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Restaurar al hombre es restaurar la política

Gastón H. Guevara

I. La política prostituida

Esta época, la que se abrió (como primer antecedente) con el nominalismo de Ockam y
que se acentuó con el Renacimiento mundano1, está caracterizada por la divinización del
hombre, bajo la inscripción: seréis como dioses. Y la política no es la excepción.

Resultado de ello es que “el gobernante endiosado, que dejó de actuar bajo la mirada de Dios para
ponerse bajo la mirada de la opinión pública se independizó de la Verdad”.2 Y, aunque tenga la
Verdad frente a él, a imitación de Pilato, no la sabe ver, no la sabe escuchar… y le da la
espalda. Sin Verdad el gobernante es como un navegante sin brújula, es un viajero errante,
no puede llegar al puerto de destino, que es el Bien Común. Así la política se convierte en
un campo de batalla donde reina el odio en lugar de la caridad, el enfrentamiento en lugar
de la fraternidad, el poder y la fuerza en lugar del Bien. El hombre “dividido de Dios se divide
del prójimo y de sí mismo”.3

A esto que hemos venido expresando Breide Obeid, siguiendo a Gueydan de Roussel, lo
ha caracterizado como la política juego. Este tipo de política

“quiere dividir en equipos para que comience el juego, quiere partir en partidos para empezar el espectáculo;
para ello descompone el blanco de la política agonal, que es la integración de la luz, en el multicolor, que es la
desintegración de la luz”.4

Este tipo de política idolátrica se ha convertido en moneda corriente; política viciada


que busca desordenadamente el poder por el poder mismo. Se convierte en una parodia de
la unión del Cuerpo Místico: meros homúnculos amontonados y pegados en el Leviathán de
Hobbes.5 El hombre moderno, artífice de esta falsificación política, al “rechazar a Cristo que
nos ha hecho hijos de la Luz (Jn. 12, 35) nos transforma en esclavos de las ‘tinieblas exteriores’”.6 De
este modo se puede ver claramente como

1 Cfr. SÁENZ, A. La nave y las tempestades. El Renacimiento y el peligro de mundanización de la Iglesia. Gladius, Bs.
As., 2004, pp. 114 y ss.
2 BREIDE OBEID, R. Imagen y palabra. La actualidad y lo permanente, Gladius, Bs. As., 1999, p. 97
3 GENTA, J. B. Opción política del cristiano. Editorial Cultura Argentina, Bs. As., 1977, p. 18. El objetivo

máximo al que hoy aspira la política es la prosperidad: el ser cae bajo el imperio del tener. El estar mejor es
superior al ser mejor.
4 BREIDE OBEID, R. Política y sentido de la historia. 4ª ed., Folia Universitaria, Guadalajara, 2013, p. 237.
5 Cfr. BREIDE OBEID, R., Imagen y palabra… op. cit., p. 113.
6 CATURELLI, A. El abismo del mal, Gladius, Bs. As., 2007, p. 219.
“La cizaña, en el mundo de hoy, no cesa de crecer: en el plano especulativo, la objetividad trascendentista es
sustituida por la subjetividad inmanentista, el orden, por el desorden, la libertad por la esclavitud (al pecado),
el ser por la nada (nihilismo ‘absoluto’). En el orden práctico, el bien, por lo útil, el progreso integral por el
‘progreso’ empírico, el orden natural por la nada de lo anti-natural, el amor por el odio, la certeza moral por
el relativismo”7.

II. La causa de esta crisis y la restauración por el Testigo

“Muchas veces quieren poner el orden afuera,


sin tener primero orden adentro”.8

Para conocer la causa de esta profunda crisis debemos empezar por el principio: “En el
principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios” (Jn. 1, 1). De esa comunión
de amor al interior de la Santísima Trinidad brotó la necesidad de hacer partícipe al hombre
de su vida divina. Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza”
(Gen. 1, 26). Creó al varón y a la mujer. Ellos disfrutaban de la vida con Dios; pero la
serpiente merodeaba el jardín, y viendo su oportunidad dijo a la mujer: “El día en que
comiereis de él (del árbol ubicado en el centro del jardín), se os abrirán los ojos y seréis como Dios,
conocedores del bien y del mal” (Gen. 3, 5). Y ella probó y también lo hizo Adán. He aquí el
Pecado Original.

