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Miembro Correspondiente
de la Academia Boyacense de Historia
Los
Realistas
Criollos
© D e re c h o s R e se rv ad o s.
P r o p ie d a d d el A u t o r .
P ro h ib id a su re p ro d u c c ió n total o parcialm ente.
A c a d e m ia B oyacen se d e H istoria.
T u n ja - B oyacá
Im p re s o en C o lo m b ia - Printed in C o lo m b ia
E ditorial T alleres G ráficos L td a .
1994
Indice
Formación de la participación
de las Provincias de Ultramar
en el Imperio Hispánico................................. 13
Solidarismo Católico
vs. Utilitarismo Competitivo.......................... 25
Ante la "Privatización"
de las Masas Indígenas................................... 33
I Epílogo:
| La Nostalgia de la Monarquía Perdida............ 91
3
Introducción
El Problema Historiográfico
5
"hipótesis" explicativa;y, claro está, n o dem ostrable
en cuanto tal. L o cual "rela tiviza "com pleta m en te
la ciega confianza antes depositada en la unicidad
d e sus conclusiones: Podría haber tantas com o
sistem as de pensam iento, a condición d e p o d e r ser
experim entalm ente constatadas, com o en e l caso
d éla astronom ía, m adre d e todas las ciencias&K
6
N in g ú n caso m ás representativo a l respecto de
este en foqu e qu e e l d éla Independencia en la qu e
fu e Hispanoam érica. E s tan nítida su configura
ción q u e tm observa d or d esp reven id o com o fu e el
austríaco Juan Fried e n o p u é d e m e n o s d e señalar:
"A l leer las obras históricas m odernas q u e sigu e
realzando e l "h ero ísm o " d e lo s caudillos d e la
revolu ción americana, se tiene la im presión d e qu e
n o obedecen a l verdadero d eseo d e esclarecer la
realidad histórica sino a l d e Justificar la actual
situación privilegiada d e una capa m inoritaria,
q u e seprecia de ser heredera d e aquellos ca udillos
d e la revolu ción , y d e tener, p o r consiguiente, e l
derecho d e gobern a r los destinos d e las actuales
repúblicas americanas dura apreciación en con
cordancia con otra d el D r., G u illerm o H erná n d ez
d e A lb a : "D e a q u í ha su rgid o una literatura que,
a tin en nuestros días, n os hace tan inm ediatos a la
p erson a d élo s últim os representantes d elp od erío
españolen Am érica qu e n os m antiene alerta ante el
tem or d e una n u eva reconquista. Las páginas m a
gistrales de... parecen im pulsam os hacia la Plaza
M a yor, donde acicateados p o r la eticaría p rop a
gandística de... n os sum am os a l clam or p op u la r
q u e ellos conducen, para p e d ir las cabezas de
virreyes, oidores y chapetones d e v is o "® .3 2
7
D esd e entonces y hasta la hora actual, lo s escri
banos d el régim en dem ocràtico-capitalista se han
lim itado a loa r una larga cohorte de adm irables
m andatarios, siem p re alertas al respecto. E n tanto
qu e nadie se explica la crecientem ente trágica si
tuación d e los p u eb lo s p o r ellos adm inistrados.
8
Era d e esperar entonces una revisión gen era l d e
sem ejante visión ; sólo lo han hecho ocasionalm en
te algunas m entes lúcidas. Son d e citar entre los
Colom bianos los nom bres de Lu is Ospina Vás-
qu ez, A lb e rto Zalam ea Costa, A rtu ro A bella ,
Indalecio Liéva n o A gu irre, y , aparte d e los y a
m encionados H ernández d eA lba yF ried e, la para
dójica figura de A lfon so L ó p e z M ichelsen.
9
ha sid o nuestra gran disculpa " (6K E s d e advertir
q u e e l térm ino "C olon ia " es acá tom ado en e l
sentido d e área d ep obla m ien to n u evo, con virre
y e s a su cabeza; d e acuerdo a lo acostum brado en
las m ás autónom as d e las p rovid en cias en la p ro
p ia M etróp oli, com o Navarra y Cataluña.
10
q u e n o ha d ebid o n i d ebe se r así: q u e d ebem os ser
llam ados igualm ente a su participación,, i a sí será
n u estro am or, in u estra confianza m ás recíproca i
sincera
11
q u e tod o lo sufrieron, sin dejar am inorar■, antes
bien acrecentando su fe irrestricta; bregando p o r
escrito y d e palabra, anim ando a los débiles, alen
tando ciega fe en tm inesperado vu elco y con él, e l
regreso de su deseado m onarca, m ás anhelado
cuanto m ás lejano. Proceres Realistas, cuya acti
tu d vehem encia hace m ás valedera la obra d e los
Proceres Republicanos q u e frente a s í encontraron
h om bres de pensam iento, definitivam ente op u es
tos a su s ideales; gu erreros valentísim os, conduc
tores d e huestes tan fanáticos com o las m ism as
Republicanas, qu e a l final esperaban necesaria
m en te e l triunfo, m ientras sus contendores n o
p od ía n y a estar seguros de otra cosa sin o d el
exterm inio"& K
12
Form ación d e la Participación
d e las Provincias de Ultramar
en el Estado Hispánico
13
y a su lad o muchas y notables Escuelas para
Caciques, con enseñanzas que llegaban hasta
e l Derecho, el Latín y las Letras Clásicas.
14
H arvard; y sólo 2 en el siglo siguiente. A l
producirse su independencia sólo contaba con
8 colegios que fueron convertidos posterior
mente en U n iversid a d es.(11)
15
que en la alejada U n iversid ad P rovincial de
Guatem ala, en tiem pos d e la R evolu ción Fran
cesa, se enseñaba lo m ism o que aprendía el
estudiante francés m edio... N o sin sorpresa se
ha verificad o que los libros im presos en Euro
pa solían ingresar y a en e l año de su im p re
s ió n " ^ .
16
am ericano de varias de las más ilustres perso
nalidades d el momento. Tales com o Fray A n
tonio de M on roy, A rzo b isp o d e Santiago; José
de los Ríos, del Consejo d e Hacienda; el M ar
qués de Villarrocha, Presidente de Panamá,
"in sign e matemático e instruido en toda buena
literatura"; el M arqués d e Casa Fuerte, V irrey
d e N u e va España; el Capitán General de la
flota, d o n P ed ro C órvete; O valle, Inquisidor
D ecano de T oled o; el M arqués d el Surco, nada
m enos que ayo de los Infantes; don N icolás
M anrique y don José M u n ive, Consejeros d e
Guerra; d on M igu el N ú ñ ez, Consejero de O r
denes... etc.(18).
17
ducto, en cuyo rótulo aparece la nación pero no
la región de origen; habría que examinar todas
y cada una d e las partidas de nacimiento,
porque a sim ple vista puede aparecer confu
siones com o la experim entada al leer que el
célebre "p a r d o " Venezolano N arciso López,
comandante d e la caballería realista llanera
que com b atió en C arabobo, al recu perar
V alledupar (N u e v a Granada) en un ya tardió
y desesperado M a rzo de 1823, expresaba con
em oción a su fervorosa población: "V e n g o p le
namente autorizado por el general en jefe para
volveros Españoles y para restablecer la paz y
d u lc e calm a q u e g o z a s te is m ien tra s lo
fuisteis"(20).
