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INCAUTOS
La enorme burbuja a la que indujeron a Bolivia
y cómo salir de ella

MAURICIO RÍOS GARCÍA

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© 2017 MAURICIO RÍOS GARCÍA
© 2017 CRUSOE RESEARCH
www.riosmauricio.com
Correo electrónico: contacto@riosmauricio.com
Cochabamba - Bolivia
Todos los derechos reservados. El contenido de esta obra está protegido por las leyes, que establecen
penas de prisión y multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios para
quienes reprodujeran total o parcialmente el contenido de este libro por cualquier procedimiento
electrónico o mecánico, incluso fotocopia, grabación magnética, óptica o informática, o cualquier
sistema de almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin permiso escrito de Mauricio
Ríos García.

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¿Cómo un país como Bolivia ha registrado uno de los auges económicos más
espectaculares de la región en las últimas décadas? ¿Cómo puede explicarse que sea la
economía más boyante de la región, si ha aplicado las mismas medidas que sus pares
políticos e ideológicos en América Latina? ¿Cómo puede explicarse tamaño auge sin
precedentes? ¿Fue un fruto de la naturaleza, simplemente, o fue creado de manera
deliberada? ¿Es este auge sostenible? ¿Se trata realmente de un modelo de exportación
y a ser copiado por las grandes potencias desde la Gran Recesión? ¿Cuál es el precio
que se paga por la supuesta estabilidad económica de Bolivia? ¿Todo lo que no se puede
explicar es fruto de la economía del contrabando y narcotráfico necesariamente?
Esta obra contiene la interpretación de un economista rigurosamente liberal, que
defiende al individuo, el emprendimiento y la economía de mercado; interpreta muy
didácticamente lo que ha economía de Bolivia y todos los mitos creados durante los
últimos años sobre ella, a la vez que ofrece una nueva serie de argumentos sobre dónde
se encuentra la economía, hacia dónde va, pero sobre todo qué se puede hacer al
respecto.

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Mauricio Ríos García (34) es economista. Estudió en la Universidad Mayor de San


Simón. Realizó cursos de economía, filosofía política, sistemas comparativos de
gobierno, políticas de transición y reformas estructurales en la Pontificia Universidad
Católica de Santiago de Chile. Tiene una maestría en Economía de la Escuela Austríaca
por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, y desarrolla su tesis doctoral en
Economía Aplicada, dirigida por Jesús Huerta de Soto en la misma universidad.
Es autor de La década perdida de Occidente: un manifiesto contra la Gran Recesión,
(Unión Editorial, Madrid, 2015), y tiene publicaciones en revistas especializadas. Ha
escrito y coescrito informes ejecutivos y libros de investigación y análisis de coyuntura
junto a los más renombrados colegas de su país junto a Fundación Milenio desde
2009. Desde 2006 escribe con regularidad en los diarios más importantes de Bolivia,
en otros medios internacionales como la revista América Economía, así como para
think tanks como The CATO Institute.
Igualmente, tiene experiencia como catedrático de las principales facultades de
posgrado de Bolivia, y además desempeñando altos cargos ejecutivos como Director
Académico Nacional y Decano de la Facultad Nacional de Posgrado de una de las
universidades privadas más importantes del país.

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Asimismo, también ha sido invitado a distintos congresos internacionales ofreciendo
conferencias en economía para empresarios privados en ciudades como Santiago de
Chile, Ciudad de Panamá, Buenos Aires o Rosario, o incluso Madrid y Bruselas a
invitación del Partido Popular y la Fundación de Análisis y Estudios Sociales del
Presidente José María Aznar, y el Center for European Studies Wilfred Martens del
Partido Popular Europeo, para discutir reformas económicas estructurales para la
Unión Europea en medio de su profunda crisis.
Actualmente reside en Bolivia y se desenvuelve en el ámbito privado como asesor de
inversiones en el exterior, como director independiente del Grupo Financiero Fortaleza
S.A., como fundador de Crusoe Research SRL y socio fundador de Genea Wealth
Management S.A.

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A todos quienes asumen las consecuencias de sus acciones

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Presentación

Bolivia, un país que casi pasa desapercibido en el contexto internacional si no fuera por
sus irrisorios niveles de sobreendeudamiento, número de dictaduras, hiperinflación y
narcotráfico de los años 80 como se lo conocía en el exterior, casi de la noche a la mañana
se convirtió en un nuevo gran milagro económico en pleno corazón de Sudamérica. 25
años más tarde crecieron grandes y lujosos edificios y condominios, las más reconocidas
marcas se posicionaron rápidamente, en los pueblos más alejados de las grandes urbes
aparecieron por primera vez los autos importados más caros, las celebraciones más
tradicionales se convirtieron en los derroches más extravagantes, la nueva y más
excéntrica arquitectura se convirtió en una sensación internacional, la vestimenta o los
tejidos típicos se lucieron por las pasarelas más destacadas del mundo, quienes apenas
empezaban a ganar experiencia laboral ya podían permitirse un auto del año, un
departamento o grandes viajes a Las Vegas junto a sus mejores amigos, el personaje más
insospechado pudo de repente convertirse en el heroico y más próspero y popular
emprendedor en serie, los ciudadanos de los otrora países más ricos del vecindario
elegían el país como último destino, y los proyectos de desarrollo y crecimiento privado
urbano más ambiciosos conseguían financiamiento. Realmente, Bolivia parecía haberse
convertido en un nuevo oasis económico al que todo el mundo quería apostar mientras
las economías capitalizadas del mundo se encontraban en una de las mayores crisis
económicas más dramáticas en 80 años.
El fenómeno de las burbujas económicas de valor no es nuevo ni es una rareza de la
modernidad que podría ilustrarse como fracaso del capitalismo y la avaricia de algunos
de los más grandes empresarios de Wall Street, como típicamente se lo pretende mostrar.
Este tipo de fenómenos tiene muy larga data, y se lo empezó a discutir de manera
sistemática a medida que cuando la Revolución Industrial avanzaba, científicos,
empresarios y políticos se preguntaban sobre la causa de los períodos recurrentes de
auge y recesión. Fue esa la época en la que por primera vez en la Cámara de los Comunes
se escuchó el término de “burbuja”. ¿Puede ser que, siendo que la economía es una
ciencia relativamente joven y que el conjunto de los más grandes economistas
contemporáneos hubiera fallado en predecir una de las más grandes crisis económicas
internacionales desde la Gran Depresión de los años 30 en 2008, haya sucedido algo
similar con Bolivia recientemente?

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Más aún, ¿cómo podría describirse o ilustrar la que fue la burbuja de activos más grande
y de proporciones siderales que Bolivia haya vivido nunca? ¿Cómo podría explicarse de
la manera más razonable y sencilla posible el hecho de que casi todo emprendedor
tuviera éxito con todo proyecto de inversión que se le ocurriera por muy alocado que
pareciera en un principio? ¿Cómo decir que lo que Bolivia veía no era ningún milagro, ni
mucho menos un misterio, que lo que había estado viviendo era un problema demasiado
similar al que el resto de Occidente había creado tan solo unos pocos años antes, y que
las consecuencias llegarían de la misma manera, más temprano que tarde?
Haberlo estudiado mucho, haberlo conocido y haber estado muy cerca alguna vez del
poder político gobernante ha servido de mucho, tanto como para saber qué es lo que se
puede esperar de él, que muy rara vez puede ser algo bueno. También alguna vez escuché
una definición muy laxa de la política, que decía que era el arte de lo posible. Me quedé
mucho tiempo con esa idea, pero no tardé demasiado en entenderla en su más amplia
dimensión y además hacerla mía. Caí en cuenta de que la política realmente tiene que
ver con el arte de lo posible, pero en el sentido de que los políticos y todo su entorno
están dispuestos a absolutamente todo para quedarse donde están, que para ellos los
medios no son un problema una vez que acceden al poder y se embriagan de él, que los
principios son solamente un detalle.
Gracias a saber algo de política, a estar pendiente de ella desde muy pequeño y encontrar
toda forma en la que me afecta a mí y mi entorno más cercano, supe que era mejor no
tener absolutamente nada que ver con ella. Afortunadamente el escarmiento de haber
participado en política fue muy pronto y siendo muy joven para esas andanzas, aunque
de todas maneras siempre estuve dispuesto a prestar parte de mi tiempo para ayudar a
quienes todavía creen en la política como el mejor o incluso único medio para lo que sea
aquello en lo que creen y quieren cambiar, aunque, debo confesar, en gran medida crea
que se trata de una ingenuidad, que tiene poco sentido. Más aún, aprendí que hay
muchos otros medios muy distintos a los de la política que no implican el abandono de
principios o de pragmatismo puro y duro.
Entre las muchas cosas de las que uno se da cuenta siguiendo ciertos patrones de
conducta en determinados períodos de tiempo, es la forma en que los gobiernos son
capaces de convencer a un gran grupo de personas de hacer algo que en un principio
difícilmente creen que no los beneficiará de ninguna manera. Cuando se estudia
profunda e intensamente estos problemas puede resultar hasta divertido darse cuenta
de que estos problemas se repiten una y otra vez convirtiéndose en grandes hitos
históricos de los que nunca se aprende, pero cuando se los identifica en la realidad
cotidiana más cercana son una auténtica tragedia.

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Soy un economista que, como muchos, ha estudiado el complejísimo fenómeno
económico de Bolivia de los últimos diez o quince años, pero que, como muy pocos, es
capaz -modestia aparte- de encontrar respuestas mucho más razonables que las del
economista promedio. Me he acercado al estudio de fenómenos sociales con un método
científico y un herramental teórico muy distinto y alejado del usual que se enseña en la
universidad, porque el tamaño del desafío así lo ha exigido, y el resultado es lo que tengo
para ofrecer con este trabajo, Incautos.
Esta explicación relativamente breve, concreta y sin rodeos sobre la economía de Bolivia
y su gran auge reciente promete por lo menos ser muy distinta y muy alejada de lo
convencional, tanto así que apelará a la prosa y los conceptos antes que a la ilustración
gráfica, matemática y experimental tradicional, con un lenguaje que no resulta el más
accesible para la mayor cantidad de público posible (no por nada a la economía se la
llama “ciencia lúgubre”). Eso sí, lo que esta obra no pretende de ninguna manera es
convencerlo de algo que simplemente no le resulte razonable, porque, a fin de cuentas,
se trata de un ensayo escrito con la idea de ofrecer respuestas de la manera en que lo
haría con alguien de la familia o un amigo cercano.
Por decirlo de otra manera, el lenguaje de los economistas es siempre complicado, y con
él se meten en terrenos muchas veces demasiado complejos. Muchas veces lo hacen
deliberadamente para tratar de agregarle un halo de misterio y misticismo a su trabajo,
probablemente porque no lo han llegado a entender en su más completa dimensión.
Hablan solamente para gente muy entendida en la materia o, peor aún, buscan
justamente que no se los entienda para crearse a sí mismos una imagen de genios
incomprendidos. Y claro, el enredo consecuente de sus confusas y dispersas ideas
termina siendo irremediable, al punto en el que el público termina distrayéndose con
cualquier otra cosa que no sea economía. Ni hablar de la gran pretensión general que
tienen de convertirse en grandes oráculos y profetas que conducen la vida de los demás
sin correr riesgo alguno por sus equivocaciones.
En este sentido, el objetivo de este trabajo es explicar que el gran auge económico
reciente de Bolivia se ha tratado de una burbuja de proporciones siderales nunca vista, y
que por mucho que se lo intente y sean muchas las señales que apuntan ya a su reventón,
es imposible predecir el momento, el lugar y el detonante de tal reventón, pretender
hacerlo sería una gran mentira. Por esto se ofrecerá una mirada sobre la forma en que se
ha producido, y una serie de sugerencias y recomendaciones sobre cómo salir de ella lo
más pronto y de la mejor manera posible.
El trabajo está compuesto por tres partes, catorce capítulos y más de cincuenta
subtítulos. En la primera parte se ofrece una interpretación teórica sobre cómo suelen
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generarse las burbujas económicas de valor o los grandes auges ficticios. En una segunda
parte, que sirve para reforzar y complementarse mutuamente con la primera, se ilustra
didácticamente la experiencia reciente de Bolivia con estos fenómenos, o, si se quiere, se
explica el origen de la gran burbuja económica del país. Y en una tercera y última parte
se ofrecen sugerencias y recomendaciones concretas sobre cómo abandonar una
posición en la que su riqueza quede expuesta a lo que el pinchazo de la burbuja puede
ocasionar.
Finalmente, este trabajo está dedicado en gran medida al economista promedio que no
acepta interpretaciones sobre la realidad distintas a las que le dijeron que realmente
existen, al que no acepta cuestionamientos ni desafíos, pero sobre todo al empresario
que trabaja en condiciones de libre competencia y no en busca de favores, privilegios y
ventajas concedidas por el Estado, que los hay muchos, tal vez demasiados, como en todo
lugar; no está dedicado al empresario que ha sabido sin escrúpulo alguno cortejar
negocios con el Estado, cuyos costos los pagan siempre terceros, sino al que ha sido
víctima de la ilusión de riqueza que casi todos los gobiernos en esta era son capaces de
crear, provocando toda serie de problemas que en un principio parecen grandes
oportunidades de mejora de las condiciones de vida, pero que más tarde el desenlace se
convierte en un irreparable dolor de cabeza.
Será una historia que nadie le ha contado, mucho menos con este enfoque, y le garantizo
que a partir de esto tendrá un mejor juicio económico que el de la gran generalidad de
personas para realizar inversiones.

Cala Cala, septiembre de 2017

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Contenido

Introducción .......................................................................................................... 19

PRIMERA PARTE
Una interpretación teórica

CAPÍTULO 1
Los principios ......................................................................................................... 23
Mi formación............................................................................................................ 23
Grandes estafas durante largos períodos de tiempo ................................................ 25
La Mississippi Company de John Law ..................................................................... 26
MacGregor y Poyais ..................................................................................................27
El Tesoro de Sacambaya .......................................................................................... 28
El cassette de Milli Vanilli ........................................................................................ 28
La burbuja del “socialismo comunitario”................................................................. 29

CAPÍTULO 2
Una muy breve base histórica y teórica ............................................................. 31
Ni maldiciones ni enfermedades de los recursos ...................................................... 31
Qué es el mercado .................................................................................................... 32
Cómo crece una economía sana y sostenidamente .................................................. 34
Una ilustración robinsoniana .................................................................................. 35
Hablar de pobreza y hablar de riqueza no es lo mismo ............................................37

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CAPÍTULO 3
El dinero, la banca central, la inflación y la expansión crediticia ............... 41
¿Cómo se destruye una economía? Inflándola primero ........................................... 41
¿Por qué son tan importantes el crédito y la moneda? ............................................ 42
La banca, el dinero y el crédito ................................................................................ 43

SEGUNDA PARTE
El origen de la gran burbuja de Bolivia

CAPÍTULO 4
Una explicación por partes .................................................................................. 49

CAPÍTULO 5
La burbuja estatal .................................................................................................. 53
Sobre el origen de los recursos................................................................................. 53
Sobre el destino de los recursos ................................................................................55
El efecto crowding out o efecto expulsión ................................................................ 57
Las autonomías estructuralmente en quiebra ......................................................... 59

CAPÍTULO 6
La burbuja financiera ............................................................................................ 61
El inflacionismo pasivo y la euforia generalizada .................................................... 62
Sobre las burbujas económicas y de activos ............................................................ 64
Qué significa el incremento sostenido de la mora bancaria .................................... 65
Hay que tomar nota de lo que sucede con la banca internacional ........................... 67
El río del sistema financiero suena .......................................................................... 68

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CAPÍTULO 7
La burbuja productiva ........................................................................................... 71
Elefantes blancos o burbujas de activos....................................................................72
Una de muchas anécdotas: ¿Estamos o no en una burbuja? ....................................73
Una segunda anécdota: ¿un recuerdo del futuro? ................................................... 74
¿Bolivia ha entrado en un proceso deflacionario? .................................................... 75

CAPÍTULO 8
Las consecuencias del sobre optimismo generalizado ................................. 79
El advenimiento de la crisis ..................................................................................... 79
El drama social de una generación emprendedora frustrada ................................... 81

CAPÍTULO 9
La ruinosa huida hacia adelante ........................................................................ 87
¿Son tan tontos los empresarios? ............................................................................ 87
Cómo anticipar un típico “crack” económico .......................................................... 87
Evite ser Dionisio Aguilar ......................................................................................... 91
¡Que gobiernen cien años! ....................................................................................... 92
El pecado monetario del 21060: mantener el nacionalismo monetario .................. 93
A imprimir billetes de Bs. 500 ¿o 700?.................................................................... 94
El problema con una devaluación cambiaria: prolongar la agonía con inflación .... 96
El ajuste es simplemente inevitable ........................................................................ 101

CAPÍTULO 10
La crisis internacional como factor agravante .............................................. 105
Un breve mensaje de optimismo al emprendedor y al empresario ........................... 107

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TERCERA PARTE
La prescripción

CAPÍTULO 11
Invertir en tiempos de crisis ............................................................................... 111

CAPÍTULO 12 .......................................................................................................... 113


Algunas condiciones: macro reformas estructurales .................................. 113
El pinchazo de la burbuja estatal: reducir la magnitud de lo robable..................... 114
La idea de diversificar el aparato productivo .......................................................... 115
El pinchazo de la burbuja financiera: enmendar el mayor error del 21060 ........... 117

CAPÍTULO 13 .......................................................................................................... 119


Cómo salir de la burbuja ..................................................................................... 119
Invirtiendo en tiempos de crisis.............................................................................. 119
Prepararse para lo inevitable, que el pinchazo no lo sorprenda ............................. 119
Entre liquidación y liquidez: la calidad del balance ................................................120
La preservación del patrimonio familiar en entornos de crisis .............................. 122
Qué es un Family Office y por qué conviene tener uno hoy .................................... 124
Las inversiones de los Family Offices ..................................................................... 125
Convertirse de empresario en inversor ...................................................................128
Principios para armar estrategias y portafolios de inversión ................................. 129
No es cuestión de internacionalizar, simplemente ................................................. 131
Trabajar con fondos de inversión en el exterior ..................................................... 133
La alternativa del offshore banking ........................................................................ 135
Mantener posiciones en oro .................................................................................... 138
La opción de países como Singapur ........................................................................ 139
Panamá como paraíso fiscal .................................................................................... 141
Libros recomendados para invertir como austríaco ............................................... 142

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CAPÍTULO 14
Conclusiones .......................................................................................................... 149

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Introducción

Nada de lo que contaré ahora tendría que ser extraño para quien se detenga a pensar en
el pasado de largo plazo, en la manera en que uno u partido político, uno u otro caudillo,
asciende al poder con los aires del próximo gran mesías disconforme con la realidad que
le tocó vivir, indignado con el hecho de tener que trabajar como todo mortal para
sobrevivir, pero eso sí, con mucha habilidad para articular toda demanda popular, por
absurda que fuera, en una oferta electoral viable. Estos personajes siempre llevan como
bandera la palabra “cambio” con alguna otra variante, pero para cualquier político
promedio siempre resulta más difícil vender continuismo.
En esta amplísima plataforma para el cambio radical de la realidad, sobre todo cuando
durante un tiempo relativamente prolongado la economía no ha sido suficientemente
boyante como todo el mundo hubiera querido (me refiero a la década de los 90), el
ambiente generalizado que se termina construyendo con ese discurso de indignación
permanente se convierte en un caldo de cultivo perfecto para plantear las propuestas
más descabelladas y demagógicas como las de un nuevo país, una nueva sociedad, un
nuevo hombre. Pocos son quienes entienden de principios y valores y además los
defienden, y en consecuencia se inclinan por vivir con lo ganado en función de su
esfuerzo, resistiendo a la tentación de vivir por medios para los que la ley es solamente
un detalle.
El caso más común es el de la redistribución de la riqueza, una idea tan antigua como
absurda, que se funda en la presuposición de que lo que a unos les falta es lo que otros
no les dan por simple y pleno derecho. No vamos a entrar en detalles sobre la enorme
injusticia que constituye el sólo pensar que la existencia de pobres se debe a la simple
existencia de ricos, sobre esto se ha escrito ya bastante, pero para resumir toda la batería
de medidas que sobre esta presuposición se basa la gran mayoría de políticos para
ascender al poder, unos recurren a eufemismos como los del populismo o el
neopopulismo, pero otros preferimos llamarlo simplemente por lo que realmente es:
socialismo, de izquierda o de derecha, da igual, socialismo al fin.
Por ejemplo, como anécdota sobre esto, en uno de los congresos anuales de economía
que el Instituto Juan de Mariana organiza en Madrid, un exitoso think tank con más de
diez años de tradición en el debate de ideas de este tipo, discutimos entre tres
latinoamericanos en un panel central sobre las consecuencias del populismo
latinoamericano y la mejor manera de sobrellevarlo, y terminamos empantanados con la
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precisión de los términos y definiciones. Para mí, en realidad, el populismo no es más
que un eufemismo al que recurren quienes ya no quieren reconocerse como socialistas,
pero que con nostalgia se resisten de alguna manera a abandonar algunos de los
principios más consabidos de la ingeniería social.
Un caso sobre esto último está en el libro coordinado por Dornbusch y Edwards, La
macroeconomía del populismo en América Latina, un trabajo ya clásico de varios
autores de principios de los 90 que interpreta la ruinosa década perdida de los año 80,
en el que se define populismo como “una corriente ideológica que sostiene la
reivindicación del rol del Estado como defensor de los intereses de la generalidad de
una población a través del estatismo, el intervencionismo y la seguridad, con el fin de
lograr la justicia social y el Estado de Bienestar”, y en un sentido algo más ajustado pero
aún con rodeos, definen la política populista como el momento en que “el gobierno
pretende acelerar el crecimiento económico mediante la expansión de la demanda
interna y la redistribución del ingreso”.
Huerta de Soto, en cambio, en su Socialismo, Cálculo Económico y Función
Empresarial, define el socialismo sencillamente como “todo sistema de agresión
institucional contra el libre ejercicio de la acción humana o la función empresarial”. No
hay demasiada diferencia entre una y otra definición o concepto, sobre todo cuando uno
se pone a pensar que, a fin de cuentas, para detentar el poder lo que se promete es el
cielo sobre la tierra, es decir, una fantasía humanamente imposible de cumplir, y además
recurriendo siempre, en mayor o menor medida, a métodos violentos para
implementarla de manera justificada, además.
Pero las definiciones y su discusión ya son parte de otro tema. Lo que haremos a partir
del momento, con una clara inclinación a llamar las cosas por su nombre más al estilo
de Huerta de Soto que de cualquier otro, es explicar en qué han consistido las promesas
de los políticos en Bolivia y lo que en consecuencia han provocado durante la última
década o un poco más.
Lo que ha sucedido en este país aproximadamente desde 2003 ha sido una combinación
de medidas y circunstancias extraordinarias que a los más grandes burócratas les ha
permitido atribuirse la paternidad de un auge económico artificial de proporciones
siderales que nadie imaginó que se viviría, y además prolongar su resistencia a realizar
ajustes y reformas que a la postre son simplemente inevitables.

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PRIMERA PARTE

Una interpretación teórica

21
22
CAPÍTULO 1
Los principios

Mi formación
Primero resultaría útil explicar muy brevemente quién soy, de dónde vengo y por qué
escribo este ensayo. Soy un economista especializado en la identificación de crisis
económicas generalizadas, ciclos económicos y reformas estructurales, en análisis
económicos de coyuntura, y más recientemente en la oferta de proyectos de inversión
como solución alternativa. Mi campo de acción profesional ha sido fundamentalmente
el de la Gran Recesión iniciada diez años atrás primero con Bear Stearns y luego con el
mentado Lehman Brothers, analizando y explicando sus causas y consecuencias, y más
importante aún, identificando con mucho asombro las similitudes con una crisis tan
cercana como la que vivió Bolivia hasta 1985.

Mis inicios en temas de economía y política tuvieron que ver con la manera en que parte
de mi familia fue afectada por el estatismo, el intervencionismo económico, la
redistribución, el socialismo, la Revolución del 52, y las consecuencias de esas reformas
sobre la economía que siempre redundan en -como adelantamos ya- prometer el cielo
sobre la tierra. A partir de ese momento empecé a involucrarme con el estudio de la
historia económica y política de Bolivia y sus grandes períodos de auge y recesión bajo
uno y otro régimen durante el siglo XX, y fundamentalmente durante su segunda mitad.
De hecho fue en esas andadas que descubrí que la primera hiperinflación de Bolivia no
había sido aquella del 23.500% anual de los años 80 de la que hablaba todo el mundo
mientras yo crecía escuchando atento, sino la del 900% anual que se alcanzó en 1957
justamente como consecuencia de las reformas.

No tardé demasiado en entrar de lleno en el estudio sobre la aplicación del DS 21060, en


la serie de medidas contra la hiperinflación de 1985. Fue una etapa de estudios en la que
empezaría y no terminaría nunca de apasionarme profundamente por la economía en
general y por toda experiencia de desastres y milagros económicos en particular.
Conozco de memoria y sigo investigando cada tiempo libre que encuentro para hacerlo,
la historia de las reformas de Thatcher, Reagan, los Chicago Boys, el Milagro Económico
Alemán y varias otras más, y como no podía ser de otra manera, la legendaria Gran
Depresión de los años 30.

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Lo que me impulsaba a esta búsqueda era la historia de una parte de mi familia, pero
también, por un lado el pensar que el gran desafío de todo economista era dar respuesta
a los episodios económicos más trágicos que siempre se interpreta como el mayor
absurdo posible, y por el otro tratar de saber por qué los economistas merecen el máximo
galardón científico posible como el Premio Nobel de Economía. Todo cobró sentido
relativamente rápido, probablemente ya en el segundo año de los estudios de
licenciatura, y como no podía ser de otra manera, no en clases, sino entre la biblioteca y
el internet.

Ahí entendí cuáles eran exactamente los problemas más serios de toda economía, la
manera en que se manifestaban y quiénes eran los responsables. No estamos hablando
de negocios piramidales ni de las estafas más elementales que financian préstamos de
corto plazo con depósitos de largo plazo, sino de grandes burbujas de valor de activos en
forma de negocios en los que se embarcan tanto un solo individuo como millones de ellos
simultáneamente, y que incluso participan de una u otra manera del problema sin
siquiera advertir las consecuencias. Como ya se podrá advertir, estamos hablando de
problemas estructurales concretos y no de anécdotas aisladas y pasajeras.

Y en este recorrido terminé descubriendo todo un paradigma capaz de explicar estos


problemas de manera sistemática. Encontré toda una escuela de pensamiento
económico muy distinta a la que me hubiera imaginado que existía, toda una tradición
de pensamiento económico que se remonta a cientos de años antes del trabajo de Adam
Smith, los siglos XV y XVI para ser concretos, el supuesto padre de la economía y el
liberalismo clásico: la Escuela Austríaca de Economía.1

En esto que ya era una interesantísima aventura decidí ir a estudiar con Jesús Huerta de
Soto en Madrid, el economista que mejor sabía explicar lo que había sucedido y estaba
sucediendo en ese momento, uno de los mayores representantes vivos de la Escuela
Austríaca. Llegué a España en el peor momento de su crisis económica para observar,
experimentar y estudiar la crisis en primera persona y sin que me la contaran. Vi
auténticos dramas sobre cómo y cuánto había pegado la bancarrota española en los

1 Hay al menos tres textos altamente recomendados para abundar en todos los elementos que
componen la Escuela Austríaca de Economía. El primero es el de Jesús Huerta de Soto, La Escuela
Austríaca: Mercado y Creatividad Empresarial, que también puede ser encontrado en inglés bajo el
título de The Austrian School: Market Order and Entrepreneurial Creativity; el de Eugen-Maria
Schulak y Herbert Unterköfler, The Austrian School of Economics: A History Of Its Ideas,
Ambassadors and Institutions; y el de Peter J. Boettke y Christopher J. Coyne, The Oxford Handbook
of Austrian Economics.
24
menores barrios de Madrid, era el momento en que Rodríguez Zapatero finalmente
reconocía el problema, dejaba de agravarlo y dejaba de patear hacia adelante el ajuste
estructural y cambio de modelo productivo, y abandonaba el poder convocando a
elecciones generales adelantadas, casi como aquel episodio de los 80 con Siles Suazo y la
UDP en Bolivia. Incluso tuve la intención de involucrarme tanto como pudiera en ofrecer
el enfoque y experiencia de Bolivia con sus propias crisis y reformas estructurales
exitosas a quienes creyeran que en semejante escenario cualquier otra idea distinta de
las predominantes servía. Estaba en el lugar y el momento indicado.

No hay forma de que todo esto no sea compartido para ofrecer una interpretación mucho
más afilada que la de la sabiduría popular, para que sus decisiones no terminen
generando mayores problemas que los que en un inicio se pretende solucionar, para todo
aquel a quien les sirva, para que algunos episodios no se vuelvan a repetir o para que al
menos no sufran quienes sepan advertirlos, para todo aquel que con todo desenfreno e
imprudencia cometió exactamente los mismos errores de inversión que en el resto de
Occidente causaron la Gran Recesión.

Grandes estafas durante largos períodos de tiempo


Por supuesto que hay muchas cosas que coinciden, pero la explicación sobre la causas
sobre los períodos recurrentes de auge y depresión en una economía requieren de un
método de análisis sistemático, pero como concepto resulta útil interpretarlos como una
burbuja cuyo destino no es otro que el de inevitablemente reventar. Para tratar de
empezar a ilustrar el problema con sencillez, y además hacer caer en cuenta de que se
tratan de problemas de larga data, hay algunos casos históricos, unos más conocidos que
otros, a los que, como veremos, Bolivia podría sumarse.

Una de las más grandes y célebres burbujas económicas de la historia fue la manía de los
tulipanes en Holanda durante la primera mitad del siglo XVII, hace 400 años.2 Fue un
período de tiempo paradójicamente considerado por los holandeses como el “siglo de
oro” luego de sus grandes conquistas y emancipación alrededor de todo Occidente, pero
que terminó desplomándose como todo experimento económico. Desde luego, todo lo
que esto permitió es difícil de imaginar, pero un elemento a destacar fue el cambio de
sus estratos sociales y sus patrones de comportamiento de largo plazo.

2 El estudio más serio al respecto es el de Douglas E. French: Early Speculative Bubbles and Increases
in the Supply of Money, Ludwig von Mises Institute, 2010.
25
De repente, por su rareza y escasez, las flores de tulipán se convirtieron en un símbolo
de la abundancia de la época, tanto así que ha caracterizado este país desde entonces.
Estas flores, muy difíciles de producir durante un período de entre tres y diez años desde
que se planta su semilla hasta que florece, fueron utilizadas no solamente como un
elemento ornamental muy importante y destacado, sino como un símbolo del más
distinguido estatus social.

Pero no fue la flor por sí misma lo que generó un auge especulativo insostenible. Así
como el oro que es depositado en la bóveda de un banco para su custodia, el tulipán, al
ser muy delicado no puede ser removido de cualquier manera y en cualquier momento
de la tierra, pero el derecho a removerlo cuando sea preciso puede ser suscrito por los
interesados en un papel, pero aquel documento, a pesar de que el tulipán no se mueve
de su lugar, puede ser falsificado y permitir que aquel derecho circule mientras no llegue
el momento indicado para la remoción de la flor, generando un gran auge especulativo
en el entretanto. De esta forma llega el punto en que los tulipanes y la emisión de sus
derechos de cobro futuro son solamente un medio para lograr otros fines distintos a los
de la sola compra de la extraña y delicada flor.

El problema fue justamente ese, que para el momento en que vencieron los plazos se
habían emitido un número de notas o derechos de cobro futuro superior a la cantidad de
tulipanes que realmente existía. Se provocó una inflación que a su vez conllevaba un auge
especulativo derivado a lo largo y ancho de toda la economía que la terminó destruyendo.
Cuenta la historia que todo el auge ficticio terminó siendo tan endeble que llegó a su fin
solamente cuando en el comercio de bulbos de tulipán alguien confundió uno con alguna
fruta al morderla, descubriendo que lo que se comerciaba había excedido ampliamente
el valor real del tulipán y de todo el resto de bienes y servicios de la economía. Las
consecuencias, claro, se tradujeron en una enorme inflación de precios por el enorme
excedente de notas de cobro emitidas. Este fue el pico, a la vez que el fin de aquella gran
era dorada holandesa.

La Mississippi Company de John Law


Otra historia similar fue la de la estafa de la Mississippi Company en Francia durante la
primera década del siglo XVIII, hace algo más de 200 años. En cierta complicidad con
Felipe de Orleans, John Law, su asesor, estableció un nuevo sistema bancario
fraudulento: luego de ganarse la confianza del público custodiando depósitos del público
en general, el banco de Law empezó a emitir billetes en una cantidad mayor a la de
depósitos que realmente custodiaba, a la vez que emitía crédito con cargo a aquella
26
emisión excesiva de billetes. Como resultado, en un principio la inflación consecuente
del exceso de billetes en circulación provocó un auge artificial generalizado en la
economía. No muchos años más tarde, cuando el auge artificial empezó a reportar
beneficios, pasó a tener un carácter estatal.

El hecho de que en un principio el banco fuera estatal, y de que además contara con el
aval de la máxima instancia de poder, el Estado, la emisión de billetes y la concesión de
créditos tuvo una especial incidencia especulativa al punto en que permitiría el comercio
y la colonización francesa en Estados Unidos durante varios años. Se trataba de un gran
y prometedor proyecto a orillas del río Misisipi a cargo de la mencionada empresa
comercial, por el cual se emitieron papeles a la venta del público en general sin siquiera
haberlo conocido por las dificultades de llegar hasta allá cruzando todo el Atlántico.

Desde luego, como jamás existió tal proyecto comercial en un lugar donde solamente
había malolientes pantanos, luego de un tiempo la burbuja especulativa que se había
generado empezó a desinflarse por el escepticismo del público sobre la promesa del
proyecto, al punto en que los billetes emitidos por el banco que había creado John Law
con el engaño a Felipe de Orleans fueron rechazados por la falta de respaldo real con el
que deberían haber sido emitidos. Así el castillo de naipes terminó derrumbándose en
Francia con la quiebra tanto del banco como de la empresa comercial, habiéndose
convertido en uno de los casos históricos de fraude que se haya conocido nunca.

MacGregor y Poyais
Otro caso que permite hacer muy buenas analogías es el de Gregor MacGregor, un militar
escocés que se inventó un país ficticio llamado Poyais en todo el territorio que hoy se
conoce como Honduras, a principios del siglo XIX. MacGregor fue construyendo con el
tiempo un mito alrededor de su nombre, mostrándose como un líder nato con vocación
de “fundador” de países.

MacGregor se encontró la oportunidad de aprovechar de un entorno optimista luego la


derrota de Napoleón, con una economía británica que crecía. El registro del país no
existía en ningún lugar, pero las promesas de riqueza no se hicieron esperar y generar el
efecto buscado. Estableció una enorme campaña de publicidad, que incluyó panfletos,
libros, anuncios en prensa, e incluso como si de una campaña política boliviana de
principios de los 90 se tratara, se compuso una canción sobre las grandes bondades de
una tierra muy fértil y con una particular facilidad para cultivar tabaco y azúcar, con
abundante agua y oro, que sonaba por las calles de Londres, Edimburgo y Glasgow.
27
Durante un principio MacGregor consiguió no solo vender bonos de un país que no
existía e incluso mostrar los espectaculares beneficios del proyecto, sino que además
aprovechó de un momento en que en Escocia existían muchas facilidades para el acceso
al endeudamiento. En ese entonces el gobierno conseguía emitir deuda a intereses cada
vez más bajos, pero MacGregor lograba emitir su propia deuda con mayor rentabilidad,
sobre todo cuando ya en ese entonces caía el imperio español.

No obstante, y como es lógico, cuando por sospecha los colonos empezaron a llegar al
supuesto Poyais, en intermediaciones de lo que hoy es Honduras, terminaron
descubriendo la realidad, que unos indígenas que eran dueños de sus propias tierras, y
que además no eran exactamente amables con quienes serían sus nuevos colonizadores.
Entonces la estafa sería descubierta y la burbuja especulativa empezaría a colapsar.

El Tesoro de Sacambaya
Las anteriores experiencias son a menudo estudiadas para tratar de interpretar casos
similares actuales. Incluso Bolivia tiene su propia leyenda con el Tesoro de Sacambaya.
Cuenta la leyenda que los sacerdotes jesuitas expulsados de América luego de la Colonia,
al no poder llevárselo, enterraron gran parte de su tesoro de oro y plata en la zona del río
Sacambaya, un lugar de muy difícil acceso. No son pocas las expediciones, que se han
hecho desde entonces, como la de Edgar Sanders en 1929, pero al parecer nunca nadie
encontró ningún tesoro, mucho menos uno de 7.500 millones de dólares como se dice
que estaría valorado.

Aunque esta expedición tiene que ver más con la historia de una búsqueda o toda una
serie de expediciones aventureras muy concretas, destinar demasiados recursos en un
proyecto que implica muchos mayores riesgos e incertidumbres que las que se considera
en un principio, o incluso la idea de hacerse rico de la noche a la mañana sin una base
concreta más que la de un mito permanece, termina siendo demasiado recurrente y sus
consecuencias son muy serias. Eso es justamente lo que se pretende mostrar con este
trabajo.

El cassette de Milli Vanilli


Para abundar con un caso más popular, aunque más anecdótico, para quienes saben algo
de música, Milli Vanilli fue otro caso auténticamente bochornoso. Se trató de un dúo de
estilo pop dance (horrible) de finales de los 80 y principios de los 90, que durante cierto

28
tiempo hizo creer al público que su apariencia y capacidad de baile tenían correlación
directa con sus composiciones y grandiosas voces. El éxito de tal combinación fue tan
grande que su canción Girl You Know It's True, además de haber logrado ventas
estratosféricas y giras internacionales interminables, ganó un Grammy como el Mejor
Artista Nuevo en 1990.

Aparentemente ya había sospechas de que el proyecto no se trataba más que de un fraude


de lo más fantoche, cuando en algunas de sus presentaciones el hecho de que no cantaran
en vivo fuera demasiado evidente. Sin embargo, no fue sino hasta que, en la cumbre de
su carrera, durante un concierto, el disco o el cassette (sí, hace mucho tiempo) sobre el
que hacían sus rebuscadas coreografías, se rayó. El par de señoritos tuvo que abandonar
el escenario en medio de grandes abucheos. No mucho más tarde, junto a su
representante, tuvieron que convocar a la prensa para confesar que quienes cantaban y
componían todas sus canciones eran otras personas con bastante menos carisma y
apariencia, y que para tratar de enmendar el fraude ante sus fanáticos devolverían el
Grammy. Pues el problema terminó afectando incluso la misma credibilidad de los
Grammy como institución.

