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© 2012

Por: Eduardo S. Cañas Estrada

Edición y Asesoría Literaria:


A David J. Torres A.

Publicado por:
Manantial Editores www.manantialvida.org
Primera Edición: Agosto de 2008
Segunda Edición: Mayo de 2012

Derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio


sin el permiso previo de los editores.

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia: Reina-Valera 1960, por So-
ciedades Bíblicas Unidas; y la Santa Biblia: Nueva Versión Internacional,© 1999
por la Sociedad Bíblica Internacional.

Diseño de cubierta:
Yeisson Calderón

Diseño y Diagramación Interior:


Mario Augusto Rojas

ISBN: 978-958-44-3697-9

Impreso en Bogotá Colombia

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Dedicatoria

* A la Trinidad y especialmente a mi amigo,


el Espíritu Santo.

* A mi esposa Fulvia, quien ha batallado


hombro a hombro conmigo en el minis-
terio y se ha destacado por ser una mujer
sensible a la voz del Espíritu Santo.

* A todo aquel que ha pedido a Dios que le


aumente la fe para trascender y conquistar
lo que está más allá de lo lógico.

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Agradecimientos
Son tantas las personas que han tenido
que ver con la realización de este libro, que
nombrarlas sería impráctico. Pero quiero
agradecer de manera especial:

A mi esposa Fulvia, hijos, nietos, yernos y


nuera, por ser apoyo a este ministerio.

A Bibiana Amézquita, asistente pastoral,


porque estuvo manejando los pormenores
de esta obra para que todo saliera como se
planeó.

A David Javier Torres por su asesoría en el


campo literario.

Al equipo pastoral de la Iglesia Manantial


y a todo el liderazgo que trabaja abnegada-
mente para extender el Reino de los Cielos
en la tierra. ¡Dios los haga personas de fe y
los premie más allá de lo que imaginan!.

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Contenido
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
CAP. 1 LA FE SE VE Y SE OYE 17
Dios mira el nivel de nuestra fe 21
La fe que mueve montañas
26
La fe se puede proyectar 32
La fe obedece 37
Lo grande de la fe 40
La fe nos abre el camino 42
CAP. 2 PASOS DE FE 45
Puestos los ojos en Jesús 49
Use la fe que tiene 54
La fe va más allá de la muerte 62
Espere al Señor 67
CAP. 3 UNA LLUVIA GRANDE SE OYE 73
Tres maneras de mirar la vida en
cuanto al nivel de fe 77
Una decalaración de bendición:
Cosa tremenda hará Dios contigo 80
Una decalaración de Confianza:
El Señor es mi Pastor 86
Una decalaración de Sanidad:
Tu fe te ha salvado 91
Una decalaración contundente:
Hoy es el día del milagro 95
CAP. 4 LA LLAVE QUE ABRE LA PUERTA
DEL HOY Y DEL MAÑANA 101
La fe y el testimonio 105

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

La fe y la confesión 109
La fe y la adoración 112
La fe y el voto 117
La fe y los errores 121
La fe y la prueba 124
La fe, las circunstancias adversas
y el dolor 127
La fe y la muerte 132
CAP. 5 SIEMBRA, INTIMIDAD
Y CONQUISTA 135
Perspectivas o tipos de fe 139
Abel: La fe del sembrador 141
Enoc: La fe de la intimidad con Dios 147
Josué: La fe que conquista 153
CAP. 6 EL ARCA DE LA FE 163
La fe y la familia 167
Los hijos en la dimensión de la fe 176
Los padres en la dimensión de la fe 182
Cualidades de un padre que vive en la
dimensión de la fe
185
Elisabet y Zacarías: otros padres de la fe 189
CAP. 7 OBSTÁCULOS EN EL CAMINO 195
La fe de cara a los obstáculos 200
Las barreras externas según la experiencia de José 201
Barreras internas que se oponen a la fe 212
La duda 213
La incredulidad 216
El temor 220
Afán y ansiedad 223
EPÍLOGO 227
BIBLIOGRAFÍA 233

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Prólogo

L
a primera vez que visité la iglesia Ma-
nantial de Vida Eterna en Bogotá, lo
hice en respuesta a una invitación que
unos jóvenes me habían formulado para asistir
a un servicio especial de Semana Santa. En
ese entonces, entre otras cosas, me dedicaba
a capacitar a niños, jóvenes y adultos en el
campo de la actuación para teatro y la invita-
ción formulada era para observar un montaje
teatral que había sido preparado con motivo de
la semana mayor. No recuerdo haber visto al
pastor Eduardo Cañas en aquella oportunidad,
pero sí que, para entonces, ya su iglesia tenía
un reconocimiento local y nacional como una
de las de mayor asistencia en nuestro país,
de hecho, aquella noche el templo principal
estaba a reventar, el número de personas en
pie casi equiparaba a las sentadas. Sentí que
algo especial había en aquel lugar. Varios
años después de aquella ligera cercanía con

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el ministerio del pastor Cañas, tuve una mayor


aproximación a lo que el Señor venía haciendo
a través suyo en la vida de decenas de miles de
personas. Pasaba en un transporte urbano cerca
del Parque Simón Bolivar, uno de los lugares
para reuniones masivas de mayor capacidad en
la ciudad. Por todas las calles en derredor ríos
de hombres y mujeres se acercaban, unos de a
pie, y otras en sus automóviles, para asistir a
un evento denominado ABRE TUS OJOS. El
impacto de lo que veía fue mayor porque prác-
ticamente todas las personas portaban en sus
manos banderas de Colombia, que, junto a otras
de color blanco, resumían de manera sencilla
una de las intenciones del evento: la sanidad
de nuestro país y la consolidación de la paz a
través de la predicación del evangelio.

