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Programa Observatorio de Juventud

1 • Sentido y Objetivos

En nuestro país, instituciones gubernamentales como el INJUV, académicas y de la socie-


dad civil realizan investigaciones e intervenciones sobre juventud. No obstante, no existe
realmente un sistema integrado de información sobre juventud, que logre hacer dialogar las
diversas fuentes, perspectivas teóricas y aportes metodológicos, lo que dificulta una lectura
integrada de la situación, posición y condición de las y los jóvenes chilenos.

Por ello, el Programa Observatorio de Juventud, creado en el año 2003, tiene como objetivo
dar un salto cualitativo en el conocimiento generado sobre juventud, en la comunicación
efectiva de éste y en la promoción de su actualización.

Concretamente, este busca desarrollar un mecanismo institucional que dote de continuidad


a la producción y difusión de información sobre juventud chilena, y que integre los cono-
cimientos generados desde las distintas instituciones, de manera tal de aportar coherencia
al conjunto de las actividades de investigación que se desarrollan tanto en el Estado como
en el sector privado.

El Programa Observatorio de Juventud se desarrolla a partir del Departamento de Estudios


del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), y se ejecuta a través de un una red de or-
ganizaciones privadas – nacionales e internacionales, así como en coordinación de otras
instituciones públicas.

Los objetivos del Observatorio de Juventud son:

• Aportar información y conocimiento actualizado, continuo, oportuno y confiable sobre


la realidad juvenil, en sus dimensiones de inclusión/exclusión en los sistemas funcionales
(situación), prácticas de la vida cotidiana (condición), producción cultural y orientaciones
motivacionales de los y las jóvenes (posición).
• Aportar información actualizada, continua, oportuna y confiable sobre la calidad de la
oferta institucional (normativas, programas e instituciones) dirigida a la población joven.
• Sugerir orientaciones de políticas públicas basadas en el análisis de la información
generada sobre juventud.
• Analizar la información generada desde una perspectiva prospectiva que permita esta-
blecer las tendencias que en el futuro adoptaría la juventud de nuestro país.
• Identificar temáticas relevantes y contingentes a ser abordadas en materia de juventud. •
Promover e integrar la perspectiva de juventud en el Estado.

2 • Actividades Realizadas por el Observatorio de Juventud

“Actualización del sistema integrado de análisis de la realidad juvenil y la oferta pública de


juventud”:

a) Estudios específicos de profundización en temáticas juveniles.


b) Actualización y difusión del Programa Georeferenciado en Juventud: Injumap II.
c) Creación y Producción trimestral de la Revista del Observatorio de Juventud.
d) Elaboración de investigaciones cualitativas en juventud.

“Generación de redes de información sobre juventud y difusión de la perspectiva


de juventud”:

a) Realización de Seminarios Nacionales e Internacionales sobre Juventud.


b) Realización de encuentros de discusión y difusión de estudios en juventud
c) Mantención de un Centro de Documentación (CEDOC), en las dependencias centrales de
INJUV, con posibilidades de consulta de los catálogos y material de trabajo en la página web
de la institución.
2 • Revista Observatorio de Juventud

La Revista
Observatorio de Juventud

El objetivo de la revista es la discusión sobre las condiciones, calidad de vida,


subjetividad y perspectiva de derecho de los y las jóvenes chilenos, así como la
profundización y la difusión de las políticas e intervenciones sociales dirigidos a
este segmento de la población. En términos generales, la revista analiza temáti-
camente algún área, aspecto o dimensión de la vida juvenil que está presente en
la agenda pública sobre juventud, proponiendo una lógica de discusión perma-
nente frente al tema. De este modo, la publicación plantea desafíos y dilemas de
la política pública haciendo hincapié en perspectivas futuras relacionadas con la
realidad juvenil.
Instituto Nacional de la Juventud •3

índice
4• Presentación
Juan Eduardo Faúndez

7• Los soportes sociales del trabajo


de hacerse jóvenes
Pedro Güell

13• Los jóvenes y su mirada crítica a la democracia en


tiempos de cambio
Luis Ruz

21• La necesidad de una Perspectiva de Juventud en la


Política Pública
Andrea Aravena

31• Derechos Juveniles y Perspectivas de la Ciencia


Felipe Raglianti

41• PERSPECTIVA DE JUVENTUD E INSTITUCIONALIDAD PÚBLICA:


Condicionamientos contextuales
Dimas Santibáñez
Maya Zilveti

53• Tercera Persona Plural: la Juventud Invisible


Carola Aranda
Juan Carlos Cuevas

65• Exclusión Social, Escuela y Política Pública:


Propuestas Conceptuales Desde un Perspectiva
Psicosocial Para un Diálogo Necesario.
Ximena Rojas
Héctor Cavieres

79• Revueltas urbanas: jóvenes y diálogos ciudadanos en


Francia
Eduardo Valenzuela

88• NORMAS DE PUBLICACIÓN


4 • Revista Observatorio de Juventud

Presentación

En una primera instancia, la palabra juventud pareciera ser fácil de definir, asocián-
dosela a una categoría etaria específica y, por ende, perteneciente al campo del cu-
erpo, de la naturaleza. Sin embargo, en la medida en que se ahonda en los sentidos
que invoca y en su capacidad clasificatoria, su condición polisémica complejiza su
abordaje, lo que hace que con frecuencia su significación este plagada de ambigüe-
dades y simplificaciones.

Es razonable que en una primera aproximación juventud se vincule a la idea de edad.


En todas las sociedades, tanto edad como sexo, han constituido elementos básicos
para las clasificaciones sociales. Como categoría etaria, juventud adquiere un estatuto
objetivable y, en consecuencia, posible de ser medida, cuantificada. No obstante, en
la actualidad se hace cada vez más evidente que la mera clasificación por edad no
está dotada del atributo básico que permite el ejercicio del enclasamiento, vale decir,
uniformidad y predictibilidad. En las sociedades actuales en las que los ritos de pasaje
se han desdibujado y en las que la determinación de los lugares sociales está ligada a
una multiplicidad de factores, aquello que se quiere enclasar –lo joven- también posee
características, comportamientos, horizontes de posibilidad y códigos culturales muy
diferenciados.

De tal suerte, la intensa heterogeneidad que se observa hoy en el plano económico,


social y cultural permite constituir diversas maneras de ser joven. En efecto, juventud,
en tanto significante, comprende una multiplicidad de formas de procesar socialmente
la condición de edad, las que están ligadas a la diferenciación social, la inserción en la
familia y en otras instituciones, el género, el barrio o la micro cultura grupal. Es decir,
la condición social de juventud no se da de igual manera en todos y todas quienes con-
stituyen la categoría estadística joven.

Los datos aportados por la Quinta Encuesta Nacional de Juventud han permitido visibi-
lizar en nuestro país esta situación: la existencia de varias juventudes al coexistir, en
la misma categoría de edad, condiciones de vida, prácticas, identidades y demandas
diversas. Aquellos resultados muestran que las inequidades socioeconómicas, educa-
cionales, de género, étnicas y de localización urbano-rural de las y los jóvenes tienen
un peso significativo en sus posiciones y disposiciones. Asimismo, la Encuesta además
de constatar la diversidad de las experiencias sociales y vitales que viven las y los
jóvenes, también da cuenta de sus aspiraciones respecto a su incorporación efectiva
mediante los sistemas funcionales de integración e inclusión.

Ciertamente estas reflexiones fundamentan la necesidad de posicionar y relevar la


categoría juvenil como un grupo específico con necesidades y requerimientos difer-
enciados de otros segmentos de la población, tanto en términos de derechos mínimos
garantizados como de políticas públicas.
La importancia de establecer derechos y políticas públicas particulares, en el caso
de las y los jóvenes, radica en la oportunidad que tiene el Estado y la sociedad en su
conjunto de corregir y/o morigerar las inequidades que se acarrean desde la infancia,
o bien, las producidas por las condiciones estructurales de desigualdad social a fin de
que éstas no se reproduzcan en el futuro.
Instituto Nacional de la Juventud •5

Ahora bien, la sola constatación de las problemáticas y potencialidades específicas de


la(s) juventud(es) no basta para emprender acciones en el contexto de una política
pública específica para este segmento de la población. Antes de ello es relevante con-
tar con fundamentos conceptuales sólidos para el diseño de una política publica de
juventud coherente y exitosa, que no sólo visibilice sus necesidades y especificidades,
sino que también, autorice la transversalización de aquéllas a nivel de toda la oferta
pública del Estado, permitiendo de este modo desarrollar en todo su potencial el capi-
tal humano de las y los jóvenes de nuestro país.

El actual proceso de construcción de una nueva institucionalidad de juventud en Chile


conmina a todos los actores vinculados al desarrollo juvenil a debatir y reflexionar en
torno a la perspectiva de juventud sobre la que ha cimentarse tal institucionalidad y
las políticas públicas que desde allí emanen.

Por cierto este es un debate abierto, al que este número de la Revista Observatorio de
Juventud pretende aportar con una serie de artículos que plantean diversas posiciones
respecto de las preguntas y las vías posibles para perfilar una perspectiva de juventud
con miras al diseño de políticas públicas en este ámbito. Asimismo, buscan dar cuenta
de los intentos, las dificultades, los obstáculos y las potencialidades existentes para el
desarrollo de una perspectiva de juventud que recoja las necesidades de las distintas
juventudes de nuestro país.

JUAN EDUARDO FAÚNDEZ


Director Nacional
Instituto Nacional de la Juventud
6 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud •7

Los soportes sociales del trabajo


de hacerse jóvenes
Comentarios sobre la Quinta
Encuesta Nacional de Juventud del INJUV

Pedro Güell

Antes de comentar algún resultado específico de la Quinta Encuesta Nacional de Juventud


es de justicia partir destacando y celebrando el hecho mismo de que existan encuestas
nacionales de juventud. Desde hace doce años el INJUV acompaña las realidades juve-
niles y sus cambios con encuestas de alta calidad y con análisis y publicaciones perma-
nentes sobre ellas desde el Observatorio de Juventud. Como si esto fuera poco, además
las bases de datos de las encuestas están disponibles para los investigadores de todos los
colores. Desde mi posición como investigador y beneficiario de las encuestas y análisis del
INJUV puedo decir que hoy en Chile es más fácil investigar sobre juventud y que el nivel
del debate informado sobre ella ha aumentado sustancialmente. Eso debe agradecerse.

Sin duda que aún queda mucho por hacer. Por de pronto difundir más intensamente
los resultados y análisis de los estudios, a ver si le hacemos mella a la conversación
mitológica en el ámbito público que proyecta sobre los jóvenes – cual si fueran mon-
struos marinos de la antigüedad – todas las amenazas e incertidumbres del futuro.

También es hora de pasar de los análisis puntuales de cada encuesta al análi-


sis de las tendencias que se revelan en la serie de ellas. Doce años y cin-
co encuestas han transcurrido desde la primer en 1994. Ya estamos en condi-
ciones metodológicas para investigar las tendencias del cambio juvenil.

En un sentido más teórico, hay que considerar que los jóvenes no son depósitos de opin-
iones fijas, que no cambian según los contextos en que se desenvuelven. A veces las en-
cuestas conducen a impresiones engañosas en este ámbito. Como ocurre con todos no-
sotros, también los jóvenes definen y expresan sus opiniones y actitudes dependiendo
del escenario en que lo hacen y frente a quién lo hacen. Es ya una obviedad decir que las
identidades son contextuales y relacionales. Pero es hora de llevarlo a la investigación y a
sus técnicas, poniendo más énfasis en las interacciones, los escenarios y sus significados,
tanto a través de las encuestas como a través de otros métodos de corte más etnográfico.

Necesitamos acercarnos más al fenómeno de la volatilidad, precariedad, situaciona-


lidad de las identidades, no sólo porque es más adecuado para estudiar los procesos
de identidad en formación – como ocurre con la juventud – sino porque esta es una
época caracterizada precisamente por las volatilidades de los procesos biográficos.

Aún hay mucho que hacer en los estudios de juventud. Con la Quinta Encuesta Nacional
de Juventud y con toda la serie de encuestas, el INJUV ha dado los primeros pasos, aho-
ra nos toca a nosotros los investigadores avanzar en los análisis y en las propuestas met-
odológicas que debieran ser acogidos en las nuevas versiones de los estudios del INJUV.
8 • Revista Observatorio de Juventud

Acogiendo esta demanda, a continuación se proponen algunas hipótesis preliminares


acerca de las tendencias y tensiones que se revelan en un análisis de conjunto de los
datos de la encuesta y apoyadas también en otros estudios recientes sobre juventud.

1. ¿Jóvenes o generación?

Partamos despejando lo obvio: en Chile hay una juventud que se comporta como
juventud. No está allí ni la novedad ni el desafío. Los jóvenes están en búsqueda
de autonomía, critican a los mayores por su autoritarismo, su falta de consecuen-
cia, a las instituciones por su distancia con ellos, a la sociedad por su injusticia
en el reparto de oportunidades y su discriminación con los diferentes, a los otros
jóvenes por su materialismo y sus conductas de riesgo. Rechazan las imposiciones de
todo tipo, sea la obligación de votar, el tipo de familia que deben tener o los va-
lores que deben defender. En esto no son muy distintos de los hijos de Adán y Eva.

Diferente es la situación si nos preguntamos acaso la actual juventud defini-


da como segmento de edad es también una nueva generación juvenil. Es decir,
si su diferencia con el mundo de los adultos y la novedad de sus propias experien-
cias se transforman en una propuesta cultural de cambio, transportada en un dis-
curso público y en formas específicas de organización. Algo así es lo que ocurrió en
Chile, por ejemplo, con la generación de los sesenta y luego con la de los ochenta.

Los datos de la encuesta sugieren que no estamos en presencia ni de la formación de


una generación ni de una ya constituida. En primer lugar, por la distancia que mani-
fiestan los jóvenes respecto de lo público y de lo político; en segundo lugar, por las
trazas de un individualismo pragmático en sus juicios y motivaciones; en tercer lugar,
por el grado de privatización de su sociabilidad. Ejemplo de lo anterior son los datos que
señalan que sólo la mitad de los jóvenes apoya las manifestaciones de los estudiantes
secundarios, y ello en función de la rebaja del pasaje escolar o la eliminación del aran-
cel de la PSU. También que el objeto de sus desvelos es su futuro laboral y su familia y
las fuentes de su progreso es su esfuerzo y responsabilidad individual. Además, el lugar
privilegiado de su sociabilidad es el hogar familiar y los otros relevantes su familia.

La juventud es una etapa de la vida que puede ser vivida en privado, pero una gen-
eración juvenil es siempre un hecho público, político y asociativo. ¿Y es problemática
acaso la inexistencia o debilidad de la generación? Depende de para quién y cuándo.

Desde la perspectiva de la sociedad no siempre es necesaria la existencia de una gen-


eración joven. Pero hay más probabilidades y necesidades de que ella aparezca cuando
las contradicciones entre la institucionalidad y los valores imperantes, por una parte,
y las nuevas subjetividades y sensibilidades, por la otra, alcanzan grados críticos. Allí
surgen generaciones que operan como motores de cambio y ajuste social. Eso es lo que
ocurrió en los sesenta, en los ochenta, y hoy no nos vendría nada de mal que ocurriera.

Pero desde la perspectiva de los propios jóvenes el asunto es distinto. La juventud


puede definirse como la tarea de construir las bases biográficas personales en el cam-
po de negociación y tensión entre autonomía individual y dependencia social. Esta
tarea requiere de bases psico-biológicas específicas, por eso la juventud suele ocurrir
en un rango de edad específico. Pero es un trabajo que también requiere de recur-
sos sociales. Debido a éstos la juventud es, en buena parte, una producción social.
Instituto Nacional de la Juventud •9

No todas las sociedades han tenido ese producto cultural que se llama juventud; y en
aquellas que lo tienen, no todos los estratos lo disfrutan o sufren en igual medida, porque no
todas las sociedades proveen equitativamente los recursos sociales para hacerse jóvenes.

Entre muchos otros, hay tres recursos sociales básicos para la creación de juventud: prim-
ero, un sentido del tiempo largo; segundo, un espacio definido por vínculos no familiares;
tercero, una sociabilidad organizada sobre bases electivas. Estos tres recursos permiten
darle soporte a las experiencias, a las ampliaciones de la autonomía y a la negociación de
las dependencias. Tiempo largo, espacio público, sociabilidad electiva son recursos que
sólo puede proveer la sociedad como un todo y sin los cuales es muy difícil hacerse joven.

Y cuando la sociedad no provee esos recursos o los que provee no calzan con las nuevas
sensibilidades y experiencias, entonces los jóvenes pueden construirse unos soportes
propios sobre la base del rechazo a los que le ofrece la sociedad de los mayores. Esa es
precisamente la función de una generación joven respecto de los jóvenes concretos que
la integran: es un soporte colectivo que les aporta un sentido de tiempo, de espacio y
de sociabilidad y que se presenta como superación de las falencias de la oferta social.

2. Los agobios del ser joven

¿Qué ocurre, sin embargo, cuando la sociedad no provee soportes adecuados para el trabajo
de hacerse jóvenes y cuando no surge tampoco una generación que los reemplace o corrija?

Aun a riesgo de generalizar – para eso sirven las hipótesis – puede sugerirse que
esta situación es la que caracteriza a una parte importante de la juventud de
nuestro país. Muchos jóvenes están obligados a trabajar sus autonomías y de-
pendencias sin disponer de un sentido adecuado de tiempo, sin espacios públi-
cos no excluyentes y sin posibilidades reales de sociabilidades abiertas y plurales.

Esto afecta, hay que precisar, a una parte importante de los jóvenes, pero no a
todos, pues en Chile los recursos sociales para hacerse jóvenes están distribui-
dos muy desigualmente. Hay muchos jóvenes, pero hay algunos a los que les cues-
ta menos serlo que a otros. Esta es una de las conclusiones más obvias de los da-
tos de la Quinta Encuesta Nacional de Juventud: por causa de las muchas formas
de la desigualdad social, en Chile no todos pueden ser jóvenes en igual medida.

¿Cuál es la consecuencia de la debilidad de los recursos sociales para el trabajo juvenil?

Por de pronto, ser joven resulta muy difícil y trabajoso, pues cada uno tiene que
construirse con sus propias fuerzas un sentido de futuro, definir un espacio y esta-
blecer un sentido de dignidad para obtener reconocimiento de los demás. Esto es una
contradicción, pues esos recursos son bienes colectivos que funcionan en tanto valen
para todos. Llama la atención en la encuesta el peso que tiene la iniciativa individu-
al, el esfuerzo personal y la responsabilidad en el logro de las aspiraciones frente a
los factores de tipo colectivo. Porque lo viven a diario, los jóvenes saben reconocer
cuáles son los recursos para salir adelante en una sociedad que no provee de ellos.
10 • Revista Observatorio de Juventud

Esas dificultades y sobre exigencias pueden derivar en tres formas de agobio de ser
joven. La Quinta Encuesta Nacional de Juventud contiene síntomas de estos agobios.

Primero, el agobio del tiempo. ¿Con qué fin debo aumentar mi autonomía y en
razón de qué convivencia futura debo negociar mis dependencias? Esta es la pre-
gunta que debiera responder un relato social o generacional sobre el tiempo largo.

A muchos jóvenes pareciera faltarles tiempo por todos lados. La encuesta arroja un
dato significativo y preocupante: cerca de un tercio de las y los jóvenes creen que
con sus actuales estudios no pueden aspirar a nada o a muy pocas cosas o a un empleo
mal remunerado. Hay que considerar que un importante porcentaje de la muestra
ya ha terminado su educación secundaria. Esta percepción debe ponerse, además,
en el contexto de una cesantía juvenil que casi triplica la del segmento adulto.

El potencial desacople entre las expectativas futuras y los enormes esfuer-


zos educativos que están haciendo los jóvenes, tanto en términos de años de
estudios como del aumento de costos y de exigencias, es una de las princi-
pales amenazas que parece cernirse sobre el horizonte temporal de los jóvenes.

Pero no sólo les falta un sentido creíble de tiempo largo, también parece faltar-
les tiempo corto, momentos de atención donde el reconocimiento de sus preocu-
paciones y aspiraciones tengan un lugar central: Más tiempo para ellos es lo que le
demandan a sus profesores y escuelas y es lo que echan de menos en sus hogares.

Segundo, el agobio del espacio. ¿En qué lugares puedo experimentar y rep-
resentar mi autonomía así como, al mismo tiempo, reconocer y definir mi
necesidad de los otros que habitan la sociedad? Esa es la pregunta que de-
biera responder la existencia de espacios públicos, físico y comunicaciona-
les, plurales y no discriminatorios, adecuados al trabajo de hacerse jóvenes.

En el aspecto espacial llama la atención una doble tendencia presente en los datos. Los
estratos altos concentran su sociabilidad en el espacio doméstico y los estratos bajos en
la calle. Cualquier otro espacio intermedio, tal como los lugares de estudio, de partici-
pación o de trabajo, tienen una importancia mucho menor. Para las y los jóvenes del es-
trato alto el espacio público es privado, y para el bajo es residual, la calle, lo que queda
cuando no queda espacio, ni en la casa ni en otro lugar. Mientras unos se repliegan en
la protección de lo conocido y cerrado, los otros son expulsados a lo inhóspito y ajeno.

Tal vez este hecho permita, de paso, entender la patología del espacio que desarrollan
las pandillas. Muchas de ellas definen su identidad en la defensa de un espacio, incluso
con la vida si fuera necesario, y en el rechazo a su ocupación, aunque sea en la forma
de transeúnte, por parte de otros que, a su vez, controlan otros espacios. Se trata de
apropiarse y de dotar de significado propio aquellos espacios residuales que ellos habi-
tan como marginales. Al ponerse ellos mismos en el centro de esos espacios y resignifi-
carlos recuperan, aunque de manera anómala, parte de su dignidad y de su autonomía.

A pesar de sus obvias diferencias legales, desde la perspectiva de las consecuen-


cias subjetivas para el trabajo juvenil, puede no haber demasiada diferen-
cia entre encerrarse físicamente en la casa propia y encerrar simbólicamente
un sitio eriazo o una calle como si fuera una casa propia. Son dos formas parale-
Instituto Nacional de la Juventud • 11

las de relación con lo publico, una por autoexclusión otra por exclusión forzada.
Estas diferencias, problemáticas por sí mismas, aluden también a otro problema,
al alto grado de segmentación del espacio público disponible para los jóvenes.

Faltos de tiempo largo para proyectar las biografías y faltos de espacios abiertos y
plurales para trabajar los reconocimientos y sociabilidades – aspectos ambos que
constituyen lo público común que la sociedad debiera ofrecerles – no es para sor-
prenderse la relación que muestra la encuesta entre un grupo importante de jóvenes
y lo público, la política y las instituciones. No es que no les interese, es simple-
mente que no lo ven, pues no aparece en el campo visual de sus experiencias reales.

Tercero, el agobio de las relaciones. ¿Cuál es el principio que me permite recono-


cer al resto de los miembros de la sociedad y ser reconocido por ellos como po-
seedores de una misma dignidad y cuál el que me permite comprender y aceptar
las diferencias entre nosotros?¿Cuál es, en definitiva, el lenguaje que nos per-
mite comunicar nuestras diferencias? Estas son las preguntas para las cuales la so-
ciedad debiera ofrecer una cultura cívica, precisamente aquella que permite a
los jóvenes distanciarse de la protección de los vínculos familiares y adentrarse
en la sociedad plural de los anónimos en la que tendrá que convivir como adulto.

La relativa debilidad de los soportes y lenguajes sociales para construir y dar sen-
tido a los vínculos produce tensión e inseguridad en las y los jóvenes. Esto parece
ser enfrentado por muchos de dos maneras. La primera es la indiferencia, esa
forma de convivir con lo diferente y desconocido cuando no se tienen las her-
ramientas para tender un puente hacia ellos. La segunda es la defensa, esa
forma de compensación frente a los diferentes que no logran ser neutraliza-
dos mediante la indiferencia, pues se perciben como una amenaza ineludible.

De esta manera, para algunos jóvenes la sociabilidad posible parece estar atasca-
da entre la indiferencia y la defensa, o lo que es lo mismo, entre la soledad y la
agresión, entre quedarse encerrado en la casa o engancharse en una pandilla.

3. Una conclusión en perspectiva

La hipótesis que se ha presentado es relativamente sencilla. Hacerse joven re-


quiere recursos materiales y sobre todo culturales aportados por la sociedad, tales
como tiempo largo, espacio libre y sociabilidades no excluyentes. Si esos recursos
fallan, ser joven se hace cuesta arriba. Y el agobio de ser joven busca sus vías de
escape. Algunas de estas pueden resultar renovadoras para toda la sociedad, pero
muchas otras pueden ser muy nocivas, en primer lugar para los mismos jóvenes y,
luego, para la calidad de la vida social en su conjunto, partiendo por la democracia.

Estos agobios son eso, presiones que estrechan el campo para el normal despliegue del tra-
bajo de hacerse jóvenes. Pero no son más que eso. No eliminan la posibilidad de ser jóvenes.
No conducen necesariamente a formas patológicas de apatía o de anomia. No hay en la
Quinta Encuesta Nacional de Juventud, ni en otros estudios similares, ningún indicio de la
presencia masiva de formas patológicas de conformismo o de inconformismo. La juventud
chilena es normal, sólo que parece estar haciendo demasiado esfuerzo para ser normal.
12 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 13

Los jóvenes y su mirada crítica a la


democracia en tiempos de cambio

Luis Ruz1

Este artículo da cuenta de la percepción que tienen los jóvenes chilenos respecto del
sistema político democrático a partir de los datos entregados por la Quinta Encuesta
Nacional de Juventud. En este trabajo se pretende relevar el mensaje que existe
detrás de los requerimientos y exigencias de los jóvenes hacia el sistema político.
No es casualidad que durante los últimos años sean las y los jóvenes los que han
tenido la capacidad de organizarse y de movilizarse para llevar al debate público,
por ejemplo, sus exigencias de una educación de calidad. Además, demuestran que
estas exigencias constituyen llamados de alerta que también se escuchan con mayor
fuerza en otros países de Latinoamérica y que es necesario concretar un esfuerzo
especial por revitalizar la política democrática, cuyo sustrato valórico intenta conjugar
armónicamente la libertad y también la justicia. En la parte final de este trabajo se
sugieren algunos aspectos importantes para fortalecer la participación democrática y
que, de paso, ayuden a superar el malestar denunciado por los jóvenes respecto de su
integración al sistema político.

1. A modo de introducción:
la democracia en tiempos de cambios

Qué duda cabe, hoy asistimos a cambios profundos que afectan o predeterminan el
comportamiento social; cambios que se estructuran de manera amplia y casi universal.
Cada vez se hace más común hablar acerca de la globalización y su impacto político,
económico, social y cultural. En materia política, el sistema de gobierno democrático
ha avanzado como nunca, solo resta observar los indicadores que nos muestra Freedom
House, en su Informe “Freedom in the World”, donde se mide simultáneamente la
oportunidad que tienen las personas de actuar espontáneamente en una serie de
actividades divididas en dos categorías: Derechos políticos, esto es, que se permita a las
personas participar libremente del proceso político, la libertad de voto, la posibilidad
de competir por un cargo público, unirse a partidos políticos y organizaciones; y
Derechos civiles, que dan cuenta de las libertades de expresión y creencia, asociación,
el Estado de Derecho y la autonomía personal. De este informe se destaca que la
evolución de los países y sus libertades, tanto políticas y civiles durante las últimas
décadas, ha sido significativa. Así, de un total de 192 países medidos, existe un total
de 89 de ellos catalogados como libres y un total de 58 países que poseen una realidad
de libertad parcial, pero que avanzan hacia una situación de plena libertad (Freedom
House, 2005).

