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Golpe de Estado en Panamá de 1941

Golpe de Estado en Panamá (1941). Golpe de Estado militar perpetrado el 9 de


octubre de 1941 por Ricardo Adolfo de la Guardia contra el presidente Arnulfo Arias.

Hechos

El 9 de octubre de 1941 es depuesto el presidente Arnulfo Arias (1940-1941) por un golpe


militar liderado por Ricardo Adolfo de la Guardia (1941-1945).

La prensa de la época aseguró que el cuartelazo había sido diseñado y dirigido desde la embajada
de Estados Unidos. El secretario de Guerra norteamericano, Henry Stimson, declaró al respecto:

"Esto fue un gran alivio para nosotros, porque Arias había sido muy problemático y muy pro-
Nazi"

La Guardia, como agradecimiento, permitió de inmediato la ampliación de las bases militares


gringas en la zona del Canal y tras asumir la presidencia, justificó su acción criticando las
actuaciones llevadas a cabo por Arias Madrid, y lo acusó de abandonar el país, sin un
consentimiento previo del Congreso, no sabía el tiempo que estaría en el poder pero tenía la
idea de contar con el apoyo de todas las fuerzas políticas del país, y realizó una que otra promesa
al pueblo como fue la de solucionar los graves problemas políticos, que según el dificultaban la
buena marcha de Panamá y sus relaciones con otros países.

Mayo de 1951: ¿Justicia o golpe de Estado?

Los hechos vividos por los panameños durante los días 7, 8 , 9 y 10 de mayo de 1951 han pasado
a la historia con lecturas diferentes

Un elenco de lujo tuvieron los acontecimientos ocurridos en Panamá en mayo de 1951.

Un líder 'mesiánico' decidido a elevar a su patria por encima de su histórica mediocridad y


atraso. Un grupo de opositores y políticos interesados. Un pueblo sufrido, inflamado por
discursos altisonantes. Un jefe policial astuto, acostumbrado a observar y actuar a conveniencia.

Estos fueron los protagonistas de los sucesos que vivió Panamá ese año, y que son dignos de
una película policial de Hollywood o de un musical tipo Evita. Ya en su momento, los favorecidos
los compararon con los acontecimientos del 3 de noviembre de 1903, ‘cuando todo el pueblo se
unió para buscar la libertad y la independencia de su tierra‘(Proceso Arias, Órgano Judicial,
1951).

Para los perdedores, no obstante, no se trató sino de un brutal golpe de estado.

La semana pasada, en esta misma columna, explicábamos que el detonante de esa ‘semana
insólita' fue la firma del Decreto de Gabinete del 7 de mayo de 1951, que entre otras medidas,
derogaba la Constitución de 1946, ponía en vigencia la de 1941, a excepción de la garantía de
habeas corpus, y cerraba la Asamblea Nacional de diputados.

En otras palabras, una medida que daba al presidente de la República, Arnulfo Arias Madrid,
‘poderes dictatoriales'.

REACCIÓN

Esa noche de lunes, inmediatamente después de que el presidente leyera el decreto de gabinete
en una cadena de emisoras radiales, empezaron las manifestaciones de repudio.
El rechazo tenía razón de ser: al día siguiente, la misma Corte Suprema de Justicia emitió un
comunicado que anunciaba que ....‘lo actuado por el presidente y su gabinete carece de valor
jurídico'. La Constitución solo podía reformarse por medio de ‘un acto legislativo expedido por
la Asamblea Nacional en dos sesiones ordinarias, entre las cuales debía haber una nueva
elección de diputados'.

REPULSA CIUDADANA

A lo largo de los días martes 8 y miércoles 9 de mayo, la población del país se movió llevada por
la euforia. Los actos de rebeldía se daban en todas las provincias. La gente salía a las calles a
manifestarse a gritos. Se hacían llamados a la anarquía a través de la radio.

En la ciudad de Panamá, francotiradores apostados en los edificios del Seguro Social, del Banco
de Urbanización de la Lotería, de la Administración de Correos y hasta en lanchas que navegaban
por la bahía, dispararon contra los manifestantes y transeúntes, provocando el caos y
ocasionando 11 muertos.

‘No éramos personas ni partidos políticos. Todos eramos masa', reflexionaría posteriormente el
exministro Ricardo Arias Espinosa en declaración jurada a una comisión de diputados encargada
de investigar los acontecimientos.

A las cinco de la tarde del día martes 8, una manifestación de unos 30 mil personas se presentaba
ante el Cuartel Central de la Policía Nacional a solicitar al comandante José A. Remón que
repusiera la Constitución de 1946.

Remón pidió calma y prometió que buscaría una solución ‘satisfactoria y patriótica'.

EN NEGACIÓN

Mientras el pueblo se rebelaba y la mayoría de los ministros se daba cuenta de la gravedad de


la situación, el presidente Arias se mantenía convencido de que gozaba del favor del pueblo.