Desde aquel momento se prendió en mí un in-


terés por conocer de cerca a este hombre en el
que, sin duda, se movía algo especial de Dios.
Una que otra vez lo escuché en la radio en
su programa devocional y Dios lo usó para
llegar puntualmente a mi vida con mensajes
de aliento muy oportunos. Pero había algo
más. Siempre pensé que el pastor Eduardo
Cañas tenía mucho que decirnos del fruto de su
experiencia íntima con Dios, de modo que creí
desde un principio que él debía escribir para
que no solo su congregación, sino el mundo

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

entero, pudiera restaurarse y edificarse con la


palabra de sabiduría que el Señor ha puesto en
su corazón y en sus labios.

Dios propició un encuentro más cercano entre


nosotros con un definido plan literario en mente.
El libro que usted tiene en sus manos es el pri-
mer fruto de ello. Durante la planeación conocí
cómo el Señor ha venido formando y confron-
tando la fe del pastor Cañas hasta convertirlo
en la autoridad ministerial que hoy representa.
El crecimiento de su iglesia es un ejemplo de
ello. Cuando empezó su ministerio renunció a
un trabajo secular que le brindaba estabilidad a
él y a su familia. Manantial de Vida Eterna no
era más que una iglesia pequeña con grandes
limitaciones económicas, pero él obedeció y el
Señor empezó a respaldarlo. Junto a su equi-
po de líderes se propuso crecer, pero, como él
mismo reconoce, su fe en aquel entonces solo
le permitió vislumbrar un crecimiento limitado,
dentro de las posibilidades humanas, en su
mente no cabían más de mil personas, lo cual
P r ó l o g o

de por sí ya era una responsabilidad enorme.


Dios se involucró aún más en el asunto, al fin y
al cabo los propósitos que imperan son los del
Reino de los Cielos, y Cañas había sido escogido
de antemano para trabajar en función de ellos.
Poco a poco la iglesia creció, y creció, y creció,
y ya el templo no alcanzó. Hubo que comprar
casas en derredor, pero tampoco éstas dieron
abasto. Hoy, la multiplicación ha sobrepasado

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

las expectativas, la radio y la televisión forman


parte de los instrumentos usados por Dios para
consolidar su propósito de expansión de este
ministerio que, incluso, trasciende las naciones;
y todo, porque la fe del pastor Eduardo Cañas
Estrada fue desafiada y él aceptó el desafío.
Precisamente los detalles de ese desafío de fe,
son los que inspiran el libro que usted tiene
en sus manos. Como editor y asesor literario
yo he sido el primer edificado con cada uno
de sus contenidos. A través de UNA LLUVIA
GRANDE SE OYE, el Señor se ha encargado
de moldear mi fe y redefinirla enseñándome a
andar genuinamente en sus caminos. Los ca-
pítulos responden a tantos interrogantes que
comúnmente invaden la mente y el corazón
de cada persona que con seguridad usted será
edificado de la misma manera que ha sucedido
conmigo. Lo invito a que disfrute cada página,
cada capítulo, cada contenido. Hágalo con un
corazón abierto, sensible a la voz de Dios, por-
que él anhela que así como el autor se atrevió a
escuchar por la fe la lluvia de bendiciones que
había declarado para él, su familia y su minis-
terio, también usted oiga la lluvia de grandes
bendiciones que caerá sobre su vida.

Lic. DAVID J. TORRES A.


Editor y Asesor Literario
Bogotá-Colombia S.A

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Introducción

L
a fe es la potencialidad del creyente.
Esa potencialidad es la que nos permi
te estar por encima de las circunstancias
y hablar de las cosas que aún no vemos como
si ya estuvieran. La experiencia de Elías con
Acab, relatada en 1 Reyes 18 así lo confirma.
“Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y
bebe; porque una lluvia grande se oye” (V.1.
Cursivas del autor)

Los versículos siguientes indican que el cria-


do de Elías subió una y otra vez sin notar al-
gún asomo de lluvia, sin embargo, el profeta
ya la había oído. Cuando nos movemos en la
dimensión de la fe genuina quizá no veamos
las cosas que aspiramos, pero podemos sensi-
bilizar el oído para escuchar que la bendición
viene caminando hacia nosotros y descansar
en las promesas de Dios. Gene Cunningham

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

en su libro “Las Bases de la Fe”, dice refi-


riéndose a este potencial del creyente: “Con
un plan perfecto y una provisión perfecta,
Dios extiende su mano para alcanzarnos.
Tenemos solamente dos opciones: podemos
optar por creer lo que Dios nos dice y recibir
lo que tiene o podemos optar por no creer y
no recibir”(1) No hay otra alternativa, reci-
bimos lo que el Señor ha determinado para
nosotros solamente mediante la fe.

Es nuestra fe en Dios y su Hijo Jesucristo lo


que toca el corazón del Padre. Es la fe la que
nos permite ver las cosas que no son como
si fuesen. Es la fe la que da testimonio de la
presencia del Espíritu Santo en nosotros. Es
solo mediante la fe que movemos el mundo
y sus circunstancias a nuestro favor. Nadie
puede llamarse creyente a menos que crea,
y la Biblia dice que creemos mediante la
fe; “porque por fe andamos, no por vista”
(2Corintios 5:7) Esto fue lo que Elías quiso
darle a entender a Acab cuando le dijo: “una
lluvia grande se oye”, y es lo mismo que el
Señor me invita a decirle a usted a través de
este libro.