En este contexto de transformación, también es usual referirse al enorme avance de


la tecnología y su contribución para las diversas actividades que se desarrollan en todo
el mundo. Un claro ejemplo de lo anterior dice relación con la forma que las y los
jóvenes se comunican y cómo dan uso a las nuevas tecnologías de la información. Así,
1 Administrador Público, U. de Concepción. Subdirector del Instituto Nacional de
la Juventud.
14 • Revista Observatorio de Juventud

es un dato real que los jóvenes de hoy se relacionan de manera distinta a los jóvenes
de hace 10 o 20 años atrás, gracias fundamentalmente al uso de la tecnología. Ahora
bien, en materia cultural también se debe indicar que se ha venido materializando
un sostenido proceso de individualización en la sociedad. Desde esta perspectiva, es
nítida la influencia que ha tenido este proceso en los jóvenes. Así, la expansión de la
libertad individual, en términos culturales, es palpable particularmente en los jóvenes.
Sin embargo, se debe reconocer que no todos tienen la capacidad de aprovechar las
oportunidades que ofrece esta apertura. Por cierto, se entiende que no existe el
individuo al margen de la sociedad; de esto se desprende que la individualización y sus
resultados están predeterminados, de cierta forma, por las opciones y recursos que la
sociedad ofrece (Lechner, 2004).

En cuanto a la óptica económica, también los cambios han sido de envergadura. De


esta manera, junto con reconocer la apertura de los mercados y la correspondiente
creación de riqueza que ha traído el modelo económico, constituye un dato concreto
que pone el énfasis en la competencia y en la acumulación de riqueza como medida de
status o valoración social. A modo de ejemplo, es muy distinto el futuro de un joven
que ha tenido acceso a una educación completa y de calidad y también al uso de nuevas
tecnologías, en comparación con el mismo joven que sólo ha recibido una educación
parcial y de poca profundidad. Es más, en esta dirección muchos individuos perciben
que sus vidas han estado condicionadas por factores o circunstancias externas más que
de las decisiones adoptadas por cada cual.

En suma, tendencias que promueven cambios sostenidos y que provocan impactos


diversos que, de una u otra forma, repercuten en el país y en los jóvenes y, por cierto,
en el sistema político.

No debemos olvidar que, como lo indica Pasquino (1997), el encanto democrático


no ha sido nunca construido sólo en torno de reglas frías, mecanismos impersonales,
estructuras sin alma. Al contrario, se ha nutrido de pasiones y de intereses, de ideales y
de valores por los cuales los hombres y las mujeres han luchado hasta el punto de poner
en juego sus vidas. Por lo tanto, no sólo debemos atender al buen funcionamiento
procedimental del juego democrático, sino que además, resguardar el equilibrio y el
impacto de las decisiones que se adopten sobre los ciudadanos y la comunidad en
general.

Todo lo anterior afirma o, por lo menos, da lugar a lo sostenido en el Informe de la


Democracia en América Latina del PNUD, donde se reconoce que “no hay malestar
con la democracia, pero hay malestar en la democracia”. Por cierto, al cruzar esta
opinión con las demandas de los jóvenes chilenos se constata que existe un trasfondo
común; este dice relación con el reclamo legítimo de avanzar hacia una democracia
que promueva una sociedad más integrada y participativa, desde la actividad política,
pasando por lo social y lo cultural, hasta los logros económicos.

De esta forma, en este artículo se pretende relevar el mensaje que existe detrás del
“malestar” y de las exigencias de los jóvenes chilenos hacia el sistema político. Esto
significa comprender, en definitiva, que la democracia junto con tener una serie de
procedimientos para acceder y ejercer el poder, a la vez, también significa propender a
materializar resultados favorables y equitativos desde la perspectiva social y económica
de la sociedad donde se inserta o bien comprender, como lo ha indicado Dahl, que la
democracia se caracteriza por su continua aptitud para responder a las preferencias de
los ciudadanos, sin hacer diferencias de ningún tipo entre ellos.
Instituto Nacional de la Juventud • 15

2. El desafío de mejorar
los resultados de nuestra democracia

Realizada esta breve revisión del contexto donde se mueve nuestra democracia, a
continuación vamos a revisar la opinión que tienen los jóvenes acerca del sistema político
y su integración a él a partir de los datos arrojados en la última Encuesta Nacional de
Juventud del año 2007. Para ello, tomaremos tres grandes premisas formuladas en
conformidad a planteamientos concretos que han manifestado los jóvenes respecto de
la democracia en Chile y que, a nuestro juicio, significan un desafío a la hora de pensar
como mejoramos nuestra participación democrática.
Primero, los jóvenes mayoritariamente adhieren al sistema democrático (casi un 60%),
sin embargo se muestran críticos y disconformes con los resultados de él. Así, los jóvenes
señalan su preferencia claramente hacia el sistema democrático, pero al mismo tiempo
demuestran su insatisfacción con los resultados de éste. Los números nos indican que
casi un sesenta por ciento de los jóvenes están por la democracia, versus sólo un
ocho por ciento que opina que un gobierno autoritario es aceptable en determinadas
circunstancias. Sin embargo, frente a la consulta respecto de la satisfacción de la
democracia, se observa que un cincuenta por ciento (50,1%) señala que no existe o
son muy escasos los buenos resultados. De esta forma, al ver los datos con mayor
detención, se puede observar que la insatisfacción con el funcionamiento democrático
está presente mayoritariamente en los jóvenes de entre 25 y 29 años y que pertenecen
a los estratos socioeconómicos medios y bajos. Lo anterior da cuenta de las brechas
sociales que aún persisten en la sociedad y que constituyen un elemento central para
avanzar hacia una sociedad más integrada.
Segundo, un porcentaje considerable de los jóvenes no desean participar formalmente
del juego democrático. Esta afirmación se refiere a un aspecto fundamental para el
funcionamiento democrático, toda vez que la participación electoral constituye uno de
los pilares donde se sustenta el gobierno democrático. Como sabemos, la posibilidad
de elegir y ser elegido mediante un proceso abierto, transparente y competitivo, es el
ejercicio concreto de la libertad democrática. Así, se aprecia que del universo total
de jóvenes en condiciones de votar, sólo un treinta por ciento (30,7%) está inscrito en
los registros electorales; por el contrario, existe casi un setenta por ciento (68,1%)
de jóvenes que no tiene interés en votar. Ahora bien, si se hace una segunda lectura
con mayor detención, se desprende que los jóvenes inscritos corresponden a los del
segmento que se ubican entre los 25 y 29 años y cuyo nivel socioeconómico es más bien
acomodado (ABC1). Por el contrario, los jóvenes que rehúsan a inscribirse corresponden
preferentemente a aquellos que poseen entre 18 y 19 años de edad y que provienen de
estratos socioeconómicos medios y bajos (C3, D, E). Esto lleva a inferir que, junto con
el envejecimiento del padrón electoral chileno, se está produciendo una tendencia a la
elitización de éste. Ahora bien, al hacer una proyección en cuanto a la intencionalidad
de inscribirse en los registros electorales, la realidad no se modifica sustantivamente.
Así, de aquellos jóvenes que no están en los registros electorales o de aquellos que
tienen menos de 18 años, sólo un treinta por ciento (29,9%) manifiesta la intención de
votar, en contraposición de casi un sesenta por ciento (55,3%) que no tiene la intención
de incorporarse a los registros electorales.

Tercero, los jóvenes, a pesar de todo, otorgan una importancia mayor al ejercicio de
votar en las elecciones presidenciales. Este punto significa la valoración que hacen los
jóvenes respecto de la figura presidencial y del proceso de elección del mismo. Según
los datos, más de un sesenta por ciento (61,1%) de los jóvenes asigna una importancia
alta a la hora de votar por el Presidente de la República. Este último punto, deja en
16 • Revista Observatorio de Juventud

relieve el sentido de esperanza que los jóvenes proporcionan al voto que significa
elegir a la primera magistratura del país.

Ahora bien, esta discusión puede parecer abstracta, pero al observar las cifras levantadas
no se pueden pasar por alto. Es decir, sabemos que todo régimen democrático intenta
avanzar en su legitimidad, tanto desde la perspectiva de los procedimientos (esto
significa que hayan elecciones que sean transparentes, competitivas y regulares), como
también desde la óptica de los resultados del sistema democrático.

A simple vista, estas cifras parecieran demostrar cierta contradicción a la hora de


opinar respecto de este sistema de gobierno y, en particular, sobre “nuestro” sistema
de gobierno democrático. Sin embargo, siguiendo lo dicho por un destacado politólogo
italiano, “para un régimen democrático, estar en transformación es su condición
natural; la democracia es dinámica, el despotismo es estático y siempre sigue igual”
(Bobbio, 1986). A la luz de esta afirmación, vemos que los jóvenes chilenos están en
lo correcto, toda vez que han colaborado para abrir una discusión que se refiere al
funcionamiento de la democracia y la aspiración de lograr mejores resultados en un
contexto de libertad y participación.

Esta distinción no es menor, puesto que viene a constatar algunas premisas importantes
para el sistema político actual. Así, luego de casi veinte años del retorno a la democracia,
se imponen en el debate público algunas de las demandas que han promovido las y
los jóvenes durante el último tiempo. Estas demandas se refieren a que la juventud,
junto con valorar la libertad que permite el “gobierno de los muchos”, también están
haciendo valer la importancia de la “igualdad”. A decir, con sus manifestaciones los
jóvenes nos vuelven a recordar que la democracia por definición tiene un sustrato que
recoge los principios de libertad como mecanismo de desarrollo individual, pero al
unísono se sustenta en el principio de la igualdad, como forma de entender que todos
valemos por lo que somos, por el sólo hecho de ser personas.

El Informe acerca de la Democracia en América Latina nos recuerda que la democracia


tiene en la política como la herramienta fundamental para generar debates y promover
acuerdos. Así, según este estudio, la política es la actividad que puede reunir la dura
y maravillosa tarea de lidiar con la condición humana para construir una sociedad más
digna. En esta dirección, este trabajo también se hace cargo de algunas exigencias que
han planteado los jóvenes chilenos en cuanto a denunciar la creciente frustración por
la falta de oportunidades y por los altos niveles de desigualdad y exclusión social, lo
que se ha traducido en disconformidad y pérdida de confianza en el sistema político y
que, de no mediar acciones orientadas a corregir estas asimetrías, podemos estar en
la antesala de acciones radicalizadas que devengan en crisis de gobernabilidad y que
pueden llegar a poner en riesgo la estabilidad propia del régimen democrático. Por
cierto, aclaramos, que la idea no es amedrentar ni mucho menos amenazar, pero sí
recordar los distintos ciclo de olas y contra-olas democráticas descritas por Huntington,
para reconocer la fragilidad de nuestros sistemas democráticos en determinados
escenarios y contextos.

3.- Algunas propuestas para


un desarrollo democrático inclusivo

El desafío democrático ya no sólo significa un sistema que favorezca sólo libertades


políticas. Hoy este desafío nos pone un componente práctico de resultado que se
traduzca en oportunidades reales de elegir. Así, estamos frente a cuestionamientos
Instituto Nacional de la Juventud • 17

de fondo acerca de la verdadera “libertad democrática”, o bien, dicho de otra


manera, esta libertad no se agota en la posibilidad de elegir a quién gobierna o la
posibilidad de ser elegido en elecciones libres y periódicas; la realidad actual nos lleva
a plantearnos que, reconociendo la importancia de la participación y la elección de
las autoridades políticas, al parecer, esto ya no es suficiente. De esta manera, hoy es
necesario dar cuenta de las crecientes expectativas de las personas en orden a mejorar
sus condiciones de vida a diario. Desde esta perspectiva, como lo han dicho algunos
autores, se entiende que la democracia constituye una búsqueda permanente, a lo cual
agregaría la importancia de promover infatigablemente la valoración respecto de la
adhesión al juego democrático.

En esta discusión se reconoce el complejo escenario donde se mueven los diversos actores
públicos y privados, nacionales e internacionales; por ello, uno de los desafíos radica
en asimilar que constituimos una comunidad global y como en todas las comunidades se
deben cumplir una serie de reglas para convivir. Y, como refuerza Stiglitz (2002), estas
reglas deben ser – y deben parecer – equitativas y justas, deben atender a los pobres y
a los poderosos, y reflejar un sentimiento básico de justicia social; incluso va más allá,
agregando que en el mundo de hoy, estas reglas deben ser el desenlace de procesos
democráticos y que deben escuchar y responder a las necesidades de los afectados por
las políticas y las decisiones que se adopten por las autoridades.

De esta forma, observando los puntos críticos indicados anteriormente, se sugiere a


continuación algunos aspectos para avanzar hacia un desarrollo democrático cuyo eje
sea la inclusión. Si bien, pueden existir otros elementos para fortalecer la democracia,
se destacan aquellos que se vinculan con las exigencias planteadas por los jóvenes.
La idea es enfrentar las carencias del sistema democrático recogiendo e intentando
interpretar el desafío de más y mejor democracia que los jóvenes señalan en los
estudios realizados. Estos elementos se refieren a2:

a) Enfrentar la crisis del control político. Es un dato de la realidad que la


política ya no ordena la vida social, es más, debido a la complejidad de la sociedad
actual, se entiende que hoy estamos frente a diversos ejes ordenadores de la
convivencia social. Por cierto, la acción política no se puede sustituir, pero debe
ejercerse accediendo a los distintos ejes de interacción social buscando persuadir
e influir más que imponer. Así, fortalecer la participación democrática nos conduce
inexorablemente a promover la actividad política y esto significa más y mejor política.

b) El individualismo como factor cultural determinante. Un factor que ayuda con


la desafección de la política democrática esta dado por el creciente individualismo
cultural. Este produce un alejamiento de cualquier grupo de referencia o de
pertenencia. Por lo tanto, se hace perentorio redefinir y valorar el espacio de la
esfera pública. Un planteamiento que suma consenso parece ser el de “economía
de mercado, Sí; sociedad de mercado, No”. El desafío político-cultural, entonces,
está determinado por superar el actual estado de una “sociedad de individuos” para
avanzar hacia una “sociedad de personas”, donde la premisa sea el respeto y la
promoción de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones para con la sociedad.

c) Un Estado activo. Hoy se hace más potente que nunca el rol del Estado
como actor que promueva el bien común. Sin embargo, observamos que el Estado
está sometido a tensiones complejas que en algunos casos deja en evidencia su
escasa flexibilidad para afrontar nuevas tareas o bien su incapacidad para liderar
procesos de desarrollo dinámicos. Como se aprecia a diario, el Estado debe articular

2 En base al artículo denominado “Desafíos a la política democrática”, elaborado por el


abogado Eduardo Saffirio, en la publicación Nuestros Desafíos Democráticos. 2003.
18 • Revista Observatorio de Juventud

propuestas y respuestas que van desde la escala global, en temas de energía o medio
ambiente, pasando por intervenciones circunscritas a lo nacional, como las medidas
para afrontar la distribución de la riqueza, hasta actuaciones locales
que significan hacerse cargo de problemas relacionados con servicios
urbanos. El escenario descrito precedentemente, impulsa a reforzar
una estrategia que favorezca un Estado eficiente y protagónico.

d) Fragmentación social. Un aspecto de la realidad actual dice relación con la


profunda dispersión y fragmentación social. Lo anterior tiene directa repercusión con
la capacidad de representación que tienen los actores políticos a la hora de interpretar
las demandas de grupos sociales cada vez más distintos y con intereses múltiples. A esto
se suma que los actores sociales que históricamente han jugado un rol de canalizador de
exigencias locales, tales como organizaciones vecinales o grupos de base, son cada vez
más débiles y permeables a las turbulencias del entorno. Además, existe una creciente
presencia de nuevos actores que se levantan para cumplir objetivos determinados que
tienen un enfoque más bien particular que general. Todo lo anterior conduce a un
escenario donde la representación política se hace cada vez más compleja; sin embargo,
los mismos argumentos anteriores son útiles para justificar el fortalecimiento de la
participación de la sociedad civil. El desafío democrático también significa fortalecer
la asociatividad y la recreación del capital social de los países. Al respecto, sostenemos
que promover la reciprocidad y las relaciones de confianza en los jóvenes, significa
a futuro contar con una sociedad comprometida y más cohesionada socialmente.

e) El peligro de la mediatización de la política. La comunicación política se está


desarrollando por conductos distintos a los tradicionales encuentros masivos o los
contactos personales. Hoy, más bien, la comunicación política esta dominada por los
medios de comunicación social que se concentran en determinados actores y que poseen
un poder tal que condiciona o, por lo menos, define las pautas de discusión y la promoción
de liderazgos. Esto conlleva a plantearse el desafío de promover canales diversos y
plurales de comunicación donde tengan cabida las más diversas opiniones y expresiones.

Acudiendo nuevamente a Pasquino, se debe agregar que los líderes democráticos que
la historia recuerda son aquellos que han sabido vivir y, a veces morir, a la altura de sus
convicciones; que han asumido la responsabilidad de tener firmes aquellas convicciones.
Pensamos que los jóvenes han hecho un esfuerzo sincero para levantar su voz y emitir
su opinión. Así, los jóvenes chilenos han puesto de relieve que la democracia excede
a un método para elegir sólo a quienes ejercen el poder o gobiernan, es además una
forma de edificar y extender la libertad y la justicia en pos del progreso y el bienestar
general. Se reconoce y es efectivo que las reglas democráticas son claves al minuto
de conducir las tensiones, las diferencias y los conflictos que son propias de la lucha
por el poder, pero hoy también se hace indispensable avanzar para dar respuestas a las
esperanzas y las expectativas que expresan las personas y, particularmente los jóvenes,
cuando se organizan sus vidas en sociedad en cuanto a sus derechos y al mejoramiento
de la calidad de vida.

Como última reflexión en el contexto de este documento, es bueno recordar a Bobbio


cuando señala que “la democracia no puede prescindir de la virtud, entendida
como amor a la cosa pública, pues al mismo tiempo debe promoverla, alimentarla
y fortalecerla” (Bobbio, 1986, pág. 39). Es más, este autor, acudiendo a John Stuart
Mill, hace una distinción entre los ciudadanos activos y pasivos y que, en general, los
gobernantes prefieren a los segundos, puesto que es más sencillo mantener controlados
a “súbditos” dóciles e indiferentes; sin embargo, para una mejor democracia se
necesitan los primeros. En concreto, los jóvenes nos están diciendo que el lugar común
Instituto Nacional de la Juventud • 19

donde todos vivimos y compartimos requiere preocupación de cada uno y que no es


posible apelar a la democracia sin comprender que significa un esfuerzo permanente
por mejorarla en beneficio de todos los miembros de la comunidad.

Referencias Bibliográficas

• Stiglitz, Joseph. 2002. El Malestar en la Globalización. Taurus.


• Freedom House. 2005. Informe Freedom in the World.
• Lechner, Norbert. 2004. Nuestros Desafíos Democráticos.
• Pasquino, Gianfranco. 1997. La Democracia Exigente. Fondo de Cultura
Económica.
• Instituto Nacional de la Juventud. 2007. Quinta Encuesta Nacional de
Juventud.
• Bobbio, Norberto. 1986. El Futuro de la Democracia. Fondo de Cultura
Económica.
• PNUD. 2004. La Democracia en América Latina. Hacia una democracia de
ciudadanas y ciudadanos.
• Dahl, Robert. 1989. La Poliarquía. Participación y oposición.
20 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 21

La necesidad de una Perspectiva de


Juventud en la Política Pública
Andrea Aravena R.1

Se ha dicho que las y los jóvenes son un contingente poblacional sin protección
jurídica propia, que ha estado, históricamente, subsumido en otras franjas etáreas
(Convención Iberoamericana de los Derechos de las y los jóvenes). Esta invisibilización
de la juventud y, especialmente, de sus particularidades y diferencias, ha conducido a
“ver” sus demandas y problemas, así como sus particulares posiciones para enfrentar
los contextos en que se desenvuelven, con una cierta “ceguera”. Para correr el velo
que se cierne sobre dicha mirada conviene mirar las brechas que afectan a las y los
jóvenes específicamente para luego abordar algunos aspectos necesarios a considerar
en una perspectiva de juventud.

Tendencias en la Juventud en Iberoamérica en contexto de


Globalización
La globalización se manifiesta de múltiples maneras, afectando al conjunto de las
sociedades, los Estados, los pueblos, las comunidades, los individuos. La forma más
conocida es de carácter económico, sin embargo la globalización abarca también la vida
política, social y cultural, impactando los diferentes segmentos de la población cuyas
particularidades han sufrido profundos procesos de transformación y ajuste. Las más
de las veces, generando la imposición de formas de vida de las sociedades dominantes,
con implicancias para la diversidad cultural y las comunidades locales. Cuando la
sociedad sufre procesos de transformación tan importantes, éstos se manifiestan con
fuerza al interior de las familias y en la vida de los propios individuos que forman
parte de ellas. De ahí que crecientemente se hable de las nuevas generaciones de
jóvenes y de sus características particulares, sin que se advierta que las y los jóvenes,
también, son reflejo de las propias transformaciones sociales que ocurren al interior
de la sociedad.

De acuerdo a la definición de las Naciones Unidas, son jóvenes quienes se sitúan en


el rango etario de 15 a 24 años de edad. Sin embargo, y dada la extensión actual
del período juvenil como preparatorio a la vida adulta, tanto en lo ocupacional como
en los roles familiares, son numerosos los países que en Iberoamérica, siguiendo el
criterio prevaleciente en Europa, han adoptado en sus estudios y análisis el criterio que
considera jóvenes a quienes tienen entre 15 y 29 años de edad.

Respecto de los desafíos y conflictos que enfrentan las y los jóvenes, más que su
caracterización propiamente tal, es común hablar hoy en día de las tensiones y paradojas
que les toca vivir (OIJ, 2004). Así, en un contexto en que las y los jóvenes gozan de más
acceso a la educación y a la información que las generaciones precedentes, cuentan
con menores oportunidades de empleo y de acceso al poder.

1 Antropóloga (UACH), Planificadora Social (SUR); Master en Antropología y Sociología Política (Univer-
sidad de París); Dra. © en Ciencias Sociales (EHESS). Actualmente Jefa del Departamento de Estudios
y Evaluación de INJUV y Docente del Dpto. de Sociología y Antropología de la Universidad de Concep-
ción, Chile.
22 • Revista Observatorio de Juventud

Tienen más expectativas de autonomía que sus madres y sus padres, sin embargo, no
tienen los canales productivos e institucionales para su concreción material. Poseen
una mejor salud que el resto de los grupos etarios, pero carecen de servicios adecuados
a sus requerimientos específicos, donde las conductas de riesgo y la violencia social
constituyen factores claves. Las y los jóvenes son más dúctiles y móviles que los adultos,
pero más golpeados por trayectorias migratorias inciertas. Cuentan con destrezas que
los podrían convertir en protagonistas del cambio del paradigma político y productivo,
pero al mismo tiempo están estigmatizados como disruptivos o indisciplinados. A la vez
que son vistos y exigidos como capital humano que debe formarse para el futuro, la
sociedad de consumo les reclama el goce presente, y la crisis de la sociedad del empleo
les hace cada vez más difuso el porvenir (Primer Informe Iberoamericano sobre la
Juventud: CEPAL; OIJ, Santiago, 2004).

Así, como lo ha planteado la OIJ, las y los jóvenes viven con especial fuerza las
tensiones propias del nuevo impulso de la modernidad. Ello confluye en una tensión
entre una voluntad de individuación agudizada por la creciente secularización cultural
y la “seducción postmoderna”, y, por el otro lado, una necesidad de integración social
cada vez más imperiosa, dado que son menos claros los canales que la hacen posible.
De esta manera la juventud anhela tanto su mayor autodeterminación e independencia,
como una mejor inclusión en la sociedad y sus sistemas.

No en vano se ha señalado que las y los jóvenes son un contingente poblacional sin
protección jurídica propia que ha estado, históricamente, subsumido en otras franjas
etáreas (Convención Iberoamericana de los Derechos de las y los jóvenes). Sin duda, esta
invisibilización de la juventud y, especialmente, de sus particularidades y diferencias,
ha conducido a “ver” sus demandas y problemas, así como sus particulares posiciones
para enfrentar los contextos y las coyunturas en que se desenvuelven, con una cierta
“ceguera”. Para correr el velo que se cierne sobre dicha mirada conviene mirar las
brechas que afectan a las y los jóvenes específicamente para luego abordar algunos
aspectos necesarios a considerar en una perspectiva de juventud.

Las juventudes en Chile


y la necesidad de una perspectiva de juventud

En términos generales, la juventud en Chile está formada por todas aquellas personas
de entre 15 y 29 años de edad, alcanzando una cifra cercana a los cuatro millones de
individuos, representando casi un 25% (24,6%) del total de población nacional (Quinta
Encuesta Nacional de Juventud, 2007: 25-26).

En términos específicos, sin embargo, es ya un lugar común señalar que hoy en día no
se puede hablar de una sola juventud sino más bien de muchas juventudes. Es decir,
el segmento juvenil presenta una variedad de características que la hacen imposible
de clasificar dentro de una sola tipología de análisis, de ahí la complejidad en su
tratamiento.

Como lo hemos planteado con anterioridad (Aravena, 2007), durante años nuestra
juventud se ha constituido como un sujeto social invisibilizado, estigmatizado
y problematizado, reflejando los problemas de equidad que aquejan al país. La
constatación de esta situación es amplia y se refleja, entre otros, en los datos obtenidos
por la Quinta Encuesta Nacional de juventud2.

2 Encuesta aplicada en Noviembre del 2006 a un total de 6.340 jóvenes de ambos sexos, a nivel nacio-
nal y regional. INJUV, 2007.
Instituto Nacional de la Juventud • 23

Algunos de los hallazgos más importantes que la Quinta Encuesta Nacional de Juventud
revela, dicen relación también con las dificultades estructurales de la sociedad que
los jóvenes perciben que afectan sus posibilidades reales de participación e inserción
social. En relación con variados ámbitos de la realidad social, los jóvenes expresan
su descontento. Las denominaciones específicas que mejor ilustran sus percepciones
negativas respecto del sistema educativo, del sistema democrático, el mercado laboral,
etc. son las expresiones de desconfianza, insatisfacción, desinterés, y dificultades de
acceso.

Según esta encuesta, en percepción de los propios encuestados, son diversos los
problemas que aquejan a la juventud, siendo los principales el consumo excesivo de
alcohol y drogas con un 28% del total de respuestas, ubicándose en primer lugar; la
falta de oportunidades para acceder a trabajos con un 26,4% del total de respuestas,
ubicándose en segundo lugar; y en tercer lugar la delincuencia con un 17% del total de
respuestas.

Sumándose esto a la constatación de brechas en el acceso a la educación y trabajo, así


como la discriminación que sufre este segmento, ya sea por su edad, género o condición
social, la situación está lejos de ser alentadora y pone en jaque las iniciativas públicas
tendientes a la disminución y mejoramiento de estos diferenciales. Respecto de la
discriminación de que son objeto y que propinan la percepción de las y los jóvenes, se
ve influenciada por las imágenes de peligro y violencia que encarnan grupos tales como
los Neonazis, Skin Head, drogadictos y alcohólicos. El porcentaje de discriminación por
condición (pertenencia a pueblo originario, extranjeros, segmentos etarios, estratos
socioeconómicos, etc.) que refleja a las y los jóvenes en su respuesta a la pregunta
“¿A quiénes no te gustaría tener como vecinos?” es bajo, a excepción del porcentaje
registrado respecto de los homosexuales, lesbianas, peruanos y bolivianos.

Al igual que en la población general, en las y los jóvenes se reproducen ciertas


diferencias estructurales de acceso que remiten a diferenciales sociales, de género,
de condición socioeconómica y de etnicidad. Estas son dimensiones que contribuyen
al agravamiento de los problemas anteriormente identificados y que se condice con
percepciones distintas en virtud de estas diferencias.

En variados contextos y en otras circunstancias, diferencias como las señaladas con


anterioridad podrían haber permitido la conformación de una generación de jóvenes
en tensión con la modernidad, por ejemplo, en condiciones de liderar un movimiento
de oposición en virtud de su propia identidad y de la percepción de su situación en el
contexto histórico en que se desenvuelven. Sin embargo, por las propias paradojas que
enfrentan ello no ha sido así.

