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ANTOLOGIA:

“Castigos de
Sueños Puros”
Por: Alex Roses (I.A.R.R)

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Índice

1. Distorsión……………………………...4

2. Gregory……………………………..….8

3. Queda………………………………….14

4. Inservible…………………………........17

5. Tarde………………………………….19

6. Corriendo con Tijeras……………….....23

7. Estima…………………………………25

8. Por Dios (Sátira)…………...………….30

9. Tabaco………………………..………32

10. La Lluvia (Pastiche)...………………….34

11. Cambio………………………………..37

12. Samarita……..………….……………...38

13. El Amante……………………………39

14. Arrítmico Olmo………………...…….41

15. Mirar………………………………….42

16. Hombres de Papel…………………….43

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Distorsión

Tenía miedo, en aquella noche la luna miraba a través de la ventana, el cilicio


por el que pasaba y golpeaba a la chica; las lágrimas rozaban su cara y lentamente
caía dormida en la habitación, suplicante por un descanso, que ella no permitía,
las lágrimas más abundantes, dejando la remembranza del roció dando el nacer
a un árbol, la acusaban de su propio dolor, sabía en lo más recóndito de su
mente se hallaba la traición, miraba sorprendía lo sombrío de su cuarto mientras
se derretía a modo de pintura en agua, cada cosa buena que hizo, más que una
hipócrita en busca de lebriles encantos, de engatusados por sus buenas acciones;
miro el cuarto y estaba vacío, si bien llorar no servía de nada, ¿Que serviría para
el dolor que se había creado?.
Los viejos amores, que incansables la agarraban siempre y cuando su palma
decidiera ceder ligeramente su podredumbre, llamada confianza, llenaba ríos de
agua marinada mientras poco a poco la niña dejaba de poder brindar; la familia
quien la apoyaba, en ella no se había convertido más en una sombra de lo que
deseaba, y deseara fuera, en su mente llena de ilusión, donde el arcoíris tenía
escales de grises, y sus fantasías mientras dormía, eran solo sonidos, sintió haber
fallado infinitas veces, el cuarto y las sabanas se mojaban ya escasamente,
presagiando el ahogo póstumo de la chica, debido a quien todos amaban había
muerto, hace mucho ya, tenía la idea del perdón, de que ellos le brindaran la
condescendencia, para esa la luna, ya no la mirase acusadora, conociendo que
de la indulgencia, el más grande de los errores se vuelve patético y se pierde y
se olvida en las incesantes arenas de la melancolía y la empatía de quienes se lo
pide, ella sabía que en su somnolencia, cerrando los ojos, perecería
incansablemente del recuerdo de sus acciones, su único apoyo igual a las hojas,
protectoras fallidas de las flores a punto de marchitar, sería el sueño
Si bien, lograba divisar su paradero; poco a poco quedaba ciega, de observar
atentamente su pasado, de sentir cada momento como mentiras sutiles, hasta
convertir la mentira en lo que las personas llamaban amargamente vida, la
ceguera atosigaba su amor, aquel mismo cual juro por quienes la dieron vida, a
modo de la creación maestra del titiritero, no valía el mismo controlar los hilos,
de igual ella no merecía ser controlada, creía que en la oscuridad, igual a los
grandes y bizarros monstruos, todo podía tener su forma, y simplemente llevarla
al recóndito espacio, donde ni la más grande luz la divisara, donde decidiera
perderse, la alusión de su mirada, sea opacada e irreconocible para ella misma,
intentaba comunicar un sollozo entre la habitación rogando cesar en un
profundo descanso, pero torturantes la hiedra y ortiga, enmascaradas en cada
uno de sus pecados, la ataba a aquella habitación más; veía; había perdido ya

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color, intento salir de la asfixia, levándose huyendo de lo acusador, del ya
muerto alba, pero no podía, la puerta que la permitió en su momento entrar a
su propio amparo, la había traicionado.
El miedo era para ella el premio de cada uno de los obrares, que en su vida
había defraudado, pero tanto ella sabía, no conocía más hipocresía, de aquella
mano en agonía antitética de la comprensión en donde basaba lo que creía, y
que la habían dictado el encierre, procedería contrario al mismo; recordaba
aquella vez un niño; la banal cotidianidad del juego, antes de siquiera, el
espantajo de la oscuridad percatase su debilidad, antes del mismo pecado
obtuviese conciencia y susurraba a la niña, las más extravagantes y miedosos
saberes; si bien el niño no sabía del dolor más que, augustos los que en un tono
rojizo han de sanar, se encontraba ella, un juego de niños quienes no entendían
el destacado del lugar, era el día más bonito a su conocer, deseaban saber más,
jugaban y el tiempo pasaba entre pétalos póstumos, y las más verdes que en la
envidia de la naturaleza se habían arrancado. Un desliz y el niño hubiese sido
participe de la cordura de la niña, la palma se le resbalaba como si de una daga
tratase en busca de manchar todo a su alrededor; ella había golpeado aquel niño,
inconscientemente, pero sentía imposible explicárselo a él, intento inútilmente
calmar su dolor, por medio de la más encantadora de las súcubo; las palabras;
sollozante, lo calma a base de evocadas mentiras sabiendo, cesarían incluso al
más grande de los sufrimientos, lo convence de aceptar su tropiezo, pero en sus
adentros, se había asomado, quien hasta entonces, vivía solo en la mente de los
caudillos malentendidos, esos que había vivido para sí mismos, aquella figura
que se asomaba no era más que ella, porque en la tenue calma del dolor del
niño, ella, de ser necesario, lo volvería hacer, las hojas en un suave plumaje ya
no vuelan a través de viento llevándolas al cielo, no, solo quedaba ella, y aquel
niño que aun doliente, sonrió a tal acto.
De inmediato, cual su propia antítesis de panegírico tratase, despertó;
asustada; un golpe en su ventana le había robado su desmerecida paz, los arboles
golpeaban lentamente los ojos de la habitación, donde escondida, no quería
saber nada del mundo, su sobrevivencia en el mismo, no la habría brindado con
fortaleza para resistir la mirada de Medusa, temblorosa ella sentía los dedos
ajenos en busca de sus añoranzas; pues el destino semejante al rio, incesante
intenta matar a los que van contracorriente, alimentando aquellos que lo siguen
en busca del final, contrario en interfectos seres, perdiéndose en la gastada
arena, mientras el rio de apoco quema y los desaparece, en todo caso si la niña
mintiese sobre ahogarse, han de dejarla ser atrapada por su propios placeres,
explicaba a la ventana, con los arboles calcándose de las arañas que le raspaban
el vidrio, justificaba que cada cosa ha de ser necesaria, mientras no afectase a
nadie, la permanencia del actuar tal quisiese hacerse, y no como debiese, para la
muchacha y la poco convencida ventana, era en todo caso una irrealizada
coartada, en su crimen, estaba en todo momento oculto y susurrante ese
monstruo de la oscuridad, que le proponía las más dulces manzanas en el jardín

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del Edén, quien mas no desease, sentir correcto las acusaciones, pero no más,
la habitación no reflejaba culpa, reflejaba idéntica al agua más oscura,
ennegrecida de lo que alguna vez fue vida… pues al mirarla, solo veía la peste.
Abrió la ventana para intentar salir de esos primigenios y panópticos
barrotes, el viento golpeaba, con su frio en sus ojos lacrados de lamentos, el
cortante paso del viento imposibilitó su vista, al creerse libre dudo, miro hacia
los obscurecidos campos, y supo; era una cobarde, era vil la farsa de quien se
sacrificase; del altruismo más grande, a la avaricia de los árboles en torno a sus
resguardados frutos, evocar el recuerdo de la caída, quien ligeramente quería
ella, no ha de ser permitida; porque la cobardía, no residía en ella por aquel
triunfante logro de la caída, sino, que sabría, no ha de ser capaz de volver a
levantarse, y los arboles abrasaría su gélido cuerpo adornado por el viento y la
hundirían, tan profundo en busca de la posibilidad de, en un tal ves, su castigo
sea cesado, incluso en esas fantasías tan agridulces, no quería merecer aquel
paro inmaculado, de precisa rapidez, cerro la ventana, se sentó y ante las suplicas
de los hombres de grandes raíces, tapo sus oídos, apremiaba de todo caso lo
que ella creería necesario, innata concerté del pecado, no hay mayor castigo para
tocar los prados sagrados, que la mortificación que uno mismo atesorara.
Otra vez los mismos inherentes cómplices con los que compartía sangre,
indeseados de tal hecho, habían cortado sus muñecas, para no brindarle sus
manos, y de hacerlo, que ella supiese; no la sostendrían, culpable del desecho
de mentalidad, que ella misma cargaba, y cada vez se tornaba más punzante, no
te perdones de las acciones que reiteradamente harás, ya en caso, si te has de
quedar sola, acepta tales propuestas remanentes, únicas que dictan el no ser
añorada por nadie, más que tú en ti misma , tú y tu prisión, se han quedado
desérticos del benevolente color brindando, miraba al techo, y se disculpaba a
quienes no escuchaban, pero que podría hacer, todo quien alguna vez le
dedicaba calor, los apartaba con gran crueldad, guiada tácitamente, por la
sombría perseguidora, sin embargo negaba aceptar de fácil manera la creación
de su vientre, pues era atractivo, y lo disfrutaba, disfrutaba saber que al menos
de alguien podría levantarse.
¿Dónde estaba ahora aquella sombra?, se encontraba abatida en una
habitación, pidiendo limosna de quienes había robado, no existía mayor traición
para todos los presentes en ese lugar donde ella residía, lloraba, y nadie estaba
ahí para que le importase, en su defecto se hallaban solo los que dijeron
ignorarla; su cuerpo tiembla, se levanta y tapa su rostro de la blanquecina luz,
rogando con toda fe, que por favor pensaran; ya era tiempo de su indulgencia,
incrédulos de las palabras de la ella, sabiendo asimismo al tigre herido, si han de
permitírselo ha de atacar, las paredes ahogaron sus mentiras en su muerto matiz,
camino patética y abusada, bajo su cama encontrando recaudo, encontró en la
misma, confundiéndose a un pestillo de madera, se notaba; se había fracturado
de la magullada cama, y astillaba con suficiente fineza para doler, análogo injusto
de un cuchillo; la noche guardaba la respiración agitada de la chica, y su cama

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inmóvil le daba falsa seguridad, si bien era verdad el pesar nada desmerecido,
quien ha decidir cuándo ha de parar, cuando ha sido suficiente, incluso para los
ojos de la inmutable locación, cuando seria el momento a imagen de cada
sentimiento de ella, tendrían que caer en el olvido, intuía ; ha de tener que durar,
cual crucifico, agarro con gran fuerza a ese cuchillo de madera, y reía de a poco,
mientras manchaba del único color, que quedaría en la habitación; rojo.
Conocía que en la felicidad, tal vez no doliese tanto, tristemente; ella había
esperado decaer, para poco a poco hacerse daño, lenta y furtivamente, para
saber; que vivía merecedora, de que los momentos se saboreen estropeados y
agrios; aludiendo a la más bellísima de las flores desnudas, acompañantes del
céfiro ya habiéndose llevado cada una de sus pétalos glorioso, causante alguna
vez de penetrar cada uno de los sentidos con su esencia; la chica comprendía,
qué en el daño estaba su recompensa, por cada momento de languidez, bendita
esa quien sepa, merece el dolor, y ha de ser partícipe del mismo, ella sentía que
el sueño perpetuo, no sería más una alusión a recompensa, el cuchillo en su
habitación, la había tocado, y cuando lo hizo supo que su sabor era dulce.