18
participación criolla; obviam ente con oscila
ciones de tiem po y lugar, com o sucede con
cualquier gabinete m inisterial o departam en
tal. A l prom ediar cifras obtiene Phelan que en
la N u e va Granada la p rop orción de america
nos era aproxim adam ente del 17%; aunque
reconociendo que en períodos com o el 1.700-
1759 el p red om in io criollo era tal que frente a
18 oidores suyos solo aprecian 8 peninsulares
desequilibro que se acentuaba m ás en la fisca
lía, d o n d e la con fron tación era d e 6 contra 2.
Sin em bargo estos resultados n o serán excep
cionales en los casos de Lim a y C hile, en los
cuales dicho porcentaje era de más d el 55%;
ascendiendo al 68% en la de Charcas(21).
19
■i"
20
Española, a la par de Floridablanca y Jovellanos;
a quienes antecedió en su rechazo a las "luces"
(masónicas) con las que en un com ienzo habían
simpatizado. Sus experiencias en las cárceles
de la Revolución Francesa le habían curado en
salud, procediendo a una reconversión que le
llevó a la producción de su célebre obra "E l
Evangelio en Triunfo o Historia de un Filósofo
D esengañado" (M ad rid M DCC-Im prenta de
Joseph Poblado); de las intrigas británicas esta
ba de antemano enterado, ya que ellas habían
llevad o a esas insurrecciones de Tupac Am arú
y Tupac Catari que habían inundado de sangre
su solar natal(23), por no citar las voraces agre
siones del Alm irante Vernon y el pirata Ansen
en 1740-1741.
21
se enfrentaran p or conflictos de intereses, se
vería al hábil sudamericano, alto oficial en
ambas, optar p or la del otro lado de la Mancha,
hasta e l punto de atentar contra la v id a del
flam ante Em perador Corso p or interm edio de
un precursor carro bom ba.(24).
22
En adelante se redobló el aflujo de jóvenes
criollos e incluso nobles indígenas a Escuelas
N avales y M ilitares o U n iversidades de la
M etrópoli. Los allí form ados tomarían luego
parte activam ente en uno u otro bando, con la
configuración de la mencionada y atroz guerra
civil de la Independencia; el p ro p io Bolívar lo
confirm a en A g o s to de 1817: "¿Q uienes son los
actores de esta revolución? N o son los blancos,
los ricos, los títulos de Castilla y aún los jefes
m ilitares al servicio del R e y ? "(26).
23
ciencias útiles, en provecho del bien común.
Pocas expresiones tan reveladoras al respecto
com o una de D íaz Valdés, quien en el curso de
1793 p op u larizó el aserto de que ninguna
"Im a g e n más v iv a d e un verdadero filósofo
que la de un cura ilustrado y virtuoso útilm en
te ocupado en una triste aldea"; dado que esto
no p od ía constituir m era retórica, los monarcas
participaron ap oyo a tales paladines d el desa
rro llo m oral y m aterial de sus reinos, no sólo
con las m edidas concretas sino que buscaron
asegurar su perm anente actualización a través
del célebre "Sem anario de Agricultura y A rtes
d irig id o a los Párrocos", publicación que apa
reció regularm ente d e 1797 a 1808(27).
24
Solidarism o Católico
Vs.
Utilitarismo Competitivo
25
nes de Guerra a Muerte, de Bolívar, tanto
respecto a europeos (Junio 15 de 1813) com o a
criollos (Septiembre 6 de 1813), no queda otro
camino que el de apelar al anticipado plantea
miento, "avant la lettre" de la célebre categoría
"am igo-en em igo"; debido a Cari Sch m itt(29)3 .
0
Quien la concibió prim ordialm ente en cuanto
constatación y convencim iento de la confron
tación de formulaciones éticas inconciliables
que al ser encarnadas en diferentes colectivi
dades, les llevaría a legislaciones tan antagóni
cas que la supervivencia de una im plicase la
desaparición de la otra, y con ella tod o un
sentido de la existencia; entonces surgiría la
guerra en cuanto "autoconservación" espiri
tual, extrem o ya previsto por Francisco Suárez
en su magna obra a acerca de Guerra, Interven
ción, Paz Internacional{30).
26
casos están haciendo oídos sordos a la id en tifi
cación que con el asesinato hace de él la Iglesia
Católica. De ahí que San Pío X, el G ran Pontí
fice, repitiese a cada instante que los pueblos
son lo que de ellos hacen los gobiernos, m áxi
m os educadores prácticos.
27
b ien expresado por el escritor realista Dr. A n
ton io de L eón en 1816: "¡A h . Entonces, aunque
no se predicaba la igualdad, todos éram os
unos, todos nos amábamos, nos ayudábam os y
mutuam ente nos socorríamos. El ciudadano
era respetado de todos, su honor estaba segu
ro, nadie lo molestaba y sus intereses, fuera de
toda agresión. Entonces, aunque no se jactaba
la libertad, podíam os todos hablar, todos pen
sar, todos tratar y honestamente divertirnos en
inocentes p la ceres!"(31).
28
1
deberes; en qué consiste la excelencia de los 1
Gobiernos y en que consisten sus v ic io s "(32).
i
Estas "L u ces", que no pasaron de ser los
I
resplandores de las tinieblas de la filosofía
materialista de Locke, Montesquieu y Kant, i
luego m agistralmente sintetizada por Hans
K elsen (33)3
, parten del principio de que la ver
4 1
dad resulta inaccesible al conocimiento huma I
no; de don de deducen que éste tan sólo puede
alcanzar a form ular "O pin ion es". En conse I
cuencia cada cual podrá adoptar la suya propia
1
en tanto que guía para sus acciones y propósi
tos; a condición de contar con un marco abs i
tracto d e Derechos Humanos que le perm itan
tratar d e lograr su alcance, en "lib re com peten i
cia" con sus semejantes, el dogm a de los d o g
i
mas de la nueva m entalidad{34).
i
Sin em bargo este proceso podría naufragar
en el caos de la anarquía; no lo hará porque la I
naturaleza material dispone según ellos -de
una especie de instinto selectivo que le perm ite
i
ir indefinidam ente progresando a través de la I
supervivencia del "m ás apto", de acuerdo con
el lenguaje que desde Charles D arw in em - i
l
I
plean los evolucionistas para designar al "m ás
fuerte"; cuya brújula vital solo podrá ser la de
la "Ü tilid a d " de sus actos. En el sentido concre
to que a tal expresión da Jeremías Bentham,
(quien se definía a sí m ism o com o el N e w to n de
la legislación), una figura que desde la in d e
pendencia hasta hoy (a través de sus adm ira
dores de la Escuela de Chicago) ha m arcado
con el sello de su pensamiento el rumbo de esta
corriente en loqu e fue Hispanoamérica; "N a d a
de sutileza, nada de metafísica: N o es necesario
consultar a Platón ni a Aristóteles; pena y
placer, es todo lo que todos sienten com o tal, el
labrador como el príncipe, el ignorante com o el
filósofo. Para el partidario del principio de la
utilidad, la virtud no es un bien sino porque
produce los placeres, que se derivan de ella, y
el vicio no es un mal sino por la penas que son
consecuencia de él. El bien m oral no es bien
sino por su tendencia a producir bien físico, y
el mal moral no es mal sino por su tendencia a
producir males físicos, pero cuando d ig o físi
cos entiendo las penas y los placeres de los
sentidos. Y o considero al hombre tal cual es en
su constitución actu al"(35).