De acuerdo a los resultado de la Quinta Encuesta Nacional de la Juventud y de otros


estudios sobre el mundo juvenil (INJUV, 2006), no podría sostenerse que los cambios
a nivel global y las tensiones que ellos han generado en nuestra propia sociedad,
hayan sido artífices de la creación de “nuevas generaciones” de jóvenes portadoras
de proyectos diferentes a los que hemos conocido hasta ahora. Sin embargo, parece
haber coincidencia en el hecho que existe un conjunto de procesos que dan cuenta de
estos cambios en la manera en que se vive la juventud en estos momentos.
24 • Revista Observatorio de Juventud

Transformaciones sociales
y culturales en la juventud chilena

Al igual que en otras latitudes, la juventud de Chile en las últimas décadas ha


experimentado un conjunto de transformaciones socio-culturales en el propio contexto
de las transformaciones nacionales y mundiales.

En el ámbito de lo político-institucional y asociativo, las y los jóvenes en nuestro país


no constituyen aún un sujeto específico de derecho diferenciado por sus condiciones
socio-demográficas particulares, careciendo a la vez de instancias consultivas y
deliberativas en que se sientan cabalmente representados. Ello explicaría en parte,
su baja participación electoral y su relativo escepticismo respecto de la eficacia del
sistema político para impulsar proyectos colectivos en que se sientan motivados. En
efecto, en los últimos años se ha verificado una disminución del ejercicio ciudadano del
derecho al voto, especialmente en la población más joven del segmento etáreo juvenil
–15 a 29 años- y menos identificada con los proyectos políticos a nivel nacional.

Coherentemente con esos antecedentes, y en el marco de las tensiones y paradojas


de la juventud chilena, pareciera que uno de sus rasgos más destacados es su opción
por lo no obligatorio, junto con su desanclaje institucional.

Se oponen al voto obligatorio, pero no por eso no manifiestan interés en participar


en lo político. Detestan a los políticos y a la política, pero valoran la democracia
y creen en su mayoría que en el futuro el país estará mejor. Más de un 50% nunca
participaría en partidos políticos, sin embargo valoran la asociatividad, donde la no
participación en las elecciones no es una desafectación respecto de la construcción
de la sociedad en que les toca vivir. Y aquí encontramos una diversidad enorme de
mecanismos de participación, de instancias y agrupaciones, que, a diferentes grados y
niveles de compromiso social y político, desde los grupos religiosos a los movimientos
estudiantiles como el de los pingüinos reflejan su interés en los problemas que les
afectan directamente.

Lo que tienen en común con otros segmentos sociales es que manifiestan sentirse
excluidos de un modelo en el cual no participan y de una sociedad cuyos valores
no necesariamente comparten. Se enfrentan a problemas como el gigante modelo
económico que no pueden combatir, la ausencia de regulación del Estado en los ámbitos
que les afectan, como la Educación, la Salud Pública o el Trabajo. Ello, sumado a
una crisis de expectativas, contribuye a la búsqueda de identidades significantes y
significativas, que de una u otra manera reemplazan su baja inscripción en los registros
electorales y su nula participación en el sistema político.
Así, se observa un creciente proceso de desanclaje institucional que ocurre
básicamente en los ámbitos de la política, la familia o la religión. Respecto de esa
última, por ejemplo, se ha constatado que el país está viviendo en materia religiosa
procesos propios de las sociedades modernas, en cuanto aumentan las tendencias de
aquellas y aquellos jóvenes que no se sienten identificados por credos establecidos de
la misma manera que lo hicieron sus progenitores. Ello no obsta a que la mayoría de
las y los jóvenes en Chile declara adherir a alguna religión, sólo que ésta se practica
en el ámbito de lo privado (INJUV, 2007).

En materia de familia y de sexualidad, se verifican nuevas orientaciones conducentes


a la separación del ámbito del matrimonio, las relaciones de pareja y la sexualidad,
junto a una tendencia manifiesta de liberalización de prácticas impuestas.
Instituto Nacional de la Juventud • 25

Las principales transformaciones en materia de sexualidad juvenil en Chile, se vinculan


en primer lugar a la mantención de la tendencia evidenciada en encuestas anteriores,
de que el inicio de la sexualidad activa se ha adelantado en nuestro país, especialmente
en la última década (respecto del año 1997). También, en la última Encuesta Nacional
de Juventud se pudo constatar que, a diferencia de lo que se venía sosteniendo respecto
de la sexualidad juvenil, en relación a significar las relaciones sexuales activas como
un rito iniciático de entrada en la sexualidad, existe un conjunto de prácticas de
pre-entrada cuya edad y contexto de inicio confirman tendencias hasta ahora nunca
pesquisadas por las Encuestas de Juventud. Conforme a ello, puede sostenerse que en
la más temprana juventud (desde y antes de los 15 años) existe un evidente aumento
de conductas sexuales desprotegidas en Chile, conductas que no han sido acompañadas
por parte de la sociedad de un sistema de comprensión ni de protección de estos
comportamientos. Se trataría también de una sexualidad practicada mayormente
fuera del matrimonio e inclusive fuera de las tradicionales relaciones de “pololeo”
o noviazgo, en el caso de los segmentos más jóvenes de la juventud (15 a 18 años),
fenómeno que recién empieza a ser pesquisado por la sociedad. Así, esta juventud
anhela y practica una mayor independencia y libertad en su propia sexualidad, sin
que estas nuevas tendencias sean efectivamente atendidas e incorporados en las
políticas públicas de prevención de enfermedades de transmisión sexual y embarazo
adolescente. Por el contrario, no existen planes integrales de educación en sexualidad,
campañas poderosas de prevención en materia de riesgos de contagio de enfermedades
de transmisión sexual, y los avances en materia de contracepción de emergencia han
sufrido duros golpes de la mano de los sectores más conservadores de la sociedad.

Otra de las tensiones y paradojas que le toca vivir a la juventud chilena actual
tiene que ver con el mayor acceso a la educación (las y los jóvenes de hoy están
más escolarizados y escolarizadas que las generaciones precedentes) y las menores
oportunidades laborales. Así, en un contexto en que las y los jóvenes gozan de más
acceso a la educación y a la información que las generaciones precedentes, cuentan
con menores oportunidades de empleo y de acceso al poder.

Sobre el particular, los resultados de la encuesta CASEN 2006 permiten confirmar las
tendencias registradas a partir de la Quinta Encuesta Nacional de Juventud, aplicada
a fines del 2006. Según esta fuente, uno de los problemas que más afecta actualmente
a las y los jóvenes chilenos es efectivamente la falta de oportunidades para acceder
a trabajos (26,4%); incrementándose particularmente esta cifra para el tramo de 25 a
29 años (31,2%). Por otra parte, las y los jóvenes encuestados señalan que “tener un
buen trabajo o profesión” es una de las alternativas más mencionadas para ser feliz en
la vida (30,9%); lo que ilustra claramente las altas expectativas que este grupo tiene
respecto del mundo laboral. Y, como ya se ha dicho, en el caso de la primera experiencia
laboral remunerada, los datos de la Quinta Encuesta revelan que la mayor parte de
las y los jóvenes “no tenía contrato de trabajo” al iniciarse laboralmente; siendo, a
su vez, la desprotección laboral (menor participación en el sistema previsional) una
característica propia del segmento juvenil.

Consecuentemente con las desigualdades en materia laboral, resulta paradójico que


la juventud actual tenga más expectativas de autonomía que sus madres y sus padres,
puesto que en la práctica no tienen los canales productivos e institucionales para su
concreción material, como podría pensarse. En efecto, no existen políticas diferenciadas
ni de discriminación positiva para las y los jóvenes para acceder a subsidios de vivienda
o incentivos para el ahorro previsional, lo que en definitiva puede generar grandes
frustraciones en una generación que, a pesar de su liberalización y creciente proceso
de autonomía subjetiva, no cuenta en la práctica con los mecanismos formales que
26 • Revista Observatorio de Juventud

potencien este período de la vida como uno de los períodos de concreción de proyectos
y planes en miras a su desarrollo futuro.

En consecuencia, y sólo considerando los diferenciales más importantes, tanto la


encuesta CASEN 2006 como la Quinta Encuesta Nacional de Juventud 2006, advierten
acerca de las condiciones desiguales a las que se ven enfrentadas las y los jóvenes de
nuestro país. Juventud que al constituir un grupo con altas expectativas pero a la vez
vulnerable y desprotegido, emerge como un real desafío para la política pública en
juventud.

Avanzando hacia la formulación de una


perspectiva de Juventud
Con el objeto de dar cuenta del diagnóstico precedente en términos de orientaciones
en materia de política pública en juventud, desde nuestro espacio de trabajo hemos
pensado que la política pública debiera considerar los siguientes aspectos:

1) Reconocer la existencia histórica de inequidades que afectan a los y las jóvenes,


a partir de su exclusión sistemática en diferentes ámbitos institucionales. La
misma que ha ido permeando todo su quehacer, entre las que se incluyen los
mundos público, político, laboral, económico, salud, etc.

2) Lo anterior significa reconocer de manera explícita que en promedio, las y los


jóvenes:

• Ganan menos por igual trabajo que la población adulta;


• Tienen mayor precariedad laboral;
• Tienen menor acceso a la previsión;
• Tienen mayor prevalencia en determinados ámbitos de la salud y la
accidentabilidad;
• Tienen menor acceso a la vivienda autónoma;
• Menor posibilidad de construir su propia familia mientras más bajo es su
nivel socioeconómico;
• Menor participación en la toma de decisiones en el ámbito publico;
• Menor participación política;
• Menores niveles de representatividad en la sociedad.
3) Reconocer que la cultura imperante en cada sociedad, los medios de
comunicación y la educación, contribuyen a reproducir las inequidades que
afectan a las y los jóvenes.

4) Reconocer que la cultura imperante, los medios de comunicación y la educación


contribuyen a la estigmatización de “ciertos tipos de jóvenes”.

5) Reconocer que la cultura imperante, los medios de comunicación y la educación


contribuyen a la discriminación de las y los jóvenes.

6) Reconocer que el Estado reproduce también las relaciones de inequidad,


estigmatización y discriminación etárea, contribuyendo a la construcción de las
juventudes. Lo anterior, en la medida en que no se considera que un trato
igualitario frente a situaciones de partida distintas generan situaciones de
llegada distintas.
Instituto Nacional de la Juventud • 27

7) Reconocer que el Estado debe garantizar el acceso a bienes y servicios básicos,


mediante un progresivo aumento del gasto social y la adecuada implementación
de programas focalizados también en los diferentes segmentos etáreos juveniles,
a efectos que las y los jóvenes, habida consideración de sus particularidades,
tengan igual acceso a la salud, a la previsión, a la vivienda, a la vida pública, a
la vida política, a la vida asociativa, a la cultura, a la participación económica,
a la toma de decisiones informadas en materia de sexualidad, embarazo y
prevención, entre otras.

Conclusiones
Se ha dicho de manera recurrente que “la juventud” no es más que una palabra, una
palabra a la cual asignamos un conjunto de ideas, creencias y atribuciones en virtud de
un determinado momento histórico y cultural. Por lo tanto, puede cambiar a través del
tiempo. Las diferencias etáreas de la población, no tendrían a priori por qué conducir
a inequidades o generar accesos desiguales a los bienes y servicios de la sociedad.

Las desigualdades en este ámbito, sin embargo, construidas socialmente, se manifiestan


en la asignación de identidades y estereotipos, así como en la separación de ámbitos
de acción a los que corresponde una designación distinta de valor simbólico, donde lo
adulto cobra preeminencia sobre lo juvenil. Lo juvenil se transforma así en una etapa
transitoria, por la que se ha de pasar sin que se reconozca a las y los jóvenes como
sujetos de derechos al igual que otros sujetos colectivos en la sociedad. Esta etapa
transitoria es subvalorada, incidiendo en una despreocupación por parte del mundo
adulto y en un acceso desigual al poder y a los recursos en la toma de decisiones por
parte de las y los jóvenes.

En otro ámbito de ideas, se reconoce que las y los jóvenes en América Latina y en Chile
constituyen uno de los segmentos y grupos sociales que mejor refleja los impactos
que experimentan las sociedades, donde la globalización impone imaginarios globales
y orientaciones dominantes en materia de consumo y cultura, al mismo tiempo que
genera reacciones anti-globalización orientadas a registros particulares del cuerpo,
de la memoria colectiva, de la etnicidad, de la religión, de la ecología y de otro
conjunto de prácticas y afirmaciones culturales sustentadas en imaginarios sociales
y comunitarios locales, etáreos, segmentarios, que no por ser particulares, dejan de
estar globalizados.

Por lo tanto, parece pertinente que a partir de un diagnóstico claro y preciso de las
desigualdades que afectan a las juventudes hoy en día, aún a aquellas subordinadas a
lo socioeconómico, a lo cultural o a inequidades de género, el Estado asuma el rol de
garante de que las relaciones que se construyen entre la juventud y el mundo adulto no
estén a travesadas por la desigualdad ni la estigmatización, a partir de las generación
de acciones y políticas públicas que tengan en cuenta estas brechas y diferencias.
28 • Revista Observatorio de Juventud

Referencias Bibliográficas
• Aravena, Andrea. 2007. “Juventud y Discriminación en la era de la globalización”,
Observatorio de Juventud Nº 13. INJUV, Santiago.
• _______________2007. “Hacia la formulación de un nuevo Enfoque para
abordar la Sexualidad Juvenil”, Observatorio de Juventud Nº 15. INJUV, Santiago
• _______________2006. “Sexualidad Juvenil y Cultura en el Chile Actual”,
Observatorio de Juventud Nº 10. INJUV, Santiago.
• CEPAL/ OIJ. 2004. Primer Informe Iberoamericano sobre la Juventud.
Santiago.
• GARCIA, Evangelina, 2003, Hacia la Institucionalización del Enfoque de Género
en Políticas Públicas, Fundación Friedrich Ebert, Caracas.
• INE, 2002, Censo de Población y Vivienda, Santiago.
• INJUV, 2007, Quinta Encuesta Nacional de Juventud, Santiago.
• INJUV, 2006, II Informe Nacional de Juventud: Condiciones de vida y políticas
públicas de juventud desde la Transición al Bicentenario. Maval, Santiago
• INJUV, 2003, Cuarta Encuesta Nacional de Juventud, Santiago.
• INJUV, 2007, Quinta Encuesta Nacional de Juventud, Santiago.
• MIDEPLAN, 2006. Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional,
Santiago.
• OIJ, 2008. Convención Iberoamericana de los Derechos de las y los jóvenes.
www.OIJ.com
• SERNAM, 2008, Género, Políticas Públicas y Transversalización, Santiago.
Instituto Nacional de la Juventud • 29
30 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 31

Derechos Juveniles
y Perspectivas de la Ciencia1
Felipe Raglianti2

De las principales semánticas para abordar el conocimiento de la juventud, la


perspectiva de derechos se nutre para dominar la escena de la oferta programática
de la política en juventud, direccionada sin duda por la forma inclusión/exclusión. Los
programas de la ciencia han diferenciado dos planos problemáticos que, en la práctica,
son abordados por dos tipos diferentes de institucionalidad política, enfocadas -por un
lado- en la participación social de las y los o enfocadas –por otro- en las problemáticas
estructurales de la juventud, las cuales son abordadas principalmente de manera
temática en la institucionalidad vigente –desde la pobreza juvenil a través de MIDEPLAN
hasta la delincuencia juvenil por el Ministerio de Justicia.

Dada la complejidad de abordar la participación de una población específica como


horizonte total de inclusión, las políticas juveniles características de este plano
problemático suelen tener un menor alcance y describen mejor las funciones que
actualmente desarrolla el INJUV. Para conceder a una nueva institucionalidad de
juventud un margen de acción más amplio, se requiere entonces de la delimitación de
un conjunto de temáticas que sean exclusivamente juveniles y que sirvan de directriz
para observar trayectorias juveniles en la complejidad contemporánea; pero además, la
perspectivización de estas temáticas en tanto objetos de derechos juveniles, requiere
aprender de la comunicación de otras perspectivas de la ciencia en el entorno interno
de la política, como la perspectiva de género. Se presenta en el siguiente documento
una propuesta que vincula todos los elementos mencionados, la cual espera contribuir
a la construcción de un marco más acabado de las condiciones de inclusión/exclusión
juvenil.

Presentación
La descripción científica de la juventud tiene como fondo una robusta matriz que
permite explicaciones de la sociedad respecto a las distintas formas y relevancias
culturales asignadas a las identidades de las edades (Feixa, 2005. Osorio, 2006). De
estas líneas de investigación culturalistas se desprenden muchas de las perspectivas
para observar juventud, ya sea utilizando posiciones críticas donde la juventud es un
fenómeno acotado a la opacidad de la vejez (Bourdieu, 2000), o utilizando estrategias
de observación empática (De Laire, 2001) asociadas a la comprensión de la juventud
desde sus subjetividades (Sandoval). Los cientistas proponen, en general, acciones
conducentes a mejorar la cuota de conocimiento de las culturas juveniles (Zarzuri,
2005); el aumento de sus capitales sociales o la creación de nuevas instancias de
participación social (Dávila, 2004). Conceptos que definen juventud o que solapan al
de juventud, como el de adolescencia en la perspectiva de Stanley Hall, permiten así
diferenciar la observación de las juventudes (INJUV, 2007) y aterrizar la figura que
domina el espíritu contemporáneo de las políticas públicas en juventud: la inclusión

1 Algunos argumentos de este artículo se originan de reflexiones conjuntas con Dimas Santibañez y
Maya Zilveti. Agradezco a ambos por ello y tomo responsabilidad de todo lo aquí indicado.
2 Sociólogo, Magíster en Antropología y Desarrollo.
32 • Revista Observatorio de Juventud

social con perspectiva de derechos. Esta perspectiva ha permeado, de hecho, las


semánticas de la intervención estatal chilena desde la década de los noventa (INJUV,
2006), recorrido que permite distinguir dos planos problemáticos que centralizan la
atención de las políticas públicas juveniles. Por una parte, los temas que aprobleman a
las y los jóvenes y, por otra, los problemas de la población joven (Santibañez, Zilveti,
2008).

En el primer caso, las personas jóvenes son tratadas según semánticas que consideran su
posición o lugar en el sistema social y planifican en razón de su movilidad social. Ya que
la escala jerárquica de tal movilidad social es punto a punto –-nivel socioeconómico,
nivel de estudios alcanzado, nivel de endeudamiento, etc.-, a los jóvenes se les
describe mediante una característica adicional, un adjetivo específico (jóvenes pobres,
jóvenes estudiantes, jóvenes trabajadores, etc.) que simplifica la funcionalidad
institucional de su trato político. Como resultado, algunos problemas que experimenta
la juventud chilena son abordados sin considerar sus características juveniles, sino
únicamente aquellas características que puede visualizar cada materia específica
(pobreza, educación, trabajo, etc.). Y los beneficiarios de tales políticas públicas se
movilizan de hecho en relación a este trato específico, realizando demandas a las
instituciones pertinentes. Por ejemplo, las cuentas a saldar de las leyes de educación
chilenas son criticadas con respecto a la mercantilización como medio para organizar
la calidad de la educación, por lo que las movilizaciones son estudiantiles y se orientan
para adquirir mayores derechos en educación3. Sin embargo, no hay nada escrito en
los lienzos que critique, en este sentido, las intenciones de adhesión de Chile a la
Convención Iberoamericana de Derechos Juveniles4; tampoco las marchas se desvían
para protestar frente al Instituto Nacional de la Juventud antes de hacerlo frente al
Ministerio de Educación.

Todo esto ayuda enormemente a delimitar el plano problemático donde opera nuestra
institución vigente en juventud. Precisamente porque ya existe un conjunto de problemas
funcionales delimitados, esta población sufriría además de ciertas problemáticas que
la funcionalidad de las institucionalidades restantes no cubren. ¿Qué tipo de problemas
son estos? Fundamentalmente problemas acotados a las formas más visibles, y por
tanto problemáticas, de participación social de la juventud (drogadicción juvenil,
violencia juvenil, consumo juvenil, etc.). En otras palabras, se trata de la variable
juvenil desplegada en espacios de inclusión y barreras de exclusión (Thezá, Mascareño,
2007), problemas que también ya son atacados por otros servicios públicos. ¿Qué le
resta entonces al INJUV? Si tomamos en cuenta su misión institucional, al Instituto
Nacional de la Juventud no le corresponde eliminar la pobreza ni a los jóvenes pobres,
pero sí entregar herramientas para que los jóvenes pobres no utilicen drogas y ocupen
su tiempo en salir adelante. No debe solucionar la calidad de la educación ahora que
hemos logrado avances en términos de cobertura, sino diseñar políticas públicas para
que los jóvenes no violenten a sus compañeros y profesores, lo que permite mejorar
las condiciones de la educación. Tampoco le compete corregir las condicionantes
que elevan al desempleo juvenil varios puntos porcentuales por sobre el desempleo
nacional, sino facilitar el acceso a algunos bienes de consumo típicamente juveniles.

Pero esta definición por descarte resulta, en la práctica, demasiado laxa como
para amarrar de manera estricta un objeto de políticas públicas orientado hacia la
3 Una educación gratuita que neutralice las posibilidades de organizar su calidad a través del
mercado.
4 En donde se incluye el derecho a la educación, pero se específica únicamente la garantía de libertad
de elección y la gratuidad de la educación básica; respecto a la educación superior, se menciona sólo
la responsabilidad del Estado sobre fomentar el ingreso a la educación superior, dejando espacio para
modelos donde la responsabilidad inmediata es del mercado.
Instituto Nacional de la Juventud • 33

complejidad juvenil contemporánea. La descripción que poseemos sobre la juventud


se encuentra tan desdibujada que podemos utilizarla, de hecho, para explicar no sólo
el impacto reducido de las políticas públicas del INJUV5, sino también la autogestión
de su propia crisis hace diez años atrás (Raglianti, 2008). Incluso hoy, si las políticas
públicas juveniles fueran coherentes, eficientes o eficaces, su pertinencia queda en
cuestión debido a que están dirigidas hacia una población joven que resulta demasiado
compleja.

Sin embargo, estas políticas se obligan a sí mismas a seleccionar ciertas directrices


que las orienten en cosas de juventud para poder entregar –de todas maneras- un
mejor servicio público. Como resultado, los problemas que experimenta la juventud
son abordados considerando únicamente las características juveniles que logran
observarse. Aquí es donde se instala la necesidad de construir un imaginario juvenil
que permita describir como mayor precisión a la juventud. Es aquí donde podemos
atornillar una reflexión que ponga en perspectiva a las políticas públicas juveniles, y
observar con mayor precisión las condiciones (de inclusión y exclusión juvenil) sobre las
que operan. Se trata de revisar las semánticas de la perspectiva para transformar con
mayor exactitud sujetos sociales en objetos de derechos.

Comunicación de la Juventud
Tanto en la política chilena como en la vida cotidiana, la juventud es usualmente
comunicada desde un punto de vista cronológico. Para el INJUV, las y los jóvenes son
únicamente aquellas personas entre 15 y 29 años; de igual manera, las personas dicen
tener una cantidad específica de años o pertenecer a la generación de una década
particular. Las indicaciones cronológicas (épocas, calendarios, generaciones, edades,
etc) recogen toda esa diferencia que podríamos encontrar, por ejemplo, en una sala de
clases compuesta por personas que poseen la misma edad, e igualan lo desigual (Robles,
2006) mediante la aplicación de controles y exámenes. Esta simplificación trivial de la
complejidad juvenil permitiría entonces indicar cotidianamente un trazo en el reloj
de las edades, siendo alta la probabilidad de aceptación de tales comunicaciones. “El
tiempo es leído como una unidad significativamente neutral, homogénea y transitiva...,
se lee en un sentido, de izquierda a derecha” (Robles, 2006, pág. 57).

Estos trazos o marcas de edad (Raglianti, 2008) son inscripciones que nos señalan con
precisión el período donde, en sociedad, esperamos experimentar la juventud. Sin
importar si somos jóvenes o si pertenecemos a otra edad del ciclo vital, trazamos a la
juventud como un destino inevitable en el recorrido cronológico que realizamos a través
de nuestro ciclo vital. Ya que las marcas de juventud permiten así fijar un conjunto de
expectativas sobre lo juvenil, un niño puede experimentarlas cuando se le recrimina hacer
cosas que aún no pertenecen a su edad. Y lo mismo le ocurre al adulto en términos de su
adultez, si insiste en trabajar cuando ya está en edad de jubilar. Para hacer invisible la
paradoja del tiempo se inventó el tiempo lineal (Robles, 2006, pág. 57). En este sentido,
las edades requieren ser marcadas con precisión para coordinar relaciones sociales.

La operación de distinguir estos trazos etarios permite abrir y cerrar posibilidades para
las edades. Los seres humanos, por ejemplo, poseemos algo que llamamos mayoría
de edad, marca que es puesta en operación durante la juventud permitiendo a las
personas comprar alcohol, conducir vehículos motorizados o votar. Las construcciones
sobre el tiempo requieren así de tiempo para desenvolverse y conectar en la sociedad;
5 La cantidad estimada de beneficiarios efectivos del programa tarjeta joven, uno de los programas
que –entre otras cosas- posiciona la imagen del INJUV entre las y los jóvenes, tiene una cantidad esti-
mada de beneficiarios efectivos de un 1% en relación a la población objetivo.
34 • Revista Observatorio de Juventud

cuando lo hacen, es posible reconocer que esta dimensión es central para observar la
sociedad, tal como ha sido la dimensión material para la teoría crítica o la dimensión
social para la teoría de los capitales. “Podemos incluso afirmar que el sistema es el
tiempo, el tiempo del sentido, y el acoplamiento operativo indica exactamente ese
comportamiento. El acoplamiento operativo permite entrelazar proyecciones en el
tiempo mediante el tiempo, da lugar a la inversión del tiempo” (Robles, 2006, pág.
46).

Esta sencilla afirmación –los trazos de edad tienen una dimensión operativa- delimita
uno de los obstáculos más relevantes que la sociología debe sortear respecto al
conocimiento de las edades. Por una parte, las edades sociales no son objetos que
podamos precisar trivialmente mediante instrumentos científicos, intentando simular
a través de cuestionarios o entrevistas las condiciones que permiten su construcción
social. Si bien podemos conocer los códigos con que se diferencia una edad de otra
mediante observaciones de segundo orden (Luhmann), su operatividad moderna
resulta demasiado compleja incluso para la observación empírica, la cual es forzada
a seleccionar para reducir los excesos de complejidad. Es en este sentido que nos
armamos de abordajes o perspectivas para acercarnos a la juventud.

Por otra parte, las edades no son simplemente relativismo o arbitrariedad social.
No se trata de decir únicamente que las edades son procesos simbólicos o que su
discriminación depende del núcleo valórico de la sociedad, de su ideología, de
su función, de su estructura, del sentido común simbólicamente compartido, de
sus realidades particulares que definen un horizonte de mundo. Las descripciones
(usualmente críticas o empáticas) de los estudios de la juventud que tienen como
protagonistas a las y los jóvenes, reconstruyen su posición de sujetos observadores
sin considerar los objetos o procesos sociales que construyen, paso a paso, a este
observador; la descripción interna del sujeto juvenil aislada de su contacto con el
objeto en tanto unidad indistinguible, es tan parcial como las observaciones realizadas
por la descripción empírica. Según Maturana y Varela (1984), el observador (de
juventud) debe llevar una estricta contabilidad lógica que permita enlazar con cautela
las relaciones entre las operaciones y las descripciones de juventud; se trata “no de
moverse lejos de los hechos sino acercarse a ellos, no pelear contra el empirismo sino,
al contrario, de renovar el empirismo” (Latour, 2004, pág. 231).

Es la pérdida de nuestra contabilidad lógica lo que genera el plano problemático


donde las juventudes tienen, actualmente, posibilidad de recibir trato político
en tanto jóvenes. Ante la pregunta sobre qué resulta estrictamente joven en estos
días, hasta ahora hemos fracasado en dar una respuesta que permita una descripción
adecuada de la complejidad juvenil. Para volver a llevar correctamente la cuenta,
podemos traer a mano los obstáculos epistemológicos delineados por Luhmann para
la observación de la sociedad: ya no preguntemos qué son los jóvenes ni dónde están
los jóvenes, pues la respuesta (en cualquiera de sus formas) describirá poblaciones
y territorios. De igual manera, no vale la pena preguntar inicialmente cuáles son los
problemas de las y los jóvenes, pues sabemos que las respuestas disponibles apuntan a
un imaginario que reduce los problemas sociales a su variable juvenil y que, desde ahí,
sólo algunos problemas -que respectan a la participación social de los jóvenes- pueden
ser efectivamente abordados por la institucionalidad política vigente. Entonces “si se
quiere saber cómo opera la inclusión, hay que preguntar quién, cuándo, dónde y por
quién es indicado como interlocutor de comunicación” (Robles, 2006, pág. 48).

