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ÉTICA Y GÉNERO.

UN ACERCAMIENTO DESDE LA UNIVERSIDAD DE


GUANAJUATO.

José Mendívil Macías Valadez

mendivil007@hotmail.com

Publicado en Universidad y bioética, Ana Cristina Ramírez Barreto (Coord.) UMSNH 2017

Resumen: en estas páginas expondré mi experiencia académica y de investigación en relación


con los temas de ética y género, de donde se pueden derivar puntos de vista acerca de los
esfuerzos personales y colectivos por introducir e institucionalizar la perspectiva de género
en la Universidad de Guanajuato, incluyendo aquí las constelaciones políticas, bioéticas, de
ética aplicada etc., que se entrecruzan con este emprendimiento, en un contexto difícil y lleno
de obstáculos.

En primer lugar habría que decir que, aunque siempre existieron inquietudes de mi
parte, fueron necesarias una serie de circunstancias personales, sociales y académicas, para
que me comprometiera con estas tareas dentro de la temática de la filosofía práctica.
Destacaré de estos antecedentes la creación de una red internacional de investigación con
colegas españoles y latinoamericanos, así como la del Cuerpo Académico de Filosofía Social
en mi Universidad, que represento. Habiendo realizado un par de estancias de investigación
a principios de los años noventa en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas en Madrid, trabajando temas relacionados con la ética
contemporánea española y acerca de la filosofía de Agnes Heller, pude entrar en contacto
con colegas españoles y latinoamericanos, también a partir de las experiencias en Congresos
tales como los de la Asociación Española de Etica y Filosofía Política, los Congresos
Iberoamericanos de Filosofía, los Nacionales de Filosofía -hoy llamados Internacionales-
organizados por la Asociación Filosófica de México, etc.

De modo que iniciamos esta red de investigación con la denominación general de


“justicia y diferencia”, cuyos primeros frutos fueron mesas conjuntas en congresos y algunas
publicaciones. Particularmente Angela Sierra y María José Guerra, de la Universidad de La
Laguna ULL, se especializaban en temas de ética, política y género. Un libro resultado de
esta colaboración conjunta es el de Etica, género y política, editado en la Universidad
Nacional de San Agustín en Arequipa, por parte de Teresa Arrieta, y en donde participa
también con nosotros Angel Puyol, de la Universidad Autónoma de Barcelona. También es
de destacar el libro colectivo que coordinó Ana María Chávez en nuestra Universidad,
Elección final. Ensayos sobre suicidio y eutanasia, en el que aparecen ya temas de género,
donde participamos miembros de esta red y del Cuerpo Académico.

Como resultado de un trabajo conjunto al interior de la Universidad, y por la presión


de las políticas públicas y universitarias nacionales, que exigían transversalidad en los temas
de género y más atención a los temas de salud reproductiva, se crea en el año 2010 el Comité
de Estudios de Género, nombrado por el Consejo Universitario del Campus Guanajuato,
siendo Rector de este Campus el Dr. Luis Felipe Guerrero, sin precedentes en nuestra
institución. Desde este espacio institucional comenzamos a integrar esfuerzos anteriormente
aislados, desarrollando un Programa Institucional (PIFI-PROGES 3). Esto al mismo tiempo
que desarrollaba el proyecto general “Problemas de ética social y de ética aplicada” y
participaba en el proyecto internacional que dirigió María José Guerra “Justicia, ciudadanía
y género”, apoyado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España.

Dentro de este marco se realizó en 2011 el ciclo de conferencias “Horizontes para la


equidad de género”, coordinado por Rosalba Vázquez (responsable del Programa), en donde
a lo largo del año se trataron diversos temas relacionados con el género y la salud
reproductiva con especialistas invitados (yo participé con el tema Algunos enfoques acerca
del género, la igualdad y la diferencia) y que comenzó a crear un ambiente institucional
adecuado para la inclusión de estos temas. Cabe destacar que se organizaron varios
seminarios y talleres -algunos dirigidos a los cuadros directivos de la Universidad- y se creó
un fondo bibliográfico especializado en la Biblioteca Central de la Universidad, denominado
técnicamente CODEGENERO, pero también dos publicaciones en el año 2012 que
intentaron consolidar el proceso de autoconciencia institucional, resultado de dos
investigaciones paralelas; Claudia Gómez y Adriana Aguilera publican un Estudio
descriptivo de la población universitaria por género como un diagnóstico más cuantitativo
de la distribución por géneros, atendiendo al sexo, edad y condición en alumnos, académicos
y administrativos, con el fin de crear una “cultura de la equidad de género” y “fomentar la
inclusión de la mujer”, objetivos que se convierten en urgentes después de comprobar el
atraso en estos rubros.