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Gregory

-Esta Historia no tiene sentido.

Todo comienza con una niña llamada Gregory, pues aquella niña dormía
profundamente, hasta que de repente tuvo un sueño.
Gregory vivía en una pequeña casa con su madre su padre trabajaba, y su
madre era ama de casa, no conocía a más de su familia pues no salía mucho, sin
embargo cuando estaba soñando; logro divisar una figura como si se tratase de
una conocida, sin embargo Gregory no llegó a esa lógica y le preguntó:
“¿Quién eres?”-Dijo Gregory mientras imaginaba donde se encontraba.
“Lo que tu desees niña” –Dijo la figura
“Estamos en un bosque ¿verdad?”-Continuó Gregory mientras trataba de
dar sentido a aquel sueño extraño.
“Pues déjame decirte que sí, pero tú ¿Qué haces aquí?, eres joven y bella, no
deberías tener tiempo…
“En lo que mi concierne tú no existes”-Interrumpió Gregory.
“Mira a tu alrededor, no ves el bosque…”
“…El que imagine”-Volvió a interrumpir Gregory
“Es verdad… La vida es surreal ¿eso quieres decir niña?-Dijo la figura ya al
frente de Gregory.
Gregory dio suaves pisadas hacia atrás para mantener distancia con aquella
figura, ella colocó su bello cabello atrás de sus hombros, como para sugerir ser
imponente hacia la figura que poco sabía de ella.
“Si es verdad; mi padre me contaba cuentos antes de viajar, he pensado que
muchos de ellos, son panópticos,”
“¿Panópticos?, Ja, que puede saber una niña de eso”
“Pues lo mismo que tú, ¿no crees?”
“Es divertido niña; el significado que le damos no crees”
“A qué te refieres” -Dijo Gregory
“Muy sencillo; piensa en un niño que nace, piensa en todo lo que puede y
podrá hacer, existen cientos de posibilidades, pero ninguna es la correcta”
“Mentira si imagino infinitas ideas, alguna será verdad”
“Solo si el niño es tuyo”
“…”-Callo Gregory sin entender

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“No importa cuánto imagines sobre las posibilidades del niño, en algún
modo; nada es perfecto, ¿verdad?”
“Sigo sin entender”- Sacudió su cabeza Gregory y se sentó en el censido del
suelo.
“Imaginar requiere cierto tipo de abstracción, como el sueño en el que
existes…”
“Existes tu”
“Está bien como sea… Imaginar requiere abstracción, puede ser lógico o no
pero no es perfecto, tal vez lo sientas así, pero no lo es”
“Entonces, solo llegaré a imaginar, cosas casi parecidas a lo que le pasa al
niño, lo que pudo y puede hacer”
“Así es porque si aún no pasa, solo es divagar ¿Verdad?”
“O puede que te equivoques y si le atine a lo que podrá y será el niño”-Dijo
seriamente Gregory mientras se volteaba dando la espalda hacia al bosque.
“¿Que es una mentira?”
“Algo irreal, algo que no existe”
“Entonces si aún no ha sucedido, solo estás imaginando, mintiendo, no
importa cuánto te acerques a lo que será el niño no es verdad porque aún no es
cierto”
“Me niego a créelo”-Dijo y se giró Gregory y señaló a la figura.
La figura callo, para entender lo que quería decir Gregory.
“¿Tú eres irreal no es así?, pero aun así te siendo muy real por el fastidio que
me causas, yo puedo saber lo que le pasara al niño, punto y fin”-Dijo Gregory
“Está bien niña tu ganas”
“¿Cómo despierto?”
“Lo estas niña”-Acotó la figura.
“AHHHH, no me gusta el juego, sabes que, voy a inventarte una familia, y
así te vas con ellos y me dejas”-Grito Gregory saltando y riñendo queriendo
buscar la forma de despertar
“¿Qué tal tu padre?”-Preguntó la figura
“¿Qué pasa con él? Un empresario, viaja por el mundo negociando
franquicias y esas cosas, no sé cómo funciona”
“¿Y si no fuera esa su sentido?”- Dijo la figura
“Me estoy cansando de tus cuestionaciones, es sencillo, padre más madre es
igual a hija, siempre será así por algún tipo de obrar divino, así que
aceptas eso o…”
“¿O que niña?”-Rio la figura

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“No lo sé la verdad, no lo sé, mi padre me decía que las personas unimos
cosas y le ponemos un nombre, como en una franquicia, donde muchas cosas
la componen, un restaurant, para que lo sea se necesita de sillas, comida, chefs…
Pero para agrupar todo eso alguien invento la palabra restaurant”
“Podría ser pequeña, pero aun así divagas al decir que inventamos algo”-Dijo
la figura
“¿Por qué?”
“Solo le pones un nombre, incluso el sonido de las letras ya existe pero lo
adaptas y lo nombras, incluso lo que imaginaste como escenario, un bosque,
esto ya existe pero parece nuevo ¿No es así?
“No claro, eso no tiene sentido, si se pueden inventar cosas, entiendo que
pongamos nombres para dar significado, pero estas mal creación de mis
sueños”-Dijo la niña Enojada
“…Dios”-Dijo en tono de queja la figura.
“¿Qué pasa con él?, Ahora dirás que no existe”
“Quien es Dios en este lugar”- Dijo mirando el bosque la figura
“Pues obviamente yo, yo soy quien te ha creado, tal vez no conscientemente
pero fui yo”
“Y mi propósito, ¿por qué existo?”-Miro triste la figura al decirlo.
“Yo que se pregúntale a mi subconsciente, como yo le veo morirás al
despertar, porque al crearte tengo el derecho de matarte”
“¿Cómo la madre, que ha tener derecho matar a su hijo, su hijo no nato?”-
Dijo la figura
“¡¿Qué?!, No. Estás loco, así no es como funciona tergiversas cosas”-Frunció
el ceño la niña y camino hacia dentro del bosque
“Pero todo lo veo, muy real, si no estuvieses aquí no sabría que me creaste,
eres una egoísta”
“¿Egoísta?, ¿Yo?, mama decía que eso es malo, es de humanos ser solidarios,
de buenas personas, de quien es afortunado y ayuda o brinda a los menos
afortunados”-Dijo la niña
“Ohhh ya veo, nací para ser alguien de tu mente”
“¿Exactamente como naciste?”-Pregunto la niña
“Dímelo tu Gregory”
“¡NO LO SÉ!, está bien lo admito no se muchas cosas, pero funciona
lógicamente ¿entiendes?, mama me da mucho amor en mi casa, y papá consigue
dinero y me trae regalos, nací de ellos”-Dijo enojada la niña
“Esa es tu definición de tus padres”-Dijo la figura
“Si así es”

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“Entonces si dejara tu padre de conseguir dinero, ¿ya no sería tu padre?, y si
tu madre no estuviese en casa, ¿ya no sería tu madre?, perdería sentido, se
convierte en falacia y ya no son lo que eran, un cambio es algo diferente”
“Claro que no, el agua congelada es hielo, el hielo es gas, simple, un cambio
por definición es algo diferente, pero no quiere decir que no venga de lo mismo,
al hielo no se le dice agua, ni al agua como gas”
“Parece que tienes todas las respuestas”-Rio la figura
“Claro, no podrías tu mi creación hacer una pregunta que yo no sepa, porque
lo que tú sabes, viene de mi conocimiento, y no puedes llegar más de él, porque
sería ilógico”
“Pero, ¿puedo tener igual conocimiento?”
“Claro”-Dijo la niña pensativa
“¿Entonces que nos haría diferentes?, si sabemos lo mismo, y de ti vengo,
somos iguales”-Miro la figura a la niña
“Que yo existo, y vienes de mí, de un todo, es bastante sencillo a decir verdad,
lo que nos hace diferentes, es que simple y llanamente, yo como tu superior, te
imagino diferente a mi”
“Y eso ¿qué significa?”-Dijo la figura mientras su rostro ponía un tono
pensativo
“Podrás ser casi igual a mí, pero jamás serás yo”-Dijo risueña Gregory
“Como con las ideas de que podrá y será el niño, todo lo que imagines será
mentira, podrás estar casi en la verdad pero no llegaras”-Dijo seguro de sí la
figura.
“Me alegra que entiendas, tu no existes en realidad, pero por el momento
para mi si, cuando despiertes tú en si morirás, o bueno algo parecido porque
para morir se requiere nacer… y no sé qué significa nacer, pero algo pasara y
ese algo gira a su lógica”- Río la niña
“Tienes razón niña, no sé porque no me siento triste”
“Tal vez mi subconsciente no te deja”
“Si pudiese, me quejara de no tener ni voluntad, pero al parecer me gusta”
“Que morbosa declaración aunque tienes razón, no puedes sentirte mal si no
fuiste creado con esa capacidad”-Dijo la niña
“Bueno al menos creo que el tiempo pasa aquí, al menos creo que puedo
creer, y si no alguien lo hace por mí y parece como si yo lo hiciera”
“Tal vez pero así es muy lógico no crees, si alguien te controla no podrás
cometer errores lógicos, o mejor dicho dejar de ser tú, si te imagino diferente
ya no eres tú, ¿verdad? aunque luzcas diferente”
“¿Fuiste tú quien pensó eso, fue tuyo?”

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“Creo que sí, no es estoy segura, me he pasado parafraseando, pero se algo
que nadie dijo, o al menos no literalmente, por ejemplo; que en cierto modo
podría jugar no, cualquier camino nos lleva a la misma verdad, o la que creamos
que lo es, si yo no sé, tu tampoco, y si algo nos creó a los dos, cual tiene sentido;
en el que creamos nosotros bueno, en la que declaramos nosotros, ese ser que
nos creó. Y si ese ser tampoco sabe.”
“Porque no baja y nos la dice lo que sabe”-Dijo la figura
“No lo sé…”
“Bueno no lo sabes, escribamos lo que creamos, quien sabe tal vez sea
necesario que nosotros inventemos un Dios”-Dijo emocionada la figura
“¡Que absurdo!, ¿quieres crear un libro; una biblia?”-Dijo consternada la niña
“Claro la escribiré en torno a ti, porque tú eres mi Dios y te amo, o creo
hacerlo como lo dijiste”
“Sabes, ya no me caes tan mal, te brindare amor como mis padres, aunque
mueras al despertar”-Sonrió la niña.
“Eso no lo sabemos, como lo que ahora están haciendo tus padres”-Dijo la
figura de imprevisto
“Imagino que mama cocina y papa cierra un trato, por eso les agradezco
todo”
“Incluso tu nacer, tú sabes tú principio”-Dijo la figura
“Es verdad, pero para que te refugies en mis palabras que yo no sepa el tuyo
no quiere decir que después no imagine a alguien que si tuvo principio, yo nací
por mi padre y mi madre, pero no me crearon, yo no aparecí de la nada, tu si…
o bueno tal vez”
“Escribiere sobre ti Gregory”
“Sigues con tu… digo mi biblia”-Dijo la niña mientras camina hacia el oscuro
del bosque.
“Si así es, ¿te vas a ir?”-Dijo la figura al ver que Gregory se alejaba.
“Si siento que es hora”-Decía la niña mientras caminaba dándole la espalda
a la figura
“Y como escribiré mi biblia… Tu biblia”
“¿No te lo dije ya?, tu sabes casi tanto como yo escribe lo que pienses”
“Eso… creo que tiene bastante lógica”-Susurro la figura
“Adiós quien quiera que seas”
“Adiós Gregory, por cierto… me llamo Francis”
“Está bien adiós Francis, ¿cuándo me vaya dejara de existir todo como lo
conoces?”
“No lo sé---“-Dijo como posiblemente ultima declamación la figura.

