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¿Quiénes deben ser los ciudadanos de la nueva república? ¿Todos los hombres libres, sin importar
su raza y condición? Si la república quería construirse sobre las bases de la igualdad y la libertad,
¿quiénes deberían tener derecho de ser reconocidos como ciudadanos?
Las proclamas peninsulares y las primeras Constituciones que se promulgaron en la Nueva Granada
son testigos de estas reflexiones. En 1810, dos años después de la invasión de Napoleón a la
península ibérica y con el ánimo de evitar la separación de las colonias, los españoles declararon
abiertamente la igualdad entre peninsulares y americanos. “Desde este momento, españoles
americanos” proclamó enfáticamente el Consejo de Regencia español en 1810: “os veis elevados a
la dignidad de hombres libres (…) Vuestros destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de los
virreyes, ni de los gobernadores, están en vuestras manos”. Y así fue. Poco tiempo después, ante la
frustración cada vez más grande de la población a causa del poco espacio político dado a los
nacidos en América, en lo que hasta entonces había sido el Virreinato de la Nueva Granada
surgieron gobiernos que se consideraban y se reconocían como soberanos e independientes. El
territorio presenció la proclamación de una gran variedad de textos constitucionales, entre ellos el
Acta de la Constitución de El Socorro (1810), y la Constitución de Tunja (1811), Cundinamarca
(1811, 1812, 1815), Antioquia (1811, 1812 y 1815), Cartagena (1812), Popayán (1814), Mariquita
(1814), Neiva (1815) y Pamplona (1815). Todas estas reflejo de la dificultad y el reto que implicaba
para los neogranadinos descifrar y llegar a un acuerdo sobre cuál debería ser el nuevo orden
institucional.
Pero ¿qué nos dicen estas Constituciones sobre los nuevos ciudadanos?, ¿quiénes tenían derecho
a gobernar y elegir a sus gobernantes? Muchas de estas preguntas encontraron respuestas en los
textos constitucionales. El Acta de la Constitución de El Socorro (1810), por ejemplo, declaró el
rompimiento del “vínculo social” con la monarquía española y la restitución al pueblo “a la
plenitud de sus derechos naturales e imprescriptibles de la libertad, igualdad, seguridad y
propiedad”. El pueblo, en quien recaía la soberanía, era quien libremente determinaría la clase de
gobierno que mejor se le acomodara y los “vecinos útiles” quienes elegirían a sus representantes.
Definir la ciudadanía se convirtió en uno de los aspectos más importantes del proceso de
construcción de la nación después de la independencia. Y aunque ser ciudadano en el siglo XIX
colombiano iría mucho más allá de las definiciones dadas en las Constituciones, fue por medio de
estas que la ciudadanía en el siglo XIX se estableció, debatió e incluso cuestionó.