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PARTIDOS POLITICOS EN LA SOCIEDAD

La Sociedad Civil como un nuevo actor.

Durante muchos años los actores tradicionales en el quehacer político y público fueron los
partidos políticos y el Estado, este último a través de sus diferentes órganos. Los partidos
políticos, que representaban cada uno en el pasado reciente una cosmovisión particular y
un proyecto de sociedad y del Estado, monopolizaban la intermediación entre la ciudadanía
y el gobierno, entendido este como la personalización del Estado. Articulaban las demandas
de los distintos sectores de la sociedad y las formulaban al gobierno en busca de respuesta
pertinente y oportuna. Los temas o asuntos que no eran articulados y formulados por los
partidos, difícilmente podían ser conocidos por las instancias del gobierno. Además de esta
función, esencial en el sistema político, le correspondía también con exclusividad a los
partidos la preparación y entrenamiento de los cuadros diligénciales que ocuparían los
cargos de la administración pública, así como la presentación de los candidatos a los cargos
electivos.

El Estado, por su parte, tenía asignada la conducción del país y la realización de las
funciones, tareas y actividades que aseguraban la estabilidad del sistema y el bienestar
material y espiritual de los ciudadanos y ciudadanas. Además de sus responsabilidades de
dirección y control tenia también los de ser el principal motor de la economía y del
desarrollo social. Todo lo que se exigía para un funcionamiento adecuado del sistema
político y de bienestar de los ciudadanos quedaba en el ámbito de las acciones del Estado-
Gobierno y de los partidos políticos.

Partidos políticos y gobiernos asumían todo el proceso político, quedándole solo al


ciudadano la elección de las autoridades cada cuatro años, en el mejor de los casos. Se
establece una especie de división de trabajo entre los ciudadanos y la clase política: el
pueblo elegía a las autoridades para que decidan y gobiernen, correspondiéndole a los
Partidos la exclusividad de la intermediación entre la sociedad y el Estado.

Independientemente de la opinión que se pueda tener sobre la sociedad civil, lo cierto es


que su presencia es un hecho y los hechos no se pueden negar. Solo admiten
interpretaciones.

La presencia y vigencia de la sociedad civil como un nuevo actor, incluso su


conceptualización, está asociada al rol desempleado en la transición de regímenes
autoritarios (militares y civiles) a la democracia. Sobre la base del rol jugado por los
partidos políticos y el gobierno en estos regímenes, la sociedad civil los ha considerado
responsables de la situación por haber sido sus protagonistas, y esto no ha facilitado
posteriormente sus relaciones que, en vez de armónicas han sido de tensión .Poco se habla,
sin embargo, del rol de la sociedad civil en la consolidación de la democracia, donde se
impone una relación diferente frente al Estado y los Partidos, marcada por la colaboración,
antes que por el enfrentamiento, en la tarea que debe ser común de democratizar la
democracia.

La Sociedad Civil y las organizaciones que la conforman han estado presentes en largas
jornadas de defensa de los derechos ciudadanos, observación electoral, demanda de respeto
a la institucionalidad democrática, hasta actividades de colaboración con las acciones y
autoridades locales o del gobierno central, como también participando en el diseño y
ejecución de políticas públicas o proyectos sociales. En estas acciones y espacios estas
organizaciones de la sociedad civil han asumido una cuota de responsabilidad aportando
elementos significativos para la consolidación de la democracia y la gobernabilidad del
sistema político. No aceptar esta realidad es, simplemente, pretender desconocer los
hechos.

Frente al hecho de la presencia y vigencia de estas organizaciones sociales, es decir, de la


sociedad civil, cabe preguntarse ¿Como ha ocurrido este fenómeno? Que ha pasado con los
actores tradicionales en el sistema político que ha dado lugar al surgimiento y
posicionamiento de la sociedad civil como un nuevo actor? Veamos algunas de las posibles
explicaciones.

Con relación a los partidos políticos debemos partir de su consideración como esenciales a
la democracia y a la estabilidad del sistema. Y que es precisamente por esta esencialidad
que sus limitaciones tienen tan honda repercusión en la institucionalidad democrática, en
la estabilidad política y en la configuración del sistema político.