Pero eso no es nada, cuántos habrán caído creyendo ser dueños legítimos de la Torre
Eiffel o de un lote baldío en marte o la luna luego de pagar verdaderas fortunas por ellos
con papeles sin ningún aval real. Y quién sabe, tal vez si fuera por sus columnas en el
New York Times, todas sus predicciones sobre la economía global o sus prescripciones
para evitarlas, tal vez el Nobel de Economía para Paul Krugman en 2008 podría calificar
en esta categoría de grandes estafas de la historia, pero eso ya es parte de otra historia.

Lo que en todo caso se busca es ofrecer una explicación sobre un fenómeno


extraordinario, contar una historia sobre Bolivia en los últimos diez o quince años y que
resulta muy similar a las que mencionamos, descifrar paso a paso la facultad que los
gobiernos en general tienen para generar una falsa ilusión de riqueza mientras duran sus
mandatos, y que les permite prometer el cielo sobre la tierra. Se trata de una historia que
en realidad ha durado bastante más de lo que debería, y cuya magnitud y proporción
sería muy difícil de calcular con exactitud, pero que sin lugar a duda ha terminado
alcanzando proporciones siderales, superando muchísimos cuentos de ficción.

La burbuja del “socialismo comunitario”


Probablemente durante toda su historia Bolivia ha sido reconocida alrededor del mundo
por ser un país profundamente pobre, uno de los más pobres de todo el continente, pero
29
además como uno de aquellos lugares donde se presentan las mayores paradojas e
ironías de la vida. Es eterno el cuento y la indignación popular de quienes observan la
gran biodiversidad de este país, a la vez que sus marcados niveles de pobreza y las
grandes asimetrías con quienes mayor capacidad de riqueza tienen. Quién no ha
escuchado decir que Bolivia es un pobre sentado en una bandeja de plata, o algo similar.
Es momento de buscar una nueva respuesta.
Este tipo de preguntas se las han hecho muchos otros economistas respecto de sus
propios países también. Ha habido quienes han dado ofrecido explicaciones muy
razonables, otros han perdido la chaveta, y otros simplemente han ofrecido un enfoque
mucho más inteligente. Como decían Mises y Hayek sobre el objetivo que debería tener
la Ciencia Económica, es necesario develar los grandes mitos populares sobre la forma
en que funciona una economía, tratar de saber si la economía se trata de aplicar
simplemente sentido común. Sería muy bueno que tuviera más sentido común, pero
afortunadamente se ha ofrecido una línea teórica que deja muy claro que la economía no
es solamente sentido común.
Por ejemplo, para pocos ha sido motivo de sospecha todo lo que se ha visto durante toda
la etapa del auge ficticio de Bolivia, o cuanto mucho se ha caído en la pereza de explicarlo
todo con el auge del narcotráfico. De la noche a la mañana el vecino tiene una casa nueva,
tres autos y 12 perros nuevos, viaja tres veces al año a Miami y otras dos a sacarse fotos
junto a la Torre Eiffel, y quién sabe si también tiene dos esposas y cuatro amantes más.
Probablemente el auge esté vinculado de alguna manera al narcotráfico, sí, tal vez sea así
en algunos lugares particulares del país, pero de ninguna manera representan la
generalidad. Es más, me atrevería a decir que incluso una buena parte de esos mismos
narcotraficantes también terminan siendo víctimas de la construcción de la economía
ficticia de los gobernantes, simplemente porque, aunque se trate del narcotráfico, es una
actividad económica que, a pesar de las serias distorsiones por su intervención, responde
a las mismas leyes de la economía como cualquier otra.
Más adelante observaremos esto con mayor detenimiento.

30
CAPÍTULO 2
Una muy breve base histórica y teórica

Ni maldiciones ni enfermedades de los recursos


Las discusiones más serias que se han dado en la historia económica sobre la causa de
los recurrentes períodos de auge y recesión empezaron en Inglaterra luego de la
Revolución Industrial, y ciertamente mucho antes que Adam Smith se encargara de
explicar en 1776 la causa de la riqueza de las naciones, o por qué unos países son ricos y
otros pobres. Sin embargo, a pesar de todo el tiempo transcurrido desde entonces, la
explicación más clara y sistemática se dio recién en 1912 con la publicación de La Teoría
del Dinero y el Crédito de Ludwig von Mises, sin lugar a duda el miembro más
importante de la Escuela Austríaca de Economía y el mejor economista y filósofo de todo
el Siglo XX, quien advirtió la Gran Depresión iniciada en 1929. Y más tarde, durante los
años 30 en un largo debate con John Maynard Keynes, el economista más famoso del
Siglo XX, F.A. Hayek, discípulo de Mises, la complementa y pule, lo que le valió el Nobel
en 1974.

Fueron los principales aportes de Mises y Hayek los que, sin equivocaciones, mejor
explicaron las causas de la peor crisis económica internacional nunca vista hasta
entonces. Es cierto que la explicación que ofrecieron no fue la que más convenció al
público, mucho menos a la clase política, y peor aún a la gobernante y sus adláteres
porque simplemente no les favorecía al implicar una drástica reducción de poder. Tales
explicaciones decían que aquellos problemas tenían que ver que ver con el exceso de
poder unos hombres sobre otros, o si se prefiere, con la intervención del Estado en la
economía; la gran generalidad de economistas de entonces se equivocaban en ofrecer un
diagnóstico acertado sobre el problema porque confundía las causas con las
consecuencias, o simplemente se apresuraba en brindar algunos ajustes temporales para
mitigar el impacto de una política concreta o la corrección inevitable del mercado, sin
importar que fuera a cambio se agravar la situación hacia más adelante.

Pero no fue sino hasta 2007 o 2008 que la obra de Mises y Hayek cobró más importancia
que nunca, incluso luego de que la Escuela de Pensamiento Económico a la que
pertenecían cobrara mucha mayor relevancia científica cuando Hayek recibió el Nobel
de Economía en 1974, y cuando las reformas de Thatcher en el Reino Unido y Reagan en
Estados Unidos a fines de los años 80 en materia práctica. El mundo estaba viviendo una
31
crisis económica internacional comparable solamente con aquella a la que los mejores
economistas conocidos hasta hoy le dedicaron sus mejores días, la Gran Recesión. La
gente se preguntaba a qué se había estado dedicando la Ciencia Económica desde los
años 30 si nuevamente se registraban problemas de semejante magnitud. Pues mientras
Mises, Hayek y la economía de mercado que siempre defendieron fue relegada, el
consenso político y económico los utilizaba como hombres de paja para atribuirles todo
su fracaso científico y práctico durante casi cien años. Los economistas y los políticos
promedio por fin habían quedado en evidencia, aunque todavía con suficientes recursos
para establecer “el control de las fuerzas del mercado y la refundación del capitalismo”.

Es gracias a toda esta tradición de pensamiento económico, pero fundamentalmente a


los mentados Mises y Hayek, que primero se sabe que las crisis económicas generalizadas
no responden a complicadas teorías que observan los síntomas del problema y obvian
sus grandes causas, que las interpretan como simple devenir de la naturaleza, teorías
que, luego de leer otras perspectivas muy distintas de las convencionales al menos sobre
la Gran Depresión de los años 30, son verdaderamente débiles al no ser capaces de
interpretar fenómenos de mercado, y que, por tanto, se inclinan por rebuscadas
metáforas como “síndromes”, “enfermedades” o “maldiciones”, como veremos más
adelante. Gracias a estos economistas es que la interpretación más ajustada sobre la
realidad implica identificar todo problema económico encontrando y diferenciando
causa y efecto, y de manera mucho más concreta en una mala asignación de recursos por
parte del Estado que le es imposible entender cómo una economía funciona sola
mediante sus propios mecanismos e instituciones.

Pero que esto no vaya a convertirse en un pasquín político más. Lo interesante aquí -
habrá que decirlo una vez más- está en explicar, aunque sencilla y muy brevemente, un
problema muy concreto que afecta a la generalidad de individuos que componen una
sociedad, y para esto es necesario repasar algunos principios económicos científicos
básicos, como, por ejemplo, qué es el mercado.

Qué es el mercado
Hablar del mercado es en realidad hablar sobre la manera en que funcionan las
economías libres, alejadas del control político, la burocracia o el Estado. Uno de los
grandes economistas que con mayor capacidad y precisión sostuvo que el marco
científico de interpretación más ajustado sobre la realidad y los fenómenos de las
ciencias sociales fue otro austríaco, Carl Menger, fundador -sin así pretenderlo- de la

32
Escuela Austríaca de Economía, la escuela de pensamiento económico sobre cuya base
se desarrolla este trabajo.

Menger ofreció un instrumental teórico para interpretar la realidad mucho más


interesante que el de los protagonistas de la Revolución Marginal, León Walrás y William
Stanley Jevons. En la primera línea de su obra seminal de 1871, Principios de Economía
Política, Menger sostiene que “todas las cosas están sujetas a la ley de causa y efecto”.
No parece, pero se trata de una frase tan sencilla como poderosa, porque pensar sobre
los fenómenos sociales como que simplemente suceden como un evento comparable al
de la lluvia, que simplemente “suceden”, sería un error muy importante. Uno debe saber
por qué suceden algunas cosas, y además con el marco analítico que permita la
interpretación más correcta, aunque teniendo en cuenta de que su resultado no se trate
de una verdad absoluta.

Ya más tarde, y sobre estas bases, las siguientes generaciones de economistas que
siguieron a Menger en la Viena ya de principios del Siglo XX, sobre todo de la tercera
como Ludwig von Mises y luego F.A. Hayek, supieron ir articulando estos conceptos
sobre bases teóricas más desarrolladas y mejor elaboradas, afirmando que la piedra
angular para el desarrollo armónico de la propia civilización occidental es la propiedad
privada, es decir, el sistema de economía capitalista y orden espontáneo y evolutivo de
libre mercado que de él surge.

Como no podía ser de otra manera, y sobre todo desde que en 1776 Adam Smith
cometiera uno de los más grandes y desafortunados errores teóricos de la historia del
pensamiento económico sobre el que luego Karl Marx desarrolló su trabajo, sosteniendo
que el valor de un bien o servicio está determinado por la cantidad de trabajo
incorporado en él, y no por la satisfacción que cada individuo encuentra en la última
unidad producida de ese bien, como diría Menger, los anticuerpos fueron creados y la
polémica estuvo servida tanto en el mundo académico científico dominante, como en el
de la política, que encontraba en el mismo supuesto padre el liberalismo y la economía
la justificación de que el Estado intervenga, controle y manipule la economía. Fue por
esto que no fue raro que Mises fuera perseguido por los nazis y encontrara refugio
primero en Suiza y luego ya en Estados Unidos.

Lo que lograron hacer Menger y sus seguidores, sobre todo hasta Mises y Hayek, fue
establecer teóricamente el hecho de que la economía no se trata de cosas u objetos
materiales, sino sobre acciones e interacciones humanas que como proceso forman
instituciones de origen espontáneo y evolutivo, de origen consuetudinario, que se
33
desarrollan a lo largo de períodos muy dilatados de tiempo que permiten a los individuos
convivir en sociedad, y que al no existir gracias al diseño o invento deliberado de mente
brillante alguna, quienes pretendan hacerlo de manera objetiva, por muy
bienintencionadas que sean sus ideas, generará serias distorsiones en instituciones como
la familia, el derecho, el lenguaje o la moneda, es decir, la posibilidad de convivir en
sociedad.

Estas últimas son algunas de esas instituciones de origen espontáneo y evolutivo, y son
aquellas sobre las que se desarrolla el libre mercado, que no es más que una serie de
interacciones que en un marco de cooperación realizan intercambios voluntarios en la
sociedad, realizado como un acuerdo voluntario entre dos personas o entre grupos de
aquellas representadas por agentes, que intercambian bienes o servicios económicos,
pero siempre en la medida que las instituciones mencionadas estén presentes.

Pero tampoco se distraiga ni detenga demasiado con definiciones cerradas y concretas


sobre el mercado, sino hágase más familiar con el concepto que con una imagen estática
de su definición.

Cómo crece una economía sana y sostenidamente


Pues a la yugular: una economía crece de manera sana y sostenida solamente en entornos
de libertad, mediante el respeto por los derechos individuales de propiedad privada y las
instituciones que surgen de manera espontánea y evolutiva a través de largo períodos de
tiempo en los que los hombres han interactuado, instituciones de origen
consuetudinario, surgidas en una serie de comportamientos pautados.

Aunque sólo tangencialmente, cuando criticamos a quienes recurrieron a la


interpretación de estos fenómenos económicos donde se registran períodos recurrentes
de auge y recesión repentina, recurriendo a teorías que explican parcialmente algunos
problemas económicos, dijimos que partían de un escenario donde los recursos ya están
dados, y que lo correcto era averiguar primero sobre el origen de los mismos antes de
adelantarse a asignarlos siquiera. Lo que se requiere para esto es una breve explicación
sobre cómo una economía crece de manera sana y sostenida, y recién una vez que esto
se tenga meridianamente claro, se entenderá mejor el rol que juega el mercado (y no los
economistas) en lo que sería una correcta asignación de recursos.

Cuando se escucha decir que para que una economía crezca es necesario estimular el
gasto y el consumo, todo parece tener mucho sentido: si la tienda del barrio no vende lo
que tiene, quebrarán ella y sus proveedores. No cabe imaginar todo el inmenso edificio
teórico que alrededor de esta idea se ha construido, pero es un error descomunal. Lo
34
correcto es preguntarse cómo ha llegado a la tienda de barrio lo que ofrece. Para que una
economía crezca con sentido y armoniosamente primero debe producirse aquello que se
va a consumir. Esto es algo que debe quedar grabado en la cabeza de todo aquel que
quiera indagar un poco más en la forma en que se suele elaborar la política económica
de un país.

La piedra angular de toda economía con crecimiento sano y sostenido es el ahorro, o si


se prefiere, la abstención del consumo presente. Solamente una vez que un individuo ha
decidido abstenerse de consumir, habrá recursos disponibles para el ahorro. Sin
embargo, otro elemento igualmente importante es el motivo por el que un individuo
ahorra: todo individuo prefiere consumir antes que después, pero si decide abstenerse y
consumir en el futuro, lo hace porque a pesar de que no existe garantía alguna, el valor
de aquellos productos ahora disponibles para otra persona que comparativamente valore
más consumir en el presente compensará su espera. Esto se llama interés, la diferencia
entre el valor que un individuo asigna hoy a un bien presente y el que le asigna al mismo
bien en el futuro. De aquí se deriva todo el vínculo entre el ahorro, la inversión y la
formación de capital.

Una ilustración robinsoniana


¿Conoce la historia de Robinson Crusoe?3 Este náufrago recientemente llegado a una isla
tiene la pesca como único medio de subsistencia. En un principio pesca la cantidad de
pescados que sus propias manos le permiten. No mucho más tarde, en sus momentos de
descanso, piensa en la mejor manera de hacer su pesca más eficiente, y se le ocurre la
construcción de una red con algas, plantas y ramas, pero para esto necesita restar tiempo
a la pesca y a su vez abstenerse de su consumo, es decir, ahorrar previamente. Crusoe no
tiene garantía alguna de que esta idea funcionará, pero espera que los resultados futuros
compensen su esfuerzo y sacrificio. La red finalmente funciona, puede conseguir más
pescados en menor tiempo y, por tanto, puede dedicarse a construir su vivienda.

La historia se pone todavía más interesante con la aparición de Viernes. Lo único que
hará posible la convivencia de ambos es un marco de respeto por los derechos
individuales de propiedad privada de cada uno. Crusoe es dueño de su propio cuerpo y
de lo que con él produce, y por tanto nadie puede impedirle disponer de lo que ha
producido. Lo mismo para el caso de Viernes. Esto es lo correcto, no simplemente lo que
conviene.

Pues bien, Crusoe puede prestarle su red a Viernes mientras no la utilice. Sin embargo,
sería mucho mejor si en vez de prestársela decidiera cobrarle un alquiler, pero no
3El libro recomendado que aplica la teoría austríaca al mundo moderno mediante le explicación
didáctica de una historieta, es el de Peter D. Schiff, How an Economy Grows and Why It Crashes.
35
necesariamente por el esfuerzo que implicó construirla, sino por el desgaste y deterioro
natural del propio instrumento al utilizarlo. El alquiler significa cierto margen de
seguridad y ganancia para Crusoe para no tener que volver a un principio y perder el
tiempo en la elaboración de una nueva red.

Una vez que Crusoe y Viernes cuentan con vivienda y bienes de capital para pescar y
subsistir, se especializan en aquello que cada uno sabe producir mejor de acuerdo con
sus inherentes capaces individuales, y empiezan a realizar intercambios.

Toda esta parte del cuento es obviada por la gran generalidad de economistas, sobre todo
los economistas científicos, probablemente porque nunca han tenido una buena idea y
nunca se han arriesgado a producir y vender nada. Para ellos el cuento recién empieza
cuando ya existen productos y que todos tienen valor y demanda en el mercado, donde
ya todo está dado y es simplemente cuestión de hacer asignaciones de acuerdo a las
prioridades que sus propios criterios y presuposiciones individuales creen que deben
tener los demás. Parece un detalle, pero es realmente perverso.

Más aún, pierden de vista que el gran protagonista de la historia, el gran motor de
cualquier economía es la función de Robinson Crusoe como empresario que estando
alerta identifica una oportunidad de beneficio solucionando primero sus propias
necesidades con la construcción de una red, y luego los problemas de la propia
subsistencia de Viernes.

Ahora deténgase a pensar un momento, ni siquiera hemos empezado a hablar de


propiedad privada in extenso, ni de formación de precios, mercado, riesgo e
incertidumbre, orden espontáneo, ni de muchas otras cosas bastante más complejas
todavía, pero el hecho de que solamente se identifique al empresario como el actor
fundamental en una economía, su crecimiento y la generación de riqueza en una
sociedad, será mucho más fácil analizar otro sinfín de problemas.

Hasta aquí Robinson Crusoe y Viernes han empezado a intercambiar lo que producen,
pero de manera muy limitada, porque sus bienes son escasos y sus necesidades
ilimitadas. Esta es tal vez una economía de crecimiento sano y sostenido, pero aún pre
capitalista, de autoconsumo, donde se consume todo lo que produce, donde existe una
doble coincidencia de necesidades y Crusoe y Viernes solo pueden intercambiar
específicamente lo que a ambos les interesa del otro, y además en el mismo momento y
lugar. Este es el momento en que aparece el dinero, que permite superar la doble
coincidencia de necesidades. El dinero es el que permite el intercambio indirecto y
ampliar así las posibilidades de los actores de una manera muy difícil de imaginar.

36
Para los fines que buscamos no es necesario extenderse mucho más. Por ahora
simplemente sirve tener en cuenta que la economía se basa en el ahorro antes que en el
consumo, que el tiempo y el dinero son fundamentales para un desenvolvimiento
relativamente armonioso entre individuos conviviendo en sociedad, y que de otra
manera las economías terminan entrando en recesión, porque con una mala
interpretación sobre cómo funcionan las cosas alguien con demasiado poder en sus
manos puede terminar pervirtiendo todo el proceso natural de crecimiento descrito
anteriormente.

Hablar de pobreza y hablar de riqueza no es lo mismo


Hablar sobre riqueza es algo a lo que no mucha gente está acostumbrada, ni siquiera los
propios economistas, que se dedican a la pobreza, que es ciertamente algo muy distinto.
Y lo cierto es que para que el conjunto de una sociedad que coopera debe haber un
entorno de libertad.

Cuando surgen grandes crisis económicas generalizadas el gran hombre de paja es


siempre el mercado desregulado, el capitalismo salvaje, el egoísmo desmedido y la
codicia desenfrenada de los grandes empresarios y cerdos capitalistas, aquellos que
componen el 1% de la población global más rica que parecen tener grandes montañas de
dinero acumuladas en una bóveda del banco en las que se zambullen, y que no reparten
solidariamente una ínfima parte de lo que acaparan entre los más necesitados.

Es por esto que el economista promedio -el eterno trasnochado que habla en términos
de “la evidencia científica objetiva y medible”- sólo alcanza a imaginar muy
románticamente una redistribución “justa” de la riqueza en un asalto de las propiedades
físicas de los más ricos que provoque una revolución continental al estilo de la Toma de
la Bastilla.

Esta manera de ver las cosas es lamentable, porque así como Mises sostuvo que la
economía no es un problema de cosas ni objetos materiales, sino de los medios que el
hombre elige para alcanzar los fines que haya elegido en función de sus propios juicios
subjetivos de valor, de las acciones humanas y las instituciones que surgen de la
interacción; la riqueza no es un stock, sino un flujo, no es una piscina llena de monedas
de oro en las que se zambullen los más ricos, sino la capacidad de generación de riqueza
futura valorada en términos presentes.

La riqueza no son los cuadros en las paredes, las vajillas o caballerizas de las mansiones
de los más ricos que se les quiere asaltar, sino de la capacidad de garantizar cierto nivel
37
de bienestar general en el futuro. Por ejemplo, si Apple, que cotiza en el mercado a un
valor de $800, fuera dividida en 10 partes, cada una de ellas no tendría un valor
individual de $80, como presupone la sabiduría popular, sino solamente 10 partes con
un valor de cero, y además, la garantía de que por más que Steve Jobs siguiera vivo, no
contaría con aquellos medios que le permiten poner utilizar su conocimiento y
creatividad para tratar de seguir solucionando problemas y seguir mejorando la calidad
de vida de gente que ni siquiera conoce alrededor del mundo.

Así pues, las rentas no provienen automáticamente de los recursos materiales, sino del
uso que se hace de esos mismos materiales, depende de la organización inteligente,
creativa e innovadora de los recursos materiales antes que de la sola disponibilidad de
los mismos. Eso es lo que ha pasado con Apple, Google y Facebook, y de ahí, al mismo
tiempo, que ningún gobierno sea capaz de generar ni una sola start-up exitosa por
muchos recursos que tuviera a su disposición.

Pero entonces, si es justamente la clase cerdos capitalistas como Steve Jobs los que se
necesita, ¿cómo surgen los Steve Jobs? Pues primero nacen en entornos amigables con
el libre desarrollo del conocimiento y la creatividad, en entornos donde hay libertad
económica, donde se permite el libre ejercicio de la función empresarial y la innovación,
y donde por añadidura se genera crecimiento económico sano y sostenido, donde las
sociedades son libres de enriquecerse.

¿Y cuántos Steve Jobs hay actualmente en el mundo? Pues demasiado pocos, y donde los
hay encima los acosan, castigan y condenan moralmente. Al mismo tiempo, quienes hoy
como en el pasado poseen abundante cantidad de recursos limitados solamente podrán
ser ricos en la medida que existan otras organizaciones que sean capaces de organizar
aquellos recursos inteligente, creativa y ordenadamente; hoy el nieto que posee el mismo
pozo petrolero que su abuelo hace décadas será inimaginablemente más rico porque hoy
los nuevos procesos productivos para los que sirven son capaces de generar una renta
más que considerablemente mayor.

Es por todo esto que a diferencia de los tiempos en los que apenas empezaba a
constituirse el capitalismo espontáneamente, en las épocas donde los más ricos eran
quienes más recursos materiales poseían, hoy en día son quienes han sido capaces de
establecer sistemas de organización de recursos de una manera tal que satisfacen las
necesidades del cliente al menor costo posible.

38
Y huelga decir que las economías que crecen sana y sostenidamente se deben a grandes
empresarios como Steve Jobs, y no al revés. No vaya a creerse que las economías deben
estimularse para que crezcan y que surjan empresarios cuáles hierbas. Al empresario hay
que dejarlo en paz siempre que se desenvuelva en el marco de la ley y el respeto por los
derechos individuales de propiedad privada, en un marco de libre competencia y sin
ventajas otorgadas en ninguna circunstancia. ¿Y cuál es el problema en que los ricos sean
ricos? Ninguno, son ricos tan sencillamente porque están siendo retribuidos en la misma
proporción del problema y la manera en que lo están solucionando; mientras más ricos
haya por este hecho, mejor.

39
40
CAPÍTULO 3
El dinero, la banca central, la inflación y la expansión crediticia

Cuando explicamos la manera en que idealmente una economía crece de manera sólida
y sostenida establecimos el hecho de que todo proceso de generación de riqueza en una
sociedad consta de sacrificios y de que requiere tiempo para lograrlo, pero una vez que
se pretende acortar, resumir o directamente eliminar algunos procesos, la economía
entra en crisis.

A estas alturas la economía robinsoniana ya es capitalista y ha logrado un muy


importante proceso de evolución económica de varios miles de años. Ahora se realizan
intercambios indirectos sobre la base de la mejor moneda posible hasta el momento: un
metal precioso como el oro.

¿Cómo se destruye una economía? Inflándola primero


Imaginemos ahora un nuevo escenario: un panadero y un carpintero se encuentran en el
mercado y sus necesidades coinciden; el panadero necesita una mensa y el carpintero
necesita alimentarse con pan. Claramente el proceso de producción de una mesa
requiere más tiempo y recursos que el de diez panes, entonces al carpintero se le ocurre
firmar un contrato con el panadero por el cual se compromete, con las garantías del caso,
a entregar la mesa en cuanto estuviera terminada mientras empieza hoy a consumir pan.

Desde luego, el carpintero puede entregar ese compromiso de pago a un tercero en forma
de compra de otro bien o servicio, y así sucesivamente. Sin embargo, el panadero, o un
tercero, también puede falsificar el contrato que tiene con el carpintero para incrementar
su capacidad de compra y acceder a mayores productos y servicios mientras el carpintero
no termina aún la mesa para honrar su compromiso. Lo que el panadero estaría haciendo
en este caso es robarle una mesa al carpintero en la cantidad de veces que hubiera
falsificado ese contrato o nota de compromiso. A muy grandes rasgos esto es lo que en
economía se llama inflación, y bajo ningún punto de vista puede ser bueno ni correcto;
la inflación es pues la caída persistente del valor real de la moneda.

Este es, por ejemplo, uno de los motivos por los que, en un proceso de ensayo y error, y
durante un periodo muy dilatado de tiempo de varios miles de años la civilización fue
encontrando distintos materiales dinerables que de alguna forma garantizaran la
41
confianza en el sistema de intercambio del mercado. El oro es un material muy difícil de
producir, es escaso, tiene un límite para estable de producción anual, es fácil de
transportar, es divisible muy difícil de falsificar y, sobre todas las cosas depósito de valor
tangible.

¿Por qué son tan importantes el crédito y la moneda?


La moneda y el crédito son algo demasiado serio como para dejarlo en manos de los
gobiernos. No olvide nunca que la moneda no es una creación deliberada, no es un
invento, sino una institución muy delicada de origen espontáneo y evolutivo como el
lenguaje, el derecho o la familia, erigida en un muy largo proceso de ensayo y error de
miles de años que permite la convivencia en sociedad, y pretender manipularla o
articularla de manera objetiva, por muy bienintencionadas que sean las ideas de quien
la interviene, termina generando una cantidad de problemas inimaginablemente
mayores a aquellos problemas que en un principio pretende solucionar.

Cuando por ejemplo se creó muy románticamente la lengua del esperanto se pensó que
solucionarían todas las diferencias en el mundo y se conquistaría la paz mundial, pero
terminó siendo un rotundo fracaso; se trataba de una institución evolutiva como la
moneda imposible de -una vez más- articular objetivamente.

Pues lo que el socialismo pretende hacer al implementar sus pésimas ideas es modificar,
rediseñar y controlar este tipo de instituciones que en la realidad son imposibles de
cambiar para satisfacer las necesidades o definir las prioridades de todas y cada una de
las personas que conforman una sociedad. Es simplemente imposible. Sin embargo, en
todo intento obstinado por encontrar resultados distintos recurriendo siempre a los
mismos métodos violentos para la creación de un nuevo hombre o una nueva sociedad,
todo socialista disfrazado de ingeniero social termina mínimamente destruyendo toda
una economía.

Ahora bien, el panorama se empieza a complicar un poco más cuando los bancos
aparecen en escena como depositarios del oro que se intercambia como el mejor dinero
posible que el mercado ha encontrado en varios miles de años, y deciden emitir una
cantidad de notas o certificados de pósito mayor a la cantidad de oro que realmente
existe depositado y que guardan y custodian, pero además pónganse a pensar a quién
podría beneficiar más esta forma de inflación: a los que más deben.

42
Tradicionalmente quienes más gastan y deben son siempre los Estados, pero como
cuando en arca abierta hasta el justo peca, dicen, la trampa está servida cuando en
combinola el Estado se le acerca a la banca y le propone: “a cambio de que yo te rescate
cuando por un exceso de notas o certificados de depósito emitidos entres en aprietos con
el público, tú me entregas la prerrogativa de emitir esas notas”. De esta forma, entre
Estado y banca privada crean la banca central, una de las instituciones de planificación
central que supuestamente se creó para evitar las crisis económicas, pero que en realidad
les permite tener más poder a los gobiernos, un monopolio público de producción de
dinero y autofinanciamiento ilimitado que genera crisis.

La banca, el dinero y el crédito


Habíamos dicho que toda crisis económica generalizada tiene origen en la manipulación
de la moneda y el crédito, interviniendo las tasas de interés, el sistema bancario y
financiero, pero no en el sentido de que pueden aparecer los grandes estafadores de
esquemas piramidales al estilo de Bernie Madoff en Nueva York, sino al estilo de todo
gobierno que, así como Madoff, cree encontrar la piedra filosofal del crecimiento y
bienestar económico milagroso en el dinero y el crédito fácil.

Modificar las tasas de interés, envilecer el dinero o alterar su cantidad y calidad natural
significa alterar también la preferencia temporal de toda una población, distorsiona las
relaciones sociales sobre las que descansan, rompe el vínculo entre esfuerzo y
recompensa de Robinson Crusoe y la posibilidad de establecer una relación armoniosa
con Viernes antes de siquiera ponerse a pensar en seguir mejorando su calidad de vida
en la isla construyendo un refugio, una casa, un bote, etc. Alterar esta institución
modifica por completo la posibilidad de convivir en sociedad.

De la misma forma, modificar las tasas de interés y establecerlas en un nivel inferior al


que en condiciones de libertad económica el mercado las establecería, significa decirles
a los empresarios que la cantidad de ahorro previo disponible para ser invertido es mayor
a la que realmente existe, y que por tanto pueden lanzarse a realizar inversiones mucho
más ambiciosas con más recursos disponibles y que de otra manera no serían posibles.

Todo esto puede explicarse con una metáfora muy sencilla: suponga que como
empresario ha encontrado la oportunidad de satisfacer una demanda de mercado que
nadie ha podido reconocer antes construyendo un edificio habitacional de 6 pisos. Más
tarde, el gobierno, a través de la banca central, decide ocurrente y deliberadamente
reducir las tasas de interés sin que la cantidad de ahorro disponible en la economía
43
hubiera aumentado. De repente el público para el que construye tiene una mayor
capacidad de endeudamiento y de demanda, a la vez que ahora usted como empresario
puede acceder a una mayor cantidad de recursos y construir ya no 6, sino tal vez 10 pisos,
y además ha logrado venderlos todos por adelantado en papeles, con los simples planos.

Cuando usted está construyendo el tercer o cuarto piso el proyecto reporta beneficios
inesperados e incluso ya se está embarcando en otras construcciones, a la vez que la
economía en general reporta extravagantes datos de crecimiento sin precedentes y el
gobierno se da palmadas en la espalda a sí mismo. Sin embargo, cuando está empezando
a construir el sexto piso empieza a darse cuenta de que empiezan a faltar recursos y que
muy probablemente no podrá concluir el proyecto inicial ni su ampliación, mucho menos
el segundo proyecto de construcción, entonces empieza a hacer ajustes y reducir gastos,
despedir trabajadores, a incrementar el número de horas trabajadas y reducir la calidad
de la obra, y a su vez, como se trata de un problema generalizado, la economía en general
empieza a desacelerarse.

El problema más grave es el que viene justamente en el momento en que debe tomar la
decisión de continuar, ajustar o simple y llanamente liquidar el proyecto sin prolongar
la agonía. Por lo general la primera opción es la que toma, porque qué clase de
empresario es aquel que gana sin arriesgarse, y peor aun cuando se trata del gobierno
que hasta el quinto o sexto piso políticamente vendió su elemental idea de expandir el
crédito por encima de las posibilidades o garantías reales de repago del público en
general, como un modelo de crecimiento sostenible para exportarlo al mundo. Este es el
momento en que finalmente se da cuenta que como empresario los riesgos son mayores
a los que consideró al principio del proyecto, y la incertidumbre es ya inasumible: en la
etapa de liquidación el valor del edificio es mucho menor que el proyectado, pero el
pasivo en el banco sigue siendo el mismo.

Desde luego, los incentivos y los plazos de los políticos en funciones de gobierno y los de
los empresarios son radicalmente distintos, pero ahora piense en todo lo que puede
suceder cuando de repente y durante un tiempo relativamente prolongado se dispone de
más tiempo y dinero fácil.

Efectivamente se puede llegar a vivir un auge artificial sin precedentes, y aunque muchos
sospechen de este hecho por ser demasiado bueno para ser cierto, se inclinan por el
silencio cómplice sin que nadie le ponga el cascabel al gato, aprovechan y se lanzan a
tener la mejor vida que imaginaron nunca tan pronto tanto como pudiera terminar en
cualquier momento, entonces empiezan con un estrés y una ansiedad permanente que
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se convierte en una actividad cotidiana y que se manifieste allí donde lo imagine. Más
adelante trataremos de ilustrar esto con algunos otros ejemplos, pero en el entretanto
vea que hay un error cualitativo de inversión y de juicio económico de cuatro pisos que
destruye el valor y capital de todo el proyecto; y, por si fuera poco, también vaya
preguntándose cómo se podría cubrir la brecha entre los 10 y los 6 pisos de un edificio
que muy probablemente no tendría que haberse a cabo desde un principio.

Esto es lo que a muy grandes rasgos causan los ciclos económicos que, por cierto, no
deben ser confundidos con las fluctuaciones económicas, que son propias de los simples
errores naturales de juicio económico que corren los empresarios al momento de evaluar
sus proyectos en materia de riesgo y beneficio.

Así, debe quedar pues muy claro que las grandes crisis económicas no son un simple
devenir de la naturaleza, sino que son causadas de manera deliberada por personas con
nombre y apellido en su pretensión de generar primero un auge económico ficticio
manipulando deliberadamente o incluso recurriendo simplemente a ignorar las fuerzas
y propios mecanismos que el mercado tiene para asignar recursos en una economía, y
luego de agravar sus consecuencias en su intento de solucionarlas.

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SEGUNDA PARTE

El origen de la gran burbuja de Bolivia

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CAPÍTULO 4
Una explicación por partes

Cuando Evo Morales ganó las elecciones en 2005 entendí perfectamente que se estaba
volviendo a un escenario económico muy similar al de la Revolución del 52. Claro, hoy
ya puedo establecer y sustentar un vínculo entre lo teórico y lo práctico, es decir, lo que
constituye realmente el socialismo y lo que sucedió en 1952 luego de haberlo estudiado,
pero en aquel entonces ya pude advertir las consecuencias de tal retórica nacionalista,
confiscatoria y profundamente estatista, y además pude identificar este patrón de
conducta política vinculándolo con otros hitos históricos tan importantes como el auge
artificial de Banzer en los 70 y la hiperinflación de la UDP en los 80. Eso sí, lo que no
supe advertir fue que auge inicial de este tipo de intervenciones económicas tan radicales
fue que coincidiría con otro experimento económico internacional que extendería el auge
artificial y aplazaría sus efectos depresivos.

La primera señal inequívoca del inicio de la desaceleración fue cuando a pesar de haber
intervenido y estimulado la economía muy agresivamente, la política económica ya no
encontraba los mismos resultados que buscaba. En un inicio cuando empezaban a gastar
como si no hubiera mañana, la economía respondía con crecimiento, y con cada año que
pasaba redoblaban la apuesta. En 2013, sin embargo, año del inicio del ajuste
generalizado en forma de desaceleración, nunca se había tenido un programa de
estímulo mayor, pero la economía no volvió a responder de la misma forma.

Lógicamente, si la buena teoría no terminaba siendo lo más práctico para cambiar de


rumbo, este hecho constituía la evidencia más sólida frente al hecho de que el
crecimiento sano y sostenido no puede sostenerse en el gasto, el consumo y la deuda, que
si no se quería sufrir las consecuencias de seguir andando por el camino equivocado,
había que cambiar de rumbo; esta era una inmejorable oportunidad para seguir
construyendo el discurso aguafiestas necesario, tanto así que escribí La débil tesis
gubernamental del crecimiento para América Economía, a saber:

El discurso oficial decía que el crecimiento y la estabilidad macroeconómica se sostenían


pese a la caída de los precios internacionales de materias primas desde 2009, gracias al
impulso que se le había dado a la demanda interna, y que incluso se estaría empezando
a vencer el desafío de la típica exposición del país a los shocks externos, contrariamente
a lo que sostenían los neoliberales.

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Además de que estas afirmaciones ya eran temerarias en ese entonces para cualquier
economista contemporáneo serio, ese discurso cometía dos errores graves, uno de
diagnóstico y otro de prescripción: por un lado, era cierto que se había registrado una
caída en la cotización internacional de materias primas, sobre todo mineras, debido a la
considerable desaceleración de países como China e India y su consecuente restricción
de demanda, pero a pesar de ser una caída de 6 puntos porcentuales desde el inicio de la
Gran Recesión en 2007, los precios todavía se mantuvieron muy por encima del
promedio de los últimos seis años, por lo que, primero, la explicación oficial sobre el
entorno internacional ya era entonces cuanto menos peligrosa para el establecimiento
de las políticas macroeconómicas.


