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El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su enorme masa de
agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajíos y cilancos con meandros
improvisados sobre la arena en una acción tan minúscula que es ridícula y
desdeñable para el no avezado que ignora que ése es el anticipo de la inundación.
Raúl Scalabrini Ortiz
Cosa de baqueanos1
Declaro influencias: las marcas de los ‘70 que vuelven por las noches como pesadilla (Dios
dijo: Caín ¿qué ha sido de tu hermano?), algunos años de trabajo en escuelas pobres, las
observaciones de compañeros que leyeron el borrador de este texto2, un sueño de cuño
religioso y popular (los pobres llegarán más lejos que los privilegiados) y una certeza que
sedimenta con la madurez: el tiempo de los procesos colectivos, existe.
Las líneas que siguen no se alejan de ellas. Lo que digo es que no está mal que los docentes
de escuelas pobres nos alegremos si todos nuestros esfuerzos sirven para que al menos un
chico salga adelante, pero que, como parte de la generación adulta, ante los jóvenes –y ante
los jóvenes que fuimos- compartimos otra responsabilidad: hacer la revolución.
De eso, el gobierno, los partidos políticos, los gremios, no hablan; la escuela, tampoco. La
escuela pública no compromete aún todo su peso institucional –vale decir, legitimador- en
este objetivo. Y si tiene lógica que no lo haga mientras para gobierno, partidos y gremios no
sea un punto del orden del día, o mientras no hayamos discutido en qué consiste la revolución,
o mientras no hayamos evaluado seriamente la experiencia de los ’70, o porque la escuela es
parte de lo instituido y es lógico que lo reproduzca… no la tiene en cambio desde otro punto
de vista: la escuela es escenario privilegiado donde cada día presenciamos en la cara y el
hambre de los jóvenes, y en las enormes dificultades o inexistencia de sus familias, la
continuidad del genocidio. No hay futuro para los sectores populares. Y si la escuela no
promete futuro, no les sirve.
1
Artículo de Ángel Eugenio Perrone publicado en el libro “Igualdad y educación. Escrituras entre (dos) orillas”,
Pablo Martinis y Patricia Redondo (comps.), Del estante editorial, Buenos Aires, 2005.
2
Los nombro: Patricia, Luciana, Norma, Mariano, Matías, Javier, Silvia, Leticia, Roberto, Rubén, Eduardo,
Esteban, Sandra, Raúl, Miguel, Isabel, Oscar, Jimi, Marcela, Rita. Algunos leyeron más de un borrador, me
acercaron bibliografía, me reclamaron coherencia; las discusiones semanales con mis compañeros de trabajo, así
como con mi compañera en relación a los temas de estas páginas, han sido particularmente enriquecedoras. El
texto final, se modificó a tal punto que, aunque sus limitaciones y errores son míos, debo decir que es un
producto colectivo.
Jonathan –su hijo- ahora está bien, el primer año estuvo muy grave. Cada tres
meses tengo que hacerle análisis… no, en el hospital no, te dan turno para seis
meses; se lo hago privado… y, a veces me alcanza, y si no salgo a hacer “algo”,
qué va’cer.
Mery termina el ciclo lectivo viviendo en un Hogar de Tránsito, porque su padrastro
abusaba de ella. A comienzos del siguiente año, la madre de Mery pasa por la escuela y cuenta
que el padrastro se fue de la casa y que Mery está de vuelta con ella. Dos semanas después, el
padrastro volvió a la casa. ¿Qué decirle a una madre que alguna vez se prostituyó para
alimentar a sus hijas y ahora, ya mayor, necesita ayuda? ¿Qué decirle a su hija que tiene claro
lo que pasa, y ve –además- que la ayuda de sus docentes, puede mejorar temporariamente su
propia situación pero no modifica la necesidad de su familia?
Recuerdo a Maxi, conversando con adultos que lo quisieron, aconsejándole que buscara
otros amigos: amigos de correrías que él lideraba, compañeros en sucesivas iniciaciones, que
corrieron peligros con él, compartieron deseos y odios, festejaron sus cumpleaños… Puedo
contar cómo Maxi, novias mediante y en base a una capacidad y voluntad mayor que la de sus
amigos, quería dejar de pagar peajes, comprar un camión como su tío y vivir de un trabajo
“libre”. Mientras, era el alumno más capaz de la escuela, y el más rebelde. Corrió los riesgos
del caso y una de esas tardes, se hizo matar por no ir preso. Sus hijas tienen siete y cinco años.