30
"ilustración" española trataba de transmutar
el deletéreo utilitarism o inglés de la Enciclope
dia Francesa en un sano interés por esas cien
cias útiles que apasionaron la "M o d ern id a d
T radicion al" de Cam pom anes y Jovellanos, el
m orbo extranjero iba ganando cada v e z más
am plias esferas de las capas dirigentes; no en
vano dijo Einstein en alguna oportunidad que
aún en ciencia la m oda jugaba un papel tan
im portante com o en la vid a de las mujeres. Sin
em bargo la convicción en el más allá resistía en
las conciencias; turbadas por su rechazo ante
los logros de la h oy superada física de N ew ton ,
el más precioso puntal jamás lograd o por el
pensamiento materialista.
31
lución Intelectual del siglo X VIII. Tom a la reso
lución de asegurar la transición y hacerla d e la
manera más dulce y armoniosa posible. Para
eso se presenta com o árbitro de los dos cam
pos; a los cristianos les pide renunciar a im p o
ner sus dogmas, considerándolos meras o p i
niones... Luego solicita a todos que se ayuden
mutuamente y constituyan una R eligión de la
H um anidad a la que denominará "s u " religión
católica, (sic). Organiza sus ritos de manera
que tom en carácter simbólico y sincrético, que
con ven ga a la v e z a los cristianos, a los
neopaganos y a los cientifistas; sus grandes
ceremonias se llevan a cabo en las fiestas de San
Juan de invierno y verano; de ahí que mientras
un cristiano pueda ver un homenaje a la D iv i
nidad Redentora, un filósofo cientifista podrá
encontrar un homenaje a la Astronom ía, m a
dre de. las ciencias modernas gracias a las
inmutables leyes de su naturaleza material,
descubiertas por el ilustre N e w t o n " 3
(37).
6
32
Ante la "Privatización"
de las Masas Indígenas
33
curso se p refig u ra n va rios de los rasgos
independentistas.
34
plegar los Incas. En cuyo nom bre procedieron
en los pocos meses de su insurrección a bañarse
en la sangre de sus adversarios, prin cipalm en
te de la Iglesia; más aún, en sus desenfrenadas
correrías aniquilaron sus propias fuentes de
organización y producción, al ab olir im pues
tos, destruir los instrumentos d e trabajo de los
obrajes y saquear bodegas y depósitos de v ív e
res, tal com o hoy en día im itan los gu errilleros
que llevan sus nombres al volar las torres de
energía eléctrica y asesinar a los cam pesinos
que no les apoyan.
35
p erio; tanto p or parte de quienes desde las
prim eras horas se adhirieron a él com o los que
lu e g o de traumas iniciales reconsideraron su
actitud. Y com o el caso d el Perú es el principal,
es de señalar que ya en el siglo X V I el Inca
D ie g o Chokewanca era marqués de Salinas y
que a com ienzos del siglo XIX el Inca M ateo
García Pum acawa, a más de altos grados m ili
tares, lle g ó a presidir la Audiencia de Cuzco;
otros varios ejem plos de posiciones destacadas
en manos indígenas podrían ser citadas, aun
que p o r ahora es de destacar que los albores de
la Independencia encuentran al virreinato del
Perú representado en las Cortes de C ád iz
(1810-1814) p o r el Inca D ion isio Yupanqui, allí
d e destacada actuación y una lealtad tal que,
relata e l p ro p io general Páez, lle g ó a rechazar
desdeñosamente las ofertas acerca de una etérea
C orona de Perú, llevadas a cabo p or algunos
irónicos proceres criollos, actitud no vislum
brada p or el ingenuo conde de M onctezuma,
gran de de España de prim era clase y burlado
E m perador de M é x ic o (40).
36
a su especificidad y derechos; aunque dentro
del condicionam iento al m arco de sus adm ira
bles L eyes de Indias, a las cuales d io vigencia
en lo humanamente posible, tal com o puede
verificarse en todas y cada una de las lejanas
Provincias de Ultram ar, a donde se desplaza
ban altos funcionarios que dejando las m u lli
das com odidades de la Corte, se adentraban
con celo y mística religiosa en los más insalu
bres territorios para asegurar su im plem en-
tación. A l respecto resulta ilustrativa en la
N u eva Granada (hoy C olom bia), esa bien esla
bonada cadena de notables personalidades,
que partiendo desde m ediados del siglo X V I
con el heroico y aun vituperado visitador Juan
de M ontaño, pasa p or los inquebrantables A n
drés V enero de Leiva, A n ton io G onzález, y
otros, hasta llegar a fines del siglo X V III al
austero y poco com unicativo regente Juan Fran
cisco G utiérrez de P iñ eres(41).
37
honda estaba asentada de en una profunda
convicción m uy bien expresada p or las Cortes
de V a lla d o lid en 1518: "Si bien los reyes tengan
otras muchas cualidades... ninguna destas haze
R ey según el derecho, sino solo el adm inistrar
justicia".
38
D entro de tales arriesgados proyectos so
bresalieron los d el fiscal de la Real A u d ien cia,
el criollo Francisco M oreno y Escandón; quien
aprovechando su calidad de defen sor de los
indios había convencido a sus colegas de las
ventajas de "P riv a tiza r" muchos de esos céle
bres Resguardos, tierras comunales que para
defenderles habían sido concebidos desde el
siglo X V I. A l proceso en marcha se enfren tó
con ardor el recién llegado regente eu rop eo
Juan Francisco Gutiérrez d e Piñeres, hasta el
punto d e lograr en 1779 su reversión en algu
nos casos{43).
39
com o la rebaja del im puesto a las ventas o
alcabalas, que del pequeño 4% descendió de
nuevo al irrisorio 2%. A d em ás fueron d evu el
tos a los indígenas las salinas de N em ocón y
Zipaquirá; que casualmente les habían sido
a rre b a ta d o s p o r el ya c ita d o M o r e n o y
Escandón.
40
De ahí que para evitar semejante colapso, el
previsor Estado Hispánico procediese a la re
gulación de las siembras, de acuerdo a las
necesidades del país; en los terrenos más aptos
debían favorecerse cultivos de más urgente
necesidad. A fin concientizar las gentes al res
pecto, el arzobispo em prendió un largo y
fatigante viaje a las regiones afectadas por el
m ovim iento comunero; con la propuesta de
m edidas substitutivas, com o la de reem plazar
el cultivo del tabaco en el Socorro por el de un
fortalecim iento de los cultivos de algodón,
cuyo m ercado estaba asegurado por las num e
rosas fábricas artesanales y textiles existentes
en la región, en ese entonces el prim er centro
fabril del país. T u vo tanto éxito que J. M .
Restrepo consigna: "E l virrey concedió al m is
m o tiem po un indulto general... el arzobispo
consiguió de varios pueblos que los com une
ros renunciaran a las capitulaciones; otros s i
guieron después el m ism o e je m p lo "(45).