Por el otro lado, el de la prescripción: no se mentía al decir que el crecimiento se debía


fundamentalmente al impulso de la demanda interna, pero no por eso estaba bien ni era
aceptable. Si las cada vez más y mayores empresas estatales eran más que un agujero
negro que absorbía toda la cantidad de dinero que se les vertiera sin producir
absolutamente nada, ¿qué es lo que realmente impulsaba el crecimiento? Pues, como
veremos con mayor detalle, el sistema bancario financiero desarrollado durante los
últimos diez años. De ahí la intentona pseudo nacionalizadora del sector energético, pero
no por tal motivo Bolivia evitó los efectos del reventón de la burbuja inmobiliaria
estadounidense. Si la mirada hubiera estado enfocada en las políticas de monetización
de deuda y fijación de tasas de interés a la baja por los principales bancos centrales del
globo, y particularmente de la Reserva Federal, se entendería que la recuperación de los
precios de materias primas desde 2008 se debió a que EE.UU. no evitó una segunda Gran
Depresión, sino que postergó sus efectos más profundos a cambio de agravarla creando
nuevas burbujas paralelas como las del dólar, las letras del tesoro y los bonos
soberanos.



En ese entonces, cuando la desaceleración recién empezaba, Bolivia todavía tenía


tiempo. Para Brasil, Argentina y Venezuela, en cambio, la crisis no llegó del exterior, sino
que incubaron problemas domésticos durante mucho tiempo. En el corto plazo gastaron
a manos llenas y consolidaron el derroche fiscal durante una década, pero llegado el largo
plazo, con tipos de cambio demasiado apreciados, consecuentes devaluaciones, controles
de precios y proteccionismo, vivieron las consecuencias en forma de inversión colapsada,
desempleo, inflación descontrolada, revueltas callejeras e ingobernabilidad. Para cuando
la recaída estadounidense sea mucho más evidente, estas economías ya tendrían que
haber abandonado sus rigideces productivas y laborales para readaptarse rápidamente
una nueva estructura de la demanda.
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Ahora bien, hay una manera más sencilla y didáctica de explicar todo este embrollo:
encontrando la punta del ovillo, siguiendo la ruta del dinero en tres grandes pasos o
identificando claramente las tres grandes macro burbujas de proporciones siderales
nunca antes vistas de la economía de Bolivia: la primera es la estatal iniciada
fundamentalmente gracias a la Reserva Federal de los Estados Unidos como la más
grande máquina de imprimir dólares, como el gran banco central que exporta su
inflación al mundo, con el dólar como la moneda internacional de reserva y aquella en la
que se realizan todas transacciones comerciales del mundo y fundamentalmente los
países típicamente exportadores de materias primas, y que los Gobiernos aprovechan
para diseñar los programas de gasto más grandes nunca que hipertrofian la burocracia;
la segunda es la financiera con la nacionalización monetaria que expande
arbitrariamente la base monetaria y la banca de reserva fraccionaria que tiene la facultad
o privilegio de fraude legal de prestar una fracción de aquello que se le ha prestado en
condiciones de guarda y custodia; y la productiva, aquella a la que el Estado induce al
público en general a inflar de manera generalizada.

Como ejercicio ilustrativo, vea el siguiente dibujo, y una vez que haya leído los siguientes
tres capítulos, vuelva a él nuevamente.

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CAPÍTULO 5
La burbuja estatal

Cuando en un principio dijimos que los problemas de la economía de Bolivia, sobre todo
en momentos de crisis donde urge una explicación e interpretación correcta sobre el
problema, no tienen nada que ver con enfermedades holandesas o maldiciones de
recursos naturales, sino con una mala asignación de recursos, la idea no parecía tener
demasiado respaldo; finalmente se trata de una interpretación más de muchas sobre un
mismo problema, pero que definitivamente tiene mucha más sentido.

Sobre el origen de los recursos


El inicio del crecimiento de la burbuja del Estado tiene su origen en el momento en que
se apropia de los hidrocarburos y toda su cadena de actividad, la nacionalización. Para
este momento los ingresos o rentas obtenidas por su exportación ya eran inéditos. La
cotización internacional de materias primas ya constituía un fenómeno global para este
momento, pero la habilidad de los gobiernos para atribuirse tal casualidad con sus
políticas siempre es mayor.

Luego de un tiempo estudiando e investigando sobre el asunto se llega a la idea que


mayor coherencia tiene para explicar el mayor auge global que ha habido nunca de
materias primas: puede que la apertura comercial, su consecuente crecimiento e
incremento de la demanda de materias primas por parte de la China e India explique una
buena parte de la historia, pero no únicamente. Es más, puede que haya una explicación
todavía más coherente que esta, que es la que mayor consenso, comodidad y
complacencia ha generado entre políticos, gobiernos y economistas convencionales.

Sobre todo, a partir del ataque a las Torres Gemelas en 2001, la Reserva Federal de los
Estados Unidos, su banco central, estimuló la economía fundamentalmente de dos
maneras. La primera fue reduciendo arbitrariamente las tasas de interés de referencia
en un nivel inferior al que se encontrarían en condiciones de economía libre de mercado.
Esto le dijo no sólo a todo Estados Unidos, sino al resto del mundo, que la economía
contaba con una cantidad de ahorro real disponible para ser invertido superior a la que
realmente existía.

Esto, junto a toda una otra serie de medidas conjuntas desde el Gobierno Federal,
provocaron a nivel nacional una economía artificialmente boyante concentrada en el
mercado hipotecario, inmobiliario y de bienes raíces, al cual se indujo a los empresarios
a cometer toda una serie de errores generalizados de inversión, algo que más tarde se
53
conoció muy ampliamente como la burbuja inmobiliaria estadounidense, que terminó
explotando entre 2007 y 2008 con la bancarrota de Bear Stearns y Lehman Brothers.

Las medidas no lograron los efectos extraordinarios que estaban buscando los
responsables de la política económica estadounidense en su país, probablemente porque
los efectos en realidad terminarían siendo globales sin siquiera advertirlo; Estados
Unidos le exportó su inflación al mundo. Con esa reducción de tasas de interés y estímulo
de la demanda también se le dijo al mundo que la economía global contaba con una
cantidad de ahorro real mayor a la que realmente existía para ser invertida, es decir, que
ya no sólo los empresarios, sino sobre todo los gobiernos, fundamentalmente los que se
encargaron directamente de toda su cadena industrial, podían realizar toda una serie de
proyectos mucho más ambiciosos, que tomaban una cantidad de tiempo mayor.

Fueron alrededor de siete años en los que, por un lado, en la economía estadounidense
el Gobierno Federal cometió e indujo a empresarios e inversores un número
inimaginable de errores generalizados de inversión, concentrados particularmente en el
sector inmobiliario y el de bienes raíces; y por el otro, en la economía global, donde
grandes empresarios y países enteros a través de sus gobiernos cometieron el mismo tipo
de errores que las familias e inversores estadounidenses.

Ninguno de estos errores hubiera sido posible ni por casualidad sino mediante la
reducción arbitraria de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados
Unidos. Fue así como el fenómeno de las burbujas de activos o de bienes de consumo
duraderos fue global, y donde nació también el fenómeno de las economías emergentes
típicamente exportadoras de materias primas. La Reserva Federal exportó inflación, creó
así una ilusión de riqueza y abundancia que demandaba materias primas, y entonces el
mundo se aventuró en proyectos de inversión irreales, demasiado ambiciosos, y para
colmo, que cotizan en la moneda internacional de reserva en la que se intercambian
productos y servicios globales: dólares estadounidenses.

Y de manera paralela, el mundo también empezó a incrementar sus riesgos de inversión


al llevar sus capitales hacia estos países comprando su deuda, sus monedas, sus bonos
soberanos o comprando acciones de empresas dedicadas a la exploración, explotación,
transporte y comercialización de recursos naturales, provocando una apreciación de las
monedas locales; Estados Unidos ya no remuneraba a sus ahorristas con tasas tan bajas,
en niveles históricos y durante demasiado tiempo, y encontraron un vehículo de
inversión en estas economías con unos riesgos y una incertidumbre mayor a la que
podrían haber considerado en un principio.

Esta es el gran enigma sobre el origen de la gran abundancia de recursos con los que
empezaron a contar los gobiernos de los países típicamente exportadores de materias
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primas y que se apropiaron del negocio; los gobiernos recibieron una cantidad de dólares
que nunca nadie imaginó gracias al banco central del tan denostado Tío Sam.

Más adelante abordaremos el motivo por el que los gobiernos de estos países reciben
dólares, pero les entregan moneda nacionalizada a sus ciudadanos.

Sobre el destino de los recursos


Cuando los recursos abundan, todos se convierten en grandes expertos en asignación de
recursos. Así como en el fútbol o la política, donde todos son grandes políticos estadistas,
grandes árbitros, jugadores y, sobre todo, directores técnicos, en economía todos son
grandes asignadores de recursos.

Nadie dice, por cierto, que cuando existe abundancia o escasez de recursos esta es una
atribución única y exclusiva de buenos economistas, sino que son sobre todos ellos los
pecan de aquello que F.A. Hayek en su último libro definió como la fatal arrogancia. Hay
una frase muy importante de Hayek a la que se suele recurrir para explicar a esta idea
para quienes no quisieran tener que leer todo el libro:

“La curiosa tarea de la Ciencia Económica es demostrar a los hombres lo poco que
realmente saben acerca de lo que imaginan que pueden diseñar”.

Y esta fue su actitud incluso el recibir el Nobel de Economía en 1974. En su discurso, que
titula La Pretensión del Conocimiento, y que recomiendo con fuerza, es verdaderamente
demoledor contra el pensamiento económico convencional, y sobre todo contra la
popularización del equivocado método científico de las ciencias naturales que una vasta
mayoría de economistas aplican en sus investigaciones a fenómenos que en realidad son
eminentemente sociales.

A lo que en suma se refiere Hayek es que toda vez que los individuos pretenden controlar,
rediseñar o crear instituciones imposibles de articular objetivamente, ya sea desde la
Ciencia o, peor aún, desde los gobiernos y sus políticas fundamentalmente económicas,
el desastre está garantizado.

El tema está en que no sólo lo hacen con arrogancia y pretendiendo saber que saben más
que cualquier mortal hasta el punto en que se otorgan a sí mismos la atribución de definir
prioridades de cada individuo y diseñarles sus vidas, sino que además debe aplicar todas
y cada una de sus ideas de manera violenta, y donde además el Estado lo hace
absolutamente todo.
El principal problema de esta forma de ver las cosas en cuanto a la elaboración de
políticas económicas, y sobre todo en cuanto a asignación de recursos, es que el uso de
55
la fuerza siempre está presente. Muy pocos son los economistas que pueden realmente
construir y aplicar ideas si no es mediante el uso de la fuerza. En otras palabras y
términos generales, la gran generalidad de economistas, por no decir que todos, son los
grandes creadores de burocracia y violencia en toda economía donde se los tome en serio.

Pues bien, dejando de lado las contribuciones de Hayek de lado, y ni qué decir de Mises
o Menger, toda la política de distribución de recursos, la política económica, con gran
consenso, aunque no contento popular, se ha concentrado en una carrera de gasto a
manos llenas por parte del Estado en sus tres niveles de administración pública, el
central, el departamental y el municipal.

Es este el momento donde recién entran teorías parciales y que dejan muy sabor a poco
sobre la película de abundancias de ingresos públicos, como son la Enfermedad
Holandesa, la Maldición de los Recursos Naturales, o el rent-seeking o rentismo. Como
ya adelantamos, simplemente se concentran más en los síntomas del problema que en
las causas del mismo. No es lo mismo atacar el problema sobre el origen de los recursos
y qué hacer al respecto, que atacar el criterio sobre cómo distribuir esos recursos sin
provocar efectos secundarios. Esa es la diferencia entre una y otras teorías.

Quienes mejor han podido interpretar los fenómenos de la economía de Bolivia o


América Latina en general, han hecho economía con recursos dados, y eso no es una
atribución de los economistas, sino de físicos y químicos. Lo que en realidad hace la
Ciencia Económica es bregar con la manera en que esos recursos primero son creados
económica y no físicamente. Nos daremos el tiempo de explicarlo más adelante, pero el
problema de asignación de recursos es parte de una historia muy posterior a la de su
creación.

Solamente es cuestión de ponerse a pensar lo siguiente: no por el simple hecho de que


determinado país cuente con una cantidad de recursos naturales mayor que otro el
desastre económico está garantizado. El problema está en quién, cómo y con qué
incentivos dispone de los recursos. La mentada Maldición de los Recursos Naturales
sostiene que la exportación de una cantidad abundante de recursos naturales a la larga
provoca la construcción de escuelas y hospitales vacíos, pero en lugares como España,
donde la economía no depende de la exportación de materias primas, entre 2001 y 2007
se construyeron aeropuertos, puentes, carreteras y ciudades enteras que quedaron
vacías, y que constituyeron una burbuja de la construcción de proporciones jamás antes
vistas.

Lo mismo con la Enfermedad Holandesa, que sostiene que a la larga la abundancia de


recursos abarata las importaciones y disminuye la competitividad de la industria
nacional: en España (el mismo ejemplo) el efecto moneda con la Unión Europea, que con
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quien más comercia, es nulo. ¿De qué Enfermedad Holandesa se habla cuando un país
no tiene su moneda nacionalizada, donde son las políticas de “conquista social” las que
en realidad encarecen la inversión y, por tanto, recién así socavan la competitividad? Le
ha costado mucho, pero España solamente ha ganado competitividad perteneciendo a la
Unión Europea y la unión monetaria obligada a hacer ajustes y modificar su estructura.
España está, definitivamente, mucho mejor sin la posibilidad de devaluar la peseta.

Continuando, el problema constituye, pues, en que los gobiernos se apropian del negocio
y el sector económico más rentable posible en nombre de todos, y que prescinden de los
mecanismos propios de una economía de mercado para asignar recursos de la manera
más eficiente posible. Sencillo.

No vaya a creerse que hubo demasiados quienes no estuvieron de acuerdo con la idea de
que el Estado en Bolivia, como en cualquier otro lugar similar, debía gastar todo lo que
ingresaba. Todos los economistas y políticos opositores criticaron la política económica
de los últimos diez o doce años con la misma arrogancia con la que el gobierno la
implementaba y respondía a las críticas. Era un diálogo de sordos. El problema para
todos ellos jamás fue el gasto en sí mismo, sino el hecho de que realmente creían que con
un número de ingresos superior en casi cuatro veces a los que recibían cuando ellos
gobernaban, simplemente podían gastar mejor y con mayor criterio que alguien
relativamente menos instruido.

Pues bien, teniendo esto en cuenta, Hayek solía decir que demasiados recursos en manos
del Estado llevaban al mismo a ir ganando demasiadas atribuciones y competencias
sobre la economía; que otorgar al Estado demasiadas atribuciones y competencias sobre
la economía significaba otorgar demasiado poder al Estado; y que otorgar demasiado
poder para el Estado significa socavar las libertades de los individuos; es la historia del
socialismo. Y en mayor o menor medida, así fue en todos y cada uno de los casos donde
ha sucedido, y en este en particular, la Reserva Federal ha tenido que ver demasiado con
el poder que han ido adquiriendo los gobiernos autocráticos y, peor aún, los teocráticos
alrededor del mundo.

En el caso de Bolivia, por ejemplo, el número de ministerios creció de 10 en 2003, a más


de 20 en 2016, y ni qué decir sobre el número de viceministerios; el número de
empleados en empresas públicas creció 23 veces; el gasto para sueldos públicos creció
un 333%. Para qué abundar en cifras.

El efecto crowding out o efecto expulsión


Desde luego, uno de los primeros sectores afectados ha sido el sector privado por lo que
se conoce como efecto crowding out o efecto expulsión, y es un argumento que puede
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usarse de la manera más recurrente sobre todo en tiempo de desaceleración sostenida o
incluso recesión contra el crecimiento del aparato público y el número de atribuciones y
competencias, en detrimento de la capacidad de generación de valor y riqueza en la
economía por parte del sector privado.

Cuando la economía apenas empezaba a desacelerar, se llegó a afirmar que Bolivia es un


país que crecía pero que no era emergente, que la economía del país mejoraba, pero
gracias a la inversión pública y no la privada que fue cayendo sistemáticamente a lo largo
de los años y acompañando toda estatización, y que el hecho de que la economía de
Bolivia fuera la que más crecía en la región sería elemento suficiente para garantizar la
máxima calificación de su diagnóstico y prescripción.

Por si fuera poco, aquí existe pues una confusión generalizada entre factores
cuantitativos de crecimiento y cualitativos de inversión y una correcta asignación de
recursos. El emprendimiento y la libre empresa son los únicos capaces de generar valor
en una economía, y la intervención del Estado no sólo que no lo genera, sino que además
lo impide, por definición. Con todas las salvedades, Bolivia produce gas y nada más, y
este hecho es un producto de la política económica y más concretamente del modelo.
Es pues importante señalar y repudiar la desmedida arrogancia de los responsables de
la política económica y del diseño del modelo en determinar las prioridades del conjunto
de la población y decidir deliberadamente a quiénes terminará beneficiando primero en
desmedro de todos los demás. Cuando gasta e invierte en determinado lugar o sector de
la economía, el Estado siempre otorga concesiones a alguna gran empresa o concederá
beneficios sociales a tal o cual sector que con mayor atropello o complicidad lo demande,
y las primeras consecuencias serán que quienes primero reciben ese dinero encontrarán
un nivel de precios siempre inferior al que luego reciben ese mismo dinero por el efecto
inflación. Cuán justa puede ser alguna vez esta redistribución de riqueza y el juego de
privilegios del Estado con sus acólitos.
Toda vez que se apunta que el crecimiento se sostiene en la inversión pública y no en la
iniciativa privada, se debe saber que el problema, antes que en la necesidad de confianza
en el gobierno para invertir, de un total de recursos de una economía, por cada centavo
que el gobierno gasta hay un centavo que el empresario privado deja de invertir. Una de
las principales causas de la desaceleración no es la falta de ingresos del Estado para que
gaste, sino en su exceso de gasto.
Si se quiere apuntar a algún responsable en los problemas de Bolivia para generar valor
y crecer de manera sana y sostenida, es al mismo Estado y sus programas de gasto a
manos llenas, no en la avaricia de los empresarios (los que sí tienen escrúpulos, claro).

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Y finalmente, recién en este momento puede ponerse a pensar en lo disparatados que
son los proyectos que se diseñan para gastar cuanto se pueda, que no son canchas de
fútbol de pasto sintético ni polideportivos, sino carreteras, puentes, edificios, teleféricos,
aeropuertos, satélites y hasta casi un tren bala insostenibles sin demanda real efectiva de
mercado, posibles solamente por una falsa ilusión de riqueza producto de la expansión
arbitraria de la base monetaria y crediticia. ¡Incluso se han derrumbado coliseos enteros
que eran nuevos para volver a construirlos! De esto estuvo pues constituido el gran
crecimiento de Bolivia, de grandísimos proyectos de infraestructura que obnubilan a la
gente que no se detiene a pensar en las consecuencias que escapan a su vista, y que
solamente sirven para las grandes cifras. ¡Y si mayor reparo dijeron que si la
macroeconomía iba bien, entonces la microeconomía también!

Las autonomías estructuralmente en quiebra


A principios de agosto de 2013 advertí que el crecimiento económico de Bolivia no puede
sostenerse en el estímulo de la demanda interna mediante el gasto, como aún sostienen
los analistas en general, y aunque es sólo la buena teoría la que me da la razón, el tiempo
y los datos que lo acompañan también, y tan sólo un año más tarde, cuando con el mayor
gasto público que se registró jamás, se manifestó en una desaceleración de más de un
punto porcentual del PIB.
En aquella oportunidad la sugerencia fue, lógicamente, el congelamiento del nivel de
gasto público a manos llenas fundamentalmente del Gobierno Central, pero también de
los gobiernos departamentales. Hoy, sin embargo, la figura está cambiando radicalmente
con el agravamiento de la crisis económica internacional que se manifiesta con la caída
sostenida de los precios del barril de petróleo por debajo ya de los $50.
En un documento titulado Pacto Fiscal, publicado por Fundación Milenio en diciembre
de 2013, se advirtió que el desafío de las propuestas de pacto fiscal en tiempos de auge
ya tenían un carácter perverso sobre las economías departamentales porque solamente
apuntan a arrancar violentamente al Gobierno Central una parte de los recursos que
acapara para seguir solventando la hipertrofia del aparato público a través del gasto, en
vez de atraer recursos externos en favor de la capacidad de generación de riqueza de sus
ciudadanos en el ámbito de la empresa privada y el emprendimiento.
De la misma manera, las autonomías departamentales, al ser copia fiel de las
Comunidades Autónomas españolas, advertimos que empezarían a delatar sus falencias
estructurales inherentemente en quiebra ahora que los tiempos de recesión se asoman,
como lo hicieron en España en 2009. En otras palabras, si se mantenía la misma
estructura burbujística a través del gasto a manos llenas, las propuestas de pacto fiscal
redundarían en rapiñar la capacidad de generación de riqueza de su ciudadanía a través
de la creación de nuevos impuestos y el incremento de otros antiguos, incluyendo el de
la inflación.
59
Resultaba pues mucho mejor que empezaran a realizar el ajuste con precios aun en nivel
de burbuja y una popularidad bastante más aceptable, que hacerlo después. Sin
embargo, ahora, un departamento como Santa Cruz se dirige a cometer el error de
sancionar la capacidad de generación de riqueza de sus ciudadanos de la misma forma
en que el Gobierno Central lo hace con todos los ciudadanos del país: endeudándolos a
través de la emisión de bonos para contrarrestar la caída de los ingresos, en vez de
reducir y eliminar muchas de las atribuciones y competencias que el Estado ha ido
logrado sobre la economía.
Lo poco que aún exista de autonomía departamental en Santa Cruz no puede significar
el impedimento del libre ejercicio de la función empresarial de sus ciudadanos, sobre
todo cuando en algún momento sí significó, de una u otra manera, la última trinchera de
la libertad en Bolivia, donde desde mucho antes de la Constitución de 2009 los
ciudadanos de todo occidente y gran parte de oriente migraban durante décadas
buscando tiempos menos peores. Era por eso por lo que incluso resultaba atractivo que
su máxima autoridad renunciara a sus aspiraciones presidenciales, porque sólo él que
representa la autonomía cruceña sería capaz de preservarla, pero ya parece ser tarde.
Si se quisiera ensayar el escenario sobre lo que Santa Cruz está provocando es el que al
Igual que Cataluña con Madrid y Pablo Iglesias con España, que visita Bolivia día por
medio, el socialismo continúe encontrando el camino para seguir erigiéndose en el país
para rapiñar la legítima generación de riqueza de sus ciudadanos que ingenuamente
hayan mantenido aún en el país.

60
CAPÍTULO 6
La burbuja financiera

Este es el momento en que cabe preguntarse cómo y a través de qué mecanismo la


inflación que la Reserva Federal de Estados Unidos exporta al mundo, y
fundamentalmente a países típicamente exportadores de materias primas como Bolivia,
los gobiernos la introducen en la economía doméstica. Pues a través del sistema bancario
y financiero de reserva fraccionaria, y no sólo para el gasto y la inversión pública directa,
sino también para la expansión crediticia del sector privado.

Más temprano dijimos que la reducción arbitraria de las tasas de interés por debajo del
nivel natural de mercado significa inducir al público a realizar inversiones mucho más
ambiciosas que lo normal o incluso que lo posible, diciéndole al empresario que la
economía cuenta con una cantidad de ahorro real disponible para ser invertido mayor al
que realmente existe. Esta es la forma más común de generar una burbuja, pero la banca
tiene por su cuenta, aunque siempre con el aval y privilegio legal concedido por el Estado,
la facultad de crear su propio dinero prestando sin consentimiento explícito el dinero del
público que tiene depositado, y de prestar una cantidad de dinero mayor a la que ese
mismo público tiene depositado, incluso si los gobiernos no hubieran intervenido de
manera directa en las tasas de interés.4

Es decir, cuando el Estado recibe $100 de las rentas del gas los deposita en el sistema
bancario en una cuenta a la vista (cuenta corriente) para poder gastarlos e introducirlos
en la economía, pero esta cuenta se esfuma, porque el banco automáticamente tiene la
facultad o privilegio autorizado legalmente por el mismo Estado de solamente guardar
una fracción de ese depósito (lo que se conoce como “encaje legal”), y el 85% del monto
restante lo puede prestar. Esos $85 son a su vez depositados en otra cuenta y nuevamente
prestados a otro cliente con tal de reservar el 15%, y así sucesivamente en un proceso que
puede repetirse hasta 50 veces, aumentando de forma exponencial la oferta monetaria.

Y lo mismo sucede con los depósitos del público en general. Esta es la fuente de la
expansión crediticia y, por tanto, de las burbujas públicas, por un lado, y privadas por el

4 La interpretación a la que nos ajustamos sobre la forma que la banca de reserva fraccionaria expande
el crédito es la de Jesús Huerta de Soto en Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos (Unión
Editorial, 2009), y los alcances que esta expansión de hasta cincuenta veces por cada depósito puede
tener, se los puede encontrar en la fórmula que el autor propone para calcularlo en todo su capítulo IV
y en particular la página 202, es: d(1-c)/1+k(c-1). También puede revisarse otra forma de explicar más
formas de expansión crediticia en La Desnacionalización del Dinero en Hayek.
61
otro. Si acaso las segundas que ya cuentan con unas tasas arbitraria y artificialmente
bajas para cualquier proyecto privado alocado, en el caso de las primeras las facilidades
crediticias son aún mayores para proyectos todavía más disparatados, porque ni siquiera
cuentan con una tasa de interés de mercado que permita transmitir la información
respecto de los verdaderos riesgos e incertidumbre que existen sobre el proyecto que se
irá a acometer.

Y el escenario se hace más interesante aún si el Estado recibe dólares por la rentas, pero
introduce una cantidad de bolivianos en el sistema arbitrariamente equivalente y con
cuyo valor en relación a su cantidad es directamente manipulable (solamente aplique la
Ley de Utilidad Marginal Decreciente a la producción nacional ilimitada de dinero),
pudiendo expandir la oferta monetaria nacional y el crédito con una capacidad
incomparablemente mayor a la que se podría emitir en una economía, por ejemplo,
dolarizada. Este último proceso es el que mejor se conoce como nacionalización
monetaria, proceso a partir del que ya se deduce más fácilmente el rol que ha jugado la
banca central, que supuestamente existe como un prestamista de última instancia
cuando la banca privada tiene problemas de liquidez y solvencia, pero ha sido el
prestamista de primera instancia para los proyectos estatales más excéntricos y
disparatados que se ha conocido nunca, para justamente inflar la economía
artificialmente.

No obstante, y luego de haber observado la burbuja pública, concentrémonos ahora en


las burbujas del sector privado, pero, al menos de momento, que no le quepa duda alguna
de que la gran burbuja que así se ha creado ha sido de proporciones siderales.

El inflacionismo pasivo y la euforia generalizada


El inflacionismo es aquella vieja y más consabida práctica de los gobernantes para tratar
de mantener contentos a sus votantes, es la piedra angular del prebendalismo cuando no
pueden cumplir su promesa de construir el cielo sobre la tierra. Para algunos
economistas es mucho más fácil explicarlo con la teoría del rent-seeking o el rentismo,
pero esta teoría se inclina más por explicar más la fotografía que la película de esta
política.

Me refiero a lo que Mises decía de la inflación, que es una política económica. ¿Alguien
recuerda a Milton Friedman diciendo que la inflación es en todo momento y lugar un
fenómeno monetario? Bueno, Mises lo dijo mucho antes y apuntando a quien realmente
debía, a la clase política gobernante. El inflacionismo es tratar de solucionar toda
necesidad de ajuste económico inflando la moneda, estirándola tanto como se pueda y
al punto de envilecerla, de devaluarla y que alcance para todos quienes demanden cuanto

62
puedan, quieran y se lo permitan, y mientras esta práctica les permita seguir gobernando
antes de que la inflación consecuente se les salga de control.

En otras palabras, para ganar poder se requiere adeptos, para ganar adeptos se requiere
empleo, subsidios, etc. y para esto se requiere instituciones ociosas que sean financiadas
con el dinero que sólo el ente emisor es capaz de conseguir, porque, además, dicha
emisión no tiene que necesariamente ser discutida en el Legislativo con la oposición. Así
se genera un nivel de inflación “controlable” que, aunque incluso lentamente, creará más
pobreza, la que sería solucionada con la creación de más instituciones susceptibles de ser
gravadas y así sucesivamente.

Las ilustraciones de esta vieja política son infinitas, peor aún en tiempos de auge de
commodities y donde el país de la moneda en la que comercia el mundo entero y cuyo
valor controla, exporta inflación al mundo: Estados Unidos a través de su banco central,
la Reserva Federal.

Pues el inflacionismo pasivo es algo más sofisticado, porque tiene que ver con el
complejo sistema de banca comercial privada y la manera en que los bancos centrales
inyectan dinero de nueva creación en la economía, pero para hacerlo breve, el
inflacionismo pasivo se observa cuando el conjunto de personas que tiene un
conocimiento relativamente más profundo sobre temas financieros sospecha que la
facilidad con la que crece su sueldo, los dividendos o los balances de la empresa tendrá
serias consecuencias como en el pasado, pero que como ve que al menos en el momento
su capacidad de endeudamiento es mayor que en el pasado sin haber modificado en
absoluto su patrón de consumo, prefiere callar y mirar para otro lado.

Y no olvide que, además, el lugar específico por el que el dinero de nueva creación entra
a la economía es también muy importante. Será privilegiados quienes primero lo hayan
recibido porque, al gastarlo ellos primero, encontrarán un nivel generalizado de precios
siempre inferior al que encontrarán quienes no lo hubieran recibido primero, porque el
efecto de la inflación sobre los precios no siempre es inmediato.

De esta manera el crédito interno en Bolivia creció a un alarmante ritmo de entre el 20%
y 25% anual con la “bolivianización” o el nacionalismo monetario. Este fue, por ejemplo,
el mismo ritmo de crecimiento del crédito en una economía tan intervenida e
hiperestimulada como la china, nada menos.

El inflacionismo pasivo es la forma en que por simple omisión o por no ponerle el


cascabel al gato, uno termina siendo cómplice de las prácticas inflacionistas de los
gobiernos mientras los beneficia en un inicio y mientras, como dirían en España, no se
les vaya la olla. Es como ver al vecino con camioneta nueva y decir que la tiene porque es
63
narcotraficante sin la certeza para denunciarlo, pero con la memoria suficientemente
corta como para aceptar la invitación que le hizo para el domingo a su casa para comerse
una buena punta de S, tomarse varias cervezas y ver el partido, hacer negocios… ¡Y por
qué no, incluso tener la idea de que se casen sus hijos!

Sobre las burbujas económicas y de activos


Lo que en realidad importa del crecimiento de cualquier economía es que sea sostenible,
más allá de cuánto esté creciendo y si los reportes sobre el mismo son realmente
confiables.

Por ejemplo, es importante saber si una economía crece de manera sostenible con base
en el ahorro correctamente capitalizado e invertido con criterios de apertura económica
y rentabilidad de mercado, o si crece de manera artificial en base al estímulo de la
demanda interna, es decir, del gasto, el consumo y el sobreendeudamiento.

Pero vamos a ver, respecto de la confiabilidad de los reportes de crecimiento, el problema


es más profundo de lo que parece. A partir de la Gran Depresión de los años 30 los
economistas convencionales han determinado que la base del crecimiento de una
economía es el gasto, el consumo y el endeudamiento, sin antes haberse detenido a
analizar e investigar sobre las causas de aquella crisis.

De esta forma se han diseñado métodos de diseño y dirección vertical e ingenieril de una
economía, y para cuantificar sus resultados diseñaron el método de cálculo de agregados
del Producto Interno Bruto.

Como la economía se basaría en el gasto, el consumo y endeudamiento, el PIB solamente


calcula alrededor de un tercio de todo lo que una economía realmente produce; está
orientado a calcular aquella parte de la producción más próxima a la etapa final de
consumo, y, claro, al horizonte cortoplacista de gobiernos de 4, 5 ó 6 años.

Lo mismo pasa con los métodos de cálculo de la inflación en el Índice de Precios al


Consumidor, que solamente se calcula en base a una canasta básica de bienes
arbitrariamente elegidos; si el nivel general de precios de los bienes más próximos al
consumo reportan un incremento fuera de lo normal, le llaman inflación, pero si el precio
de aquellos bienes de consumo duradero más alejados de la etapa final de consumo,
como un departamento, un auto o una casa, sufren el mismo efecto, le llaman auge. Aquí
hay una clara conexión entre el estímulo, el cálculo del PIB, la inflación y las cifras
extravagantes.

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El problema de la credibilidad sobre el cálculo correcto del PIB está siendo debatido a
nivel global con el inicio de la Gran Recesión desde 2007, pero eso no exime a los
responsables de la artificialidad del crecimiento de la economía de Bolivia.

En suma, si existe algún problema de cálculo y credibilidad sobre las cifras de


crecimiento es que, por la forma en que se ha hiperestimulado nuestra economía durante
los últimos 10 años y un poco más, es que el país no creció menos de lo que dijeron, sino,
muy probablemente, mucho más de lo que la metodología convencional les ha permitido
calcular en realidad.

No obstante, el problema de crecer demasiado está en que el crecimiento artificial de una


economía podría constituir una burbuja de proporciones siderales que muy pocos
advirtieron, y que podría estallar en cualquier momento.

El problema, entonces, no es que manipulen, mientan o exageren en los datos, sino que
provoquen el sobre optimismo generalizado enviando señales equivocadas sobre la salud
del crecimiento para que se acometan proyectos de inversión por error; el problema está
en que el país crezca demasiado de manera insostenible en base al consumo, el gasto y el
endeudamiento cortoplacista, y no del ahorro prudente de recursos correctamente
capitalizados e invertidos mediante mecanismos de rentabilidad de mercado, como el
libre mecanismo de precios, que permitan planificar para el largo plazo.

Esta tercera burbuja es la que explotado o empezado a desinflarse en el país al menos


desde mediados de 2013, tan solo unos meses antes de que cayeran los precios
internacionales de materias primas. Lo lógico sería que a medida que estos precios y los
ingresos para el Estado caían, el aparato público se ajustara en la misma medida, pero
es una burbuja pendiente de pinchazo.

Pero hasta aquí esto no es nada. Ahora veremos cuál es el vínculo de la burbuja financiera
con la burbuja productiva.

Qué significa el incremento sostenido de la mora bancaria


El incremento sistemático de la mora bancaria en Bolivia es justamente como aquel
cuento (o síndrome) de la rana y el agua hirviendo: si se echa una rana a una olla con
agua hirviendo, ésta salta inmediatamente hacia afuera y consigue escapar de la olla sin
haberse quemado ni una pestaña. Sin embargo, si inicialmente metemos la rana en la
olla con agua a temperatura ambiente, se queda tan fresca dentro de la olla, pero si
comenzamos a calentar el agua poco a poco, la rana se va acomodando a la nueva
temperatura del agua hasta perder el sentido y, finalmente, morir literalmente hervida.

65
Llama mucho la atención que el público no se preocupe ni tome acción ante el
incremento sostenido de la mora bancaria, luego de que no se registraran variaciones
durante varios años. Si se tratara de un aspecto pasajero el incremento de la mora sería
relativamente inocuo, pero el problema es estructural.

Algunos analistas apuntan la causa nuevamente a factores externos, como la caída en el


precio internacional de los commodities o las dificultades para las importaciones, y no
por los problemas en el sistema creados durante la etapa del auge.

Pasa que un elemento importante a considerar es el hecho de que, si bien se ha


incrementado la cartera, también han ido cayendo los depósitos. Al igual que en el sector
real, a mayor estímulo de la demanda (gasto, consumo, endeudamiento) mayor
desaceleración; en la banca, a mayor colocación ineficiente, mayor el riesgo, la mora, el
impago, la iliquidez y la insolvencia.

De esta manera, pareciera ser que la banca empieza a darse cuenta -esperemos- de que
no se ha desarrollado más que nunca, como piensa, sino de que ha envilecido
enormemente su balance concediendo créditos de la manera más ineficiente posible. Es
lo que sucede con los créditos artificialmente baratos. A través del sistema financiero,
Hacienda, el ente emisor y el de supervisión, han inducido al público en general a incurrir
en riesgos sistémicos más grandes que los que podían haber considerado en un principio,
-una vez más- a cometer errores cualitativos de inversión generalizados: se ha prestado
una cantidad de recursos mayor a la que realmente existe y de la que legalmente se puede
disponer, y ahora los empresarios no pueden terminar sus proyectos, deben liquidarlos.
Así se explica el incremento de la mora.

Por ejemplo, como ilustración de las inversiones que jamás debieron llevarse a cabo y
que la necesidad de liquidación es inminente, solamente en Cochabamba, que no es
necesariamente la ciudad donde más se ha desarrollado el sector, hasta mediados de
2016 la construcción cayó en un 370% desde 2011. No es sorpresa para nadie que bajo la
pésima sabiduría popular de que el valor de la construcción y bienes raíces jamás cae y
que, por tanto, son una inversión garantizada de largo plazo, la facilidad del crédito para
la vivienda ha sido realmente importante. Lo mismo ha sucedido con el sector de los
automóviles 0 Km importados, a los que uno podía acceder a sola firma o presentación
de la última boleta de pago de su trabajo a siete años de plazo. ¡Cuándo se había visto en
Bolivia cosa semejante! ¡Cuándo se habían visto “ferias del crédito”! La ineficiencia de la
banca, controlada e inducida por el Estado, en la asignación de recursos en la economía
no podría ser peor, y lo mismo vale para la banca pública que concede crédito a sola
solicitud a toda empresa pública.

66
Y esto fue por sectores, pero ahora verá que el vínculo entre la mayor expansión de
crédito coincide con las zonas geográficas donde más crece la economía en el país. No
será para nada extraño ver que allá donde más haya crecido el crédito, mayores habrán
sido los errores generalizados de inversión, donde más capital se haya destruido y donde
más ayuda se necesitará en el proceso de toma de decisiones habrá que tomar para
sanear balances, reestructurar o liquidar proyectos.

Una vez más, el problema con una economía que desacelera no es la falta, sino el exceso
de crédito y liquidez que la sofoca desviando recursos del mercado desde sectores donde
faltan hacia sectores donde abundan y no son necesarios.

Volviendo al tema de la mora como problema estructural de la banca, como ocurre de


manera típica, y sobre todo ahora que la etapa de liquidación recién empieza a pesar de
que tratan por todos los medios de mimetizarla, todavía es necesario detenerse e indagar
en la posibilidad de un bail-out financiado con incremento generalizado y muy agresivo
de impuestos (probablemente contra quienes más tengan), de confiscación de depósitos
(ha sucedido ya hace un par de años en la misma Unión Europea) o bien mediante -
esperemos que no- devaluación cambiaria. Y, más aún, como con seguridad este será mal
ejecutado, porque en realidad es inevitable, podría buscarse todavía un bail-in, que sería
relativamente menos peor. Pero nos encontramos hoy en ese proceso, lo garantizo.