Sigo escuchando su voz.
En la academia y la escuela, resulta poco adulto hablar de la culpa de los adultos. Así que
traigo a colación dichos del médico sicoanalista Fernando Ulloa –peleado con su propia
academia- que en una ocasión hizo este relato3:
La palabra baqueano proviene de baquía. Cuando Colón en su primera
expedición perdió un barco, rescató a los náufragos que pudo y el resto quedó
aquí. Ese resto constituía una baquía, una deuda para quienes habían regresado
a España. (En ese punto hizo una digresión, mencionó una palabra alemana que
significa a la vez deuda y culpa, y agregó): no se redime la culpa si no se paga la
deuda…La siguiente expedición española, que llegó dispuesta a redimir la deuda
de la anterior, encontró que algunos náufragos habían muerto, otros sobrevivían
en estado lamentable y otros se habían dedicado a conocer el nuevo hábitat,
adaptándose a él hasta el punto de que ya no querían volver a España. Estos eran
los baqueanos.
Los jóvenes pobres son nuestra baquía, y no redimiremos la culpa si no pagamos la
deuda... Por otra parte, entre ellos están los baqueanos, alfabetizados en todo aquello que los
adultos tememos. No quieren “volver a España”, ni restaurar un pasado que muchos de
nosotros añoramos. Escriben:
Amar sin ser amado / es como fumar un porro / apagado.
(cuaderno de Gloria)
O:
ya no andaremos juntos / a cuestas de la tierra…
(María Itatí, para su maestro, a fin de año)
O también:
Voy a cerrar los ojos en voz baja / voy a continuar en un sueño de optimismo
me duermo débil y sueño que soy fuerte... / no me despierten,
en mi sueño, por siempre los recuerdo...
3
El 5/4/05, en Huerta Grande, Córdoba, durante el Seminario Internacional de Supervisores de Escuela Media.
Material inédito.
La renuncia a la transformación social –por parte de todos los sectores sociales excepto los
dominantes- como condición de estabilidad de las instituciones, es requisito de cualquier
sistema de dominación. En Argentina tiene rango constitucional desde 1853 -artículo 22 de la
Constitución Nacional: “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus
representantes”- y gobierna la ideología de los sectores medios por lo menos desde 1976.
Ahora bien, ¿cómo esperar de cualquier gobernante una política que tenga en cuenta
nuestras necesidades si, por debajo de ellos, todos hemos renunciado a deliberar y gobernar, a
discutir política, a establecer alianzas en función de nuestras necesidades, a trazarnos
estrategias y desarrollar los pasos tácticos que las concreten?
Esa institucionalidad nuestra funcionó –de la manera que funcionó- durante más de un
siglo. Sucesivas revoluciones modificaron nuestro modo de vida sin que mediara intervención
de nuestra parte y sin que, al respecto, hubiera diferencias esenciales entre épocas de
dictadura o de democracia. Sólo durante breves períodos podemos decir que algunos de
nuestros gobiernos sostuvieron políticas independientes, que hicieron algo por “la felicidad
del pueblo y la grandeza de la patria”4, frase entrañable si las hay. Pero no ocurrieron sin la
movilización previa de vastos sectores de la sociedad.
La rebelión social de diciembre de 2001 dijo algo acerca de nuestra institucionalidad… y
de nuevo quedamos ante la disyuntiva de hacernos cargo o dejar los problemas principales en
manos de los gobernantes, ateniéndonos a los roles y reglamentos que nuestra
institucionalidad prescribe… y de nuevo, la imposibilidad de que así se resuelvan los
problemas acumulados, vuelve a manifestarse en enfrentamientos entre los que estamos a
cargo de instituciones desbordadas y sus “usuarios”.
Nuestro pueblo es calificado por la intelectualidad de los sectores medios –de la que
provenimos la mayoría de los educadores- como poco participativo y proclive al
autoritarismo. Algo de eso hay; mucho seguramente. La cuestión a discutir previamente entre
nosotros es: ¿desde qué experiencias propias de autonomía política podemos los sectores
medios señalar ese defecto a los sectores populares?
