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12.

KANT

12.1. El autor y su contexto filosófico

La vida de Kant carece de episodios notables y está centrada totalmente en un


esfuerzo continuo de pensamiento. Esto no significa que fuese ajeno a los
acontecimientos de su tiempo, destacando su gran simpatía por los ideales de la
Independencia americana y de la Revolución francesa. Kant fue pacifista, antimilitarista
y antipatriota, y todo ello por convicción moral y política.

Manuel Kant nació en Königsberg en 1724, donde permaneció hasta su muerte,


exceptuando un periodo que pasó fuera ejerciendo de preceptor, si bien en las cercanías
de su ciudad. De 1732 a 1740 fue alumno del Collegium Fridericianum, cuyas tendencias
pietistas reforzó las que le había inculcado su madre. En 1740 ingresó en la Universidad,
donde estudió matemáticas, filosofía y física newtoniana bajo los auspicios de Martin
Knutzen. Tras ejercer de preceptor por algún tiempo, recibió en 1755 su título
universitario y ejerció la libre docencia en la Universidad de Königsberg. En 1769 rechazó
un ofrecimiento de profesor en Jena, y en 1770 fue nombrado profesor titular de lógica
y metafísica en Königsberg. En 1794, con gran pesar por su parte, fue amenazado por
orden real con sanciones en caso de proseguir en la labor de "desfigurar y menospreciar
muchas doctrinas fundamentales y capitales de la Escritura", con motivo de ciertas
partes de la obra La religión dentro de los límites de la razón pura. Los últimos años de
su vida estuvieron dominados por una debilidad senil que le fue privando de sus
facultades. Desde 1798 no pudo continuar sus cursos universitarios muriendo en 1804,
tras haber perdido la memoria en los últimos meses de su vida.

En cuanto a las obras de Kant, es frecuente clasificarlas de acuerdo con el criterio


que distingue varios períodos en el pensamiento de Kant. Normalmente suelen citarse
dos, el precrítico y el crítico, si bien a veces se señalan tres, según que se introduzcan
subdivisiones en alguno de los períodos mencionados. Prescindiendo de todas estas
divisiones, por lo general bastante artificiales, baste con señalar las obras
fundamentales de Kant: Crítica de la razón pura (1781), Prolegómenos a la metafísica
del futuro (1783), Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), Crítica de
la razón práctica (1788) y Crítica del juicio (1790).

No es fácil determinar cuál es el intento de la filosofía de Kant, ya que la


problemática que incide en ella es muy compleja, tanto en su variedad como en la
heterogeneidad de sus fuentes. La dificultad reside en buscar, dentro de esta
complejidad, las líneas fundamentales que definen las coordenadas del pensamiento
kantiano, teniendo en cuenta, además, que se trata de líneas dinámicas que van
sucediéndose en los planteamientos de Kant. Sin embargo, puede decirse que el
problema de Kant es encontrar los supuestos de la experiencia humana, los niveles

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irreductibles de esta experiencia y los límites de cada uno de esos niveles. Todo ello
puede concretarse en las cuatro famosas preguntas kantianas que, de una u otra
manera, condensan todas las cuestiones que la racionalidad, que es lo típico del hombre,
pueda plantearse:

1. ¿Qué puedo saber?

2. ¿Qué debo hacer?

3. ¿Qué me cabe esperar?

4. ¿Qué es el hombre?

12.2. La Crítica de la razón pura: la teoría del conocimiento y la posibilidad de la


metafísica como ciencia

El tema del conocimiento fue planteado por Kant, sobre todo, en su obra Crítica
de la razón pura (1781). En ella Kant pretende realizar un análisis de las posibilidades y
los límites de la razón para obtener conocimientos al margen de la experiencia, esto es,
a priori. De ahí que Kant se pregunte si la metafísica es una ciencia (Descartes y el
racionalismo la habían considerado como la ciencia suprema, mientras que Hume
pensaba que no proporciona ningún tipo de conocimiento), puesto que sus objetos -
Dios, alma, libertad, el mundo como la totalidad de los fenómenos- no se aprehenden
por los sentidos. La física y las matemáticas, por su parte, son consideradas por Kant
como ciencias.

La ciencia es un conocimiento que se expresa en un conjunto de juicios


universales y necesarios que amplían nuestro conocimiento. De este modo, saber cómo
es posible el hecho de la ciencia es tanto como saber cómo son posibles juicios
universales, necesarios y que amplíen el conocimiento.

Un juicio es una proposición en la que se dice algo – predicado- de algo –sujeto-


y que puede referirse a algo dado por la sensibilidad o no. Tenemos, entonces, que los
juicios pueden ser, según la relación del predicado con el sujeto, de dos tipos.

a) Analíticos. Son aquellos juicios en los que el predicado está incluido en el sujeto, de
modo que aquel no añade nada a este y se limita a explicarlo. [Son, pues, juicios
explicativos, puesto que explican lo que ya estaba implícito en el sujeto.] Tienen siempre
validez y se rigen por el principio de contradicción. [Se llaman así porque del análisis del
sujeto se deduce el predicado. Ejemplo de un juicio analítico es "todos los cuerpos son
extensos".] Estos juicios, piensa Kant, no pueden ser los propios de la ciencia, ya que no
dicen nada sobre la realidad, no añaden ningún tipo de información.

b) Sintéticos. Son los juicios en los que el predicado dice algo que no está contenido en
el sujeto. [En este sentido son extensivos, en cuanto permiten establecer conexiones no
conocidas entre un sujeto y un predicado.] Amplían, por tanto, nuestro conocimiento,
pero son contingentes y carecen de necesidad. [Se llaman así porque enlazan o

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sintetizan el sujeto y el predicado. Ejemplo de un juicio de este tipo es "todos los miem-
bros de la tribu X son rubios", o "la pared es verde". ] Tampoco estos juicios pueden ser
los propios de la ciencia, puesto que dependen de la experiencia, son contingentes.