Es este y no otro el vínculo directo entre la burbuja financiera y la burbuja productiva.

Hay que tomar nota de lo que sucede con la banca internacional


Lamentablemente, aunque no le guste, a Bolivia tiene que importarle mucho lo que
sucede con las reformas de la gran banca internacional, porque son las mismas medidas
que tiene que adoptar una vez que se puso al corriente con el sistema internacional luego
de la implementación del DS 21060 y con el proceso de modernización e
internacionalización de la banca desde los 90.

¿Recuerda cuando en septiembre de 2008 dejaron caer a Lehman Brothers? A fines de


2016 las acciones del Deutsche Bank cayeron más de un 90%, a niveles de 1992, luego de
que Ángela Merkel, con el apoyo del Bundesbank, anunciara que no lo rescatarían con
dinero de los contribuyentes. ¿Se trata acaso de un nuevo Lehman? Luego del anuncio el
Deutsche Bank no ha terminado de caer ni ha ocasionado un efecto dominó sobre el resto
de la banca europea, tal vez por algunos motivos que a este lado del Atlántico, y
particularmente en Bolivia, se haría muy bien en anotar.
Es cierto que el Deutsche Bank tiene problemas muy similares a los de Lehman o un
Bankia, por ejemplo, con déficit de capital, con caída de ingresos, incremento de costos
y una rentabilidad sobre activos totales casi nula, pero no ha terminado de caer, o al
67
menos no de momento, fundamentalmente porque lleva años incrementando su capital
de manera sistemática.
Probablemente sea este último el motivo, y no necesariamente por no recurrir al dinero
del contribuyente, por el que se ha decidido no rescatar al Deutsche Bank, porque no
sería necesario, pero también podría ser porque a partir de 2018 la manera de lidiar que
tendrán los Estados con la banca ya no será a través de bail-outs o rescates con recursos
del contribuyente, o el financiamiento forzoso del Estado mediante la confiscación de
depósitos al más puro estilo chipriota como en 2013, sino a través de bail-ins,
convirtiendo a los acreedores en accionistas forzosos del banco para recapitalizarlo.
Ahora, el problema con la banca europea y en particular con el Deutsche Bank no es
aquel de diciembre de 2016. Hace no mucho discutí con un banquero y un árbitro en
Bolivia sobre la salud del sistema financiero nacional, debido a mi insistencia en que el
balance se encontraba demasiado deteriorado por la manipulación a la baja por
demasiado tiempo de las tasas de interés, la pésima asignación forzosa del crédito, su
aún peor calidad de respaldo y su posterior dificultad de recobro.
Me respondieron sobre confiados diciendo que el problema no era ni siquiera de las
aseguradoras en Bolivia (que en todo caso eran solamente reaseguradoras), que el
problema en realidad era para las aseguradoras europeas. Si así lo fuera, ¿sabrán en qué
condiciones están la gran banca internacional y las aseguradoras internacionales? Si
estuvieran al tanto y en detalle de la coyuntura internacional, ¿las condiciones de la
banca nacional serán las de un Lehman o un Deutsche Bank? ¿Qué les hace pensar que
el país no ha estado cometiendo todos y cada uno de los errores que ha cometido la banca
internacional no desde, sino hasta 2007? Recapitalizar gradualmente hoy o recapitalizar
mañana con terapia de shock, esa es la cuestión.
Finalmente, el Deutsche Bank puede no haber caído, pero los problemas del gran sistema
bancario internacional siguen latentes con todo el malabarismo que se armó desde 2007
con el too big to fail para evitar el riesgo, ¿recuerda? Lo único que está ilustrando hoy el
Deutsche Bank es que desde 2007 se han estado evitando problemas a cambio de
agravarlos, a cambio de estabilidad de corto plazo, pero todo el tiempo que se así compró
sirvió de poco y está llegando a su fin. Esté preparada o no, Bolivia debe tomar nota de
lo que sucede hoy con el Deutsche Bank y similares.

El río del sistema financiero suena

Es interesante la manera en que a mediados de 2017 el sector bancario y financiero, luego


de sufrir un punto de inflexión concretamente en abril, aunque muy lentamente, ha ido
pasando a convertirse en uno de los protagonistas de las noticias, tal vez solamente luego

68
de los escándalos de corrupción en el aparato público burocrático. Así como desde
2007 los bancos centrales son los grandes protagonistas de la crisis económica
internacional, que pagan el precio de la estabilidad de corto plazo incrementando el
tamaño de sus balances sin estrategia alguna de salida, el ente emisor empieza a cobrar
mayor protagonismo también, y esto es ya un síntoma de que finalmente el río suena.
Al no encontrar los títulos que el propio Estado emite directa o indirectamente en el
sistema financiero y fundamentalmente bursátil, la banca se encuentra a la espera de que
hayan nuevas provisiones de liquidez, pero al haberse agotado la principal fuente de
financiamiento luego del gas, que es el endeudamiento público, los malabarismos que el
ente emisor pueda empezar a hacer ya a la desesperada, pueden redundar finalmente en
una devaluación cambiaria, que a algunos les pueden resultar el siguiente paso natural
de la política para el sector, pero que difícilmente imaginan en todo lo que puede
traducirse.
No siempre está claro el motivo por el cual los entes emisores y los regulatorios se
manifiestan tan insistentemente y en determinando momento sobre la solidez de
un sistema financiero, o antes de que hubiera algún evento relativamente extraordinario
que lo justifique. Por lo general, esto siempre resulta sintomático; es como un descargo
anticipado de culpa. Ellos solamente hacen su trabajo, pero es necesario advertir que si
eventualmente se registra una crisis sistémica será –una vez más- simplemente
inevitable.
Si bien se ha insistido varias veces en que la predicción en términos de tiempo y espacio
no es atribución de la Ciencia Económica, no es aceptable que por el este motivo los
bancos centrales y entes regulatorios en general se concentren invariablemente
en buscar distintas maneras de tapar huecos financieros en vez de evitar crearlos. Al
menos desde la Gran Depresión de los años 30 se piensa que la banca central fue creada
para mitigar el impacto de las crisis económicas, cuando en realidad son justamente
su causa. Por eso el debate al respecto nunca ha sido más álgido que ahora en el mundo
académico y el de la elaboración de políticas económicas.
Sin embargo, no porque el problema sea tan grande y las decisiones para cambiar esta
situación las tomen las grandes potencias no le compete a Bolivia. Justamente con el
pretexto de que “la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra lo están haciendo”, muchos
países como este han estado cometiendo los mismos errores que la gran
banca internacional ha cometido hasta 2007, pero hay muchas formas de mitigar
el impacto de una crisis económica mientras el enfoque sea el acertado.
Por ejemplo, ¿qué sentido tiene que el índice de morosidad sea el más bajo de la región si
su incremento sostenido y sistemático no denota un problema aislado y pasajero, sino un
problema estructural que rápidamente se agrava; si el Coeficiente de Adecuación
Patrimonial se encuentra por encima de la norma, si la norma, aunque proviniera de

69
Basilea, no identifica las causas, sino los síntomas del problema; y si, por tanto, ninguno
de estos criterios realmente ha ayudado a identificar ni garantizar que vuelvan a suceder
episodios como el de Bear Stearns, Lehman Brothers, y toda la cola por detrás hasta el
Banco Popular, a quienes las calificadoras otorgaban la máxima nota posible muy pocos
meses antes de su colapso?
Muy pocas metodologías de evaluación consideran factores cualitativos y dinámicos,
sino sólo cuantitativos y estáticos. Solamente considere, por ejemplo, que en el análisis
de un balance no se toma en cuenta la capacidad que cada uno de los activos que se ha
adquirido durante una etapa de “exuberancia irracional” tiene para no perder valor
conforme se incrementa su cantidad vendida, es decir, si tienen propiedades
de “vendibilidad”; los malos activos no son siempre los más caros simplemente.
Esto será lo que en gran medida vaya determinar el margen y capacidad de maniobra de
cualquier empresa con estrategias mínimas de capital circulante saneado frente a la
competencia, mucho antes de que desde las entidades emisoras y regulatorias se decida
incrementar o no las tasas de interés, el tipo de cambio o el encaje legal. El desafío está
en identificar hoy los activos basura para liquidarlos mientras los precios de burbuja aún
son relativamente favorables, antes que ponerse a pensar en cómo se tapará el agujero
donde serán desechados.
Si esta fuera una decisión generalizada adelantaría una crisis, con seguridad, pero la
alternativa es negar los errores del auge, justificarlos, o seguir inflando la burbuja; nada
de esto impide que estas decisiones sean tomadas de manera aislada sin provocar el
adelanto de una crisis generalizada.
Finalmente, ¿cómo se puede saber si esta situación es pasajera y puede solucionarse
solamente con una nueva inyección de liquidez en el sistema, o si es fruto de un problema
mucho más generalizado en el que justamente una nueva inyección de liquidez agravaría
el problema? Pues sencillo, el crédito aún crece a paso de parada, pero el público no sólo
que ya no lo está tomando, sino que la mora no deja de incrementarse sistemáticamente;
y de manera simultánea los costos suben y las ventas caen. Inequívocamente, se puede
estar asumiendo en una situación de crisis económica generalizada sin necesidad de
entrar en una recesión, y esto demuestra un auténtico punto de inflexión de la economía,
no sólo del sector.

70
CAPÍTULO 7
La burbuja productiva

Algo que un gran inversor global como Jim Rogers repite hasta el cansancio es que lo
peor que uno puede hacer en términos de inversión es dejarse llevar por los rumores y el
comportamiento rebaño, invertir porque el vecino lo hace o porque todos los demás lo
están haciendo, porque sería tonto no hacerlo. Y es una advertencia válida para todo el
mundo, tanto para los gobiernos como para los inversores individuales. Reducir tasas de
interés solamente porque la Reserva Federal lo está haciendo, endeudar a la población
porque los países de la región lo hacen, llenar el paisaje con esos ventiladores de aire
gigantes para “ahorrar” energía porque en Europa lo hacen; invertir en construcción
porque los demás lo hacen, endeudarse para ir al Caribe porque todos lo hacen,
comprarse el auto del año porque todos los demás lo hacen.

Este es el verdadero lastre para quienes son capaces de observar ciertos patrones de
conducta equivocados, pero que les es difícil de protegerse individualmente. Este es el
cuento del huevo y la gallina; la filosofía del “así nomás” o “si los demás lo hacen debe
estar bien”, el espíritu de complacencia, compadecerse de uno mismo o aliviarse por
cometer el mismo error que los demás lleva también a cometer errores.

Este comportamiento de inversión típico puede llevar a cometer errores de una inversión
generalizados, es cierto, pero son parte de las propias fluctuaciones del mercado y la
economía, no son ciclos. Los ciclos económicos están marcados por la una
sobrecapacidad productiva deliberada, desde lo público a través de sus propios proyectos
alejados de los criterios de rentabilidad y correcta asignación de recursos, y en lo privado
provocado por la política económica. A fin de cuentas, separar la burbuja pública de la
privada es bastante más difícil de lo que parece. Y luego de este punto ya resulta muy
difícil identificar y separar burbujas didácticamente si no es entrando al análisis de
empresa por empresa, proyecto por proyecto o balance por balance para graficarlas.

Sin embargo, a pesar de que todo ser humano puede cometer errores, quienes ceden a la
tentación de sobre endeudarse con el banco y quienes ceden a la tentación de hacer
negocios con el Estado no pueden caer en la misma bolsa. Emprender y hacer negocios
con el Estado no es lo mismo. Los errores de juicio económico de los empresarios los
sufren y asumen ellos mismos y su entorno más cercano, pero las consecuencias de los
malos negocios con el Estado los sufre y paga siempre el gran conjunto de la población.
Cada quién sabrá diferenciar qué proyecto es solamente un error cualitativo de inversión
o un enorme monumento a la falta de ética.

71
Para identificar más fácilmente este tipo de proyectos no es necesario remitirse a las
bibliotecas y hemerotecas más antiguas para indagar en John Law y la Misisipi
Company, sino, por ejemplo, a todas esas obras de infraestructura que entre públicos y
privados construyen con la mejor de las intenciones: los Juegos Olímpicos o los
Mundiales de Fútbol. Mientras se construyen ciudadelas enteras durante al menos
cuatro antes previos los índices macroeconómicos y la popularidad de los gobiernos
repuntan, pero cuando pasan estas grandes celebraciones deportivas estas enormes
ciudadelas terminan siendo abandonadas. Esto es lo que constituye la peor asignación
posible de recursos, destrucción de capital y perpetuación posible de la pobreza sin
recurrir a los propios mecanismos del mercado para hacerlo. Ni hablar de las ciudades
enteras como París que literalmente se copia a escala real en economías socialistas
brutalmente intervenidas como China, que por décadas crecía a dobles dígitos.

No es distinto lo que ha pasado en Bolivia en los últimos diez años y un poco más.

Elefantes blancos (corrupción) o burbujas de activos (mala


asignación de recursos)
Por lo general la mala asignación de recursos es identificada primero con hechos de
corrupción, cuando, en realidad, al hacer el análisis económico lo que debe destacarse el
hecho de que se está asignando recursos de manera arbitraria y prescindiendo, una vez
más, de los propios mecanismos del mercado como el libre mecanismo de precios o las
tasas de interés a través de las cuales los empresarios se guían para identificar alguna
escasez relativa y luego evaluar riesgos, rentabilidad esperada, etc.

Este es un error muy común en el que cae la sabiduría popular o el pensamiento


convencional. Por lo general, cuando algún mandatario de repente decide por capricho
que el Estado compre dos de las naves más caras y modernas para conquistar el mundo,
aunque se trate de buenas intenciones, se piensa que ese dinero hubiera sido mejor para
escuela y hospitales, pero ¿cómo lo saben? Cometerían exactamente el mismo error del
mandatario de saber antes que nadie lo que es mejor para los demás con dinero ajeno.
Es fácil asignar arbitrariamente los recursos ajenos.

El público en general está viendo el problema de la corrupción detrás de las obras


públicas, pero antes de la gran estafa, que es un problema ético a ser tratado en el campo
jurídico, el problema está en la destrucción de capital y consecuente perpetuación de
pobreza que significa la mala asignación de recursos. Quien condene a los culpables de
hechos de corrupción serán los abogados en el campo de la justicia, pero quienes
identifiquen las malas inversiones, la mala asignación de recursos generalizada, no serán
los economistas, sino los empresarios y el mercado en condiciones de libre competencia.
72
Eso sí, el economista con el herramental teórico práctico correcto podrá ayudar mucho
en esta última determinación.

Una de muchas anécdotas: ¿Estamos o no en una burbuja?


En la resistencia a que el Estado pinche la burbuja burocrática a cambio de reducir su
poder y privilegios de la misma forma que ya lo hizo la burbuja productiva, y que además
la burbuja financiera le siga, mi experiencia charlando con un ex Ministro de Hacienda
y un muy famoso asesor de la misma cartera de las épocas más lúgubres económicamente
en el país, ilustran muy bien lo que se debería estar discutiendo hace mucho, y lo que
podría suceder no mucho más adelante.

Concretamente en diciembre de 2014, para ser preciso, recibí una interesante invitación
a la casa de un ex ministro de Hacienda de Bolivia muy importante para conversemos
sobre lo que estaba empezando a pasar en el país, dada la caída de los precios
internacionales de materias primas unos pocos meses atrás. Me adelanto con lo que
pensé: sobre lo fundamental, sigue tan equivocado como cuando fue ministro, y se
mantiene optimista, claro. 



Primero estuvimos de acuerdo en que el PIB es una muy torpe manera de medir o
contabilizar la productividad anual total de cualquier economía. Las cifras del Producto
Interno Bruto no estaban reflejando la realidad. Él sostenía que las cifras sobreestiman
lo que estaba sucediendo realmente. Yo, en cambio, sostuve, de la misma manera en que
aún lo hago aún a pesar de la profunda desaceleración, que las cifras están subestimando
la realidad.

Me detuvo pronto antes de que siguiera con semejante afirmación, para preguntarme
por qué entonces los economistas no habrían podido advertir el reventón de la burbuja
inmobiliaria estadounidense -que sí hubo, y no pocos, quienes lo hicieron-, tratando de
establecer un parangón con la economía boliviana actual.



El consenso popular sabrá a quién prefiere escuchar, pero le respondí que por un sencillo
motivo: porque al igual que con la torpe manera keynesiana de medir el PIB, que mide
sólo un tercio de la facturación total de una economía, el cálculo del IPC no es menos
torpe: para los economistas del intervencionismo o que defienden al gobierno, un
incremento uniforme, generalizado y sostenido de los precios de los productos de la
"canasta básica" constituye inflación, pero si observan exactamente lo mismo en aquellos
sectores productivos no contemplados en tal canasta, como el de la construcción, por
ejemplo, no sólo lo llaman “auge”, sino que además presuponen, por ósmosis
probablemente, que es sostenible. 



73
Bolivia creció pues bastante más de lo que con vasta arrogancia se reporta e ingenuidad
se acepta, pero nada permite decir que no se trata de una burbuja como en EE.UU. o el
resto de Occidente, o como en Bolivia cuando él fue ministro. 



No supo responder, pero le gustó la idea de que nos reuniéramos de nuevo. No lo


hicimos, pero para entonces ya espero poder agregar que, como ya apuntamos, lo que
constituye una burbuja no es necesariamente el incremento desorbitado del precio
histórico de un activo, sino si éste realmente responde a una demanda real efectiva de
mercado insatisfecho: si alguien se da un paseo por cualquier ciudad capital del país
durante un domingo por la noche, esperando ver pocas luces prendidas con la esperanza
de encontrar algún departamento disponible, será frustrante. Cuando pregunten, la
respuesta será que no, máxime que existen disponibles para el alquiler, pero con
seguridad que permanece vacío durante un buen tiempo.

Una segunda anécdota: ¿un recuerdo del futuro?


Hacia las últimas semanas de 2015 comenté el hecho de que el ente emisor ya se
encontraba presto a emitir billetes con más numeritos o de mayor denominación (no
mucho más tarde, y probablemente por la reacción del público en general, Hacienda
contradijo al Central y ordenó la suspensión de la medida), pocos imaginamos que se
trataría del preámbulo de una discusión de hace sólo un par de días antes sobre la
dirección que está tomando la economía de Bolivia, con nadie menos que uno de los
principales responsables de la hiperinflación de la UDP en los años 80.



Luego de casi dos horas del innegable desafío que significó el tratar de justificar si los
argumentos de uno u otro eran motivo suficiente para el optimismo o el pesimismo sobre
el futuro económico de mediano plazo, las conclusiones mías, que no se las manifesté
por decoro, claro, fueron que al igual que en los 80 él no sólo cuenta con un diagnóstico
errado y sobre optimista, sino que además las medidas que se están tomando también
tendrán consecuencias muy serias, como cuando se hizo cargo de aquella asesoría que, a
pesar de que requería de mucha valentía, simplemente resultó en desastre.



Como no dejo de decir, nadie dice que las consecuencias tomarán exactamente la misma
forma que en los años 80, pero nada garantiza tampoco que una crisis de comparable
magnitud no se repita en el país. Afortunadamente, al menos en este punto sí estuvimos
de acuerdo.



Pero eso no fue lo más interesante de mi privilegiada y fascinante conversación con nadie
menos que uno de los responsables de uno de los fenómenos que con más detenimiento
he estudiado en mi corta carrera profesional, y por lo que lamentablemente sólo sigo

74
reforzando mi posición más que pesimista sobre lo que sucederá ya en el corto plazo si
no se toman medidas diametralmente opuestas a las actuales.



Lo más interesante, en realidad, fue una anécdota que no puedo dejar de contar, y que -
insisto- será todavía más interesante con el pasar del tiempo: cuando al habernos
conocido finalmente en persona, porque ya antes habíamos conversado por teléfono y
habíamos intercambiado correos electrónicos, le dije amablemente que yo sabía quién
era él, y que me daba gusto poder conocerlo personalmente (total, que así empezaba a
desmitificar algunos detalles de mis estudios sobre la hiperinflación, a la vez que le daba
la dimensión más ajustada posible a lo que al final constituyó un error humano legítimo)
su respuesta con gran sonrisa fue que se sentía aliviado de que no lo hubiera agredido en
cuanto lo hubiera saludado por haberme dejado sin dólares hace 30 años.



Era importante el baño de humildad el que tuvo al reconocer implícitamente que el haber
dejado sin dólares al país había sido un error, algo que hoy se pide a gritos al actual titular
de Hacienda. Debe ser algo que lo atormenta desde entonces, y no debe ser nada fácil,
aunque ese ya es otro tema. Sin embargo, al igual que mi conversación sobre el mismo
tema en diciembre de 2014 con un ex Ministro de Hacienda de Bolivia igualmente
importante de la misma época, esto es algo que tampoco podía dejar de contar para
seguir reforzando mi posición.

¿Bolivia ha entrado en un proceso deflacionario?


Ya pera inicios del segundo semestre de 2017, el ente emisor manifestó que en mayo la
inflación había sido “de casi el 0%”, y más recientemente, el instituto de estadísticas
sostuvo que el registro es de una deflación del -0.02%. ¿Esto es simplemente
“desinflación” o significa el inicio de un proceso deflacionario, como se empieza a
escuchar?
La última vez que el país vivió un escenario similar fue exactamente ocho años antes,
vinculado, entre otros, al contexto internacional de caída de materias primas por la
bancarrota de Lehman Brothers en 2008, pero que –como ya apuntamos- con el
programa de monetización de deuda más grande nunca de la Reserva Federal, las
materias primas rebotaron, los ingresos para el Estado se recuperaron, y con ellos el
gasto a mansalva, el incremento del crédito y la consecuente reflación.
El argumento paranoico contra la deflación es que, ante la caída sostenida de los precios,
los consumidores entenderían que no tiene sentido comprar hoy si mañana todo será
más barato, forzando ajustes en los niveles de empleo y producción, y así además todo
proyecto de inversión. Sin embargo, presumir que esto sucederá, también significa decir
que los agentes nunca comprarán nada, lo cual carece de sentido.

75
Así pues, la nueva etapa inflacionaria que se pretende implementar de la misma manera
que se lo ha venido haciendo al menos desde 2006, no sólo favorece a deudores en
desmedro de acreedores, sino que, además, ya no va a provocar el auge que busca, ni
mucho menos estabilidad, sino que va a terminar de precipitar una economía cada vez
más delicada.
Veamos. El mecanismo de precios permite a los empresarios guiarse para identificar la
viabilidad de sus proyectos, pero si la inflación los distorsiona, se les envía señales
equivocadas provocando errores cualitativos, sistemáticos y generalizados de inversión;
y lo mismo respecto de las tasas de interés, que si también se las distorsiona hace que
gran parte de los préstamos se concedan a proyectos de inversión no viables. Ya lo vimos.
Entonces, la deflación no es más que la manifestación del inicio de la inevitable etapa del
necesario cambio de los hábitos de consumo, y la liquidación de esos errores cualitativos
de inversión que en un principio parecían viables y que reportaban datos
macroeconómicos exuberantes, pero que más tarde el mercado descubre como ruinosos.
Ahora bien, ¿estamos en un proceso deflacionario? Ojalá la evidencia fuera más clara
para ser optimista y decir que sí, porque significaría que se está saneando hasta cierto
punto, pero si bien puede observarse que el proceso de ajuste generalizado y corrección
empezó ya en 2013 con la desaceleración, al mismo tiempo se la ha tratado de combatir
con nuevos programas inflacionistas o que pretenden re-inflar la burbuja, estimulando
el gasto, el consumo y el sobreendeudamiento, pero que no han impactado tanto como
quisieran en los artículos de consumo inmediato que están dentro del IPC, sino en los de
consumo duradero que están fuera del IPC, y a cuyo efecto prefieren llamar auge.
Ahora la situación es considerablemente más delicada que en 2009, cuando llegó el
coletazo de la caída de Lehman, porque la economía no se desacelera necesariamente
por la caída petrolera, sino por el deterioro de las condiciones de la inversión sostenible.
Si bien antes el auge se sostenía por los ingresos que permitía el inflacionismo de la
Reserva Federal en las materias primas, y el inflacionismo local aliviaba de alguna forma
el incremento sistemático de impuestos, ahora se pretende que estos últimos sean los
que vayan a compensar la caída petrolera, y más aún cuando no se ha hecho los deberes
con las cuentas públicas.
Primero, que no hay economía que crezca sosteniblemente en base al consumo, sino en
base al ahorro correctamente capitalizado; y segundo, que las nuevas dosis de
inflación van a seguir encareciendo la inversión, e impidiendo que los empresarios
reduzcan costes para mantener sus empresas a flote y, por tanto, sostener bajas tasas de
desempleo; y que, además, el mercado identifique los proyectos de inversión que deben
liquidarse para liberar recursos.
La liberalización económica es imprescindible, pues, para que la economía se reajuste y
la fuerza laboral se reacomode lo antes posible y sin prolongar agonías, a una nueva
realidad, permitiendo a los empresarios hacer algo que el Estado, por definición, no es
76
capaz de hacer: generar valor de mercado mediante la identificación de problemas ajenos
por resolver a cambio de un legítimo beneficio, y más aún cuando luego de una etapa de
euforia generalizada sin precedentes, la cantidad de capital necesario en forma de ahorro
se encuentra en el exterior, y no en forma de deuda, sino de inversión. Esta es la única
manera posible de asumir la tan mentada diversificación productiva, y cuanto más se
tarde en reconocerlo, mayor será el problema.

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CAPÍTULO 8
Las consecuencias del sobre optimismo generalizado

Una de las principales características de una economía en condiciones de burbuja es


aquella en la que los empresarios se encuentran en una situación tan boyante y sobre
acelerada, que lo que más les preocupa no es correr con demasiados riesgos en su
próxima inversión y terminar perdiendo dinero, sino perderse la oportunidad misma de
invertir en la que le contaron que podría ser la próxima Google. Las expectativas con las
que están cargados estos empresarios son tan grandes como frágiles, tanto que ha
terminado involucrando a todo su entorno, pero las consecuencias en este sentido
podrían terminar siendo devastadoras.

Para estos casos Mises, en el capítulo XX de su tratado de economía de La Acción


Humana de 1949, ya se adelantaba diciendo que, en realidad,

“[E]l auge (artificial) produce empobrecimiento, pero aún más desastrosos son sus
destrozos morales. Hace a la gente abatida y desanimada. Cuanto más optimistas
fueran bajo la prosperidad ilusoria del auge, mayor será su desesperación y su
sentimiento de frustración. El individuo siempre está dispuesto a atribuir su buena
suerte a su propia eficacia y a tomarla como una merecida recompensa a su talento,
aplicación y probidad. Pero las adversidades de la fortuna las atribuye siempre a
otra gente, y la mayor parte de las veces al absurdo de las instituciones sociales y
políticas. No acusa a las autoridades por haber alimentado el auge. Las denigra por
el inevitable colapso.”

No importa cuánto esfuerzo y sacrificio pueda haber invertido, mucho menos cuánto de
recompensa calcula que se merece, simplemente puede que haya sido
inimaginablemente incauto y que la causa de sus aciertos sean producto de una decisión
arbitraria gubernamental que le generó una ilusión de riqueza y capacidad empresarial
innata que tarde o temprano se terminó desvaneciendo.

El advenimiento de la crisis
Hay algo que no deja de ser gracioso en esta historia, habrá que admitirlo. A pesar de
que la primera advertencia que lancé sobre la burbuja que se estaba construyendo en
Bolivia con los manguerazos de dinero y crédito fácil en el país fue ya en 2010, con la
publicación de La fiesta del inflacionismo pasivo, a mi retorno de Madrid en 2013
79
empecé con los primeros debates, justamente a mediados de aquella gestión, cuando la
economía empezó a corregirse en forma de desaceleración.

En ese momento publiqué un artículo que provocó respuesta, aunque mediocre y no


provino del aludido. El artículo representó una temeridad para toda persona con quien
se lo discutió: dijeron que no habría crisis porque había factores que no se habían
considerado, como las elevadas reservas, la incapacidad de gasto de las alcaldías, o
incluso el “rampante narcotráfico” que jugaba el papel de colchón financiero y fuente
inacabable de recursos.

Un año más tarde, cuando en 2014 empezaron a caer los precios del petróleo y cuando
publiqué El agotamiento del modelo, esos mismos detractores empezaron a reconocer
que habría una crisis, pero que no llegaría pronto por los mismos factores mencionados
antes, y además “porque la caída petrolera no podía ser sostenida”.

Recién en 2015 la preocupación cundió con dos años consecutivos con precios petroleros
bajos, pero no vieron volar todo por los aires para convencerse de la seriedad del
problema. Se refugiaron diciendo que las advertencias sobre una crisis inminente tenían
ya larga data, pero que “la cosa aún no explotaba” para corroborarla. ¿Cuál es el sentido
de confirmar una burbuja si sólo es posible hacerlo una vez que explota?

En 2016 la actitud ya era muy distinta, y aunque todavía con un tono desafiante y
desconfiado, todo se resumía preguntar “¿y entonces cuándo explota esto?”

Lo mejor llegó en 2017, algo que inspiró este trabajo en gran medida. La pregunta del
millón es “¿y ahora qué hago con mi plata?”. Sobre esto nos extenderemos más adelante.

Pues sí, para la catedral de los economistas de lo políticamente correcto es posible que
una economía entre en una crisis generalizada mucho antes de entrar en recesión.
Justamente por esto se caracterizan las crisis, en realidad. Allá donde abundan los
recursos o existe una sobrecapacidad de producción y empieza la dificultad para vender
bienes y servicios, es el exacto reflejo opuesto de todo lo que se observa que escasea
demasiado en otro lugar. Se trata de una mala asignación de recursos, y no tiene que ver
necesaria ni directamente con el PIB demuestre recesión. Las pérdidas empresariales
generalizadas son suficientes para identificar la necesidad de la corrección.

Recuerde a estas alturas que las crisis económicas generalizadas están caracterizadas por
la necesidad de corregir los errores que se cometió e indujo a cometer durante la etapa
del auge, en forma de desaceleración sostenida o recesión generalizada.

80
Una de las ilustraciones más importantes sobre la burbuja que se ha gestado en Bolivia
fue la que destacó un periodista económico a inicios de 2017 sin siquiera advertirlo,
porque destacaba el hecho de que el país había empezado a importar productos que el
país solía producir competitivamente. Pues esa era una más de las caras de un mismo
problema. La nota iniciaba diciendo que las compras domésticas estaban superando con
mucho las ventas, y que, por tanto, la gente había comenzado a importar productos en el
exterior por muy caros que fueran.

Lo que esto muestra es el hecho de que por mucho que se quiera llevar al caballo hasta
el río no se lo puede obligar a beber. Los programas de estímulo de la demanda, o del
gasto, el consumo y el endeudamiento distorsionan y descoordinan toda la estructura
productiva, y para cerrar la brecha entre oferta y demanda, cuando la expansión
monetaria provoca la inflación doméstica, se recurre a la importación de productos
relativamente más baratos en el exterior y listos para la oferta en el mercado. Esto, desde
luego, provocará una pérdida inmediata de reservas, el inicio de una crisis financiera y
consecuente recesión. Nada de esto sería casualidad si las tasas de interés no estuvieran
establecidas arbitrariamente por debajo de un nivel en el que las fijaría el mercado, y
mucho menos si no fueran las más bajas de toda América Latina.

Hablaremos de esto con un poco más de detalle cuando abordemos el problema con el
tipo de cambio, pero en términos macroeconómicos agregados, por un lado, la economía
produce demasiado de lo que no se necesita, y por el otro no produce nada de lo que sí
necesita. Esta es una más de las muchas formas de identificar una burbuja económica
causada por exceso de crédito y dinero fácil.

El drama social de una generación emprendedora frustrada


Cuando finalmente ha iniciado la etapa de ajuste generalizado de malos proyectos de
inversión llevados a cabo por error durante la etapa del auge, los fracasos empresariales
y la frustración se derivan de la imposibilidad de cumplir los compromisos adquiridos
con los bancos, y muchas empresas terminan dándose cuenta de que se dejaron llevar
por un sobre optimismo injustificado que les permitía presumir cuanto pudieran de su
nueva condición de abundancia, en gran parte no por el gran ímpetu y propia capacidad
de crear una empresa tras otra y ejecutar cuanto proyecto de inversión imaginara, sino
por culpa de las excesivas facilidades crediticias que inicialmente les concedieron sus
banqueros, e inculpan a terceros por la facilidad de haberse metido por error en muchos
proyectos de inversión que no eran viables. No eran grandes porque así lo pudieron, sino
sólo porque se lo permitieron, al menos por un tiempo.

Durante la etapa del auge se ha llevó al límite la capacidad individual de los trabajadores
y se pervirtió el espíritu empresarial, se condenó moralmente el trabajo diseñado con
81
detenimiento y bien hecho propio la cultura empresarial tradicional, el desarrollo
prudente de empresas con espíritu de permanencia y la consecución de objetivos de largo
plazo con retornos sobre capital saneado desapareció. Sin embargo, por si esto fuera
poco hasta aquí, esto tiene muchas más aristas que el simple hecho de haber creado
empresas, sino con todo el desarrollo personal y el de su entorno el que queda afectado.

Otra de las consecuencias más dramáticas de la expansión crediticia o, en este caso más
preciso, de la alteración de la preferencia temporal y la creación de una sensación de
abundancia, es en la que muy particularmente se involucran los jóvenes que están
empezando una vida relativamente seria cuando empiezan la universidad, la terminan y
empiezan a trabajar, sobre todos quienes tienen suficiente energía y cierto esquema
mental que los lleva a vivir de manera muy acelerada y a correr riesgos con un bagaje
intelectual no muy extendido ni profundo, es decir, sin un espíritu crítico demasiado
formado sobre lo que sucede un poco más allá de su entorno más cercano.

Ya señalamos antes los efectos perversos de la reducción arbitraria de las tasas de interés
y la sobreproducción de dinero estatal o nacionalizado, que derivan en una la mala
asignación de recursos que destruyen capital. Pero tal manipulación económica y
financiera significa una alteración de la preferencia temporal del público en general, lo
cual desde luego que también genera efectos perversos en la relación e interacción
humana. Es decir, la abundancia aparente de riqueza genera un acortamiento de la
paciencia de los individuos conviviendo en sociedad.

La Ley de Preferencia Temporal de la Escuela Austríaca ilustra el hecho de que las tasas
de interés no son el precio del dinero en el mercado, sino que más bien ilustran el hecho
de que todo ser humano prefiere bienes presentes antes que bienes futuros, y que en caso
de inclinarse por los futuros será porque está dispuesto a correr con riesgos que implican
un beneficio a cambio. En este caso, todo el mundo prefiere tener y disponer de dinero
antes que después, y si un gobierno sabe esto, aunque sea de manera intuitiva, sabrá
aprovecharlo muy bien en sus términos y plazos políticos.

Todo esto, la manera en que la acción y las relaciones humanas se aceleran se traduce en
una cantidad de maneras difíciles de cuantificar, desde exigir al gobierno resultados
sobre sus promesas que no puede controlar realmente, hasta el tráfico vehicular en
determinados puntos de una ciudad capital. Se genera una impaciencia generalizada
muy difícil de percibir y mucho menos de manejar. Todo aquello que toma tiempo

Por ejemplo, y sin siquiera advertirlo, toda la generación de los llamados millennials es
víctima directa de este problema. Los millennials son una generación que nació entre
principios de los 80 y de los 90, que en general para el año 2000 alcanzó la adultez, pero
que para efectos de ilustración de este trabajo, nacieron a la vida laboral en plena
82
explosión de la burbuja del Nasdaq o de las empresas tecnológicas, en el ataque a las
Torres Gemelas de 2001, pero también el momento en que se empezó a cebar toda la
serie de burbujas de activos alrededor de todo Occidente, que terminó explotando entre
2007 y 2008, el auge económico artificial más grande que se hubiera conocido nunca
hasta ese momento.

Así como se describió en su momento, los efectos de la construcción de uno de los auges
artificiales más grandes que se hubiera construido en Occidente tuvieron efectos globales
coincidiendo con el inicio del auge de materias primas alrededor del globo, pero también
en algunas de las principales características de esta mentada generación de jóvenes
consentidos a los que se les dijo que podían lograr todo lo que se propusieran mientras
pudieran imaginarlo. La expansión crediticia de los principales bancos centrales
alrededor de todo Occidente creó toda una generación dependiente de fantasías.

La expansión crediticia particularmente de la Reserva Federal de los Estados Unidos


provocó toda una serie de burbujas de activos, incluyendo la burbuja inmobiliaria que
fue deliberadamente dirigida al sector de la construcción. En determinado momento los
millennials (justamente los nacidos en los 80 que se graduaron del colegio mientras se
gestaba la burbuja de Occidente hasta 2007 y 2008) abandonaron sus carreras
universitarias y fueron capaces de crear cosas extraordinarias como Facebook, pero de
ninguna forma se trató de la generalidad. Muchos abandonaron sus carreras
universitarias para trabajar conduciendo una pala mecánica para una empresa
importante, o consiguiendo la representación de una marca importante de material de
construcción complementario, etc. negocios que durarían solamente mientras se inflaba
la burbuja. Se trató de una gran cantidad niños que de repente se habían convertido en
grandes empresarios por haberse aventurado en cualquier proyecto empresarial que a
primeras parecía verdaderamente rentable por muy alocado que pareciera.

De esta forma esta generación, presuponiendo que el efecto de la burbuja sería


permanente, sobre todo en el sector de la construcción, donde se supone que el valor de
los bienes raíces nunca cae, se aventuró en casarse, tener hijos, endeudarse para
comprar una casa y un auto, vivir como duque, pero que cuando la burbuja se pinchó
quedaron sin empleo de la noche a la mañana, sobre endeudados, sin estudios, con una
familia que mantener y una frustración personal imposible de aplacar sin el debido
tiempo de madurez que todavía no ha conocido.

