Professional Documents
Culture Documents
1 • Sentido y Objetivos
Por ello, el Programa Observatorio de Juventud, creado en el año 2003, tiene como objetivo
dar un salto cualitativo en el conocimiento generado sobre juventud, en la comunicación
efectiva de éste y en la promoción de su actualización.
La Revista
Observatorio de Juventud
índice
4• Presentación
Juan Eduardo Faúndez
Presentación
En una primera instancia, la palabra juventud pareciera ser fácil de definir, asocián-
dosela a una categoría etaria específica y, por ende, perteneciente al campo del cu-
erpo, de la naturaleza. Sin embargo, en la medida en que se ahonda en los sentidos
que invoca y en su capacidad clasificatoria, su condición polisémica complejiza su
abordaje, lo que hace que con frecuencia su significación este plagada de ambigüe-
dades y simplificaciones.
Los datos aportados por la Quinta Encuesta Nacional de Juventud han permitido visibi-
lizar en nuestro país esta situación: la existencia de varias juventudes al coexistir, en
la misma categoría de edad, condiciones de vida, prácticas, identidades y demandas
diversas. Aquellos resultados muestran que las inequidades socioeconómicas, educa-
cionales, de género, étnicas y de localización urbano-rural de las y los jóvenes tienen
un peso significativo en sus posiciones y disposiciones. Asimismo, la Encuesta además
de constatar la diversidad de las experiencias sociales y vitales que viven las y los
jóvenes, también da cuenta de sus aspiraciones respecto a su incorporación efectiva
mediante los sistemas funcionales de integración e inclusión.
Por cierto este es un debate abierto, al que este número de la Revista Observatorio de
Juventud pretende aportar con una serie de artículos que plantean diversas posiciones
respecto de las preguntas y las vías posibles para perfilar una perspectiva de juventud
con miras al diseño de políticas públicas en este ámbito. Asimismo, buscan dar cuenta
de los intentos, las dificultades, los obstáculos y las potencialidades existentes para el
desarrollo de una perspectiva de juventud que recoja las necesidades de las distintas
juventudes de nuestro país.
Pedro Güell
Sin duda que aún queda mucho por hacer. Por de pronto difundir más intensamente
los resultados y análisis de los estudios, a ver si le hacemos mella a la conversación
mitológica en el ámbito público que proyecta sobre los jóvenes – cual si fueran mon-
struos marinos de la antigüedad – todas las amenazas e incertidumbres del futuro.
En un sentido más teórico, hay que considerar que los jóvenes no son depósitos de opin-
iones fijas, que no cambian según los contextos en que se desenvuelven. A veces las en-
cuestas conducen a impresiones engañosas en este ámbito. Como ocurre con todos no-
sotros, también los jóvenes definen y expresan sus opiniones y actitudes dependiendo
del escenario en que lo hacen y frente a quién lo hacen. Es ya una obviedad decir que las
identidades son contextuales y relacionales. Pero es hora de llevarlo a la investigación y a
sus técnicas, poniendo más énfasis en las interacciones, los escenarios y sus significados,
tanto a través de las encuestas como a través de otros métodos de corte más etnográfico.
Aún hay mucho que hacer en los estudios de juventud. Con la Quinta Encuesta Nacional
de Juventud y con toda la serie de encuestas, el INJUV ha dado los primeros pasos, aho-
ra nos toca a nosotros los investigadores avanzar en los análisis y en las propuestas met-
odológicas que debieran ser acogidos en las nuevas versiones de los estudios del INJUV.
8 • Revista Observatorio de Juventud
1. ¿Jóvenes o generación?
Partamos despejando lo obvio: en Chile hay una juventud que se comporta como
juventud. No está allí ni la novedad ni el desafío. Los jóvenes están en búsqueda
de autonomía, critican a los mayores por su autoritarismo, su falta de consecuen-
cia, a las instituciones por su distancia con ellos, a la sociedad por su injusticia
en el reparto de oportunidades y su discriminación con los diferentes, a los otros
jóvenes por su materialismo y sus conductas de riesgo. Rechazan las imposiciones de
todo tipo, sea la obligación de votar, el tipo de familia que deben tener o los va-
lores que deben defender. En esto no son muy distintos de los hijos de Adán y Eva.
La juventud es una etapa de la vida que puede ser vivida en privado, pero una gen-
eración juvenil es siempre un hecho público, político y asociativo. ¿Y es problemática
acaso la inexistencia o debilidad de la generación? Depende de para quién y cuándo.
No todas las sociedades han tenido ese producto cultural que se llama juventud; y en
aquellas que lo tienen, no todos los estratos lo disfrutan o sufren en igual medida, porque no
todas las sociedades proveen equitativamente los recursos sociales para hacerse jóvenes.
Entre muchos otros, hay tres recursos sociales básicos para la creación de juventud: prim-
ero, un sentido del tiempo largo; segundo, un espacio definido por vínculos no familiares;
tercero, una sociabilidad organizada sobre bases electivas. Estos tres recursos permiten
darle soporte a las experiencias, a las ampliaciones de la autonomía y a la negociación de
las dependencias. Tiempo largo, espacio público, sociabilidad electiva son recursos que
sólo puede proveer la sociedad como un todo y sin los cuales es muy difícil hacerse joven.
Y cuando la sociedad no provee esos recursos o los que provee no calzan con las nuevas
sensibilidades y experiencias, entonces los jóvenes pueden construirse unos soportes
propios sobre la base del rechazo a los que le ofrece la sociedad de los mayores. Esa es
precisamente la función de una generación joven respecto de los jóvenes concretos que
la integran: es un soporte colectivo que les aporta un sentido de tiempo, de espacio y
de sociabilidad y que se presenta como superación de las falencias de la oferta social.
¿Qué ocurre, sin embargo, cuando la sociedad no provee soportes adecuados para el trabajo
de hacerse jóvenes y cuando no surge tampoco una generación que los reemplace o corrija?
Aun a riesgo de generalizar – para eso sirven las hipótesis – puede sugerirse que
esta situación es la que caracteriza a una parte importante de la juventud de
nuestro país. Muchos jóvenes están obligados a trabajar sus autonomías y de-
pendencias sin disponer de un sentido adecuado de tiempo, sin espacios públi-
cos no excluyentes y sin posibilidades reales de sociabilidades abiertas y plurales.
Esto afecta, hay que precisar, a una parte importante de los jóvenes, pero no a
todos, pues en Chile los recursos sociales para hacerse jóvenes están distribui-
dos muy desigualmente. Hay muchos jóvenes, pero hay algunos a los que les cues-
ta menos serlo que a otros. Esta es una de las conclusiones más obvias de los da-
tos de la Quinta Encuesta Nacional de Juventud: por causa de las muchas formas
de la desigualdad social, en Chile no todos pueden ser jóvenes en igual medida.
Por de pronto, ser joven resulta muy difícil y trabajoso, pues cada uno tiene que
construirse con sus propias fuerzas un sentido de futuro, definir un espacio y esta-
blecer un sentido de dignidad para obtener reconocimiento de los demás. Esto es una
contradicción, pues esos recursos son bienes colectivos que funcionan en tanto valen
para todos. Llama la atención en la encuesta el peso que tiene la iniciativa individu-
al, el esfuerzo personal y la responsabilidad en el logro de las aspiraciones frente a
los factores de tipo colectivo. Porque lo viven a diario, los jóvenes saben reconocer
cuáles son los recursos para salir adelante en una sociedad que no provee de ellos.
10 • Revista Observatorio de Juventud
Esas dificultades y sobre exigencias pueden derivar en tres formas de agobio de ser
joven. La Quinta Encuesta Nacional de Juventud contiene síntomas de estos agobios.
Primero, el agobio del tiempo. ¿Con qué fin debo aumentar mi autonomía y en
razón de qué convivencia futura debo negociar mis dependencias? Esta es la pre-
gunta que debiera responder un relato social o generacional sobre el tiempo largo.
A muchos jóvenes pareciera faltarles tiempo por todos lados. La encuesta arroja un
dato significativo y preocupante: cerca de un tercio de las y los jóvenes creen que
con sus actuales estudios no pueden aspirar a nada o a muy pocas cosas o a un empleo
mal remunerado. Hay que considerar que un importante porcentaje de la muestra
ya ha terminado su educación secundaria. Esta percepción debe ponerse, además,
en el contexto de una cesantía juvenil que casi triplica la del segmento adulto.
Pero no sólo les falta un sentido creíble de tiempo largo, también parece faltar-
les tiempo corto, momentos de atención donde el reconocimiento de sus preocu-
paciones y aspiraciones tengan un lugar central: Más tiempo para ellos es lo que le
demandan a sus profesores y escuelas y es lo que echan de menos en sus hogares.
Segundo, el agobio del espacio. ¿En qué lugares puedo experimentar y rep-
resentar mi autonomía así como, al mismo tiempo, reconocer y definir mi
necesidad de los otros que habitan la sociedad? Esa es la pregunta que de-
biera responder la existencia de espacios públicos, físico y comunicaciona-
les, plurales y no discriminatorios, adecuados al trabajo de hacerse jóvenes.
En el aspecto espacial llama la atención una doble tendencia presente en los datos. Los
estratos altos concentran su sociabilidad en el espacio doméstico y los estratos bajos en
la calle. Cualquier otro espacio intermedio, tal como los lugares de estudio, de partici-
pación o de trabajo, tienen una importancia mucho menor. Para las y los jóvenes del es-
trato alto el espacio público es privado, y para el bajo es residual, la calle, lo que queda
cuando no queda espacio, ni en la casa ni en otro lugar. Mientras unos se repliegan en
la protección de lo conocido y cerrado, los otros son expulsados a lo inhóspito y ajeno.
Tal vez este hecho permita, de paso, entender la patología del espacio que desarrollan
las pandillas. Muchas de ellas definen su identidad en la defensa de un espacio, incluso
con la vida si fuera necesario, y en el rechazo a su ocupación, aunque sea en la forma
de transeúnte, por parte de otros que, a su vez, controlan otros espacios. Se trata de
apropiarse y de dotar de significado propio aquellos espacios residuales que ellos habi-
tan como marginales. Al ponerse ellos mismos en el centro de esos espacios y resignifi-
carlos recuperan, aunque de manera anómala, parte de su dignidad y de su autonomía.
las de relación con lo publico, una por autoexclusión otra por exclusión forzada.
Estas diferencias, problemáticas por sí mismas, aluden también a otro problema,
al alto grado de segmentación del espacio público disponible para los jóvenes.
Faltos de tiempo largo para proyectar las biografías y faltos de espacios abiertos y
plurales para trabajar los reconocimientos y sociabilidades – aspectos ambos que
constituyen lo público común que la sociedad debiera ofrecerles – no es para sor-
prenderse la relación que muestra la encuesta entre un grupo importante de jóvenes
y lo público, la política y las instituciones. No es que no les interese, es simple-
mente que no lo ven, pues no aparece en el campo visual de sus experiencias reales.
La relativa debilidad de los soportes y lenguajes sociales para construir y dar sen-
tido a los vínculos produce tensión e inseguridad en las y los jóvenes. Esto parece
ser enfrentado por muchos de dos maneras. La primera es la indiferencia, esa
forma de convivir con lo diferente y desconocido cuando no se tienen las her-
ramientas para tender un puente hacia ellos. La segunda es la defensa, esa
forma de compensación frente a los diferentes que no logran ser neutraliza-
dos mediante la indiferencia, pues se perciben como una amenaza ineludible.
De esta manera, para algunos jóvenes la sociabilidad posible parece estar atasca-
da entre la indiferencia y la defensa, o lo que es lo mismo, entre la soledad y la
agresión, entre quedarse encerrado en la casa o engancharse en una pandilla.
Estos agobios son eso, presiones que estrechan el campo para el normal despliegue del tra-
bajo de hacerse jóvenes. Pero no son más que eso. No eliminan la posibilidad de ser jóvenes.
No conducen necesariamente a formas patológicas de apatía o de anomia. No hay en la
Quinta Encuesta Nacional de Juventud, ni en otros estudios similares, ningún indicio de la
presencia masiva de formas patológicas de conformismo o de inconformismo. La juventud
chilena es normal, sólo que parece estar haciendo demasiado esfuerzo para ser normal.
12 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 13
Luis Ruz1
Este artículo da cuenta de la percepción que tienen los jóvenes chilenos respecto del
sistema político democrático a partir de los datos entregados por la Quinta Encuesta
Nacional de Juventud. En este trabajo se pretende relevar el mensaje que existe
detrás de los requerimientos y exigencias de los jóvenes hacia el sistema político.
No es casualidad que durante los últimos años sean las y los jóvenes los que han
tenido la capacidad de organizarse y de movilizarse para llevar al debate público,
por ejemplo, sus exigencias de una educación de calidad. Además, demuestran que
estas exigencias constituyen llamados de alerta que también se escuchan con mayor
fuerza en otros países de Latinoamérica y que es necesario concretar un esfuerzo
especial por revitalizar la política democrática, cuyo sustrato valórico intenta conjugar
armónicamente la libertad y también la justicia. En la parte final de este trabajo se
sugieren algunos aspectos importantes para fortalecer la participación democrática y
que, de paso, ayuden a superar el malestar denunciado por los jóvenes respecto de su
integración al sistema político.
1. A modo de introducción:
la democracia en tiempos de cambios
Qué duda cabe, hoy asistimos a cambios profundos que afectan o predeterminan el
comportamiento social; cambios que se estructuran de manera amplia y casi universal.
Cada vez se hace más común hablar acerca de la globalización y su impacto político,
económico, social y cultural. En materia política, el sistema de gobierno democrático
ha avanzado como nunca, solo resta observar los indicadores que nos muestra Freedom
House, en su Informe “Freedom in the World”, donde se mide simultáneamente la
oportunidad que tienen las personas de actuar espontáneamente en una serie de
actividades divididas en dos categorías: Derechos políticos, esto es, que se permita a las
personas participar libremente del proceso político, la libertad de voto, la posibilidad
de competir por un cargo público, unirse a partidos políticos y organizaciones; y
Derechos civiles, que dan cuenta de las libertades de expresión y creencia, asociación,
el Estado de Derecho y la autonomía personal. De este informe se destaca que la
evolución de los países y sus libertades, tanto políticas y civiles durante las últimas
décadas, ha sido significativa. Así, de un total de 192 países medidos, existe un total
de 89 de ellos catalogados como libres y un total de 58 países que poseen una realidad
de libertad parcial, pero que avanzan hacia una situación de plena libertad (Freedom
House, 2005).
es un dato real que los jóvenes de hoy se relacionan de manera distinta a los jóvenes
de hace 10 o 20 años atrás, gracias fundamentalmente al uso de la tecnología. Ahora
bien, en materia cultural también se debe indicar que se ha venido materializando
un sostenido proceso de individualización en la sociedad. Desde esta perspectiva, es
nítida la influencia que ha tenido este proceso en los jóvenes. Así, la expansión de la
libertad individual, en términos culturales, es palpable particularmente en los jóvenes.