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Entonces despertó Francis, a un lado casi cayéndose de la cama por el olor
de su madre cocinando, preguntándose sobre el sueño que había tenido. De
inmediato antes de olvidar su sueño el agarró una hoja de papel, y empezó a
escribir su historia, la cual comenzaba así:

-Esta Historia no tiene sentido.

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Queda

“¿Qué queda por decir?”, le dije, nada pues se había quedado solo, en el
espacio donde solo conocen los augurios de la próxima pregunta; “hablemos
de las encantadoras cosas de la vida”, le suplique, mientras insultaba
insulsamente mi deseo por saber de color era esa preciada nada para ella no
entendía y caminaba confundido, quería abrazarla, y crear un algo en su
preciado y recóndito lugar que como objeto abrazaba, pero, con un tono
odioso, el brío de sus palabras se cegaron en sus parpados para negar que existía
algo, como envidiaba la razón, como enviaba a quien sabía que había algo, pues
vivía como ella, feliz atrapada en una gran nada que solo servía como distraje a
ese inhóspito lugar al que quería llevarla, ¿era mejor?, no estoy seguro, si de
haberlo sido soy un envidioso, que prefiero llevarla a un algo que quema a una
nada que ignora, benditos sean todos ustedes, porque yo no quiero creer en algo
mejor, que la tortura como estaca en las estalactitas de la realidad, es verdad,
tengo el sueño más excitante de darle sentido a los pasos que quedan inmóviles,
aunque no era necesaria indulgencia en lo que no se sabía que se erraba, volaba
como ave a las flores, al sabor que probara que era mejor y extenderle la mano
a la más necia de las encantadoras, acostumbradas con los surcos del cielo, sí,
soy un idiota, que se atrevió a ver que en esos lugares existe gente que juega en
los columpios colgantes entre el respeto y la ignorancia, donde yo dibujo a
duras penas, letras para dar sentido a aquel paraje, me senté cayendo en la nada,
pero dude besando la realidad, pues su beso era duro, e insípido, pero en la hiel
de la no existencia no había un sabor, seguía buscando escape certero donde
ella decidiera al fin huir conmigo, si tus mentiras pintan el matiz de tus sentidos
y mis verdades arañan la llaga que fue abierta, discúlpame por intentar de algún
modo, sentir que no es nada, que esos que llamas elegidos, a escondidas de
quienes sabes, no son tus iguales, perecen, perecen sabiendo que tu caminaras
en el recorrido entre los frutos divinos; Esos los envidiosos, porque al intentar
escapar de ellos contigo, mis pasos en la arena son torpes y cada vez que levanto
los pies, miro cercanas mis ganas de ser estocado y besado acosta tuya, no
podre pisar y caminar en agua como tú lo haces, no poder vivir, como tú lo
harás, y jamás de los jamases, dejare de sufrir como tú no harás, pues ves a
donde llegar, mientras yo me ahorco entre las fauces de la neblina de este campo
que tu llamas todo, y yo sonrió creyendo que no es tu nada, prométeme, que en
algún punto me querrás, aunque sea la blasfemia más indecorosa, alejada de tus
ungidos, porque mi único proceder fue compartir y llevar mis preciados
perjurios contigo, para que los toques y los sientes, ¿Querrías hacerlo?, sé que
no, pues sería más que un recuerdo, de lo que te niegas a querer oír, de lo que
negaras catar y sobre todo, lo que yo quise perpetrar, si, así es soy culpable de
tu asesinato, cauteloso y furtivo que embelesa lobos y eleva ovejas, camina mi

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oveja al pastor de tus deseos, pues yo caigo y moriré de hambre, vuelto ropaje
de la perdición, nunca negare que la codicia que tengo a esos que se elevan y
saben que merecen estar allí, y de inservibles como yo, que aunque lo intentaran
volverían una y otra vez a saltar al precipicio.
Cuando llegue, levantaba mis brazos así tu innato ser, como copa de las más
caras adornada por las más bellas joyas, eras nada sin el agua embriagante de
seres tan perfectos como contrarios a mí, “escapa”, te dije, que prisión tan
tortuosa, donde el alcaide ha de dictar cosas que nunca podrás cumplir, a favor
de dejarte escapar, ¿No lo entiendes verdad?, solo quería que disfrutaras de lo
que podías tener, y que no contaras somnolienta las veces que te alejas de la
promesa de ese claustro, discúlpame por darte la mano a un lugar donde nadie
quiere estar, porque sabes que en la cárcel más pequeña, los hombre llaman
cuerpo y que tu ciega de esas paredes llamabas alma, maldito alcaide, “¿cómo
podrías traicionar el amor que ella te tenia?”, me dije muchas veces, mientras la
veía trabajar. Buscando entre los calabozos, vi atados a hombre felices, mientras
era cansado en los túneles de la desesperanza, ¿Dónde estabas?, donde estabas
para matarte, y hacerte sentir lo que nunca has sentido, pues era un cobarde que
no se atrevía a manchar sus brazos de laceras muestras de trabajo, era fácil para
ti, pues eran tus sosiegos, tus esclavos, tus ovejas siguiéndote, prometí matarte,
pero nunca te encontré, como si el tiempo diese alguna razón, para buscarte,
eran felices, mientras sus cadenas les recordaban el precio del trabajo, mientras
que a mí, me recordaban el deseo de ser así.
Mentí, alcaide, permite liberarla, o permite encerrarme con ella, pero no la
dejes tan feliz, no le digas mientras besas sus pómulos, y te acerques negando a
tentar que; es necesario. Solo déjala sufrir conmigo, porque soy un egoísta que
o trabaja para ti, soy un egoísta que preferirá una cárcel a un camino eterno,
¿Dime cual es la diferencia?, permítele entender que al ser un tonto, no soy más
humano que ella, que al rellenar su nada, simplemente adorno su vacío, porque
no importa lo que haga su cilicio, sus cadenas no se moverán, la miraba tanto
tiempo mientras rápidamente su vista cruzaba conmigo en un repudio
comparable con la malversación de la felicidad, “no me mires así”, pensé, que
no ves que lo he hecho todo para ofrecerte algo que bordea el cielo, que bordee
el horizonte que quema, para brindarte poco menos de lo que quieres aspirar,
mirándola como se mataba, yo solo quería morir, “¿A dónde podía escapar?”,
me pregunte, mientras por mi memoria pasaban las aventuras que quiera con
ella, sin embargo mientras las estalactitas robaban mi aliento, esa cárcel me
robaba la fe, y la depositaba en un candelabro que iluminaba los callejones y
hacia ver; esa cárcel era infinita.
Perdóname, lamento no tocar tus oídos con tal bondad de prometerte algo,
pues soy alguien que se permite morir, que tiempo ha llegado, cuando al fin
rompas las cadenas, dime si llegaras a verme desde afuera, para saber que
entrando a esta cárcel, sea merecido un lugar en mis muñecas con sudor y
lágrimas para venderle mi alma, dime que esta nada que está intoxicándote sirve

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más que esas rasantes puñaladas que crea el tiempo en las cuevas, pero si he de
estar aquí, alcaide déjame besar los grilletes, que es lo único que tengo, lo único
mío tras mis pasos después de cruzar la niebla, porque al menos sé que muero
por ti, y no lo hago al pie de un todo, que se queda inmóvil, prefiero verla creer
que sopla el viento tras su cabellera, déjame discúlpame por favor mientras toco
de apoco tus pies, nunca entendí que la más grande belleza, es la más pequeña
nada que solo puede ser tuya, que tus esperanzas residen en lugares más grandes
que mis adornos para ese cuarto inmaculado, bese sus pies y suplique por
perdón, ella se soltaba de apoco, su hora había llegado, lo maldije a él, porque
nunca lo encontré, y renuncie a tanto, de salir de aquí solo vería un encierro sin
paredes, mis grilletes estaban en sus brazos, pero era tonto al creer que se
quedaría, entre a mi celda y vi una cárcel, no, el maldito del alcaide, bajo para
quitarla, y yo solo me quede con su cuerpo, mientras mis esfuerzos adornaba lo
mundano, porque yo no sabía a donde había ido. Estaba solo en el cuarto, que
cuide quitando tu esperanza, en el. Buscando tanto tiempo, la llave que hiciera
de tu felicidad un deseo tuyo, más allá que la de ese maldito, y que vieses, mis
palabras brindan la caída al lobo, mientras hace que se sienta que vale la pena.
Mientras se desangra de realidad, mientras se apuñala con las rocas, te pedí, me
dejaras convencerte de huir. “¿Que quedaba por decir?” Estaba solo mientras
me preguntaba a donde habías ido. Llore. “Alcaide, por favor acompáñame a
su mano, mientras le digo que lo merece”
Estaba solo en esa cárcel, que empecé a adornar, con nada.

16
Inservible

“Conocía a los malditos, que se hacen llamar altruistas”

