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Las tretas del débil: Caperucita Roja de objeto a sujeto de deseo

Ailín Pollio
ailinpollio@gmail.com
UNMDP
Avance de investigación - Problemáticas Educativas
Palabras clave: cuentos de hadas; Caperucita Roja; reescrituras; intertextualidad

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El siguiente trabajo surge a partir de una consigna propuesta en el seminario “La
Teoría Literaria en la Práctica Docente” dictado en el segundo cuatrimestre del año
pasado por Clelia Moure y Francisco Aiello en la Universidad Nacional de Mar del
Plata. El campo problemático de mi indagación está dado por las significaciones que
subyacen en las variaciones y reelaboraciones de un relato canónico como es el de
Caperucita Roja; en esta ocasión el corpus que abordaremos está constituido por las
siguientes tres obras: la Serie Roja de Grupo Mondongo, obra visual que utiliza
plastilina como material principal para generar relieve; el cuento “La compañía de los
lobos” de la escritora inglesa Angela Carter y el cuento “Si esto es la vida, yo soy
Caperucita Roja” de la argentina Luisa Valenzuela.
Partimos de la posición que asume Carolina Fernández Rodríguez en la
introducción de su libro “La Bella Durmiente a través de la historia”, donde afirma:
Considero necesaria una re/escritura de la historia, de todas las historias,
para así dar fin al sistema patriarcal; dicho de otro modo, estimo que el
ocaso de tal sistema ha de venir de la mano de una deconstrucción del
leguaje heredado, dentro del cual se incluyen, a mi entender, no sólo un
código lingüístico concreto, sino todo un conjunto de metarrelatos
legitimadores de una sociedad dada entre los que ocupan un lugar
preeminente la historia, las leyes, los mitos clásicos y los mitos
contemporáneos, como los cuentos de hadas. (Fernández Rodríguez: 1998)
Dentro de su campo, Caperucita Roja ha jugado un rol fundamental en este
proceso debido a que la masividad de su alcance no se diluyó con el pasar de los siglos.
Contribuyó a formar subjetividades a lo largo de la historia y tuvo un papel importante
dentro de la conformación de estos metarrelatos. Por esta misma razón nos parece una
obra que ofrece oportunidades óptimas para ingresar en el aula: una gran mayoría de los
alumnos, si no todos, conocerán el texto de partida, es decir la versión “tradicional”, a
partir del cual se generaron las otras obras de nuestro corpus, por lo cual tendrán las
herramientas necesarias para reconocer sus similitudes y discrepancias, y luego, para
reflexionar críticamente sobre ellas. Como indica María A. Álvarez “la reescritura
proyecta un oxímoron: es, simultáneamente, afirmar una tradición y, por ende,
perpetuarla y es, también negarla, en la medida en que se la revisa y reelabora” (109),
justamente el análisis de este proceso es lo que buscaremos trasladar dentro del aula
para que los alumnos, de forma autónoma, puedan cuestionar el por qué y el cómo de
volver a escribir lo que ya está escrito pero de manera diferente.
Tanto en las obras de Grupo Mondongo, como en los cuentos de Carter y
Valenzuela, se retoman y revisitan las versiones del cuento de Caperucita Roja de
Perrault y de los Hermanos Grimm, es decir, las dos más antiguas y difundidas. Sin
embargo, esto se realiza, a su vez, trastocando su sentido original. Como indica Julia
Kristeva, “el autor puede utilizar la palabra de otro para poner en ella un sentido nuevo,
al mismo tiempo que conserva el sentido que tenía ya la palabra” (201). En el texto que
se genera a partir de la reescritura de uno ya existente, se superponen y conviven ambos
sentidos, al mismo tiempo que se ven modificados. La autora explica que al sucederse la
superposición de dos sistemas de signos la significación se vuelve ambivalente
(Kristeva: 201). Nuestros textos presentan una polémica interna oculta que “se
caracteriza por la influencia activa (es decir modificante) de la palabra de otro sobre la
palabra del autor” (Kristeva: 202). Los autores de nuestro corpus no pierden de vista el

