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Febrero 29, 2019

UNIVERSIDAD JUÁREZ DEL ESTADO DE DURANGO


FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

Experiencia recepcional

Estilos de apego y aparición de sintomatología


depresiva en jóvenes de 18 a 25 años de la Facultad de
Ciencias de la Salud UJED, Gómez Palacio Durango.

Claudia Lizeth Santana Espinoza


1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

1.1 Resumen

Existen numerosos estudios que asocian la presencia de psicopatología a estilos de


apego inseguro en los adultos, lo cual se asocia, a su vez, con la presencia de
relaciones de apego inseguro durante la infancia del adulto (Mason, Platts y Tyson,
2005). Al respecto, Bowlby (1985) destacó el rol de las experiencias tempranas en
el desarrollo de psicopatología, sugiriendo que en los casos en que los niños
desarrollan representaciones negativas de sí mismo y de los otros, tienden a ser
más vulnerables a la psicopatología, ya que estos modelos operativos internos
afectan la experiencia y el comportamiento, por ende, el autoconcepto, la
autoestima y las relaciones interpersonales (Mason et al., 2005). La presencia de
psicopatología en los adultos es un poderoso factor de riesgo para la seguridad de
los vínculos con los hijos(as). Numerosos estudios muestran que las situaciones en
que se observa una carencia de estrategias de apego coherentes y unitarias en los
niños generalmente se asocian a madres o padres afectados por estrés o depresión
crónicas (Dubois-Comtois & Moss, 2004; Edhborg, Lundh, Seimyr & Widström,
2003; Raikes & Thompson, 2006; Teti, Gelfand, Messinger & Isabella, 1995). De
acuerdo a lo planteado por Adams (2005), las madres deprimidas constituyen un
grupo de alto riesgo, pues la depresión interfiere con su habilidad para darse cuenta
de las necesidades de su hijo y proveer un cuidado emocionalmente nutritivo.
Diversos estudios han logrado establecer una relación entre estilos de apego y
diferentes psicopatologías. Así, se ha observado que el estilo de apego preocupado
en adultos se asocia a la presencia de trastornos de ansiedad (Dozier, Stovall &
Albus, 1999), altos rangos de síntomas psiquiátricos, indicadores de estrés
percibido y dificultades en las relaciones interpersonales (Pianta, Egeland & Adam,
2006). También se ha demostrado que un alto porcentaje de personas que
presentan trastornos depresivos, presentan patrones de apego inseguro evitativo
(Pilkonis, 1988).
1.1.1 Pregunta de investigación.

¿Qué relación existe entre los estilos de apego y la aparición de sintomatología


depresiva en jóvenes de 18 a 25 años de la Facultad de Ciencias de la Salud UJED,
Gómez Palacio Durango?

1.2 Objetivos

1.2.1 Objetivo general

Analizar la relación existente entre los estilos de apego y la aparición de


sintomatología depresiva.

1.2.1 Objetivos específicos

• Identificar los factores asociados con los estilos de apego que acentúan la
presencia de sintomatología depresiva.

• Evaluar los estilos de apego de jóvenes con, y sin sintomatología depresiva.

• Determinar el estilo de apego predominante en jóvenes con sintomatología


depresiva.

1.3 Preguntas de investigación.

1. ¿En qué consiste la teoría del apego?


2. ¿Cuáles son las principales manifestaciones del trastorno depresivo?
3. ¿Cuáles son los elementos que configuran el estilo de apego de los
individuos?
4. ¿Qué implicaciones tienen los estilos de apego en los de rasgos de
personalidad?
5. ¿Cómo se vincula el tipo de apego personal con el desarrollo de trastornos
psicológicos?
6. ¿Cómo se expresan los estilos de apego en las etapas posteriores a la
infancia?
7. ¿Qué criterios se emplean para realizar una evaluación de los estilos de
apego?
8. ¿Qué factores del apego se constituyen como determinantes para desarrollar
sintomatología y trastornos depresivos?
9. ¿Puede ser el trastorno depresivo una manifestación de deficiencias en el
apego?
10. ¿Qué factores de los estilos de apego pueden ser fortalecidos en la infancia
y adolescencia para prevenir manifestaciones de trastornos depresivos en
etapas posteriores?

1.4 Justificación

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la depresión es una


enfermedad frecuente en todo el mundo, y se calcula que afecta a más de
300 millones de personas. Puede convertirse en un problema de salud serio,
especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave. En el
peor de los casos puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan cerca de 800 000
personas, y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29
años.

En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señala que el 40.8


por ciento de los suicidios ocurren en jóvenes de 15 a 29 años, alcanzando una taza
de 7.5 suicidios por cada 100 mil jóvenes.
Entre 2005 y 2015, incrementó más del 18 por ciento y se estima que para el año
2020 será el segundo padecimiento de mayor carga de morbilidad en el mundo, lo
anterior de acuerdo a datos publicados por la OMS.

Así mismo existe un consenso cada vez mayor sobre el hecho de que un desarrollo
sano durante la infancia y la adolescencia contribuye a una buena salud mental y
puede prevenir problemas de salud mental.

1.4 Viabilidad

 La presente investigación podría aportar elementos a la rama de estudio de


la salud mental en jóvenes.
 Se cuenta con disponibilidad de recursos humanos y materiales para llevar a
cabo la investigación
 El fácil acceso al lugar o contexto donde se realizará la investigación.