Por otro lado, según que la conexión entre el sujeto y el predicado se haga
basándose en la experiencia o al margen de ella, tenemos otros dos tipos de juicios:

1. A posteriori, o basándose en el experiencia. Lo que añade el predicado al


sujeto, de este modo, procede de la experiencia. Por ejemplo: "el hierro se dilata
con el calor".

2. A priori, o independientemente de la experiencia, previos a ella. Son los que


no se basan en la experiencia y, sin embargo, añaden algo nuevo al
conocimiento, como es la necesidad y universalidad. Ejemplo: “el triángulo
tiene tres ángulos”.

[Todos los juicios analíticos son a priori, pero no todos los juicios sintéticos son a
posteriori. Si así fuera, la ciencia no sería posible, ya que no podríamos formular juicios
que cumplan las dos condiciones de la ciencia: aumentar nuestro conocimiento y ser
necesario (que no pueda ser de otro modo) y universal (que valga siempre y en cada
caso).] Para explicar el hecho de la ciencia es necesario que existan los JUICIOS
SINTÉTICOS A PRIORI. En cuanto sintéticos, nos dicen algo de la realidad y amplían
nuestro conocimiento; en cuanto a priori, o independientes de la experiencia, aportan
universalidad y necesidad. [Ejemplos de estos juicios son los siguientes:

a) “La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos”. Si analizamos el
concepto de recta, en él no está incluida la noción de distancia. Se trata, pues, de un
juicio sintético, pero un juicio sintético en el cual la conexión entre el sujeto y el
predicado se hace independientemente de la experiencia sensorial, ya que se cumple
de manera necesaria y universal.
b) “Por un punto pasan infinitas rectas”. Se trata de un juicio sintético, ya que la
noción de punto no incluye que pasen o dejen de pasar por él x rectas. A la vez, lo dicho
en este juicio no se funda en ninguna percepción concreta, ya que no podemos dibujar
un punto y trazar sobre él infinitas rectas. Si el juicio es universalmente válido, lo será,
pues, a priori.]

Según Kant la posibilidad de formular juicios sintéticos a priori se debe a


que en el conocimiento hay dos elementos:

a) Algo que procede de la experiencia. Son las sensaciones, producidas por la


incidencia de los objetos en nuestros sentidos. Ahora bien, lo que la experiencia nos
aporta de los objetos se reduce al fenómeno, a lo que aparece de las cosas. Kant acepta
que detrás de estos fenómenos hay un númeno o cosa en sí, pero que no es objeto de
conocimiento. De la cosa en sí, pues, no hay conocimiento porque no tenemos
experiencia. Las sensaciones son la materia del conocimiento.

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b) Algo que procede del sujeto. Se trata de un elemento a priori o no procedente
de la experiencia que en el proceso de conocimiento ordena la materia bruta de las
sensaciones y aporta la necesidad y universalidad. [Kant admite la existencia de este a
priori aportado por el sujeto porque, dado el hecho de la ciencia, esta es inexplicable
solo desde la experiencia, pues ya Hume había demostrado que de la experiencia no
procede ningún conocimiento necesario y universal, por lo que la ciencia solo
proporciona probabilidad.] El a priori aportado por el sujeto es la forma del
conocimiento.

La consecuencia de esta postura es la idea de que el conocimiento no es una


reproducción pasiva de los datos de la experiencia, sino una síntesis o unificación de
estos datos por parte de nuestras formas a priori. La propuesta kantiana consiste en
afirmar que la parte más importante del conocimiento la pone el sujeto. En el ámbito
del conocer, dicho de otro modo, la iniciativa la lleva el sujeto. [Sucede en el
conocimiento lo mismo que en el campo de la ciencia: el científico ha de elaborar una
teoría (físico-matemática), un plan
previo con el que preguntar a la
naturaleza, si bien lo hace para ser
instruido por ella; solo gracias a la teoría
puede interpretar los hechos y
experiencias, las respuestas, en
definitiva, que la naturaleza le ofrece a
sus preguntas e hipótesis. Esto es lo que
supieron captar los fundadores de la
nueva ciencia.] Todo conocimiento, por
lo tanto, -y todo objeto conocido- es el
resultado de la síntesis de materia y
forma, de datos empíricos y formas a
priori. [Sin materia, sin los datos de la
experiencia, no hay posibilidad alguna
de conocer; sin la unificación de esta
materia por parte de las formas a priori,
el conocimiento no puede alcanzar
necesidad y universalidad. La colaboración de ambas, materia y forma, es imprescindible
para el hecho del conocimiento, si bien, como sabemos, la tesis kantiana pasa por
acentuar la relevancia del sujeto, por ser él quien constituye el objeto conocido a través
de la elaboración de las sensaciones mediante las formas a priori.]

A partir de aquí lo que hará Kant será examinar las distintas facultades de conoci-
miento que posee el sujeto (sensibilidad, entendimiento y razón) para ver cómo se
realiza en cada una de ellas la síntesis de experiencia -materia- y a priori -forma-, en aras
a la obtención de juicios sintéticos a priori.

La sensibilidad es la capacidad de recibir sensaciones, producidas por la


incidencia de los objetos en los sentidos, que son la materia de la sensibilidad y, en
definitiva, del conocimiento. La sensibilidad, sin embargo, no recibe pasivamente las
sensaciones, sino que las organiza y ordena a través de unas intuiciones especiales que

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no son sensaciones, ya que si lo fuesen necesitarían, a su vez, de algo que les diera
forma. Son intuiciones puras, sin contenido, que se imponen a priori a la experiencia.
Se trata del espacio y del tiempo.