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sentido original propuesto por la versión tradicional, pero buscan trastocarlo mediante
sus reversiones que agregan, discuten, confrontan, enaltecen.
A su vez, utilizaremos los conceptos introducidos por Genette, quien, al definir
los distintos tipos de transtextualidad, desarrolla lo que él denomina la hipertextualidad,
entendiendo por ello “por ello toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto)
a un texto anterior A (al que llamaré hipotexto 12) en el que se injerta de una manera
que no es la del comentario” (Genette: 14) y que a su vez nos será de suma utilidad para
realizar el análisis textual y visual sobre las obras propuestas.
En nuestro corpus, se erotiza el vínculo entre Caperucita y el Lobo, y se la sitúa
a ella en un lugar activo dentro del intercambio. Como explica Rachel Blau DuPlessis
“en los relatos tradicionales (mitos) se crea un juego intenso entre sujeto y objet(ivad)o
en la invención de historias para la mujer semisilenciada o no oída u otros personajes
marginales” (250) y será en estas reescrituras donde la relación sujeto-objeto se
subvierta en un nuevo orden. La versión tradicional de Caperucita Roja se ve
transformada y reelaborada, volviendo sobre el trasfondo sexual del cuento que se
explicita en Perrault pero que se omite en los hermanos Grimm. Si bien se retoman los
personajes, al centrarse en la relación entre Caperucita y el Lobo se ofrece una mirada
distinta sobre la lectura tradicional de este cuento. En estas nuevas lecturas la pasividad
de Caperucita se invierte y pasa de ser objeto, sometido y luego devorado por lobo, a
sujeto de deseo. Como explica Bruno Bettelheim, en Psicoanálisis de los cuentos de
hadas, “el lobo de «Caperucita» es el seductor” (193) y luego, “el seductor peligroso
que, si se cede a sus deseos, se convierte en el destructor de la niña” (193). Esta
configuración del Lobo se mantiene a lo largo de las cinco obras (tanto en las clásicas
como en las reescrituras) y el foco de la variación recae sobre Caperucita. Tal vez
porque, como explica Bettelheim, “por muy atrayente que nos parezca la ingenuidad, es
peligroso seguir siendo ingenuo durante toda la vida” (194) y es justamente en esa
brecha por donde se introducen las reescrituras/reelaboraciones.

Lo sexual – moral: “Hay frutas tentadoras por estas latitudes”


Nos parece de interés detenernos sobre las distintas formas de presentar el
acercamiento entre estos dos personajes. Siguiendo el orden cronológico, tenemos en
primer lugar la versión de Perrault donde hay una referencia explícita a la desnudez y al
hecho de que ambos reposan en una misma cama: el Lobo ordena a Caperucita “-Deja la
torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo”, acto seguido
“Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama” (Perrault: 3). Luego con su
correspondiente moraleja cierra la lectura en un potencial encuentro sexual que queda
frustrado porque Caperucita es comida por el voraz Lobo. En cambio, en la versión de
los Hermanos Grimm, el encuentro entre ellos queda expurgado del matiz sexual o
erótico explícito. En las obras propuestas para este trabajo, atravesadas por la teoría
psicoanalítica, la atracción edípica que vive Caperucita por el Lobo es reivindicada y
exaltada, poniéndola en un primer plano. En estas nuevas versiones es la propia niña
quien se siente atemorizada por momentos pero fuertemente atraída, respondiendo en
todos los casos a las intenciones de su propio deseo más allá de las preocupaciones que
le fueron impuestas por su madre (en el caso del cuento de Valenzuela) o por la
tradición folklórica (en el caso de Carter). Como indica Cecilia Secreto: “el viaje
representa, desde los inicios míticos-literarios, desde un punto de vista metafórico y
simbólico, la idea de cambio a partir del aprendizaje que trae aparejado el alejarse de la
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protección de lo conocido (la casa) para adentrarse en los peligros de lo desconocido
(tierras lejanas) (108).
El cuento de Angela Carter describe el encuentro, desde un comienzo, indicando
que es Caperucita quien se las ingenia para perder la apuesta con el Cazador-Lobo en la
cual se le exigía un beso. Además,
una vez dentro de la casa de la abuela
“[Caperucita] caminó directamente
hasta el hombre de ojos escarlata en
cuya descuidada melena saltaban los
piojos, se puso de puntillas y le
desabrochó el cuello de la camisa”
(163), poniendo de manifiesto el rol
activo de la muchacha. Luego, se
hace referencia, como en la versión
de Perrault, al encuentro amoroso
nombrándolo metonímicamente: “La
muchacha duerme profunda y
plácidamente en el lecho de la
abuela, entre las garras del lobo
tierno” (163). También se utiliza el
eufemismo de “dormir” o “yacer
juntos” en la Serie Roja del Grupo Mondongo, donde se puede ver a Caperucita
reposando entre los brazos del Lobo. La imagen se impregna de carácter erótico al estar
este último acariciándole la frente y tomándola de la cintura. Así como también, el
hecho de que la niña tenga una paleta de chupetín que remite al espectador al clásico
personaje de Lolita y las connotaciones sexuales asociadas a él. Cabe mencionar que
toda esta serie de cuadros fue realizada utilizando como material principal la plastilina,
elemento que nos retrotrae al universo de la infancia.
En “Si esto es la vida, yo soy Caperucita Roja” de Luisa Valenzuela, se produce
una ambivalencia constante entre el deseo sexual hacia el lobo y el temor transmitido
anteriormente por la madre. Una voz interior en la que resuenan la de Caperucita y por
momentos, también la de su madre hace avanzar el texto. La muchacha se siente atraída
y a la vez atemorizada, pero es ella misma quien decide tomar parte en el juego de
seducción propuesto por el Lobo:
A veces para tentarlo me pongo la piel de oveja.
A veces me le acerco a propósito y lo azuzo.
Búúú, lobo, globo, bobo, le grito. Él me desprecia.
A veces cuando duermo sola en medio del bosque siento que anda muy
cerca, casi encima, y me trasmite escozores nada desagradables.
(…) No siempre me repugna, pero madre me grita. (Valenzuela: 92)