O peor aún, muchos no fueron capaces siquiera de establecer una relación relativamente
seria, porque, al menos en apariencia, pueden tenerlo todo cuando quieren y como
quieren, o al menos con un esfuerzo mínimamente representativo. Muchos, la gran
mayoría, se plantearon que para cierta edad tenían que haber hecho cuántos viajes fuera
posible, haber visitado cuántos países era posible, haber estado con cuantas mujeres (u
83
hombres) fuera posible y con cuánto menos significado posible, o que simplemente
tenían que haber logrado cierto número de títulos, cursos, seminarios o talleres
universitarios, haber logrado cierto puesto y haber ganado cierto nivel de sueldo en cierto
tipo de empresas como fuera posible, haber tenido cuánto tipo de aventuras hubieran
imaginado, incluyendo haberse convertido en millonarios en un tiempo récord.

Muchas veces la gente ni siquiera sabe construir relaciones sociales con verdadero
sentido, y terminan siendo postergadas o saboteadas por completo, porque pueden darse
el lujo de no querer crecer, porque no hay por qué ni por quién esforzarse, pierden el
sentido del mérito, el esfuerzo, el sacrificio, la recompensa, piensan que aún les falta
mucho por vivir, porque los indujeron a pensar que todo es posible y que nada es
suficiente, que siempre hay algo mejor.

Por supuesto que todo el mundo está en pleno derecho de hacer lo que crea conveniente
cuando lo crea conveniente. El problema está en que para planificar cualquier plazo lo
hace sobre una base irreal. Todo el mundo puede estar consciente de que cada uno es
dueño de sus actos, pero muchas veces, por este motivo, las consecuencias terminan
siendo mucho mayores a las que podían haber previsto en un principio. Nada tiene que
ver esto con el hecho de que los millennials no sean una generación conformista, sino
con el hecho de que absolutamente todo tiene un límite.

Lamentablemente, cuando se dan cuenta de que encontrar sentido a sus vidas también
miran hacia atrás, la evalúan y se dan cuenta de la cantidad de tiempo y oportunidades
de tener una vida más sana, relativamente más conservadora y sin ansiedad, a una
velocidad menor y con sentido y propósito, que terminan lamentándose con mucha
frustración. Solamente después caen en cuenta de que podían haberse evitado muchos
dolores de cabeza no sólo si conocieran la forma en que realmente funciona una
economía (que no es fácil), sino si además estuvieran conscientes de la importancia que
tiene vivir el presente o con una preferencia temporal natural, o encontrar el vínculo
entre esfuerzo y recompensa. Muchos nunca llegan a darse cuenta siquiera, y viven en
permanente frustración, quién sabe si hasta el último de sus días. Todo resulta en un
auténtico drama, estuvieron viviendo una etapa de vida equivocada y de manera
equivocada, estuvieron viviendo una fantasía.

Yo soy considerado como uno de los primeros integrantes de la llamada generación de


los millennials. Nací en el 83, en el inicio de la etapa más dura de una de los seis o siete
mayores episodios hiperinflacionarios que se había registrado en el mundo hasta ese
momento. Mi familia no vivió ningún caso particularmente dramático por la
hiperinflación, pero sí que supo vivir con medida, no sólo por las propias circunstancias
de ser numerosa, sino, y por sobre todas las cosas, por los valores con los que fueron
educados, que compartían y con los que se relacionaban con su entorno; en esos entornos
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de crisis tan agravada, este tipo de instituciones no formales como la ética, terminan
siendo no lo más importante, sino lo único que queda y a lo que se apela y recurre, porque
todo lo demás queda destruido.

Yo soy fruto de ese marco ético, pero si valen las generalizaciones, los millennials no
caben justamente en esta categoría, no se caracterizan precisamente por ser una
generación demasiado preocupada por el futuro de largo plazo ni del de espíritu de
permanencia de sus proyectos, sino sólo de su impacto de corto plazo.

Por supuesto que tienen muchas cosas que se puede rescatar, como el hecho de querer
ser independientes, de generar un impacto (lo que sea que eso signifique), de movilizarse
de manera permanente por lo que quieren, pero el gran problema es que del dicho al
hecho hay mucho trecho, como durante cierto tiempo fueron invencibles creen que
pueden saltarse etapas, que tienen bastante más de lo que realmente tienen, que la divina
providencia siempre estará de su lado como lo estuvo durante su adolescencia,
presuponen estar bastante más preparados de lo que realmente están; le deben más al
Estado de lo que imaginan, y así sus ingresos promedio en términos reales serán
significativamente menores que los de sus padres.

El no entender estos aspectos es lo que en economías verticalmente dirigidas y altamente


planificadas, y sobre todo que recurren a una muy amplia expansión crediticia, terminan
destruyendo los valores culturales más arraigados que con más solidez han permitido
convivir en sociedad.

Todo esto ya está sucediendo en Bolivia, y lo mínimo que se puede hacer es preguntarse
primero a qué se ha debido todo y cómo ha sucedido.

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86
CAPÍTULO 9
La ruinosa huida hacia adelante

¿Son tan tontos los empresarios?


¿Son tan tontos los empresarios que teniendo este conocimiento sobre los auges
económicos ficticios no son capaces de modificar su comportamiento oportunamente?
No son tontos, en absoluto. Por un lado, simplemente no tienen el conocimiento sobre
cómo surgen las depresiones económicas. Por el contrario, el empresario está
inherentemente dotado de una capacidad para estar alerta de las oportunidades de
solucionar los problemas de gente que ni siquiera conoce en su entorno y lograr un
legítimo provecho a cambio. Si trabajo es fundamental en el crecimiento sano y sostenido
de una economía y, por tanto, del proceso de enriquecimiento de una sociedad.

Una vez que el empresario tenga un conocimiento relativamente avanzando sobre las
causas de un boom, sospeche de él y tome las precauciones debidas al iniciar cualquier
nuevo proyecto de inversión sin endeudarse de manera excesiva y procure mantener
política saneada de capital circulante. Desde luego que se trata de pedir mucho, pues
resistirse a la tentación de desnudarse cuando sube la marea es verdaderamente
complejo, pero más tarde, cuando se encuentre entre los menos que no lo hicieron,
sentirá satisfacción por no haberse aventurado en ganar enormes sumas de dinero,
porque ahora podrá invertir “contra cíclicamente” y comprar bienes de capital a precios
irrisorios de liquidación.

Desde luego que esta forma de interpretar las depresiones no es nueva y los empresarios
no existen desde hoy, hay mucho que tuvieron mucho conocimiento sobre este aspecto y
modificaron su comportamiento oportunamente, pero para la generalidad de
empresarios es ciertamente muy difícil inhibirse de la expansión crediticia y el dinero
fácil de los gobiernos, aunque cuente con este conocimiento. Y por otro lado
sencillamente no todo empresario tiene la misma capacidad de darse cuenta del inicio
del ajuste y bajarse de la ola y liquidar sus proyectos justo antes de que se produzca la
crisis.

Cómo anticipar un típico “crack” económico


La gran pregunta más frecuente que la gente les hace a los economistas, sobre todo
cuando uno tiene la lectura posiblemente más ajustada a la realidad es cómo y cuándo
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puedo forrarme. Pues identificar el momento en que una etapa del ciclo termina y
empieza otra, el punto de inflexión ha sido una tarea a la que se ha dedicado un
incalculable número de economistas e inversores, aunque sin éxito alguno hasta el
momento.
Habíamos dicho en alguna oportunidad que la Gran Recesión, al ser comparada
solamente con la crisis de la Gran Depresión de los años 30, implicaba un desafío para
la propia Ciencia Económica. Cómo podía ser que, en más de 80 años de desarrollo
científico, en pleno Siglo XXI, los economistas todavía no fueran capaces de identificar
las causas detrás de los períodos recurrentes de auge y recesión, de evitar que sucedan,
o de identificar el momento en que el mercado bursátil sufrirá una gran corrección. ¡A
qué se estuvieron estado dedicando!
El vínculo más próximo que ha llegado a conocerse en este sentido fue con la creación de
Long-Term Capital Management en 1994, un hedge fund en el que trabajaba toda una
constelación de Wall Street y algunos de los economistas con doctorados de las
universidades más reputadas. El fondo había llegado a gestionar la friolera de 100 mil
millones de dólares en sólo tres años desde su apertura, registrando una rentabilidad
anual promedio de hasta un 40%; por fin hubo consenso entre quienes podían
interpretar al mercado y vencerlo, y además con un éxito abrumador. Más aún, el éxito
parecía tan indiscutible que para 1997 la Real Academia de las Ciencias de Suecia decidió
otorgarles el máximo galardón científico, el Premio Nobel de Economía, a dos de sus
directores, Myron S. Scholes y Robert C. Merton, “por haber encontrado un método para
determinar el valor de los derivados.”
Sin embargo, tan sólo unos meses más tarde, en 1998, con la crisis asiática y la de Rusia,
la firma perdió 4.4 mil millones de los 4.7 mil millones de dólares con los que se había
capitalizado para arrancar, llevándose por delante otras 16 instituciones financieras
cuyos pasivos tuvo que asumir la Reserva Federal.
Luego fueron apareciendo otros teóricos de la predicción, aunque explicando el
fenómeno sólo una vez que ha sucedido, como Shiller y Greenspan con su rebuscado
término de “exuberancia irracional”, que en otras palabras se refiere a que si ellos no
aciertan y las cosas no funcionan como las planearon anticipadamente, la es culpa es de
alguien más, en este caso, del mercado, de todos y de nadie.
La aproximación de otros economistas más conscientes de las limitaciones de
“cientismo” económico tradicional con la Teoría del Cisne Negro, y aún desde el punto
de vista del paradigma científico predominante, es bastante más aceptable, pero aun así
insuficiente. Muchos de los grandes inversores de los últimos tiempos han destinado
inútilmente grandísimas cantidades de recursos a descubrir el próximo gran evento
improbable para beneficiarse de su impacto.

88
Lo cierto es que, si bien la predicción no es una atribución alguna de los economistas, los
períodos recurrentes de auge y recesión en la economía o los fenómenos de burbujas de
valor en el mercado tienen que ser entendidos como el ejercicio de un proceso de prueba,
error y aprendizaje, no de decisiones irracionales de los empresarios o inversores.
En todo caso, cuando un economista predice puede acertar solamente en términos de
tendencia, es decir, en cuanto a causa y efecto, y no en materia de tiempo y espacio,
apuntando que “si la demanda se incrementa tenderá a subir el precio”, y no que “si la
demanda se incrementa en tal medida los precios subirán de tal manera, en tal lugar y
en tal momento”, pero la economía no es pues una ciencia cuantitativa porque no opera
con constantes. Quien se aventure en el asesoramiento de inversiones de la segunda
manera, simplemente estará mintiendo de manera anticipada, por muy buenas que
puedan ser sus intenciones, y con seguridad, o al menos lo más probable, es que sus
resultados ocasionen pérdidas.
Ahora bien, un país como Bolivia no tiene las facilidades de contar con una bolsa de
valores sobre la que se elaboran grandes teorías y sofisticados modelos cuantitativos, o
suficientemente desarrollada y articulada con el resto del globo, que permita saber con
precisión lo que está sucediendo con determinada empresa o el mercado de capitales en
tiempo real, o identificar las consecuencias de descabelladas declaraciones de
autoridades diciendo que el tipo de cambio podría variar en diez puntos básicos al alza o
a la baja en cualquier momento del año, y como para tomar decisiones sobre la marcha
y sin prolongar innecesariamente una situación indeseada.
Sin embargo, es posible identificar ciertas señales de un problema sistémico, no sectorial
ni aislado o pasajero, como, por ejemplo:

● Se ralentiza o interrumpe la expansión crediticia y suben las tasas de interés


● Se liquidan proyectos de inversión, sobre todo aquellos más capital intensivos,
que requieren un período de maduración superior a la del promedio, y que se
encuentran más alejados de la etapa final de consumo
● Empiezan a registrarse renuncias o despidos generalizados
● Ajuste generalizado del consumo y un incremento del ahorro para asumir las
deudas que contrajeron durante el período de auge, y afrontar el período de
incertidumbre
● Caen los precios de los bienes de consumo, sobre todo los de consumo duradero
● Se incrementa la mora bancaria de forma sostenida y generalizada

89
● Se renegocian contratos de deuda y con proveedores
● Se incrementa la demanda por activos con mayor capacidad de acumulación de
valor

Por lo general las señales son esas, pero no siempre se dan en ese orden, ni mucho menos
en magnitudes proporcionales, pueden ser simultáneas y muchas veces apenas
perceptibles, pero no por esto la crisis no existe. En este momento en Bolivia el crédito
todavía abunda y aún se siguen acometiendo los proyectos más ambiciosos, pero la
demanda de crédito está cayendo con fuerza. Nuevamente, uno puede llevar al caballo
hasta el río, pero no puede obligarlo a tomar agua. Es más, un país puede no estar en
recesión, pero sí estar en crisis, o crecer y seguir siendo pobre en el largo plazo.
Ahora, aunque un empresario sospeche hipotéticamente que la economía va a sufrir una
corrección o una inevitable crisis generalizada en determinado momento, no puede
inhibirse de pensar que será capaz de retirarse de la misma antes de que se produzca,
por eso se mantiene en la misma posición probablemente hasta que es demasiado tarde,
dependiendo de su aversión al riesgo. En esto consiste la perspicacia empresarial de cada
uno para retirarse del mercado o bajarse de la ola liquidando sus proyectos en el
momento pico. Son estos los momentos en que, finalmente, se han creado algunas de las
mayores fortunas empresariales nunca, que consiste en llegar a la fase recesiva del ciclo
con suficiente liquidez y adquirir muy selectivamente bienes de capital que,
eventualmente, una vez que la economía se haya recuperado, serán vendidos
nuevamente.
Empero, si se observa que desde el gobierno se trata de evitar, prevenir o retardar la
etapa de liquidación o el advenimiento de la crisis manteniendo la misma estructura
burbujística, en realidad se sabe con anticipación que habrá un mayor agravamiento
económico generalizado, impidiendo que se liberen recursos y se trasladen hacia
aquellos sectores que sí son rentables en un nuevo contexto. Este problema se identifica
cuando se observa la implementación de algunas de las siguientes medidas:
● Congelamiento o reducción forzosa de las tasas de interés
● Incremento del gasto, los impuestos, la deuda y la inflación
● Controles de precios y del flujo de capitales
● Rigidización aún mayor del sector laboral encareciendo o dificultando los
despidos o renuncias de aquellos proyectos en liquidación o ajuste congelando
o incrementando el salario mínimo o subsidiando el desempleo
● Implementación de programas de “obras con empleos”

90
Para todo esto es necesario abandonar la complacencia y no esperar a que las cosas
simplemente mejoren, o peor aún, a que sean los gobiernos u organismos
internacionales quienes tomen las decisiones correctas, en la buena dirección y en el
momento más indicado, pues si como ya se ha insistido, si la predicción en la economía
es atribución de alguien, en el libre ejercicio del rol que juega en el mercado identificando
oportunidades de negocio en el mercado antes que nadie y a cambio de un legítimo
beneficio, ese es el empresario, o mejor aún, el empresario inversor.

Evite ser Dionisio Aguilar

Todos sabemos lo complicado que es quedarse sin empleo, sobre todo cuando tuvo uno
seguro durante los últimos diez años o más. Las marchas y concentraciones cívicas de
inicios de 2017 del Bolivia manifiestan contra quienes se resisten desesperadamente a
perder un empleo para el que simplemente no son aptos, mucho menos frente a la
necesidad de un ajuste económico generalizado muy agresivo, una crisis económica sin
necesidad de haber entrado en recesión.
Dionisio Aguilar fue entrevistado en un reconocido programa nacional de radio, una
escena que podría ser emblemática al tratarse de una víctima más del Estado, y de
Hacienda en particular, en la resistencia -dicho sea, una vez más- que el aparato público
tiene a ajustarse cuando sus ingresos han caído de manera más que considerable desde
2014.
A Dionisio, un emprendedor cuentapropista que no se aferra a su cargo burocrático, le
embargaron su casa el año pasado por una deuda con el Estado de hace 17 años porque,
a interpretación de las autoridades, desde la promulgación de la Ley Marcelo Quiroga
Santa Cruz las deudas con el Estado serían imprescriptibles. Este es un caso cada vez
más común. Dionisio abrió una tienda de pinturas en 1999 y la cerró diez años más tarde,
y en 2016 debería al Estado una factura de Bs. 150.000, una cifra muy superior al mismo
negocio de Bs. 14.000 que tenía en 2004. Puede que Dionisio haya cometido la falta de
no cerrar su empresa debidamente, pero el tema de fondo es otro.
Desde luego que se hace muy bien en arremeter con toda razón contra el máximo
responsable de la política económica, no sólo porque el Estado perdió contra Aguilar en
los cinco años posteriores que tuvo como plazo para encargarse de una factura, sino
porque el incremento de tasas, tarifas, impuestos e inflación ha sido permanente no
desde que cayeron los ingresos petroleros para la burocracia, sino desde que se
decidieron en hipertrofiarla. Lo que empezó a suceder desde entonces es insólito al punto
en que ya se echa mano de los ahorros de las Administradoras de Fondos de Pensión; es
pues imposible compensar los ingresos petroleros con los impuestos a la ciudadanía
esperando que los precios reboten.
91
Es por esto por lo que mientras Donald Trump busca reducir los impuestos corporativos
del 35% hasta al menos el 15% en Estados Unidos, y Theresa May pretende convertir al
Reino Unido en un paraíso fiscal frente a la Unión Europea tras el Brexit, Bolivia se ha
convertido en el infierno tributario de América Latina, y en el segundo país con la tasa
de impuestos más elevada del mundo.
La idea que en esa radio se le dio a Dionisio de formar una Asociación de Víctimas del
Servicio de Impuestos Nacionales para defenderse del ataque del Estado contra su
propiedad no es mala en absoluto, pero llega tarde. No espere a que los embargos de hoy
se conviertan en confiscaciones mañana, evite convertirse en Dionisio Aguilar, víctima
de la voracidad fiscal del Estado por cualquier motivo.
¡Que gobiernen cien años!
La primera reacción ante este indignante desastre es decir ¡que se vayan! Sin embargo,
ya sea porque resultaría simplemente lógico decir que nadie podría hacerlo peor, o
porque el ego los ha cegado y se han creído sus propias mentiras, nada de esto se trata
de ellos. No se trata de quién gobierna exactamente. Qué sentido tendría que gobierne
otro para que cometa los mismos errores. Todos los gobiernos están cortados con la
misma tijera, todos terminan de una u otra manera implementando la misma
disparatada política económica del estímulo mediante el gasto a manos llenas, el
consumo desmedido y el sobre endeudamiento, ya sea porque así fue como lo
aprendieron en la universidad o porque simplemente así se lo dice el sentido común.
Estos son otros tiempos y tanto la democracia como se la observó en los últimos 15 años
en América Latina, como el consenso de la vieja economía tradicional han fracasado en
el desafío de una nueva crisis económica internacional.

Y al decir que la democracia y la economía planificada han fracasado no es porque crea


en la dictadura, sino que aprendí a diferenciarlas de la libertad, que es lo que en realidad
hay que preservar. El desafío consiste en asumir una crisis a la que el mismo gobierno le
ha venido poniendo la firma cuando se atribuyó el auge. Es necesario recordar que, si
una eventual recesión severa tiene lugar en el país, con un probable detonante desde el
agravamiento de la crisis internacional, estará caracterizada por la necesidad de corregir
toda la serie de grandes errores generalizados de inversión cometidos e inducidos a
cometer durante la etapa del auge.

Si quienes hoy gobiernan fueran capaces de asumirla dando un giro de 180 grados a su
política económica, no tendría por qué importar que gobiernen cien años. Ya
demostraron sobradamente que están dispuestos a absolutamente todo a cambio de
permanecer en el poder, aunque esto significaba que se convirtieran en un gobierno
liberal clásico, trayendo de vuelta la vieja República, los gastos e impuestos bajos, una
moneda bajo el control del mercado y no del gobierno, y designando en Hacienda algún
92
ex presidente empresario que se hizo famoso por bregar con profundas crisis… ¡Ni en
mil años, pues!

El pecado monetario del 21060: mantener el nacionalismo


monetario
El problema más grave, luego de que, mediante la manipulación de las tasas de interés
de la Reserva Federal, la hipertrofia del aparato público y del sistema financiero, la gran
mayoría de gobiernos alrededor del globo, luego de agotar la enorme cantidad de fuentes
de financiamiento con la que cuentan, es que tienen la prerrogativa de imprimir su
propio dinero de manera ilimitada para saldar cuentas. En el caso de Bolivia, a diferencia
de lugares como Estados Unidos o la Unión Europea, el Estado no vive de los impuestos
de sus ciudadanos, sino de las rentas que obtiene por las exportaciones de los recursos
naturales de los que se apropia en nombre de la ciudadanía, así que la historia en ese
sentido, es decir, la ruta del dinero abundante, es un poco más larga, pero
concentrémonos en el momento en que las posibilidades de que los gobiernos se
financian con las exportaciones de recursos naturales se agotan.

La última vez que en Bolivia el Estado agotó toda fuente de financiamiento y recurrió a
la mentada prerrogativa de imprimir dinero de la nada para saldar deudas, fue a
mediados de los años 80. Como dijimos más temprano, no existe ningún atajo para el
crecimiento sólido, sano y sostenido, más que el del ahorro correctamente capitalizado y
canalizado en forma de inversión mediante los propios mecanismos institucionales del
mercado, y devaluar es el peor atajo. Esto es algo que los gobiernos nunca entienden o
sobre lo que prefieren hacer la vista gorda, porque los incentivos que tienen para actuar
son distintos a los del común de la población, pero el hecho de que los ciudadanos
tampoco lo entiendan ni lo adviertan una vez tras otra es un problema de magnitud
considerablemente más grande. Como decía Murray N. Rothbard, discípulo de Mises, en
Making Economic Sense, sobre todo con relación a los gobiernos y los políticos
promedio, no es un crimen ser un ignorante en economía, que después de todo es una
ciencia especializada, además de considerada por la mayoría de la gente como una
ciencia oscura, pero ya es irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas
económicos mientras se permanece en ese estado de ignorancia.

Pues bien, a pesar de que, sin temor a equivocaciones ni exageraciones, estas reformas
podrían ser comparadas con las de Thatcher, Reagan o Erhard (sobre todo cuando
podrían ser consideradas como las medidas necesarias para Estados Unidos y la Unión
Europea en el marco de la Gran Recesión, y más aún si fueran complementadas con un
Plan de Todos), el 21060 cometió un error fatal, quién sabe si por falta de sólido
conocimiento teórico científico para interpretar el fenómeno hiperinflacionario o qué:,

93
pero fue el de no haber establecido garantía alguna para que tal episodio de desastre
económico no volviera a ocurrir en el país.

En 2005 Jeff Sachs contaba que la hiperinflación había sido controlada sólo cuando
luego de su rebrote en diciembre de 1985, el Banco Central decidió subastar al público
sus dólares en reserva. En 1986, cuando la economía salía de la depresión habiendo
depurado sus desenfrenos, la dolarización de la economía alcanzaba el 90% y las tasas
de interés alcanzaban el 20%, pero en vez de terminar de dolarizar la economía, el DS
21060 no estableció garantía alguna para que aquel infame episodio no se repitiera en el
país al haber manteniendo la prerrogativa de los gobiernos de autofinanciarse
administrando el valor de la moneda de la misma forma en que hoy se administra
cualquier empresa estatal.



En efecto, a diferencia de 1986, hoy la cifra del 90% responde al nivel de nacionalización
monetaria de la economía, así como las tasas de interés real apenas alcanzan el 1%. Sin
embargo, los efectos de una desdolarización gradual durante 10 años no son los mismos
que los de una desdolarización inmediata y absoluta como la de la UDP: mientras la
segunda generó una inflación desorbitada en los artículos contemplados arbitrariamente
en el Índice de Precios al Consumidor, la primera lo hace en sectores como el de la
construcción, aunque en general y con ingenuidad se la prefiera considerar como un
milagro inédito de crecimiento sostenible.

Así no será extraño en absoluto que en su resistencia a pinchar la burbuja estatal el


gobierno recurra a esta madre del cordero, al autofinanciamiento para compensar la
caída petrolera.

A imprimir billetes de Bs. 500 ¿o 700?


¿Cómo piensan cubrir la brecha que existe entre el proyecto de un edificio de 10 pisos y
uno de simplemente 6 ó 7? Durante ya un buen tiempo se supo que el ente emisor estuvo
considerando emitir billetes con una denominación mayor a la máxima que se ha tenido
desde que la moneda en Bolivia es el boliviano, la de Bs. 200. Primero se ensayó la noticia
con la posibilidad de que el nuevo billete tuviera una denominación de Bs. 700; pasó
relativamente desapercibida entre el público. No mucho más tarde se ensayó la
posibilidad de emitir un billete de Bs. 500, incluso llegó a conocerse la orden de
impresión con suficiente anticipación; esta sí cundió entre el público y sirvió para saber
cómo y dónde se encontraban las expectativas del público respecto de la moneda
nacional.

Es pues notable la forma en que un gremialista opinó sobre la medida diciendo que los
cortes de 500 o 1.000 bolivianos serían más seguros y fáciles de manipular. Pues en
94
realidad se trata de exactamente lo contrario, los billetes nacionales cuyo valor es
controlado por el gobierno son cada vez más inseguros y más difíciles de manipular, o si
se prefiere, de controlar, sobre todo -insisto- en relación a su valor.

Finalmente se echaron atrás con la medida y culparon a alguien que no había pedido
permiso para proceder con dicha emisión, pero esto ha terminado siendo justamente una
de las mejores ilustraciones sobre una de las formas más importantes con las que el
gobierno de Bolivia ha logrado construir un espejismo monetario de riqueza
interminable en el país con su política de bolivianización inflacionista cada vez más
intensa, con billetes nacionales con cada vez mayor denominación, pero que cada vez son
menos capaces de mantener valor y comprar más con el pasar del tiempo. Así sólo se
envía la peor señal posible a los empresarios sobre cómo está la economía del país
realmente, y luego se aventuren en realizar malos proyectos de inversión que de ninguna
otra manera serían posibles.

Quién no recuerda la vieja leyenda de los años 80, sobre aquella persona que una vez que
cobró su sueldo denominado en cheques de gerencia tuvo que cargarlos en una carretilla
para llevarlos a casa, pero que al valer tan poco, cuando los descuidó en una esquina lo
que le robaron fue la carretilla y no la pequeña montaña de billetes. ¿Cuántos ceros a la
derecha serán suficientes entonces, siete?

Si vale como ejercicio, es justamente lo que hoy mismo quisiera un país como Grecia
dentro de la Unión Europea y el euro: volver a tener la prerrogativa de imprimir dracmas
con una cantidad mayor de numeritos que la que el Banco Central Europeo aún le impide
hoy con el euro.



Todo esto también lo representa muy bien la Zimbabue de hoy, son de repente los inicios
de los años 80 en Bolivia y América Latina, es lo que hoy reclama y exige una gran
mayoría de empresarios y antiguos economistas de una escuela de pensamiento
convencional: envilecer la moneda nacional para estimular las exportaciones y
exteriorizar costos para que sean sufragados por terceros o simplemente el cliente final.
Zimbabue no es justamente el país con mayor capacidad de exportación ni mucho menos
el país con mayor capacidad de generación de riqueza en la tierra.

Como diría Konrad Adenauer, uno de los padres del Milagro Económico Alemán luego
de la Segunda Guerra Mundial, "La protección de la moneda es la primera condición para
mantener una economía de mercado y, eventualmente, una constitución libre para la
sociedad. La estabilidad no es todo, pero sin estabilidad todo es nada".

En determinado momento, ante la caída de los ingresos petroleros, se dijo que el país
contaba con un colchón financiero de $40 mil millones. ¿Cómo estiman la cifra? $15 mil
95
millones en Reservas Internacionales, $15 mil millones en depósitos del sector financiero
y otros $10 mil millones en aportes de jubilación. ¿No está suficientemente claro lo que
pretenden? Así pues, a medida que se sigan postergando las inevitables correcciones de
la economía de Bolivia, habrá sido a cambio de agravar sus consecuencias. Es más, en
caso de que esta fraudulenta fuente de autofinanciamiento no fuera suficiente, el Estado
no dudará, así como sucedió en la misma Unión Europea en 2013, en incluso confiscar
depósitos a quienes mayores saldos de tesorería tengan registrados en el banco; el
impuesto silencioso y gradual de la inflación no es posible con el euro, así como tampoco
una devaluación cambiaria sin graves efectos no esperados.

El problema con una devaluación cambiaria: prolongar la agonía


con inflación
Es al menos desde John Law, hace algo más de 200 años, que la idea de devaluar la
moneda parece la última solución a todo problema económico estructural, cuando la
economía desacelera, cuando los sindicatos, sus privilegios y exigencias son más fuertes
que el gobierno, cuando se gasta más de lo que se ingresa, o simplemente cuando los
productos extranjeros resultan más atractivos que los nacionales para el consumidor
nacional; simplemente cuando el público en general se resiste a cambiar de hábitos
cuando la fiesta termina y la realidad finalmente toca la puerta. Lo cierto es que, como
dice una frase atribuida a un alto oficial de la Reserva Federal de los Estados Unidos,
“devaluing a currency is like peeing in bed. It feels good at first, but pretty soon, it
becomes a real mess” (“devaluar es como hacerse pis en la cama: se siente bien al
principio, pero muy pronto se convierte en un verdadero desastre”).

La necesidad de devaluar el boliviano, sobre todo a partir de la desaceleración iniciada a


mediados de 2013, ha sido uno de los debates más largos (densos y pesados) en el mundo
intelectual y entre los críticos del gobierno de turno (a todos los gobiernos les gusta
devaluar, aunque circunstancialmente no les sea conveniente en determinado momento,
así que esta no sería la excepción). Algunos de los aspectos más interesantes en el
transcurso de la discusión han sido las alusiones permanentes a la Escuela Austríaca de
Economía. Un ex presidente del ente emisor, precisamente quien en 2004 inició el
proceso de nacionalización monetaria, y que el Gobierno de los últimos años muy
cómodamente utilizó, acusó de “neoliberal” al responsable de la política económica al
resistirse a devaluar. Flaco favor se les hizo a los liberales y opositores del régimen al
confundirlo absolutamente todo, pero fue también una oportunidad interesante para
destacar la relevancia teórica de los austríacos en momentos especialmente críticos en la
economía como el actual.

La aludida escuela de pensamiento económico es conocida, entre varios otros aspectos,


por defender particularmente la capacidad que determinada moneda tiene por preservar
96
valor a lo largo del tiempo. Por eso es que siempre que puede denuncia el envilecimiento
monetario deliberado por parte de los gobernantes para autofinanciarse, primero como
argumento ético, y luego práctico por las incontrolables distorsiones productivas que
genera. Estos elementos tendrían que ser más que suficientes para repudiar cualquier
pretensión de manipular o incluso reinventar objetivamente una institución tan
compleja como la moneda, pero es el paradigma científico neoclásico convencional el
que predomina como consenso en la esfera intelectual; para ellos el dinero en una
economía es simplemente neutral en el largo plazo, pero hay, pues, un puente que
vincula lo monetario con el sector real aunque no lo quieran reconocer y prefieran pasar
de largo por tratarse de un elemento teórico y práctico que provoca el derrumbe de toda
su posición científica y argumental para la elaboración de cualquier política monetaria.
Primero, para continuar con el debate, lo que tal vez sin advertirlo buscan los defensores
de la devaluación cambiaria es, por un lado, prolongar la agonía de los hogares que ya
ajustan sus cuentas a nuevos hábitos de consumo desde el inicio de la desaceleración
añadiéndoles mayores dosis de inflación para hacerles aún más difícil ahorrar con cada
día que pasa, y por otro lado evitar que el actual o cualquier otro gobierno haga lo propio
con su hipertrofiada estructura burocrática incapaz de generar valor. ¿Por qué solventar
con una devaluación un modelo de crecimiento improductivo?
Durante ya 12 años se han aplicado medidas explosivas que han confundido a los mejores
expertos en la materia. Se establecieron políticas relativamente conservadoras en lo
fiscal mientras los altos precios petroleros permanecían, pero muy agresivamente
populistas en lo monetario y crediticio; cómo no esperar así una seria descoordinación
consecuente entre oferta y demanda. Desde finales de los años 80, y sobre todo a
mediados de los 90 el país había depurado tanto sus cuentas, a la vez que había
capitalizado tanto la economía, que realmente hubo margen para la semejante aventura
redistribucionista que se estableció.
Sin embargo, los programas internacionales de monetización de deuda iniciados por la
Reserva Federal con la compra de los activos tóxicos de la banca empezaron a ejercer
presión sobre la balanza de pagos. Lo lógico hubiera sido que el nacionalismo monetario
y la expansión crediticia populista empezara a ser conservadora y se iniciara un agresivo
período de ahorro, pero apostaron por el populismo también en lo fiscal. Pues finalmente
se llegó al punto en que, si la política económica no depende de los altos precios del
petróleo, tanto como el agua potable de la lluvia, entonces la alternativa sería la
devaluación. ¿No está suficientemente claro que el modelo no se sostiene ni siquiera con
precios del petróleo extraordinariamente altos?
Sí, el tipo de cambio fijo es competitivo en la medida que esté acompañado de políticas
fiscales, monetarias y salariales flexibles y consistentes que la complementen, pero no
vaya a pensarse que para lograr tal consistencia haya que incurrir en la devaluación
cambiaria.
97
Los liberales siempre han defendido correctamente la idea de que los precios de las
mercancías sean establecidos libremente, sin intervención alguna del Estado, porque el
establecer precios máximos significa provocar desabastecimiento, y que los precios
mínimos tienden a provocar excedentes que nadie necesita realmente y que resultan
imposibles de vender. Sin embargo, este no es el caso del tipo de cambio.
Como sostendría Hayek, uno de los mayores exponentes de la Escuela Austríaca de
Economía, los tipos de cambio fijos no son un sinónimo de los controles de precios.
Cuando un gobierno establece un precio máximo (o mínimo), lo que está haciendo es
prohibir que se realicen transacciones por encima (o por debajo) de determinada cifra.
Los tipos de cambio fijo no son parte de las políticas de controles de precios, sino, en
todo caso, en los controles de cambios, es decir, en la prohibición de comprar o vender
divisas incluso al precio que determine el gobierno.
Para ilustrar el hecho de que devaluar para exportar y crecer alcanzando la
competitividad es una falacia, se tiene el ejemplo de Alemania, que no puede devaluar
por pertenecer a la unión del euro, que juega el papel de un tipo de cambio fijo respecto
del resto de economías dentro de la Unión Europea y fundamentalmente del conjunto de
países de la periferia. A inicios de los 2000, con el inicio de su propia crisis y obviamente
mucho antes del inicio de la Gran Recesión, antes del inicio de la Gran Recesión, Gerhard
Schroeder lanzó el programa Agenda 2010 (continuado luego por Ángela Merkel) con
una radical reforma a su Estado de Bienestar reduciendo su elefantiásico aparato
público, recortando agresivamente los impuestos y subsidios, limitando el déficit del
estado central al 0,35% del PIB hasta 2014, prohibiendo a los gobiernos regionales tener
déficit alguno desde 2020 con una enmienda constitucional, e introduciendo el
Zukunftspaket, el mayor recorte de gasto público en sesenta años, además de la creación
de los minijobs, puestos de trabajo temporales de bajo costo para el empresario privado.
De esta forma, y gracias a un euro fuerte, Alemania fue uno de los países de la Unión
Europea que mejor asumió la crisis, reduciendo el déficit público en más de 4 puntos
porcentuales del PIB en sólo un año, marcando cifras récord de exportación y, aunque
bajo, registrando un crecimiento sólido y sostenido, y por si fuera poco hasta aquí,
demostrando que no se exporta más por ser más barato o por devaluar.
Lo curioso fue que mientras Alemania iniciaba todo su agresivo y sensato proceso de
ajuste y reformas, los países de la periferia europea comenzaban con la fiesta del
sobreendeudamiento y gasto desbocado con cargo a la solvencia de países como la misma
Alemania a través del balance del Banco Central Europeo. De casualidades, nada.
Es más, otro elemento práctico que agregar para quienes utilizan el flojo, pero ya
centenario argumento de que para mejorar la competitividad, incrementar las
exportaciones y apuntalar el crecimiento devaluar la moneda nacional es imperativo,
está el caso de España. Resulta que luego de que el Banco Central Europeo provocara

98
con su sobre expansión crediticia una de las burbujas inmobiliarias más grandes de todo
Occidente hasta 2007, y luego unos niveles de deuda pública por encima del 100 por
ciento del PIB, un déficit fiscal del 11 por ciento del PIB, un desempleo juvenil de más
del 50 por ciento anual, y uno de los movimientos populistas más importantes entre la
Unión Europea e Iberoamérica como consecuencia, hoy, con sus ajustes y reformas
orientadas en la buena dirección, aunque todavía muy tímidas, España ha mejorado su
competitividad subiendo del puesto 45 en 2013 al 34 en 2017, ha mejorado sus
exportaciones al punto de conseguir superávit comercial, y con un 3.5 por ciento del PIB
lidera el crecimiento del 1.7 por ciento del PIB de la eurozona, alcanzando niveles previos
a la crisis, y sin burbuja.
Por tanto, resulta pues imposible que, además, la Escuela Austríaca de Economía
sostuviera que la competitividad está determinada por la productividad. Lo que sostiene,
en todo caso, es que, así como Mario Draghi, titular del Banco Central Europeo, que
primero declara la defunción del Estado de Bienestar y exige reformas estructurales a la
periferia, pero que luego la solventa monetizando deuda desde el mercado secundario
impidiendo las reformas impidiendo que la economía se re-transforme lo más pronto
posible para crecer sostenidamente y finalmente saldar deudas, en Bolivia es el tipo de
cambio el que delata primero la inconsistencia de las políticas del Gobierno, y luego las
consecuencias de querer solventarlas mediante la devaluación cambiaria para evitar las
mismas reformas y, para mayor colmo, terminar creciendo demasiado poco durante
demasiado tiempo, en el mejor de los casos.
Así pues, atacar un tipo de cambio fijo sin advertir siquiera que se trata de un
instrumento liberal de ahorro e inversión de largo plazo, que maniata a cualquier
gobierno en la aplicación de una política cortoplacista de gasto a manos llenas e
intervención permanente del aparato laboral y productivo profundamente antiliberal,
causa última de la marcada desaceleración desde 2013, es cuanto menos un despropósito
y una tamaña falla intelectual. Es esta pues la contradicción y no otra en la política
económica de los últimos años en el país.

