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VIII Seminario Internacional de Políticas de la Memoria “Memoria. Verdad. Justicia.

Debates y políticas de memoria en Argentina”.


Mesa: Memoria y lazo social: comunidad política y narrativas de verdad y justicia en
América latina.
Titulo: La Militancia Organizada como herramienta de transformación, de ayer y de
hoy. Una mirada desde los juicios de lesa humanidad.
Nombres: Flavia FERNANDEZ BROZZI y Ana Lucia TEJERA.
Resumen: Siendo militantes políticas y profesionales del derecho intervenimos en las
causas judiciales por delitos de lesa humanidad que se desarrollan en nuestro país. De los
testimonios de las víctimas y familiares se desprende la sistematicidad con que el Estado
Terrorista llevó a cabo secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones a través de su plan
criminal. De esos testimonios también surgen relatos de vida que contienen una muestra de
los ideales de la época, del compromiso social a través de la militancia organizada y la
política como herramienta para transformar las realidades injustas y la re significación de
los proyectos colectivos para el desarrollo y realización de las personas.
Entendemos a esa militancia organizada como el germen que permitió luchar contra la
construcción de impunidad que durante décadas primó en Argentina a través de
instrumentos jurídicos y simbólicos y que permite actualmente dar cuenta de que es a través
de la organización que se pueden lograr las conquistas más inclusivas en términos de
políticas públicas.

De POEMAS de Ana María Ponce


Para que la voz no se calle nunca,
para que las manos no se entumezcan,
para que los ojos vean siempre la luz,
necesito sentarme a escribir
en este preciso momento en que
todo comienza a ser silencio,
los trenes que pasan me llevan a lejanos
territorios de lucha, y libertad,
y el sol, el sol que me recuerda
años de risa fácil,
de pies descalzos,
de manos en permanente búsqueda.
A veces extraño lo que antes quise,
lo inacabado, lo que ya no tiene razón de ser,
en esta vida nueva que me alimenta,
que me duele pero que me conduce
hasta ese fin inesperado...

No quiero detenerme en ningún momento,


que todo pase,
que mi ser se alimente de fugaces esperas, de encuentros cortos
de palabras dicha con prisa,
no quiero que el tiempo duela
con el repiqueteo de los despertadores
quiero gritar estas voces que estallan
en mi,
voces antiguas, que tal vez no vuelvan
quiero los momentos felices hechos
puro recuerdo, y la tristeza,
la tristeza, deslizándose furtivamente entre las manos
porque hay que buscar eternamente la luz,
la interminable lucha por derrotar
el dolor de los cuerpos,
1
el hambre de los ojos,
la desesperación de las voces acalladas,
porque hay que descubrir
el camino dejado
por los pies que ya no caminan,
porque hay que vencer el miedo
desterrar la duda,
llenar los insospechados rincones
del cuerpo
con el odio sublime de los perseguidos,
de los hombres verdaderos.
Ya no queda tiempo
para contarte más,
tengo que sumarme a la larga lista
de los que en nada se detienen,
tengo que continuar este grito
guerrero de los explotados
esta batalla anticipada
hacia la libertad.

INTRODUCCIÓN
Desde hace más de 10 años venimos participando de varios juicios sobre delitos de lesa
humanidad. Somos integrantes del colectivo KAOS, que muchas veces nos ha costado
explicar y nos sigue costando explicar su forma. Pero lo importante de este colectivo no es
la forma, lo verdaderamente importante son sus integrantes. KAOS es un grupo o equipo de
abogados y no abogados avocados a las causas de lesa humanidad representando, en dichas
causas, a querellantes, víctimas y familiares. Participamos de los juicios orales de Primer
Cuerpo: ABO, Orletti, Plan Cóndor, Circuito Oeste (Mansión Seré y otros), Vesubio, La
Pampa. También en los tres juicios de ESMA y en algunos de los juicios orales de Campo
de Mayo. Y seguimos las diversas etapas de instrucción de los mismos. Y lo fundamental de
esta participación, es el colectivo de la militancia que lo compone. Nosotras, ponemos
nuestra profesión al servicio de la militancia de los DDHH. No somos simples abogadas
querellantes, somos, principalmente, militantes políticas, y el “ser abogadas” es una
herramienta que nos permite participar desde otro lugar en los juicios históricos contra los
genocidas.
Durante todo este andar nos hemos dado un abordaje en relación a las causas en las que
tratamos de tomar contacto previamente con los testigos querellantes, no para preparar su
testimonio (como sostienen las defensas de los genocidas), sino para que los testigos
puedan poner en palabras los hechos ocurridos, sufridos, vividos. En esos encuentros,
además de los datos necesarios que todo relato de estas características debe tener (fecha de
secuestro, lugar y condiciones de cautiverio si son víctimas directas; gestiones para
encontrar a su familiar en caso de que sean los testigos familiares, amigos, compañeros de
militancia, etc.), surgen otras cuestiones que tienen que ver con la vida previa que llevaban
antes de ser secuestrados y sumergidos en la clandestinidad del plan criminal.
En una entrevista a Graciela Daleo ella claramente da cuenta que “en el campo de
concentración se concentró la metodología en los prisioneros, pero que este experimento de
exterminio físico, simbólico y organizativo desplegado por la dictadura cívico militar, dice,
no fue sólo contra aquellos que estuvieron secuestrados en los campos de concentración,
sino que el ejercicio de poder absoluto, del poder económico, social, cultural que se intentó

