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University of "^oronto
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HISTORIA
DEL PERÚ
BAJO LOS BORDONES.
Í/JÁR ^1 1968
DtJLr PERtl
BAJO LOS BORBONES.
LIBRO PRIMERO,
REINADO DE FELIPE V.
15 MÉDICO X
CAPITULO PRIMERO.
DON MELCHOR PORTOCARRERO , CONDE DE LA MONCLOVA.
1700 — 1705.
EL CONDE DE LA MONCLOVA. 5
CAPÍTULO II.
LA AUDIENCIA.
1705-1707.
12 LA AUDIENCIA.
comisionados particulares recibieron autorización
para perseguir á los contrabandistas; y en efecto,
CAPITULO IIL
1707-1710.
rias.
casa.
Cediendo á las inspiraciones más benéficas ,
pe-
netraron hacía 1709 por las montañas de Chan-
chamayo los misioneros franciscanos, que á los po-
cos años debían lograr florecientes reducciones á las
márgenes del Perene junto , al cerro de la Sal en , el
CAPITULO IV.
1710 - 1716.
gradas, que una mano sacrilega había sustraído del f>^ rUrtA
sagrario, junto con el copón , en la noche del 29 de j,.i¡f^-^t^^*
Enero de 1711.
En la mañana del 31 fué descubierto el atentado'
Aj-^^
^
trada extraordinaria ,
y por cierto no despreciable,
de 253.868 pesos 7 reales por derechos de almoja-
rifazgo,y 119.328 pesos por alcabala.
Unas providencias, que tan bien consultaban los
CAPITULO V.
1716—1720.
te , el número de muertos ,
que se hacia variar des-
(
de 20.000 á 80.000. La dolencia se caracterizaba
á veces de tabardillo , otras de humor colérico ,
y
más á menudo desconcertaba el juicio de médi- los
\
cos. Los síntomas más comunes fueron fiebre inten-
sa, fuertes dolores de cabeza y vientre, delirio,
CAPITULO VL
DON FRAT DIEGO MORCILLO, ARZOBISPO DE LIMA.
1720-1724.
Filipinas.
Las ventajas, que el corsario no pudo conseguir á
EL ARZOBISPO DE LIMA. 35
CAPÍTULO VIL
DON JOSÉ ARMKNDARIZ, MARQUÉS DE CA8TKL-FÜERTK.
1724-1736.
discordia.
Las elecciones de provinciales continuaban pre-
sentando la gran exaltación de ánimos, que hoy
suelen ofrecer las más acaloradas contiendas políti-
cas. Siempre se disputaba en ellas la distribución
56 EL MARQUES DE CASTEL-FÜERTE.
Chile en 1731 fué acompañado de una salida del
mar y destruyó por completo la ciudad de la Con-
cepción. Sin necesidad de tales terrores, halló abun-
dante fomento la piedad en las exhortaciones de los
misioneros quienes con su vida austera
, y celo apos-
tólico comunicaban una irresistible elocuencia á sus
exhortaciones á la penitencia. Secundábanlos el Vi-
rey prohibiendo con severas penas, y el Arzobisiio
conteniendo con sus censuras, la provocante desi:
dez de los trajes. Con tales esfuerzos se consiguió
butos ,
y para que ningún tributario pudiera exi-
mirse del pago con la falsa excusa de ser mestizo,
obligaba á comprobar este origen á cuantos para
su exención lo alegaran. La necesidad de estas
ba , y no redimirlos
quería empadronarlos á todos ,
fundiciones.
La amonedación habría sido más cuantiosa á no ,
1736 — 1745,
La lucha, así entre la barbarie y la cultura,
como entre la reacción y el progreso, continuó, bajo
las formas más variadas, en el gobierno del Marqués
cindario.
Yernon, que disponia de una imponente escua-
dra, se prometia, por el lado del Atlántico, esplén-
didos triunfos, que se tornaron en amargos desen-
gaños. Habia principiado con buen éxito sus ope-
raciones en el istmo ; pero no recibiendo de Anson
el apoyo que esperaba del otro lado, y sabiendo, que
CAPITULO IX.
