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Afecto
El parámetro del afecto es una cuestión largamente discutida en la música, que se remonta al
concepto de ethos de la Antigua Grecia, es decir, a las emociones que suscita la música en el ser
humano (Fubini, 2005). A finales de siglo XVI y durante el período barroco –o sea, prácticamente,
hasta la primera mitad del siglo XVIII–, esta idea comenzó a recuperarse en la conocida como
Teoría de los afectos [Affektenlehre], que volvía sobre las sensaciones generadas por la música,
hasta el punto de producir tratados como el de Johann Mattheson, Der vollkommene Capellmeister
[El completo maestro de capilla], de 1739, en que se enunciaban una serie de motivos según el
afecto expresado. “Toda variación debe ser conforme con el estado afectivo de la música” 1,
podemos leer en el Klavierschule (1753) de Carl Philip Emanuel Bach, un compositor de transición
entre Barroco y Clasicismo, en cuya música pervivió la Unidad de Sentimiento enunciada por la
estética barroca.
Posteriormente, durante la segunda mitad del siglo XVIII, que abrazó el estilo clásico, el
afecto de la música se tornó en gusto –en el contexto de la composición musical y, también, en el de
la interpretación (Rosen, 2012; Schonberg, 1990)–, y, más tarde, en el ámbito de la música
romántica, en expresión.
Sin pretender realizar una exposición completa de las variadas teorías de los afectos,
indispensables para la comprensión de la música de las distintas escuelas barrocas, se presenta a
continuación una reflexión acerca de cuestiones relevantes en el Clasicismo y en el Romanticismo.
“Hoy día, cuando decimos que un músico que tiene gusto, en general queremos decir que no hace
pesar demasiado su personalidad sobre su música. Pero cada época tiene sus propias nociones sobre el gusto y
en el siglo XVIII se le daba el sentido precisamente opuesto: la habilidad que tenía el músico de introducir su
propia personalidad –su técnica, su estilo, su maestría musical– en lo que tocaba, fuera una música compuesta
por él o no. Pero había límites y según ellos se juzga el gusto del músico. Si realmente quería algo propio a
partir del esqueleto de notas que tenía enfrente, tenía buen gusto, si excedía los límites de su responsabilidad
haciéndose en una exhibición estúpida, insulsa o sin originalidad, se sospechaba de su gusto” 2.
1 KÜHN, C., (2007): Tratado de la forma musical, Madrid, Mundimúsica, 25.
2 SCHONBERG, H. C., (1990): Los grandes pianistas, Buenos Aires, Javier Vergara editor, 25-26.
La estructura de estos temas de oposición interna muestra también una importante profusión
de elementos contrastantes, desde los ámbitos de la textura, la instrumentación y el registro, y, en el
caso del piano, explota contrastes tímbricos en que resuenan las dos familias tradicionales de la
textura orquestal, la cuerda, con una articulación más ligada y el registro grave, en unísono, frente al
viento, más ágil y agudo, marcadamente individual, según podemos ver en los dos siguientes
ejemplos de Mozart:
En Ludwig van Beethoven también se puede observar esta articulación dramática, que
había aprendido de las obras de Mozart...
...y que culminó en las monumentales obras de su madurez, por ejemplo, la Sonata Op. 106
Hammerklavier y la Sonata Op. 111, en las cuales, la oposición de ideas contrastantes llega a su
plenitud a partir de un dualismo técnico –temas que implican un bloque temático generador (azul) y
un posterior desarrollo (rojo), en la primera– o de un dualismo de tipo sonoro y tímbrico –una gran
gama de registros instrumentales del grave al agudo y un juego de texturas propios de la gran
orquesta decimonónica, en la segunda–:
Sin embargo, frente a los temas de oposición interior, Haydn, sin necesidad de crear más de
un tema diferente por obra –bajo la condición monotemática de su forma sonata–, podía cambiar el
carácter de cualquier tema en función del desarrollo temático y de su papel estructural en el
conjunto de la obra, así podemos verlo en una de sus últimas obras para piano, la Sonata Hob.
XVI:50:
Figura VI.109. Ejemplo musical: J. Haydn, Sonata Hob. XVI:50, I, tema principal.
Figura VI.111. Ejemplo musical: J. Haydn, Sonata Hob. XVI:50, I, tema de la segunda sección.
Figura VI.113. Ejemplo musical: J. Haydn, Sonata Hob. XVI:50, I, área de desarrollo secundario.
Finalmente, frente al concepto de gusto, largamente utilizado durante la segunda mitad del
siglo XVIII, la nueva estética romántica rompió el ideal clasicista en favor de un concepto más
individual y libre: la expresión.
“En muchos aspectos, a Beethoven se le puede considerar el primer pianista romántico: violó todas las
leyes en nombre de la expresión –porque en el siglo XIX la palabra expresión ocuparía el lugar del gusto del
siglo XVIII–, y pensó en términos de orquesta, y logró efectos orquestales con el piano” 3.
3 Íbid., 38.
Con todo, lejos de las simetrías clasicistas, los compositores románticos se especializaron en
la modificación del carácter de un tema a través de un extremo desarrollo temático –técnica que
había iniciado Haydn en el siglo XVIII– y de una gran intensificación de la expresividad del mismo
–como era frecuente en la música decimonónica–. Esta característica expresiva puede comprobarse
en dos de las obras para piano más importantes del Romanticismo, la Fantasía Op. 17 de
Schumann y la Sonata en Si menor de Liszt.
En el caso de la Fantasía, todo el primer movimiento y, por ende, toda la obra, surge de un
pequeño fragmento que Schumann elige del ciclo de canciones A la amada lejana Op. 98 de
Beethoven y que constituía un mensaje cifrado a la amada del autor, Clara Wieck, a la que tenía
prohibido visitar en aquella época (Geck, 2014).
Los dos temas restantes están ligados a puntos estructurales bien definidos a lo largo de la
obra: el tema 4 vertebra la segunda sección de Exposición y Recapitulación, mientras que el tema 5
aparece en el Desarrollo –y/o en el tiempo lento, según se considere la forma global de la obra–.
En estos dos últimos fragmentos, el carácter es completamente distinto de los anteriores: el
tema 4, majestuoso, amplio, grandioso, escribe el autor; el tema 5, por contra, recogido, íntimo, de
aliento lírico, Andante sostenuto.
De esta forma, al igual que en el caso del tempo, el carácter cobra una gran importancia en la
alternancia de temas de la Sonata en Si menor de Liszt, dado que, a partir de la transformación
temática, desde tres únicas células motivas, el autor construye una obra enorme con cinco áreas
temáticas bien diferenciadas, cuyo carácter varía en función de su posición dentro de la estructura
general de la sonata.
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