You are on page 1of 14

07-013-116 Americana I - 14 copias

Algunas dificultades en modelar el poblamiento original 1


de las Américas
Alan L. Bryan, Ruth Gruhn

Departamento de Antropología, Universidad de Alberta, Edmonton,


Canadá

Quaternary International 109-110 (2003) 175-179

Traducción: Gerardo Leopoldo Acevedo.

Aclaración: para las citas de años radiocarbónicos se mantiene la


nomenclatura Cyr BP.

Resumen

Preocupados con las puntas bifaciales de proyectil, los Arqueólogos


norteamericanos prefieren trabajar con el viejo modelo de los años 60 que
los tempranos americanos confeccionaron puntas Clovis acanaladas para
cazar mamuts en las grandes planicies, donde varios sitios de matanza de
mamuts han sido datados entre 11.200 y 10.900 Cyr BP. Las puntas Clovis
son actualmente más comunes en los bosques orientales donde fueron
datadas algo más temprano en varios sitios. No obstante, solo un sitio
Clovis de matanza de megamamíferos ha sido encontrado en los bosques
orientales, y ninguno al oeste del sudeste de Arizona. Las puntas Clovis son
relativamente raras de encontrar en América Central tan lejos como
Panamá. Unas pocas puntas similares a Clovis han sido reportadas de
Colombia Y chile, pero las puntas cola de pescado pedunculadas son más
comunes en América del Sur. Varios sitios en el cono sur de Sudamérica
han cedido puntas cola de pescado fechadas tan temprano como 11.000 BP.
Algunos arqueólogos norteamericanos hipotetizan que las puntas cola de
pescado, unas pocas de las cuales aparentan ser acanaladas, son el trabajo
de migrantes Clovis. No obstante, tal hipótesis requiere que una población
viable se desplace alimentándose aproximadamente 12.000 Km a través de
desiertos, montañas y junglas en unos pocos cientos de años. Una hipótesis
alternativa más simple es que en algún momento en el Pleistoceno Tardío,
los primeros americanos trajeran con ellos una simple industria de lascas
retocadas desde Asia Oriental, talladores experimentales en varias partes de
las Américas eventualmente innovaron puntas bifaciales de diferentes
estilos a partir de estas lascas retocadas. Es tiempo de que este modelo
alternativo, el cual tiene ya más de 25 años, sea más seriamente

1 of 14
considerado porque explicará mejor la evidencia disponible tanto en 2
América del Sur como en América del Norte.

1. Una mirada crítica,

Alrededor de 11.000 años antes, personas en varias partes de


Sudamérica han desarrollado muchas adaptaciones
tecnológicamente distintivas a diversos ecosistemas presentes en el
continente. Aunque no tan bien reconocida, en ese tiempo la
diversidad económica y tecnológica también se había desarrollado
en América del Norte, tal diversidad no tendría que ser un problema
de interpretación; pero un mayor problema deriva de una
significativa diferencia en la perspectiva de los arqueólogos
trabajando en Norte y Sudamérica.

¿Cómo difiere la situación arqueológica en América del Sur y


Central de la que es conocida en América del Norte? La principal
diferencia es que las puntas líticas de proyectil talladas
bifacialmente son mucho mas comunes a través de Estados Unidos
y Sur de Canadá de lo que son en América Central y del Sur. No
solamente son las puntas bifaciales (en su mayor parte
formatizadas en punta para proyectiles pero también para uso como
cuchillos) muy abundantes, pero muchos estilos de puntas muy
distintivos fueron desarrollados por los norteamericanos
prehistóricos en el intervalo desde el holoceno temprano hasta
tiempos protohistóricos. Es notable que las puntas bifaciales sean
relativamente raras al sur del norte de México, aunque algunos
arqueólogos norteamericanos las buscan y a veces encuentran
puntas bifaciales en varias partes de América Central y del Sur. En
muchas partes de las tierras bajas de Sudamérica puntas líticas de
proyectil bifacialmente talladas no fueron usadas en tiempos del
Holoceno temprano, y evidentemente en algunas áreas la gente
nunca innovó en esta tecnología. Lanzas, dardos y flechas
confeccionadas con hueso, machacadores de piedra y puntas de
madera, incluyendo la durable madera de palmera, evidentemente
probaron ser herramientas tan efectivas en muchas áreas forestales
que continuaron siendo empleadas hasta tiempos recientes. De
hecho, gente ocupando algunos montículos de valvas (concheros)
en el sur de Brasil evidentemente no lascaron rocas del todo por
largos periodos de tiempo (Bryan, 1993). Este factor es
absolutamente ignorado por muchos arqueólogos porque son tan