Este pecado, pecado de soberbia, hizo que el hombre perdiera la vida con Dios y fuese
expulsado del Paraíso. Pero Dios que es Padre y su misericordia es infinita promete,
inmediatamente, un Salvador. Esto nos lleva nuevamente al Evangelio según San Juan: “Y
el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1, 14). Éste fue el camino elegido por Dios
“para liberar al hombre del pecado, y restituirlo a la unidad con su principio y conducirlo a la salvación
eterna”.9 Ésta es la restauración verdadera del hombre: devolverle la semejanza con Dios. Es
ésta, no hay otra posible. Se debe restaurar a Cristo en cada uno de nosotros, debemos ser
otro Cristo. Lo demás, que podríamos llamar en término general justicia social, es consecuencia
de aquello: “Buscad primero el reino de los cielos que los demás se dará por añadidura” (Mt. 6, 33).

Entonces ¿qué tenemos que hacer? Hay que restaurar al hombre, hay que llevarlo hasta su
quicio,

7 CATURELLI, A., op. cit., p. 226.


8 CASTELLANI, L. Cristo ¿vuelve o no vuelve? Vórtice, Bs. As., 2004, p. 192.
9 GENTA, J. B., op. cit. p. 17.
“Porque las estructuras sociales y políticas son un reflejo de la estructura ética de las almas. No se
puede alcanzar el bien común si no hay virtud en los ciudadanos. Y la virtud es fuerza y perfección
del alma”10.

El P. Castellani respondería, sin chistar: “Para un cristiano la respuesta es muy sencilla: hay que
salvar el alma”11. Pero hay que salvar el alma siendo Testigos. Ser Testigos, que en griego se dice
mártir, es ofrecerse a través del sacrificio personal, defendiendo con viril energía todo
aquello que es sagrado, reverenciado y respetado. Bien lo ha dicho Genta12, y lo demostró
con su propia muerte: “sin disposición al sacrificio no puede haber fidelidad continuada, ni constancia
persistente en el esfuerzo, ni fortaleza suficiente para resistir la adversidad”. Pero este sacrificio no es
un voluntarismo, sino más bien, sigue diciendo Genta,

“Tiene que ser partícipe por la Gracia de Dios, de la Pasión, Muerte y Resurrección de N. S. Jesucristo para
ser vencedor incluso en la derrota y para que la Vida verdadera surja de la muerte con nitidez fulgurante en
la Esperanza sobrenatural”.

El Testigo triunfa indefectiblemente, pero a costa de su sacrificio personal. Por eso


Castellani agrega a lo que citábamos más arriba: “para algunos, por vocación, salvar el alma es lo
mismo que salvar la Patria”.13 Esta fue, por ejemplo, la vocación de Genta, salvó su alma
intentando salvar la Patria. Genta fue testigo, siguió el ejemplo de aquel Supremo Testigo,
Jesucristo, que vencido, vence.14 Sólo así se restaura la verdadera política, con una caridad
ardiente que se da sin miramientos, intentado hacer todo el bien que se pueda, “a corta
distancia, lo que está a mano” 15: formar un Hogar cristiano, una empresa cristiana, un club
cristiano, un colegio cristiano, donde todo tienda a Dios, donde todos tengan ante sus ojos
la Eternidad. Y si por ventura toca gobernar un municipio, una ciudad, el gobernarte debe
servir, siguiendo el ejemplo de Cristo; debe saber definir los principios supremos que guían
y fundan la recta política; debe procurar la virtud de sus gobernados, poniéndose él como
ejemplo, es decir, debe gobernarse para poder gobernar.

10 Ibídem., p. 22.
11 CASTELLANI, L., op cit., p. 192.
12 GENTA, J. B., op. cit., p. 36.
13 CASTELLANI, L., op. cit., p. 193
14 BREIDE OBEID, R. Política y sentido… op. cit., p. 246.
15 CASTELLANI, L., op. cit., p. 193.
a. El Testigo transfigura la sociedad

“Claro está que el hombre convertido a Dios en Cristo, transforma a la sociedad y a la historia
en la acción redentora por la cual el tiempo se hace imagen de la eternidad y la comunidad de los
hombres se convierte en Iglesia, en Cristo total cuya cabeza es Él y nosotros sus miembros”16.

Esto ha quedado demostrado a lo largo de estos dos mil años de cristianismo, donde la
sangre de los mártires ha regado el suelo para que se formara la ciudad cristiana. El
cristianismo ha sido –y sigue siendo, aunque se lo rechace- fuerza siempre nueva y
renovadora, colocando a Dios en la base y en la cúspide del orden social. En la base porque
en su Ley se debe fundamentar todo orden social; y en la cúspide pues el peregrinar del
hombre sólo concluye cuando su anhelante corazón descanse en el regazo del Padre.

