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Autocontrol subliminal
En un tercer estudio, 42 voluntarios fueron
aleatoriamente escogidos para que hicieran una lista
de amigos con un autocontrol alto o bajo. Después,
fueron sometidos a un test informático que medía
su propio autocontrol y, posteriormente, en la
pantalla del ordenador les aparecieron las imágenes de los nombres de los amigos de
sus listas, sólo durante 10 milisegundos (un periodo de tiempo en el que es imposible
leer una palabra, pero en el que el cerebro capta los nombres de manera subliminal).
Aquéllos a los que se les mostró el nombre de sus amigos con buen autocontrol
puntuaron más alto que antes en el test informático sobre el autocontrol, mientras
que aquéllos que vieron el nombre de personas con un autocontrol bajo puntuaron
más bajo que previamente, en ese mismo test.
En un cuarto estudio, se pidió a 112 voluntarios que escribieran sobre un amigo con un
buen autocontrol, un autocontrol escaso o sobre un amigo moderadamente
extrovertido (para el grupo de comparación). En un test posterior sobre autocontrol,
aquéllos que habían escrito sobre amigos con un buen autocontrol fueron los que más
rindieron, mientras que los que habían escrito
sobre amigos con un autocontrol escaso
rindieron peor. El grupo de control o de
comparación puntuó entre estos otros dos
grupos.
Responsabilidad personal
Por último, en un quinto estudio con 117
voluntarios, los investigadores descubrieron que
las personas que escribieron sobre amigos con
un autocontrol alto fueron más rápidas que las
personas de otros grupos identificando palabras relacionadas con el autocontrol, como
logro, disciplina o esfuerzo. VanDellen señala que el autocontrol sería contagioso
porque estar en contacto con gente con un buen o un mal autocontrol influye en
nuestro nivel de accesibilidad a pensamientos propios sobre nuestro autocontrol.
El efecto de estas influencias, según la investigadora, puede ser el de modificar algunas
actitudes, como ir o no al gimnasio después de un largo día de trabajo o comer o no
algo que nos pueda engordar. Sin embargo, estas influencias nunca serían tan fuertes
como para que podamos culpar a otros de nuestra capacidad o no de autocontrolarnos
en ciertas situaciones.