En síntesis, dado que nos encontramos ad portas de una nueva institucionalidad de


juventud, podemos intentar preguntar una vez más, pero esta vez ¿cuál es la red de
Instituto Nacional de la Juventud • 35

comunicaciones que hace posible la juventud y cómo podemos operar en ella para
incluir la inclusión juvenil y excluir la exclusión juvenil? O de forma más acotada para
no desviarnos de los terrenos epistemológicos: ¿cómo podemos comunicar la juventud
en tanto problema a resolver? Y para ello: ¿cómo podemos visibilizar la variable juvenil
en tanto variable independiente?

Sabemos que la respuesta (en cualquiera de sus formas) se encuentra sujeta a la


comunicación de trazos o marcas de juventud y que los observadores no se encuentran
en un lugar unívoco. Este sería el error de una perspectiva de derechos asociada a una
legalidad fuerte (Quintana, 2004), es decir, derechos que sean sustentables en el tiempo
de las operaciones sociales. Al asociar los derechos a personas jóvenes o a situaciones
juveniles, en definitiva a contextos sociales, la complejidad social para mantener esos
derechos en el tiempo se dispara, entre otras cosas, precisamente por la variable
juvenil. Para el caso de las inequidades socioeconómicas, los derechos que aseguren el
término de la pobreza juvenil se encontrarán operativizados en términos de políticas
públicas, según la estructura actual de nuestros servicios públicos, fundamentalmente
en el Ministerio de Planificación y Cooperación, pues ahí son expertos en pobreza.
El problema es que sus programas de protección social son lanzados considerando la
variabilidad de las y los jóvenes, pero también la variabilidad de los adultos mayores
o la variabilidad de las mujeres. Por ello, la especificidad concreta de cada una de
éstas poblaciones -hechas de personas- no logra ser cubierta, generando la creación de
servicios más pequeños que, sin embargo, buscan tal especificidad nuevamente en su
población objetivo.

Aún así, entre estos servicios más pequeños hay uno que ha logrado destacar por sobre
los demás, a tal punto que es el único servicio de esta naturaleza que es responsable
de un programa de mejoramiento de gestión o PMG, obteniendo así mayores cuotas
de poder para instalar su objeto de trabajo en las operaciones de todos los servicios
públicos de nuestro país: el Servicio Nacional de la Mujer. La tesis que explicaría esto,
según la lógica ya descrita, es la comunicación de un problema a resolver que constituya
una variable independiente, un problema a resolver capaz de ser visualizado no sólo en
todas las problemáticas centrales que dan origen a los servicios públicos6, sino también
en todos los contextos posibles. Este problema no sería sencillamente las diferencias,
brechas o discriminaciones entre hombres y mujeres, sino el tránsito desde las
inequidades sociales entre hombres y mujeres hacia la igualdad de género. Por tanto,
se requiere de una definición del problema capaz de ser reconstruida permanentemente
en el tiempo y, para ello, una perspectiva que logre visibilizar las inequidades en
todos los contextos: una perspectiva de género que sitúe la problemática en la cara
no visible (las estructuras profundas, las formas latentes, la ideología, etc.) y que
permita monopolizar la administración del problema para que, una vez instalado lejos
del laboratorio (Latour) o del dominio de sus creadores, no pierda fuerza o se desdibuje
al ser trivializado respecto a la centralidad de los problemas de otros servicios.

En este sentido, una problemática de la juventud, incluso abordada desde una


perspectiva de derechos, puede aprender de esta experiencia y ser formulada en el
tiempo y en el espacio para que resulte sostenible, pero también debiera despojarse
de los vicios que la posición crítica o la posición empática7 agregan a las distintas
perspectivas (de derechos, de género, etc.). La perspectiva también debe ser puesta
en perspectiva. ¿Qué herramientas epistemológicas poseemos para escapar a estas

6 La perspectiva de derechos juveniles lograría esto por sí misma, pues existen jóvenes que se
enferman para el Ministerio de Salud o jóvenes que no siguen la ley para el Ministerio de Justicia.
7 Que utiliza, como se demuestra a continuación, las mismas herramientas epistémicas que la posición
crítica.
36 • Revista Observatorio de Juventud

cuestiones? Desplegaremos brevemente una clave, la de transformar (Serres) hechos


de facto en hechos de preocupación (Latour, 2004).

Trayectorias Juveniles como Hechos de Preocupación


Entre las consecuencias no deseadas de tratar las cosas de la juventud como objetos
-en vez de tratar la juventud como cosa en un sentido heideggeriano, cosas como
reuniones (Latour, 2004), está el hecho de que el objeto “juventud” es la población
hecha de sujetos jóvenes. Este objeto poblacional es suficiente para que la ciencia
pueda ejecutar sus rutinas epistémicas: analizar, develar, deconstruir, etc.; dejando el
objeto al desnudo y a merced de los científicos. Más aún, todo esto ocurre usualmente
tras los muros de los laboratorios de los científicos, donde se poseen las herramientas
adecuadas para poder descubrir lo que realmente está pasando con la juventud.
Particularmente las Encuestas Nacionales de Juventud hasta ahora han cumplido ese
papel para el Instituto Nacional de Juventud; sus bases de datos se transforman en todo
tipo de tubos de ensayo para cruzar las informaciones que darán pauta a la toma de
decisiones. Más que entrar en el debate sobre la arbitrariedad política que se utiliza,
desde el punto de vista de la ciencia, para seleccionar las informaciones científicas que
efectivamente gatillan decisiones políticas8, lo importante es que estos laboratorios
mueven los puntos de apoyo para entender qué ocurre en las subjetividades de la
juventud, qué cosas les pasan en tanto población, qué problemáticas tienen y qué
demandas realizan. Precisamente porque los servicios públicos tienen departamentos
de estudios es que estas organizaciones pueden acoplar, en su entorno interno, con el
conocimiento científico, pero de ninguna manera la política hace ciencia.

El problema de la posición crítica y de la posición empática, generalmente utilizadas


en las líneas de investigación juvenil culturalistas y que luego permiten posicionar
la perspectiva de derechos dentro de las políticas publicas, es que fijan los objetos
juveniles únicamente en dos posiciones (Latour, 2004). Por un lado, dicen que las y
los jóvenes creen en el poder de ciertos ídolos o íconos, en cuestiones sociales que
los hacen hacer cosas, que los coersionan a hacer cosas, pero de hecho es únicamente
el poder de su propia ingenuidad, la proyección -sobre la materia indiferente- de su
propio poder en tanto sujetos. Por otro lado, dicen que las y los jóvenes creen en el
libre albedrío, en el poder de su propia libertad que les permite realizar cosas sobre la
materia indiferente, pero de hecho las y los jóvenes son involuntariamente activados
a realizar cosas por el necesario poder de los genes, los intereses, las motivaciones
sociales, etc.

Entonces, cuando el experto en juventud deconstruye los hechos juveniles al demostrar


que las y los jóvenes participan en su construcción social como sujetos activos, o cuando
el experto en juventud deconstruye las subjetividades de las juventudes al demostrar
que las y los jóvenes se encuentran determinados por hechos sociales, la posición
crítica o la posición empática siempre tienen razón.

¿Cuál es el truco de esta perversa autología del conocimiento? ¿Cuál es el truco de la


posición crítica y de la posición empática? ¿Por qué falla la perspectiva de derechos al
dirigirse hacia poblaciones? El truco está en que estas posiciones utilizan dos objetos
y dos sujetos diferentes (Latour, 2004). Por una parte, el sujeto es tan poderoso que

8 Basta tomar en cuenta el interés que mostraron los políticos en las respuestas de las y los jóvenes
respecto a la inscripción automática y el voto voluntario. Tanto así que al poco tiempo se promulga la
ley que instaura la inscripción automática, asegurando de paso un mercado electoral que permite su
legitimación representativa de manera artificial; ley que, sin embargo, no hace mención directa en
favor del voto voluntario.
Instituto Nacional de la Juventud • 37

el o la joven puede crear todo a partir de sus propias manos, puede traer un mundo
a la mano (en palabras de Maturana y Varela), o el sujeto juvenil es nada sino el
receptáculo de las fuerzas de la determinación conocidas únicamente por las ciencias

naturales y sociales. Por otra parte, el objeto es nada sino la pantalla en donde las y
los jóvenes proyectan su libre albedrío, o es tan poderoso que determina causalmente
lo que la juventud piensa y hace.

Dado que el espíritu de las políticas públicas juveniles cuelga de la perspectiva de


derechos, poner esta perspectiva en perspectiva podría ofrecer algo de novedad
científica a la política, al menos mientras la arrogancia y presunción del poder
siga imponiéndose, en los distintos servicios públicos, frente a las tentaciones del
conocimiento científico. Si bien los políticos no votan siguiendo, al pie de la letra, las
inscripciones que dejan los laboratorios de juventud con sus estudios, mover el piso de
las cosas que se consideran como hechos tangibles, particularmente el hecho tangible
de que la juventud es una población objetivo, y moverlo de tal manera que estas cosas
ya no sea vistas como hechos de facto sino como hechos de preocupación le permitiría
a la perspectiva de derechos volver a conectar los vínculos entre las descripciones de
juventud y las operaciones sociales que permiten la juventud mediante su descripción,
considerando que ambas forman parte de la misma red. ¿Pero si no debemos dirigir
nuestra atención hacia la población juvenil, qué hechos de preocupación son aquellos
estrictamente juveniles?

La perspectiva de derechos puede ser lanzada hacia la juventud en tanto se preocupe


de temáticas relevantes que constituyen hechos de preocupación juvenil. Con esto nos
despojamos del problema de duplicar objetos y sujetos, es decir, tratar a la juventud
como un objeto, como una población que está hecha de sujetos jóvenes, una población
que está hecha de las y los jóvenes. Esto porque las temáticas relevantes, los hechos
de preocupación, “son objetos demasiado fuertes para ser tratados como fetiches y
demasiado débiles para ser tratados como explicaciones indisputablemente causales
de alguna acción inconsciente” (Latour, 2004, pág. 242).

Aquí nos topamos con el problema mencionado al principio respecto a las temáticas
relevantes. Las comunicaciones de la sociedad usualmente simplifican a la juventud
agregándole un adjetivo extra, el mismo adjetivo que luego se problematiza para
levantar una institucionalidad pública que resuelve el problema funcional: para las y
los jóvenes que están enfermos, las políticas principales vienen del Ministerio de Salud;
para las y los jóvenes que tienen problemas en la educación, las políticas principales
se encuentran en el Ministerio de Educación, etc. ¿Qué asuntos de preocupación
efectivamente debieran interesar en términos de que son hechos de facto juveniles,
incluso cuando tradicionalmente nos hemos esforzado tanto en deconstruirlos?

Si recogemos el concepto de juventud en tanto simplificación cronológica, y recogemos


además los aprendizajes de la perspectiva de género, capaz de instalarse con fuerza
en la institucionalidad política, necesitamos un objeto/sujeto –uno solo y en clave de
forma binaria- que destrabe algunos grados de la complejidad, de esa complejidad
simplificada en las reducciones cronológicas de juventud. Necesitamos un problema
que implique la construcción del tiempo juvenil con mayor amplitud. Precisamente
ya no una edad específica (la juventud), sino un rango de edad que implique cierta
diferencia mínima (juventudes). Pero necesitamos más: una perspectiva que no apunte
ni a poblaciones ni a planos temáticos que respondan a problemas funcionales aislados,
sino a temáticas sobre el tránsito entre un problema y otro, un plano problemático que
38 • Revista Observatorio de Juventud

apunte (recordando la cita de Robles) hacia el acoplamiento operativo que permite


entrelazar proyecciones en el tiempo mediante el tiempo.

En definitiva, una perspectiva de juventud diseñada para observar, en la complejidad


social, trayectorias juveniles; que aborde, por ejemplo, los tránsitos juveniles desde
la educación al trabajo en clave de carrera profesional, desde los ingresos gestionados
por la familia a los ingresos gestionados mediante instrumentos financieros, desde la
participación en movilizaciones civiles a la representación (o falta de representación)
en el sistema democrático, desde las redes sociales marcadas por el contexto familiar
a las redes sociales marcadas por el contexto laboral, desde el disponer de mucho
tiempo libre al disponer de muy poco tiempo libre, desde el hogar de origen al hogar
propio. Esos tránsitos que socialmente esperamos que ocurran en la juventud (por
ello pueden ser objeto de investigación) y que –cuando ocurren- escapan a nuestra
observación cotidiana, son parte del entorno de cada sistema social, apenas visible
ya que implican acoplamiento operativo entre un sistema u otro. Lo juvenil responde
a necesidades de coordinación tan altas y desencadena tantas posibilidades que,
cuando finalmente se habla de tránsitos juveniles, volvemos a utilizar las herramientas
temáticas ya disponibles: trayectorias socioeconómicas, trayectorias educacionales,
trayectorias laborales, etc. O sea, trayectorias dentro de lo cotidianamente visible,
dentro de las autonomías sistémicas y no entre ellas.

Los hechos de preocupación que llamamos juventud, las temáticas relevantes


estrictamente juveniles, en cambio, se refieren al conjunto de expectativas sociales
que, al ser demasiado complejas, se simplifican en una edad que ya se encuentra
en movimiento, por ejemplo, una edad que ya desborda sus propios límites en la
semántica comercial y urbana del adulto joven. Son hechos que se refieren a la unidad
cronológica que llamamos juventud, una identidad que se diferencia en los laberintos
de la modernidad mediante procesos de diferenciación juvenil (Raglianti, 2008). Poner
en perspectiva lo que ocurre juvenilmente, en tanto variabilidad social, dentro de cada
sistema social (trayectorias socioeconómicas, trayectorias educacionales, trayectorias
laborales) obliga a considerar al entorno del sistema como un elemento tan importante
de su construcción como el sistema mismo, amplificando el dominio operativo donde
los derechos debiesen ser asegurados. No sólo derecho a la educación o derecho al
trabajo, sino derecho a una educación que permita conseguir trabajo. Aquí estamos
frente a un plano problemático tanto o más complejo que los planos que para sí definen
los rangos ministeriales.

Esta tarea puede ser delegada a cada laboratorio de juventud, teniendo en cuenta que,
al momento de ser enumeradas las distintas trayectorias, se traducen en una agenda,
en directrices internas de las organizaciones políticas en juventud, y para ello hay que
observar además los puntos de contacto que mantienen estas organizaciones con su
entorno y consigo mismas (Santibáñez, Zilveti, 2008). Por ahora ya nos encargarnos de
delimitar aquí una herramienta para observar trayectorias juveniles en la complejidad
social que permita acercarnos a una mejor descripción de la red de comunicaciones
que hacen posible la juventud y que considere, además, a esa red en permanente
construcción.
Instituto Nacional de la Juventud • 39

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40 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 41

PERSPECTIVA DE JUVENTUD
E INSTITUCIONALIDAD PÚBLICA:
Condicionamientos contextuales1
Dimas Santibáñez Y2.
Maya Zilveti V3.

Pese al despliegue realizado por el Instituto Nacional de la Juventud, en múltiples


iniciativas -la perspectiva de juventud corresponde a la expresión más célebre de tales
intentos- orientadas al desarrollo y articulación de una política pública en materia
juvenil que garantice mayores niveles de inclusión para este segmento, los diagnósticos
relativos a este ámbito recurrentemente indican la insuficiencia, fragmentación
y ausencia de pertinencia como atributos centrales de las respuestas de carácter
gubernamental dirigidas a la población joven.

El presente documento constituye una invitación a observar y reflexionar en torno a


las condicionantes contextuales implicadas en la actual estructuración del entorno
institucional público-estatal y las limitaciones que ello supone respecto de los intentos
por superar las deficiencias antes indicadas.

Presentación
Si se presta atención al conjunto de observaciones y descripciones que abordan la
compleja relación entre la población joven y la institucionalidad pública, diseñada para
proponer e impulsar políticas públicas que favorezcan sus condiciones de inclusión,
entonces la conclusión necesaria es que la actual situación se encuentra marcada por
la redefinición institucional.

Al menos así lo sugiere la discusión en torno a la futura dependencia administrativa del


Instituto, y algunos de los títulos de las últimas ediciones del Observatorio de Juventud.
Efectivamente, desde el año 2006 se aprecia un leve giro en la comunicación, pues
progresivamente el foco de observación se ha venido trasladando desde la descripción
y comprensión de las condiciones de la diversidad juvenil al análisis de los desafíos y
características que debe resolver y alcanzar la política pública orientada al segmento
juvenil del país4.

En lo básico, el diagnóstico que impulsa este proceso de redefinición parece situarse


en un progresivo desdibujamiento, tanto de la institucionalidad como de las políticas

1 Este trabajo es también fruto de las conversaciones sostenidas con Felipe Raglianti. Agradecemos
sus puntos de vistas. Lo que aquí se expone en nada lo compromete.
2 Antropólogo Social, Magíster en Sociología y académico de la Universidad de Chile. Coordinador Aca-
démico Programa Pulso, Centro Multidisciplinario de Investigación Social y Cultural y del Programa de
Magíster en Antropología y Desarrollo, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.
3 Psicóloga, Profesional del Departamento de Coordinación Intersectorial del Instituto Nacional de la
Juventud.
4 Efectivamente, sólo en el año 2006 la edición de mayo del Observatorio de Juventud lleva por título
“Política Públicas de Juventud”. Ello es indicativo de la relevancia que empieza a adquirir este ámbito
de reflexión, pues, inevitablemente, ha estado presente como un tópico de referencia en cada una de
las ediciones de la Revista.
42 • Revista Observatorio de Juventud

públicas orientadas hacia las y los jóvenes. Por ello, no extraña que el nuevo impulso
que se busca imprimir subraye la necesidad de modificar, y en consecuencia, fortalecer
el accionar del Estado en favor de la población joven a través de la implementación
de una oferta pública que garantice mayores niveles de pertinencia, suficiencia,
coherencia, y eficiencia. Y en este marco se ha pensado también la conveniencia de
integrar el actual organismo en un diseño de mayor envergadura y rango institucional.

Puede resultar oportuno que en este contexto se distingan dos ámbitos prioritarios de
análisis y reflexión. Un primer plano de consideraciones se concentra en torno a los
argumentos que justifican la necesidad de contar con una institucionalidad orientada a
las y los jóvenes. Este tipo de reflexiones suelen incluir en sus análisis la evolución de
la institucionalidad juvenil y la mirada comparada como recursos destinados a rescatar
lecciones en esta materia (Leibovitz, 2006; Fernández y Sepúlveda, 2008; Krauskopf,
2008; Dávila, 2008.), junto a una cierta descripción del mundo juvenil que alumbra
sobre los desafíos que se pretenden abordar (Reinoso, 2006; Aravena, 2007) y, por
último, un análisis de los principios que deben guiar el accionar del Estado (Asún,
2006a; Ravinet, 2007, 2008; Thezá y Mascareño, 2007).

Un segundo ámbito de reflexión se introduce de manera más específica en las


limitaciones y alcances de la política pública diseñada para las y los jóvenes, a través
del cuestionamiento respecto del tipo y las características que debe alcanzar las
acciones del Estado dirigidas hacia este segmento de la población (Asún, 2006b; Thezá,
y Mascareño, 2007; Raglianti, 2008). Y aquí parece haber un grado importante de
consenso, pues la forma inclusión/ exclusión aparece como el código que se promueve
para orientar y estructurar la gestión de la institucionalidad que el Estado ha dispuesto
para la población joven del país. Por cierto, la operatividad de la forma exige desarrollos
secundarios que la sustenten. Las comunicaciones expertas en la materia indican dos
sustratos epistemológicos: la perspectiva de juventud y la de derechos (Asún, 2006a;
Thezá y Mascareño, 2007; Carreras, Gallegos y Morales, 2008).

Desde nuestro ángulo de observación, los planteamientos que se formulan no sólo


buscan estructurar una agenda que articule y oriente los esfuerzos que desarrolla
el Instituto Nacional de la Juventud, en orden a otorgarle un nuevo impulso a las
políticas públicas dirigidas hacia los y las jóvenes. También intentan modular un tipo
de comunicación que tenga efectos de irritabilidad en el entorno interno del aparato
público, su institucionalidad político-administrativa y su diseño de políticas públicas,
con el objeto de posibilitar un cumplimiento más exitoso de la misión institucional del
INJUV. No cabe duda que el esfuerzo es correcto, ya que por defecto el “destinatario
natural” de las comunicaciones del INJUV es la complejidad pública estatal, pues no
es ni puede ser el representante o referente de los jóvenes de nuestro país. No existe
otro modo, y el desafío es enorme pues se trata de posibilitar que la agenda pública
y el programa decisional de la gestión gubernamental seleccione e incluya, como
parte de sus condiciones de operación, los criterios y premisas que el Instituto indica
como estratégicos para la orientación de las políticas públicas que incorporan entre su
población objetivo a las y los jóvenes del país.

En función de la precisión anterior, es notable que en este tipo de análisis no haya


una adecuada observación de las condiciones estructurales que presenta el principal
“interpelado” de los planteamientos expertos en materia de juventud. En ello pareciera
existir todavía cierta ingenuidad o voluntarismo político, pues nada indica que existan
efectivas condiciones para que el Estado, en su particular complejidad contemporánea,
asuma de modo cierto una perspectiva de juventud, o que esté en condiciones de
garantizar los tipos de inclusividad que los principios rectores de la perspectiva de
Instituto Nacional de la Juventud • 43

derechos define como exigibles. Por cierto, esto es materia de análisis y discusiones
posteriores. Lo que aquí se elabora y presenta son una serie de apuntes que intentan
especificar algunos de los condicionamientos estructurales que modulan y orientan la
toma de decisiones en materia de política pública en el Estado contemporáneo, con el
objeto de calibrar el tipo de alcances que puede tener una institucionalidad especializada
en materia de juventud. Alcances que deben considerar, de modo paralelo, el problema
de los límites socio-estructurales que debe enfrentar la perspectiva de juventud y, por
otro lado, los constreñimientos que obligan a operacionalizar y comunicar la oferta
semántica del Instituto para el entorno interno del Estado. Este artículo se detiene en
este segundo aspecto, pero no pierde de vista el primero, pues el tipo de selecciones
que allí se especifiquen, condicionará la efectividad de la gestión institucional.

A propósito de reformas y modernizaciones:


la orientación de la transformación del Estado
La progresiva preocupación que los trabajos contenidos en el Observatorio explicitan,
a propósito de las potencialidades y limitaciones que evidencia la política pública
dirigida a las y los jóvenes del país, permite contar con una visión preliminar relativa a
las principales deficiencias que se requieren superar. En lo básico, es posible destacar
una cierta invisibilización jurídica y temática de las y los jóvenes en el entorno interno
del aparato público, una oferta programática inorgánica e inconsistente en el tiempo,
insuficiente, escasamente pertinente, que adolece de los recursos necesarios para
hacerla más efectiva (Asún, 2006a; Thezá y Mascareño, 2007). En síntesis, el diseño
institucional que el Estado se ha provisto para incorporar los desafíos de la inclusión
juvenil en la elaboración de sus políticas públicas, no responde con la suficiencia
cualitativa ni cuantitativa necesaria para orientar al conjunto del aparato público en
función de un accionar coherente en favor de las y los jóvenes (Asún, 2006b).

Hasta ahora, las propuestas más especializadas han definido un conjunto de indicaciones
relativas a los modos y campos de intervención susceptibles de abordar desde el plano
de las políticas públicas, por medio del establecimiento de un marco de condiciones
mínimas de inclusión juvenil, definiendo una serie de áreas temáticas o espacios para
posibilitar ese proceso. Las propuestas que se han venido elaborando, al menos desde
el año 2006, especifican un marco de criterios y áreas de inclusión que buscan no
sólo hacer converger, sino también operacionalizar, la Perspectiva de Juventud y la
Perspectiva de Derechos (Asún, 2006a; Thezá y Mascareño, 2007). No obstante, pese
a los intentos por superar a través de las especificaciones antes indicadas, las visiones
parciales que han caracterizado la mayoría de los abordajes orientados al segmento
juvenil, a través de la consolidación de un marco estratégico de carácter intersectorial,
este tipo de propuestas no logran aún obtener los resultados e impactos esperados.
Efectivamente, los diagnósticos y evaluaciones indican, con recurrente estabilidad, la
carencia de consenso o convergencia en la materia.

El fracaso de las múltiples iniciativas dirigidas a estos propósitos5, no puede ser


atribuido, exclusivamente, a la calidad política de las diferentes propuestas, ni a su
calidad técnica. Parte del problema se encuentra en el carácter de intermediación que
debe efectuar un servicio como el INJUV, pues no sólo está imposibilitado de producir
efectivas condiciones de inclusividad para la población joven –por mínimas que sean-,
5 Entre los diversos esfuerzos desplegados por el INJUV orientadas al desarrollo de una política pública
en materia juvenil destacan el Programa de Oportunidades para Jóvenes –PROJOVEN- (1991); Grupo de
Trabajo Interministerial Coordinador de Políticas de Juventud (1992); Plan Integral de Juventud (1995);
Comité Gubernamental para el Fortalecimiento de la Acción Estatal en Materia de Juventud (2002);
Plan de Acción en Juventud (2004); entre otras. (INJUV, 2006).
44 • Revista Observatorio de Juventud

sino que sólo puede contextualizar las reparticiones públicas que están en condiciones

de contextualizar los sistemas que en función de su particular diferenciación modulan


la dialéctica de la forma inclusión/ exclusión.

Nuestra invitación, por tanto, se dirige a trasladar la óptica de observación para


ubicarla en las condicionantes contextuales que el entorno institucional, público-
estatal, provee a la gestión institucional. Esto resulta necesario porque, como
ya indicamos, el Instituto no puede garantizar inclusión, sólo puede observarla; el
Instituto no regula, ni interviene las decisiones público- estatales de carácter sectorial
–tampoco las de política gubernamental-, sólo puede intentar orientarlas; el Instituto
es parte del entorno interno del Estado, por lo que está condicionado por las tramas
y dinámicas que éste auto-produce. En consecuencia, parece oportuno desarrollar
algunas consideraciones específicas sobre la lógica de las transformaciones del Estado
contemporáneo.

Notas sobre la transformación del Estado


Puede que la idea de transformación aplicada al caso del Estado resulte profana, o incluso
procaz. Ni reforma, ni modernización, pues mediante la noción de transformación
indicamos el conjunto de iniciativas que, a lo largo de un determinado período de
tiempo, han ido convergiendo para dar como resultado una modificación sustantiva
de la fisonomía del aparato público contemporáneo. Efectivamente, hemos asistido
a tres décadas de transformaciones: desde las así conocidas reformas de primera
generación de las décadas del 70 y 80 –sólo posibles en el marco del control militar
del poder político-, hasta el programa de modernización de la gestión pública de la
década del 90. Sin olvidar, por cierto, la creación de toda una nueva institucionalidad
con el regreso del proceso democrático -entre las que se cuenta el Instituto Nacional
de la Juventud-; y las reformas o modernizaciones de la presente década que incluyen
la creación, modificación y/o fortalecimiento -y también desaparición- de una serie
de instituciones o servicios en el ámbito de la justicia, de la regulación económica,
de la salud, del medio ambiente o para la población de tercera edad. Y podríamos
terminar sumando los esfuerzos de descentralización regional y local, así como la
consolidación de una oferta programática de carácter estratégico para el incremento
de las posibilidades de inclusión de la población con mayores niveles de vulnerabilidad
económica, social y/o cultural.