En la sensibilidad se realiza, pues, la primera síntesis del conocimiento: la unión


entre experiencia y formas a priori de la sensibilidad, a la que Kant llama fenómeno. De
esta manera, se justifica el carácter científico de la matemática. Porque espacio y tiempo
son formas a priori, pueden ser fundamento de universalidad y necesidad y, por lo
mismo, fundamento de las ciencias que se ocupan del espacio –geometría- y del tiempo
–aritmética-.

Al lado de la sensibilidad, la otra fuente del conocimiento es el entendimiento,


que es la capacidad de pensar los datos por medio de los conceptos. Si la sensibilidad
es pasiva, el entendimiento es activo y unifica los fenómenos bajo las formas a priori del
entendimiento, que son los conceptos puros o categorías. Mediante la sensibilidad
intuimos objetos, pero intuir no es conocer. Para conocer los objetos necesitamos referir
los fenómenos a un concepto. Como no podemos referir los fenómenos a un concepto
sin realizar un juicio (es esto o lo otro), Kant entiende que es lo mismo decir que el
entendimiento es la facultad de los conceptos o la facultad de juzgar, de realizar juicios.

Hay dos tipos de conceptos. Los conceptos empíricos son a posteriori, es decir,
procedentes de la experiencia. [Conceptos como "casa" o "mesa", por ejemplo, son
empíricos, extraídos de la experiencia a raíz de la las semejanzas y caracteres comunes
a determinados objetos o individuos. El juicio que exprese que "las piedras se calientan
con la incidencia del sol", del mismo modo, será empírico.] Los conceptos puros o
categorías son aquellos que no proceden de la experiencia, sino que son a priori.
[Conceptos de este tipo son, por ejemplo, "causa" o "existencia". Cuando digo que "el
sol calienta", por ejemplo, se trata de un juicio puro, por cuanto prescindo de la
experiencia y me limito a expresar el concepto puro de causalidad (el sol es causa de
que los objetos se calienten). Se trata de un concepto puro porque no establecemos la
causalidad en el mundo por observación o por costumbre, como afirmaba Hume, sino
que es una condición necesaria para que podamos tener experiencias sobre el mundo.]
Las categorías, pues, dan universalidad al conocimiento por conceptos y justifican la
validez general de nuestro conocimiento de objetos El número de los categorías, según
Kant, puede deducirse del número de juicios existentes, puesto que el entendimiento es
la facultad de juzgar uniendo conceptos puros.

La síntesis de experiencia y categorías da por resultado un nuevo tipo de juicios


sintéticos a priori que fundamentan el carácter científico de la física, la ciencia que
estudia la naturaleza. Con ello queda contestada la pregunta de Kant acerca de la
posibilidad de la física. Las leyes de la física no proceden de la experiencia, sino que se
imponen a ella por el entendimiento y a priori, esto es, con necesidad y universalidad.

Para saber si la metafísica puede convertirse en una ciencia, Kant comienza por
distinguir entre entendimiento y razón. [El entendimiento se ocupa directamente de
fenómenos, de modo que las categorías tienen su plena validez cuando se aplican a los
objetos de los que podemos tener experiencia.] La razón, a diferencia del

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entendimiento, no se ocupa inmediatamente de los fenómenos. Su objeto es el
entendimiento mismo. Recibe de él los conceptos y, en vez de preocuparse de su
aplicación a los fenómenos, los unifica según unos principios superiores al mundo de los
fenómenos. Tales principios son las ideas de la razón: conceptos necesarios de la razón
a los que no les puede atribuir ningún objeto correspondiente en los sentidos. De ahí que
Kant piense que la razón es la facultad de unificación mediante ideas, ya que intenta
reducir todo el conocimiento del entendimiento al menor número de ideas para poder
unificarlo.

Las ideas de la razón son tres: alma, mundo y Dios. La idea de alma unifica el
conjunto de fenómenos de nuestra experiencia interna. La idea de mundo unifica todos
los fenómenos de la experiencia externa. La idea de Dios unifica la totalidad de la
realidad –los fenómenos internos y los externos-.

[Las ideas nos permiten pensar los fenómenos en su totalidad pero no


conocerlos, ya que las ideas representan lo incondicionado, lo que no está sometido a
la experiencia, y de ello no puede haber conocimiento.] El error de la metafísica
(entendida como la ciencia sobre estas ideas) ha consistido en utiliza las categorías del
entendimiento en el vacío, al margen de la experiencia. Así pretendió alcanzar un
conocimiento directo de esas ideas y construir sobre ellas supuestas ciencias. La
metafísica no es posible como ciencia, según Kant, porque no hay posibilidad de
formular juicios sintéticos a priori sobre sus objetos, ya que no están dados en la
experiencia.

Como la metafísica se dividía en tres disciplinas distintas –una para cada idea de
la razón-, la crítica kantiana se divide en tres partes:

• La psicología racional estudiaba la idea de alma. Según Descartes, el "yo" nos es dado
de modo inmediato en nuestras percepciones, pero para Kant lo que se nos da en la
experiencia son distintos estados cambiantes del yo. La aplicación de categorías como
la causalidad o unidad a la idea de alma, algo no dado en la experiencia, no puede
producir conocimiento verdadero.
• La cosmología tenía como objeto de estudio la idea de mundo como totalidad de
todos los fenómenos. Como de esta idea tampoco tenemos experiencia, la aplicación de
las categorías en el vacío tampoco proporciona conocimiento.
• La teología racional se ocupaba de la idea de Dios. Kant dice que esta idea es el ideal
de la razón pura, pero que no hay experiencia alguna que pueda identificarse con este
ser, por lo que no puede haber conocimiento científico de Dios. De este modo, ninguna
de las pruebas referentes a la demostración de la existencia de Dios tiene ningún valor
científico.