2 of 14
dependientes de encontrar artefactos de formas distintivas y bien 3
preservadas en todos los contextos, los cuales por supuesto
significan artefactos líticos. Las puntas bifaciales pedunculadas
están presentes por los tiempos holocénicos tempranos en varios
ambientes abiertos de Sudamérica, pero interesantemente, aún en
la escasamente forestada sabana de Bogotá las puntas bifaciales
fueron raramente usadas (Correal Urreago, 1986). Todos nosotros
sabemos que las puntas líticas talladas lascadas bifacialmente son
conceptualmente herramientas muy importantes para los modernos
arqueólogos, pero evidentemente no fueron tan importantes para
muchos nativos sudamericanos.

Nosotros no sabemos de alguna parte del mundo donde las puntas


bifaciales sean tan comunes como en es sur de Norteamérica,
adonde prevalecieron por muchos milenios en la mayoría de los
ecosistemas. Los arqueólogos norteamericanos se formaron en
esta abundancia porque es fácil distinguir estilos de puntas, de los
cuales pueden ser desarrollados esquemas de clasificación que
sustentan sobremanera en la definición de culturas prehistóricas,
componentes, fases, períodos, etc. Mucho antes que las dataciones
radio carbónicas fueran desarrolladas, los arqueólogos
norteamericanos estaban habilitados para representar maravillas
tipológicas con puntas y tiestos. Muchas secuencias tipológicas
locales adolecían de buen control estratigráfico, pero estaban
basadas en extrapolaciones de otras áreas, especialmente de las
bien documentadas secuencias establecidas en las Grandes
Planicies (Great Plains) adonde las puntas Clovis eran
demostrablemente tempranas ((Dixon, 1999).

A partir de este factor, es frecuentemente asumido que todas las


puntas Paleoindias no acanaladas, adonde fueran encontradas,
debían ser pos datadas a Clovis. No obstante las secuencias
cronológicas posteriores de cambio estilístico en la cultura material
prehistórica es una mayor razón de porqué muchos arqueólogos
norteamericanos sienten que tienen mejor control metodológico que
los arqueólogos Sudamericanos, y en consecuencia tienen derecho
a decir que sus métodos y modelos son los mejores para
Sudamérica tanto como para Norteamérica. Esto también significa
que los arqueólogos norteamericanos tienen una fijación en las
puntas bifaciales al extremo que otros tipos de artefactos tienden a
ser desestimados. De hecho, un sitio arqueológico carente de
puntas bifaciales en los niveles inferiores es a veces abandonado
sin ser excavado hasta el basamento rocoso, porque si solo hay

3 of 14
presentes lascas, aún con retoque marginal, no hay nada 4
diagnóstico con que trabajar; y el tamaño de la muestra artefactual
es inadecuado aún si se ha obtenido una temprana fecha radio
carbónica en sus estratos conteniendo las lascas retocadas, pero
no hay puntas bifaciales en o inmediatamente encima del nivel
datado, los arqueólogos usualmente sospechan que tanto el
material fechado como las lascas son de alguna manera intrusivos.
Otro argumento a menudo presentado es que las lascas, aún si son
retocadas, fueron de alguna manera creadas naturalmente.