 Pueden presentarse dificultades asociadas al tiempo y disponibilidad de los


posibles participantes.
 Los recursos financieros pueden llegar a ser una limitante, dadas las
condiciones actuales de economía.
2 Marco teórico
2.1 Investigaciones previas
Apego y psicopatología: estudio comparativo de los estilos de Apego en Adultos
con y sin sintomatología Ansioso-depresiva
María Pía Santelices Álvarez*
Mónica Guzmán González**
y Lusmenia Garrido Rojas***
Se realizó un estudio cuyo objetivo fue comparar la existencia de diferencias en los
estilos de apego, en función de la presencia o ausencia de sintomatología ansioso-
depresiva en una muestra de adultos chilenos. Para ello se evaluó un total de 366
participantes mediante el CaMir (Pierrehumbert et al., 1996), que mide el apego adulto
y el OQ 54.2 (Lambert et al., 1996), que evalúa sintomatología ansioso-depresiva. Los
resultados indican que hay diferencias significativas entre ambos grupos, de tal modo
que la sintomatología ansioso-depresiva se asocia a estilos de apego inseguros.
Se realizó un estudio de tipo transversal, con un diseño correlacional no experimental,
basado en mediciones de auto-reporte, con una muestra no clínica extraída de la
comunidad, compuesta por personas provenientes de la Región Metropolitana y del
Maule de Chile.
Participantes
Los participantes de la muestra fueron seleccionados aleatoriamente de la muestra
utilizada en el estudio de validación chilena del instrumento para medir apego en el
adulto CAMIR (Garrido, Santelices, Pierrehumbert y Armijo, 2009). En dicho estudio, se
usó un muestreo mixto, que en el caso de la Región Metropolitana utilizó a madres que
asistían a programas de promoción del apego seguro y a estudiantes universitarios,
mientras que, en el caso de la Región del Maule, se realizó un muestreo aleatorio simple
entre alumnos, docentes y funcionarios de la Universidad Católica del Maule y entre
funcionarios del Hospital Regional de Talca. Los participantes aceptaron incorporarse
voluntariamente en el estudio, previa firma del consentimiento informado. Asimismo, se
obtuvo la aprobación de los comités de ética de las instituciones involucradas. La
muestra total del presente estudio estuvo compuesta por 366 personas, entre 18 y 62
años, con un promedio de edad de 24,5 años (DE = 9,15). Un 44,5% (n = 163) de la
muestra fueron varones y un 55,5 % (n = 203) mujeres. El promedio de edad de los
hombres fue 25,4 (DE= 9,16), mientras que el de las mujeres fue de 23,7 (DE = 9,10).
A fin de testear que la diferencia de edades entre géneros no fuera una variable que
pudiera afectar los resultados, se procedió a examinar tal efecto mediante una prueba
t. La prueba de homogeneidad de Levene reveló que los grupos son homogéneos (F
(1,364) = 0,39, p > 0,05), por lo que se procedió a examinar diferencias con varianzas
homogéneas. Los resultados muestran que no existen diferencias significativas entre
hombre y mujeres según la edad (t (1,364) = 1,72, p > 0,05).
Instrumentos
Cuestionario de Apego en Adultos: Cartes Modeles Individueles de Relation (CaMir) de
Pierrehumbert et al. (1996). Este instrumento ha sido adaptado en Chile (Santelices,
Ramírez, Armijo, Pérez y Olhaberry, 2008) y se encuentra en proceso de validación
(Garrido et al., 2009). Es un cuestionario auto-administrado que consta de 72 ítems,
distribuidos en 13 escalas, que se agrupan a su vez en 4 categorías. Las escalas son:
Interferencia parental (IP), Preocupación familiar (PF), Resentimiento de infantilización
(RI), Apoyo parental (AP), Apoyo familiar (AF), Reconocimiento de apoyo (RA),
Indisponibilidad parental (IP2), Distancia familiar (DF), Resentimiento de rechazo (RR),
Traumatismo parental (TP), Bloqueo de recuerdos (BR), Demisión parental (DP) y
Valoración de la jerarquía (VJ). Las escalas IP, PF y RI dan cuenta del apego
preocupado; AP, AF y RA del apego seguro; IP2, DF, RR del apego rechazante; TP y
BR se relacionan con la no resolución del apego; y DP y VJ con la estructuración del
medio familiar. Estas 13 escalas entregan puntajes en cada uno de los tipos de apego
(seguro, preocupado, rechazante). La validación del CAMIR en Chile encontró una
fiabilidad adecuada, con valores alfa entre 0.72 y 0.84, salvo en las escalas IP (α =
0,54), DF (α = 0,33), DP (α = 0,39) y VJ (α = 0,33) (Garrido, Santelices, Pierrehumbert
y Armijo, 2009). El formato de respuesta del instrumento en una primera etapa es de
tipo Likert de 1 a 5 (desde muy verdadero a muy falso). En una segunda etapa, se
agrega el procedimiento Q-Sort, en que se obliga al sujeto a dejar una cantidad
específica de cartas en cada categoría (desde muy verdadero a muy falso). Los puntajes
escalares del test CAMIR se calculan en base a las medias de los puntajes de los ítemes
que las componen. De esta manera, todas las escalas pueden obtener puntajes que
fluctúan entre 1 y 5 puntos, donde un mayor puntaje indica mayor presencia de la
dimensión medida. Dadas estas restricciones, es esperable obtener medias entre 2 y 3
puntos y una distribución relativamente normal de los puntajes. A fin de obtener el estilo
de apego predominante de cada persona, se combinan los puntajes escalares
correspondientes a cada uno de los patrones de apego (seguro, preocupado,
rechazante), obteniéndose un perfil de cada sujeto. Dicho perfil es comparado,
mediante correlación, con un patrón estándar de respuesta representativo de cada estilo
(prototipo), con puntajes que pueden fluctuar entre 1 y -1, donde un mayor puntaje indica
una mayor correspondencia a un patrón de apego. En base a esos datos se calcula el
puntaje estandarizado con el cual se puede clasificar a cada sujeto según el patrón de
apego predominante, comparando los puntajes obtenidos en cada escala y asignándolo
a la categoría de la escala donde obtiene un puntaje mayor.
Cuestionario para la Evaluación de Resultados y Evolución en Psicoterapia (OQ-45.2).
Este instrumento fue desarrollado por Lambert et al. (1996) y ha sido adaptado y
validado en Chile (von Bergen y De la Parra, 2002). Consta de 45 ítems y su tiempo de
aplicación es de 10 minutos. Se utiliza habitualmente para evaluar los resultados y
evolución del proceso durante psicoterapia, pero a la vez permite tener una medida de
ajuste o bienestar socioemocional, habiéndose demostrado que es capaz de discriminar
en forma significativa entre muestras clínicas y normativas (von Bergen y De la Parra,
2002). Considera 3 escalas, representativas del ajuste socioemocional: sintomatología
ansiosa-depresiva, que mide la presencia o ausencia de sintomatología de tipo ansiosa
y/o depresiva; relaciones interpersonales, que evalúa la presencia o ausencia de
conflictos interpersonales y el bienestar o disconfort que ello genera; y rol social, que
mide la presencia o ausencia de dificultades para ajustarse al rol social. El puntaje del
OQ se obtiene sumando el puntaje obtenido para cada ítem y arroja puntajes para cada
escala, así como un puntaje total de ajuste socioemocional o ausencia de disconfort.
Cada ítem se puntúa en una escala Likert de nivel ordinal de 0 a 4 puntos, por lo tanto,
el rango del puntaje del ajuste total va de 0 a 180 puntos, indicando un mayor disconfort
el puntaje mayor (punto de corte 73). La escala de sintomatología ansiosa-depresiva
(SD) comprende 25 ítems (punto de corte 43), la de relaciones interpersonales (RI) 11
ítems (punto de corte 16), y la de rol social (RS), 9 ítems (punto de corte 14). Estudios
realizados en Chile sobre su confiabilidad, indican en una muestra clínica un coeficiente
alfa de Cronbach para el OQ total de 0,91 y para las escalas SD, RI y RS de 0,89, 0,67
y 0,63 respectivamente; y 0,91, 0,88, 0,71 y 0,65 respectivamente para una muestra no
clínica (von Bergen y De la Parra, 2002). Estos valores son similares a los reportados
por Lambert et al. (1996). La validez de constructo mostró una sensibilidad de 0,90
(verdaderos positivos correctamente identificados en punto de corte) y de 0,93
(verdaderos negativos correctamente identificados en punto de corte) (von Bergen y De
la Parra, 2002). Para el estudio de la validez concurrente se midió sintomatología
ansiosa, depresiva y somatomorfa a través del cuestionario DAS (Alvarado et al., 1991,
en von Bergen y De la Parra, 2002), encontrándose correlaciones significativas entre
todas las escalas del DAS y puntaje total del OQ y con las escalas del OQ y puntaje
total del cuestionario DAS, lo cual permite apoyar la validez concurrente entre ambos
instrumentos. En estudios realizados por Lambert et al. (1996), se ha estudiado la
validez concurrente del OQ con la Symptom Checklist 90-R, Beck Depresión Inventory,
Zung Self-rating Depression Scale, Zung Self-rating Anxiety Scale, Inventory of
Interpersonal Problems y Social Adjustment, encontrándose que el instrumento muestra
una alta validez concurrente.
Análisis comparativo de la Escala de Ajuste Socioemocional según Estilo de Apego
A fin de examinar si existían diferencias entre los niveles de ajuste socioemocional
según los diferentes estilos de apego, se procedió a realizar un análisis de varianza
factorial. Dado que en los análisis preliminares se observaron diferencias según sexo,
se incorporó esta variable como un factor adicional, a fin de evaluar posibles efectos de
interacción con la variable estilo de apego. Para ello, se procedió en primera instancia
a verificar el cumplimiento de los supuestos de esta prueba estadística. La prueba K-S
indica que la muestra se distribuye normalmente (p > 0,08). Al contrastar el supuesto
de la homogeneidad de las varianzas con el estadístico de Levene, éste muestra que
las varianzas no son iguales (F (5, 360) = 2,41, p < 0,05).
2.2 Apego
2.2.1 Conceptualización.
Bowlby (1993, pp, 60) definió la conducta de apego como:
“cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve
proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido. En tanto que la
figura de apego permanezca accesible y responda, la conducta puede consistir en
una mera verificación visual o auditiva del lugar en que se halla y en el intercambio
ocasional de miradas y saludos. Empero, en ciertas circunstancias se observan
también seguimiento o aferramiento a la figura de apego, así como tendencia a
llamarla o a llorar, conductas que en general mueven a esa figura a brindar sus
cuidados”
Para Sroufe y Waters (1977), el apego es:
“Un lazo afectivo entre el niño y quienes le cuidan y un sistema conductual que
opera flexiblemente en términos de conjunto de objetivos, mediatizado por
sentimientos y en interacción con otros sistemas de conducta".
Ortiz Barón y Yarnoz Yaben (1993) sostienen que:
“El apego es el lazo afectivo que se establece entre el niño y una figura específica,
que une a ambos en el espacio, perdura en el tiempo, se expresa en la tendencia
estable a mantener la proximidad y cuya vertiente subjetiva es la sensación de
seguridad".
2.2.2 Antecedentes.