Sin embargo, se debe reconocer que no todos tienen la capacidad de aprovechar las
oportunidades que ofrece esta apertura. Por cierto, se entiende que no existe el
individuo al margen de la sociedad; de esto se desprende que la individualización y sus
resultados están predeterminados, de cierta forma, por las opciones y recursos que la
sociedad ofrece (Lechner, 2004).
De esta forma, en este artículo se pretende relevar el mensaje que existe detrás del
“malestar” y de las exigencias de los jóvenes chilenos hacia el sistema político. Esto
significa comprender, en definitiva, que la democracia junto con tener una serie de
procedimientos para acceder y ejercer el poder, a la vez, también significa propender a
materializar resultados favorables y equitativos desde la perspectiva social y económica
de la sociedad donde se inserta o bien comprender, como lo ha indicado Dahl, que la
democracia se caracteriza por su continua aptitud para responder a las preferencias de
los ciudadanos, sin hacer diferencias de ningún tipo entre ellos.
Instituto Nacional de la Juventud • 15
2. El desafío de mejorar
los resultados de nuestra democracia
Realizada esta breve revisión del contexto donde se mueve nuestra democracia, a
continuación vamos a revisar la opinión que tienen los jóvenes acerca del sistema político
y su integración a él a partir de los datos arrojados en la última Encuesta Nacional de
Juventud del año 2007. Para ello, tomaremos tres grandes premisas formuladas en
conformidad a planteamientos concretos que han manifestado los jóvenes respecto de
la democracia en Chile y que, a nuestro juicio, significan un desafío a la hora de pensar
como mejoramos nuestra participación democrática.
Primero, los jóvenes mayoritariamente adhieren al sistema democrático (casi un 60%),
sin embargo se muestran críticos y disconformes con los resultados de él. Así, los jóvenes
señalan su preferencia claramente hacia el sistema democrático, pero al mismo tiempo
demuestran su insatisfacción con los resultados de éste. Los números nos indican que
casi un sesenta por ciento de los jóvenes están por la democracia, versus sólo un
ocho por ciento que opina que un gobierno autoritario es aceptable en determinadas
circunstancias. Sin embargo, frente a la consulta respecto de la satisfacción de la
democracia, se observa que un cincuenta por ciento (50,1%) señala que no existe o
son muy escasos los buenos resultados. De esta forma, al ver los datos con mayor
detención, se puede observar que la insatisfacción con el funcionamiento democrático
está presente mayoritariamente en los jóvenes de entre 25 y 29 años y que pertenecen
a los estratos socioeconómicos medios y bajos. Lo anterior da cuenta de las brechas
sociales que aún persisten en la sociedad y que constituyen un elemento central para
avanzar hacia una sociedad más integrada.
Segundo, un porcentaje considerable de los jóvenes no desean participar formalmente
del juego democrático. Esta afirmación se refiere a un aspecto fundamental para el
funcionamiento democrático, toda vez que la participación electoral constituye uno de
los pilares donde se sustenta el gobierno democrático. Como sabemos, la posibilidad
de elegir y ser elegido mediante un proceso abierto, transparente y competitivo, es el
ejercicio concreto de la libertad democrática. Así, se aprecia que del universo total
de jóvenes en condiciones de votar, sólo un treinta por ciento (30,7%) está inscrito en
los registros electorales; por el contrario, existe casi un setenta por ciento (68,1%)
de jóvenes que no tiene interés en votar. Ahora bien, si se hace una segunda lectura
con mayor detención, se desprende que los jóvenes inscritos corresponden a los del
segmento que se ubican entre los 25 y 29 años y cuyo nivel socioeconómico es más bien
acomodado (ABC1). Por el contrario, los jóvenes que rehúsan a inscribirse corresponden
preferentemente a aquellos que poseen entre 18 y 19 años de edad y que provienen de
estratos socioeconómicos medios y bajos (C3, D, E). Esto lleva a inferir que, junto con
el envejecimiento del padrón electoral chileno, se está produciendo una tendencia a la
elitización de éste. Ahora bien, al hacer una proyección en cuanto a la intencionalidad
de inscribirse en los registros electorales, la realidad no se modifica sustantivamente.
Así, de aquellos jóvenes que no están en los registros electorales o de aquellos que
tienen menos de 18 años, sólo un treinta por ciento (29,9%) manifiesta la intención de
votar, en contraposición de casi un sesenta por ciento (55,3%) que no tiene la intención
de incorporarse a los registros electorales.
Tercero, los jóvenes, a pesar de todo, otorgan una importancia mayor al ejercicio de
votar en las elecciones presidenciales. Este punto significa la valoración que hacen los
jóvenes respecto de la figura presidencial y del proceso de elección del mismo. Según
los datos, más de un sesenta por ciento (61,1%) de los jóvenes asigna una importancia
alta a la hora de votar por el Presidente de la República. Este último punto, deja en
16 • Revista Observatorio de Juventud
relieve el sentido de esperanza que los jóvenes proporcionan al voto que significa
elegir a la primera magistratura del país.
Ahora bien, esta discusión puede parecer abstracta, pero al observar las cifras levantadas
no se pueden pasar por alto. Es decir, sabemos que todo régimen democrático intenta
avanzar en su legitimidad, tanto desde la perspectiva de los procedimientos (esto
significa que hayan elecciones que sean transparentes, competitivas y regulares), como
también desde la óptica de los resultados del sistema democrático.
Esta distinción no es menor, puesto que viene a constatar algunas premisas importantes
para el sistema político actual. Así, luego de casi veinte años del retorno a la democracia,
se imponen en el debate público algunas de las demandas que han promovido las y
los jóvenes durante el último tiempo. Estas demandas se refieren a que la juventud,
junto con valorar la libertad que permite el “gobierno de los muchos”, también están
haciendo valer la importancia de la “igualdad”. A decir, con sus manifestaciones los
jóvenes nos vuelven a recordar que la democracia por definición tiene un sustrato que
recoge los principios de libertad como mecanismo de desarrollo individual, pero al
unísono se sustenta en el principio de la igualdad, como forma de entender que todos
valemos por lo que somos, por el sólo hecho de ser personas.
En esta discusión se reconoce el complejo escenario donde se mueven los diversos actores
públicos y privados, nacionales e internacionales; por ello, uno de los desafíos radica
en asimilar que constituimos una comunidad global y como en todas las comunidades se
deben cumplir una serie de reglas para convivir. Y, como refuerza Stiglitz (2002), estas
reglas deben ser – y deben parecer – equitativas y justas, deben atender a los pobres y
a los poderosos, y reflejar un sentimiento básico de justicia social; incluso va más allá,
agregando que en el mundo de hoy, estas reglas deben ser el desenlace de procesos
democráticos y que deben escuchar y responder a las necesidades de los afectados por
las políticas y las decisiones que se adopten por las autoridades.
c) Un Estado activo. Hoy se hace más potente que nunca el rol del Estado
como actor que promueva el bien común. Sin embargo, observamos que el Estado
está sometido a tensiones complejas que en algunos casos deja en evidencia su
escasa flexibilidad para afrontar nuevas tareas o bien su incapacidad para liderar
procesos de desarrollo dinámicos. Como se aprecia a diario, el Estado debe articular
propuestas y respuestas que van desde la escala global, en temas de energía o medio
ambiente, pasando por intervenciones circunscritas a lo nacional, como las medidas
para afrontar la distribución de la riqueza, hasta actuaciones locales
que significan hacerse cargo de problemas relacionados con servicios
urbanos. El escenario descrito precedentemente, impulsa a reforzar
una estrategia que favorezca un Estado eficiente y protagónico.
Acudiendo nuevamente a Pasquino, se debe agregar que los líderes democráticos que
la historia recuerda son aquellos que han sabido vivir y, a veces morir, a la altura de sus
convicciones; que han asumido la responsabilidad de tener firmes aquellas convicciones.
Pensamos que los jóvenes han hecho un esfuerzo sincero para levantar su voz y emitir
su opinión. Así, los jóvenes chilenos han puesto de relieve que la democracia excede
a un método para elegir sólo a quienes ejercen el poder o gobiernan, es además una
forma de edificar y extender la libertad y la justicia en pos del progreso y el bienestar
general. Se reconoce y es efectivo que las reglas democráticas son claves al minuto
de conducir las tensiones, las diferencias y los conflictos que son propias de la lucha
por el poder, pero hoy también se hace indispensable avanzar para dar respuestas a las
esperanzas y las expectativas que expresan las personas y, particularmente los jóvenes,
cuando se organizan sus vidas en sociedad en cuanto a sus derechos y al mejoramiento
de la calidad de vida.
Referencias Bibliográficas
Se ha dicho que las y los jóvenes son un contingente poblacional sin protección
jurídica propia, que ha estado, históricamente, subsumido en otras franjas etáreas
(Convención Iberoamericana de los Derechos de las y los jóvenes). Esta invisibilización
de la juventud y, especialmente, de sus particularidades y diferencias, ha conducido a
“ver” sus demandas y problemas, así como sus particulares posiciones para enfrentar
los contextos en que se desenvuelven, con una cierta “ceguera”. Para correr el velo
que se cierne sobre dicha mirada conviene mirar las brechas que afectan a las y los
jóvenes específicamente para luego abordar algunos aspectos necesarios a considerar
en una perspectiva de juventud.
Respecto de los desafíos y conflictos que enfrentan las y los jóvenes, más que su
caracterización propiamente tal, es común hablar hoy en día de las tensiones y paradojas
que les toca vivir (OIJ, 2004). Así, en un contexto en que las y los jóvenes gozan de más
acceso a la educación y a la información que las generaciones precedentes, cuentan
con menores oportunidades de empleo y de acceso al poder.
1 Antropóloga (UACH), Planificadora Social (SUR); Master en Antropología y Sociología Política (Univer-
sidad de París); Dra. © en Ciencias Sociales (EHESS). Actualmente Jefa del Departamento de Estudios
y Evaluación de INJUV y Docente del Dpto. de Sociología y Antropología de la Universidad de Concep-
ción, Chile.
22 • Revista Observatorio de Juventud
Tienen más expectativas de autonomía que sus madres y sus padres, sin embargo, no
tienen los canales productivos e institucionales para su concreción material. Poseen
una mejor salud que el resto de los grupos etarios, pero carecen de servicios adecuados
a sus requerimientos específicos, donde las conductas de riesgo y la violencia social
constituyen factores claves. Las y los jóvenes son más dúctiles y móviles que los adultos,
pero más golpeados por trayectorias migratorias inciertas. Cuentan con destrezas que
los podrían convertir en protagonistas del cambio del paradigma político y productivo,
pero al mismo tiempo están estigmatizados como disruptivos o indisciplinados. A la vez
que son vistos y exigidos como capital humano que debe formarse para el futuro, la
sociedad de consumo les reclama el goce presente, y la crisis de la sociedad del empleo
les hace cada vez más difuso el porvenir (Primer Informe Iberoamericano sobre la
Juventud: CEPAL; OIJ, Santiago, 2004).
Así, como lo ha planteado la OIJ, las y los jóvenes viven con especial fuerza las
tensiones propias del nuevo impulso de la modernidad. Ello confluye en una tensión
entre una voluntad de individuación agudizada por la creciente secularización cultural
y la “seducción postmoderna”, y, por el otro lado, una necesidad de integración social
cada vez más imperiosa, dado que son menos claros los canales que la hacen posible.
De esta manera la juventud anhela tanto su mayor autodeterminación e independencia,
como una mejor inclusión en la sociedad y sus sistemas.
No en vano se ha señalado que las y los jóvenes son un contingente poblacional sin
protección jurídica propia que ha estado, históricamente, subsumido en otras franjas
etáreas (Convención Iberoamericana de los Derechos de las y los jóvenes). Sin duda, esta
invisibilización de la juventud y, especialmente, de sus particularidades y diferencias,
ha conducido a “ver” sus demandas y problemas, así como sus particulares posiciones
para enfrentar los contextos y las coyunturas en que se desenvuelven, con una cierta
“ceguera”. Para correr el velo que se cierne sobre dicha mirada conviene mirar las
brechas que afectan a las y los jóvenes específicamente para luego abordar algunos
aspectos necesarios a considerar en una perspectiva de juventud.
En términos generales, la juventud en Chile está formada por todas aquellas personas
de entre 15 y 29 años de edad, alcanzando una cifra cercana a los cuatro millones de
individuos, representando casi un 25% (24,6%) del total de población nacional (Quinta
Encuesta Nacional de Juventud, 2007: 25-26).
En términos específicos, sin embargo, es ya un lugar común señalar que hoy en día no
se puede hablar de una sola juventud sino más bien de muchas juventudes. Es decir,
el segmento juvenil presenta una variedad de características que la hacen imposible
de clasificar dentro de una sola tipología de análisis, de ahí la complejidad en su
tratamiento.
Como lo hemos planteado con anterioridad (Aravena, 2007), durante años nuestra
juventud se ha constituido como un sujeto social invisibilizado, estigmatizado
y problematizado, reflejando los problemas de equidad que aquejan al país. La
constatación de esta situación es amplia y se refleja, entre otros, en los datos obtenidos
por la Quinta Encuesta Nacional de juventud2.
2 Encuesta aplicada en Noviembre del 2006 a un total de 6.340 jóvenes de ambos sexos, a nivel nacio-
nal y regional. INJUV, 2007.
