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KANT
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irreductibles de esta experiencia y los límites de cada uno de esos niveles. Todo ello
puede concretarse en las cuatro famosas preguntas kantianas que, de una u otra
manera, condensan todas las cuestiones que la racionalidad, que es lo típico del hombre,
pueda plantearse:
4. ¿Qué es el hombre?
El tema del conocimiento fue planteado por Kant, sobre todo, en su obra Crítica
de la razón pura (1781). En ella Kant pretende realizar un análisis de las posibilidades y
los límites de la razón para obtener conocimientos al margen de la experiencia, esto es,
a priori. De ahí que Kant se pregunte si la metafísica es una ciencia (Descartes y el
racionalismo la habían considerado como la ciencia suprema, mientras que Hume
pensaba que no proporciona ningún tipo de conocimiento), puesto que sus objetos -
Dios, alma, libertad, el mundo como la totalidad de los fenómenos- no se aprehenden
por los sentidos. La física y las matemáticas, por su parte, son consideradas por Kant
como ciencias.
a) Analíticos. Son aquellos juicios en los que el predicado está incluido en el sujeto, de
modo que aquel no añade nada a este y se limita a explicarlo. [Son, pues, juicios
explicativos, puesto que explican lo que ya estaba implícito en el sujeto.] Tienen siempre
validez y se rigen por el principio de contradicción. [Se llaman así porque del análisis del
sujeto se deduce el predicado. Ejemplo de un juicio analítico es "todos los cuerpos son
extensos".] Estos juicios, piensa Kant, no pueden ser los propios de la ciencia, ya que no
dicen nada sobre la realidad, no añaden ningún tipo de información.
b) Sintéticos. Son los juicios en los que el predicado dice algo que no está contenido en
el sujeto. [En este sentido son extensivos, en cuanto permiten establecer conexiones no
conocidas entre un sujeto y un predicado.] Amplían, por tanto, nuestro conocimiento,
pero son contingentes y carecen de necesidad. [Se llaman así porque enlazan o
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sintetizan el sujeto y el predicado. Ejemplo de un juicio de este tipo es "todos los miem-
bros de la tribu X son rubios", o "la pared es verde". ] Tampoco estos juicios pueden ser
los propios de la ciencia, puesto que dependen de la experiencia, son contingentes.
Por otro lado, según que la conexión entre el sujeto y el predicado se haga
basándose en la experiencia o al margen de ella, tenemos otros dos tipos de juicios:
[Todos los juicios analíticos son a priori, pero no todos los juicios sintéticos son a
posteriori. Si así fuera, la ciencia no sería posible, ya que no podríamos formular juicios
que cumplan las dos condiciones de la ciencia: aumentar nuestro conocimiento y ser
necesario (que no pueda ser de otro modo) y universal (que valga siempre y en cada
caso).] Para explicar el hecho de la ciencia es necesario que existan los JUICIOS
SINTÉTICOS A PRIORI. En cuanto sintéticos, nos dicen algo de la realidad y amplían
nuestro conocimiento; en cuanto a priori, o independientes de la experiencia, aportan
universalidad y necesidad. [Ejemplos de estos juicios son los siguientes:
a) “La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos”. Si analizamos el
concepto de recta, en él no está incluida la noción de distancia. Se trata, pues, de un
juicio sintético, pero un juicio sintético en el cual la conexión entre el sujeto y el
predicado se hace independientemente de la experiencia sensorial, ya que se cumple
de manera necesaria y universal.
b) “Por un punto pasan infinitas rectas”. Se trata de un juicio sintético, ya que la
noción de punto no incluye que pasen o dejen de pasar por él x rectas. A la vez, lo dicho
en este juicio no se funda en ninguna percepción concreta, ya que no podemos dibujar
un punto y trazar sobre él infinitas rectas. Si el juicio es universalmente válido, lo será,
pues, a priori.]