La fijación de los arqueólogos norteamericanos sobre las


omnipresentes puntas de proyectil ayuda a explicar porque el
modelo “Clovis primero” ha sido tan fácilmente aceptado en
América del Norte; y porqué los arqueólogos norteamericanos,
pocos de los cuales han tenido experiencia de campo en América
Latina, insisten en que el modelo debería sostenerse para el hemis-
ferio oxidental entero (e.g., Fiedel, 1987).Mas allá, algunos insisten
que cualquier evidencia que no cumpla con el modelo aceptado
debe de alguna manera estar equivocada (ser incorrecta), esté el
sitio en América del Norte, Central o Sudamérica (e.g., Owen, 1984;
Lynch, 1990). A pesar del radiocarbono y otras evidencias en
contrario, cualquier sitio reportado arqueológicamente que no
cumpla el modelo aceptado es simplemente ignorado o dejado
afuera proponiendo hipótesis alternativas que el proponente no
hace esfuerzos para comprobar. El factor que el excavador puede
tener evidencia de antemano para disparar la hipótesis alternativa
es considerada irrelevante. Este proceder no es como la ciencia
debería trabajar. Los modelos se basan en un cuerpo de factores
más un conjunto de suposiciones establecidas como hipótesis de
trabajo las cuales son examinadas por todas las partes interesadas
frente a los datos. Después de un período de tiempo, muchos, si no
la mayoría de las hipótesis de trabajo son desaprobadas; y un
nuevo cuerpo de evidencias de datos se acumula, así debe ser
formulado un nuevo modelo que mejor conjugue el cuerpo
disponible de datos. En la ciencia, los modelos son propuestos
para explicar los hechos disponibles; pero se hace necesario forzar
un considerable número de evidencias para conjugar un modelo, los
científicos generalmente reconocen que ha llegado el tiempo de
cambiar el modelo (Kuhn, 1962).

Nueva evidencia ha sido acumulada por mas de un cuarto de siglo


que el modelo Clovis Primero esta equivocado, pero muchos,
quizás la mayoría, los arqueólogos norteamericanos continúan

4 of 14
apoyando ese venerable modelo particularmente porque toda una 5
mística ha sido desarrollada alrededor de las hermosas puntas
talladas acanaladas Clovis. No solamente ellas representan un
epítome de destreza artesanal, pero el hallazgo de una auténtica
punta Clovis puede inmediatamente asumirse que tiene alrededor
de 11.000 años de antigüedad porque el conoce que han sido
encontrados en varios sitios fechados de esa edad.

Varios estilos de puntas acanaladas persisten hasta mucho


después, pero las auténticas puntas Clovis desaparecen alrededor
de 10.800 Cyr. B.P. (Bryan, 1991). Porque las puntas Clovis han
sido datadas entre 11.200 y 10.900 Cyr. B.P. en varios sitios de
matanza de Mamut (Haynes, 1987), algunos arqueólogos
vehementemente argumentan que esto significa que el modelo
Clovis Primero debe ser correcto. No obstante, la mayoría de los
arqueólogos permanecen inactivos. Si se les pregunta dicen que
son arqueólogos conservadores significando que ellos apoyan la
mirada de la principal corriente mayoritaria y quieren estar afuera de
cualquier controversia.

Por algún tiempo el consenso ha sido mantenido entre los


arqueólogos norteamericanos que la mas temprana evidencia
generalmente aceptada para Paleoindios muestra que ellos fueron
cazadores que hacían las distintivas puntas Clovis acanaladas. El
hecho es que las puntas Clovis han sido encontradas mayormente
en superficie, a través de todo el este de Estados Unidos, menos
común en el oeste, y unas pocas en América Central tan lejos al sur
como Panamá ha llevado a la extrapolación que estos cazadores de
megafauna se dispersaron rápidamente en todas direcciones desde
las Grandes Planicies; y aún poblaron Sudamérica (Fiedel, 1987;
Morrow and Morrow, 1999), donde la presencia de las auténticas
puntas Clovis no ha sido verificada. Basadas en la generalmente
aceptada presunción que la avanzada tecnología de tallado de
lascas exhibida en las puntas Clovis debe haberse originado en otro
lugar y no pudo haberse desarrollado indígenamente (localmente)
por talladores experimentados con lascas de filo retocado, otra
extrapolación ha sido hacer todo el camino de regreso al Paleolítico
Superior Europeo (Fagan, 1987; Haynes, 1987). Así el clásico
modelo Clovis Primero tiene a los cazadores euroasiáticos de
megafauna expandiéndose a través de Siberia, el puente terrestre
de Bering, y la libre de hielos Alaska norte y central y el norte de
Yukon para moverse en dirección sur a través de un hipotético
corredor libre de hielo convenientemente abierto entre la masa

5 of 14
Laurentina de hielo continental y los Glaciares de la mayor parte de 6
la Columbia Británica. Estos cazadores de Megafauna del
Paleolítico Superior moviéndose rápidamente súbitamente aparecen
alrededor de 11.200 años atrás en las Grandes Planicies adonde
cazaron Mamuts (Fagan, 1987).