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fue sobre todo nuestro pueblo, extendiéndolo incluso a los pueblos de la región, de toda
América Latina que también vivieron ese descenso al horror” (Entrevista a Graciela Daleo,
27 de junio de 2009, Decí Mu, en http://www.lavaca.org/deci-mu/deci-mu-para-la-
libertad/).
Daleo habla de un experimento de destrucción de subjetividad social, esa subjetividad
social que había llevado a nuestro pueblo a construir organización a través de la política.
“El objetivo era llevarnos a ser objetos, sigue Daleo, el objeto no participa, no cuestiona, no
piensa, no pregunta” (Entrevista a Graciela Daleo, 27 de junio de 2009, Decí Mu, en
http://www.lavaca.org/deci-mu/deci-mu-para-la-libertad/).
La organización política de la militancia ha sido durante todos estos años una herramienta
por la cual se han logrado las conquistas más inclusivas en términos de políticas públicas.
No pretendemos con este trabajo caer en la ingenuidad o en el excesivo romanticismo, pero
consideramos que estamos hablando de una época en que gran parte de la sociedad se sentía
movilizada por la desigualdad imperante, y por ideales que primaban por sobre todas las
cosas, encontrando en la política y la organización la herramienta para su cambio. “Nada
era tan urgente como generar el cambio, el mundo, la región, iban en esa dirección. Habría
que modificarla con los medios que fueran: la política, los levantamientos populares, las
armas” (Eduardo Anguita – Martín Caparros. La Voluntad 1 Una historia de la militancia
revolucionaria en la Argentina 1966-1973, pagina 93. Editorial Planeta. 2013).

Y esos ideales, los mismos, transformados por el paso del tiempo y muchos otros que se
han ido incluyendo son los que movilizan, nos movilizan como individuos entendiendo que
la mejor manera de poder alcanzarlos es a través de la militancia organizada, a través de lo
colectivo.
Este no es un país sin memoria, es uno de los pueblos de América que más ha trabajado en
esto transmitiendo esa construcción de organización y lucha.

ORGANIZACIÓN Y LUCHA – LOS TESTIMONIOS Y RELATOS


Los testigos sobrevivientes y las víctimas de estos juicios fueron, en su gran mayoría,
militantes políticos del campo popular.
Y esa lucha se llevó a cabo a través de la militancia organizada: organizaciones políticas,
sociales, armadas, gremiales, estudiantiles, barriales, religiosas. La pertenencia a las
diversas agrupaciones surge del relato de los hechos en un juicio.
Durante la construcción de este trabajo dimos con varios escritos, sobre lo que pretendemos
abordar. Gran parte de ellos son de sobrevivientes de los centros clandestinos de detención,
tortura y exterminio que funcionaron en este país.
Uno de ellos, es el trabajo de Lila Pastoriza publicado en la Revista digital “Haroldo” y que
corresponde a la ponencia presentada por Lila en la edición de este Seminario en el año
2008.
Cuando Lila Pastoriza en su trabajo (“Hablemos sobre la memoria”) habla de las
modificaciones que sufrió la imagen pública de los “desaparecidos” , de esa despolitización
inicial – que atribuye a la teoría de víctimas inocentes y culpables, desparecidos inocentes
y desaparecidos culpables- transitando a la caracterización actual como sujetos activos, en
su mayoría militantes. Esos cambios, dice, son representativos de una memoria que ha ido
avanzando en la recuperación de lo político.

- Evolución de la construcción colectiva de la memoria:


