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Historia (Santiago)
versión On-line ISSN 0717-7194
http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942006000200006
Instituto de Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile
Historia No 39, Vol. 2, julio-diciembre 2006: 531-556
ISSN 0073-2435
ESTUDIOS
The European encounter with the new American space and it species during
the sixteenth century, allows us to look at the European percepction of
superiority towards exotic worlds in a more complex way. European
description of American nature, the first visual images of the local species
described with the colors of paradise, exotism and beauty, fertility and
abundance, help in constructing a positive image of America. Despite the
original disdain or indifference towards the indigenous food, these
percepctions will change over time when many of these products become a
solution to world wide hunger and important ingredients for national
gastronomies.
Quizás podríamos, en cambio, decir que es a partir de esa fecha de 1492 que
los europeos comienzan a descubrir este Nuevo Mundo, proceso que creemos
todavía no ha terminado. Primero actuaron los mitos y las ideas
preconcebidas respecto a tierras lejanas y orientales que se creía haber
encontrado. Pero después del choque inicial, la convivencia con la alteridad
trajo consigo un conocimiento que dio, lentamente, paso a la verdadera
identidad y descubrimiento de la riqueza de estas tierras americanas. Las
percepciones europeas respecto a los mundos americanos fueron, por tanto,
de variada índole modificándose en el tiempo y en el espacio. No fue igual
respecto a los hombres que a la flora y fauna americana, como tampoco
podemos inferir las mismas características para un período inicial de asombro
y para otro intermedio de asentamiento.
Aquellas tan preciadas especies que condimentaban los platos de los ricos de
Europa, permitían la conservación de los alimentos que seguían el curso de la
putrefacción y estimulaban los sentidos, se convirtieron en un verdadero
aliciente de las exploraciones marítimas del siglo XV. Las especies tenían el
don de convertir el alimentarse en un placer4. En busca de estimulantes y
aderezos, medicinas para paliar dolores y excitar los sentidos, los europeos
que crecieron bajo la influencia de la ciencia árabe de Averroes y Avicena
buscaban esta flora oriental con poderes curativos y casi milagrosos.
Para el europeo del siglo XV y comienzos del XVI, existía una serie de
parámetros mentales a la hora de expresarse acerca de lo diferente y emitir
juicios de valor. Heredero de una tradición clásica y judeo cristiana, el
europeo de la época determinaba lo que era aceptable o no según la
posibilidad de lo cuestionado para dotar de un comportamiento civilizado,
moralmente aceptado y conducente a la salvación. En ese contexto, en la
determinación de las categorías de la otredad, convivían criterios tan
disímiles como la religión, el aspecto físico, la lengua, la vestimenta, las
herramientas, las costumbres y, por supuesto, el tipo de alimentación.
Al ají taíno lo confunde Colón con la pimienta en vaina. Fue así que adquirió
el nombre pimiento en España esta especie que no tiene parentesco alguno
con la pimienta oriental y que ha llegado a formar parte de la vida diaria del
pueblo ibérico10. Probablemente la expansión exitosa de su cultivo se debe a
su sabor picante, sustitutivo de la pimienta. En el México prehispánico se le
conocía con el nombre de chile, donde estuvo asociado a toda clase de
rituales y comidas.
El doctor Monardes, más científico que Colón y menos requerido para hacer
calzar cada especie americana con un símil oriental, describe especies
autóctonas americanas con propiedades medicinales. Habla de la "canela de
nuestras Indias"13, un árbol de hoja perenne, como la del laurel y con el
mismo sabor y fragancia que la canela que traen de la India de Portugal. Se
refiere líneas más adelante al jengibre, "una planta que lleva hoja como lirio,
algo más angosta, con aquel mismo verdor"14. Algunas de las especies por él
nombradas van acompañadas de hermosos grabados, entre los que
destacamos el de la pimienta, la flor de Michoacán, el carlo santo y el
azafrán.
No fue hasta la última mitad del siglo XVI que no se hizo un estudio más
acucioso del tomate. Francisco Hernández, médico personal de Felipe II, fue
encargado por el rey para hacer un catálogo de las plantas medicinales
utilizadas en la Nueva España. Del tomate otorga información poco confiable
porque confunde algunas especies. Cuenta de algunos usos medicinales del
tomate, como el tratamiento de dolores de garganta, de cabeza y de oídos.
Las diferencias con las especies europeas explican la dificultad para nombrar
los productos recién descubiertos. Cuando esta fruta llega a Italia, se le
llamaba en un principio mela peruviana. Luego se le menciona con el nombre
de pomi d'oro.