12.3. La Crítica de la razón práctica: la ética formal kantiana

En el campo de la moral, Kant parte del hecho de la existencia de la ley moral, es


decir, de mandatos que se imponen a priori. Kant cree que en nuestros juicios morales
hay algo a priori porque la necesidad y universalidad de los mismos no pueden tener su

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fundamento en la experiencia, puesto que es contingente y, en consecuencia, no puede
radicar en ella la obligatoriedad de las normas morales. [Cuando decimos "no se debe
mentir", por ejemplo, se trata de una proposición válida para todos, sin excepción, en
cualquier circunstancia. Aunque todos los hombres mientan, sigue siendo verdad que
no hay que mentir, por lo que es una proposición que se impone a priori.]

Si en nuestros juicios morales hay algo a priori, es claro que su origen no puede
ser otro que la razón, por lo que Kant defiende una ética formal, esto es, sin ningún
contenido empírico. Esto es así porque toda ética que pretenda ser universal y necesaria
ha de ser a priori o independiente de la experiencia, y como tal no puede ser sino formal.
Por eso la ley moral fundamental es la de obrar por respeto al deber, por respeto a lo
que una ley nos imponga por sí misma, con independencia de la satisfacción o la utilidad
que su acatamiento nos proporcione. Obrar por respeto al deber es una ley puramente
formal, puesto que no nos propone ningún bien concreto a conseguir (la felicidad, el
placer...) ni nos dice lo que debemos hacer en cada caso. Únicamente se limita a
expresar la forma como debemos obrar, la forma en que debe querer la voluntad.

Desde esta perspectiva, Kant se opone a las éticas materiales, es decir, a aquellas
éticas que mandan hacer cosas concretas para conseguir un determinado bien, casi
siempre la felicidad. Estas éticas, según él, no pueden mover a la voluntad a actuar, ya
que, al basarse en bienes contingentes, no pueden establecer ninguna ley con valor
universal y necesario. De ahí que estas éticas formulen imperativos o mandatos
hipotéticos

Si debemos actuar siempre por respeto al deber, es claro que para Kant la
moralidad dependerá de que la intención directa de las acciones sea este respeto. De
otro modo: la moralidad de las acciones depende de la buena voluntad con la que
obramos. Kant distingue entre obrar de forma contraria al deber, obrar conforme al
deber y obrar por respeto al deber. Lo primero es inmoral e ilegal; lo segundo entra en
el campo de la legalidad, de las acciones externas; solo lo segundo puede calificarse de
moral en sentido estricto y en ello consiste la virtud.

Supongamos, siguiendo un ejemplo del mismo Kant, que yo tengo un comercio. A la hora
de cobrar a mis clientes, tengo tres opciones:

-Cobrar precios abusivos a mis clientes. En este caso, es obvio, mi acción es inmoral e
ilegal

-Cobrar el precio justo, no abusivo, a mis clientes. Pero resulta que lo hago solo por no
perder la clientela o por evitarme problemas con la autoridad de turno. En este caso,
me diría Kant, mi acción es conforme al deber, pero, dado que yo no actúo por puro
respeto al deber, no es una acción moral. Se trataría de una acción legal.

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-Cobrar el precio adecuado porque es lo que debo hacer. En este caso, pues, no obro
por asegurarme el garbanzo o por miedo a que los de Hacienda me amarguen la jubi-
lación, sino sólo por respeto al deber. Kant estaría muy contento conmigo y me diría que
mi acción es puramente moral.

Esta exigencia de obrar moralmente, de obrar por respeto al deber, se traduce


en un tipo de imperativo o mandato incondicionado que justifica la acción en sí misma
y no en orden a otra cosa distinta que queramos conseguir. Es el imperativo que Kant
llama imperativo categórico. Este imperativo ordena de modo absoluto, al margen de
cualquier condición, porque la justificación del deber ser que impone está en el mismo
imperativo. Lo que ordena es un bien sin restricción, es decir, algo que es bueno en sí
mismo y no por el uso concreto que hagamos de ello. Se trata de un imperativo a priori,
al no estar sometido a condición ninguna, por lo que tiene siempre necesidad y
universalidad y no admite excepción. Por eso es el tipo de imperativo que exige la moral,
el imperativo ético por excelencia.

Kant formula este imperativo al que se reduce la moralidad de diversas maneras:

1. "Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que
se convierta en ley universal". Es la formulación de la ley universal. No dice nada sobre
los actos y la materia concreta de la moralidad; lo único que recoge es el aspecto formal
de la necesidad y universalidad que debe contener toda norma ética. Lo que pide es que
las decisiones de nuestras voluntad en las situaciones concretas (máximas), puedan
convertirse en una ley moral para todo ser racional. Dicho de otro modo, nos pide que
obremos siempre con la intención de poder proponer como norma universal lo que
hacemos. [ Con algún ejemplo se entiende mejor.]

Ej. A) Supongamos que alguien me hace un depósito de dinero con la condición de


devolvérselo en determinadas circunstancias. Pero el individuo muere antes de que yo
pueda reintegrarle el dinero, con lo que se me plantea el problema de qué hacer.
Después de pensarlo, decido quedarme con el dinero. ¿Cumple este modo de actuación
las exigencias del imperativo ético que pide Kant (obrar de modo que quiera que la
máxima de mi acción se convierta en ley universal)? Para responder, veamos cuál es mi
máxima y si puede convertirse en ley universal.

La máxima que estoy adoptando, más o menos, es la siguiente: "Cuando me


presten dinero, no lo devolveré". Semejante máxima, es claro, no puede aspirar a ser
ley universal, porque si fuese ley universal supondría la aniquilación de la misma má-
xima, ya que nadie haría préstamos o depósitos.