La otra publicación Mujeres y hombres. Perspectivas sobre relaciones de género en


la Universidad de Guanajuato, de Guadalupe Meza y Addis Abeba Salinas, es un diagnóstico
más cualitativo acerca de las percepciones de los universitarios, trabajando sobre grupos
focales en los que se discutieron temas como la equidad en el acceso al trabajo, la
discriminación, los roles y estereotipos sexistas, la autonomía, el peso del trabajo doméstico
en el desempeño laboral y escolar, todo esto tomando en cuenta un Sistema de indicadores,
elaborado en la UNAM, para la equidad de género en las Instituciones de Educación
Superior. Se destacan también señalamientos acerca de la discriminación marcada por sexo
y por jerarquía de puestos, el maltrato a la mujer expresado como hostigamiento laboral y
sexual, frente a la “falta de acciones institucionales para combatirlas”.

Paralelamente a estos esfuerzos el Comité de Estudios de Género participó en la


creación de un Observatorio interinstitucional con participación de la sociedad civil,
relacionado con la violencia de género en el estado de Guanajuato. Igualmente, participamos
en la presentación, difusión y aplicación de modelos que aplican las leyes contra la violencia
de género, como es el caso de los libros que coordina Consuelo Meza, Aplicación práctica
de los modelos de prevención, atención y sanción de la violencia contra las mujeres,
protocolos de actuación. Núcleo multidisciplinario sobre el derecho de las mujeres a una
vida libre de violencia "Cecilia Loria Saviñon", UAA/UNAM/CONACYT 2012, y
Aplicación a nivel piloto de los modelos de prevención, atención, sanción y erradicación de
la violencia contra las mujeres en el estado de Aguascalientes.

Habría que destacar el trabajo en equipo que se comenzó a hacer con un núcleo de
profesores de otras universidades, particularmente en la Universidad Autónoma de Querétaro
con José Salvador Arellano y Robert Hall, que se vería reflejado en la dirección de la
investigación doctoral, y posteriormente del libro -del que elaboro el prólogo- Teoría ética
para una ética aplicada, UAQ 2013, que trata de una “ética constructivista social plural”, de
José Salvador Arellano, pero también con mi participación continua en eventos, en
Diplomados de Etica aplicada y de Bioética en esa Universidad, participación en congresos
(Congreso Nacional de Filosofía Aplicada 2014) y publicaciones conjuntas entre nuestras
universidades a partir de entonces. Hemos participado también conjuntamente en varios
talleres de la Revista Dilemata de éticas aplicadas, uno de ellos en España, pero también
trayendo a investigadores españoles a México para concretar proyectos en red, en el X Taller
Internacional Dilemata bioética, biopolítica y medio ambiente: una perspectiva de género,
UAQ 2014.

Además de participaciones puntuales en 2013 y 2014 -como el Foro sobre la


violencia, la pobreza y la exclusión, Gobierno de Guanajuato/AIFAM, o el Diplomado sobre
violencia contemporánea, UAQ, el Foro de acciones afirmativas para el fortalecimiento de la
transversalidad de la perspectiva de género, INMUJERES, IMM, el V Coloquio Internacional
identidad y cultura de equidad UAA, el 15th International Association of Women
Philosophers (IAPh) Symposium, Universidad de Alcalá, y la presentación del libro Músculo
corazón, masculinidades en México, La Cabra/Conaculta- habría que destacar la mesa que
tuve la oportunidad de coordinar sobre Equidad y género en el Foro Internacional Estructura
social y seguridad, UG 2014, en donde participan Rubí de María Gómez, de la UMSNH,
María Luján Christiansen, del Cuerpo Académico de Filosofía Social, y Rocío Rosas, cuyas
memorias se publican por la Universidad de Guanajuato, en mi caso con el tema Migración
y género, entrecruzamientos de la discriminación.

