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Servicio Bíblico Latinoamericano

Semana del 31 de Marzo al 6 de Abril de 2019 –


Ciclo C

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Domingo 31 de marzo de 2019


4º de Cuaresma
Benjamín (s. V)

Josué 5,9a.10-12: El pueblo de Dios celebra la Pascua


Salmo 33: Gusten y vean qué bueno es el Señor
2 Corintios 5,17-21: Dios nos reconcilió consigo
Lucas 15,1-3.11-32: “Tu hermano estaba muerto y ha revivido”

Análisis
La primera lectura, del libro de Josué, nos presenta un
elemento fundamental para la liturgia, que es la celebración de la
Pascua en el desierto. El texto presenta una serie de elementos que
pueden discutirse desde una perspectiva “histórica”: el nombre
Guilgal seguramente no se remite a lo que dice aquí el texto, sino a
un “círculo” de piedras que puede haber dado origen a un sitio que
hoy no conocemos con seguridad (hay diferentes locaciones
posibles).
Pero no es esto lo importante, sino que algo importante ha
terminado. Esto es presentado como “el oprobio” de Egipto. Dado
que el término oprobio se usa en Gn 34,17 para hablar de la
circuncisión, se ha pensado en que se refiere a haber estado bajo el
dominio de “incircuncisos”. Esto ha sido cuestionado porque los
egipcios se sometían a la circuncisión, pero no es a la “sola
circuncisión” que debemos referirnos. No se ha de olvidar que esta
es signo de la alianza de Dios con su pueblo (Gn 17,2.11) y
ciertamente los egipcios no participan de esta alianza. Por otra
parte, el v. 9 pertenece de hecho a la unidad anterior (5,1-9) donde
la circuncisión es el tema fundamental. Haber estado dominados por
un pueblo “incircunciso” constituye un verdadero oprobio, pero el
fin del éxodo (que de eso se trata esta unidad) marca también el fin
de esta etapa.
No interesa, en este comentario, la parte histórica de notar que
todavía no se han unido en la fiesta pascual la comida del cordero y
la comida de los panes sin levadura., Esto parece haber ocurrido en
tiempos de Josías (622 a.e.c.; 2Re 23,21-23: ¿Josué = Josías?), lo
importante es que la celebración no sólo marca la culminación de un
período sino el comienzo de uno nuevo, y este período está marcado
por la memoria de los acontecimientos salvadores de Dios en el
éxodo y el desierto. Es interesante notar la importancia que da esta
unidad a los tiempos: “catorce del mes”, “día siguiente”, “ese mismo
día”, “al día siguiente”, “aquel año”, un tiempo nuevo ha
comenzado, y la celebración de la pascua es signo de ello.
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Sabemos el lugar central que da el evangelio de Lucas a la


