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2007
Acerca de las condiciones de posibilidad
para la integración y el diálogo
entre culturas diversas.
Un aporte al debate sobre la interculturalidad.
Adriana Arpini
UNCuyo - CONICET
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casos un abandono- de su potencial crítico y una reducción a su dimensión puramente
instrumental, técnico-funcional. Frente a esto cabe preguntarse, como lo hace Fidel
Tubino al analizar el caso del Perú, ¿qué hacer para que el discurso y la praxis del
interculturalismo ganen terreno en la agenda oficial sin perder su potencial crítico y
liberador? (Cfr. Tubino, F., 2005).
Raúl Fornet-Betancourt ha señalado que por interculturalidad no debe
entenderse una posición teórica en que las culturas se consideran entidades
espirituales cerradas. Al contrario,
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«sociedad de consumo» que practica una «cultura del consumo», y una
«sociedad marginal» que ha desarrollado una «cultura de la pobreza»?,
¿será posible una autocrítica cultural que parta de las mismas culturas para
alcanzar alguna forma de interculturalidad?, ¿pero tendrá sentido?" (Roig,
A., 2004: 163).
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Formas de racionalidad, conflictividad y «sujetivación» como
supuestos del debate sobre la interculturalidad.
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poder en las que los agentes luchan y negocian desde sus posiciones relativas para
definir los límites de campos específicos (Cfr. Bourdieu, R, 1997). Pero todos
estos conflictos se han vuelto más complejos en la medida que se encuentran
atravesados y determinados por la forma que en nuestros días adquiere el conflicto
principal entre lo local y lo global. Sobre todo si se tiene en cuenta que lo global
no es el resultado de acuerdos alcanzados mediante el ejercicio de una racionalidad
dialógica que atiende a fines objetivos, sino la consecuencia de la expansión a
nivel global de un cierto localismo que procura satisfacer sus intereses de
autoconservación pretendidamente universales.
3 - La integración y el diálogo intercultural requieren la construcción de
casos de igualdad, no mediante la asimilación, sino como resultante de procesos
de «sujetivación». Es decir mediante la construcción de un «nosotros» que no es la
mera suma de individuos, sino que emerge de la relación de un «yo» con «otros».
El sujeto es, como ha sostenido Yamandú Acosta, "el lugar de la crítica radical",
"en cuanto trascendentalidad inmanente a estructuras, sistemas e instituciones a
través de los cuales se constituye y afirma, pero que libradas a su propia lógica,
especialmente cuando se apuesta a ellas ("todo al Estado", "todo al mercado"),
terminan finalmente negándolo" (Acosta, Y., 2005: 274). Es decir, el sujeto se
define por un plus de exterioridad respecto del sistema al cual pertenece. En virtud
de esa exterioridad fundante, el sujeto tiene la posibilidad de autodeterminarse
frente al sistema y a sus leyes e interpelar las instituciones vigentes desde su
condición de ser humano: «sujeto corporal de necesidades». Al delegar en las
instituciones la construcción del orden, éstas se .totalizan y los sujetos devienen
objetos dentro de una lógica regida por el cálculo de beneficios y la eficacia. El
proceso de sujetivación consiste precisamente en la posibilidad de autoafirmación
mediante la interpelación del orden vigente, en perspectiva instituyente, para generar
cambios basados en el reconocimiento de la propia subjetividad y en el pleno
ejercicio de derechos individuales y colectivos, lo que implica la inclusión de los
excluidos de tales derechos.
La existencia de formas de racionalidad diferentes, la presencia de conflictos
y tensiones entre práctica heterogéneas de organización de la vida y la posibilidad
de construir casos de igualdad mediante procesos de sujetivación son cuestiones
que han merecido la atención de diferentes pensadores latinoamericanos; quienes,
preocupados por la realidad política, social y cultural de sus países, las han trabajado
con diferentes registros epocales. Tal es el caso de José Carlos Mariátegui, cuyos
estudios sobre la realidad peruana tomamos como ejemplo y apoyo de nuestra
argumentación.
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interpretativa, pero adaptándola a la realidad estudiada. Su distanciamiento de la
ortodoxia marxista surge de la complejidad del asunto abordado, que le obliga a
desmontar dicotomías establecidas. En efecto, en la realidad peruana, más que
proletarios y burgueses se encuentra con indios y gamonales. El problema nacional
es, entonces, un problema de integración de la diversidad; es decir, pasa por la
incorporación de las masas populares marginadas -por sus características raciales,
sus formas tradicionales de reproducción de la existencia, su lengua, su cultura, su
religión- a la construcción de la nacionalidad. El planteo comienza por el
reconocimiento de la heterogeneidad, que no es sólo cultural, sino material e histórica.
En sus ensayos sobre "El problema del indio" y "El problema de la tierra",
Mariátegui sostiene que los estudios:
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La Revolución de Independencia, aun cuando aprovechó el apoyo de la
masa indígena y algunos indios ilustrados participaron en su gestación, no significó
una transformación de esa racionalidad instrumental. Si bien el programa liberal
de la Revolución comprendía la redención del indio, no hubieron gobernantes
capaces de actuar las disposiciones correspondientes, que quedaron como letra
muerta.