El papel de seda era endulzado tibiamente por la pluma marcada del color
negro, tan espeso como los grumos en el viejo tintero, la casa de madera
asemejaba a una pocilga barata, tal se adornaba con el chico, que ciertamente
no sabía que escribir, se tardaba de apoco acomodar las palabras, pensaba en la
impresión que daba, y su único testigo no le juzgaba solo le acompañaba
enjaulada, su ave mensajera, pensaba matarla por el hecho de ser inservible a su
fin, nadie quien conociese deseaba al muchacho, sin embargo la promesa
ferviente como vida en primavera tras el mortuorio invierno inundaron su
mente, pues hace un tiempo atrás ese mismo hombre en busca del ocaso de la
vida del ave, se encontró con cierta mujer, se encontraba viajado, pensó en
sumirse en lo primordial del pecado, solo para huir de miedo que le daba vivir,
sacrificaba su tiempo en soledad y cada uno de los saberes oscuros,
pertenecientes a las ciudades de Sodoma y Gomorra, sin embargo en su
búsqueda inútil de una perfecta muerte en sal, como renegado, había
encontrado en un cabaret de la zona, la mujer había causado un impacto en el,
una mesera adornando la podredumbre del lugar, se sentí y bebió, copa tras
copa el espero hasta la mañana siguiente, como búho en busca de la presa, no
podía hacer otra cosa, pensaba en el destino o en la maldita fatalidad de Dios,
quería arriesgar en viaje la dependencia de su vida, pensaba que Dios tenía que
existir en esas oportunidades, no es posible que el azar diese tanta desdicha a
un hombre; la vio salir y corrió tras ella, se convirtió en la caza, y lentamente
clavo sus arpas en ella, la miraba con sus ropas sudadas tras la jornada, intuyo
con una palabra el derecho de reclamar su atención
”Permíteme por favor, hacerte compañía”
Las trivialidades del coqueteo no le importaban, veía a esa mujer lastimada
por la vida, ¿Qué podía esperar de ese fortunio?, de ni siquiera aspirar en ese
lugar a vender su encanto, tal tetra a esa dama lo excitaba, veía en sus manos
cicatrices, por el trabajo, carrizos enraizados en sus muñecas, vio tal dolencia, y
vio la necesidad de sanar, mujer cual si fuese la roca, erosionada por el más
cauto de los vientos y el más suave de los lloviznares, que lentamente hasta al
macizo mata, tras un largo tiempo en el mismo Cabaret, las palabras volaban a
lo que el chico pensaba, quería ella escuchar, del mismo modo ella, en el juego
de la oportunidad, pues no era joven, ni bella, entre copas ardientes que dilatan
el deseo por la carne de primogénita concepción, el hombre beso a la mujer
suavemente, sentía de un beso sanar y eso le daba poder, le daba control sobre
la falta de vida que vino a alimentar, mientras la agarraba lentamente de sus
brazos lacerados, él y ella se prometieron amor.
17
En una época pasada, donde los andares llevaba a la perdida, donde nadie
recriminaba la muerte, no por falta de ella sino por falta de encuentro, uso a fiel
acompañante ignorante de haber sido víctima de esa recriminación, el ave
mensajera, pensaba mandarla desde su hogar colindante a la cascada, necesitaba
saber que ella era fiel a su ser, y que acallaría cualquier vacilación de promesa a
su amada, la primera carta, carcelaria en el pie del ave, voló, tan alto que el
muchacho solo pensó con codicia en aquella mujer, que lo había salvado
cruelmente, la carta contenía las tentación más sublimes y dulces que su mente
encontraba, era en todo caso indulgente, eran tales las palabras que eran
punzantes, a lo lejos del alba que quemaba al ave y la vista del joven al mirarla,
rogando su regreso fortuito, deseaba nada más tocar al ave que sus manos
tocarían, deseaba ver su ave herida en la batalla más épica y poder siempre ser
su salvador como el de aquella mujer, se quedó sentado en la ventana todo el
día, mientras los astros miraban el lugar de apoco, camino hacia la cascada
oscura, se sumergió en el abismo y permaneció callado, el agua purificaba su
pena al pensar en ella, pero sentía miedo como cualquier caballero sin damisela,
¿Y si el ave moría?, ¿Y si se perdía?, maldecía a la paloma, mientras que sus
impulsos personificaban a la mujer de los brazos lacerados, su tristeza era el
néctar de los arboles más altos, que él estaría dispuesto a escalar solo por saber
su sabor, pues en su mente el sabor era único, desprotegida el sol fue abrasada
y lastimando su frescura, la cubría, para él eso lo hacía diferente de cada una de
las frutas, conocía lucían iguales, lucían patéticas.
Quedándose dormido en la corriente el agua, esta intento aprisionarlo y
llevárselo por un descuido, despertando al acto y escapando de los hilos de la
corriente destejida de la cascada, salió rápido, el agua lo había lastimado, la
memoria hizo que se tocara dónde dolía, cualquier dolor premia al que lo pide,
miro con la poca luz del amanecer, no recordaba si marcaba el comienzo o el
fin del día; no importaba, el ave estaba ahí, camino incrédulo hacia ella,
aceleraba el paso mientras sepultaba su somnolencia, agarro al ave de forma
violenta, pues no era de su interés, por momento aquel mensajero, la carta venia
en un hoja de papiro, sucia y ligeramente descolorida por el sol y decía:
“Soy muy Feliz, amado mío, en aquel lugar donde nos conocimos, no
retruena en mí el agobio, sino la esperanza, espero tu regreso, y lloro al saber
que he sido bendita”
El nunca respondió, a aquella blasfemia a su amor.

Tarde

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Son las doce, la comida se enfría, el agua se derrama y se escurre por cada
parte de aquella habitación, moja lo que mira y oscurece su color.
Estoy solo, no porque lo pueda sentir, no porque me duela en esas contadas
noches, acompañantes de las estrellas, el admitir mi tormento, pero lo estoy,
¿Qué clase de vida se elige?, para estar solo, el dormir, y sentir cada segundo
que el sueño ha de continuar, el sol recuerda el amargo sabor de vivir, que solo
me dice que no he de estar totalmente “vivo”, si nadie ha de sentirme, si con
nadie he de acompañar aquel aliento, no ha de existir razón, la comida sigue ahí,
no me molesto en recogerla, no es necesario, nadie se molestara por ella.
Salgo de mi casa, y el sol apunta al alba, y mi cuerpo cansado a la nada, camino
directo a ningún lugar, esperando que alguien me detenga, para recordarme las
bondades que las personas han de usar para sobrevivir, cada paso se pierde a
través de mí, en poco tiempo es entonces cuando lo veo, una señora; tres niños
a su alrededor, al parecer sus tres hijos, es alta y parece trabajadora, no hay
mucho que decir de ella o sus hijos, pero en su vida su madre lo es todo
verdad…
El epitafio de mi madre ya ha sido degastada por más de treinta primaveras,
¿cómo acompañas la pérdida?, como sanas cada pétalo que se aparta, y deja
sangrando en tu alma, cada lágrima de niño que mancha tu rostro de dolor, que
te alejo un poco de ser un humano, siento envidia, siento envidia de aquellos
niños, pero sonrió, porque no puedo hacer más, no puedo desear esperanzado
algo mejor, porque no puedo esperar a que aquella flor marchita recupere su
esplendor, y me detengo un minuto y sigo caminando a través de la hojas de un
parque, de camino en un pequeño lugar pido desayunar, apenas me alcanza para
pagar, las cuestiones triviales de vivir se resuelven como la cuestión de ¿para
qué?, desear dinero, para gastar, desear algo mejor, o en el agobio; desear morir.
Es tonto, pedir morir es pedir nada, pedir terminar, ya que de algún modo ha
finalizado y se resume en dejar todo, y ¿quién soy yo? de ser merecedor de
apagar ese ardor de vida, del ¿para qué vivir?, que se despeja con cada sorbo de
café, miro a mi alrededor y siento miedo, siento miedo de que se hayan olvidado
de mí, y si es así, si yo dejo de sentir, mi madre moriría en mis recuerdos, pues
tengo miedo de que muera, pues que más amor podría desear, que más
compañía he de necesitar….
Salgo de ahí, tembloroso y miró a unos niños peleando, ellos se golpean
como animales, no entienden más que por instinto, sin saber lo que hacen, sin
saber que sus acciones son errores, ¿qué clase de acción es necesaria para
entender los errores?, para saber lo equívoco de cada cosas que creías correcta,
y pensar: ¿Podré volver hacerlo?, ¿Volver a intentarlo? las cosas que no vuelven,
los moretones que no sanan, las cosas que tan solo mueren, porque en este
océano, las olas poco a poco te hunde, te asfixia recordándote que te alejas cada
vez un poco de la superficie; un niño golpea a otro, un hombre golpea a otro,
la gente se mata, la gente solo se muere, y terminamos sin saber cómo volver a
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flote, pero yo no he de cometer tal acto porque en mi soledad, el único ser que
ha de morir soy yo, soy yo quien poco a poco dejó de lamentarse afligido, de
aquel tormento de vivir para nadie, como náufrago, pues sigo caminando para
olvidar mi congoja, para insignificantemente sentir que merece la pena mis
decisiones, que haber negado a amar, que haberme negado a la compañía tenía
su razón, para que no duela, para que cada vieja estocada se alimente del vacío
de mi alma, ¡pues qué error cometí yo!.
El viento sopla a mi caminar, me golpea el pecho y mueve las hojas de todos
los colores y la alusión a cuando era niño, donde mi madre decía que me
rodease de amor, que al atardecer de nuestros días no quedará más, que el sentir
de aquellos por los que algún día lo dieron todo, me arrodillo, veo mi andar,
veo mi amor desvanecerse, ¡Ohh Julieth¡… ¿Acaso hubiese logrado tu amor?,
¿Despertar a tu lado?, y en que tus adentros digas que soy merecedor de tu
brazo, me digo mientras me lamento de lo que fue, pues el mundo que me rodea
es injusto, cada carta que escribí a Julieth, cada promesa de amor, cada
sentimiento robado, cada parte de su cuerpo que gritaba “No te vayas”, soy un
calle rota, donde nadie ha de transitar, soy la rosa de Julieth que deje marchitar,
porque Julieth, no he sido digno de decirte “yo te amo”, porque yo he dejado
de vivir, he dejado de sentir, he dejado de amar … y eso duele, y cada mañana
mientras veo cada traste sin lugar de mi hogar, cada suspiro que doy, cada latir
de mi desvaneciente corazón, me recuerda que te he perdido Julieth. Me levanto
y continuo mi camino, no sé adónde voy, y no importa…
El sol apunta al medio de mi cuerpo, acusador, camino inmutable por un
tiempo hasta que encuentre el motivo del mismo, el tiempo pasa entre
caminares lentos, de repente vuelvo mi mirada a una chica en el parque sola, es
bonita, joven y mi corazón sangra por sus heridas cauterizadas, desesperado de
vivir, por creer que aquella dama está sola de encantos, siente en ella la pasión
que no ha de morir; pues yo también siento que amas mujer, siento que vives,
siento que en algún momento tus lágrimas se secaran en el regazo de alguien,
que en algún momento estarás bien, en el abrigo de aquel calor enigmático, pero
cada pensamiento de ella es un calvario, que me encierra, pues tal vez luchamos
por amor, porque tal vez el que realmente vive para otros, no ha de morir solo.
Bella dama, permíteme darte un abrazo para sentir calor, y llorar en tu
hombro, para saber que todo podrá estar mejor, para saber que en el momento
en que llegue mi fin tu aun estarás ahí, para aliviar cada lágrima de dolor…
Julieth ven a mi lado y bésame, te lo suplico pues mis venas están cansadas de
compartir tanto en esta cárcel, pues mira esa bella mujer, miradla amar, como
solías hacerlo, miradla llorar amargamente y sanar, y sobretodo; Julieth, miradla
vivir, ella podrá ser una madre, no ha de morir en la memoria de sus hijos tal
como hago yo, Julieth permite llorar, y sentir tu regocijo… No me permitas
morir.

20
No puedo evitar sentir cada fibra de ser tener la alegría de ver esa dama feliz;
Pues he de tener que caminar, pues el tiempo no demora, pues mi paso es lento
y torpe a través de las transitadas vías de la vida.
El sol ya no apunta, ha sido fiambre en la negrura de las nubes sangrantes de
lluvia, continuó mi paso, un joven viene corriendo hacia mí, talvez
preguntándose por mí no actuar respecto a la lluvia.
“¿Señor, está perdido?”-Me dice
“No muchacho, hace tiempo que no me molesto en saber a dónde voy”
“Ohh ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarlo?”
“No, mira el cielo y alégrate, es todo lo que pido
“¿Se encuentra bien, señor?”-Me pregunta conmocionado por mi respuesta,
mientras me cubría con su paraguas
“Si he de tener que encontrarme de algún modo, dudo que sea la palabra
muchacho, pues no pierdas el tiempo conmigo, que tienes mejores cosas que
hacer”
“No, señor solo… creí que necesita ayuda y era momento de parar por el
momento, lamento la molestia…”
Él se marcha, cada fría gota de lluvia, cada una que cae del cielo, besa mi
cuerpo, y me dice, ¿Porque he de vivir así? que no es muy tarde…, que un
hombre que cubre de la lluvia a otro puede hacer la diferencia. Pero las acciones
son igual que las gotas; cada una ha de caer y ha de perderse, como el destino
de aquella dama de un posible vivir dulce. Madre, ¿acaso me equivoque?, madre;
acaso cada vez que me abrazabas, ¿tu sabias que te irías?, cada beso en mi frente
que calentaba mi espíritu era un recordatorio de lo efímero, que cada palabra de
amor que salía de tu boca, moriría contigo… moriría conmigo, que cada
sentimiento es muy grande para vivir solo en ti, que cada palabra a Julieth fue
una parte de mí, de ti, de mi alma, de mi corazón, que suplica sellar sus
laceraciones, que rogó por sentir, ¿por qué es bello?, ¿Porque es limitado?,
madre cada vez que veo tu amargo descanso, en aquella lápida, me pregunto si
valió la pena, darme tanto a cambio de nada, y lloro; lloro al saber que pude dar
amor y nunca lo hice, lloro viendo que tu conocías, que al morir tu amor nunca
moriría, que fue un egoísta, que amar duele pero te mantiene vivo, ahora lo se
madre por favor permite como tu vivir al menos una vez más…
Toco el timbre, la más dulce de las voces que podría escuchar atiende a su
llamado y responde, confundida, reúno valor y le pido que ella baje, ella se
paraliza, y contesta con un enérgico “dame… dame un momento”, pues el más
bonito de los momentos, ha de valer ese tiempo.
La lluvia recorre mi cuerpo como el carmesí de mis venas, y es entonces
cuando lo siento, tal terrible conmoción, el mundo se vuelve lento a mi
alrededor, a mis pies.