Lo explicado inmediatamente antes es lo que se llama devaluación interna, y es lo que


necesita la economía de cualquier país que se digne de querer competir a niveles
internacionales y ubicar sus productos y servicios en el primer nivel, el querer superar a
países nada menos como Alemania, con esa ambición y visión de largo plazo, nada
menos. Cualquier otra idea significa operar de manera compasiva y mediocre. Devaluar
puede que signifique generar empleo y crecimiento en lo inmediato, pero no mucho
tiempo después, cuando genera su efecto real, provoca inflación y termina encareciendo
o incluso impidiendo la inversión privada, fundamentalmente extranjera, y la generación
de empleo sostenido hasta el estancamiento. Lo que se necesita no son más bolivianos
mediante una devaluación para seguir gastando a manos llenas, sino más dólares en
forma de inversión extranjera privada para por fin empezar a ahorrar.
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Para seguir abundando, por un lado, el tipo de cambio fijo constituye un mecanismo de
alerta inmediata de la caída (o devaluación) de una moneda extranjera o de la moneda
de un país socio comercial, pone en evidencia al Banco Central respecto de si está
devolviendo una cantidad de billetes extranjeros por nacionales menor a la que se le ha
entregado.


Pero, por otro lado, es importante establecer también, y, por si fuera poco, el argumento
ético en el debate. Las devaluaciones, o el régimen de minidevaluaciones que se pretende
establecer en Bolivia, por el contrario, no constituyen más que la metáfora de depositar
Bs. 100 en un banco, y que, de la noche a la mañana, por simple dictamen de un
burócrata, se le diga que sólo puede retirar Bs. 90, no importa cuál haya sido el
argumento ni el destino de esos Bs. 10 de diferencia. A usted le han robado. Esto se llama
inflación, y constituye una política deliberada de tal o cual gobierno. La inflación no es
consecuencia de un simple devenir de la naturaleza, sino que es fruto de una política
pública sin legislación cuando quien controla la cantidad y calidad del dinero en
cualquier economía de hoy en día son los bancos centrales que controlan directa o
indirectamente el gobierno de turno. Y esta es justamente la forma en que a través de un
sinnúmero de mecanismos se crean ilusiones de riqueza, perversos espejismos
económicos que se traducen en voto fácil durante cierto tiempo, pero que tarde o
temprano y de manera inevitable terminan. Es un impuesto encubierto sobre el que la
población no es consciente porque, además, sobre aquel no existe legislación.
Lo que hace un tipo de cambio fijo, como un símil de un patrón oro clásico, es establecer
cierta institucionalidad acorde a los principios del esfuerzo y recompensa, del ahorro, la
capitalización y la inversión en proyectos con espíritu de permanencia en el mercado.
¿Este único argumento le parecería poco hasta aquí?
Aunque de todas maneras pueden sobre endeudarse con el exterior para autofinanciarse,
un tipo de cambio fijo maniata a los ministros de Hacienda para no gastar más de lo que
realmente pueden; responde a principios de sana y legítima competencia de mercado;
establece las reglas claras para competir en el mercado internacional en el marco de la
división internacional del trabajo; impide los privilegios del proteccionismo de quien
administra la moneda y controla el comercio internacional en favor de quienes no están
dispuestos a competir ofreciendo el mejor producto en el mercado, y de quienes
exteriorizan su imposibilidad de generar valor y sus costos de producción mediocre a
terceros, de ineptos empresarios que evaden asumir responsabilidades y buscan
socializar sus bancarrotas por no saber ni querer competir en condiciones de libre
mercado, de trabajo puro y duro.
Finalmente, quien aplique correctamente el herramental teórico de la Escuela Austríaca
de Economía le será evidente que la defensa que un gobierno típicamente populista y
cortoplacista haga del tipo de cambio fijo será meramente circunstancial y muy alejada
de toda convicción verdaderamente liberal , y no lo ubicará más cerca de dicha escuela
100
que de cualquier banquero central al defender la nacionalización monetaria y su
devaluación; quien busca la devaluación cambiaria no sólo parece querer socializar
pérdidas, o solventar todo proyecto público y privado ruinoso que no ha sido aceptado
por la demanda real efectiva de mercado, sino que además busca sumarse a la guerra
monetaria que los bancos centrales más poderosos sostienen alrededor del globo desde
el inicio de la Gran Recesión en 2007, en la que no hemos más que perdido todos ya.

El ajuste es simplemente inevitable


Bolivia no cuenta con una bolsa de valores suficientemente robusta, profunda ni
articulada aún como para que, así como en cualquier ciudad capital del mundo, funcione
como un semáforo o un termómetro de alerta temprana, comparativamente hablando,
para saber que una crisis es simplemente correctiva y pasajera del sector bursátil, o si es
más seria de tipo estructural y sistémica y pasará al sector real.

Las maneras que en países como Bolivia se trata de detectar el inicio de una crisis
generalizada en el sector real es muy variopinta. Por ejemplo, idealmente, conversando
con gestores de crédito confiables que trabajan en bancos grandes y antiguos para saber
si el crédito se está agotando o si el público ha dejado de demandarlo a pesar de todas las
facilidades posibles para contratarlo.

Otro ejemplo son los taxistas, cuyas conversaciones con todo tipo de gente les permite
en muchos casos no sólo hilar un discurso coherente, sino además ser un contacto directo
con la demanda de consumo inmediato. Y desde luego también están las conversaciones
con los clientes.

Con todos ellos, sobre todo durante la segunda mitad de 2016, coincidieron en que la
dirección de la economía es indudablemente mayor a la que el discurso político
manifiesta. Muchos han coincidido que la caída de las ventas de nada menos que el 25%
respecto del mismo período de 2015. Eso es mucho.

Y desde luego que tienen razón. Hoy la gran generalidad de noticias apunta a que el
ajuste todavía es gradual, aunque lo será cada vez menos con medidas orientadas en la
mala dirección; revisiones a la baja sobre el crecimiento, menores niveles de
transferencias para autonomías, incertidumbre sobre un nuevo segundo aguinaldo,
incremento de impuestos, tarifas, peajes, más deuda pública, más gasto público,
incremento de la mora, renegociación crediticia, y un muy largo etcétera.
Pues lo que estos problemas manifiestan es que, por un lado, el ajuste iniciado a
mediados de 2013 es inevitable, y que, por el otro lado, cualquier medida que pretenda
evitar tal ajuste solamente agravará y extenderá todo problema innecesariamente hasta
101
provocar niveles de crecimiento demasiado reducidos durante demasiado tiempo, o
incluso una dolorosa recesión.
El ejemplo más claro de este problema es la dificultad para determinar el pago del
segundo aguinaldo. Entre que esperan datos para saber si es posible pagarlo, y que aún
no caen en cuenta que lo que determina el crecimiento es el pago del segundo aguinaldo,
y no exactamente al revés, todavía no caen en cuenta que la falta de inversión en el país
podría estar impedida no solamente por este tipo de falsas expectativas que se envía
sobre la salud de la economía, sino porque la propia estructura económica establecida
no lo permite, muchos menos si -habrá que insistir machaconamente- se impide el
ajuste.
Pero de qué tipo de ajuste estamos hablando. Desde mediados de 2013 la economía
empezó con la desaceleración porque terminó detectando la interminable serie de
pésimos proyectos de inversión que se cometió e indujo a cometer durante toda la etapa
del auge, proyectos que necesariamente deben ser liquidados para liberar recursos y que
no por política, sino a través de legítimos mecanismos de mercado sean orientados en la
buena dirección, hacia proyectos con demanda real efectiva de mercado. 2013 marcó el
momento en que empezó a cambiar el ciclo. Negaron posibles problemas, desestimaron
la reevaluación de la política económica, y no mucho más tarde se sumó el desplome
petrolero, sobre cuyos proyectos también debió empezar la liquidación.
Es un problema que ellos mismos han creado durante toda la etapa del auge, forzando
una estructura a la que es imposible adaptarse, ni siquiera en teoría. Lo que le está
impidiendo crecer de manera sana y sostenida al país es pensar desde un inicio que este
ajuste es coyuntural y pasajero, que es necesario seguir apostando al incremento de los
precios del petróleo, y que es posible seguir reduciendo tasas de interés crediticio
arbitrariamente, seguir incrementando la deuda y el gasto, e hiperestimulando el
consumo; el problema es sistémico y generalizado, es estructural. No sospechan, pues,
que un país pobre puede crecer insosteniblemente a niveles estratosféricos y durante un
tiempo prolongado, y seguir siendo miserablemente pobre.
Lo anterior implica serios problemas sociales, además de los que por demás se conoce ya
en Bolivia, como las manifestaciones violentas y la presión política de distintos grupos
de interés que buscan privilegios del Estado o directamente arrancarle recursos. Sin
embargo, una de las características más interesantes de la economía no solamente
boliviana, sino latinoamericana en general, que no siempre ha sido advertida, es que está
compuesta en gran medida por empresas familiares. Lamentablemente, durante el auge
artificial muchísimas familias crearon empresas que probablemente no debieron ser
creadas desde un inicio respondiendo a una ilusión de riqueza, y que, peor aún, tomaron
decisiones erradas y sobre la marcha para estructurar la empresa, con la idea de
adaptarse a una economía sobre acelerada por el hiperestímulo. Lamentablemente la
reestructuración será suficientemente dolorosa, hasta el punto de romper
102
irreparablemente el lazo familiar y amistades de muchos años, que son las que
finalmente crean la base para la generación de riqueza en el largo plazo.
Pero no todas son malas noticias. Al menos existe apertura en el empresariado privado,
al menos aquel que no se suma a prolongar la agonía buscando privilegios del Estado
para trasladar los costos de la liquidación de sus proyectos a terceros, hacia nuevas
propuestas que permitirán un ajuste ordenado que evitará muchos dolores de cabeza,
con la idea de que solamente sea liquidada aquella parte de la empresa que deba ser
liquidada, y más aún, que el patrimonio familiar sea preservado en el largo plazo con un
enfoque distinto del de la empresa.
Estas señales de apertura de parte de algunos de los empresarios más importantes del
medio quieren decir que todavía hay cierto margen de maniobra para revisar posiciones
y replantear estrategias frente a la competencia. Algo de libertad económica queda aún,
mientras el aplazo del ajuste (impuestos, inflación, confiscación) se magnifica.
Aún hay margen para el optimismo, y lo veremos en la tercera parte de este trabajo, pero
es necesario empezar hoy, es el momento. A la postre, y como diría Mises, cuando llegue
el inevitable final, la depresión será tanto más violenta cuanto más tiempo el gobierno
haya venido tratando de aplazarla.

103
104
CAPÍTULO 10
La crisis internacional como factor agravante

¿Cuánto hemos hablado ya de las amenazas internas de la economía boliviana derivadas


fundamentalmente de la coyuntura política y el agravamiento de la desaceleración?
Desde hace ya un tiempo que se vienen buscando hombres de paja en los empresarios
avariciosos y anti patriotas que no invierten, en los efectos del cambio climático y
últimamente en la crisis internacional, sobre un problema que no es aislado ni pasajero,
sino generalizado y estructural.
Lo curioso es que la economía internacional viene a sufrir nuevos cambios significativos
desde 2011 con las dudas sobre el euro y 2014 con la caída petrolera, recién en 2017,
pasando de una deflación generalizada con tipos de interés negativos, una política
monetaria como arma única, antiglobalización, ajustes salariales y márgenes
empresariales elevados, a una reflación generalizada de tipos de interés al alza, impulso
a la política fiscal, proteccionismo moderado, subidas salariales y unos márgenes
empresariales que podrían verse afectados, como apuntamos en una anterior entrega.
¿Qué quiere decir todo esto? Si hemos hablado tanto de que en Bolivia los riesgos y
amenazas son mayores a los que se podría estar considerando, los nuevos cambios
estructurales en la economía internacional podrían ser un factor agravante con
incertidumbres inasumibles. No se ponga a pensar si el país está realmente en
condiciones de asumir un nuevo impacto, porque podía llegar tarde a donde se proponga
ir con esa presuposición.
Pues bien, parece ser que una nueva crisis internacional luego de ya casi diez años de
Lehman es inminente. Nadie sabe cuándo ni qué detonará el problema exactamente, ni
mucho menos qué forma tomará, pero es sin lugar a duda inminente. Esto es algo de lo
que ya hablamos extensamente en mi primera obra en solitario, La década perdida de
Occidente: un manifiesto contra la Gran Recesión, publicada en la Feria Internacional
del Libro de Madrid, en mayo de 2015 junto a Unión Editorial.
La tesis del libro sostiene que los errores que se cometieron para tratar de evitar las
consecuencias de Lehman Brothers en 2008 son exactamente los mismos que se cometió
en Bolivia hasta 1985, a saber: monetizar deuda, imprimir billetes de la nada para saldar
el déficit estatal; y al mismo tiempo, que en los últimos diez años o un poco más, Bolivia
ha cometido los mismos errores que todo Occidente ha cometido hasta la explosión de
toda su serie de burbujas. Las consecuencias de semejante experimento en Bolivia hasta
1985 tomaron la forma de la mentada sexta o séptima hiperinflación más larga y

105
profunda que el mundo había conocido hasta entonces, y eso es lo que ahora hacen los
principales bancos centrales del globo desde 2008.
El motivo por el cual las consecuencias del mayor programa de monetización de deuda
que se haya visto nunca por parte de la Reserva Federal al inicio de la Gran Recesión no
fueron exactamente las mismas que en Bolivia, es parte de una discusión mucho más
sostenida que la necesaria ahora, pero tienen que ver directamente con el incremento
sostenido de la cotización internacional de materias primas.
Repasando: ¿recuerda cuando recurrimos a la metáfora de la construcción de un edificio
y el momento en que el gobierno interviene para decirle al constructor que puede
lanzarse a ser mucho más ambicioso? Pues lo que hizo la Reserva Federal con la idea de
mantener la economía estadounidense a flote fue inyectar dinero de nueva creación para
que impacte directamente en su economía doméstica, pero en cambio terminó
exportando inflación al mundo, ya no les dijo a empresarios, sino a países enteros, que
podían lanzarse a ser mucho más ambiciosos que en el pasado e implementar proyectos
que madurarían en un tiempo mucho más extendido que aquel al que estaban
acostumbrados, y entonces se lanzaron a demandar las materias primas de los países
típicamente exportadores de ellas.
Desde luego que nada de esto solucionó los problemas reales de la economía
estadounidense. A cambio de tener estabilidad en el corto plazo aplazaron los efectos de
la corrección a cambio de agravarlos y de que de ellos hiciera cargo otro gobierno, a la
vez que con esta devaluación de su moneda obligó a que el mundo se hiciera cargo de su
deuda, que es la más grande nunca vista. ¿Algo de esto le suena familiar?
Jim Rickards, por ejemplo, en The Road To Ruin lo grafica correctamente: en 1998 Wall
Street tenía dinero para rescatar al hedge fund Long-Term Capital Management. En
2008 La Reserva Federal tuvo dinero para rescatar a Wall Street, ¿quién tiene dinero
ahora para rescatar a la Reserva Federal? El balance de la Fed ha crecido de $800 mil
millones a más de $4 billones desde entonces. La mala deuda ha ido acumulándose y
pasando de mano en mano, y cuando los plazos finalmente vencen ahora que Estados
Unidos volvería a crecer, el problema será verdaderamente complicado, y los mercados
lo saben.
De esta manera existe pues, sin temor a exageraciones, que habiendo perdido un 95% de
su valor desde la creación de la Reserva Federal en 1913 el dólar tenga sus días contados
como moneda internacional de reserva, y consecuentemente el mundo deba encontrar
nuevamente un nuevo sistema monetario y financiero internacional, y Bolivia no se
encuentra ni por casualidad en la mejor de las situaciones para asumir no sólo una nueva
crisis internacional como la iniciada en 2007 y 2008, sino además para asumir
semejante desafío de al menos estar preparada para adoptar oportunamente un nuevo
sistema internacional.

106
Un breve mensaje de optimismo al emprendedor y al empresario
¿Es todo nubarrones negros y cataclismos en este escenario? Sin los lentes adecuados
para ver e interpretar la realidad económica sí, pero el sólo hecho de que usted tenga ya
este libro en sus manos significa que está al menos un paso más adelante que la
competencia y el consenso, y eso ya es motivo suficiente para el optimismo, más aún si
ha alcanzado a leer de manera corrida hasta este punto. Sin embargo, vamos más allá y
aún en el mismo contexto.

Es cierto que todo el mundo recurre a la imagen, experiencia y sabiduría de alguien como
Steve Jobs, se habla de él de todo y por nada, pero en términos generales, si hubiera una
sola frase con la que más justicia se le puede hacer a su obra es: todo lo que logró fue
durante la crisis económica internacional más grande de los últimos cien años, donde
absolutamente todo le jugó en contra. ¿Le parece poco?

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108
TERCERA PARTE

La prescripción

109
110
CAPÍTULO 11
Invertir en tiempos de crisis

No resulta fácil establecer el momento exacto a partir del cual los errores de las reformas
estructurales de 1985 y de mediados de los 90 en Bolivia empezaron a convertirse en
consecuencias. Los instrumentos de política económica que permiten construir auges
artificiales o la gestación de burbujas de activos que los tradicionales índices del PIB o el
IPC no pueden medir, se mantuvieron y unos gobiernos tras otros, sobre todo el último
hasta aquí, claro, los fueron fortaleciendo. Sin embargo, si pudiera identificarse el
período más intenso durante el cual se formó la burbuja más grande que en Bolivia
podría haber registrado nunca, es el de los últimos diez años o doce.
Una vez más, la gestación de la burbuja de Bolivia tiene que ver con una combinación
explosiva de políticas populistas de corto plazo y un sistema bancario y financiero que se
ha desarrollado mediante la concesión de privilegios legales por parte del Estado a
imagen y semejanza del sistema internacional, aquel que canalizó el estímulo crediticio
estatal de todas las burbujas previas a la Gran Recesión.
Cuando nos encontramos en el punto en que ya debe superarse la etapa del diagnóstico
para pasar a la de la prescripción, el objetivo ya no se trata de la mejor manera de
identificar burbujas de activos. La sostenibilidad del crecimiento económico boliviano
ha sido debidamente cuestionada mucho antes del inicio de la agravante que constituye
el desplome petrolero, y a pesar de que la discusión ya se concentra en el momento en
que la burbuja podría explotar, ésta ya resulta fútil por la inevitabilidad de su desenlace.
Lo que en realidad toca discutir ahora es la oportunidad que podría significar aquella
explosión para un empresario en su función de identificar oportunidades de legítimo
beneficio para solucionar problemas ajenos, anticipando, además, una corrección en el
mercado o la economía.
Quienes sabiamente realizan predicciones de tendencia y no de tiempo y lugar exactos,
han sabido esperar y aprovechar desenlaces como los de la Gran Depresión de los 30, los
de Singapur de los 50, Chile de los 70, Rusia de los 90, Sudán del Sur hace unos años e
incluso Ucrania más recientemente, jugando el rol de ahorristas cuyo capital resulta
indispensable para un momento crítico posterior al del sobreendeudamiento y los
hiperestímulos de gasto y consumo previos, y han sido retribuidos con la construcción
de las más grandes fortunas de largo plazo.
Desde luego, nada garantiza que las recesiones sean forzosamente precipitadas hacia la
depresión como en el caso de Venezuela, pero, de nuevo, es necesario saber esperar. Todo
depende de la aversión al riesgo de cada inversor y su capacidad del manejo de la
111
incertidumbre. Sir John Templeton decía que “el momento de máximo pesimismo es el
mejor para comprar, y el de máximo optimismo es el mejor para vender”. Parece una
idea elemental, pero ser consecuente con esta idea requiere de un coraje considerable
para ir contra la corriente y el consenso inmediato.
Ante tal situación hay toda una serie de reformas estructurales macroeconómicas
recomendadas aunque simplemente revisando y corrigiendo lo que se hizo bien y
funcionó en el pasado, pero también y mucho más importante aún, muchas estrategias
financieras personales, para la familia y la empresa que se pueden adoptar e incluso
combinar; quienes sabiamente -los menos- lleguen a la fase recesiva con solvencia y
liquidez suficiente podrán adquirir bienes de capital a precios de liquidación y
construirán fortunas.

112
CAPÍTULO 12
Algunas condiciones: macro reformas estructurales

Con el inicio de la desaceleración empezó el pinchazo de la burbuja productiva y se inició


la etapa de corrección de todos los errores de inversión de la etapa del auge. Sin embargo,
las burbujas que quedan, la estatal y financiera, no se pincharán solas y hay que ponerlas
en línea del ajuste de la productiva hasta que vuelvan a coordinar naturalmente.

Para atacar el problema de raíz lo último que se debe pensar es en el gradualismo.


Mientras más rápido se tomen las decisiones serán menos costosas y dolorosas, y sin
establecer necesariamente una prioridad entre el pinchazo del Estado o del sector
monetario y bancario financiero: lo que primero debe hacerse es liberar las tasas de
interés y dolarizar la economía del país simultáneamente para detener el gasto, el
crecimiento de la burocracia y del déficit, y empezar a liquidar los activos tóxicos de la
banca.

Como salvedad para el caso de la dolarización, la adopción tendría que ser considerada
solamente como transitoria dados los problemas y amenazas que hoy, luego de los
experimentos de la Reserva Federal emitiendo dinero de la nada para comprar los
activos tóxicos de su propia banca durante la burbuja inmobiliaria, para que el país se
encuentre preparado para asumir el desafío de adoptar de la manera menos traumática
posible el nuevo sistema financiero internacional que surja eventualmente luego de su
agotamiento.5

Este será definitivamente el primer paso para desmantelar el la hipertrofia estatal y la


posibilidad de autofinanciar sus déficits, para finalmente otorgar confianza al mercado
y devolverle la responsabilidad sobre su propio futuro. Luego se puede pensar recién en
los detalles. La agonía no puede ser prolongada ni un instante más.

5 Existe al menos un ensayo en este sentido: la posibilidad de permitirle al público que elija la moneda
que más conveniente crea utilizar en cada una de sus transacciones. Lógicamente, el público iría
adoptando rápida y asintóticamente el dólar como la mejor moneda posible actualmente, y el Banco
Central perdería reservas ipso facto, lo cual sería lo más deseable sin tener ya mayor función real que
la de ser un viejo museo.
113
El pinchazo de la burbuja estatal: reducir la magnitud de lo
robable
Murray N. Rothbard tiene una frase típica para lidiar con estas situaciones de crisis
económicas generalizadas, llegando a la conclusión de que el Estado no existe para evitar
problemas, sino que la principal causa de todos estos problemas es justamente el Estado:

“Las funciones del Estado solamente pueden dividirse en dos: aquellas que es
preciso privatizar, y aquellas que es necesario eliminar.”

Por supuesto que en las reformas estructurales más importantes, ambiciosas y más
cercanas a la situación ideal de una economía de mercado, en Bolivia se cometió errores
de forma como la manera de privatizar a plazos algunas de las empresas estatales más
importantes en bancarrota, probablemente por cálculo político y -cómo no- falta de
convicción liberal, sino también de fondo: muchas de las empresas privatizadas y otras
capitalizadas entre 1985 y 1997 debieron ser simple y llanamente liquidadas, pero eso
sólo puede saberse sometiéndolas al juicio económico del mercado, no de los juristas ni
de los economistas; la simple privatización de una empresa no es garantía para su buen
funcionamiento, rentabilidad y capacidad de generación de valor.

Sin embargo, y para no entrar en detalles del pasado, si de recetas contra una crisis
económica generalizada se trata, pues esta es más capitalismo y menos Estado, en todo
momento y en todo lugar, sin excepciones ni concesiones. Hoy en día, en el concierto de
la Gran Recesión el ejemplo del camino a tomar en la buena dirección, y con muchísima
diferencia, lo marcan los países bálticos.

Letonia, Lituania y Estonia llegaron a registrar recesión, desempleo, niveles de déficit


muy sustanciales, burbujas de activos, etc. Contra estos problemas hicieron exactamente
todo lo contrario a lo que hizo la gran generalidad de los países que protagonizaron la
Gran Recesión: redujeron el gasto de manera muy sustancial, pero no un 2% ó un 3%,
sino un 30%, no inflaron sus monedas, sino que adoptaron el euro, y liberalizaron
todavía más sus economías. No hubo protestas en las calles ni descontento generalizado.
A cambio de los ajustes y reformas, tuvieron solamente dos años malos de desempleo,
de necesidad de readaptación y reubicación de las fuerzas productivas de sectores no
rentables y burbujísticos hacia sectores donde había una demanda real efectiva de
mercado; si el sacrificio de las grandes reformas también es grande, pues que sea
completo, inmediato y sin prolongar agonías. Sí, con terapia de shock y como lo hizo
Bolivia nada menos que con el DS 21060 en 1985.

En este sentido, lo lógico en un país como Bolivia sería que el ajuste se diera en la medida
que hubieran caído los precios internacionales del petróleo, que el tamaño del aparato
114
público burocrático, en todos sus niveles, se redujera al menos de manera proporcional
a la caída de los precios del petróleo, al nivel en que los precios se encontraban
inmediatamente antes del inicio del ciclo de inflación internacional que ocasionaron los
bancos centrales que le siguieron el juego a la Reserva Federal.

Para esto el medio más deseable sería quitar lo malo, rescatar lo bueno y enmendar los
errores del 21060 y el Plan de Todos, que consiste en reducir o eliminar impuestos, abrir
fronteras, flexibilizar el aparato productivo, pero también terminar de dolarizar la
economía ávida de recursos en forma de ahorros e inversiones privadas internacionales
correctamente capitalizadas mediante los mecanismos propios del mercado; y completar
las reformas estructurales de la manera más ambiciosa posible hacia una verdadera
economía de mercado.

La idea de diversificar el aparato productivo


La opinión más generalizada de la gran mayoría de economistas opositores fue que el
problema de todo el modelo de los últimos diez años o más en el país era depender de
los precios internacionales del petróleo y la minería, y que el Estado debía diversificar el
aparato productivo inclinándose más hacia la producción no tradicional y generadora de
empleo, no que el único mecanismo justo de distribución de las exportaciones no era el
mercado.

Cuando se descubrieron importantes yacimiento de gas natural en Bolivia y la cotización


internacional de materias primas acompañaban la noticia, el debate sobre el destino de
los recursos de exportación y el modelo más correcto empezó y no terminó nunca, sobre
todo cuando el estatismo en todos los rubros posibles de la economía acabó
imponiéndose sin derecho a réplica y apresurándose a decir que el problema de no haber
aprovechado el gran auge de materias primas fue el de haber tenido la voluntad política
de cambiar por fin la estructura “primario exportadora” o “extractivista” del país.

En consecuencia, la mayor recomendación consistía en industrializar la economía


saltando todo paso previo de correcta capitalización, o copiar modelos como el de
Noruega, donde el Estado también se encarga de los recursos naturales, estableciendo
modelos de bienestar y asistencia, y fondos de gasto público estratégicos previendo una
caída de los precios; el famoso “colchón financiero”.

Algo curioso fue que Noruega efectivamente implementó fondos de gasto para mantener
la economía a flote mientras duraban los precios bajos, pero antes de que pocos o nadie
imaginara que los precios bajos vendrían para quedarse por un largo tiempo, primero
ajustaron el aparato público despidiendo trabajadores y estableciendo el despido libre
en el sector privado, recortando el gasto y reduciendo impuestos, privatizando sectores
115
estratégicos como el eléctrico, el de telecomunicaciones e incluso el de carreteras
nacionales, etc.

Otro caso similar al de Noruega con economía petróleo dependiente es Arabia Saudita,
la mayor economía petrolera del mundo, donde no sólo se decidió olvidar el petróleo y
dedicarse a la economía de mercado implementando las tecnologías de la información,
el turismo y la industria sanitaria como los tres principales pilares del nuevo modelo,
sino que además se decidió vender la gigante nacional petrolera Aramco.

De igual manera, solucionar los problemas estructurales de una economía no tienen


nada que ver con la idea de estimularla introduciendo recursos allá donde fuere
necesario. Durante la etapa del auge ficticio, mientras se formaban las distintas burbujas
económicas de valor y abundaban los recursos en unos sectores, en otros lógicamente
fue muy escaso. Por ejemplo, en carreteras nacionales u hospitales, aquellos cuya
construcción fue necesaria, se invirtió mucho en infraestructura, pero no en capital
humano de largo plazo o desarrollo de tecnología, que en cualquier economía resulta
fundamental. Para que estos proyectos que requieren mucho mayor capital y mayores
plazos de madurez, también se necesita un proceso de descubrimiento empresarial de
ensayo y error, mayor experimentación, y finalmente discernir así sobre cuáles son los
proyectos rentables.

Ahora bien, el mayor peligro de la idea de diversificar el aparato productivo tan pronto
como fuera posible y sobre todo para tratar de evitar una corrección de mercado o una
recesión económica generalizada, se recurre a una de las primeras fuentes disponibles:
el endeudamiento. Todo esto está sujeto a la polémica detrás de las cifras
macroeconómicas oficiales, sobre todo las de crecimiento de largo plazo. Para salvar
cualquier situación política complicada derivada de la economía, los gobiernos suelen
empezar a hacer malabarismos muy peligrosos con tal de conseguir los recursos y
mantener el crecimiento con cifras extravagantes, lo cual redunda en algo que ya
habíamos señalado, un problema de sobrecapacidad productiva.

Es cierto que lo que más importante sobre todo contrato de deuda no es su nivel respecto
del Producto Interno Bruto, sino sobre su capacidad de pago, pero lo que hace cualquier
proyecto de endeudamiento viable es su rentabilidad, y no existe rentabilidad efectiva
sin mecanismos de mercado. Por tanto, la deuda podría crecer por cuanto los organismos
internacionales decidieran otorgar a largo plazo a los gobiernos típicamente
tercermundistas, que tienen incentivos a la manipulación de cifras a cambio de
estabilidad de corto plazo; en el corto plazo los gobiernos tienden se prestarse más de lo
que a largo plazo puede producir el país con otros gobiernos.

116
Finalmente, mientras unos prefieren decir que todo el mundo sabía que el rey estaba
desnudo, pero que nadie lo dijo por temor a los adjetivos, resulta más interesante decir
que cuando la marea del petróleo finalmente bajó aparecieron las vergüenzas. Pues a
pesar de que estas ideas siguen siendo buenas, sobre todo frente al mainstream o la
corriente dominante y aún más frente al incremento permanente de las atribuciones y
competencias del Estado sobre la economía, nadie, ninguna mente brillante tiene que
decirle a nadie qué es lo que tiene que hacer ni cuáles son sus prioridades, mucho menos
frente a la adversidad; por muy benevolente que fuera el impulso con el que se empiezan
estos proyectos, el hecho de querer diseñar la vida de los demás e imponerles roles no
deja de ser perverso.

Quienes realmente diversifican una economía son los emprendedores, los empresarios
que en un entorno de libre competencia desarrollan sistemas productivos de acuerdo con
las necesidades y exigencias de la gente que encuentran e identifican en el mercado para
solucionar a cambio de un legítimo beneficio, y sobre todo en la medida que sean
competitivos produciendo aquello en lo que comparativa y competitivamente sean más
eficientes que ningún otro. Esto no se da de la noche a la mañana ni mucho menos porque
algún gran economista de escritorio así lo haya imaginado, decidido y ordenado. El
problema de la economía, antes que en su estructura, está en el entorno que impide el
libre ejercicio de la función empresarial y donde sobran los economistas. Nadie que no
sepa hacer empresa y además ejercer como empresario en condiciones de libertad
económica sabrá lo que es mejor para la economía de un país.

El pinchazo de la burbuja financiera: enmendar el mayor error


del 21060
Lo que al menos en términos técnicos, dejando de se busca es la desnacionalización de
la moneda, pero en este caso la dolarización de la economía es solamente un medio a
través del cual los individuos son libres de elegir la moneda en la que más creyeran
conveniente realizar sus transacciones, de manera directa en el mercado internacional y
sin instancias burocráticas nacionales previas; esto incluso permitiría a Bolivia, como ya
adelantamos, estar preparada para adoptar cualquier sistema monetario internacional,
si eventualmente lo hubiera.

Pero ¿cuáles serían los argumentos más importantes para dolarizar la economía, más
allá de los aspectos prácticos? Primero, no es casualidad que allá donde primero hubo
moneda nacional inflada y una convulsión social permanente, los conflictos y la
estabilidad del crecimiento de largo plazo hayan sido notables luego de la dolarización.
Sin ir demasiado lejos el mejor ejemplo es Ecuador, donde luego de un largo período de
socialismo agresivo la economía entrara en una recesión muy fuerte, pero al menos su n
inflación y con una estabilidad más que aceptable.
117
Y luego, Wilhelm Röpke, economista alemán, compañero y cuasi discípulo de Mises,
asesor de Adenauer y Erhard en el establecimiento del Milagro Económico Alemán de la
Post Guerra, describe con maestría las consecuencias de un típico gobierno autoritario o
dictatorial cuando pierde el control de la situación a consecuencia de sus propias
medidas previas, como en Venezuela y su brutal represión a su ciudadanía y el proceso
de empobrecimiento más intenso de la región:

“El camino de la inflación reprimida termina en el caos y la paralización. Cuanto


más empuja la inflación los precios hacia arriba, tanto más refuerza el Estado su
aparato represivo; pero, tanto más ficticio se hace el sistema de los precios
controlados, tanto mayor es el caos económico y el descontento general, y tanto
más se debilita la autoridad de Gobierno o su pretensión de seguir ostentando un
carácter democrático.”

Desde luego, esto implica que ni la banca ni ningún gobierno tendría ya la misma
capacidad de expandir el crédito para provocar auges insostenibles con una estrategia
política socialista y una retórica típicamente mesiánica altamente liberticida.

118
CAPÍTULO 13
Cómo salir de la burbuja

Invirtiendo en tiempos de crisis


Mucho antes de pensar siquiera en pinchar la burbuja estatal o la burbuja financiera, es
muy difícil o prácticamente imposible que las medidas correctas y en la buena dirección
provengan de la esfera política, que a fin de cuentas todas se parecen demasiado y de una
u otra manera y ninguna está orientada hacia la libertad con verdadera convicción.
¿Alguien cree realmente que alguno de los líderes opositores hubiera hecho cosas
radicalmente distintas o solamente con matices en materia de política económica? Los
incentivos para la clase política y más aún para la gobernante son siempre los mismos y
son igualmente perversos. Las propuestas deben ser preventivas y no deben elaborarse
para los gobiernos, sino para los individuos para que sean capaces de defenderse de ellos
ante cualquier contingencia.

Prepararse para lo inevitable, que el pinchazo no lo sorprenda


Por fin, partamos de la idea de que todo empresario puede convertirse en un inversor
profesional, es decir, que puede pasar de la gestión activa de sus empresas a la dirección
remota de sus inversiones alternativas y sus ingresos pasivos.
Algo que debe quedar muy claramente establecido es que por más difícil que fuera
abandonar el euro en la Unión Europea o un sistema de economía dolarizada en América
Latina, mientras existan los gobiernos megalomaníacos y democracias populistas como
se las conoce, con una institucionalidad sumamente débil, no existe garantía alguna para
revertir al menos una parte de las reformas que se recomienda. Por muy ambiciosas que
fueran las reformas y por mucho que superaran a las de Thatcher, Erhard o Reagan, es
más que importante insistir en no confiarse, y abrirse hacia las posibilidades que ofrecen
otras economías o sistemas democráticos e instituciones relativamente más sólidas
alrededor del globo sin esperar que las decisiones correctas, oportunas y además en la
buena decisión provengan del poder político: todo puede y, es más, debe provenir, en lo
posible, del ámbito privado y de las lecciones aprendidas del pasado, convertidas en
recomendaciones encontradas en lo más avanzado de la Ciencia, aunque, desde luego,
ya depuradas de todo lo malo que pueda tener hoy en día.
Todas las siguientes son lecciones y recomendaciones que aunque provienen incluso de
la no demasiado útil Efficient Market Hypothesis de Bob Shiller, Nobel de Economía de
119
2013, por ejemplo, también tienen origen en teorías económico financieras con
fundaciones mucho más sólidas y poco convencionales como las del value investing de
Benjamin Graham o Peter Lynch, la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos de Mises,
Hayek y Huerta de Soto, y los principios y conceptos sobre la liquidez de Carl Menger,
que ayudan identificar en gran medida la posibilidad de que se estén gestando auges
económicos ficticios o muy endebles, o cebando determinadas burbujas de activos en el
mercado para abandonar una exposición a sus consecuencias.
En este sentido, la aplicación de algunas de las lecciones iniciales consiste en partir por
lo más cercano y por lo que más se conoce.

Entre liquidación y liquidez: la calidad del balance

Aunque no siempre es lo más fácil de hacer, y aunque por lo general pocas veces o casi
nunca se logra crédito en este ámbito (no existen políticos que no lo sepan todo ya ni que
de vez en cuando se equivocan), he sido asesor político, asesor económico financiero y
estratega de inversiones privadas, y en los distintos escenarios a los que esta actividad
me ha llevado, las preguntas más frecuentes y comunes que me han hecho mis clientes,
sobre todo cuando ya no cabían dudas sobre la inevitabilidad de la etapa de ajuste, han
estado relacionadas al riesgo de involucrarse en algún nuevo proyecto de inversión,
dadas las dificultades y muy elevada incertidumbre económica en la que hoy se
encuentra Bolivia, o por el contrario, si tal o cual momento es el ideal para bajarse de la
ola.


Desde luego, la decisión final de involucrarse en nuevos proyectos es siempre del
protagonista y de su innata capacidad y perspicacia empresarial para descubrir o darse
cuenta antes que nadie de una oportunidad de beneficio que surge en su entorno y tomar
legítima ventaja de ella. Sin embargo, es mucho lo que se puede hacer para ayudar a este
empresario a tomar la decisión correcta o lo más acertada posible en este sentido,
aportando algunos elementos fundamentales en una etapa de liquidación como la que
empezó a registrarse desde mediados de 2013.
Como ya anotamos antes en varias oportunidades, la desaceleración de la economía no
responde a un simple devenir pasajero de la naturaleza al estilo newtoniano donde todo
lo que sube simplemente tiene que bajar, sino a un problema sistémico, un problema
estructural en el que se ha implementado un modelo que no se ajusta ni le permite a la
gente ajustarse fácilmente a una nueva realidad económica en el país, donde durante

120
demasiado tiempo los hábitos individuales de consumo no cuadraron con sus propias
capacidades o habilidades personales para adaptarse al entorno.