Un sistema de dominación es un sistema de clases. Puede reemplazarse esa palabra
anticuada y antipática por cualquiera otra más adecuada a la sofisticación de los tiempos
(fracciones de clase, sectores sociales, población, gente, individuo, ciudadano, consumidor,
prosumidor…), pero eso no modifica la dominación vigente de una clase sobre otras. Desde
los griegos hasta hoy, las distintas democracias que conocemos convivieron perfectamente
con diversas formas de esclavitud y dominación de clases. Tal dominación está instituida y es
el bien que protegen y encubren todas las instituciones, antes que la igualdad ante la ley, o que
la distribución de bienes culturales que se espera de la escuela pública.
Allí reside el fundamento del autoritarismo de nuestra sociedad y nuestra política, que los
sectores medios percibimos claramente en dirigentes políticos y sectores populares, pero a la
vez sostenemos cotidianamente en nuestro trabajo en instituciones. No saldremos de esta
situación sin autocrítica… y también: sin salirnos de ese lugar, sin corrernos, cualquier
autocrítica será uno más de los ejercicios discursivos propios de nuestro oficio.
- La violencia. En las escuelas tenemos mucha literatura de capacitación y talleres sobre el
tema, que raramente superan el prejuicio. La violencia sigue demonizada en nuestras mentes y
discurso y, por lo tanto, cerrada a toda comprensión: no podemos pensar qué formas de
violencia son inherentes a la vida social y el trabajo educativo, no se nos ocurre imaginar que
podemos lograr destreza en su manejo, no logramos distinguirlas de aquellas formas de
4
Frase de Perón.
violencia que solo dañan y estigmatizan, ni llamamos violencia a la misma cosa que los
chicos. Y no porque los chicos no sepan todavía y entonces tengamos que enseñarles.
En un paisaje urbano donde hay más armas que en los ’70, donde los chicos ven de cerca el
cotidiano cobro de comisiones por la distribución de drogas y armas realizado por hombres de
uniforme, actividad que involucra a miembros de sus familias, que termina captando a
muchos de ellos y que, aún siendo ilegal, se sostiene en la lógica de negocios de nuestra
sociedad… en escuelas que reciben a la población excluida, le ofrecen pasar cuatro horas
diarias durante doce años entre rejas, le confirman que el mundo exterior no dará trabajo y
vivienda a los egresados… de una generación para la que la violencia familiar y el abuso
infantil son experiencias mucho más extendidas que lo que fueron para nosotros las
desapariciones y torturas... pero que además conoce por experiencia propia modalidades de
tortura y desaparición para nosotros invisibles.
En ese contexto, los jóvenes de esta generación excluida, vienen a la escuela y, mientras
estudian, se agarran a puñetazos, se cortajean, se arrancan el pelo, se amenazan, nos
amenazan, nos insultan, se manosean, manejan armas.
Bueno, visto y considerando… parece que ya fuera hora de trabajar nuestros prejuicios y
temores, de someter los textos y las prácticas a la crítica de los hechos, de buscar la manera de
encarar la organización de esta violencia, tarea que tiene todo que ver con la organización de
las energías y recursos propios en función de las necesidades propias. Ésta es una práctica
común a muchas organizaciones y movimientos sociales, y un buen punto de partida para
someter a crítica nuestra tarea, cursos de capacitación y fuentes de información cotidianas.
- La insistencia en no confundir roles y en mantener la necesaria asimetría entre
jóvenes y adultos: la escuela tradicional podía “darse el lujo” de ser autoritaria, porque
prometía ascenso social. La preocupación por no confundir los roles y mantener la necesaria
asimetría naturaliza el hecho de que la asimetría entre docentes y alumnos en escuelas pobres,
no sólo está dada por nuestra condición de adultos sino también por nuestra extracción de
clase, y en una época en que los sectores medios no somos para ellos un modelo a imitar sino
un obstáculo a superar.
