nos explique esto mismo
uno de sus exponentes:
"Se trata del despertar de una conciencia más alta, un movimiento hacia la
luz y el crecimiento. Hacia un estado del ser más elevado... es el estado que
emerge cuando vivo la vida de un modo creativo y compasivo que me
potencia...
Una invitación a encontrarnos con el hoy en una forma alegre, nutriente y
creativa... simboliza una expresión más madura y destrabada de la
sacralidad y el amor en el corazón de la vida... En esta corriente de
soñadores estuvieron los Adam Smith... es fundamentalmente un símbolo
representativo del corazón que, asociado con Dios, construyen un mundo
mejor, capaz de ensalzar los valores de totalidad y sacralidad...".
Creo que esta cita plasma y resume la metáfora: potencial humano, creatividad,
luz, totalidad, sacralidad... También –no podía faltar– "Dios", el inevitable socio de toda
empresa de envergadura es invitado a colaborar con la Nueva Era, una vez más estamos
"with God at our side", con Dios a nuestro lado –cantaba y canta Bob Dylan en el estribillo
de una de sus baladas sobre matanzas y guerras que jalonan la historia de su país– aunque,
en este pensamiento, Dios no sea aquel a quien yo me debo, el que merece mi adoración,
sino aquel que me hace sentir bien, el que avala y legitima mi proyecto. Dios, como todo
lo demás para este pensar, no es un valor en sí, sino que vale para mí.
Se trata, fundamentalmente, de un "despertar" de las "potencialidades humanas"
aún dormidas, un "gran despertar" para lo cual, a falta de clépsidra acuariana, uno puede
tratar la psicología gestáltica, control mental, onda verde, naturalismo, yoga, técnicas
psicocorporales, arte interior, aikido, neurolingüística, flores de Bach, autoconocimiento
computado, terapias y medicinas no convencionales, psicoradionica, astrología, tarot,
biodinámica, gemas, cristales y elixires, autoestima, teosofía, etiopatía, psicodrama,
terapia sistémica, evolución akasica, rebirthing, la ciencia de los nombres, parapsicología,
sanación natural, antroposofía, eutonía, colorterapía, integración corporal, movimiento
consciente, auriculoterapia, shiatzu, biodanza... Los productos, tomados al azar y con
humor, que si se [33] plasmasen todos a la vez, ciertamente podrían sepultar a sus usuarios
y, cierta y verdaderamente, llenan góndolas enteras en las ferias de la auto-realización. Se
trata, una vez más, del consumismo de la auto-realización o de realizarse consumiendo,
ahora, en esta nueva línea, la auto-creación de la propia alma, o del alma como propiedad.
"Programa usted mismo sus estados de ánimo", se lee en un aviso de los tantos que
llenan las revistas especializadas en la absorción con uno mismo, tecnología alemana
mediante, la Nueva Era o el anunciado mundo feliz que Aldous Húxley vislumbró y
advirtió, ya está entre nosotros, sin mayores estruendos, como todo lo vano, más
ilusionando que realizando, más impidiendo que haciendo.
Cerremos y redondeemos este párrafo citando al mismo Gilles Lipovesky con que
lo abrimos, esta vez tomando su estudio sobre el individualismo contemporáneo, su libro
"La era del vacío":
VI
y ascesis, si la aspiración ínsita en palabras como ex-sistencia o ex-tasis, era salir de sí, ir
más allá de uno mismo, ahora la meta es más cercana: ir hacia uno mismo, traerlo todo
hacia sí. Hacer de sí el destino final, el origen y destino de la realidad. [36]
Cuando el lenguaje religioso pone en la categoría de "gracia" su diferencia
específica con cualquier intento o logro humano, está señalando precisamente el
fundamento de gratuidad de la existencia, esa gratuidad, esa gracia que precede toda vida:
el hecho de que no soy yo que me di mi vida sino que esa vida la recibí, que esa vida no
dependió de mí sino que pende sobre ese abismo de gracia. Gracia que, calladamente,
desmiente, desnuda al yo de su pretensión de ser eje y sostén de su propia vida, hacedor y
dador de todo lo que en ella acontece, gracia que, con la serenidad del agua que gasta las
orillas, va deconstruyendo la torre la de soberbia del yo, con la serenidad del agua o con el
diluvio final de la muerte, de esa muerte sobre la que el poder del yo no puede poder.
Gracia, por otra parte, que nos enseña que la vida, que la propia persona, y hasta el propio
yo, no es algo que nosotros hacemos sino algo que recibimos, dice, finalmente, que la vida
es recepción, acogida. Don.