En otras palabras, durante la etapa del auge -en gran medida ficticio- se ha cometido e
inducido a correr con riesgos e incertidumbres muy superiores a las que podrían haber
considerado en condiciones de libre mercado, para terminar cometiendo toda una serie
de errores generalizados de inversión que ni siquiera debieron llevarse a cabo en un
principio, o que simplemente tendrían que haber sido considerablemente menos
ambiciosos, y que, por tanto, tendrían que liquidarse o sufrir un ajuste muy agresivo. Ya
son muchos los sectores donde se observa una caída natural de precios, incluso en medio
de los efectos inflacionarios de la política económica actual, y que a pesar de, por
ejemplo, las enormes facilidades forzosas que existen para el crédito están sufriendo un
ajuste muy marcado.

¿Cuáles son esos criterios que permiten asumir esta etapa de liquidación forzosa? Tan
sencillo como revisar y analizar la calidad del balance del proyecto o la empresa en
función de su valor y fundamentalmente su liquidez. Todo tiene mucho que ver con la
valoración misma de una empresa, pero antes de tal paso la evaluación de la calidad del
balance resulta fundamental.


Por lo general se suele considerar como liquidez todo aquello que signifique dinero en
efectivo o saldos de tesorería en caja o banco. No obstante, no todo saldo de tesorería es
propiamente una posición de liquidez y sobre todo solvencia del balance, sino incluso
todo lo contrario. El concepto más ajustado de liquidez tiene que ver con la capacidad
que determinado bien o activo financiero tiene para acumular o no perder valor en el
tiempo conforme aumenta su cantidad vendida, si es fácilmente divisible, fácilmente
vendible.


Los ejemplos para ilustrar la idea son interminables, pero uno de los más útiles en las
actuales circunstancias donde la gente en general ha adquirido bienes muy ilíquidos y
específicos como una grúa o una máquina muy específica, es el de los saldos de tesorería
denominados en dólares o bolivianos.


Actualmente una de las mayores amenazas para que los activos no pierdan valor en el
tiempo para su intercambio, es una eventual devaluación cambiaria. El proceso gradual,
aunque también muy agresivo y forzoso de la desdolarización, bolivianización o
nacionalización monetaria en el país ha llegado a ser de más del 90%, a la vez que la
dificultad para realizar transacciones libremente en dólares es relativa y
considerablemente mayor, y por tanto resulta un activo financiero escaso, muy útil y
altamente demandado.


121
Si pronto se incurre en una devaluación cambiaria para financiar el déficit
gubernamental, -esto es emitir moneda discrecionalmente para autofinanciarse- habrá
muchos más bolivianos disponibles aún en el mercado, y si a la producción de dinero
nacionalizado por parte del ente emisor ya la se le aplica la ley de la utilidad marginal
decreciente, se puede inferir que la gente preferirá refugiarse o huir de sus posiciones en
bolivianos hacia activos reales para preservar el valor de sus transacciones en otros
activos de intercambio indirecto relativamente más escasos como, entre otros, el dólar.
En mayor o menor medida, esto ya sucedió antes.


Por tanto, el permanecer con grandes saldos de tesorería denominados en bolivianos,
sobre todo si de repente no están contemplados para caja chica, podría más bien
significar que se mantiene en una posición altamente ilíquida, así como la calidad del
balance podría estar anticipadamente deteriorado. Si la generalidad del público o incluso
sólo sus proveedores prefieren dólares, ¿quién aceptará bolivianos? No será fácil
deshacerse de ese dinero sin antes perder mucho valor liquidando algún bien de mucha
utilidad para el proyecto o la empresa. De esta manera, para abordar o abandonar
rápidamente determinado proyecto, usted siempre sabrá cuál de sus activos será
relativamente más valioso y líquido dónde y cuándo sea escaso, que dónde y cuándo sea
abundante.
La preservación del patrimonio familiar en entornos de crisis

Han sido ya varios años que desde una columna personal en algunos de los principales
diarios del país y otros del exterior, que se ha advertido sobre las principales causas que
tendría una eventual crisis económica generalizada en Bolivia, y que apuntan
fundamentalmente al pensamiento convencional sobre las ventajas de una política
económica de hiperestímulo, en particular la monetaria y crediticia, además de las
reformas del sistema financiero; lo que aún apuntan como gran fortaleza terminará
siendo el gran talón de Aquiles del modelo que ya encontraba su franca desaceleración
desde mediados de 2013.


Pero ya no es el momento de seguir apuntando ni advirtiendo la crisis, los problemas
económicos no son pasajeros ni aislados, no pueden ser más evidentes a medida que,
además, se los agrava aplicando la misma batería de medidas que los han provocado.
Este ya es un momento para la prescripción en el ámbito de la empresa y,
fundamentalmente, para el patrimonio de familias con grandes patrimonios por
preservar.



122
Una de las características que más llama la atención de las economías latinoamericanas
es que son familiares, sobre todo en lugares como México o Bolivia. Naturalmente, las
familias son el mayor núcleo de generación de riqueza de largo plazo en este tipo de
sociedades en que las instituciones formales no son las más sólidas. En Florencia, por
ejemplo, la composición genealógica de quiénes se han mantenido pobres y quiénes se
han mantenido ricos se ha mantenido. Mientras en otros lugares del mundo la tercera
generación se encarga de dilapidar el capital de la familia, algunas familias florentinas
se han mantenido como las más ricas de la ciudad, e incluso de Italia, desde hace más de
700 años. ¿Cuál es el secreto?


Luego de un largo período de excesos, en entornos de crisis económica generalizada
como el que América Latina comienza a atravesar nuevamente, la sociedad en general
tiende a resistirse a una nueva realidad, a nuevos patrones de consumo, gasto y
endeudamiento, y el desafío de mantener ciertos valores en un período de ajuste por lo
general lo asumen mejor los entornos familiares.


No obstante, cuando por otro lado las familias sostienen un vínculo emocional muy
fuerte con empresas que probablemente no tendrían que haber sido siquiera creadas en
un principio, el ajuste termina siendo inapelable por una serie de factores como o incluso
los del honor y el nombre de la familia, y terminan arrastrando una cantidad de recursos
innecesaria. Y no está mal hacerlo, pero asumir el desafío de al menos revisar la
liquidación de alguna de las empresas de la familia requiere la implementación de la
estrategia adecuada, que ciertamente es muy distinta de la de la empresa.


Primero es fundamental la realización de un mapa de la situación actual de su empresa,
contemplando las variables más importantes del risk management de la compañía y del
entorno, revisando la posición y calidad del balance de la empresa frente al de la
competencia, sobre todo aquel relacionado con el incremento de impuestos y la inflación,
o la necesidad de renegociar contratos con proveedores.


Inmediatamente luego, es necesario separar el patrimonio familiar del capital
empresarial, lo que, entre otros aspectos, implica al establecimiento de protocolos que
involucre a los directos interesados y marque líneas generales y específicas que definan
la sucesión y el propósito sobre cómo se quiere preservar el patrimonio de la familia en
el largo plazo, por un lado, mientras continúan generando riqueza como siempre lo han
sabido hacer por el otro.


Y finalmente, se construye un portafolio de inversión alineado con el diagnóstico inicial,
por lo que, entre otros aspectos, necesariamente tendrá un fuerte componente de
internacionalización de activos en la búsqueda de entornos mucho más amigables
123
alrededor del globo, aquellos que ofrezcan las condiciones más favorables para la
preservación del capital en el largo plazo, y que, desde luego, adviertan un entorno
igualmente adverso y condiciones también muy inciertas para la inversión.


Los tiempos que se han vivido durante los últimos 10 ó 15 años fueron distintos
realmente, y no volverán, pero también lo serán los que se han empezado a vivir, y, por
tanto, la forma de hacer las cosas también tendrá que cambiar. El desafío no es pequeño
y es necesario estar preparado para asumirlo de la mejor manera posible.
Qué es un Family Office y por qué conviene tener uno hoy

A la vez que no es extraño observar un muy fuerte componente familiar en el grueso de


la base empresarial de las economías de toda América Latina, es muy común ver que
para el líder de la familia y del negocio familiar resulte siempre muy complicado
mantener la paz y el orden entre ambas esferas. Sin embargo, tener que considerar
además los desafíos del actual entorno y la coyuntura principalmente económica en la
que opera requiere un esfuerzo extra para alcanzar el éxito deseado. Es por esto que hoy
resulta más que pertinente considerar la ayuda de un Family Office.
Actualmente las empresas en general tienen que estar preparadas para los grandes
ajustes o incluso etapas de liquidación forzosa que los grandes cambios que se están
dando desde las primeras economías del globo están provocando, sobre todo aquellas de
pequeñas economías que no marcan el ritmo de vida de los grandes mercados, sino que
simplemente se adaptan y lo siguen.
Estamos hablando de que al menos desde 2008, momento en que la economía
internacional empezó a sufrir una de sus mayores crisis económicas en más de 80 años,
el mundo ha empezado a reestructurarse de manera muy importante, hecho que se
ilustra en muchos aspectos como el bajo crecimiento de largo plazo de Estados Unidos y
la Unión Europea por ya casi una década, y que a su vez ha generado otras distorsiones
igualmente comparables en magnitud en las economías emergentes.
Todo ajuste o etapa de liquidación forzosa significa atravesar por un período
psicológicamente complicado, más aún cuando existe un lazo sentimental con la
empresa y los conflictos de interés son familiares, que amenazan con romper relaciones
muy estrechas de toda una vida. No obstante, justamente para mantener el orden y la
paz dentro y fuera de la familia, y sobre todo tener seguridad para el patrimonio familiar
de largo plazo, lo conveniente es mediante la creación de un Family Office que se
encargue del desafío que implica diluir los riesgos internos separando el capital
empresarial y el patrimonio familiar, y además darles ambas un tratamiento muy
distinto a futuro.

124
Por lo general todo negocio familiar mantiene todos los recursos en una misma bolsa con
la misma exposición al riesgo, y máxime los separa a través de sueldos o dividendos, pero
la alternativa está en que mientras la familia permanece concentrada en generar riqueza
como siempre lo ha hecho, se crea una empresa que de manera paralela se dedique
profesional, imparcial e independientemente a gestionar una parte del patrimonio de la
familia de acuerdo a sus requerimientos o los del gran patriarca o similar que contrate
los servicios, además de la elaboración detallada de una estrategia fiscal y sucesoria.
Este tipo de esquema de gestión patrimonial puede ser bajo un trust, una Limited
Liability Company (LLC), un multi-family office abierto a participaciones en un esquema
de holding corporativo o fondo de inversión, o simplemente un single family office
cerrado, único y exclusivo de la familia. La filosofía de gestión y, más específicamente,
de inversiones, tiene casi siempre un enfoque de preservación de largo plazo, es decir
intergeneracional, dedicado única y exclusivamente a elaborar una estrategia inversora
acorde al propósito de la familia, sean los estudios de los hijos y los nietos, sus carreras
deportivas, la filantropía, etc.
Sin embargo, hoy en día los desafíos están en poder diluir también los riesgos externos
derivados de la coyuntura política y económica tanto sobre la empresa como sobre el
patrimonio de la familia. Es por esto que contar con el diagnóstico más ajustado a la
realidad posible y tomar las decisiones más congruentes como la situación lo demande,
resulta una tarea tan delicada como determinante en la configuración de esta nueva
empresa.
Y dado que, como adelantamos, los grandes cambios estructurales tienen que ver
particularmente con el sistema bancario, financiero y monetario internacional, la
estrategia de inversiones deberá contar con un fuerte componente de
internacionalización, un monitoreo permanente que permita anticiparse con soluciones
concretas a cualquier contingencia que se derivara de aquella coyuntura, y un
acompañamiento confiable y permanente en el proceso de toma de decisiones.

Las inversiones de los Family Offices

Probablemente fue a inicios de la década pasada que el asesoramiento a empresas


familiares en Bolivia empezó a ponerse de moda, y se concentraba básicamente en la
cultura organizacional, los valores de la familia que se compartía en la empresa para
mantener la organización estable, y la estrategia de sucesión. Sin embargo, desde aquel
entonces los tiempos han cambiado y las necesidades han demandado mucha mayor
especialización. El asesoramiento a empresas familiares ha terminado sufriendo desafíos

125
muy grandes que han provocado la sofisticación hacia el asesoramiento no
necesariamente a empresas familiares, sino a familias con grandes patrimonios.


Al mismo tiempo, la economía nacional y global, su estructura y condiciones para el
crecimiento plantean un desafío considerablemente distinto. Bolivia ha sufrido un
cambio muy importante en cuanto a su estructura productiva en los últimos diez o quince
años, a la vez que nunca había estado más expuesta que ahora a lo que sucede con el
resto del mundo. Muchas empresas han crecido mucho más de lo que en principio
pudieron imaginarse, provocando la improvisación y la toma de decisiones apresuradas
y cortoplacistas.


Pues en lo que respecta al asesoramiento de inversiones a familias con grandes
patrimonios se destacan algunos de los criterios más importantes actualmente para la
revisión de sus posiciones y el planteamiento de un cambio de estrategia para la
preservación de riqueza en el largo plazo.


Una vez que se ha definido el propósito para el patrimonio de la familia, la estrategia y
la conformación del portafolio de inversión suele ser un rompecabezas muy complicado
de construir y además someter a consenso, pero para facilitar el proceso y saber por
dónde empezar resulta muy útil saber en qué y cómo suelen invertir otros family offices
de éxito alrededor del globo.


Indagando en el Global Family Office Report 2016 de Campden Research y UBS, aunque
también invierten en instrumentos financieros sofisticados, en renta variable, equities
privados y bajo las estrategias de los hedge funds más agresivos, los portafolios de
inversión son relativamente convencionales donde la inversión de largo plazo más
común es la de bienes raíces.


Por ejemplo, Pontegadea, el Family Office de Amancio Ortega, el hombre más rico del
mundo a sus 80 años en 2016, con $67 mil millones como dueño de Inditex, gestiona
hasta $6 mil millones de su patrimonio familiar invirtiendo fundamentalmente en
bienes raíces de las principales calles y avenidas comerciales de Londres y Nueva York.


Estos son datos que llaman la atención sobre las decisiones que están tomando las
familias con grandes patrimonios alrededor del globo.
Si bien The Wealth Report 2016 y las conclusiones del New York Family Wealth Report
Asset Allocation Summit 2016 sostienen que las principales preocupaciones de las
grandes dinastías para la preservación de su patrimonio, tanto en los últimos 10 años
como las perspectivas para los próximos 10 años, encierran principalmente el futuro de
la economía global, el incremento de impuestos a las grandes fortunas y los planes de
126
sucesión, el criterio para invertir no ha cambiado de manera significativa habiéndose
registrado la peor crisis económica internacional de los últimos 90 años, y toda la
maraña consecuente de interminables regulaciones estatales que los gobiernos han ido
estableciendo.


Es decir, con la explosión de las burbujas inmobiliarias en lugares como Estados Unidos
y en España desde 2007, las grandes inversiones de largo plazo con estrategias de
preservación se han mantenido en el mismo sector, probablemente sin advertir qué es lo
que ha sucedido durante todo este tiempo exactamente, y esperando que la economía
termine de pasar por este mal momento y pronto se recupere sola.


Claro, estas decisiones no son casualidad. Quienes, durante la etapa del auge ficticio, la
euforia y el sobre optimismo generalizado se mantuvieron relativamente cautos y han
mantenido un balance conservador y saneado, el inicio de la crisis o de liquidación en el
sector era probablemente el momento para comprar, pero sin duda la posición tiene que
ser revisada a pesar de que los bienes raíces suelen tratarse del sector sobre el que más
conocimiento general tienen los inversores convencionales. Sin embargo, entre quienes
han invertido de esta manera se encuentran grandes dinastías como la de Lynn Forester
de Rothschild, que registra una tradición de preservación patrimonial superior a los 250
años; la idea es recuperar lo bueno y advertir que las estrategias, así como los tiempos,
podrían cambiar incluso para ellos y después de tanto tiempo.


Pues con la idea de ir modificando estrategias poco a poco, las inversiones alternativas
pueden incluso ser más atractivas a través de gestoras de fondos dedicadas a ello,
llegando a representar el 70% de una cartera con rendimientos del 15% anual durante 20
años, porque quién mejor que la familia propietaria para vigilar que los gestores están
velando por los intereses de la familia en el largo plazo.


Desde luego, es importante destacar que es necesario cuidarse del nepotismo o que
familiares no cualificados se involucren demasiado en la gestión directa de la empresa,
que por conflictos de intereses la van deteriorando de manera paulatina, sobre todo si se
trata de una tercera generación de la familia que con el tiempo ya no tiene tan marcados
los valores de la primera que fundó la empresa.


Invertir en empresas familiares que preferiblemente coticen en bolsa por la liquidez y la
transparencia que por tanto implican, que sean capaces de generar valor en el largo
plazo, con un buen patrimonio y con los capitalistas que tienen intereses alineados con
el resto de accionistas y, desde luego, la gestión directa con visión de más largo plazo es
mucho menos riesgoso.



127
Al mismo tiempo, para algunos gestores es igualmente importante conocer a los gestores
y las políticas que implementan en la empresa, su cultura, que se trate de una empresa
“aburrida”, sin demasiadas inclinaciones por el crecimiento rápido que implique
decisiones precipitadas y orientadas al sobreendeudamiento y la escasa liquidez,
contrariamente a lo que sugiere el pensamiento financiero moderno.


Para esto hay legislaciones que no permiten que estas gestoras nombren consejeros en
las compañías en las que invierte para no influir en la gestión, que sería lo ideal, pero hay
otras en las que esta práctica no está sancionada por ley y es posible hacerlo, y cuando se
lo hace es a través de Family Offices con una estructura, uno oferta de servicios y
capacidad de gestión internacional perfectamente claras, y, desde luego, con una cultura
de trabajo compartida.


Al menos en Europa, de acuerdo con un estudio del Credit Suisse Research Institute de
2015, desde 2006 la rentabilidad de empresas de tipo familiar ha superado en un 4.5% a
la del conjunto del mercado. Sin embargo, si estas empresas tuvieran un departamento
desarrollado de relaciones públicas o de relación con los inversores, y si prestaran más
atención al comportamiento del mercado, con seguridad que tendrían mejores
resultados.


A la vez que todo esto constituye el criterio básico para invertir en la generación de otras
empresas familiares, también es el elemento para que otros inviertan en la propia.

Convertirse de empresario en inversor

Si aún no sabe quién es, por ejemplo, Robert Kiyosaki, nunca es tarde.
Kiyosaki es un exitoso empresario fundamentalmente en el sector de bienes raíces, pero
el libro con el que se hizo famoso y que escribió hace ya 20 años atrás, Padre Rico, Padre
Pobre, no habla de técnicas de inversión concretas para hacerse rico, sino que ofrece un
marco conceptual previo: pensar como rico pasando por el proceso de ser empleado, a
autoempleado, a dueño de un negocio y a inversor.
Las lecciones del libro en este sentido son varias, pero la que más nos interesa es la
última, la de pasar de ser un empresario exitoso para convertirse en un inversor
inteligente de largo plazo para preservar su patrimonio y el de su familia con ingresos
pasivos, es decir, evitar el consumo compulsivo para poseer un conjunto de activos
(patrimonio) que generen rentas suficientes como para poder vivir sin la necesidad de
trabajar.

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Bolivia no cuenta con demasiadas posibilidades de convertirse en un inversor. El
mercado de capitales es demasiado incipiente, poco articulado, poco dinámico, y la
cultura empresarial en general aún se resiste a publicar sus balances y hablar
abiertamente sobre algunas de las estrategias de crecimiento de sus empresas que
podrían ser objeto de inversión. Para esto es necesario mirar al exterior, y en todo caso
es mejor, porque las posibilidades son infinitamente mayores de las que habrá nunca en
una economía como la de Bolivia.
Londres siempre ha sido una de las plazas innegables de los más grandes inversores,
pero el sector ha sido recientemente golpeado con el Brexit, y la banca de inversión en
Nueva York arrastra demasiada sombra aún con la Reserva Federal. Actualmente
algunos de los mejores gestores de fondos ofrecen vehículos de inversión de largo plazo
en bolsa alrededor del globo desde Madrid.
Nada de esto es casualidad. En lo personal sostengo vínculo relativamente con España a
través de dos empresas que fundé entre septiembre de 2014 y agosto de 2016 junto a dos
socios y amigos de Madrid, y además conozco a través de ellas a algunos de los gestores
value más reputados de España, que por si invertir como Warren Buffet o Peter Lynch
fuera poco, también comparten profundamente la visión y capacidad de diagnóstico a
través de la misma escuela de tradición y pensamiento económico.
Desde luego, nada de esto resta la posibilidad de que cualquier empresario en busca de
convertirse en inversor arme su propio portafolio de inversión, y que se aleje un poco
más de las técnicas relativamente convencionales de invertir a través de la bolsa,
invirtiendo, por ejemplo, en obras de arte en Italia, metales preciosos custodiados en
Singapur o tierras aún no explotadas en el norte argentino, pero a cambio de guardarse
un poco más de dinero, el esfuerzo y dedicación necesarios para un monitoreo
permanente sobre su rendimiento y posición podrían no justificarse.

Principios para armar estrategias y portafolios de inversión

Diseñar estrategias y armar portafolios de inversión es apasionante, sobre todo cuando


se los dota de cierto enfoque crítico de largo plazo.


En la más reciente discusión que tuvimos junto a mis socios sobre la mejor manera de
armar un portafolio de inversión de largo plazo, una de las conclusiones es que
definitivamente no resulta fácil, mucho menos cuando los clientes por lo general
combinan una elevada aversión al riesgo y una muy elevada preferencia temporal, y peor
aún en este momento, cuando solamente en esta semana el Banco de Japón ha vuelto a
hacer nuevo malabarismo arriesgado pretendiendo garantizar el efecto de las tasas
negativas; el Deutsche Bank acaba de ser calificado por estados unidos como el banco de
129
mayor riesgo en el mundo; Wells Fargo crea miles de cuentas falsas añadiendo nuevas
dosis de incertidumbre al mercado financiero; y los hedge funds más grandes vuelven a
entrar en una preocupante temporada donde el margen para el propio hedging es cada
vez menor.


Friedrich A. von Hayek fue galardonado con el Nobel en 1974 por su aporte al estudio de
las causas de los períodos recurrentes de auge y recesión económica, parte de nuestra
especialidad. Fue indiscutiblemente uno de los mejores economistas del siglo XX, entre
otros aspectos, porque entendía que las recesiones no eran por un simple devenir de la
naturaleza, sino que eran la consecuencia de toda una serie de errores de inversión
realizados durante la etapa de auge precedente, y que era necesario, a la vez que
inevitable, corregir.


Hayek también decía que Wall Street usa el modelo CAPM y otras fórmulas para reducir
la incertidumbre a un riesgo cuantificable, pero que sólo mide lo que es medible, no lo
que realmente importa.


Con esto no estamos diciendo que los métodos tradicionales y convencionales para
invertir o armar portafolios de inversión no sean correctos o que no sirven para invertir.
Lo que estamos diciendo es que cuando no se toma en cuenta el marco analítico que tome
en cuenta la forma en que los inversores y empresarios tratan con la incertidumbre, los
riesgos podrían terminar siendo mayores a los que se logra calcular, por más ajustada
que sea la teoría de Markowitz o calculada la Sharpe ratio, por ejemplo.


Pues de esto se trata gran parte de lo que hacemos. Nótese la importancia que tienen los
factores cualitativos en la toma de nuestras decisiones identificando problemas y
elaborando estrategias. Mientras unos se dedican a predecir el mercado o a determinar
la llegada del próximo cisne negro, nosotros nos encargamos de construir protección de
largo plazo, de ser “antifrágiles” (en términos de Nassim N. Taleb), nos encargamos de
lo que no se ve, de todo aquello que no tiene que ver necesariamente con el cálculo de
objetos materiales, sino sobre los medios que los hombres eligen para alcanzar los fines
que hayan elegido en función de sus juicios de valor, de aquellos marcos institucionales
que al hombre le permiten convivir en sociedad y establecer objetivos de largo aliento.


Desde luego, si por algo nos hemos caracterizado es por recurrir de manera permanente
al pensamiento no convencional, a ser aguafiestas. No es lo más agradable, pero es lo
más sano; Hayek se estrelló contra todo el mundo económico “cientista” al recibir el
Nobel, apuntando contra la metodología del mundo de las ciencias naturales que el
mainstream aplica para la predicción de hechos y fenómenos eminentemente sociales.



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Pues de la misma forma piensan muchos de los value investors con los que trabajamos,
contrarians que, durante veinte años, con al menos dos crisis económicas
internacionales profundas y generalizadas de por medio, aplicando criterios long-only
generalistas en renta variable, con participaciones en empresas con sólidos valores y
convicciones, y con espíritu de permanencia en el mercado, muy similares a las de
nuestros propios clientes, han reportado beneficios superiores al 15% anual.

Buscamos
hacer eco de grandes inversores como Warren Buffett, que sostienen:


Be fearful when others are greedy. Be greedy when others are fearful.
Como Jim Rogers:
“In terms of panic buying or crisis situations, that’s normally the way to play.”
Como Baron Rothschild:
“The time to buy is when there’s blood in the streets.”
Y Phillip Fisher, en línea directa con el propio Hayek:


“The stock market is filled with individuals who know the price of everything, but
the value of nothing.”
Hay causa detrás de la rebeldía, pues el objetivo no está en llevarse aplausos del público,
sino en no dejarse llevar por la corriente, en no hacer lo que todo el mundo está haciendo,
en no perder dinero. Y nosotros probablemente en un principio le diremos lo que nadie
más le dirá, lo que no es políticamente correcto, lo que no quisiera escuchar.

No es cuestión de internacionalizar, simplemente

La percepción sobre la salud de la economía de la región y en particular de Bolivia nunca


es la misma entre los distintos empresarios. Entre los más precavidos están quienes
afirman con satisfacción que ya tienen su dinero en el exterior. Otros, los menos, lo han
hecho considerablemente mejor trabajando hace ya varios años con expertos europeos o
estadounidenses independientes muy entendidos en la materia, pero la sola apertura de
cuentas de ahorro o incluso corrientes en el exterior ya no es garantía para protegerse de
la voracidad fiscal local, como en un pasado no muy lejano. Para establecer una
estrategia inteligente de preservación es indispensable saber que la gran banca
internacional aún es muy peligrosa.
Con la crisis de Lehman Brothers y la explosión de toda la serie de burbujas de activos
desde 2007 por todo Occidente, los gobiernos han crecido sobre la base de la misma
131
batería de medidas que los llevó a la crisis en un principio: para resumirlo, represión
fiscal y financiera para el ciudadano, y -cómo no- monetización de deuda para privilegiar
a ciertos sectores. Nada de eso ha servido realmente, si no fue para lograr estabilidad
relativa a cambio de hipotecar el crecimiento de largo plazo, mucho menos ha servido
para solucionar los problemas sistémicos del sector bancario financiero, pero ahora que
la marea parece empezar a bajar nuevamente, no vaya a ser usted a quien esta vez
encuentren desnudo.
Olvídese por un momento de que Deutsche Bank o Monte dei Paschi en Europa hayan
ocupado las portadas en los últimos meses. Es cierto que la tendencia al alza de los
mercados en EE.UU. ha sido generalizada desde que Donald Trump asumió mandato y
empezó a hablar de la desregulación del sector bancario financiero, pero este
comportamiento es particularmente sospechoso cuando sigue siendo igualmente o más
peligroso que en la última gran crisis de 2008, con Dodd-Frank y Basilea III incluidas.
Desde el 10 de marzo, los seis bancos estadounidenses más grandes (JP Morgan Chase,
Bank of America, Wells Fargo, Citigroup, Goldman Sachs y Morgan Stanley) han subido
en conjunto un 33,5%. BofAML encabeza la lista con un aumento del 48,8% en sólo tres
meses. Las acciones de Goldman Sachs y Morgan Stanley subieron un 36,6%. Desde la
crisis de 2008, los activos de los seis grandes bancos han aumentado en un 21%, y los de
los cuatro más grandes en un 25%.
Como ha demostrado ya Robert J. Shiller, Nobel de Economía 2013, el sobre optimismo
generalizado puede llegar hasta la “exuberancia irracional”, cuando las valoraciones de
activos llegan a divorciarse de los fundamentales económicos formando una burbuja.
¿Se trata de una burbuja? Del total de los Global Derivatives Notional de $544 billones
(en castellano), los seis bancos más grandes sostienen $168 billones de dólares.
Comparando esa cifra con sus activos totales, se obtiene un apalancamiento de 24 veces,
sólo un poco menos que el apalancamiento de sus derivados antes de la crisis de 2008.
¿Cuál podría ser el detonante de la explosión de esta posible nueva burbuja? Por ejemplo,
en el sector real, el comercio minorista acaba de entrar en una crisis profunda al cerrarse
más de 8600 tiendas de cadenas de ropa como Macy’s, JC Penney y Sears, y el cierre de
varias decenas de centros comerciales. Peor aún, desde que Lehman explotó, Canadá fue
un gran refugio para el capital estadounidense. La banca canadiense era muy respetada
y fue elemento de estudio sobre por qué no había sufrido un efecto contagio tanto
durante el auge como durante la caída estadounidense. Sin embargo, la propia burbuja
inmobiliaria canadiense acaba de explotar. ¿Cómo sería el efecto contagio sobre EE.UU.
y su banca?
Las regulaciones de Dodd-Frank obligan a los bancos a elaborar un plan anti crisis que
no implique el uso de fondos de los contribuyentes, e incluyendo Goldman Sachs,
Morgan Stanley y BofAML, cinco de ocho bancos reprobaron los test de estrés, y tampoco
132
respondían al Código de Bancarrota. El único que aprobó con necesidad de mejoras fue
Citigroup.
Más aún, la mora bancaria está en un máximo de 42 meses, los impagos de préstamos
subprime para automóviles están en su nivel más alto desde la crisis de 2008, los
impagos y los créditos con riesgo de impago están aumentando. Según Forbes, 62
compañías incumplieron una deuda de $59.300 millones, un 57% más que los $37.700
millones en impagos que en 2015. Aparentemente sí, a juzgar por las condiciones bajo
las que actualmente opera el sector bancario financiero, parece tratarse del pico máximo
de la última etapa de auge estadounidense, la más larga y pronunciada a la fecha.
Por ejemplo, durante la segunda mitad de 2017 tuve una conversación conversamos con
uno de mis clientes aún potenciales en un momento determinado sobre la forma en que
gestionaba su patrimonio familiar; simplemente tenía cuentas en Miami, concretamente
en Wells Fargo, que recientemente reportaba un enorme escándalo de creación de
millones de cuentas falsas, y que en ese instante no podía mover un solo centavo de sus
cuentas. Tuvo que tomarse un avión de manera urgente hasta allá por un par de días
hasta solucionar un problema que nadie podía aclararle por teléfono. ¿Cuál fue
supuestamente el problema? “Problemas en el sistema, disculpe las molestias”.
Aparentemente, al menos alrededor de 2014 tener grandes cuentas en un banco como
Wells Fargo no hubiera constituido problema alguno: en febrero de ese año fue
nombrada la mejor marca de banco en el mundo por segundo año consecutivo. Y a inicios
de 2016 alcanzó el séptimo lugar de las empresas públicas más grande del globo en el
ranking de Forbes Magazine Global 2000. ¿Qué podría salir mal?
Pues exactamente un año después Wells Fargo admitió que el número de cuentas no
autorizadas que creó superaba las 3.5 millones, un número mucho mayor al reportado
inicialmente hace un año atrás. Y no sólo eso, sino que, además, con esa jugada expandió
su cartera de derivados de $1.7 billones a nada menos que $8.4 billones, distorsionando
todo el sector en el que operan otros bancos relativamente menos inescrupulosos.

Trabajar con fondos de inversión en el exterior

Si no confía en el sistema en el que se desenvuelve de manera cotidiana y prefiere


preservar su patrimonio familiar (distinto del empresarial) en el exterior, la simple
internacionalización de activos no es suficiente. Hoy en día la gran banca internacional
trata de ponerse al corriente con el surgimiento de las criptomonedas como Bitcoin, o las
plataformas de activos digitales como Blockchain, que desafían la manera en que han ido
organizándose para ofrecer sus servicios, pero van tarde, mal o simplemente no están
siguiendo la transición. Y por si esto fuera poco, Donald Trump ha manifestado estar

133
trabajando en una versión de reforma teniendo como modelo la Glass-Steagall Act, que
no sería lo ideal, aunque sí en la dirección correcta.
Como fuere, luego de separar la producción de dinero y la regulación bancaria del
enormemente ineficiente Estado y su banca central, la banca podría estar
transformándose espontáneamente en al menos tres tipos de bancos: los bancos de
crédito, los bancos depositarios o de guarda y custodia, y los bancos de ahorro y
previsión. Para preservar su patrimonio o al menos una parte de él, son estos últimos los
que nos interesa.
Veamos. La banca de hoy en día tiene unos contratos muy opacos o con vacíos (vicios)
legales respecto de los contratos que celebra con sus clientes depositarios, respecto de la
disponibilidad de los depósitos: el banco, a diferencia de cualquier otro negocio, tiene el
privilegio o beneplácito legal del Estado de disponer de una fracción de los depósitos de
su cliente sin su consentimiento explícito, e incluso conceder créditos a terceros contra
ese contrato irregular de depósito. Esto, en cualquier otro negocio de cualquier otro
sector de la economía constituye un delito penal de fraude y apropiación indebida; una
flagrante violación a los principios generales del derecho.
Por esto, es muy importante que sobre todo en estos tiempos de muy elevada
incertidumbre advierta estos escenarios de largo plazo teniendo en cuenta que
contratando un fondo de inversión:
 La rentabilidad no está directamente vinculada a las tasas de interés de referencia que
establece la banca central, y los criterios, objetivos y prioridades no pueden ser
distintas a las del cliente, lo cual no sucede con los depósitos en la banca comercial.
Solamente la Reserva Federal, por ejemplo, ha establecido una tasa del 0.25% durante
siete años, obligando a los agentes financieros a correr riesgos mayores a los que su
cliente probablemente aceptaría para lograr una rentabilidad relativamente aceptable
(y ahora ya se prepara para aventurarse en otro experimento), y simultáneamente el
Banco Central Europeo ha llegado incluso a improvisar con tasas de interés negativas.
 No sólo que usted firma un contrato explícito sobre la titularidad de su dinero, sino
que éste, además, se mantiene fuera del balance de las entidades financieras como se
las conoce hoy en día, y el fondo gestiona sus inversiones con unos términos, una
filosofía y una metodología de inversión definida clara y previamente.
 Con los fondos de inversión no existe conflicto de intereses con el Estado o sus
gobiernos a través de la banca central, por lo que los incentivos que tiene para incurrir
en distintos riesgos son conocidos por el cliente.
 Aunque no existe inversión sin riesgo, los fondos no sólo ofrecen seguros o garantías
totales o parciales en caso de pérdidas, pero con ellos no existe riesgo alguno de
pérdida por liquidación, porque el dinero sigue siendo de su dueño. Con los depósitos,
134
en cambio, los depósitos bancarios en la Unión Europea, por ejemplo, están
garantizados solamente hasta los €1.000.000.
Las diferencias son muchas más, pero estas ya deberían ser más que suficientes, más aún
en el actual contexto.
Piense ahora en la posibilidad de contratar fondos de inversión internacionales que estén
muy al tanto de este tipo de riesgos e incertidumbres, y que además sepan establecer
para usted una estrategia de inversión de largo plazo en consecuencia.

La alternativa del offshore banking

Los riesgos políticos contra la preservación de su patrimonio van creciendo rápidamente.


Considere el offshore banking como alternativa real. Este es uno de los elementos más
importantes en la elaboración de una estrategia razonable para preservar el patrimonio
personal y familiar, y las siguientes son solamente algunas de muchas de sus ventajas.

 Diluye el riesgo político. Los gobiernos siempre han sido la mayor amenaza
para la seguridad financiera de los activos de cualquier ciudadano alrededor del
globo cuando se vuelven insolventes. Algo vimos ya en Argentina con sus crisis en
2001, pero sobre todo desde el inicio de la Gran Recesión entre 2007 y 2008, los
gobiernos han crecido mucho, fundamentalmente en Occidente utilizando al
mercado como hombre de paja a medida que fueron incrementando sus controles
y regulaciones sobre la economía e incrementaron su burocracia, pretendiendo
“refundar el capitalismo”, Nicolás Sarkozy dixit. Lo más reciente fue en Chipre en
2013, en plena Unión Europea.

En este período se han ido estableciendo políticas macroeconómicas “no


convencionales”, primero con la inundación de dinero para monetizar deuda por
parte de los principales bancos centrales alrededor del globo, y luego ya con los
bail-outs con dinero del contribuyente, y los bail-ins, que convierten a los
depositantes en accionistas forzosos de los bancos ruinosos; más tarde
estableciendo impuestos contra depósitos, y ahora límites contra el uso de dinero
en efectivo como en Suecia, Dinamarca o Noruega, y más reciente y agresivamente
en España e India. El Banco Central Europeo incluso ya planea eliminar la emisión
de billetes de 500 euros durante 2018.

Por supuesto que no existen garantías para que algún gobierno enloquezca y decida
simplemente confiscar, congelar o devaluar activos para financiarse. Lo que se
busca con la diversificación internacional de activos es simplemente reducir las
135
probabilidades de que esto suceda. Ante la amenaza de que además los
experimentos e improvisaciones monetarias de los bancos centrales se
descontrolen, lo único que les queda es reiniciar así y quién sabe si reinventar el
sistema de represión financiera de tasas de interés históricamente bajas o
negativas.

 Protección de activos. Tener una cuenta bancaria en el exterior significa que


cualquier gobierno que opere bajo el principio de que una persona es culpable
mientras no demuestre lo contrario y no exactamente al revés, será incapaz de
simplemente ir hasta, por ejemplo, Singapur, un país con principios distintos, a
confiscar depósitos físicamente porque el gobierno tiene las cuentas nacionales en
quiebra.

Singapur, por si fuera poco, cuenta con un ambiente significativamente amigable


para el desarrollo de empresas modernas que construyen plataformas para
préstamos peer-to-peer, sin intermediarios, donde los inversores pueden realizar
préstamos respaldados en oro y plata con un margen de 2 a 1. En otras palabras,
aunque con un conservador retorno del 6%, si un inversor presta $50.000 tiene un
respaldo de $100.000 en oro y plata.