Cuántas veces los chicos y sus familias piden severidad a la escuela, le reclaman por aquel
docente autoritario… porque ése era el que prometía un futuro. Cuánto docente se frota las
manos con placer y se convierte en vocero militante de ese reclamo de los chicos.
Coincidencia de fachos y progres (que vienen a ser fachos escépticos o con aire de lúcidos):
“nuestro rol en la sociedad y en la escuela consiste en pensar por ellos; son pobres porque son
ignorantes, ergo: enseñémosles”. Estos chicos pobres e ignorantes, registran con notable
agudeza nuestros propios problemas con el ideal moral que encarna la estructura escolar de
roles fijos y asimétricos.
Una modalidad particular en la que a veces se expresa esta preocupación, es la sugerencia
llena de sentido común acerca de que no hay que “compadecer a los chicos”. En mi opinión
encierra una re-negación5. “Compadecer a” los chicos significa que en compañía de otros
compañeros docentes, padecemos a los chicos. Estaría bueno dejar de hacerlo, o renunciar a
un trabajo cuyo objeto nos causa padecimiento6. La única alternativa para ser docente y no
morir en el intento, es justamente “compadecer”, padecer con los chicos, alegrarnos con sus
alegrías, apenarnos con sus tristezas, sostener su ansiedad ante obstáculos y frustraciones,
acompañarlos. Vale decir, ser sus compañeros, en el preciso sentido del término: los que
comparten el pan porque comparten el trabajo.
5
“Negar algo y luego, negar que se negó”, explica Fernando Ulloa.
6
Ironía de dicho popular: mirá si será malo trabajar que te pagan por hacerlo.
tercer mundo, la época del Che en Bolivia, de la Resistencia Peronista y la CGT de los
Argentinos, del mayo francés, de nuestro Cordobazo, de la Alianza para el Progreso –
antecedente del ALCA- y las conferencias de los países No Alineados.
En mayo de 1967, el Che escribía su texto “Crear dos, tres… muchos Vietnam, es la
consigna”9; en 1975 Samuel Huntington, por encargo de Henry Kissinger, publicaba “The
crisis of democracy”10.
La escuela, ni ahora ni antes, se ocupaba de discusiones y conflictos que ocurrían
extramuros: pretendía no hacer política. Pero cualquier emergencia de aquellos conflictos al
interior del recinto escolar, rápidamente sufría cerco higiénico y expulsión –y hasta la
desaparición física- de aquellas manzanas podridas que contaminaban al resto. La solución
final ocurrió extramuros; Huntington la describiría así:
El cambio fue notorio en América latina. Los gobiernos militares de Brasil,
Argentina y, de forma más discutible, Chile y Uruguay, fueron ejemplos:
acordaron sostener la categoría de un nuevo tipo de sistema político, “el
autoritarismo burocrático” (Hungtinton, S., 1991).
Entre cercos higiénicos, escepticismos moderno y posmoderno, apelaciones pacifistas y
exhortaciones a la responsabilidad de los adultos a fin de no poner en riesgo la vida de los
jóvenes, la revolución comenzó como dictadura. El terrorismo de Estado y hasta los
asesinatos de presidentes (Roldós en Ecuador, Torrijos en Panamá), contaron con un consenso
del que cuesta hacernos cargo. Una de sus consecuencias permanece intacta: la
impermeabilidad estructural de nuestras instituciones a los conflictos de la vida real.
Agotada la dictadura, los sobrevivientes de la dirigencia partidaria y gremial aceptaron
renunciar a la transformación social como condición para llegar al gobierno. Renuncia
criminal que, sin embargo, deriva de hábitos y convicciones que la mayoría de nosotros
aprendimos por entonces: el hábito de organizar nuestra vida en base a tiempos
institucionales, la creencia de que la felicidad consiste en el éxito, de que las pautas de éxito
las fijan las instituciones y sólo pueden modificarse por medios institucionales; en suma, la
renuncia a la política. En palabras de la Bersuit, “me cortaré los huevos / y llegará la paz”11.