Este excitante modelo, comúnmente encontrado tanto en la


literatura popular como también en libros de texto, ignora muchos
factores:

1- No hay puntas acanaladas Clovis en Siberia ni puntas Clovis


reales en Alaska.

2- Hay varios sitios reportados en los Bosques Orientales de los


Estados Unidos que cedieron artefactos, inclusive puntas
sobre bifaces debajo de niveles Clovis (Meltzer, 1988). Cactus
Hill en Virginia del Sur ha cedido muchas puntas Clovis, pero
también puntas lanceoladas no acanaladas en un estrato
inferior fechado circa 15.000 Cyr. BP (McAvoy and MCavoy,
1997).

3- El único sitio Clovis de matanza de megamamíferos conocido


al este de las Grandes Planicies esta en Kimmswick, Missouri
(Graham et. Al., 1981) y no hay ninguno mas al oeste del
Sudoeste de Arizona. Restos de proboscídeos que contienen
evidencia de alteración humana están presentes en varios
estados (Fisher, 1984; Overstreet, 1998) pero ellos están
asociados con puntas Clovis solo en o cerca de las Grandes
Planicies del sur. Debemos concluir que es remarcablemente
poca evidencia que los cazadores Clovis migraron
rápidamente para matar megamamíferos, no obstante el
hecho que las puntas Clovis han sido halladas a través de la
mayor parte del sur de Canadá, el contiguo Estados Unidos, y
América Central. Evidentemente la mayoría de la gente que
confeccionó puntas Clovis no eran cazadores especializados
de caza mayor, pero si cazadores recolectores generalizados
como la gente del Arcaico tardío (puede ser enfatizado que es
explicación suficiente para la presencia de varios sitios de
matanza de mamuts en y cerca de las Grandes Planicies, es
una hipótesis de trabajo que cazadores oportunistas
provenientes de los Bosques Occidentales se aventuraron
dentro de las Grandes Planicies y tomaron ventaja de

6 of 14
animales bajo stress que se habían congregado alrededor de 7
pozos de agua que se secaron durante la así llamad sequia
Clovis alrededor de 11.000 años atrás).

4- En el oeste intermontano, el sitio más temprano fechado por


radiocarbono conteniendo puntas bifaciales no cedió puntas
acanaladas pero si más bien foliáceas y formas pedunculadas
(Bryan, 1991; Bryan and Tuohy, 1999). Las fechas disponibles
sugieren que algún tiempo antes de 11.000 años atrás las
puntas acanaladas se desarrollaron al este de las Altas
Planicies, mientras que las puntas pedunculadas al oeste de
las Planicies

5- Los Tapiales, Guatemala, el único sitio excavado con puntas


acanaladas en América Central, esta fechado en solo 10.700
Cry BP (Gruhn and Bryan, 1977, demasiado tardío para
soportar el modelo de rápida migración hacia el sur que
supuestamente pobló América Central y Sudamérica, este
informe es usualmente ignorado. También todos los sitios en
Norte o Sudamérica fechados más temprano que Clovis son
simplemente ignorados o explicados por separado por los
sostenedores de Clovis primero porque estos sitios no
soportan el modelo aceptado.

Un número de sitios a través de Sudamérica, datados en más de


11.600 Cyr. B.P., no encuadran en el modelo Clovis primero (Gruhn,
2003). De hecho, todos los sitios Pleistocenos tardíos y Holocenos
tempranos en Sudamérica tienen que ser explicados por fuera de
los postulados del modelo Clovis primero. Afirmamos que ya ha
pasado tiempo suficiente (es tiempo) para buscar modelos
alternativos para el Poblamiento de América del Norte y del Sur que
han estado en la literatura por varias décadas.