En el proceso de construcción de la personalidad intervienen muchas variables


estudiadas profundamente; la predisposición genética, el temperamento, la familia,
la educación, el proceso de socialización, el ambiente, los acontecimientos vitales y
otras.
Dentro de estas se destacan los vínculos que se forman con los cuidadores
primarios. Al nacer ninguno de nosotros somos capaces de regular nuestras propias
emociones (Botella, 2005; Schore, 2001; Fonagy, 1999). La relación más temprana
que se establece y nos permite aprender a regular nuestro sistema emocional es la
vinculación afectiva o apego con el cuidador más próximo, que se encargará de
responder a nuestras señales o reacciones emocionales (Fonagy, 2004). Esto
dependerá de la proximidad y seguridad alcanzada a través de la conducta de
apego y por supuesto de la disponibilidad del cuidador primario (Hervás, 2000; Main,
1996). Estos lazos o vínculos afectivos que se establecen y perduran en el tiempo
hacen sentir al individuo los primeros sentimientos positivos (seguridad, afecto,
confianza) y negativos (inseguridad, abandono, miedo). Para Lafuente (2000), la
relación afectiva paterno-filial es el asiento fundamental de los sentimientos de
seguridad o inseguridad que presiden respectivamente las vinculaciones de buena
y mala calidad.
El primero en desarrollar una teoría de apego a partir de los conceptos que aportara
la psicología del desarrollo, con el objeto de describir y explicar por qué los niños se
convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros cuidadores, así
como los efectos emocionales que resultan de la separación, fue John Bowlby,
quien intentó mezclar los conceptos provenientes de la etología, del psicoanálisis y
de la teoría general de los sistemas (Fonagy, 2004; Oliva, 2004; Girón, Rodríguez y
Sánchez, 2003) para explicar el lazo emocional del hijo con la madre.
El modelo propuesto por Bowlby se basa en la existencia de cuatro sistemas de
conducta relacionados entre sí: el sistema de conductas de apego, el sistema de
exploración, el sistema de miedo a los extraños y el sistema afiliativo (Oliva, 2004;
Girón, Rodríguez y Sánchez, 2003)
2.2.3 Teoría del apego.

El surgimiento de la teoría del Apego puede considerarse uno de los hitos


fundamentales de la psicología contemporánea, pues el estrecho vínculo afectivo
que se establece entre el bebé y su madre es un amor interesado, que se
desarrollan a partir de las experiencias de alimentación con ella. Bowlby (2009)
manifiesta que “el apego entre madre e hijo es una conducta instintiva con un valor
adaptativo” (p. 336), esto contribuye a la idea que la conducta cambia de acuerdo
al ambiente y sus necesidades, dependiendo de los estímulos que brindan las otras
personas, para generar un comportamiento, el mismo comportamiento que tendrá
varios objetivos para fortalecer el buen ambiente tanto familiar como social.
Este autor menciona que el apego “es una relación afectiva que se establece entre
dos seres humanos, es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres
o cuidadores” (p.273), por lo tanto se comprende que son los padres quienes le
proporcionarán la seguridad emocional al niño, de ser aceptado y protegido de una
manera incondicional, el pequeño sentirá la inmediata atención y capacidad de
respuesta de su principal figura, estableciendo una relación cercana favorecedora
en su desarrollo. En los aspectos de interacción tenemos las interacciones no
verbales tempranas, que se refieren a las representaciones metales que se registran
en el bebé para procesar la información, ayudando al grado de libertad con el que
después el niño, el adolescente y el adulto será capaz de pensar, sentir, recordar y
actuar.

En el Apego están según Bowlby, “las experiencias con el cuidador, mediante una
serie de procesos cognitivos, que dan lugar a modelos representacionales, en
donde se establece un apego emocional con estilos prototípicos” (p.249), de este
modo el niño usará a su figura principal como base segura en sus momentos de
stress y como refugio seguro en situaciones de exploración, anticipando una idea
del futuro para hacer planes siendo eficiente. El Apego es la conducta que tiene
como resultado el que una persona obtenga la proximidad de otro individuo, quien
es diferenciado y ha preferido, esta conducta le ofrece al niño una ventaja para la
supervivencia, protegiéndose del peligro con seguridad.

El aprendizaje diario del bebé con sus cuidadores, permite diferenciar distintas
necesidades y por lo tanto emociones, Bolwby, (2009) indica que “Un niño que sabe
que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas le da un fuerte y
penetrante sentimiento de seguridad, y alimenta el valor de continuar la relación” (p.
268), situaciones que benefician el establecimiento de la estructura de un tipo de
apego generalmente se mantiene durante toda la vida.

Para otro autor como Winnicott (1991), el apego es un modelo de creencia acerca
de sí mismo y de los demás, que facilitan la expresión de sentimientos y
sensaciones de afecto, que dan paso a una serie de juicios, que influyen en la forma
y mantenimiento de las relaciones objetales (citado en, Bowlby, 1998), que permiten
considerar la idea de lo que será el mundo, según las experiencias por las que
atraviese el pequeño, creando en su interior una fortaleza de seguridad.

2.2.4 Teoría del vínculo.

El vínculo y el Apego son dos pilares importantes en el desarrollo humano, ya que


son las acciones dirigidas hacia el mundo exterior, estas acciones implican una
relación con un objeto, y a esta primera relación le llamamos vínculo, el mismo que
está determinado por la historia, tanto del sujeto como del objeto de interacción,
debido a esto, la dinámica se verá afectada por todas las experiencias del pasado
vividas por el sujeto, siendo así como el vínculo toma una ubicación esencial en el
proceso de desarrollo de todos los niños. En la expectativa de recobrar vínculos
pasados, Bowlby (2009) menciona que es “un incentivo para tener un hijo, el mismo
hijo que será un objeto de transferencia de los sentimientos y relaciones
inconscientes de los padres, pero con efectos curativos, porque revive los viejos
lazos perdidos” (p. 279), aspectos que contribuyen a la sanación de los sueños y
las emociones que serán demostrados al pequeño. Después del parto, el desarrollo
de actitudes maternales de vínculo, depende de que la mujer recobre las fantasías
de unidad con su propia madre, por lo que el mismo autor indica, que los deseos
narcisistas de los progenitores aparecen con la llegada del nuevo bebé, porque
activan los recuerdos que regresan a la conciencia, estos deseos paternos dotarán
al bebé de una grandiosa perfección para los padres, característica que preparan a
la madre y al padre para el establecimiento de un buen vínculo, pues
indudablemente el bebé es algo único, cargado de un potencial de esperanzas
perdidas del adulto, que renuevan los viejos lazos como los amores de la niñez. A
partir del conocimiento del embarazo, para Brazelton & Cramer (2008) los padres
experimentan variados sentimientos hacia el bebé, sentimientos de gran influencia
para el vínculo, por lo que manifiestan que en el vínculo se establecen los papeles
y reglas a los que cada miembro se debe adecuar, mediante las pautas de
interacción que son repetitivas, constituyéndose los valores, creencias y costumbres
de cada núcleo familiar y de la cultura a la que pertenecen. Considerando estos
detalles, tenemos dos etapas de vínculo que preparan las condiciones necesarias
para el bebé:

a) El vínculo temprano que, según el autor antes mencionado, es el primer ciclo


de vinculación, se establece cuando el bebé empieza adquirir autonomía, y es a
través de los primeros movimientos fetales, que se da como primera aportación a la

posibilidad de una relación con sus padres, situación que posteriormente continuará
con un enlace básico de confianza entre el niño y su cuidador primario. Según
Pérez (2004), el vínculo temprano se forma mediante la repetición de los aspectos
afectivos y de cuidado, es decir según la demanda de necesidad que presente el
bebé, que será manifestada mediante el llanto, la reacción de rabia, poniendo a
prueba la acción parental, y de las sensaciones de satisfacción que el mismo bebé
reciba, especialmente durante los seis primeros meses de vida.

b) A medida que el niño crece, encuentra que sus padres tienen límites y es a
partir de esto que inicia el vínculo secundario Brazelton & Cramer (2008), en esta
instancia se encuentra la conducta y frustración del niño, también el límite del adulto
que reafirma su intención de mantener la seguridad del niño, es a partir de estos
puntos mencionados que se desarrolla la credibilidad del niño en los adultos y en
los límites, beneficiando los aspectos de crianza y socialización.