Desde entonces no dejamos de pagar sucesivos impuestos revolucionarios: la destrucción
metódica de todo intento de organización popular, la de la industria propia orientada al
mercado interno, la expropiación de empresas públicas y de las rentas que hacen posible el
desarrollo autónomo, la deuda externa, los salarios y los índices de desocupación africanos,
las estabilizaciones económicas –impuestos regresivos, paridades insostenibles, posteriores
devaluaciones-, la esterilización de las tierras en base a soja y explotación minera, el regalo de
las regalías a los inversores, la polución del agua:
La vida humana en la próxima década estará fuertemente marcada por la
capacidad de las sociedades para encarar la nueva cuestión social que genera la
reestructuración del capitalismo a escala global, cuestión que se manifiesta como
pobreza masiva, inseguridad generalizada y exclusión creciente (Coraggio, José
Luis, 1999: 19).
¿Quién habla hoy de participación obrera en la organización de la producción y en las
ganancias? Nadie oficialmente, aunque está escrito en el artículo 14 bis de la Constitución
argentina. Es ley y sin embargo, todo el poder de la renovada Corte Suprema no sirve para
hacernos esta Justicia.
9
Guevara, Ernesto (1997: 360-374)
10
Crozier, M.J., Hungtinton, S.P. y Watanuki, J. (1975).
11
Bersuit Vergarabat, álbum Testosterona, tema “… y llegará la paz”, Buenos Aires, 2005.
Todo un tema que otros sabrán profundizar, y que convendría comprender mejor. Apunto al
pasar la frustrante sensación cotidiana de no poder escucharnos, de no saber perder el tiempo
en la escuela, de no saber dejarnos llevar por el tiempo en el que pasan las cosas.
Sobre estos temas –el Estado, la ideología de quienes transmitimos ideología, el tiempo en
el que ocurren las cosas- traigo a colación un fragmento de reportaje a Reinaldo Ledesma,
miembro del MOCASE:
-El MOCASE no es antiestado, ni antigobierno. Cuando un gobernante, sea quien
sea, realiza acciones de gobierno que posibilitan el desarrollo de las
organizaciones del campo popular, creemos que ha hecho lo que tenía que hacer.
Cuando un gobernante realiza acciones que tienden a destruir a las
organizaciones del campo popular, hay que hacérselo dar cuenta.
-¿Qué fuentes teóricas o políticas inspiran al Mocase?
-La fuente es la memoria de los compañeros.
-Acá hay mucha gente buscando el último libro de Toni Negri.
-Para nosotros la memoria es central. El método de construcción es recuperar la
memoria histórica. Cuando se logra, el aporte que hace el compañero enriquece
a todo el movimiento.
-¿De qué modo?
-Un compañero dice "cuando fui joven fui hachero", cuenta su experiencia, y la
mirada crítica sobre esa experiencia histórica se convierte en una enseñanza
para los demás.
-Pero ¿el conjunto de ideas surge de ahí, más que de una fuente ideológica
marxista, guevarista, zapatista o de los Sin Tierra?
-Por supuesto, no somos islas. Todo lo que se está produciendo en el resto del
mundo y acá, directa o indirectamente nos llega. Pero volvemos a esa capacidad
crítica de saber ver lo que uno tiene en la mano.
(…) -Lo que se critica a los esquemas horizontales como el del MOCASE es su
supuesta lentitud o dificultad para ser ejecutivos.
-El tema de los tiempos hay que tenerlo en cuenta. Si miramos muy
acotadamente, podemos caer en el error de creer que la historia comenzó el año
pasado, y que el futuro es el 2004 ó el 2005. Pero si miramos nuestra historia,
veremos que llevamos 500 años de lucha. Y no nos han vencido, porque si no, no
seguiríamos luchando. Dios mediante, tal vez puede salir un sol pronto para
todos. O pasa un tiempo más largo. Pero hay que tener una dimensión de la
historia más real. Los pueblos definen y construyen su historia en siglos.
Entonces no hay lentitud. (Ledesma, R., 2003).
Bueno, nos equivocamos respecto de en qué consiste y cómo se hace la revolución; más
aún, al creer que nuestra responsabilidad consistía en evitarla a fin de no poner en riesgo vidas
jóvenes. Y, como cualquier error contumaz, lo seguimos pagando. Las profecías de aquel
padre hablador acerca de hacer tronar el escarmiento y de que por cada uno de los nuestros
caerían cinco de ellos13, son cumplidas con holgura por otros que cada día usufructúan con
calma las consecuencias de nuestro error, a saber: se nos siguen muriendo los chicos,
experiencia cotidiana de las familias pobres que, antes o después, nos toca afrontar a los cara
pálidas que trabajamos en sectores populares14.