No cabe duda que los decisores e impulsores de cada uno de estos procesos de reforma,
modernización o cambio, contaban en sus respectivas coyunturas con una serie de
argumentos y justificaciones para sostener la necesidad y oportunidad de cada una de
las iniciativas. En síntesis, se pueden reconocer los siguientes ámbitos o planos en los
que los procesos de reforma o modernización del Estado han venido operando:

 Reformas que modifican la diferenciación institucional y administrativa,


modulando las relaciones horizontales entre los poderes públicos y verticales
entre las reparticiones con competencias y mandatos diferenciados (Tomassini,
y Armijo, 2002). Este tipo de reformas compromete el tejido institucional del
Estado, su tamaño, configuración funcional y arreglos coordinativos internos, así
como la adecuación de sus procesos de formulación e implementación de políticas
públicas. En el caso de Chile, quedan incluidas las reformas estructurales y la
reducción del tamaño del Estado post-crisis; y a partir de la década del noventa
la tónica ha sido la creación de instituciones orientadas a incluir a poblaciones
(mujer, jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad, minorías étnicas) o
Instituto Nacional de la Juventud • 45

temáticas emergentes de carácter crítico o estratégico (medio ambiente, cultura,


control del consumo de drogas, protección del consumidor), sumándose en el
último período reformas profundas como la del Sistema Procesal Penal e iniciativas
en materia de reformas a la educación. La eventual consolidación de un Sistema
de Protección Social puede constituir en el futuro el proceso de transformación
más sustantivo del Estado chileno. Desde nuestra perspectiva, la discusión en torno
al tipo de institucionalidad que el Estado chileno debe diseñar para la población
joven se sitúa, fundamentalmente, en el marco de este ámbito de reformas.
Abordaremos con mayor amplitud algunas formulaciones en la sección siguiente.

 En segundo lugar, es posible identificar los procesos de modernización de la


gestión pública, que en lo básico han sido impulsados con el propósito de introducir
recursos semánticos que regulen y orienten los procesos organizacionales
de las reparticiones públicas en función de las metas que define la política
gubernamental y en coherencia con los modos operativos que se seleccionan. En
el caso de Chile, el programa de modernización de la gestión pública, impulsado a
partir de la segunda década del noventa, se propuso como un esfuerzo tendiente
a alcanzar mayores grados de eficiencia, eficacia y calidad en la gestión de
los servicios y políticas públicas. Propuestas de estas características siguen
teniendo una orientación económica-administrativa en el sentido que buscan
mejorar las capacidades gerenciales del aparato público (Santibáñez, 2000).

 En tercer lugar, los procesos orientados a reforzar las capacidades de prestación


de la acción pública- estatal, a través del diseño e implementación de estrategias
e instrumentos que reconfiguran la relación del Estado con las organizaciones
empresariales o de la sociedad civil. No cabe duda que la política de concesiones
diseñada para incrementar la inversión en infraestructura público-privada, y la
incorporación de las organizaciones de la sociedad civil en la implementación
de las políticas sociales, constituyen ejemplos característicos en este plano.

 Finalmente, sería posible distinguir un cuarto tipo de iniciativas. La


comunicación política suele indicarlas como iniciativas tendientes a profundizar la
democracia, y busca incluir allí, reformas que debieran ampliar las posibilidades
participativas de la ciudadanía e incrementar, por ejemplo, la gobernanza, la
accountability, y/o la descentralización de los procesos de toma de decisiones
colectivas6. Los esfuerzos que se han desarrollado en la materia han estado guiados
por la lógica de la gobernabilidad política.

Resulta oportuno y necesario apuntar que sólo durante la presente década se observan,
de modo persistente, disposiciones comunicativas que no sólo presionan para un
cambio en el eje de la toma de decisiones en materia de política pública –lo cual,
por cierto, se hace posible hoy día debido a las disponibilidades presupuestarias
existentes-, sino que, efectivamente, parecen estar posibilitando la emergencia de
contextos que condicionan de un modo no previsto el proceso de transformación
social hasta ahora vigente. Y resulta relevante indicarlo, pues durante las últimas
tres décadas los procesos de reforma y modernización han estado regulados por
las orientaciones e indicaciones de la racionalidad económica. La imagen objetivo
ha sido contar con un modelo de Estado que se ciña a los siguientes criterios: un
Estado más pequeño y especializado, profesionalizado, técnico y eficiente, que actúe
6 De acuerdo a Bresser Pereira (1997) se trata de 4 asuntos fundamentales: a) un aspecto económico-
político relativo al tamaño del Estado y b) relativo al rol regulador de éste; c) un problema económico-
administrativo relativo a la recuperación de la capacidad de gobierno, mediante la aplicación de las
decisiones políticas; d) un problema político relativo a incrementar la gobernabilidad del Estado, a
través de mejorar las capacidades de conducción y coordinación de los intereses sociales.
46 • Revista Observatorio de Juventud

con una lógica económica estricta, diversificado en su oferta y con una creciente
“privatización de la opción” en la demanda, que abra espacios cada vez más amplios
para que el mercado actúe de modo autónomo bajo “necesarios” mecanismos de
regulación (Lahera, 1993; Boeninger, 1995; Muñoz, 1998; Ffrench-Davis, 2001).

Desde nuestra perspectiva, tales indicaciones mantienen plena vigencia y son coherentes
con las premisas paradigmáticas que han guiado la toma de decisiones, no sólo en
materia de reforma y modernización del aparato público, sino también en materia
de modernización económica y social en nuestro país. No es parte de este trabajo
profundizar en torno a las características particulares de este proceso histórico, su
racionalidad y sus consecuencias sistémicas. Resulta suficiente para el caso del presente
artículo indicar que, desde un punto de vista evolutivo, el logro más persistente de las
últimas décadas, para el caso de la transformación del Estado, es la configuración de
un programa decisional que se estructura en torno a tres funciones críticas: función de
estabilización, función de promoción, función compensatoria (Santibáñez, 2006). La
hipótesis teórica central de este planteamiento es que, todavía, dichas funciones se
ordenan jerárquicamente desde los primados de la racionalidad económica, imponiendo
criterios, condicionamientos y requerimientos específicos a los otros ámbitos de
actuaciones y prestaciones. Efectivamente, en el caso de las políticas orientadas a
mantener equilibrios, y/o generar condiciones de competitividad estructural –función de
promoción-, el Estado se ha dispuesto en una lógica de subordinación positiva respecto
del sistema económico –desarrolla acciones necesarias que posibilitan la actuación del
mercado- (Offe, 1990). En el tercer caso, es decir, en la función compensatoria de las
externalidades sociales que crean carencias y desventajas, el Estado se estructura
de acuerdo a una lógica de subordinación negativa –es decir, deja de hacer, o hace
lo justo, para no intervenir la dinámica de la economía- (Offe, 1990). La importancia
de lo anterior radica en el hecho que este tipo de configuraciones orienta el tipo de
decisiones que se seleccionan, imprime ritmos diferenciados a los diversos ámbitos
de decisión que acompañan la gestión gubernamental, posibilita transformaciones
estructurales que modifican la complejidad interna de la propia gestión pública-estatal,
y, por cierto, inhibe o retrasa otros ámbitos de posibilidades. Efectivamente, y más allá
de intenciones y voluntades, impone enormes constreñimientos a los esfuerzos por
generar condiciones equitativas de inclusión social. Para decirlo en términos simples y
sucintos: inclusión en la medida de lo posible e incremental.

Por cierto, lo anterior no supone la no-irritabilidad de la gestión pública-estatal a


otro tipo de comunicaciones. Sólo indica un determinado tipo de determinaciones
estructurales que condicionan los márgenes de lo posible. En este sentido, no se afirma
que la racionalidad política no oriente de algún modo las decisiones público-estatales.
De hecho, y a pesar de los condicionamientos indicados, la política pública ha venido
progresiva, y paulatinamente, ampliando e incrementando el ámbito y la profundidad
de la inclusividad. Las iniciativas que comprometen la diferenciación institucional y
administrativa responden, en primer lugar, al imperativo de incluir poblaciones y temas
(lo que comúnmente se conoce como sectores). El Instituto Nacional de la Juventud,
desde su creación, responde a esta orientación. Sin embargo, incluir poblaciones como
objeto de políticas públicas no es, como se ha podido apreciar, garantizar condiciones
de inclusión social más efectiva.

Del mismo modo, la progresiva adopción de la perspectiva de derechos y el desafío


de avanzar en el diseño e implementación de un Sistema de Protección Social, supone
no sólo la flexibilización de los dogmas que han dominado la agenda gubernamental,
sino también la inclusión de racionalidades alternativas a las de eficiencia económica,
en materia de decisiones de política pública, al mismo tiempo que el arreglo de
Instituto Nacional de la Juventud • 47

nuevas condiciones estructurales y de coordinación en el entorno interno del


Estado. Como se advertirá, entonces, la transformación del Estado contemporáneo
no sigue, necesariamente, derroteros coherentes y sinérgicos. Todavía las reformas
estructuradas en el marco de la perspectiva de derechos y el Sistema de Protección
Social no comprometen el conjunto del aparato del Estado. Es por ello que, desde
nuestra perspectiva, resulta necesario contar con elementos de comprensión de los
condicionamientos que deben enfrentar las instituciones del Estado.

• En síntesis, las notas anteriores permiten sugerir las siguientes conclusiones


generales:

• Las respuestas que se diseñan e implementan, en el marco de una


mirada de larga duración, tienen efectos de transformación estructural no
programados que condicionan la complejidad interna del Estado y de la
gestión pública, en orden a producir entornos internos diferenciados que
refuerzan racionalidades particularizadas, aumentando con ello el déficit de
coordinación y minimizando las probabilidades de co-evolución (Wilke, 1993).

• El proceso anterior, se refuerza por la disposición del Estado contemporáneo


a desarrollar respuestas especializadas frente a los problemas de la exclusión o
frente a las externalidades negativas de la modernización, a través de dos tipos de
estrategias, la inclusión de poblaciones y la incorporación de temas -problemas-.

• Es posible sostener, entonces, que dicha disposición tiene como efecto


concreto una progresiva diferenciación institucional y administrativa,
en virtud de la cual las respuestas organizativas que se diseñan,
estructuran racionalidades particularizadas que se modulan desde las
características específicas de los temas o poblaciones que incluyen.

• Por lo tanto, el Estado produce una contextualidad auto-orientada de


carácter circular, que no sólo debe incluir la comunicación pública, sino,
sobretodo, la propia complejidad de la administración (Luhmann, 1997). La
gestión pública se ve auto-enfrentada a una carencia de unidad de sentido que
se expresa, por ejemplo, como asimetría entre criterios de tipo técnico y de tipo
político, y sobretodo como restricciones para la coordinación y la co-evolución.

• Frente a ello, la gestión gubernamental busca coordinar y orientar las


actuaciones institucionales a través de definiciones políticas y programáticas,
pero también a través de instrumentos de gestión que indican el tipo de
selecciones que se deben priorizar –señalan la relevancia política que
pueden alcanzar los temas, las poblaciones o los problemas-, o través de
la duplicación de la comunicaciones en instancias transitorias –comisiones
y mesas-, o el control de aquellas a través del manejo informa del poder.

• Dichas orientaciones e instrumentos constituyen las condiciones de auto-


irritabilidad del Estado y de la gestión pública. Este tipo de aspectos son los que
finalmente limitan las posibilidades de éxito de las iniciativas institucionales. En
consecuencia, la comunicación se convierte en exitosa cuando considera y acopla
a tales especificaciones. Y, en este sentido, se debe comprender que son dichos
medios los que se deben utilizar como mecanismo y medida de la inclusión de
la perspectiva de juventud y de los jóvenes en perspectiva, en la comunicación
pública- estatal (Raglianti, 2008).
48 • Revista Observatorio de Juventud

Como hemos insistido a lo largo del texto, los desafíos que enfrenta la institucionalidad
pública que el Estado de Chile se de para impulsar políticas públicas que favorezcan
la inclusión de la población joven del país, no se limitan a especificar el plano de la
observación y el tipo de información que se quiere dar a conocer –perspectiva de
juventud y medidas, que miden y que se adoptan-, sino que debe incluir el cómo las
doy a conocer. Para ello, hemos presentado una serie de apuntes que describen las
condiciones en las que debe operar la comunicación de la gestión pública- estatal. A
nuestro juicio en dicho medio y bajo tales consideraciones las definiciones anteriores
pueden avanzar con niveles de efectividad creciente. Y esto significa observar
reflexivamente el interlocutor crítico de las actuaciones del INJUV.

Consideraciones y consecuencias para


la institucionalidad juvenil

De los planteamientos previamente indicados se desprende que las instituciones que


se orientan hacia poblaciones enfrentan una doble complejidad: el entorno interno
del Estado y su “público”. No es extraño entonces que frente a las diversidades de
las poblaciones, las posibilidades de actuación de este tipo de instituciones tengan,
en primer lugar, un carácter epistemológico: sus comunicaciones se orientan hacia el
entorno interno del Estado promoviendo la instalación de perspectivas que garanticen la
inclusión de criterios específicos en las premisas que guían la toma de decisiones público-
estatales. Ello resulta pertinente si se entiende que la creación de institucionalidad
es la especificación de paradigmas, directrices y programas que modulen la toma de
decisiones de la gestión pública.

Bajo este ángulo de análisis, la eficiencia de la perspectiva de juventud se halla


supeditada a las probabilidades de acople interno. En estricto rigor, la incorporación,
por parte de otros sistemas institucionales, de la forma inclusión/exclusión juvenil
como distinción central de las observaciones realizadas por el INJUV y su correlato
semántico -perspectiva de juventud- no depende del Instituto, como tampoco de una
cualidad inherente a la propia forma. Ello resulta más complejo si suma la consideración
relativa a que las instituciones temáticas –o sectoriales- no cuentan con dispositivos
sistémicos capaces de reconocer como relevantes las expectativas implicadas en
las lógicas operativas dirigidas a determinadas poblaciones –a excepción hecha de
la perspectiva de género-. En contraposición, la forma inclusión/exclusión juvenil
obliga a la Institución a incluir en su dominio comunicativo, el conjunto de temas que
potencialmente afectan a la población joven (acceso deficitario a los sistemas de salud
y educación, desempleo, entre otros). Un poco de todo, pero con amplios márgenes
para que se termine difuminando.

Desde el otro lado, la variopinta institucionalidad pública excluye de su horizonte de


comunicaciones relevantes, la forma inclusión juvenil y su semántica perspectiva de
juventud; puesto que, dada la orientación temática de estos sistemas parciales, les
basta con incluir a la población a través de sus respectivos temas de dominio, de
acuerdo a criterios autodefinidos.

Lo hasta ahora señalado no pretende sepultar las pretensiones de efectividad del


INJUV, sino definir el entramado de limitaciones a las que su actual racionalidad
específica se haya sujeta, en virtud de su orientación poblacional y la incapacidad para
irritar a las instituciones de carácter temático. En tal sentido, propuestas orientadas
a entrecruzar la perspectiva de juventud con especificaciones relativas a problemas,
constituyen indicaciones que perspectivizan la gestión del Instituto (Raglianti, 2008).
Instituto Nacional de la Juventud • 49

Por cierto, el abanico no deja de ser amplio y las opciones empiezan a aparecer: desde
el fortalecimiento físico y recreativo, hasta los tránsitos que convergen en la plena
autonomía. Pero en ese amplio margen de opciones, y más allá de las metodologías
que se dispongan para su adecuada y técnica observación, no se observa un foco
preciso en el que los recursos y energías se orienten. Tal vez en el marco de la nueva
institucionalidad que acogerá al INJUV, esto se termine de resolver de modo natural.

Frente a ello, y los eventuales escenarios futuros, nos resulta sugerente la mirada
comparada. La perspectiva de género aparece como una especie de equivalente, ya que,
efectivamente, y más allá de sus resultados concretos, ha terminado por consolidarse
como una semántica que transmite una interpelación: el respeto de los derechos de las
mujeres. Y ello, se hace evidente, por ejemplo, en los Programas de Mejoramiento de
Gestión (PMG). No obstante, el posicionamiento efectivo de la perspectiva de género
como distinción relevante para una multiplicidad de instituciones, parece haberse
hecho efectivo, en gran medida, debido a la existencia de un contexto propicio para
tal desarrollo, consistente en un entramado de reformas que involucraron al ámbito
jurídico, presupuestario y cultural. Desde esta perspectiva, la promulgación a partir del
año 1991, de un conjunto de Leyes7 orientadas a la no discriminación de las mujeres-,
así como el incremento sostenido de las denuncias por violencia contra la mujer,
pueden ser leídas como correlatos pragmáticos de tales transformaciones. No cabe
duda, la tensión que supone la inequidad entre hombre y mujeres, abre un espacio
para el tránsito hacia la igualdad (Raglianti, 2008). Pero ello es así, entre otras cosas,
porque la decisión política suscribió un marco de auto- exigencias resonantes con las
comunicaciones del entorno público e irritante respecto de las comunicaciones de la
gestión gubernamental. Tales condiciones han favorecido estructurar y transitar por
agendas que se articulan en torno a focos temáticos con alta resonancia en la opinión
pública, que requieren una atención sincronizada y transversal por parte del aparato
público. La institucionalidad correspondiente lo garantiza a través de los instrumentos
que la propia gestión administrativa del aparato público se otorga para estos efectos.

Para el caso del segmento juvenil, el escenario resulta bastante más desalentador. Por
una parte, no existe al interior del Estado chileno una visión consensuada respecto de
la condición juvenil, cuya especificación queda finalmente supeditada a los ámbitos
funcionales de carácter sectorial. En esta misma línea, Chile figura entre los cuatro
países que no ha ratificado aún la Convención Iberoamericana de Derechos de los
Jóvenes, no existiendo en la actualidad ningún dispositivo legal, de índole nacional
o internacional, que defina los derechos a resguardar por parte del Estado chileno en
tanto población específica; la polémica Ley de Responsabilidad Penal Adolescente se
orienta en la dirección contraria. Finalmente, se podría mencionar que las y los jóvenes
constituyen el único segmento poblacional excluido del actual Sistema de Protección
Social, en tanto grupo etario específico.

Resulta evidente, entonces, que la inclusión del problema de la inclusión de los y las
jóvenes no está resuelta en el entorno interno de la administración pública. No cabe
duda que el impulso que el actual Gobierno le viene imprimiendo a la instalación
de un Sistema de Protección en Chile, abre una enorme oportunidad para incluir la
perspectiva de juventud en las políticas públicas. Sin embargo, para ello no basta con
el mejoramiento de las capacidades de observación de la exclusión, como tampoco la
7 Se trata de normativas promulgadas entre 1993 y el pasado año, dirigidas a consagrar los derechos
de las mujeres en materia constitucional, familiar, internacional, laboral y penal; tales como Reforma
a la Constitución que establece explícitamente la igualdad de hombres y mujeres, Nº 19.611; Ley de
Base de Cálculo de Subsidio Maternal, Ley Nº 19.299; Ratificación de la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, Decreto 1.640; entre otras. Disponible en:
http://www.sernam.cl/opencms/opencms/sernam/programas/reformas/leyes/.
50 • Revista Observatorio de Juventud

afinación de los instrumentos de medición de la inclusión. Desde el enfoque que aquí


hemos desarrollado, se advierte al menos un desafío crítico que debe movilizar la gestión
institucional: modular las propias comunicaciones en función de las comunicaciones que
el entorno del aparato público-estatal está en condiciones de procesar. Aquí, al parecer,
la efectividad de la orientación que puede producir una institucionalidad especializada
en la población joven pasa, en gran medida, por la instalación de instrumentos que
efectivamente condicionen las decisiones y actuaciones de las políticas y programas
de la institucionalidad pública. Sobre todo aquellas que abordan los problemas de las
poblaciones. Sin ese logro, tampoco se ve posible que las definiciones epistemológicas
tengan efecto de empalme. En tal sentido, al mismo tiempo que se avanza en la precisión
conceptual para un adecuado abordaje de la población joven, resulta crítico construir,
progresivamente, las condiciones contextuales que hagan posible el cumplimiento de
la misión y los desafíos de la institucionalidad de juventud.

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52 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 53

Tercera Persona Plural:


la Juventud Invisible
Aproximaciones a los resultados del diagnóstico sobre
participación y juventud en la comuna de Peñalolén
NORWECHE1

Carola Aranda2
Juan Carlos Cuevas3

“El temperamento dominante del país era de signo inverso: plebeyo, gregario, melancólico.
Desconfiaba del éxito tanto como de la riqueza. Prefería los anonimatos comunales, aún si eran
opresivos, y las solidaridades de parroquia, aún si canonizaban su ignorancia. Sus pozos profundos
estaban llenos de agravio y resentimientos, lesiones cuyo origen nadie podía recordar con precisión.
Todos portaban sin embargo aquel ánimo receloso, vecino de la envidia, pasión nacional de igualar
a la baja, podando lo que levanta la cabeza, castigando las ambiciones que se alzan por encima del
promedio…” pág. 83

Héctor Aguilar Camín, La Conspiración de la Fortuna

El presente artículo tiene por objetivo entregar algunos elementos de reflexión a partir
de la práctica social en intervención con jóvenes. De esta forma intentamos desde un
marco cualitativo, con entrevistas semiestructuradas a diversos actores de la comuna
de Peñalolén, remitirnos a la idea de participación y a la construcción de políticas
públicas juveniles, como ejes fundamentales de nuestro quehacer y como apuesta para
pensar en nuevas estrategias de vinculación entre “la toma de decisiones” y el mundo
juvenil.

Presentación
Este documento no pretende abarcar la totalidad de dimensiones que atañen la
condición de lo juvenil, buscando distinguirse, desde sus posibilidades técnicas, de
los estudios nacionales que han querido dar cuenta del panorama extenso de esta
problemática. Fijar nuestro objetivo sobre la noción de participación tiene a lo menos
dos motivos: promover la discusión sobre participación vinculada a la realización de los
derechos humanos y desde allí, problematizarla como fin en si mismo y no como medio
para el desarrollo de otros fines.

Aunque los estudios nacionales son exhaustivos en tanto abordan todas las esferas
de la vida social (Habermas,1989) económica, política y cultural, el sustrato político
que traen consigo estas investigaciones es el de la elaboración de políticas públicas
distantes del sujeto, es decir, se relacionan con él en tanto fuente de información
según pautas construidas previamente en sus diseños. Como consecuencia, el y la joven
son vistos como objetos pasivos y no como sujetos de derecho. Una de las implicancias
1 En mapudungún: Jóvenes Derechos. Programa Derechos-Direitos: Por una Región de Nuevos Ciudada-
nos. DDH/2004/6103-66. www.derechosdireitos.net
2 Licenciada en Trabajo Social, Universidad ARCIS, Estudios de Antropología, Universidade Estadual de
Campinas, Brasil. Corporación ACHNU. E-mail: karandare@gmail.com
3 Licenciado en Antropología Social, Universidad de Chile. Master en Gestión Cultural, Universitat
Politècnica de València, España. Coordinador Programa Norweche. Corporación ACHNU. E-mail: juan-
carloscuevas@achnu.cl
54 • Revista Observatorio de Juventud

de esto es la posición teórica que el Estado reconoce a través de sus documentos sobre
la noción de derechos juveniles. Esta posición postula la realización de los derechos
individualmente y a partir del merito que alcance cada sujeto, a través del despliegue
de sus capacidades y recursos individuales (INJUV, 2006).

Con relación a lo anterior, las preguntas iniciales del diagnóstico apuntan a dar cuenta
de la situación de juventud y participación del territorio local, de modo tal de establecer
una distinción frente a otras lecturas del mismo tema; nuestra principal diferencia
teórico–epistemológica dice relación con que comprendemos los Derechos Humanos
como un sistema integrado de realización individual y colectiva, que se lleva a cabo
a través de la experiencia pública del derecho. Experiencia pública que implica la
distribución de responsabilidades para su cumplimiento cuando se reparten roles entre
las figuras del Estado, la sociedad civil, las comunidades, los sujetos y sus familias.
Experiencia que además debe considerar las tensiones producidas por las voluntades
políticas en juego, pero que deberán tener un mandato que las regula.

Al mismo tiempo, la participación como fin se refiere a comprenderla como un derecho


inalienable de los sujetos y las comunidades para intervenir sobre las cuestiones que
los afectan; como la posibilidad de un procedimiento directo que distribuye el poder
en la vida social y política, en un contexto desigual de acceso al poder, dónde el Estado
es el ente regulador (Lechner, 1977) y administrador de las tensiones entre actores
económicos, políticos y sociales. De esta forma, la participación sustantiva (Palma,
2003) implica un modelo que habilita a los sujetos y a las comunidades para disputar
la toma de decisiones.

Por su parte, la distribución del poder en Chile y particularmente en la comuna de


Peñalolén, implica el cuestionamiento de un formato arraigado de vínculo entre la
autoridad y la población general. Nos referimos a la población que no detenta poderes
especiales, reconocidos por ocupar cargos políticos o económicos. El vínculo arraigado
es el de la representación y de la participación acotada. Es el de la participación
según moldes construidos desde el poder, dónde al mismo tiempo, se ha asentado una
costumbre de obedecer o de subordinarse. Aquí habría una dificultad para comprender
la disputa, para comprender la legitimidad de la opinión adversa y de la resistencia al
poder unívoco de la autoridad.

Es en este marco dónde resulta pertinente problematizar la condición de ciudadanía:


“Lo recurrente es sostener que en los regímenes democráticos la ciudadanía se ejerce
y se realiza a través del voto; sin embargo, y según el enfoque de derechos humanos,
esta condición es inherente a cualquier sujeto, independiente de su rango etáreo,
como asimismo su realización no debe estar limitada al sufragio, sino que abarca una
multiplicidad de formas de participación” (Norweche: Diseño Diagnóstico, 2006, pág
1).

Ahora bien, este estudio posee previamente algunos supuestos. El primero es que se
establece -en la sociedad en su conjunto- una relación negativa entre la cercanía o
adhesión a lo político por parte de los jóvenes, como también en la disposición para
participar en cuestiones públicas o sociales. Y lo segundo, identificamos que estas
conductas, si las hubiera, responden más a un comportamiento que afecta a la población
en general, independiente de su rango etáreo.

Sin embargo, la pertinencia de la problematización de la relación entre la condición


de lo juvenil y la participación estará dada porque la condición de “lo político” se
afecta de un modo especial en el caso de los y las jóvenes. Aquí, la condición de
Instituto Nacional de la Juventud • 55

“lo político” deberá realizarse en un contexto dónde, a pesar del fortalecimiento del
sistema democrático, en términos estructurales persistirá la distribución desigual de
los recursos. Y no sólo de los recursos materiales, sino también de los que permiten el
acceso al poder.

La exclusión como fenómeno social dice relación con las dificultades que las personas
tienen para poder acceder humana y socialmente a la dotación de capacidades
originales para lograr sus fines y satisfacer sus deseos (PNUD, 2004). Al mismo tiempo,
tendrá relación con su posición en el sistema social, al lugar que ocupa en el espacio de
conflictos y competencias de la dinámica social. Competencias que refieren a la calidad
de poder que se posee, a las relaciones de subordinación, dominación u homologación
o a sus posesiones de capital (Bourdieu, 1995).

En términos generales, en nuestro país el lugar de los jóvenes continúa caracterizándose


por ubicarse fuera de las relaciones de poder y distante, en su mayoría, de las rutas
de acceso a la disponibilidad de realización de sus derechos. La exclusión, por tanto,
es un fenómeno que no les es extraño, en la medida que se perpetúan en Chile
mecanismos de control, de represión, de desigualdad y de discriminación que, aunque
no afectan exclusivamente al mundo juvenil, se vuelven más dramáticos cuando no sólo
se es joven, sino además pobre. Será importante señalar entonces que la comuna de
Peñalolén se encuentra habitada por una población caracterizada por su juventud, y
que su composición socio–económica es mayoritariamente de extracción medio baja y
baja, por lo que la escena juvenil responderá a la tipología popular.