La patata, originaria de los altos valles cordilleranos del Perú, fue descubierta
por Francisco Pizarro, mencionada por Juan de Castellanos24 y llevada a
Europa por los españoles. Fernando Cabieses, no obstante, argumenta que el
primer europeo que la habría visto fue Antonio Pigafetta, en las costas del
sur de Chile en 152025. Cabieses dice que Pigafetta era portugués, siendo
que en realidad era italiano, por lo que habría que tener una actitud crítica
frente a algunos de sus datos.
No es sino con Pedro Cieza de León, en su Crónica del Perú (1541), que
contamos con detalles sobre el aspecto y la forma de consumo de la papa en
la zona andina.
"El cereal de esta gente31", como bautiza Benzoni al maíz, era la base del
sustento de las culturas mesoamericanas y tenía, asimismo, un importante
papel en la dieta de las culturas andinas. En el México azteca, el maíz era la
base de la alimentación, al mismo tiempo que estaba presente en los relatos
de origen y sistemas religiosos32. Especialmente versátil, el maíz era la base
para la preparación azteca de tortillas de todos los tamaños y colores. Se
rellenaban con pescado o ave y se condimentaban con chile y otras hierbas.
El maíz servía asimismo para la preparación de guisos y sopas, sazonados y
dulces.
En la zona del Perú, había varias formas de consumir el maíz: cocido en agua
le llamaban Muti, que ahora traducimos como Mote; tostado le
llamaban camcha, que ahora se dice cancha; a medio cocer en agua y
secado después al sol le llamaban chochoca. Con la harina se preparaban
pancitos o tortillas; con el maíz molido se preparaban humitas que se
envolvían en hojas -como los tamales mexicanos- o se comía con especies en
mazamorra. Cuando se comía la mazorca se hablaba del choclo, análogo al
elote mexicano.
La suerte que corrió este grano americano en territorio europeo fue diferente
a su importancia absoluta en el continente americano: desde un principio se
introdujo en las capas más bajas de la población europea. Los indios
americanos, que adoraban el maíz, nunca lo comían solo, y lo utilizaban
como complemento de un plato de carne, o lo guisaban junto a unas alubias,
pimientos verdes y pescado la receta original de la tarta de maíz tierno con
alubias. Estos complementos proporcionaban las vitaminas y proteínas que le
faltaban al maíz. Los pobres que comían en Europa el maíz como si fuese
trigo, sin acompañarlo de carne, empezaron a sufrir de la pelagra, `piel
áspera', una enfermedad carencial producida por la falta de proteínas.36
El maíz aparecerá representado en los comienzos del siglo XVI entre los
productos que llevan los americanos en el desfile triunfal del emperador
Maximiliano hecho por el artista alemán Hans Burgkmair y en una litografía
del año 1542, la primera representación individual de esta especie vegetal.
La talla y fama del gran artista Burgkmair contribuyeron en la alimentación
de una imagen positiva del producto, al menos en su aspecto visual,
representado estéticamente y con un cierto sabor exótico.
Los cereales o granos que los europeos conocían antes de venir a América
eran las lentejas, los garbanzos, las habas y las arvejas. La adopción de los
frijoles y el maní americanos significó un enriquecimiento proteico
considerable de la dieta occidental. Encontraron frijoles en México y el Caribe
y pallares y vainas de maní en el Perú.
"El árbol del cacao y manera que tienen los indígenas de obtener fuego" es el
título que acompaña un dibujo de la obra de Girolamo Benzoni. El texto alude
al árbol que lo produce, que es descrito a través del hábitat donde se
desarrolla y las técnicas para que crezca sin que el sol le haga daño. Su fruto
tiene forma de almendra y nace en unas calabazas de una longitud y grosor
parecidos a los del pepino, son las comparaciones de las que echa mano el
cronista para poder compartir con otros este producto nunca antes visto por
los europeos. Prosigue relatando que el cacao tarda un año en madurar y
cuando está listo se recolecta, se coloca el fruto sobre unas esteras, lo ponen
a secar al sol y cuando lo quieren beber, lo secan al fuego en una olla. Lo
muelen con piedras y disolviéndolo un poco en agua y a veces con un pellizco
de pimienta, lo beben, "siendo un brebaje que a mí me parece más de cerdos
que de hombres"41. Tal como lo consumieron Moctezuma y Cortés, el
chocolate era una bebida fría y con la consistencia de la miel, por lo que se
tomaba con cuchara. Se preparaba con ají, vainilla y maíz molido. Hay
quienes creen que los aztecas le incluían afrodisíacos naturales42.