Instituto Nacional de la Juventud • 23
Algunos de los hallazgos más importantes que la Quinta Encuesta Nacional de Juventud
revela, dicen relación también con las dificultades estructurales de la sociedad que
los jóvenes perciben que afectan sus posibilidades reales de participación e inserción
social. En relación con variados ámbitos de la realidad social, los jóvenes expresan
su descontento. Las denominaciones específicas que mejor ilustran sus percepciones
negativas respecto del sistema educativo, del sistema democrático, el mercado laboral,
etc. son las expresiones de desconfianza, insatisfacción, desinterés, y dificultades de
acceso.
Según esta encuesta, en percepción de los propios encuestados, son diversos los
problemas que aquejan a la juventud, siendo los principales el consumo excesivo de
alcohol y drogas con un 28% del total de respuestas, ubicándose en primer lugar; la
falta de oportunidades para acceder a trabajos con un 26,4% del total de respuestas,
ubicándose en segundo lugar; y en tercer lugar la delincuencia con un 17% del total de
respuestas.
Transformaciones sociales
y culturales en la juventud chilena
Lo que tienen en común con otros segmentos sociales es que manifiestan sentirse
excluidos de un modelo en el cual no participan y de una sociedad cuyos valores
no necesariamente comparten. Se enfrentan a problemas como el gigante modelo
económico que no pueden combatir, la ausencia de regulación del Estado en los ámbitos
que les afectan, como la Educación, la Salud Pública o el Trabajo. Ello, sumado a
una crisis de expectativas, contribuye a la búsqueda de identidades significantes y
significativas, que de una u otra manera reemplazan su baja inscripción en los registros
electorales y su nula participación en el sistema político.
Así, se observa un creciente proceso de desanclaje institucional que ocurre
básicamente en los ámbitos de la política, la familia o la religión. Respecto de esa
última, por ejemplo, se ha constatado que el país está viviendo en materia religiosa
procesos propios de las sociedades modernas, en cuanto aumentan las tendencias de
aquellas y aquellos jóvenes que no se sienten identificados por credos establecidos de
la misma manera que lo hicieron sus progenitores. Ello no obsta a que la mayoría de
las y los jóvenes en Chile declara adherir a alguna religión, sólo que ésta se practica
en el ámbito de lo privado (INJUV, 2007).
Otra de las tensiones y paradojas que le toca vivir a la juventud chilena actual
tiene que ver con el mayor acceso a la educación (las y los jóvenes de hoy están
más escolarizados y escolarizadas que las generaciones precedentes) y las menores
oportunidades laborales. Así, en un contexto en que las y los jóvenes gozan de más
acceso a la educación y a la información que las generaciones precedentes, cuentan
con menores oportunidades de empleo y de acceso al poder.
Sobre el particular, los resultados de la encuesta CASEN 2006 permiten confirmar las
tendencias registradas a partir de la Quinta Encuesta Nacional de Juventud, aplicada
a fines del 2006. Según esta fuente, uno de los problemas que más afecta actualmente
a las y los jóvenes chilenos es efectivamente la falta de oportunidades para acceder
a trabajos (26,4%); incrementándose particularmente esta cifra para el tramo de 25 a
29 años (31,2%). Por otra parte, las y los jóvenes encuestados señalan que “tener un
buen trabajo o profesión” es una de las alternativas más mencionadas para ser feliz en
la vida (30,9%); lo que ilustra claramente las altas expectativas que este grupo tiene
respecto del mundo laboral. Y, como ya se ha dicho, en el caso de la primera experiencia
laboral remunerada, los datos de la Quinta Encuesta revelan que la mayor parte de
las y los jóvenes “no tenía contrato de trabajo” al iniciarse laboralmente; siendo, a
su vez, la desprotección laboral (menor participación en el sistema previsional) una
característica propia del segmento juvenil.
potencien este período de la vida como uno de los períodos de concreción de proyectos
y planes en miras a su desarrollo futuro.
Conclusiones
Se ha dicho de manera recurrente que “la juventud” no es más que una palabra, una
palabra a la cual asignamos un conjunto de ideas, creencias y atribuciones en virtud de
un determinado momento histórico y cultural. Por lo tanto, puede cambiar a través del
tiempo. Las diferencias etáreas de la población, no tendrían a priori por qué conducir
a inequidades o generar accesos desiguales a los bienes y servicios de la sociedad.
En otro ámbito de ideas, se reconoce que las y los jóvenes en América Latina y en Chile
constituyen uno de los segmentos y grupos sociales que mejor refleja los impactos
que experimentan las sociedades, donde la globalización impone imaginarios globales
y orientaciones dominantes en materia de consumo y cultura, al mismo tiempo que
genera reacciones anti-globalización orientadas a registros particulares del cuerpo,
de la memoria colectiva, de la etnicidad, de la religión, de la ecología y de otro
conjunto de prácticas y afirmaciones culturales sustentadas en imaginarios sociales
y comunitarios locales, etáreos, segmentarios, que no por ser particulares, dejan de
estar globalizados.
Por lo tanto, parece pertinente que a partir de un diagnóstico claro y preciso de las
desigualdades que afectan a las juventudes hoy en día, aún a aquellas subordinadas a
lo socioeconómico, a lo cultural o a inequidades de género, el Estado asuma el rol de
garante de que las relaciones que se construyen entre la juventud y el mundo adulto no
estén a travesadas por la desigualdad ni la estigmatización, a partir de las generación
de acciones y políticas públicas que tengan en cuenta estas brechas y diferencias.
28 • Revista Observatorio de Juventud
Referencias Bibliográficas
• Aravena, Andrea. 2007. “Juventud y Discriminación en la era de la globalización”,
Observatorio de Juventud Nº 13. INJUV, Santiago.
• _______________2007. “Hacia la formulación de un nuevo Enfoque para
abordar la Sexualidad Juvenil”, Observatorio de Juventud Nº 15. INJUV, Santiago
• _______________2006. “Sexualidad Juvenil y Cultura en el Chile Actual”,
Observatorio de Juventud Nº 10. INJUV, Santiago.
• CEPAL/ OIJ. 2004. Primer Informe Iberoamericano sobre la Juventud.
Santiago.
• GARCIA, Evangelina, 2003, Hacia la Institucionalización del Enfoque de Género
en Políticas Públicas, Fundación Friedrich Ebert, Caracas.
• INE, 2002, Censo de Población y Vivienda, Santiago.
• INJUV, 2007, Quinta Encuesta Nacional de Juventud, Santiago.
• INJUV, 2006, II Informe Nacional de Juventud: Condiciones de vida y políticas
públicas de juventud desde la Transición al Bicentenario. Maval, Santiago
• INJUV, 2003, Cuarta Encuesta Nacional de Juventud, Santiago.
• INJUV, 2007, Quinta Encuesta Nacional de Juventud, Santiago.
• MIDEPLAN, 2006. Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional,
Santiago.
• OIJ, 2008. Convención Iberoamericana de los Derechos de las y los jóvenes.
www.OIJ.com
• SERNAM, 2008, Género, Políticas Públicas y Transversalización, Santiago.
Instituto Nacional de la Juventud • 29
30 • Revista Observatorio de Juventud
Instituto Nacional de la Juventud • 31
Derechos Juveniles
y Perspectivas de la Ciencia1
Felipe Raglianti2
Presentación
La descripción científica de la juventud tiene como fondo una robusta matriz que
permite explicaciones de la sociedad respecto a las distintas formas y relevancias
culturales asignadas a las identidades de las edades (Feixa, 2005. Osorio, 2006). De
estas líneas de investigación culturalistas se desprenden muchas de las perspectivas
para observar juventud, ya sea utilizando posiciones críticas donde la juventud es un
fenómeno acotado a la opacidad de la vejez (Bourdieu, 2000), o utilizando estrategias
de observación empática (De Laire, 2001) asociadas a la comprensión de la juventud
desde sus subjetividades (Sandoval). Los cientistas proponen, en general, acciones
conducentes a mejorar la cuota de conocimiento de las culturas juveniles (Zarzuri,
2005); el aumento de sus capitales sociales o la creación de nuevas instancias de
participación social (Dávila, 2004). Conceptos que definen juventud o que solapan al
de juventud, como el de adolescencia en la perspectiva de Stanley Hall, permiten así
diferenciar la observación de las juventudes (INJUV, 2007) y aterrizar la figura que
domina el espíritu contemporáneo de las políticas públicas en juventud: la inclusión
1 Algunos argumentos de este artículo se originan de reflexiones conjuntas con Dimas Santibañez y
Maya Zilveti. Agradezco a ambos por ello y tomo responsabilidad de todo lo aquí indicado.
2 Sociólogo, Magíster en Antropología y Desarrollo.
32 • Revista Observatorio de Juventud
En el primer caso, las personas jóvenes son tratadas según semánticas que consideran su
posición o lugar en el sistema social y planifican en razón de su movilidad social. Ya que
la escala jerárquica de tal movilidad social es punto a punto –-nivel socioeconómico,
nivel de estudios alcanzado, nivel de endeudamiento, etc.-, a los jóvenes se les
describe mediante una característica adicional, un adjetivo específico (jóvenes pobres,
jóvenes estudiantes, jóvenes trabajadores, etc.) que simplifica la funcionalidad
institucional de su trato político. Como resultado, algunos problemas que experimenta
la juventud chilena son abordados sin considerar sus características juveniles, sino
únicamente aquellas características que puede visualizar cada materia específica
(pobreza, educación, trabajo, etc.). Y los beneficiarios de tales políticas públicas se
movilizan de hecho en relación a este trato específico, realizando demandas a las
instituciones pertinentes. Por ejemplo, las cuentas a saldar de las leyes de educación
chilenas son criticadas con respecto a la mercantilización como medio para organizar
la calidad de la educación, por lo que las movilizaciones son estudiantiles y se orientan
para adquirir mayores derechos en educación3. Sin embargo, no hay nada escrito en
los lienzos que critique, en este sentido, las intenciones de adhesión de Chile a la
Convención Iberoamericana de Derechos Juveniles4; tampoco las marchas se desvían
para protestar frente al Instituto Nacional de la Juventud antes de hacerlo frente al
Ministerio de Educación.
Todo esto ayuda enormemente a delimitar el plano problemático donde opera nuestra
institución vigente en juventud. Precisamente porque ya existe un conjunto de problemas
funcionales delimitados, esta población sufriría además de ciertas problemáticas que
la funcionalidad de las institucionalidades restantes no cubren. ¿Qué tipo de problemas
son estos? Fundamentalmente problemas acotados a las formas más visibles, y por
tanto problemáticas, de participación social de la juventud (drogadicción juvenil,
violencia juvenil, consumo juvenil, etc.). En otras palabras, se trata de la variable
juvenil desplegada en espacios de inclusión y barreras de exclusión (Thezá, Mascareño,
2007), problemas que también ya son atacados por otros servicios públicos. ¿Qué le
resta entonces al INJUV? Si tomamos en cuenta su misión institucional, al Instituto
Nacional de la Juventud no le corresponde eliminar la pobreza ni a los jóvenes pobres,
pero sí entregar herramientas para que los jóvenes pobres no utilicen drogas y ocupen
su tiempo en salir adelante. No debe solucionar la calidad de la educación ahora que
hemos logrado avances en términos de cobertura, sino diseñar políticas públicas para
que los jóvenes no violenten a sus compañeros y profesores, lo que permite mejorar
las condiciones de la educación. Tampoco le compete corregir las condicionantes
que elevan al desempleo juvenil varios puntos porcentuales por sobre el desempleo
nacional, sino facilitar el acceso a algunos bienes de consumo típicamente juveniles.
Pero esta definición por descarte resulta, en la práctica, demasiado laxa como
para amarrar de manera estricta un objeto de políticas públicas orientado hacia la
3 Una educación gratuita que neutralice las posibilidades de organizar su calidad a través del
mercado.
4 En donde se incluye el derecho a la educación, pero se específica únicamente la garantía de libertad
de elección y la gratuidad de la educación básica; respecto a la educación superior, se menciona sólo
la responsabilidad del Estado sobre fomentar el ingreso a la educación superior, dejando espacio para
modelos donde la responsabilidad inmediata es del mercado.
Instituto Nacional de la Juventud • 33
Comunicación de la Juventud
Tanto en la política chilena como en la vida cotidiana, la juventud es usualmente
comunicada desde un punto de vista cronológico. Para el INJUV, las y los jóvenes son
únicamente aquellas personas entre 15 y 29 años; de igual manera, las personas dicen
tener una cantidad específica de años o pertenecer a la generación de una década
particular. Las indicaciones cronológicas (épocas, calendarios, generaciones, edades,
etc) recogen toda esa diferencia que podríamos encontrar, por ejemplo, en una sala de
clases compuesta por personas que poseen la misma edad, e igualan lo desigual (Robles,
2006) mediante la aplicación de controles y exámenes. Esta simplificación trivial de la
complejidad juvenil permitiría entonces indicar cotidianamente un trazo en el reloj
de las edades, siendo alta la probabilidad de aceptación de tales comunicaciones. “El
tiempo es leído como una unidad significativamente neutral, homogénea y transitiva...,
se lee en un sentido, de izquierda a derecha” (Robles, 2006, pág. 57).
Estos trazos o marcas de edad (Raglianti, 2008) son inscripciones que nos señalan con
precisión el período donde, en sociedad, esperamos experimentar la juventud. Sin
importar si somos jóvenes o si pertenecemos a otra edad del ciclo vital, trazamos a la
juventud como un destino inevitable en el recorrido cronológico que realizamos a través
de nuestro ciclo vital. Ya que las marcas de juventud permiten así fijar un conjunto de
expectativas sobre lo juvenil, un niño puede experimentarlas cuando se le recrimina hacer
cosas que aún no pertenecen a su edad. Y lo mismo le ocurre al adulto en términos de su
adultez, si insiste en trabajar cuando ya está en edad de jubilar. Para hacer invisible la
paradoja del tiempo se inventó el tiempo lineal (Robles, 2006, pág. 57). En este sentido,
las edades requieren ser marcadas con precisión para coordinar relaciones sociales.
La operación de distinguir estos trazos etarios permite abrir y cerrar posibilidades para
las edades. Los seres humanos, por ejemplo, poseemos algo que llamamos mayoría
de edad, marca que es puesta en operación durante la juventud permitiendo a las
personas comprar alcohol, conducir vehículos motorizados o votar. Las construcciones
sobre el tiempo requieren así de tiempo para desenvolverse y conectar en la sociedad;
5 La cantidad estimada de beneficiarios efectivos del programa tarjeta joven, uno de los programas
que –entre otras cosas- posiciona la imagen del INJUV entre las y los jóvenes, tiene una cantidad esti-
mada de beneficiarios efectivos de un 1% en relación a la población objetivo.