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"El medio económico social condiciona inexorablemente la labor del
maestro. ... La escuela moderna es incompatible con el latifundio feudal.
La mecánica de la servidumbre anularía totalmente la acción de la escuela,
si esta misma, por un milagro inconcebible dentro de la realidad social,
consiguiera conservar, en la atmósfera del feudo, su pura misión
pedagógica". (Ibídem: 43).
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carrada e intocable, donde el individuo queda subsumido en el todo -como sucede
en los fundamentalismos religiosos o en las ideologías culturalistas-. Una
consideración de la cuestión en términos de reconocimiento y redistribución puede
contribuir a su esclarecimiento.
4 La problemática es trabajada desde distintos ángulos y con diferente sustento teórico, entre otros,
por Haberlas, Jürgen, Die Einbeziehung des Anderen. Francfort, Suhrkamp Verlag, 1996, (La
inclusión del otro. Estudios de teoría política, Traducción de Carlos Velasco Arroyo y Gerard
Vilar Roca, Barcelona, Paidós, 1999, especialmente el capítulo: "La lucha por el reconocimiento
en el Estado democrático de derecho"). Honneth, Axel, KampfumAnerkennung. Zur moralischen
Granwnatik sozialer Konflikte. Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1992, (La lucha por el reconocimiento.
Por una gramática social de los conflictos sociales, Traducción de Manuel Ballesteros, Barcelona,
Crítica, 1997); Fraser, Nancy y Axel Honneth, Umverteilung arder Anerkennung?, Frankfurt,
Suhrkamp Verlag, 2003, (¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político filosófico,
Traducción de Pablo Manzano, Madrid, Ediciones Morata, 2006); Taylor, Charles,
Multiculturalismo y "la política del reconocimiento". Ensayo de Charles Taylor. Comentarios de
Amy Gutmann, Steven C. Rckefeller, Michael Walter y Susan Wolf. Traducción de Mónica Utrilla
de Neira, México, Fondo de Cultura Económica, 1993. Rocoeur, Paul, Caminos del reconocimiento.
Tres estudios. Traducción de Agustín Neira. México, Fondo de Cultura Económica, 2006. También
el debate recogido por Castro-Lucic, Milka (Editora), Los desafíos de la interculturalidad.
Identidad, política y derecho. Santiago, Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la
Universidad de Chile, LOM, 2004.
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estructural de la sociedad se utilizan conceptos normativos que permiten diagnosticar
sus tensiones y contextualizar sus luchas. La cuestión que subyace a la alternativa
planteada entre reconocimiento y redistribución está vinculada al manera de
concebir la sociedad capitalista:
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a la injusticia consiste, por tanto, para Fraser, en la eliminación de los impedimentos
para la paridad participativa. Es decir que se apunta a una reestructuración
económica que garanticen sus condiciones objetivas y a la institución de normas
que puedan satisfacer los requerimientos intersubjetivos m e d i a n t e la
desinstitucionalización de patrones de valor cultural que impiden la paridad
participativa. Dicho en términos políticos, la exclusión y la marginación pueden
remediarse removiendo los obstáculos que dificultan la democratización.
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social. Abismo que impediría la superación entre particularismo contextualista y
universalismo formalista.
Para Honneth, la experiencia de la injusticia social se produce ante la
negación de lo que se considera como un reconocimiento legítimo. En este sentido,
la desventaja económica y la degradación cultural derivan de la diferente perspectiva
desde la que los sujetos experimentan la falta de respeto o humillación social. En
el orden social capitalista liberal se diferencian tres esferas de reconocimiento,
consecuentemente el contenido de lo que se considera justo se mide por los
diferentes tipos de relaciones sociales entre los sujetos: si ello implica una relación
configurada en base al amor, el principio de necesidad tendrá prioridad; en las
relaciones configuradas según el derecho, el principio de igualdad poseerá la
prioridad, y en las relaciones cooperativas entre sujetos que interactúan socialmente,
la tendrá el principio del mérito. Sin embargo Honneth tiene reservas respecto del
valor social del reconocimiento tal como surge de las morales procedimentales de
la participación discursiva. "La legitimidad moral del orden social ... no depende
solamente del grado de inclusión de discursos prácticos y de sus correspondientes
resultados, sino del cumplimiento de expectativas de otra índole en el
reconocimiento social ..." (Honneth, A., 1997: 104). En efecto, así como en la
esfera del amor, el reconocimiento depende de la presencia corporal del otro
ocasional -padre, madre, amigo, hermano- en la atención de las necesidades, y en
la esfera del derecho depende de cualidades generalizables que constituyen a los
sujetos como personas capacitadas para obrar autónoma y responsablemente con
referencia a un sistema axiológico dentro del cual esas cualidades son valoradas,
así también, en la esfera de la valoración social, las cualidades y facultades concretas
pueden ser referidas positivamente a los sujetos en el marco de valores compartidos
en que adquieren significado las contribuciones de las cualidades personales para
la vida de otros. Aquí el concepto rector es la «solidaridad».
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concepción de justicia social. Pueden preverse diferentes tipos de conflictos según
se ponga en discusión la aplicación justa de alguno de los principios mencionados.