Un modelo alternativo para el poblamiento de las Américas debe ser


simple pero suficiente para ajustar toda la evidencia disponible. Las
preguntas básicas a ser respondidas son: ¿cuándo la gente
colonizó inicialmente el hemisferio occidental; que ruta usaron para
ingresar a las Américas; y que nivel de tecnología trajeron con
ellos? Un modelo con respuestas simples propone que los más
tempranos pobladores llegaron desde Asia del este a Alaska en
algún momento en el Pleistoceno tardío, trayendo una industria de
lascas de filos retocados, más muchos artefactos normalmente
perecederos confeccionados de madera, fibra y hueso.

7 of 14
8
Desafortunadamente, la evidencia disponible crea muchas
complejidades para este simple modelo, cuando trata de encuadrar
estas preguntas y respuestas dentro de un modelo el cual pueda
basarse en hipótesis de trabajo comprobables. Nosotros aún
trataremos de mantenerlo simple. Basamos nuestra respuesta a la
primera pregunta largamente en el hecho que todos los restos
esqueletarios americanos pertenecen a la especie homo sapiens.
No obstante, es posible que una temprana forma transicional con
prominentes arcos superciliares pueda haber llegado primero, la
única evidencia para esta posibilidad es que poblaciones con arcos
superciliares relativamente pesados existen en algunas áreas de las
Américas. El hecho es que hay sitios arqueológicos datados al
menos 250.000 años atrás en Siberia central (Waters et al.
1997;Derev’anko, 1998) y norte de China sugieren que podemos ya
confirmar evidencia sólida para ocupaciones en las Américas
considerablemente más tempranas que unos pocos sitios fechados
alrededor de 35.000 años atrás (Dillehay and Collins, 1988; Guidon
et al., 1996). Más allá que no tenemos buena evidencia más
antigua que alrededor de 35.000 años pero no debemos construir
arbitrariamente barreras temporales, como el modelo Clovis primero
ha hecho, que evite la consideración de la evidencia más temprana
reportada.

La pregunta de que ruta tomo la gente más temprana es complicada


por el hecho que la mejor evidencia para los sitios mas tempranos
reportados esta ahora en Sudamérica, lo cual ha permitido varias
hipótesis transpacíficas y transatlánticas. Tales hipótesis son
dificultosas sino imposibles de comprobar, y pensamos que se
mantienen no creíbles porque no hay nada suficientemente
temprano en ninguna isla oceánica para sostener una migración
transoceánica realmente temprana. Es más creíble que la gente
más temprana atravesara las costas occidentales del Pacífico, y
eventualmente ingresaron a Alaska. No obstante del hecho que
nada más temprano que alrededor de 12.000 Cyr. BP ha sido
encontrado en Alaska (Dixon, 1999) pensamos que esta situación
va a cambiar cuando los arqueólogos expandan su búsqueda en
refugios no congelados en o cerca de la costa de Alaska, como
también buscar debajo de depósitos glaciales, y en nuevos
contextos geológicos en el interior no congelado. Excepto por unos
pocos refugios, la costa sur de Alaska permaneció congelada entre
aproximadamente 25.000 y 11.000 Cyr BP (Gruhn, 1999), no
obstante parte de las costas del sudeste de Alaska y Columbia

8 of 14
Británica estuvieron libres de hielo mas temprano (Dixon, 1999). 9
Nosotros debemos puntualizar que fuera del hipotético corredor
libre de hielo largamente propuesto como una temprana ruta
migratoria al este de las Montañas Rocosas ha sido ahora
cuestionado. Los geólogos han determinado que la parte norte del
corredor en la Cuenca del Gran Lago Slave permaneció congelada
en los pasos montañosos a lo largo de la divisoria continental entre
alrededor de 30.000 y 11.000 años radiocarbónicos atrás. No
obstante, la gente pudo haber entrado a través del interior antes de
30.000 Cyr. BP. También, los cazadores recolectores pudieron
haberse expandido a lo largo de la costa del Pacífico, quizás
utilizando embarcaciones y posteriormente viajando remontando los
ríos para penetrar al interior.

