El documento resume un artículo que discute la relación entre el saber, el poder y la ética en las instituciones. Argumenta que el saber se subordina al poder y sirve para reproducirlo, ocultando su dependencia detrás de un discurso de saber puro. También señala que las prácticas institucionales rara vez reflejan una ética real, operando más bien para mantener el orden establecido y los intereses de sus dirigentes sobre los de la población. Concluye que las instituciones deberían centrarse en producir soluciones para
El documento resume un artículo que discute la relación entre el saber, el poder y la ética en las instituciones. Argumenta que el saber se subordina al poder y sirve para reproducirlo, ocultando su dependencia detrás de un discurso de saber puro. También señala que las prácticas institucionales rara vez reflejan una ética real, operando más bien para mantener el orden establecido y los intereses de sus dirigentes sobre los de la población. Concluye que las instituciones deberían centrarse en producir soluciones para
El documento resume un artículo que discute la relación entre el saber, el poder y la ética en las instituciones. Argumenta que el saber se subordina al poder y sirve para reproducirlo, ocultando su dependencia detrás de un discurso de saber puro. También señala que las prácticas institucionales rara vez reflejan una ética real, operando más bien para mantener el orden establecido y los intereses de sus dirigentes sobre los de la población. Concluye que las instituciones deberían centrarse en producir soluciones para
1. Título. Ética del saber y las instituciones. En: Ética ¿discurso o
práctica social? 2. Autor: Eduardo Balestena 3. Edición Paidós 4. Fecha Marzo 26 de 2019 5. Palabras Claves, Saber, poder, Ética, relaciones, 6. Descripción. Artículo publicado en compendio realizado por Natalio Kisnerman en relación a la ética profesional en trabajo social. 7. Fuentes. -BALESTENA, Eduardo. (1996): Lo institucional, paradigma y transgresión. Buenos Aires, Espacio -Berger, P. y Luckman, T. (1986). La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu -Foucault, M. (1993): Las redes del poder. Buenos Aires, Almagesto -Foucault, M. (1991): “Saber y verdad”, Buenos Aires, Ediciones de la Piqueta. -Goffman, Ervin. (1984): Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Buenos Aires, Amorrortu -Kisnerman, Natalio. (1998). Pensar el trabajo social, Buenos Aires, Lumen Hvmanitas -Kisnerman, Natalio. (1999). Reunión de conjurados, Buenos Aires, Lumen Hvmanitas.
8. Contenidos. Saber e investigación: inocencia y no inocencia:
En primera instancia el autor realiza un cuestionamiento
frente a si el saber es o no independiente al poder, así como el rol de poder que desempeñan las instituciones frente al saber mismo. A partir de estos planteamientos aparece un acercamiento a la relación existente entre el saber y el poder, cómo el primero vive para responder a una realidad ajena, renunciando a sí para servir al segundo, dicho proceso al producir más saber, a la vez reproduce más dependencia del poder. Al insertarse en estas interconexiones de subordinación, se finge un saber puro y democrático, con el fin de encubrir la realidad. De esa manera el saber entra en conflicto con los valores sociales y es allí cuando se entra a considerar la relación con la Ética.
La Ética es vista, según Kisnerman, como elección de
propósitos mediante los que operamos; también es entendida como una reflexión de por qué hay comportamientos que se consideran válidos según el contexto de relaciones sociales, diferente a la moral, la cual se refiere a los comportamientos o acciones válidas en la sociedad; aparece así la pregunta de sí existe o no una sociedad moral lo que el mismo autor responde negativamente, refiriendo el construccionismo, ya que desde esta postura, las reglas morales no garantizan que un grupo actúe según estas.
Desde esta perspectiva se presenta como la diferencia
entre el discurso y la acción sólo genera un discurso de justificación que abre campo al actuar no ético; la construcción social, está enmarcada en las relaciones de poder, llegando a la conclusión de que la realidad es una construcción desde la trama del poder. En medio de este contexto, al no producirse acciones éticas se produce lo contrario, el saber (qué) se vincula a la perpetuación del poder (cómo y con quién). De esa manera, el saber nunca será liberador, ni romperá con el cómo, con la estructura, por el contrario continuará con las viejas relaciones existentes inhibiendo una ética fiel a sí misma con una finalidad social que tienda a la verdad.
A continuación el autor entra a realizar algunas
consideraciones sobre el saber y la investigación, menciona las articulaciones que tiene el saber (problemas, resultados y concepciones morales) y frente a ellas evidencia cómo el investigador en su afán por obtener resultados es capaz de pasar por encima de la moral, así, la práctica se legitima cuánto más se distancia de la Ética, pues ya no se reflexiona sobre lo moralmente aceptable. De esa manera, desde el poder se validan acciones inmorales, que a su vez establecen prácticas, dichas prácticas rompen con el sentido y ya no se puede regular la relación entre el investigador y lo moral.
Así las cosas, el investigador moral no triunfa, pero el
inmoral tiene éxito e incluso no responde por el daño realizado simplemente porque obtuvo resultados. LLegamos entonces a un ética relativa, en la que existen grandes reglas que finalmente son quebrantadas, y en las el mal actuar se impone sobre lo que es correcto.
En el proceso del saber, quizá, se quiebra con el poder
para impulsar una nueva iniciativa, sin embargo, ésta cede de nuevo a las relaciones viejas, al poder, así el último saber es el más conservador, el que se conserva sumiso.