Lobo-hombre: "A todas les dirás lo mismo, Lobo"


En las reelaboraciones consideradas hay un juego entre la relación lobo, hombre
y hombrelobo o licántropo, haciendo pendular al personaje masculino entre estos tres
estados. Hecho que podía ser hallado tanto en la versión de los Hermanos Grimm como
en la de Perrault, pero de una forma implícita. En el cuento de Angela Carter,
Caperucita se encuentra con un supuesto leñador que luego empieza a mostrar indicios

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de su verdadera naturaleza: “Él se volvió a reír, y babas brillantes colgaban de sus
dientes” (159). En las obras pictóricas el Lobo sólo tiene de animal la cabeza, el resto de
su cuerpo es el de un hombre vestido con prendas blancas, dando lugar a un ser híbrido.
Por último, y quizá el caso más llamativo, en el cuento de Luisa Valenzuela es
Caperucita quien adopta paulatinamente la forma de Lobo hacia el final del texto: “No
quiero que me vea así con la lengua colgante, roja como supo ser mi caperuza, no quiero
que me vea con los colmillos al aire y la baba chorreándome de las fauces” (96).
El Lobo se configura invariablemente como el seductor, acecha a Caperucita y
trata de atraerla hacia sí: en el texto de Valenzuela le
dice “bella niña” y, luego, “soy sólo tuyo, niña,
Caperucita, hermosa” (89); y en el cuento de Carter,
de forma similar, “aquí sólo estamos nosotros, mi
amor” (162). En el caso de Serie Roja, el Lobo
siempre se encuentra siguiéndole el rastro a
Caperucita y observándola mientras ella parece no
percibirlo: aparece el Lobo espiándola mientras ella se
encuentra caminando sola por el bosque o se lo
representa a él cargando una canasta en segundo plano
y ella de espaldas en un primer plano comiendo una
paleta.
Salta a la vista que, a diferencia de las versiones tradicionales, Caperucita no se
deja intimidar o atemorizar por la ferocidad del Lobo. A cada iniciativa de este último
por asustarla, ella responde controlando la situación.
En el cuento de Carter, cuando el Lobo le dice la
famosa frase “-Son para comerte mejor”, la voz
narradora no nos ahorra el detalle de que “La
muchacha rompió a reír; sabía que ella no era la
carne de nadie. Se rió de él en su cara, le arrancó la
camisa y la tiró al fuego” (163). En el texto de
Valenzuela también nos encontramos con una
reacción que despoja al Lobo de toda posibilidad de
fiereza: “¿Dónde vas, Caperucita, con esa canastita
abierta, tan llena de promesas? me pregunta el lobo,
relamiéndose las fauces. Andá a cagar, le contesto,
porque me siento grande, envalentonada.” (90).
Percepción propia y del otro
En la Serie Roja del Grupo Mondongo se trabaja principalmente con un par de
colores complementarios: el rojo para la figura de Caperucita y el verde para el fondo.
En esta obra el personaje del Lobo está resaltado y avanza hacia el ojo del espectador
por estar representada con el valor blanco puro, la mayoría de las veces. Al ser el verde
del fondo complementario del rojo no produce un choque con la figura de Caperucita
sino que se integra armónicamente sin dejar de perder su nivel de lectura. Este choque
del blanco con el rojo también se encuentra presente en “La compañía de los lobos” y se
hace explícita cuando se describe la caperuza: “el manto rojo que hoy muestra el
aspecto aciago, aunque brillante, de la sangre sobre la nieve” (Carter: 158). Es
Caperucita quien reúne estas dos polaridades, tanto el blanco como el rojo, al describirla
se aclara que “sus mejillas son de un blanco y escarlata emblemáticos”. Además se

