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Tema:
La Responsabilidad de los Jóvenes y los Jóvenes Adultos en la Mayordomía
Cómo pueden los jóvenes y los jóvenes adultos involucrarse en las finanzas de la iglesia
local.
Introducción
Dios dio lo mejor y todo de Sí mismo cuando dio a Jesús como sacrificio por nuestros
pecados. Aún antes de eso, Él nos dio todo en el mundo que había creado, incluyendo el
aire que respiramos y la luz del sol. No hay manera de que podamos devolverle a Dios. Dar
es una característica natural de Dios y de aquellos que se benefician de sus bendiciones
cada día.
Aprenderemos hoy que Dios es el dueño de todo. Él ha creado a todas las criaturas
vivientes. Los seres humanos son los seres más inteligentes creados por Dios. Dios nos ha
puesto a cargo de toda Su creación para que la administremos sabiamente. Esto incluye
toda la creación, nuestro tiempo, talentos y recursos materiales.
La manera en la utilizamos y priorizamos estos recursos tiene mucho que ver con la forma
en la que valoramos y apreciamos lo que Dios ha hecho por nosotros. Dedicaremos algún
tiempo a explicar cómo los jóvenes y los jóvenes adultos pueden apoyar a la iglesia local
Copyright © 2018 por la Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día® Departamento de Ministerios
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El Sermón
Durante la útima parte del siglo 17, el predicador alemán August H. Francke fundó
un orfanato para cuidar de los niños sin hogar de Halle. Un día, cuando Freckle
necesitó desesperadamente juntar fondos para continuar con su trabajo, una viuda
cristiana con muchas carencias vino a su puerta rogando por un ducado y una
moneda de oro. Debido a su situación finaciera, él muy educadamente le dijo que
no podia ayudarla.
Desesperanzada, la mujer comenzó a llorar. Conmovido por sus lágrimas, Francke
le pidió esperar un momento mientras él regresó a su habitación para orar. Luego
de pedir la dirección de Dios, sintió que el espíritu Santo quería que cambiara de
parecer. Así que confiando en que el Señor supliría sus necesidades, le dio el dinero
a la viuda. Dos días más tarde recibió una carta de agradecimiento de la viuda. Le
explicó que por su generosidad, había pedido al Señor que bendijera
abundantemente su orfanato. Ese mismo día, Francke recibió 12 ducados de una
señora adinerada y 2 más de un amigo que estaba en Suecia. Él pensó que ya había
sido ampliamente recompensado por ayudar a la viuda, pero pronto recibió la
noticia de que su orfanato había recibido 500 piezas de oro del estado del Príncipe
Lodewyk Van Wurtenburg.
Cuando oyó esto, Francke lloró de gratitud. Al proveer sacrificialmente para las
necesidades de esta viuda necesitada, había sido enriquecido, no empobrecido.
W. A. Criswell, El Pastor y Su Ministerio, Una Guía Práctica, p. 154.
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Muchas personas discuten el por qué Dios o la iglesia necesitan dinero. Ya que Dios
es el dueño de todo, ¿no puede proveer los recursos para el cuidado de Su obra?
Entonces, ¿qué es lo que hace la iglesia con mi dinero? ¿Qué diferencia hace si doy
o no? ¿El hecho de que dé o el monto que dé hacen alguna diferencia significativa
en el cumplimiento del propósito o la misión de Dios para Su obra en la tierra?
Una experiencia en la vida del predicador y teólogo inglés, Andrew Fuller, ilustra
esta verdad. James Duff en Flashes of Truth, cuenta de un momento en el que
Fuller regresó a su pueblo natal para recolectar dinero para las misiones
extranjeras. Uno de sus contactos era un viejo amigo. Cuando se le presentó la
necesidad, el hombre dijo, “Bien Andrew, como se trata de ti, te daré cinco
dólares.” “No” dijo Fuller, “No puedo tomar tu dinero para mi causa por tratarse de
que es para mí,” y le devolvió el dinero. El hombre entendió sup unto. “Andrew,
tienes razón. Aquí tienes diez dólares, por tratarse de Jesucristo.” Duff concluye,
“Recordemos que no se trata del monto que damos para ayudar a la obra del Señor;
es el motivo lo que Él mira.”
Aquí está lo que dice la Biblia, “«Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la
gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad
existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:11). Él nos necesita a todos, todo, no sólo
nuestro dinero, talentos y habilidades, sino que todo nuestro ser y nuestras almas
estén con Él para siempre.
Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan.
(Salmos 24:1)
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¡Qué hermosa promesa para quienes son fieles al devolver a Dios lo que le pertenece! Pero,
notemos que también hay una maldición para los que son infieles.
La obediencia a Dios siempre paga con grandes dividendos. Cuando le tomamos la palabra
a Dios y le honramos fielmente como buenos mayordomos, Él aumenta el tamaño de las
bendiciones que ya nos ha dado. Dios dio lo mejor de Sí mismo y Su todo cuando dio a
Jesús como pago por nuestros pecados.
La pregunta hoy es, ¿qué es demasiado o de tanto valor para mí que no pueda devolverle
Dios después de todo lo que Él me ha dado? ¿Es una decimal parte de mis ingresos y una
ofrenda en sacrificio de amor demasiado para devolver a Dios? ¿Son unas pocas horas de
mi día o semana demasiado para darle a Dios?
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