En el primer semestre de 2014 fui organizador del Seminario sobre Género,


masculinidad y feminismo con el grupo Kairós de estudiantes de filosofía de la Universidad
de Guanajuato, y la participación de la UAQ, de Rubí de María Gómez de la UMSNH (que
además presentó su libro sobre El feminismo es un humanismo), de Angela Sierra y María
José Guerra de la ULL, María Luján Christiansen, Ana de Alejandro, Ana Francis y grupos
de la sociedad civil. Entre los temas que se trataron están los de violencia de género, salud
reproductiva y despenalización del aborto, proyectos feministas como los de Donna Haraway
y Rosi Braidotti, masculinidad, diversidad sexual y derechos, etc. Esto marcaría una etapa de
maduración en el área de Ciencias Sociales y Humanidades, ya con investigaciones diversas.

Habría que señalar, como ejemplo de esta creciente conscientización, la tesis


premiada de maestría en historia de Berenice Reyes Origen y desarrollo del movimiento
feminista en Guanajuato 1960-2000, que dirigió María de Lourdes Cueva y del que fui
miembro del Comité tutorial, pues representa un primer panorama diacrónico y comprensivo
acerca de este movimiento marginalizado, y de la explosión política que generó a partir del
año 2000 la contrarreforma al Código Penal del Estado que eliminaba la única causal de
aborto permitido, la violación. Afirma Berenice Reyes sobre este tema (a veces parafraseo):

Si bien el tema del aborto se había abordado, debatido e incluso tratado públicamente
en conferencias, programas de radio y televisión; no se había planteado la necesidad
de asumir una postura clara respecto al mismo. Además, como se ha señalado en este
trabajo no era la primera vez que el tema había confrontado a las mujeres con los
grupos conservadores… Sin embargo, a diferencia de aquel momento y de aquel
grupo de mujeres, las integrantes del Movimiento Amplio de Mujeres de Guanajuato
tenían formación y experiencia en la incidencia política, y el tema del aborto formó
parte del proyecto Promoción del Derecho a la Salud Sexual y Reproductiva en el
Centro de México de Milenio Feminista Región Centro, lo cual las había llevado,
hacia finales de 1999 y principios del año 2000, a realizar un estudio cualitativo para
conocer las causas y condiciones en las que las mujeres se practicaban un aborto en
los Estados que conformaban la región. Además, mujeres activistas conocían la
realidad de las mujeres víctimas de violación, dado su trabajo en las Dirección de
Atención a Víctimas de la PGJ; mientras que otras lo hacían desde la atención a
mujeres víctimas de violencia en la Casa de Apoyo a la Mujer. Por lo tanto, esas
mujeres vivieron la reforma como una brutal violación a los derechos humanos de las
mujeres; lo que implicó el tránsito de una evidente interlocución, interacción e
incidencia con distintas instancias gubernamentales, si bien permeada por las
tensiones antes mencionadas, a una actitud opositora y crítica hacia las actividades y
acciones del gobierno.
El Comité de Estudios de Género de la Universidad de Guanajuato, que marcó un
período fue, sin embargo desaparecido, y después de un tiempo de pausa se creó una nueva
Comisión relacionada con el Programa Institucional de Igualdad de Género 2016-2019, con
el objetivo general de “ser un instrumento eficaz para la instauración de la perspectiva de
género en sus diferentes instancias, dimensiones y prácticas institucionales”, incluyendo un
protocolo y una ventanilla para atender los casos de violencia de género al interior de la
Universidad, además de toda una gama de actividades. Un proyecto relevante, que no ha
podido concretarse en los últimos años, pero que parece viable e indispensable, es el de la
creación del Doctorado Interinstitucional de Género, dentro del marco de la Red de Enlaces
Académicos de Género de la Región Centro Occidente de la ANUIES.