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produce una fuerte vinculación entre el rojo de la caperuza y de la sangre,
remitiéndonos en más de una ocasión a la menstruación: “se quitó el manto escarlata,
del color de las amapolas, del color de los sacrificios, del color de la menstruación”
(162). Otro elemento visual que tiene una particular pregnancia para el lector o
espectador son los ojos del Lobo. En las obras del Grupo Mondongo aparecen como
cuencas vacías y negras, sin una delimitación precisa entre iris o pupilas. Todo lo
contrario sucede en el cuento de Angela Carter donde el brillo de los ojos de los lobos
cobra un papel central en las descripciones de las escenas. Por ejemplo cuando se
describe la transformación que sufre un hombre al volverse lobo se detiene en
especificar que “los ojos, esos ojos fosforescentes, los traicionan en todas sus formas; es
lo único que su metamorfosis no cambia” (156) y nuevamente, más adelante, “los
puedes distinguir por sus ojos, ojos de depredador, nocturnos y devastadores ojos, tan
rojos como una herida” (160). Frente a los ojos del Lobo en Serie Roja que parecen
hundirse en el cuadro, completamente inexpresivos, en el cuento de Carter se hace
referencia una y otra vez al brillo particular e inmutable de los del Lobo: “ojos enormes
que ahora parecían brillar con una luz única, interior; ojos como platos, platos llenos de
fuego griego, diabólica fosforescencia” (161). El “fuego griego”, arma que provoca
incendios sobre cualquier superficie con la que entra en contacto, incluso sobre el agua
o debajo de ella, junto con la reiterada evocación del “rojo” y del “fosforescente”
completan la paleta semántica de lo ya atribuido al rojo de la caperuza.
En cuanto a lo auditivo, tienen lugar en los cuentos de nuestro corpus el aullido,
el grito, pero también la risa y los gemidos. “La compañía de los lobos” comienza de la
siguiente manera: “Una fiera y sólo una fiera aúlla en los bosques de la noche” (Carter:
153). Es este mismo sonido definido, una líneas más abajo, como “un aria de miedo
audible” (Carter:153). La sonoridad envuelve todo el cuento, todas las escenas poseen
una musicalidad propia, cuando se produce la unión entre Caperucita y el Lobo “ella vio
que sus fauces babeaban y oyó que la habitación se llenaba con el clamor del
“Liebestod” del bosque” (Carter: 163). Encontramos en este cuento un amplio abanico
de manifestaciones sonoras: canto fúnebre de lobos, risas, aullidos, crujidos y obras de
Wagner. La atmósfera es completamente lúgubre, Caperucita se percata del fuerte
sonido que proviene del exterior, a lo que el Lobo responde: “Las voces que oyes son
las de mis hermanos, querida; yo adoro la compañía de los lobos” (Carter: 162). Pasaje
en el cual se deja ver, nuevamente, la tensión entre el estado hombre y el estado lobo,
entre las voces y los aullidos. En el afuera está el peligro, la manada, los lobos que
acechan “como si estuvieran locos o trastornados” (Carter: 162); sólo son las risas las
que logran cortar con lo tenebroso que parece esconderse en cada rincón. Cabe aclarar,
que la risa es siempre producida por Caperucita, o porque está en compañía del supuesto
cazador, o porque le sirve para burlarse de lo irrisorio del discurso del Lobo.
En el texto de Luisa Valenzuela el sonido de la voz materna permanece siempre
dentro del devenir de conciencia de Caperucita, está insertada en su propia voz. “Es la
madre que habla. La nena también habla y las voces se superponen y se anulan.”
(Valenzuela: 87), la madre amonesta, la nena desea, se mantienen en constante tensión
sobre el dominio del discurso. Sin embargo, a medida que Caperucita avanza en su
recorrido hacia la casa de la abuela, su voz logra hacerse autónoma: “Yo soy
Caperucita. Soy mi propia madre, avanzo hacia la abuela, me acecha el lobo”
(Valenzuela: 93). Diferente es la voz del Lobo, que permanece por fuera de Caperucita
y oscila entre el discurso (humano) y el gruñido o simple gesto (animal): “El lobo no
tiene voz, sólo un gruñido, y ya está llamándola a Caperucita en el primer instante de
distracción por la senda del bosque” (Valenzuela: 89). Llegando al final del relato, la