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Para poder dar un contexto a lo que queremos expresar en este trabajo, resulta necesario ver
cómo fueron evolucionando los relatos de los testigos, sean sobrevivientes, familiares,
compañeros de militancia, etc..
Emilio Crenzel (“La historia del política del Nunca Más”), haciendo referencia a esa
“despolitización de las víctimas”, afirma que esas denuncias que en clave revolucionaria
habían dado cuenta de la represión política y desapariciones previas al golpe de 1976, fue
desplazada por una narrativa humanitaria que convocaba desde un imperativo moral, sin
historizar el crimen ni presentar vínculos entre el “ejercicio del mal, sus perpetradores, y
sus víctimas”. Acentuado por el Poder Judicial, destinatario de esas denuncias en busca del
Juicio y Castigo, que solo demandaban en una primer etapa ceñirse a los hechos imputados,
descripción física, violencia sufrida, sin permitir al testigo que se explaye en lo que había
sido su vida previa, durante y posterior al cautiverio.
Con el argumento de que no se trata del objeto procesal, jueces y defensores, al inicio de
los juicios orales, coartaban la función reparadora del testimonio.
Sostiene Daniel Feierstein, en su libro “El Genocidio como Práctica Social”, opinión que
compartimos, que durante la Dictadura cívico-militar, en donde se produjeron las primeras
denuncias de los sobrevivientes, y hasta bastante entrada la década del ´90, una de las voces
más silenciadas fue la de los sobrevivientes de la dictadura genocida, sus voces eran
desacreditadas y se montó sobre ellos una campaña de deslegitimación, basada en la
insistencia de su señalamiento como delatores, traidores o cómplices: La culpabilización
por “haber salido con vida” del “infierno concentracionario” (conf. Daniel Feierstein, obra
citada).
Graciela Daleo en “Ensayos de Aparecer” dice claramente, “los aparecidos resultábamos
entonces, portadores de terribles certezas: hay campos de concentración, los desaparecidos
existen. Las torturas se practican en Lacarra y Falcón, en la Jefatura de policía de Tucumán,
en Libertador y General Paz, en Vernet y Camino Negro. Detrás del mostrador de cada
comisaría donde el ama de casa tramitaba una certificación de domicilio, o el gerente
denunciaba el robo de su auto, centenares de desaparecidos estaban así: desaparecidos.
¿Quién quería hacer carne esas certezas? Como fantasmas que retornan – ¿de dónde, de
qué? – los aparecidos provocábamos un “salto hacia atrás”.
El tratamiento que a los testigos sobrevivientes se les dio en la Causa 13/85 conocida como
“Juicio a los ex comandantes”, en donde el relato del testigo sobreviviente, vital para la
consecución del mismo, se encontraba condicionado por el Decreto N° 157/83 que ordenó
promover la persecución penal con relación a los hechos cometidos con posterioridad al 25
de mayo de 1973, contra varios dirigentes de las organizaciones revolucionarias que en su
estrategia incluían la acción armada, “por los delitos de homicidio, asociación ilícita,
instigación pública a cometer delitos, apología del crimen y otros atentados contra el orden
público, sin perjuicio de los demás delitos de los que resulten autores inmediatos o
mediatos, instigadores o cómplices” (Decreto 157/83, artículo 1º, del 13 de diciembre de
1983). Este decreto empieza haciendo una referencia a la amnistía a los presos políticos que
se dictó durante el gobierno de Cámpora, y dice que sirvió como acto inaugural de la paz
que la Nación anhelaba. Que este objetivo de paz se vio frustrado por grupos de personas
que instauraron formas violentas de acción política con el fin de acceder al poder mediante
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el uso de la fuerza. Echa la culpa a estos grupos de haber sumido al país y a sus habitantes
en la violencia y la inseguridad.
Con la recuperación de la democracia y la implementación de la “Teoría de los dos
demonios”, donde se trató de negar esas prácticas sociales colectivas previas (políticas,
sociales, culturales), donde se trató de negar la existencia de la organización política,
tildando a las víctimas de la dictadura de “delincuentes subversivos”, cuya violencia
“justificaría” la violencia del Estado Terrorista,
El Decreto 158/83 formula una peligrosa distinción de la criminalidad del terrorismo de
Estado según la actividad de las víctimas, censurando con mayor énfasis aquéllos delitos
cometidos contra las llamadas “víctimas inocentes”. Sostiene Eduardo Luis Duhalde (“El
Estado Terrorista Argentino: 15 años después”) que “Por un lado, la dictadura consolidó la
imagen social del demonio subversivo, y tras el 10/12/83, el destape del horror junto a la
experiencia vivida durante los 7 años de dictadura, consolidó la imagen demoníaca de lo
militar en la sociedad”.
La Teoría de los Dos Demonios, equipara “dos violencias”, la estatal y la que pueda
ejercerse desde “la sociedad civil”. Debido a esta peligrosa visión, desaparecidos y
sobrevivientes, eran señalados como “los que dieron la excusa” para el golpe.
Como sostiene Eduardo Luis Duhalde, en la obra ya citada, desde el punto de vista del
DERECHO INTERNACIONAL DE LOS DDHH, son los Estados los obligados a
garantizarlos, y como tales, sólo ellos pueden violar los derechos protegidos. Los
particulares en el ejercicio de la fuerza, lo que violan es el Código Penal y las leyes del
Derecho Interno.
Continuando con el contexto en el que prestaban testimonio los sobrevivientes y familiares,
durante los primeros años de democracia, las declaraciones se realizaban ante la Justicia
Militar que si bien, luego estas investigaciones pasaron a estar a cargo de la Justicia Civil a
través de la avocación de las Cámara Federales del país, quienes sustrajeron la
investigación a los Juzgados Militares (La Ley 23.049, conocida como “Ley de Justicia
Militar”, sancionada durante el Gobierno de Alfonsín, luego de intensos debates, incorporó
un precepto propuesto por la oposición, que no estaba en el proyecto original, y que
permitió que las cámaras federales del lugar del hecho, podían avocarse al conocimiento de
la causa y sustraerla de la jurisdicción militar, si advertían demoras injustificas o
negligencia en la tramitación del juicio - Art. 10 Ley 23.049).
Pero al principio, los testigos eran citados por la misma justicia militar bajo apercibimiento;
las madres concurrían a los cuarteles y/o las dependencias militares a deponer; y los
sobrevivientes eran acosados y hostigados con preguntas relacionadas con su militancia.
Recordemos además, que durante el Gobierno de Alfonsín, se abrieron numerosas causas
que culminaron en encarcelamientos y forzaron a nuevos exilios.
Entonces, la admisión de la militancia política o pertenencia a alguna de las organizaciones,
llevó a que los compañeros y compañeras fueran perseguidos por la justicia. Los abogados
defensores de los genocidas preguntaban a los testigos sobre su pertenencia política, sobre
la participación en acciones armadas, etc., con el objetivo de descalificar su testimonio o
para que luego fueran imputados; creando de esta forma inseguridad en los/las
compañeros/as que ponían nuevamente su cuerpo al prestar testimonio.