Ej. B) Alguien me ha contado cierta cosa bajo la condición expresa de prometer que no
voy a revelarla. En una situación concreta, sin embargo, me es ventajoso quebrantar el
secreto y lo hago. ¿Puede esta máxima ser ley universal? La máxima que adopto vendría
a ser la siguiente: "no respetaré las promesas siempre que me sea ventajoso". Es obvio
que tal máxima no puede aspirar a convertirse en ley universal, ya que si lo fuese nadie
haría promesas, con lo que la máxima misma dejaría de tener sentido.

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2. "Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma,
mediante su máxima, como legisladora universal". Es la fórmula de la autonomía de la
voluntad. El imperativo categórico tiene que ser incondicionado, por lo que la voluntad
que obedece este imperativo no puede estar determinada por ningún tipo de interés.
Dicho de otro modo, la voluntad tiene que ser autónoma, es decir, ha de ser su propia
legisladora, imponerse a sí misma la ley, frente a la voluntad heterónoma, propia de una
voluntad condicionada por contenidos materiales o sensibles. Por eso la ética de Kant
es una ética autónoma, porque es el sujeto el que se da a sí mismo la ley.

3. "Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la


persona de cualquier otro, siempre como un fin y no meramente como un medio". Es
la formulación del fin en sí mismo. Kant quiere decir que iría contra la dignidad humana
reducir las personas a simples medios para la consecución de un fin subjetivo, puesto
que su dignidad consiste en que son fines en sí mismas. Si cada hombre es un legislador
universal, no puede ser concebido como medio para un supuesto fin de la ley: él mismo
es el fin de la ley.

Establecido lo que es la moralidad, Kant pasa a considerar las condiciones que la


hacen posible. Tales condiciones son los postulados. Los postulados son exigencias
necesarias de la razón práctica, dado el hecho de la existencia de la ley moral. Es cierto
que no nos proporcionan ningún conocimiento, sino sólo lo que Kant llama fe racional o
creencia, pero sin ellos no podría haber moral. Se trata, en definitiva, de ideas
teóricamente no demostrables y que, sin embargo, tienen que servir como guías de la
acción moral. Kant admite esto porque piensa que el conocimiento científico está
reducido al mundo de los fenómenos, pero no abarca toda la experiencia. Si todo se
redujese al mundo de los fenómenos, entonces sería imposible hablar de moralidad. De
este modo retoma las ideas de la razón pura postulados de la razón práctica que, aunque
rebasen la capacidad de conocimiento, nos permiten justificar la moral

• Libertad. Es necesario postular –admitir sin demostración- la existencia de la libertad,


ya que sin ella la moral no tendría sentido. Sin libertad no podríamos hablar de la
responsabilidad de los actos morales, puesto que los actos estarían sometidos a
necesidad. En un mundo de necesidad, es evidente, no se podría hablar de la moralidad
de las acciones. La primera exigencia del mundo moral, pues, es la libertad. El sentido
que le da Kant a la libertad es el de autonomía, es decir, capacidad de darse a sí mismo
su propia ley. En este sentido, libertad y dignidad humana van unidas.

• Inmortalidad del alma.

Si lo que el hombre tiene de específicamente humano va unido a la moralidad,


esta tendría que satisfacer las posibilidades del hombre, lo cual significaría la síntesis
automática de virtud y de felicidad. Esto es lo que Kant llama sumo bien o bien supremo.
Pero es un dato de experiencia que esto no se realiza plenamente mientras el hombre
esté sometido a barreras espacio-temporales que limitan la autonomía moral. Por eso
la razón postula una existencia infinita, más allá de las condiciones espacio-temporales,
en la que se consiga el bien supremo.

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• Existencia de Dios. Kant cree que el segundo postulado asegura pensar en el sumo
bien, lo cual no significa que sea algo más que un ideal, un horizonte regulador para dar
sentido al valor moral. Podría ser una utopía, un mero ideal, y entonces estos postulados
quedarían en el aire y lo humano por excelencia, la dignidad racional del hombre,
quedaría frustrada. Por ello Kant exige la existencia real de una personificación perfecta
de lo que es el Sumo Bien: Dios. No Dios como idea, sino como existente real, pues como
idea no serviría para nada. No es una prueba cognoscitiva ni una demostración, pero
tampoco un impulso visceral del hombre. Es, simplemente, una certeza, una creencia o
fe racional.

12.4. La filosofía de la historia de Kant y el camino hacia la paz perpetua

Fiel al espíritu de la Ilustración, Kant llevó a cabo un esfuerzo importante por


demostrar que el uso de la razón (práctica) es la única vía correcta para lograr la
convivencia pacífica, tanto entre los individuos, como entre los pueblos y naciones. El
resultado más destacado de dicho esfuerzo se encuentra en las líneas del breve ensayo
Sobre la paz perpetua, escrito en el año de 1795. Kant consideró la posibilidad de un
derecho cosmopolita fundado en la idea racional de una perpetua asociación pacífica de
todos los pueblos de la tierra. Tenía la convicción de que una paz perpetua es posible y
que es un fin moralmente obligatorio, siempre y cuando el hombre se deje guiar por su
razón práctica para abandonar el mecanismo de la guerra y plantearse la paz como un
fin y un deber.