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b) Algo que procede del sujeto. Se trata de un elemento a priori o no procedente
de la experiencia que en el proceso de conocimiento ordena la materia bruta de las
sensaciones y aporta la necesidad y universalidad. [Kant admite la existencia de este a
priori aportado por el sujeto porque, dado el hecho de la ciencia, esta es inexplicable
solo desde la experiencia, pues ya Hume había demostrado que de la experiencia no
procede ningún conocimiento necesario y universal, por lo que la ciencia solo
proporciona probabilidad.] El a priori aportado por el sujeto es la forma del
conocimiento.
A partir de aquí lo que hará Kant será examinar las distintas facultades de conoci-
miento que posee el sujeto (sensibilidad, entendimiento y razón) para ver cómo se
realiza en cada una de ellas la síntesis de experiencia -materia- y a priori -forma-, en aras
a la obtención de juicios sintéticos a priori.
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no son sensaciones, ya que si lo fuesen necesitarían, a su vez, de algo que les diera
forma. Son intuiciones puras, sin contenido, que se imponen a priori a la experiencia.
Se trata del espacio y del tiempo.
Hay dos tipos de conceptos. Los conceptos empíricos son a posteriori, es decir,
procedentes de la experiencia. [Conceptos como "casa" o "mesa", por ejemplo, son
empíricos, extraídos de la experiencia a raíz de la las semejanzas y caracteres comunes
a determinados objetos o individuos. El juicio que exprese que "las piedras se calientan
con la incidencia del sol", del mismo modo, será empírico.] Los conceptos puros o
categorías son aquellos que no proceden de la experiencia, sino que son a priori.
[Conceptos de este tipo son, por ejemplo, "causa" o "existencia". Cuando digo que "el
sol calienta", por ejemplo, se trata de un juicio puro, por cuanto prescindo de la
experiencia y me limito a expresar el concepto puro de causalidad (el sol es causa de
que los objetos se calienten). Se trata de un concepto puro porque no establecemos la
causalidad en el mundo por observación o por costumbre, como afirmaba Hume, sino
que es una condición necesaria para que podamos tener experiencias sobre el mundo.]
Las categorías, pues, dan universalidad al conocimiento por conceptos y justifican la
validez general de nuestro conocimiento de objetos El número de los categorías, según
Kant, puede deducirse del número de juicios existentes, puesto que el entendimiento es
la facultad de juzgar uniendo conceptos puros.
Para saber si la metafísica puede convertirse en una ciencia, Kant comienza por
distinguir entre entendimiento y razón. [El entendimiento se ocupa directamente de
fenómenos, de modo que las categorías tienen su plena validez cuando se aplican a los
objetos de los que podemos tener experiencia.] La razón, a diferencia del
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entendimiento, no se ocupa inmediatamente de los fenómenos. Su objeto es el
entendimiento mismo. Recibe de él los conceptos y, en vez de preocuparse de su
aplicación a los fenómenos, los unifica según unos principios superiores al mundo de los
fenómenos. Tales principios son las ideas de la razón: conceptos necesarios de la razón
a los que no les puede atribuir ningún objeto correspondiente en los sentidos. De ahí que
Kant piense que la razón es la facultad de unificación mediante ideas, ya que intenta
reducir todo el conocimiento del entendimiento al menor número de ideas para poder
unificarlo.
Las ideas de la razón son tres: alma, mundo y Dios. La idea de alma unifica el
conjunto de fenómenos de nuestra experiencia interna. La idea de mundo unifica todos
los fenómenos de la experiencia externa. La idea de Dios unifica la totalidad de la
realidad –los fenómenos internos y los externos-.
Como la metafísica se dividía en tres disciplinas distintas –una para cada idea de
la razón-, la crítica kantiana se divide en tres partes:
• La psicología racional estudiaba la idea de alma. Según Descartes, el "yo" nos es dado
de modo inmediato en nuestras percepciones, pero para Kant lo que se nos da en la
experiencia son distintos estados cambiantes del yo. La aplicación de categorías como
la causalidad o unidad a la idea de alma, algo no dado en la experiencia, no puede
producir conocimiento verdadero.