Por ello al cristiano le queda una opción: las definiciones. Definiciones ante todo de las
instituciones sociales básicas: familia, propiedad, profesión, escuela, universidad, empresa,
municipio, provincia, Estado, Iglesia.

“Esas verdades esenciales e indiscutibles, principios constitutivos de las instituciones temporales, se


refieren al orden natural, que no depende de las opiniones, arbitrios y convenciones mudables de los
hombres”.17

El hombre esencial no cambia con la mudanza de las edades, por tal motivo las
instituciones fundamentales deben constituirse según principios fijos e inmutables.

Por último, para cerrar este apartado, el hombre debe optar por una política de la
Verdad, debe volver a la Verdad total, creadora y fecunda de la cual se ha apartado. Y para
ello debe volver a arrodillarse ante Cristo Rey. Pero parece que en la actualidad hablar de
que Cristo es Rey es atentar contra cierto “espíritu igualitario”:

“Se habla de Jesucristo redentor, de Jesucristo salvador; pero cuando se habla de Jesucristo Rey, la gente se
espanta; se sospecha que hay en ello alguna invasión, alguna usurpación de poder, alguna confusión de
atribuciones y de competencias”18.

El misterio de la realeza de Cristo hunde sus raíces en el misterio de la Encarnación del


Verbo. Es precisamente en la persona del Verbo encarnado donde se realiza el verdadero
reino, que es un reino de paz, un reino donde impera la verdadera jerarquía, donde se
restauran las relaciones legítimas del hombre con Dios. La expresión que emplean los

16 GENTA, J. B., op. cit. p. 21.


17 GENTA, J. B., op. cit., p. 85.
18 PIE, Louis. Obras completas. Tomo III, p. 511. En: SÁENZ, A. El Cardenal Pie. Lucidez y coraje al servicio de la

verdad. Gladius, Bs. As., 2007, p. 80.


magos para averiguar el paradero del Niño resulta providente: “¿Dónde está el rey de los judíos
que acaba de nacer?” (Mt. 2, 2). Y como si el Verbo encarnado hubiera querido coronar el
periplo de su vida con una interrogación similar, hará que Pilatos pregunte: “Por tanto ¿tú eres
rey?” (Jn. 18, 37). A lo que Cristo responde majestuoso y señorialmente: “Tú lo dices: Yo soy
rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo” (Jn. 18, 37).

Por tal motivo podemos decir junto a Jordán B. Genta19:

“No hay liberación de los hombres ni de las naciones, si la economía, la educación y el derecho no se integran
en una política cristiana, cuya soberanía temporal reconozca y se subordine a un superior único: Cristo Rey”.

III. La visión Teológica de la política

A partir de estas consideraciones, una recta noción de la política debe ser abordada
desde una concepción teológica de la misma, es decir, considerar a la política y su
desarrollo histórico en relación al perfeccionamiento y la deformación de la imagen de Dios
en el hombre y la sociedad.20 Reconociendo que Dios es el rector de la Historia y todo,
absolutamente todo, tiende hacia Él. El Padre Castellani en su “Cristo ¿vuelve o no vuelve?”21 lo
expresa bellamente: “El Universo […] es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios se
ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace; que se llaman teológicamente Creación, Redención,
Parusía”.

Conclusión

La ciudad del hombre se impone sobre la ciudad de Dios. La sociedad se encuentra en


pleno desorden y desorientación. Pero en la medida que Dios nos provea de testigos que
alcen la voz y reclamen los derechos de Dios, reaparece la Cruz como signo, como bandera
y como estandarte. Es por ello que ningún cristiano debe entender la historia como un
mero transcurrir del tiempo y de los caprichos del hombre, pues si la comprende así, sin
una mirada teológica ha sucumbido al oleaje del mar del mundo. La historia sin teología es
como un barco sin brújula, sin timón, sin puerto de destino. Y nosotros no podemos
pensar así, porque el director de la orquesta es Dios y su Hijo, Cristo Rey, se reserva el
último acorde.

19 de noviembre de 2016.

Fiesta de San Odón.

19 GENTA, J. B., op. cit., p. 97.


20 Cfr. GUEYDAN DE ROUSSEL, G. Dios, rector de la historia. En: Verdad y mitos. Gladius, Bs. As., 1987, pp.
21-30. En: BREIDE OBEID, R. Teología… op. cit., p. 185.
21 Op. cit., p. 13.

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