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relación con la voz del Lobo cambia, y en vez de ser la que acecha, se incorpora a la
protagonista de forma que es la misma Caperucita quien emite el texto históricamente
asignado al Lobo: “una voz en mí habla como si estuviera repitiendo algo antiquísimo y
comenta: -Abuelita, qué orejas tan grandes tienes, abuelita, qué ojos tan grandes, qué
nariz tan peluda.” (Valenzuela: 97). La muchacha, al final de su recorrido, logra hacer
convivir en sí misma a la voz de la madre, la del lobo, la de la abuela y la propia, lo que
le permite expresar: “La reconozco, lo reconozco, me reconozco. Y la boca traga y por
fin somos una. Calentita.” (Valenzuela: 97)
A modo de conclusión
Creemos que estas nuevas lecturas de un texto tradicional asentado en el
imaginario de muchos jóvenes y adolescentes nos pueden permitir repensar la relación
entre sujeto y objeto de deseo. Frente a versiones donde el rol de la protagonista era
completamente pasivo, subsumido por el temor al afuera y a ese “otro” que acecha,
encontramos personajes que construyen su propia territorialidad, una Caperucita que
“lleva su cuchillo y no tiene miedo de nada” (Carter: 158), así como otra que afirma: “el
placer es sobre todo mío” (Valenzuela: 91). Trabajar con textos que cuestionan a otros
ya presentes en el imaginario de los sujetos escolares nos permite que ellos mismos
pongan en tela de juicio sus ideas, para desmontarlas o para reafirmarlas. En el corpus
planteado vemos Caperucitas que no temen, que se posicionan firmemente frente y al
lado del Lobo, así como también, a pesar de su bravura, ofrecen imágenes de niñas y
muchachas reales que menstrúan, cargan con las advertencias maternas y que toman la
iniciativa en asuntos amorosos.
Como explica Fogwill en el prólogo del catálogo del Grupo Mondongo, cuando
menciona a la Serie Roja, “los roles de los mundos antagónicos de niños y adultos,
humanos y animales, varones y mujeres, quizá buenos y malos, y todos enfrentados en
la puja entre el deseo de saber y el deseo de poder”. Buscaremos que en el aula se
puedan cuestionar estas pujas del deseo, para luego analizar las causas de ciertas
victorias y derrotas repetidas a través de los años, así como también estrategias para
crear una sociedad donde la lucha sea justa y en condiciones de paridad.

Bibliografía

7
Álvarez, María A (2013). “Juego de intertextualidad con reinscripción de
personaje”, en Viajes de ida y vuelta. Escrituras y reescrituras en la literatura europea.
Mar del Plata: EUDEM.
Bettelheim, Bruno (1977). Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona:
Crítica.
Blau LePessis, Rachel (1999). “Otramente”, en Otramente: lectura y escritura
feministas. México D.F: Fondo de Cultura Económica.
Carter, Angela (2014). La cámara sangrienta. “La compañía de los lobos”.
México D.F: Sexto Piso Ilustrado.
Fernández Rodríguez, Carolina (1998). La Bella Durmiente a través de la
historia. Oviedo: Universidad de Oviedo Servicio de Publicaciones.
Genette, Gerard (1989). Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid:
Taurus.
Kristeva, Julia (1981). “La palabra, el diálogo, la novela”, en: Semiótica 1.
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Perreault, Charles (2016). Caperucita Roja. De Educ.ar. Sitio web:
https://www.educ.ar/recursos/131423/caperucita-roja-de-charles-perrault
Secreto, Cecilia (208). “La travesía de los géneros: el espacio de la reescritura”,
en Literatura y (pos)modernidad. Teorías y lecturas críticas. Buenos Aires: Biblos.
Valenzuela, Luisa (1997). Simetrías. “Si esto es la vida, yo soy Caperucita
Roja”. Barcelona: Editorial Plaza y Janés.

Imágenes
1. Sin título. Serie Roja, 2004. Hilos y plastilina sobre madera, 100 x 100
cm. Colección Particular, Buenos Aires.
2. Sin título. Serie Roja, 2004. Plastilina sobre madera, 100x100 cm.
Colección Particular, Buenos Aires.
3. Sin título. Serie Roja, 2004. Plastilina sobre madera, 100x100 cm.
Colección Particular, Buenos Aires.

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