Es preciso señalar que estos dos ciclos de vínculo son la base sobre la que se
desarrolla posteriormente el apego, en esta etapa la figura de apego será una
persona con quien el niño puede contar, y viceversa, será el sujeto con quien el
pequeño se sienta cercano, próximo y en sintonía. Pérez (2004) indica que el
pequeño aprende desde las primeras relaciones, que comienzan con la historia de
los padres, y de la relación de estos con sus propios padres, ya que nace el deseo
de tener un hijo para construir a un niño imaginario, a quien le brindarán su
protección y afecto.

El vínculo es fundamental en la vida afectiva del ser humano, que influye


profundamente en el desarrollo posterior de los rasgos de personalidad, es decir el
lograr un vínculo satisfactorio será un aliento positivo a los intentos de autonomía
que tiene el bebé, por alcanzar la confianza necesaria en los otros, en el mundo
como un lugar seguro, y en sí mismo como un ser capaz de expresar sus
necesidades y afectos.

El ser humano no puede existir solo, el bebé esencialmente es parte de una relación,
en la que irá respondiendo al medio e interactuando, de modo que, el pequeño está
predispuesto intermitentemente a buscar proximidades hacia el objeto de apego, y
aunque la conducta de apego puede disminuir en el curso de una ausencia
prolongada de la figura, el vínculo no disminuirá, por lo Winnicott (1991), opina que
brindarle al bebé un ambiente familiar tranquilo, lleno de satisfacciones, favorecen
la formación de un buen apego, que se verá reflejado durante toda la vida (citado
en Carmona, 2006).

El apego como instancia importante de la acción recíproca entre el afecto y la


cognición, es una preferencia particular que se tiene por quien los atiende y protege,
mientras mayores sean las gratificaciones que reciba el bebé por los cuidados, más
se desarrollará un vínculo positivo con su figura primaria (Schaffer, 2000), a quien
el bebé considera como alguien importante con quien contar en los momentos de
estrés, alcanzando la tranquilidad necesaria en vías de su desarrollo.

2.2.5 Diferencias individuales en la calidad del apego

En un ambiente familiar la mayoría de los bebés reaccionan de manera diferenciada


a la madre y de modo distinto con las demás personas, Bowlby (1998), considera
que el bebé identifica a la figura que comparte los cuidados y el tiempo con él, sin
embargo, aún no se puede hablar de una estructuración de apego hasta que el
bebé no solo reconozca a la madre en presencia de otros, sino hasta que tienda a
portarse de tal modo que mantenga su proximidad con ella, momentos que serán
expresados mediante llanto, cuando la madre sale de la habitación y con la sonrisa
del bebé cuando regresa, estas expresiones se observaran con mayor regularidad
e intensidad con el paso del tiempo, como si cada vez el vínculo de apego fuera
más fuerte y sólido, aferrándose el bebé más a la figura de la madre.
El apego hace referencia a una serie de sistemas diversos de conducta, se
establecen con claridad a los seis meses de edad, cuya activación y desactivación
dependerá de varios factores contextuales e individuales, que se presentan en el
proceso de funcionamiento de los modelos internos.

Las conductas de apego serán el resultado de la interacción con el ambiente en la


adaptación evolutiva, pues el bebé intenta producir respuestas en los padres, como
una reacción que pretende mantener para reforzarla y sentir seguridad.

La teoría de Bolwby (1958), manifiesta cinco pautas de conducta que contribuyen a


la estructuración del apego, estas son: succión, aferramiento, seguimiento, llanto y
sonrisa, “dichas pautas se organizan y se activa de tal manera que, la preferencia
hacia el cuidador será fuerte y persistente en vías de la formación del apego del
bebé” (p. 270). Los padres tienen muchos recursos que deben usar a la hora de
estimular al niño, en la instauración de sus modelos relacionales de apego lo harán
a través de la sensibilidad materna en la demanda, con sus actitudes receptivas,
con las señales de afecto constante, mediante los cuidados básicos y
principalmente en la necesidad de alimentación para el bebé, bajo estas pautas el
mismo autor considera que, en la interacción se demuestra la importancia del
contacto con la principal figura de cuidado, generando confianza básica ante
situaciones inesperadas en el enfrentamiento de un mundo incierto (citado en,
Bowlby, 1998).

Por otro lado para otro autor como Matas (1997), la estructuración del apego, tiene
su origen en las experiencias previas que se dan gracias al aprendizaje diario del
bebé, pero en este punto es importante considerar hasta qué momento el propio
bebé toma la iniciativa de emprender la interacción, pues este vínculo afectivo
facilita la adquisición de habilidades sociales, y las características necesarias en la
construcción de su propia identidad y autoestima, alcanzando el desarrollo de la
capacidad para la percepción de su propio ser y comprender los hechos del mundo
que le rodea.
Freud (1920), señala que “El amor tiene su origen en el apego que crea la necesidad
satisfecha de alimentos” (citado en Bowlby, 1998 p. 249), sin embargo la comida y
el acto de alimentos cumplen un papel de menor importancia, ya que la sensación
de seguridad que se presenta será condicionada hasta que el bebé experimente
otra vez la compañía de la madre, incrementando así la confianza que el bebé
adquiere cuando desarrolla un buen apego, por lo tanto esta estructuración de los
distintos tipos de apego se dan de manera temprana, determinado conductas
positivas y negativas en los niños.

2.2.6 Estilos de apego

El desarrollo del comportamiento del apego para Bowlby (1998), consiste en un


sistema organizado, cuyo objetivo es el mantenimiento de la proximidad o de la
accesibilidad a una figura materna, estas pautas se repetirán durante el trimestre
final del primer año y en el segundo año de vida

Para el mismo autor es importante mencionar que solo después de los nueve
meses, el pequeño sigue a los familiares adultos con quienes esté familiarizado, con
excepción de la madre, a la que sigue desde antes, pero la intensidad y coherencia
de la manifestación de la conducta de apego puede variar de un día para otro, o
incluso en unas horas, dependiendo de los cambios que el bebé experimente en su
ambiente, el hambre, la fatiga, la enfermedad y la tristeza, todas las que generen
llanto incluido la enfermedad y el dolor, y también los cambios ambientales que son
cuando el niño se siente alarmado por el temor.

Schaffer (1963), escribe que “los niños parecen dictar la conducta de sus padres en
virtud de la insistencia de sus demandas” (citado en Bowlby, 1998 p. 279), esto
explica como las madres se ven obligadas a responder, ratificando de este modo el
poder que tiene el niño para lograr sus propósitos de manera eficaz, estas
conductas no serán menos intensas ni menos frecuentes al llegar a la mayor parte
del tercer año de vida, sin embargo, al incrementar la capacidad para comprender
los hechos del mundo se producen cambios en las circunstancias que dan lugar a
otras conductas.
En el tema de los tipos de apego Oliva (2004), encontró diferencias en la calidad de
la interacción madre e hijo, y en la influencia sobre la formación del apego, esta
teoría habla de la importancia de la sensibilidad de la madre a la peticiones de su
hijo, sin embargo, otra investigación determina distintos modelos de apego: a)
apego seguro, con niños que lloraban poco y tenían una actitud feliz y tranquila en
la exploración en compañía de su madre; b) apego inseguro ambivalente, con niños
que lloraban constantemente inclusive en brazos de su mamá, c) apego inseguro
evitativo, Ainsworth (1978) habla de los niños que no expresaban apego, y tampoco
tenían actitudes que reflejen el interés por sus madres, estas son las
manifestaciones del apego en función de las experiencias personales del autor
como patrones comportamentales en respuesta de estrés que los niños tienen al
encontrarse solos en una situación extraña (citado en Oliva, 2004 pp. 65-81).

Esta situación extraña que investiga Ainsworth (1978) fue la base para analizar y
encontrar diferencias entre los tipos de apego y las conductas demostradas ante
distintas situaciones que presentan los niños, bajo condiciones estresantes que
pueden generar malestar. La situación del extraño tiene ocho episodios, para iniciar
está basado en el ingreso de la madre y el niño a una sala de juego, al tiempo que
ingresa una persona desconocida, en tanto que esta persona juega con el niño, la
madre abandona la habitación dejando al niño, la madre regresa y sale otra vez, en
compañía de la otra mujer, dejando al niño completamente solo. Como último punto
regresan la madre y la extraña, esta investigación dio como resultados que, los
niños exploran y juegan más en presencia de la madre, pero esta actitud cambia
cuando alguien desconocido llega. Revelando que el niño utiliza a la madre como
una base segura para la exploración y que al sentir amenazas se activan las
conductas de apego y desaparecen las conductas de exploración (citado en Oliva,
2004 pp. 65-81).