Podrían destacarse en lo académico algunas publicaciones conjuntas en las que


participé, resultado del trabajo en red, con Angela Sierra, María José Guerra, Angel Puyol,
Gabriel Bello, Teresa Arrieta, Salvador Arellano, María Luisa Femenías, Dora Elvira García,
etc. Razón, utopía y ética de la emancipación, Laertes, Barcelona 2011, Discursos políticos,
identidades y nuevos paradigmas de gobernanza en América Latina, Laertes, Barcelona 2015
y Eticas y políticas de la alteridad, Plaza y Valdés, Madrid, 2015. También la participación
en 2016 de varios de nosotros en el XVIII Congreso Internacional de Filosofía en Chiapas, y
en el Congreso Internacional de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología en Arequipa, en los
que expuse temáticas relacionadas con las ideas de Saskia Sassen acerca de la justicia y el
género, el evento -ya en 2017- sobre Etica, género y salud reproductiva en mi Departamento
de Filosofía, que formarían parte del proyecto conjunto Justicia, ciudadanía y
vulnerabilidad. Narrativas de la precariedad y enfoques interseccionales del Ministerio
español de Ciencia e Innovación que dirige María José Guerra, y finalmente mi participación
en el Panel que, junto con mesas temáticas, sirvió para conmemorar el día internacional de
la mujer y al mismo tiempo el centenario de nuestra Constitución.

Destacaré por otro lado la tesis doctoral sobresaliente que dirigieron Gabriel Bello y
María José Guerra, de la ULL, Judith Butler: ética, violencia y precariedad en 2016, de la
que fui parte del tribunal, y también la tesis de Cuauhtémoc Nattahí Hernández, que está por
publicarse en nuestra Universidad: El dispositivo sexo-género, que tuve la oportunidad de
dirigir y prologar, y que comentaré.
La interpretación que presenta Cuauhtémoc N. Hernández, es el resultado de una
elaboración teórica al enfrentarse con diversas temáticas contemporáneas y relacionarlas con
los estudios de género. Esta exploración filosófica consiste en sostener la postura de que el
sistema sexo-género ha sido y es un dispositivo histórico de poder. Ciertos desarrollos y
herramientas de análisis del pensador francés Michel Foucault podrían ser operativizados con
respecto al género, de modo que la veta teórica foucaultiana sea aprovechable para el
feminismo, con la noción de dispositivo a la cabeza. La discriminación de género sería vista
en los términos de un dispositivo de poder, lo que implica una visión distinta -una
reformulación- de la opresión de género. Una concepción performativa de la identidad de
género permitiría romper a su vez con la metafísica de la sustancia, es decir, estar más allá
del “naturalismo de los sexos”.

Cierto modelo de masculinidad ejercería violencia contra todos aquéllos “hombres”


formados en el modelo hegemónico, pues para muchos de nosotros -me sumo- “también
resulta opresivo el sistema sexo-género”. Las posiciones sociales y subjetivas de hombres y
mujeres, más que obedecer a una base natural, invariable e inmutable, serían construcciones
socio-históricas asignadas a los individuos de manera diferenciada en razón de sus
características sexuales anatómicas. Las prácticas discursivas, al establecer el sistema de
relaciones entre los elementos discursivos y los no discursivos, detonarían o desencadenaría
un sistema de formación que constituye un ámbito específico de la realidad, de modo que
habría una dimensión discursiva del género que va desde la percepción cotidiana hasta los
conceptos más abstractos.

Un dispositivo de poder, en palabras de Foucault, tendría como fin el control social y la