(1) Las Bases de la Fe. Cunningham Gene. Pag.41

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

A lo largo de sus páginas hago referencia


a fundamentos y tesoros bíblicos relativos
a la fe, a personajes que se distinguieron y
fueron colocados en el cuadro de honor de
Dios porque se atrevieron a creerle sin mi-
rar las circunstancias, y, sobre todo, procuro
explicarle de manera sencilla lo que un día
el Señor me permitió conocer y entender
como llave para mover el cielo a favor de
la tierra. Al finalizar cada capítulo usted
encontrará un principio de fe que espero le
guíe en su vida diaria y le convierta en una
persona que depende totalmente de Dios y
confía en sus promesas. Mi deseo es que el
Espíritu Santo le conduzca a través de un
sendero que transforme su vida creyendo y
exaltando al Padre mediante la fe, teniendo
siempre presente que “sin fe es imposible
agradar a Dios”
Introducción

Rev. EDUARDO CAÑAS ESTRADA


Pastor principal Comunidad Cristiana
MANANTIAL DE VIDA ETERNA
Asambleas de Dios
Bogotá-Colombia

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

“Al ver Jesús la fe de ellos, dijo


al paralítico: Hijo, tus pecados
te son perdonados”
(Marcos 2:5)

L
a tranquilidad de Capernaúm, aquella
pequeña ciudad cercana al Mar de
Galilea, se ve interrumpida de repente.
No es la primera vez que sus habitantes sa-
len de sus casas y corren por las calles hasta
concentrarse en un solo lugar con el mismo
propósito: Jesús ha vuelto y nadie quiere per-
derse la oportunidad de oírlo y ser ministrado
por él. La casa en que decide posar el Hijo
de Dios se llena de un momento a otro y sus
alrededores también son inundados de gente
ansiosa por ver, oír y tocar al hombre cuyo po-
der sana, liberta y restaura y cuyas palabras
confrontan al tiempo que se convierten en
bálsamo para todos los afligidos. El calor es
sofocante e irritante, pero esta circunstancia
no le impide a la gente aprovechar la ocasión
para estar cerca del Maestro y experimentar
una transformación en su vida.

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

No muy lejos de allí, cuatro hombres de buen co-


razón, quienes ya habían oído y visto los milagros
realizados por Jesús en su visita anterior, se unen de
manera solidaria para acercar a la casa a un vecino
paralítico. Han decidido que Jesús lo toque porque
están convencidos del poder que actúa en él y no
importa lo que haya que hacer, su vecino debe apro-
vechar la oportunidad para ser sanado.

El paralítico se dispone, también se llena de ansiedad


y está dispuesto a acercarse a Jesús. Cuando llegan
cerca de la casa el gentío se ha multiplicado, física-
mente es imposible entrar, no hay espacio para más
nadie; sin embargo, no se desaniman, en su mente y
en su corazón la fe está encendida y se aumenta más
y más a medida que escuchan a Jesús predicar. Uno
de los cuatro señala al techo y exclama motivando a
los otros: ¡Por allí! No lo piensan dos veces, se abren
paso entre la gente como les es posible y se enca-
raman al techo cargando al paralítico. Hay miradas
de asombro y exclamaciones animadas mientras
los cuatro hombres hacen una abertura y bajan por
ella el lecho en el que yace su amigo hasta dejarlo
en el centro de la sala, justo al frente del Maestro.
La concurrencia está abismada y Jesús se maravilla
tanto, que no demora en pronunciar las palabras que
vuelven a darle al paralítico una verdadera razón
para vivir: “¡Hijo, tus pecados te son perdonados!”

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

DIOS MIRA EL NIVEL DE NUESTRA FE


No importa las circunstancias que nos rodeen, nues-
tra fe tiene que estar por encima de ellas y aprovechar
la presencia de Jesús. Cuando una persona tiene
fe, no se deja vencer por los obstáculos. Aquellos
hombres bien pudieron decir: “¡No hay nada que
hacer, será en otra oportunidad!”; sin embargo, no
pronunciaron palabras que los desanimaran, al con-
trario, la misma dificultad se convirtió en una prueba
de fe, y actuaron: “Y como no podían acercarse a él a
causa de la multitud, descubrieron el techo de donde
estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en
que yacía el paralítico” (Marcos 2:4).

La fe nos permite ver los obstáculos como


oportunidades
Por lo general, los obstáculos que vemos en nuestro
camino, más allá de ser piedras que se oponen a
los logros que aspiramos, son oportunidades para
demostrar qué tanto confiamos y descansamos en las
promesas que el Señor nos ha hecho. Eso fue lo que
sucedió con estos hombres, en vez de desanimarse,
se motivaron los unos a los otros diciendo: ¡Vamos
a subirlo!, y lo lograron porque la fe vence los obs-
táculos y el qué dirán.

Jesús no se molestó, no les llamó la atención; dice


la Biblia que “al ver la fe de ellos” declaró la palabra

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

de autoridad necesaria para que el paralítico se


levantara del lecho. Esta expresión de Jesús nos
permite probar que la fe se ve. Una de las razones
por las que no recibimos respuestas a nuestras peti-
ciones y necesidades es que no demostramos la fe.
Es posible que usted lleve mucho tiempo clamando
por un milagro, esperando que una puerta se abra en
su vida laboral, familiar, o en cualquier otro ámbito.
Con seguridad ha pedido fervientemente al Señor
una y otra vez, pero aún no ha obtenido respuesta, y
esto se debe sencillamente a que no ha demostrado
la fe, quizá la siente, pero no la ha dejado ver. Ahora
bien, se preguntará usted: ¿Cómo puedo demostrar
la fe?, o ¿qué tengo que hacer para que mi fe se vea?
La fe se nota en nuestra manera de hablar, se siente
en el tipo de palabras que
La fe se nota en utilizamos, se calibra en
nuestra manera de la forma como nos rela-
hablar, se siente en el cionamos con nuestros
tipo de palabras que semejantes, en la actitud
utilizamos, se calibra que asumimos frente a
en la forma como nuestras experiencias dia-
nos relacionamos con rias. Por ejemplo, usted va
nuestros semejantes, a una entidad en busca
en la actitud que de empleo y la persona
asumimos frente a encargada le dice que ya
nuestras experiencias no hay vacantes; sin em-
diarias. bargo, no se desanima, no

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

se da por vencido y le dice al funcionario: ¡De todas


maneras le dejo mi hoja de vida!, o sencillamente
exclama: ¡Si esta puerta se cerró, el Señor me abrirá
otra! El lenguaje de una persona de fe es diferente,
es un lenguaje motivador, entusiasta.