Desde hace ya algunos años en los sistemas políticos de la mayoría de los países de la región
se advierte una opinión ciudadana poco favorable a los partidos políticos, a la política y a
los políticos. Con relación a los partidos con poco o una gran parte de las encuestas recogen
un valor "optimista sobre ellos. En muchas de ellas aparecen como una de las instituciones
del sistema político con más baja valoración, que se manifiesta en algunos países, ya no solo
ocasionalmente, en una menor concurrencia ciudadana a las urnas electorales.

En términos generales, se aprecia una disminución en la legitimidad y credibilidad que se


les había otorgado a los partidos políticos.

Antes, cuando había una fuerte diferenciación ideológica entre ellos, cada partido
representaba un proyecto de nación diferente. Ahora, acusados de una orfandad ideológica
que les hace muy parecidos entre sí, actúan más como maquinarias electorales para llegar
al poder, y simplemente ejercerlo. De representar cosmovisiones diferentes sobre el Estado
y la sociedad, han devenido, en muchos casos, en simples instrumentos para el ejercicio de
la gestión publica desde el poder del Estado.

Además, parecidos porque no tienen diferenciación ideológica fundamental, tampoco


evidencian mucha diferencia en la concepción que tienen sobre la política y, mucho menos,
en el ejercicio del poder desde el Estado. Terminan siendo sino iguales, o muy parecidos.

Por otro lado, ha ocurrido también que la función de intermediación entre la sociedad y el
Estado, ejercida por los partidos políticos, ha sido cada vez más limitada. La propia
consolidación de la democracia con la apertura a una mayor participación, la complejidad
de lo económico, lo social y lo político con la globalización, así como la consolidación de
grupos sociales y sectoriales emergentes, introduciendo nuevos temas y preocupaciones
que no siempre han sido asumidos por los partidos políticos, ha dificultado enormemente
la articulación oportuna y eficiente de estos múltiples y frecuentemente contradictorios
intereses, para presentarlos en forma de demandas al Estado y a sus diferentes órganos. En
esa situación diversas organizaciones han asumido directamente la articulación de
intereses y su presentación en forma de demandas al Estado, como es el caso de los asuntos
de la mujer y los ecológicos. Ambos tienen vigencia, y han obligado a la formulación de
políticas públicas al respecto, más por la acción de las organizaciones de la sociedad civil
que por iniciativas de los partidos.

Otras importantes funciones atribuidas en el sistema político a los partidos también están
siendo desempleadas de forma compartida con otras instituciones; tal es el caso de las
movilizaciones sociales, la promoción de la participación social y la demanda y formulación
de políticas públicas.
La pérdida relativa de legitimidad y credibilidad en los partidos políticos, hasta llegar al
descredito, tienen en Perú y Venezuela los ejemplos más recientes. Todos debemos evitar
que procesos como estos se repitan.

Respecto al otro actor tradicional, el Estado, ha ocurrido algo semejante. Sus ambitos de
competencia se han reducido y sus funciones redefinidas, trayendo como consecuencia el
abandono de tareas que antes realizaba y que hacía que en amplios sectores de la población
se mantuviera la percepción de que el Estado les asistía, resolviendo algunos de sus
problemas.

El neoliberalismo proclama la necesidad del achicamiento del Estado, la redefinición de sus


funciones, (entendido como Gobierno), reclamando, además, una mayor eficiencia en todos
los ámbitos de su gestión del mercado fue presentado como el sustituto del Estado en las
actividades que este abandonaba y en la redefinición de sus funciones. Sin embargo, el
mercado que se ha mostrado altamente eficiente para la determinación de los precios y la
asignación de recursos, no reporta la misma eficiencia en la distribución equitativa y justa
de la riqueza socialmente producida, concretizada en bienes y servicios que procuran el
desarrollo integral de las personas. Y el Estado apenas puede compensar esas limitaciones
del mercado. El resultado final ha sido que organizaciones de la sociedad civil han tenido
que acometer la demanda o solución de problemas que los afectan de manera particular, o
conjuntamente con algunas entidades del tren gubernamental. Esta necesidad ha dado
oportunidad a una mayor presencia de las organizaciones sociales en los asuntos de interés
público y comunitario.

Así pues, Estado y partidos políticos han facilitado, de alguna manera, la presencia de la
sociedad civil como un nuevo actor en los asuntos públicos y políticos.