VII
una armonía y una paz como propia y propiedad, como olvido del derecho a lo mismo de
los demás, de los que parecen estar de-más.
Una visión de la vida no es solo lo que mira, es también, y principalmente, lo que no
ve, lo que deja de mirar. Lo mismo podemos decir de un discurso o de una filosofía, o de
la casi total ausencia de la palabra "nosotros" en esta Nueva Era de muchos uno mismo
pero ningún nosotros. Una visión que mira pero no se da por mirado, no deja que la
necesidad del sea la vergüenza de mi propia realización. Un discurso en el que el otro es
sólo un medio para mi realización, aunque esta realización pase por el preocuparme por el
otro, pero no como finalidad, sino como mediación hacia mí, hacia mi realización.
VIII
Cabría preguntarse qué tiene de malo tanta facilidad, tan tanto al alcance de la
mano, al menos de cualquier mano que pague. Nada, si sabemos que pagamos por nada,
todo, si creemos estar comprando precisamente lo que se sustrae al ser comprado, lo que
rompe el interés, lo que inicia en la gratuidad. Lo cierto es que sólo no tenemos lo que
sabemos no tener, y por eso mismo, por saber que nos falta podemos llegarlo a recibir. Nos
quita, ya si queremos ir a lo más profundo, la fecundidad del vacío, o el cuenco de la
carencia: el espacio del no tener como cuenco que recibe, como oportunidad de recibir
precisamente lo que nadie puede darse a sí: el otro o lo Otro.
Lo que se nos quita con este consumo, con esta religión a la carta o esta filosofía
sin filosofar, es eso, eso mismo que creemos estar comprando: un pensamiento o una
espiritualidad capaz de religarnos con lo que no somos y con lo que, tácita o
explícitamente, sentimos que necesitamos. Una sabi-[38]duría que sentimos necesitar para
conducir nuestras vidas, para volver a vivir en medio de tanto funcionar… Lo que sentimos
querer pero confundimos con su virtualidad, con su mercantilización. Productos,
respuestas, para que todo siga igual, para que sigamos siendo usados para seguir usando.
Consumidos consumiendo.
Además de mostrarnos que ya todo puede ser mercancía, que ya hasta lo que debiese
tener valor tiene precio, la Nueva Era nos enseña otra cosa: los hombres estamos cada día
más solos, más huérfanos de verdaderos valores, más exilados de profundidad. Nuestro
humanismo renacentista fracasó, nuestra modernidad nos vacío, pero ¿debemos aceptar
este artificio de nueva humanidad? ¿tenemos que encapsularnos en nuestro individualismo
a través de tanto narcisismo epocal por miedo de darnos a los demás? ¿Por miedo a volver
a soñar, a crear?
"2000 años y ni un nuevo Dios", se quejaba Nietzsche, ¿pero tenemos que
inclinarnos ante Acuario o programarnos felices y realizados para no sentir tanta
orfandad? Estamos solos, pero todos, quizás la aceptación de esa verdad, y no la huida de
esa soledad, nos muestre lo que tenemos en común: nos hermane en una espera, una
recepción de algo que venga de allí mismo, de ese desierto que nos toca vivir, esa
intemperie que por ser tal, no tiene ningún espejo que nos refleje, nos deje ver más allá de
nuestro yo.
Vivimos en una época light, lo sabemos, lo disfrutamos y lo padecemos, pero
también sabemos la consecuencia de tanta indiferencia, de tanta omisión, de tanta
distracción disfrazada de ingenuidad. En un niño la ingenuidad y la simpleza suelen ser
11
NOTAS
1
MARILYN PERGUSON, La conspiración de Acuario, Buenos Aires, Troquel, 1989.
2
EDUARDO SUBIRATS, El alma y la muerte, Barcelona, Anthropos, 1983, 235-236.
3
GILLES LIPOVETSKY, El crepúsculo del deber, Barcelona, Anagrama, 1994, 55.
4
EUGEN HERRIGEL, Zen y el arte de los arqueros japoneses, Buenos Aires, La Mandrágora, 1959.
Actualmente se ha editado bajo el título de Zen en el arte de tiro con arco, Buenos Aires, Kier, 1972.
5
ROBERT PIRSIG, Zen y el arte de la mantención de la motocicleta, Santiago de Chile, Cuatro Vientos, 1993.
6
MARILYN PERGUSON, Op.cit.
7
GILLES LIPOVETSKY, La era del vacío, Barcelona, Anagrama, 1986, 118-119.
8
HANNAH ARENDT, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1993. Esta cita está mal. El libro al que se
refiere el autor es Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal.
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