Posteriormente adicional a esta investigación, se propone la existencia de un cuarto


tipo denominado inseguro desorganizado, que según Oliva los niños que
pertenecen a esta categoría presentan una actitud confusa ante el reencuentro con
la madre. Estas son las diferencias de comportamiento de los distintos tipos de
apego.

2.2.6.1 Apego seguro

El apego seguro es el equivalente a la interacción cálida, confiable y segura que se


da entre el niño y su cuidador. Es por esto que los autores Garrido & Rojas (2006)
explican que, en la exploración, los niños usan a su madre como su base, y en
ausencia la exploración disminuye viéndose afectada su conducta, en su regreso
se acercan y buscan el contacto físico continuando con la exploración

Este tipo de apego se relaciona directamente con menores índices de ansiedad


frente a situaciones nuevas, confirmando que las madres de estos niños son
sensibles y responsivas a los llamados del bebé, encontrándose disponibles ante
las necesidades de sus hijos, la sensibilidad maternal mediatiza las características
de irritabilidad de un infante. Este sistema de relación genera en los bebés
confianza en ellas, como figuras de protección, por lo que a pesar de la presencia
del extraño el bebé se anima a explorar su alrededor, desarrollando un apego
seguro, expresando la necesidad de proximidad de su madre como búsqueda de
apoyo en el momento de su partida.

2.2.6.2 Apego evitativo

El apego inseguro evitativo puede ser entendido como una deficiencia en la


interacción cálida, confiable y segura, ya que estos niños se muestran
independientes en la situación del extraño, explorando sin utilizar a su madre, pues
no tienen el deseo de comprobar su presencia, en la ausencia de la madre no
parecen sentirse afectados y no buscan el contacto físico con ella rechazando su
acercamiento con un comportamiento frio.

Cuando estos niños viven una situación con una persona desconocida, los autores
(Garrido, 2006 Vol:38), hablan del descubrimiento de los niños al no contar con su
madre, y explican la reacción inesperada, indiferente, y con estas experiencias de
rechazo vividas en el pasado, ahora intentan creer y hacer creer que no necesitan
a su mamá, tratando de evitar las sensaciones de tristeza que esto puede generar,
eliminando cualquier tipo de sentimiento hacia ella, con tendencia a mantener sus
conductas de apego en un nivel bajo, debido a sus defensas, generando
hipersensibilidad hacia las emociones negativas.

Las madres de estos niños se muestran insensibles y rechazantes a las demandas


del bebé, son indiferentes y castigadoras, Lecannelier (2002), considera que estas
madres tienen dificultad en la intimidad de afectividad con el infante, generando en
sus hijos inseguridad y preocupación por la proximidad de ellas, llorando y gritando
intensamente al regreso de la madre sin encontrar consuelo.

2.2.6.3 Apego ambivalente

Este estilo de apego muestra elementos de inseguridad, los niños se muestran


preocupados por el paradero de sus madres, apenas explorando en la situación del
extraño, ante el regreso de la madre se muestran ambivalentes, sin embargo, pasan
muy mal en su ausencia. Según Ainsworth (1978), son niños irritables, se resisten
al contacto y al acercamiento físico, son niños con ansiedad y rabia, presentan
exageración de afectos negativos y dificultad en lograr la autorregulación (citado en
Oliva, 2004 pp. 65-81).

Para otro autor como Sixto (2011), las madres de estos niños son sensibles en
algunas situaciones y frías e insensibles en otras, esto genera desconfianza en el
niño ante su madre, sobre el tiempo que puede ella brindar o no cuando el bebé la
necesita, debido a la inconsistencia en la crianza, la actitud de ella cuando su hijo
explora es de intervención, siendo una madre sobreprotectora que incrementa la
dependencia y falta de autonomía del niño, y el bebé percibe a este comportamiento
como contradictorio

Es así como el niño desarrolla estrategias para conseguir su atención, por medio de
la inmadurez y la dependencia, para mantener la proximidad a la figura vincular,
debido a la inconsistencia en el patrón entre lo verbal y la acción, impidiendo al niño
desarrollar sus tareas evolutivas, que desencadenan en infantes ansiosos con
dificultades para enfrentar los problemas de estrés, con tendencia a la manipulación
con alta demanda (Lecannelier, 2002).
2.2.7 Desarrollo de los estilos de apego

Considerando la importancia de la calidad de la relación afectiva llamada apego,


que una madre y un padre establecen con sus hijos en la salud mental, física y
social, tanto en el presente como en el futuro, Lecannelier (2002), establece
herramientas de observación que tienen gran importancia para evitar o diagnosticar
problemas actuales y futuros, evitando malas experiencias que pueden lastimar la
sensibilidad del niño, y así eliminando la posibilidad que en el futuro sean rasgos
poco adecuados, crónicos que no se puedan cambiar. En el recién nacido el equipo
perceptual está listo para recoger y procesar estímulos de los demás, resultando
importante los tipos de estímulos que provienen de los seres humanos.

Para describir la conducta de apego durante el primer año de vida, se plantean dos
criterios principales: observar el llanto y el seguimiento cuando se aleja la madre, y
el saludo y el acercamiento cuando esta vuelve, se pueden añadir otros criterios
también como la sonrisa, que son dirigidas a la madre observables en el cuarto mes
de vida, así también el desplazamiento en dirección a ella y el aferramiento cuando
el niño se siente alarmado y la manera diferente de su comportamiento en ausencia
o presencia materna.

2.2.8 Indicadores del estilo de apego

Se contemplan las siguientes pautas para el desarrollo de los estilos de apego en


infantes.

 Contacto Físico.
 Contacto Visual
 Vocalización
 Afectividad

(Campbell 1978, citado en Lecannelier, 2002).


2.3 Trastorno depresivo
La depresión como trastorno de estado de ánimo, según un informe de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2003, aparece como “la
principal causa de discapacidad”. Se pronostica que para el año 2020, este
trastorno ocupará el segundo lugar entre los trastornos mentales y físicos. Los
trastornos depresivos son de las principales causas de morbilidad y mortalidad
en edades tempranas de la vida, con una prevalencia entre el 2% y el 5%, y en
la adolescencia, entre el 4% y el 8%, con una prevalencia del 25% al final de la
adolescencia.
2.3.1 Conceptualización.

Según la Organización Mundial de la Salud:


La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia
de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima,
trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.

La depresión puede llegar a hacerse crónica o recurrente y dificultar sensiblemente


el desempeño en el trabajo o la escuela y la capacidad para afrontar la vida diaria.
En su forma más grave, puede conducir al suicidio. Si es leve, se puede tratar sin
necesidad de medicamentos, pero cuando tiene carácter moderado o grave se
pueden necesitar medicamentos y psicoterapia profesional.

La depresión es un trastorno que se puede diagnosticar de forma fiable y que puede


ser tratado por no especialistas en el ámbito de la atención primaria.

La depresión describe un tono afectivo de tristeza acompañado de sentimientos de


desamparo y amor propio reducido. En la depresión, todas las facetas de la vida,
emocionales, cognoscitivas fisiológicas y sociales, podrían verse afectadas
(Mackinnon, Michels, 1971).
Según Katz:
La depresión es un conjunto de manifestaciones clínicas que se utiliza para
designar una serie de alteraciones cognoscitivo-conductuales (episódicas o
periódicas, unipolares o bipolares, leves, moderadas o severas). Durante éstas, el
individuo ya no tiene acceso a reforzamientos sociales o bien, éstos dejan de ser
congruentes a sus respuestas o pierden su efectividad. Estas alteraciones van
acompañadas por pensamientos automáticos depresivos, trastornos corporales y
por la sensación de falta de energía y de pérdida de control sobre las situaciones.
Además, como resultado final, se observa la disociación de las funciones cerebrales
y la ausencia de comportamientos orientados al logro de objetivos.

2.3.2 Antecedentes.

La depresión, es una enfermedad reconocida desde hace más de 3000 años por la
medicina egipcia. Hipócrates menciona en su Corpus Hippocraticum la palabra
“melancolía”, definida como una enfermedad mental causada por la bilis negra.
Últimamente se ha dado gran importancia a la presencia de los trastornos
depresivos en la adolescencia, sobre todo por la falta de un diagnóstico oportuno, y
por lo tanto, un retraso considerable en el inicio del tratamiento.

