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La brecha educativa

Por José William Pérez Jiménez

¿Qué explicación subyace que, en un país como el nuestro, haya instituciones educativas que cobren
tan solo como “cuota de ingreso” 62 mil soles, un pago equivalente a 31 sueldos básicos (casi 3 años)
de un docente? El cuestionamiento crece, si se tiene en cuenta lo que la OCDE (2016) informó: los
estudiantes peruanos ocupan el último lugar en comprensión lectora y en ciencia, y están
penúltimos en matemática (entre el 60% y 75% de estudiantes no superan el promedio establecido).

Las respuestas son tres: profundización de la brecha educativa, consolidación del simulacro
educativo y alejamiento del desarrollo. La medida es generacional y prospectiva. Las brechas
educativas son cada vez de orden mayor. El mercado no democratiza sino que atomiza mucho más
este satisfactor social. Hoy, las mejores universidades vienen implementando mecanismos de
captación de nichos de estudiantes selectos procedentes de ciertos guetos escolares exclusivos. En
respuesta, se extiende avasallante la privatización educativa. Actualmente, en promedio, el 40% de
la educación ofertada en las regiones del Perú está bajo la cartera de instituciones privadas y, a nivel
nacional, más del 35% de docentes laboran bajo estos fueros. En la mayoría de casos, son simulacros
educativos, esto es, una oferta de baja calidad no solo formativa sino también logística y de
infraestructura (sin laboratorios, ni campos de deporte). El gobierno de PPK, además ha asestado
un último golpe: concesionar instituciones públicas a manos privadas. Nada de esto lleva al
desarrollo que, como país, necesitamos alcanzar. En este país, la fábula del crecimiento económico
se cuece al margen del crecimiento de capacidades y habilidades básicas del promedio de los futuros
peruanos, alimentados por un marco social donde la violencia y la criminalidad parecen reforzarse
al ritmo de la impunidad.

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