La tercera pregunta, que nivel de tecnología trajo consigo la gente


más temprana, ha suscitado la mayor controversia debido a la
largamente mantenida fijación con las puntas de proyectil bifaciales,
especialmente las puntas acanaladas, por los arqueólogos
norteamericanos. Algunos arqueólogos norteamericanos (Krieger,
1964; Willey, 1971;Mac Neish, 1976; Rouse, 1976; Hurt, 1977), y
nosotros mismos, quienes hemos obtenido experiencia de campo
en América Latina, hemos puesto por delante variantes) en un
modelo que los más tempranos pobladores trajeron con ellos una
tecnología lítica simple, en un nivel de Paleolítico Medio, que
consistía mayormente en lascas con filo retocado y herramientas
lascadas sobre guijarros o núcleos si estuvieron disponibles. Por
supuesto tales artefactos simples continuaron siendo hechos a
través de los tiempos prehistóricos, en consecuencia no son
diagnósticos por si mismos de un período temprano. Deben ser
excavados desde un contexto geológico temprano, los cuales son
ahora mucho más fácilmente fechados que cuando el modelo
prevaleciente basado en las puntas bifaciales asociadas con fauna
extinta fue primeramente promulgado. Este simple pero suficiente
modelo fue presentado hace un cuarto de siglo (e.g. Willey, 1971;
Rouse, 1976) porque solamente son encontradas lascas retocadas
en tantos sitios tempranos en ambas América del Norte y del Sur.
De hecho, las puntas bifaciales nunca fueron innovadas en muchas
partes de Sudamérica, no obstante fueron innovadas muy temprano
en algunas áreas abiertas sin floresta incluida Patagonia, donde,
como en las Grandes Planicies, la forma más productiva de vida fue
la caza de grandes mamíferos antes y después que algunas
especies se extinguieran.

9 of 14
Un arqueólogo norteamericano (Lynch et. Al., 1985) excavó la 10
Cueva del Guitarrero en Perú, un sitio que contenía lascas
retocadas en un contexto fechado radiocarbonicamente más
temprano que 12.000 años atrás. No obstante, como el reporte
original fue criticado por tener solamente un fechado temprano y se
admitía que el abrigo tenía de alguna manera la estratigrafía
mezclada, Lynch decidió que sería mejor no defender su evidencia;
como también discutir todos los otros sitios en Sudamérica los
cuales fueron fechados antes de 11.000 Cyr. BP. Los argumentos
de Tom Lynch (e.g. 1990) se han vuelto rápidamente influyentes
porque ellos son aceptables para la mayoría de los arqueólogos
norteamericanos quienes prefieren mantener el modelo Clovis
primero, al cual se han acostumbrado después de varias
generaciones de reiteración.

Los sostenedores del modelo Clovis primero han tenido que


rechazar un gran cuerpo de evidencia contradictoria en América del
Sur. Esta situación ha creado un impase al cual pensamos (Bryan
and Gruhn, 2.000) fue finalmente roto por la evidencia de Monte
Verde (Dillehay, 1989, 1997) cuando un grupo de visitantes al sitio y
colecciones aceptaron la clara evidencia presentada que la gente
ocupó ese único sitio bien preservado que brindó una abundancia
de artefactos no líticos de por lo menos 12.500 años
radiocarbónicos atrás (Meltzer et.al, 1997), más de un milenio antes
que las puntas Clovis fueran usadas por primera vez para cazar
mamuts en las Altas Planicies. Monte Verde nos brinda una
muestra de los muchos artefactos de madera y fibra que los más
tempranos Americanos trajeron probablemente con ellos. Pero no,
los sostenedores del modelo Clovis primero permanecen inflexibles
que debe haber algo equivocado en la evidencia de Monte Verde
porque esto es muy temprano para ajustar al modelo aceptado. Una
bizarra hipótesis alternativa es que los mastodontes llevaron el
material vegetal exótico al sitio cuando lo usaron como una letrina
(Fiedel, 1999), o que el arrastre glaciar se extendió en el área y
mezclo las cosas para hacerlo aparecer como un sitio arqueológico
temprano (Haynes, 1999). Estas hipótesis desesperadas son
fácilmente refutadas. No obstante, para muchos ellos han puesto
una nube sobre el sitio. Lo cual significa que el modelo Clovis
primero vive en las mentes de muchos arqueólogos
norteamericanos.

