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¡SE NECESITAN CATÓLICOS!

Sobran los que responden, con frase de cajón “Soy católico, apostólico y romano”, en cambio; hacen
falta católicos verdaderos. Aclaremos, para sacar a más de un lector de su asombro. Ser católico viene
perdiendo prestigio dentro y fuera del país. Cuando viajo al exterior, últimamente me preguntan, no sin cierta
indiscreción: ¿cómo explica usted que siendo los colombianos en su gran mayoría católicos, tengan el record
mundial en asesinatos, en robos y en secuestros? ante semejante ataque a quemarropa mi única respuesta es:
“porque no somos católicos convencidos ni consecuentes”. Ser católico, en sus buenos tiempos, significó
entusiasmo, práctica religiosa, compromiso y mil aspectos más, todos ellos positivos. Casi llegó a significar a
alguien “peligroso”, testigo de valores “revolucionarios”, no en sentido político, ni siquiera psicológico, sino
radical, transformador, comprometido alguien que llamaba la atención por su escala de valores: creí en
Jesucristo y en el prójimo, y de allí su desprendimiento del dinero, del poder, del sexo y de toda acción egoísta.
Hoy no. El católico se ha vuelto mediocre, entregado, hasta hipócrita, en el sentido de doble. ¿Por qué? Porque,
cuando más, no pasa de ser católico el domingo, para seguir siendo “ateo” el resto de la semana. Fue católico
en el colegio o en la universidad, y luego ateo, anti ético y deshonesto cuando monta su centro médico, se mete
en el “redil ajeno”, o se entrega a la política. Católico, honrosa palabra de otros tiempos. Hoy, es la palabra que
da sueño, produce tedio, cuando no antipatía o algo peor; en vez de despertar ilusión, compromiso, lucha por
valores, utopía de metas e ideales. Se necesitan católicos de una pieza, católicos verdaderos. No importa que
sean pocos, con tal de que sean católicos de veras, convencidos, hasta el martirio, si es necesario: católicos el
domingo y todo el resto de la semana; católicos en la universidad y en el gobierno; católicos en casa pero
también en el club, en la oficina y también en la calle. Muchas personas e instituciones, ostentan la etiqueta de
católicos o cristianos. Academias de cine o de costura y hasta partidos políticos se llaman cristianos. ¡Horror!
Vivimos una verdadera inflación y devaluación del cristianismo, de la palabra y del hecho de ser católico.
Pululan los malos católicos como, hasta hace poco tiempo, los billetes gastados de cien pesos. ¡Qué vergüenza!
¡Qué pena! ¡Qué devaluación! ¿Qué hacer? ante todo, renunciar a la obsesión por el número. Previsiblemente,
en Colombia y en el mundo, los católicos tendemos a disminuir y a ser minoría. No importa. El número fue lo
que menos inquietó a Jesús. Refiriéndose a sus seguidores, los comparó con el fermento en la masa, porque
esperaba que fuesen el valor moral dentro de la sociedad y les dio la misión de ser tales: fermento que
fermenta, invade, penetra y santifica todo el medio ambiental social. ¡Qué importa que seamos el 90 o el 10%!
Lo que cuenta en la fe cristiana es la calidad. Jesucristo con 12 hombres fermentó a la sociedad de entonces.
¡Cuánto haríamos hoy si fuéramos auténticos católicos! Salvaríamos a Colombia. A un creyente tibio del primer
siglo el espíritu de Cristo resucitado le advirtió severamente: “prefiero sentirte frió o caliente que tibio porque
me provocas nauseas” Apocalipsis3, 16. Se necesitan católicos, pocos o muchos, pero verdaderos. ¿Qué
significa católico? Ante todo, un seguidor de Jesús resucitado, como María Santísima o María Magdalena; como
San Pedro o San Juan. Un chiflado por Jesucristo, como lo fue San Pablo, como lo son hoy en día Juan Pablo II,
como lo fue la madre Teresa de Calcuta y otros mil. Luego, un convencido, entregado al servicio de sus
hermanos, los hombres.
No podemos seguir jugando a la hipocresía y a la dobles, a ser católicos y deshonestos a la vez. (Un católico
puede pecar, pero, si es verdadero, no se queda en el pecado). Puede caer en el adulterio una vez o en el robo
o la mentira, pero lo que no puede hacer, si es verdadero católico, es instalarse en el robo, en el asesinato, el
adulterio y en la mentira. Se necesitan católicos auténticos, cristianos de veras. Resuélvase: la fe en Jesucristo,
o se convierte en hechos y es comprometida, o es una farsa. Piénselo.

Alfonso Llano Escobar S.J.“EL TIEMPO”, Junio 2, 1996

REFLEXIONAMOS

1. ¿Qué opinas sobre el tema que plantea el autor?


2. ¿Según tu opinión, ha cambiado mucho la situación desde la fecha en que se escribió y hoy?
3. ¿Qué es ser “Católico todos los días” para ti?

ORACION: Santiago 2, 14-26.

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