Para que esta paz perpetua sea posible, Kant estableció una serie de condiciones.
Son las que siguen:

a) La constitución republicana de los estados particulares. Constitución


republicana es la establecida de acuerdo con los principios de la libertad, de la
igualdad y de la ciudadanía de los miembros de la sociedad civil.
b) La federación de los estados entre sí. La federación en la cual está pensando
Kant es una confederación de Estados. Quiere esto decir que tal federación no
ha de entenderse como un “Estado de pueblos”, es decir, como una asociación
que se somete a la autoridad de algún Estado, o un conjunto de ellos, que tomara
el control de la misma. Si así fuese, los Estados renunciarían a su soberanía y se
caería en el despotismo. Se trata, como lo entiende Kant, de un “federalismo
libre”, de una elección racional de los pueblos civilizados que quieren poner fin
al estado de barbarie en que se encuentran.
c) El derecho cosmopolita, esto es: el derecho de un extranjero a no ser tratado
como enemigo en el territorio de otro estado. Este derecho cosmopolita
pretende, sobre todo, instaurar unas condiciones de justicia que respondan a la
concepción de la persona humana que tiene Kant, en tanto poseedora de
dignidad y de autonomía. Se trata, en consecuencia, de universalizar la justicia e
insistir en la necesidad de garantizar el respeto a los derechos fundamentales
pertenecientes a todo ser racional. Kant no piensa en abolir las barreras
territoriales y en hacer del mundo una sola comunidad, sino en construir un
concepto global de justicia. Si el comercio y la cultura se extienden por todos los

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rincones del planeta, sería deseable que estos principios básicos no encontrasen
barreras.
d) Armonía entre moral y política. La dificultad más importante para construir la
paz perpetua radica en la supuesta incompatibilidad entre moral y política. Kant,
a este respecto, sostiene la realidad objetiva de la moral y afirma que es una
incoherencia sostener que es imposible actuar conforme a ella. Kant cree que
se trata de una oposición artificialmente creada -aunque sumamente
conveniente-, porque si se actuara conforme a ella se disolvería el dilema entre
la teoría y la práctica. El mayor impedimento para la paz no es la maldad humana,
sino una especie de “mala fe” que consiste en soslayar el juicio de la razón
práctica a favor de una “sabiduría pragmática”, lo que nos aleja cada vez más del
imperativo de obrar conforme a la justicia y el derecho.
La manera de resolver la supuesta incompatibilidad entre moral y política
consiste en el llamado por Kant “principio de publicidad”. Tal principio:
 Establece que si no se pueden hacer públicos los propósitos de
una acción, entonces la máxima que justifica tal acción es injusta
y, por lo mismo, contraria a derecho.
 Invalida, al ser puesto en práctica, la tesis según la cual la justicia
es lo que el poderoso impone, pues gran parte del éxito de dicha
tesis descansa en la no publicidad de los propósitos que se
persiguen. Por el contrario, toda máxima jurídica aspira a la
publicidad, esto es, a ser reconocida por todos como algo legítimo,
pues sólo así puede garantizarse su cumplimiento.
 Está concebido como un contrapeso necesario al poder político,
ya que supondría hacer explícitos intereses muchas veces
contrarios a las demandas legítimas de los ciudadanos, que son,
idealmente, las que deberían guiar la práctica de los políticos.

La idea racional de una comunidad pacífica de todos los pueblos de la tierra es,
para Kant, el único hilo conductor que puede y debe orientar a los hombres a través de
las vicisitudes de la historia. En Ideas para una historia universal desde un punto de vista
cosmopolita (1784), Kant analiza si el libre juego de las acciones humanas hace posible
en el curso de la historia un plan determinado, aunque no necesario, que sirva como
objetivo final del desarrollo histórico de la humanidad. Kant sostiene que las tendencias
naturales de los seres están destinadas a desarrollarse y que la tendencia natural del
hombre es alcanzar la felicidad o la perfección mediante el uso de la razón, es decir,
mediante la libertad. Tal meta solo puede alcanzarla el hombre en una sociedad política
universal, en la cual la libertad de cada uno no encuentre más límite que la libertad de
los demás. De ahí que el plan natural de la historia humana no pueda ser más que la
consecución de una sociedad política universal que comprenda bajo una misma
legislación los diversos estados y garantice así el desarrollo completo de todas las
capacidades humanas.

Para alcanzar este fin la naturaleza se vale de lo que Kant denomina “la insociable
sociabilidad” del hombre, consistente en el antagonismo que hay en todos los hombres
entre su tendencia a la sociabilidad y la tendencia al aislamiento. El hombre tiene una
propensión a entrar en sociedad, puesto que en ella se siente “más como hombre, es

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decir, siente el desarrollo de sus disposiciones naturales”. Pero, a la vez, siente una
tendencia a la individualidad, a aislarse, tendencia que encuentra en él mismo y que lo
empuja a ver a los demás como rivales. El hombre, pues, no puede soportar a sus
congéneres naturalmente, pero tampoco puede prescindir de ellos. Sin la insociabilidad,
de la que surge la resistencia hacia los demás debida a las tendencias egoístas del
hombre, todos los talentos quedarían adormecidos para siempre en una arcaica vida de
pastores donde reinaría un acuerdo perfecto y una satisfacción tal que los hombres
serían tan buenos como borregos, sin apenas diferenciarse de éstos. La naturaleza actúa
en contra de este horizonte feliz, y quiere que el hombre sea insaciable en su afán de
poder poseer, pudiendo así desarrollar todas sus condiciones naturales.

En el límite en el que la tendencia a la sociabilidad se encuentra con su tendencia


opuesta, Kant reconoce la garantía de todo posible progreso de la misma sociabilidad
que abra en la historia humana un camino hacia una organización política universal en
la que se le garantice a cada individuo la máxima libertad compatible con idéntica
libertad de los demás. Tal progreso es posible, no necesario e infalible. De ahí que la
investigación filosófica puede mostrar que la historia universal debe dirigirse a la
unificación política del género humano.