Nosotros afirmamos que se esta desperdiciado tiempo valioso, y


que se esta gastando verborragia innecesaria por los arqueólogos

10 of 14
que continúan la defensa del modelo Clovis primero. Debemos 11
adoptar un modelo simple, suficiente y flexible el cual explique la
evidencia reportada y que no requiera que una docena de sitios a
través del hemisferio occidental sean explicados por separado. Al
mismo tiempo, el modelo alternativo que hemos propuesto permite
la eliminación de la barrera artefactual para aceptar los sitios
fechados más tempranos que aproximadamente 12.000 Cyr BP.
Esperanzadoramente, una seria consideración y eventual
aceptación de este venerable pero suficiente modelo, el cual ha sido
ignorado por demasiado tiempo, va a precipitar una búsqueda por
más sitios conteniendo una industria de lascas retocadas en
contextos tempranos fechables.

Referencias

Bryan, A.L., 1991. The fluted point tradition in the Americas—one of


several adaptations to late Pleistocene American environments. In:
Bonnichsen, R., Turnmire, K. (Eds.), Clovis Origins and Adaptations.
Center for the Study of the First Americans, Oregon State
University, Corvallis, pp. 15–33.

Bryan, A.L., 1993. The sambaqui at Forte Marechal Luz. In: Gruhn,
R., Bryan, A.L. (Eds.), Brazilian Studies. Center for the Study of the
First Americans, Oregon State University, Corvallis, pp. xvii+111.

Bryan, A.L., Gruhn, R., 2000. Observations on the final demise of


the Clovis-first model. In: Litvak, J., Mirambell, L. (Eds.),
Arqueologia, Historia, y Antropologia: In Memorium, Jos!e Luis
Lorenzo Bautista. Instituto Nacional de Antropologia e Historia,
Colecci!on Cient!ıfica 415. M!exico, pp. 85–101.

Bryan, A.L., Tuohy, D.R., 1999. Prehistory of the Great Basin/Snake


River Plain to about 8500 years ago. In: Bonnichsen, R., Turnmire,
K. (Eds.), Ice Age Peoples of North America. Oregon State
University Press, Corvallis, pp. 249–263.

Correal Urrego, G., 1986. Apuntes sobre el Medio Ambiente


Pleistoc!enico y el hombre prehist! orico. In: Bryan, A.L. (Ed.), New
Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas. Center for
the Study of Early Man, University of Maine at Orono, pp. 115–131.

11 of 14
Derev’anko, A.P. (Ed.), 1998. The Paleolithic of Siberia. University 12
of Illinois Press, Urbana.

Dillehay, T.D., 1989. Monte Verde: A Late Pleistocene Settlement in


Chile, Vol. 1, Paleoenvironment and Site Context. Smithsonian
Institution Press, Washington, DC.

Dillehay, T.D., 1997. Monte Verde: A Late Pleistocene Settlement in


Chile, Vol. 2, The Archaeological Context and Interpretation.
Smithsonian Institution Press, Washington, DC.

Dillehay, T.D., Collins, M.B., 1988. Early cultural evidence from


Monte Verde in Chile. Nature 332, 150–152.

Dixon, E.J., 1999. Bones, Boats and Bison. University of New


Mexico Press, Albuquerque.

Fagan, B.F., 1987. The Great Journey: The Peopling of Ancient


America. Thames and Hudson, New York.

Fiedel, S., 1987. Prehistory of the Americas. Cambridge University


Press, Cambridge.

Fiedel, S., 1999. Artifact provenience at Monte Verde: confusion and


contradictions. Monte Verde revisited. Discovering Archaeology,
Special Report. Scientific American, Discovering Archaeology 1(6),
pp. 1–12.

Fisher, D.C., 1984. Taphonomic analysis of Late Pleistocene


mastodon occurrences: evidence of butchery by North American
Paleo- Indians. Paleobiology 10, 338–357.

Graham, R.W., Haynes, C.V., Johnson, D.L., Kay, M., 1981.


Kimmswick: a Clovis-Mastodon association in eastern Missouri.
Science 213, 1115–1117.