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Nemesio Héctor Juárez, hermano de Quique Juárez, detenido desaparecido por el Grupo de
Tareas que operó en la ESMA, contó que al ingresar a brindar su testimonio (en la Justicia
Militar) sintió una presencia que lo acosaba, al culminar su declaración, mira hacia ese
lugar donde estaba “esa presencia” que lo inquietaba, y se trataba de un cráneo humano
ubicado a la derecha del Coronel que le tomaba testimonio, dijo que consideraba que no
fue azarosa esa presencia sino una puesta en escena intimidatoria, un metamensaje:
‘Miren qué tenemos acá, ¿alguno de ustedes es capaz de probar que este cráneo es
parte de lo que están buscando?’.
También varias víctimas, durante la dictadura, habiendo sido secuestradas o privadas
ilegítimamente de su libertad, fueron sometidas a Consejos de Guerra en donde poniendo
en marcha todo el aparato burocrático militar, se institucionalizaba los mecanismos de
previsión de impunidad instaurados, sustrayendo los hechos del conocimiento de los
Tribunales naturales de cada una de las jurisdicciones en las que se cometieron,
reservándose la decisión sobre los mismos a una estructura pseudo judicial que habría
consagrado la impunidad en la totalidad de los hechos, cercenando toda posibilidad de
investigación contemporánea y, consecuentemente, impidiendo el esclarecimiento de lo
sucedido y la determinación de responsabilidades penales.
Muchas de las personas a las que jurídicamente se las etiquetó exclusivamente como
“víctimas” formaron parte de alguna organización política y fue por esa misma militancia
que eran perseguidos por la estructura clandestina (subterránea) que el mismo estado había
conformado.
Durante mucho tiempo, lo que se recordaba de ellos era el momento en que desde el Estado
se puso en marcha un plan criminal y decidieron secuestrarlos, torturarlos, matarlos. Sólo se
los mencionaba como “víctimas”. Habían quedado plasmados en la historia como los
desaparecidos, se había vuelto a desaparecer a los desaparecidos en la medida en que se los
privaba de su historia.
“La desaparición de personas exigió una previa desaparición narrativa de la historia que
ellas habitaban. El desaparecido es una figura que se sustenta en la operatoria concreta que
lo arrebata, en un espacio ya previamente extirpado de la memoria política: la historia que
lo contuvo, señala Nicolás Casullo (Casullo, Nicolás, Las cuestiones, Fondo de Cultura
Económica, p. 261-262, Buenos Aires, Octubre 2007).
La motivación del plan criminal de represión fue eminentemente política. Los perseguidos
fueron militantes políticos y quienes no fueron militantes estuvieron en tareas de
solidaridad con esos militantes políticos y fueron las víctimas, los derrotados de un
fortísimo intento de transformación social.

Ese lazo social que se transmite a través de un cierto sector de la población movilizado, que
se mantiene en movimiento, es lo que nosotros vemos que, a pesar de haberse intentado
quebrar, ha permanecido.
Durante los primeros debates orales los compañeros, militantes y sobrevivientes que
prestaban declaración, tímidamente decían que habían pertenecido a la Juventud Peronista,
“La JP” o alguna organización de base o directamente nos pedían que no ahondemos en el
tema y pasaba desapercibido. (En las primeras causas que llegaron a oral acá en Capital,