VOCABULARIO DE KANT

 SENSIBILIDAD. La sensibilidad es la capacidad de recibir sensaciones, producidas por


la incidencia de los objetos en los sentidos, que son la materia de la sensibilidad y, en
definitiva, del conocimiento. La sensibilidad, sin embargo, no recibe pasivamente las
sensaciones, sino que las organiza y ordena a través de unas intuiciones especiales
que no son sensaciones, ya que si lo fuesen necesitarían, a su vez, de algo que les
diera forma. Son intuiciones puras, sin contenido, que se imponen a priori a la
experiencia. Se trata del espacio y del tiempo.
 ENTENDIMIENTO. El entendimiento es la capacidad de pensar los datos por medio
de los conceptos. Si la sensibilidad es pasiva, el entendimiento es activo y unifica los
fenómenos bajo las formas a priori del entendimiento, que son los conceptos puros
o categorías. Mediante la sensibilidad intuimos objetos, pero intuir no es conocer.
Para conocer los objetos necesitamos referir los fenómenos a un concepto. Como no
podemos referir los fenómenos a un concepto sin realizar un juicio (es esto o lo otro),
Kant entiende que es lo mismo decir que el entendimiento es la facultad de los
conceptos o la facultad de juzgar, de realizar juicios.
 RAZÓN. La razón, a diferencia del entendimiento, no se ocupa inmediatamente de
los fenómenos. Su objeto es el entendimiento mismo. Recibe de él los conceptos y,
en vez de preocuparse de su aplicación a los fenómenos, los unifica según unos
principios superiores al mundo de los fenómenos. Tales principios son las ideas de la
razón: conceptos necesarios de la razón a los que no les puede atribuir ningún objeto
correspondiente en los sentidos. De ahí que Kant piense que la razón es la facultad de
unificación mediante ideas, ya que intenta reducir todo el conocimiento del
entendimiento al menor número de ideas para poder unificarlo.
 A PRIORI. A priori significa anterior o al margen de la experiencia. Los juicios a priori
son independientemente de la experiencia, previos a ella. Son los que no se basan

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en la experiencia y, sin embargo, añaden algo nuevo al conocimiento, como es la
necesidad y universalidad. Ejemplo: “el triángulo tiene tres ángulos”. Una buena
parte de los juicios a priori son analíticos, ya que en ellos el predicado no añade
nada al sujeto. Sin embargo, también hay juicios a priori que son sintéticos, porque
tienen validez general y, a la vez, amplían nuestro conocimiento. Son los juicios de
la ciencia.
 A POSTERIORI. A posteriori significa posterior a la experiencia. En los juicios a
posteriori lo que el predicado añade al sujeto procede de la experiencia. Por ejemplo:
"el hierro se dilata con el calor". Los juicios a posteriori son todos sintéticos, ya que lo
que dice el predicado no está incluido en el sujeto. Son juicios que nos dicen algo que
no conocíamos pero que carecen de validez general, por lo que no pueden ser los juicios
propios de la ciencia.
 CATEGORÍA. Las categorías o conceptos puros son aquellos conceptos que no
proceden de la experiencia, sino que son a priori. No tienen contenido empírico
pero son la condición necesaria para que podamos tener experiencias sobre el
mundo. Las categorías, pues, dan universalidad al conocimiento por conceptos y
justifican la validez general de nuestro conocimiento de objetos El número de los
categorías, según Kant, puede deducirse del número de juicios existentes, puesto
que el entendimiento es la facultad de juzgar uniendo conceptos puros. Son doce.
 FENÓMENO. El fenómeno es lo que se nos muestra de las cosas, el conjunto de
impresiones sensibles que nuestra sensibilidad capta y organiza con sus formas a
priori, es decir, con el espacio y el tiempo. Es la primera síntesis de experiencia y
formas a priori que elabora la sensibilidad y a partir del cual trabaja el
entendimiento. Es la condición de que pueda existir conocimiento de los objetos.
 NOÚMENO. Es la cosa en sí, lo que está detrás del fenómeno. De ello nunca hay
experiencia sensible y por eso Kant dice que es incondicionado, ya que está más allá
de cualquier condición empírica. Precisamente por estar más allá de la experiencia
no es objeto de conocimiento, por más que podamos suponerlo como condición
para que se el fenómeno.
 IMPERATIVO CATEGÓRICO. Este imperativo ordena de modo absoluto, al margen
de cualquier condición, porque la justificación del deber ser que impone está en el
mismo imperativo. Lo que ordena es un bien sin restricción, es decir, algo que es
bueno en sí mismo y no por el uso concreto que hagamos de ello. Se trata de un
imperativo a priori, al no estar sometido a condición ninguna, por lo que tiene
siempre necesidad y universalidad y no admite excepción. Por eso es el tipo de
imperativo que exige la moral, el imperativo ético por excelencia.
 AUTONOMÍA. Consiste en la capacidad del sujeto de darse normas a sí mismo
conforme a la razón. Frente a las éticas materiales, que son autónomas porLa
autonomía va ligada así a la racionalidad y termina convertida en la clave de la ética
de Kant: pretende ser una de las primeras éticas autónomas de la historia, frente a
los planteamientos heterónomos que le precedieron. Las éticas materiales nos
proporcionan un conjunto de deberes supeditados a una concepción de la felicidad.
La ética forma de Kant es una ética de la autonomía y en este sentido representa
una invitación permanente a que sea el propio sujeto en el ejercicio de su
racionalidad, el que determina qué debe hacer en cada circunstancia.

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Comparación entre Kant y racionalismo-empirismo

La filosofía del conocimiento kantiana es resultado del análisis al que sometió a


la filosofía anterior, fusionando doctrinas antagónicas y dando un giro a sus
conclusiones.

El empirismo afirma que el único conocimiento válido nace de la experiencia


sensible y, para la mayoría de sus defensores, también acaba en ella. Desde Aristóteles
hasta los empiristas del siglo XVII, como Locke o Hume, hay acuerdo en que sin los
estímulos externos no podríamos conocer nada. La estructura del conocimiento, en
consecuencia, se va generando a partir de la experiencia sensible. El racionalismo, en
cambio, considera que, antes de recibir los datos de los sentidos, el sujeto posee ya un
conocimiento de la propia razón y de sus principios innatos. La razón es más fiable que
la experiencia o la percepción porque puede comprender verdades universales,
abstractas y evidentes.