13
Frases de Perón.
14
Hoy martes 14/02/06, al momento de revisar estas líneas antes de que vayan a imprenta, el noticiero anuncia el
fallecimiento del joven Beimar Mamani, a consecuencia de los golpes recibidos por un patovica. Quiero, como
homenaje, dejar un recuerdo de él en este texto. Fue alumno de mi escuela en el Bajo Flores, ciudad de Buenos
Aires.
La revolución sigue su marcha, conducida por otros. Los motivos de rebelión popular son
mayores que en cualquier pasado que recordemos. Lo que falta es organización propia para
hacernos cargo y, en el caso particular de los educadores, falta sincerar, dejar de eludir
corporativamente, la cuestión de para qué proyecto trabajamos. Cuestión política, estructural,
que no se resuelve de una vez y para siempre por una opción individual.
En Argentina tenemos varios millones de jóvenes pobres: ¿en qué lugar del Estado se está
pensando dónde van a vivir y en qué van a trabajar dentro de unos años? La discusión acerca
de estas necesidades y, sobre todo, la práctica cotidiana de construcción de dispositivos y
metodologías que les dan respuesta, ocurren todos los días en los territorios de nuestras
escuelas. Pero la escuela no reconoce aquellos saberes que previamente no certifica, ni
reconoce como tales a los sujetos de esos saberes.
Entonces ¿cómo educar, vale decir, cómo acompañar a los jóvenes en la construcción de su
proyecto de vida, mientras nuestra tarea cotidiana se mantenga ajena a esas discusiones y
prácticas, ajena a aquellos vecinos y organizaciones que las sostienen, a sus tiempos y
rituales, despreocupada del reconocimiento mutuo?
Contraejemplo: las marchas contra el hambre del movimiento Chicos del Pueblo, proponen
otra modalidad de trabajo educativo. Atienden la urgencia del hambre, pero de manera tal que
construyen conocimiento colectivo acerca de sus causas, acciones y organización que
acumulan para modificar una correlación de fuerzas desfavorable. La legitimación social de
esa lucha, legitima también el conocimiento construido colectivamente. Todavía falta, y no se
logrará sin dar batalla, que el Estado reconozca legalmente esos saberes ya legitimados por los
sectores populares.
Esta modalidad de tarea educativa, nos resulta difícil de pensar a los docentes mientras
permanecemos encerrados en el aula. Sin embargo, es lo que hacemos cada día: la tarea
educativa siempre es una práctica social de construcción política.
fueran semejantes, el objetivo, la motivación y autoestima así como los resultados, no pueden
serlo.
Quiero decir: sin discusión del proyecto político al que se sirve, la “autonomía escolar”
queda en discurso. Más precisamente: una política educativa que no se asume como parte de
una política a secas, oculta su propósito.
Más de veinte años de ejercicio de los mecanismos democráticos establecidos, no han
despejado el futuro. Parece llegada la hora de legitimar nuevos mecanismos democráticos y,
consecuentemente, nuevas formas de educación, que se ensayan cotidianamente en todo el
país. Difícilmente el Estado se vuelque a esta tarea, si no existe una fuerte y sostenida presión
de los sectores populares en ese sentido.
Por otra parte, el sistema educativo, por su presencia en todo el territorio, es un escenario
ineludible para los ensayos de las organizaciones populares. Entonces cobra alguna
importancia la cabeza de los que formamos cabezas: nos atrincheramos en la sala de
profesores y contra la reja de entrada para conjurar la amenaza de aluvión zoológico15, o bien,
abrimos nuestro trabajo al intercambio con los vecinos y sus organizaciones, y comenzamos a
hacer lugar a otro tipo de legitimación.
Monseñor Angelelli16 recomendaba a sus curas mantener un oído en el Evangelio y otro en
el pueblo. Algo así vale para nosotros: un oído en lo que el Estado nos baja a las escuelas, y
otro en lo que los vecinos desean, en los deseos reprimidos que luchan por expresar y
sostener; en sostener la paciente espera que les ayude a decir su palabra.