Las actitudes de alguien de fe son inspiradoras para


sí mismo y para los que le rodean. La forma como
una persona de fe enfrenta los problemas es diferente
y desafiante. A los cuatro hombres que bajaron al
paralítico no les importó dañar el techo, ni que al
caer el enfermo en la sala asustara a los presentes,
ellos solo tenían sus pensamientos, sus sentimientos
y sus miradas puestos en Jesús y en el milagro que
querían lograr, y lo logra-
Si quieres ver lo
ron. Alguien dijo alguna
que nunca has visto,
vez: Si quieres ver lo que
tendrás que hacer
nunca has visto, tendrás
lo que nunca has
que hacer lo que nunca
hecho. Es igual en la has hecho. Es igual en la
dimensión de la fe. dimensión de la fe.

La fe se ve aunque haya oposición


Como en muchos de los milagros realizados por Je-
sús, en esta oportunidad los escribas, que andaban
siempre husmeando por donde el Maestro iba para
criticarlo, no se demoraron en cavilar en sus cora-
zones y cuestionar la manera de actuar del Hijo de

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Dios. Tan pronto el Señor declaró: “Hijo, tus pecados


te son perdonados”, consideraron su accionar como
una blasfemia, pero Jesús aprovechó su cuestiona-
miento para ratificar y perfeccionar su obra en el
cuerpo del paralítico, demostrar su autoridad y exal-
tar la fe que había visto en los cuatro hombres que
condujeron al enfermo, diciendo: “¿Qué es más fácil,
decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o
decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para
que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en
la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A
ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”
(Marcos 2: 9-11).

Por encima de la oposición de los escribas y fariseos,


la fe siguió viéndose, ahora en el accionar del paralí-
tico quien inmediatamente se levantó asombrando
a todos los presentes que glorificaron a Dios por el
suceso. De la misma manera la fe está en nosotros,
Dios nos la ha regalado. Las Sagradas Escrituras
hablan de la fe como un don (1Corintios 12:9), y
también como un fruto (Gálatas 5:22), pero el Señor
espera que la desarrollemos y la demostremos. ¿Cómo
hacerlo?: Si su esposo es inconverso, declare que ha de
conocer al Señor y empiece a mirarlo completamente
transformado por el poder de lo alto; si su hijo tiene pro-
blemas de drogadicción, confiese su liberación y mírelo
en sujeción y obediencia a los mandamientos divinos; si
su negocio o su trabajo no están marchando como usted

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

esperaba, cambie el panorama en su mente y declare


lo que aspira disponiéndose en las manos del Señor
para transformar esa realidad; si su casa está inun-
dada de problemas, declare que esas circunstancias
están transformadas y en el nombre de Jesús confiese
lo que anhela ver en su familia. El Señor no le dejará
avergonzado ni avergonzada. Recordemos que la fe se
demuestra con nuestras actitudes, declarando dentro
y fuera de la iglesia: ¡El Señor me ha dado la victoria!

Jesús dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar y


matar y destruir; yo he venido para que tengan vida,
y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10),
pero la única manera de experimentar esta vida en
abundancia es actuando en la misma dimensión de fe
de estos hombres que bajaron al paralítico abriendo
un hueco en el techo de aquella casa en Capernaúm.
Dios no nos tiene para cosas pequeñas, es por eso
que el adversario busca la forma de destruirnos y
postrarnos, hacer de nosotros paralíticos espirituales,
seres caídos y derrotados
Dios no nos tiene
que proclamen constan-
para cosas pequeñas,
temente que las cosas
es por eso que el
andan mal; pero, como
adversario busca la
sucedió con los hombres
forma de destruirnos
del relato, Dios nos brinda
y postrarnos, hacer de
la oportunidad de demos-
nosotros paralíticos
trar nuestra fe, el anhela
espirituales…
ver que le creemos; así

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

que, permítame entregarle en nombre de Jesús la


oportunidad de entrar en ese nivel de la fe que se ve,
tómela ahora, recíbala creyendo que con ella Dios le
abrirá las puertas a una vida de bendición, porque
“al que cree, todo le es posible”

LA FE QUE MUEVE MONTAÑAS


Tradicionalmente escuchamos decir en el ámbito de
nuestras iglesias y aún en sectores de la sociedad: la
fe mueve montañas. Esto es verdad, especialmente
si tenemos en cuenta lo que Jesús declaró a los dis-
cípulos cuando notaron que la higuera que había
maldecido estaba seca: “Porque de cierto os digo que
cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en
el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que
será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”
(Marcos 11:23). Sin embargo, no es cualquier tipo
de fe la que mueve montañas.

Mueve las montañas de oposición en nuestra


vida
Las montañas hacen referencia a circunstancias
difíciles, situaciones adversas, crisis y angustias
relacionadas con enfermedades y fracasos, luchas
en todas las esferas de la vida. Una montaña es todo
aquello que se opone a nuestra realización perso-

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

nal, al alcance de propósitos y metas en la vida, a la


realización de sueños personales y familiares, a la
conquista de oportunidades y al progreso en general.
Jesús utilizó la figura del monte para describir las
barreras que impiden al ser humano a nivel moral,
espiritual y material consolidar sus aspiraciones y
ejercer su papel en el mundo. Todos llegamos a la
vida con un propósito y
Una montaña es tenemos un destino, sin
todo aquello que embargo, en el curso de
se opone a nuestra la existencia experimen-
realización personal. tamos vivencias que se
oponen a ese propósito y a
ese destino. Las montañas
surgen por doquier que
intentamos avanzar y, más aún, cuando ya estamos a
punto de lograr lo que nos hemos propuesto. Es cuando
creemos que el recorrido no ha valido la pena y que es-
tamos condenados al fracaso. El pueblo de Israel vivió
una experiencia confrontadora después de haber dado
vueltas en el desierto durante cuarenta años.