función estratégica de la reproducción de la injusticia social. El poder que despliega no se
agotaría en la forma general de la prohibición, sus técnicas y mecanismos coactivos cubren
desde la ley hasta procesos de subjetivación (procesos de especificación, individualización y
solidificación de identidades); sus efectos, a su vez, no serían reducibles únicamente a los de
la censura y la condena, tomarían la forma de constructos y ficciones que se implantan en lo
real y, ocultándose en ropajes naturales, el poder se sirve de ellos como instrumentos y
soportes para avanzar.
En palabras de Giorgio Agamben, dispositivo sería “cualquier cosa que tenga de algún
modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y
asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes. No
solamente, por lo tanto, las prisiones, los manicomios, el panóptico, las escuelas, la
confesión, las fábricas, las disciplinas, las medidas jurídicas, etc., cuya conexión con el poder
es en cierto sentido evidente, sino también la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura,
el cigarrillo, la navegación, las computadoras, los celulares y -porqué no- el lenguaje mismo,
que es quizás el más antiguo de los dispositivos, en el que millares y millares de años un
primate -probablemente sin darse cuenta de las consecuencias que se seguirían- tuvo la
inconciencia de dejarse capturar”.

La diferencia sexual, según propone Cuauhtémoc Hernández, sería un enunciable y un


visible posible sólo a partir de los agenciamientos concretos del dispositivo de poder, sería
entonces una construcción cultural específica; sin embargo, este dispositivo sexo-género no
sería simplemente un apéndice del modo de producción. El poder no sólo sería represivo,
sino también productivo, produce individuos, ámbitos de realidad, rituales de verdad y
objetos de conocimiento, sería una situación estratégica compleja de relaciones de fuerza
difundida en todo el sistema social de manera capilar. Antes que pensar en fórmulas generales
de la dominación masculina, o construir una metafísica sobre el poder de género, mejor sería
atender a la cuestión de cómo se ejerce el poder en las relaciones concretas entre los géneros,
partiendo de la red de mecanismos específicos, tácticas y dispositivos. Se trataría de
situaciones complejas, de relaciones de fuerza difundidas por todo el cuerpo social, de esa
manera, a partir de este análisis se podría desarrollar “un enfoque crítico de la praxis que
ponga a la vista las posibilidades efectivas de resistencia dentro del mapa heterogéneo y
múltiple de relaciones de fuerza”. El individuo sería el producto de relaciones de poder y
“allí donde hay poder, hay resistencia”. Hoy tendríamos también movimientos post-
identitarios más allá de una identidad de género o sexual particular.

Así también se puede analizar a las instituciones educativas como ámbitos del poder
disciplinario; la escuela sería un dispositivo activo en la transformación y fabricación de
subjetividades sexo-genéricas asimétricas y diferenciadas, dicotomizadas y jerarquizadas. En
lo general, podría analizarse a la sexualidad como una experiencia histórica singular de
Occidente, que implicaría saberes, normatividades, subjetividades y heterogeneidades
sexuales, un proceso de sexualización coactiva en relación con el control del cuerpo y los
placeres, insertando al cuerpo en relaciones de poder con el fin de producir individuos
sexualmente integrables a la sociedad, con sus jerarquías, asimetrías y su biopoder, un poder
sobre la vida, sobre la administración de la vida. Así el sexo habría sido utilizado como matriz
de las disciplinas y como principios de las regulaciones. Aun así, pienso que el enfoque de
Foucault adolecería de un análisis suficiente de la diferencia sexual como un constructo
social. Esta invención social se habría convertido en el lugar identitario por excelencia, en
una concepción primordialmente bimórfica y excluyente de lo que llamamos ahora la
diversidad sexual.

Este proceso occidental de hipersexualización, habría conducido a una


pedagogización indebida del niño, a una histerización del cuerpo de la mujer, a una
socialización de la fecundidad de las parejas y a la especificación psiquiátrica de los llamados
perversos, negando el reconocimiento social y cultural a las mujeres. Gayle Rubin habría
hecho una conceptualización del género como un sistema de relaciones sociales que
transforma la sexualidad biológica en prácticas sociales específicas, pero Foucault nos habría
mostrado que no existe la supuesta naturalidad del sexo, que en realidad es una bisagra que
articula relaciones de poder, funcionando en procesos de subjetivación-sujeción. Por ello
para Judith Butler -continuadora de Foucault- no habría sexo predeterminado, el género sería
un medio en el que la naturaleza sexuada se produce y se establece como pre-discursivo o
supuestamente anterior a la cultura; se establecería, en realidad, en términos performativos.