De vuelta a la escuela:
“El hambre es un crimen”, decía una bandera de la cuarta marcha del “Movimiento
Nacional de los Chicos del pueblo”. Otras agregaban: “No nos saquen la alegría”,
“Construyamos con ternura”, “Protejan nuestras vidas”.
En la apertura de la marcha, Cristian, un joven tucumano, leyó: “queremos un país para
todos, en donde los chicos puedan salir a jugar sin miedo, en donde los padres salgan a
trabajar. Soñamos con un país digno, donde los chicos puedan comer en la casa con su
familia”. Leonor, referente adulta del Movimiento en Tucumán, pidió: “dignidad para
nuestros hijos y trabajo para nuestros maridos”.
Frente a la Casa de Tucumán (la de la Independencia Política en 1816, la de la
Independencia Económica en 1947) los Chicos del Pueblo hicieron su promesa a la bandera,
antes de continuar la marcha17.
Los temas de extramuros invaden la escuela, la afectan. Sin embargo, mientras no se
modifica la actual hegemonía, el fenómeno sigue mostrándose como algo externo,
impertinente –al igual que en los ’70-, en el que los docentes, los padres, los chicos,
quedamos involucrados como sujetos pasivos u objetos de experimentación. En una escuela
autónoma cada vez más estrecha y condicionada por la situación social, la buena voluntad e
hiperactividad de los docentes, no alcanza a convertirnos en sujetos de nuestro propio
desarrollo, ni a los jóvenes en sujetos de su propia educación. Tenemos que romper la trampa
de la autonomía del gueto.
15
Alusión gorila a los sectores populares que se movilizaron en apoyo de Perón en 1945.
16
Obispo de La Rioja, asesinado por la dictadura el 4/8/1976 en la localidad riojana Punta de los Llanos.
17
www.pelotadetrapo.org.ar
21
Organizado por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, con auspicio de UNICEF, en julio
del 2002.
22
Porque el derecho a la libre circulación requiere recursos que los pobres no tienen, nos recordaba Patricia
Redondo en una reunión con Mario Zerbino en la sede de SUTEBA, cuyo tema era “Organizar la violencia”.
23
El territorio no está vacío, hay que disputarlo con otros grupos, intereses y legalidades diferentes. El caso del
narcotráfico es el más claro y quizás el más difícil, aunque no el único.
24
Una afirmación de Lacán de 1967 -dijo Zerbino- escandalosa para su público de entonces, para la Academia y
la opinión pública hasta hoy. Me resultó muy útil el texto de Mario Zerbino “Diversas formas de comerse a las
personas. Reflexiones sobre la violencia contemporánea” que Patricia Redondo nos proveyó en la reunión en
SUTEBA.
25
Durante la dictadura todo el país fue un campo, custodiado por argentinos. Actualmente, la cantidad de chicos
muertos por gatillo fácil o armados al servicio de los dueños del territorio, los cadáveres que seguimos
desenterrando así como los relatos que exorcizan fantasmas en suburbios pobres asentados sobre baldíos donde
hubo entierros clandestinos, dan razón de los dichos de Lacán tanto como del consejo de Reinaldo Ledesma de
asumir la memoria de los compañeros como principal fuente teórica y política.
26
Equívoco frecuente: esta reivindicación feminista no postula la anulación de toda intimidad, al contrario, es la
condición de su posibilidad. Lo que postula es que la intimidad no es una propiedad privada -ni del hombre
respecto de la mujer, ni de los padres respecto de sus hijos- y que, por lo tanto, no debe estar sometida al arbitrio
de un propietario.
Lo que menciono del MOCASE –o del MST brasileño, o de Chicos del Pueblo- puede
decirse de muchas otras organizaciones y movimientos, en nuestro país y fuera de él27.
¿Cómo se insertan la escuela, los docentes y nuestro Estatuto, en estos nuevos procesos de
construcción colectiva? ¿Cuál es nuestro rol allí? Respuestas a encontrar, camino que se irá
haciendo al andar. Dice Milagro –de Poriajú, organización ecuménica de la ciudad de
Rosario-: algo va a pasar porque ya está pasando.