“misericordia”. No vamos a desarrollar un comentario a toda la
parábola sino a detenernos en lo fundamental. El movimiento de la
parábola es sencillo: presentación de los personajes (vv.11-12),
actitud del hijo menor (vv. 13-20a), actitud del padre frente al hijo
perdido (vv. 20b-24), actitud del hijo mayor frente al hijo perdido (vv.
25-32). Como se ve, las tres primeras escenas son paralelas a las
actitudes del pastor y la mujer ante el objeto perdido, la novedad
viene dada por la actitud del hijo mayor. Ciertamente este refleja la
actitud de los fariseos y escribas ante los pecadores. No deja de ser
interesante el lenguaje de la comida en la parábola, lo que nos
recuerda el contexto: “hubo hambre” (v. 14), deseaba comer las
algarrobas (v. 16), los jornaleros del padre “tiene pan en
abundancia” (v. 17), el padre manda “matar el novillo engordado,
comamos y celebremos una fiesta” (v. 23), “nunca me diste un
cabrito para una fiesta con mis amigos” se queja el mayor (v. 29) y
aclara “ese hijo tuyo que devoró tus bienes con prostitutas” (v. 30);
además, en vv. 23.24.29.32 utiliza eufrainô que como vimos es
festejar en un banquete...
Como se ve, el contraste es entre dos personajes con respecto a
una misma situación: el hijo/hermano menor. Como otras parábolas
de dos personajes, quizá el título debería reflejar estas dos actitudes
más que remitir al “hijo pródigo”.
Por una parte, se ocupa de mostrar qué bajo cayó el hijo menor
con una serie de elementos muy críticos para cualquier judío: “país
lejano”, “vida libertina/prostitutas”, “pasar necesidad”, “cuidar
cerdos”, no le dan ni siquiera algarrobas, que es comida
preferentemente de animales (¿las debe robar?), hasta el punto que
pretende volver “a su padre” como un asalariado. Hay que prestar
atención a palabras como “no merezco” (vv. 19.21) y “es
bueno/conviene” (v. 32), a las que volveremos. Descubriendo su
miseria el hijo parte “hacia su padre” (no dice a su casa, aunque se
supone “pros”; vv. 18.20), el hijo mayor es quien no entra “en la
casa” (v. 25). El movimiento de partida y regreso del hijo es
semejante al perder-encontrar, y más aún a la muerte-resurrección
(con este paralelismo termina la intervención del padre y vuelve a
repetirse al intervenir el hijo mayor).
El hijo ha preparado un discurso, pero el padre no le permite
terminarlo, no se le gana en generosidad e iniciativa: no sólo -contra
las costumbres orientales- “corre” al encuentro del hijo al que ve de
lejos, sino que le devuelve la filiación que había “perdido”: eso
significan el anillo (sello), las sandalias y el mejor vestido, digno de
un huésped de honor. La alegría del padre queda reflejada, además,
en la fiesta por “este hijo mío”.
El hermano mayor, que viene de cumplir con sus
responsabilidades de hijo no quiere ingresar a la casa y participar
de la fiesta. Nuevamente el padre sale al encuentro de un hijo y
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debe escuchar los reproches. El mayor se niega a reconocerlo como
hermano (“ese hijo tuyo”) cosa que el padre le recuerda (“tu
hermano”). El padre no le niega razón a que el hijo mayor “jamás
desobedeció una orden”, es un “siempre fiel”, uno que “está siempre
con el padre” y todo lo suyo le pertenece, pero el padre quiere ir
más allá de la dinámica de la justicia: el menor “no merece”, pero
“es bueno” festejar. La misericordia supone un salir hacia los otros,
los pecadores que -por serlo- no merecen, pero el amor es siempre
gratuito y va más allá de los merecimientos, mira al caído. Los
fariseos y escribas son modelos de grupos “siempre fieles”, pero su
negativa a recibir a los hermanos que estaban muertos y vuelven a
la vida los puede dejar fuera de la casa y de la fiesta. Los mayores
también pueden irse de la casa si no imitan la actitud del padre, o
pueden ingresar y festejar si son capaces de recibir a los pecadores
y comer con ellos.