Se propone, entonces, la búsqueda de nuevas formas de politización que encaucen el


análisis y la crítica política a las relaciones de fuerza y a los mecanismos de poder en todo el
tejido social, con el propósito de deshacer las relaciones desiguales y asimétricas, en donde
no por haber pluralidad debe haber dominación, y esto podría implicar un proceso hacia una
desexualización gradual que desmonte a esta hipersexualización peculiar producto de la
modernidad. Deberíamos, entonces, autentificarnos como individuos mediante otros ejes de
identidad y preguntarnos por los caminos a seguir para lograrlo. No es necesariamente cierto
que cuando decimos sí al sexo decimos no al poder, pues tal vez seguimos en su misma
lógica; pero también deberíamos hacer valer una nueva economía del cuerpo y de los
placeres, con nuevos discursos y nuevas prácticas.

Se trataría de una reapropiación de los últimos textos de Foucault, donde se exploran


formas de resistencia asentadas en la autosubjetivación activa del sujeto, una
autotransformación frente a los procesos de dominación, mediante una ética de la inquietud
de sí o del cuidado de sí (souci de soi). Todo esto con el fin de construir nuevas
subjetividades, incluyendo la posibilidad de una subjetividad masculina crítica como parte
de una más general, consistente en una libre autoconstitución, en técnicas del yo que
colaboren con la autonomía del individuo, con un talante ilustrado pero con un sentido que
va más allá en su apuesta emancipadora, partiendo de múltiples formas históricas de ser
sujetos.

Para terminar, y para aportar un tono más reflexivo y ensayístico, expondré aquí algo
que he escrito para la revista Anomalía (mayo de 2016) acerca de las perspectivas de género.
Los estudios de género y de la diversidad sexual representan una parte significativa de los
cambios en la manera de pensar y hacer la filosofía. Son una muestra de los cambios en la
forma de producción del saber y de los discursos, derivada del giro lingüístico de la filosofía,
de los cambios en la forma de producción de nuevas subjetividades alternativas, pero también
de los nuevos derechos conquistados y de nuevas formas democráticas en proceso. La lucha
por la democracia sexual está conquistando nuevos derechos reproductivos, nuevas formas
de convivencia y de representación democrática más equitativas con respecto al género, y
nuevas formas de lucha contra la violencia de género y contra la discriminación.

El pensamiento filosófico y social de los últimos años ha sido más sensible con
respecto a las diferencias de todo tipo, y por ello también a las diferencias de género. Y es
que las formas de alteridad humana están entrelazadas por ser objeto todas ellas de
discriminación. El derecho a ser diferente es el derecho de las minorías sexuales, de las
mujeres, de los indígenas, de los discapacitados, de los pobres, de los migrantes, de los países
pobres, etcétera. Las formas de discriminación están entrelazadas por el hecho de que hay un
entrecruzamiento de todas ellas que perjudica siempre a los más pobres y marginados,
todavía más maltratados si son indígenas, mujeres, o personas con preferencias sexuales
diferentes, como puede verse con claridad cuando analizamos, por ejemplo, el maltrato a los
migrantes centroamericanos que cruzan por nuestro país. En el discurso dominante se
entretejen los pretextos para la dominación de los más ricos, de los más occidentalizados o
blancos, de los masculinos en sentido tradicional.

Por esta razón, los patrones de la masculinidad dominante androcéntrica y


homofóbica se entrelazan con los hábitos de los ejecutivos de las empresas o de los hombres
de “éxito”, de las formas de hacer política, de practicar la religión, de practicar el deporte y
de los hábitos cotidianos en el hogar, de modo que inundan mediante el mercado, el consumo
y los medios de comunicación a todas las formas de comportamiento y pensamiento,
imponiendo modelos y roles, políticas del cuerpo que pueden hacer mucho daño, tales como
los patrones de femineidad que reproducen la esclavitud femenina, imponen obsesiones
dañinas sobre el cuerpo que llevan a la anorexia, a la bulimia, etc., se trata de cuerpos
esclavizados, dotados de un carácter defectivo y abyecto, no libres en sus alternativas
reproductivas, llevados a la infelicidad por los modelos de vida que impone el mercado de
consumo, y que nos impregnan a todos.