Para terminar:
Saliendo de la escuela, paso por la casa de Jésica, está sentada en la puerta, la saludo con
un movimiento de cabeza.
-Que no te vea por el barrio a vos.
-¿Te debo plata?
-Me debés la vida.
-Probablemente.
Me quedé pensando. Seguramente mi vida sería distinta si no conociera ese barrio de
vecinos que saludan con afecto, sin dejar de marcar su territorio. Carapálidas en barrios
populares, ¿a qué vamos?, ¿por quién?, ¿para quién?
Aprendí allí que uno no puede desafiar a un joven sin que éste responda subiendo la
apuesta; y aprendí a desconfiar cuando no lo hacen. ¿Cuál es el desafío que les llevamos?,
¿cuáles los que no logramos resolver?, ¿para cuál necesitamos su compañía?
“Si no puedes alimentar a tus hijos, no puedes amarlos” (de la película El secreto de Vera
Drake). Ese simple hecho ha dado lugar a un gran negocio editorial, parte de cuya maquinaria
sostenemos los docentes asistiendo a cursos de capacitación. Ni el negocio editorial ni la
capacitación, han aportado a revertir la destrucción de la familia en las comunidades pobres.
Y entiendo que los docentes, al igual que el resto de los sectores medios de la sociedad,
oscilando entre los espejos de colores del Mercado y una filantropía humanista hacia los
sectores populares, no hemos resuelto para qué proyecto trabajamos, y hasta apelamos a
condicionamientos corporativos para eludir la cuestión.
Las menciones al MOCASE, al Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo y otras
organizaciones y movimientos populares, intentan señalar el otro rumbo posible para la tarea
educativa. Lo reitero en un ejemplo: la Soberanía Alimentaria debería ser el tema y la práctica
organizativa cotidiana de muchas de nuestras escuelas, retomando la imagen del Campamento
de El Plumerillo. En lugar de seguir perdiendo tiempo pedagógico en dar de comer, invertirlo
en el desarrollo de Soberanía Alimentaria –el derecho a producir y comer lo que queremos- y
en la construcción organizativa y las alianzas necesarias para garantizar ese derecho.
Tanto la vieja mirada tradicional como el progresismo moderno y posmoderno de la
equidad y la calidad educativa, combaten cualquier intento docente en este rumbo, porque
implica el abandono de la función pedagógica de la escuela.
27
Otras: la Asociación Civil Jaime De Nevares desarrolla un proyecto de Comunidades Productivas Solidarias;
incluye una propuesta curricular que analiza con la facultad de Filosofía y Letras de la UBA y el Ministerio de
Educación. La Asociación Civil Pelota de Trapo, comenzando con espacios de apoyo escolar, los desarrolló hasta
cubrir toda la semana incluyendo sábados y diversas disciplinas, para cientos de chicos muchos de los cuales
abandonaron más de una vez la escuela. Discute con el Ministerio el reconocimiento de sus espacios educativos
como escuelas (no tanto lo que ya se enseña y aprende en esos espacios, sino su certificación oficial y salarios
para los educadores), tiene su propia escuela de educadores populares –a la que concurren también docentes de
escuelas publicas-, discute con CTERA acerca de escuela pública y educación popular.
eugenioperrone@yahoo.com.ar
14/02/06
BIBLIOGRAFÍA:
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Bremen, John y Von Moschzisker, Michael, La Escuela sin paredes, El Ateneo, Buenos Aires,
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Crozier, M.J., Hungtinton, S.P. y Watanuki, J., The Crisis of Democracy. Report on the
Governability of Democracies to the Trilateral Comisión, New York University Press, 1975.
Guevara, Ernesto, Obras Completas, MACLA, Buenos Aires, 1997.
Hungtinton, Samuel, The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century,
Norman: University of Oklahoma Press, 1991.
Ledesma, Reynaldo, “Hay zonas del país en las que el ’83 no llegó”, 2003,
www.lavaca.org/notas /nota499.shtml
Marx, Carlos y Engels, Federico, El Manifiesto Comunista, Fontana Clásicos Universales,
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Movimiento de los Chicos del Pueblo: en www.pelotadetrapo.org.ar pueden consultarse
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