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Parusía

Se trata de la venida de Cristo en poder y en gloria al final de la historia, es el día de nuestro


Señor Jesucristo y, representa el juicio escatológico, consumación de la obra salvífica ya
incoada, manifestación triunfal. Es empleado por el apóstol Pablo y lo toma del griego, del
verbo páreimi (estar presente, llegar). Era utilizado en la época imperial, para referirse a la
llegada del césar, y era tan trascendental que podía dar lugar a una nueva era.

El texto de 1 Ts 4, 13-18 es la descripción más directa y completa de la parusía. Posee rasgos


típicos de la apocalíptica judía. También puede emplear otros términos que se asemejan en
su significado.

El término epiphaneía sustituye en las Cartas Pastorales el término Parusía. Que se refiere
indistintamente a:
1. la primera aparición histórica de Cristo, la encarnación (2 Tm 1, 10; Tt 2, 11; 3, 4)
2. Su venida final (1 Tm 6,14; 2 Tm 4, 1.8; Tt 2, 13

Este antecedente escriturístico es la distinción que más tarde harán los Padres de la Iglesia
sobre la doble venida del Salvador, e insinúa el carácter escatológico del tiempo, a partir de
su nacimiento hasta su última manifestación.

Signos de la Parusía
1. Prueba final de la fe (Lc 18,8 Mt 24, 12)
2. Seudomesianismos en que el hombre se glorifica asimismo colocándose en lugar de
Dios y de su Mesías venido en la carne. (Cfr CEC 675; 2 Ts 2, 1ss)
3. La predicación del evangelio a todas las naciones (Mt 24, 14)
a. Cuando las comunidades tomen conciencia y logren ver la gloria de Cristo,
es cuando, podrá llegar la manifestación gloriosa de Dios.
4. La conversión de Israel (Pueblo que espera en Dios) (Rm 11, 25ss)

La fórmula “el día del Señor” o más sencillamente “el día”: es la expresión que con mayor
frecuencia designa la parusía. Ha nacido de la transposición cristológica “el día de YHWH”,
empleado en el Antiguo Testamento.

No hay, pues, dos venidas, sino una única venida, la encarnación, a partir de la cual la
presencia de Cristo se va desplegando históricamente, de la kénosis del Jesús–siervo al
señorío de Cristo resucitado, hasta la “Epifanía” o “Apocalipsis” de esa condición señorial
en la parusía. Cristo no se ha marchado, la fe confiesa una presencia real y actual de Cristo
en el mundo, significada por los sacramentos y por la comunidad Mt 18,20 y Mt 28, 20: “yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

La Parusía no repite de un evento pasado, se puede entender como un aumento y


desbordamiento definitivo de Cristo que ya es un hecho ahora. Cristo vino en la humildad
del Jesús Terreno. Ahora, viene en el hermano pobre y después el “irrumpir de aquello que
ya estaba presente”, como nos dice Leonardo Boff, para vivir el tiempo de la Gracia
consoladora y juicio purificador.
El ambiente que respiraban las primeras comunidades cristianas de efervescencia por la
inminencia de la venida del Señor, creando estupor y caos frente a las cosas terrenales. Que
es el contenido crítico que después el escritor de segunda de Tesalonicenses reclamará a esa
comunidad y que el Papa Benedicto XVI retoma diciendo: “En otras palabras, la espera de
la parusía de Jesús no dispensa del trabajo en este mundo; al contrario, crea responsabilidad
ante el Juez divino sobre nuestro obrar en este mundo. Precisamente así crece nuestra
responsabilidad de trabajar en y para este mundo”.

Además, el Papa Benedicto XVI crítica la postura de Rudolf Bultmann, puesto que, le quita
la connotación de inminencia a la parusía, la deja como realidad existencial para el hoy; el
presente. No hay que esperar más, Cristo es el culmen. Se trata de aceptar y vivir el Reino
que ya se ha proclamado con mis actitudes y mi proceder, especialmente con los más
necesitados. Se favorece una escatología existencial, la cual no se espera más.

En cambio, la parusía debe entenderse más que actitud existencial, como una vivencia real
de la fe, que en la venida gloriosa de Dios encuentra consuelo y restauración, que está con
todos los crucificados y, en la medida en que toda la comunidad descubre a Cristo como el
verdadero Señor. Se produce una renovación donde el mundo y la persona humana conocerán
la plenitud de los hombres según la forma gloriosa de Cristo resucitado.

Es como la palabra Maranatha tomada del arameo que resuena hoy en la celebración de la
Eucaristía, como ese llamado para transformarnos en Él y alcanzar la plenitud; vivenciada
especialmente en el Adviento.

Preparado por:
Helmann Johann Sánchez Parra
Edgar Andrés Quintero Peñaloza

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