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e) La jerarquía y el respeto:

El historiador francés George Duby señala su preocupación en relación con estos problemas:

“Lo que es grave es que se cuestione toda jerarquía, no solamente entre los distintos niveles de enseñanza, sino la
misma posición jerárquica indispensable a toda pedagogía, de los que saben en relación con los que todavía no saben.”

“Es grave, en efecto, que el maestro haya sido apresado entre la desconfianza de los padres y la brutalidad de los
alumnos.”

“En ninguna parte veo los lugares donde se transmitan y reciban, no solamente los conocimientos, sino también los
valores. Si ya no hay preocupación por los valores, ¿cómo quieren que la democracia sobreviva, que nuestra sociedad
integre al inmigrante, se defienda contra la intolerancia, la xenofobia, el racismo? Si la democracia peligra, se debe en
gran parte a quienes la defienden, no advierten que su primera tarea debería ser enseñar y hacer respetar las reglas del
civismo (instrucción y deberes del ciudadano).”

Es indudable que, con el correr del tiempo, la exposición a grandes cantidades de violencia durante períodos
prolongados puede convertirse en tóxica, es más fácil hablar de un mayor compromiso de los padres que ejercerlo en la
realidad, y, puesto que la mayoría de los niños y los jóvenes dependen de sus padres, son éstos quienes, en forma
directa o indirecta, sabiéndolo o no, subsidian esta creciente violencia.

Muchas son las razones por las que los padres y las madres se han retirado de la función de control sobre la vida de sus
hijos que han ejercido en el pasado; la tarea no es sencilla, requiere tiempo y dedicación. Entonces, al abandonar su
responsabilidad de ejercer la autoridad y la disciplina que podrían inspirar el respeto de sus hijos, los adultos obtienen
influencia a través de una suerte de amistad y complicidad con ellos, transformándose en amigos más grandes con algo
más de experiencia. Los padres compran esta complicidad mediante una amplia tolerancia de los gustos culturales de
sus hijos, que reflejan la manipulación de la que los niños y jóvenes son objeto, mientras que los padres saben lo que
deben hacer pero no tienen el valor de hacerlo.

f) De la falta de autoridad a la violencia:

Así como los niños están siendo abandonados por sus padres y mayores, los dirigentes traicionan a la sociedad porque
dejan de ser el referente ejemplar para el resto de los ciudadanos. Fomentan la violencia cuando, al idolatrar la
competencia y el “todo vale”, rompen descaradamente las normas y renuncian a valores como la verdad, la justicia, la
honestidad, la tolerancia y la solidaridad. Frente a este auténtico “piedra libre”, el ciudadano se siente cada vez más
legitimado para ser agresivo con su entorno.

Esas condiciones los llevan a rechazar agresivamente el mundo en el que viven, y la escuela soporta las consecuencias.
Tomando en cuenta que son los docentes los que están en la última línea y solo ellos pueden encarar la tarea de
reparación. Los alumnos deben percibir que la escuela está firmemente unida en el respeto por las reglas dentro de la
institución, el respeto por el otro, el respeto por el docente y por la cultura que transmite, el respeto entre los alumnos.
El respeto es tan poderoso como la violencia. Tanto, que es más fácil imponerse a través de él que mediante la violencia.

Por eso, la escuela podrá preparar a los niños “para la libertad” sólo si logra advertir la naturaleza profunda de su
significación social.

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