• La cosmología tenía como objeto de estudio la idea de mundo como totalidad de
todos los fenómenos. Como de esta idea tampoco tenemos experiencia, la aplicación de
las categorías en el vacío tampoco proporciona conocimiento.
• La teología racional se ocupaba de la idea de Dios. Kant dice que esta idea es el ideal
de la razón pura, pero que no hay experiencia alguna que pueda identificarse con este
ser, por lo que no puede haber conocimiento científico de Dios. De este modo, ninguna
de las pruebas referentes a la demostración de la existencia de Dios tiene ningún valor
científico.
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fundamento en la experiencia, puesto que es contingente y, en consecuencia, no puede
radicar en ella la obligatoriedad de las normas morales. [Cuando decimos "no se debe
mentir", por ejemplo, se trata de una proposición válida para todos, sin excepción, en
cualquier circunstancia. Aunque todos los hombres mientan, sigue siendo verdad que
no hay que mentir, por lo que es una proposición que se impone a priori.]
Si en nuestros juicios morales hay algo a priori, es claro que su origen no puede
ser otro que la razón, por lo que Kant defiende una ética formal, esto es, sin ningún
contenido empírico. Esto es así porque toda ética que pretenda ser universal y necesaria
ha de ser a priori o independiente de la experiencia, y como tal no puede ser sino formal.
Por eso la ley moral fundamental es la de obrar por respeto al deber, por respeto a lo
que una ley nos imponga por sí misma, con independencia de la satisfacción o la utilidad
que su acatamiento nos proporcione. Obrar por respeto al deber es una ley puramente
formal, puesto que no nos propone ningún bien concreto a conseguir (la felicidad, el
placer...) ni nos dice lo que debemos hacer en cada caso. Únicamente se limita a
expresar la forma como debemos obrar, la forma en que debe querer la voluntad.
Desde esta perspectiva, Kant se opone a las éticas materiales, es decir, a aquellas
éticas que mandan hacer cosas concretas para conseguir un determinado bien, casi
siempre la felicidad. Estas éticas, según él, no pueden mover a la voluntad a actuar, ya
que, al basarse en bienes contingentes, no pueden establecer ninguna ley con valor
universal y necesario. De ahí que estas éticas formulen imperativos o mandatos
hipotéticos
Si debemos actuar siempre por respeto al deber, es claro que para Kant la
moralidad dependerá de que la intención directa de las acciones sea este respeto. De
otro modo: la moralidad de las acciones depende de la buena voluntad con la que
obramos. Kant distingue entre obrar de forma contraria al deber, obrar conforme al
deber y obrar por respeto al deber. Lo primero es inmoral e ilegal; lo segundo entra en
el campo de la legalidad, de las acciones externas; solo lo segundo puede calificarse de
moral en sentido estricto y en ello consiste la virtud.
Supongamos, siguiendo un ejemplo del mismo Kant, que yo tengo un comercio. A la hora
de cobrar a mis clientes, tengo tres opciones:
-Cobrar precios abusivos a mis clientes. En este caso, es obvio, mi acción es inmoral e
ilegal
-Cobrar el precio justo, no abusivo, a mis clientes. Pero resulta que lo hago solo por no
perder la clientela o por evitarme problemas con la autoridad de turno. En este caso,
me diría Kant, mi acción es conforme al deber, pero, dado que yo no actúo por puro
respeto al deber, no es una acción moral. Se trataría de una acción legal.
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-Cobrar el precio adecuado porque es lo que debo hacer. En este caso, pues, no obro
por asegurarme el garbanzo o por miedo a que los de Hacienda me amarguen la jubi-
lación, sino sólo por respeto al deber. Kant estaría muy contento conmigo y me diría que
mi acción es puramente moral.