Estando a pocos pasos de la anhelada tierra prometi-


da, la tierra de la leche y la miel, los israelitas descu-
brieron asombrados que unas gigantescas murallas
rodeaban la ciudad como barreras infranqueables
que no les permitían el paso. Ellos vieron a esos mu-
ros como montañas que se oponían al alcance de su
meta. En ese momento la fe del pueblo, y en especial

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

la de su líder, Josué, fue confrontada y desafiada.


Solo dos opciones tenían: desanimarse y devolver-
se al desierto, o mantenerse firmes recordando la
promesa que el Señor les había hecho. Para bien
de todos y motivación para nosotros, se decidieron
por lo segundo manteniéndose firmes en la fe que
les había permitido llegar hasta allí, y, entonces, el
Señor los premió diciéndole a Josué: “…Mira, yo he
entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus va-
rones de guerra” (Josué 6:2), y acto seguido le reveló
la estrategia que les permitiría derribar los muros y
entrar en la ciudad. Esa fe de Josué y el pueblo, es la
fe que mueve montañas, que cambia lo negativo en
positivo, que nos saca del hueco de la desesperación
y nos pone en las alturas con Jesús.

En el pasaje de la higuera encontramos una reve-


lación que nos impulsa a confrontar el nivel de fe
que manejamos en nuestra vida diaria personal, y,
especialmente, en nuestra vida cristiana. En Marcos
11: 12-14 leemos lo que había ocurrido un día antes.
Jesús tuvo hambre al salir de Betania y vio de lejos
una higuera, pero al acercarse y no encontrar fruto
en ella, la maldijo. Al día siguiente, volviendo a pasar
por el lugar, los discípulos descubrieron que la planta
se había secado y asombrados por esto lo comentaron
a Jesús esperando una explicación. Lo primero que
el Maestro les dice ante el cuadro de la planta inerte
es: “Tened fe en Dios”. Es decir, lo que ustedes han

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E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

visto y lo que quieran lograr está condicionado a la


fe. Y paso seguido ilustra el poder y la autoridad
que pueden reposar en una persona que actúa en
la verdadera dimensión de la fe: es algo tan grande,
que ninguna montaña de obstáculos la puede disipar
y ninguna barrera la puede detener.

Mueve y desprende la raíz de nuestros


problemas
La fe que mueve montañas le habla a la raíz del pro-
blema. Le ordena al cáncer
que se seque, le habla a No olvidemos que
la migraña obligándole la fe que mueve
desparecer, le dice a las montañas le
células enfermas en cual- habla a la raíz del
quier parte del cuerpo: problema.
conviértanse en células vi-
vas. Usted puede hablarle a la raíz de sus problemas
con autoridad. Cuando el Señor le habló a la higuera
envió la palabra hasta la raíz de la planta y por eso se
secó. Todo esto es posible porque el Señor dijo: Tened
fe en Dios. La fe que mueve montañas es la que se
pone en Dios, no en el esposo o la esposa, no en los
hijos, ni en el pastor, aunque sepamos que el Señor
lo usa y lo respalda; colocamos la fe en el Dios del
pastor. Tampoco ponemos la fe en el trabajo, ni en el
dinero, ni en un talismán, ni en el brujo y la bola de

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U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

cristal; tampoco en el espiritista ni en el médico; la fe


que mueve montañas es únicamente la fe en Dios y
en su Hijo Jesucristo, porque la Biblia dice: “Puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…”
(Hebreos 12:2). Posiblemente el cómo hacerlo sea
difícil, pero a usted debe interesarle el qué; pensar
y decir que Dios puede, que Dios lo hace, que él
vendrá y se manifestará como quiera, pero lo hará.

Durante mi vida ministerial he comprobado que,


cuando la Palabra sale de mis labios y alguien la
toma, el Señor le toca y el milagro se produce debido
a la fe que esa persona deposita en Dios y su Pala-
bra. Conocí el testimonio de una mujer cuyo niño
había nacido con una deformidad en sus labios, lo
que todos conocemos como “labio leporino”. Un
día cualquiera esta madre, fiel oyente de nuestro
programa El Devocional, decidió fortalecer su fe y
basada en ella declaró: “Yo sé que cuando el pastor
mencione esta deformación, mi hijo será sano”; y
fielmente escuchó el programa esperando que su-
cediera lo que por fe ya había declarado. Pasaron
los días, las semanas, y, según su testimonio, seis
meses después de su declaración Dios puso en mi
corazón desatar sanidad a un niño que había nacido
con deformación en sus labios, y ese mismo día el
Señor hizo el milagro en el hijo de esta mujer. Ella
no menguó su fe y su confianza en Dios a pesar del

29
E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

paso de los días. Desde el primer momento en que


decidió creer confesó el milagro como una realidad
en el labio de su hijo y el Señor no la dejó avergon-
zada porque ella puso los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, y no cesó de orar esperando
el milagro aferrada a las palabras del Señor: “Por
tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed
que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24).