Kant afirma a la vez las dos tesis, puesto que el conocimiento, para él, es una
síntesis de elementos empíricos y de elementos apriorísticos. Comparte con los
racionalistas la tesis de que no todo en el conocimiento se origina en la experiencia y, a
la vez, está de acuerdo con los empiristas en que el conocimiento humano se mantiene
dentro de los límites que le marca la experiencia. De ahí que sostenga que “todo el
conocimiento comienza con la experiencia, pero no todo él procede de la experiencia”.

Kant, sin embargo, no aceptará la tesis racionalista de que la mente puede


conocer sin recurrir a la experiencia. Se trata de un punto de vista dogmático porque no
examina de qué manera llega la razón a conocer. El racionalismo se extralimita porque
habla de temas sobre los que no posee experiencia ni de los que puede obtener
conocimiento. Pero el racionalismo aporta una idea clave: la razón puede conocerse a sí
misma, y además dispone de una estructura que da forma a cualquier conocimiento
humano; sin ella no sería posible conocer y, por otra parte, todo nuestro conocimiento
está teñido por su filtro.

Tras la lectura de Hume, que le hizo despertar de su “sueño dogmático”, Kant


comprendió el punto de vista empirista sobre la metafísica y la ciencia. Se cuestiona si
el conocimiento que la metafísica pretende ofrecer es seguro y si se puede conseguir
simplemente empleando la razón. El empirismo afirma que la razón solo puede conocer
la experiencia sensible. Desde aquí Hume establecerá que la metafísica, al ser la
conexión causa-efecto un simple hábito psicológico, no es posible. Además las leyes
físicas, por su parte, no pasan de ser probables, por lo que la ciencia no aporta
conocimientos necesarios.

Kant, sin embargo, no está de acuerdo con esto. El empirismo enseña a dudar de
afirmaciones acríticas y verdades dogmáticas, pero conduce al escepticismo, que no
autoriza a dar por cierto ningún conocimiento, y es estéril porque no permite que el
saber avance. Kant sostiene, como Hume, que la metafísica tradicional no puede ser una
ciencia, ya que es imposible tener conocimiento de objetos no empíricos. En esto Kant

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se muestra contrario a las tesis cartesianas acerca de la demostración de la existencia
de Dios, del alma y del mundo.

1. Según Descartes, el "yo" nos es dado de modo inmediato en nuestras


percepciones, pero para Kant lo que se nos da en la experiencia son distintos estados
cambiantes del yo. La aplicación de categorías como la causalidad o unidad a la idea de
alma, algo no dado en la experiencia, no puede producir conocimiento verdadero, sino
que conduce a paralogismos, es decir, a razonamientos engañosos que nos inducen a
creer en la existencia del alma como substancia simple.

2. De la idea de mundo, entendido como la totalidad de lo que ocurre, tampoco


tenemos experiencia, por lo que la aplicación aquí de las categorías lleva a "antinomias",
esto es, a proposiciones lógicamente contradictorias que pueden ser demostradas con
la misma verosimilitud.

3. En cuanto a la idea de Dios, Kant dice que esta idea es el ideal de la razón pura,
pero que no hay experiencia alguna que pueda identificarse con este ser, por lo que no
puede haber conocimiento científico de Dios. De este modo, ninguna de las pruebas
referentes a la demostración de la existencia de Dios tiene ningún valor científico. Kant
está persuadido que todas ellas, de uno u otro modo, se reducen al argumento
ontológico, y al negar valor a éste se lo negará a todos los demás. El argumento
ontológico no tiene validez porque, en contra de lo que pretende, ninguna proposición
existencial puede ser analítica, sino sólo sintética.

Pero, por otro lado, Kant le otorga a la metafísica un papel importante en el


conocimiento, ya que es el lugar, a través de las ideas de la razón, donde todos nuestros
conocimientos quedan unificados, donde reciben una síntesis última proporcionada por
la razón. Por eso Kant aludía a la metafísica como el carácter arquitectónico y
sistemático de nuestra razón y por eso la consideraba una tendencia natural e
imprescindible de nuestra razón. En lo que Kant no está de acuerdo con Descartes es en
que pueda haber conocimiento de objetos dados más allá de la experiencia (Dios, alma,
mundo), por lo que

Para Kant, además, no es discutible que la ciencia sea un hecho, es decir, un


conocimiento con validez general. Hume había distinguido, siguiendo a Leibniz, entre
cuestiones de hecho y relaciones de ideas, lo que suponía otra distinción acerca de los
tipos de juicios: sintéticos (los fundados en la experiencia) y analíticos (los fundados en
la razón). Kant nos hablará de un tercer tipo de juicio: el juicio sintético a priori, el único
verdaderamente científico por ampliar nuestro conocimiento y, a la vez,
proporcionarnos validez general. Contra lo que pensaba Hume, que la ciencia se reducía
a la costumbre, Kant señala que las leyes de la física no proceden de la experiencia, sino
que se imponen a ella por el entendimiento y a priori, esto es, con necesidad y
universalidad.

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En el campo de la ética Hume había sostenido una postura emotivista, ya que
sostenía que las emociones eran el origen y el fundamento de la conducta moral del
hombre. Pensaba que la valoración de las acciones morales del hombre se realizaba en
función de lo agradable y lo útil que resultan. Kant, por su parte, sostiene una ética
formal del deber, una ética en la que el deber se impone al margen de las emociones y
que queda regulada por su adecuación con el imperativo categórico.

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