1. "Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que
se convierta en ley universal". Es la formulación de la ley universal. No dice nada sobre
los actos y la materia concreta de la moralidad; lo único que recoge es el aspecto formal
de la necesidad y universalidad que debe contener toda norma ética. Lo que pide es que
las decisiones de nuestras voluntad en las situaciones concretas (máximas), puedan
convertirse en una ley moral para todo ser racional. Dicho de otro modo, nos pide que
obremos siempre con la intención de poder proponer como norma universal lo que
hacemos. [ Con algún ejemplo se entiende mejor.]
Ej. B) Alguien me ha contado cierta cosa bajo la condición expresa de prometer que no
voy a revelarla. En una situación concreta, sin embargo, me es ventajoso quebrantar el
secreto y lo hago. ¿Puede esta máxima ser ley universal? La máxima que adopto vendría
a ser la siguiente: "no respetaré las promesas siempre que me sea ventajoso". Es obvio
que tal máxima no puede aspirar a convertirse en ley universal, ya que si lo fuese nadie
haría promesas, con lo que la máxima misma dejaría de tener sentido.
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2. "Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma,
mediante su máxima, como legisladora universal". Es la fórmula de la autonomía de la
voluntad. El imperativo categórico tiene que ser incondicionado, por lo que la voluntad
que obedece este imperativo no puede estar determinada por ningún tipo de interés.
Dicho de otro modo, la voluntad tiene que ser autónoma, es decir, ha de ser su propia
legisladora, imponerse a sí misma la ley, frente a la voluntad heterónoma, propia de una
voluntad condicionada por contenidos materiales o sensibles. Por eso la ética de Kant
es una ética autónoma, porque es el sujeto el que se da a sí mismo la ley.
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• Existencia de Dios. Kant cree que el segundo postulado asegura pensar en el sumo
bien, lo cual no significa que sea algo más que un ideal, un horizonte regulador para dar
sentido al valor moral. Podría ser una utopía, un mero ideal, y entonces estos postulados
quedarían en el aire y lo humano por excelencia, la dignidad racional del hombre,
quedaría frustrada. Por ello Kant exige la existencia real de una personificación perfecta
de lo que es el Sumo Bien: Dios. No Dios como idea, sino como existente real, pues como
idea no serviría para nada. No es una prueba cognoscitiva ni una demostración, pero
tampoco un impulso visceral del hombre. Es, simplemente, una certeza, una creencia o
fe racional.
Para que esta paz perpetua sea posible, Kant estableció una serie de condiciones.
Son las que siguen:
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rincones del planeta, sería deseable que estos principios básicos no encontrasen
barreras.
d) Armonía entre moral y política. La dificultad más importante para construir la
paz perpetua radica en la supuesta incompatibilidad entre moral y política. Kant,
a este respecto, sostiene la realidad objetiva de la moral y afirma que es una
incoherencia sostener que es imposible actuar conforme a ella. Kant cree que
se trata de una oposición artificialmente creada -aunque sumamente
conveniente-, porque si se actuara conforme a ella se disolvería el dilema entre
la teoría y la práctica. El mayor impedimento para la paz no es la maldad humana,
sino una especie de “mala fe” que consiste en soslayar el juicio de la razón
práctica a favor de una “sabiduría pragmática”, lo que nos aleja cada vez más del
imperativo de obrar conforme a la justicia y el derecho.
La manera de resolver la supuesta incompatibilidad entre moral y política
consiste en el llamado por Kant “principio de publicidad”. Tal principio:
Establece que si no se pueden hacer públicos los propósitos de
una acción, entonces la máxima que justifica tal acción es injusta
y, por lo mismo, contraria a derecho.
Invalida, al ser puesto en práctica, la tesis según la cual la justicia
es lo que el poderoso impone, pues gran parte del éxito de dicha
tesis descansa en la no publicidad de los propósitos que se
persiguen. Por el contrario, toda máxima jurídica aspira a la
publicidad, esto es, a ser reconocida por todos como algo legítimo,
pues sólo así puede garantizarse su cumplimiento.
Está concebido como un contrapeso necesario al poder político,
ya que supondría hacer explícitos intereses muchas veces
contrarios a las demandas legítimas de los ciudadanos, que son,
idealmente, las que deberían guiar la práctica de los políticos.