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Masacre de Fátima, Jefes de Área, Primer Tramo de E.S.M.A. Febres, se puede ver
claramente esto)
Luego con la consolidación de los juicios, y las políticas de memoria y verdad, los testigos
comenzaron a dar cuenta de ese grupo al que pertenecían, de esa organización política de la
que eran parte, y ya sin miedo declaran haber sido militantes de organizaciones como
Montoneros, Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP), Vanguardia Comunista, etc.
Estos militantes políticos, víctimas en estos juicios, fueron secuestrados por alguna patota,
y llevados al Atlético, a la ESMA, al Vesubio, al Olimpo, a Mansión Seré, a Orletti, etc.; en
donde seguramente se encontraban otros compañeros de militancia, mantenidos en
cautiverio en condiciones inhumanas de vida, siendo sometidos a interrogatorio bajo tortura
para luego ser liberados, asesinados o desaparecidos.
En los juicios se juzgan delitos tipificados en el Código Penal argentino, la privación ilegal
de la libertad, la imposición de tormentos -la que se agrava por tratarse de perseguidos
políticos-, el homicidio, la desaparición forzada, los delitos sexuales, entre otros.
En estos juicios se ventilan además, la historia particular y colectiva de las víctimas, su
militancia. Y no solo a nivel individual. Con estos juicios, se nos devuelve a todos la
historia política, social y colectiva de nuestro país y nuestra región. “Las víctimas en estos
juicios, han sido y son testigos y partícipes de la experiencia anterior al campo de
concentración y de la resistencia antidictatorial” (Graciela Daleo: 2012. "Escenarios del
testigo", en: Asociación argentina contra la impunidad. Entramados. Diálogo
interdisciplinar para la reconstrucción de la memoria histórica. Barcelona, 2012:
Asociación argentina contra la impunidad, http://www.plataforma-argentina.org/spip.php?
article781).
Cuando quien declara en el estrado es un familiar, y se le pide una descripción de la
persona desaparecida, asesinada, víctima del juicio, es notable como, en casi todos los
casos, nos atreveríamos a decir, comienzan a dar cuenta de algunas características físicas y
prontamente surge de esa descripción las demás características que conforman una
personalidad: era alto, flaco, solidario, siempre se preocupaba por los demás, tenía un
carácter fuerte, siempre con una sonrisa, iba al barrio, a la capilla, a la villa, a la fábrica,
militaba en tal organización.
Entonces ese relato que se inicia con una descripción física comienza a tener otras
implicancias, los familiares comienzan a recordar cómo era, quién era, con quién militaba y
para qué militaban. Qué era lo que los movilizaba para entregar su tiempo para alcanzar la
transformación social, con la posibilidad certera de perder la vida, pero también con la
perspectiva de vivir de otra manera, en una sociedad más justa e igualitaria.
Como venimos diciendo, cuando en 2003 se reabrieron las causas por crímenes de lesa
humanidad 1 y a medida que los juicios siguieron, a medida que los sobrevivientes dejaron
1
A fin de no extendernos, se resalta aquí el proceso de fin de la impunidad: En el 21/8/2003 se sanciona la Ley 25.779,
que declaró insanablemente nulas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, publicada en el Boletín Oficial el 3 de
septiembre de 2003. En el año 2004 la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró la imprescriptibilidad de los
crímenes de lesa humanidad, en el Fallo “Arancibia Clavel, Enrique Lautaro s/ homicidio calificado y asociación ilícita y
otros” —causa Nº 259— 24/08/2004 — Fallos: 327:3312). El 14/6/2005, la CSJN declaró la inconstitucionalidad de las
Leyes de Punto Final (Ley 23.492) y de Obediencia Debida (Ley 23.521); y ratificó la constitucionalidad de la Ley 25.779
que en el año 2003 las había “anulado” y privado de todo efecto jurídico por contrariar principios constitucionales y
diferentes obligaciones asumidas por el país en el marco internacional, en el Fallo “ Simón, Julio Héctor y otros s/
privación ilegítima de la libertad, etc.” Causa Nº 17.768, 14/06/2005 — Fallos: 328:2056)
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de llamarnos sus abogados “defensores”, a medida que fueron tomando confianza en el
hecho histórico que estaba sucediendo en nuestro país, y construyendo esos debates, esos
juicios como un “escenario más en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia”;
entonces comenzaron también a hablar, a atestiguar, a contar que pertenecían a esa
militancia organizada de la que fueron partícipes y protagonistas, lo que no solo se advierte
en la firmeza de su voz, sino que se ve en su cuerpo, en su lenguaje corporal, entre orgullo
y resistencia ante las preguntas defensistas sobre esa militancia que quieren poner de
excusa para sus estrategias. Comenzaron a darle legitimidad al escenario judicial para
reivindicar ese proceso social del que formaron parte activa.
En la actualidad, en estos juicios, resultan imprescindibles aquéllos que sobrevivieron a los
campos de exterminio, que sin descanso, con dolor, pero con convicción y ansias de
justicia, relatan una y otra vez los padecimientos que sufrieron, señalando a los culpables,
pero también nos cuentan la historia de aquéllos que ya no están, de aquéllos que fueron
arrojados vivos al mar, o quemados sus cuerpos. Nos cuentan quiénes eran, qué soñaban,
por qué luchaban, qué cosas los indignaban, qué amaban.
Para Graciela Daleo (2012) los perseguidos por la dictadura lo fueron por su condición de
actores políticos, no necesariamente partidarios. Pero sí portadores de una práctica social
comprometida con proyectos populares. Porque también de eso se trata el enjuiciamiento:
de una reparación de carácter histórico, de “poner las cosas en su lugar”. No sólo condenar
el qué y los “quienes”, sino dilucidar por qué, a qué apuntaba y contra quiénes. Demostrar
que lo perpetrado fue parte de una persecución política, y respondía al proyecto político de
las clases dominantes2.
Esa memoria que avanza en la recuperación de lo político, como dice Pastoriza, se traduce
también en testimonios que prestan día a día los sobrevivientes y familiares en el ámbito
del poder judicial. Son ellos mismos los que reivindican ese activismo político. Los que le
piden al juez agregar algo mas, los que empiezan su relato dando cuenta de la situación y
circunstancias sociales, políticas y económicas que rodearon los secuestros y las
desapariciones. Ellos y ellas se permiten dar su alegato.
Emma Renné Ahualli, militante de la Juventud Peronista y Montoneros, compañera de
Tincho (Emilio Carlos Assales) relató en el juicio oral cómo era su compañero, nos contó
sobre su militancia previa al secuestro y desaparición, contó que Tincho vivió en el Barrio
Clínicas de Córdoba, junto con Mario Koncurat, siendo testigos y protagonistas del
Cordobazo. Que ella fue testigo del secuestro de Paco Urondo en Mendoza, que vivió en la
casa de Alicia Zunino cuando se vieron obligados a irse a Buenos Aires,
Y terminó diciendo que ella tenía la obligación, como militante, de traerlos a la vida a los
que ya no tienen voz… y hacerlos vivir, por eso llevó la foto de Tincho y la mostró en la
audiencia.
Norma Susana Burgos, también sobreviviente, relató la militancia de su compañero,
Carlos Alberto Caride, previa a su secuestro y desaparición. Contó que Carlos participó

2
Extraído de: Graciela Daleo: 2012. "Escenarios del testigo", en: Asociación argentina contra la impunidad.
Entramados. Diálogo interdisciplinar para la reconstrucción de la memoria histórica. Barcelona, 2012: Asociación
argentina contra la impunidad, http://www.plataforma-argentina.org/spip.php?article781)

