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HISTORIA – 2DO

PROFESOR: PABLO DANIEL FRANCO


COLEGIO MAGNUS – 2019
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METODOLOGÍA DE LA HISTORIA

Toda ciencia que se precie de tal ha de tener una tener una teoría y un método lo más definido posible para avanzar sobre terreno
firme en sus investigaciones. Cuando decimos “una teoría y un método” queremos significar que el historiador (como el estudiante
de Historia) no puede avanzar en su trabajo si no tiene una respuesta clara a las siguientes preguntas: ¿Qué es la Historia?, ¿Cuál es
su objeto general de estudio?, ¿Mediante qué métodos puede arribar a producir o reconocer conocimiento histórico lo más acabado
y objetivos posibles?

Las respuestas a estas preguntas pueden ser extensas; más aún, el carácter de ciencia social (humana) de la Historia así lo requiere
por la amplitud de su objeto de estudio. Pero nunca pueden ser parciales, confusas ni contradictorias.

Lo primero que debemos aclarar es que la Historia no estudia sólo “hechos históricos” sino procesos históricos y dentro de ellos sus
“problemas”.

No existen hechos históricos por sí mismos, sino que es el historiador el que les da la categoría de tales, al rescatarlos del pasado
porque le son útiles a su determinado objeto de estudio (tema) primero y a su tesis sobre el mismo después. A priori, todo hecho
ocurrido en el pasado, más reciente o más remoto, constituye parte de la historia de la humanidad, de su pasado; por eso podemos
decir que está en la “historia-suceder” de la humanidad. Pero para la Historia con mayúscula (recurso gramatical acuñado para
diferenciar la ciencia histórica del simple pasado) un hecho del pasado se transformará en histórico, siempre y cuando sea un dato
elocuente para echar luz sobre una hipótesis histórica abocada al estudio de un determinado proceso histórico (tema).

Al respecto E. Carr señala: “el historiador fue quien decidió que, desde su punto de vista, el paso que hizo César de un riachuelo
como el Rubicón era un hecho histórico, mientras que el paso del Rubicón efectuado antes o después de entonces por millones de
otros individuos no interesaban en lo más mínimo”

En segundo lugar, la Historia debe abocarse a “comprender” el pasado, a buscar explicaciones y causas que dieron lugar al mismo,
para comprender el presente y (si es posible) proyectarse al futuro.

Pero debemos tomar en cuenta que: “Para el historiador comprender no es clasificar, simplificar, reducir a un esquema lógico
perfectamente claro, trazar una proyección abstracta. Comprender es complicar. Es enriquecer en profundidad. Es ensanchar por
todos los lados”.

La Historia no puede establecer leyes. No hay leyes históricas. Hay comportamientos similares y recurrentes. No compete al
historiador ni al estudiante de Historia, realizar juicios de valor sobre lo acontecido en el pasado. Ni sobre los hechos, ni sobre los
procesos históricos, ni sobre los hombres que los protagonizaron.

“El caso es que el pasado cambia continuamente de aspecto cuando se coloca bajo el microscopio del historiador. Su apariencia
refleja la perspectiva desde la que se le interroga y se le reconstruye” La teoría de la Historia nos dice que la brújula del historiador
debe ser apenas el comprender y no el juzgar. Los documentos y todo tipo de fuentes con los cuales se maneja el historiador y el
estudiante de Historia ya están impregnados suficientemente de juicios de valor y subjetividades que trastocan la realidad histórica,
como para que el historiador incorpore premeditadamente los suyos. Sin embargo, no podemos olvidar que cada historiador estudia
e investiga desde su presente, cargado con su ideología, sus valores, sus problemas, sus prejuicios.

“La historia, en realidad, está en relación con las necesidades actuales y la situación presente en que vibran aquellos hechos”, y en
consecuencia “cada historia real es historia contemporánea” explica al respecto Benedetto Croce.

A sabiendas de la subjetividad de la ciencia en general, y de la aún mayor de las ciencias humanas, el estudiante de Historia debe
esforzarse en grado sumo por practicar una especie de “asepsia” de sus fuentes, su tesis y su método. Ante todo, el historiador ha de
ser un “escéptico”; que tanto en la formulación de su hipótesis, en la búsqueda y análisis de sus fuentes (datos) y sobre todo en la
formulación de sus conclusiones debe preguntarse permanentemente “porqué”.

“Aceptar la imposibilidad de la objetividad no implica que sea imposible la rigurosidad del producto histórico”, concluye Pelai Pagès.
Y complementa Sánchez Prieto: “La subjetividad, insistimos, no es un obstáculo; es un hecho no sólo inevitable sino positivo, para
que los acontecimientos históricos puedan ser modificados (en tanto que completados) por interpretaciones posteriores”.

Fuentes:

• Macry, P., La sociedad contemporánea, Madrid, Ariel, 1996


• Febre, L. Combates por la historia, Barcelona, Ariel, 1975.
• FONTANA, JOSEPH; “Introducción al estudio de la Historia”. Editorial: Critica. 1999. Barcelona.

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