1745-1746.
truidas conversiones.
Iba á terminar el largo reinado de Felipe V. Si
por la fuerza de los acontecimientos , superior á la
voluntad de los hombres habían principiado
, á sa-
lir las y entorpecimiento que
colonias del letargo
las condenaban á una infancia perpetua; no pudie-
ron realizarse grandes mejoras, tanto por falta de
un sistema ilustrado y estable , cuanto porque las
pretensiones dinásticas inutilizaron las generosas
aspiraciones de los pueblos. En cerca de medio siglo
no había recibido la misma Corte , entre derechos
reales v menos de seis
donativos graciosos , sino
millones de pesos cantidad que el Perú pudiera
, ,
LIBRO IL
REINADO DE FERNANDO VI.
CAPÍTULO ÚNICO.
DON JOSÉ MANSO DE VELASCO , CONDE DE SUPERUNDA.
1746-1759.
EL CONDE DE SUPERUNDA. 91
EL CONDE DE SUPERUNDA. 93
años.
La reedificación se hizo con cierta lentitud, no sólo
por la falta de medios , sino porque ricos y pobres
se resistían á abandonar los asilos provisionales, le-
derada ganancia ;
que el fisco aseguraría el pago de
las alcabalas y que ,
los indios trabajarían en pro-
vecho propio y común, por la necesidad de pagar los
LIBRO III.
CAPITULO PRIMERO.
DOK JOSÉ MANSO DE VELASCO , CONDH DB SÜPERUNDA.
1759—1761.
CAPÍTULO IL
DON MANUEL AMAT Y JDNIKNT.
1761-1776.
hombres.
Si eran enormes los excesos de los que hablan de
asegurar el orden social con la administración de
justicia; no debian lamentarse menos los de los
curas , á quienes correspondía ser el espíritu vivifi-
cador de los pueblos con sus influencias religiosas.
Siempre hubo entre ellos algunos dignos ministros
del Evangelio, que favorecieron los progresos de la
civilización y fueron verdaderos padres de los in-
dios. Aun entre los poco ajustados en su conducta,
se hallaron hombres, que hicieron mucho bien á las
familias , y en lugares desamparados ó poco provis-
tos eran la providencia de los viajeros. Mucho debe
atenuarse la responsabilidad de los más culpables
porque no entraban á su difícil carrera por una fir-
136 D. MANUEL AMAT Y JUNIENT.
resto de la población.
Por más empeño, que el Virey pusiera en evitar
las dilapidaciones, no abrigábala esperanza de ex-
tirparlas, no habiendo encontrado persona, que no
burlara su confianza. Quejábase sobre todo de los
oficiales reales, quienes especulaban de todos modos
y malversaban constantemente los caudales del Es-
tado. El Gobierno se proponía aumentarles el suel-
do para ponerlos al abrigo de la tentación ; reme-
dio harto débil, cuando los malos manejos, profun-
damente arraigados les ofrecían mucho mayores
,
CAPITULO IIL
1776-1780.
IlíOlCO 90
•art '
que para
,
rechazarlos , se aprestó una expedición
para el reino de Quito, y se enviaron á Buenos-Aires
sobre cuatro millones y medio de pesos pero ha-
; ,
CAPÍTULO IV.
1780—1783.
Bertis ,
persuadido de que para emprender tan pe-
noso viaje debia estar sobrado de razón , expidió al-
cenas campestres.