Es una alteración del estado de ánimo hacia la tristeza o la melancolía que va


acompañado de pérdida de interés por las cosas en general (Del Barrio, Mestre, Tur
y Samper, 2004) y que sumergen al individuo en un mundo irreal. Es una emoción
negativa que invade a las personas que la sufren y les impide disfrutar de la vida
(Del Barrio, 2007). Se reconoce como trastorno afectivo que implica factores
orgánicos, motores, emocionales, cognitivos y sociales (Del Barrio y cols., 2004).
Es necesario establecer una clasificación mínima entre las diferentes clases de
depresión para poder orientarnos y detectar qué tipo de trastorno se está
produciendo. Esta distinción se estructura en base a cuatro criterios; el primero de
ellos, la naturaleza, distingue entre depresión primaria (si es el trastorno principal)
o secundaria (cuando es consecuencia de otros trastornos - alcoholismo,
drogadicción) o bien de enfermedades crónicas (Bulbena, 1998). Según su
complejidad, puede ser unipolar (en la que la depresión es total) o bipolar, en la que
alternan las fases depresivas con las maníacas (Vieta, 1998). En tercer lugar, el
criterio de severidad es el que diferencia entre depresión mayor (que cumple todos
los requisitos del trastorno) y distimia (estado de ánimo depresivo y persistente pero
menos grave, ya que no reúne los criterios diagnósticos de depresión mayor). Por
último, y según su origen, llamamos endógena a la depresión si la causa
desencadenante de la misma es interna, como, por ejemplo, alteraciones
bioquímicas; o exógena, si ésta se produce en respuesta a un suceso externo
negativo (Bulbena, 1998).

2.3.3 Manifestaciones y sintomatología en jóvenes

La identificación de los trastornos depresivos se ha incrementado debido a la mejor


definición diagnóstica y al uso de diversos instrumentos de evaluación. El
diagnóstico debe realizarse mediante entrevista clínica y no ser derivado
únicamente de cuestionarios.

Los criterios diagnósticos de depresión más utilizados, tanto en la clínica como en


los estudios de investigación, son la Clasificación Internacional de Enfermedades
(trastornos mentales y del comportamiento, CIE-10) y la de la American Psychiatric
Association (DSM-5).

Criterios diagnósticos según la CIE-10

• El episodio depresivo debe durar al menos 2 semanas.

• El episodio no es atribuible a abuso de sustancias psicoactivas o a trastorno mental


orgánico.

• Síndrome somático: comúnmente se considera que los síntomas somáticos tienen


un significado clínico especial y en otras clasificaciones se les denomina
melancólicos o endogenomorfos:

– Pérdida importante del interés o capacidad de disfrutar de actividades que


normalmente eran placenteras

– Ausencia de reacciones emocionales frente a acontecimientos que habitualmente


provocan una respuesta

– Despertarse por la mañana 2 o más horas antes de la hora habitual

– Empeoramiento matutino del humor depresivo


– Presencia de enlentecimiento motor o agitación

– Pérdida marcada del apetito

– Pérdida de peso de al menos 5% en el último mes

– Notable disminución del interés sexual.

La CIE-10 divide el cuadro depresivo en leve, moderado o grave (con o sin síntomas
psicóticos). Siempre deben estar presentes al menos dos de los tres síntomas
considerados típicos de la depresión: ánimo depresivo, pérdida de interés y de la
capacidad para disfrutar y aumento de la fatigabilidad.

Criterios diagnósticos según el DSM-5

El trastorno depresivo se diagnostica si cumple con la presencia de un estado de


ánimo depresivo y/o irritable, o una disminución del interés o de la capacidad para
el placer que está presente la mayor parte del día durante las 2 últimas semanas, y
que se acompaña de cinco de los siguientes síntomas: pérdida o ganancia de peso,
insomnio, enlentecimiento motor o agitación psicomotriz, fatiga, sentimientos de
inutilidad o culpa, dificultades para concentrarse y pensamientos recurrentes de
muerte o suicidio. Estos síntomas deben ser lo suficientemente importantes como
para provocar malestar significativo o deterioro académico, social o laboral en el
niño o adolescente. Signos y síntomas de depresión.

Los trastornos afectivos son una entidad que tiene expresión distinta según el
desarrollo cognitivo y social del sujeto. La sintomatología y el tratamiento de la
depresión dependen de la edad del paciente y de las circunstancias que la
precipitaron.

2.3.4 Etiopatogenia

Hay múltiples factores que están asociados con la aparición, la duración y la


recurrencia de trastornos depresivos en la infancia y la adolescencia. No existen
causas únicas claramente definidas; se describen múltiples causas divididas en
factores genéticos, factores ambientales, eventos vitales y las características
propias del individuo.
Los factores genéticos son los que han sido estudiados de manera más amplia,
aunque no se ha logrado establecer claramente la asociación con un gen o grupo
de genes en especial; se ha observado que los hijos de padres depresivos son tres
veces más propensos a experimentar depresión. Del 20% al 50% de los jóvenes
que presentan el trastorno durante la infancia o adolescencia tiene una historia
familiar de depresión u otro trastorno (o desorden) mental; en cuanto a los niños
que desarrollan la enfermedad, es más común que uno de los padres también haya
padecido depresión en edades tempranas. Uno de los factores genéticos que se
han asociado con el desarrollo de depresión es la actividad del eje hipotálamo-
hipófiso-suprarrenal, el cual podría estar influenciado por el gen 5-HTTLPR, ya que
se ha observado que los sujetos homocigotos para el polimorfismo 5-HTTLPR
tienen mayor reactividad del cortisol ante el estrés psicosocial, lo que puede
aumentar la susceptibilidad a padecer depresión.

Estudios han demostrado que niveles elevados de cortisol por la mañana están
asociados con la probabilidad de un nuevo episodio depresivo; además, los niveles
de cortisol son más elevados en los hijos de personas depresivas, lo que se supone
los hace más propensos a padecer este trastorno. Existen genes que se han
correlacionado con el desarrollo del trastorno depresivo, como son el NTRK3, el
G72 y el P2RX7; sin embargo, aún no se tiene clara cuál es la relación de estos
genes con la depresión infantil. En cuanto a los factores ambientales asociados con
la depresión en niños y adolescentes, están el abuso sexual, el abandono, los
divorcios, las pérdidas afectivas, la muerte de una persona cercana y los desastres
naturales. También eventos vitales como los duelos, las enfermedades médicas
crónicas, los factores socioeconómicos, la pertenencia a grupos marginales, el
matoneo o cualquier otro que el niño o adolescente interprete como traumático. Se
ha planteado que los individuos con predisposición genética son más sensibles a
los eventos negativos de la vida que aquellos con un bajo riesgo genético; un hecho
importante que debe ser tomado en cuenta como factor de riesgo es la presencia
de enfermedades crónicas.
Las características propias del individuo que hay que observar son los elevados
niveles de ansiedad, la baja autoestima, las distorsiones cognitivas, el pobre
desempeño escolar y las deficiencias en sus habilidades sociales, que también
pueden contribuir al desarrollo de depresión. Los dos factores de riesgo más
importantes para el suicidio en la infancia y adolescencia son un intento de suicidio
previo y el diagnóstico de depresión; cada uno independientemente representa un
mayor riesgo de 10-30 veces por suicidio.

2.3.5 Comorbilidad

La comorbilidad o frecuente solapamiento que se produce entre distintas


perturbaciones no se restringe a unos determinados problemas, sino que existe en
todo tipo de trastornos infantiles (Del Barrio, 2007). Los síntomas, síndromes o
trastornos raras veces ocurren de forma aislada en la infancia y la adolescencia,
esto es evidente en los trastornos depresivos (Angold y Costello, 1993). Entre ellos
la hiperactividad se distingue como el trastorno de comorbilidad más alta, sobre todo
con los problemas de conducta. Así, en el estudio de la sintomatología depresiva,
la comorbilidad es la regla y no la excepción; entre el 40% y el 70% de pacientes
deprimidos tienen al menos otro trastorno emocional concomitante, y de un 20% a
un 50% tienen dos o más (Weller y Weller, 2000). En la depresión el trastorno más
asociado es la ansiedad junto a los trastornos de conducta, aunque como mantienen
Clarkin y Kendal (1992) es todavía uno de los mayores retos diagnósticos y su
estudio permanece en estado embrionario (Keiley y cols., 2003). Parece que sufrir
una alteración facilita la aparición de otras afines. Para algunos autores la
comorbilidad, como hemos citado, es más la norma que la excepción (Angold,
Costello y Erkandi, 1999). Los niños que poseen un estado de ánimo propenso a la
preocupación tienen tendencia a desarrollar conjuntamente ansiedad y depresión,
como indican los trabajos de Muris (1998) sobre adolescentes.

