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Autor anónimo
-¡¿Ese palo que apunta al cielo?! -dijo Benjamín-. ¡Menuda tontería! ¿A quién
se le ocurrió una cosa así?
-Te voy a contar una historia a ver si así te calmas un poco -dijo mamá-.
¿Sabes que el pararrayos surgió de un experimento realizado por un señor
que se llamaba como tú?
-Sí -dijo mamá-. Además de político y unos de los padres fundadores de los
Estados Unidos, Franklin también era inventor. Y estaba muy interesado en
el estudio de los fenómenos eléctricos. En uno de sus experimentos, Franklin
hizo volar una cometa durante una tormenta.
-¿Una comenta? -preguntó Benjamín-. Mamá, los pararrayos no tienen nada
que ver con una cometa.
-No, yo tampoco -rió mamá-. El caso es que Franklin estuvo muchos años
experimentando con la electricidad. ¡Hizo interesantes hallazgos! Uno de ellos
fue, precisamente, el de demostrar la naturaleza eléctrica de los rayos.
¿Quieres saber cómo lo hizo sin freirse?
-Estoy deseando saberlo, porque no termino de ver cómo una cometa pudo
parar un rayo -dijo Benjamín.
-Para demostrar que su teoría de que los rayos estaban cargados de energía
eléctrica, Franklin construyó una cometa con varillas metálica y la sujetó con
un hilo de seda. Al otro extremo del hilo colocó una llave de metal. Cuando
empezó la tormenta Franklin soltó la cometa. Al poco tiempo vio que la
cometa atraía un rayo y que este, al impactar contra la cometa, soltaba una
descarga que bajaba hasta la llave. Así, además de demostrar que los rayos
eran eléctricos, demostró que el metal los atraía y que la energía podía
desviarse para evitar que impactaran contra la gente y contra los edificios.
Con ello sentó las bases del pararrayos.