Junto con todas estas bondades descritas, el chocolate, por ser un líquido,
tenía la propiedad de no romper con el ayuno católico, lo que la convirtió en
una bebida popular en todas las tierras del catolicismo mediterráneo46.
La yerba mate, oriunda de los litorales fluviales del Río de la Plata tuvo una
difusión interesante en gran parte de Sudamérica en la era colonial, aunque
no llegó a traspasar las fronteras del Nuevo Mundo. Entre los guaraníes
prehispánicos era indispensable como complemento de sus prácticas
ceremoniales. Se extendió luego entre las poblaciones blancas y mestizas
surgidas de la conquista de Brasil, Chile y Argentina, donde suele tomarse
caliente en una vasija en forma de calabaza y con una bombilla para sorber
el líquido. "Desde sus comienzos indígenas, el mate ha sido una bebida
comunitaria que favorece la intensa convivencia"48 en ambientes privados.
Aguacate, palta o avocado son los nombres con que llamamos a ese especial
fruto de carne verde que se encontraba extendido por todo el continente
americano cuando llegaron los europeos. No se le representó mucho ni en los
registros indígenas ni en los europeos. Se le menciona en la obra de Gonzalo
Fernández de Oviedo, el año 1526, pero asociado a las peras: "En tierra
firme hay unos árboles que se llaman perales, pero no son perales como los
de España, mas son otros de no menos estimación… Echa este árbol unas
peras de peso de una libra, y muy mayores, y algunas de menos; pero
comúnmente son de a libra, poco más o menos; y la color y el talle es de
verdaderas peras, y la corteza algo más gruesa, pero más blanda, y en el
medio tiene una pepita como castaña injerta, mondada"49.
Se dice que el primer árbol de palta que floreció en Europa fue en un jardín
botánico en Holanda al comienzo del siglo XVIII50.
La piña aparece en las crónicas desde los primeros años del descubrimiento y
llega a ser considerada la reina de la frutas51: "nace en unas plantas como
carcos a manera de las sabrías, de muchas pencas, pero más delgadas que
las de las sabría, y mayores y espinosas; y de en medio de la mata nace un
tallo tan alto como medio estado, poco más o menos, y grueso como los dos
dedos, y encima de él una piña gruesa poco menos que la cabeza de un niño
algunas, pero por la mayor parte menores, y llena de escamas por encima,
más latas unas que otras, como las tienen las de los piñones; pero no se
dividen ni se abren, sino estánse enteras estas escamas en una corteza del
grosor de la del melón; y cuando están amarillas, que es desde a un año que
se sembraron, están maduras y para comer, y algunas antes… y es tan suave
fruta, que creo es una de las mejores del mundo, y de más lindo y suave
color y vista, y parecen en el gusto como los melocotones, que mucho sabor
tengan de duraznos, y es carnosa como el durazno", relata Fernández de
Oviedo52.
Piña.
Crónica de
las Indias de
Gonzalo
Fernández
de Oviedo,
Salamanca,
en casa de
Juan de
Junta, 1547.
Biblioteca
Nacional.
Benzoni aporta con dibujos de algunas de las especies autóctonas. Así como
López de Gómara agrega a su descripción ilustraciones de las hojas de
algunas especies citadas, Benzoni, en cambio, dibuja los árboles de aquellas.
El mamey, la guayaba, el guanábano y el plátano son algunas de las plantas
que coinciden en ambas crónicas.
Tenochtitlán,
en Rhetorica
Cristianade
Diego
Valadés.
Perusiae:
Apud
Petrumia
cobun
Petrutium,
1579.
Biblioteca
Nacional
Una especie totalmente desconocida por los europeos fueron los auquénidos
o camélidos americanos. Para los pueblos andinos, no obstante, llamas,
alpacas, guanacos y pacos eran una fuente de proteínas fundamental, así
como medio de transporte y de carga. Antes de la llegada de los europeos, el
manejo de los camélidos como fuente alimenticia estaba cuidadosamente
controlado por el imperio inka, pero con la Conquista se produjo el
descalabro.
Fernando Cabieses nos cuenta que más de mil años antes de la llegada de
los españoles al Perú, este roedor había sido ya domesticado por los
peruanos para su alimentación. En los países europeos del siglo XVI no tuvo
mayor éxito como alimento porque el occidental tenía serios prejuicios acerca
de la ingesta de roedores.