No hay montaña que pueda quedarse en la mitad del


camino de nuestra vida cuando le ordenemos bajo la
autoridad de la fe que mueve todo obstáculo, que se
quite. Recordemos la sentencia de Jesús: “…cual-
quiera que dijere a este monte: quítate y échate en el
mar…lo que diga le será hecho” (Marcos 11:23). Pero
esta debe ser una oración y una declaración lejana
al más mínimo atisbo de duda; ella va a venir, pero
no triunfará si mantenemos la fe en Dios. El Señor
dijo también: “Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22). El término
“todo” abarca lo que ha de ser removido conforme a la
voluntad del Padre: enfermedades, conflictos con los
hijos, crisis económica, dificultades matrimoniales,
odios, rencores, y cosas semejantes a estas.

No olvidemos que la fe que mueve montañas le ha-


bla a la raíz del problema, es una fe en Dios clara
y definida, y también es la fe que confiesa, habla,
proclama y declara. Usted tiene la oportunidad de

30
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

declarar su milagro confiando que el Señor hará


grandes cosas en su vida y en la de los suyos con-
forme a sus promesas.

LA FE SE PUEDE PROYECTAR
En los tiempos modernos, cuando los avances tecnoló-
gicos son cada vez más sorprendentes e influyentes en
las distintas esferas de la productividad, el concepto
de amplificación o proyección se hace cada vez más
revolucionario. Estamos en los primeros años de un
nuevo milenio, pero hasta hace unas cuantas décadas
el concepto de “amplificación” todavía se limitaba
a las escasas posibilidades de proyectar el sonido
de una radiola a través de unos parlantes. Hoy en
día dicha proyección sobrepasa todos los cálculos
humanos porque la tecnificación y sistematización
de los aparatos, gracias a revolucionarias investiga-
ciones de la ingeniería, así lo hace posible. A nivel
tecnológico hoy todo es prácticamente ampliable o
amplificable, pero, ¿había pensado usted que tam-
bién la fe se puede proyectar?, es decir, ¿expandirse
de la misma manera que se expande el sonido o como
se proyecta nuestra mirada en el horizonte?

En una oportunidad, estudiando las Escrituras


para preparar el tema correspondiente al programa
devocional que se transmite a diario por la cadena

31
E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

de emisoras asociadas a
En algunas nuestro ministerio, el Se-
oportunidades se ñor me llevó a Génesis 13,
hace necesario el capítulo que habla de
separarnos de alguien la separación entre Abra-
o de algo para que ham, quien en ese enton-
el Señor nos hable ces aún se llamaba Abram,
indicándonos el curso y Lot. El texto me impulsó
que debemos seguir a reflexionar acerca de las
en nuestra vida. posibilidades de amplifi-
car nuestra fe. Desde el
versículo 14 hasta el 17
leemos: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se
apartó de él: Alza ahora tus ojos, mira desde el lugar
donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al
occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti
y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descen-
dencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede
contar el polvo de la tierra, también tu descendencia
será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de
ella y a su ancho; porque a ti la daré”

Las Escrituras dicen que cuando Abraham se separó


de Lot, entonces Dios le habló. En algunas oportu-
nidades se hace necesario separarnos de alguien o
de algo para que el Señor nos hable indicándonos el
curso que debemos seguir en nuestra vida y alcanzar
lo que él ha determinado para nosotros. Damos por
hecho que Abraham obedeció, y cuando lo hizo, Dios

32
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

lo motivó a mirar hacia los cuatro puntos cardinales.


Imagino que el hijo de Ur de los Caldeos buscó un
lugar alto y su vista se perdió en el horizonte, hacia
aquel punto en el que pareciera que el inmenso
azul del cielo tocara la tierra; entonces, el Señor,
complacido por la obediencia de Abraham, le hizo
la promesa: “toda la tierra que ves será tuya y de tu
descendencia”. A través de esta experiencia, Dios
llevó a Abraham a un mayor nivel de fe. Lo desafió
a que ampliara su horizonte entre los cuatro puntos
cardinales. A veces imagino al Señor diciéndole a
este hombre: “Tú puedes amplificar tu fe mirando
más allá de lo que estás acostumbrado, y todo lo que
veas, lo daré a ti y a tu descendencia”. Es decir, que
el alcance de la bendición no dependía de Dios, sino
de lo que Abraham se atreviera a ver, y para ello solo
requería de una fe más amplia y extensa.

Todos tenemos un nivel de fe


El Señor Jesucristo vivió experiencias con sus discí-
pulos y con las multitudes que le seguían, observando
en ellos actitudes que le permitían percibir el tamaño
de su fe. Es por ello que a lo largo de los evangelios
encontramos expresiones surgidas de sus labios
como: “¡hombres de poca fe!”, “¡ni aún en Israel he
hallado tanta fe!”, “¡Oh, mujer, grande es tu fe!”, “Si
tuviereis fe como un grano de mostaza”, entre otras,

33
E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

que nos permiten concluir que todos contamos con


un nivel de fe, lo importante es estar seguros de hacer
algo con esa fe que tenemos.

En la medida en que crecemos en Dios, la fe se pue-


de ampliar. Si el año anterior usted oró para que el
Señor le concediera un millón de pesos, ahora puede
pedirle más. Si está necesitando diez millones de
pesos para cancelar una deuda, motívese a ampliar
su fe y su visión pidiéndole
el doble para que pueda
Proyectar nuestra
pagar e invertir el resto
fe demanda que
en un negocio. Si le pe-
ampliemos nuestro
dimos a Dios solo lo que
concepto de Dios y la
necesitamos, estaremos
visión que él nos ha
viviendo con una fe muy
dado.
limitada. Proyectar nuestra
fe demanda que amplie-
mos nuestro concepto de
Dios y la visión que él nos ha dado. Esto demanda
que nos levantemos por encima de las circunstancias,
miremos a todos lados para conocer los límites y nos
esforcemos a andar en la perspectiva de Dios. El Señor
le dijo a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces
y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jeho-
vá tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”
(Josué 1:9). De la misma manera el Señor nos habla
a cada uno de nosotros para que aprovechemos las
oportunidades.