Gruhn, R., 1994. The Pacific Coast route of initial entry: an


overview. In: Bonnichsen, R., Turnmire, K. (Eds.), Method and
Theory for Investigation of the Peopling of the Americas. Center for
the Study of the First Americans, Oregon State University, Corvallis,
pp. 249–256.

12 of 14
Gruhn, R., 2003. Current archaeological evidence for a Late 13
Pleistocene settlement of South America. In: Lepper, B.T. (Ed.),
New Perspectives on the Peopling of the Americas. Texas A&M
University Press, College Station, in press.

Gruhn, R., Bryan, A.L., 1977. Los Tapiales: a Paleo-Indian campsite


in the Guatemala highlands. Proceedings of the American
Philosophical Society 121 (3), 235–273.

Guidon, N., Pessis, A., Parenti, F., Fontugue, M., Gu!erin, C., 1996.
Nature and age of the deposits in Pedra Furada, Brazil: reply to
Meltzer, Adovasio and Dillehay. Antiquity 70, 405–421.

Haynes, C.V., 1987. Clovis origins update. The Kiva 52 (2), 83–93.

Haynes, C.V., 1999. Monte Verde and the pre-Clovis situation in


America. Monte Verde revisited. Discovering Archaeology Special
Report. Scientific American, Discovering Archaeology 1(6), pp. 17–
19.

Hurt, W.R., 1977. The edge-trimmed tool tradition of northwest


South America. Museum of Anthropology, University of Michigan,
Anthropological Papers 61, 269–294.

Krieger, A.D., 1964. Early man in the New World. In: Jennings, J.D.
(Ed.), Prehistoric Man in the New World. University of Chicago
Press, Chicago, pp. 23–81.

Kuhn, T.S., 1962. The Structure of Scientific Revolutions. University


of Chicago Press, Chicago.

Lemmen, D.S., Duk-Rodkin, A., Bednarski, J.M., 1994. Late Glacial


drainage systems along the northwestern margin of the Laurentide
ice sheet. Quaternary Science Reviews 13, 805–828.

Lynch, T.F., 1990. Glacial-Age man in South America: a critical


review. American Antiquity 55 (1), 12–36.

Lynch, T.F., Gillespie, R., Gowlett, J., Hedges, R., 1985. Chronology
of Guitarrero Cave, Peru. Science 229, 864–867.

MacNeish, R.S., 1976. Early man in the New World. American


Scientist 63, 316–327.

13 of 14
McAvoy, J.M., McAvoy, L.D., 1997. Archaeological Investigations of 14
Site 44SX202, Cactus Hill, Sussex County, Virginia. Commonwealth
of Virginia, Department of Historic Resources, Research Report
Series 8. Richmond, Virginia.

Meltzer, D.J., 1988. Late Pleistocene human adaptations in eastern


North America. Journal of World Prehistory 2, 1–52.

Meltzer, D.J., Grayson, D.K., Ardila, G., Barker, A.W., Dincauze,


D.F., Haynes, C.V., Mena, F., Nu* nez, L., Stanford, D.J., 1997. On
the Pleistocene antiquity of Monte Verde, southern Chile. American
Antiquity 62 (4), 659–663.

Morrow, J.E., Morrow, T.A., 1999. Geographic variation in fluted


projectile points: a hemispheric perspective. American Antiquity 64
(2), 215–230.

Overstreet, D.F., 1998. Late Pleistocene geochronology and the


Paleoindian penetration of the southwestern Lake Michigan basin.
The Wisconsin Archeologist 79 (1), 28–52.

Owen, R.C., 1984. The Americas: the case against an Ice-Age


human population. In The Origins of Modern Humans: A World
Survey of the Fossil Evidence. Liss, New York, pp. 519–563.

Rouse, I., 1976. Peopling of the Americas. Quaternary Research 6,


597–612.

Waters, M.R., Forman, S.L., Pierson, J.M., 1997. Diring Yuriakh: a


lower paleolithic site in central Siberia. Science 275, 1281–1284.

Willey, G.R., 1971. An Introduction to American Archaeology, Vol. 2.


South America. Prentice-Hall, Englewood Cliffs, NJ

14 of 14

You might also like