Si la ciudadanía y las posibilidades de realización del ejercicio de derechos humanos


en los jóvenes se encuentra limitada por cuestiones asociadas al acceso al poder y por
las reiteradas y múltiples formas de violación de sus derechos en un contexto general
de impunidad, este estudio -respondiendo a la estrategia de intervención del proyecto
Norweche- buscará generar las condiciones para que la articulación juvenil adquiera un
sentido político entre quienes detentan el poder. Es decir, este diagnóstico tiene como
objetivo intervenir a través de acciones de sensibilización y educación entre los actores
claves que se vinculan en la temática juvenil. (Aranda y Cuevas, 2007)

Por lo tanto, la necesidad de actuar sobre la construcción cultural de la idea de


juventud, requiere trabajar los contenidos sociales que definen y posicionan a nuestro
sujeto. Problematizándolo con los propios jóvenes, con el mundo adulto y con las
figuras, que en este contexto, acumulan el poder. Desde esta perspectiva y dentro de
las condiciones que propician la realización del ejercicio de los derechos juveniles,
es posible vislumbrar una serie de cambios en las dinámicas de correlación de fuerzas
del mundo social. Podemos reconocer una suerte de transformación en la disposición
de la sociedad civil y la comunidad en general para promover su propia condición de
ciudadanía, que también se expresa en la comuna de Peñalolén:
“En Chile, la construcción de capacidades de acción colectiva se enfrenta tanto a la
tendencia de las élites a cerrarse sobre si mismas, como a la debilidad de la sociedad
civil y la baja disposición de las personas a ejercer y a hacer respetar sus derechos
ciudadanos. Pero también se sabe que el país atraviesa por un proceso de cambio
cultural que anuncia tiempos propicios para el despliegue de una mayor demanda de
la gente por ser escuchada y tomada en cuenta” (PNUD, 2004, pág 34).
56 • Revista Observatorio de Juventud

El comienzo

En este texto abordaremos los hallazgos iniciales del diagnóstico sobre juventud y
participación en la comuna de Peñalolén. Hallazgos que hemos identificado a partir de
las siguientes dimensiones: participación e incidencia; condición de lo juvenil, políticas
públicas, control social y ciudadanía; poder y habilidades sociodemocráticas.

Definimos como objetivo general del diagnóstico el desarrollar un análisis situacional


de la juventud en el territorio de Peñalolén, dando cuenta en especial del panorama
y potencialidades de la participación juvenil local como fundamento para desarrollar
estrategias de desarrollo de las políticas públicas para los y las jóvenes. Esto significa
considerar como insumos las variables de contexto históricas y políticas, como también
las voces de todos los actores, incluyendo las de los propios jóvenes.

Como primer objetivo específico, nos propusimos conocer la situación de participación


juvenil local desde su calidad y cantidad. Ello implica poder dar cuenta de las tipologías,
cantidades, distribución de género, distribución social y étnica de las participaciones
juveniles existentes en el territorio. Asimismo, de las características políticas de tales
tipos de participaciones: su tendencia a disputar o no la toma de decisiones y el tipo de
vinculaciones que se establece al interior de sus grupos, organizaciones y comunidad, o
fuera de allí, conectada con la política formal. Para este mismo objetivo, la incidencia
nos permitirá conocer de la expresión concreta de la participación cuando influencie
o no la toma de decisiones a través de la réplica de experiencias, de la asignación de
recursos, o a través del cambio o generación de política pública.

El segundo objetivo específico pretende conocer la situación de participación juvenil


local desde su oportunidad. Entendida como las condiciones favorables y negativas,
producidas por los significados de lo juvenil, expresados en las iniciativas destinadas
para jóvenes en los contextos locales y nacionales. De igual forma, la oportunidad
podrá entenderse desde los mecanismos reconocidos como existentes entre los actores
sociales locales para que los jóvenes ejerzan sus derechos y condición ciudadana,
como los mecanismos, también reconocidos por los actores sociales, para impedir tal
ejercicio.

Por último, la propuesta diagnóstica buscará conocer desde los agentes e instituciones,
la presencia de condiciones para la inclusión de los jóvenes en el diseño de una política
local destinada a ellos. De esta forma, deberemos identificar las posiciones de los sujetos
juveniles en la distribución de fuerzas del campo social, como también el capital/
poder del que disponen, expresado en sus tradiciones organizativas y experiencia
social, como asimismo, a través de las habilidades democráticas con las que cuentan o
debieran disponer.

Los hallazgos hasta el momento abarcan un tipo de conocimiento que alude a


referencias cualitativas y que cubre el cumplimiento de los objetivos del mapa de
calidad, significación de lo juvenil, mapeo de oportunidades políticas y simbólicas, y
recursos disponibles.

La juventud invisible

Lo cierto es que la invisibilidad de lo juvenil parece no ser una gran novedad. Resulta
un dato de la causa, ampliamente reconocido por el mundo que estudia la condición
de “lo juvenil”, inclusive por aquellos que intervienen socialmente en la temática de
Instituto Nacional de la Juventud • 57

juventud (Norweche: Diseño Diagnóstico, 2007, pág 2). Sin embargo, este conocimiento
da cuenta de una construcción social que hace desaparecer al sujeto juvenil, no sólo
de la escena de las decisiones políticas –objeto de este estudio–, sino que lo hace estar
como ausente del ciclo vital. Si la primera edad es la infancia, la segunda es la adultez
y la tercera es la vejez, ¿Dónde está la juventud?

Esta ausencia se encuentra de tal modo arraigada en nuestra comunidad que se vuelve
difícil de contrarrestar en los espacios del sentido común. Lo importante es que este
sentido común también orienta el pensamiento de quienes toman las decisiones en el
espacio local; porque difícilmente en el marco de lo cotidiano nos encontraremos entre
quienes administran este poder con estudiosos del fenómeno de la invisibilidad juvenil.
Visto de otro modo, aunque encontráramos a operadores sociales con experiencia en la
intervención social sobre juventud, lo más recurrente es que éstos se vean afectados o
por la aplicación mecánica de los modelos de intervención social diseñados y financiados
por el Estado, o por el mismo sentido común dominante que define lo juvenil como una
pausa en el proceso vital de las personas. Porque no existe lado de afuera, a menos que
se lo problematice y eso sólo es producto de la educación, reflexión y resultado de una
posición política sobre la condición de sujeto social.

La individuación como fenómeno ha permitido, entre otras cosas, la diferenciación


al interior de las comunidades de los miembros de los antiguos modelos familiares
(Norweche: Diseño Diagnóstico, 2006, pág 3). A partir de allí, en la historia social de
las comunidades modernas hemos podido identificar a algunos de sus integrantes: los
niños, las mujeres y los jóvenes. Como antecedente es relevante, porque nos permite
situarnos en el contexto que originó la posibilidad de esta discusión y la comprensión de
un fenómeno objetivo complejo, que entre sus consecuencias negativas contiene la del
individualismo extremo, como también la idea de que las personas, independientemente
de sus características, puedan ser consideradas como sujetos de derecho.

Es en este marco de construcción social de la idea de sujeto, en el que se encuentra


la noción de juventud, y desde allí podemos preguntarnos por la construcción de su
representación social en general y en el espacio local. Reconocemos dos formatos para
la representación social de lo juvenil; según su calificación temporal (si el sujeto se
realiza en el presente o en el futuro):

“Yo creo que los jóvenes en general, yo creo que están como confundidos, porque
no hay lineamientos claros de su rol ni de la cabida que tienen en su sociedad ni lo
que espera la sociedad de ellos. Creo que también hay desmotivación, no en todos
los jóvenes, pero en muchos, creo que no tienen mucho sentido de vida” (político).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 50)

O, según su estatus o valor como promesa:

“…Nos gustaría ver a los jóvenes trabajando, ver a los jóvenes contentos, nos gustaría
ver a los jóvenes participativos, deportistas, con su tiempo lleno, ocupado; sería
maravilloso, pero no se les están dando las oportunidades para que eso pase” (político).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 54)

O, a partir de la marginalidad, como forma de mirar a la juventud en términos


problemáticos:

“Los jóvenes… mmm… Desconcierto, abandono, nada espectacular. La mayoría de


los jóvenes están desanimados, desconcierto más que nada” (político). (Norweche:
58 • Revista Observatorio de Juventud

Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 50)

O, como sujeto de derecho:

“Sin palabras y citas” (Norweche: Diseño Diagnóstico, 2006, pág 6)

Tercera persona plural

La dificultad de la construcción de “un nosotros” es una cuestión que afecta a


toda la comunidad nacional. El Informe de Desarrollo Humano en Chile del PNUD 2002 es
categórico cuando da cuenta de las dificultades de identificación de nuestra población
para la construcción de tareas comunes e idea de un proyecto nacional. Existirá una
distancia difícil de superar entre otras cuestiones por la percepción amenazante de los
cambios que experimentamos y por la experiencia de la desigualdad: “Existiría una
identidad nacional, por supuesto, pero que parece vaciada de toda experiencia de
sociedad. (…) buena parte de los chilenos no alcanza a vivir en su quehacer diario el
tipo de vínculo social que le permitiría aprender la sociedad como un sujeto colectivo,
y sin esa experiencia de una sociedad activa, “lo chileno” pierde fuerza” (PNUD, 2002,
pág 81).

Una mirada complementaria es la que propone que cargamos con una tradición histórica
de temor a la diferencia y al cambio, que dificulta el establecimiento de los lazos
sociales. Temor que se manifiesta de tres grandes formas, a través del “miedo al otro,
que suele ser visto como potencial agresor; el miedo a la exclusión económica y social;
el miedo al sin sentido a raíz de un proceso social que parece estar fuera de control”
(Lechner, 2002, pág).

Sin embargo, aunque esta desagregación en principio afectaría al conjunto de la nación,
la identificación que permite la construcción de pertenencias sociales persiste en algunos
campos. Propusimos para el proyecto Norweche ciertas condiciones de posibilidad de
la identidad social a partir de la presencia de historicidad y territorialidad común, que
para el caso de Peñalolén constituirían una oportunidad para la intervención social:
“La comuna de Peñalolén es particular desde el punto de vista de sus posibilidades de
identificación, cuenta con elementos significantes que facilitan la pertenencia social:
historicidades comunes y un territorio con fronteras no tan arbitrarias o, al revés,
conformada por territorios con identificaciones naturales” (Aranda y Cuevas, 2007,
pág 5).

A pesar de ello, descubrimos que cuando el elemento aglutinador es la condición de


juventud, la invisibilidad existe entre los propios jóvenes y también entre estos con
el resto de la comunidad nacional y local. Entre los jóvenes no hay “un nosotros” y
aparentemente, esta dificultad para la construcción de una identidad común no está
dada por la aceptación de la diversidad, sino por un mecanismo de diferenciación, que
más se parece a las formas en que opera el extrañamiento y la discriminación:

“… fíjate que habían planteado estas mismas demandas el año 2005, y el acto de
violencia más despreciable es que el señor que estaba a cargo de esto haya pescado
las demandas y las haya guardado en el escritorio. Después vino todo un cambio de
gobierno, todo un proceso. Eso para mi es un acto de violencia; sí, tienes toda la
razón, ese creo yo que es un acto de violencia y de desprecio y de soberbia” (político).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 51)
Instituto Nacional de la Juventud • 59

También podemos identificar en sus relatos el reconocimiento de algunos mandatos


sobre el “deber ser” que les hacen sentido, pero que en términos de su realización
ocurren temporalmente a futuro, sin presente:

“Yo creo que en estos tiempos, le ha sido menos claro, le ha sido menos fácil a los
jóvenes, desde mi mirada, ver cuál es el rol que les compete, cómo intervenir, cómo
transformarse en actores relevantes de esta sociedad. Siento que a lo mejor en esos
tiempos atrás, cuando habían las libertades confiscadas y todas esas problemáticas
sociales atravesadas por el tema de los derechos humanos, gran parte de la sociedad
estaba, por problemas políticos, en contra del sistema, sentía que en alguna parte
encajaba, sentía que desde ahí podía actuar y se sentía importante, sentía que lo de él
valía, e increíblemente en el tiempo siento que, en particular para los jóvenes, cuesta
hoy día visualizar aquello, sentir dónde encajo yo en esta sociedad o si realmente a
esta sociedad yo le importo como para ceder, abrir, crear espacios para que nosotros
estemos” (político). (Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén,
2007, pág 51)

“Cuando graffiteamos, queremos impresionar a la gente con nuestro mural, y cumplir


un rol informativo y de concientizar en algo también. Tratamos de llegar a la gente con
la vista, con diferentes temas políticos o los desacuerdos que tenemos y, sobre todo,
hacerles llegar nuestros sentimientos y qué pensamos. Ese es nuestro rol, es lo que
nosotros desarrollamos…” (Joven). (Norweche: Diagnóstico Juventud y participación
en Peñalolén, 2007, pág 35)

“Lo que yo pienso es que no se escucha a las jóvenes, no hay instancias así como esto,
como para que tengamos la libertad de decir lo que está mal, que es lo que está
bien. Viene la muni y ofrece programas pa’ jóvenes. Yo no los he visto y se supone
que hay. Como que están pensados desde su perspectiva, y no desde las ideas de los
jóvenes y las necesidades de los jóvenes…” (Joven). (Norweche: Diagnóstico Juventud
y participación en Peñalolén, 2007, pág 26)

Diremos, además que cuando los jóvenes hablan de los jóvenes lo hacen en tercera
persona –plural, como si se hablaran de otro muy distinto de si mismos.

“En nuestro grupo no existen dramas, son por otros lados donde no hay sintonía entre
los chiquillos, por los menos nosotros intentamos organizarnos…” (Joven). (Norweche:
Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 27)

La desconfianza

La promoción de la participación como fin en si mismo, entre otras cosas deslinda la


posición política que posee un operador social con respecto al “otro”. “Otro” que
constituye su objeto/sujeto de intervención. Es frecuente que nos encontremos en
el mundo de las intervenciones sociales con otros modelos de comprensión de la
participación. La participación restrictiva es lo opuesto a aquella que busca que los
sujetos disputen la toma de decisiones, y se caracteriza por direccionar y limitar sus
alcances en la distribución de fuerzas de la dinámica social. Este tipo de participación
se permite siempre y cuando no se toquen los aspectos políticos, recreando lo
democrático, cuando se simulan procesos de participación, donde los aportes de la
sociedad civil no son tomados en cuenta (Palma, 2003).

Esta recreación democrática no se constituye sino en una forma de manipulación.


Manipulación que cuando se vincula al mundo juvenil, da como resultado una profunda
60 • Revista Observatorio de Juventud

desconfianza, una resistencia a la relación con el mundo político formal e institucional.


Lo corriente es convocar a los jóvenes a participar en actividades pensadas para ellos,
bajo el supuesto que su sola presencia garantiza que esto ocurra: “Muchas veces nos
enfrentamos a que sus opiniones están limitadas a las preguntas que queremos que
ellos respondan” (Aranda, 2007, pág 6).

Lo anterior significa la persistencia de la negación del mundo adulto, que en lo formal


tiende a utilizarlos. Reconoceremos en la frase “los jóvenes como carne de cañón”
una expresión del sentido común sobre este uso y manipulación. Esta situación se
complejiza a partir de la naturalización de relaciones clientelares, dónde el y la joven
se habilitan en el aprendizaje de reproducir este formato. El clientelismo se presenta
entonces bilateralmente, instalando un tipo de práctica social que se perpetúa y se
reproduce. No está demás está decir que replicar este modelo afecta la calidad de
vínculos sociales, agudizando la imposibilidad del nosotros porque actúa sobre los
gatillantes de la desconfianza: frustración, falla en las expectativas y el desgaste de la
esperanza de cambio.

Por su parte, esta desconfianza se manifiesta con la institucionalidad de programas y


servicios destinados a los jóvenes a través del rechazo y discriminación. Su experiencia
es amplia cuando de desilusiones y rabias se trata:

“…Yo creo que somos millones y millones de personas que tenemos mucho que decir,
por lo mismo que te decía, que se plantean programas y millones de cosas desde su
perspectiva y desde lo que ellos deciden, pero yo creo que nunca se ha hecho un foro
grande con cabros… o de acá mismo, de un cabro que esté para’o en la esquina y te va a
decir que no tienen la autoridad social, que no lo escuchan en ninguna parte” (joven).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 46)

Poder y ciudadanía

Cuando tratamos la idea de poder con los actores sociales que han participado de este
diagnóstico, sus percepciones coinciden en que el poder les es ajeno. Inclusive entre
quienes ostentan cargos de autoridad en la administración local –salvo el alcalde y sus
asesores directos– el poder estaría en otros, existiendo una apreciación generalizada
de que su redistribución sería muy difícil de realizar. En general, podríamos afirmar que
la experiencia social sobre el poder lo vivencian como una situación que posee un orden
inamovible y en el imaginario social se asocia a la idea de equilibrio y bienestar.

“Para mi no hay políticas para los jóvenes, no hay política. No están las instancias,
no se dan las instancias; en el gobierno comunal, por lo que yo he visto, hay talleres,
hay hartas cosas, pero no existe la instancia donde los jóvenes puedan llegar, un lugar
físico donde puedan estar, que sepan que ahí pueden llegar y presentar sus inquietudes
o desarrollar sus programas o las ideas que tengan, no hay, no hay” (dirigenta vecinal).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 61)

Habría un disciplinamiento al interior de la dinámica social que no imagina realmente


alternativas a los modelos de distribución del poder existentes y requiere de un proceso
reflexivo lento en el tiempo para poder hacerlo. Nos preguntamos por los motivos de
este fenómeno, que se manifiesta inclusive entre quienes se definen según posturas
contrarias a las ideologías hegemónicas. ¿Acaso seremos parte de un ethos jerárquico
y autoritario?
Instituto Nacional de la Juventud • 61

Nuevamente, la posición política sobre la comprensión del sujeto adquiere relevancia.


Porque es desde allí que se pueden construir alternativas a lo autoritario y lo
jerárquico, cuando no sólo se confíe en las capacidades del “otro”, sino que además
se lo comprenda como un “otro” legítimo, políticamente válido para participar en la
toma de decisiones, porque posee un conocimiento igualmente válido que le permite
la construcción conjunta “de procesos, condiciones y herramientas que favorezcan y
promuevan el ejercicio del poder compartido” (Horna, 2006, pág 17).

Nos surge otra pregunta: ¿Qué condiciones podrían venir a favorecer este cambio? Por
ejemplo, ¿el fortalecimiento del sistema democrático a través de la expansión de la
ciudadanía, independientemente de las características de los sujetos?

En los jóvenes esto es clave porque su condición de ciudadanos está en disputa en torno
al ejercicio del voto: “En el contexto nacional, la participación política de los jóvenes
ha sido calificada negativamente desde el inicio del retorno a la democracia. La no
inscripción de los jóvenes en Chile en los registros electorales ha aludido a una cierta
inercia y desapego por la cuestión pública por parte del mundo juvenil. Sin embargo,
como franja etárea que comprende entre los 15 y los 29 años de edad, porcentualmente
constituye el segmento de la población que más se vincula socialmente (INJUV, 2006),
aunque este vínculo escape a la definición tradicional de participación en lo público
y en lo político (PNUD, 2002). Esto vendría a discutir la afirmación asentada en el
sentido común de que lo juvenil se encuentra distante del mundo social.”(Norweche:
Diseño diagnóstico, 2007, pág 4)

La calidad y cantidad de sus participaciones es una oportunidad, no para ellos, sino


para el resto de la comunidad nacional y local. A los jóvenes de Peñalolén les hace
ciertamente sentido la idea de cambio, pero para ello les resulta más significativo
el camino cultural y el voluntariado social. Sin embargo, poseen cierta dificultad al
imaginar los mecanismos que facilitan la asociatividad entre pares.

“No hay mucho…pero si se quiere hacer algo, hay. Se sigue el proceso y la gente se
mete más…” (Joven). (Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén,
2007, pág 39)

Estrategias para fortalecer la profundización democrática


y las políticas públicas de juventud

No visualizamos otra forma que la distribución del poder. Pensamos por tanto en
estrategias que promuevan la participación sustantiva a través de la identificación de los
recursos de capital/poder con que cuentan las comunidades y los jóvenes en particular.
Desde allí, una de las tareas será identificar las habilidades socio–democráticas
que permitan, a su vez, identificar su peso como recurso. Dichas habilidades serán
aquellas que estimulen la capacidad de resolver problemas a través de la discusión,
la construcción del respeto por la diversidad y la tolerancia, el empoderamiento
de una ciudadanía activa y capaz de emprender proyectos por si misma y disputar
espacios de poder en el sistema político, en el marco de una sociedad democrática que
debe estar respaldada por una cultura particular que otorgue una escala de valores
a dicho accionar. Entre ellos, los que destaquen el respeto por la diversidad y los
derechos humanos, la libertad de opinión, la capacidad de discusión, y la existencia de
un razonamiento crítico y constructivo que sostenga la existencia de una ciudadanía
activa y generadora de proyectos.
62 • Revista Observatorio de Juventud

Ahora bien, identificar este recurso que posee valor social constituye una situación
oportuna, porque cumple dos grandes funciones: relevar la condición de sujeto juvenil,
de modo tal que lo signifique en su lugar/ poder: ciudadano, sujeto de derecho,
poseedor de un conocimiento legítimo, principal actor en la dinámica de la participación
e históricamente agente central en las movilizaciones sociales de cambio. Y por otro
lado, acciona el fortalecimiento del sistema democrático cuando no pierde de vista que
la democracia es reciente, y que estos jóvenes son la primera generación de personas
que pueden naturalizar este modelo político en el contexto latinoamericano, luego
de que la región apostó progresivamente por él, desde la década de los ochenta en
adelante. (Norweche: Diseño Diagnóstico, 2007, pág 4)
Por su parte, el Estado y el poder local tienen una oportunidad a través de las políticas
públicas para jóvenes, cuando éstas se diseñen e implementen considerando los
siguientes puntos: por una parte, insistiendo en la pregunta sobre el tipo y condición
de la participación; es decir, si es una herramienta o un fin en si misma; si queremos
que los sujetos sean tales o queremos darles la sensación de participar cuando los
procedimientos están cerrados para ello de antemano. Por otra, considerar también
la importancia de la distribución de responsabilidades sociales en la superación de las
problemáticas que atañen a los jóvenes, siempre y cuando éstas se hayan construido
participativamente, y no “invirtiendo en la gente, concentrando el gasto en programas
asistencialistas para incidir a nivel global sobre los indicadores de indigencia por
nutrición, acceso a la educación y servicios de salud básicos, de modo de mejorar los
índices de desarrollo humano; (…) no como forma de reducir los costos de prestación
de servicios a través del “cost – sharing” (o repartición de gastos), cuya magnitud ya
está definida por razones técnicas o políticas” (Coraggio,1999, pág 8).

Y por último, preguntarse por la sustentabilidad de las políticas públicas cuando


consideren en sus diseños la experiencia social de los sujetos, reivindicando su valor
intrínseco.
Instituto Nacional de la Juventud • 63

Referencias Bibliográficas
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infancia y Juventud de Peñalolén. Red Infanto Juvenil de Peñalolén.
• ARANDA, Carola y CUEVAS, Juan Carlos (2007): Hacia el desarrollo de la participación
sustantiva de jóvenes organizados de la comuna de Peñalolén, NORWECHE – Jóvenes
- Derechos. Documento de Trabajo, Proyecto Norweche: Nuevos espacios de
Ciudadanía Juvenil. Programa Derechos-Direitos, MERCOSUR. Corporación ACHNU.
• ARANDA, Carola y CUEVAS, Juan Carlos (2007).Hay jóvenes que protagonizan
sus vidas. Hay otros que la ven pasar desde sus casas. Diagnóstico Juventud y
participación en Peñalolén. Proyecto Norweche: Nuevos espacios de Ciudadanía
Juvenil. Programa Derechos-Direitos, MERCOSUR. Corporación ACHNU.
• Bourdieu, Pierre. 1995. Respuestas para una antropología reflexiva. México,
Editorial Grijalbo.
• Coraggio, José Luís. 1999. ¿Es posible pensar alternativas a la política Neoliberal?,
en www.fronesis.org. Visita marzo 2007
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y Participación en Peñalolén, NORWECHE – Jóvenes Derechos.
Programa Derechos-Direitos, por una región de nuevos ciudadanos.

• Habermas, Jürgen. 1989. “La modernidad un proyecto inconcluso”, en El debate


modernidad pos – modernidad, Punto Sur Editores.
• Horna, Patricia. 2006. Del dicho al Hecho; participación de niños, niñas y
adolescentes en eventos con adultos. Lima, Save the Children, Suecia.
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públicas de juventud desde la Transición al Bicentenario.
• Lechner, Norbert. 1977. “La crisis del Estado en América Latina” en Obras escogidas
1. Colección pensadores latinoamericanos, Editorial LOM.
• Lechner, Norbert. 2002. Las Sombras del Mañana, la dimensión subjetiva de la
política. Santiago, LOM ediciones.
• Palma, Diego. 2003. Descentralización, el modelo de desarrollo y la cultura
política en Chile. Documento de trabajo N° 10, centro de investigaciones Sociales,
Universidad ARCIS.
• PNUD 2004. Desarrollo Humano en Chile, El poder: ¿para qué y para quién?
• PNUD. 2002. Desarrollo Humano en Chile, Nosotros los Chilenos, un desafío
Cultural.
64 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 65

Exclusión Social, Escuela y Política Pública:


Propuestas Conceptuales Desde un
Perspectiva Psicosocial Para un Diálogo
Necesario.
Dra. Ximena Rojas Retamal1
Dr. © Héctor Cavieres Higuera2

La presente reflexión surge de la discusión de los resultados preliminares de una


indagación exploratoria hecha a partir del discurso de especialistas o expertos, cuya
trayectoria investigativa se focaliza en temas de juventud, escuela y exclusión social.
Dicha reflexión se realiza a partir del cuestionamiento a la política publica que se
ampara en el análisis de la exclusión social en jóvenes en base únicamente a indicadores
objetivos de participación y asociando de manera directa Exclusión y Pobreza. Se busca
rescatar el ámbito subjetivo en la construcción de la percepción de Exclusión Social,
ámbito que tensiona los instrumentos tradicionalmente utilizados al momento de medir
o dar indicadores duros, intervenir y evaluar dicho fenómeno, pues no contemplan
aspectos tales como las aspiraciones, las expectativas y en definitiva, los objetivos
puestos en juego en las trayectorias de vida de los jóvenes escolares. Este articulo, en
definitiva, realiza una propuesta conceptual del concepto de exclusión social y discute
la implicancia de éste en una política pública, tomando como escenario de aplicación,
dada su especial relevancia en el proceso de socialización, el espacio educacional.

Palabras clave: Inclusión social, exclusión social, jóvenes escolares

1.- Introducción
El presente trabajo corresponde a una reflexión respecto de aspectos que se consideran
centrales para el abordaje de la temática de exclusión social en jóvenes desde una
perspectiva psicosocial. Dicha reflexión surge en el marco de los resultados preliminares
de un proyecto de investigación que busca comprender desde la experiencia escolar de
jóvenes de Enseñanza Media, la construcción de la percepción de exclusión social3.

En la actualidad, en la denominada sociedad del conocimiento, donde los escenarios


sociales tienen el sello de la globalización, el individualismo, lo inmediato,
la diversidad, lo incierto. La educación sigue representando, al menos en espíritu y con
un halo optimista, una fuente, un medio de integración social, incluso es posible ver
que en algunos sectores se articula como “la” posibilidad para la integración social.
Lo anterior, entre otros elementos, resulta visible en la preocupación y destinación

1 Psicóloga y Doctora en Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Directora del Depar-
tamento de Psicología de la Universidad Católica Silva Henríquez.
2 Psicólogo y Dr. © en Psicología Universidad de Chile. Coordinador Académico Carrera de Psicología
Universidad Católica Silva Henríquez.
3 Este artículo surge de la reflexión conjunta de los autores a los resultados preliminares del proyecto
de investigación de la Dra. Rojas “Construcción del Sentimiento de Exclusión Social en la Escuela:
un análisis desde la experiencia Escolar Juvenil”. Proyecto Semilla de la Universidad Católica Silva
Henríquez.
66 • Revista Observatorio de Juventud

de recursos por parte del estado respecto al tema educativo, o en sencillamente la


apreciación de que el tema ha sido puesto en el debate público como un tema prioritario.
En especial a partir de los movimientos estudiantiles de la llamada revolución pingüina
que hoy por hoy cobran nuevamente fuerza.

El cuestionamiento al marco general que impone la LOCE, y la actual discusión que se


viene dando respecto de la LGE implica repensar la política educativa, planteándose la
necesidad de incorporar explícitamente en sus directrices orientaciones que hablen de
la equidad, de igualdad de oportunidades, inclusión, formación en valores, formación en
ciudadanía, convivencia social, respeto por otros y también por el medio ambiente.