41
I
42
Ahora bien, quedaría la inquietud por esta
blecer, a manera de síntesis, cual era la posición
real de los indígenas en el m om ento; y en
com paración con otras capas de la sociedad.
N in gú n testigo más autorizado al respecto que
el Barón A lejan dro de H um boldt, quien a co
m ienzos del siglo X IX recorría Am érica: "E l
labrador in dio es pobre pero es lib re . Su estado
es m uy preferible al del cam pesinado d e gran
parte de la Europa Septentrional... M ás fe liz
hallaríamos quizá la suerte de los indios si la
com parásem os a la de los cam pesin o d e
Curlandia, Rusia y d e gran parte de A lem ania
del N o r t e " 4
(48).
7
43
bre de 1825 don Sim ón de Bolívar con orgullo
republicano: "Y o he ven d id o aquí las minas
p or dos m illones y m edio de pesos y aún creo
sacar m ucho más de otros arbitrios; y he in d i
cado al gobiern o del Perú que venda a Inglate
rra todas las minas, todas sus tierras y p rop ie
dades y todos los demás arbitrios del gobierno,
por su deuda nacional, que no baja de veinte
m illo n e s "(49).
44
consagraba su disolución y "p riva tiza ción "(51);
al cabo de pocos lustros se les vería desapare
cer, sintetizando con singular cinismo Salva
dor Camacho Roldán, futuro Presidente d e
Colom bia, un típico proceso al cual él m ism o
había dado curso "A u torizad os para enajenar
sus resguardos... inmediatamente los ve n d ie
ron a v il precio a los gamonales de sus pueblos,
los indígenas se convirtieron en peones de
jornal con su salario de cinco a diez centavos
por día... y los restos de la raza poseedora
siglos atrás de estas regiones se dispersaron en
busca de m ejor salario a las tierras calientes, en
donde tam poco ha m ejorado su triste con di
ción. A l menos sin em bargo, han contribuido a
la fundación de esas haciendas notables que
pueden observarse en todo el descenso de las
cordilleras hacia el sur y el suroeste, hasta
Am balem a, en donde gran parte de ellos fue
víctim a del cólera a 1850 y de la fiebre am arilla
desde de 1856 hasta 1865(52).
45
nidades indígenas o se regirán p or las leyes
generales de la República"; desde entonces
han lograd o sob revivir trabajosamente algu
nos Resguardos, especialmente en el sur del
país.
46
don M igu el A n ton io Caro, el gran paladín de
una hispanidad renovada.
47
N o obstante y a pesar de tan ilustrativos
ejem plos, p o r solo citar los más cercanos, resul
ta im p osib le pasar p or alto la más significativa
de las adhesiones, cual fue la de Araucania,
nación a la cual el Im p erio H ispánico habían
renunciado a incorporar; y con la cual m ante
nía form ales relaciones diplom áticas. A n te los
signos de los nuevos tiem pos se con virtió en el
gran aliado de las fuerzas realistas d el sur y
re fu g io seguro d e sacerdotes y religiosas que
huían de la persecución de proceres masones;
quienes cobraron cara esta actitud a sus protec
tores pues con el advenim iento de la República
de C h ile se em prendió su subyugación y exter
m in io, proceso que solo podrá culm inar hacia
1881 en el sacrificio del Gran Toqu i Abusto
P a n g u ilef cual nuevo Láu taro(56).
48
Especialm ente significativo al respecto re
sulta la resistencia del Estado Hispánico a la
generalización de los "obrajes"; o sea cadenas
de montaje en serie concebidas para los texti
les, y otras producciones. D e haberlas aplicado
sistemáticamente, con el descubrimiento de la
m á q u in a d e v a p o r en 1769 el Im p e r io
automáticamente habría quedado a la cabeza
de la industrialización: Cúm plase la justicia
aunque perezca el m undo "fiatiustitia etpereat
m undus".
49
A Carlos M arx deberá condenársele por
esas sus convulsivas utopías, no sólo inmorales
sino catastróficas; no obstante buena parte de
su crítica al capitalism o dem ocrático contiene
constataciones objetivas, com o la de encontrar
lo más despiadado que el cúm ulo de atrocida
des atribuidas al Estado H ispánico a través de
la Leyenda N egra.
50
Q u e las Bej araño
sean tenidas p o r Blancas
aunque sean Negras
51
com ienza a desaparecer por el m enor costo de
los "ro b o ts".
52
im placable, de crueldad más refinada e inge
niosa en atormentar a sus prisioneros que la
que los capitanes británicos ejercieron con los
desdichados esclavos que compraban".
53
cualquier otro país, el esclavo v iv e condenado
a sufrir bajo un am o injusto hasta la muerte.
Entre los españoles, pueden evadirse d el d o
m inio del que abusa de los derechos sobre su
persona. D esde luego, la ley requiere que con
crete sus razones; pero el Juez que administra
esta le y es en estas materias, de fácil com posi
ción. La acusación más ligera, ya sea verd a d e
ra, ya sea falsa, basta para obligar al am o a
ven d er el esclavo que no desea seguir sirvién
d o le " (é0); y com o el esclavo era con frecuencia
aparcero, tenía reservas monetarias que le per
m itían com prar su libertad, y, paradójicam en
te, a su vez, com prar otros esclavos para sí,
proceso al cual se refiere ampliamente a co
m ien zo del siglo XIX otro viajero ilustre, el
Barón de H u m b o ld t(60)6 .
1
54
toriador José M anuel Restrepo se deduce que
esta p roporción era al revés en Venezu ela pues
allí existía un esclavo por 14 hombres libres y
en la N u e va Granada uno por cada 19 lib res<62).
55
p ro p io país Venezuela, com o de una gigantes
ca Vendé, la provincia francesa que p refirió
dejarse masacrar antes que aceptar el régim en
de la Revolución Francesa.
56
encuentra que el 1.5% de la población, 658
fam ilias integradas por 4.048 personas, acapa
raban todas las tierras cultivables(64), caso poco
frecuente en H ispanoam érica de entonces.
Constelada de títulos esta refinada aristocracia
se había dejado ganar por la nueva m entalidad
Francesa, señalando el perpicaz Barón d e
H um bolt su contraste con la de otras P ro vin
cias de U ltram ar en una reveladora carta a su
hermano: "C o n frecuencia se ven hombres
que, con la boca llena de hermosas máximas
filosóficas, desm ienten los prim eros princi
pios de filosofía con su conducta; maltratando
a sus esclavos con el Raynal en la mano, y
hablando con entusiasmo de la causa de la
libertad, venden a los hijos de sus negros unos
meses después de n a ce r"(65)
57
correspondiente legislación, com enzando por
la d e las llamadas Gracias al Sacar, que com en
zada a m ediados d el siglo X V III culminará con
la R eal O rden del 10 de Febrero de 1795, por
cu yo interm edio y com o se hacía para m ante
ner vigentes los títulos de nobleza, se estable
cían categorías y tarifas, desde legitim ación de
hijos naturales hasta el acceso de los "p a rd o s"
a posiciones de H idalgu ía, incluyendo el viejo
y castizo "D o n "; a la v e z las sucesivas regla
mentaciones acerca del trato y m anum isión de
esclavos, fueron codificadas en la Real Instruc
ción d el 31 de M a y o de 1789 que constituye un
verdadero reglam ento de trabajo, en el cual su
"P rotector", com o el de los indígenas, equ ival
dría h oy en día a un Inspector de Trabajo con
poderes acrecentados.