Entre ellos, los conflictos de distribución pueden ser interpretados como un tipo
específico de lucha por el reconocimiento en que se discute la evaluación adecuada
de las contribuciones sociales de los individuos y los grupos.
Ahora bien, la estructura de las condiciones de posibilidad del reconocimiento
cambia de conformidad con el proceso histórico. Tanto el proceso de individuación
como el de inclusión social están íntimamente relacionados en cuanto a las
posibilidades de incrementar el reconocimiento social. Cada principio de
reconocimiento tiene un "exceso específico de validez" cuya significación
normativa se expresa mediante la lucha constante con respecto a su aplicación e
interpretación adecuadas. Esta dialéctica de lo general y lo particular permite esbozar
una teoría de la justicia que puede utilizar el exceso de validez de los principios de
reconocimiento contra la cristalización de una cierta interpretación social,
provocando, así la expansión de las esferas de reconocimiento.
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identificación. De modo que los medios que se instrumentan para la superación de
las injusticias cometidas contra los pueblos indígenas carecen de sentido si atienden
a aspectos aislados, sean materiales, jurídico, educativos. Dicha superación será
posible como resultado de un proceso histórico, llevado adelante por los mismos
interesados, de luchas por el reconocimiento planteadas desde las exigencias de
dignidad personal en tanto sujetos de necesidades, de igualdad en tanto sujetos de
derecho -autónomos y responsables-, y de valoración social en razón de sus
contribuciones solidarias a la consecución de fines compartidos. Dado que las
situaciones de injusticia existentes en las sociedades contemporáneas se expresan
como demandas por el reconocimiento tanto en la dimensión material -v.gr.
reclamos por redistribución- como en la dimensión simbólica -v. gr. reclamos
basados en la aceptación de identidades y prácticas socio-culturales diversas-; es
necesario apelar al análisis de la tensión entre redistribución y reconocimiento, a
fin de obtener una comprensión actualizada de las mismas.
La aproximación al debate entre Nancy Fraser y Axel Honnefh, acerca de la
relación entre reconocimiento y redistribución en orden a la reparación de
situaciones de injusticia en las sociedades contemporáneas, nos permite acceder a
ciertas categorías, capaces de iluminar la complejidad de la práctica social. Así, la
categoría de «paridad de participación», propuesta por Fraser, considera tanto las
condiciones objetivas (referidas a la redistribución de bienes que aseguran medios
de vida digna), como a las condiciones intersubjetivas (que aseguran el derecho a
tener «voz» en la discusión de los asuntos comunes). Si bien esta categoría significa
una ampliación en la consideración de las condiciones de posibilidad para
participación en la discusión pública de los intereses comunes, planteando no sólo
condiciones formales, procedimentales, de la argumentación, sino también
condiciones materiales de la paridad de participación, sin embargo, resulta
insuficiente para comprender la gramática de los conflictos sociales que surgen de
la negación o carencia de reconocimiento legítimo, ya sea en la dimensión persona^
jurídica o social.
La explicación de Honneth, realizada desde la perspectiva de una teoría
crítica de la sociedad, tiene como punto de partida la afirmación de que las injusticias
sociales se producen por la negación de alguna forma de reconocimiento legítimo,
ya sea en la esfera de la relaciones interpersonales configuradas en base al amor y
la satisfacción de las necesidades, ya sea en la de las relaciones jurídicas dispuestas
sobre el principio de igualdad formal, ya se en las relaciones sociales organizadas
en base al principio rector de la solidaridad. De modo que el reconocimiento, en
sus diversas manifestaciones, constituye, en cuanto núcleo normativo, la condición
de posibilidad de la interacción social y de la justicia. Honneth nos provee
herramientas para llevar adelante, según la exigencia de Mariátegui, un análisis
complejo de las luchas por el reconocimiento. Y nos permite dar un paso más en
orden a interpretar estas luchas como «procesos de sujetivación».
En efecto, las posibilidades del diálogo intercultural, así como las peripecias
de la integración social y regional, implican llevar adelante acciones que amplíen
las condiciones de la justicia, presionando sobre los límites de las formas instituidas
de reconocimiento. En el plano legal, mediante la apelación a los Derechos
Humanos, como ámbito interpersonal en que se plantea la exigencia de mutuo
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reconocimiento de la propia dignidad como «sujetos corporales de necesidad». En
las dimensiones social y política, mediante la exigencia de justicia social, a partir
del reconocimiento de los aportes diversos a la consecución de objetivos comunes,
a través de la cooperación solidaria. En cuanto proceso de sujetivación, el
reconocimiento no es algo que se otorga, sino que se conquista, es el resultado de
una lucha para ampliar los espacios sociales, políticos y culturales de integración
y diálogo, llevada adelante por los afectados por situaciones de minusvaloración,
invisibilización o desconocimiento. En cuanto proceso de sujetivación, la lucha
por el reconocimiento comienza por un acto de autovaloración, de afirmación de
sí y de las propias necesidades. Afirmación capaz de liberar el potencial creador
desde la diversidad.
BIBLIOGRAFÍA
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