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Maestría en Docencia

Modulo: Profesionalización docente

Sesión 2. Conceptos jurídicos


fundamentales. Hacia la valorización
de la práctica docente

Ensayo: Influencias del pasado

Grupo: “10T"

Nombre del asesor: Claudia Erika


González Gómez

Nombre del estudiante: Ivonne Ruiz


Martínez

17 de marzo, 2019
Introducción
El oficio de ser maestro, como lo dice Agnes Heller, no se centra únicamente en la
enseñanza, sino por la interrelación que ésta mantiene con las dimensiones social,
cultural, institucional y profesional. Las contradicciones y contexto en las que se
desenvuelve obligan a considerar más allá de la práctica docente al sistema
educativo del que forma parte.

La educación como discurso propone las finalidades éticas como expresiones de


valor y aspiraciones de dignificación humana. El maestro es convocado, a través de
los tiempos, a gestar en el proceso vital de las personas las condiciones de su
sujeción a los fines sociales, mediante un proceso al que se le ha denominado
educación o formación, que señala los límites ético-políticos a su propia práctica
profesional.

La sociedad valora al maestro desde los mismos parámetros que él suscita y


propone como procesos y estructuras de formación de los sujetos y los reconoce
como maestro en tanto representa y expresa los valores socialmente reconocidos
en el espacio de su propia práctica educativa.

En este escrito se comparten reflexiones entorno al tema de la valoración de la


función docente.
Desarrollo

La función del maestro, tal como la conocemos hoy, no ha existido siempre.


Realmente los maestros, si bien desde antiguo han cumplido la misma función
sustantiva de transmitir la cultura heredada a las jóvenes generaciones, no
siempre lo han hecho en el marco de las mismas exigencias sociales, ni tampoco
han tenido siempre ante la sociedad la misma responsabilidad que hoy se les
exige.
Tradicionalmente la vocación ha estado indisolublemente unida al maestro y el
enseñar se ha considerado un arte. Estas dos ideas, que gozaron de unanimidad
durante mucho tiempo y que permanecen todavía en la mente de muchas
personas, han evolucionado obligatoriamente con los cambios sociales. En el
estudio de la vocación docente versus profesión se entremezclan dialécticamente
elementos que han influido y están influyendo en el quehacer profesional del
profesorado.

Son muchos los que subrayan la importancia de la vocación en cualquier actividad


profesional, tanto por razones de un mayor rendimiento en el trabajo como para
evitar fracasos personales en el desempeño. Creen que la vocación determina las
personas más adecuadas para una profesión y que existe la profesión más
conveniente para cada persona. Del mismo modo, para acceder a una profesión
se deben poseer unas cualidades o aptitudes previas y en la elección de un
trabajo hay que tener en cuenta la vocación. Sólo se es un verdadero profesional
cuando se tiene vocación (GICHURE, 1995: 210).

En el caso de la enseñanza es evidente que se necesitan determinadas


competencias para desempeñarla con corrección y que no todas las personas
están capacitadas para ejercer estas funciones. García Garrido (1999: 436) resalta
que “no todo el mundo sirve para esta profesión, en contra de lo que tan a menudo
se cree; hace falta tener el perfil personal adecuado”. Aunque, ciertamente,
tendríamos que añadir que el perfil docente demandado está al alcance de todos
los que deseen dedicarse al magisterio con voluntad, conocimiento y desempeño
ético. Y aunque la vocación influya en el rendimiento y satisfacción laboral, no
puede deducirse que su ausencia sea la causa directa del fracaso de la escuela,
porque en el sistema educativo existen otros factores más influyentes en los
aprendizajes deficientes, la insatisfacción o el absentismo escolar. Además no sólo
se nace con vocación, sino que hasta se puede perder cuando se idealiza
desmesuradamente la docencia.