34
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Esfuerzo y recompensa

Alcanzar el nivel de fe de las grandes conquistas


implica, como le tocó a Josué, una cuota de esfuerzo
cada vez mayor, pero, al fin y al cabo, la recompensa
llega para el que persevera en ello. Mire las oportu-
nidades que Dios le está dando, mire las puertas que
le está abriendo, no se quede con cosas pequeñas;
su ministerio no es para cosas pequeñas, la empresa
que Dios le ha dado no es para negocios pequeños,
su liderazgo no es para influencias pequeñas. Si
usted es alguien que tiene a sus hijos en la univer-
sidad, recuerde que dicho esfuerzo no es para que
se conviertan en profesionales comunes y corrientes,
sino para que marquen la pauta y establezcan la dife-
rencia. Todo esto es posible desde el momento en que
decidimos ampliar o proyectar nuestra fe y trabajar
conforme al plan de Dios para alcanzar cada meta
propuesta. El Señor dice en su Palabra: “Ensancha
el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones
sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas,
y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano
derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia
heredará naciones, y habitará las ciudades asola-
das” (Isaías 54: 2-3); este texto tiene que ver con la
ampliación de nuestra fe, con darnos la oportunidad
de mirar hacia el horizonte y aproximarnos, como lo

35
E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

hizo Abraham, a la magnitud de bendiciones que el


Señor ya ha determinado para nosotros.

LA FE OBEDECE
En mi concepto, el capítulo 11 del libro de Hebreos
pudiera llamarse también “el código de la fe” Cada
uno de sus versículos no solo establece pautas que
nos permiten identificar la esencia misma de la fe,
sino que, además, nos ilustra con ejemplos de per-
sonajes cuyas vidas definieron esa esencia dándole
a la fe el sentido emanado del corazón de Dios.

En el relato el autor menciona los nombres de Abel,


Enoc, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José, Moisés
y otros del pueblo de Israel, destacándose por la fe que
les caracterizó, la cual sobresalió en medio de cualquier
circunstancia. Permítame concentrarme en la vida y
experiencia de Abraham para referirme a la manera
como la fe obedece.

Dios nos pide algo para darnos mucho


Abraham era un hombre temeroso de Dios que vivía
con su esposa en Ur de los Caldeos. Esta era una
tierra pagana, idólatra, que andaba fuera del orden
divino. Un día cualquiera el Señor se le apareció
a este hombre y le dijo: “…Vete de tu tiera y de tu

36
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que


te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás ben-
dición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los
que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en
ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12: 1-3).
Dios habla a cada persona en el momento menos
esperado, de igual forma sucedió con Abraham a
quien pidió algo específico. Cuando el Señor nos
pide algo lo hace para darnos mucho más de lo que
tenemos. El plan de Dios con Abraham era hacer
de él una nación grande, y él obedeció porque,
a pesar de que en ese entonces no había radio,
ni pastores, ni Palabra escrita, ni iglesias, ni los
recursos que hoy tenemos, él contaba con lo más
valioso que puede tener una persona para acer-
carse al Padre: su fe. Por eso el libro de Hebreos,
al recordarlo, se refiere a él diciendo: “Por la fe
Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al
lugar que había de recibir como herencia; y salió
sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8).

La persona que tiene fe obedece, no cuestiona a


Dios, no le dice al Señor: No me pidas eso, o, te
equivocaste. Tampoco dice “no puedo”, sino que se
sujeta y camina en obediencia. Solo la fe nos lleva a
hacer cosas locas, nos lleva a creer lo que humana-
mente hablando no se puede, a mirar que detrás

37
E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

de las nubes oscuras hay un sol que está listo para


iluminarnos. Cuando el médico ha dicho que no,
la fe nos lleva a decir: “Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece” Cuando el cáncer ha carcomido
los huesos o los intestinos, la fe nos lleva a decir:
“Para Dios no hay nada imposible” Si estamos
agobiados por las deudas, solo la fe nos permite
decir: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro
pronto auxilio en las tribulaciones, por lo tanto,
no temeré, pagaré esas deudas, de alguna parte
vendrá el dinero”

La fe obedece lo que Dios ordena


Cada uno de los personajes mencionados en Hebreos
11 se destaca porque, de acuerdo a su fe y guiados
por ella, obedecieron en algo específico a Dios. No
hicieron preguntas, no cuestionaron lo que el Señor
les pedía, tampoco murmuraron al respecto con otras
personas, sencillamente, obedecieron.

Todo parte de una decisión personal de agradar el


corazón del Señor, sin cuestionarlo por lo que nos
pide que hagamos. Usted y yo estamos llamados a
tomar a Abraham como modelo de obediencia, y si
así lo hacemos, la bendición vendrá.

LO GRANDE DE LA FE

38
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Como mencioné anteriormente, el capítulo 11 de


Hebreos lo identifico como “el código de la fe”. Es
en él donde nos permitimos descubrir lo interesante,
necesario, agradable y retador que es este tema. No
es que la Biblia no contenga otros textos alusivos a
la fe, sino que en este capítulo encontramos su ma-
yor riqueza, especialmente, por la manera como el
autor de la carta, de manera clara y profunda, nos
confronta y nos motiva a inspirarnos en los persona-
jes que menciona para, al igual que ellos, movernos
con sentido y propiedad en los ámbitos de esa fe que
agrada a Dios.