Los mecanismos de exclusión en nuestras sociedades vienen acompañados de


fenómenos que los ocultan o los insertan en formas ideológicas de justificación de la
discriminación, o en las tradicionales formas de dominación por el mercado, el género, la
supremacía racial o nacional-imperial, etc. Para todo ello requerimos de renovadas estrategias
de responsabilización frente a la injusticia, así como de estrategias imaginativas para sacar a
la luz y denunciar estos mecanismos que invisibilizan o justifican la opresión. La tarea
filosófica nos obliga a la búsqueda de marcos explicativos tanto como de dispositivos
motivacionales y estrategias adecuadas para enfrentar los problemas actuales, una tarea que
implica una articulación compleja de las propuestas igualitaristas y diferencialistas,
universalistas y localistas, individualistas y comunitaristas, modernas y posmodernas; en fin,
una reflexión que nos lleve a nuevas actitudes frente a las formas de injusticia y de opresión
que nos saltan a la vista.

En el caso de las temáticas relacionadas con el género, tenemos el entrecruzamiento


de un discurso liberal-ilustrado que apela a la razón, a la igualdad y a los derechos en sentido
universalista, con un discurso postmoderno de la alteridad que apela al respeto y producción
de las diferencias. Este entrecruzamiento nos lleva a intentar combinar las políticas a favor
de la igualación, paridad y extensión de los derechos, con las políticas del respeto de la
diferencia y de las diferentes formas de alteridad. De modo que tenemos que sumar a las
políticas liberales, las políticas de la alteridad, pero también tomando en cuenta una
perspectiva radical que apela a la posible transformación, superación o metamorfosis del
sistema mismo.

Un programa social de una revolución pacífica debería partir tanto de la conquista y


ampliación de los derechos, como de la producción de nuevos discursos desde la diferencia
y la alteridad, tales como los discursos feministas y queer, que partan hacia la invención de
nuevas utopías, nuevas formas de vida y de relación con nuestro cuerpo, en una sociedad
globalizada y dominada por las tecnologías de la información y su control. Estos cambios
deben distinguirse también por nuevas formas de subjetividad y de sensibilidad, de
potenciales de empoderamiento respecto de la forma como vivimos, de una biopolítica
emancipatoria respecto de las formas de dominación y de segregación. Habría que recordar
que el discurso sobre el género o los géneros ha sido en realidad una ficción política que
generó un orden social productivista que negaba toda forma de sensibilidad o placer que no
estuviera ligada directamente a la reproducción de la especie o a las formas de genitalidad
dominante. Las nociones médico-jurídicas de la modernidad modelaron un paradigma
bipolar desde el punto de vista del género que es obsoleto y opresor de las diferencias.

Un nuevo discurso desde los géneros -pero también más allá de la forma en que han
sido concebidos- debe contribuir a producir nuevas formas de libertad y de vida cotidiana,
crear libertades a partir de la experimentación y de la imaginación, evitar las prácticas de
sujeción y de subalternidad, apoyarse en la fragilidad y la contingencia humanas, en la
vulnerabilidad, en la debilidad o en la discapacidad de aquellos que han sido marginados del
discurso o de las formas de ejercicio del poder dominante. Tal vez esté llegando la hora de la
reivindicación y del empoderamiento de los subalternos, de los discriminados, de los
diferentes tildados de perversos o desviados de lo supuestamente “natural”. Es a partir de
esta conciencia que se puede reivindicar aquello que ha sido considerado abyecto por la
dominante élite sexual, que ha interpretado el mundo para su conveniencia. Así podríamos
quizás construir una nueva ética, nuevas formas de solidaridad entre los diversos y nuevas
formas de convivencia social y política a partir de prácticas dialógicas y tolerantes, inventivas
y reivindicativas, comunitarias y autogestivas, plurales y amables, transgresoras y
constructoras de vínculos. Así podríamos tal vez empezar a situarnos más allá de este
neoliberalismo autoritario, de su hiper-individualismo consumista y generador de grandes
desigualdades, más allá de la creciente marginalización y de la incesante destrucción del
medio ambiente que presenciamos.

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