34 • Revista Observatorio de Juventud
cuando lo hacen, es posible reconocer que esta dimensión es central para observar la
sociedad, tal como ha sido la dimensión material para la teoría crítica o la dimensión
social para la teoría de los capitales. “Podemos incluso afirmar que el sistema es el
tiempo, el tiempo del sentido, y el acoplamiento operativo indica exactamente ese
comportamiento. El acoplamiento operativo permite entrelazar proyecciones en el
tiempo mediante el tiempo, da lugar a la inversión del tiempo” (Robles, 2006, pág.
46).
Esta sencilla afirmación –los trazos de edad tienen una dimensión operativa- delimita
uno de los obstáculos más relevantes que la sociología debe sortear respecto al
conocimiento de las edades. Por una parte, las edades sociales no son objetos que
podamos precisar trivialmente mediante instrumentos científicos, intentando simular
a través de cuestionarios o entrevistas las condiciones que permiten su construcción
social. Si bien podemos conocer los códigos con que se diferencia una edad de otra
mediante observaciones de segundo orden (Luhmann), su operatividad moderna
resulta demasiado compleja incluso para la observación empírica, la cual es forzada
a seleccionar para reducir los excesos de complejidad. Es en este sentido que nos
armamos de abordajes o perspectivas para acercarnos a la juventud.
Por otra parte, las edades no son simplemente relativismo o arbitrariedad social.
No se trata de decir únicamente que las edades son procesos simbólicos o que su
discriminación depende del núcleo valórico de la sociedad, de su ideología, de
su función, de su estructura, del sentido común simbólicamente compartido, de
sus realidades particulares que definen un horizonte de mundo. Las descripciones
(usualmente críticas o empáticas) de los estudios de la juventud que tienen como
protagonistas a las y los jóvenes, reconstruyen su posición de sujetos observadores
sin considerar los objetos o procesos sociales que construyen, paso a paso, a este
observador; la descripción interna del sujeto juvenil aislada de su contacto con el
objeto en tanto unidad indistinguible, es tan parcial como las observaciones realizadas
por la descripción empírica. Según Maturana y Varela (1984), el observador (de
juventud) debe llevar una estricta contabilidad lógica que permita enlazar con cautela
las relaciones entre las operaciones y las descripciones de juventud; se trata “no de
moverse lejos de los hechos sino acercarse a ellos, no pelear contra el empirismo sino,
al contrario, de renovar el empirismo” (Latour, 2004, pág. 231).
comunicaciones que hace posible la juventud y cómo podemos operar en ella para
incluir la inclusión juvenil y excluir la exclusión juvenil? O de forma más acotada para
no desviarnos de los terrenos epistemológicos: ¿cómo podemos comunicar la juventud
en tanto problema a resolver? Y para ello: ¿cómo podemos visibilizar la variable juvenil
en tanto variable independiente?
Aún así, entre estos servicios más pequeños hay uno que ha logrado destacar por sobre
los demás, a tal punto que es el único servicio de esta naturaleza que es responsable
de un programa de mejoramiento de gestión o PMG, obteniendo así mayores cuotas
de poder para instalar su objeto de trabajo en las operaciones de todos los servicios
públicos de nuestro país: el Servicio Nacional de la Mujer. La tesis que explicaría esto,
según la lógica ya descrita, es la comunicación de un problema a resolver que constituya
una variable independiente, un problema a resolver capaz de ser visualizado no sólo en
todas las problemáticas centrales que dan origen a los servicios públicos6, sino también
en todos los contextos posibles. Este problema no sería sencillamente las diferencias,
brechas o discriminaciones entre hombres y mujeres, sino el tránsito desde las
inequidades sociales entre hombres y mujeres hacia la igualdad de género. Por tanto,
se requiere de una definición del problema capaz de ser reconstruida permanentemente
en el tiempo y, para ello, una perspectiva que logre visibilizar las inequidades en
todos los contextos: una perspectiva de género que sitúe la problemática en la cara
no visible (las estructuras profundas, las formas latentes, la ideología, etc.) y que
permita monopolizar la administración del problema para que, una vez instalado lejos
del laboratorio (Latour) o del dominio de sus creadores, no pierda fuerza o se desdibuje
al ser trivializado respecto a la centralidad de los problemas de otros servicios.
6 La perspectiva de derechos juveniles lograría esto por sí misma, pues existen jóvenes que se
enferman para el Ministerio de Salud o jóvenes que no siguen la ley para el Ministerio de Justicia.
7 Que utiliza, como se demuestra a continuación, las mismas herramientas epistémicas que la posición
crítica.
36 • Revista Observatorio de Juventud
8 Basta tomar en cuenta el interés que mostraron los políticos en las respuestas de las y los jóvenes
respecto a la inscripción automática y el voto voluntario. Tanto así que al poco tiempo se promulga la
ley que instaura la inscripción automática, asegurando de paso un mercado electoral que permite su
legitimación representativa de manera artificial; ley que, sin embargo, no hace mención directa en
favor del voto voluntario.
Instituto Nacional de la Juventud • 37
el o la joven puede crear todo a partir de sus propias manos, puede traer un mundo
a la mano (en palabras de Maturana y Varela), o el sujeto juvenil es nada sino el
receptáculo de las fuerzas de la determinación conocidas únicamente por las ciencias
naturales y sociales. Por otra parte, el objeto es nada sino la pantalla en donde las y
los jóvenes proyectan su libre albedrío, o es tan poderoso que determina causalmente
lo que la juventud piensa y hace.
Aquí nos topamos con el problema mencionado al principio respecto a las temáticas
relevantes. Las comunicaciones de la sociedad usualmente simplifican a la juventud
agregándole un adjetivo extra, el mismo adjetivo que luego se problematiza para
levantar una institucionalidad pública que resuelve el problema funcional: para las y
los jóvenes que están enfermos, las políticas principales vienen del Ministerio de Salud;
para las y los jóvenes que tienen problemas en la educación, las políticas principales
se encuentran en el Ministerio de Educación, etc. ¿Qué asuntos de preocupación
efectivamente debieran interesar en términos de que son hechos de facto juveniles,
incluso cuando tradicionalmente nos hemos esforzado tanto en deconstruirlos?
Esta tarea puede ser delegada a cada laboratorio de juventud, teniendo en cuenta que,
al momento de ser enumeradas las distintas trayectorias, se traducen en una agenda,
en directrices internas de las organizaciones políticas en juventud, y para ello hay que
observar además los puntos de contacto que mantienen estas organizaciones con su
entorno y consigo mismas (Santibáñez, Zilveti, 2008). Por ahora ya nos encargarnos de
delimitar aquí una herramienta para observar trayectorias juveniles en la complejidad
social que permita acercarnos a una mejor descripción de la red de comunicaciones
que hacen posible la juventud y que considere, además, a esa red en permanente
construcción.
Instituto Nacional de la Juventud • 39
Referencias Bibliográficas
PERSPECTIVA DE JUVENTUD
E INSTITUCIONALIDAD PÚBLICA:
Condicionamientos contextuales1
Dimas Santibáñez Y2.
Maya Zilveti V3.
Presentación
Si se presta atención al conjunto de observaciones y descripciones que abordan la
compleja relación entre la población joven y la institucionalidad pública, diseñada para
proponer e impulsar políticas públicas que favorezcan sus condiciones de inclusión,
entonces la conclusión necesaria es que la actual situación se encuentra marcada por
la redefinición institucional.
1 Este trabajo es también fruto de las conversaciones sostenidas con Felipe Raglianti. Agradecemos
sus puntos de vistas. Lo que aquí se expone en nada lo compromete.
2 Antropólogo Social, Magíster en Sociología y académico de la Universidad de Chile. Coordinador Aca-
démico Programa Pulso, Centro Multidisciplinario de Investigación Social y Cultural y del Programa de
Magíster en Antropología y Desarrollo, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.
3 Psicóloga, Profesional del Departamento de Coordinación Intersectorial del Instituto Nacional de la
Juventud.
4 Efectivamente, sólo en el año 2006 la edición de mayo del Observatorio de Juventud lleva por título
“Política Públicas de Juventud”. Ello es indicativo de la relevancia que empieza a adquirir este ámbito
de reflexión, pues, inevitablemente, ha estado presente como un tópico de referencia en cada una de
las ediciones de la Revista.
42 • Revista Observatorio de Juventud
públicas orientadas hacia las y los jóvenes. Por ello, no extraña que el nuevo impulso
que se busca imprimir subraye la necesidad de modificar, y en consecuencia, fortalecer
el accionar del Estado en favor de la población joven a través de la implementación
de una oferta pública que garantice mayores niveles de pertinencia, suficiencia,
coherencia, y eficiencia. Y en este marco se ha pensado también la conveniencia de
integrar el actual organismo en un diseño de mayor envergadura y rango institucional.
Puede resultar oportuno que en este contexto se distingan dos ámbitos prioritarios de
análisis y reflexión. Un primer plano de consideraciones se concentra en torno a los
argumentos que justifican la necesidad de contar con una institucionalidad orientada a
las y los jóvenes. Este tipo de reflexiones suelen incluir en sus análisis la evolución de
la institucionalidad juvenil y la mirada comparada como recursos destinados a rescatar
lecciones en esta materia (Leibovitz, 2006; Fernández y Sepúlveda, 2008; Krauskopf,
2008; Dávila, 2008.), junto a una cierta descripción del mundo juvenil que alumbra
sobre los desafíos que se pretenden abordar (Reinoso, 2006; Aravena, 2007) y, por
último, un análisis de los principios que deben guiar el accionar del Estado (Asún,
2006a; Ravinet, 2007, 2008; Thezá y Mascareño, 2007).
derechos define como exigibles. Por cierto, esto es materia de análisis y discusiones
posteriores. Lo que aquí se elabora y presenta son una serie de apuntes que intentan
especificar algunos de los condicionamientos estructurales que modulan y orientan la
toma de decisiones en materia de política pública en el Estado contemporáneo, con el
objeto de calibrar el tipo de alcances que puede tener una institucionalidad especializada
en materia de juventud. Alcances que deben considerar, de modo paralelo, el problema
de los límites socio-estructurales que debe enfrentar la perspectiva de juventud y, por
otro lado, los constreñimientos que obligan a operacionalizar y comunicar la oferta
semántica del Instituto para el entorno interno del Estado. Este artículo se detiene en
este segundo aspecto, pero no pierde de vista el primero, pues el tipo de selecciones
que allí se especifiquen, condicionará la efectividad de la gestión institucional.
Hasta ahora, las propuestas más especializadas han definido un conjunto de indicaciones
relativas a los modos y campos de intervención susceptibles de abordar desde el plano
de las políticas públicas, por medio del establecimiento de un marco de condiciones
mínimas de inclusión juvenil, definiendo una serie de áreas temáticas o espacios para
posibilitar ese proceso. Las propuestas que se han venido elaborando, al menos desde
el año 2006, especifican un marco de criterios y áreas de inclusión que buscan no
sólo hacer converger, sino también operacionalizar, la Perspectiva de Juventud y la
Perspectiva de Derechos (Asún, 2006a; Thezá y Mascareño, 2007). No obstante, pese
a los intentos por superar a través de las especificaciones antes indicadas, las visiones
parciales que han caracterizado la mayoría de los abordajes orientados al segmento
juvenil, a través de la consolidación de un marco estratégico de carácter intersectorial,
este tipo de propuestas no logran aún obtener los resultados e impactos esperados.
Efectivamente, los diagnósticos y evaluaciones indican, con recurrente estabilidad, la
carencia de consenso o convergencia en la materia.
sino que sólo puede contextualizar las reparticiones públicas que están en condiciones
No cabe duda que los decisores e impulsores de cada uno de estos procesos de reforma,
modernización o cambio, contaban en sus respectivas coyunturas con una serie de
argumentos y justificaciones para sostener la necesidad y oportunidad de cada una de
las iniciativas. En síntesis, se pueden reconocer los siguientes ámbitos o planos en los
que los procesos de reforma o modernización del Estado han venido operando:
Resulta oportuno y necesario apuntar que sólo durante la presente década se observan,
de modo persistente, disposiciones comunicativas que no sólo presionan para un
cambio en el eje de la toma de decisiones en materia de política pública –lo cual,
por cierto, se hace posible hoy día debido a las disponibilidades presupuestarias
existentes-, sino que, efectivamente, parecen estar posibilitando la emergencia de
contextos que condicionan de un modo no previsto el proceso de transformación
social hasta ahora vigente. Y resulta relevante indicarlo, pues durante las últimas
tres décadas los procesos de reforma y modernización han estado regulados por
las orientaciones e indicaciones de la racionalidad económica. La imagen objetivo
ha sido contar con un modelo de Estado que se ciña a los siguientes criterios: un
Estado más pequeño y especializado, profesionalizado, técnico y eficiente, que actúe
6 De acuerdo a Bresser Pereira (1997) se trata de 4 asuntos fundamentales: a) un aspecto económico-
político relativo al tamaño del Estado y b) relativo al rol regulador de éste; c) un problema económico-
administrativo relativo a la recuperación de la capacidad de gobierno, mediante la aplicación de las
decisiones políticas; d) un problema político relativo a incrementar la gobernabilidad del Estado, a
través de mejorar las capacidades de conducción y coordinación de los intereses sociales.
46 • Revista Observatorio de Juventud
con una lógica económica estricta, diversificado en su oferta y con una creciente
“privatización de la opción” en la demanda, que abra espacios cada vez más amplios
para que el mercado actúe de modo autónomo bajo “necesarios” mecanismos de
regulación (Lahera, 1993; Boeninger, 1995; Muñoz, 1998; Ffrench-Davis, 2001).
