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Imperio Inca
La educación en el Imperio Inca siguió los lineamientos de la
sociedad clasista, esto es, únicamente la clase noble tuvo
acceso a una educación esmerada que la preparó para el
ejercicio de la labor gubernamental, en cambio, la clase popular
recibió una educación enteramente práctica.
EL YACHAYHUASI
El Yachayhuasi, o Casa del Saber, fue el centro de enseñanza
para los jóvenes, integrantes de la realeza y de la nobleza que
allí acudían para ser preparados como clase dirigente a cargo de
los maestros o Amautas. El funcionamiento del Yachayhuasi
empieza con Inca Roca, quien fundó escuelas de este tipo en el
Cusco; con el correr del tiempo y a medida de la expansión
imperial la educación en este centro de estudios y preparación
se oriento, básicamente, a cuatro aspectos: lengua (quechua),
religión (dios Inti, Sol), manejo e interpretación de quipus
(contabilidad y estadística) y una historia militar (vinculada a las
figuras y actos heroicos de los antepasados). A esto se agrega el
cultivo de la parte física y la estrategia militar que todo noble
debería dominar de tal suerte que, al término del ciclo de
estudios, se encontraban preparados para la ceremonia
del Huarachico que los habilitaba como nobles capacitados
para asumir funciones del gobierno.
El proceso de enseñanza-aprendizaje estaba a cargo de los
Amautas, que eran considerados como los hombres más cultos
del Imperio y quienes “recitaban” sus lecciones siendo
escuchados, atentamente, por sus jóvenes alumnos que
deberían aprenderlas de memoria. Existían castigos para los que
demostraban su pereza en el aprendizaje, que consistían en
azotes (por lo general en número de diez y una sola vez al día),
lo mismo que, también, para el Amauta que se excediese en el
castigo.
EL ACLLAHUASI
Era el centro de formación femenina. Es la Casa de las Acllas o
Casa de las Escogidas. Si bien es cierto que existieron
acllahuasis en provincias, el principal de ellos se encontraba en
el Cusco, en lo que hoy es el Convento de Santa Catalina. Este
Acllahuasi era un recinto rodeado de elevadas murallas; en su
interior contaba con extensos jardines, arboledas y amplias
mansiones donde vivían las acllas o muchachas más bellas del
Imperio, seleccionadas por sus encantos, habilidad y capacidad
por funcionarios especiales llamados Apu-panacas En el Cusco
existieron más de tres mil de estas doncellas divididas en tres
categorías: las exclusivas para el servicio y atuendos del Inca,
las que se entregarían como premio para esposas de los nobles
y hombres de mérito, y, por último, las destinadas a servir en el
culto y la religión. Estas últimas eran, específicamente, las
denominadas Vírgenes del Sol, no deberían tener contacto
mundano, ni aun el propio Inca podía visitarlas, deberian
conservarse puras y se dedicaban a la confección de
implementos y enseres para la religión y sostenimiento del
culto.
Acllahuasi de
Pachacamac
LAS CIENCIAS
Durante el incanato se cultivaron diversos aspectos científicos
entre los cuales cabe mencionar:
LA EDUCACIÓN POPULAR
Ya hemos establecido que la educación fue clasista, puesto que
sólo los hijos de los nobles podían acudir a los Yachayhuasi. El
pueblo tenía una educación eminentemente práctica y
destinada a su quehacer en cumplimiento de lo planificado por
el gobierno inca, es decir, las labores agrarias, construcciones
de todo tipo, actividades en la minería, ganadería, guerras, etc.
Por esta razón, el mejor maestro del niño, adolescente y joven
del pueblo fue su propio padre. A él ,le acompañaban en las
faenas agrícolas, para ir dándose cuenta, de la forma cómo
éstas se realizaban; lo mismo en todas las actividades que la
comunidad o ayllu efectuaba. Alguna vez escuchaban de sus
parientes más ancianos, historias y relatos de la grandeza del
imperio. A los 14 ó 15 años se ponían bajo el adiestramiento del
maestro de armas de la comunidad quien los ejercitaba para su
ingreso a filas en las tropas imperiales. Su escuela fue, pues, la
vida misma; fueron austeros y sobrios, enseñados para
obedecer, cumplir y confiar en sus gobernantes a quienes
debían la seguridad y el bienestar colectivo.
LA TRADICIÓN ORAL
Las grandezas del imperio fueron recogidas por los cronista
españoles, por boca de los propios personajes del
Tahuantinsuyo. Esto nos indica que dieron gran preferencia a la
tradición y al relato oral. Estos relatos se trasmitían de
generación en generación y servían, además de elementos
perennizantes de la historia inca, para lograr una mejor
formación popular, ya que en ellos se hacía constar el origen
epopéyico y legendario del imperio, las hazañas y grandezas de
sus gobernantes; las grandes batallas y las grandes conquistas,
el triunfo sobre los vencidos. También estos relatos, que
conforman la tradición oral, iban referidos a la manera laboriosa
y paciente, pero, al mismo tiempo, grandiosa cómo habían
construido sus grandes templos, sus palacios y sus fortalezas.
También incidíán en la religión y sus dioses, todos ellos de
carácter superior. En ellos, pues, bebía el pueblo y la nobleza la
esencia misma del acontecer, magnífico y brillante, del poderoso
Tahuantinsuyo.
La educación en el
Virreinato
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PRIMERAS LETRAS
Eran ejercicios de lectura y escritura en castellano. Podían
realizarse bajo la supervisión de un tutor particular, pero
también en algunas escuela municipal o conventual.
ESTUDIOS MENORES
Estaban asociados al aprendizaje del latín y los conocimientos
académicos se impartían en dicha lengua. Incluían la enseñanza
de gramática, retórica y dialéctica. Durante la primera, los
alumnos pasaban la mayor parte del día oyendo sus lecciones y
ejercitándose en el latín. En la tarde debían repasar lo aprendido
y preparar pequeños textos. Los mejores leían los sábados en
actos públicos. Con el segundo curso, se pretendía perfeccionar
el arte de la oratoria. Finalmente, el tercero debía servir para
mejorar las composiciones de los alumnos.
ESTUDIOS MAYORES
Se estudiaba arte o filosofía aristotélica durante
aproximadamente tres años. Concluidos estos, el alumno recibía
el grado de bachiller en artes.
COLEGIOS MAYORES
Era internados que funcionaban como vivienda para los
estudiantes de la Universidad de San Marcos. Allí estas
repasaban las lecciones aprendidas, bajo la supervisión de un
tutor. Instituciones de este tipo eran: el colegio Real de San
Felipe y San Marcos (vinculado a la Universidad de San Marcos),
del colegio San Martín (a cargo de los jesuitas) y el Seminario de
Santo Toribio de Mogrovejo. El que más destacó fue el colegio de
San Martin. Creado en el siglo XVI por los jesuitas, pretendió
favorecer a los estudiantes de filosofía. No obstante, pronto se
convirtió en centro educativo de casi toda la aristocracia criolla
limeña.