Comentario
En nuestra vida cristiana solemos movernos con caricaturas de
Dios; sea por lo que creemos, por lo que mostramos, o por lo que
nos enseñaron. Sea un Dios bonachón, un cascarrabias eterno que
espera nuestra equivocación para quebrarnos, un distraído y
olvidado de las cosas de los humanos a los que creó “hace tanto
tiempo", un "padre" autoritario y caprichoso que decide
arbitrariamente y no permite discusiones en la realización de su
voluntad... ¿Cómo es nuestro Dios?
Es importante saber cómo es el Dios en el que creemos, pero
más importante es saber cómo es el Dios en el que creyó Jesús,
cómo es el Dios que Él nos reveló. Como siempre, Jesús nos hablaba
de Dios no sólo con palabras, sino también con lo que hacía.
Haciendo, Jesús nos mostraba al Padre Dios, ¡al verdadero! Hoy
Jesús nos cuenta una parábola, una parábola que nos habla de Dios,
pero una parábola que nace de una actitud de Jesús, y él nos dice
que, frente a los hermanos despreciados, podemos obrar de dos
maneras diferentes, como Dios -que es también como obra Jesús- o
también como los judíos religiosos, los “separados” del resto, los
puros.
El Jesús que ama y prefiere a los pecadores, y come con ellos,
no hace otra cosa que conocer la voluntad del Padre y realizarla
concretamente, sus mesas compartidas y sus comidas nos hablan de
Dios, ¡claramente! En el comportamiento de Jesús se manifiesta el
comportamiento de Dios, Jesús mismo es parábola viviente de Dios:
su acción es entonces una revelación. ¿Qué Dios, qué Iglesia, qué
ser humano revelamos con nuestra vida? Con frecuencia, como
hermanos mayores estamos tan orgullosos de no haber abandonado
la casa del padre, que creemos saber más que Él mismo: “Dios es
injusto”, para nuestras justicias; Dios es "de poco carácter" para
nuestra inmensa sabiduría. Quizá, Dios ya esté viejo, para dedicarse
a su tarea y debería jubilarse y dejarnos a nosotros...
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Frente a tanta gente que rechaza la Iglesia ("creo en Dios, no
en la Iglesia"), a veces decimos "pero Dios sí quiere la Iglesia". ¿No
debemos preguntarnos constantemente qué Iglesia es la que Él
quiere? ¿No debemos preguntarnos, en nuestras actitudes, qué
Iglesia mostramos? Esta Iglesia, la que yo-nosotros mostramos, ¿es
como Dios la quiere? Jesús, con su vida, y hasta con sus comidas,
muestra el rostro verdadero de Dios, muestra la comunidad de mesa
en la que él participa; hasta comiendo Él revela al verdadero Dios.
Quizá debamos, de una vez, dejar nuestra actitud de hijo mayor, y ya
que nos sale tan mal el papel de Dios, debamos asumir el papel de
hijo menor; debemos volver a Dios para llenarlo de alegría, para
participar de su fiesta; y, participando de su alegría, empecemos a
mostrar el rostro de la misericordia de este Dios de puertas
abiertas.
La misma cena eucarística es expresión de la universalidad del
amor de Dios: es comida para el perdón de los pecados. El Dios de la
misericordia, no quiere excluir a nadie de su mesa; es más, quiere
invitar especialmente a todos aquellos que son excluidos de las
mesas de los hombres por su situación social, por su pobreza, por su
sexo o por cualquier otro motivo; y va más allá, no ve con buenos
ojos que crean participar de su cena quienes no esperan a sus
hermanos excluidos de la mesa por ser pobres. El Dios que no hace
distinción de personas, ama dilectamente a los menos amados. Sin
embargo, muchas veces tomamos la actitud del hermano mayor.
¿Cuándo nos sentaremos en la mesa de los pobres, y
abandonaremos nuestra tradicional postura soberbia y sectaria de
"buenos cristianos"? ¿Cuándo nos decidiremos a participar de la
fiesta de Dios reconociéndonos hermanos de los rechazados y
despreciados? Jesús nos invita a su comida, una comida en la que
mostramos, como en una parábola, cómo es el Dios, como es la
fraternidad en la que creemos. Y nos mostraremos cómo somos
hermanos, cómo somos hijos en la medida de participar de la alegría
del padre y del reencuentro de los hermanos.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 34 de la serie


«Un tal Jesús», de los hnos. LÓPEZ VIGIL, titulado «Los hijos de
Efraín». El audio, así como el guión, con un excelente comentario de
los propios autores, pueden ser tomados de aquí:
https://radialistas.net/34-los-hijos-de-efrain/

Para la revisión de vida


¿Qué hay en mi corazón de hijo pródigo… huidizo respecto al
Padre, dilapidador de la herencia gratuitamente recibida? ¿Qué
hay en mí de hijo mayor que se cree mejor, con más derechos,
irreprochable, despectivo hacia los demás hermanos? ¿Qué hay
en mí que evoque la misericordia paciente y madura del Padre?
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Para la reunión de grupo
- Ver quiénes son los actores de la parábola y ordenarlos
de mayor a menor protagonismo.
- Esta parábola del evangelio de hoy era conocida hasta
hace poco como "del hijo pródigo"; nuestro comentario la llama
de otra manera... ¿Qué pensar de ese cambio?
- Calificar el significado de cada actor. ¿Qué actitudes
actuales podrían representar estos actores?

Para la oración de los fieles


- Por todos los que padecen hambre en este mundo en el
que sin embargo el problema no es de producción sino de
distribución; para que seamos capaces de llevar a la práctica la
confesión teórica de que somos hermanos por ser hijos de Dios,
roguemos al Señor.
- Por las relaciones familiares entre padres e hijos, para
que estén presididas por las “entrañas de misericordia” que
Dios tiene para con todos nosotros...
- Para que caigamos en la cuenta de que Dios es tanto
Padre como Madre; para que poco a poco vaya calando en
nuestra iglesia una conciencia crítica respecto a la
masculinización que hemos proyectado sobre la imagen de
Dios...
- Para que tengamos un corazón amplio que se alegra por
el bien de los demás y nunca tiene celos de las alegrías ajenas...
- Para que “nos dejemos reconciliar con Dios”, que de
tantas y tan suaves maneras nos llama a la conversión en este
tiempo cuaresmal...