Desde nuestra perspectiva, tales indicaciones mantienen plena vigencia y son coherentes
con las premisas paradigmáticas que han guiado la toma de decisiones, no sólo en
materia de reforma y modernización del aparato público, sino también en materia
de modernización económica y social en nuestro país. No es parte de este trabajo
profundizar en torno a las características particulares de este proceso histórico, su
racionalidad y sus consecuencias sistémicas. Resulta suficiente para el caso del presente
artículo indicar que, desde un punto de vista evolutivo, el logro más persistente de las
últimas décadas, para el caso de la transformación del Estado, es la configuración de
un programa decisional que se estructura en torno a tres funciones críticas: función de
estabilización, función de promoción, función compensatoria (Santibáñez, 2006). La
hipótesis teórica central de este planteamiento es que, todavía, dichas funciones se
ordenan jerárquicamente desde los primados de la racionalidad económica, imponiendo
criterios, condicionamientos y requerimientos específicos a los otros ámbitos de
actuaciones y prestaciones. Efectivamente, en el caso de las políticas orientadas a
mantener equilibrios, y/o generar condiciones de competitividad estructural –función de
promoción-, el Estado se ha dispuesto en una lógica de subordinación positiva respecto
del sistema económico –desarrolla acciones necesarias que posibilitan la actuación del
mercado- (Offe, 1990). En el tercer caso, es decir, en la función compensatoria de las
externalidades sociales que crean carencias y desventajas, el Estado se estructura
de acuerdo a una lógica de subordinación negativa –es decir, deja de hacer, o hace
lo justo, para no intervenir la dinámica de la economía- (Offe, 1990). La importancia
de lo anterior radica en el hecho que este tipo de configuraciones orienta el tipo de
decisiones que se seleccionan, imprime ritmos diferenciados a los diversos ámbitos
de decisión que acompañan la gestión gubernamental, posibilita transformaciones
estructurales que modifican la complejidad interna de la propia gestión pública-estatal,
y, por cierto, inhibe o retrasa otros ámbitos de posibilidades. Efectivamente, y más allá
de intenciones y voluntades, impone enormes constreñimientos a los esfuerzos por
generar condiciones equitativas de inclusión social. Para decirlo en términos simples y
sucintos: inclusión en la medida de lo posible e incremental.
Como hemos insistido a lo largo del texto, los desafíos que enfrenta la institucionalidad
pública que el Estado de Chile se de para impulsar políticas públicas que favorezcan
la inclusión de la población joven del país, no se limitan a especificar el plano de la
observación y el tipo de información que se quiere dar a conocer –perspectiva de
juventud y medidas, que miden y que se adoptan-, sino que debe incluir el cómo las
doy a conocer. Para ello, hemos presentado una serie de apuntes que describen las
condiciones en las que debe operar la comunicación de la gestión pública- estatal. A
nuestro juicio en dicho medio y bajo tales consideraciones las definiciones anteriores
pueden avanzar con niveles de efectividad creciente. Y esto significa observar
reflexivamente el interlocutor crítico de las actuaciones del INJUV.
Por cierto, el abanico no deja de ser amplio y las opciones empiezan a aparecer: desde
el fortalecimiento físico y recreativo, hasta los tránsitos que convergen en la plena
autonomía. Pero en ese amplio margen de opciones, y más allá de las metodologías
que se dispongan para su adecuada y técnica observación, no se observa un foco
preciso en el que los recursos y energías se orienten. Tal vez en el marco de la nueva
institucionalidad que acogerá al INJUV, esto se termine de resolver de modo natural.
Frente a ello, y los eventuales escenarios futuros, nos resulta sugerente la mirada
comparada. La perspectiva de género aparece como una especie de equivalente, ya que,
efectivamente, y más allá de sus resultados concretos, ha terminado por consolidarse
como una semántica que transmite una interpelación: el respeto de los derechos de las
mujeres. Y ello, se hace evidente, por ejemplo, en los Programas de Mejoramiento de
Gestión (PMG). No obstante, el posicionamiento efectivo de la perspectiva de género
como distinción relevante para una multiplicidad de instituciones, parece haberse
hecho efectivo, en gran medida, debido a la existencia de un contexto propicio para
tal desarrollo, consistente en un entramado de reformas que involucraron al ámbito
jurídico, presupuestario y cultural. Desde esta perspectiva, la promulgación a partir del
año 1991, de un conjunto de Leyes7 orientadas a la no discriminación de las mujeres-,
así como el incremento sostenido de las denuncias por violencia contra la mujer,
pueden ser leídas como correlatos pragmáticos de tales transformaciones. No cabe
duda, la tensión que supone la inequidad entre hombre y mujeres, abre un espacio
para el tránsito hacia la igualdad (Raglianti, 2008). Pero ello es así, entre otras cosas,
porque la decisión política suscribió un marco de auto- exigencias resonantes con las
comunicaciones del entorno público e irritante respecto de las comunicaciones de la
gestión gubernamental. Tales condiciones han favorecido estructurar y transitar por
agendas que se articulan en torno a focos temáticos con alta resonancia en la opinión
pública, que requieren una atención sincronizada y transversal por parte del aparato
público. La institucionalidad correspondiente lo garantiza a través de los instrumentos
que la propia gestión administrativa del aparato público se otorga para estos efectos.
Para el caso del segmento juvenil, el escenario resulta bastante más desalentador. Por
una parte, no existe al interior del Estado chileno una visión consensuada respecto de
la condición juvenil, cuya especificación queda finalmente supeditada a los ámbitos
funcionales de carácter sectorial. En esta misma línea, Chile figura entre los cuatro
países que no ha ratificado aún la Convención Iberoamericana de Derechos de los
Jóvenes, no existiendo en la actualidad ningún dispositivo legal, de índole nacional
o internacional, que defina los derechos a resguardar por parte del Estado chileno en
tanto población específica; la polémica Ley de Responsabilidad Penal Adolescente se
orienta en la dirección contraria. Finalmente, se podría mencionar que las y los jóvenes
constituyen el único segmento poblacional excluido del actual Sistema de Protección
Social, en tanto grupo etario específico.
Resulta evidente, entonces, que la inclusión del problema de la inclusión de los y las
jóvenes no está resuelta en el entorno interno de la administración pública. No cabe
duda que el impulso que el actual Gobierno le viene imprimiendo a la instalación
de un Sistema de Protección en Chile, abre una enorme oportunidad para incluir la
perspectiva de juventud en las políticas públicas. Sin embargo, para ello no basta con
el mejoramiento de las capacidades de observación de la exclusión, como tampoco la
7 Se trata de normativas promulgadas entre 1993 y el pasado año, dirigidas a consagrar los derechos
de las mujeres en materia constitucional, familiar, internacional, laboral y penal; tales como Reforma
a la Constitución que establece explícitamente la igualdad de hombres y mujeres, Nº 19.611; Ley de
Base de Cálculo de Subsidio Maternal, Ley Nº 19.299; Ratificación de la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, Decreto 1.640; entre otras. Disponible en:
http://www.sernam.cl/opencms/opencms/sernam/programas/reformas/leyes/.
50 • Revista Observatorio de Juventud
Referencias bibliográficas
Carola Aranda2
Juan Carlos Cuevas3
“El temperamento dominante del país era de signo inverso: plebeyo, gregario, melancólico.
Desconfiaba del éxito tanto como de la riqueza. Prefería los anonimatos comunales, aún si eran
opresivos, y las solidaridades de parroquia, aún si canonizaban su ignorancia. Sus pozos profundos
estaban llenos de agravio y resentimientos, lesiones cuyo origen nadie podía recordar con precisión.
Todos portaban sin embargo aquel ánimo receloso, vecino de la envidia, pasión nacional de igualar
a la baja, podando lo que levanta la cabeza, castigando las ambiciones que se alzan por encima del
promedio…” pág. 83
El presente artículo tiene por objetivo entregar algunos elementos de reflexión a partir
de la práctica social en intervención con jóvenes. De esta forma intentamos desde un
marco cualitativo, con entrevistas semiestructuradas a diversos actores de la comuna
de Peñalolén, remitirnos a la idea de participación y a la construcción de políticas
públicas juveniles, como ejes fundamentales de nuestro quehacer y como apuesta para
pensar en nuevas estrategias de vinculación entre “la toma de decisiones” y el mundo
juvenil.
Presentación
Este documento no pretende abarcar la totalidad de dimensiones que atañen la
condición de lo juvenil, buscando distinguirse, desde sus posibilidades técnicas, de
los estudios nacionales que han querido dar cuenta del panorama extenso de esta
problemática. Fijar nuestro objetivo sobre la noción de participación tiene a lo menos
dos motivos: promover la discusión sobre participación vinculada a la realización de los
derechos humanos y desde allí, problematizarla como fin en si mismo y no como medio
para el desarrollo de otros fines.
Aunque los estudios nacionales son exhaustivos en tanto abordan todas las esferas
de la vida social (Habermas,1989) económica, política y cultural, el sustrato político
que traen consigo estas investigaciones es el de la elaboración de políticas públicas
distantes del sujeto, es decir, se relacionan con él en tanto fuente de información
según pautas construidas previamente en sus diseños. Como consecuencia, el y la joven
son vistos como objetos pasivos y no como sujetos de derecho. Una de las implicancias
1 En mapudungún: Jóvenes Derechos. Programa Derechos-Direitos: Por una Región de Nuevos Ciudada-
nos. DDH/2004/6103-66. www.derechosdireitos.net
2 Licenciada en Trabajo Social, Universidad ARCIS, Estudios de Antropología, Universidade Estadual de
Campinas, Brasil. Corporación ACHNU. E-mail: karandare@gmail.com
3 Licenciado en Antropología Social, Universidad de Chile. Master en Gestión Cultural, Universitat
Politècnica de València, España. Coordinador Programa Norweche. Corporación ACHNU. E-mail: juan-
carloscuevas@achnu.cl
54 • Revista Observatorio de Juventud
de esto es la posición teórica que el Estado reconoce a través de sus documentos sobre
la noción de derechos juveniles. Esta posición postula la realización de los derechos
individualmente y a partir del merito que alcance cada sujeto, a través del despliegue
de sus capacidades y recursos individuales (INJUV, 2006).
Con relación a lo anterior, las preguntas iniciales del diagnóstico apuntan a dar cuenta
de la situación de juventud y participación del territorio local, de modo tal de establecer
una distinción frente a otras lecturas del mismo tema; nuestra principal diferencia
teórico–epistemológica dice relación con que comprendemos los Derechos Humanos
como un sistema integrado de realización individual y colectiva, que se lleva a cabo
a través de la experiencia pública del derecho. Experiencia pública que implica la
distribución de responsabilidades para su cumplimiento cuando se reparten roles entre
las figuras del Estado, la sociedad civil, las comunidades, los sujetos y sus familias.
Experiencia que además debe considerar las tensiones producidas por las voluntades
políticas en juego, pero que deberán tener un mandato que las regula.
Ahora bien, este estudio posee previamente algunos supuestos. El primero es que se
establece -en la sociedad en su conjunto- una relación negativa entre la cercanía o
adhesión a lo político por parte de los jóvenes, como también en la disposición para
participar en cuestiones públicas o sociales. Y lo segundo, identificamos que estas
conductas, si las hubiera, responden más a un comportamiento que afecta a la población
en general, independiente de su rango etáreo.
“lo político” deberá realizarse en un contexto dónde, a pesar del fortalecimiento del
sistema democrático, en términos estructurales persistirá la distribución desigual de
los recursos. Y no sólo de los recursos materiales, sino también de los que permiten el
acceso al poder.
La exclusión como fenómeno social dice relación con las dificultades que las personas
tienen para poder acceder humana y socialmente a la dotación de capacidades
originales para lograr sus fines y satisfacer sus deseos (PNUD, 2004). Al mismo tiempo,
tendrá relación con su posición en el sistema social, al lugar que ocupa en el espacio de
conflictos y competencias de la dinámica social. Competencias que refieren a la calidad
de poder que se posee, a las relaciones de subordinación, dominación u homologación
o a sus posesiones de capital (Bourdieu, 1995).
El comienzo
En este texto abordaremos los hallazgos iniciales del diagnóstico sobre juventud y
participación en la comuna de Peñalolén. Hallazgos que hemos identificado a partir de
las siguientes dimensiones: participación e incidencia; condición de lo juvenil, políticas
públicas, control social y ciudadanía; poder y habilidades sociodemocráticas.
Por último, la propuesta diagnóstica buscará conocer desde los agentes e instituciones,
la presencia de condiciones para la inclusión de los jóvenes en el diseño de una política
local destinada a ellos. De esta forma, deberemos identificar las posiciones de los sujetos
juveniles en la distribución de fuerzas del campo social, como también el capital/
poder del que disponen, expresado en sus tradiciones organizativas y experiencia
social, como asimismo, a través de las habilidades democráticas con las que cuentan o
debieran disponer.
La juventud invisible
Lo cierto es que la invisibilidad de lo juvenil parece no ser una gran novedad. Resulta
un dato de la causa, ampliamente reconocido por el mundo que estudia la condición
de “lo juvenil”, inclusive por aquellos que intervienen socialmente en la temática de
Instituto Nacional de la Juventud • 57
juventud (Norweche: Diseño Diagnóstico, 2007, pág 2). Sin embargo, este conocimiento
da cuenta de una construcción social que hace desaparecer al sujeto juvenil, no sólo
de la escena de las decisiones políticas –objeto de este estudio–, sino que lo hace estar
como ausente del ciclo vital. Si la primera edad es la infancia, la segunda es la adultez
y la tercera es la vejez, ¿Dónde está la juventud?
Esta ausencia se encuentra de tal modo arraigada en nuestra comunidad que se vuelve
difícil de contrarrestar en los espacios del sentido común. Lo importante es que este
sentido común también orienta el pensamiento de quienes toman las decisiones en el
espacio local; porque difícilmente en el marco de lo cotidiano nos encontraremos entre
quienes administran este poder con estudiosos del fenómeno de la invisibilidad juvenil.
Visto de otro modo, aunque encontráramos a operadores sociales con experiencia en la
intervención social sobre juventud, lo más recurrente es que éstos se vean afectados o
por la aplicación mecánica de los modelos de intervención social diseñados y financiados
por el Estado, o por el mismo sentido común dominante que define lo juvenil como una
pausa en el proceso vital de las personas. Porque no existe lado de afuera, a menos que
se lo problematice y eso sólo es producto de la educación, reflexión y resultado de una
posición política sobre la condición de sujeto social.
