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Antropología y Ética en América Latina

Reseña de: “Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres” 1: Capítulo 2

Por Juan Eduardo González Reyes2

Cuando se atiende a la pregunta: ¿cómo corresponde que se comporte una persona?, aparecen
varios conceptos a tener en cuenta, p. ej., lo que está relacionado con el deber; no obstante, resulta
complejo determinar a que se está supeditado con este término (deber). Además, Para Emanuel
Kant resulta difícil establecer cuáles acciones han sido llevadas a cabo atendiendo al deber (al
deber puro) y no con otra intensión o producto de una inclinación subjetiva, como lo fuera el
egoísmo, propio de la fragilidad de la naturaleza de los seres humanos. Establecer si una persona
ha obrado por deber es de suma relevancia porque de ahí depende el valor moral de la acción
realizada; no obstante, en lo que si se está de acuerdo es en la exactitud del término moral, o mejor,
se tiene certeza de que la moralidad es el fundamento que debe regir las acciones humanas. El
deber aparece entonces como un precepto elevado de aquellas acciones a realizar y de los valores
que pueden ser enarbolados, pero que no se pueden llevar a cabo porque su cumplimiento choca
con lo impuro de la naturaleza humana. El ser humano emplea la razón no para juzgar de forma
apropiada qué está bien hacer, qué es lo que se debe hacer, en lugar de eso, para adecuar las
acciones con sus intereses e inclinaciones personales.

Por otra parte, las acciones a realizar tampoco se pueden reglar por la experiencia, de modo
que la experiencia no aporta a la determinación de la moralidad de una determinada acción. En la
experiencia y en el deber se subsumen en realidad aspectos subjetivos que tienen poco o nada que
ver con el esfuerzo y el sacrificio que la moralidad requiere. Entonces, las acciones humanas para
ser morales tienen que estar ordenadas por la razón.

Kant descarta que, en efecto, sea el deber lo que determina las actitudes y las acciones, además,
rechaza que la experiencia pueda aportar algo en este sentido, justifica su postura con un ejemplo
referente a la lealtad inherente a la amistad: no ha habido –en sentido genérico– hombre alguno
fiel (experiencia), sin embargo, “debe” el hombre seguir procurando la fidelidad que sustenta la
amistad, porque la moralidad de este empeño la determina –de forma intuitiva, esto es, sin lugar a
dudas– la razón. De forma que las leyes que rigen la voluntad de los seres humanos, la rigen de
forma general y no de acuerdo con la experiencia –es decir, no apenas de modo empírico–, con lo
cual se entiende que tales leyes tienen su origen a priori (esto es, de forma anticipada) en la razón
pura práctica. De dos tipos de filosofía existentes, uno se puede definir como: “un conocimiento
racional puro, separado de todo lo empírico, es decir, una metafísica de las costumbres (…) el otro

1
El autor de la obra motivo del presente estudio es: Emanuel Kant (Edición de Pedro M. Rosario Barbosa, 2007).
2
Filósofo. Especialista en Educación, Cultura y Política (UNAD). Estudiante de la Maestría en Filosofía
Latinoamericana (USTA).
es (…) una filosofía práctica popular” (Kant, 1785. Ed., de Rosario Barbosa Pedro, p. 24), en este
último tipo de conocimiento estaría reflejada la experiencia.

Las leyes que determinan las acciones de los seres humanos aparecen como principios, a los
cuales todas las personas pueden adherir, aspecto que involucra a la voluntad; ahora, para derivar
las actitudes y las acciones de las leyes (de los principios) se requiere del uso de la razón, de forma
que la voluntad termina siendo razón práctica. Si es la razón la que determina u orienta la voluntad,
las acciones de los seres humanos son objetivamente necesarias, esto es, la voluntad elige
indefectiblemente lo que es bueno; si no es la razón la que determina u orienta la voluntad, las
acciones de los seres humanos son subjetivamente necesarias y, como tal, están constreñidas o
condicionadas por intereses, emociones, sentimientos, entre otros –lo que Kant denomina
“resortes” (cf. Kant, 1785. Ed., de Rosario Barbosa Pedro, p. 27).

Kant (1785) denomina a la representación de un principio objetivo (una ley) que constriñe la
voluntad, mandato de la razón y, a la fórmula en la cual se presenta dicho mandato, imperativo.
Cada imperativo expresa un “deber ser”, una adecuación de la voluntad a la razón, esto es, una
constricción (limitación) a la voluntad. Los imperativos pueden ser hipotéticos, no obstante, se
busca la determinación o el ajuste a la razón del imperativo categórico. Los hipotéticos a su vez se
subdividen en imperativos de habilidad y de sagacidad. Los primeros (de habilidad) tienen que ver
con la destreza de una persona para aprovecharse de los demás; los segundos (de sagacidad), en la
astucia para servirse de las propias destrezas en beneficio propio y de modo duradero. El
imperativo categórico se denomina también imperativo de la moralidad, se caracteriza por no
perseguir propósito alguno por medio de una determinada conducta, más bien, establece la
conducta en cuestión. No se refiere a la materialidad relacionada con la conducta ni a lo que cabe
esperar de una determinada conducta, si no a la forma y al principio de la cual ella procede.
Estos tres principios (de habilidad, de sagacidad, de moralidad) tienen que ver con sus
respectivos grados de limitación (constricción, constreñimiento) de la voluntad. A la voluntad que
tiende a la habilidad se la limita con reglas, normas (p. ej: las reglas de un determinado deporte,
las normas para el ejercicio de participación política, entre otras); a la voluntad que tiende a la
sagacidad se la limita con consejos (p. ej: sé solidario ahora, ya que en la vejez a menudo urge
ayuda, como reza el refrán: hoy por ti, mañana por mí) y, por último, a voluntad que tiende a la
moralidad se la limita con mandatos o leyes (v. gracia: Códigos Básicos como la Constitución
Política de Colombia, 1991 o de otro país). Nótese que, en el último caso, en las sociedades
modernas –a imagen del viejo derecho romano– la limitación (constreñimiento) se da so pena de
castigo… Pero eso, por supuesto, no puede deducirse del planteamiento kantiano del presente
estudio.

Referencias Bibliográficas
Kant, E. (1785). Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. (P. Rosario, Ed.) Riga.

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