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El fraude puede definirse como aquel comportamiento por el que una persona
trata de aprovecharse de otra sorprendiéndola en su honradez. Mientras la
sociedad reacciona ante los actos manifiestos de violencia y terrorismo,
concentrando recursos y dedicación en la búsqueda de soluciones, hay
enormes pérdidas encubiertas, posiblemente aún más perjudiciales a largo
plazo generadas por acciones de fraude, a las cuales no se les presta la debida
atención.
Ante tal circunstancia y dado el efecto que los fraudes tienen en la marcha de
la empresa, bueno es adoptar las medidas conducentes a detectar, prevenir,
reducir y eliminar los mismos.
La regla que debe tenerse siempre presente es la que nos afirma que “la forma
más fácil de ganar dinero es dejar de perderlo”.
Clasificación de los diversos tipos de fraude.
2. Soborno 7,18%
6. Malversación 7,18%
7. Hurtos 9,57%
Por otra parte cabe consignar la naturaleza contagiosa y corrosiva que tiene la
falta de sanción de los pequeños fraudes, los cuales a que ellos se multipliquen
y incrementen en magnitud. Basta con que parte de la plantilla obtenga
beneficios no autorizados para que el resto desee lo mismo.
Multiplíquense los costes por todos los empleados a lo largo del año y se pone
claramente de manifiesto que el fraude no puede tolerarse bajo ningún punto
de vista.
Fraude posible
Fraude inevitable
Ello implica reducir las necesidades económicas y sicológicas, así como las
justificaciones morales, incrementando al mismo tiempo las posibilidades de
detección del fraude. Las contramedidas son tan interdependientes como lo
son los factores causales.
Si, por el contrario, dichos controles son demasiados laxos, serán fácilmente
superados por los delincuentes. El equilibrio entre prevención y restricción es
difícil y casi imposible a menos que los controles preventivos estén
concebidos creativa y eficazmente, como así también respaldados por otras
medidas.