Las propuesta de este artículo tiene como premisa la existencia de una relación entre la
educación y la inclusión social, pero no en una perspectiva reduccionista de cobertura
educativa, o sea de entender que incluidos son los alumnos que están en un liceo, sino
más bien de cómo la institución educativa chilena es o no un medio de integración
social de nuestros jóvenes.

La exclusión y sus asociaciones han sido centro de preocupación en forma especial para
la educación en Chile, si bien es una temática que implica todo el quehacer social, en
el ámbito de la educación por su rol socializador cobra especial vigencia.

Chile ha realizado esfuerzos y cambios importantes dentro de su sistema educativo,


de forma de responder tanto al mundo y al mercado globalizado y competitivo, como
a las exigencias que esto implica en cuanto a lo ético y a la imagen que proyecta el
comportamiento de la sociedad y de sus instituciones.

A modo de ejemplo en el discurso de inauguración del año preescolar del 2003, el


Ministro de Educación de la época declara: “la riqueza de Chile es la educación y
nuestra meta va a ser poner a la educación en el centro del debate nacional. El arma
más potente para combatir la desigualdad es la educación, el arma más potente para
desarrollar a Chile es la educación. Si ustedes – niños, niñas y jóvenes – tienen mejor
educación, lograrían mejores empleos y tendrían mejores sueldos”.

Es este escenario la institución educativa, aun con sus vicisitudes, sigue siendo
depositaría de esperanzas no sólo de ascenso social, sino también, en un sentido amplio,
de éxito. Dada la importancia de esta asignación cultural desde el análisis aparecen
datos, posturas, planteamientos e investigaciones que ponen en cuestionamiento
el cumplimiento de este rol y, específicamente, aparece el cuestionamiento a las
acciones intencionadas desde las políticas públicas en función de dichas metas. Desde
investigaciones como las de Rojas (2006), Assael y Cerda (1998) entre otras, existen
ciertas evidencias que señalan que en el discurso de jóvenes es posible apreciar que
la institución escolar no representa necesariamente un espacio socializador positivo,
sino que más bien la institución escolar no los legitima como sujetos con opinión,
intereses; pareciera que de alguna manera, desde su experiencia, la institución escolar
los excluye o discrimina más que incluirlos.

La investigación, cuyos resultados preliminares dan origen a este artículo, busca


profundizar en la respuesta a la pregunta ¿de qué manera son impactados los jóvenes
en la institución escolar respecto de la construcción del sentimiento de exclusión social?
De alguna manera, esta investigación aportaría a la caracterización (iluminación de los
énfasis) de los posibles variables en juego en la construcción de tal sentimiento.
Instituto Nacional de la Juventud • 67

Lo anterior resulta relevante pues con los desarrollos teóricos emanados desde los
modelos de construcción social (Cavieres, Díaz, González, Valdebenito, 2005) queda
clara la importancia no sólo de los elementos objetivos en el abordaje de problemas
sociales sino también de los elementos subjetivos, entiéndase la significación que
las personas le dan a su situación. De lo anterior se desprende que una política lo
suficientemente global para abordar un problema como la exclusión social debiese
contemplar también las implicancias de dicho componente en su conformación como
problemática social, y por tanto, abordarlo de alguna forma en la política pública.

Avanzar en una propuesta conceptual, que en este caso implica relevar los factores
subjetivos en la construcción del sentimiento de exclusión social, a fin de que éstos
puedan ser integrados en la planificación de políticas para la integración social, implica
afinar y precisar aspectos teóricos y en especial tensionar las implicancias de los
modelos comprensivos a la base de dichas comprensiones. Ello es motivo del apartado
siguiente.

2.- Precisiones conceptuales al fenómeno de exclusión

La exclusión como fenómeno subjetivo

Cuando se plantea la pregunta por la exclusión social, lo primero que aparece es la


necesidad de especificar la pregunta. ¿En qué sentido? ¿Para quién? ¿Según quién?
¿Desde dónde?. La generación espontánea de estas preguntas cuestiona aquellas
definiciones de carácter absolutas o dicotómicas del concepto, es decir, concepciones
que sólo consideran las categorías incluido o excluido, o si se participa o no y en alguna
instancia determinada.

Una primera constatación es que el concepto de exclusión social no puede ser visto sin
su contrapunto, el de la inclusión social, de hecho, las políticas educativas más bien
se refieren desde este concepto más que al de exclusión. Lo anterior resulta relevante
frente al intento de construir una definición, ya que al parecer no se está hablando de
contrarios sino que de polos de un mismo continuo, dos énfasis de un mismo indicador
o dos valores de una misma variable, es decir, se está hablando de grados de cercanía
a uno de los dos polos. Esto implica que un joven incluido nunca está totalmente
integrado a todo y uno excluido nunca lo está de absolutamente todo.
Hoy en día, en nuestro país, se declara la educación como central dentro de sus
preocupaciones, en consecuencia, la entrada al sistema escolar como obligatoria, la
cobertura escolar se encuentra en un 98% y la valoración social que tiene la educación
dentro de la población es altísima (Dávila, entrevista personal, 2 de noviembre de
2007; Rojas, entrevista personal, 9 de noviembre de 2007). La educación es una tarea
que no se cuestiona, ni desde el “deber de estudiar” ni desde el “querer estudiar”,
por lo tanto, cuando se analiza la exclusión social en relación a la educación, se debe
ir más allá del fenómeno de ser partícipe o no de la experiencia escolar, debe ser
analizada desde otros ámbitos, desde otros parámetros. Al respecto, los especialistas
coinciden en señalar que es la escuela el espacio donde más incluidos se deberían
sentir los jóvenes.

Importante resulta diferenciar a la institución escolar como un escenario de exclusión/


inclusión social, de una escuela que en tanto institución en si misma excluye/incluye
al reproducir la exclusión/inclusión social del ordenamiento al cual corresponde.
Dicho de otro modo, se debe hacer la distinción entre lo netamente escolar y lo
social. La exclusión escolar da cuenta, por ejemplo, de aquellos estudiantes que son
68 • Revista Observatorio de Juventud

reiteradamente expulsados del sistema, aquellos que tras repetidas experiencias de


fracaso escolar, sucumben en él (Rojas, entrevista personal, 9 de noviembre de 2007).

Por otro lado “la escuela tiene una forma de estructurar el conocimiento y de transmitir
el conocimiento que no tiene relación con las formas que actualmente los jóvenes
están construyendo conocimiento” (Zarzuri, entrevista personal, 13 de noviembre
de 2007; Ossandon, entrevista personal, 15 de octubre de 2007) En este sentido, la
escuela representaría un dispositivo de exclusión, en términos de no presentar una
propuesta que les haga sentido a los jóvenes, siendo más bien una construcción de
los adultos para los niños y jóvenes a fin de reproducir el esquema que los posiciona
en una categoría social de menor estatus. Esto nos muestra el carácter relacional de
la exclusión, en tanto los jóvenes, en este caso, son excluidos de un sistema, pero a
través de la mediación de los adultos. Si miramos la exclusión como fenómeno más
amplio siempre será posible notar que siempre hay “alguien” que excluye.

A partir de la distinción entre lo escolar y lo social surge otra necesaria precisión, ya


que hablar de exclusión social en el contexto escolar o educativo implica distinguirlo
también de conceptos como el de la discriminación. La experiencia indica que la
discriminación en la escuela se relaciona con recalcar negativamente la diferencia
de algunos estudiantes, por ejemplo, por bajos resultados en matemáticas, por tener
un rendimiento global menor, por tener sobrepeso, por ser solitario, entre muchos
otros ejemplos. La discriminación de todas maneras marca un acto en desmedro hacia
alguien, sin embargo, no necesariamente implica exclusión social.

Es posible ser discriminado en la escuela por “flaite” o por “nerd”, lo que no implica
que ese alumno/a no entre a la universidad a estudiar, o que no posea redes fuera del
liceo. Podemos plantear que la exclusión social es una forma de discriminación, que
va más allá del acto discriminatorio pues -por sus implicancias- se institucionaliza,
instalándose en el propio ordenamiento social. Entonces, cuando se habla de exclusión
social y su relación con la institución escolar, se está más bien pensando en un fenómeno
donde la escuela se encuentra involucrada por ser parte del sistema social más amplio;
por tanto nos encontramos reflexionando sobre qué rol juega, ya sea como facilitadora
o protectora frente a la exclusión social.

En definitiva la exclusión social debe ser entendida en grados, niveles y relacionada a un


contexto particular, así lo plantean Antivilo, Cavieres y Valdivieso (2006) cuando señalan
que la exclusión social se puede entender como un fenómeno relacional, subjetivo,
contextual y temporal, cuyo análisis o evaluación se precisa desde las diferentes áreas
que conforman lo social. Lo anterior, si se piensa en el ámbito educativo de la sociedad,
debe ponderarse en función de un sistema más amplio.

Elementos y ámbitos de la exclusión social

En el marco de la investigación señalada, los especialistas entrevistados indican que el


joven de Enseñanza Media tiene una alta valoración respecto de lo que significa estar
en el Liceo. Lo anterior, dado que independiente de las condiciones de calidad de la
enseñanza, el liceo aparece como un espacio donde se encuentran con pares, con
referentes y cumplen con una trayectoria cuya naturalización ya la hace obligatoria. Es
sabido que cerca del 98% de los jóvenes en edad escolar asisten a la escuela, es decir,
el problema de la cobertura escolar, al ser superado, implica que desde la mirada
presentada de la exclusión social, la pregunta por ésta ya no se trataría de “estar dentro
o fuera” del sistema escolar; tendría entonces otros matices de mayor complejidad.
Instituto Nacional de la Juventud • 69

Uno de estos matices, como lo plantea Dávila (entrevista personal, 2 de noviembre de


2007), está en relación a los capitales heredados, acumulados con los que cargan los
jóvenes actuales y cuánto estos pesan en sus proyectos futuros, en el diseño de sus
trayectorias después del egreso del Liceo, esto es, cuánto significan un límite mínimo
que deben superar. A lo anterior, Dávila, Ghiardo y Medrano (2005) agregan que ésta
generación:

“Es una generación que está contenta con la vida que lleva y manifiesta un tremendo
optimismo en su futuro y en su vida futura, que adopta un sentimiento de pragmatismo,
ven de manera práctica y vivencial si sus expectativas optimistas tienen un correlato
con sus experiencias de vida. El problema es que sospechan del desajuste entre esas
altas aspiraciones y expectativas, las que ven difícil de concretar, reconocen que tienen
pocas posibilidades para cumplirlas, por los desiguales accesos a las oportunidades
sociales, de acuerdo a los orígenes sociales familiares, los bajos capitales heredados
y la escasa movilidad social que estaría ofreciendo la sociedad chilena, resultando
complejo el compensar o revertir las desigualdades de origen” (pág. 279)

Este desajuste de expectativas y oportunidades antes mencionado, da cuenta de que


la institución genera distinciones de exclusión social también posterior al egreso del
Liceo, es decir, representaría más bien un “pre-antecedente”, a la no participación
en igualdad de condiciones en el mundo productivo. En este sentido, Ghiardo y Dávila
(2007) señalan:

“Las distintas dimensiones de la integración social de los jóvenes han estado en el


centro de las preocupaciones sobre lo juvenil. Las dimensiones básicas para medir
esta integración funcional han sido la educación, la salud y la integración al mundo
del trabajo. La importancia de esta última dimensión es incuestionable, sobre todo
por el peso que tiene en la configuración ideal y práctica de los proyectos de vida
de los jóvenes. No hay que olvidar que el tránsito hacia la vida productiva es uno de
los elementos decisivos en la construcción de la juventud como categoría social”(pág.
27).

Al respecto Redondo (2000) caracteriza la situación actual como un escenario complejo


donde se interceptan 3 ámbitos que dan cuenta de espacios diferentes de integración
social: el escenario tecno-económico, que se refiere principalmente al capital financiero,
su estructura y forma de funcionamiento; escenario socio-político, que se refiere a los
espacios de participación pública y política, a los grupos de poder y de opinión; por
último el escenario cultural-ideológico, que se refiere a la plataforma valórica donde
se mueven y se motivan los individuos para su accionar.
A través de esta caracterización, es posible ver que la relación entre la escuela, la
educación y los proyectos de vida de los jóvenes, tiene una complejidad que sobrepasa
lo propio de la escuela y toca directa o indirectamente la oferta y el sentido de la
educación para los jóvenes. El fenómeno de la exclusión social relacionada a la escuela
tiene entonces como plataforma esta complejidad.

Lo anterior orienta a pensar que cuando se habla de exclusión social desde los escenarios
educativos, estos inevitablemente están relacionados con las trayectorias de vida de
los jóvenes y sus proyectos de vida y, por tanto, cómo interviene la experiencia escolar
en esto, lo cual implica asociarlo al mundo productivo, al mundo del trabajo, al mundo
de la participación y en consecuencia al mundo valórico.

Resulta interesante en este punto pensar si las políticas públicas actuales, en su carácter
de políticas, esto es, directrices generales que orientan el accionar a estados futuros
70 • Revista Observatorio de Juventud

deseados, se alinean con estos elementos que podrían entenderse como ámbitos de
exclusión. Dicho de manera más clara podemos señalar que mirando los tres ámbitos
propuestos por Redondo, los jóvenes en general se encontrarían en una situación de
triple exclusión.

(I) En relación a lo tecno- económico no pueden (al menos la gran mayoría) cumplir el
precepto de “consumo luego existo” que daría cuenta de la inclusión mediada por el
consumo. Ello pues en general el joven no cuanta con recursos propios.
(II) En relación a sociopolítico, los jóvenes en general no muestran formas de participación
institucionalizada, ello se ve refrendado por su bajo nivel de participación política.
(III) Respecto a lo cultural ideológico no son precisamente las ideas de los jóvenes las
que tienes repercusiones en la configuración social.

Es posible apreciar que la política publica confunde la exclusión con la pobreza o la


vulnerabilidad social, pero queda claro en base a lo presentado que la exclusión como
fenómeno va más allá de ella. Es así que un joven acomodado si bien puede tener el
ámbito socioeconómico resuelto puede manifestar grados variables de sensación de
exclusión en tanto en los otros ámbitos no participe o no se sienta integrado al esquema
social. Al revés un joven de escasos recursos podrá tener una activa participación
política buscando hacer valer sus ideas, ¿podremos en tal caso hablar de un joven
excluido? Ahora bien en el entendido de que la pobreza por sí misma no es un indicador
inequívoco de exclusión social, pero sin olvidar su importancia, podríamos señalar que
nos parece que en el caso de jóvenes en situación de vulnerabilidad social podemos
hablar de una doble exclusión: por ser pobres, pero también por ser jóvenes.

Es bajo este escenario, esta forma de comprensión que resultaría interesante incorporar
en la generación de las políticas públicas algún indicador de carácter subjetivo,
que por ejemplo en la lógica de entender la exclusión/inclusión como polos de un
continuo, podría dar matices de cuan incluido o excluido se percibe alguien, a través
de analizar el grado de satisfacción con el trayecto escolar en relación al proyecto
de vida, o preguntar que categorías resultan relevantes al momento de sentirse o
no excluido, lo que claramente puede a lo menos en ponderación ser distinto de la
medición de exclusión en base a indicadores externos y preconcebidos. Ello podría no
sólo mejorar el abordaje del fenómeno de exclusión sino que además permitiría por
ejemplo implementar estrategias preventivas, y descubrir nuevas manifestaciones de la
exclusión que implicaría retroalimentar e incluso generar nuevas formas de abordaje.

3.- La exclusión como fenómeno relacional y subjetivo,


la política pública y la institución escolar
Respecto de la “promesa” de la escuela

La exclusión es así un fenómeno también subjetivo que puede entenderse a partir de la


idea de un continuo y pasa por la interpretación de grados de participación, es además
relacional pues hay otro grupo, los adultos, quienes en contraposición a los jóvenes
si están incluidos. Señalamos la importancia de mirar estos fenómenos en un política
pública global que busque abordar el problema, pero queda aún la pregunta de cómo
traducir estas orientaciones al ámbito escolar.
Un primer elemento en este marco seria validar la interpretación de la instancia escolar
que el propio usuario (joven, niños) realiza, como ya se ha planteado la escuela desde
el joven no representa un camino para la movilidad social. Es por esto que encuentra
con facilidad otros espacios que le son más útiles al momento de hablar de posibilidad
Instituto Nacional de la Juventud • 71

de acumular capital cultural y capital de consumo. Si bien se valora la escuela y se


sabe lo importante que es pasar por esta instancia, el problema es que no quieren “esa
escuela” así estructurada como está, no es lo que aspiran como educación.

Al respecto Dávila, Ghiardo y Medrano (2005) señalan que “la escuela no logra aún
reconocer el universo aspiracional que plantean sus alumnos, sus altas expectativas
y metas educacionales; reconociendo sus pocas posibilidades. La escuela se ha
centrado en el terreno de las posibilidades de sus alumnos. La administración de las
aspiraciones se ha orientado y fundado con base en un diagnóstico e imagen errada
sobre su alumnado, no en el plano de ampliación de aspiraciones, sino que más bien en
su acortamiento, bajo el apelativo de las –pocas – posibilidades reales de concreción”
(pág. 281 – 282) Por su parte, Berger (entrevista personal, 9 de octubre de 2007) señala
lo anterior, apelando a una suerte de “desesperanza del sistema escolar”, cuestionando
la oferta de la escuela. Ésta demanda el cumplimiento de un perfil de estudiante, de
un perfil de ciudadano y la pregunta que le sigue a esto es el ¿para qué? La escuela
incluye a los jóvenes, pero en términos nominales, produciendo finalmente los llamados
caminos paralelos, las socializaciones paralelas o contra la escuela, dado que simbólica
y culturalmente los deja fuera, los excluye.

Los jóvenes de hoy son diferentes e incluso entre los jóvenes la diversificación es
masiva. Ellos se construyen en un escenario social, cultural y económico diferente, lo
que implica que la escuela debe romper con la pretensión de continuidad de lo que
se venía ofreciendo, lo que se vive hoy en día, en palabras de Zarzuri y Ganter (2005)
es justamente una “ruptura generacional” y es sobre este escenario es que la escuela
debe pensarse a sí misma, su promesa debe ser reformulada.

Sentido de la escuela

Ya con lo anterior tenemos claro que la institución escolar debe recontextualizarse,


en especial en su carácter de espacio, cuyo sentido se ha de reconfigurar, siendo este
carácter de espacio un sentido en si mismo.

En el marco de la escuela como lugar, resulta relevante que adapte su accionar de tal
modo que pueda contener la construcción de sujetos particulares al interior de ese
espacio. Al respecto Ossandon (entrevista personal, 15 de octubre de 2007) señala que
cuando se piensa en aprendizajes significativos, que podría implicar para los jóvenes
sentimiento de inclusión, si bien es un concepto fuertemente instalado, lo objetiviza
a su vez como deslavado de sentido. Esta no pasaría por una reflexión de carácter
cognitiva, es fundamentalmente sociocultural, antropológica, económica, es decir, se
relaciona con el “otro”, con la “alteridad”, con el sujeto que el profesor tiene en
frente, un sujeto con biografía, historia, familia, pares, estética. Este sujeto entra con
todo esto a la sala de clases, en palabras de Dávila, entra con capitales heredados,
capitales que no necesariamente son considerados dentro de la sala de clases, dentro
del proceso de enseñanza aprendizaje.

El profesor debiese modelar su accionar teniendo en cuenta este elemento, ante suyo
hay un otro, hay sujetos que ingresan con biografía, con contextos, familias, pares,
y todo ello ingresa a la sala de clases junto con ellos. Ahora bien es cierto que, en el
contexto educativo actual, resultaría imposible lidiar con 30 a 45 otros, y con sus 30 a
45 especificidades. Sin embargo, por ello es tarea de la política pública en educación
hacerse cargo de generar un contexto acorde a esta concepción. Lo anterior debe
ser generado como una política global, pues no basta que sólo algunos colegios del
mundo privado puedan por ejemplo limitar el número de alumnos, pues con ello sólo
72 • Revista Observatorio de Juventud

contribuimos a generar a reforzar las ya amplias diferencias entre la educación pública


y la privada.

Tal vez hay formas acotadas más posibles e inmediatas de acoger las individualidades
de los alumnos vía los espacios que la escuela genera a través de la jornada escolar
completa. A este respecto Zarzuri, Berger y Ossandón señalan en sus discursos que
lo que le ofrece la escuela a los jóvenes en la jornada escolar completa no es
precisamente lo que ellos demandan, sino que más bien hacen aquello para lo que se
sienten habilitados, lo que pueden hacer, es decir, la escuela hace una oferta que no
interpela a los jóvenes (Zarzuri, entrevista personal, 13 de noviembre de 2007; Berger,
entrevista personal, 9 de octubre de 2007; Osandon, entrevista personal, 15 de octubre
de 2007). En este plano y considerando la alta confiabilidad y valoración que tiene la
educación al interior de la población chilena, surge entonces la tensión respecto de
que “no es que a los jóvenes no les interese la escuela, no les interesa esa escuela”,
no les interesa la escuela como está estructurada hoy, el funcionamiento, los productos
esperados de la escuela, las metas. De alguna manera es lo que aleja a los jóvenes de
la escuela y en general de la institucionalidad, el joven se rebela contra ella y crea
socializaciones paralelas en donde su construcción identitaria tenga cabida.

En Chile, la 5ª Encuesta Nacional de la Juventud del Instituto Nacional de la Juventud


–INJUV-, que se aplicó a una muestra de más de siete mil jóvenes, entrega algunas
pistas en ese sentido: entre los 15 y 29 años son críticos respecto a la democracia, pero
no creen que haya otro sistema mejor, aun cuando un 23% asume que podría aceptarse
un gobierno de tipo autoritario en determinadas circunstancias; exigen más igualdad
de oportunidades, pero no eligen autoridades que los representen; son individualistas,
pero participan en organizaciones solidarias (voluntariados) y no se identifican con
ningún partido. Esto da cuenta de que en los jóvenes no expresan su parecer a través
de las instituciones tradicionales como la iglesia, la familia, la política. Sus esfuerzos
están puestos en las organizaciones sociales o de voluntariado de elección propia, o
incluso en eventismo social donde los jóvenes se reúnen para un evento particular sin
convocatorias oficiales y vía los medios informándose por los medios que les son más
propios, chat, Internet.

En este sentido, no es que los jóvenes no quieran participar, sino que más bien se
revelan ante las formas de participación que se les propone. “la política, por ejemplo,
es una cosa de no conexión con el tema juvenil….a ese nivel los chiquillo dicen no, a
nosotros no nos interesa esa política, a nosotros no nos interesa esa escuela, seguimos
siendo creyentes si po, seguimos creyendo en la política, si también seguimos creyendo
que hay que educarnos, también y de hecho es esa la apuesta” (Zarzuri, entrevista
personal, 13 de noviembre de 2007)

Por último, cabe destacar que la trayectoria de los jóvenes ya no es lineal, por lo tanto
la oferta de la escuela debería ser igualmente diversa, contemplar la diversidad, la
heterogeneidad dentro de la igualdad de condiciones. Al respecto fueron varios los
especialistas entrevistados que pusieron hincapié, como Berger (entrevista personal,
9 de octubre de 2007) en que la escuela funcionaba, priorizaba y proponía a sus
estudiantes desde una lógica adultocéntrica, no desde una lógica de las juventudes,
ya que no es una juventud sino que varias juventudes, por lo tanto, ellos comienzan
a desarrollarse en espacios paralelos, teniendo socializaciones paralelas o contra
la escuela. Los jóvenes tienen mayores posibilidades sobre la cual construirse, no
solamente la escuela o el tipo de escuela chilena.
Instituto Nacional de la Juventud • 73

La reproducción social de la exclusión


a través de la escuela

Un importante punto en donde la política pública debiese focalizar su accionar, tiene


que ver con que la educación o la institución educativa deje de ser una instancia de
perpetuación de la exclusión a través de lo que podemos denominar la mantención de
una homogeneidad interna y heterogeneidad externa.

Las escuelas en general tienden a ser homogéneas de manera interna producto de


la segmentación por estrato social. En el caso de nuestro país, esta estratificación
reproduce al momento de egreso las condiciones de entrada, perpetuando el esquema
de diferencias sociales, estando lejos del objetivo de integración social que se le
atribuye.

En este sentido, las escuelas sufren una suerte de segmentación social, existe una
distribución innegable donde las escuelas públicas catalogadas de menor calidad
académica, atienden a estudiantes de niveles socioeconómicos bajos. Esto es, la
distribución de las escuelas en función de su calidad académica es directamente
proporcional al nivel socioeconómico de las familias y del sector, la segmentación
social coincide con la segmentación de las escuelas. Siendo así, las posibilidades de
instalar procesos de socialización orientados a la integración social quedan cerrados
en la misma escuela, cada escuela lo resuelve según sus posibilidades, sus recursos,
su entorno y se diluye en relación a las otras escuelas, no hay una intervención u
orientación al cambio de carácter más político, social; aquello implica que cada
establecimiento perpetúa su situación.

Si bien perceptualmente la mejora en relación a las condiciones de entrada que se


obtiene en la educación publica respecto a la privada puede incluso ser mayor, es tal la
diferencia en las condiciones de entrada que no alcanza para homologar los resultados
de salida, lo cual produce un desigual ingreso a la educación superior que hoy sigue
siendo un medio de integración y ascenso social.

De esta forma la escuela perpetua la exclusión, por ello las políticas que históricamente
han estado orientadas a la cantidad en términos de cobertura, debiesen orientarse
ahora hacia la calidad, esto es a mejorar las condiciones de las escuelas que ya existen.
Hay avances en este proceso como los programas de discriminación positiva (P900, Liceo
para todos, Liceos prioritarios), pero aun están en deuda con una abordaje integral de
los fenómenos, entre otras cosas porque no han actualizado las formas de evaluación
de impacto de dichos programas. En tanto, en la práctica sigue siendo el único o a lo
menos el principal indicador válido de éxito de estos programas, los resultados en las
pruebas estandarizadas (SIMCE, PSU). Por ello, elementos subjetivos o psicosociales se
desdibujan o quedan en segundo plano en la aplicación de las asesorías destinadas a la
mejora que proponen estos programas.

Ahora bien en relación a este punto, en especial en la lógica de programas de


discriminación positiva, resulta relevante cuidar el aspecto de estigmatización de
los abordajes, pues mucha veces la sobreintervención en tanto los -programas que
funcionan de manera externa y a veces sin coordinación- llegan a instalarse en las
escuelas desde distintos lugares, generan espacios de sobreintervención y producen
varios efectos nocivos en los establecimientos. Aquí hay otro apunte con miras a la
generación de políticas públicas, y es la generación de algún método que aúne los
esfuerzos y los coordine.
74 • Revista Observatorio de Juventud

Primero podemos señalar una suerte de estigmatización de aquellos establecimientos


con mayor necesidad de focalización de recursos, ya sean económicos, tecnológicos u
otros (Baeza, entrevista personal, 10 de octubre 2007). En este sentido, se podría decir
que aumentan la segmentación, lo que va en desmedro de la posibilidad de inclusión
social en el contexto escolar. Estas políticas resultan ser, en palabras de Ossandon
(entrevista personal, 15 de octubre de 2007), políticas compensatorias, focalizando
mayores apoyos desde el punto de vista de los recursos para la escuela. Sin embargo,
si se requiere pensar en que la inclusión social, pasa también por un ámbito simbólico,
cultural y, por tanto, no sería solo a través de la focalización de recursos económicos
lo necesario para alcanzar mayor inclusión social de los estudiantes desde las escuelas.
Por ejemplo, aquellos establecimientos que son rotulados desde el ministerio como
establecimientos focalizados, están indicando que son instituciones con necesidades y
con resultados académicos que están muy por debajo de la media; éstas son políticas
de discriminación positiva, que de todas maneras implica una estigmatización negativa,
hay una imagen negativa que se acompaña con la política.

Otro elemento que aquí aparece es la desidia y desesperanza de los actores educativos,
las intervenciones son vistas como la aparición de tecnócratas que no conocen los
problemas, incluso como trabajo extra que nadie asegura tenga resultados reales, al
menos en la forma en la cual finalmente serán medidos.