58
nos lim pios y honrados, m anifestar en los d e
cretos tal adhesión a los Mulatos, que pública
mente se hace burla y escarnio p o r la injusticia
y tem eridad de declarar Blancos o en posición
de tales, personas tenidas y reputadas p or
Pardos, sin em bargo de las representaciones
de este Ayuntam iento, y de las ciudades de
Provincia; dando ocasión a tal descaro a que se
p ie r d a e l r e s p e t o a p ú b lic a a u t o r id a d
propagándose en las plazas y calles los m oti
vos indecentes de semejante patrocinio...(67); y
cuando en 1796 al pardo Dr. D ie g o M ejía
Bejaranos se le perm ite el acceso a todas las
dignidades, la situación llega a la cum bre al
anunciar p o r prim era vez el m ism o C ab ild o la
Independencia en los siguientes términos: " P o
lítica... (que)... conducirá a la subversión d el
orden social, el sistema de anarquía y se asoma
el origen de la ruina y pérdida de los Estados
de Am érica don d e p or necesidad han de p e r
manecer sus vecinos y sufrir y sentir las conse
cuencias funestas de este acon tecim ien to"(68).
59
dim es y diretes de los vecinos de Caracas sobre
c o n d ic ió n social d e m is vasallas Rosa y
D om in ga Bejarano, decreto que sean tenidas
p or blancas aunque sean negras".
60
Independencia:
Guerra Civil
61
cial durante este período desde España fu e de
67.637 toneladas de exportación contra 43.728
toneladas de im portaciones(70). El im pacto de
las nuevas tecnologías transmitidas a través de
ellas fue verdaderam ente espectacular, pues si
un hom bre con sus solas fuerzas necesita 40
días para preparar una hectárea, este tiem po se
reduce a un día cuando lo hace con un arado y
dos caballos; hasta el tem prano 1570, d e la
M etróp oli se habían despachado 20.000 rejas
para arados. El tiem po de corte de un árbol con
hacha de acero descendía de dos meses a dos
días, p or lo cual los indígenas se batían a
muerte p or su adquisición; y una herradura de
acero valía más que su peso en oro.
62
Antequera (España) en 1520 estaba constituido
, p o r 34 fam ilias con 90 hijos. En los albores de
1 los años 1800 la proporción de nacidos en la
península no pasaba del 1.5%; este era el caso
de Venezuela, en don de éran muchos; en total
12.000 personas, en su m ayoría funcionarios,
sobre 800.000 habitantes con los que entonces
contaba dicha Capitanea.(71)
63
M ás aún, el aparato m ilitar del Estado H is
p án ico era sim bólico en la práctica; se limitaba
a la defensa de las plazas fuertes en las Costas,
p orq u e en el interior era tal el consenso que
bastaban unos cuantos voluntarios nativos
a gru p a d os en "m ilicia s". D e nu evo es el
insospechable de parcialidad J. M . Restrepo
qu ien lo confirm a: "Las fuerzas que 1v irre y de
Santa Fe tenía a sus órdenes para defender el
V irrein a to eran harto insignificantes. Consta
b an de tres m il ochocientos hom bres de tropa
de línea d e todas armas con nueve m il de
m ilicias (7*>.
64
el sitio de Cartagena de Indias sino por el
m ortífero clima, siendo tan solo posteriorm en
te reem plazado a cuenta gotas. Entonces no era
de extrañar que en pleno 1820 el Dr. Germ án
Roscio escribiera con angustia y desconcierto a
Bolívar: "L a España nos ha hecho la guerra con
hom bres criollos, con dinero criollo, con p ro v i
siones criollas, con frailes y clérigos criollos y
con casi todo c r io llo "(76).
65
solo 600 eran peninsulares(78); se im pone en
tonces hablar de su integración y com ando a
través de todo el conflicto.
66
se p rocedió a ahorcar su cadáver; tal com o ha
sid o insistentemente a firm a d o (79).
67
intensas. N o obstante, toda la escuela d el reac
cionario.
68
encontraba a la cabeza de la III D ivisión allí
acantonada el joven e inexperto coronel José
M aría Barreiro; su propia oficialidad, apoyada
p or el virrey Sámano, le había pedid o entregar
el m ando al célebre coronel Sebastián de la
Calzada, a quien por derecho le correspondía,
m áxim e que era considerado casi criollo por su
larga trayectoria en Am érica. Se negó hacerlo,
con el apoyo y respaldo del general en jefe, don
Pablo M orillo; su derrota resultó aplastante en
la poco sangrienta (solo 13 muertos) aunque
decisoria Batalla de Boyacá, el 7 de A gosto de
1819(82).
69
W ellin gton , com andante del cuerpo ex p ed i
cionario inglés. C on el apoyo de éste y a pesar
de ser casi analfabeta, obtiene en el curso de
seis años sucesivos prom ociones que le llevan
a la dirección d e la expedición a A m érica en
1814, siendo su nom bre preferido al de varios
virreyes; su afiliación a las Logias Masónicas,
registrada p o r sus b ió g ra fo s (84)8
5perm ite res
p on d er al inquieto Jean Descola: Q ue pensa
m iento oculto, casi m aquiavélico, había inspi
rado la designación de M orillo, quien partien
d o de C á d iz con consignas de amnistía debía
unos d ie z meses más tarde escribir a su rey con
ingenuidad: "P ara subyugar las provincias
sublevadas, una sola m edida, exterminarlas//(85).
70
del profesor universitario santafereño, José
D om in go Duarte, Intendente, que había ejerci
d o gran influencia sobre otro m odesto perso
naje en ascenso, José Tom ás Boves.
71
Este hecho hace resaltar aún más el ep ílogo
trágico y grandioso d e la dirigencia realista
criolla del Perú, la cual, encabezada por el
marqués de Torre Tagle, se encerró en la forta
leza del Callao y allí pareció con 5.000 de sus
Conciudadanos, la élite realista, lu ego de más
de un año de asedio: Cartagena de Indias solo
había resistido tres meses y m edio a M orillo. El
23 de Enero de 1826 el comandante José Ramón
R od il se v io obligado a rendir la última gran
fortaleza del Im perio en la Am érica del Sur;
también resulta significativo que los dos p ri
m eros presidentes del Perú, José María de la
R iva A g ü e ro y el marqués de Torre Tagle
hubiesen regresado a las filas realistas, com o
también lo hizo en Venezuela el Presidente del
I Congreso Constituyente de ese país, Juan
R od rígu ez de Toro.
72
notables figuras del A n tigu o Régim en que
com o el Dr. José Félix de Restrepo -el gran
adversario del utilitarismo y la esclavitud- se
creían en capacidad de hacer variar el rumbo
nuevo, adaptándose a sus formas; no contaban
con una marea masónica que en lo sucesivo
condicionaría la vid a del país, sobre todo en un
com ienzo cuando era d ifícil encontrar un
procer republicano que no estuviese afiliado a
las logia s(87).