‘La información que le llegaba al presidente estaba distorsionada por los afiliados que llegaban
a la Presidencia en números masivos a animarlo a que mantuviera la Constitución de 1941‘y que
cuestionaba las fuerzas de la oposición, explicaría días después el entonces ministro de Gobierno
y Justicia, José Clemente de Obaldía ala comisión investigadora.

‘En esas condiciones es muy dificil llegar al convencimiento de las cosas'.

Los ministros le insistían a Arias que derogara el decreto, a lo que este finalmente accedió el
miércoles 9 de mayo, bajo la promesa de la Policía Nacional de que podría terminar su mandato
en 1952.

Pero, más tarde, esa misma noche, la Asamblea Nacional, reunida en las oficinas del diario La
Nación, aprobaría la moción de ‘constituirse en tribunal juzgador' y llamar al primer
vicepresidente, Alcibiades Arosemena a asumir la Presidencia de la República.

La Asamblea también resolvió ordenar al comandante primer jefe de la Policía Nacional, José A.
Remón, a que le notificara al presidente Arias su decisión de derogarlo y enjuiciarlo.

No obstante, Arias dormiría esa noche convencido de que al día siguiente todo volvería a la
normalidad, con el apoyo de Remón y de su pueblo.

JUEVES 10 DE MAYO
A las diez de la mañana del día jueves, una enorme marcha presidida por Alcibiades Arosemena
llegaba hasta la Corte Suprema de Justicia para solicitar un nuevo pronunciamiento de los
magistrados, esta vez sobre el ‘impeachment' del presidente.

Allí, el magistrado presidente, Erasmo de la Guardia, certificó que ‘entre las funciones de la
Asamblea Nacional estaba la de reunirse para juzgar al presidente de la República'.

Esto tampoco fue suficiente para Arnulfo, según relata Ricardo Arias Espinosa, quien al acercarse
a la Presidencia esa mañana para recomendarle al presidente que ‘se fuera para su casa' se
encontró con que al palacio habían acudido cientos de simpatizantes arnulfistas, algunos de los
cuales se mantenían dentro del edifico y otros afuera, construyendo barricadas.

Cuando por fin logró entrevistarse con Arnulfo, comprobó que este, malinformado, estaba bajo
la impresión de que la Corte había declarado ‘ilegal' su destitución por la Asamblea.

Cuando Arias Espinosa le recomendó que se retirara, Arnulfo le explicó que acababa de enviar
una serie de cables a países amigos advirtiéndoles de la ‘gran conspiración comunista' que se
armaba en su contra.

‘La situación no es insalvable; el problema ha dejado de ser interno, se ha convertido en un


problema internacional, aun tengo muchas cartas por jugar', le dijo Arnulfo al exministro, según
el relato de éste último.

Estos mismos argumentos presentó Arnulfo a Remón en una conversación telefónica pocos
minutos después, hasta que el comandante se vio obligado a explicarle que ‘ya no lo podía cuidar
más'.

Llevado por su astucia y larga cancha, Remón se comunicó de inmediato con el jefe de la guardia
presidencial, el mayor Alfredo Lezcano Gómez, para pedirle que protegiera la armería de la
Presidencia.

Poco después, Lezcano Gómez recibía la invitación de subir al despacho presidencial.

A lo largo de los años, los historiadores no han podido dar una versión final de los hechos que
sucedieron a continuación.

Varios relatos coinciden en que Arnulfo esperó largo rato y, viendo que Lezcano no llegaba, lo
mandó a llamar nuevamente, a lo que el teniente tampoco hizo caso. Entonces, el presidente
bajó personalmente con su edecán a buscarlo. Esta fue la última vez que se vio al mayor y a su
teniente Juan A. Flores con vida.

Personas que estuvieron presentes narran que cuando el doctor Arias bajó al piso intermedio
de la escalinata hacia el patio de las garzas, desde el patio interior, Lezcano demandó que
se rindiera y entregara su arma, a lo que Arnulfo replicó "¡Yo soy el presidente de la República!"

Según la misma versión, Lezcano intentó desenfundar su arma pero el teniente Flores, que
estaba al lado de Arnulfo fue más rápido y mató a Lezcano. El escolta del teniente abatió al
teniente, mientras Arias y su acompañantes subían al primer alto.

Cuando el comandante Remón llamó nuevamente a la Presidencia y pidió volver a hablar con
Gómez, nadie sabía de él.

El mismo Arnulfo le informó de que ‘el mayor había tratado de matarlo' y que no sabía qué había
pasado después con él, que ‘suponía que estaba herido en algún lugar de la Presidencia'
De alguna manera, el cuerpo del jefe de la guardia presidencial salió del Palacio de las Garzas y
fue llevado a la morgue, desde donde los médicos forenses reportaron a Remón que éste había
muerto cuatro horas antes. Remón miró el reloj y vio que eran las 4:40 de la tarde.

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