Penetra lo invisible
El primer versículo del capítulo dice: “Es, pues, la
fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve”. Los conceptos “certeza” y “convicción”
mencionados en el texto hacen referencia a la firmeza
de un principio de conocimiento en nuestra mente, y
en nuestro corazón, por consiguiente, se trata de algo
que afecta el devenir de la vida, pero de manera es-
pecial nuestro presente. El ayer ya pasó, el mañana,
aunque es importante, sólo el Señor sabe si llegará.
Lo único que tenemos es el presente, de tal modo
que nuestros pensamientos e ideales deben estar
sujetos a este presente; decir, por ejemplo: hoy ten-
go la certeza de que ese negocio se confirmará, hoy
39
E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

tengo la convicción de la
Por la capacidad de aprobación del crédito;
meterse en el ámbito hoy creo en la conversión
de lo invisible, la fe de mi familiar; hoy me
es un arma poderosa levanto del letargo en el
que afecta el hoy y el que he estado y decido
mañana.
avanzar a conquistar algo
nuevo para mi vida.

Solo cuando hemos movido la fe en relación con el


hoy, podemos influir en nuestro mañana o nuestro
futuro, entendiendo también que “la fe es la certeza
de lo que se espera”, de lo que vendrá; es decir, de
aquello que ya está en los planes de Dios para mi
vida. Este tipo de fe afecta el mundo invisible, por
eso el autor dice también que “la fe es la convicción
de lo que no se ve”. Nuestra fe penetra en el mundo
invisible para hacer posible lo que anhelamos ver.
Cuando Dios dijo “hágase la luz”, se metió en el
mundo invisible; de igual forma hizo cuando dijo
“prodúzcase la tierra, y los mares produzcan toda
clase de peces”. Por la capacidad de meterse en el
ámbito de lo invisible, la fe es un arma poderosa que
afecta el hoy y el mañana.

Permite un buen testimonio


“Porque por ella alcanzaron buen testimonio los an-

40
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

tiguos” (Hebreos 11:2). Cada paso de fe que dieron


los personajes mencionados en el capítulo 11 de
Hebreos fue una señal de su relación con Dios. Esto
debe motivarnos a vivir con la seguridad de que el
Señor nunca nos dejará avergonzados porque él sabe
que daríamos mal testimonio.

Los personajes descritos a lo largo del capítulo, in-


cluyendo a Jocabed y a Rahab la ramera, movieron
el mundo de su presente y el de su futuro agigan-
tándose en la fe. De la misma manera todos nosotros
estamos llamados a dejar huellas en este mundo que
reten a los demás y proclamen la gloria de Dios.
Recordemos la expresión de Jesús en Marcos 11:22
“…Tened fe en Dios”, esta es la fe genuina que nos
permite alcanzar un buen testimonio.

LA FE NOS ABRE EL CAMINO


Todos los personajes destacados en Hebreos 11, fue-
ron conducidos por Dios a un nuevo nivel de realiza-
ción personal y de grandes conquistas para su vida y
para su pueblo. El Señor les abrió el camino para
que pisaran nuevas tierras y vieran el cumplimiento
de promesas. La manera como se mencionan en las
Escrituras en relación con su andar en fe, me permi-
te imaginármelos como cuando un padre toma a su
hijo que aún no puede caminar y le coloca los pies
41
E D U A R D O S . C A Ñ A S E S T R A D A

en la tierra tomándolo de
La fe es el bastón las manos para ayudarlo
o soporte que nos a dar sus primeros pasos,
permite apoyarnos porque la fe es ese bastón
en Dios. o soporte que nos permite
apoyarnos en Dios.

Así lo hicieron esos paladines y también lo hicieron


otros líderes influyentes destacados a lo largo de las
Escrituras. Esa es la seguridad que el Señor espera
de cada uno de nosotros, la cual se consolida cuando
creemos a sus promesas y a su Palabra, porque la fe
nos abre el camino. Posiblemente las cosas se vean
mal hoy, pero la fe hará que mañana todo se vea di-
ferente. Quizá hoy usted se encuentre postrado en
el suelo de las circunstancias preguntándose “¿por
qué?”, pero si se mantiene creyendo, mañana verá
la gloria de Dios. El Señor espera que nos vistamos
de fe y creamos a sus palabras, descansemos en sus
promesas seguros que él nos levantará y nos pondrá
en un nivel más alto; no olvidemos que Pablo dijo a
los Corintios: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva
siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de
nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su cono-
cimiento” ( 2 Corintios 2:14). En otras palabras, las
cosas negativas que a veces experimentamos vienen
para destruirnos, pero si aún estamos vivos, tenemos
oportunidades delante de nosotros. Todo comienza
con la decisión de levantarnos día a día dispuestos

42
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

a dar los pasos de fe necesarios para abrir caminos


en medio del desierto mirando a Jesús quien en la
cruz nos dio la victoria completa.

PRINCIPIO DE FE No. 1
“La fe trasciende el límite de los sentidos humanos
para actuar conforme a los sentidos de Dios”

43
U N A L L U V I A G R A N D E S E O Y E

Bibliografía

La Santa Biblia. Reina-Valera 1960. Editorial Vida, 1992.

Biblia de Estudio Pentecostal. Reina-Valera 1960. Editorial


Vida, 1993.

Santa Biblia. Nueva Versión Internacional. Editorial Vida.


Sociedad Bíblica Internacional, 1999.

Cunningham, Gene. Las Bases de la Fe. American Inland


Misión, 1993.

Sproul R.C. Las Grandes Doctrinas de la Biblia. Editorial Unilit,


1996.

Prince, Derek. El Manual del Cristiano Lleno del Espíritu.


Editorial Carisma, 1995.

Evans, William. Las Grandes Doctrinas de la Biblia. Editorial


Portavoz, 1974.

Hagin Kenneth Jr. El Plano para Edificar Una Fe Fuerte. Faith


Library Publications, 1998.

Hagin Kenneth Jr. La Fe Retoma lo que el Diablo ha Robado.


Faith Library Publications, 1999.

Pearlman, Myer. Teología Bíblica y Sistemática. Editorial Vida,


1992.

Hagee, John. The Seven Secrets (Los Siete Secretos). Charisma


House, 2004.

225
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