Las fiestas no hacían olvidar los preparativos mi-
litares. Las fuerzas venidas de Lima, aumentadas
con algunas milicias de Guamanga, las del Cuzco
y los indios fieles elevaron pronto el ejército á
17.116 plazas; dividido en seis columnas que
hablan de cerrar á Tupac Amara todas las salidas,
marchó la principal comandada por el Inspector ge-
196 REVOLUCIÓN DE TUPAC AMARU.
neral hacia Tinta, donde el jefe rebelde se estaba
y tenia una fundición de artillería. En
fortificando
aquella campaña no hubo combates memorables;
sólo un destacamento experimentó algún desca-
labro columna, que operaba por Cotabambas,
; la
Cnraríí, ;dl,''i, ííd el nino d(» Santa !<'«, h<í vio ftronto
al destierro.
CAPÍTULO V.
1780-1784.
CAPITULO VI.
1784—1788.
I
rochiri, Canta, Chancay, Santa.
I
nat aguas.
-rr { Huancavelica
..' , Angaraes
° , Tayacaia,
•''
HUANCAVELICA < >-^, '
*'
( Castrovireina.
(Cercado , Anco , Huanta , Cangallo,
Andaguailas , Lucanas, Parinaco-
I chas.
í
Cercado, Abancay Aimaraes Chun-
, ,
Totales 7 52
/
un cuartel en el colegio real de San Felipe dio co- ,
Tributos 869.982 4 V,
Oruzada 110.297 5
Azogue de Huancavelica 135.512 3
Casa de moneda 345.100 2 t/j
Almojarifazgos . 776.163 3
Alcabalas 148.076 3 Vj
Impuesto sobre el aguardiente 148.076 3 Vj
Azogue de Almadén 109.694 1/2
Guerra 1.897.731 1
Ramos particulares 699.065 ^2
Ramos ajenos 350.750 1 ^l<¡
LIBRO IV.
CAPITULO PRIMERO.
DOK TEODORO DE CROIX.
1788-1790.
16
242 D. FREY FRANCISCO GIL.
CAPÍTULO 11.
M¿OtCO
•n» 90
^^1
|l
jjQjj pREY FRANCISCO GIL DE TABOADA Y LEMOS.
1790-1796.
:
ji^ por 250 ejemplares, y cediendo las ganancias
enr beneficio de los huérfanos. La prensa periódica,
<;iasi muda hasta entonces, tuvo algunos órganos
-que, junto con noticias interesantes, propagaban
ideas de suma importancia ; la Gaceta de Lima
satisfacía la curiosidad piil)lica, vivamente sobre-
excitada por los grandes sucesos de Europa ; y el
\
;;
I
gas distancias en grandes embarcaciones , mien-
tras su mujer se complacía enjugar con lindos mo-
f
nitos; el feroz casibo, aficionado á la carne huma-
í na , traia en las flechas el pelo de sus víctimas ; el
CAPITULO IIL
1796 - 1801.
268 LA AUDIENCIA.
CAPÍTULO IV.
LA AUDIENCIA.
1801.
Pesos. Reales.
EL MARQUES DE AVILES.
^^ ^-^^ CAPÍTULO Y
,
M¿DICO 50
DON GABRIEL AVILES , MARQUÉS DE AVILES.
1801-1806.
tumbre.
La con^^ersion de los infieles no era abandonada
por el Gobierno en aquellas circunstancias aflicti-
sos ,
que se precipitaban en América y en la me-
trópoli.
CAPITULO VI.
1806—1808.
de la nación.
D. JOSÉ ABASCAL. 295
LIBRO V.
CAPITULO PRIMERO.
DON J08É ABA8CAI,.
1808 — 1816,
meñas.
Las precauciones para conservar el orden esta-
blecido en el vireinato habrían tenido resultados
efímeros , si no se lograra contener el progreso de
la revolución, que se enseñoreaba de Quito, Chile,
Buenos-Aires y Alto-Perú. Al tenerse noticia de
tan extensos movimientos, se reunió una junta, en
304 D. JOSÉ ABASCAL.
que tomaron parte la Audiencia , el Arzobispo, los
jefes militares de mayor graduación , representan-
tes del Tribunal de Cuentas y otros sujetos de gran
influencia. Al deliberarse sobre el partido más con-
veniente para comprimir el general alzamiento,
opinó la mayoría, que los levantados debian ser
combatidos con la fuerza de las armas. El regente
Arredondo habia sido de opinión : que la guerra
sería fatal ala dominación española; que, si era fácil
derrotar á gente inexperta en batalla campal, no
tardarían en reparar sus desastres, se aleccionarían
con ellos, y al fin obtendrían el triunfo; pero que,
si en vez de las armas se apelaba á los artificios de
la política, pudiera introducirse la división entro
siados cómplices.