En este orden de ideas, las prácticas que violan las
normas no se confrontan más que consigo mismas, convirtiendo a la Ética en una verdad decorativa, que más que inspirar la práctica, la hiere, todo ello gracias a que el conocimiento está orientado únicamente al progreso; se podría entonces afirmar que el saber desempeña también un papel político por lo que el autor sugiere que el saber debería separarse del poder.
Para concluir Balestena afirma que las prácticas, como se
evidencia anteriormente, no reflexionan sobre sí mismas, no tienen un sentido Ético, por lo tanto la Ética es un mero discurso.
Ética e instituciones: unos y otros (modos de poder,
control y producción)
De acuerdo con Balestena, se debe entender que el
control no funciona a través de un dispositivo vigilante, sino que se habla de un control que opera como una máquina imperceptible, la cual en analogía con el texto de Kafka sobre la penitenciaria, está inscrito en la piel para instalar la negación, la ruptura de la solidaridad y desarrollar una operación de control que se interioriza en los sujetos, en la medida que la conformidad aparece sin enunciarse, como la alternativa más económica, permitiendo la disuasión del conflicto, evitar el enfrentamiento o la exclusión.
Señala que en un aparente no gobierno del poder, el cual
implica que el poder no se muestra ni se hace evidente de forma coactiva, se desarrolla la realidad de las instituciones, las cuales son referidas como portadoras de ideología y como prácticas de control. Dichas prácticas que se inician con la elección de unos sobre otros, son expuestas como incompatibles con una ética del saber. El nudo de esta afirmación recae en que los dispositivos institucionales se fundan a partir de una verdad no verdadera, o ad hoc, la cual se ramifica a modo de un intrincado laberinto del que los receptores de la institución no logran salir por medio de la argumentación, sino con otro tipo de tácticas o pactos donde se negocia la verdad hasta llegar a una aceptable o hacerla desaparecer. La verdad según Balestena, sería esa coincidencia entre producción e interés general, pero en los intereses de la institución por perpetuarse, es algo que debe negarse para no delatar el carácter de las operaciones selectivas.
El autor hace una descripción de la actividad institucional
como una operatividad en la que los receptores no pueden producir más que solicitudes, peticiones, apelaciones hacia correcciones que se presentan del todo utópicas en el contexto de redes de ejercicio del poder. Al respecto, la conformidad como se ha dicho antes, no es algo que se nombra sino que emerge como ejercicio de espontaneidad configurada y esperable. En las dinámicas institucionales, la inducción adquiere ese carácter de no llamar las cosas por su nombre o rehuir a la denominación. De ese mismo modo la palabra ética se ha desdibujado.
Esto es explicado como un retroceso del lenguaje de las
grandes palabras, un retroceso de aquello que enmascara su enunciación, pero que muy claramente no se enmascara como práctica, ya que todos saben cómo opera. Al respecto, el autor cuestiona “¿cuál es el espacio de la ética institucional?”, cuando su producción no sólo es lo que atañe a los ejes temáticos de la institución, sino a redes inconscientes de temor, sometimiento, renuncia, a tal punto, que sin que nadie lo enuncie pero todos lo entiendan, se hace explícito que los aparatos mencionados son lugares de sometimiento y no de acción liberadora. Destaca el autor que si bien el sujeto es pautado por una ideología “igualitaria”, paradójicamente se apoya en que la igualdad que no se hace extensiva.
Por otra parte, se indica que los dispositivos no arriesgan
nada al decir no a los sujetos que acuden a la institución, en cambio al conceder están creando un precedente, por lo cual aquello que se acepta debe ser excepcional. Sino lo fuera se estaría abriendo una dinámica de cambio, y como señala Balestena, los aparatos institucionales operan precisamente desde lo opuesto, operan manteniendo el orden y los intereses de sus dirigentes y no de la población. Sobre esto, destaca que hay una imposibilidad de los dispositivos por dar cuenta de los otros, como rasgo inherente a la posmodernidad. Admitir dicha ausencia sin embargo no es factible. Reconocer las faltas y cambiar la dirección sería asumir la imposibilidad de llevar a cabo los fines declarados.
En el deber ser, las instituciones deberían producir
soluciones. Esa sería su producción central, pero en cambio producen relaciones entre cúpulas, como mecanismos que socialmente, se intuyen. Dichas articulaciones permanecen en las penumbras y esta es verdaderamente la producción central. Lo que no se dice y opera.
El autor señala que si las instituciones renunciaran a
estas agendas ocultas, a su dinámica de control, para asumir la verdad, es decir sobre la igualdad, la racionalidad, la ética, entonces colapsarían, ya que éstas no están construidas para la verdad sino para el control. La práctica hace de la ética pura algo marginal, que se dirige hacia quienes no tienen poder.
Se finaliza con la idea de que al tener las instituciones
esa conformación, se puede extender a que lo público es una red de conformaciones semejantes, cuando también se está entendiendo lo público como una red de desigualdad.
9. Metodología. Revisión documental de autores desde el paradigma
crítico
10. Conclusiones. ● El saber renuncia a sí mismo y se vincula al poder,
con lo cual solo busca obtener resultados para el progreso, sin importar cuanto daño pueda realizar, faltando así a la Ética. ● La Ética es un discurso, es únicamente una figura decorativa, ya que no se realiza una reflexión sobre el actuar, sino que éste se acomoda a las relaciones de poder ● El autor va a concluir con la necesidad de recuperar las instituciones como espacios éticos. Para dicho propósito se requiere fragmentar las redes de poder a partir de la acción de los actores y no de los aparatos. ● La recuperación ética pasa por fuera del estado con la generación de nuevos actores y el desarrollo de una conciencia basada en comprensión y en la no negación de la verdad.