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de la Resistencia Peronista, ayudó a organizar la primera Juventud Peronista y fundó las
FAP (Fuerzas Armadas Peronistas). Definió a su compañero como “Un niño peronista”.
María Romero Salcedo, relató en el juicio que su tío, Edgardo Salcedo, formó parte de la
resistencia peronista, que fue uno de los que viajó a Malvinas a colocar la bandera
argentina, junto con Dardo Cabo, en 1966. Y afirmó el orgullo de ser militante peronista.
Afirmó que “no había nada mejor que el ser compañero, porque el ser compañero
tenía que ver con un montón de valores, tenía que ver con la solidaridad, con la
lealtad, con soñar con una Argentina libre, justa y soberana…y sin golpes militares”.
Yamila Zavala Rodríguez, contó que su padre, Miguel Zavala Rodríguez, abogado
militante peronista, cayó preso en 1969, que fue defensor de los detenidos de Taco Ralo y
de la CGT. Al asumir como diputado, junto con Betanín, juraron por Evita y por los
compañeros caídos. Que renunció a la diputación denunciando los crímenes de la Triple A.
Y que fue fundador del Partido Peronista Auténtico junto con Lisazo y Pablo Long.
Martín Roqué, hijo de Gabriela Yofre y Juan Julio Roqué (Militantes Montoneros). Juan
Julio Roqué fue asesinado por el Grupo de Tareas de la ESMA. Martín, como tantos otros,
relataron, además de lo que supieron sobre la desaparición de sus padres, la militancia
anterior: Contó que su papá en 1966, durante el gobierno de Onganía, empezó una
militancia de resistencia estudiantil ligada con lo obrero, integrando luego las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR). Que hasta ahí llegó con la reconstrucción de la historia de
vida de su viejo, ya que luego pasó a la clandestinidad. Que su padre y su madre caen
presos en Devoto y son indultados durante el Gobierno de Cámpora. Y luego empiezan a
militar en Montoneros.
Sostiene Daniel Feierstein (“El genocidio como práctica social: Entre el nazismo y la
experiencia argentina. Hacia una análisis del aniquilamiento como reorganizador de las
relaciones sociales”, Fondo de Cultura Económica, año 2014), que existió una “práctica
social genocida”, entendida como una tecnología de poder cuyo objetivo radica en la
destrucción de las relaciones sociales de autonomía y cooperación y de la identidad de una
sociedad, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante de dicha sociedad y del
uso del terror, producto del aniquilamiento, para el establecimiento de nuevas relaciones
sociales y modelos identitarios. Continúa el autor afirmando que “esa práctica social
genocida, esa desaparición tiene un efecto en los sobrevivientes: la negación de su propia
identidad… la desaparición de un determinado modo de articulación precisamente entre un
modo de ser y uno de hacer”.
En el alegato del Ministerio Público Fiscal que se está realizando en el Juicio conocido
como Esma Unificada, la fiscalía describe los hechos de aquéllos que fueron victimizados
por la Dictadura cívico-militar y que son casos en dicho juicio, por grupos de pertenencia:
Grupo de la Villa del Bajo Flores, Secuencia de secuestros de Prensa Montoneros, Primera
caída de la JUP de Arquitectura-Cs. Exactas, Secuestros de la Columna Norte de
Montoneros, Casos en los que resultaron víctimas el grupo de militantes del Partido
Comunista, Secuestros del Grupo de Trabajadores de OSPLAD, etc.), y cuando se relatan
los hechos de esta manera, por “grupo de pertenencia”, consideramos que se está
efectuando una reivindicación de ése grupo de pertenencia política, de esa práctica

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colectiva de cooperación y solidaridad previa al secuestro, y que, a pesar de los intentos de
los grupos de tareas, continuó durante el cautiverio.
Esta lógica es la que tratamos de plasmar, la construcción de la militancia colectiva y
organizada y como a través de esa organización, se van construyendo las grandes
conquistas en materia de derechos humanos a través del tiempo.
Con los numerosos testimonios de sobrevivientes y familiares que hemos escuchado en los
distintos juicios de lesa humanidad, lo que buscamos es -además de la identificación y
condena a los genocidas- restituir a esos militantes, a los 30.000 compañeros detenidos-
desaparecidos y a los sobrevivientes, sus historias.
Con estos juicios se reconstruye así, no sólo la historia de terror, sino también la historia de
la militancia organizada como herramienta de transformación política.
Hemos relatado aquí testimonios de sobrevivientes y familiares de los compañeros/as.
Queriendo contar lo que percibimos en estos juicios, no sólo se reconstruye la historia de
terror, sino también la historia de solidaridad, compromiso y lucha por un país más justo.

LAZO SOCIAL Y MEMORIA

A través de las organizaciones políticas, sociales, culturales se han llevado a cabo, de las
formas más ingeniosas y precarias, luchas de resistencia y accionar político que han
permitido algunas importantes conquistas sociales para el campo popular.
Si bien varios organismos de derechos humanos ya existían en la época previa al golpe de
estado3, la mayor parte de los organismos4 que se movilizarían y denunciarían las
violaciones sistemáticas a derechos esenciales como la vida y la libertad durante la
dictadura, fueron agrupándose durante los mismos años de dictadura y los años de
transición democrática, en torno a reinstauración de garantías civiles y del Estado de
Derecho.
A partir de las denominadas leyes de impunidad del Alfonsinismo, y de la década
neoliberal del menemismo y luego con la Alianza, con los indultos, y sus políticas públicas
destinadas a llevar a cabo y profundizar en términos económicos, políticos y culturales lo
que la dictadura con su Proceso de Reorganización Nacional pretendió, se fue gestando por
abajo la posibilidad de reacción, de volver a recomponernos lentamente como sujetos
sociales.
Frente a este escenario, hay que resaltar la capacidad que tuvieron los organismos de
derechos humanos que, construyéndose como sujeto social, buscaron mediante diversas
formas de difusión la profundización en la reconstrucción de una memoria colectiva, sobre
el significado y las consecuencias del terrorismo de estado. Una de esas formas fue
mediante la expresión cultural. Se generaron una multitud de expresiones artísticas que
denunciaban la represión ilegal. Expresión y denuncia. La lucha cultural ante la falta de
condena judicial (Pereyra, Sebastián Pereyra, “La lucha es una sola? La movilización social
entre la democratización y el neoliberalismo”, Universidad Nacional de General Sarmiento,