Siempre ciegos ante los progresos del sentimien-
to patriótico , abrigaban los defensores gran con-
fianza del triunfo completo en 1814, porque veian
á Fernando VII, pronto á ser restablecido en el
D. JOSÉ ABASCAL. 313
CAPITULO II.
1816 - 1821.
El nuevo Virey era activo, valeroso, fiel á sus
deberes y de la dignidad personal correspondiente
á su elevado cargo; pero no estaba en armonía con
las ideas del siglo y se hallaba dotado de mayor ap-
titud para hacer la guerra al frente del ejército, que
para dirigir los negocios del gobierno. Sus panegi-
ristas le elogiaron desmedidamente en prosa y en
verso, en la universidad y en el pulpito; mas, se-
gún se dice, dio justos motivos para quejarse de su
porte poco caballeroso, á su digno antecesor, á cuyo
mérito y beneficios debia consideraciones y reco-
nocimiento. La reacción absolutista no perdonaba
ni aun á los más leales servidores del Rey, el que
hubiesen manifestado cierta tolerancia con las nue-
vas doctrinas. Fernando VII condenaba á prisión,
presidio ó últiaio suplicio á los que habían peleado
para restablecerle en el trono, sí llegaban á estar
más ó menos convictos de liberalismo. La monar-
D. JOAQUÍN DE LA PEZUELA. 321
libertad. •
contrarios.
Lo que entre producía júbilo y en-
los patriotas
rantes ,
y para honra del Perú , que inspira los más
dulces sentimientos en los tiempos de mayor enco-
no, fueron mucho más raros de lo que suelen ser en
países muy cultos, los bárbaros excesos de la guerra.
Sólo hubo que lamentar, de un lado algunas matan-
zas, ejecutadas por contados realistas en desiguales
combates con los indios , y la devastación de algu-
nos pueblos entusiastas ; y de otra parte las atroces
represalias , tomadas á veces por los indígenas , sea
en el fragor de los combates, sea por un frió fata-
Aquiles de la república.
Los patriotas de Lima consiguieron, por su habí-
D. JOAQUÍN DE LA PEZUELA. 363
CAPITULO III.
DONJOSÉPELASERNA.
1821.
taba disputando.
Conforme á los deseos manifestados por Aldao,
habia dado San Martin lugar en el ejército á sus
guerrilleros , distinguiendo á la caballería ,
puesta
á las órdenes de aquel intrépido jefe con el nombre
de Granaderos á caballo , y la infantería con el
enormes galgas ,
que arrastraban otras muchas
piedras en su descenso , destrozaban sus columnas,
y aguardándolos después en los desfiladeros, les
D. JOSÉ DE LASERNA.
tarse por el momento de la suspensión de hostilida-
des; y en efecto, previas algunas propuestas de
entrambas partes , difíciles de concillarse entre si
lles , atronando
los cohetes y ensordeciendo los vi-
FIN.
i
índice.
LIBRO PRIMERO.
REINADO DE FELIPE V.
Páginas.
Lima 34
CAPÍTULO VIL Don José Armendariz, marqués de Cas-
tel Fuerte 43
CAPÍTULO VIIL D. Juan Antonio Mendoza, marqués de
Villagarcía 63
CAPÍTULO IX. Don JoséManso de Velasco , coiide de
Superunda 81
LIBRO IL
LIBRO III.
'
REINADO DK CARLOS lil.
Páginas.
LIBRO IV.
LIBRO V.