73
insurrecciones contra Bolívar y dem ás jefes
in d ep en d ien tes"(88).
En la N u e va Granada es de destacar la
am plia influencia ejercida por el sólid o y docu
m entado pensam iento del Dr. José A n ton io de
Torres y Peña, de Tunxa, cuyas M em orias
sobre la Independencia Nacional (1814) cons
tituyen una respuesta en regla al M em orial de
A g ra vio s de d o n C am ilo Torres; a su lectura
fue tal la im potente cólera del General Santan
der qué prácticamente lo condenó a m uerte al
desterrarlo a las más profundas y malsanas
selvas, pese a su avanzada e d a d (89). D e haber
74
conocido su Réplica al Ciudadano M igu el d e
Pom bo, seguramente le habría hecho fusilar en
el acto; aunque lu ego y con la sorprendente
evolución experim entada por él ante los acon
tecimientos, habría reconocido que su antago
nista había visto lejos y claro al profetizar:
"Independientes en la apariencia aún no h e
m os llega d o a calcular los males terribles que
se seguirían a esa libertad insignificante sin
recursos para sostenerla, sin com ercio, sin con
tacto político en las Naciones Europeas, in d e
fensos nuestros puertos, sin un hom bre que
dirija las operaciones militares, sin gente, sin
disciplina, y, sobre todo, sin dinero, es una
quim era el creer que el N u e vo R eino d e Grana
da pueda figu rar com o soberano y sostener
todo el aparato de una nación independiente;
él vendrá a ser, atendida su d eb ilid ad y m ise
ria, la presa del prim er pirata que se presente
en nuestras costas; entonces, entregados com o
manadas de ovejas, al extranjero, sentiremos
todo el peso de las cadenas y un sistema bárba
ramente colonial ser dejará ve r entre nosotros
con todos sus horrores. Entonces si conocere
mos que cosa es la opresión, entonces verem os
com o son las cadenas y la e s cla vitu d "(90).
75
Ahora bien, y para concluir, podrá ser su
brayado con Enrique de Gandia el carácter
intestino del conflicto de la Independencia
recordando que "L a guerra en la N u eva Espa
ña no fue ningún m om ento de tipo nacional,
sino una verdadera guerra civil, culm inada en
el hecho representativo de que un criollo sea el
que abandone M éxico con la bandera rojo y
gualda, y tres españoles los que hagan su
entrada triunfal en la ciudad, portadores de la
bandera tricolor" (91). Y com o si fuera poco,
dentro de las mismas filas republicanas com
batieron destacadas personalidades peninsu
lares, tales com o don A n ton io González, mar
qués de Valdeterrazo, quien al regresar a la
M e trópoli llegó hasta la Presidencia del Conse
jo del Rey, así com o el general Infante, allí
M inistro y cabeza de una Asam blea Constitu
yente; en la Gran Colom bia se recordará al Dr.
M anuel de Torres nada menos que hasta su
muerte a cargo de la Embajada en Washington. *2 4
76
Tres Monarcas, Ministros
y Diputados Criollos
77
resultante de las guerras. Tan es así que un
cuidadoso observador com o lo fue el Barón de
H u m b old t constataba con sorpresa hacia 1800:
"L a m ayor parte *de aquellas provincias (a las
cuales no se d an p or los españoles el nombre de
colonias sino de reinos) no envían caudal algu
no neto a la tesorería gen eral"; en cuanto a la
futura Gran Colom bia, José M anuel Restrepo,
uno de sus ministros, confirm ó: "L as rentas
públicas con que contaban el Capitán General
de Venezuela y el V irre y de Santa Fe para
sostener los establecimientos civiles, militares
y eclesiásticos..- apenas bastaban para los gas
tos en la N u e va Granada... en Venezuela que
daba algo para la M e tró p o li"(92).
78
Consejos de Ministros, pues, subraya M elchor
Fernández A lm agro, solo se pensaba en la
guerra de Ultram ar "Para liqu id ar a la buena
de D ios o a la mala del d ia b lo "(94). N o obstante
esta actitud no era uniform e, pues en algunas
de sus más altas esferas perm anecía v iv a la
conciencia de su responsabilidad ante el p eli
g ro m oral y m ortal que se cernía sobre e l alma
de esas Indias Vírgenes e Inocentes, apenas
evangelizadas; y p or tanto más vulnerables
p or su inexperiencia histórica a las asechanzas
de los resplandores de las tinieblas masónicas,
cuya sombra cubre h oy una sociedad de consu
m o enrumbada hacia la Sociedad M afiosa. Y
com o los más angustiados y alerta fu eron p re
cisamente los criollos con altos cargos en la
M etróp oli, se im pone hablar de su acción y sus
nombres.
79
rarse del super estratégico Peñón de Gibraltar
en 1704, aprovechando los traumas provoca
dos p o r el rele v o de la dinastía de los Austrias.
C on esta acción, arrebataba a la M etróp oli las
llaves de las comunicaciones con la Provincias
de U ltram ar; sobre cuyas playas lograba poner
pie a través de la im posición del Tratado de
Utrecht (1713), con el cual adquiere en la prác
tica el m on o p olio del contrabando y del tráfico
de esclavos.
80
que nacida del im pulso de los mismos postula
dos de la Inglesa de 1688 y su proyección sobre
la Norteam ericana de 1766, se preparaba a
disputarles el terreno enarbolando desde 1789
un catálogo de Derechos d el H om b re a la
(corrom pida) Sociedad de Consumo; desde
allí tam bién era m irada Iberoam érica com o
alimento. Y a la postre, desde la Independen
cia, se ha convertido en ésto.
81
Sin em bargo no contó con que al som eter al
M onarca al más cínico de los secuestros, p ro v o
caría la reacción de las más hondas reservas de
la d ign id ad y conciencia nacionales. Entonces
se v io alzarse casi con unanim idad en 1808 al
p u e b lo d e la M e tró p o li en contra d e los
usurpadores, tanto de su suelo com o de sus
conciencias; circunstancias que en buena m e
d id a le p ro tegió largo tiem po de la contam ina
ción intelectual. Y aunque todo lo que estaba en
ju ego no p u d o ser cabalmente captado "In
situ,/ p o r las lejanas Provincias de Ultram ar, a
pesar de un fervoroso apoyo inicial (m ás que
tod o económ ico), si lo fue por la generalidad
de altas personalidades suyas, tiem p o atrás
residentes en la Península; a quienes con sor
presa encuentra un agudo observador d el m o
m ento ubicadas en los más tradicionalista de
los rangos, absolutistas de acuerdo a la nom en
clatura actual(96).
82
las Cortes de C ádiz, m iem bro d el Consejo de
Estado y en calidad de M in istro de Indias
organizador d e la exp ed ición de 1814 a A m é
rica, para cuya dirección se opuso al nom bre d e
d on Pablo M orillo.