En el caso de los trastornos de alimentación que se han asociado frecuentemente


a la depresión parece que se consolida la idea de que existe una base genética que
haría más frecuente la aparición conjunta de estas dos alteraciones (Silberg y Bulik,
2006). Sobre este punto referido Shaffer y Waslick (2003) mantienen que la
depresión es comórbida con todo tipo de trastornos infantiles, pero principalmente
con ansiedad, trastornos de conducta, dependencia de sustancias, problemas de
alimentación, trastornos somáticos y problemas de rendimiento.

El modelo etiológico sugiere que dos trastornos están asociados porque comparten
factores de riesgo. El modelo causal, por otro lado, argumenta que uno de los
trastornos causa o reduce el umbral para la expresión del otro. De lo que no cabe
duda es que la aparición de la depresión aparece muy frecuentemente asociada a
otros problemas emocionales (Del Barrio, 2007; Kovacs y cols., 1984).

2.4 Vínculos, apego y psicopatología.

Dentro de las posibles relaciones existentes entre los patrones de apego y la


psicopatología, no podemos pasar por alto las conductas contradictorias,
desorganizadas o estereotipadas. En el año 1986, Main y Solomon describieron por
primera vez la conducta desorganizada de apego. Más tarde Main y Hesse (1990)
relacionaron el apego desorganizado con un ambiente asustado o de cierto miedo.
Este patrón de apego, según los autores citados, aparece con frecuencia en niños
cuyos cuidadores inspiran miedo, por lo que se encuentran frente a la paradoja de
necesitar protección de las figuras que a su vez les provocan circunstancias
atemorizantes. En una investigación posterior Lyons-Ruth y col., (1999) hallaron
también que cuando la figura del cuidador provoca miedo, esto puede predecir la
desorganización del apego.

Desde la neurobiología hay evidencia de que estos niños presentan altos niveles de
cortisol salival cuando son puestos en la Situación Extraña (Hetsgaard y cols., 1995;
Spangler y Grossman, 1993). El cortisol es una hormona que se segrega en mayor
proporción en situaciones de estrés y puede llegar a dañar el hipotálamo. De esta
manera cobra sentido que la hiperactividad temprana del sistema nervioso a causa
del estrés pueda ocasionar en posteriores situaciones estresantes que el organismo
funcione de forma irregular tal y como mantienen Chilsom (1998), Marcovitch y cols.,
(1997) y Carlson y cols., (1995); si la exposición es repetida, el cortisol actúa
destruyendo el tejido cerebral (Yehuda, 1998; Sapolsky, 1996). Así podemos
suponer que el estilo de apego desorganizado mantiene una relación con la
agresividad infantil, la disociación y las reacciones violentas tal y como se
desprende de estudios longitudinales (Shaw y cols., 1996; Goldberg y cols., 1995;
Hubbs-Tait y cols., 1994; Lyons-Ruth y cols., 1993, 1997) como de los transversales
(Moss y cols., 1996,1998; Solomon y cols., 1995; Greenberg y cols., 1991; Speltz y
cols., 1990).

Este tipo de conductas desorganizadas están relacionadas con factores familiares


y maltrato, depresión mayor o trastorno bipolar en la figura o figuras de apego. A
este respecto Lyons-Ruth y cols., (1990) ya observaron una relación estrecha entre
cuidador/a severamente deprimido y el apego desorganizado. Aizpuru (1994) refiere
que en diversos estudios se ha encontrado que en niños maltratados hay una mayor
incidencia de apego ansioso y que estos muestran un mayor índice de frustración y
de agresión.

El apego desorganizado parece ser un factor general de riesgo que favorece la


conducta desadaptada (Jacobovitz y Hazen, 1999, Lyons-Ruth y cols., 1997). Liotti
(1995) ha relacionado los síntomas disociativos con experiencias de pérdida de las
figuras parentales en los primeros años de vida del niño. Para Hesse y Main, los
individuos con un trauma no resuelto o experiencias de pérdida, son más propensos
a fenómenos disociativos (citado en Fonagy, 2004). Anteriormente un trabajo de
Carlson (1998) mostraba una relación directa entre los síntomas disociativos a los
17 años, y el apego desorganizado a los 12 y 18 meses. En esta misma línea de
investigación, O’Connor, Rutter y Kreper (2000) han llevado a cabo un estudio sobre
la adopción y concluyeron que la deprivación prolongada ocasionaba trastornos de
apego, dificultades en larelación con los compañeros, hiperactividad y dificultades
cognitivas. Winnicot (1958) y Roy (2000) compararon niños que vivían en aldeas
infantiles con niños que vivían en familias de acogida y comprobaron que la
hiperactividad era mucho más acentuada en los niños de las aldeas infantiles
(citados en Fonagy, 2004). Marvin y Britner (1999) investigaron las clasificaciones
de apego a los 4 y 6 años en niños rumanos adoptados en Gran Bretaña. El número
de niños con apego seguro fue menor que el esperado estadísticamente. Parece
probable que la continuidad de la deprivación incide en los Modelos de
Funcionamiento Internos y que en el polo opuesto el apego seguro genere
sentimientos de capacidad y autoestima. Por último, en sendos estudios sobre
muestras de riesgo, Shaw y cols., (1997) y Shaw y Vondra (1995) sugieren que el
apego desorganizado puede ser un factor de vulnerabilidad para trastornos
psicológicos posteriores, si se combina con otros factores de riesgo. En 1944,
Bowlby ya expuso su punto de vista de que las relaciones primarias perturbadas
madre-hijo deberían ser consideradas como un precursor clave de la enfermedad
mental. La naturaleza de muchos trastornos psiquiátricos, los estados de ansiedad
y depresión producidos en la vida adulta pueden relacionarse de manera sistemática
con los estados de ansiedad, desesperación y desapego. Estos estados se
provocan fácilmente, siempre que se separa a un niño pequeño de la figura materna
durante un periodo prolongado, cuando aquel prevé la separación, o cuando la
separación es definitiva (Bowlby, 1990; 1988).

Algunos estudios han encontrado las siguientes relaciones entre diferentes patrones
de apego y algunos trastornos psicopatológicos en la infancia y la adolescencia;
sobre el apego inseguro, Weinfield y cols., (1999) encontraron relaciones con la
depresión en la infancia, dificultades interpersonales y comportamiento hostil en la
adolescencia. Warren y cols., (1997) relacionaron el apego ambivalente en la
infancia con el trastorno de ansiedad en el adolescente. También sobre el apego
inseguro, evitativo o desorganizado en la infancia, Ogawa y cols., (1997)
encontraron relación significativa con los síntomas disociativos a edades entre 17 y
19 años.

Rosenstein y Horowitz (1996) por otro lado demostraron que los adolescentes con
una organización de apego evitativo eran más susceptibles a desarrollar problemas
de conducta, abusos de sustancias (Girón, 2003), trastorno de personalidad
narcisista o antisocial, y rasgos paranoicos de personalidad. Mientras que aquellos
con una organización de apego ansioso eran más susceptibles a desarrollar
trastornos afectivos o un trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo,
histriónico, limítrofe o esquizoide. Greenberg (1999) en su revisión de la literatura al
respecto, muestra importantes relaciones entre el tipo de apego y la psicopatología.
Parece probado que los apegos inseguros son iniciadores de caminos que, con
probabilidad están asociados con posteriores patologías (Girón, 2003; Sroufe,
Carlson, Levy y cols., 1999; Weinfield y cols., 1999; Greenberg, 1999). De hecho,
los cambios familiares que amenazan la disponibilidad de las figuras de apego,
están relacionadas con desórdenes emocionales y conductuales en la
adolescencia, así como con trastornos de personalidad en los adultos jóvenes
(Stein, Marton, Golombeck y cols., 1994). Posteriormente Diamond y Liddle (1999)
y Lewis y cols., (2000) afirman que en las familias con jóvenes que tienen trastornos
de conducta y drogodependencias, la relación de apego padres-hijos está
seriamente dañada.