Oración comunitaria
Dios nuestro, a quien podemos llamar verdaderamente Padre y
Madre, lleno de entrañas de misericordia, dispuesto siempre a
la acogida y al perdón, a pesar de nuestra ingratitud o
infidelidad; danos imitarte en ese tu amor, para que podamos
llamarnos honradamente y ser en verdad “hijos tuyos” y
“hermanos unos de otros”. Te lo pedimos en el nombre de
Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.
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Lunes 1 de abril de 2019


Hugo (1132)

Is 65,17-21: No se oirán gemidos ni llantos


Salmo 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Jn 4,43-54: Anda, tu hijo está sano

H emos vuelto, con frecuencia, la experiencia de fe una cuestión


mágica, una situación en la que los creyentes queremos tener
ventajas, frente al resto de las personas. Ese es un mal camino. La
fe no es una realidad que nos coloca adelante de los demás. La fe en
el cristianismo es una experiencia de adhesión al proyecto de Dios, a
través del seguimiento de una persona concreta: Jesús de Nazaret y
del proseguimiento de su causa: el reino de Dios. Cada creyente
está llamado no a creer en Jesús, sino a creerle a Jesús, hasta el
punto de proseguir la manera como Jesús nos pide. Esta acción de
vivir de acuerdo a la vida y palabra de Jesús trae consecuencias
fuertes en la vida. La fe transforma la vida, hacen nuevas todas las
cosas, pero no podemos olvidar que la fe en Jesús y en su proyecto
acarrea grandes problemas. Creamos en Jesús y liberemos esta
acción de toda situación mágica y ventajosa. Experimentemos una
nueva vivencia de fe. La vida volverá a renacer.
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Martes 2 de abril de 2019


Francisco Coll Guitart (1875), Pedro Calungsod (1672)

Ez 47,1-9.12: Manaba agua del templo


Salmo 45: El Señor de los ejércitos está con nosotros
Jn 5,1-3.5-16: Aquel hombre quedó sano

L a experiencia de Jesús que es buena noticia para todos los


hombres y mujeres de toda raza, pueblo y nación tiene, también,
sujetos privilegiados: los pobres, los desheredados, “los
descartados”, son los primeros destinatarios del amor de Dios
manifestado por Jesús. El reino no es otra cosa que la vida plena
para todos aquellos a los que las estructuras sociales y religiosas les
arrebataron la vida. En Betesda, el Evangelio de hoy narra, que
Jesús manifestó un signo del reino. La acción de Dios, su amor
liberador y sanador de toda enfermedad y esclavitud, actúa por
encima de todas las lógicas de este mundo, también de las lógicas
mezquinas de la religión. El hombre que llevaba treinta y ocho años
de enfermedad fue curado en sábado, día que para los judíos no se
podía sino hacer ritos y liturgias. Cuando la vida es devuelta a un
hijo de Dios, hasta las religiones tienen que quitarse del camino.
Preguntémonos con seriedad: ¿Las prácticas religiosas que realizo
son generadoras de vida o muerte?
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Miércoles 3 de abril de 2019


Juan de Brito (1693)

Is 49,8-15: Te he constituido alianza


Salmo 144: El Señor es clemente y misericordioso
Jn 5,17-30: También el Hijo da vida

L a manera de ser de Jesús, su forma de vivir, de hablar y de


relacionarse con los demás y con la creación irrita a los funcionarios
religiosos judíos. Jesús no solo coloca en cuarentena las
instituciones religiosas como el sábado, sino también las ideas que
el pueblo judío tenía de Dios. Jesús es la palabra definitiva del
Padre. Es él quien nos puede decir quién es Dios y cuál es su plan
para la historia. Cuando queramos tener una experiencia íntima y
profunda con Dios hemos de volver a Jesús, qué está adherido al
Padre. Su vida está unida al Padre. Su acción es coherente con la
voluntad de Dios. Por eso es el único que nos puede revelar quién es
Dios. Y si caemos en cuenta, las veces que Jesús nos dice quién y
cómo es Dios, se distancia grandemente de las ideas que tenemos
de Dios. Que en esta cuaresma nos adhiramos más a Jesús para
llegar a comprender la voluntad de Dios y podamos confesar al
Padre verdadero que Jesús nos reveló.
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Jueves 4 de abril de 2019