21
Madre lo lamento tanto, miro arriba en la espesura del cielo y como golpe
me tumbo al suelo, la gente me mira, y lo sé , pues la vida se me escapa de
apoco, madre por favor dime que he vivido, por favor dime que cuando me
abraces, sabré que no morí, acompáñame por favor, que tengo miedo a estar
solo, porque lamento cada decisión, lamento no haberte amado como lo hiciste,
lamento que mi corazón no se quiera permitir más dolor, recuerdo aquella rosa
que le di a Julieth, pues era la más bella, que tenía el más intenso de los rojos y
que redujo a negro, porque lo bello muere madre, que lo bello lastima, pero aún
no hay mejor laurel que ver lo bello vivir, porque en que tus últimos instantes
madre sabias que yo moría de poco, al tener miedo de amar como tu amabas…
El sol apunta al crepúsculo, un viejo hombre se desploma paralizado, en la
acera, la gélida lluvia tan inconfundible, acompaña su ahogo y aquella bella dama
que alguna vez amo, que tenía el más bello de los sentimientos, abrió la puerta,
hermosa sabiendo de su llegada de aquel desamorado hombre, lo mira en su
último aliento llorar, cada lágrima no ha de confundirse con el precipitar, que
se escurre por aquella acera, pues ella ha de acompañar su muerte, ya que el
hombre murió feliz, al ver su amor, y sintió cada instante gratitud al no morir,
de no hacerlo de la más vil de las maneras, de no morir solo.
Pues en su último sollozo de vida, su corazón murió por amor.

Corriendo con Tijeras

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Ella era muy igual a todos, jugaba de roles de todas las mujeres solo para
intentar no ser una copia, ocultándose en el más frágil de los mimetismo
huyendo del depredador, te confundieras al saber que su sabor era dulce, su
tacto era suave, y sus miradas eran lascivas, como sea, era una niña que la
sospecha convertiría en duda, cuando la ves pasear de la mano de su compañera,
sus más grandes deseos eran altruistas, pues sabía que no era necesario por parte
de cualquier deidad o amor, que ella recibiese algo; Ella llego un día de
Septiembre, y como el lienzo de un artista no tardaron lo buitres en intentar
mancharla, tan necesitada de protección, que no culparías a tu ingenuidad de
querer ayudar al asesino, al menos si este resbalase al no alcanzar la alacena.
Empezaba a ser navidad, ella regala su lastima a posta de no reclamarse a sí
misma por su hipocresía, engatusaba a la mujer más patética, que intentaba catar
tristemente el encanto que nadie le había dado, había buscado en la mujer que
caminaba de la mano con otra mujer, no podría culparla por pedirle
implícitamente que le mintiese, era lo mejor que tendría la desdichada, y se
tornaba triste ver que esa felicidad, era falsa, pero no perdono a ella por aceptar
a hacer tal punzada a su corazón, pues aunque el asesino ocultaba su arma en la
más grande de las ternuras, incluso para matar necesitas cierto tacto, pero
manchaba ese haciendo de madera donde hablaban con palabras vacías, y
podrían la madera a su alrededor y daban frutos rojos a quien se las creía, no
importaba de cierta manera la navidad, si no me las hubiese creído yo también,
aunque vuelvo por cierta misericordia, porque ¿Quién no querría que lo
quisieran incluso si se tratase de una mentira?, “cortarle las alas”, susurre.
Entre pasos lentos y largos del Enero, la veía pasar, las ventanas colindantes
con las nubes oscuras no reflejaban luz para ella, de poco a poco, cualquier
intente de matarla en la perversión, se convertía en una imposible hazaña, mi
poco buen tacto para inocencia, resguardaba para mí las amenazas más
placenteras, abriendo la puerta del egoísmo y la pura vanidad, si es verdad que
era ferviente la dama, si es verdad que era torpe, y que era más evidente verla
mentirse a sí misma, que verla descaradamente intentar convencer a todos de la
fachada más inocente de todas; Ella venia de brío de lo inefable, nunca conocí
a la mujer que la acompaño en esos lugares, pero ¿Qué clase de vida llevaría
alguien, que tuviese que mentir a quien veía reflejada en ella?, llegar al extremo
de sacrificar sus propios pasos, y decirle solo por felicidad ajena a esa mujer de
tan patéticos deseos, “Te quiero”; Ella la había conocido tras las traiciones,
suficientes con para que se cansase la pequeña de los amores, pues hubo cierto
tiempo donde su cuerpo era más un martirio que la bendición que quería para
que la quisieran, pero hablar del amor empieza a ser punzante, fue más o menos
entonces cuando la conoció, la mujer era muy molesta según recuerdo lo que
ella acotaba, una mujer de muchos antes, y de pocas palabras, que la engatuso
al abad de cierta insistencia molesta, el golpeteo de la lluvia golpeaba el cristal,
y me da pie a reír de apoco del amor del que se había enamorado, caían las gotas

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a través de los vitrales, y mi viste se empaño un poco con ella, se tornaba
borroso, marcada como los cristales, me rozaba la piel, y me vi envuelto en su
fachada, del más puro egoísmo de niño, para tenerla para mí, y dañar ese bello
marfil, sonaba tentador, romper de apoco su voluntad, tenerla y exponer de ese
modo sus pequeñas fabulas, pero parecía que esa mujer de pocas palabras me
había ganado.
Desnuda, tanta estupidez, y la mentira por la que te buscas convencer y
sentirte que valías algo para esa mujer sobre todos los demás a quien ella
profesaba pleitesía te sucumbió, los toques lascivos en el cencido de tu piel,
contaba las historias que solo ella descifraba mientras te quedabas sin nada, el
amor más confuso nacido de la verdad de saber que eras inmerecedora, como
Judas vendiste hasta la última de tus verdades al tacto de ella, y a ese precio te
aferraste tanto, pues siempre tuviste la duda, de que nadie querría a una mujer
como tú, y no te equivocaste. En tu cama desnuda, sabes mejor que yo, que no
podrías mentir, a quien te mira sin máscaras, que te hacia ciertamente feliz,
enterrar a esa niña que fue traicionada tantas veces, en la melancolía del olvido
y de la pena, había cierta espacio, en su féretro, donde faltabas solamente tú.
Fue la cruz que se carga, de mi propia culpa, por acompañarte en tu mentira,
del mal amante que fui, y de no eximirme de nada, porque no hay amor para los
malvados, me lo probaste dejándome, y lo probaste quedándote sola; Camine
junto a un cachorro y le di de pocas de las mejores migajas, pero no importa
porque me quede viéndote en el zaguán, que daba a tu cordura, mientras
regresabas a tu ama con la cola entre las piernas, mientras regresabas la mirada
en la lluvia hacia mí, sabía que tu correa cedería en cualquier momento, en uso
fortuito de cierta maldad de buscar una nueva mano, y yo, estaba en la lluvia
aguardando que sepas que no podrías olvidar a quien te cedió un poco de
limosna a tu hambre, y te había regresado al único lugar que conocías, mientras
tu lienzo se descoloría para mí, en la pútrida lluvia de Marzo, espere, y vi
acercarse más cachorros.

Estima

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Las bonitas historias de amor, se tornaban triviales e inevitablemente lascivas,
fue así en cierto bus, buscando perderse en el camino de la no-importancia; Tal
vez haya sido una excusa el viaje, para este libertinaje sombrío, evidente como
el agua cristalina, en un páramo neblinoso.
Estaba cerca tengo que admitir, aquella chica vestía sutilmente en riesgo de
sonar llamativa, unos lentes negros, que marcaban sus ojos como unos
delicados lienzos teñidos en avellana, marcaba una altura decente propia de una
adolescente, que normalmente se opaca en comparación a cualquier chico,
tímida, denotaba ser reservada, con toques picara de una mujer, buscando no
enaltecerse de halagos, pensé en ella, con un roce de pinceladas de deseo carnal
que rivalizaba con el común del amor, que de igual modo ella no entendería,
por su estúpida inocencia, pero ahí estaba, esa mujer cual no recuerdo su
nombre, sentada comiendo un helado que acompañaba de fresas, callada, y yo,
bebiendo un café.
La muy sumisa, tan ajena a lo común del pasaje que dejaba sus compañeros,
se quedó ahí y yo expectante a que algo sucediera, para que ella se sintiese parte
de lo que estaba pasando, al fin y al cabo, debería tornarse como un cántaro en
la lluvia, debería de algún modo en el azar lograr llenarse, ¿Qué motivo tuviese
entonces viajar por ocio?, ¿O dejar un cántaro en la lluvia? Llego alguien, diría
que un amigo (por la confianza con la que se acercó), alto y de un cabello tupido,
mirada que daba la sensación de ternura, era un niño, que se acercaba a esa
mujer, se acababan las fresas en el tentempié, no tenía idea de que hablaban,
pero ella se sonrojo en un momento, parecía la misma expectante, y el chico
tímido, y cabizbajo… Sinceramente, era estúpido verlos a ambos tan
avergonzados, ella logro responder, no olvidaría su respuesta por la risa que me
causo, en el silencio de esa tienda tan acaparada de gente: “No, yo… me gusta,
alguien”-Continuo tras pensarlo-“Lo lamento”; Suspire en afán de no dejarme
llevar por la risa , el pobre chico intento cazar con alpiste a una presa asqueada,
la cual no le importaba morir, sino quien la mataba, tengo que admitir la valentía
del muchacho, que en un momento creí, era quien buscaba ser la presa al igual
que ella, de repente, la tomo de su blanca muñeca, mientras ella se sorprendía,
(mientras me distraje de momento, al ver como caía el helado con las pocas
fresas que quedaban) y se asustaba de apoco del acto, normalmente te esperas
eso, de una chica tan suspicazmente callada, y si la vieses bien, y tal vez…. Un
poco de lejos, dirías que es bonita, como un pétalo pútrido solamente en el
envés por el desgaste, el con una presunción (diría falsa), y con un poco de
vergüenza, me mostro otra vez, que esta vida crucificando al altruismos, llena
de deseos, y de puras ambiciones, el problema es que no sabía que tan grandes
serian estas, deseaba que el muchacho apostara todo, para que perdiera
gloriosamente, y enalteciera su propia estupidez, no pude evitar levantarme y
seguirlos, (pise una fresa, sin darme cuenta), él la llevo tras una puerta de
madera, tal vez ahí guardaban las cosa de la tienda, no me importa, a decir
verdad saberlo, pero ahí estaba, llevando mi café late, mientras sórdidamente