A través de trayectoria semejante, aunque
más intensa, ha de caracterizarse el neo-
g ra n a d in o , d e P o p a y á n , Dr. Joaquín d e
M osquera y Figueroa; herm ano d e un futuro
presidente republicano. En sus m anos estuvo
el juicio de d on A n ton io N ariñ o; y lu ego de
destacada actuación en M éxico, será quien en
la Caracas de 1808 inspire la resistencia a los
enviados de N ap oleón . D ipu tado a las Cortes
de C ádiz, la presidirá en 1811, para hacer
brevem ente parte d el Consejo de Regencia en
1812; lo cual también le hace acreedor a la
categoría de fu gaz R ey de España, d ign id ad
tras la cual ocupará una im portante posición
en el Consejo de Indias y otras instituciones d e
prim er orden.
Si em bargo y no obstante lo destacado en
estas trayectorias, ninguna d e más relieve aun
que menos conocida que la del capitán d e
fragata don Pedro de A g a r y Bustillo, nacido
en Santa Fe de Bogotá en Junio de 1763; cuenta
el historiador José M aría Restrepo Sáenz que
su padre, comerciante y com isario de caballe
ría notable, tenía com o em pleado de confianza
al padre del Sabio C ald as(97).
83
A p rovech an d o la aún más am plia apertura
de las academias navales en la M etrópoli, allí
viajó el joven criollo, cum pliendo una tan des
taca carrera m ilitar en tan bélico período que la
invasión francesa lo encuentra ya com o direc
tor de las Reales Academ ias N avales, en donde
se guarda con respeto su único retrato.
84
un docum ento fechado en C ád iz el 19 de Enero
de 1812 resalta su refrendación; "e n cuya con
secuencia m ando a mis virreyes, guarden, cum
plan y executen y hagan guardar, cum plir y
excecutar la referida m i Real resolución. Y o el
Rey, P ed ro de A g a r " (100).
85
Francisco A n ton io Zea, quien con posteriori
dad a sus aventuras de 1796 en asocio con don
A n ton io N ariñ o, lu ego de haber sido preceptor
de los hijos d el V irrey Ezpeleta y destacado
m iem bro de la Expedición Botánica, fue ab
suelto e indem nizado por los sueldos de 9 años
en la M etrópoli; allí d irig ió periódicos, asumió
la dirección del Jardín Botánico de M ad rid y
viajó p or todo Europa en misión científica
oficial. A la invasión francesa se inclinó de
parte de los usurpadores Bonaparte, figuran
d o con 5 americanos (otro de ellos neograna-
d in o) dentro de los 150 integrantes de la fugaz
farsa de las cortes de Bayona reunidas durante
algunos días en junio de 1808; lu ego de las
cuales pasó a ocupar importantes cargos, com o
de la Prefecto de M álaga y M inistro del Interior
bajo el gobiern o de "P e p e B otella". Actitud que
le v a lió la condena a muerte con otros varios
"afrancesados", tras la derrota de sus amigos;
escapó de la sentencia saltando hasta Haití, en
donde se le encuentra al lado de Bolívar en
1815; y con él algunos años, antes de viajar a
Europa com o em isario suyo, m isión durante la
cual se caracterizó p or el despilfarro de em
préstitos que C olom bia aún estaba pagando en
el curso de la década de 1980, o sea 160 años
despu és(102).
86
C on esta m ención queda planteado el tema
de la representación d e Hispanoam érica en los
cuerpos colegiados surgidos en la M etrópoli
bajo la presión del auge liberal. Es cierto que
com o resultado de las características del A n ti
guo R égim en resultaba inequitativa en un co
m ienzo desde el punto de vista cuantitativo;
desde el punto de vista cualitativo podría lle
garse a la conclusión contraria, com o lo hace
John L e d d y Phelan al analizar el alto gra d o de
autogobierno de las Provincias de Ultramar,
en razón de los am plios poderes de los C abil
dos y los G rem ios(103).
En todo caso el problem a fue rápidamente
solucionado por las Cortes de C ádiz; J. M.
Restrepo reconoce que desde febrero de 1811
se aceptó idéntico régim en a ambos lados del
océano(104). A través de él y con la participación
de 5 españoles americanos sobre los 12 que
constituía la com isión de redacción de la Cons
titución, ésta fue prom ulgada por las Cortes en
sesión plenaria el 19 de M arzo de 1812; en su
texto se establece, artículo 157, que la diputa
ción permanente estaría compuesta de 7 in d i
viduos de su seno; 3 por las Provincias de
Europa y 3 por las de Ultramar, extrayéndose
el séptim o a la suerte.
87
ter específico de este docum ento com o expre
sión d e un original liberalism o hispánico, de
m entalidad diferente al anglosajón.
88
sión de varios diputados españoles america
nos, hasta el punto que uno de ellos, An ton io
Joaquín Pérez, de Puebla, encabezó, el grupo
que recibió a Fernando V II con la petición de
derogar la Constitución de Cádiz.
89
amarilla cuya existencia, m uy al estilo de estos
lares, se había em peñado en negar.
90
Epílogo:
La Nostalgia
de la M onarquía Perdida
91
nadas a transportar a través de 8.000 y más
kilóm etros d e aguas peligrosas y turbulentas
la carga que h oy m o viliza una tractomula. Y el
otro quinto, el de los impuestos reales, estaba
asignado a financiar la defensa de esas mismas
Provincias d e U ltram ar, apetecidas p or la
voracidad de las anglosajonas potencias p ro
testantes y sus hordas de piratas; no tardarían
los pasmados proceres republicanos en experi
mentar los efectos d e su "d ip lom acia arm ada",
a pesar de gastar gigantescas sumas en p roto
colarias embajadas, que por ejem plo, en la
Gran Colom bia copaban el producido, no sólo
de ese quinto sino del de los impuestos del
aguardiente; p or no citar los gastos militares,
hasta m ediados d el siglo XIX capaces de absor
ber más del 50% d el presupuesto(110).
92
de Bolívar en el sentido de que la m ayor parte
de la opinión pública de la M etrópoli deseaba
abandonar la causa de A m é ric a (U1); y en las
esferas oficiales era grande el pesimismo ai
respecto pues los gastos de reconstrucción de
la esencialísima y vital Marina, luego de los
desastres de Trafalgar y otros, resultaban abru
madores, m áxim o lu ego del agotamiento de
las guerras napoleónicas.
93
que al m ando del m ism o O.' D onnell serían
am pliam ente acogidos p o r unas provincias
desesperadas p or el llam ado "p rob lem a de
Buenos A ire s " y su extranjerism o(112), a instan
cias de la misma M asonería se produ jo el 1 de
Enero de 1820 el golp e de R iego, destinado a
im p ed ir su partida, com o pretexto para im p o
ner su garra sobre la M etrópoli. H o y se sabe
que esta m aniobra fue financiada precisamen
te p o r los masones porteños, puesto que, según
Enrique de Gandía; "N osotros... no somos
m asones... en el A rch ivo General de la Nación,
d e Buenos Aires, hemos tenido la suerte de
hallar lo que otros historiadores no han encon
trado; las cuentas de lo que costó la m isión
secreta, o rg a n iz a d a p o r Juan M a rtín de
Pueyrredón, de los señores Lezica y Arquibel,
desenvuelta en C ád iz con el objeto de hacer
estallar la revolución de R ie g o " (113).