“Yo creo que los jóvenes en general, yo creo que están como confundidos, porque
no hay lineamientos claros de su rol ni de la cabida que tienen en su sociedad ni lo
que espera la sociedad de ellos. Creo que también hay desmotivación, no en todos
los jóvenes, pero en muchos, creo que no tienen mucho sentido de vida” (político).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 50)
“…Nos gustaría ver a los jóvenes trabajando, ver a los jóvenes contentos, nos gustaría
ver a los jóvenes participativos, deportistas, con su tiempo lleno, ocupado; sería
maravilloso, pero no se les están dando las oportunidades para que eso pase” (político).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 54)
Una mirada complementaria es la que propone que cargamos con una tradición histórica
de temor a la diferencia y al cambio, que dificulta el establecimiento de los lazos
sociales. Temor que se manifiesta de tres grandes formas, a través del “miedo al otro,
que suele ser visto como potencial agresor; el miedo a la exclusión económica y social;
el miedo al sin sentido a raíz de un proceso social que parece estar fuera de control”
(Lechner, 2002, pág).
Sin embargo, aunque esta desagregación en principio afectaría al conjunto de la nación,
la identificación que permite la construcción de pertenencias sociales persiste en algunos
campos. Propusimos para el proyecto Norweche ciertas condiciones de posibilidad de
la identidad social a partir de la presencia de historicidad y territorialidad común, que
para el caso de Peñalolén constituirían una oportunidad para la intervención social:
“La comuna de Peñalolén es particular desde el punto de vista de sus posibilidades de
identificación, cuenta con elementos significantes que facilitan la pertenencia social:
historicidades comunes y un territorio con fronteras no tan arbitrarias o, al revés,
conformada por territorios con identificaciones naturales” (Aranda y Cuevas, 2007,
pág 5).
“… fíjate que habían planteado estas mismas demandas el año 2005, y el acto de
violencia más despreciable es que el señor que estaba a cargo de esto haya pescado
las demandas y las haya guardado en el escritorio. Después vino todo un cambio de
gobierno, todo un proceso. Eso para mi es un acto de violencia; sí, tienes toda la
razón, ese creo yo que es un acto de violencia y de desprecio y de soberbia” (político).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 51)
Instituto Nacional de la Juventud • 59
“Yo creo que en estos tiempos, le ha sido menos claro, le ha sido menos fácil a los
jóvenes, desde mi mirada, ver cuál es el rol que les compete, cómo intervenir, cómo
transformarse en actores relevantes de esta sociedad. Siento que a lo mejor en esos
tiempos atrás, cuando habían las libertades confiscadas y todas esas problemáticas
sociales atravesadas por el tema de los derechos humanos, gran parte de la sociedad
estaba, por problemas políticos, en contra del sistema, sentía que en alguna parte
encajaba, sentía que desde ahí podía actuar y se sentía importante, sentía que lo de él
valía, e increíblemente en el tiempo siento que, en particular para los jóvenes, cuesta
hoy día visualizar aquello, sentir dónde encajo yo en esta sociedad o si realmente a
esta sociedad yo le importo como para ceder, abrir, crear espacios para que nosotros
estemos” (político). (Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén,
2007, pág 51)
“Lo que yo pienso es que no se escucha a las jóvenes, no hay instancias así como esto,
como para que tengamos la libertad de decir lo que está mal, que es lo que está
bien. Viene la muni y ofrece programas pa’ jóvenes. Yo no los he visto y se supone
que hay. Como que están pensados desde su perspectiva, y no desde las ideas de los
jóvenes y las necesidades de los jóvenes…” (Joven). (Norweche: Diagnóstico Juventud
y participación en Peñalolén, 2007, pág 26)
Diremos, además que cuando los jóvenes hablan de los jóvenes lo hacen en tercera
persona –plural, como si se hablaran de otro muy distinto de si mismos.
“En nuestro grupo no existen dramas, son por otros lados donde no hay sintonía entre
los chiquillos, por los menos nosotros intentamos organizarnos…” (Joven). (Norweche:
Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 27)
La desconfianza
“…Yo creo que somos millones y millones de personas que tenemos mucho que decir,
por lo mismo que te decía, que se plantean programas y millones de cosas desde su
perspectiva y desde lo que ellos deciden, pero yo creo que nunca se ha hecho un foro
grande con cabros… o de acá mismo, de un cabro que esté para’o en la esquina y te va a
decir que no tienen la autoridad social, que no lo escuchan en ninguna parte” (joven).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 46)
Poder y ciudadanía
Cuando tratamos la idea de poder con los actores sociales que han participado de este
diagnóstico, sus percepciones coinciden en que el poder les es ajeno. Inclusive entre
quienes ostentan cargos de autoridad en la administración local –salvo el alcalde y sus
asesores directos– el poder estaría en otros, existiendo una apreciación generalizada
de que su redistribución sería muy difícil de realizar. En general, podríamos afirmar que
la experiencia social sobre el poder lo vivencian como una situación que posee un orden
inamovible y en el imaginario social se asocia a la idea de equilibrio y bienestar.
“Para mi no hay políticas para los jóvenes, no hay política. No están las instancias,
no se dan las instancias; en el gobierno comunal, por lo que yo he visto, hay talleres,
hay hartas cosas, pero no existe la instancia donde los jóvenes puedan llegar, un lugar
físico donde puedan estar, que sepan que ahí pueden llegar y presentar sus inquietudes
o desarrollar sus programas o las ideas que tengan, no hay, no hay” (dirigenta vecinal).
(Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén, 2007, pág 61)
En los jóvenes esto es clave porque su condición de ciudadanos está en disputa en torno
al ejercicio del voto: “En el contexto nacional, la participación política de los jóvenes
ha sido calificada negativamente desde el inicio del retorno a la democracia. La no
inscripción de los jóvenes en Chile en los registros electorales ha aludido a una cierta
inercia y desapego por la cuestión pública por parte del mundo juvenil. Sin embargo,
como franja etárea que comprende entre los 15 y los 29 años de edad, porcentualmente
constituye el segmento de la población que más se vincula socialmente (INJUV, 2006),
aunque este vínculo escape a la definición tradicional de participación en lo público
y en lo político (PNUD, 2002). Esto vendría a discutir la afirmación asentada en el
sentido común de que lo juvenil se encuentra distante del mundo social.”(Norweche:
Diseño diagnóstico, 2007, pág 4)
“No hay mucho…pero si se quiere hacer algo, hay. Se sigue el proceso y la gente se
mete más…” (Joven). (Norweche: Diagnóstico Juventud y participación en Peñalolén,
2007, pág 39)
No visualizamos otra forma que la distribución del poder. Pensamos por tanto en
estrategias que promuevan la participación sustantiva a través de la identificación de los
recursos de capital/poder con que cuentan las comunidades y los jóvenes en particular.
Desde allí, una de las tareas será identificar las habilidades socio–democráticas
que permitan, a su vez, identificar su peso como recurso. Dichas habilidades serán
aquellas que estimulen la capacidad de resolver problemas a través de la discusión,
la construcción del respeto por la diversidad y la tolerancia, el empoderamiento
de una ciudadanía activa y capaz de emprender proyectos por si misma y disputar
espacios de poder en el sistema político, en el marco de una sociedad democrática que
debe estar respaldada por una cultura particular que otorgue una escala de valores
a dicho accionar. Entre ellos, los que destaquen el respeto por la diversidad y los
derechos humanos, la libertad de opinión, la capacidad de discusión, y la existencia de
un razonamiento crítico y constructivo que sostenga la existencia de una ciudadanía
activa y generadora de proyectos.
62 • Revista Observatorio de Juventud
Ahora bien, identificar este recurso que posee valor social constituye una situación
oportuna, porque cumple dos grandes funciones: relevar la condición de sujeto juvenil,
de modo tal que lo signifique en su lugar/ poder: ciudadano, sujeto de derecho,
poseedor de un conocimiento legítimo, principal actor en la dinámica de la participación
e históricamente agente central en las movilizaciones sociales de cambio. Y por otro
lado, acciona el fortalecimiento del sistema democrático cuando no pierde de vista que
la democracia es reciente, y que estos jóvenes son la primera generación de personas
que pueden naturalizar este modelo político en el contexto latinoamericano, luego
de que la región apostó progresivamente por él, desde la década de los ochenta en
adelante. (Norweche: Diseño Diagnóstico, 2007, pág 4)
Por su parte, el Estado y el poder local tienen una oportunidad a través de las políticas
públicas para jóvenes, cuando éstas se diseñen e implementen considerando los
siguientes puntos: por una parte, insistiendo en la pregunta sobre el tipo y condición
de la participación; es decir, si es una herramienta o un fin en si misma; si queremos
que los sujetos sean tales o queremos darles la sensación de participar cuando los
procedimientos están cerrados para ello de antemano. Por otra, considerar también
la importancia de la distribución de responsabilidades sociales en la superación de las
problemáticas que atañen a los jóvenes, siempre y cuando éstas se hayan construido
participativamente, y no “invirtiendo en la gente, concentrando el gasto en programas
asistencialistas para incidir a nivel global sobre los indicadores de indigencia por
nutrición, acceso a la educación y servicios de salud básicos, de modo de mejorar los
índices de desarrollo humano; (…) no como forma de reducir los costos de prestación
de servicios a través del “cost – sharing” (o repartición de gastos), cuya magnitud ya
está definida por razones técnicas o políticas” (Coraggio,1999, pág 8).
Referencias Bibliográficas
• Aranda, Carola. 2007. Tu voz, nuestra voz, sistematización del Foro social de
infancia y Juventud de Peñalolén. Red Infanto Juvenil de Peñalolén.
• ARANDA, Carola y CUEVAS, Juan Carlos (2007): Hacia el desarrollo de la participación
sustantiva de jóvenes organizados de la comuna de Peñalolén, NORWECHE – Jóvenes
- Derechos. Documento de Trabajo, Proyecto Norweche: Nuevos espacios de
Ciudadanía Juvenil. Programa Derechos-Direitos, MERCOSUR. Corporación ACHNU.
• ARANDA, Carola y CUEVAS, Juan Carlos (2007).Hay jóvenes que protagonizan
sus vidas. Hay otros que la ven pasar desde sus casas. Diagnóstico Juventud y
participación en Peñalolén. Proyecto Norweche: Nuevos espacios de Ciudadanía
Juvenil. Programa Derechos-Direitos, MERCOSUR. Corporación ACHNU.
• Bourdieu, Pierre. 1995. Respuestas para una antropología reflexiva. México,
Editorial Grijalbo.
• Coraggio, José Luís. 1999. ¿Es posible pensar alternativas a la política Neoliberal?,
en www.fronesis.org. Visita marzo 2007
• Corporación ACHNU. 2007. Norweche: Diseño Diagnóstico: Juventud
y Participación en Peñalolén, NORWECHE – Jóvenes Derechos.
Programa Derechos-Direitos, por una región de nuevos ciudadanos.
1.- Introducción
El presente trabajo corresponde a una reflexión respecto de aspectos que se consideran
centrales para el abordaje de la temática de exclusión social en jóvenes desde una
perspectiva psicosocial. Dicha reflexión surge en el marco de los resultados preliminares
de un proyecto de investigación que busca comprender desde la experiencia escolar de
jóvenes de Enseñanza Media, la construcción de la percepción de exclusión social3.
1 Psicóloga y Doctora en Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Directora del Depar-
tamento de Psicología de la Universidad Católica Silva Henríquez.
2 Psicólogo y Dr. © en Psicología Universidad de Chile. Coordinador Académico Carrera de Psicología
Universidad Católica Silva Henríquez.
3 Este artículo surge de la reflexión conjunta de los autores a los resultados preliminares del proyecto
de investigación de la Dra. Rojas “Construcción del Sentimiento de Exclusión Social en la Escuela:
un análisis desde la experiencia Escolar Juvenil”. Proyecto Semilla de la Universidad Católica Silva
Henríquez.
66 • Revista Observatorio de Juventud
Las propuesta de este artículo tiene como premisa la existencia de una relación entre la
educación y la inclusión social, pero no en una perspectiva reduccionista de cobertura
educativa, o sea de entender que incluidos son los alumnos que están en un liceo, sino
más bien de cómo la institución educativa chilena es o no un medio de integración
social de nuestros jóvenes.
La exclusión y sus asociaciones han sido centro de preocupación en forma especial para
la educación en Chile, si bien es una temática que implica todo el quehacer social, en
el ámbito de la educación por su rol socializador cobra especial vigencia.
Es este escenario la institución educativa, aun con sus vicisitudes, sigue siendo
depositaría de esperanzas no sólo de ascenso social, sino también, en un sentido amplio,
de éxito. Dada la importancia de esta asignación cultural desde el análisis aparecen
datos, posturas, planteamientos e investigaciones que ponen en cuestionamiento
el cumplimiento de este rol y, específicamente, aparece el cuestionamiento a las
acciones intencionadas desde las políticas públicas en función de dichas metas. Desde
investigaciones como las de Rojas (2006), Assael y Cerda (1998) entre otras, existen
ciertas evidencias que señalan que en el discurso de jóvenes es posible apreciar que
la institución escolar no representa necesariamente un espacio socializador positivo,
sino que más bien la institución escolar no los legitima como sujetos con opinión,
intereses; pareciera que de alguna manera, desde su experiencia, la institución escolar
los excluye o discrimina más que incluirlos.
Lo anterior resulta relevante pues con los desarrollos teóricos emanados desde los
modelos de construcción social (Cavieres, Díaz, González, Valdebenito, 2005) queda
clara la importancia no sólo de los elementos objetivos en el abordaje de problemas
sociales sino también de los elementos subjetivos, entiéndase la significación que
las personas le dan a su situación. De lo anterior se desprende que una política lo
suficientemente global para abordar un problema como la exclusión social debiese
contemplar también las implicancias de dicho componente en su conformación como
problemática social, y por tanto, abordarlo de alguna forma en la política pública.
Avanzar en una propuesta conceptual, que en este caso implica relevar los factores
subjetivos en la construcción del sentimiento de exclusión social, a fin de que éstos
puedan ser integrados en la planificación de políticas para la integración social, implica
afinar y precisar aspectos teóricos y en especial tensionar las implicancias de los
modelos comprensivos a la base de dichas comprensiones. Ello es motivo del apartado
siguiente.