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como Katana escuche la estocada más vil e impía de mi día, él la había besado,
que agria alabanza al amor, parece honesto y casi lógico amar cada vez más
egoísta, y si, es verdad, nadie en su sano juicio, dejaría algo que ama lejos de sí
mismo, grandes poetas, escritores y grandes asesinos, usaron esta musa de las
más grandes depravaciones, perdonadme al excitarme con tal deleite de
apreciación que escucha a través del madero, la tocaba, con un leve “No”, ella
intento alejar, a ese muchacho con engaño de inocencia, cual me había tragado
de lleno, y me daba cuenta que no podía masticar, sus manos (o su rostro)
golpeaban contra la puerta, temí que alguien escuchase eso, pero nadie presta
atención en la multitud, creyendo que alguien más lo hace, y en este caso yo,
empecé a escuchar los gritos en forma de susurro, lo que la gente normalmente
camuflaría llamando gemidos, no merezco indulgencia al imaginar ese chico
tocando los pechos, de la mujer que hace un instante se veía perdida en su
postre, tan delicada, al fin a alguien le era útil más allá, de un adorno en la
sombra, pude sentirme menos mórbido de imaginarlo, al escuchar que una
respiración masculina se aceleraba, mientras ella intentaba controlarla, muchos
empujones ahí dentro, lo notaba por como ella intentaba parar al chico, fallidos
intentos de abrir la puerta, donde todos disfrutaban de su salida estudiantil, ¡Que
dilema!, normalmente nadie le importa los demás, a menos que los demás
siempre estén contigo, fundiéndose en ti; Él la estaba violando, es estúpido
creer, que sería testigo de eso, lamento y me condeno, al decir que no quise
hacer nada, la idea de ese acto, me resultaba impuro, y sublime, como el ave que
busca ver hasta donde aguantan sus alas, aquella violación era mi escusa de
nuevas emociones, pobre chica, dije para complacerme ya que no sabía de ella,
no me importaba.
Los sollozos continuarán al ritmo, de un galope rudo, al parecer la presa cayo
dominaba, mientras el lobo le arrancaba de poco su piel tan pura, y se desteñía
su disfraz de oveja, ella lloraba, lloraba mucho, y entonces solo silencio; Fue el
éxtasis (del muchacho), igual que el helado se escurrían al caer al suelo, la culpa
me embargo, pobre dama de los lentes negros, él intento calmarla, excusando
al amor como siempre, como premio de su confesión patética de hace un
momento, pero no importa lo que el hiciese, ella le negó. Buscar ganar en un
juego perverso de reglas rotas y soeces, ha de ser merecer, en este caso, el
desamor, sabia él; Ella amaba pero, no a él, me reí un poco por tal confesión
callada en el sinsentido, después de lo que el chico hizo, ¿Fue ella, quien lo había
permitido?, no me importaba tener respuesta, para mí el sexo, es la pirita de
quien busca oro, pobre diablo, pero sobretodo, esa mujer, ¿Pude hacer algo para
frenar lo que paso?, puse mis lamentos en justificación del destino, “Hubiese
parado si ella lo quería así”-Susurre, otra vez excusándome, no obstante, había
disfrutado de ver a esa mujer seria, decaída y retraída, siendo usada vilmente,
pues en ese momento, nada de sus adjetivos cabria en la imaginación de aquel
pervertido, entregando espinas disfrazadas de rosas llenas de rubor, que
inocente que se veía, ¿Y yo?, jactándome de que todo… me había gustado.

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Acabe el café sentado, apoyándome en la puerta, paso un tiempo entre
lamentos de ella, y de amenazas por él, ella salió con lágrimas cortándole la cara,
endulzando los maderos a sus pies, y él; salió galante, por su gran logro, imagino
que él esperaba contárselo a todos para que lo glorificaran, ese chico de mirar
inmutablemente inocente, ¡Dios!, que descaro poder verte así después de matar
cualquier pasión, como sea, no era mi problema, pague mi café y subí a ese gran
bus, distante a todos como siempre, pero no egoísta de mirar como lucían ellos
dos, el miedo y el indecoro, evitaron que se sentaran juntos, el muchacho
debería tener la honradez de besar las ruedas; vendría un poco ególatra, venir a
imponer de juez, siendo yo quien lo permitió.
Ella se sentó sola, él se quedó atrás con un amigo, mientras yo me quede
sentando a la ventana (en la parte de adelante), ignorando quien estaba a mi
lado, ella… No sé porque, pero diría que miraba a cierto chico, este no lucia
como el anterior, era notorio, como de gala, un hombre atractivo, tenía unos
bellos ojos verdes, aunque no mire más, no quería prestar atención a quien
miraba esa chica tan dañada, ¿Tenía el descaro de enamorarse?, dejar de ser
vigilante y ser un actante seria aburrido, así que solo me cuestione, ¿Y si hubiese
sido el quien se le declaraba, y salpicaba su depravación?, y el chico de inocente
parecer la reconfortaba, ¿Eso estaría bien?; No es absurdo; Ella solo lo seguía
viendo, mientras el hombre cerraba sus ojos, para besaba a una chica pequeña,
de iguales e increíbles ojos como esmeralda, manchados de un ébano claro en
el centro, mientras el violador, miraba por la ventana, caí dormido en la ruta,
antes de darme cuenta.
El bus se paró bruscamente despertándome, cerca de un campamento
(donde esperábamos, pasar la noche), no había guías aun, teníamos que
esperarlos, la mayoría de gente empezó a salir, recuerdo eso en mi somnolencia,
morirme de sueño, tanta emoción de un día normal, no viene bien, para alguien
como yo, regrese la mirada, sus lentes salvaguardaban sus ojos, ocultando casi
fallidamente la peste de la depravación de la pasión, seguía pareciéndome tonto
que gustase aun la mujer por un hombre, el niño inocente se levantó, y paso
junto a ella extendiéndole la mano, con una mirada caída en el pánico, ella evito
mirarlo, el continuo en mudez, el chico acertó en algo con la dama en lentes,
dio un secreto a alguien, que tiene miedo de contarlo, la enveneno, mientras
imagino, él pensaba como la había tocado, su figura, su pecho, mientras la
besaba, remojando sus labios en las lágrimas de su mejilla, mientras la chica
intentaba cerrar los ojos e imaginar, que alguien vendría a sacarla, que alguien
escuchaba lo que pasaba, alguien que fuera testigo, de que no valía por serlo,
estar en tal lúgubre lugar, que consuelo, más que pensar en el chico de ojos
esmeralda que amaba.
Casi todos habían salido del autobús y antes de caer dormido, vi a ese mismo
chico, besando a la pequeña mujer, no tendría nada que reprochar, siendo yo el
César que vio de las batalla más indignas, y espero a, por puro morbo, a que
ambos murieran.

27
Sutilmente, me di cuenta que este día, (o lo que quedaba) iba a ser divertido,
me había despertado de nuevo, una discusión que caía en soliloquio; de reojo,
con su rostro en alto y sus lentes resbalándose, la vi sentada, con las piernas
hacia el pasillo, donde estaba parado el muchacho de bellos ojos… Se le estaba
declarando la desencantada dama, le decía, que estaba dolida en busca de
regocijo, solo yo sabía, que no eran solo sus sentimientos; Mi bondad, nació de
apoco y espere que este hombre galán, decidiera darle la mano, debió sonarle
en tono de burla el lamento agridulce de esa mujer, pues él no se lo creyó, fue
entonces cuando nerviosa tomo valor (imagino), la mujer se levantó intentando
robarle un beso.
Pobre soñolienta mujer, perdió en una amistad toda dignidad, y quiere tener
razones para regresarla, buscando estúpidamente la valía de lo que paso en un
hombre; él la empujo contra la silla que daba la ventana, “Yo estoy con alguien”-
Dijo el hombre, al igual que esa mujer pequeña asomaba su cabeza (atrás,
escondida en los últimos asientos), sus lentes caídos me dijeron que ella se vio
estúpida, usada, banal; Y no se equivocaba, fingir estar dormido se volvía una
tarea hercúlea, para ignorar la situación, recogió sus lentes y salió, ellos se
quedaron, tal vez sea necesario decirle “perdón”, debí decir más de la que comía
un helado en compañía del desoír, no solo era un chica tímida, con unos lindos
ojos avellana, que rimaban con su cabello, no... Ella era la muchacha, que hace
un tiempo había perdido su padre, no recuerdo si fue un accidente en la
carretera, lo escuche sin darle valor como siempre, era todo muy malverso,
¿Acaso solo buscaba, una la sensación?, nada de que lo que encontró la mujer
servía de mucho, me di cuenta, que no había salido (se había quedado en el la
silla del conductor), lucía casta, incluso después de tal ultraje, la vi por el
retrovisor, sus ojos se enterraban en la orilla, hasta el augurio de la marea, y esta
no tardo mucho, pues como normalmente pasa, el amor escupe
indecorosamente la lujuria; esos ojos verdes intentaban ver desnuda a esa
pequeña mujer, en el final de la hilera de asientos, para mi salir del bus, era
entonces una estupidez imposible, pero para ella, un suicidio lento, que no me
perdería por nada, también miró con sus gafas sucias, tras la caída el retrovisor,
ese repaso de lo que le paso, tras su última confesión de amor, muriendo tras el
madero, de ese ataúd con cerrojo, deseaba hubiesen asesinado todo sentimiento
en la dama, para no verla, no quería ver tal cosa en ese momento, escuchaba al
sujeto recostar a esa chica en el asiento, ella y ellos creían que yo estaba dormido,
(bastaba con bajar la cabeza, en burla y disfraz a mis ojos), los vi a través del
espacio de los asientos, la desnudaba con una ligera brutalidad, que excitaba a
la chica de anteojos, remordiéndose el labio (Tal vez por ver así, a quien le
gustaba) al mismo tiempo que acallaban a la pequeña chica sofocando sus
suspiros en besos, él mordía sus pechos y la subía en sus caderas contra las
suyas; yo quien tuvo el mérito de ser solo un observador, no merecía nada.
Estaba la diminuta fémina sentada sobre él, y vi que el hombre descubría
disfrute al acto. Del asiento primerizo, se levantó ella, y los vio, no pararon,

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seguía besándola; Mientras erguida a través de sus lentes la podía ver, la veía
lloriquear, (esos amantes sabían, que nadie le crearía a esa tonta enamorada si
quisiera contar lo que vio), limpio sus lentes, camino, y se sentó a su lado, “Lo
lamento”, le dijo la pequeña, mirándole a sus ojos de color avellana, mientras
tenía la mano de aquel chico en sus pechos, esos mismos ojos, le quitaron la
vista de encima, y miraron y tocaron, el miembro del hombre, haciéndole de
dique, a la corta chica de manos nerviosas. Al fin, entendí, del placer de mirar,
y del de ella, que creía que lo hacía era felicidad, aunque de ser así, debería
sentirse de maravilla, porque su amigo no paraba de intentar venderle felicidad
en presagio de perversión, entre tanto aprendía que bendito sea el grande, que
solo usa el pretexto de observar, para no ser parte del circo enfermos, sin afán
de buscar un poco de autoestima, al ver a esos patéticos. El besaba (aun con sus
pechos al aire) a esa diminuta mujer, con pura lujuria, yo veía aun tímida a esa
mujer de gafas empañadas, sentada a un lado, jugando lascivamente de arriba y
abajo, pensando que los suspiros tan masculinos le decían, “Así es, yo te quiero”
Mirando por la ventana, ese muchacho de inocente mirar, llegaba con flores
(obviamente cortadas), hacia el bus… Volví a dormir.