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Hacemos referencia a: La Liga Argentina por los Derechos del Hombre (1937), el Servicio de Paz y Justicia –SERPAJ-
(1974), la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos –APDH- (1975), estos últimos se conformaron en atención a
la ola represiva que tuvo lugar durante los últimos años del gobierno de Isabel Perón.
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A saber: Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos –MEDH- (1976), Comisión de Familiares de Desaparecidos
y Presos por Razones Políticas (1976), Madres de Plaza de Mayo (1977), Centro de Estudios Legales y Sociales (1979),
Asociación de ExDetenidos Desaparecidos (1984), Equipo Argentino de Antropología Forense (1984), Amnistía
Internacional Argentina (1985).
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Buenos Aires, 2008). A través de H.I.J.O.S -Hijos e hijas por la Identidad y la Justicia
contra el Olvido y el Silencio- y de un intenso trabajo de movilización se encontró la
manera de que la condena sea social a través de los “escraches” dando visibilidad pública a
los responsables de la represión.
Los juicios por la verdad, las denuncias ante la Audiencia Nacional de Madrid en España,
las denuncias presentadas ante fueron extranjeros, fueron otras tantas acciones políticas
que se llevaron a cabo desde el movimiento de derechos humanos, intentando romper así
con la indiferencia y con la política de olvido y perdón que se trato de imponer durante la
década del 90.
Las movilizaciones y estadillos sociales que se produjeron durante la década de los ’90 y
los años 2000-2003 en nuestro país, respondieron a la lucha contra el sistema capitalista
salvaje y adoctrinador del olvido y la exclusión. Pero estos estallidos han demostrado que
no basta la iniciativa creadora de las masas para lograr la victoria sobre el régimen
imperante.
Es a través de la organización y militancia política que vemos la posibilidad de concretar y
avanzar hacia una absoluta garantía de los derechos humanos (EJEMPLOS POLITICAS
DE GÉNERO. LEY DE MEDIOS. MATRIMONIO IGUALITARIO). Todas conquistas de
derechos e inclusión que se metieron en la agenda pública a través de la militancia y la
movilización.
La militancia organizada es quien tracciona al Estado y obliga a que cumpla el papel de
garantizar los derechos de sus ciudadanos. Quienes detenten los lugares de poder en el
Estado lo deben percibir como el instrumento para la inclusión de todos y todas.
También es verdad, y no podemos obviarlo, que el discurso de esa derecha que pretendió
despolitizar a los militantes que eran secuestrados, torturados, desaparecidos y asesinados
asimilándolo a la categoría de delincuente terrorista, delincuente subversivo que, como
afirma Pilar Calveiro, esa construcción del problema de la violencia política de los años
setenta en torno a la figura de la guerra, marca una intención despolitizadora por parte del
Estado. (*La Despolitización del otro, Revista Haroldo, Pilar Calveiro)
Quienes actualmente desde ese mismo sector rancio de la derecha, creen en el fin de los
juicios por lesa humanidad y en la conciliación social en base al perdón a los genocidas,
siguen utilizando ese discurso, esa construcción del “enfrentamiento entre los “Otros” y
“Nosotros” que organiza todo el campo social, a la vez que invierte la relación, haciendo
ver como peligro para la sociedad al grupo que, en verdad, es el que está siendo
amenazado. Se responsabiliza a la víctima del castigo, que supuestamente merece, y que
nunca es suficiente” señala Calveiro. La víctima, generalmente pertenece a una minoría,
pertenece a algún sector en situación de vulnerabilidad que ven vulnerados sus derechos
económicos sociales y culturales pero que esa vulneración se entiende como ajena por el
resto del colectivo social.
Durante años se ha construido la impunidad no sólo con las leyes que denegaron el juicio y
castigo a los culpables, sino que se construyó desde varios ámbitos: la naturalización de la
violencia represiva por parte del Estado, la valoración de los bienes jurídicos a proteger ala
hora de ponderar el bien jurídico propiedad sobre la vida o la libertad, la creación de
policías integradas por una explosiva mezcla de agentes de seguridad retirados y

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sancionados. La impunidad ha ido naturalizano la dominación, la corrupción,
contribuyendo a un vaciamiento de proyectos y de futuro. (DALEO).
La lucha contra esa impunidad, también, se ha llevado a cabo desde varios sectores, con
mas o menos fuerza, dependiendo de la época y las conyuturas, pero con la constante
transmisión de que los derechos son la respuesta social a una necesidad que se construye y
se logra con la lucha de los pueblos a través de la organización, que no se trata de una
concesión de quien detenda el poder y que puede otorgar a gusto.