Guajalote era el exótico nombre con que los mexicas llamaban a un ave
comestible parecida a la gallina. Los españoles le pusieron el explícito
nombre de "gallo de papada" y debe de haber sido bien considerado entre los
extranjeros porque hay registro de que se incluyó en los primeros y más
grandiosos banquetes en el Nuevo Mundo. El año 1538, en la plaza central de
Tenochtitlán, los colonizadores españoles, en un despliegue sin parangones,
degustaron ensaladas, jamones ahumados, pasteles de codorniz, pollo
relleno y perdices traídas de la península, junto con guajalote local 65. Se
sirvió, asimismo, chocolate en tazones con desbordante espuma.
Una hermosa representación del pavo hecha en la época que nos interesa es
la que presentamos a continuación: una escultura en bronce realizada por
Giovanni de Bologne, aproximadamente del año 1567 y que hoy alberga el
Museo Nazionale de Florencia. En su Histoire de la Nature des Oyseaux,
Paris, 1555, P. Belon (Bellonius), ya informado de las noticias sobre tierras
americanas y su fauna, incluye asimismo un grabado en que aparecen tres
pavos.
Pavo. Escultura
de Bronce.
Giovanni de
Bologna, circa
1567. Museo
Nazionale,
Florencia.
NUEVOS ESPACIOS PARA LA SUBSISTENCIA: UNA
NATURALEZA GENEROSA Y EL FIN DEL HAMBRE
MILENARIO
Esta fertilidad de las tierras del Nuevo Mundo era percibida, asimismo, como
una nueva posibilidad de obtener los propios productos que se utilizaban en
Europa en tierras americanas, por cierto más fértiles y cuyo clima aseguraba
cosechas todo el año. Se trajeron entonces naranjos, limones, uvas, plátanos
y caña de azúcar, que revolucionarían la economía mundial hacia el siglo XVI.
Granos tan importantes como el trigo y la cebada, se difundieron también
ampliamente. Los animales también se aclimataron muy bien en estas tierras
de favorables pastos y clima benigno. Durante los primeros años del siglo
XVI casi todos los pobladores en el Nuevo Mundo comían carne y bastante 75.
La tierra americana fue generosa con el europeo. Lo que en Europa era
escasez, en América era abundancia.
Más aún, todos los aspectos culturales que rodeaban a las prácticas
alimenticias indígenas no pueden sino haber colaborado a la formación de
una imagen positiva de las culturas americanas: tanto en el área de
influencia mesoamericana como en la andina, sendos imperios habían
constituido sistemas inteligentes y eficientes de trabajo de la tierra,
sofisticado manejo de las técnicas de irrigación, almacenamiento de los
alimentos y distribución de los mismos que permitieron que las poblaciones
aborígenes americanas no conocieran el hambre. A diferencia del europeo
que viene a estas latitudes a finales del siglo XV, el indígena de esa época
tenía asegurado su sustento y equilibrada alimentación. El hecho no pasó
desapercibido para el conquistador78. Bernal Díaz del Castillo describe el
sistema de almacenes que manejaba el soberano azteca. Ahí se guardaban
alimentos en caso de que las futuras cosechas no fueran tan buenas. Cuando
amenazaba el hambre, los monarcas aztecas abrían sus almacenes y
distribuían su contenido a la población para que pudiese sobrevivir o para
que sembraran para el año siguiente79.
Las descripciones de los cronistas respecto al buen aspecto de los indios, con
sus cuerpos bellos, bien formados, sin barriga no hacen más que hablar de
una buena alimentación al momento de la llegada de los europeos. Por otra
parte, la complexión robusta de un pueblo belicoso y expansionista como los
aztecas, puede ser explicado por una alimentación equilibrada y una gran
cantidad de proteínas84.
CONCLUSIONES
NOTAS
**
Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt Nº 1030862.
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El proceso de introducción de alimentos europeos a América fue, en
cambio, mucho más rápido. Antonio Garrido Aranda sostiene que "la
auténtica revolución "nominada" temprana, siglo XVI, tuvo lugar en América
y afectó de manera desigual a los cuerpos sociales configurados por el
sistema colonial, mientras que la contraparte europea, y mundial, fue más
tardía y anónima", Garrido Aranda, Antonio, "La revolución alimentaria del
siglo XVI en América y Europa en Garrido Aranda (comp.), Los sabores de
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29
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30
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48
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49
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55
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