Pero sucede, además, que en la medida de que la democracia se democratiza, haciéndose


más participativa, la sociedad civil y las organizaciones que la conforman encuentran mayor
espacio y justificación para reivindicar el derecho a solicitar que sus pareceres sean
escuchados al momento de elaborarse las grandes decisiones nacionales, participar en la
ejecución de las mismas, así como demandar la institucionalidad democrática, la eficiencia
en la gestión pública y la intervención directa en los asuntos que les afectan. En fin, la
democracia participativa reclama la participación de la sociedad civil.

La sola presencia de un nuevo actor en un espacio que había sido manejado con exclusividad
despierta, cuanto menos, un cierto recelo en aquellos actores que se consideraban con
derecho único de ocuparlo. El natural recelo puede pasar a rechazo cuando los actores
tradicionales perciben que hay un cuestionamiento sistemático sobre el desempeño de sus
funciones y que existe la intencionalidad en el nuevo actor de sustituirlos. Eso es lo que ha
pasado con la sociedad civil y los partidos políticos. Disminuidas la credibilidad y la
legitimidad de los partidos, la sociedad civil ha tenido oportunidad de posicionarse como
un nuevo actor en los asuntos de interés publico y político, presentándose como alternativa,
o permitiendo que se forme esa percepción, o queriendo disputarle algunas funciones que
se entendían exclusivas de los partidos.
Llegado a este punto consideramos necesario precisar el concepto y la
naturaleza de la sociedad civil.

Toda persona es formalmente un ciudadano o ciudadana, con derechos y


deberes establecidos en el ordenamiento constitucional y jur�dico adjetivo de
todo pa�s.Sin embargo, ser portadora de esta condici�n jur�dica no hace a
esta persona un ente activo en la defensa y realizaci�n de esos derechos;
necesita para ello ejercer y desarrollar su "ciudadan�a" y la forma m�s
eficaz de hacerlo es mediante la participaci�n en organizaciones sociales que
se forman en torno a distintos asuntos que interesan o afectan a los
ciudadanos.

Estamos en presencia de la ciudadana cuando el ciudadano asume plenamente


sus derechos y los ejerce, fundamentalmente, a trav�s de organizaciones
sociales.Los ciudadanos, asumiendo plenamente la ciudadan�a, se organizan
en torno a determinados intereses, dando lugar al surgimiento de los sujetos
sociales.El conjunto de estos sujetos sociales constituye, la sociedad civil.Por
eso se puede afirmar que la sociedad civil es la "ciudadan�a organizada".

Convendr�a ahora tratar de establecer la diferencia especifica entre partidos


pol�ticos y sociedad civil.Y consideramos de suma importancia hacerlo
porque quiz�s esto permita aclarar confusiones que est�n a la base del
recelo y rechazo mutuos.Colocados como actores en una misma realidad, solo
en la medida de que se conozca y establezca claramente lo que los diferencia
podremos estar en condiciones de delimitar fronteras y hasta de compartir
espacios y roles.

Consideramos que la nota diferenciadora entre partidos pol�ticos y sociedad


civil hay que buscarla en su relaci�n con el poder pol�tico.Los partidos
pol�ticos son instituciones que tienen como objetivo fundamental asumir el
poder del Estado para gobernar.La sociedad civil, por su parte, est� formada
por organizaciones que tienen como objetivo fundamental presionar a quienes
detentan el poder del Estado para que lo ejerzan conforme a la
institucionalidad democr�tica y las exigencias del bien com�n.

Dicho en otras palabras, "los partidos pol�ticos tienen vocaci�n de gobernar


y la sociedad civil de ser bien gobernada".Si aceptamos esta distinci�n
pudi�ramos estar en capacidad de comprender y asumir roles exclusivos y
roles complementarios entre los partidos pol�ticos y la sociedad civil.

Complementariedad entre Partidos y Sociedad Civil

Como vimos anteriormente, por diferentes circunstancias, los partidos


pol�ticos son cuestionados en relaci�n a su credibilidad, legitimidad y
desempe�o de sus funciones, y el Estado ha visto redefinidas sus funciones y
reducida su dimensi�n y alcances, dando lugar todo ello a una mayor
presencia y participaci�n de la sociedad civil en los asuntos de inter�s
p�blico o estrictamente pol�ticos.

Posicionada la sociedad civil como un nuevo actor, los actores tradicionales la


han visto con recelo en principio, y con rechazo luego, en la medida de que
�sta se presenta como una posible alternativa, con vocaci�n de sustituci�n
o, cuando menos, de desprestigiarlos.