 Mejores rendimientos. Los bancos privados ciertamente no dependen de


manera directa de las directrices de los bancos centrales, por lo que, si las tasas de
interés históricamente bajas y cercanas a cero o incluso negativas de la Reserva
Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra sobre sus ahorros no
mantienen el ritmo con los niveles de inflación real, con seguridad que estos serán
una opción, sobre todo cuando, por lo mismo, pagan tasas significativamente más
altas.

 Acceso a seguros médicos internacionales. No son pocos los casos en los


que por alguna emergencia un paciente ha tenido que viajar al exterior por una
atención que no se ofrece en el país de residencia, y ha necesitado realizar carísimas
transferencias por el tratamiento. Si de repente el gobierno del país de residencia
ha impuesto controles de capital, será prácticamente imposible cubrir cualquier
emergencia. Contar, entonces, con una cuenta bancaria en el exterior con un
margen suficiente de liquidez disponible para estos casos, es más que aconsejable.

 El sistema bancario y los mismos bancos son más sólidos. En este mismo
período casi todo el sistema bancario ha envilecido su balance con un
apalancamiento que se va haciendo cada vez menos asumible a cambio de que
termine de explotar junto con toda la serie de burbujas inmobiliarias alrededor del
globo, y solamente pueden mantenerse a flote manteniendo sólo una fracción del
136
depósito que se comprometieron a mantener bajo su custodia, para responder a
pequeñas demandas de efectivo del depositante. Si acaso el problema con Lehman
Brothers en 2008 no hubiera sido realmente resuelto y volviera a suceder un
episodio similar, o si la deuda soberana mundial ha alcanzado su nivel más alto
nunca, las probabilidades para tener acceso a su dinero podrían reducirse
significativamente.

Cualquiera diría que el sistema bancario no va a tener problemas porque los


gobiernos y sus bancos centrales no los van a permitir, que están para evitarlos.
Sin embargo, quienes ahora están quebrados luego de décadas de
intervencionismo económico estatal, son precisamente los gobiernos y sus
sistemas de banca central.

La idea, entonces, está en buscar bancos privados (que no son lo mismo que las
gestoras de fondos de inversión, aunque las tengan por separado) que sean mejores
custodios que los comerciales tradicionales, que tengan conflictos de intereses
relativamente menores con el poder político y los gobiernos de aquellas
jurisdicciones donde operan, lo cual, desde luego, significa que están mucho mejor
capitalizados, cuentan con mayores reservas disponibles y una administración
mucho más conservadora.

 Habilidad de actuar rápidamente. Si todavía no la tiene, es importante abrir


una cuenta bancaria en el exterior por muy pequeña que sea. Esto significa poder
actuar rápidamente ante cualquier eventualidad y realizar transferencias directas
e inmediatas. Para el caso de ciudadanos estadounidenses, quienes tengan una
cuenta en el exterior superior a los $10.000 y además utilizan un Family Office, un
trust o una Limited Liability Company (LLC), deben reportarla dentro del plazo
de un año, pero si la cuenta es inferior y no utiliza un LLC, no tendrán que hacerlo
necesariamente. Siempre se recomienda un experto local que lo asesore.

 Privacidad. No estamos hablando de tener una cuenta secreta, sino de que la


institución con la que se contrate la cuenta sea muy discreta. Sobre todo en países
muy pequeños siempre ha sido muy difícil mantener la confidencialidad sobre
distintas operaciones, y la información termina filtrándose a los gobiernos, sobre
todo cuando se encuentran en problemas económicos. Ahora el problema alcanza
a otros países que tradicionalmente atraían capital por el simple hecho de
mantenerse a raya respecto de la información de sus clientes. Por ejemplo, a
principios de 2017 Suiza decidió eliminar su tradicional secreto bancario, y esto
parece que irá expandiéndose a medida que la presión política de la OCDE se
intensifique, pero las alternativas siguen siendo muchas.

137
Valga destacar que no estamos hablando de contratar servicios con bancos en
Bahamas o las Islas Caimán, donde tampoco es ilegal tener una cuenta, pero si lo
que se quiere es evitar llamar la atención de un gobierno fuerte como el de Estados
Unidos para que se imponga ante uno débil como el de cualquier república en una
pequeña isla, entonces lo mejor será buscar entornos y legislaciones a los que no
se les puede exigir nada, como las de Panamá, que no tiene banco central o
impuestos globales contra la renta personal, o Hong Kong, cuyo gobierno no tiene
deuda neta y su banco central es uno de los más capitalizados del mundo, y
ciertamente contratando los servicios de un banco privado, y si se quiere ser aún
menos obvio y evidente, existen opciones razonables incluso en Malasia o
Tailandia.

 Tener una cuenta en un banco offshore es legal. A pesar de todo lo que se


ha dicho de los paraísos fiscales, y más aún luego de los mentados Panama Papers,
el offshore banking es completamente legal. Esto no tiene nada que ver con
operaciones ilegales, de evasión fiscal ni de lavado de dinero, simplemente se trata
de diversificar su patrimonio con las opciones que ofrece el resto del mundo. Es
cierto que es cada vez más difícil abrir una cuenta bancaria en el exterior y que las
comisiones por transferencias son cada vez mayores, pero no es necesario esperar
a que de repente sea aún más caro o incluso imposible. Es por esto que resulta
importante actuar con un año de anticipación que tomar la decisión un minuto
tarde. Sin embargo, aunque estuviéramos hablando sobre los episodios más
improbables, luego de destacar algunas de muchas de sus ventajas, resulta
absolutamente razonable contar con una cuenta bancaria en el exterior, en un
banco privado y bajo un orden institucional cuidadosamente elegido.
Contar con una cuenta bancaria privada en el exterior significa incrementar sus
opciones, y contar con más opciones significa mayor libertad económica personal. Dar
un paso para dejar de depender de cualquier gobierno que pretenda controlar su destino
o definir sus prioridades resulta simplemente determinante.

Mantener posiciones en oro

Una de las mayores recomendaciones para la inversión de largo plazo en el particular


entorno actual y su tendencia, son los metales preciosos, y en particular el oro. En estos
tiempos de muy elevado riesgo e incertidumbre económica, no son pocos quienes
recomiendan el tradicional metal amarillo como refugio, y por el otro lado,
probablemente la gran mayoría de los value investors colegas preferirán recomendar la
inversión en acciones de sólidas empresas que en conjunto podrían terminar reportando
una rentabilidad anual de hasta el 15%, claramente superior al oro. No obstante, una
138
combinación de atributos de renta fija y variable en los portafolios de inversión de largo
plazo es igualmente o incluso más recomendable aún.
Lo primero que hay que anotar es que no todo asesor de inversiones recomienda el oro
físico (no futuros en papeles) en monedas o lingotes como uno de los componentes más
importantes del portafolio de inversión a largo plazo. Muchas veces la recomendación
viene por simple tradición o tendencia coyuntural simplemente siguiendo lo que hace
todo el mundo (el comportamiento rebaño), pero vivimos tiempos verdaderamente
extraordinarios de cambios de paradigma sobre el propio sistema bancario, financiero y
monetario a nivel global.


En estas extraordinarias circunstancias la buena y mala información abunda, pero uno
de los aspectos más importantes para considerar al metal amarillo como un componente
fundamental es que no supere una participación del portafolio de más del 20%, primero
porque el oro es altamente volátil y su precio está sujeto permanentemente a la
manipulación por parte de los principales bancos centrales alrededor del globo para que
sus políticas tuvieran el efecto que buscan, y segundo porque hay otros activos y metales
preciosos que pueden jugar un rol de depósito de valor muy similar.


Ahora, fundamentalmente, en el actual entorno donde existen presiones deflacionarias
muy fuertes por algunas de las zonas geoestratégicas más importantes del globo, y otras
inflacionarias igualmente fuertes, es importante pensar que el oro juega contra factores
de riesgo con un retorno del –supongamos– 500% sobre un 20% del portafolio que
reporta un 100% de hedging del mismo portafolio, pero en entornos inflacionarios el oro
es seguro en tanto y en cuanto las tasas de interés de referencia superan los niveles de
inflación real. En entornos donde la deflación persiste, los gobiernos la combaten
típicamente devaluando la moneda, provocando el incremento de la cotización del metal
amarillo, pero también su demanda.

La opción de países como Singapur

Uno de los temores alrededor del almacenamiento de oro para proteger sus ahorros
como vehículo de reserva de valor de largo plazo, es la confiscación directa por parte de
los gobiernos, tal y como sucedió “temporalmente” durante el gobierno de Roosevelt el
primer día de mayo de 1933, y que constituyó uno de los hitos más importantes de la
historia del siglo XX para que el sistema monetario internacional fuera degradado hasta
el punto en el que lo está hoy.

139
Los tiempos en que los asaltantes buscaban trenes para conseguir oro con un simple
revólver han quedado atrás, pero esto no quiere decir que no vaya a suceder de otra
manera. Los asaltantes hoy forman parte de los gobiernos, y son ellos la mayor amenaza
para la protección de su riqueza legítimamente lograda, sobre todo cuando entran en
bancarrota y se encuentran en situaciones desesperadas para financiar sus déficits.
De hecho, cuando Roosevelt confiscó el oro a sus ciudadanos en el marco de la Gran
Depresión, lo hizo por un valor de 20 dólares la onza, pero tan sólo unas semanas más
tarde el valor del metal alcanzó los 35 dólares. Resultó un negocio redondo.


Es cierto, puede suceder, por lo que lo ideal es buscar jurisdicciones de almacenamiento
con riesgos considerablemente menores. Es por esto que es muy importante considerar
que el oro no sea depositado en bancos, porque no estará disponible cuando más
demandado o más necesitado sea en escenarios con caos social, político y económico,
sino que sea depositado en bóvedas independientes seguras y en jurisdicciones
amigables con los derechos individuales de propiedad privada donde las probabilidades
de los gobiernos de que se financien mediante devaluaciones agresivas sean las menores,
y que de todas maneras ofrezcan facilidades logísticas y con garantías de traslado que lo
adviertan.
El gobierno de Singapur está más lejos que nunca de la bancarrota; entre otros aspectos,
la atracción de capital hacia su territorio es envidiable para cualquier país
latinoamericano o incluso Estados Unidos o la Unión Europea.
Las regulaciones que
afectan los negocios en Singapur son mínimas, el nivel de corrupción se encuentra
también en los niveles mínimos entre el resto del mundo, y la estructura impositiva
termina siendo comparablemente más amigable para los negocios y los nuevos
inversores extranjeros.


¿Y respecto de los costos de almacenamiento? Pues son extremadamente competitivos a
nivel global. Con la nueva legislación que elimina los derechos de importación y los
impuestos sobre el oro para el grado de inversión, las primas y comisiones han estado
cayendo.

Pero por si esto fuera poco, el poder económico, muy a pesar del marco
relativamente más favorable para el emprendimiento que aún tiene Estados Unidos, está
girando rápidamente hacia Oriente y Eurasia en particular. China, India y Rusia han ido
adquiriendo cantidades de oro de manera verdaderamente exorbitante desde el inicio de
la Gran Recesión.
Y con todo lo que la caída del precio del petróleo desde 2014 significa para el inicio del
fin del dólar estadounidense como moneda internacional de reserva, Rusia y China están
firmando tratados de comercio energético probable y eventualmente denominados en
140
yuanes respaldados, aunque sea parcialmente, con el metal amarillo, para que, además,
su precio solamente se incremente por su muy elevada demanda.


Asia, y en particular Singapur, es definitivamente uno de los mejores lugares para tener
oro almacenado. Esto es algo que han entendido el resto de empresas e individuos que
han ido internacionalizando sus activos en el resto de Asia, como en Vietnam y Malasia.
La competitividad de las aerolíneas es también envidiable, haciendo cada vez más fácil
no sólo para vietnamitas y malayos hacerse presente en Singapur con vuelos directos por
cualquier aspecto relacionado a las oportunidades el fértil ambiente de los negocios.


Lógicamente, la facilidad para vender oro o plata en Singapur es bastante más fácil en
Asia que en el resto de Occidente, y sobre todo cuando países como Suiza, que solían ser
paraísos fiscales y donde se respetaba el secreto bancario, están perdiendo tal estatus al
renunciar, mediante un infame referéndum pasado, ante la posibilidad de que su sistema
bancario esté obligado a repatriar su oro y mantenga cierta cantidad de reservas
denominadas en oro.


Almacenar oro a decenas de miles de kilómetros en realidad es bastante más seguro que
tenerlo almacenado en su propio país, aunque resultara paradójico. Todo Occidente está
entrando en bancarrota, y al igual o incluso peor que en la era de la Gran Depresión con
Roosevelt, las sanciones, controles de capital y confiscaciones de depósitos incluso en la
Unión Europea ya son una realidad.



Panamá como paraíso fiscal

Es incalculable el número de inversores internacionales en busca de la preservación de


su patrimonio frente a la hipertrofia y voracidad fiscal de sus gobiernos que buscan
saldar sus escandalosos déficits y bajísima competitividad mediante el incremento de
impuestos generalmente a los más ricos, con controles de capitales y, entre varios otros,
mediante la devaluación de la moneda nacional.
Por un lado, Panamá es un país dolarizado y sin banco central, lo cual garantiza una baja
inflación y gobiernos relativamente limitados en sus atribuciones y competencias sobre
la economía, y que, por tanto, sostienen una fiscalidad muy reducida. Y, por otro lado,
por si fuera poco, cuenta con un marco legal que respalda las actividades de la
constitución y el centro de operaciones de sociedades anónimas y fundaciones de
derecho privado para la protección de activos incluso en cuanto a herencias y sucesiones
que no es posible en cualquier otro lugar del globo cuya información, dicho sea de paso,
no es de público conocimiento sino solamente entre las partes.


141
Es decir, este país, al igual que sólo muy pocos otros alrededor del mundo, cuenta con
una cantidad de ventajas, incluyendo la facilidad idiomática para toda Iberoamérica,
frente a otras legislaciones que difícilmente podrían cambiar de la noche a la mañana
(esta es una institucionalidad con una tradición de más de 100 años), mucho menos por
la presión política internacional a raíz de los Panama Papers, un caso que no tuvo
grandes repercusiones realmente (sobre todo cuando el escándalo era comparado en
magnitud con WikiLeaks), y donde los intereses particulares superan cualquier
capacidad de imaginación de ciudadanos comunes en su favor, si es que acaso todo lo
anterior no los favoreciera ya.
Y eso no es todo, hay opciones en Mónaco, Luxemburgo, Bahamas, Liechtenstein,
Seychelles, Islas Vírgenes y un muy largo etcétera.

Libros recomendados para invertir como austríaco

Está bien, no ha habido mayor y mejor desarrollo científico teórico en general que el de
la Escuela Austríaca de Economía, eso ha quedado sobradamente claro, pero algo que
sin temor a dudas se les puede reprochar a los austríacos es concentrarse solamente en
la prédica y muy poco o nada a la práctica, es decir, que se dedican demasiado a ser
académicos y muy poco a (dejando muy de lado la política) ser empresarios y, peor aún,
inversores.
Por lo general a los estudiantes de economía la universidad les enseña tal vez a investigar
las causas de la pobreza de los países como si de los hombres ricos con nombre y apellido
no hubiera que ocuparse en absoluto. A lo mucho hay algunas que se han concentrado
en las grandes crisis económicas generalizadas, y con eso ya es bastante, pero no lo es
todo. En realidad, el enfoque correcto debería ser la investigación y el estudio de las
mejores maneras en que distintos empresarios e inversores han sido capaces de generar
riqueza para ellos, su entorno e incluso miles de millones de personas alrededor del
mundo a lo largo de toda la historia moderna. Eso sí, ya existen algunas universidades
que se han atrevido al menos a estudiar el entorno, condiciones y marco institucional
más adecuado para ellos, o al menos para quienes buscan preservarla, pero son muy
pocos los que luego de la universidad mantienen viva su curiosidad intelectual para
seguir creciendo en todo aspecto y a lo largo de su vida. Para quienes aún lo hacen, la
siguiente lista de lecturas recomendadas los ayudará en esa misma transición y cambio
de enfoque. Ya luego uno podrá dedicarse a cosas bastante más sofisticadas siguiendo el
rastro a inversores como Ray Dalio, Kyle Bass, Carl Icahn y varios otros grandes actuales.

142
Y no todo está perdido, a pesar de que la literatura para hacer empresa e invertir con
principios idealmente austríacos es verdaderamente escasa, y de que no debe ser
abordada como si de una novela se tratara, sino de estudiarla, hay algunos valientes que
han escrito al respecto como una guía relativamente sencilla.

- Profits, Interest and Investment, F.A. Hayek

Empecemos por lo más duro y pesado. Al igual que Mises y Rothbard, Hayek fue un autor
prolífico, pero en ese esfuerzo parecía pelearse un poco con su erudición científica.
Sucede que Hayek no es el autor más fácil de entender; no es que escribía sus ideas una
vez que las tenía definidas, sino que parecía desarrollar sus ideas a medida que las
escribía, y esto resulta muy incómodo para el lector. Sin embargo, es necesario leer con
detenimiento la que se podría considerar como la primera obra científica de la inversión
austríaca moderna, el ensayo de Profits, Interest and Investment, del Hayek de los años
30.
En este ensayo Hayek muestra la necesidad de entender el vínculo entre el tiempo, el
dinero y el capital desde el punto de vista económico al momento de invertir. Este es un
trabajo a través del cual las tasas de interés no son entendidas como el precio del dinero,
por ejemplo, sino en relación con el tiempo que un producto es desarrollado en sus
distintas etapas intertemporales de producción.
Hoy en día la gran mayoría de autores se dedican a sugerir inversiones basándose en
grandes modelos matemáticos de predicción con una infinidad de variables aleatorias
relativamente fortuitas, y que a la postre, como Nassim N. Taleb ya dejó más que claro
en El Cisne Negro, son simplemente inútiles, pero este ensayo, aunque es duro como
dijimos, una vez que se lo entiende será un arma imbatible para el empresario y el
inversor; y además, su lectura en inglés, su idioma original, es altamente recomendable.

- The Death of Money, The New Case for Gold y The Road To Ruin, James
G. Rickards

Rickards no es austríaco ni por casualidad, aunque sí mantiene mucha empatía con


algunos austríacos contemporáneos. De hecho, The New Case for Gold es un libro que
toma prestada parte del título de un libro de Ron Paul escrito a principios de los 80 sobre
143
el rol que el oro juega en el sistema monetario y financiero, sobre todo luego de que Nixon
le diera la estocada final al Patrón Oro en 1971 y pasáramos a un régimen que depende
única y exclusivamente de la confianza que le dan sus poseedores.
En economía probablemente no hay nada más duro que la teoría monetaria, pero este es
un libro muy fácil de leer y sencillo de entender para introducirse en las amenazas del
actual régimen monetario internacional de cambio flotante. The New Case for Gold es
parte de una tetralogía más orientada a la coyuntura, pero probablemente este sirva
como base para los otros tres para entender el rol de oro y los metales preciosos en
general en un sistema monetario internacional.

- Paper Money Collapse: The Folly of Elastic Money and the Coming
Monetary Breakdown, Detlev S. Schlichter

El libro de Schlichter es un libro escrito desde el ámbito académico y con términos que
solamente se escucha aún en esos ambientes, pero que sirve como puente hacia el mundo
del gran inversor, y está escrito con ese espíritu. De hecho, Schlichter trabaja como
asesor e investigador en un fondo de inversiones europeo. Uno de los aspectos más
interesantes está recién a partir del quinto capítulo, cuando habla del concepto de la
estabilidad y nivel general de precios en una economía lejos del punto de vista clásico
convencional, pero toda la obra está concentrada en advertir un colapso inexorable de la
institución del papel moneda alrededor del globo, dadas las políticas que los principales
bancos centrales del mundo han implementado para bregar con una de las mayores crisis
internacionales nunca.

- El Cisne Negro: El Impacto de lo Altamente Improbable, Nassim N. Taleb

El ya clásico Cisne Negro de Taleb, científico académico de la estadística y ex asesor de


inversiones de grandes hedge funds, es una respuesta directa, certera e incontestable
hacia quienes luego de que se ha generado conciencia sobre cualquier amenaza derivada
del sistema monetario y financiero internacional actual, preguntan a los economistas “¿y
entonces cuándo sucederá todo esto?”. La respuesta es que quien pretenda decirlo lo
más probable es que esté mintiendo. Como ya dijimos en un principio, un buen
economista puede ayudar a despejar esa incertidumbre, pero asumir el riesgo es de cada

144
uno. Nassim Taleb desarrolla toda esta respuesta a lo largo de todo este trabajo y los que
le siguieron luego, de manera excepcional.

- Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos, Jesús Huerta de Soto; La


libertad de Emisión del Dinero Bancario, George A. Selgin

Dentro del marco del liberalismo económico, estas dos magníficas obras son antítesis.
Ambos se oponen a la emisión pública de dinero a través de un órgano de planificación
central como son los bancos centrales. Mientras el libro negro de Huerta de Soto propone
un retorno al patrón oro clásico con la idea de que la cantidad de dinero, apuntes
contables y equivalentes en una economía no superen la cantidad de oro real depositada
en los bancos, el libro amarillo de Selgin propone un sistema de banca libre, es decir, que
en un marco de libre competencia los billetes que emite cada banco, indistintamente de
su cantidad, sean elegidos por el público para realizar cada una de sus transacciones en
virtud de que no generen inflación.
Para quien decida aventurarse en uno de los debates de teoría económica aplicada más
duros nunca y aprender intensamente sobre buena economía liberal moderna, es
menester empezar por cualquiera de los dos títulos y continuar con el otro. Es una gozada
de debate de la más pura factura.

- A Viennese Waltz Down Wall Street: Austrian Economics for


Investors, Mark Skousen

Mark Skousen es el inversor más visible entre los economistas austríacos


contemporáneos. Ha escrito varias obras tanto en economía como en materia de
inversión. Skousen escribió A Viennese Waltz Down Wall Street luego de haber leído A
Random Walk Down Wall Street, de Burton G. Malkiel, un trabajo típico sobre la forma
convencional que se tiene de ver la economía, el mercado y su dinámica. Mientras
alguien como Malkiel considera el comportamiento de mercado como el andar
simplemente aleatorio de un ebrio sin dirección, Skousen lo ve más como un baile
motivado por una música concreta. Como diría Skousen en la introducción del libro,
cuanto más conozcamos los motivos de los compradores y vendedores, mejor podremos
analizar y aprovechar sus acciones.

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En este trabajo Skousen identifica y destaca los principios más importantes y autores
más destacados de la Escuela Austríaca de Economía para entender el concepto detrás
de la metáfora del vals y el mercado, y escribe como un inversor. No va, sin embargo, tan
lejos como para presentar en detalle las técnicas y métodos cuantitativos que utiliza para
convertirse en uno de los inversores más exitosos de la Escuela. Él prefiere que el lector
utilice sus propias maneras sobre toda una base conceptual, y como mucho recomienda
toda una lista de otros colegas inversores y analistas de inversión austríacos, que siguen
siendo escasos, alrededor del globo.

- Financial Bull Riding, Roger McKinney

Roger McKinney es un economista con experiencia como inversor, aunque solamente


algo más de ocho años como austríaco. Cuando en 2008, a diferencia de la gran
generalidad de inversores que perdieron mucho o lo perdieron todo, McKinney identificó
la dinámica del gran vínculo cómplice que existe entre los grandes gobiernos y la gran
banca, y pudo obtener importantes beneficios; todo se lo atribuye a sus conocimientos
sobre la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos y su experiencia como inversor.
De esta manera McKinney escribe Financial Bull Riding. En él recomienda que los
inversores presten especial atención a los reportes de beneficios históricamente altos
como precursores de un gran crash en el mercado, y sugiere, además, una manera de
abandonar posiciones en el mercado bursátil antes del colapso de los beneficios, y que
vuelvan a entrar en el período más profundo de una depresión.

- The Dao of Capital: Austrian Investing in a Distorted World, Mark


Spitznagel

Mark Spitznagel es presidente fundador de Universa Investments, y ha trabajado muy


de cerca con Nassim N. Taleb, especializándose en equity tail-hedging, o como diría el
mismo libro, “buscando beneficios de pérdidas extremas en el mercado de valores. Como
buen seguidor de Rothbard, quien alguna vez dijo que la filosofía del Dao fue la primera
manera de pensar como austríaco, lo interesante sobre materia de inversión concreta,
así como la tesis del libro en sí misma, llega recién en el penúltimo capítulo.

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En concreto, Spitznagel ofrece primero un instrumento llamado Misesian Stationarity
Index para anticipar el mercado, que busca probar que los inversores de largo plazo
obtendrán mayores beneficios siguiendo este índice aunque el corto plazo pueda estar
demostrando lo contrario; y luego ofrece una segunda técnica que consiste no en seguir
un índice, sino en comprar acciones de empresas concretas con altos retornos sobre el
capital invertido, lo cual se calcula mejor dividiendo el EBIT de una empresa por su
capital invertido, y comprar acciones de empresas con “ratios de Faustmann” bajos, es
decir, una baja capitalización de mercado sobre patrimonio neto.

- La década perdida de Occidente: Un manifiesto contra la Gran


Recesión, Mauricio Ríos García

No puedo dejar de recomendar el mío, no por sobrada arrogancia, sino que resulta
práctico por varios motivos, entre otros, que resume con parcial claridad para quien no
ha leído nunca sobre estos aspectos, lo que otros han dicho ya. Al mismo tiempo, el
trabajo está dividido en tres partes: la teoría pura y dura sobre la moneda, el sistema
bancario y la teoría del ciclo económico; la segunda parte es el análisis histórica primero
sobre cómo Bolivia enfrentó satisfactoriamente la peor de las crisis que se registraron en
la década perdida de América Latina de los años 80, y cómo hoy el resto de Occidente ha
cometido exactamente los mismos errores que causaron la crisis internacional actual y
cómo la agravan rápidamente; y la tercera parte trata de una propuesta de reforma
monetaria y de transición para Bolivia hacia un sistema monetario internacionalista y no
de aislamiento. Se trata de la interpretación de un economista austríaco de Bolivia sobre
la Gran Recesión, su actual agravamiento y cómo mitigar su impacto.

- Invirtiendo a Largo Plazo, Francisco García Paramés

También hay el tipo de autores que saben perfectamente que leer el libro adecuado sobre
inversión en específico no basta para tener éxito como inversor. No son pocos los
inversores que han recomendado tener una mezcla de sabiduría, experiencia y
conocimiento teórico a la hora de invertir con éxito. Hay que saber mucho de historia,
filosofía, antropología, etc. para tener la lectura más refinada sobre la realidad. No es
nada fácil, pero en este recorrido la mentada Escuela Austríaca de Economía destaca,
antes que por cualquier otra cosa, por la teoría subjetiva del valor de Carl Menger de
147
1871, distinta de las de León Walrás y William Stanley Jevons, con vínculo concreto en
técnicas concretas de inversión al considerar que el valor de una empresa o sus acciones
no está directa ni necesariamente determinado por su precio objetivo.
De esta forma, teniendo conocimiento, además, sobre la Teoría Austríaca del Ciclo
Económico, puede saberse de antemano cuál es el factor que podría estar influyendo en
la distorsión al alza o la baja de una determinada acción, y cuán alejado podría estar su
valor para encontrar la forma de obtener beneficios por ello, algo que algunos inversores
como Benjamin Graham, Warren Buffett o Peter Lynch han sabido hacer
excepcionalmente.
El vínculo entre este paradigma de inversión mejor conocida como “value investing” y
los principios de la Escuela Austríaca de Economía es toda un área económica
prácticamente inexplorada científicamente. Algunos hacen exploraciones desde lo más
abstracto del pensamiento de la Escuela, y otros desde lo más práctico que han enseñado
los más afamados inversores “value”.
Uno de los mejores trabajos para iniciarse en esta tarea es Invirtiendo a Largo Plazo, de
Francisco García Paramés, uno de los inversores de mayor éxito de los últimos 25 años
en España. Corre la versión de que Warren Buffett lo llamó para pedirle consejos de
inversión en España, y que por eso se lo considera “el Warren Buffett español”, algo que
en lo personal no le termina de agradar del todo. Él mismo se encarga de recomendar
libros de texto, tanto de value investing como de la Escuela Austríaca, y el vínculo que él
encuentra entre ambas perspectivas a la hora invertir. Hablará de sus éxitos y
desaciertos, del mismo Buffett, de Graham y Lynch, así como de Hayek y Huerta de Soto,
y de lo que ha rescatado de cada uno llevándolo a la práctica como inversor para alcanzar
rentabilidades anuales promedio que superan el 15%. Nada mejor que esta obra para
empezar a invertir en valor y a largo plazo como austríaco.

148
CAPÍTULO 14
Conclusiones

Como sostuve desde el principio, mi obsesión por la economía de Bolivia durante la


segunda mitad del siglo pasado, y en particular por la hiperinflación y el DS 21060, me
han llevado la mente a lugares donde muy difícilmente hubiera imaginado. Los grandes
fenómenos económicos me provocaron una catarata de preguntas que muy pocas
escuelas de pensamiento económico han podido responder satisfactoria y
categóricamente, y sin pretensión alguna, y las respuestas que encontré me han
permitido unas ventajas competitivas muy importantes como economista y ahora como
asesor de grandes inversiones, al punto de poder identificar el inicio de una posible
macro burbuja económica de valor en cualquier lugar y con mucha antelación, aunque
ciertamente sea comparativamente más útil anticipar su explosión.
La gran moraleja de este cuento es que todo exceso de dinero, y sobre todo en forma de
expansión monetaria y crediticia, lleva a cometer errores de inversión muy serios y, por
tanto, a descoordinar y terminar de destruir la estructura productiva de una economía
perpetuando la pobreza. En un principio los primeros proyectos que se llevan a cabo
reportan datos milagrosos que a los políticos les permite atribuirse el mérito, y más aún
cuando han entendido la dinámica de utilizar estos mecanismos de manera perversa a
su favor. Nada sería el hecho de que se tratara de corrupción, el problema más grave está
en que embarcan a poblaciones enteras en un experimento cortoplacista en el que
solamente se benefician unos cuantos y la gran generalidad de las personas terminan
pagando por sus excesos no sólo con recursos económicos, sino rompiendo vínculos
familiares y sociales muy estrechos que han costado mucho construir durante años, sino
décadas.
Esta no es la primera vez que sucede algo extraordinario con la economía de Bolivia. Ya
antes se registraron auges ficticios fuera de lo común, pero jamás en estas proporciones,
donde el extraordinario contexto internacional y un ciclo político exitoso en favor de la
acumulación de poder y emancipación, y donde el particular crecimiento y desarrollo del
sistema bancario y financiero, que jugó un papel determinante como nunca, coincidió en
la combinación perfecta que terminó catapultando una dinámica verdaderamente
extraordinaria.

149
Para este caso más reciente, en 2009, con el coletazo de la bancarrota de Lehman
Brothers en Estados Unidos, Bolivia redobló la apuesta por el gasto a manos llenas que
se había iniciado ya en 2006 para estimular la economía. Al mismo tiempo, la Reserva
Federal de Estados Unidos provocó el rebote del precio de las materias primas de las que
vive su burocracia, pero su gobierno se atribuyó el mérito de haber vencido al
capitalismo, pero fue de ahí que salió el mentado discurso del "blindaje" de la economía
boliviana, y pensaron que no tendría incluso los mayores detractores del régimen.
Hoy la situación ya es muy distinta. A fines de diciembre de 2014 se dijo que había que
el país debía ajustarse a una nueva realidad, que estaban buscando expertos
internacionales para que les dijeran qué hacer frente a la crisis, y desde entonces
mantuvieron esta actitud cada vez que fue conveniente, aunque sin demasiada
consistencia también. Los mensajes fueron cada vez más contradictorios y confusos.
Unas veces manifestaron que estaban muy tranquilos porque sabían que la crisis jamás
llegaría, que llegaría pero que sería pasajera, que el modelo que habían implementado
era para exportarlo al mundo que veía caer el capitalismo, que si la crisis llegaba no sería
por problemas internos, sino por efecto de la inestabilidad de la economía internacional.
En determinado momento incluso llegaron a decir que estaban muy contentos porque la
gente no había sentido la crisis, que lo peor ya había pasado, aunque desde un principio
se suponía que no había crisis.
Más tarde, aunque ya con notables dificultades para sostener sus alocados argumentos,
la actitud sobrada frente a lo que se observaba de Bolivia en el contexto regional no fue
menos confusa: efectivamente, en determinado momento Bolivia llegó a ser la segunda
economía latinoamericana y del Caribe que más creció luego de Panamá, pero para
cuando las necesidades de ajuste ya se manifestaban y los cuestionamientos de la prensa
y los analistas opositores ya eran más frecuentes, los países vecinos criticados ya
empezaban a mostrar sólidos signos de recuperación, y la respuesta oficial se hizo
todavía más soberbia y virulenta diciéndoles a “los agoreros neoliberales” que, mal que
les pesara, serían tricampeones del crecimiento regional. A fin de cuentas, era muy difícil
evitar mirar alrededor en cualquier feria campesina de abasto el supermercado o para
saber que había problemas, no en el resto de la región ni el pasado. Si es que realmente
llegaron a tenerlo en algún momento, habían perdido por completo el contacto con la
realidad para mantener un discurso económicamente congruente y políticamente
razonable.

En fin, toda muestra de sobre optimismo descansaba en la idea de que existía un margen
de maniobra muy amplio para seguir manteniendo la misma estructura productiva
burbujística para tiempos de auge, que para tiempos de ajuste esperando un pronto golpe
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de suerte. En otras palabras, lo que en más de una oportunidad parecía ser un arranque
de sensatez y la elaboración de un plan B consecuente con una nueva realidad, era
simplemente mentira, el plan B no consistió más que en reforzar el plan A, en pasar del
estímulo al hiperestímulo, en patear la lata hacia adelante y mantener una economía que
producía, lo que sea, pero que producía.

Esta es justamente la peor manera de tratar con cualquier crisis: durante el auge se
enviaron señales de euforia y sobre optimismo induciendo a la gente a cometer errores
generalizados de inversión, y luego, durante la desaceleración, a tratar de que los sigan
cometiendo para prolongar sacrificios extra innecesariamente.
Hoy piensan que todavía queda espacio para medidas desesperadas como la devaluación
cambiaria, pero si lo hacen, solamente prolongarán la agonía de los hogares que ya hacen
el esfuerzo de reducir sus gastos, añadiéndoles la inflación con la que en realidad
pretenden autofinanciarse. Sólo queda el ajuste, y en la medida que más tarden en
reconocerlo y tomar acción, mayor será el desastre económico con el que haya que lidiar,
y mayor aún será el bochorno político que ya pasan hoy por cantar victoria antes de
tiempo.
El problema más grande de todos ha sido pensar que la economía se hace con recursos
que ya están dados, cuando el problema de la Ciencia Económica, al bregar no con cosas
y objetos materiales, sino con acciones e interacciones humanas, está en encontrar la
manera de generar esos recursos, de crear riqueza antes de siquiera ponerse a pensar en
repartirla. En Bolivia, mientras existieron recursos dados por la cotización internacional
de materias primas, todo el mundo era buen economista, pero una vez que los precios
cayeron no hubo más economía que dirigir verticalmente.
Cuando ya en 2006 yo advertía que el desastre económico que terminarían provocando
con su política económica sería de tal magnitud, que ni siquiera una reforma tan
ambiciosa y orientada en la buena dirección como el DS 21060 sería suficiente para
reordenarlo todo, una vez más se me rieron todos, incluidos aquellos con quienes
pretendía “conspirar”, y miren hoy, más de diez años más tarde este libro ha terminado
ilustrando mi transición, mi lento pero agigantado paso de un mundo casi enteramente
académico y con un enfoque sobre las causas de la pobreza muy poco útil realmente, a la
manera correcta de aplicar la experiencia y conocimiento de la Ciencia Económica sobre
la mejor manera de generar riqueza, de lo romántico a lo casi enteramente práctico. Creo
tan humilde como firmemente, que ese es justamente el camino correcto, el del
emprendimiento y las verdaderas soluciones empresariales de mercado, y no el de la
política.

151
Ojalá existiera la posibilidad de apretar el botón para desmantelar el Estado para que no
vuelva nunca más ningún gobierno. Unos son menos peores que otros, sí, pero cualquier
orden distinto del que planteara ninguno de ellos en un futuro relativamente próximo
sería comparativamente mejor. Tiene que haber quedado claro, por fin, el hecho de que
la política no es el camino ideal para solucionar este tipo de problemas, sobre todo
cuando justamente son ellos, los políticos promedio, quienes los causan primero; tiene
que haber quedado claro que siempre hay alternativas para tratar con una crisis
económica generalizada, sobre todo cuando se conoce claramente sus causas y
consecuencias.
Los inversores que adviertan las más recurrentes manías de la clase política sobre el
manejo de la economía, que comprendan los principios y conceptos más importantes de
la Escuela Austríaca de Economía, que además conozcan los mejores métodos y técnicas
de los inversores value no sólo obtendrán mayores beneficios de sus inversiones, sino
que además podrán dormir tranquilos conociendo de antemano los verdaderos riesgos
que están corriendo, sobre todo cuando han sabido diferenciarlos de la incertidumbre y
cómo bregar con ella, y estarán siempre un paso por delante de los demás. Las ventajas
de estos especímenes del mundo económico, de la empresa y de la inversión son
verdaderamente difíciles de superar si no se desafían las propias bases de la Ciencia
Económica.
A fin de cuentas, si nada de lo dicho aquí resulta suficiente para persuadirlo de que piense
de una manera distinta a la convencional y de apostar contra el consenso y acertar, pues,
como diría aquella frase atribuida a Mark Twain, el desconsuelo será que “siempre es
más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados.”

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Bibliografía
Dornbusch, Rudiger y Edwards, Sebastián: La macroeconomía del populismo en la
América Latina, 1991.
Hayek, Friedrich. A. von: La Desnacionalización del Dinero, 1976.
Huerta de Soto, Jesús: Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial. Unión
Editorial, Madrid, 1997.
Huerta de Soto, Jesús: Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos. Unión Editorial,
Madrid, 2009.
Mises, Ludwig von: La Acción Humana: Tratado de Economía. Unión Editorial,
Madrid, 2012.
Mises, Ludwig von: La Teoría del Dinero y del Crédito. Unión Editorial, Madrid, 2012.
Rickards, James G.: The Road To Ruin, 2016.
Ríos García, Mauricio: La década perdida de Occidente: un manifiesto contra la Gran
Recesión. Unión Editorial, Madrid, 2015.
Rothbard, Murray N.: Making Economic Sense. Ludwig von Mises Institute, 2006.

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