Una primera constatación es que el concepto de exclusión social no puede ser visto sin
su contrapunto, el de la inclusión social, de hecho, las políticas educativas más bien
se refieren desde este concepto más que al de exclusión. Lo anterior resulta relevante
frente al intento de construir una definición, ya que al parecer no se está hablando de
contrarios sino que de polos de un mismo continuo, dos énfasis de un mismo indicador
o dos valores de una misma variable, es decir, se está hablando de grados de cercanía
a uno de los dos polos. Esto implica que un joven incluido nunca está totalmente
integrado a todo y uno excluido nunca lo está de absolutamente todo.
Hoy en día, en nuestro país, se declara la educación como central dentro de sus
preocupaciones, en consecuencia, la entrada al sistema escolar como obligatoria, la
cobertura escolar se encuentra en un 98% y la valoración social que tiene la educación
dentro de la población es altísima (Dávila, entrevista personal, 2 de noviembre de
2007; Rojas, entrevista personal, 9 de noviembre de 2007). La educación es una tarea
que no se cuestiona, ni desde el “deber de estudiar” ni desde el “querer estudiar”,
por lo tanto, cuando se analiza la exclusión social en relación a la educación, se debe
ir más allá del fenómeno de ser partícipe o no de la experiencia escolar, debe ser
analizada desde otros ámbitos, desde otros parámetros. Al respecto, los especialistas
coinciden en señalar que es la escuela el espacio donde más incluidos se deberían
sentir los jóvenes.
Por otro lado “la escuela tiene una forma de estructurar el conocimiento y de transmitir
el conocimiento que no tiene relación con las formas que actualmente los jóvenes
están construyendo conocimiento” (Zarzuri, entrevista personal, 13 de noviembre
de 2007; Ossandon, entrevista personal, 15 de octubre de 2007) En este sentido, la
escuela representaría un dispositivo de exclusión, en términos de no presentar una
propuesta que les haga sentido a los jóvenes, siendo más bien una construcción de
los adultos para los niños y jóvenes a fin de reproducir el esquema que los posiciona
en una categoría social de menor estatus. Esto nos muestra el carácter relacional de
la exclusión, en tanto los jóvenes, en este caso, son excluidos de un sistema, pero a
través de la mediación de los adultos. Si miramos la exclusión como fenómeno más
amplio siempre será posible notar que siempre hay “alguien” que excluye.
Es posible ser discriminado en la escuela por “flaite” o por “nerd”, lo que no implica
que ese alumno/a no entre a la universidad a estudiar, o que no posea redes fuera del
liceo. Podemos plantear que la exclusión social es una forma de discriminación, que
va más allá del acto discriminatorio pues -por sus implicancias- se institucionaliza,
instalándose en el propio ordenamiento social. Entonces, cuando se habla de exclusión
social y su relación con la institución escolar, se está más bien pensando en un fenómeno
donde la escuela se encuentra involucrada por ser parte del sistema social más amplio;
por tanto nos encontramos reflexionando sobre qué rol juega, ya sea como facilitadora
o protectora frente a la exclusión social.
“Es una generación que está contenta con la vida que lleva y manifiesta un tremendo
optimismo en su futuro y en su vida futura, que adopta un sentimiento de pragmatismo,
ven de manera práctica y vivencial si sus expectativas optimistas tienen un correlato
con sus experiencias de vida. El problema es que sospechan del desajuste entre esas
altas aspiraciones y expectativas, las que ven difícil de concretar, reconocen que tienen
pocas posibilidades para cumplirlas, por los desiguales accesos a las oportunidades
sociales, de acuerdo a los orígenes sociales familiares, los bajos capitales heredados
y la escasa movilidad social que estaría ofreciendo la sociedad chilena, resultando
complejo el compensar o revertir las desigualdades de origen” (pág. 279)
Lo anterior orienta a pensar que cuando se habla de exclusión social desde los escenarios
educativos, estos inevitablemente están relacionados con las trayectorias de vida de
los jóvenes y sus proyectos de vida y, por tanto, cómo interviene la experiencia escolar
en esto, lo cual implica asociarlo al mundo productivo, al mundo del trabajo, al mundo
de la participación y en consecuencia al mundo valórico.
Resulta interesante en este punto pensar si las políticas públicas actuales, en su carácter
de políticas, esto es, directrices generales que orientan el accionar a estados futuros
70 • Revista Observatorio de Juventud
deseados, se alinean con estos elementos que podrían entenderse como ámbitos de
exclusión. Dicho de manera más clara podemos señalar que mirando los tres ámbitos
propuestos por Redondo, los jóvenes en general se encontrarían en una situación de
triple exclusión.
(I) En relación a lo tecno- económico no pueden (al menos la gran mayoría) cumplir el
precepto de “consumo luego existo” que daría cuenta de la inclusión mediada por el
consumo. Ello pues en general el joven no cuanta con recursos propios.
(II) En relación a sociopolítico, los jóvenes en general no muestran formas de participación
institucionalizada, ello se ve refrendado por su bajo nivel de participación política.
(III) Respecto a lo cultural ideológico no son precisamente las ideas de los jóvenes las
que tienes repercusiones en la configuración social.
Es bajo este escenario, esta forma de comprensión que resultaría interesante incorporar
en la generación de las políticas públicas algún indicador de carácter subjetivo,
que por ejemplo en la lógica de entender la exclusión/inclusión como polos de un
continuo, podría dar matices de cuan incluido o excluido se percibe alguien, a través
de analizar el grado de satisfacción con el trayecto escolar en relación al proyecto
de vida, o preguntar que categorías resultan relevantes al momento de sentirse o
no excluido, lo que claramente puede a lo menos en ponderación ser distinto de la
medición de exclusión en base a indicadores externos y preconcebidos. Ello podría no
sólo mejorar el abordaje del fenómeno de exclusión sino que además permitiría por
ejemplo implementar estrategias preventivas, y descubrir nuevas manifestaciones de la
exclusión que implicaría retroalimentar e incluso generar nuevas formas de abordaje.
Al respecto Dávila, Ghiardo y Medrano (2005) señalan que “la escuela no logra aún
reconocer el universo aspiracional que plantean sus alumnos, sus altas expectativas
y metas educacionales; reconociendo sus pocas posibilidades. La escuela se ha
centrado en el terreno de las posibilidades de sus alumnos. La administración de las
aspiraciones se ha orientado y fundado con base en un diagnóstico e imagen errada
sobre su alumnado, no en el plano de ampliación de aspiraciones, sino que más bien en
su acortamiento, bajo el apelativo de las –pocas – posibilidades reales de concreción”
(pág. 281 – 282) Por su parte, Berger (entrevista personal, 9 de octubre de 2007) señala
lo anterior, apelando a una suerte de “desesperanza del sistema escolar”, cuestionando
la oferta de la escuela. Ésta demanda el cumplimiento de un perfil de estudiante, de
un perfil de ciudadano y la pregunta que le sigue a esto es el ¿para qué? La escuela
incluye a los jóvenes, pero en términos nominales, produciendo finalmente los llamados
caminos paralelos, las socializaciones paralelas o contra la escuela, dado que simbólica
y culturalmente los deja fuera, los excluye.
Los jóvenes de hoy son diferentes e incluso entre los jóvenes la diversificación es
masiva. Ellos se construyen en un escenario social, cultural y económico diferente, lo
que implica que la escuela debe romper con la pretensión de continuidad de lo que
se venía ofreciendo, lo que se vive hoy en día, en palabras de Zarzuri y Ganter (2005)
es justamente una “ruptura generacional” y es sobre este escenario es que la escuela
debe pensarse a sí misma, su promesa debe ser reformulada.
Sentido de la escuela
En el marco de la escuela como lugar, resulta relevante que adapte su accionar de tal
modo que pueda contener la construcción de sujetos particulares al interior de ese
espacio. Al respecto Ossandon (entrevista personal, 15 de octubre de 2007) señala que
cuando se piensa en aprendizajes significativos, que podría implicar para los jóvenes
sentimiento de inclusión, si bien es un concepto fuertemente instalado, lo objetiviza
a su vez como deslavado de sentido. Esta no pasaría por una reflexión de carácter
cognitiva, es fundamentalmente sociocultural, antropológica, económica, es decir, se
relaciona con el “otro”, con la “alteridad”, con el sujeto que el profesor tiene en
frente, un sujeto con biografía, historia, familia, pares, estética. Este sujeto entra con
todo esto a la sala de clases, en palabras de Dávila, entra con capitales heredados,
capitales que no necesariamente son considerados dentro de la sala de clases, dentro
del proceso de enseñanza aprendizaje.
El profesor debiese modelar su accionar teniendo en cuenta este elemento, ante suyo
hay un otro, hay sujetos que ingresan con biografía, con contextos, familias, pares,
y todo ello ingresa a la sala de clases junto con ellos. Ahora bien es cierto que, en el
contexto educativo actual, resultaría imposible lidiar con 30 a 45 otros, y con sus 30 a
45 especificidades. Sin embargo, por ello es tarea de la política pública en educación
hacerse cargo de generar un contexto acorde a esta concepción. Lo anterior debe
ser generado como una política global, pues no basta que sólo algunos colegios del
mundo privado puedan por ejemplo limitar el número de alumnos, pues con ello sólo
72 • Revista Observatorio de Juventud
Tal vez hay formas acotadas más posibles e inmediatas de acoger las individualidades
de los alumnos vía los espacios que la escuela genera a través de la jornada escolar
completa. A este respecto Zarzuri, Berger y Ossandón señalan en sus discursos que
lo que le ofrece la escuela a los jóvenes en la jornada escolar completa no es
precisamente lo que ellos demandan, sino que más bien hacen aquello para lo que se
sienten habilitados, lo que pueden hacer, es decir, la escuela hace una oferta que no
interpela a los jóvenes (Zarzuri, entrevista personal, 13 de noviembre de 2007; Berger,
entrevista personal, 9 de octubre de 2007; Osandon, entrevista personal, 15 de octubre
de 2007). En este plano y considerando la alta confiabilidad y valoración que tiene la
educación al interior de la población chilena, surge entonces la tensión respecto de
que “no es que a los jóvenes no les interese la escuela, no les interesa esa escuela”,
no les interesa la escuela como está estructurada hoy, el funcionamiento, los productos
esperados de la escuela, las metas. De alguna manera es lo que aleja a los jóvenes de
la escuela y en general de la institucionalidad, el joven se rebela contra ella y crea
socializaciones paralelas en donde su construcción identitaria tenga cabida.
En este sentido, no es que los jóvenes no quieran participar, sino que más bien se
revelan ante las formas de participación que se les propone. “la política, por ejemplo,
es una cosa de no conexión con el tema juvenil….a ese nivel los chiquillo dicen no, a
nosotros no nos interesa esa política, a nosotros no nos interesa esa escuela, seguimos
siendo creyentes si po, seguimos creyendo en la política, si también seguimos creyendo
que hay que educarnos, también y de hecho es esa la apuesta” (Zarzuri, entrevista
personal, 13 de noviembre de 2007)
Por último, cabe destacar que la trayectoria de los jóvenes ya no es lineal, por lo tanto
la oferta de la escuela debería ser igualmente diversa, contemplar la diversidad, la
heterogeneidad dentro de la igualdad de condiciones. Al respecto fueron varios los
especialistas entrevistados que pusieron hincapié, como Berger (entrevista personal,
9 de octubre de 2007) en que la escuela funcionaba, priorizaba y proponía a sus
estudiantes desde una lógica adultocéntrica, no desde una lógica de las juventudes,
ya que no es una juventud sino que varias juventudes, por lo tanto, ellos comienzan
a desarrollarse en espacios paralelos, teniendo socializaciones paralelas o contra
la escuela. Los jóvenes tienen mayores posibilidades sobre la cual construirse, no
solamente la escuela o el tipo de escuela chilena.
Instituto Nacional de la Juventud • 73
En este sentido, las escuelas sufren una suerte de segmentación social, existe una
distribución innegable donde las escuelas públicas catalogadas de menor calidad
académica, atienden a estudiantes de niveles socioeconómicos bajos. Esto es, la
distribución de las escuelas en función de su calidad académica es directamente
proporcional al nivel socioeconómico de las familias y del sector, la segmentación
social coincide con la segmentación de las escuelas. Siendo así, las posibilidades de
instalar procesos de socialización orientados a la integración social quedan cerrados
en la misma escuela, cada escuela lo resuelve según sus posibilidades, sus recursos,
su entorno y se diluye en relación a las otras escuelas, no hay una intervención u
orientación al cambio de carácter más político, social; aquello implica que cada
establecimiento perpetúa su situación.
De esta forma la escuela perpetua la exclusión, por ello las políticas que históricamente
han estado orientadas a la cantidad en términos de cobertura, debiesen orientarse
ahora hacia la calidad, esto es a mejorar las condiciones de las escuelas que ya existen.
Hay avances en este proceso como los programas de discriminación positiva (P900, Liceo
para todos, Liceos prioritarios), pero aun están en deuda con una abordaje integral de
los fenómenos, entre otras cosas porque no han actualizado las formas de evaluación
de impacto de dichos programas. En tanto, en la práctica sigue siendo el único o a lo
menos el principal indicador válido de éxito de estos programas, los resultados en las
pruebas estandarizadas (SIMCE, PSU). Por ello, elementos subjetivos o psicosociales se
desdibujan o quedan en segundo plano en la aplicación de las asesorías destinadas a la
mejora que proponen estos programas.
Otro elemento que aquí aparece es la desidia y desesperanza de los actores educativos,
las intervenciones son vistas como la aparición de tecnócratas que no conocen los
problemas, incluso como trabajo extra que nadie asegura tenga resultados reales, al
menos en la forma en la cual finalmente serán medidos.
La institución educativa debe reflexionar y replantear sus objetivos y sus metas para que
tengan sentido frente a los grandes cambios que va sufriendo la sociedad en general.
Esto implica pensar desde y con los nuevos espacios de socialización de los jóvenes.
Entender la exclusión social desde el discurso de los jóvenes aportaría a entender o
entregar luces a las políticas educativas de inclusión social, si el fenómeno en cuestión
se produce no sólo por condiciones objetivas, a las que generalmente apuntan las
soluciones en política pública, sino que también apuntaría a una construcción subjetiva
del beneficiario directo de los establecimientos educacionales, terreno que tal vez no
ha sido considerado en dichas planificaciones.