Sin embargo, hemos visto tambi�n que si buscamos una diferenciaci�n


espec�fica entre partidos pol�ticos y sociedad civil, en base a su relaci�n y
vocaci�n respecto al poder ejercido desde el Estado, podemos defender que
pueden existir roles exclusivos y otros compartidos, y que en vez de ser
mutuamente excluyentes, la democracia se ver�a fortalecida si se consideran
y se asumen como complementarios.

Si a uno le corresponde gobernar y a la otra la aspiraci�n de que la gobiernan


bien, parecer�a que, en principio, m�s que recelo u oposici�n debiera
existir mutua aceptaci�n y complementariedad. �De qu� maneras puede
colaborar la sociedad civil y las organizaciones que la componen a la
consolidaci�n de la democracia, la gobernabilidad del sistema pol�tico y
complementar a los partidos pol�ticos en sus funciones?Veamos algunos
ejemplos.

Antes quisiera abordar el espinoso tema de la representaci�n pol�tica.Un


argumento regularmente utilizado para descalificar la intervenci�n y
participaci�n de la sociedad civil en los asuntos p�blicos y pol�ticos es
que sus voceros o representantes carecen de la legitimidad que confieren los
votos de los ciudadanos en las urnas.Se afirma desde el litoral pol�tico
partidario que m�s que representar a determinados grupos sociales, se
representan a s� mismo por carecer del mandato pol�tico para poder hacerlo
con la debida legitimidad.

Pienso, sin embargo, que exigirle a la sociedad civil para su participaci�n el


mismo tipo de legitimidad que tienen las autoridades electas provenientes de
los partidos, es asimilarla a los partidos cuando por su naturaleza y
prop�sitos son diferentes, y deben serio.En la Antropolog�a Social se utiliza
el t�rmino de significatividad para destacar la importancia y la
representatividad relativa de un grupo humano, sin que haya mediado una
elecci�n, pero s� una consideraci�n generalizada sobre su pertinencia y rol
determinante en una situaci�n social determinada.Algo parecido
pudi�ramos aceptar en relaci�n a la legitimidad de la sociedad civil de
reclamar su participaci�n en los asuntos de inter�s p�blico y pol�ticos,
avalado, adem�s, por el hecho de que en la democracia su participaci�n es
necesaria y conveniente, sobre todo si quiere ser participativa y representativa
a la vez. Debemos convenir en que la legitimidad basada en la representaci�n
otorgada en las urnas es particular y propia de los partidos pol�ticos, pues
confiere el poder de tomar decisiones, por esta delegaci�n, en nombre y a
nombre de los representados que otorgaron tal poder.En el caso de la
sociedad, de la legitimidad que hablamos es de presionar, demandar, proponer
e involucrarse en los asuntos que les afectan o conciernen.No es para asumir y
ejercer el poder, es s�lo para reclamar que quienes lo detenten hagan un uso
adecuado de �l conforme a la constituci�n, las leyes, la democracia y las
exigencias de la justicia y la equidad.Para tener este derecho y este deber no
hay que recibir un mandato surgido de las urnas, sino el ejercicio pleno de la
ciudadan�a, a trav�s de los sujetos sociales a los que se pertenezca.

Volvemos a la complementariedad entre sociedad civil y partidos pol�ticos,


en t�rminos de la funci�n de intermediaci�n y articulaci�n de intereses
que le corresponde a los partidos.La complementariedad de la sociedad civil
puede manifestarse en la formulaci�n de demandas de sectores que no
utilizan a los partidos pol�ticos para canalizar�as, o que se refieren a temas
nuevos o emergentes, a�n no asumidos por los partidos.El sistema pol�tico
necesita que estos sectores y estos temas encuentran un canal adecuado para
formular sus demandas.

Otra forma de complementariedad proporcionada por la sociedad civil est�


en la alerta temprana que puede dar sobre temas importantes que no est�n
siendo atendidos adecuadamente y que de no serio pudieran derivarse
consecuencias negativas en el futuro inmediato.

La complementariedad puede tomar tambi�n la forma de una visi�n de


mediano y largo plazo, que trascienda la visi�n de gobierno que privilegia
acometer los asuntos que produzcan una rentabilidad pol�tica en el per�odo
de gobierno del partido en el poder.El sistema pol�tico necesita por igual una
visi�n de gobierno, y una visi�n de Estado.