Isidoro (636)

Éx 32,7-14: Arrepiéntete de la amenaza


Salmo 105: Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
Jn 5,31-47: Moisés los acusa

J esús es el Hijo que lleva a cabo la misma obra del Padre. Él es


quien nos lleva a tener una experiencia de hijo. Él nos regala el don
de ser hijos de Dios. Nosotros somos hijos en el Hijo. La experiencia
de filiación divina en nosotros está anclada en la aceptación o el
rechazo que hagamos de Jesús en nuestras vidas. Jesús hace la
voluntad de Dios. Pero el vivir de acuerdo al designio amoroso del
Padre, hace que los hombres de su tiempo, los más “santos” y
“devotos” lo consideren hereje y los funcionarios del Estado lo
consideren transgresor y revolucionario. Lo más delicado es que la
misma Ley y tradiciones que los judíos cuidan y veneran, son las que
en definitiva dan la razón a Jesús y serán la acusación vergonzosa
de ellos. La constante de toda religión es generarnos tantas certezas
y seguridades, que podemos despreciar la novedad que viene
siempre de Dios. Aprendamos a dejarnos sorprender por Dios en la
persona de Jesús, especialmente en Cuaresma.
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Viernes 5 de abril de 2019


Vicente Ferrer (1419)

Sab 2,1a.12-22: Lo condenaremos a muerte


Salmo 33: El Señor está cerca de los atribulados
Jn 7,1-2.10.25-30: No había llegado su hora

E l anuncio de la verdad trae consigo persecución y violencia.


Jesús es víctima de anunciar la verdad de Dios. Su propuesta irrita a
las autoridades y al pueblo. La gente está enceguecida, no logran
ver la verdad que trae Jesús y que hace posible la liberación y el
surgimiento de la vida en abundancia. San Juan recuerda que la
Palabra encarnada es un escándalo para todo sistema religioso.
Decir que Dios se ha hecho hombre en la persona de Jesús es una
herejía para la gente de aquel tiempo. Jesús les deja claro que viene
por voluntad de su Padre. Ellos constatan que tiene una autoridad
extraordinaria. Aunque todos lo conocen, su actuación y palabra los
deja confundidos, porque todo lo hace con una potencia que deja sin
fuerza los cánones sociales y religiosos del momento. Volvamos a
Jesús y con él entremos en la cultura de la verdad. Trabajemos por
conseguirla comunitariamente. Defendámosla amorosa y
respetuosamente. Propiciemos la cultura de la verdad, así como
Jesús lo hizo con su propia vida.
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Sábado 6 de abril de 2019


Ceferino Agostini, fundador (1896)

Jer 11,18-20: Seré llevado al matadero


Salmo 7: Señor, Dios mío, a ti me acojo
Jn 7,40-53: ¿De Galilea vendrá el Mesías?

E s común pensar que desde los escenarios pobres y lugares de


exclusión no puede salir nada bueno. También en la Iglesia nos
hemos acomodado a esas falsas interpretaciones de creer que Dios
sólo funciona en los círculos sagrados, con gente dedicada a lo
sagrado. Con la llegada de Jesús a la humanidad comienza un
cambio. Dios voltea el pastel. Es la hora en la que la familia humana
puede rencontrar el camino. Son los pobres los que ahora portan la
noticia de salvación para la humanidad. Desde Galilea llega la
salvación. La Cuaresma tiene que hacer que nuestra mirada vuelva
a los pobres, a los desheredados de la historia. La Iglesia ha de
descubrir que los pobres son un lugar teológico, donde Dios se
revela y salva. Con Jesús llega la novedad de un Dios amoroso. Todo
el esquema cambia. Los que viven en sus seguridades se sienten
amenazados y con pánico. Por eso Jesús es perseguido y condenado.
Aceptemos que la salvación de Dios viene desde donde menos nos lo
imaginamos.
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