94
autoridades reales aún en sus cargos en las
Provincias de Ultramar, una circular que cons
tituye un lím ite en concesiones: "Q u e se haga
la propuesta a los indicados jefes de los disi
dentes en el caso de mostrar mucha repugnan
cia a jurar la Constitución, de que se les reser
vará p o r tiem po ilim itad o el m ando de sus
provincias con subordinación a V . E. o al G o
biern o de la M etrópoli d irectam en te"(114).
95
Posteriormente hubo varios intentos de acer
camiento. Hasta el punto que en la Argentina
se lle g ó a un virtual armisticio con la C on ven
ción del 4 de ju lio de 1823 (en 11 artículos),
firm ada p or el canciller Bernardino R ivadavia
y los em isarios realistas, Luis A . Pereira y Luis
La Robla, criollo éste; las Cámaras refrendaron
posteriorm ente el acuerdo (*).
96
glaterra con el Conm onwealth, en cuyo seno el f
M onarca Inglés ejerce una soberanía nom inal j
sobre el Canadá, Australia, N u eva Zelandia y
otras naciones. í
r
97
í
i
expresara, p o r falta de su secretario, fueron
causas que le hicieron decir cosas que no pen
saba seriam ente(118)1.
9
98
A n te tod o asentados sobre la doctrina cató
lica; tanto que ya en D iciem bre de 1819 p ro p o
nía un verd ad ero "Tribunal d e F e", con carác
ter civil, encargado de evitar la d ifu sión de
principios contrarios al dogm a. A l serle som e
tid o el proyecto de reglam ento, el ateo Bolívar
declaró incom petente al p o d e r e jecu tivo .<120).
M ás tarde protegería Santander al ortodoxo
Padre M a rga llo de las persecuciones, llegan d o
a ganarse el a p o y o de la Jerarquía y el recono
cim iento del Pontificado a la jo v e n nación1 (121);
0
2
el p rop io M ig u el Antonio C aro da fe de la
sinceridad de su catolicism o(122).
99
captar su m alignidad, no vacilaría en rom per
con su gran adalid, el Dr. Vicente A zu ero, su
a m igo de siempre, a cuya candidatura presi
dencial se opuso explícitamente diciendo:
100
lo d e Benfcham (126); sus temores se vieron
confirm ados al producirse la segregación de
V enezu ela en cuya configuración actuaron con
tal cinism o y descaro que el M inistro J. M.
Restrepo se atreve a consignar: ''E l almirante
inglés de Barbada, Fleeming... fue... repetidas
veces a verse con Pérez, a quien diera consejos
para que llevase a cabo su resolución... y ofre
ció a Páez elem entos de guerra, en el caso de ser
a ta ca d o "(127).
101
petencia extranjera una de las más preciadas
aunque combatidas herencias del Estado H is
pánico, la d e las entonces en extrem o rentables
y eficaces Empresas Estatales (alias "m o n o p o
lio s "), las d el tabaco, sal, pólvora y licores,
siendo derrotado p or el congreso de 1826(129).
Durante su exilio en Europa podría consolidar
sus prevenciones, llegando a afrontar perso
nalmente a Jean Baptiste Say, uno de los A p ó s
toles de la "A p ertu ra Económ ica", com o en
tonces se denom ina "L ib re C am bio"; y ante el
cataclismo social provocado p or su instaura
ción a través d e los nefastos "Tratados de
Am istad, C om ercio y N a vega ción " con Gran
Bretaña (A b ril 1825), seguidos de los Estados
U nidos y los Países Bajos (1825 y 1829 respec
tivam ente) escribe con angustia a sus am igos
en Enero d e 1832: "P o r Dios, abandonen la
teoría del com ercio libre, quiero decir, de que
todos los productos y manufacturas extranje
ras deben ser introducidas sin restricciones ni
recargos d e derechos. La práctica de todas las
naciones maestras en com ercio están en oposi
ción a tales teorías... protejan pues, nuestras
miserables fábricas y artes, no excluyendo ab
solutamente sino poniendo restricciones a los
artefactos y productos extranjeros que noso-
102
tros tam bién producim os o podem os p ro d u
c ir "^ .
103
desafortunado Secretario de H acienda del G e
neral S antan der"(131).
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zález, su portaestandarte, com o la Epoca de la f
Democracia Ilustrada -aun más que la del
Despotism o Ilustrado de los Enciclopedistas y
Voltaire- la principal víctim a de sus escarnios |
resultó ser la educación. En efecto, sus paladi-
nes procedieron a exp ed ir y aplicar con im pla
cable rigo r solo atenuado lustros después, una j
ley, el 15 de M a y o de 1850, que constituye
cumbre en la historia universal d e la infamia;
sus artículos I o., 2o y 16°. pueden resumirse así: [
"E s libre en la República la enseñanza en todas
las ramas, de las ciencias, de las letras, de las
artes. El grado o título científico no será nece- {
sario para ejercer profesiones científicas; pero
podrán obtenerlo las personas que quieran. *
Suprímese el grado de Bachiller. Suprímanse J
las Universidades... para optar grados no es
necesario haber estudiado en los colegios pro- ^
vinciales o en los seminarios "(Gaceta O ficial [
número 1.124 de 1850, pgs. 233 y 234)".
[
105
i
I
el firm am en to social en tanto que brújula
existencial, excepción hecha d el adm irable
paréntesis hispanizante de la Regeneración
em prendida p o r el Partido N acional de N ú ñ e z
y Caro, de 1880-1900); en consecuencia h oy en
día la am bición desenfrenada hace ve r en el
op io la redención d el pueblo.
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T o d o esto indica hasta que grad o se sentiría
en el pueblo la nostalgia d e esa monarquía a
causa de cuya p érd id a lloraron tribus in d íg e
nas enteras. C o n alguna intuición M a rv in
G old w ert en su ensayo acerca "T h e Search fo r
the lost father figu re in Spanish A m erican
Story", sintetiza: "E n lo s años de 1808 a 18241os
criollos iniciaron el cam ino hacia el derroca
m iento de la figu ra del R ey Padre. Este fue el
acontecimiento más traumático en la historia
d e la A m é r ic a E s p a ñ o la . F u e c o m o la
escenificación de los deseos de E d ipo de asesi
nar a su padre, creando así un com plejo d e
culpa colectivo del que la A m érica Española
nunca se ha p o d id o liberar. Una gran parte d e
la rebeldía en la historia m oderna de la A m é
rica Española representa la búsqueda de un
substituto paterno de los R eyes de España"(135);
en apariencia no le falta razón, pues ha llam a
d o la atención a los sociólogos el hecho de que
aún en las más insignificantes festividades se
proceda a la elección de "rein as" y "reyes", sin
los cuales perderían substancia.
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en la conciencia de las gentes es la angustia por
la ausencia del "P a d re N u estro" en la organi
zación del Estado; cuyo vacío ha colocado
sobre los altares al "o p io " com o "red en ción "
d el pueblo.
108
gunta y responde: "D oscientos años perdidos?
V am os para doscientos años de república ense- (
ñando com o ella no se h a ce "(138); y tanto que el j
Presidente Liberal Darío Echandía llegó hasta
com parar su régim en dem ocrático al de un I
orangután con Sacóle v a " (139). j
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Esta obra se terminó de Im prim ir en
Editorial Talleres Gráficos Ltda.
Tunja - Boyacá - Colom bia
1994