Por Dios (Sátira)


Dedicada a esa Chica, que me Hace tener menos Fe, cada Día.

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Dios nos ama; o ama que seamos a su imagen y semejanza.
Si los Milagros existen, no son grandes para notarlos, y si fueran grandes,
porque aquellos serian mereceres más que otros de las bondades divinas.
Aquel que peca sin saberlo, ¿sigue pecando?; Y si fuera así ¿Cómo se
arrepentiría en el tribunal supremo?, sin entender sobre lo trivial de la cosas por
las que debiese pedir perdón.
Escuchaba que los niños van al cielo por ser inmaculados, quien ha de
juzgarlos si por accidente matasen a alguien; ¿Cómo podrían?, pregúntaselo a
quienes enseñan a los niños a jugar con armas.
Había cierta ironía que imagine; una niña religiosa benefactora de las más
grandes alegorías de amor al Altísimo, aquel que llamaba su creador; su vida que
giraba en torno al brío de la pleitesía que le tenía y aquellos que amaba, que
sorpresa que “aquellos” fuese ella.
Hasta el Todopoderoso, descanso un día.
Tengo que admitir que Dios es necesario, en un mundo donde ni el bien ni
el mal existe, sin las razones de porque algo es pecado, ¿Cómo podría ser capaz
de cuestionarme la muerte, el dolor, la injustica?; no; El creador de todo así lo
quiso y así será.
Se encontraba cierto asesino; él se arrepintió de corazón de haber asesinado
diez niños, tuvo su indulgencia, y entro al cielo. (¿Cómo lo hizo?, Se arrepintió
de corazón.)
El libre albedrío, es la forma de decirte que hagas lo que hagas todo te llevara
a Dios, piénsalo; si él nos controlase, ¿Acaso nos daríamos cuenta?
La única diferencia entre lo divino, y un sueño; es que lo divino tiene su
propio libro, ¿Qué porque el libro no desaparece como lo han hecho tantos?,
no lo sé; solo haz lo que dice. (Control)
Alguna vez escuche que de las malas decisiones; “No hacer nada” era la peor,
pero si Dios lo hace, imagino que está bien.
Si alguien bueno, culto, inmaculado y benévolo, no conociese a Dios, y por
omisión no lo aceptara como salvador, ¿Tendría más mérito en el Infierno? (Si
el Infierno es solo la tierra, pues igual no sirvió lo que hizo)
Sabemos que en nuestra morada forjada de polvo; todos somos imperfectos,
manchados del pecado, por ente no ha de existir mayor tortura que predicar las
acciones divinas, sabiendo que nunca lo podrás hacer a cabalidad.
Pensar que la antítesis del Altísimo, fue el ángel más bello; y el único que
sintió algo humano; el pecado; creo que me identifico más con él.
No confió en quien crea a su propio enemigo.
Yo lo llamo ofrenda, ellos lo llaman asesinato animal.
Un niño, mataba a las figuras de plastilina que hizo, le pregunte “¿Por qué?”,
dijo que como él las hizo, le pertenecían en todo sentido; tenía razón.
30
¿Qué se puede decir del creer y el saber?, no ha tener importancia, nadie
dotado del conocimiento en su búsqueda; de frutos en tierra árida; lo sabrá,
impetuosos que han de intentar carcomer de a poco todo fortaleza, lo lamento;
no existe tal fortaleza inquebrantable, aunque sea inútil divagar sobre todo lo
hecho inmerecidamente nacido de la mano del azar, no importa pues lo que
creas saber, ha de ser opacado de pecar por ignorancia, la misma que resguarda
a quienes juzgar lo impensable, ¿Y si existe?, acorralaría toda idea sobre él, y le
haría saber siempre, como vez primera; que no me importa.

Tabaco

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Veo normalmente a mi padre fumar por las noches, de esas que caen en los
rizos de las estrellas y se cubren junto a las jaulas de piedra tras el cristal, lo veo
fumar, esperando, mi hermana caiga en sueño, no lo culpo, el padre en anhelo
de dar el ejemplo de buena fe a su hija. Veo por las noches fumar a mi padre,
mientras soy el mártir de todos y el claustro de mi madre, la veo llorar, por tal
fallido proyecto del error de la falta de madurez, ese, su hijo, tembloroso por
las noches, donde las sombras engañan y engatusan la vista, notando cada
mañana hacerse pesada en ahorco de sábanas blancas, creo; enamorarse de la
vida, dura hasta el reparo de olvidar el motivo de esta, y miras en los ojos de las
más lebriles presas a los pies de la parca, darse cuenta; entienden; al venado que
vive para llegar a las fauces del león, desease haber muerto en camada; Veo a la
mujer más hermosa, engañar castamente a quien ama, y veo amantes mentirse
promesas desdibujándose en mudez, catando besos que son el precio de la
amargura de la no soledad en justificación, del toque desnudo.
No tengo palabras que escribir… Quería compensar los errores con deseo
de elegidas oportunidades vinientes de tu piel, porque; ¡maldita sea!; te amaba,
y me jactaba de buscar lo que quería y no lo que merecía, ser quien a la par,
tratase de igualar perfección, fallo, yo el Adán, que no fue más copia de
semejanzas, a sabiendas del énfasis de todo amor, daría vida al más cauto de los
ríos, alimentando cardúmenes, pero son tus pechos marcados por el carmín
ajeno, y son tus palabras la tetra de todo engaño, pues en cual potestad podría
consistir las manipulaciones más grandes, que en la vil esperanza melancólica,
mientes a mis ojos, y te limpias en mis lágrimas. No sé de poesía, tal el colibrí,
se cansa de volar, por el perfume de los lirios a tus puertas de maderos, son mis
besos los que normalmente fallan en cautivar, el resto de mentira convirtiéndose
en tu boca, mientras rozas mi piel, mientras tocas un poco, volviendo ligero
cualquier martirio, y convenciendo al necio del sentimentalismo, vibra el alma,
a quien tal aspiración convierte en distopia, ese engaño de cambio de plata, tú,
ven y besa mi mejilla.
Deseaba con certeza, tener un propósito donde Lázaro, me recuerde porque
movió su roca, y donde los frutos me recuerden, porque morder el único árbol
que no debería, esto no es más, una divagación llena de estupidez, no soy ella
para rezar alegorías y quererme, es cada pútrido pétalo, cayendo al agua
limpiando del corte denuedo, las venas desfallecientes, es cada sensación de
impotencia al no tocar distinto, algo más tu cuerpo, sin acallar tus gritos de
cariño en mis dedos, y que no cambia amor por capricho, es este el amante,
mientras me dejas dormir solo, al riesgo del ridículo, pues me tiento a decirte
bellas palabras contra tus tenidos cabellos, inútil, cuento estrellas y cuento
versos a la carta, pidiendo al viento, corte, tal pobre promesa que me hice,
porque jure que te amaba, como mi padre juro dejar de fumar, de la mano de
mi hermana.
Pdta.: En verdad. No quiero escribir, cuando ya no salen las palabras, pero
son los deseos, intocables por las meras descripciones. La ilusión de obrar a la

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mano de cálidas aguas, fue el gusto de la copia de mi imagen amada, le rezo a
los caídos, que conocen más pura verdad de ese deseo perverso, besa candente
a la concubina, porque no tengo pecado, y rezo cuando eres, mi Dios que cae.
Viví, suficiente.

La Lluvia (Pastiche)
“La Lluvia”, escrito originalmente por Arturo Pietri.

A punzadas que marcaban los pasos en el reciente limo, rozaba el viento las
lágrimas por las que suspiraban los maizales en busca de cierta impía esperanza,

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a los pasos de Jesuso, pisándolas a través de la charcosa tierra, el sudor se
disipada en la neblina de la decepción y miedo a través del vaho, las puertas del
rancho, la mujer a flor naciente en los ojos, vislumbraba tal acto divino como
bendito y merecedora recompensa de vanos esfuerzos.
-¡Está lloviendo!, está lloviendo Jesuso.
Enervado de la manera en que había herido su fulgor, el mal ritmo de la
búsqueda del muchacho.
-Así es vieja, tenías razón
-Podremos…-Pauso al ver la ligera sombra, que solo daba su marido-
¿Dónde está Cacique?
-Eusebia…-Miro dejando caer las gotas de sudor el hombre-No lo he
encontrado, he caminado hasta la colina, y al majadero no lo he visto
-No, te preocupes, mira que el frio lo hará regresar.
En cómplice de tal tetra de toques salados de incredulidad, sonrió el cansado
hombre al abad de su tan esperanzada mujer
-Claro que si vieja, solo es cuestión de tiempo, como sea, prepárate, no habrás
olvidado lo que dijimos, la cosecha no morirá.
El cuchitril de imagen a hogar, se tornó de la brisa en la envidia del cielo, el
olor de la humedad era rasante, misma flor de loto en los sentidos, la pareja que
por vez primera, ansiaban el gélido escenario no parase.
La víspera de cualquier buen augurio, dejo en el descanso Jesuso, en la
pequeña silla del tugurio que alagaba a las plebes de ser honrados con la
presencia del espectáculo de carrizo del cielo, y el cariño con que la casa había
convertido en hogar.
Con un grito que grababa los maderos.
-¡Jesuso, ven y ayúdame a poner mi vestido!
-¿Qué?-Recapitulo la acotación en su mente-¿Estás loca mujer?, ¿Para qué
demonios quieres un vestido en tal aguacero?
-¿Acaso no ves?, mira que no hay un fecha tan importante como esta, ven y
ayúdame, que las cosas no se van a comprar solas, además, te puse tu traje en la
cama.
Tal mísero favor de pocas oportunidades, no se le paso por negar al viejo,
igual al cántaro en tempestad se llenó de cierta ligera melancolía, y sin rechistar
acudió a la ayuda de su amada, a vista del cerro achicharrado, con el vestido kaki
sediento de mejores tratos de la dama.
-¿Qué vamos a necesitar?
-No sé

