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La agitación
política es perfectamente compatible con que no
cambie nada"
El filósofo se pregunta en Comprender la democracia por qué la actualidad política resulta
tan confusa para los ciudadanos y cómo afecta esto al sistema representativo
El volumen forma parte de una serie de ensayos breves y divulgativos que arrojan luz sobre
aspectos clave de la organización social, como el funcionamiento de las elecciones o la
corrupción
R. Bueno, es que de hecho ya es así. Nos guste o no nos guste, la gente más
cualificada, con mayor acceso a los centros de creación de opinión y poder,
de hecho ya influye más que la menos cualificada. Lo que un sistema
democrático implica es la corrección de este privilegio de los
supuestamente más sabios o poderosos. Pero el principal argumento para
esto es que, aunque se diga que la política debería estar hecha por los
mejores, primero: ¿cómo los identificamos? ¿Qué criterios hay para
establecer que uno es mejor que otro para acceder a un cargo de Gobierno?
Y, segundo, suponiendo que hubiéramos acertado y estuvieran los mejores
en el Gobierno, ¿se gobernaría mejor? Tengo mis dudas. Y por si fuera
poco tenemos experiencias históricas de crisis –la más reciente, la de
2008— que han sido causadas por errores de los expertos. En la crisis
económica hubo muchos fallos de muchas gentes, pero hubo malísimas
previsiones por parte de agentes económicos que se suponía que tenían
unos mecanismos de anticipación del futuro que superaban a todos los
demás.
R. Si recordamos aquello de que para educar a un niño hace falta una tribu
entera, algo parecido podríamos decir aquí: para educar a un ciudadano o
una ciudadana, hace falta una tribu entera. Es decir, hace falta una
comunidad política entera actuando en un sentido adecuado: hacen falta
unas instituciones educativas, unas familias, unos medios de comunicación
que colaboren en esa dirección. Por tanto, aunque a mí me parece una idea
estupenda, y siempre lo he defendido, que haya asignaturas concretas en el
currículum educativo que enseñen a nuestros hijos e hijas la organización
de las instituciones, me parece que eso es una parte nada más de la
solución. Se aprende de política cuando uno va y ve cómo sus padres hacen
la compra, porque con el carro de la compra se hace política. Se aprende de
política cuando, en la familia o en el colegio, uno ve de qué manera se
configura la relación con aquellos que no piensan como nosotros. Y por
supuesto se aprende mucho de política, o se desaprende, en lo que uno
encuentra en los medios de comunicación. Cómo tratan la política, qué tipo
de mensajes, qué tipo de emociones nos transmitan es decisivo para nuestra
formación.
R. Sería un mal negocio. Pero yo creo que hay una salida: que nos
formemos en ideas integradoras y abiertas al diálogo, no en sectas o tribus y
en contenidos ideológicos incapaces de ser negociados con quienes no
piensan como pensamos nosotros. Si nos formamos políticamente en modos
de pensar más abiertos, probablemente ese sesgo sectario no se suscite.
R. Por ejemplo. O a mí me decía una vez hace años Javier Solana que, si
cuando él tenía que negociar en su momento tratados internacionales,
hubiera habido los mismos criterios de transparencia y publicidad que hay
ahora algunos de ellos no se hubieran podido alcanzar nunca. Y
probablemente en la crisis catalana, por poner un ejemplo evidente, lo que
ha habido es una excesiva exposición de los agentes públicos y una
carencia prácticamente absoluta de espacios discretos de negociación.