Considero que la vocación y la moral perduran como características del profesor


moderno, me muevo en una institución pequeña, conformada por 12 docentes y
podría decir que la vocación y la moral están presentes en un 50 %, como
estudiante y sin afán de hablar mal de los maestros, son pocos los que recuerdo
marcaron mi vida, en la universidad me sentí frustrada, no fue lo que yo esperaba,
lo que debía ser, me sentí sin armas al egresar, pero vocación y moral es algo que
sí debería perdurar en los docente ya sea si se da forman innata o adquirida, creo
que sin estos dos elementos es imposible amar la docencia, porque el amor se
demuestra con hechos y no tan sólo con un documento llamado “título
profesional”, recordemos que ser docente no es sólo poseer conocimientos de la
disciplina que se imparte, se debe tener cualidades que permitan que esos
conocimientos caigan como agua fresca en un campo que parecía infértil.
Nadie debería estar frente a un grupo sin sentido de; responsabilidad, entrega,
amor y ganas de dar siempre un extra a la labor.
Yo concibo al docente como un andamio, ni el docente lo sabe todo ni los alumnos
no saben nada, se debe estar en la capacidad de reconocer que somos guías y
que junto a los alumnos pretendemos llegar a ciertas metas. En todo tiempo ha
habido malos, regulares, buenos y excelentes docentes, no creo que ser bueno o
malo sea específico de una época. Pero si hablamos de la percepción social que
se tienen hoy en día de los educadores, podemos decir que es seriamente
negativa, la sociedad espera y cree que el docente debiera ser la solución a los
problemas sociales que enfrentamos, si los jóvenes son altaneros, vándalos o
desinteresados por la educación muy probablemente se debe a que tiene malos
maestros, los padres hoy en día sólo están para juzgar al maestro, en ningún
momento piensan que la educación de sus hijos en primera instancia es su
responsabilidad, envían a los jóvenes a las escuelas y se desafanan del procesos
educativo, cuando la educación no se ve reflejada en sus hijos, creen que el
docente no ha hecho bien su trabajo y por tanto tenemos estudiantes creyendo
que el profesor es su empleado.

En mi opinión, aunque es cierto que en las últimas décadas la figura del docente
ha perdido poder y autoridad dentro de las aulas, ello no debería suponer ningún
impedimento a que fuesen respetados tanto dentro como fuera del aula. La
principal razón es que un docente no debe dirigir el proceso de enseñanza y
aprendizaje de forma autocrática, sino que debe ser un modelo de conducta a
seguir y un guía hacia el conocimiento.
A este respecto, considero que para reforzar la figura del docente en la sociedad y
en las aulas deberíamos seguir el camino de aquellas culturas en las que se
valora el esfuerzo, la sabiduría y el comportamiento recto, como es el caso de
numerosas culturas asiáticas influenciadas por la confusión, en las que los
docentes son figuras respetadas solo por debajo de los emperadores.
Sin embargo, el camino hacia un cambio tan profundo en nuestra sociedad sería
arduo y requeriría de una visión política mucho más allá de los tiempos que marca
nuestra democracia moderna y el sentido de responsabilidad de nuestros políticos.
Por lo tanto, parece que el único camino posible para que este cambio se
convierta en una realidad puede ser la reflexión crítica que hagan las sociedades
occidentales al darse cuenta de que su mayor desventaja comparativa con otras
culturas radica en su excesivo, individualismo.

No considero que no existan docentes excelentes sin haber cursado los estudios
correspondientes, pero sí creo que los maestros deben de tener las bases de la
pedagogía, considero que entre más conocimientos se tengan al respecto, mejor
se puede hacer una clase o aplicar las estrategias necesarias para que este se dé.
Está bien que se exijan perfiles, pero también creo que tener una especialización
hace que esa clase sea realmente fructífera, por ejemplo un maestro de inglés,
que es un licenciado en lengua inglesa, y cuanta con un posgrado en docencia,
considero que tiene mayores herramientas para dar una mejor clase, que alguien
que solo estudió sólo una de ellas, y seguro estoy que el docente entre más
estudios cuente se puedan pagar sueldos más altos y si la escuela no es capaz de
poder pagarlos, siempre existen colegios privados que sí lo harán.
Conclusiones

La educación es una acción inminentemente humana, es por ello que los docentes
son grandes humanos. Terminaremos concluyendo que la actividad docente es
una profesión con vocación, una profesión de valores como afirma Esteve (2009:
26). Hay que señalar que la enseñanza y el aprendizaje cobran otra dimensión
profesional en las organizaciones y en la sociedad del conocimiento. Aunque con
frecuencia se hayan intercambiado los términos y prevalezca la profesionalidad,
en ésta se incluye el vocacionalismo o compromiso personal para actuar como
profesional, conociendo las exigencias de la tarea, sus conocimientos específicos,
actuando éticamente y con la capacitación adquirida a través de la práctica, que
va unida al porqué y al cómo. La asistencia a los demás y la preparación
profesional del docente no son excluyentes, sino equilibradamente necesarias
donde no es suficiente con el querer. Si antes la vocación necesitaba de la
profesionalidad, ahora la profesionalidad precisa vocación. La idea general es que
para la enseñanza se requiere una cierta vocación, pero reconvertida y
actualizada a los parámetros que corresponde a un ambiente de pluralismo ético y
moral.

Referencias bibliográficas

• Arnaut, A. (2004). “El sistema de formación de maestros en :México"


Continuidad, reforma y cambio. México: sep (Cuadernos de Discusión).
• GICHURE, C. W. (1995). La ética de la profesión docente. Estudio introductorio
a la deontología de la educación. Pamplona: Eunsa.
• MARTÍNEZ BONAFÉ, J. (1995). “El profesorado en el tercer milenio”.
Cuadernos de Pedagogía, 240, 23– 28.

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