Algunos elementos a tomar en cuenta en


el diseño de políticas públicas

Ya se señalaba que exclusión no es equivalente o sinónimo de pobreza. Esta postura


aportaría una mirada de la exclusión como un fenómeno más global, con componentes
culturales y también psicosociales, por lo cual permitiría separar la exclusión de los
estigmas asociados a la pobreza. Diferenciar exclusión de pobreza daría la posibilidad
de, por ejemplo, pensar políticas publicas no sólo en términos compensatorios, esto
es buscando regular, nivelar, reparar respecto de estándares mínimos, sino también en
una lógica capaz de anticiparse a focos de exclusión o a nuevas formas o ámbitos de
manifestación de ella.

El fenómeno de la exclusión social debe ser enfocado como un fenómeno relacional y


subjetivo, contextual y temporal, o sea, debe entenderse desde diversos ámbitos que
conforman lo social. Esto desafía la formulación de las políticas publicas actuales, en
especial en relación a los indicadores tomados en cuenta a modo de diagnóstico para su
diseño. La propuesta es entonces que una política pública, en su carácter de orientación
global, debiese trascender distinciones univocas como el nivel socioeconómico y hacerse
cargo de la dimensión global y multivariada del fenómeno.

Un elemento central para la traducción de esta conceptualización en acciones, es que


la política sea coherente en todos sus niveles: de diagnóstico, interventivo y evaluativo.
Esto implica que si se diagnostican temáticas desde un marco como el propuesto, las
intervenciones contemplen acciones en los tres niveles o ámbitos de inclusión/exclusión
descritos, siendo posterior una a forma de evaluación acorde a estos niveles. Es tal vez
esto último una de las grandes críticas a los programas de intervención actuales, que
son acaso metáforas de lo que ocurre en el aula donde, por ejemplo, se implementan
estrategias novedosas de enseñanza, pero al momento de la evaluación los mecanismos
son los mismos de siempre.
Instituto Nacional de la Juventud • 75

La escuela como espacio socializador legitimado por la sociedad, no es ajena al


escenario social más amplio, que actualmente se caracteriza por la incertidumbre,
la globalización, la inmediatez, entre otras cosas. Dicha situación, a la vez, ha traído
consigo nuevas formas de exclusión social, espacios donde los jóvenes escolares se
desenvuelven en busca de oportunidades y en busca de la construcción de identidad de
sujeto. Ante esto una mirada global y relacional aportaría a identificar la importancia
de estos factores.

La institución educativa debe reflexionar y replantear sus objetivos y sus metas para que
tengan sentido frente a los grandes cambios que va sufriendo la sociedad en general.
Esto implica pensar desde y con los nuevos espacios de socialización de los jóvenes.
Entender la exclusión social desde el discurso de los jóvenes aportaría a entender o
entregar luces a las políticas educativas de inclusión social, si el fenómeno en cuestión
se produce no sólo por condiciones objetivas, a las que generalmente apuntan las
soluciones en política pública, sino que también apuntaría a una construcción subjetiva
del beneficiario directo de los establecimientos educacionales, terreno que tal vez no
ha sido considerado en dichas planificaciones.

Una lógica de este tipo claramente trasciende el espacio de la escuela y podría pensarse
que la aplicación en la escuela obedecería única y exclusivamente a un política más
amplia, de la cual la escuela sólo sería un escenario. Pero tal vez la fórmula es que sea la
escuela el espacio de cambio y que, a partir de la escucha del diálogo entre los diversos
actores que allí concurren, la actualización venga desde adentro para instalarse en
otras esferas, recuperando la institución educativa su lugar en la socialización, en este
caso dando cuenta de una nueva socialización.

Se propone en este artículo tener siempre en cuenta el carácter de continuo de la


idea de exclusión social, pues da la oportunidad de partir siempre de lo existente, del
grado (por mínimo que sea) de inclusión que existe en el que se considera excluido,
y claramente no es lo mismo comenzar una intervención pretendiendo levantar algo
inexistente que iniciarla en la lógica de potenciar algún área o mecanismo de inclusión
ya establecido.

Para terminar podemos decir que acercarnos a la comprensión profunda de la experiencia


subjetiva de los escolares jóvenes, de su experiencia escolar, permitiría promover
intervenciones y políticas sustentables, en planos tan polémicos como lo es el de las
valorizaciones, las que se entenderán como orientaciones de acción consensuadas.
Hoy en día, en la realidad de los establecimientos educacionales, conviven en un
mismo espacio mundos lejanos, interacciones cargadas de asimetría, donde se generan
recurrentes incomprensiones y conflictos, tanto explícitos como implícitos.
76 • Revista Observatorio de Juventud

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Instituto Nacional de la Juventud • 77
78 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 79

Revueltas urbanas:
jóvenes y diálogos ciudadanos en Francia

Eduardo Valenzuela Chadwick1

El presente artículo tiene por objetivo dar cuenta de un reciente mecanismo penal:
los talleres de ciudadanía, concebidos como parte de una respuesta a la inseguridad
en Francia. Resume el trabajo de terreno realizado por un grupo de investigadores en
ciencias sociales que participaron en la creación de esta medida y en su extensión. Ella
se basa en una lógica no punitiva y ha sido desarrollada y reforzada particularmente
en los lugares donde se centraron las revueltas urbanas de fines del año 2005, es
decir, los suburbios del norte de París y, especialmente, en la Seine Saint-Denis. Este
mecanismo es una respuesta orientada hacia la inserción social y la lucha contra la
reincidencia a través de la creación de espacios de reflexión individual y colectivos,
con la participación de representantes de las instituciones y de la sociedad civil. Estos
talleres no son exclusivamente dirigidos a jóvenes, ellos/as constituyen el grupo más
relevante.

Introducción
A fines del año 2005, durante algunas semanas, los jóvenes de los suburbios de las
grandes ciudades de Francia se hicieron visibles. En el espacio público se habló de ellos
de forma distinta a la que se acostumbraba hasta el momento.

Las revueltas urbanas fueron, en parte, la respuesta de los jóvenes al ambiente hostil y
a las prácticas excluyentes, que hicieron de ellos un problema. Las cuestiones relativas
a la degradación de la situación social, la inseguridad en los barrios, la violencia y el
deterioro de la vida comunitaria volvieron a ser abordadas por los especialistas, los
políticos y los medias.

El fenómeno rebasó las fronteras del país. Las interpretaciones de lo sucedido pusieron
el acento en la fractura social, en la dimensión cultural y en su significado político. Los
análisis subrayaron la influencia de los medias y de los nuevos sistemas de comunicación
-como Internet y los teléfonos celulares- en la difusión de la revuelta juvenil. También
se insistió en el vínculo con el fenómeno de la post-descolonización y la inmigración,
así como con la globalización de la economía, las deslocalizaciones industriales y el
desempleo. La importancia que tuvo este acontecimiento, así como la riqueza de sus
interpretaciones, se fue diluyendo con el curso de los meses. ¿Qué quedó?

En los momentos más intensos de esta revuelta -que duró más de tres semanas- y en
los que 1.500 autos eran quemados cada noche, otros focos de revuelta se encendieron
en países vecinos como España, Alemania y Bélgica. El carácter inesperado de estas
manifestaciones, así como la dimensión que tomó, permitieron ver el límite y las
fallas de los sistemas europeos de integración social. Los diagnósticos fueron hechos
y los problemas que hicieron estallar las revueltas fueron identificados. Nada permite
afirmar que el ciclo de estas revueltas urbanas, que comenzó a principios de los años

1 Sociólogo, Director Asociación Diálogos Ciudadanos eduardoval@free.fr


80 • Revista Observatorio de Juventud

80, esté cerrado. En el caso de las protestas obreras del siglo XIX el ciclo se cerró con la
aparición y el reconocimiento de los sindicatos obreros y los partidos de izquierda que
permitieron que las reivindicaciones pudiesen expresarse y dieran lugar a un sistema
de negociación institucional de los conflictos. Los acontecimientos dirán si lo que se
expresó a través de las revueltas urbanas recientes podrá ser absorbido por los actuales
mecanismos y actores institucionales o si necesitaran otras formas de expresión y la
constitución de nuevos actores sociales.

La experiencia que describe este artículo es parte de la respuesta del Estado a lo


que generó este tipo de expresiones de violencia, en el contexto de una sociedad
democrática.

La Respuesta del Estado


La sensación de pérdida de control de lo que se juega en una sociedad nacional,
asociado a la falta de utopías y proyectos sociales alternativos, ha dejado un espacio
vacío en la esfera de las representaciones que ha sido llenado con el aumento de la
sensación de inseguridad.

Las reformas penales se han sucedido con una rapidez sin precedentes. La prevención
de la delincuencia ocupa un lugar central en la opinión desde fines de los años ’90. Las
cuestiones de seguridad ciudadana han estado en el centro de las últimas campañas
políticas (especialmente en el 2002) y las revueltas de los barrios populares en el 2005
aumentaron aún más la inquietud y el interés de la población por el problema. Se
buscaron alternativas a las respuestas puramente represivas.

En una sociedad democrática como la francesa, las protestas de los jóvenes de los
suburbios representan un desafío al sistema democrático, a la protección de las
libertades individuales, así como a la utilización de la violencia por parte del Estado.

En sociedades menos preocupadas por los derechos fundamentales el Estado podría


haber respondido a estas manifestaciones de protesta juvenil con represión y violencia.
Se habría visto a los militares disparar contra los jóvenes, como en Santiago de Chile
durante 17 años de dictadura o como en la plaza Tiananmen de Beijing, o en Bagdad
en los últimos años. En uno de los talleres de ciudadanía que realizamos pudimos
oír testimonios, falsamente ingenuos, de un capitán de bomberos que se preguntaba
por qué el Estado no había utilizado los medios a su disposición. Si lo hubiera hecho,
es posible suponer que el movimiento podría haberse amplificado, con una reacción
de apoyo de los sindicatos, partidos de izquierda, estudiantes y otros grupos que se
mantuvieron distantes, en posición de observadores.

La retórica desafiante empleada por los representantes del Estado frente a los jóvenes
de los barrios populares cambió después de las protestas. Se anunciaron soluciones en
relación al desempleo, al urbanismo, etc. Las elecciones del año 2007 no se jugaron
en el terreno de la inseguridad, los medios de comunicación hicieron una pausa en
relación a estos temas y a la estigmatización de la cual los jóvenes eran objeto hasta
ese momento. La situación en los suburbios recibió una nueva atención. Las iniciativas
iban desde un programa de demolición de los edificios en los que se concentraban los
problemas sociales y la reconstrucción de barrios residenciales, al reforzamiento de
la Agencia Nacional contra la Discriminación, así como otras medidas paralelas para
paliar los problemas socioeconómicos más agudos de los barrios desfavorecidos. Por
otra parte, el Estado continuó votando leyes contra la inseguridad y, al mismo tiempo,
vieron la luz medidas experimentales, no represivas.
Instituto Nacional de la Juventud • 81

En este contexto surgió la “Asociación de Diálogo Ciudadano”, como una iniciativa de


un grupo de investigadores de participar en la construcción de estas medidas penales
alternativas. El objetivo fue desarrollar y extender una metodología que se basa en
elementos de las ciencias humanas y sociales, en particular la sociología y el psicoanálisis,
para realizar talleres de ciudadanía. La finalidad era construir una respuesta penal no
punitiva como alternativa a la cárcel y como dispositivo de acompañamiento de las
penas carcelarias. La medida se focaliza en las incivilidades cometidas por los jóvenes,
involucrados más bien en delitos menores pero también en crímenes más graves.

Los Talleres de Ciudadanía como Alternativa Penal Orientada


a los Jóvenes

A partir del año 2004, en el contexto de una serie de medidas de inserción de una
reforma penal, se propusieron estos “talleres de ciudadanía” como alternativa a la
cárcel y como dispositivos de acompañamiento a las penas de cárcel. La ley definió
ciertos principios para estos talleres en relación a las personas condenadas y a los
objetivos propuestos, pero no una metodología de trabajo. El proyecto que describimos
en este artículo da cuenta del trabajo de la “Asociación Diálogos Ciudadanos” para
desarrollar una metodología, inspirándose en la “intervención sociológica” (Touraine,
1978), que fue un método creado originalmente para estudiar y reforzar los movimientos
sociales que tenían un componente cultural, como los movimientos estudiantiles de los
años 60, los movimientos antinucleares, los movimientos regionalistas, entre otros y
que ha sido utilizado luego para estudiar y reforzar situaciones y actores en donde la
idea de sujeto y de subjetivación juegan un rol central. La metodología empleada en la
organización de estos talleres ha incorporado también otros elementos de las ciencias
sociales y de la psicología.

La “Asocioción Diálogos Ciudadanos” está presente en ocho Departamentos de las


regiones cercanas a París. Desde el primer semestre del 2006 trabajamos asociados a
la Administración Penitenciaria y a tribunales de estos territorios. El objetivo de los
talleres es contribuir a restaurar el diálogo entre personas que cumplen una sanción
penal y diversos actores de la comunidad: miembros del sistema judicial, policías,
abogados, concejales, responsables de asociaciones, representantes de los dispositivos
de inserción. El programa aborda también la trama de las representaciones, así
como de los derechos y deberes ligados a la ciudadanía: escuela, discriminaciones,
relaciones entre hombres y mujeres, el imaginario religioso, la violencia, entre otros.
Nuestra hipótesis central es que al abordar estas distintas dimensiones de la “vida
comunitaria”, a través de testimonios personales, abrimos ventanas de identificación
que favorecen un cuestionamiento de las identidades negativas, no ciudadanas, de
la victimización, que suelen presentarse en las personas que tienen problemas con la
justicia. El objetivo primero que perseguimos es provocar un impacto que permita un
proceso de abandono de conductas o identidades delictivas.

Durante los talleres se generan espacios de intercambio individual y colectivo en los que
los mediadores analizan con los participantes lo que se juega en las interacciones con
los actores sociales externos invitados al taller: análisis de los sistemas de jerarquía,
juegos de identificación, proyecciones, apertura a los otros. Cada taller comienza y
termina con entrevistas individuales de los mediadores y los participantes, a las que se
agrega un trabajo de expresión con animadores de teatro, para facilitar una dinámica
positiva del grupo.
82 • Revista Observatorio de Juventud

El dispositivo dura tres a cuatro días. El grupo consta de alrededor de una docena
de participantes: personas que han aceptado seguir el taller como resultado de una
sentencia judicial, como pena alternativa a la prisión. También se ha adaptado el
programa para contribuir a preparar la salida de la cárcel o como herramienta de
trabajo con los prisioneros mientras cumplen su condena. La medida esta especialmente
destinada a los jóvenes, pero no es exclusivamente para ellos.

Los participantes institucionales invitados tienen la oportunidad de explicar sus


acciones en función de su rol, de sus responsabilidades profesionales, así como de
su propia experiencia de vida. Se trata de que los participantes reflexionen sobre la
noción de ciudadanía, las condiciones de la “vida en común”, el respeto del otro y
por las instituciones, y, de ese modo, entablen una relación diferente consigo mismos.
El funcionamiento de las instituciones, las formas de compromiso y participación
colectivas, son mostradas no a partir de principios abstractos, sino desde las experiencias
de los participantes institucionales. El objetivo es crear un espacio de reflexión sobre
la ciudadanía vivida y sobre las experiencias personales.

Función de los Sociólogos


y Psicólogos en estos Talleres

Para los investigadores que creamos este proyecto, la primera pregunta que surgió fue en
qué condiciones trabajaríamos. Nos preguntamos si al asociarnos con la administración
penitenciaria o al sistema judicial para organizar un dispositivo penal alternativo
abandonaríamos nuestra independencia crítica, si tendríamos que renunciar a nuestra
vocación de producir y transmitir un conocimiento para situarnos en el terreno de
los expertos, o incluso de la prestación de servicios. Son preguntas legítimas en las
cuales no nos detuvimos. Elegimos esta posición particular: contribuir a desarrollar
una práctica, una metodología, una forma de transmisión y de supervisión, dentro del
marco de este proyecto. Fuimos cuidadosos en conservar nuestra independencia de
juicio, un punto de vista crítico relacionado a nuestra práctica profesional.

Nuestro objetivo principal era contribuir a crear un dispositivo que tuviese un efecto
sobre las personas en dificultades con la ley, orientadas hacia este dispositivo co-
organizado con las instituciones judiciales. Esta es nuestra forma de contribuir a la
transformación de las prácticas institucionales y judiciales a través de un trabajo de
toma de conciencia de lo íntimo, de los proyectos de vida, de la relación con el otro y
con las instituciones. Participando con los agentes del Estado en la instalación de estos
dispositivos, optamos por contribuir a la transformación de este sistema para hacerlo
más eficaz en su autorregulación y menos excluyente.
Instituto Nacional de la Juventud • 83

Principios puestos en Práctica: el funcionamiento de los


talleres de ciudadanía se basan en dos pilares

La empatía de los mediadores con los participantes.

Los mediadores son responsables de establecer una dinámica positiva en el grupo para
así permitir el funcionamiento de los talleres. Para generar esta dinámica se utilizan
entrevistas individuales y ejercicios de teatro.

Se reservan momentos de análisis de grupo, con los participantes y sin otros participantes
externos, para volver sobre los temas abordados durante los encuentros.

La metodología que se utiliza en los talleres es el resultado de los aprendizajes que


aportó la realización de una primera serie de talleres llevados a cabo durante el segundo
semestre del 2006. En ellos se expresaron situaciones de rechazo del dispositivo, el que
en un primer momento se basaba en encuentros con los representantes institucionales.
El trabajo de entrar en confianza, fue fundamental para producir una dinámica positiva.
El teatro permite a los participantes salir de sus actitudes defensivas. En un contexto
lúdico, a través de juegos de rol, induce también a tomar distancia; abre perspectivas
distintas de la violencia, de la justificación a hacerse justicia por sí mismos. Al escapar
de sus identidades defensivas, los participantes se abren a un espacio de reflexión
personal en que puede existir el otro, y pueden pensar con más distancia sobre su
propia historia.

La existencia de soportes de identificación y proyección

Los talleres se organizan también en torno a reuniones con participantes exteriores,


invitados a intervenir en sesiones de media jornada. Estas personas provienen de:

• el sistema judicial y penal, encarnado por jueces, policías, abogados,


consejeros legales;
• instancias que están comprometidas con formas de acción colectiva, tales
como: alcaldes, diputados, funcionarios, representantes del Estado y de
organizaciones comunitarias;
• organismos de investigación que estudian temas como: identidad,
discriminación, religión, relación entre hombres y mujeres, entre otros;
• instituciones que trabajan en la inserción laboral, como la Agencia Nacional
del Empleo, asociaciones de empresarios.

Según los temas abordados, se invita a los participantes a explicar su función, relatando
sus propias vidas, sus experiencias personales y su rol institucional. Se trata de abrir
un espacio de comprensión a través de elementos de proyección y de identificación,
despertar en los participantes un sentimiento de curiosidad, de apertura, respecto a
las personas y a las instituciones con las que se ven confrontados y por las cuales a
menudo se sienten rechazados.

El objetivo del encuentro con estos actores institucionales es que los participantes
tomen conciencia del funcionamiento de las instituciones, mediante mecanismos de
identificación y de un trabajo de reflexión sobre sí mismos. El éxito de este proceso
será proporcional al grado de adhesión de los participantes. Mientras más sientan el
taller como una obligación, menos les será útil. Aunque es indispensable plantear
reglas, como un comportamiento adecuado y respetuoso frente a los participantes
84 • Revista Observatorio de Juventud

externos (apagar los celulares, quitarse la gorra, llegar a la hora), éstas se limitan a lo
necesario para la buena marcha del grupo.

Sobre esta base, los talleres son un espacio de reposicionamiento en sociedad y en


sus reglas, la violencia y las víctimas. Los juegos de expresión, de identificación y de
proyección, buscan abrir espacios de reflexión sobre sí mismos y, mediante un impacto
personal, incitar a los participantes a reposicionarse.

La experiencia en Seine Saint-Denis

El proyecto piloto se ha desarrollado en la Seine-Saint-Denis, que es un departamento2


que se sitúa al norte de París, en donde existe una concentración de población de
origen inmigrante, con índices de desempleo más altos que la media nacional y que
acumula una serie de hándicaps. Es el lugar donde comenzaron las revueltas urbanas
del 2005.

Instituciones Asociadas

Los talleres de ciudadanía se desarrollaron en dos contextos diferentes: el primero con


los Servicios Penitenciarios de Inserción y de Probación (SPIP), el segundo con la Corte
Superior de Bobigny.

El proyecto comenzó en el año 2006 luego de un acuerdo con la Dirección Regional


de la Región Parisina de la Administración Penitenciaria, que concentra cerca del 25%
de las personas en manos de la justicia. Era la primera vez que en Francia se firmaba
un acuerdo regional para llevar a cabo talleres de ciudadanía con una modalidad
específica. En esa fecha comenzamos a trabajar en Seine-Saint-Denis.

En el contexto de la colaboración con el SPIP, los participantes son seleccionados en


función de la dificultad de los trabajadores sociales de gendarmería para asegurar su
seguimiento individual, el cumplimiento de las obligaciones. Las personas condenadas
u orientadas a seguir estos talleres ya son conocidas por los trabadores sociales y los
Consejeros de inserción y de libertad condicional, quienes los han recibido y han evaluado
qué clase de seguimiento era necesario, cuáles eran sus necesidades y sus dificultades.
Al participar en la preparación de los talleres, los trabajadores sociales orientan a los
participantes para el taller. Por otra parte, conocen el terreno, los actores locales;
están comprometidos con el éxito del programa y saben a quiénes hacer participar. Nos
informan sobre los perfiles y la personalidad de los participantes. Los investigadores les
entregan una descripción de las dinámicas de grupo e individuales.

La Justicia (la Corte Superior de Bobigny)

En ciertas situaciones la corte pronuncia la obligación de seguir un taller como una


medida alternativa al juicio o durante un proceso de comparecencia inmediata. La
“Asociación Diálogos Ciudadanos” fue delegada para realizar estos talleres gracias a un
financiamiento específico del Fondo interministerial para la política de la ciudad y, a
partir de ese momento, los talleres debían demostrar su eficacia.

La Asociación tiene una amplia autonomía para organizar estos talleres; el programa
se define en concertación con el representante del Fiscal. La participación de la
oficina del Fiscal abre las puertas hacia los asociados oficiales. La Fiscalía también
2 Equivalente de una provincia según la división administrativa en Chile.
Instituto Nacional de la Juventud • 85

nos informa sobre los archivos judiciales (por ejemplo: si la persona es reincidente),
así como detalles sobre la detención por la policía que pueden darnos luces sobre la
personalidad del inculpado.

Los mediadores

Los mediadores (sociólogos/psicólogos) gozan de un estatuto particular: son


independientes de la administración penitenciaria y de la institución judicial y,
como tales, no son identificados directamente por los participantes con la dimensión
punitiva y su libertad de palabra queda, en principio, garantizada. En este contexto,
nuestra posición de mediadores debe permitir que cada quien se exprese. Durante
las entrevistas individuales y en grupo cerrado reinterpretamos y re-posicionamos
las representaciones surgidas en las reuniones con los participantes exteriores y las
contribuciones de cada cual, las que a menudo son percibidas como normativas y que
estigmatiza a los participantes como delincuentes.

Algunas Conclusiones
La fuerza del proyecto reside en la particularidad de obtener un diálogo, en pie
de igualdad, entre actores exteriores y el grupo de personas condenadas. Es,
principalmente, tarea de los mediadores hacer posible este espacio de intercambio
en el respeto de ciertas reglas para permitir que la palabra de cada uno de los
interlocutores tenga valor e impedir que se instale automáticamente una relación
jerárquica y autoritaria con los participantes, o bien, que estos impongan sus reglas
en el debate.
La transmisión de la experiencia es una cuestión fundamental para evitar que el
proyecto se transforme en medida represiva o en una medida sin efecto. Trabajamos
en organizar un programa de formación de mediadores y de supervisión de talleres que
se realizarán con la metodología resultante de esta transmisión.

El proyecto ha generado una dinámica positiva a nivel de las instituciones que participan,
gracias al contacto directo de los representantes de estas instituciones con aquellos
que son objeto de sus políticas.

Ha sido necesario un tiempo de experimentación y adaptación de la medida. Estamos


construyendo indicadores y evaluando el efecto de estos talleres en los participantes
a lo largo del tiempo para poder transformar esta acción experimental en una política
pública perenne.
86 • Revista Observatorio de Juventud

Referencias Bibliográficas

• TOURAINE, Alain. 1978. La Voix et le Regard. Paris: Seuil.

Referencias bibliográficas generales

• FOUCAULT, Michel. 1975, Surveiller et punir. Paris : Gallimard.


• WIEVIORKA, Michel. 2004, La violence. Paris : Balland.
• WACQUANT, Loïc. 2005. Parias urbains. Paris : La découverte.
Instituto Nacional de la Juventud • 87
88 • Revista Observatorio de Juventud

Normas de publicación

La revista del Observatorio de Juventud es una publicación trimestral editada por el


Instituto Nacional de la Juventud, INJUV. El objetivo de la revista es la discusión sobre
las condiciones, calidad de vida, subjetividad y perspectiva de derecho de los y las
jóvenes chilenos, así como la profundización y la difusión de las políticas e interven-
ciones sociales dirigidos a este sujeto social. En términos generales, la revista analiza
temáticamente algún área, aspecto o dimensión de la vida juvenil que está presente
en la agenda pública sobre juventud, proponiendo una lógica de discusión permanente
frente al tema. De este modo, la publicación plantea desafíos y dilemas de la política
pública haciendo hincapié en perspectivas futuras relacionadas con la realidad juvenil.
Es una publicación dirigida a académicos, investigadores, servicios públicos, alumnos
y público en general.

Los artículos a publicar deben tener una extensión de 10 páginas como máximo, incluy-
endo referencias bibliográficas y resumen en español. Las contribuciones a la revista
deben ser escritas a espacio simple, en hoja tamaño carta, en caracteres Arial Narrow,
tamaño 10. En estos debe consignarse:

a) Título del trabajo


b) Nombre del autor
c) Especialidad, institución a que pertenece y correo electrónico en pie de página
d) Resumen o abstract

Citas y referencias bibliográficas. Las citas de referencia en el texto y la lista final de


referencias se deben presentar según formato de American Psychological Association
(A.P.A.) o Vancouver si se quiere:

a) Cuando el apellido del autor forma parte parte de la narrativa se incluye solamente
el año de publicación del artículo entre paréntesis. Ejemplo: Habermas (2000) estudió
las relaciones entre…

b) Cuando el apellido y la fecha de publicación no forman parte de la narrativa del


texto, se incluyen entre paréntesis ambos elementos, separados por una coma. Ejem-
plo: El estudio de las relaciones entre política y lenguaje (Habermas, 2000) abrió una
nueva perspectiva…

c) Cuando tanto la fecha como el apellido forman parte de la oración no se usa parén-
tesis. Ejemplo: En el 2000 Habermas estudió las relaciones entre Estado y global-
ización…

d) Si hay más de una obra/artículo de un solo autor aparecido el mismo año, se citará
con una letra secuencia seguida al año. Ejemplo: (Habermas, 2000a, Habermas 2000b,
etc).

Las referencias bibliográficas en lista final deben disponerse en orden alfabético y año
de publicación:

REVISTAS: Apellido de cada autor, nombre o nombres, año de publicación, título de


trabajo (entre comillas), nombre de la revista (en itálicas o subrayado), el volumen,
página inicial-página final del artículo. Ejemplo: Habermas, Jürgen. 2000. “Política y
globalización”, en Teoría social 82, pp. 11-21.
Instituto Nacional de la Juventud • 89

LIBROS: Apellido de cada autor, nombre o nombres, año de publicación, título del libro
(en itálicas o subrayado), edición, volumen, capítulo y/o páginas, ciudad y país donde
fue publicado, nombre de la editorial. Ejemplo: Habermas, Jürgen. 1993. El discurso
filosófico de la modernidad. Madrid: Taurus.

Todas las citas en el trabajo deben aparecer en la lista final de referencias y todas éstas
deben ser citadas en el texto.

El orden de publicación de los artículos quedará a criterio del editor. Los interesados en
publicar en esta revista enviarán sus trabajos a: adonoso@injuv.gob.cl

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