Hay autores que sugieren una asociación entre los estilos de apego inseguro, la
insatisfacción de pareja y las prácticas parentales ineficaces (De Vito y Hopkins,
2001). Por el contrario, parece ser que las personas con un estilo de apego seguro
desarrollan una gran confianza hacia sí mismos y los demás, mientras que aquellos
con un estilo de apego inseguro poseen una falta de confianza hacia los otros, lo
que determina sus relaciones interpersonales (Scout y Cordova, 2002; Mikulincer y
Florián, 1999; Collins, 1996). De esta manera, entendemos que la confianza es una
condición necesaria para el desarrollo del compromiso personal y social. En general
se admite que el estilo de apego seguro es un factor de protección y resilencia
(Siegel, 1999) respecto al desarrollo de trastornos psicopatológicos en la edad
adulta.

Las personas con apego seguro muestran menos hostilidad y más habilidad a la
hora de regular la relación con otros (Fonagy, 2004; Simpson y cols., 1992; Vaillant,
1992). Los individuos de este grupo se contemplan como personas sanas, con baja
ansiedad (Collins y Read, 1990), menos hostilidad, mayores capacidades del yo
(Kobac y Sceery, 1988).

Asimismo, se considera que son socialmente más activos y presentan menos


sentimientos de soledad que aquellos con un estilo de apego inseguro. Otros
autores en este sentido, han realizado investigaciones con el fin de demostrar que
los distintos estilos de apego están asociados a ciertas características personales
sobre todo con los trastornos de ansiedad, depresión y el trastorno limítrofe de
personalidad (Bifulco, Moran, Ball y Bernazzani, 2002; Meyer, Pilkonis, Proietti,
Heape y Egan, 2001; Gerlsma y Luteijn, 2000). En esta línea de investigación,
Buchheim, Strauss y Kächele (2002) observaron que existía una asociación entre el
estilo de apego ansioso, las experiencias traumáticas sin resolver, y el trastorno de
ansiedad y la personalidad limítrofe. Dozier y cols., (1999) señalan que otros autores
han encontrado correlación significativa entre el estilo de apego preocupado con
una personalidad marcada por sentimientos depresivos y que el estilo de apego
rechazante mantiene íntima relación con la personalidad antisocial, el abuso de
drogas y de comida. Sin embargo, algunos autores discrepan sobre estas tesis y
dicen que no existen suficientes datos que permitan validar dichas afirmaciones
(Fonagy, 2004; Girón, Rodríguez y Sánchez, 2003).
3. Metodología
3.1 Diseño metodológico

La presente investigación tiene un enfoque cuantitativo, ya que es secuencial y


probatoria, y se fundamenta en el análisis objetivo de las variables. Además, se
pretende generalizar los resultados encontrados en un grupo o segmento (muestra)
a una colectividad mayor (universo o población). También se intenta explicar y
predecir el fenómeno investigado, buscando regularidades y relaciones causales
entre elementos. Esto significa que la meta principal es la construcción y
demostración de teorías (que explican y predicen), los datos generados poseen los
estándares de validez y confiabilidad, y las conclusiones derivadas contribuirán a la
generación de conocimiento.

3.1.1 Concepción del conocimiento


a. Positivista: Puesto que “busca la causa de los fenómenos y eventos del
mundo social, formulando generalizaciones de los procesos observados. El
rigor y la credibilidad científica de esta investigación se basan en la validez
interna. Por ello los procedimientos usados son el control experimental, la
observación sistemática del comportamiento y la correlación de variables; se
adopta la generalización de los procesos, con los que se rechazan aspectos
situacionales concretos, irrepetibles y de especial relevancia para la
explicación de los fenómenos y situaciones determinadas” (Martínez, 2013)
b. Post positivivismo: según Guba (1990), es una versión modificada del
positivismo, estos nuevos planteamientos proceden fundamentalmente de la
antropología, el interaccionismo simbólico, entre otros. La orientación post-
positivista supera el esquema de la percepción como reflejo de cosas y el
conocimiento como copia de la realidad. Se concibe el conocimiento como
resultado de la interacción de una dialéctica entre conocedor y objeto
conocido. Además, el paradigma emergente o paradigma post-positivista
significa un rescate del sujeto y de su importancia, que la mente construye la
percepción por medio de formas propias o categorías. Tanto lo percibido
como su significado dependen de la formación previa, de las expectativas y
creencias de quien construye.
3.2 Alcance de la investigación

Explicativo

De acuerdo con Sampieri (2010), este alcance está dirigido a responder por las
causas de los eventos y fenómenos físicos o sociales. Como su nombre lo indica,
su interés se centra en explicar por qué ocurre un fenómeno y en qué condiciones
se manifiesta, o por qué se relacionan dos o más variables.

3.3 Dimensión temporal

Se inicia con la fase de generación del proyecto a partir de la vinculación de dos


variables de interés, posteriormente se delimitaron cuestiones asociadas al
enfoque y a la muestra de la investigación, tomando en cuenta la viabilidad y la
disponibilidad de los recursos, de esta manera se dio el planteamiento del
problema. Este proceso tuvo lugar en el periodo correspondiente a enero-febrero
2019. Una vez establecidos los límites de la investigación, se dio inicio al
desarrollo de la misma, planteando objetivos, hipótesis y preguntas de
investigación, a su vez se trabajó en la estructuración del marco teórico de
referencia en el periodo febrero-marzo.

3.4 Hipótesis

Se plantea que existe una relación significativa entre las variables del presente
proyecto, dado que la sintomatología depresiva en jóvenes se manifiesta como
consecuencia de eventos ocurridos en etapas tempranas. Teniendo como base
lo anterior y aplicando el referente teórico existente se plantean las siguientes
hipótesis.

De trabajo: Las dificultades y alteraciones en el estilo de apego provocan la


aparición de sintomatología depresiva en jóvenes.

Nula: Las dificultades y alteraciones en el estilo de apego, no provocan la


aparición de sintomatología depresiva en jóvenes.
Alterna: Las dificultades y alteraciones en el estilo de apego se asocian con
múltiples manifestaciones psicopatológicas en jóvenes.

La aparición de sintomatología depresiva en jóvenes es causada por factores


biológicos y ambientales.

3.5 Unidad de análisis


Población: Jóvenes de 18 a 25 años.
Muestra: Jóvenes (mujeres y hombres) de 18 a 25 años, estudiantes UJED
FACSA.
3.6 Instrumentos y técnicas
Cuestionario de Apego en Adultos: Cartes Modeles Individueles de
Relation (CaMir) de Pierrehumbert et al. (1996). Es un cuestionario que mide
las representaciones de apego. Incluye 32 ítems que el participante debe distribuir
en una escala tipo Likert de 5 puntos (1= Totalmente en desacuerdo, 5= Totalmente
de acuerdo). Esta distribución sirve para calcular 7 factores de apego, que expresan
diferentes características de las representaciones de apego. La versión reducida del
CaMir ha mostrado niveles adecuados de validez y fiabilidad.
Inventario de Depresión de Beck (BDI, BDI-II), creado por el psiquiatra,
investigador y fundador de la Terapia Cognitiva, Aaron T. Beck, es un
cuestionario autoadministrado que consta de 21 preguntas de respuesta
múltiple. Es uno de los instrumentos más comúnmente utilizados para medir
la severidad de una depresión. Las versiones más actuales de este
cuestionario pueden ser utilizadas en personas de a partir de 13 años de
edad. Está compuesto por ítems relacionados con síntomas depresivos,
como la desesperanza e irritabilidad, cogniciones como culpa o sentimientos
como estar siendo castigado, así como síntomas físicos relacionados con la
depresión (por ejemplo, fatiga, pérdida de peso y de apetito sexual). Existen
tres versiones del BDI: la versión original, publicada en 1961, la revisión de
1971 bajo el título de BDI-1A; y el BDI-II, publicado en 1996.
Ambos instrumentos evalúan las variables a través de escala Likert.
3.7 Operacionalización de variables.

Apego

 Seguridad
 Preocupacion familiar
 Interferencia de los padres
 Valor de la autoridad de los padres
 Permisividad parental autosuficiencia y rencor contra los padres
 Traumatismo infantil

Depresión

3.8 Estrategia de análisis de datos.

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