Una lógica de este tipo claramente trasciende el espacio de la escuela y podría pensarse
que la aplicación en la escuela obedecería única y exclusivamente a un política más
amplia, de la cual la escuela sólo sería un escenario. Pero tal vez la fórmula es que sea la
escuela el espacio de cambio y que, a partir de la escucha del diálogo entre los diversos
actores que allí concurren, la actualización venga desde adentro para instalarse en
otras esferas, recuperando la institución educativa su lugar en la socialización, en este
caso dando cuenta de una nueva socialización.
Referencias Bibliográficas
• Antivilo, Cavieres y Valdivieso. 2006. La exclusión social: un estudio psicosocial
sobre las percepciones juveniles. Consultado el 25 de Noviembre de 2007. En
http://www.uisek.cl/prevencionViolencia/documentacion/Exclusion_social_y_
violencia.htm
• Assaél, J. y Cerda, A. M. 1998. Contenidos valóricos y normativas que construyen
los jóvenes en el espacio escolar: un estudio etnográfico (Proyecto FONDECYT
Nº 971181). Santiago, Chile: Programa Interdisciplinario de Investigación en
Educación.
• Carrasco, J. y Gonzáles, M. (sin fecha). Entrevista a Gabriel Salazar. Revista
Talión, 4, (6) Disponible en : http://www.talion.cl/numactual/template.
php?id=dossier22
• Cavieres, H; Diaz, C; Gonzalez, S; Valdebenito, M. 2005. “Revisión del constructo
de Identidad en la Psicología Cultural”, en Revista Psicología Universidad de
Chile. Vol XIV. N° 2 Pág 9 – 27
• Dávila, Ghiardo y Medrano. 2005. Los desheredados. Trayectorias de vida y nuevas
condiciones juveniles. Valparaíso, Chile: CIDPA.
Revueltas urbanas:
jóvenes y diálogos ciudadanos en Francia
El presente artículo tiene por objetivo dar cuenta de un reciente mecanismo penal:
los talleres de ciudadanía, concebidos como parte de una respuesta a la inseguridad
en Francia. Resume el trabajo de terreno realizado por un grupo de investigadores en
ciencias sociales que participaron en la creación de esta medida y en su extensión. Ella
se basa en una lógica no punitiva y ha sido desarrollada y reforzada particularmente
en los lugares donde se centraron las revueltas urbanas de fines del año 2005, es
decir, los suburbios del norte de París y, especialmente, en la Seine Saint-Denis. Este
mecanismo es una respuesta orientada hacia la inserción social y la lucha contra la
reincidencia a través de la creación de espacios de reflexión individual y colectivos,
con la participación de representantes de las instituciones y de la sociedad civil. Estos
talleres no son exclusivamente dirigidos a jóvenes, ellos/as constituyen el grupo más
relevante.
Introducción
A fines del año 2005, durante algunas semanas, los jóvenes de los suburbios de las
grandes ciudades de Francia se hicieron visibles. En el espacio público se habló de ellos
de forma distinta a la que se acostumbraba hasta el momento.
Las revueltas urbanas fueron, en parte, la respuesta de los jóvenes al ambiente hostil y
a las prácticas excluyentes, que hicieron de ellos un problema. Las cuestiones relativas
a la degradación de la situación social, la inseguridad en los barrios, la violencia y el
deterioro de la vida comunitaria volvieron a ser abordadas por los especialistas, los
políticos y los medias.
El fenómeno rebasó las fronteras del país. Las interpretaciones de lo sucedido pusieron
el acento en la fractura social, en la dimensión cultural y en su significado político. Los
análisis subrayaron la influencia de los medias y de los nuevos sistemas de comunicación
-como Internet y los teléfonos celulares- en la difusión de la revuelta juvenil. También
se insistió en el vínculo con el fenómeno de la post-descolonización y la inmigración,
así como con la globalización de la economía, las deslocalizaciones industriales y el
desempleo. La importancia que tuvo este acontecimiento, así como la riqueza de sus
interpretaciones, se fue diluyendo con el curso de los meses. ¿Qué quedó?
En los momentos más intensos de esta revuelta -que duró más de tres semanas- y en
los que 1.500 autos eran quemados cada noche, otros focos de revuelta se encendieron
en países vecinos como España, Alemania y Bélgica. El carácter inesperado de estas
manifestaciones, así como la dimensión que tomó, permitieron ver el límite y las
fallas de los sistemas europeos de integración social. Los diagnósticos fueron hechos
y los problemas que hicieron estallar las revueltas fueron identificados. Nada permite
afirmar que el ciclo de estas revueltas urbanas, que comenzó a principios de los años
80, esté cerrado. En el caso de las protestas obreras del siglo XIX el ciclo se cerró con la
aparición y el reconocimiento de los sindicatos obreros y los partidos de izquierda que
permitieron que las reivindicaciones pudiesen expresarse y dieran lugar a un sistema
de negociación institucional de los conflictos. Los acontecimientos dirán si lo que se
expresó a través de las revueltas urbanas recientes podrá ser absorbido por los actuales
mecanismos y actores institucionales o si necesitaran otras formas de expresión y la
constitución de nuevos actores sociales.
Las reformas penales se han sucedido con una rapidez sin precedentes. La prevención
de la delincuencia ocupa un lugar central en la opinión desde fines de los años ’90. Las
cuestiones de seguridad ciudadana han estado en el centro de las últimas campañas
políticas (especialmente en el 2002) y las revueltas de los barrios populares en el 2005
aumentaron aún más la inquietud y el interés de la población por el problema. Se
buscaron alternativas a las respuestas puramente represivas.
En una sociedad democrática como la francesa, las protestas de los jóvenes de los
suburbios representan un desafío al sistema democrático, a la protección de las
libertades individuales, así como a la utilización de la violencia por parte del Estado.
La retórica desafiante empleada por los representantes del Estado frente a los jóvenes
de los barrios populares cambió después de las protestas. Se anunciaron soluciones en
relación al desempleo, al urbanismo, etc. Las elecciones del año 2007 no se jugaron
en el terreno de la inseguridad, los medios de comunicación hicieron una pausa en
relación a estos temas y a la estigmatización de la cual los jóvenes eran objeto hasta
ese momento. La situación en los suburbios recibió una nueva atención. Las iniciativas
iban desde un programa de demolición de los edificios en los que se concentraban los
problemas sociales y la reconstrucción de barrios residenciales, al reforzamiento de
la Agencia Nacional contra la Discriminación, así como otras medidas paralelas para
paliar los problemas socioeconómicos más agudos de los barrios desfavorecidos. Por
otra parte, el Estado continuó votando leyes contra la inseguridad y, al mismo tiempo,
vieron la luz medidas experimentales, no represivas.
Instituto Nacional de la Juventud • 81
A partir del año 2004, en el contexto de una serie de medidas de inserción de una
reforma penal, se propusieron estos “talleres de ciudadanía” como alternativa a la
cárcel y como dispositivos de acompañamiento a las penas de cárcel. La ley definió
ciertos principios para estos talleres en relación a las personas condenadas y a los
objetivos propuestos, pero no una metodología de trabajo. El proyecto que describimos
en este artículo da cuenta del trabajo de la “Asociación Diálogos Ciudadanos” para
desarrollar una metodología, inspirándose en la “intervención sociológica” (Touraine,
1978), que fue un método creado originalmente para estudiar y reforzar los movimientos
sociales que tenían un componente cultural, como los movimientos estudiantiles de los
años 60, los movimientos antinucleares, los movimientos regionalistas, entre otros y
que ha sido utilizado luego para estudiar y reforzar situaciones y actores en donde la
idea de sujeto y de subjetivación juegan un rol central. La metodología empleada en la
organización de estos talleres ha incorporado también otros elementos de las ciencias
sociales y de la psicología.
Durante los talleres se generan espacios de intercambio individual y colectivo en los que
los mediadores analizan con los participantes lo que se juega en las interacciones con
los actores sociales externos invitados al taller: análisis de los sistemas de jerarquía,
juegos de identificación, proyecciones, apertura a los otros. Cada taller comienza y
termina con entrevistas individuales de los mediadores y los participantes, a las que se
agrega un trabajo de expresión con animadores de teatro, para facilitar una dinámica
positiva del grupo.
82 • Revista Observatorio de Juventud
El dispositivo dura tres a cuatro días. El grupo consta de alrededor de una docena
de participantes: personas que han aceptado seguir el taller como resultado de una
sentencia judicial, como pena alternativa a la prisión. También se ha adaptado el
programa para contribuir a preparar la salida de la cárcel o como herramienta de
trabajo con los prisioneros mientras cumplen su condena. La medida esta especialmente
destinada a los jóvenes, pero no es exclusivamente para ellos.
Para los investigadores que creamos este proyecto, la primera pregunta que surgió fue en
qué condiciones trabajaríamos. Nos preguntamos si al asociarnos con la administración
penitenciaria o al sistema judicial para organizar un dispositivo penal alternativo
abandonaríamos nuestra independencia crítica, si tendríamos que renunciar a nuestra
vocación de producir y transmitir un conocimiento para situarnos en el terreno de
los expertos, o incluso de la prestación de servicios. Son preguntas legítimas en las
cuales no nos detuvimos. Elegimos esta posición particular: contribuir a desarrollar
una práctica, una metodología, una forma de transmisión y de supervisión, dentro del
marco de este proyecto. Fuimos cuidadosos en conservar nuestra independencia de
juicio, un punto de vista crítico relacionado a nuestra práctica profesional.
Nuestro objetivo principal era contribuir a crear un dispositivo que tuviese un efecto
sobre las personas en dificultades con la ley, orientadas hacia este dispositivo co-
organizado con las instituciones judiciales. Esta es nuestra forma de contribuir a la
transformación de las prácticas institucionales y judiciales a través de un trabajo de
toma de conciencia de lo íntimo, de los proyectos de vida, de la relación con el otro y
con las instituciones. Participando con los agentes del Estado en la instalación de estos
dispositivos, optamos por contribuir a la transformación de este sistema para hacerlo
más eficaz en su autorregulación y menos excluyente.
Instituto Nacional de la Juventud • 83
Los mediadores son responsables de establecer una dinámica positiva en el grupo para
así permitir el funcionamiento de los talleres. Para generar esta dinámica se utilizan
entrevistas individuales y ejercicios de teatro.
Se reservan momentos de análisis de grupo, con los participantes y sin otros participantes
externos, para volver sobre los temas abordados durante los encuentros.
Según los temas abordados, se invita a los participantes a explicar su función, relatando
sus propias vidas, sus experiencias personales y su rol institucional. Se trata de abrir
un espacio de comprensión a través de elementos de proyección y de identificación,
despertar en los participantes un sentimiento de curiosidad, de apertura, respecto a
las personas y a las instituciones con las que se ven confrontados y por las cuales a
menudo se sienten rechazados.
El objetivo del encuentro con estos actores institucionales es que los participantes
tomen conciencia del funcionamiento de las instituciones, mediante mecanismos de
identificación y de un trabajo de reflexión sobre sí mismos. El éxito de este proceso
será proporcional al grado de adhesión de los participantes. Mientras más sientan el
taller como una obligación, menos les será útil. Aunque es indispensable plantear
reglas, como un comportamiento adecuado y respetuoso frente a los participantes
84 • Revista Observatorio de Juventud
externos (apagar los celulares, quitarse la gorra, llegar a la hora), éstas se limitan a lo
necesario para la buena marcha del grupo.
Instituciones Asociadas
La Asociación tiene una amplia autonomía para organizar estos talleres; el programa
se define en concertación con el representante del Fiscal. La participación de la
oficina del Fiscal abre las puertas hacia los asociados oficiales. La Fiscalía también
2 Equivalente de una provincia según la división administrativa en Chile.
Instituto Nacional de la Juventud • 85
nos informa sobre los archivos judiciales (por ejemplo: si la persona es reincidente),
así como detalles sobre la detención por la policía que pueden darnos luces sobre la
personalidad del inculpado.
Los mediadores
Algunas Conclusiones
La fuerza del proyecto reside en la particularidad de obtener un diálogo, en pie
de igualdad, entre actores exteriores y el grupo de personas condenadas. Es,
principalmente, tarea de los mediadores hacer posible este espacio de intercambio
en el respeto de ciertas reglas para permitir que la palabra de cada uno de los
interlocutores tenga valor e impedir que se instale automáticamente una relación
jerárquica y autoritaria con los participantes, o bien, que estos impongan sus reglas
en el debate.
La transmisión de la experiencia es una cuestión fundamental para evitar que el
proyecto se transforme en medida represiva o en una medida sin efecto. Trabajamos
en organizar un programa de formación de mediadores y de supervisión de talleres que
se realizarán con la metodología resultante de esta transmisión.
El proyecto ha generado una dinámica positiva a nivel de las instituciones que participan,
gracias al contacto directo de los representantes de estas instituciones con aquellos
que son objeto de sus políticas.
Referencias Bibliográficas
Normas de publicación
Los artículos a publicar deben tener una extensión de 10 páginas como máximo, incluy-
endo referencias bibliográficas y resumen en español. Las contribuciones a la revista
deben ser escritas a espacio simple, en hoja tamaño carta, en caracteres Arial Narrow,
tamaño 10. En estos debe consignarse:
a) Cuando el apellido del autor forma parte parte de la narrativa se incluye solamente
el año de publicación del artículo entre paréntesis. Ejemplo: Habermas (2000) estudió
las relaciones entre…
c) Cuando tanto la fecha como el apellido forman parte de la oración no se usa parén-
tesis. Ejemplo: En el 2000 Habermas estudió las relaciones entre Estado y global-
ización…
d) Si hay más de una obra/artículo de un solo autor aparecido el mismo año, se citará
con una letra secuencia seguida al año. Ejemplo: (Habermas, 2000a, Habermas 2000b,
etc).
Las referencias bibliográficas en lista final deben disponerse en orden alfabético y año
de publicación:
LIBROS: Apellido de cada autor, nombre o nombres, año de publicación, título del libro
(en itálicas o subrayado), edición, volumen, capítulo y/o páginas, ciudad y país donde
fue publicado, nombre de la editorial. Ejemplo: Habermas, Jürgen. 1993. El discurso
filosófico de la modernidad. Madrid: Taurus.
Todas las citas en el trabajo deben aparecer en la lista final de referencias y todas éstas
deben ser citadas en el texto.
El orden de publicación de los artículos quedará a criterio del editor. Los interesados en
publicar en esta revista enviarán sus trabajos a: adonoso@injuv.gob.cl