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-¡Pero te lo acabo de decir!, no arruines esto con la vaguería que llevas, agarra
la plata, que en el pueblo nada sale de baratija, además… tal vez Cacique este
allá, guarneciéndose de la lluvia
En alegoría al respeto de la esperanza, con el olor de la tersa de las pieles al
alimento de las cosechas del recinto, el hombre callo y se puso su traje
manchado en las edras del trabajo y el pasar de las estaciones.
Pelaba de manera sucia el óxido, a las bisagras de los tornillos de la entrada,
al juego de chirridos con el paraguas desecho de la pareja, Jesuso en acto casual,
arremetió contra la mano de Eusebia, y esta la agarro con fuerza, la pareja dejaba
lodo de sus pies, dejando el cerro y el crujido de la anterior boquiabierta tierra
en necedad de morir.
Con un vals lento y calmado, con el son de los zapatos y el eco fantasmal, en
la neblina del paraje hacia el pueblo, Eusebia interrumpió la melodía tan afinada
cual piar, en nido de las aves hambrientas.
-Oye, Jesuso... ¿Y si esta es la última vez que llueve?, ¿Y si todos los veranos
e inviernos se lucen iguales?, sino podemos vivir…
Entorpeció el mimetismo henchido de caballero, tomando del hombro y
desposándola de la lejanía, al contacto a flor de piel, en el calor de ambas partes
que daba amparo en la frívola lluvia.
-…No importa, estaré contigo, esperando la siguiente tempestad, y de ser
necesario caminare hasta que me chillen las piernas, por el agua para el herbaje.
-¿Qué cosas dices?, tonto, deberías limpiar la hojarasca de las rendijas, al
menos.
-Lo hare
En el pueblo, la calles brindaban y guardaban reverencia, por sus decoradas
de mercantiles de buenos tratos, del tentó por endulce a la vista, del festival casi
tácito a la madre de la vida, los niños jugando en el charco de las grietas de la
calle, galante las pinceladas húmedas, ciertamente descoloridas en el cielo que
asemejaban deidades, mezcladas en los nubarrones, mientras la pareja iba
decidida al encargo cercano, mientras de reojo buscaban algún muchacho
conocido.
-¡Buenas!, ¿Tendrá tierra y estiércol?-Miraba Eusebia
Entró una muchacha de candente actitud, asemejó de las niñas con sus
chiquilladas, en la tienda de adobe.
-Claro mi doña, ¿Cuánto va a llevar?
-Unas cuantas libras, que me alcancen, parece buen momento para dar valor,
a esta tempestad
-Está bien, deje busco
Eusebia, mientras esperaba, noto que tal fulminante éxtasis del detono del
agua que marcaba su necesitad, no la complacía tanto como ella esperase,

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aunque disipaba como las grietas en la carretera, su miedo a que el agua no se
brindase más, dando yerma por pan en los campos, que miraban acusador al
cerro, quería darle cierto merito a lo que antes no merecía esperanza, como
caminar de la mano de su amor.
Paso el tiempo en la abstracción divagante; un estruendo chirriante.
-¡Aquí esta!, su tierra y esta cosa que huele mal.
-¿El estiércol?-Acoto saliendo del distraje.
-Sí, eso mismo.
-Jesuso, págale a la seño…
II

¡Pum! Llego el estruendo a quemarropa, de tal cortante golpe al retumbo del


funesto silencio.
-¡Jesusoooooooo!, maldito seas, ¿Cómo pudiste dejarme sola?, y encima más,
sin la plata.
-Vieja… -Suplico al juego de luces, que hacia sombra en el aposento.
-Me dejaste, tú lo arruinaste…-Sollozó, al entablo de ojos vidríales.
-Perdón, olvide llevar suficiente dinero.
-… ¿Perdiste nuestra plata?
-No. Compre un caballo de madera en el traste, en caso, el regresase… y
olvide llevar más para la tierra.

Cambio

Siento que he cambiado; justo cuando uno juega en primavera, tiene la dicha y
el augurio de la hiede del invierto que se aproximó en sus trenzas de cristales
por lluvia, así, no le reclama a este, tan virtuoso empeño deshecho en días.
Cuando era niño, tal cambio me resultaba estremecedor, de ese entendimiento
de ser, esa acostumbrada tan benevolente estación, vendría con toda petulante
actitud a robarse, lo que fue de la brisa que calentaba al palmo de los bellos
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insectos, y pincelaba al óleo kaki los troncos, tenía miedo a ser diferente, a
mirarme de reojo intruso, a olvidarme lo que me sentía ser, y ser desvaneciente
la sombra del roble más grande, calándoseme a través las llamas del sol que
dejaban entre pasar los pétalos de olivino, me sentaba viendo, orugas al salto, al
terciopelo de flora de cada arrebol, escapándose de las maños de la espera, era
hermoso, creerme necesario de cierta manera, para poder presenciarlo, era casi
milagroso, y acontecía cierto invaluable precio, de poca paga al diseñador de lo
perfecto, que me lo cambiaba con cada madrugada.
Renunciar a irme, era cierta culpa jovial, hasta mirar en la mente de lo crónico,
se lucia la muerte de verme en ámbar por todas las estaciones; permanente.
Tendía del cuello al dador de vida, de tal ultraje y desentrañable actuar, tenía
pavor de cambiar, porque significaría que en cierto modo, como las orugas a la
andanza de los pies cansinos de toda mortalidad, vuelan con el terciopelo
dejando caer su céfiro; vendría de la mano el recuerdo sin más. Y moriría,
moriría a lo que alguna vez; trajo la primavera.

Samaritana

Camina cierta chica en la pedregada de la calle adornándola con su cabello


que ahogaba la luz, al son de los lienzos de la arbolada percude y sombría,
colindante a la acera; quien pensara que aquella chica juzgaría bienaventurada;
la razón de la bondad pues en su deleite de las estrafalarias cosas de la vida; un
perro; herido; en la oscuridad, la que la chica de lento caminar dejaba a través
de las pinturas, quien ha de juzgarla al pensar que ella actuaría en misericordia
del aquel perro; truncado en los pesares de aquella calle, alcanzado por una viga;
con el mas blanco de los pelajes, que adornaba un popurrí de manchas, que se

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perdían entre el disonante horizonte que se extendía; quien quedo víctima de sí
mismo, atrapado y lacerado.
Más que cierta niña ha de acercarse al actuar, como ella esperaría que se
hiciera, como ella esperaría que era correcto, abrazando la luz a su alrededor,
se encuclilló a intentar liberarlo de esa prisión y regresarlo a su de igual manera,
a su atrapante mortalidad, pues el mirar de un animal ha de ser puro, porque no
ha de conocer de lo trivial del sentido, levantando la cabeza suplico el perro por
su propio error; mirando; el mismo quien no deseaba que fuese su ultimo
descanso; una mano que con decoro incondicional a la par que contrastaba con
sus cabellos que caían a su costado en aquella noche, con una misericordiosa
suplica sorda, que la calle ha de negar y ha de hundir en el tiempo de sus grietas.
Ella se deslizaba a esa favorecerte tetra de la humanidad, buscando implícita
la salvación desinteresada cual tocaba cada fibra del animal; que recompensa;
pues quien hubiese pensado, que ha de ser premiada de sus buenas acciones; el
perro la había mordido.

El Amante

Soy quien Cree en las causas pérdidas, en los colibrís al paro del vuelo, de los
lirios en maderos por puertas, del cliché de pocos romances,
Del carmín Ajeno de los pechos añorados, que Sulpicio de inocencia y
omisinia, son tus palabras quienes velan las noches contra la almohada

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Al valor de las Monedas de plata, y las traiciones de mis dedos, al son de tus
gritos que se ahogan al camino del cencido de tu piel, a tus pies;
En el Inferno, no pido caminar al cancerbero, y vale menos la eternidad a
mortal en ti, desaparecer etéreo en tu lecho en nostalgia lejana,
Soy quien no necesita Indulgencia al pecar contigo, y quien se deja de apoco,
dejar de poder agarrar tu Ayuda, pido al Dios que cae, no le dejes.

No le dejes darse cuenta, que son su Cadenas, sus deseo, que conozco la pena
del abandono a su lado, no le dejes sola con quien va de mano,
A sus ojos, era el gris del reflejo del Sol, era consorte de falsas promesas, era el
augurio de cada mentira, era solamente a su lado; Errante
A sábanas blancas, donde son Yerma de todo sentimiento, y acompañas sola,
miro del febril deseo del toque desnudo, y solo pensar,
Del Olivino de tus ojos, del pasar de caderas, de amantes de pura canela, y de
cuerpos de pequeños ademanes de cariño al abandono,
Soy quien Conoce verdad en tus pecados, y no deja de verte de reojo, y por
más palabras en vano, no deja de ser. Tu patético Amante.

Arrítmico Olmo

¡Marchito brío de anhelos!, que tan solo lloro desemboca,


Olmos que ríos invoca, de marchitas esperanzas,
Pues el torvo del naranjo muerto, de antiquísimos saberes,
De inspiradora índole furtiva, de rápido fugaz partir,
Henchido de memoria con dulce, el sabor de tal fruto.
De aquella severidad de vida, de aquella buen consorte,
Indigno de partir de empírico, nuevos caminares

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De lebriles blancos sin mirra, quemados por ideas,
Pues no es más el cilicio que, castiga aquel madero sin
Peras de extasiados vivires, comienzos de esos, de ese
Guijarro del pequeño olmo, que intenta en el cielo con
Caprichosa ansiedad de peras, pues no conoce más bien.
Cúbreme con tu estocado regazo, de esa dulzura creadora,
Cristales de vida, marcan huellas, aquellas que no marchan,
Tal las yedras atrapantes, sin voluntad de parar,
De esa angustia de vida, que aprendió a usar,
Tiñendo la bella rosa, de cautelosos espinales.
Con una planetaria deshoja; Sin ver más allá de ese
Crepúsculo de trémulo nacer; Como madre nueva,
Como labriego cazado, no infieras en saber lo impensado,
Con aperos de vil interés, de pocos incautos que
No queda discurrir del nuevo fin, de la escoria fallida.
Que tanto al olmo carcomía, porque no podía pedir,
De esos dulces presagios de tan bondadosa deleite,
Tan coherente esperanza de peras, como niño de brillo de iris,
Lleno de curioso hojear, aunque nunca el mérito va a dar,
Con empuñadura de fe, de crecer aquel verduzco sabor.
Azotado de caprichos indignos, de pobres desemperezados,
De oro estambre, cautas raíces, que marcan poco el tiempo.
Purpura de encanto pues eres el, aquel no brindado,
Bello y gran araucaria que adorno sin perales,
Solo diseminaba el fruto prohibido, de la idea de poder.

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Mirar

El frío niño, que vio la verdad;


Que la luna en que su brillo, descubría,
El antiquísimo hecho de la triste maldad,
Sublevado a la verdad que vivía,
Irreal vio su real evocado Edén.
Entre luces de la jungla de metal,
Vio un nuevo caminante lunar,
Aun sin ser como millón como tal.
Eones de pasados sin avanzar;

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¡Mira niño!, el mundo sin cristal.
El camino que creyó, el mundo inmundo,
Hijo de sangre, que pecado comparte,
¡Vio el mundo!, carne en polvo mudo.
Del bueno que esperanza volvió aparte,
Observar injustos rosas, felices dar.
¡Niño que viste!, la brillante oscuridad;
No os mereces vacío, aquí transitar,
Esas pálidas ovejas, la perversidad,
Al sentí a todos, la mancha atar.
Mira el firmamento, al llanto matar.
¡Mira!, niño solo tú la verdad,
Son tus ojos blancos sin parpadear,
Que reflejan el mundo en verdad;
Porque solo tú sientes, para observar,
Tus luceros ven; el final llegar.

Hombres de Papel (Incompleta)

Desencantador cielo entretejido, mirad el alba;


Pues son testigos del amor, del castigo de vigilar,
El miedo de tan furtiva vista, de insensible alma,
Llevadme a sus inmutables andares, llevadme a soñar.

No tortures tu perfección, besando el cencido,


Ese único aliento, suplica perdón, suplica ver;
La pena, arrastrándose ante ustedes; abatido,

42
Hombres vean mi amor, vean mi cruento ser,
Que pronto cual el cielo, ustedes han de abrazar.

Fin.



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