La participaci�n en la elaboraci�n de las grandes decisiones nacionales, sin


querer desplazar a las autoridades u �rganos a los que la constituci�n y las
leyes confieren esta potestad, es otra forma de complementariedad.La
sociedad civil puede aportar otras perspectivas y otras alternativas de
soluciones, al tiempo de que su participaci�n en la elaboraci�n de las
decisiones facilita su defensa e involucramiento en la ejecuci�n de las
mismas.

La supervisi�n de las autoridades en el ejercicio de� poder y en el


desempe�o de las funciones correspondientes puede ser una contribuci�n
meritoria de la sociedad civil, a trav�s de la "auditor�a social". Esta labor
de fiscalizaci�n promueve la eficiencia, el respeto a la legalidad y la
transparencia, valores de gran transcendencia para la salud de la democracia y
del sistema pol�tico.

Una manera reciente, pero de gran potencialidad de desarrollo, de


cooperaci�n de la sociedad civil con el gobierno es la participaci�n en la
gesti�n de servicios p�blicos, con la debida supervisi�n y rendici�n de
cuentas.Esta forma de colaboraci�n, aumentando la cobertura y la eficiencia,
ha sido particularmente beneficiosa en el �rea de la salud, relacionada con la
prevenci�n y la atenci�n primaria.

Todo lo anteriormente indicado evidencia que la complementariedad entre los


partidos pol�ticos y la sociedad civil es necesaria, conveniente y posible.Para
que se produzca s�lo se requiere que ambos actores se asuman como tales,
para beneficio de la gobernabilidad y la consolidaci�n de la democracia.

Sin embargo, para que esta complementariedad pueda producirse, la sociedad


civil tiene que superar algunas de sus limitaciones.No s�lo los partidos tienen
limitaciones, la sociedad civil tambi�n las tiene.

Por su propia naturaleza, constituida por sujetos sociales conformados en


torno a intereses diversos, la sociedad civil es muy heterog�nea.Adem�s de
heterog�neo est� marcada por una proliferaci�n de organizaciones que
ampl�a constantemente sus dimensiones, dando lugar a una gran
estratificaci�n. Esta situaci�n hace necesario y urgente una mayor
articulaci�n a lo interno de la sociedad civil para que sea posible el
surgimiento de "interlocutores v�lidos" frente a los dem�s actores, partidos
pol�ticos y gobierno.

Su dependencia financiera es otra de las limitaciones que deben ser superada,


sobre todo porque es un factor que puede influir en los objetivos de las
organizaciones.La mayor�a de las organizaciones de la sociedad civil tienen
como fuente principal de sus ingresos los aportes recibidos por el Estado, as�
como donaciones, sobre todo internacionales, directas o a trav�s de
proyectos.En todo caso, la necesidad de contar con esos recursos puede incidir
significativamente en lo que pueda ser la l�nea de acci�n de las
organizaciones.La situaci�n se puede tornar conflictiva cuando sus recursos
provienen de organismos internacionales o agencias de gobiernos que tratan
de apoyar en el pa�s acciones no compartidas por el gobierno nacional.

En su funci�n de contribuir a la formulaci�n de demandas al sector


pol�tico, respondiendo a los intereses de los sujetos sociales que la
componen, la sociedad civil a veces hace defensa de temas muy particulares,
perdiendo la integralidad de la problem�tica o presentando soluciones
simples a problemas muy complejos.En ambos casos, la pertinencia de sus
planteamientos es entonces limitada.

Pero quiz�s la dificultad mayor que tiene la sociedad civil para que sea
asumida como complementaria por los otros actores, es que algunas de sus
organizaciones, cuando no la propia sociedad civil en su conjunto, se
presentan como alternativas a los partidos pol�ticos, o desarrollan una
permanente cr�tica a ellos y proclaman la desvalorizaci�n de la pol�tica y
de los pol�ticos, dando lugar a que se tenga esa percepci�n de querer
sustituirlos.No debe olvidar que su vocaci�n es que la gobiernen bien, no
gobernar.Para que la sociedad civil sea reconocida como un actor
complementario a los partidos pol�ticos en el sistema y en la democracia,
ella misma debe primero asumirse como tal y actuar en consecuencia.Le asiste
el derecho a reclamar para s� espacios y roles determinados y tambi�n el
deber de reconocer que a los partidos pol�ticos le corresponde lo mismo y
que las funciones de �stos son y ser�n esenciales en el sistema pol�tico por
lo cual se debe procurar, no su debilitamiento, sino su fortalecimiento.

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