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Introducción
El Camino de las ideas que presenta la doctrina de Descartes se desarrolla tanto entre
empiristas como racionalistas y afirma que no percibimos directa e inmediatamente las
cosas del mundo; los objetos del mundo causan en nosotros ideas, imágenes o
sensaciones. Percibimos no los objetos sino las representaciones mentales que causan.
Esta teoría responde a la necesidad de resolver diferentes problemas presentados por la
nueva ciencia y el sentido común. A partir de ejemplos que ilustran la imperfección de
nuestra experiencia cotidiana concluimos que el mundo tal como aparece a nuestros
sentidos difiere mucho del mundo tal como sabemos que es y como las ciencias nos
cuentan que es. Por tanto podemos decir que lo que percibimos no es el mundo. Durante
los S XVI y XVII progresa el conocimiento de la naturaleza y de los procesos físicos y
fisiológicos que tienen lugar durante la percepción. Exámenes de fisiólogos sobre la
audición permiten determinar que, por ejemplo, el sonido se descompone en una serie
de movimientos que van desde vibraciones de la atmósfera hasta los movimientos
propios de las membranas del oído, nervios y cerebro. Sin embargo, lo que oímos no
resulta satisfactoriamente descrita si sólo se mencionan movimientos del aire o
membrana; por tanto, pensamos que percibimos el mundo como una representación
mental causada por la materia en movimiento.
La nueva ciencia de la naturaleza que ahora mide, calcula y predice los estados de la
materia en movimiento, lleva a los filósofos naturales del Siglo XVII a abandonar
interpretaciones teleológicas y a proponer interpretaciones mecanicistas. El cambio
involucró una concepción de lo “racional”.
Mientras Platón supuso que las ideas tenían existencia e independencia propia con
respecto a quien las piensa, Descartes considera que las ideas sólo existen como
contenidos mentales, estados o modificaciones del propio yo que las piensa. Mientras
que para Platón conocer es contemplar dichas ideas que están afuera esperando a ser
aprehendidas por el alma, para Descartes conocer implica ordenar las ideas en nuestra
mente. Dicho ordenamiento no sólo se adecúa a la realidad del mundo exterior sino
también a poseer ciertas características de evidencia exigencias de la propia actividad
pensante del hombre. Al negarse la existencia de un mundo independiente y ordenado
de ideas (y por tanto de la racionalidad como adecuación del alma a dicho orden)
cambia la comprensión de la racionalidad. Ser racional es ser capaz de construir órdenes
que satisfagan los requisitos de certeza y evidencia ilustrados por el conocimiento
matemático (pensar conforme a cánones). Racionalidad es una propiedad de la actividad
del pensar más que una visión de la realidad. Una vez establecido el criterio del
pensamiento racional (la evidencia de nuestras ideas) falta demostrar aún que el
pensamiento claro y distinto equivale a poseer creencias verdaderas del mundo. La
prueba de que hemos sido creados por un Dios que no nos engaña es el eslabón entre el
procedimiento puramente subjetivo de la racionalidad y la verdad.
Substancia
En Meditaciones Metafísicas Descartes muestra que cuerpo y alma son dos substancias
distintas que no necesitan una de la otra para existir o cambiar, desespiritualizando el
objeto propio de la física convirtiéndose en mera espacialidad. Los cambios de la
naturaleza extensa no deberán explicarse mediante el recurso a las almas o formas
substanciales. Fenómenos de la física se explican mediante categorías propias:
magnitud, figura, movimiento, cayendo el concepto de forma substancial en
desprestigio. Se le otorgó a cuerpos y átomos únicamente aquellas propiedades que la
nueva ciencia mecánica tomaba en cuenta (extensión, figura, movimiento) y se les
negaba toda otra propiedad (color, sabor, olor) adjudicada acríticamente por el hombre
común (residen en el cuerpo de quien los percibe, no en lo percibido). Sin embargo,
Leibniz criticó la identificación cartesiana de cuerpo y extensión geométrica, señalando
que en el mundo se conserva la fuerza (que no es extensión) y no el movimiento
(Descartes) que es modo de la extensión. Se rehabilita así una versión propia de las
formas substanciales. La fuerza de atracción de Newton fue interpretada como si fuese
una facultad ínsita en las cosas mismas al modo de las formas substanciales, sin
embargo, Newton insistió en que con ello no quería decir más que el fenómeno
observado del que no ofrecía explicación alguna. A él no le interesaba qué era la
gravedad, sino calcular cómo actuaba.
La causalidad
Leibniz señala que un examen atento de la naturaleza nos muestra que Descartes estaba
equivocado con respecto a las leyes del movimiento y que los cuerpos no son mera
extensión. En ellos hay alguna fuerza o principio vital que permita explicar por qué se
comportan como lo hacen, explicando ello a partir del alma humana y su espontaneidad
(modelo de substancia). La substancia genera sus modificaciones y los estados en que se
encuentran se siguen de los estados anteriores y se comprenden como explicitaciones de
su propia naturaleza. No puede haber una interacción causal entre substancias, pero lo
que las define es la producción de sus propias modificaciones o actividad real. Los
estados sucesivos de una substancia espiritual o corpórea se generan a partir de la fuerza
como principio interno que se asemeja a las antiguas formas substanciales y que es
distinta de la extensión o materia del cuerpo. Hay dos modelos de causalidad:
Consideraciones finales