CONCLUSION
La desaparición perpetrada en forma sistemática y masiva por la dictadura implicó e
implica mucho más que la desaparición física. Implica la desaparición de sus cuerpos, la
negación material de cada uno de los desaparecidos. Implica la pretensión de negar la
autoría de esa desaparición. Y muy especialmente pretende la desaparición de las relaciones
sociales que estas personas encarnaban. Afirmamos también que con la desaparición se
pretendió, se pretende, negar sus historias, negar que alguna vez existieron. Como tan
gráfica y cínicamente lo expresó el dictador Videla, “El desaparecido es algo que no está,
ni vivo ni muerto. No tiene entidad”. Así, crudamente decretaba no sólo la desaparición de
miles de hombres y mujeres, sino su inexistencia.
Entonces, la militancia durante los años ’60 y ’70, la lucha de resistencia de la dictadura
cívico-militar, ese afán de organización y de pertenencia de cada militante hasta el último
momento de sus vidas, ha ido traspasando las épocas, las generaciones y las políticas,
durante todos estos años en que diversas organizaciones y organismos se han movilizado
entendiendo a la política como una herramienta para cambiar las realidades injustas incluso
durante el neoliberalismo que imperó en Argentina, en donde a través de valores y de una
cultura excluyente de vastos sectores de la sociedad se pretendía que las organizaciones
políticas se vean como inútiles e ineficaces.
La participación juvenil atraviesa como un nuevo fenómeno la vida política nacional, que
incluye diversos movimientos sociales, resultando democrática y plural.
“La militancia actual, articulada a partir de demandas sociales que convergieron en un
proyecto nacional y popular, permitió el surgimiento del pueblo como un nuevo actor. Hoy
bajo una identidad kirchnerista confluye el “setentismo”, los movimientos sociales, el
peronismo, la izquierda y el latinoamericanismo” (Merlín, Nora, El retorno de los sueños de
la militancia de los '70, en Infonews, 23/3/2015). Esa militancia toma un sesgo colectivo con
múltiples expresiones, modos de participación y nuevas formas de relacionarse: redes
sociales, solidaridad en los barrios, articulación de arte, política y derechos humanos.
Vivimos una época de proliferación de centros culturales, educativos, cooperativas,
asociaciones civiles y diversos espacios que pretenden erigirse como instrumento político
para avanzar y construir colectivamente una voluntad para el cambio de la sociedad, con
mayor participación, construcción, lucha y cuestionamiento.
Nuestro desafío es, en palabras de Graciela Daleo: “ejercer un papel mucho más activo, es
decir, la exigencia a quien debe darnos respuesta, pero también nosotros la construcción de
preguntas y también de respuestas y la construcción de políticas. Es llevar adelante la
exigencia para que el estado la cumpla pero además nosotros construir otras formas
también de dar respuesta a nuestras necesidades, o sea, no liberar a quienes deben dar

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respuesta a nuestras exigencias de sus responsabilidades pero nosotros ser también capaces
de construir en términos políticos, porque también eso es la construcción política…” 5
(Entrevista a Graciela Daleo, 27 de junio de 2009, Decí Mu, en http://www.lavaca.org/deci-
mu/deci-mu-para-la-libertad/).
Hacemos nuestras las palabras de Nora Merlín, quien dijo que: “Aprendimos que la
democracia implica el acto de tomar la palabra como práctica colectiva, que la política no
puede ser clandestina ni aislada de la gente, sino que debe ser pública, explícita y solidaria.
Que no se consigue la paz y una cultura política con la tristeza o el sacrificio de la vida,
suprimiendo la libertad o cancelando el poder del cuerpo colectivo. Hace falta aun más
inclusión, justicia y ampliación democrática como un horizonte que no se detiene. Sólo
saldando las deudas sociales tiene lugar un pueblo que recupera la alegría, la autoestima, las
ideas y los sueños” Merlín, Nora, El retorno de los sueños de la militancia de los '70, en
Infonews, 23/3/2015).
Entendemos entonces que es a través de la organización política y de la acción colectiva
que tales transformaciones y conquistas sociales pueden darse. Estos juicios no sólo nos
demuestran el horror por parte del Estado, sino que aún sigue de generación a generación
ese lazo social que implica el compromiso por los más débiles y las luchas por las
injusticias sociales.
Reivindicando esas luchas, pero también entendiendo que es nuestro desafío como
militantes políticas, que compartimos esos ideales, hacerlo de manera crítica, no caer en
una mistificación heroizante, sino entendiendo la conexión entre el sentido que el pasado
tuvo para sus actores y el que tiene para los desafíos del presente. Calveiro.
Elegimos y ejercemos nuestro rol alrededor de las causas por delitos de lesa humanidad,
considerando que es importante que de las declaraciones se ponga de manifiesto que
quiénes fueron victimizados por el terrorismo de estado lo fueron por su vinculación,
pertenencia o cercanía, con organizaciones políticas, sociales, sindicales, estudiantiles.
Esa organización política, en donde la militancia organizada pretendió oponerse a los
valores tradicionales de una sociedad terriblemente injusta. Y cómo esa organización, esa
militancia se trasluce en los testimonios que día a día se prestan en los juzgados federales
de nuestro país y fueron y siguen siendo un germen presente en toda nuestra historia.

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Entrevista a Graciela Daleo, Decí Mu. http://www.lavaca.org/deci-mu/deci-mu-para-la-libertad/

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