La idea racional de una comunidad pacífica de todos los pueblos de la tierra es,
para Kant, el único hilo conductor que puede y debe orientar a los hombres a través de
las vicisitudes de la historia. En Ideas para una historia universal desde un punto de vista
cosmopolita (1784), Kant analiza si el libre juego de las acciones humanas hace posible
en el curso de la historia un plan determinado, aunque no necesario, que sirva como
objetivo final del desarrollo histórico de la humanidad. Kant sostiene que las tendencias
naturales de los seres están destinadas a desarrollarse y que la tendencia natural del
hombre es alcanzar la felicidad o la perfección mediante el uso de la razón, es decir,
mediante la libertad. Tal meta solo puede alcanzarla el hombre en una sociedad política
universal, en la cual la libertad de cada uno no encuentre más límite que la libertad de
los demás. De ahí que el plan natural de la historia humana no pueda ser más que la
consecución de una sociedad política universal que comprenda bajo una misma
legislación los diversos estados y garantice así el desarrollo completo de todas las
capacidades humanas.
Para alcanzar este fin la naturaleza se vale de lo que Kant denomina “la insociable
sociabilidad” del hombre, consistente en el antagonismo que hay en todos los hombres
entre su tendencia a la sociabilidad y la tendencia al aislamiento. El hombre tiene una
propensión a entrar en sociedad, puesto que en ella se siente “más como hombre, es
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decir, siente el desarrollo de sus disposiciones naturales”. Pero, a la vez, siente una
tendencia a la individualidad, a aislarse, tendencia que encuentra en él mismo y que lo
empuja a ver a los demás como rivales. El hombre, pues, no puede soportar a sus
congéneres naturalmente, pero tampoco puede prescindir de ellos. Sin la insociabilidad,
de la que surge la resistencia hacia los demás debida a las tendencias egoístas del
hombre, todos los talentos quedarían adormecidos para siempre en una arcaica vida de
pastores donde reinaría un acuerdo perfecto y una satisfacción tal que los hombres
serían tan buenos como borregos, sin apenas diferenciarse de éstos. La naturaleza actúa
en contra de este horizonte feliz, y quiere que el hombre sea insaciable en su afán de
poder poseer, pudiendo así desarrollar todas sus condiciones naturales.
VOCABULARIO DE KANT
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en la experiencia y, sin embargo, añaden algo nuevo al conocimiento, como es la
necesidad y universalidad. Ejemplo: “el triángulo tiene tres ángulos”. Una buena
parte de los juicios a priori son analíticos, ya que en ellos el predicado no añade
nada al sujeto. Sin embargo, también hay juicios a priori que son sintéticos, porque
tienen validez general y, a la vez, amplían nuestro conocimiento. Son los juicios de
la ciencia.
A POSTERIORI. A posteriori significa posterior a la experiencia. En los juicios a
posteriori lo que el predicado añade al sujeto procede de la experiencia. Por ejemplo:
"el hierro se dilata con el calor". Los juicios a posteriori son todos sintéticos, ya que lo
que dice el predicado no está incluido en el sujeto. Son juicios que nos dicen algo que
no conocíamos pero que carecen de validez general, por lo que no pueden ser los juicios
propios de la ciencia.
CATEGORÍA. Las categorías o conceptos puros son aquellos conceptos que no
proceden de la experiencia, sino que son a priori. No tienen contenido empírico
pero son la condición necesaria para que podamos tener experiencias sobre el
mundo. Las categorías, pues, dan universalidad al conocimiento por conceptos y
justifican la validez general de nuestro conocimiento de objetos El número de los
categorías, según Kant, puede deducirse del número de juicios existentes, puesto
que el entendimiento es la facultad de juzgar uniendo conceptos puros. Son doce.
FENÓMENO. El fenómeno es lo que se nos muestra de las cosas, el conjunto de
impresiones sensibles que nuestra sensibilidad capta y organiza con sus formas a
priori, es decir, con el espacio y el tiempo. Es la primera síntesis de experiencia y
formas a priori que elabora la sensibilidad y a partir del cual trabaja el
entendimiento. Es la condición de que pueda existir conocimiento de los objetos.
NOÚMENO. Es la cosa en sí, lo que está detrás del fenómeno. De ello nunca hay
experiencia sensible y por eso Kant dice que es incondicionado, ya que está más allá
de cualquier condición empírica. Precisamente por estar más allá de la experiencia
no es objeto de conocimiento, por más que podamos suponerlo como condición
para que se el fenómeno.
IMPERATIVO CATEGÓRICO. Este imperativo ordena de modo absoluto, al margen
de cualquier condición, porque la justificación del deber ser que impone está en el
mismo imperativo. Lo que ordena es un bien sin restricción, es decir, algo que es
bueno en sí mismo y no por el uso concreto que hagamos de ello. Se trata de un
imperativo a priori, al no estar sometido a condición ninguna, por lo que tiene
siempre necesidad y universalidad y no admite excepción. Por eso es el tipo de
imperativo que exige la moral, el imperativo ético por excelencia.
AUTONOMÍA. Consiste en la capacidad del sujeto de darse normas a sí mismo
conforme a la razón. Frente a las éticas materiales, que son autónomas porLa
autonomía va ligada así a la racionalidad y termina convertida en la clave de la ética
de Kant: pretende ser una de las primeras éticas autónomas de la historia, frente a
los planteamientos heterónomos que le precedieron. Las éticas materiales nos
proporcionan un conjunto de deberes supeditados a una concepción de la felicidad.
La ética forma de Kant es una ética de la autonomía y en este sentido representa
una invitación permanente a que sea el propio sujeto en el ejercicio de su
racionalidad, el que determina qué debe hacer en cada circunstancia.
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Comparación entre Kant y racionalismo-empirismo
Kant afirma a la vez las dos tesis, puesto que el conocimiento, para él, es una
síntesis de elementos empíricos y de elementos apriorísticos. Comparte con los
racionalistas la tesis de que no todo en el conocimiento se origina en la experiencia y, a
la vez, está de acuerdo con los empiristas en que el conocimiento humano se mantiene
dentro de los límites que le marca la experiencia. De ahí que sostenga que “todo el
conocimiento comienza con la experiencia, pero no todo él procede de la experiencia”.
Kant, sin embargo, no está de acuerdo con esto. El empirismo enseña a dudar de
afirmaciones acríticas y verdades dogmáticas, pero conduce al escepticismo, que no
autoriza a dar por cierto ningún conocimiento, y es estéril porque no permite que el
saber avance. Kant sostiene, como Hume, que la metafísica tradicional no puede ser una
ciencia, ya que es imposible tener conocimiento de objetos no empíricos. En esto Kant
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se muestra contrario a las tesis cartesianas acerca de la demostración de la existencia
de Dios, del alma y del mundo.
3. En cuanto a la idea de Dios, Kant dice que esta idea es el ideal de la razón pura,
pero que no hay experiencia alguna que pueda identificarse con este ser, por lo que no
puede haber conocimiento científico de Dios. De este modo, ninguna de las pruebas
referentes a la demostración de la existencia de Dios tiene ningún valor científico. Kant
está persuadido que todas ellas, de uno u otro modo, se reducen al argumento
ontológico, y al negar valor a éste se lo negará a todos los demás. El argumento
ontológico no tiene validez porque, en contra de lo que pretende, ninguna proposición
existencial puede ser analítica, sino sólo sintética.
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En el campo de la ética Hume había sostenido una postura emotivista, ya que
sostenía que las emociones eran el origen y el fundamento de la conducta moral del
hombre. Pensaba que la valoración de las acciones morales del hombre se realizaba en
función de lo agradable y lo útil que resultan. Kant, por su parte, sostiene una ética
formal del deber, una ética en la que el deber se impone al margen de las emociones y
que queda regulada por su adecuación con el imperativo categórico.
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